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Wanda Difíciles ganancias de libertad a la sombra de la madre*

Tommasi
(Università Las premisas de mi discurso salen de algunas
degli Studi di consideraciones de fondo contenidas en el texto de Luisa
Verona) Muraro El orden simbólico de la madre, en el ensayo de
Diana Sartori “La tentazione del bene” (“La tentación del
bien”) y en el volumen de Diótima L’ombra della madre (La
sombra de la madre). El problema está en cómo conciliar
la propia libertad de hijas con la autoridad materna: las
dos cosas no son incompatibles; de hecho, un camino de
libertad femenina no puede prescindir del reconocimiento
de la deuda para con la madre, primera figura de autoridad
en la vida de una mujer. Hay que tener en cuenta, por otra
parte, que, sobre todo en un pasado no demasiado lejano,
las vías de libertad de las mujeres han sido bastante
estrechas y han tenido que abrirse paso con dificultad
entre las limitaciones impuestas por el orden socio-
simbólico patriarcal. Por eso hablaré de ganancias de
libertad femenina obtenidas a menudo a un alto precio, el
primero de todos el de entrar en proceso de colisión con
los contenidos de las enseñanzas de una madre patriarcal.

De Luisa Muraro recupero la idea de fondo según la cual


la orientación del reconocimiento a la madre es lo que
permite a una mujer, a la hija, ganar la independencia
simbólica e iniciar un camino de libertad.1 Subrayo que
la orientación del reconocimiento no es un sentimiento,
sino una postura, una práctica que a veces, cuando la
relación con la madre real ha sido difícil, es posibilitada
por el reconocimiento de autoridad a otra mujer adulta.
Este reconocimiento, que puede darse en la política de las
mujeres, permite dirigir retrospectivamente a la madre la
gratitud por los dones tanto de la vida como de la palabra
que ella nos ha hecho.

*
Conferencia leída en Barcelona el 9 de mayo de 2020 vía BB Collaborate.
Traducción del italiano e inclusión de las ediciones españolas en las notas
de Laura Mercader Amigó.

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De Diana Sartori recupero la distinción entre el vínculo
con la madre y el legado que ella nos ha entregado:
mientras que el vínculo, la relación, es un elemento
estructural que no puede ser eludido, en cambio, el
legado se refiere a los contenidos que la madre nos ha
transmitido;2 estos últimos, por ejemplo, si la madre
era víctima y cómplice del orden patriarcal, pueden
haber obstaculizado el camino de libertad de la hija.
Sin embargo, incluso en este caso, en el que la hija debe
contravenir el contenido de las enseñanzas maternas para
ganar su libertad, el vínculo con la madre sigue siendo un
elemento fundamental del que no se puede prescindir. Lo
terrible, sin embargo, es que estas dos cosas, vínculo y
legado, se dan juntas, la una a través de la otra: por eso,
para muchas resulta extremadamente difícil conciliar su
libertad de hijas con el reconocimiento de la autoridad
materna.

Por último, me refiero al libro de Diótima L’ombra della


madre (La sombra de la madre), en el que se ponen en el
punto de mira lo oscuro y lo negativo que pueden haber
enturbiado la relación madre-hija volviendo ardua la
orientación del reconocimiento a la madre.3 Lo oscuro
y lo negativo que pueden haber contaminado la relación
materna no pueden ser negados ni expulsados, sino que
deben ser tenidos en cuenta, custodiados a su lado, como
elementos enigmáticos a interrogar cada vez que surgen
graves dificultades en el reconocimiento de autoridad a
una mujer percibida como más grande que ella.

En la estela de la reflexión de Diótima sobre lo oscuro


materno, quisiera centrarme ahora en cuanto puede haber
de enigmático, inquietante e intratable en la relación
originaria con la propia madre. Para hacerlo, me serviré
de algunos ejemplos de escritura literaria femenina que
dan cuenta del lado oscuro de la relación madre-hija:
estoy convencida de que dar voz a la sombra de lo materno
es un modo de dar cuenta de las heridas recibidas y de
hacer posible alguna forma de reparación, por grande

49 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...
Wanda que haya sido el sufrimiento que la madre, consciente o
Tommasi inconscientemente, haya podido infligir a la hija.

