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Drogas y violencia contra


las mujeres

Ginette Degrott* y Markus Gottsbacher**

Aunque la violencia hacia las mujeres es tan antigua como la civilización,


fue hacia finales del siglo pasado y, ante todo, a raíz de la Tercera Conferencia
Mundial sobre la Mujer, celebrada en Nairobi en 1985, que pasó a ser
cuestión de preocupación internacional. En esta conferencia, patrocinada
por las Naciones Unidas, se determinó que la violencia contra las mujeres
era uno de los principales obstáculos para el logro de los tres objetivos de
las Naciones Unidas para la mujer: igualdad, desarrollo y paz.1
Asimismo la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, celebrada en
1993 en Viena, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra
la mujer, aprobada por la Asamblea General en el mismo año, y la Cuarta
Conferencia sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995, enfocaron la
eliminación de la violencia contra la mujer en la vida pública y privada.2
Cabe resaltar también el nombramiento —en 1994— de la Relatora
Especial sobre la violencia contra la mujer y la declaración del 25 de
noviembre como “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra
la Mujer y las Niñas”.
Asimismo, en la Declaración Política de los principios rectores de
la reducción de la demanda de drogas, acordada durante el Periodo
extraordinario de sesiones de la Asamblea General, del 8 al 10 de junio de
1998, dedicado a la acción común para contrarrestar el problema mundial
de las drogas, se establece que las políticas de reducción de la demanda
deben tener muy presentes las especificidades tanto culturales como de
género.
Ahora bien, las preguntas que nos plantea el tema de este artículo
son múltiples. Hemos escogido algunas de ellas para cuestionar ciertas
concepciones y representaciones en torno al tema de las mujeres, en
articulación con las drogas y la violencia.
1
1. ¿A que violencia nos referimos?
En la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, se
definió la violencia contra la mujer como:

...todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo


femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o
sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como
las amenazas de tales actos, la coerción o las privaciones
arbitrarias de la libertad, tanto si se producen en la vida pública
como en la privada.3

Respecto al ámbito nacional, Moreno (1998) refiere que:

La violencia, así como la adicción a las drogas, son problemáticas


que resultan estar vinculadas con mucho más que un simple
acto, con una cachetada, unos golpes, un disparo, una
violación... Son realidades complejas, interrelacionadas y con
múltiples facetas, son bio-psico-socio-culturales, vinculados
con la situación económica, política, social y cultural específica
mexicana, con los cuerpos, la identidad y los roles de género.
Esos roles y funciones en los cuales el ser hombre tiene mucho
más que ver con tener y ejercer el poder, y el ser mujer con
asumir y recibir este ejercicio de poder.4

Así,

...desde pequeños, los niños y las niñas se adhieren a las


normas y los valores culturales, de acuerdo con los cuales se
estimula a los varones a ser agresivos y sexualmente activos,
mientras que a las mujeres se les enseña de ser sumisas y
resistir la actividad sexual.5

Esto se basa en una forma muy sutil y eficaz de otro tipo de violencia,
una violencia que no se ve, pero que ya parece incrustada en la piel, y que
se usa para enseñarnos a ser hombres o mujeres, tratando de desaparecer
toda la otra parte de posibilidades de nuestro desarrollo: para las mujeres
la parte agresiva y activa y para los hombres gran parte de su potencial
emocional.6
De un estudio de las Naciones Unidas sobre la violencia en el hogar se
desprende que:

...la violencia contra la mujer se deriva de la creencia, fomentada


en todas las culturas, de que los hombres son superiores y de
que las mujeres con las que viven son parte de sus posesiones
o bienes muebles que pueden tratar a capricho.7
2
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Un escenario, en donde se envuelven agresores y víctimas en conductas
violentas, es muchas veces la dinámica familiar, que se basa justamente
en aspectos culturales tales como la socialización temprana de los roles
sexuales y de la cultura de la violencia, la aceptación del uso de la fuerza
del hombre contra la mujer, la impunidad de los delitos cometidos en el
ámbito del hogar, así como la drogodependencia de los agresores.

2. ¿Cuál es la relación entre drogas y violencia?


