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Joaquín Leva - 25408

Sor Juana Inés de la Cruz: implicaciones filosóficas en la poesía y en el


género epistolar

1. Juana Inés de Abasje Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana
Inés de la Cruz, fue una religiosa mejicana y exponente principalísima de la literatura
barroca novohispánica del siglo XVII. Si bien hay controversias, aún vigentes, sobre la
fecha exacta de su nacimiento, suele situársela entre los años 1648 y 1651 en San
Miguel Nepantla. Sus padres nunca se unieron en matrimonio eclesiástico y pasó los
primeros años de su vida (hasta los cinco o siete) en la hacienda de su abuelo materno.
Allí muestra sus primeras dotes para la actividad intelectual, al aprender a leer y a
escribir a los tres años, a escondidas de su madre, y al interesarse por la lectura de los
clásicos grecorromanos y la teología de la época. Algunas anécdotas pintan de cuerpo
entero el carácter de Sor Juana y su afán de sabiduría y, a la vez, la difícil situación que
le representaba este mismo deseo, debido a lo que implicaba el ser mujer en aquellos
años. Por un lado, se dice que, al estudiar una lección, cortaba un pedazo de su cabello
si no la había aprendido correctamente, pues no le parecía bien que la cabeza estuviese
cubierta de hermosuras si carecía de ideas y, por otro lado, llegó a sugerirle a su madre
que la enviase a la Universidad disfrazada de hombre (acceso que le estaba prohibido,
por ese entonces, a las mujeres). Luego, vivió un tiempo en la casa de una hermana de
su madre y entre 1664 y 1665 pasa a la corte del virrey de Nueva España, donde
rápidamente se gana las simpatías de la virreina, Leonor de Carreto, quien se convierte
en su principal mecenas. Durante su estadía en la corte, Juana desarrolla en modo
excepcional sus dotes intelectuales (sorprendió al superar con excelencia un examen
realizado por unos sabios humanistas) y literarias (sus obras eran muy requeridas y
estimadas en las fastuosas tertulias cortesanas). No obstante, aquí aparece otro hecho
que retrata la difícil situación de la mujer en esa época, pues era muy difícil evadir los
mandatos sociales recaídos sobre las mujeres, y Juana, al impedírsele la entrada a la
Universidad y ante su negativa a contraer matrimonio, encuentra el camino religioso
como la única alternativa posible para continuar con su búsqueda intelectual e ingresa a
la Orden de los Jerónimos. Allí, continúa escribiendo literatura tanto sacra como
profana (aunque esto se lo hayan reprochado sus confesores) y en el período que abarca
la década de 1680, encontramos la época dorada de su producción literaria (aquí aparece
su célebre Primero Sueño y algunas disputas teológico-filosóficas). Sin embargo, ya
para 1693, muertos sus protectores, Juana toma una extraña actitud, se autoimpone un
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silencio y ya no escribiría más hasta su muerte en 1965, cuando cae enferma al cuidar a
religiosas afectadas por la epidemia que asolaba México por ese entonces. Sobre este
silencio muchas conjeturas se han elaborado, pero podría haber sido como un acto
último de protesta ante todas las dificultades que debió sobrellevar a lo largo de su vida
a causa de su condición de mujer que no quiso someterse a los mandatos de su época.