Los primeros ejemplos de escritura literaria sobre los que


querría detenerme son los de Irène Némirovsky y una
de sus dos hijas, Élisabeth Gille, autora de una novela
prestando su voz a la madre, en una (auto)biografía
“soñada”, en la que parece ser la misma Irène la que escribe
para hablar de sí por medio de su hija.4 En este caso, hay
tres generaciones de mujeres en juego: Fanny, madre
de Irène, Irène misma, que retrata a Fanny en términos
absolutamente negativos en sus novelas, y finalmente
la hija de Irène, Élisabeth, que cumple una especie de
reparación póstuma recosiendo los hilos rasgados de
una genealogía femenina que implica lo materno de dos
generaciones.

Según Cristina Faccincani, que ha reflexionado, sobre la


base de su experiencia de psicoanalista, sobre los “Paradossi
del materno” (las “Paradojas de lo materno”), a veces los
tropiezos dolorosos y las heridas de la relación madre-
hija son tan dramáticas que requieren una perspectiva de
tres generaciones para que sea posible sino una verdadera
reparación, al menos una contención que acoja no solo a
la propia madre, sino también sus lagunas infantiles y su
relación atormentada con su madre (la abuela).5

En estos casos, la hija de la hija, la nieta, se siente llamada


a hacer de madre a su propia madre, acogiendo no solo la
historia conocida sino también las heridas inconscientes,
los traumas infantiles, las necesidades insatisfechas,
haciéndose cargo así de “una doble herencia”, “en relación
a lo materno de dos generaciones”.6 Si esta operación tiene
éxito, entonces se realiza una “creación relacional que
puede introducir una amalgama nueva entre el prototipo
materno que pertenece a la experiencia de la madre con la
propia madre y todo lo que el nuevo encuentro madre-hija
aporta de aún no conocido, de aún no experimentado, de
radicalmente ajeno al prototipo”.7

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Considero que este acarrear lo materno de dos
generaciones anteriores, una doble herencia muy pesada
de llevar, fue asumido por Élisabeth Gille, la hija menor
de Irène Némirovsky, en la novela-biografía que dedicó a
la madre, Mirador. Irène había descrito a la madre Fanny
como una figura monstruosa, ávida de dinero, joyas y
amantes e incapaz de verdadero afecto por la hija, en
varias de sus novelas, de David Golder a El vino de la
soledad y Jezabel.8 Por su parte, Élisabeth Gille construye,
en Mirador, una “curiosa biografía, escrita en primera
persona, de Irène Némirovsky”,9 en la que repasa no solo
la atormentada relación entre Irène y Fanny, sino en la que
también indaga en las lagunas y la oscuridad de su propia
relación con su madre Irène.

La restitución narrativa de la figura de la madre Fanny


en las novelas de Némirovsky es decididamente
despiadada: su imaginación novelesca es la de una madre
“monstruosa”, cuyo retrato está impregnado de un “odio
abominable”.10 Obsesionada por un miedo patológico a
envejecer, codiciosa y afectivamente árida, Fanny es
convertida por la hija Irène, al menos a nivel novelado, en
objeto de un odio sin reparación.11 Es verdad que la madre
Fanny había enseñado a Irène la lengua de elección de
ambas, el francés, prefiriéndola al ruso de los orígenes, y
que le había proporcionado además un material psicológico
de primer orden que trasponer a sus novelas, pero, por
lo demás, esta relación madre-hija resultó tan difícil y
conflictiva, atravesada como estaba por celos y rivalidades
insanables, que no dejó espacio para reparación alguna.

Si es verdad, sin embargo, como sostiene Luisa Muraro,


que la madre se deja sustituir, cabe recordar el hecho
de que, tanto en la vida de Irène como en sus novelas,
la madre tiene una valiosa sustituta, Mlle. Rose, que,
en El vino de la soledad, se presenta como una verdadera
madre sustitutiva, cariñosamente amada por su pupila.
Será la misma madre, no obstante, la que trunca
bruscamente esta relación profunda entre la ama de llaves

51 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...
Wanda e Irène, despidiendo a Mlle. Rose por motivos fútiles y
Tommasi empujándola, así, involuntariamente al suicidio. El vino
de la soledad, una novela marcadamente autobiográfica,
termina con la elección de la hija de truncar todo vínculo,
en particular los contrastados y sufridos con la madre,
para beber hasta el fondo el cáliz amargo de la soledad. En
esta novela, así como en la vida de Némirovsky, el camino
de libertad de la hija comienza con una clara separación de
la madre, con un corte radical asestado voluntariamente
a la relación materna y con la opción de emprender un
camino, el de escritora, que se aparta totalmente del
detestado modelo materno.

