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Universidad Nacional de Cuyo

Facultad de Filosofía y Letras


Cátedra: Filosofía del lenguaje

Informe de lectura:
La lingüística de Ferdinand de Saussure

Prof. Titular: Carlos Di Silvestre


Alumno: Joaquín Leva (Reg. 25408 – Filosofía)
Mendoza, 29 de mayo de 2020
Introducción

En el presente trabajo abordaremos la lingüística de Ferdinand de Saussure y el


mismo estará compuesto de tres partes bien definidas. En primer lugar, nos ocuparemos
de algunos conceptos fundamentales tales como lengua, signo lingüístico y valor, los
cuales se encuentran en la obra más relevante de nuestro autor, el célebre Curso de
Lingüística General, que será tomado como fuente principal de este trabajo. Luego, la
atención será dirigida a la recepción crítica de estos conceptos por parte de los
estudiosos que sucedieron a Saussure. En este sentido, analizaremos la revisión
efectuada por Emile Benveniste acerca de la noción saussureana de signo lingüístico. En
tercer lugar, mostraremos las divergencias y convergencias que presenta la lingüística
de Saussure respecto a los paradigmas filosóficos de la Modernidad y de la
Contemporaneidad, junto con algunas reflexiones sobre la concepción saussureana de
signo y lengua. Por último, habrá una conclusión que sintetice los principales puntos
expuestos.

§1- La lingüística de Ferdinand de Saussure

Ferdinand de Saussure fue un lingüista suizo nacido en Ginebra en 1857, mejor


conocido como el padre de la “lingüística estructural”. Fueron pocos los escritos que
pudo publicar en vida, debido a su prematura muerte en 1913 a la edad de 55 años. En
efecto, su famosísimo Curso de Lingüística General fue publicado en 1916 por dos
alumnos suyos (Charles Bally y Albert Sechehaye), fruto de la compilación y
reelaboración de apuntes tomados durante los tres cursos que Saussure dictara entre
1906 y 1911 en la Universidad de Ginebra. Decimos de dicho curso que es una obra
célebre dado que fue un hito no solo en la constitución de la lingüística como ciencia,
sino que también el grado de influencia que consiguió en el derrotero que seguirían las
ciencias humanas a lo largo del siglo XX, e incluso en la actualidad, fue mayúsculo.
Podemos mencionar como ejemplo de este influjo a los estudios de Louis Althusser en
sociología o a los de Roland Barthes en teoría literaria. En lo que atañe a la filosofía,
algunas nociones acuñadas por Saussure han gozado de mucha importancia por lo que, a
continuación, pasaremos revista a algunas de ellas.

Ya en las primeras páginas del Curso, Saussure esboza una sucinta historia de la
lingüística y deja en claro cuál es su objetivo primario: delimitar en forma clara el
objeto de estudio de la lingüística, junto con su correspondiente método, de modo tal
que pueda acreditar el carácter de ciencia. Así, Saussure comienza su reflexión mediante
la distinción entre las nociones de ‘lenguaje’ (langage), ‘lengua’ (langue) y ‘habla’
(parole). De entre ellos, el lenguaje se caracteriza por ser un fenómeno extremadamente
complejo, plagado de dualidades. En efecto, tomado en su conjunto, “el lenguaje es
multiforme y heteróclito; […] pertenece al dominio individual y al dominio social; no se
deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se sabe
cómo desembrollar su unidad” (1916, 37). Todo ello contribuye al hecho de que el
lenguaje no pueda ser el objeto de la lingüística, merced a su complejidad, no obstante
lo cual, él constituye, por así decirlo, la materia de dicha ciencia, cuyo objeto propio ha
de ser la lengua, “un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas”
(38), esto es, un objeto delimitado y definido que puede ser tomado como una totalidad
y hacer las veces de principio de clasificación sobre lo múltiple del lenguaje.

Sin embargo, Saussure realiza una distinción más, aquella entre lengua y habla. Esta
última se identifica por ser un fenómeno individual, un acto de voluntad e inteligencia
con manifestaciones psicofísicas, mientras que “la lengua no es una función del sujeto
hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente” (41). Así entonces,
queda separado por medio de esta diferenciación lo individual de lo social, lo accidental
de lo estrictamente esencial, aunque en páginas posteriores, nuestro autor no deja de
señalar la reciprocidad existente entre ambos conceptos, pues “la lengua es necesaria
para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria
para que la lengua se establezca; históricamente, el hecho de habla precede siempre”
(46).

Definido el objeto formal de la lingüística, la lengua como sistema de signos,


Saussure procede a analizar la naturaleza del signo lingüístico, cuyos rasgos
característicos permiten distinguirlo de los demás signos. En primer lugar, nuestro autor
señala que la lengua no es, como suele comúnmente suponerse, una mera nomenclatura,
es decir, una lista de términos que corresponden a cosas. Saussure critica esta ingenua
concepción porque, por un lado, ella descansa sobre la tesis de la existencia de ideas
completamente hechas previas a las palabras y, además, por otro lado, hace suponer que
el vínculo que une un nombre con una cosa es una operación simple, lo cual dista
mucho de ser lo que acontece en la realidad.