2. El poema posee una perfecta estructura simétrica, tanto cuantitativa como


cualitativa, en torno a un centro y se articula en cinco partes: en los extremos, la
medianoche y el amanecer (fenómenos físicos); entre los extremos y el centro, el dormir
y el despertar (procesos fisiológicos); y en el centro, el proceso psíquico (espiritual) del
sueño. En ambos extremos hay sendas imágenes de la lucha cósmica entre la noche y el
día. Luego, para describir lo fisiológico, la poetisa se sirve siempre de imágenes y
comparaciones con artefactos mecánicos. Por último, la narración del sueño se abre con
una imagen del Faro de Alejandría que encierra cuatro motivos: la altura, lo óptico, el
mar y la cultura clásica. Sin embargo, la imagen central de esta parte, en función del
sentido más profundo que pretende mostrar la poetisa, es el de Ícaro. Además de la
imagenería, la poetisa hace gala de su vasto saber a lo largo de todo el poema, máxime
el filosófico, pero también astronómico, físico, fisiológico, humanístico y jurídico.
Ahora bien, explica acertadamente Gaos que la intención de la poetisa es dar expresión
poética a la experiencia capital de su vida, la del fracaso de su afán de saber. Esto deja
en claro por qué cobra tanta importancia el saber filosófico de Sor Juana y la escasez de
emotividad respecto de un género caracterizado por una marcada descripción de los
sentimientos. Así, el sueño representa que lo que en realidad es un sueño es el afán de
saber, o sea, la poetisa finge vivir como un sueño una experiencia que ha tenido bien
despierta. Esto nos lleva a la concepción del conocimiento presente en el poema. Por un
lado, la poetisa se sueña como situada en la parte más elevada de su espíritu, desde
donde podría ejercer la más alta actividad intelectual, cuyo objeto es la contemplación
de la naturaleza misma de las cosas y su unidad en la diversidad del mundo. Tal
actividad, entonces, la poetisa pretende realizarla por vía de la intuición, considerada
como el modo más espontáneo para el despliegue del filosofar. Sin embargo, tal
intuición no puede captar esta unidad del mundo, fruto de la diversidad que este posee,
por lo cual, el intelecto se vuelca a otro método, el discursivo, con el cual puede seguir
el orden de las categorías aristotélicas y elevarse desde la más individual hasta los
géneros supremos de las cosas. No obstante, el discurso no puede ni siquiera pasar de la
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primera categoría, pues las dudas que asaltan a la poetisa le impiden el avance
intelectual. Así, la concepción del conocimiento según Sor Juana es evidente pues con
su sueño muestra el fracaso de los métodos del conocimiento humano y de la tradición
intelectual entera (que Juana había recibido por parte del intuicionismo agustiniano y el
racionalismo discursivo aristotélico-tomista). Sin embargo, con ello la poetisa no
pretende elaborar un escepticismo doctrinal desde y en su poema, sino tan solo
patentizar su experiencia de vida, la decepción que le abruma al saberse incapaz de
satisfacer su deseo de conocimiento a través de cualquier método.

3. Respecto a las resonancias del pensamiento azteca presentes en el poema,


cabe señalar, en primer lugar, que ya su estructura fundamental muestra una íntima
relación con la concepción del mundo según los aztecas. Pues, como bien han señalado
varios estudiosos, el poema se halla dividido en cinco partes, donde la parte central y
más importante está flanqueada por las restantes cuatro partes, cuidadosamente
equilibradas. Ahora bien, según los aztecas, el mundo estaba dividido en cuatro partes
principales, correspondientes a los cuatro puntos cardinales, cada uno bajo un dios y con
características particulares. Por tanto, el cuatro representaba un número muy
significativo. No obstante, dicho número carecía de un significado acabado si no era
acompañado por el cinco. Así, el quinto punto principal y el mis importante era el
centro, origen y causa de estabilidad de las cuatro anteriores direcciones. En relación
con esto, es posible señalar otra resonancia azteca, presente en el momento en que la
poetisa simboliza la búsqueda intelectual de su alma con la llegada a la cima de un
volcán. Para los aztecas, este era imagen de su dios más querido, Xiuhteuctli, dios del
fuego, quien residía en el centro, lugar donde acontecía lo más importante. Por último,
se puede hallar reflejada en el sueño una leyenda muy destacada dentro de la
cosmovisión azteca. Sor Juana, tanto al principio como al final de su poema, presenta
soberbias imágenes de la lucha eterna que disputan el día y la noche y tal visión
encuentra su correlato en la leyenda azteca del nacimiento del dios Huitzilopochtli,
representación del sol. Dicha divinidad, nacida de la madre Tierra, se enfrenta
diariamente contra la luna y las estrellas para así en la noche, volver al vientre de su
madre.

