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MONOGRAFIA DE NARRACIONES
EXTRAORDINARIAS
HUÁNUCO-PERÚ
DEDICATORIA:
esta monografía se la dedico a mis padres Kyra y Roger qué con su
ejemplo y cariño me apoyaron en todo momento
AGRADECIMIENTO:
Esta monografía fue un proceso de aprendizaje y experimentación
personal, que necesito de la paciencia de mucha gente para llegar a
buen término.
El Gato Negro:
Un hombre que en su infancia fue dócil, bondadoso y por sobre todo
amaba a los animales, creció con este carácter. Se casó joven, y su
esposa compartí el mismo amor por los animales. Ellos tenían
muchas bestias, pero entre ellas se destacaba una: un gato
completamente negro, llamado Pluton. Este era el favorito del
hombre. Por culpa del demonio su carácter y temperamento se
alternaron y desde ese día comenzó a descuidar a sus animales
con excepción de Pluton. Su enfermedad empeoró y le quito un ojo
a Pluton y luego mató al animal ahorcándolo. Esa misma noche la
casa del hombre se incendió y al aproximarse el señor hacia la
multitud que se encontraba rodeando su casa observó la imagen de
un gato igual a Pluton grabada en la blanca superficie. Él saca sus
conclusiones sobre lo ocurrido. Luego de unos días este hombre
encontró un gato igual a Pluton con la excepción de que tenía una
macha indefinida en el pecho. Llevó a esta bestia hacia su casa.
Pero luego de un par de días comenzó a odiar a este animal, hasta
un punto que tenía intención de matarlo. Un día el señor bajó al
sótano para realizar una tarea doméstica y el gato lo siguió. Intentó
matarlo con un hacha pero su esposa lo detuvo y en un acto más
que demoníaco, se soltó del brazo de la mujer y le clavó el hacha
en la cabeza, y ello causó su muerte. El hombre pensó donde
esconder el cuerpo y se le ocurrió detrás de la pared y así lo hizo.
Pasaron 2 y luego 3 días y el señor no sentía culpa. El cuarto día la
policía fue inesperadamente a la casa y la revisaron hasta que
encontraron el cuerpo. Y el hombre descubre que sobre la cabeza
de la mujer se encontraba el cuerpo de la bestia que asesinó.
El Retrato Oval:
Un hombre y su sirviente ingresan a un castillo abandonado
temporariamente. Se instalaron en un aposento pequeño, en una
apartada torre del edificio. Las decoraciones eran ricas, pero viejas.
Había pinturas en las paredes. En la cama encontró un pequeño
volumen que contenía la crítica y descripción de las pinturas. Leyó
este volumen hasta la medianoche. Se le cae el candelabro y
descubre un retrato oval que le había pasado inadvertido. Era el de
una joven mujer. Estaba pintado con la técnica vigente. Era una
pintura admirable, tenía una absoluta posibilidad de vida. Buscó en
el volumen lo que decía con respecto a esta pintura. El retrato había
sido pintado por un hombre que amaba a una mujer (la pintada en
el retrato), pero también al arte, en cambio, ella lo amaba, pero
odiaba al arte. La dama oyó que el hombre iba a retratarla. La dama
se posó dócilmente en la torre, mientras él se gloriaba de su trabajo.
El retrato que estaba pintando era el de la mujer que amaba.
Cuando faltaba poco por hacer el espíritu de la dama osciló. Se
aplicó lo que faltaba y el hombre gritó: “¡Ciertamente, esta es la vida
misma!”. Miró a su amada y estaba muerta.
El pozo y el péndulo:
El narrador recibe una sentencia de muerte por parte de la corte de
la Inquisición, que lo juzga por un crimen que no conocemos. Tras
escucharla, al hombre lo invade el terror y, si bien por un momento
cobra esperanza al ver “siete velas blancas” como “formas
angélicas” en una mesa del lugar, luego empieza a tener visiones
delirantes que se transforman en “espectros sin ningún sentido, con
cabeza de llamarada” (693). En ese momento, se vuelve incapaz de
seguir oyendo a sus jueces y, finalmente, se desmaya. Al despertar,
advierte que se encuentra en un espacio a oscuras e intenta poner
en orden sus recuerdos, pero no consigue identificar cuánto hay de
real en ellos.