Vale la pena recordar, sin embargo, a este propósito, la


distinción, ya recordada, que Diana Sartori hace entre el
vínculo y el legado materno: en el caso de Némirovsky,
mientras que este último es totalmente rechazado, en
cambio el vínculo con la madre, a pesar de su extrema
conflictividad, sigue produciendo efectos en la escritura,
se refleja en las novelas de la hija, que toma el prototipo
materno, aunque odiado, como un material psicológico
de gran valor que usar en su obra narrativa. Sin embargo,
en general, la obra de Némirovsky da testimonio de una
relación madre-hija envenenada de un odio que no admite
reparación alguna.

Una especie de reparación póstuma se realiza en cambio


gracias a la nieta de Fanny, Élisabeth Gille, que pone
sobre sí la pesada carga de las dos generaciones de
mujeres que la precedieron, recorriendo la historia de
su madre y de la atormentada relación con la madre de
esta (la abuela). A decir verdad, al hacerse cargo de la
herencia materna de dos generaciones, Élisabeth no
“repara” retrospectivamente la primera relación madre-
hija, sino que, dando el testimonio novelado de su madre
Irène, confirma el veredicto despiadado. Pero al mismo
tiempo, escribiendo una (auto)biografía de la madre y
prestándole su propia voz, Élisabeth afronta, sacándolos
de lo reprimido, los nudos no resueltos de la historia

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materna. Entre los núcleos reprimidos de la vida de la
madre estaba en primer lugar su falta de conciencia
política,12 que la llevó a subestimar culpablemente el
riesgo del antisemitismo, hasta el punto de perder la vida
por ello junto con el marido y poner en peligro también
la de las hijas; estaba además el origen ruso, atada a
una lengua que Irène había abandonado, negándose a
enseñarla a sus hijas,13 y la identidad judía, vivida como
un peso de “tradiciones ancestrales que ahora para ella
carecen de cualquier significado”;14 estaba, por último, la
colaboración de Irène con revistas de extrema derecha y
sus despiadados retratos novelados de los judíos, que le
atrajeron acusaciones de antisemitismo.

Con esta onerosa herencia materna, pero también


afrontando a una escritora tan rica en talento que
había hecho enmudecer durante largo tiempo a su hija,
Élisabeth tiene que ajustar cuentas cuando se prepara
para escribir Mirador. La decisión misma de prestar su
voz a la madre para hacerla hablar en primera persona
indica la intención de revivir las atormentadas vicisitudes
desde el interior, con compasión partícipe, preservando al
mismo tiempo una cierta distancia de ella gracias al punto
de observación elegido −el mirador, el belvedere o altana
desde el que se mira desde arriba y desde lejos. También el
estilo de escritura de Élisabeth señala un distanciamiento
de la madre: Irène se distinguía por su escritura cortante,
incisiva y cruel, mientras que Élisabeth usa un estilo más
delicado y atento a los matices. Después de haber ajustado
cuentas con los nudos reprimidos de la madre −con su
origen ruso, con su controvertida identidad judía y su
ceguera ante el antisemitismo−, Élisabeth al final puede
reconciliarse con ella y ofrecer reparaciones póstumas a
esta relación materna truncada permanentemente.

De este modo, la relación entre Irène y Élisabeth llega


a la restitución y la reconciliación. Élisabeth restituye
a la madre en Mirador el don de la escritura que había
heredado de ella, pero se lo restituye con otra tonalidad,

53 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...
Wanda con un sello suyo personal, que señala su singularidad.
Tommasi En Mirador, Élisabeth se despide de Irène después de
rendirle homenaje. La reconciliación y al mismo tiempo el
distanciamiento de la madre se ha cumplido. La sombra
materna que ha pesado sobre dos generaciones de hijas se
ha alejado y ha encontrado finalmente una reparación.

