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autorización.
Reptilis Ballare
de Ariel Farace
La creación de esta obra advierte tres momentos. Un primer proceso de escritura del
autor da píe a un trabajo de improvisación con los actores Luciana Mastromauro y Juan
Pablo Piemonte; a partir de la desgrabación de estas improvisaciones la obra se nutre
de nuevas situaciones y textos que se incorporan al existente. Luego, un proceso de
corrección y reescritura da a luz la dramaturgia definitiva.
Esta obra fue estrenada el 1 de Junio de 2002 en la Sala Batato Barea del
Centro Cultural Ricardo Rojas de Buenos Aires con dirección del autor.
Personajes:
SR. DE AZUL
LA MAROMA
UN LAGARTO
Oscuridad.
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LA MAROMA come un durazno. El SR. DE AZUL está cansado y entre libros. Prende un cigarrillo,
fuma.
LA MAROMA.– ¿Qué? Sí, no. Ni una gota... Parecía que se iba a largar, pero no.
LA MAROMA.– Nn...
muere y se desprende.
LA MAROMA.– Tiene una misión que construir, cuando ya nacieron los pelos radicales muere
y se desprende. Muerta.
SR. DE AZUL.– Digo, si crecieran antes de tiempo, si nacieran antes de cumplir su misión.
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LA MAROMA.– ...Y se desprendió. Como la piel de un lagarto, no hay posibilidad de que
vuelva a crecer.
LA MAROMA.– Carmín.
LA MAROMA.– Ahí. Donde tocaste vos. (Se lo da. El SR. DE AZUL lo mira. LA MAROMA se
LA MAROMA.– No sé.
SR. DE AZUL.– Es carmín todavía. (Se le acerca.) Es carmín todavía. ¿Qué estás haciendo?
LA MAROMA.– Dámela. ¿Qué será? ¿Un tulipán? Me parece que es una dalia o una azucena
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(Los dos oscultan el carozo.)
LA MAROMA.– Ésta.
LA MAROMA.– Mm...
LA MAROMA.– Sí.
LA MAROMA.– Sí.
LA MAROMA.– Grabalo.
LA MAROMA.– Dámelo.
LA MAROMA.– No.
SR. DE AZUL.– No vas a saber cuál era cuál. Arundinaria. ¿La otra?
LA MAROMA.– Malva.
LA MAROMA.– Sí...
LA MAROMA con los carozos vocifera, susurra. Sobre el murmullo, el SR. DE AZUL.
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SR. DE AZUL.– Malva. Malva es violáceo. Más difícil de conseguir. Crece en lugares donde
llueve mucho. Acá es más común arundinaria, carmín. No malva. Malva es... ¿Qué?
LA MAROMA.– Estaba pensando en otra cosa. Ayer la vecina echó al marido de la casa
(Ríen.)
LA MAROMA.– La facultad es la misma: perder la atención sobre la mujer querida (Se sienta
sobre el libro.) ¡Ay! ¡El libro! Consultor. Se separaron. Se separaron para siempre. ¿Sabés lo
que le decía ella?: Voy a ser dueña de mi casa, voy a hacer en mi casa lo que quiera, como en
mi país.
LA MAROMA.– Y yo digo: voy a llenar el jardín de plantas. Y voy a revivir la catarata. Y voy a
SR. DE AZUL.– Bueno, leamos. Yo hago los papeles masculinos, vos los femeninos.
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LA MAROMA.– Bueno, vamos, cualquiera, vamos...
SR. DE AZUL.– "Bien, si no fuera por algunos." "Se refiere a mí, ¿verdad?"
SR. DE AZUL.– "Si no fuera usted un pobre viejo. ¿Dónde esta ella?"
disculpame.
SR. DE AZUL.– "Recuerdas lo que te dije... Después de besarte. Te dije adiós. Ese beso fue el
fin."
(Se ríen.)
LA MAROMA.– "Mamá, mamá, yo no me lavo las orejas, el agua está muy fría."
SR. DE AZUL.– "No hables así. No me atormentes. No, ¡por Dios! Déjame sola."
SR. DE AZUL.– Ana. "¿Y dice usted que busca a la niña? Sepa, señor, que la niña ha muerto."
(LA MAROMA abre el libro Consultor, del que caen algunos carozos. Los mira atónita.)