El consumo de drogas constituye un fenómeno complejo que no se puede
comprender con visiones parciales. Reducirlo al consumo de los individuos
impediría la comprensión del mismo fenómeno, visto que “la cuestión de las
drogas es ante todo un fenómeno social de profundas raíces socioculturales,
económicas y políticas”8. Al igual que ya no se puede hablar de educación,
desarrollo, cultura y políticas sin hablar de drogas, tampoco no se puede
hablar de drogas sin tener en cuenta todos aquellos elementos que
contribuyen a que unas determinadas personas las consuman o trafiquen
con ellas.9
No todas las drogas están vinculadas con la violencia de la misma manera,
ya que:

Las sustancias psicoactivas tienen efectos farmacológicos


diferentes; pueden inducir euforia, actuar como estimulantes
o depresores del sistema nervioso central y modificar la
percepción, entre otros. Producen efectos a corto, mediano y
largo plazo.

Medina Mora refiere que:

La mayor parte de los estudios que intentan dar cuenta de


la asociación entre las características farmacológicas de las
sustancias y su capacidad para inducir o facilitar la conducta
violenta, se han hecho en relación con el alcohol... Estos
resultados indican, que el alcohol tiene un potente efecto sobre
la conducta agresiva, que el grado de agresión está relacionado
con la dosis de alcohol ingerida… y que la presencia de otras
drogas altera la relación entre consumo y conducta agresiva.
Los estudios acerca de los efectos de otras sustancias sobre
la conducta agresiva son menos concluyentes. Algunos datos
cualitativos y cuantitativos sugieren que el crack, el PCP, las
anfetaminas y principalmente los barbitúricos tienen una
relación farmacológica con la violencia.10

Una investigación realizada en Estados Unidos reporta que la violencia


doméstica está estrechamente vinculada con el consumo de drogas. Se
encontró que 46 % de los varones que abusaban de substancias tóxicas
3
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eran maltratadores domésticos, mientras que 60 % de las mujeres que
consume alguna droga son víctimas de violencia.11
Algunos estudios que se realizaron al respecto en México documentan
asimismo este hecho:

Ya en la Encuesta Nacional de Adicciones del 1990 se encontró


que las personas que llenaron el criterio de dependencia,
consumieron significativamente más litros de alcohol, tuvieron
patrones de consumo más fuertes y también un índice mayor de
problemas sociales, entre los que se encuentran las riñas, los
problemas con la policía y los accidentes no automovilísticos. En
la Ciudad de México, 49% de los homicidas habían consumido
alcohol antes de cometer el delito. Esto también ocurrió en
38% de las autopsias de suicidas.
Respecto a cometer actos antisociales, los datos referentes
al Distrito Federal (1991), permiten apreciar que ser hombre,
usar drogas o usar alcohol, son las variables que se presentan
como los principales factores de riesgo, para cometer actos
tales como robos, delitos graves, etcétera.12

Con respecto a los delitos cometidos por mujeres en México, 60% está
vinculado al narcotráfico y 40% restante corresponde al fuero común. Las
mujeres que transgredieron la ley provienen en la mayoría de los casos de
hogares disfuncionales con predominio de la violencia física y sexual.13
Otro estudio al respecto afirma que “los varones agresores, generalmente,
son consumidores de substancias tóxicas, pues la mayoría de ellos fueron
criados por padres que abusaban de drogas o alcohol.”14 En este sentido,
otros investigadores han llegado a afirmar que “la violencia es ... un
comportamiento adquirido y que un marido violento es hijo de padres
violentos”.15
También se presentan casos de violencia aun cuando no existe el consumo
de drogas; por lo mismo, no se puede afirmar que existe una secuencia de
causa-efecto. Sin embargo, es evidente que la violencia de género y el
abuso de sustancias son problemas asociadas.16
Olamendi Torres refiere al respecto que así como se ha presentado
un aumento en el consumo de drogas legales e ilegales, también se ha
manifestado un incremento en la relación droga-delito.17