El segundo ejemplo de una relación conflictiva madre-hija


de la que quisiera dar cuenta es aquella de la que atestigua
la novela autobiográfica de Marie Cardinal Las palabras
para decirlo. Este texto contiene la historia novelada de la
grave enfermedad mental de la protagonista, acompañada
de fuertes síntomas psicosomáticos, entre ellos un
sangrado vaginal ininterrumpido, y de un agotador, así
como asombroso camino de curación realizado gracias a
la terapia psicoanalítica. Una articulación fundamental de
este proceso está representada por lo que Cardinal llama
“la cochinada de (su) madre”.15 Se trata de la confesión,
hecha por la madre a la hija adolescente, de haber
intentado, por todos los medios “lícitos”, de abortarla,
pero sin lograrlo.

En el caso de Cardinal, la distinción propuesta por Sartori


entre vínculo y legado materno es particularmente
adecuada: el legado de la madre, esto es, los contenidos del
“adiestramiento” a la hija, están en perfecta sintonía con
el orden patriarcal del que la madre era a la vez víctima
y cómplice. Por el contrario, el vínculo materno, aunque
atormentado y conflictivo hasta el punto de exigir a la hija
un distanciamiento completo de los mandatos maternos
para ganar su libertad, deja espacio a una reparación:
al final la hija se reconcilia con la madre; después de la
muerte de esta última, va a llorar sobre su tumba y le
declara todo su amor.

La madre de Marie Cardinal, una mujer que pertenecía a la


clase burguesa de los colonos en Argelia, se había casado
con un ingeniero encantador, pero que no se había atrevido
a confesar a la joven esposa, antes de la boda, que había

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contraído la tuberculosis durante el servicio militar.
Su primera hija, queridísima, murió de tuberculosis en
la primera infancia. La verdad silenciada previamente
entonces salió a la luz; la madre se distanció del marido
y al final decidió divorciarse de él, a pesar del escándalo
que esto podía provocar en el ambiente católico al que
pertenecía. Inesperadamente la madre había descubierto
que estaba embarazada justo mientras se estaban
llevando a cabo los trámites del divorcio: de ahí su
decisión de abortar la hija no deseada, la misma Marie.

Lo que Cardinal reprocha a la madre no es tanto el hecho


de haber querido abortar −hay circunstancias en las que
una mujer no se siente capaz de traer al mundo un hijo, y
esto Marie lo comprende bien−, sino más bien el hecho de
no haber ido hasta el final y sobre todo haber confesado
después su miserable e ineficaz intento de abortar a la
hija, empujándola inconscientemente a la locura.

Podríamos decir sin forzarlo demasiado que la madre


de Marie Cardinal era una madre patriarcal: víctima y
al mismo tiempo cómplice del patriarcado, ella se había
esforzado en transmitir a la hija los valores burgueses,
católicos y respetables a los que ella misma atendía y
que la habían inducido, después del divorcio, a llevar una
vida de castidad dedicada a obras de beneficencia. Marie
tendrá que separarse radicalmente del legado materno
para ganar su libertad. Sin embargo, su lucha contra la
madre patriarcal, víctima consintiente de los prejuicios
de su clase, deja espacio en la novela a un proceso de
reparación, que delínea con piedad partícipe los rasgos
de una mujer joven −su madre− sometida a su ambiente,
mutilada de su independencia y creatividad y entregada a
un destino sacrificial.

Marie Cardinal, como ya he recordado, narra al final


de Las palabras para decirlo que fue a la tumba de su
madre muerta y que le declaró su gran amor, a pesar
de la terrible lucha en la que las dos mujeres se habían

55 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...
Wanda batido toda la vida: “Te quiero. Sí, te quiero. He venido
Tommasi aquí aposta para decírtelo de una vez por todas”.16 La hija
consiguió rebelarse contra la moral burguesa y católica
y contra el orden simbólico patriarcal y logró salirse de
él, ganando finalmente salud y libertad; la madre no, no
lo consiguió, permaneció prisionera de aquellos valores
patriarcales a los que había sacrificado toda su vida. Sin
embargo, el gesto de reparación de la hija le restituye,
después de la muerte, su belleza de mujer joven víctima
de los prejuicios de su clase; en la historia de su madre,
la autora reconoce la terrible mutilación que el orden
patriarcal puede ejercer sobre una mujer, sobre su libertad
y creatividad.