En efecto, indica Saussure, adentrándose en lo que considera como signo


lingüístico, lo que este vincula no es cosa y nombre sino “concepto e imagen acústica”
(91). Así, vemos como tal noción mienta dos lados de una misma entidad, que se hallan
íntimamente relacionados y se reclaman recíprocamente. En este punto, Saussure
propone el ya clásico reemplazo del término ‘concepto’ por el de ‘significado’ y el de
‘imagen acústica’ por ‘significante’ y así obtenemos los dos caracteres primordiales de
todo signo lingüístico. Ahora bien, habiendo analizado su estructura interna, por así
decirlo, el ginebrino afirma el principio de que todo signo lingüístico es arbitrario y, de
inmediato, explica que con ello no se refiere a que el significante dependa de la libre
elección del hablante sino al carácter convencional o inmotivado del vínculo entre
significante y significado. En palabras de Saussure, es el significante “arbitrario con
relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural” (94).
Otro principio, señalado como al pasar por nuestro autor, es el de la linealidad del
significante, según la cual este representa una extensión, la cual es mensurable en una
sola dimensión: en una línea.

Esta nota de arbitrariedad del signo lingüístico es condición de posibilidad de otras


dos características que, a primera vista, parecerían contradictorias entre sí, pues son las
de inmutabilidad e mutabilidad. Por un lado, en relación con el uso social de todo signo
lingüístico, sale a relucir su condición de inmutable, puesto que tal vínculo entre
significante y significado no ha sido elegido libremente por la masa que lo emplea, sino
que, más bien, esta última está ciertamente atada a la lengua, a como ella se ha
consolidado a través de la tradición (97). Ahora bien, señalado este aspecto, no es
menos cierto que la lengua es también mutable, merced al tiempo. Pues, este, a la par
que permite la continuidad de una lengua, al mismo tiempo y en virtud de esta
continuidad, posibilita su alteración (100). Por ello, no es posible ver en estas dos
características contradicción alguna sino que con ello tan solo se muestra por qué, en
consonancia con los editores de la obra, se puede afirmar de la lengua que sea
“intangible, pero no inalterable” (ídem, nota 1).

Por último, otra de las nociones de gran relevancia en la obra saussureana es la de


valor lingüístico. En efecto, Saussure concibe la lengua como un sistema de valores
puros y con esto refiere a que en ella cada signo posee un determinado valor lingüístico,
dependiente, por un lado, de ciertas reglas de uso y, por otro, de su relación con los
demás elementos del sistema. Todo signo es un miembro, un artículo de la lengua a la
que pertenece, fuera de la cual carecería de sentido alguno. Así, afirma Saussure, “se
podrá llamar a la lengua el dominio de las articulaciones, […siendo…] cada término
lingüístico un miembro, un articulus donde se fija una idea en un sonido y donde un
sonido se hace el signo de una idea” (137). Aquí queda claro cómo cada signo posee un
determinado valor, ya que este último le es asignado al signo, una vez cumplida su
función de articular dos campos casi totalmente indeterminado, a saber, el del
pensamiento y el de los sonidos. Pero además, este hecho no hace sino reforzar el
carácter convencional de la lengua, pues la asignación de un valor a un signo no es fruto
de una acción individual o particular, sino social. En palabras de Saussure, “la
colectividad es necesaria para establecer valores cuya única razón de ser está en el uso y
en el consenso generales; el individuo por sí solo es incapaz de fijar ninguno” (ídem).

§2 - La revisión crítica del concepto saussureano de signo lingüístico en E.


Benveniste

Como hemos dicho, la obra de Saussure tuvo una gran repercusión en el ámbito de
las ciencias humanas, lo cual conllevo a un exhaustivo análisis de las tesis y nociones
acuñadas por el ginebrino, con las consecuentes críticas y revisiones de aquellas
inconsistencias lógicas que hubiera en ellas. En este sentido, Émile Benveniste, lingüista
francés (alumno de un antiguo discípulo de Saussure), en un capítulo de su Problemas
de lingüística general I (1966) se encarga de analizar críticamente la naturaleza del
signo lingüístico según Saussure. Aceptada la bipartición de todo signo lingüístico,
Benveniste tratará de saber si de ello puede seguir el caracterizar a todo signo como
arbitrario (50). En este punto, el crítico encuentra una inconsistencia lógica puesto que
de la definición de signo lingüístico como unión de concepto e imagen acústica no
puede seguirse que tal signo es arbitrario porque no tiene conexión alguna con la
realidad. Esta inferencia supone el recurso a un tercer término, lo real, que no estaba
incluido en la primera definición, por lo cual tal deducción es errónea e incurre en
contradicción.