3. Las mujeres y el consumo de drogas


Romero y Medina Mora refieren que: “Las expectativas sociales en torno al
consumo de sustancias adictivas imponen normas asimétricas e inequitativas:
de acuerdo con nuestra cultura, se espera que la mujer se abstenga en el
consumo”. Cuando esto no es así, se espera que consuma únicamente en
ocasiones especiales y de manera limitada durante ceremonias tradicionales.
Esta situación puede considerarse por unas personas como factor de protección,
4
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sin embargo, para otras representa una situación represiva para las mujeres.
Al contrario, el consumo de sustancias adictivas por parte de los varones no
sólo es socialmente aceptable sino deseable.18
Sin embargo, existen hoy día una serie de indicadores que muestran
tendencias de cambio importantes en la estructura familiar y, por lo mismo,
en las condiciones sociales y los roles tradicionales. La familia nuclear se
debilita y emergen nuevos tipos, debido a factores tales como el aumento
de los divorcios, el retraso de la edad matrimonial, la disminución de la
tasa de fecundidad y la proporción mayor de niños que nacen fuera de
un matrimonio. También influyen las migraciones de mujeres en busca
de oportunidades de sobrevivencia para su familia y los cambios en la
organización del trabajo. Fue —entre otros— la presión ejercida por las
organizaciones de mujeres sobre las agendas y poderes públicos, que ha
actuado a favor del debilitamiento de las normas sociales que regulaban el
campo de la familia, de la intimidad y sexualidad.19
Paralelamente a estos cambios, se ha observado un incremento del
consumo, uso y abuso de sustancias adictivas entre la población femenina.
Este fenómeno también ha sido apoyado, en parte, por la promoción de
la industria alcoholera, tabacalera y farmacéutica, en complicidad con los
medios de comunicación, de crear expectativas de mayor deseabilidad y
aceptabilidad social asociadas al consumo de sustancias adictivas entre las
mujeres.20
Otro factor que apoyó este desarrollo es el esfuerzo de las bandas de
traficantes de enfocar la venta de drogas a mujeres jóvenes y adolescentes,
tal como fue el caso en los años ochenta con respecto al crack en Estados
Unidos. Las consecuencias han sido devastadoras, ya que la incidencia de
violencia intrafamiliar se incrementó más de 400 %, y los casos de abandono
y abuso infantil crecieron casi 700% en ciudades como Nueva York.21
Sin embargo, las mujeres que transgreden el mandato social se
estigmatizan todavía como promiscuas, poco respetables y confiables. Por
esta razón, las mujeres que usan y abusan de sustancias psicoactivas,
esconden, niegan y disfrazan su drogodependencia, y además consumen
en espacios privados.22
Si por ser drogodependiente ya no cumple con las premisas según las que
se autoevalúa —es decir su capacidad de cuidado de los otros, su capacidad
de dar y su capacidad de evitar el conflicto— tiene sentimientos de culpa, por
lo que no hizo bien para que los otros se sintieran bien, por pleitos que no se
debieron dar, por lo escondido de su drogodependencia, entre tantas cosas
más; y tiene sentimientos de vergüenza por lo que se piensa de esa mujer que
debería de tierna, delicada, frágil y bondadosa, es decir, por la imagen de la
feminidad mal lograda.23

4. Cuál es la relación entre drogas, violencia y las mujeres?


Nos encontramos con una relación ambigua y multifacética en donde las
mujeres son impactadas de diversas maneras.
5
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Un estudio realizado en El Salvador, acerca de los riesgos macrosociales
de la farmacodependencia, refiere como uno de los factores más importantes
la relación de las drogas con la violencia y más específicamente la violencia
familiar.24
Ahora bien, podemos enfocar la relación que se establece entre la violencia
hacia las mujeres y el consumo de drogas desde varios puntos de vista:

a) Antecedentes de ataques violentos contra la mujer como


factor de riesgo significativo para generar un determinado
consumo de drogas
En este sentido, algunos estudios resaltan el hecho de que
las mujeres consumidoras de sustancias psicoactivas han sido,
reiteradamente, víctimas de abuso físico, emocional y sexual
en su infancia y/o en su vida adulta y han estado expuestas
a la violencia en sus comunidades. La naturaleza del abuso
destruye la confianza, dejando en su lugar sentimientos de baja
autoestima y desesperanza. Un estudio realizado en México
refiere que “el abuso sexual en la infancia propicia hasta siete
veces más la dependencia de drogas en esas mujeres”.25 Una
cifra para pensar es que los intentos de suicidio son 12 veces
más frecuentes entre mujeres que han sufrido violencia que
las que no la han tenido.26 Muchas de ellas son vulnerables
a un abuso sostenido en sus relaciones afectivas y continúan
estando expuestas a entornos violentos.
b) Consumo de drogas de parte de las mujeres para sentirse
menos vulnerable ante la violencia
Muchas veces el uso y abuso de drogas se convierta en una
alternativa fácil para mitigar el sufrimiento ante la violencia
doméstica. También lo utilizan las mujeres para disminuir la
rigidez de los estilos de vida impuestos socialmente,27 situación
de la cual se nutren muchas industrias farmacéuticas. Por
ejemplo, en Canadá, una campaña publicitaria utiliza un afiche
dirigido a médicos, en el cual “se ve a estos observando a una
mujer como si estuviera encarcelada detrás de barrotes hechos
con escobas y cepillos, con la frase: ‘Usted no puede liberarla,
pero puede ayudarla que se siente menos ansiosa’ y prescribe
un tranquilizante.”28
c) La estigmatización de las mujeres drogodependientes
como factor de riesgo para ser objeto de violencia
La estigmatización de las mujeres que sufren drogodependencia
fomenta que estas confrontan un riesgo mayor de ser objeto
de violencia y ataques sexuales, pues en nuestras culturas, un
violador que ataca a una mujer que consume alcohol y otras
drogas es considerado menos responsable que la víctima, a

6
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quien generalmente se le responsabiliza por el ataque.29 Así,
un estudio realizado en 1994, en Estados Unidos, muestra que
sólo entre 2% y 8% de los abusos sexuales cometidos contra
las mujeres se declaran, en comparación con 62% de los asaltos
y 83% de los casos de robo.30 Por otra parte las mujeres que
abusan del alcohol y otras drogas tienen más riesgo de ser
víctimas de violencia doméstica.31
d) El consumo de drogas como causa de actos violentos contra
las mujeres
Hemos visto que existe una estrecha relación entre drogas y
violencia, y que esta última se canaliza en numerosos casos
desde quien ejerce el control hacia quien lo asume.
e) La utilización de las mujeres en el narcotráfico
Algunas mujeres, en la necesidad de trabajar para criar solas
a sus hijos(as), están en una situación agravante, porque en
el ambiente laboral no tienen las mismas oportunidades que
un hombre de encontrar un empleo que le dé lo suficiente para
sobrevivir, y, muchas veces, cuando logran ser contratadas,
son hostigadas por su jefe o alguno de sus compañeros, o
deben renunciar porque vuelven a embarazarse.
Refiere Sauri32 que “Sin medio legal de subsistencia, esa mujer
es fácil presa de las redes de la prostitución o del narcotráfico.”
Al respecto, Azaola y Yakaman concluyen en su libro Las
mujeres olvidadas:

...parecería que... los sujetos que menores riesgos y


mayores ventajas ofrecen a los narcotraficantes son las
madres solteras de las entidades más pobres... No cabe
duda de que se les elige y utiliza porque la miseria en que
viven, así como la falta de educación y trabajo, las hace
vulnerables.33

Las llamadas mulas son el último eslabón de la cadena de


comercialización de drogas ilegales, tanto en el transporte
local, como regional e internacional. Así, por ejemplo se
utilizan mujeres entre 17 y 40 años para viajar a diferentes
destinos a Europa, acompañadas de sus pequeños hijos,
puesto que el cuadro familiar suele ser visto con suma
normalidad. Estas madres, una vez detenida por trasladar
droga, tienen que separarse forzosamente de sus niños,
cuyas edades normalmente no sobrepasan los cinco años,
para cumplir la condena por tráfico de estupefacientes. 34
Así pasa lo que la mujer quiso evitar por todos los
medios, inclusive delinquiendo: sus hijos(as) quedarán
abandonados(das).
7
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f) Los asesinatos de mujeres
Otra forma de violencia se manifiesta en los asesinatos de
mujeres en Ciudad Juárez, que según el Secretario del Sistema
de Seguridad Pública de Gobernación es el segundo problema
de delincuencia en el país, ya que sólo el narcotráfico representa
un mayor problema, dado que afecta a varios estados del país.
Según el psiquiatra Luis Antonio Gamiochipi, el narcotráfico,
el abuso de drogas y la degradación social y cultural son las
probables causas de estos asesinatos.35
De acuerdo con el profesor de la Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez, Alfredo Limas, “En la dinámica de una ciudad
fronteriza como Juárez, la migración y el crimen organizado
forman una ecuación peligrosa, que se suma al espejismo
de una vida próspera”. El sociólogo cree que en un contexto
de fuertes niveles de consumo y tráfico de estupefacientes,
el desempleo descomunal en que se ha sumido la población
detonará tarde o temprano una serie de sucesos criminales
peores o muy similares a los que se han visto en los últimos
años.36
De acuerdo a Nuestras Hijas de Regreso a Casa, A.C.