A la luz de sus ganancias personales de salud y libertad,


obtenidas gracias al proceso psicoanalítico, primero, y a
su reelaboración en la escritura, después, Marie Cardinal
puede confesar que ahora no considera “la cochinada de
(su) madre” una cochinada: “Es una etapa importante
de mi vida. Sé por qué esta mujer lo hizo. Ahora la
entiendo”.17

La última página de la novela contiene solo estas


palabras: “Unos días más tarde llega el mayo del 68”.18
Con esta referencia al movimiento del 68, la autora da
a entender cómo su lucha personal contra una madre
patriarcal podría desembocar finalmente en la rebelión
de una generación entera de jóvenes mujeres y hombres
contra el autoritarismo y los valores burgueses. Como
es bien sabido, dentro del 68 también se sitúa la segunda
ola feminista, caracterizada por el separatismo, por
la práctica de la autoconciencia, por la crítica de la
emancipación y por los inicios del pensamiento de la
diferencia sexual.

Marie Cardinal no se adhirió al movimiento de las


mujeres, más bien hizo de su obra narrativa el lugar
de una política de lo simbólico dirigida a desmantelar
el orden patriarcal para dar espacio a la palabra de las

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mujeres, capaces de decirse no según los estereotipos
dominantes, sino partiendo de sí. Cardinal, que sabía
bien lo importante que es para una mujer encontrar las
palabras para decirlo −para decir un secreto inconfesable,
para decir la experiencia del cuerpo femenino y de la
materialidad de la existencia−, declaró querer hacer vivo
en su escritura “el arcaísmo de nuestras vidas de mujer.
Es para ellas que tengo ganas de escribir, tengo ganas de
pasarles palabras que serán armas”.19 La autora, aunque sin
declararse feminista, combatió en el plano simbólico para
que las mujeres se pudieran decir con sus propias palabras,
sustrayéndose a los estereotipos mutiladores producidos
por el patriarcado. Cardinal emprendió una batalla en
el lenguaje dirigida a cuestionar el orden simbólico
dominante en favor de uno más cercano a la experiencia
vivida por las mujeres. De tal manera que, en mi opinión,
su obra puede inscribirse en el surco del pensamiento de la
diferencia sexual, para el cual la política de lo simbólico es
fundamental para que una mujer pueda decirse partiendo
de sí y no según estereotipos forjados por otros. Al
mismo tiempo, Marie Cardinal, sustrayéndose del orden
simbólico patriarcal y dando voz a una palabra cercana a
la experiencia femenina, no solo se salvó a sí misma, sino
también rescató la figura materna, reconociéndola al final
sobre todo como una víctima del patriarcado.

Cabe precisar, sin embargo, que, a diferencia de la madre


de Cardinal, muchas otras madres víctimas del patriarcado
han querido un destino diferente para sus hijas, poniendo
en juego estrategias de libertad en favor de estas últimas:20
por ejemplo, muchas madres sacrificadas por el patriarcado
han querido que sus hijas pudieran estudiar y que tuvieran
la oportunidad de conquistar la independencia económica,
premisa no indispensable pero importante para la
independencia simbólica.

Hoy, por suerte, la mayor parte de las madres, y no


solo las comprometidas con el feminismo, ya no son
madres patriarcales. Son mujeres, más o menos jóvenes,

57 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...
Wanda que conservan su libertad incluso en la relación con
Tommasi el compañero o con el marido, que cuidan su propia
creatividad y que mantienen relaciones significativas con
otras mujeres; estas madres no cargan sobra las espaldas
de las hijas la pesada responsabilidad de rescatar con sus
vidas su falta de realización personal, sino que las dejan
libres para seguir su camino. Las sostienen hasta que es
necesario, pero luego dejan que se vayan.

Como sugiere Luisa Muraro, la madre no solo tiene la


predisposición simbólica de dejarse sustituir por otros,
sino que es también ella la que en un determinado
momento se retrae −como la Cábala dice de Dios. Quisiera
tratar este último punto −el retraerse de la madre−
interpretándolo como un dejar que la hija se vaya. Dejar
que vaya por su camino, pero también consentirle que
se vaya de esta vida cuando permanecer en ella ya no es
humanamente soportable.

