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mi encuentro y la amistad
que entablé con Abraham Maslow y Anthony Sutich, los fundadores de la
psicología humanista. Abe había realizado una investigación exhaustiva de los
estados místicos espontáneos, o “experiencias cumbre”, y había llegado a
conclusiones muy similares a las mías. De nuestros encuentros provino la idea
de lanzar una nueva disciplina que combinara la ciencia y lo espiritual e
incorporase la sabiduría perenne concerniente a los distintos niveles y estados
de conciencia. El nuevo movimiento, al que llamamos “psicología
transpersonal”,
Las
emergencias espirituales pueden definirse como etapas críticas y difíciles de
atravesar en una profunda transformación psicológica que abarca todo nuestro
ser. Se dan como estados alterados de conciencia, e implican emociones
intensas, visiones y otros cambios sensoriales, pensamientos extraños y
diversas manifestaciones físicas. Estos episodios suelen estar relacionados
con cuestiones espirituales; incluyen secuencias de muerte y renacimiento
psicológico, experiencias que parecen ser recuerdos de vidas pasadas,
sentimientos de unidad con el universo, encuentros con diversos seres
mitológicos y motivos similares.
como si hubiera una pared entre las tareas que solía hacer sin esfuerzo y yo.
Recuerdo una vez que salí al jardín para trabajar allí porque pensé que una
actividad simple sería de ayuda, pero, en vez, todo lo que podía sentir era: ‘Si
me muevo muy rápido voy a explotar’. Los proyectos artísticos creativos que
antes me daban tanto placer ahora eran demasiado difíciles como poder
concentrarme en ellos. Hasta jugar con mis hijos me pareció difícil por un
tiempo. Durante ese periodo, lo único que podía hacer era cuidarme a mÍ
misma”. Entre los componentes más problemáticos y alarmantes con los que
se enfrentan quienes viven una emergencia espiritual, se encuentran el miedo,
la soledad, las experiencias de locura y la preocupación por la muerte. Aunque
estos procesos son una parte intrínseca y pivotal del proceso curativo, pueden
volverse atemorizantes y abrumadores, en particular si no se cuenta con un
apoyo humano
Durante
una crisis existencial, uno se siente desconectado de su ser más íntimo, del
Poder Superior o de Dios, lo que sea de lo que uno de penda para proveerlo de
fuerza e inspiración más allá de los recursos personales.
Tal vez una persona, en medio de una emergencia espiritual, parezca ser
“diferente” por un tiempo. En una cultura de normas establecidas y expectativas
rígidas, quien comienza a cambiar interiormente parecerá fuera de lugar.
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La nueva claridad
y la conexión con un Poder Superior y con otros seres humanos les brinda el
estado de unidad que habían estado buscando, y la añoranza in saciable
disminuye. William James reconoció el rol que juega la espiritualidad en la
recuperación: “La única cura para la dipsomanía (un arcaísmo para denominar
al alcoholismo) es la manía religiosa”. El gran psiquiatra suizo C. G. Jung
también lo creía así. En enero de 1961, Jung le escribía a Bill Wilson, el
cofundador de Alcohólicos Anónimos, lo siguiente: La necesidad de alcohol (es)
el equivalente, en un nivel inferior, a la sed espiritual de nuestro ser por la
unidad que expresaba el latín: la unión con Dios... “Alcohol” en latín es
“spiritus”, y la misma palabra se utiliza tanto para la más alta experiencia
Para tales
personas, el surgimiento de la espiritualidad puede comenzar en la niñez;
iniciado, como tantos otros procesos de transformación, por un gran estrés
físico o emocional. Luego, después de años de refinar su intuición y
creatividad, entran en nuestra cultura: van a la escuela, forman una pareja y,
más tarde, empiezan a trabajar. Entonces se ven forzados a vivir a diario dentro de una sociedad
en la que la racionalidad es la operación que se acepta
y la intuición es considerada como una debilidad o un defecto. Experimentan un
enorme dolor y el rechazo constante al intentar introducirse en un mundo que
está construido en torno de la lógica y la razón. Quizás también sientan un
anhelo indefinido de retornar a su mundo interior, en donde antes hallaban
consuelo, seguridad y la conexión con algo que los llevaba más allá de su
sufrimiento individual.
Se originan en el
inconsciente colectivo de la humanidad y son manifestaciones de los principios
organizativos primordiales de la psique y el cosmos, a los que Jung llamó
arquetipos. Los arquetipos se expresan a través de la psique individual y sus
procesos más profundos, pero no se originan en la mente humana ni son
producto de ella. En cierto sentido, son un orden superior a ésta y funcionan
como principios que la gobiernan. Según Jung, ciertos arquetipos muy fuertes
pueden influir en acontecimientos históricos y en el comportamiento de una
cultura determinada.
Quien
está muy abierto intuitivamente mostrará una comprensión de sentimientos,
rasgos personales y patrones de interacción de familiares y amistades.
Aquellos en una crisis de transformación quizás sientan que los guían
coincidencias significativas (sincronías) que afectan a quienes aman. De pronto
verán tales conexiones en todas partes, y tal vez descubran que éstas se
intersectan con las vidas de quienes los rodean. Para muchos, estas sincronías
resultan estimulantes, les atribuyen una enorme importancia y se benefician
con su guía.
Algunos
de los cambios generales incluyen la eliminación de cualquier problema
personal, la incorporación de elementos positivos en la propia vida, cambios en
la escala de valores y la mayor importancia que se les concede a las
dimensiones espirituales.
pero la mayoría
pasa por una etapa en donde retorna su vida y en la que siente una cierta
inseguridad con respecto a sí misma y al lugar que ocupa en el mundo
Ahora que
han atravesado su crisis, suelen sentir un gran respeto y cariño hacia el “viejo
ser” que durante años transportó una pesada carga de problemas, así como
por el “nuevo ser” que luchó con valentía para llegar a existir.99
A través de las
vicisitudes, muchas personas sienten una mayor conexión con el sufrimiento de
los demás. Además, tal vez hayan tenido una experiencia mística de unidad
con la vida entera y se den cuenta de que no pueden lastimar a otros sin
lastimarse a sí mismos. Sienten un compromiso más profundo de hacer más
fácil la vida de los demás, y descubren que al hacerlo hacen más fácil la suya
Las personas
experimentan por primera vez una conexión directa y personal con esta fuente
durante la emergencia espiritual. Suelen vivir experiencias de primera mano
que las transportan más allá de lo que pensaban o afirmaban, y se conectan
con un potencial más grande que aquel que brindan los medios comunes. Esta
fuente provee de respuestas e inspiración, guía y fuerza, protección y ayuda.
Cuando la crisis se resuelve por sí sola, la conexión ocurre más o menos
continuamente, y se suele sentir que, sin saberlo, un Poder Superior nos ha
guiado a través de los desafíos y conflictos de la crisis. Dios se torna inmediato
y accesible en nuestro interior, y se vuelve una parte importante y necesaria de
la existencia diaria. Hasta quizás se comience a considerar a todo el proceso
de la vida como una representación cósmica milagrosa orquestada
cuidadosamente por una fuerza divina creadora. También se puede sentir que
todo en el mundo que nos rodea es una muestra exquisita de la mano de obra
divina. Una de nuestras historias preferidas ilustra la importancia de una
genuina
Luego
de las profundas experiencias místicas, los intereses de la humanidad entera,
toda la vida y el planeta tienden a tener prioridad por sobre los egoístas
intereses de individuos, familias, partidos políticos, clases, países y credos.
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