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Toda representación de esta obra deberá contar con la debida

autorización.

Reptilis Ballare
de Ariel Farace

La creación de esta obra advierte tres momentos. Un primer proceso de escritura del
autor da píe a un trabajo de improvisación con los actores Luciana Mastromauro y Juan
Pablo Piemonte; a partir de la desgrabación de estas improvisaciones la obra se nutre
de nuevas situaciones y textos que se incorporan al existente. Luego, un proceso de
corrección y reescritura da a luz la dramaturgia definitiva.

Esta obra fue estrenada el 1 de Junio de 2002 en la Sala Batato Barea del
Centro Cultural Ricardo Rojas de Buenos Aires con dirección del autor.

Personajes:

SR. DE AZUL
LA MAROMA
UN LAGARTO

Oscuridad.

LA MAROMA.– Dejame sola.

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LA MAROMA come un durazno. El SR. DE AZUL está cansado y entre libros. Prende un cigarrillo,

fuma.

SR. DE AZUL.– ¿Y? ¿Otra vez?

LA MAROMA.– ¿Qué? Sí, no. Ni una gota... Parecía que se iba a largar, pero no.

SR. DE AZUL.– No importa.

LA MAROMA.– Otra vez.

SR. DE AZUL.– No importa.

LA MAROMA.– Nn...

LA MAROMA carozo en mano. El SR. DE AZUL en la silla.

LA MAROMA.– Cuando la epidermis cumple su misión de hacer crecer un pelo radical, se

muere y se desprende.

SR. DE AZUL.– Ah.

LA MAROMA.– Tiene una misión que construir, cuando ya nacieron los pelos radicales muere

y se desprende. Muerta.

SR. DE AZUL.– Se seca.

LA MAROMA.– Primero muere. Después se seca y se desprende.

(El SR. DE AZUL rota en la silla. Asoma.)

SR. DE AZUL.– ¿Y si los pelos crecieran mucho?

LA MAROMA.– Es imposible, porque la piel cumple su misión y se muere. Se desprende.

SR. DE AZUL.– Digo, si crecieran antes de tiempo, si nacieran antes de cumplir su misión.

LA MAROMA.– No, porque ya está muerta, ya se secó...

SR. DE AZUL.– Antes de secarse.

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LA MAROMA.– ...Y se desprendió. Como la piel de un lagarto, no hay posibilidad de que

vuelva a crecer.

LA MAROMA observa el carozo. Osculta.

LA MAROMA.– Me parece que está germinada.

SR. DE AZUL.– ¿De qué color es?

LA MAROMA.– Carmín.

SR. DE AZUL.– Puede ser.

(LA MAROMA le da el carozo. El SR. DE AZUL lo toca.)

LA MAROMA.– Mirá. (Toma el carozo.) Está agujereada.

SR. DE AZUL.– A ver.

LA MAROMA.– Ahí. Donde tocaste vos. (Se lo da. El SR. DE AZUL lo mira. LA MAROMA se

chupa los dedos.)

SR. DE AZUL.– ¿Lo vas a poner en la repisa?

LA MAROMA.– No sé.

SR. DE AZUL.– ¿No? ¿Por qué?

LA MAROMA.– No, sí.

SR. DE AZUL.– ¿Sí o no?

LA MAROMA.– No, no sirve más.

SR. DE AZUL.– ¿Por qué?

LA MAROMA.– Porque la agujereaste con el dedo.

SR. DE AZUL.– Es carmín todavía. (Se le acerca.) Es carmín todavía. ¿Qué estás haciendo?

LA MAROMA.– Dámela. ¿Qué será? ¿Un tulipán? Me parece que es una dalia o una azucena

o una violeta o una rosa... O un tulipán... ¿Qué es?

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(Los dos oscultan el carozo.)

SR. DE AZUL.– ¿Me fijo?

LA MAROMA.– Sí, claro.

SR. DE AZUL.– ¿Sí? (Toma un libro. Lo apoya en la silla. Buscan juntos.)

LA MAROMA.– Ésta.

SR. DE AZUL.– Arundinaria.

LA MAROMA.– Mm...

(Miran el carozo, ríen.)

SR. DE AZUL.– Es lindo pero es largo: arundinaria.

LA MAROMA.– Sí.

SR. DE AZUL.– Tiene un agujero. Arundinaria. ¿Te lo vas a acordar mañana?

LA MAROMA.– Sí.