Habiendo identificado este yerro lógico, Benveniste corrige la tesis de Saussure y


asevera que el signo lingüístico no es arbitrario sino necesario, pues “el concepto
(significado) ‘boeuf’ es por fuerza idéntico en mi conciencia al conjunto fónico
(significante) ‘böf’. […] Los dos juntos han sido impresos en mi espíritu; juntos se
evocan en toda circunstancia” (51). Con ello, Benveniste quiere indicar que el
significante y el significado ida o ajena. El significante y el significado son como las
dos caras de una misma noción y se componen como incorporante e incorporado, entre
las cuales hay una consustancialidad, ya que el significante es la traducción fónica de un
concepto y el significado es el correlato mental del significante, con lo cual queda
asegurada la unidad estructural del signo lingüístico (52). Hecho este análisis, queda
claro a qué puede atribuírsele el carácter de arbitrario, y es tan solo al hecho de que tal
signo y no otro, sea aplicado a tal elemento de la realidad y no a otro. Problema que, por
lo demás, se torna irrelevante para la investigación lingüística ya que el dominio de lo
arbitrario cae fuera de nociones relevantes para dicha ciencia.

Por último, cabe señalar algunos cambios que la crítica de Benveniste introduce
respecto a otras tesis saussureanas. Por un lado, en relación con las nociones de
mutabilidad e inmutabilidad, ya no es entre significante y significado donde la relación
al mismo tiempo se modifica y permanece inmutable, sino entre signo y objeto. Por otro
lado, con relación a los valores, tales no dependen de la arbitrariedad de los signos sino
que tan solo son relativos los unos respecto a los otros, fruto de estar integrados dentro
de un mismo sistema, lo cual no hace sino reforzar la tesis de la necesidad de la lengua
como sistema de signos (54).

§3- Convergencia entre los paradigmas filosóficos mentalista y lingüístico y la


concepción saussureana acerca del signo y la lengua

En este último apartado se esbozarán algunos argumentos acerca de la convergencia


existente entre el paradigma lingüístico y el pensamiento saussureano y, por el
contrario, la divergencia de este respecto del paradigma mentalista. En efecto, dicho
paradigma, pese a diferenciarse del ontológico, no puede evitar elaborar sus reflexiones
sobre la base del supuesto de una conciencia no lingüística de objetos, abstraída de la
articulación lingüística y de las correspondientes estructuras lógicas en las que se
inserta. Es decir, el paradigma mentalista considera al lenguaje como mera expresión de
las ideas y pensamientos que surgen de la conciencia del sujeto trascendental. Hay una
clara oposición e, inclusive, una diferenciación en el grado de importancia pues la idea o
el pensamiento existen en la conciencia, independientemente del lenguaje por medio del
cual se expresen.

Ahora bien, nada más alejado de ello que el paradigma lingüístico, dentro del cual
se considera, teniendo como portavoz a Wittgenstein, que el pensamiento es lenguaje, es
decir, que el sentido es algo inherente al signo proposicional. Todo esto nos remite a las
páginas en las que Saussure se ocupa de los valores y del papel articulador que posee el
lenguaje en relación con los pensamientos y la materia fónica. En efecto, “el papel
característico de la lengua frente al pensamiento no es el de crear un medio fónico
material para la expresión de las ideas, sino el de servir de intermediaria entre el
pensamiento y el sonido” (137). Si a esto le añadimos que de la combinación de estos
dos elementos surge una forma, no una sustancia, de la cual se ocupa la lingüística,
resulta aún más evidente, por un lado, el rechazo que hay en la postura saussureana
respecto de la posición mentalista y, por otro, el carácter de haber servido de abono para
las subsecuentes reflexiones filosóficas del siglo XX, inscritas en el paradigma
lingüístico.

Conclusión

Habiendo analizado algunos de los aspectos más relevantes de la obra de Ferdinand


de Saussure, puede verse con claridad la razón de haberse constituido en un hito
ineludible para el pensamiento filosófico posterior y de haber permitido el desarrollo de
diversas corrientes dentro de numerosas ramas de las ciencias humanas. En efecto, sus
profundas reflexiones acerca de la naturaleza del signo lingüístico, los valores, entre
otras nociones, junto con la recepción y revisión crítica de sus postulados, sirvieron de
abono y de disparador para la reflexión filosófica de todo el siglo pasado y la actualidad,
merced a haber logrado consolidar el paso del paradigma mentalista al lingüístico.
Bibliografía

Benveniste, E., “Naturaleza del signo lingüístico”, en Problemas de lingüística


general I (1966), 12ª ed., trad. J. Almela, México, Siglo XXI, 1985, pp. 49-55.

Saussure, F., Curso de Lingüística General (1916), 2ª ed., trad. A. Alonso, Buenos
Aires, Losada, s/f, pp. 36-43, 91-104, 136-151.

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