“Muchos creen que estos asesinatos puedan estar


ordenados por una mafia organizada que graba videos
mientras las mujeres mueren a manos de su torturador,
para venderlos en el mercado negro a 5,000 dólares.
Una oscura red en la que también estarían implicados los
barones de la droga y una mafia policial. Pero no existen
pruebas.”37

En fi n, el Instituto Panos informa que “la violencia de género


ocasiona más muertes e incapacidad entre las mujeres de
15 a 44 años que el cáncer, la malaria, los accidentes de
tránsito y la guerra”.38

5. Qué medidas existen para contrarrestar el problema?


Existen iniciativas, proyectos y modelos para apoyar la erradicación del
problema de violencia de género y de las drogas, mediante la plena aplicación
de los instrumentos internacionales al respecto.
Se busca informar y sensibilizar a la opinión pública acerca del
vínculo entre el consumo de drogas y el ejercicio de la violencia, difundir
información sobre los organismos enfocados al tratamiento y rehabilitación
de dependientes de drogas y promover un mejor conocimiento sobre los
derechos de las mujeres y la legislación correspondiente con el objetivo de
coadyuvar a su efectiva aplicación.39

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Asimismo, la prevención del uso indebido y abuso de drogas, enmarcada
en la educación para la salud, hace posible la intervención hacia diversas
áreas de la vida humana, sin centrarse sólo en los efectos directos que
desencadena la ingesta de sustancias tóxicas, y mediante una extensa
variedad de temas se puede centrar el énfasis en desarrollar estrategias
que disminuyan los factores de riesgo tanto del uso y abuso de drogas,
como de la violencia.40
Como el problema de la violencia y de las drogas está íntimamente
vinculado tanto con el género femenino, como con el masculino, es esencial
que la comunidad internacional lo enfoque mediante relaciones de género,
más bien que dirigirse separadamente a las mujeres y a los hombres.
Asimismo, es importante que los programas de las organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales, destinados a prevenir y combatir la
violencia doméstica y el uso indebido y abuso de drogas, integren el enfoque
de género en sus actividades.
En general, existen programas y medidas que ya se han iniciado y que hay
que reforzar, tales como:
Generar pautas de comportamiento comunitario que provean apoyo y un
activo reconocimiento de las mujeres, tales como: la realización del potencial
de las mujeres fuera del hogar, la activa participación de la comunidad en
la lucha contra la violencia, etcétera, realizadas a partir de una verdadera
relación de iguales.41
Integrar estas intervenciones y estos programas en la comunidad y
respaldarlas como política nacional.
Promover actividades que vuelven el problema más visible, y adoptar
todas las medidas necesarias, ante todo en el ámbito de la enseñanza,
para modificar los modelos de conducta sociales y culturales de la mujer y
del hombre, y eliminar los prejuicios y las prácticas basadas en la idea de
inferioridad o superioridad de uno de los sexos y en funciones estereotipadas
asignadas al hombre y la mujer.
Elaborar paralelamente programas que permitan a mujeres adictas y no-
adictas aumentar su autoestima, y responsabilizarse de lo que a ellas les
corresponde en la construcción de la realidad y convivencia cotidianas.42
Capacitar a los proveedores de servicios de salud ya todas aquellas
personas en contacto con las mujeres usuarias de sustancias psicoactivas,
para reconocer el riesgo de violencia doméstica y el uso indebido y abuso
de drogas, y para integrar en sus actividades un programa de atención
específico que considere los derechos humanos de las mujeres.
Realizar programas que enfoquen el fenómeno de la codependencia, y
sensibilizar acerca del hecho de que no solamente se puede vencerla, sino
que además se tiene el derecho.43
Ofrecer a las y víctimas de violencia acceso a los sistemas judiciales y a
soluciones justas y eficaces para reparar el daño sufrido; y ofrecer a las y
los adictos espacios adecuados para su tratamiento. Asimismo, ofrecer a
los autores de actos de violencia servicios de rehabilitación.
9
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“Despertar la conciencia acerca de la responsabilidad de los medios
de comunicación de promover imágenes no estereotipadas de mujeres y
hombres y de eliminar los patrones de conducta generadores de violencia
que en ellos se presentan.”44 Lograr también que los medios de comunicación
asuman su importante función en lo tocante a informar y educar a la
población acerca de los problemas de la violencia y al uso indebido y abuso
de drogas.
Formular y aplicar a todos los niveles apropiados, políticas públicas que
eduquen acerca del problema del uso indebido y abuso de drogas y la
violencia contra las mujeres, y que enfocan la salud mental de toda la
población.
Ampliar los estudios epidemiológicos acerca del uso indebido y abuso
de sustancias adictivas y lograr que el diseño de futuras investigaciones
permita obtener datos para un análisis basado en el enfoque de género.45
En cuanto a lo legislativo, la mayoría de los países de la región de las
Américas han aprobado instrumentos internacionales con respeto al uso
indebido y abuso de drogas, así como para sancionar la violencia intrafamiliar46
y ahora es importantísimo trabajar concretamente para ratificar o aplicarlos
en las políticas de Estado.
En fin, el fenómeno de las drogas y de la violencia no es un problema
de mujeres, de adictos(as) y de delincuentes, sino —y ante todo— es
responsabilidad del conjunto de la sociedad contrarrestarlo, responsabilidad
de los legisladores, del gobierno, del poder judicial, de los medios, de los
padres de familia, de las escuelas y universidades, de la sociedad civil: es
responsabilidad de todas y todos nosotros(as).
México, Marzo de 2003