SR. DE AZUL.– Es lindo pero es largo: arundinaria.

LA MAROMA.– Grabalo.

(El SR. DE AZUL toma el micrófono. Graba.)

SR. DE AZUL.– Arundinaria, sin hache. (A LA MAROMA) ¿Lo pongo en la repisa?

LA MAROMA.– No. (Toma unos carozos de la repisa.)

SR. DE AZUL.– ¿No?

LA MAROMA.– Dámelo.

(Los carozos juguetean en las manos blancas.)

SR. DE AZUL.– ¿Y ésas? Las vas a confundir, las vas a mezclar...

LA MAROMA.– No.

SR. DE AZUL.– No vas a saber cuál era cuál. Arundinaria. ¿La otra?

LA MAROMA.– Malva.

SR. DE AZUL.– Malva... ¿Estás segura?

LA MAROMA.– Sí...

LA MAROMA con los carozos vocifera, susurra. Sobre el murmullo, el SR. DE AZUL.

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SR. DE AZUL.– Malva. Malva es violáceo. Más difícil de conseguir. Crece en lugares donde

llueve mucho. Acá es más común arundinaria, carmín. No malva. Malva es... ¿Qué?

(LA MAROMA se detiene.)

LA MAROMA.– Estaba pensando en otra cosa. Ayer la vecina echó al marido de la casa

diciendo: ¡Borracho! ¡Borracho!

SR. DE AZUL.– Ah...

LA MAROMA.– ¿Qué decías?

SR. DE AZUL.– ¿Qué?

LA MAROMA.– De la malva, ¿qué decías?

SR. DE AZUL.– No.

(Ríen.)

SR. DE AZUL.– El borracho.

LA MAROMA.– Sos igual al vecino.

SR. DE AZUL.– ¿Por qué decís eso?

LA MAROMA.– Porque te digo una cosa gravísima y estás pensando en colores.

SR. DE AZUL.– Bueno, pero el otro es borracho. Yo no soy borracho.

LA MAROMA.– La facultad es la misma: perder la atención sobre la mujer querida (Se sienta

sobre el libro.) ¡Ay! ¡El libro! Consultor. Se separaron. Se separaron para siempre. ¿Sabés lo

que le decía ella?: Voy a ser dueña de mi casa, voy a hacer en mi casa lo que quiera, como en

mi país.

SR. DE AZUL.– Eso está bien.

LA MAROMA.– Y yo digo: voy a llenar el jardín de plantas. Y voy a revivir la catarata. Y voy a

bailar en el pasto descalza. Y me voy a leer todos tus libros. Todos.

SR. DE AZUL.– Bueno, leamos. Yo hago los papeles masculinos, vos los femeninos.

LA MAROMA.– No, no estoy de acuerdo.

SR. DE AZUL.– Entonces yo hago los...

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LA MAROMA.– Bueno, vamos, cualquiera, vamos...

(Toman sus libros. Comienza la lectura.)

SR. DE AZUL.– "Bien, si no fuera por algunos." "Se refiere a mí, ¿verdad?"

LA MAROMA.– ¿Te contesto con éste?

SR. DE AZUL.– Sí. "Se refiere a mí, ¿verdad?"

LA MAROMA.– "Sí. A usted."

SR. DE AZUL.– "Si no fuera usted un pobre viejo. ¿Dónde esta ella?"

LA MAROMA.– "Pillo, pillo, embaucador, embustero. Es espantoso." (Ríe.) Lo dice el libro,

disculpame.

SR. DE AZUL.– "Recuerdas lo que te dije... Después de besarte. Te dije adiós. Ese beso fue el

fin."

LA MAROMA.– Me dijiste... Quédate para siempre.

(Se ríen.)

SR. DE AZUL.– "Pronto, veremos ahora quién gana al final: tú o yo."

LA MAROMA.– "Mamá, mamá, yo no me lavo las orejas, el agua está muy fría."

SR. DE AZUL.– "No hables así. No me atormentes. No, ¡por Dios! Déjame sola."

LA MAROMA.– ¿Quién dijo eso?

SR. DE AZUL.– Ana. "¿Y dice usted que busca a la niña? Sepa, señor, que la niña ha muerto."

(LA MAROMA abre el libro Consultor, del que caen algunos carozos. Los mira atónita.)

LA MAROMA (Llora.).– Tapalos.