4. Sor Juana elaboró varias críticas contra la sociedad de su época, contenidas


principalmente en su literatura epistolar. En primer lugar, se puede mencionar una
crítica más bien relacionada con lo teológico-filosófico, al oponerse firmemente Sor
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Juana al barroquismo imperante en esos años, cuyo principal exponente era el padre
Vieyra. Pues Sor Juana, de manera excepcional, representa una anticipación del
pensamiento moderno al demostrar, con argumentos lógicos y eruditos, que las posturas
teológicas del padre Vieyra no eran sino una serie de elucubraciones vacías e
infundadas, pues no provenían de las Escrituras sino de su hábil pluma. Ante ello, la
religiosa propone, en un signo indudable de modernismo, la necesidad de una vuelta a
los textos sagrados y una deducción lógica y rigurosa de todo lo que se extraiga de ellos.
Sin embargo, en la obra epistolar de Sor Juana es posible encontrar otras críticas a su
época, fundamentadas desde su más profunda experiencia personal, pues son referidas a
lo que debió vivir por el simple hecho de ser mujer y querer dedicarse a la vida
intelectual. Pues, la autora señala en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz que este afán
de saber, al cual se sabe siempre lejos de llegar, no le ha traído aparejado sino
incomprensiones, críticas, persecuciones, tormentos e, incluso, la prohibición misma del
estudio. Nuevamente, volvemos a la hipótesis de que sea su firme propósito de no
escribir nada más durante sus últimos años de vida, la mayor crítica respecto a una
sociedad que constantemente le puso trabas al deseo de una vida libre e intelectual.

5. Como temas filosóficos presentes en la obra de Sor Juana podemos mencionar


el tema del conocimiento, presente a lo largo de una de sus obras cumbres, el Primero
Sueño. En él, la poetisa se sirve del marco proporcionado por su época, caracterizado
por un cierto escepticismo y la importancia de la noción y símbolo del sueño, para dar
cuerpo a la experiencia más profunda de su vida, la decepción de su afán de saber
respecto a los modos de conocimiento desarrollados por la tradición filosófica. Por otro
lado, y como ya hemos señalado, encontramos en la autora, máxime en su obra
epistolar, una anticipación muy marcada de un tema que va a explotar en los siglos
posteriores y que representaría un quiebre muy grande en la Modernidad filosófico-
teológica: el recurso a la lectura de las Sagradas Escrituras como fuente primordial de
todo argumento religioso. Estos, deberían deducirse lógicamente y no proceder de
argumentaciones cuidadosamente elaboradas, pero ajenas a los textos. Por último, la
marcada resonancia azteca presente en la obra poética de Sor Juana significa no solo
una ruptura con la época colonial, sino un anticipo de un matiz que caracterizará a gran
parte de la filosofía latinoamericana posterior, la búsqueda de las raíces de nuestra
cultura latinoamericana.
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6. Luego de haber analizado someramente el pensamiento filosófico de Sor


Juana, considero importante recalcar la necesidad de tener presente que este tipo de
reflexión, la filosófica, no solo debe buscarse en tratados o formas literarias
consideradas “canónicas” por la tradición filosófica. El hecho de que la parte más
sustanciosa de la filosofía sor juanesca se concentre en su literatura epistolar y poética,
me hace pensar en la importancia de estar abierto a todo tipo de fuentes a la hora no solo
de indagar en la filosofía de ciertos autores o autoras, sino también del filosofar mismo,
pues estas formas literarias a veces permiten un desarrollo mucho más profundo o se
adecuan mejor a todo aquello que el pensamiento busque darle expresión.

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