Para ilustrar este aspecto, me serviré de un último


ejemplo literario, la novela Paula de Isabel Allende.21 La
autora, sobrina de Salvador Allende (el padre de Isabel era
primo de este último), después del golpe de Pinochet en
Chile, se estableció en Venezuela y sucesivamente en los
Estados Unidos. Su recorrido fue el de una mujer libre,
anticonvencional, de izquierdas, feminista, divorciada
y, en la época de la redacción de Paula, ligada a un nuevo
compañero después de la separación del primer marido.
Su hija Paula, a la cual el libro se dirige como si fuera
una larga carta destinada a ella, es una joven mujer
enamorada de su marido, apasionada por su trabajo de
psicóloga y comprometida en actividades de voluntariado.
A los veintiocho años, Paula enferma de una enfermedad
gravísima, la porfiria, que la llevará a un coma del que
nunca volverá. Isabel acude al lecho de muerte la hija
para tratar de mantenerla con vida. Aunque Paula no
pueda oírla, la madre le cuenta su propia historia y la de
su familia, tratando de distraer a la muerte y al mismo
tiempo elaborar el propio dolor.

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Dado que Isabel dejó a Paula libre para que siguiera su
camino sin importarle su propio modelo, así, cuando la
enfermedad y el coma de Paula resultan irreversibles, la
madre, después de haber intentado por todos los medios
retenerla consigo, en su casa en California transformada
en un pequeño hospital, deja al fin que se vaya. La muerte
de la hija no significa, sin embargo, para la madre una
separación definitiva. Las palabras con las que termina la
novela son una última invocación a Paula:

“Adiós, Paula, mujer.


Bienvenida, Paula, espíritu.”22

La muerte de la hija es vivida por la madre en un estado


de quietud sagrada, como si Isabel fuera colmada “por
el espíritu de Paula, como si fuéramos uno solo, no
había separación entre nosotras, la vida y la muerte se
unieron”.23 El gesto de la madre de dejar que finalmente
la hija se vaya, después de haberlo intentado todo para
mantenerla con vida, es un gesto de libertad que, junto
al dolor de la pérdida, expresa también la esperanza de
conservar intacto el recuerdo de ella. Es por eso por lo
que Isabel da la bienvenida al espíritu de Paula mientras
se despide definitivamente de ella como mujer. No hay
separación definitiva mientras el recuerdo permanezca
vivo: en un momento dado la madre se retrae, cesa
de luchar, deja que la hija se vaya entregándola a una
muerte dulce, rodeada de su cariño y del de los demás
familiares, de sus recuerdos y de los espíritus de
sus antepasados, evocados por la madre en una larga
narración conmovida y partícipe. Ni siquiera la muerte
puede truncar completamente la relación madre-hija: al
igual que la contratación de la hija con la madre puede
continuar incluso después de la muerte de esta última,
así el recuerdo de la madre puede conservar y custodiar
el espíritu de la hija también más allá del umbral de la
separación definitiva.

59 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...
Wanda Fecha de recepción: 2 de noviembre de 2019.
Tommasi Aceptación: 1 de julio de 2020.

Palabras clave: Relación madre-hija – Irène Némirosky –


Marie Cardinal – Patriarcado – Libertad femenina
Keywords: Mother-Daughter relationship - Irène
Némirosky - Marie Cardinal - Patriarchy - Female
Freedom