(El SR. DE AZUL toma una bolsa de papel, mete los carozos rápido. Los guarda bajo la

duraznera de vidrio. Toma un durazno. Sienta a LA MAROMA en su regazo.)

(Tiempo.)

(Le da un beso en la mejilla.)

SR. DE AZUL.– Quédate para siempre.

LA MAROMA.– "Mamá, mamá, yo no me lavo las orejas, el agua está muy fría." Es espantoso.

Cómo un libro para niños puede decir algo así. (Lo mira.). Te... Te tengo que decir una cosa...

Adop...

SR. DE AZUL.– Ssh... (Le da otro beso, comienza a decirle cosas al oído. LA MAROMA de a

poco empieza a sonreír. Toma el brazo del SR. DE AZUL, muerde el durazno. Ríen.)

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LA MAROMA.– Voy a jugar a armar el pato. ¿Dónde esta?

SR. DE AZUL.– Ahí.

(El cubo mágico sobre el parlante.)

LA MAROMA.– Es un juego simple. Pero nunca sale.

SR. DE AZUL.– Es imposible. Por eso.

LA MAROMA (Juega.).– ¿Simple o imposible? Hay que simplemente armar las partes del pato:

la cara del pato, los ojos del pato, el pico del pato. Como una marioneta.

(El SR. DE AZUL prende un cigarrillo, se le acerca.)

SR. DE AZUL.– Es imposible. Es virtualmente imposible.

LA MAROMA.– ¿Podría grabar algo?

SR. DE AZUL.– ¿Algo como qué?

LA MAROMA.– Una canción. No sé.

SR. DE AZUL.– ¿Una canción de qué?

LA MAROMA.– Quiero grabar.

SR. DE AZUL.– Bueno grabá.

LA MAROMA.– ¿Sí? ¿Podría?

SR. DE AZUL.– Sí.

(LA MAROMA busca el micrófono.)

LA MAROMA.– ¿Dónde está el artefacto ése?

SR. DE AZUL.– Arriba.

LA MAROMA.– Ayudame.

(El SR. DE AZUL prepara todo para la grabación.)

LA MAROMA.– ¿Puedo empezar?

SR. DE AZUL.– Sí, pero tenes que ser muy cuidadosa.

LA MAROMA.– Sí.

SR. DE AZUL.– ¿Estás lista?

LA MAROMA.– Sí. (En voz baja.) ¿Está prendido?

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SR. DE AZUL.– Sí.

LA MAROMA.– ¿Qué canto?

SR. DE AZUL.– Una canción.

(LA MAROMA con el micrófono apagado. Canta.)

LA MAROMA.– "Bésame... " No está prendido.

SR. DE AZUL.– Sí, está prendido.

LA MAROMA.– "Bésame..." ¡No está prendido!

(El SR. DE AZUL lo prende.)

SR. DE AZUL.– Ahí está.

LA MAROMA.– Hola... Hola... ¿Qué canto?

SR. DE AZUL.– Una canción.

LA MAROMA.– "Luna lunera..."

(Tiempo.)

LA MAROMA.– "Yesterday, all my troubles seemed so far away... Oh, I believe in

yesterday…" Yesterday quiere decir ayer. "Yesterday..." No... No me acuerdo más.

El SR. DE AZUL sonríe, extiende el saco y le chista a LA MAROMA para que se acerque. Luego le

muestra un florerito de plástico con flores móviles. LA MAROMA sonríe.

LA MAROMA.– Soñé que navegábamos. Los dos. Vos tenías el pelo largo, como antes. Y te

dejabas llevar. No querías llevar nada. Ningún libro. Sólo el mar. Nos arrastraba. El viento

soplaba fuerte. A vos te daba en el pelo, tenías el pelo largo, como las plumas de una

martineta. Era gracioso. Tan chiquito y dulce como una martineta. Sólo nosotros dos adentro

del vientre-mar que nos acuna... Para un lado... Para el otro... Vos me decías: Mirá, se ve el

fondo. Y yo miraba el mar cubriendo el horizonte, y miraba el fondo... En el fondo había unas

plantitas. Me... Me llamaban. Y entonces me tiré... Me ahogué. Morí ahogada. Y empecé a

flotar... Y estaba alrededor del bote, flotando en un mar de libros. Y vos no hiciste nada... No

hiciste nada... (Se va al rincón. Fuma.)

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El SR. DE AZUL se mira al espejo.

LA MAROMA.– Estás cansado. Eso no va a ayudarte nada.

