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Informe de lectura:
La lingüística de Ferdinand de Saussure
Ya en las primeras páginas del Curso, Saussure esboza una sucinta historia de la
lingüística y deja en claro cuál es su objetivo primario: delimitar en forma clara el
objeto de estudio de la lingüística, junto con su correspondiente método, de modo tal
que pueda acreditar el carácter de ciencia. Así, Saussure comienza su reflexión mediante
la distinción entre las nociones de ‘lenguaje’ (langage), ‘lengua’ (langue) y ‘habla’
(parole). De entre ellos, el lenguaje se caracteriza por ser un fenómeno extremadamente
complejo, plagado de dualidades. En efecto, tomado en su conjunto, “el lenguaje es
multiforme y heteróclito; […] pertenece al dominio individual y al dominio social; no se
deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se sabe
cómo desembrollar su unidad” (1916, 37). Todo ello contribuye al hecho de que el
lenguaje no pueda ser el objeto de la lingüística, merced a su complejidad, no obstante
lo cual, él constituye, por así decirlo, la materia de dicha ciencia, cuyo objeto propio ha
de ser la lengua, “un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas”
(38), esto es, un objeto delimitado y definido que puede ser tomado como una totalidad
y hacer las veces de principio de clasificación sobre lo múltiple del lenguaje.
Sin embargo, Saussure realiza una distinción más, aquella entre lengua y habla. Esta
última se identifica por ser un fenómeno individual, un acto de voluntad e inteligencia
con manifestaciones psicofísicas, mientras que “la lengua no es una función del sujeto
hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente” (41). Así entonces,
queda separado por medio de esta diferenciación lo individual de lo social, lo accidental
de lo estrictamente esencial, aunque en páginas posteriores, nuestro autor no deja de
señalar la reciprocidad existente entre ambos conceptos, pues “la lengua es necesaria
para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria
para que la lengua se establezca; históricamente, el hecho de habla precede siempre”
(46).
Como hemos dicho, la obra de Saussure tuvo una gran repercusión en el ámbito de
las ciencias humanas, lo cual conllevo a un exhaustivo análisis de las tesis y nociones
acuñadas por el ginebrino, con las consecuentes críticas y revisiones de aquellas
inconsistencias lógicas que hubiera en ellas. En este sentido, Émile Benveniste, lingüista
francés (alumno de un antiguo discípulo de Saussure), en un capítulo de su Problemas
de lingüística general I (1966) se encarga de analizar críticamente la naturaleza del
signo lingüístico según Saussure. Aceptada la bipartición de todo signo lingüístico,
Benveniste tratará de saber si de ello puede seguir el caracterizar a todo signo como
arbitrario (50). En este punto, el crítico encuentra una inconsistencia lógica puesto que
de la definición de signo lingüístico como unión de concepto e imagen acústica no
puede seguirse que tal signo es arbitrario porque no tiene conexión alguna con la
realidad. Esta inferencia supone el recurso a un tercer término, lo real, que no estaba
incluido en la primera definición, por lo cual tal deducción es errónea e incurre en
contradicción.
Por último, cabe señalar algunos cambios que la crítica de Benveniste introduce
respecto a otras tesis saussureanas. Por un lado, en relación con las nociones de
mutabilidad e inmutabilidad, ya no es entre significante y significado donde la relación
al mismo tiempo se modifica y permanece inmutable, sino entre signo y objeto. Por otro
lado, con relación a los valores, tales no dependen de la arbitrariedad de los signos sino
que tan solo son relativos los unos respecto a los otros, fruto de estar integrados dentro
de un mismo sistema, lo cual no hace sino reforzar la tesis de la necesidad de la lengua
como sistema de signos (54).
Ahora bien, nada más alejado de ello que el paradigma lingüístico, dentro del cual
se considera, teniendo como portavoz a Wittgenstein, que el pensamiento es lenguaje, es
decir, que el sentido es algo inherente al signo proposicional. Todo esto nos remite a las
páginas en las que Saussure se ocupa de los valores y del papel articulador que posee el
lenguaje en relación con los pensamientos y la materia fónica. En efecto, “el papel
característico de la lengua frente al pensamiento no es el de crear un medio fónico
material para la expresión de las ideas, sino el de servir de intermediaria entre el
pensamiento y el sonido” (137). Si a esto le añadimos que de la combinación de estos
dos elementos surge una forma, no una sustancia, de la cual se ocupa la lingüística,
resulta aún más evidente, por un lado, el rechazo que hay en la postura saussureana
respecto de la posición mentalista y, por otro, el carácter de haber servido de abono para
las subsecuentes reflexiones filosóficas del siglo XX, inscritas en el paradigma
lingüístico.
Conclusión
Saussure, F., Curso de Lingüística General (1916), 2ª ed., trad. A. Alonso, Buenos
Aires, Losada, s/f, pp. 36-43, 91-104, 136-151.