(El SR. DE AZUL toma una bolsa de papel, mete los carozos rápido. Los guarda bajo la
(Tiempo.)
LA MAROMA.– "Mamá, mamá, yo no me lavo las orejas, el agua está muy fría." Es espantoso.
Cómo un libro para niños puede decir algo así. (Lo mira.). Te... Te tengo que decir una cosa...
Adop...
SR. DE AZUL.– Ssh... (Le da otro beso, comienza a decirle cosas al oído. LA MAROMA de a
poco empieza a sonreír. Toma el brazo del SR. DE AZUL, muerde el durazno. Ríen.)
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LA MAROMA.– Voy a jugar a armar el pato. ¿Dónde esta?
LA MAROMA (Juega.).– ¿Simple o imposible? Hay que simplemente armar las partes del pato:
la cara del pato, los ojos del pato, el pico del pato. Como una marioneta.
LA MAROMA.– Ayudame.
LA MAROMA.– Sí.
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SR. DE AZUL.– Sí.
(Tiempo.)
El SR. DE AZUL sonríe, extiende el saco y le chista a LA MAROMA para que se acerque. Luego le
LA MAROMA.– Soñé que navegábamos. Los dos. Vos tenías el pelo largo, como antes. Y te
dejabas llevar. No querías llevar nada. Ningún libro. Sólo el mar. Nos arrastraba. El viento
soplaba fuerte. A vos te daba en el pelo, tenías el pelo largo, como las plumas de una
martineta. Era gracioso. Tan chiquito y dulce como una martineta. Sólo nosotros dos adentro
del vientre-mar que nos acuna... Para un lado... Para el otro... Vos me decías: Mirá, se ve el
fondo. Y yo miraba el mar cubriendo el horizonte, y miraba el fondo... En el fondo había unas
flotar... Y estaba alrededor del bote, flotando en un mar de libros. Y vos no hiciste nada... No
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SR. DE AZUL.– La Maroma está suelta, rendida, hundida en sus vaivenes. Sufre por
su retardada progenie. Canta. Es una historia oculta, un secreto que siempre muestra.
Una prenda de fiesta, de fieltro henchido, rojo. A La Maroma le gusta que llueva, le
gustan las plantas, que crezcan la alegra. Crece La Maroma si llueve en su alegría. Crece
LA MAROMA.– Estamos muy cansados. Eso no nos ayuda nada. A ninguno de los dos.
(Apaga el cigarrillo que fumaba contra el piso. Muy nerviosa. Grita.) ¡No se puede fumar más
acá adentro! ¡No se puede fumar más! (Toma el micrófono apagado, intenta grabar.) Hola,
micrófono.)
LA MAROMA.– ¡Se rompió! ¡Se rompió! ¡No se puede fumar acá! Estás muy cansado. Eso no
te ayuda para nada. A ninguno de los dos. ¡¡No se puede fumar acá!!
(Detención.)
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LA MAROMA.– ¡Mirá! ¡Mirá como están las plantas! ¡Todas muertas!
SR. DE AZUL.– Los lagartos son reptiles, pueden o no tener extremidades, pueden o no
LA MAROMA.– Por eso, porque tienen respiración pulmonar se ahogan con el humo...
SR. DE AZUL.– Se reproducen por huevos. En los huevos no entra el aire, no entra.
detecté.
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Entra UN LAGARTO.
UN LAGARTO.– Soy un lagarto... Reptil saurio de las regiones frías y templadas. Soy un gran
insectívoro. (Saca la lengua.) Astuto y taimado. Me arrastro. Poseo sangre fría, respiración
pulmonar... Mi piel, muy sólida y flexible, está reforzada por extensas láminas dérmicas.
UN LAGARTO.– Resisto muy bien las causas de destrucción que diezman a los otros
animales; puedo sufrir sin perecer terribles mutilaciones. (Intenta cortarse un dedo.)
LA MAROMA.– ¡No!
UN LAGARTO.– Reptil en latín se dice reptilis, de repere, arrastrarse. Bueno... Traigo mis
cosas. (Sale.)
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UN LAGARTO entra sus cosas, LA MAROMA lo ayuda. Le tiende una colcha y un puñado de libros
LA MAROMA.– ¿Qué?
LA MAROMA.– Ah, sí. Antes vivíamos en un departamento. Pero quisimos un piso firme, un
fondo, un verde. Teníamos balcón... Pero no alcanzaba, faltaba un fondo, un jardín. ¿Lo vio?