Notas
*Psicóloga clínica, con una maestría y un diplomado en psicoterapia
Gestalt. Labora actualmente como consultora asociada de la Oficina de
las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Oficina Regional para
México y Centroamérica; e-mail: gdegrott@un.org.mx
**Consultor de la Oficina Regional para México y Centroamérica de la
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y docente
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Consultor
de la Oficina Regional de Unifem para México, Centroamérica, Cuba y
República Dominicana; e-mail: markus.gottsbacher@un.org.mx
1
United Nations-Division for the Advancement of Women, Violencia contra
la mujer, texto de la Declaración sobre la eliminación de la violencia
contra la mujer. Resolución de la Asamblea General 48/104 del 20 de
diciembre de 1993, Beijing, China, 1993, p. 1.
2
Idem, p. 4.
3
United Nations-Division for the Advancement of Women, op. cit., p. 6.
4
Mónica Gabriela Moreno Figueroa, “La ordenación del mundo, o de jóvenes,
género y adicciones o de lo que menos has de querer, en tu casa lo has
10
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de tener. en Con ganas de vivir ... una vida sin violencia es un derecho
nuestro derecho, México, PNUFID, 1998, p. 52.
5
Marijke Velzboer-Salcedo y Julie Novick, “La violencia contra la mujer en
las Américas. Una violación de los derechos humanos y un problema de
salud pública internacional”, en Perspectivas de salud, vol. 5, núm. 2.
6
Mónica Gabriela Moreno Figueroa, op. cit., p. 51.
7
United Nations-Division for the Advancement of Women, op. cit., p. 3.
8
Vega Fuente, Amando, Drogas, qué política para qué prevención, San
Sebastián, GACOA, ISBN 84-87303-66-8, 2002.
9
Idem.
10
María Elena Medina-Mora, “Las adicciones: Situación actual”, en Luis
Berruecos Villalobos y Laura Díaz-Leal Aldana, (edts.), Curso básico
sobre adicciones, México, D.F., 1994, pp.9 – 52.
11
Mónica Chavarría, “Uso de drogas detona la violencia intrafamiliar”, en
Comunicación e información de la mujer, Noticias del 18 de junio del
2001, CIMAC, México D.F., 2001.
12
María Elena Medina-Mora, op. cit., pp. 9-52
13
Patricia Olamendi Torres, “Vinculados al narcotráfico, 60% de los delitos
en la población femenina”, en Comunicación e información de la mujer,
Noticias del día 20 de noviembre del 2000, CIMAC, México D.F., 2000.
14
Mónica Chavarría, op. cit.
15
United Nations-Division for the Avancement of Women, op. cit., p. 3.
16
Mónica Chavarría, op. cit.
17
Patricia Olamendi Torres, “La farmacodependencia como factor
desencadenante de la violencia contra las mujeres”, en Con ganas de
vivir... p. 80.
18
María-Elena Medina-Mora y Martha Romero Mendoza, “Las adicciones
en mujeres: problema genéricamente construido”, en: Con ganas de
vivir...
19
Virginia Guzmán, “Las relaciones de género en un mundo global”, en
CEPAL/ECLAC/Naciones Unidas, Serie Unidad Mujer y Desarrollo, Santiago
de Chile, 2002, pp. 18-21.
20
Carlos Hernández Avila, “Mujeres y adicciones”, Artículo en Lunes en la
Ciencia.
21
Idem.
22
Medina-Mora María-Elena y Martha Romero Mendoza, op. cit., pp. 7-8.
23
Idem.
24