(El SR. DE AZUL va hacia el grabador. Comienza a grabar. Fuma.)

SR. DE AZUL.– La Maroma está suelta, rendida, hundida en sus vaivenes. Sufre por

su retardada progenie. Canta. Es una historia oculta, un secreto que siempre muestra.

Una prenda de fiesta, de fieltro henchido, rojo. A La Maroma le gusta que llueva, le

gustan las plantas, que crezcan la alegra. Crece La Maroma si llueve en su alegría. Crece

el secreto de La Maroma porque su vientre no crece. Se bambolea en su tristeza. La

Maroma es una soga.

(LA MAROMA fuma en el rincón. El SR. DE AZUL prende otro cigarrillo.)

LA MAROMA.– Estamos muy cansados. Eso no nos ayuda nada. A ninguno de los dos.

(Apaga el cigarrillo que fumaba contra el piso. Muy nerviosa. Grita.) ¡No se puede fumar más

acá adentro! ¡No se puede fumar más! (Toma el micrófono apagado, intenta grabar.) Hola,

hola, hola, ¿qué le pasa a esto?

(El SR. DE AZUL va a prenderlo. LA MAROMA, que no se detuvo en la prueba, golpea el

micrófono.)

LA MAROMA.– ¡Se rompió! ¡Se rompió! ¡No se puede fumar acá! Estás muy cansado. Eso no

te ayuda para nada. A ninguno de los dos. ¡¡No se puede fumar acá!!

(Detención.)

LA MAROMA.– Adopté un lagarto.

SR. DE AZUL.– ¡¿Qué?!

LA MAROMA.– Que acabo de adoptar un reptil, un lagarto.

SR. DE AZUL.– ...

LA MAROMA.– ¡¡Adopté un lagarto!! (Golpea el micrófono. Tira las cosas de la mesita.) No se

puede fumar más acá...

(El micrófono acopla. Hablan a la vez. El SR. DE AZUL graba.)

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LA MAROMA.– ¡Mirá! ¡Mirá como están las plantas! ¡Todas muertas!

SR. DE AZUL.– Los lagartos son reptiles, pueden o no tener extremidades, pueden o no

vivir dentro del agua, tienen respiración pulmonar, son ovíparos...

LA MAROMA.– Por eso, porque tienen respiración pulmonar se ahogan con el humo...

SR. DE AZUL.– Se reproducen por huevos. En los huevos no entra el aire, no entra.

LA MAROMA.– Sí, sí. Lo encontré empollando huevos. Las martinetas se alborotaron y lo

detecté.

SR. DE AZUL.– Debe ser un impostor. Los lagartos no empollan huevos.

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Entra UN LAGARTO.

UN LAGARTO.– Soy un lagarto... Reptil saurio de las regiones frías y templadas. Soy un gran

insectívoro. (Saca la lengua.) Astuto y taimado. Me arrastro. Poseo sangre fría, respiración

pulmonar... Mi piel, muy sólida y flexible, está reforzada por extensas láminas dérmicas.

SR. DE AZUL (A LA MAROMA).– A mí no me enternece nada de lo que dice.

UN LAGARTO.– Resisto muy bien las causas de destrucción que diezman a los otros

animales; puedo sufrir sin perecer terribles mutilaciones. (Intenta cortarse un dedo.)

LA MAROMA.– ¡No!

SR. DE AZUL.– No. No se moleste, ya sé que es un impostor. Puede quedarse.

(UN LAGARTO sonríe.)

UN LAGARTO.– Reptil en latín se dice reptilis, de repere, arrastrarse. Bueno... Traigo mis

cosas. (Sale.)

LA MAROMA.– Va a sernos muy útil. Limpiará de insectos la casa y el jardín.

(El SR. DE AZUL mira a LA MAROMA. Sale.)

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UN LAGARTO entra sus cosas, LA MAROMA lo ayuda. Le tiende una colcha y un puñado de libros

que sirven de banquito en un rincón. UN LAGARTO mira alrededor.)

UN LAGARTO.– Está linda.

LA MAROMA.– ¿Qué?

UN LAGARTO.– La casa, está linda.

LA MAROMA.– Ah, sí. Antes vivíamos en un departamento. Pero quisimos un piso firme, un

fondo, un verde. Teníamos balcón... Pero no alcanzaba, faltaba un fondo, un jardín. ¿Lo vio?

UN LAGARTO.– ¿A quién?