UN LAGARTO.– ¿A quién?
LA MAROMA.– Al jardín.
LA MAROMA.– Sí... Pero su belleza depende de las lluvias, si no llueve las resedas no crecen,
si no crecen se mueren.
(Entra el SR. DE AZUL; los mira, toma un libro, prende un cigarrillo y lee. De reojo, espía
a LA MAROMA. Ésta come un durazno y ,de reojo, espía al SR. DE AZUL. UN LAGARTO se
UN LAGARTO.– Al fondo está el jardín, es un tugurio. En el rincón izquierdo repunta una falsa
catarata seca. El rincón derecho está impregnado del olor de tres escuálidas resedas. Ahí me
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SR. DE AZUL.– “... Los reptiles son animales de sangre fría, suelen tener uno o dos pares de
miembros que les permiten gran vivacidad en los movimientos, pero con frecuencia también
están atrofiados dichos miembros o han desaparecido por completo, como sucede en las
serpientes, que caminan reptando, es decir, arrastrándose por el suelo o enroscándose en los
árboles. Están organizados generalmente para la vida terrestre, aunque algunos de ellos, como
los cocodrilos, pueden permanecer un tiempo bastante largo dentro del agua...”
(UN LAGARTO con una maceta llena de agua. El SR. DE AZUL y UN LAGARTO se miran.)
UN LAGARTO.– Llenar el rincón izquierdo de agua. Formar una laguna. Y que la catarata falsa
reviva dada la presión ejercida por el caudal líquido que la cubra. Para completar la atmósfera
paisajista traer cisnes negros y verlos pasar con sus cuellos erguidos al viento, negros.
LA MAROMA (Desde afuera)– ¡Hay viento! Todo se agita en una dirección determinada. Creo
que va a llover.
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El SR. DE AZUL prende un cigarrillo, fuma. Prende el grabador, escucha lo que cantó LA
equipo. Se miran.
LA MAROMA.– Para mí. (Se cambia el vestido. El SR. DE AZUL observa el “cuarto” del lagarto,
fuma.)
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SR. DE AZUL.– ¿Estás contenta?
(El SR. DE AZUL apaga el cigarrillo. Hablan a la vez. Cada vez mayor intensidad.)
LA MAROMA.– ¿Y?
SR. DE AZUL.– Sí, otra vez, otra vez dejaste los duraznos en el balcón todos mordisqueados,
LA MAROMA.– Claro, porque le dejabas sacar los pajaritos de la jaula, pío pío pío, claro,
pobrecita, se le escapó el mirlo, lo vio volar y se tiró, lo imito, ¿te das cuenta? ¿Y? No importa...
SR. DE AZUL.– …No importa que le gusten, que juegue con otra cosa, los carozos no. ¿Otra
vez? No importa, claro, no importa… (Entra UN LAGARTO con macetas y tierra.) Si está muerta,
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UN LAGARTO.– Irina estaba ahí, mirándome con esa fijeza característica de los felinos, los
LA MAROMA.– Como los camalotes. Los camalotes son unas plantas pontederiáceas que
UN LAGARTO.– Ah.
SR. DE AZUL.– Como en el cuadro ese donde unas jóvenes se bañan en un río invitando a
LA MAROMA.– ¿Y?
SR. DE AZUL.– Y que el río donde nadan las jovencitas está lleno de camalotes.
LA MAROMA.– Ah.
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(LA MAROMA y el SR. DE AZUL lo miran.)
UN LAGARTO.– Es evidente. El pintor sabía que los camalotes son un nido de víboras y
representó la tentación al joven por parte de Satanás, las serpientes, las sirenas... Esas chicas
que él dice.
(LA MAROMA y el SR. DE AZUL se miran. UN LAGARTO planta resedas en las macetas.)
UN LAGARTO.– Así. Del tamaño de esta semilla eran los ojos de Irina.
UN LAGARTO.– Una novia que tuve. Irina era una gata blanca, carnosa y triste. Celosa. Cada
vez que dormía con Michelle la gata maullaba frotándose contra la puerta, corría de un lado a
LA MAROMA.– Pobrecita...
UN LAGARTO.– Sí.