Eduardo Salinas Hurtado, Juan Vineraldo Alfaro, Riesgos macrosociales de
farmadependencia a nivel departamental en la República de El Salvador,
México, COSA (Comisión Salvadoreña Antidrogas) FUNDASALVA (Comisión
Antidrogas de El Salvador)/PNUFID/CIJ, 2000.
25
Chavarría, Mónica; op. cit.
26
Centro de Información de las Naciones Unidas para México, Cuba y Republica
Dominicana, Campaña interagencial del sistema de las Naciones Unidas
en México contra la violencia intrafamiliar, núm. 98/124, p. 3, 1998.
11
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27
Centro de Información de las Naciones Unidas para México, Cuba y
Republica Dominicana, Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, p. 1.
28
Mabel Burin, Esther Moncarz y Susana Velázquez, El malestar de las
mujeres. La tranquilidad recetada, Argentina, Paidos, 1990, p. 151.
29
Carlos Hernández Avila, op. cit.
30
Marijke Velzboer-Salcedo y Julie Novick, “op. cit., p. 4.
31
Mónica Chavarría, op. cit.
32
Dulce María Sauri Riancho, “Algunas reflexiones sobre los delitos contra
la salud desde la perspectiva de género”, en Con ganas de vivir...
33
Idem, pp. 72-73.
34
Lilina Barboza Alemania, “Biberones sin cadenas”, en El Mundo, miércoles,
1 de agosto de 2001.
35
Rafael Maya, “Narcotráfico y degradación social causa de feminicidios de
Juárez”, En CIMACnoticias. Periodismo con perspectiva de género, 12 de
septiembre de 2002.
36
http://www.cimacnoticias.com/noticias/02feb/02020601.html
37
Nuestras Hijas de Regreso a Casa, A.C., Los crímenes de Ciudad Juárez,
http://www.geocities.com/pornuestrashijas/
38
Marijke Velzboer-Salcedo, Julie Novick, op. cit. p. 3.
39
Idem, p. 6.
40
Idem, p. 8
41
Centro de Información de las Naciones Unidas para México, Cuba y Republica
Dominicana, Campaña interagencial del sistema de las Naciones Unidas en
México contra la violencia intrafamiliar, núm. 98/124, 998, p. 3
42
Elizabeth Rosas Tapia, “La cara femenina del fenómeno de la
farmacodependencia. Un acercamiento. Reflexiones sobre las experiencias
de investigación en la acción” en: Con ganas de vivir..., p. 131.
43
Elena Castro Sariñana, Jorge Llanes Briceño y Mónica Margáin C., “El
impacto del uso y abuso de sustancias tóxicas en el estilo de vida de las
mujeres: estudio psicosocial de casos”, en Con ganas de vivir..., p. 135.
44
Naciones Unidas, Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing,
4-15 de setiembre de 1995, p. 68.
45
OPS/OMS, Género, mujer y salud en las Américas, Publicación científica
núm. 541, p. 176, Washington D.C., 1993.
46
OPS/OMS, “Avances en legislaciones para sancionar violencia intrafamiliar
en las Américas” página internet de noticias e información pública de la
OPS/OMS.

Bibliografía
Barboza Alemania, Lilina, “Biberones sin cadenas”, en El Mundo, miércoles
1 de agosto de 2001.
Burin, Mabel; Esther Moncarz y Susana Velazquez,: El malestar de las
mujeres. La tranquilidad recetada, Argentina, Paidós, 1990.
Centro de Información de las Naciones Unidas para México, Cuba y
Republica Dominicana, Campaña interagencial del sistema de las
12
más artículos en: www.liberaddictus.org/NumAnt.php
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