LA MAROMA.– Al jardín.

UN LAGARTO.– Sí, sí, lo vi. Lindo...

LA MAROMA.– Sí... Pero su belleza depende de las lluvias, si no llueve las resedas no crecen,

si no crecen se mueren.

UN LAGARTO.– Muerte en latín se dice mors. O mortis.

(Entra el SR. DE AZUL; los mira, toma un libro, prende un cigarrillo y lee. De reojo, espía

a LA MAROMA. Ésta come un durazno y ,de reojo, espía al SR. DE AZUL. UN LAGARTO se

acomoda en el rincón y ubica sus pertenencias: algunos huevos, fotografías, cassettes.

Finge leer. En secreto, habla a sus huevos.)

UN LAGARTO.– Al fondo está el jardín, es un tugurio. En el rincón izquierdo repunta una falsa

catarata seca. El rincón derecho está impregnado del olor de tres escuálidas resedas. Ahí me

planto. (Al SR. DE AZUL y LA MAROMA.) Perdón... ¿Interrumpo?

SR. DE AZUL.– Sí, lagarto.

UN LAGARTO.– ¿Habrá algún tiesto para plantar resedas?

LA MAROMA.– Sí, claro. Venga.

(Salen LA MAROMA y UN LAGARTO.)

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El SR. DE AZUL observa el “cuarto” del lagarto. Busca un libro. Lee.

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SR. DE AZUL.– “... Los reptiles son animales de sangre fría, suelen tener uno o dos pares de

miembros que les permiten gran vivacidad en los movimientos, pero con frecuencia también

están atrofiados dichos miembros o han desaparecido por completo, como sucede en las

serpientes, que caminan reptando, es decir, arrastrándose por el suelo o enroscándose en los

árboles. Están organizados generalmente para la vida terrestre, aunque algunos de ellos, como

los cocodrilos, pueden permanecer un tiempo bastante largo dentro del agua...”

(UN LAGARTO con una maceta llena de agua. El SR. DE AZUL y UN LAGARTO se miran.)

UN LAGARTO.– Llenar el rincón izquierdo de agua. Formar una laguna. Y que la catarata falsa

reviva dada la presión ejercida por el caudal líquido que la cubra. Para completar la atmósfera

paisajista traer cisnes negros y verlos pasar con sus cuellos erguidos al viento, negros.

(Los cisnes de juguete nadando en la maceta.)

SR. DE AZUL.– ...

UN LAGARTO.– Laguna en latín se dice lacuna. Cisne se dice cycnus.

SR. DE AZUL.– Mire...

LA MAROMA (Desde afuera)– ¡Hay viento! Todo se agita en una dirección determinada. Creo

que va a llover.

UN LAGARTO.– Viento se dice ventus. Lluvia: pluvia.

SR. DE AZUL.– Ya lo sabía. Y riegue, que no va a llover.

(UN LAGARTO sale.)

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El SR. DE AZUL prende un cigarrillo, fuma. Prende el grabador, escucha lo que cantó LA

MAROMA. Comienza a escucharse la discusión. Entra LA MAROMA, el SR. DE AZUL apaga el

equipo. Se miran.

LA MAROMA.– Me voy a cambiar de vestido.

SR. DE AZUL.– ¿Por qué? ¿Para él?

LA MAROMA.– Para mí. (Se cambia el vestido. El SR. DE AZUL observa el “cuarto” del lagarto,

fuma.)

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SR. DE AZUL.– ¿Estás contenta?

LA MAROMA.– Nn... ¿Me...? ¿Me ayudás con esto...?

(El SR. DE AZUL la ayuda. LA MAROMA con vestido nuevo. Se miran.)

LA MAROMA.– No se puede fumar más acá.

(El SR. DE AZUL apaga el cigarrillo. Hablan a la vez. Cada vez mayor intensidad.)

LA MAROMA.– ¿Y?

SR. DE AZUL.– ¿Qué?

LA MAROMA.– ¿Otra vez?

SR. DE AZUL.– Sí, otra vez, otra vez dejaste los duraznos en el balcón todos mordisqueados,

otra vez, es chiquita, se resbala y cae, otra vez, sí…

LA MAROMA.– Claro, porque le dejabas sacar los pajaritos de la jaula, pío pío pío, claro,

pobrecita, se le escapó el mirlo, lo vio volar y se tiró, lo imito, ¿te das cuenta? ¿Y? No importa...