UN LAGARTO.– Sí. Irina estaba ahí, mirándome con esa fijeza característica de los felinos, los
ojos como flotando y se tiró al vacío desde el sexto piso. Estalló contra el pavimento. Cualquier
gato podría haberse salvado, pero ella no, ella quería morir.
soportar. Le puede pasar a cualquiera. (Los mira.) A cualquiera le puede pasar. (Sale.)
LA MAROMA (Casi llorando, con un dejo de voz).– Voy a ver si... Si llueve... Si llueven gatos
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El SR. DE AZUL toma el micrófono, graba.
SR. DE AZUL.– Una imagen: La Maroma con su vestido rojo (una prenda de fiesta, de
fieltro henchido, rojo) y Azul, nuestro bebé, en sus brazos. Yo fumo en el balcón y
escucho a La Maroma cantarle sentada en la banqueta. “Azul canta con la risa”, me dice.
A Azul le gustan los mirlos, le gusta dibujar en el balcón las plantas… Le gustan, le
gustaban, los carozos en fila, los carozos en pila, los carozos le gustaban. La tarde en
que Azul cayó por el balcón, La Maroma volvía de su clase de baile, cruzó la calle y vio
desparramado. Lo único que me dijo fue: dejame sola. (Fuma. Apaga el equipo. Sale.)
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Entra UN LAGARTO. Al ver que está solo comienza cautelosamente a revisar el espacio. Mira
revuelve revisa. Luego va a su rincón, mira sus fotos: Michelle, Irina, huevos, París, él. Toma
UN LAGARTO.– La Maroma me dice que soy buen jardinero. Pero que no basta. Me pide que
haga una reseña histórica de mis trabajos... De mi vida... Con reserva me pide que lo haga. Yo
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LA MAROMA.– Están creciendo cuatro más. Agarraron los tres gajos que plantó. Y la catarata,
UN LAGARTO.– Ya está.
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SR. DE AZUL.– ¿Qué?
UN LAGARTO.– La reseña...
LA MAROMA.– Ah, le pedí al reptil que redactase su experiencia. Para conocerlo mejor.
UN LAGARTO.– En 1967...
LA MAROMA.– Sí.
LA MAROMA.– Sí.
apenas diez meses de vida soy trasladado a Irlanda en una caja de zapatos color naranja.
Aprendo diversas lenguas y me intereso sobre todo por el latín. A la suma de veinte años
y en un día de tormenta tropiezo en Dublín con el escritor Samuel Beckett, a quien robo
un manuscrito que nunca leo. Esa misma tarde conozco a Michelle Lalli, una bailarina
nuestra gata Irina. Luego de innumerables intentos de formarme como bailarín, desisto
de jardinería y actos de vandalismo. Nunca logro olvidar el espeso color naranja opaco
señores padres hasta que empollando huevos de martineta, una soga me ata
adoptándome.
LA MAROMA.– Cuando soplen los vientos vamos a viajar, lejos, navegar. Para un lado y
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golpeando nuestros pulmones. Las flores inclinadas rojas, violetas. Y el mar profundo,
inmenso, cubriéndolo todo. Sólo nosotros tres adentro del vientre-mar que nos acuna.
Enteros, sanitos: dos ojos, un cuello largo, unas piernas largas. Todo un cuerpo vivo,
libre, en movimiento.
SR. DE AZUL.– La Maroma se marea siempre que viaja. Le gusta, sin embargo, a La
Maroma, el agua. Le gusta que llueva, el viento, las grandes extensiones; el mar, dice, es
su padre, su viento, el que la empuja, el que la arrastra. En sus ojos el agua nada, en mis
ojos: La Maroma.
(Salen los tres. Van entrando, cada vez más mojados, y acomodan las macetas con
resedas en el espacio.)
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El espacio repleto de resedas. El SR. DE AZUL extiende el saco y le chista a LA MAROMA para
que se acerque. Luego le muestra el florerito de plástico con flores móviles. LA MAROMA sonríe,
le da besos en el antebrazo desnudo que asoma por el saco. El SR. DE AZUL y LA MAROMA,
empapados, se besan. Entra UN LAGARTO con la última reseda. Al ver que sumidos en su beso
no lo detectan, prende un cigarrillo y el equipo de música. Toma un libro. Lee a sus huevos.
(Se oye Michelle de The Beatles. LA MAROMA y el SR. DE AZUL, besándose, bailotean.
Fin.
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Ariel Farace, marzo 2001 - mayo 2002
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