notas:
1
Cfr. Luisa Muraro, L’ordine simbolico della madre, Roma: Editori Riuniti,
1991, El orden simbólico de la madre, trad. cast. de Beatriz Albertini,
Mireia Bofill y María-Milagros Rivera Garretas, Madrid: horas y Horas,
1994.
2
Cfr. Diana Sartori, “La tentazione del bene”, in Diotima, La magica
forza del negativo, cit., pp. 9-33.
3
Cfr. Diotima, L’ombra della madre, Nápoles: Liguori, 2007.
4
Cfr. Elisabeth Gille, Le mirador. Mémoires rêvés, París: Presses de la
Renaissence, 1992, Mirador. Irène Némirovsky, mia madre, al cuidado de
Cinzia Bigliosi, prefacio y entrevista de René de Ceccatty, trad. it. de
Maurizio Ferrara y Germano Lauro, Roma: Fazi, 2011, Irène Némirovsky.
El mirador: memorias soñadas, trad. cast. de Roser Berdagué, Barcelona:
Circe, 1995.
5
Cfr. Cristina Faccincani, “Paradossi del materno”, in Diotima, L’ombra
della madre, cit., p. 11.
6
Ibid., p. 12.
7
Ibid., p. 13.
8
Cfr. Irène Némirovsky, David Golder, París: Grasset, 1929, David
Golder, trad. it. de Margherita Belardetti, Milán: Adelphi, 2006, David
Golder, trad. cast. de José Antonio Soriano Marco, Barcelona: Salaman-
dra, 2006. Ead., Le vin de solitude, París: Albin Michel, 1935, Il vino della
solitudine, trad. it. de Laura Frausin Guarino, Milán: Adelphi, 2011, El
vino de la soledad, trad. cast. de José Antonio Soriano Marco, Barcelona:
Salamandra, 2011. Ead., Jezabel, París: Albin Michel, 1936, Jezabel, trad.
it. de Laura Frausin Guarino, Milán: Adelphi, 2007, Jezabel, trad. cast. de
José Antonio Soriano Marco, Barcelona: Salamandra, 2012.
9
Cinzia Bigliosi, La madre dentro. Distanza, visione e svelamento, in Gille,
Mirador, cit., p. 344.
10
Cfr. Olivier Philipponnat, Patrick Lienhardt, La vita di Irène Némirovs-
ky, trad. it. de Graziella Cillario, Milán: Adelphi, 2009, p. 69.
11
Sobre la relación madre-hija en las novelas de Némirovsky, cfr. Angela
Kershaw, Before Auschwitz. Irène Némirovsky and the Cultural Landscape of
Inter-war France, Nueva York y Londres: Routledge, Taylor and Francis,
2010, pp. 82 y ss.: Cfr. además Jennifer Milligan, The Forgotten Genera-
tion: French Women Writers of the Interwar Period, Oxford: Berg, 1996, y

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Martina Stemberger, Irène Némirovsky: Phantasmagorien der Fremdheit,
Würzburg: Königshausen & Neumann, 2006. Milligan interroga la
relación traumática entre madre e hija, mientras Stemberger presenta
una lectura en clave psicoanalítica de la identidad de Némirovsky y de la
figura de la “mala madre” recurrente en sus novelas.
12
Cfr. Gille, Mirador, cit., p. 351.
13
Cfr. ibid., p. 352.
14
Ibidem.
14
Marie Cardinal, Le mots pour le dire, París: Grasset, 1975, Le parole
per dirlo, trad. it. de Natalie Banas, Milán: Bompiani, 1976, p. 111, Las
palabras para decirlo, trad. cast. de Marta Pessarrodona, Barcelona: Argos
Vergara, 1976. Sobre esta novela de Cardinal y sobre la cantidad de
autobiografía y de reconstrucción novelada que contiene, cfr. Sacramento
Delgado Mesa, Marie Cardinal: identidad y compromiso. Análisis narra-
tológico y autobiográfico, Saarbrücken (Alemania): Académica Española,
2011, pp. 73-84.
16
Marie Cardinal, Le parole per dirlo, cit., p. 286.
17
Ibidem.
18
Ibid., p. 291.
19
Marie Cardinal, Autrement dit, París: Grasset, 1977, In altri termini, en
diálogo con Annie Leclerc, trad. it. de Laura Bruno Ventre, Milán: Bom-
piani, 1977, p. 71.
20
Sobre las estrategias de libertad usadas por muchas madres a favor de
las hijas, cfr. Cristina Borderías, Strategie della libertà. Storie e teorie del
lavoro femminile, trad. it. de Clara Jourdan, introducción de Lia Cigarini,
Roma: Manifestolibri, 2000.
21
Cfr. Isabel Allende, Paula (ed. original española, 1994), trad. it de
Gianni Guadalupi, Milán: Feltrinelli, 1995.
22
Ibid., p. 326.
23
Ibid., p. 324.

61 Tema monogràfic: Ser mare, ser filla. Experiències de llibertat femenina / Ser madre, ser hija. Experiencias de...

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