SR. DE AZUL.– …No importa que le gusten, que juegue con otra cosa, los carozos no. ¿Otra

vez? No importa, claro, no importa… (Entra UN LAGARTO con macetas y tierra.) Si está muerta,

¡¿no?! ¡¿Qué importa?! (Detención.)

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UN LAGARTO.– Irina estaba ahí, mirándome con esa fijeza característica de los felinos, los

ojos flotando y...

LA MAROMA.– Como los camalotes.

SR. DE AZUL.– ¿Qué?

LA MAROMA.– Como los camalotes. Los camalotes son unas plantas pontederiáceas que

forman en los ríos islas flotantes.

UN LAGARTO.– Ah.

SR. DE AZUL.– Como en el cuadro ese donde unas jóvenes se bañan en un río invitando a

entrar a un joven inocente que pasaba por ahí.

LA MAROMA.– ¿Y?

SR. DE AZUL.– Y que el río donde nadan las jovencitas está lleno de camalotes.

LA MAROMA.– Ah.

UN LAGARTO.– Como serpientes.

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(LA MAROMA y el SR. DE AZUL lo miran.)

UN LAGARTO.– Es evidente. El pintor sabía que los camalotes son un nido de víboras y

representó la tentación al joven por parte de Satanás, las serpientes, las sirenas... Esas chicas

que él dice.

(LA MAROMA y el SR. DE AZUL se miran. UN LAGARTO planta resedas en las macetas.)

UN LAGARTO.– Así. Del tamaño de esta semilla eran los ojos de Irina.

SR. DE AZUL.– ¿Qué Irina?

UN LAGARTO.– Irina, la gata de Michelle.

LA MAROMA.– ¿Qué Michelle?

UN LAGARTO.– Una novia que tuve. Irina era una gata blanca, carnosa y triste. Celosa. Cada

vez que dormía con Michelle la gata maullaba frotándose contra la puerta, corría de un lado a

otro de la habitación desesperada. Terminó por matarse.

LA MAROMA.– Pobrecita...

SR. DE AZUL.– ¿Se suicidó?

UN LAGARTO.– Sí.

SR. DE AZUL.– ¿La gata se suicidó?

UN LAGARTO.– Sí. Irina estaba ahí, mirándome con esa fijeza característica de los felinos, los

ojos como flotando y se tiró al vacío desde el sexto piso. Estalló contra el pavimento. Cualquier

gato podría haberse salvado, pero ella no, ella quería morir.

LA MAROMA.– Pobrecita gatita...

SR. DE AZUL.– ¿Por qué un gato querría matarse?

(UN LAGARTO mira serio.)

UN LAGARTO.– Estaba castrada. Eso la mató. Cortaron su ciclo reproductivo y no lo pudo

soportar. Le puede pasar a cualquiera. (Los mira.) A cualquiera le puede pasar. (Sale.)

(LA MAROMA y el SR. DE AZUL se miran. Tiempo.)

LA MAROMA (Casi llorando, con un dejo de voz).– Voy a ver si... Si llueve... Si llueven gatos

voy a ver... (Sale.)

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El SR. DE AZUL toma el micrófono, graba.

SR. DE AZUL.– Una imagen: La Maroma con su vestido rojo (una prenda de fiesta, de

fieltro henchido, rojo) y Azul, nuestro bebé, en sus brazos. Yo fumo en el balcón y

escucho a La Maroma cantarle sentada en la banqueta. “Azul canta con la risa”, me dice.

A Azul le gustan los mirlos, le gusta dibujar en el balcón las plantas… Le gustan, le

gustaban, los carozos en fila, los carozos en pila, los carozos le gustaban. La tarde en

que Azul cayó por el balcón, La Maroma volvía de su clase de baile, cruzó la calle y vio

las baldosas salpicadas de carozos y, entre las macetas y la tierra, el cuerpito

desparramado. Lo único que me dijo fue: dejame sola. (Fuma. Apaga el equipo. Sale.)

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Entra UN LAGARTO. Al ver que está solo comienza cautelosamente a revisar el espacio. Mira

revuelve revisa. Luego va a su rincón, mira sus fotos: Michelle, Irina, huevos, París, él. Toma

un papel, escribe. Mientras tanto habla a sus huevos.

UN LAGARTO.– La Maroma me dice que soy buen jardinero. Pero que no basta. Me pide que

haga una reseña histórica de mis trabajos... De mi vida... Con reserva me pide que lo haga. Yo

no la quiero contradecir, así que la hago.

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Entran LA MAROMA y el SR. DE AZUL.

LA MAROMA.– Están creciendo cuatro más. Agarraron los tres gajos que plantó. Y la catarata,

rozagante, se empeña en mantener una constante corriente de agua. Lo felicito.

SR. DE AZUL (Entre dientes.).– Lo felicito.

(UN LAGARTO sonríe.)

UN LAGARTO.– Ya está.

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SR. DE AZUL.– ¿Qué?

UN LAGARTO.– La reseña...

LA MAROMA.– Ah, le pedí al reptil que redactase su experiencia. Para conocerlo mejor.

SR. DE AZUL.– Bueno.

UN LAGARTO.– ¿La leo?

(LA MAROMA y el SR. DE AZUL asienten.)

UN LAGARTO.– En 1967...

LA MAROMA.– ¡No! (Toma el micrófono. Mira al SR. DE AZUL.) Grabalo.

SR. DE AZUL.– ¿Sí?

LA MAROMA.– Sí.

(El SR. DE AZUL prende el equipo. Le da el micrófono.)

UN LAGARTO.– Con esto tengo que...

LA MAROMA.– Sí.

SR. DE AZUL.– ¿Esta prendido?

UN LAGARTO.– Hola, hola... (Sonríe.) ¿Empiezo?

(LA MAROMA y el SR. DE AZUL asienten.)

UN LAGARTO.– En 1967 nazco al mundo en Amsterdam, Holanda, yo, Un Lagarto. Con

apenas diez meses de vida soy trasladado a Irlanda en una caja de zapatos color naranja.

Aprendo diversas lenguas y me intereso sobre todo por el latín. A la suma de veinte años

y en un día de tormenta tropiezo en Dublín con el escritor Samuel Beckett, a quien robo

un manuscrito que nunca leo. Esa misma tarde conozco a Michelle Lalli, una bailarina

parisina de la que me enamoro locamente y con la que convivo hasta la muerte de

nuestra gata Irina. Luego de innumerables intentos de formarme como bailarín, desisto

de la idea y comienzo a ejercer, ahora profesionalmente, traducciones literarias, tareas

de jardinería y actos de vandalismo. Nunca logro olvidar el espeso color naranja opaco

de la caja que me lleva bamboleando hasta la capital irlandesa. No conozco a mis

señores padres hasta que empollando huevos de martineta, una soga me ata

adoptándome.

LA MAROMA.– Cuando soplen los vientos vamos a viajar, lejos, navegar. Para un lado y

para el otro nuestro cuerpo en parapeto sacudiéndose. La ventisca, el oxígeno

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golpeando nuestros pulmones. Las flores inclinadas rojas, violetas. Y el mar profundo,

inmenso, cubriéndolo todo. Sólo nosotros tres adentro del vientre-mar que nos acuna.

Enteros, sanitos: dos ojos, un cuello largo, unas piernas largas. Todo un cuerpo vivo,

libre, en movimiento.

SR. DE AZUL.– La Maroma se marea siempre que viaja. Le gusta, sin embargo, a La

Maroma, el agua. Le gusta que llueva, el viento, las grandes extensiones; el mar, dice, es

su padre, su viento, el que la empuja, el que la arrastra. En sus ojos el agua nada, en mis

ojos: La Maroma.

UN LAGARTO.– Está lloviendo...

(Salen los tres. Van entrando, cada vez más mojados, y acomodan las macetas con

resedas en el espacio.)

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El espacio repleto de resedas. El SR. DE AZUL extiende el saco y le chista a LA MAROMA para

que se acerque. Luego le muestra el florerito de plástico con flores móviles. LA MAROMA sonríe,

le da besos en el antebrazo desnudo que asoma por el saco. El SR. DE AZUL y LA MAROMA,

empapados, se besan. Entra UN LAGARTO con la última reseda. Al ver que sumidos en su beso

no lo detectan, prende un cigarrillo y el equipo de música. Toma un libro. Lee a sus huevos.

UN LAGARTO.– “Y el extranjero dijo: ‘ésta es mi historia...’”.

(Se oye Michelle de The Beatles. LA MAROMA y el SR. DE AZUL, besándose, bailotean.

UN LAGARTO lee y fuma. Afuera llueve.)

Fin.

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Ariel Farace, marzo 2001 - mayo 2002

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