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LA REVELACION GENERAL

(LA CREACION)
Si Dios se ha revelado, tenemos que preguntarnos de qué manera lo hizo.
La Teología sistemática nos dice que Él se ha revelado de dos formas: por
medio de una revelación especial en su Palabra, y por medio de una
revelación general al alcance de todo el mundo.

¿Cómo entender bíblicamente estas dos formas de revelación y la


importancia de ellas?

Entendiendo la revelación general


La revelación general universal es esa revelación de sí mismo que Dios les
ha dado a todos los hombres. De allí viene el adjetivo “general”. Dios se
ha revelado de esta manera en la naturaleza:

“Los cielos proclaman la gloria de Dios,


Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos.
Un día transmite el mensaje al otro día,
Y una noche a la otra noche revela sabiduría.
No hay mensaje, no hay palabras;
No se oye su voz.
Pero por toda la tierra salió su voz,
Y hasta los confines del mundo sus palabras.
En ellos Dios puso una tienda para el sol…”, Salmo 19:1-4.

Los cielos, la creación misma, proclaman la gloria de Dios. Esa gloria es


la reflexión de sí mismo, de su carácter. Cuando yo veo los cielos, ellos me
dan una idea de la sabiduría, grandeza, y majestad de Dios.

Algunos se han preguntado: si este planeta es el único donde existe la


vida humana, ¿para qué Dios creó un universo tan inmenso, con millones
de galaxias y millones de astros? Creo que la respuesta a esa pregunta no
es compleja: si Dios creó el universo para que le refleje a Él, y Dios es
infinito, ¿qué tipo de universo tendría que crear Dios para que lo refleje a
Él? La respuesta sería un universo que se aproxime al concepto de lo
infinito. Un universo inmenso, con millones y millones de astros que,
como la ciencia ha probado, continúa expandiéndose.

El universo y todo lo creado proclama la magnitud de Dios. Si Él hubiese


creado la tierra solamente, y allí crea al hombre y nada más, teniendo el
poder de crear un universo de 200 millones de galaxias, esa tierra tal vez
no nos daría a nosotros una idea de su sabiduría, grandeza, y magnitud.
Nos hablaría de un dios muy pequeño capaz de crear solo la tierra. Eso no
fue lo que Dios hizo, de manera que ciertamente los cielos proclaman su
gloria.

No hay excusas ante Dios


Cuando llegamos al Nuevo Testamento, en Romanos se nos habla
nuevamente que Dios se ha revelado al hombre en la creación, pero
también en su conciencia. Esta revelación es tan clara, según Pablo, que
el hombre no tiene excusa para decir que no existe Dios.
Para Dios, el ateo niega la existencia de algo que él sabe que existe. Esto
es similar a lo que he visto en medicina con algunos pacientes diabéticos.
Tú les explicas que son diabéticos, les das la dieta para su diabetes, y
entonces la próxima vez que ellos vienen a la consulta, tú hablas con
ellos, les explicas que tienen la azúcar alta y le recuerdas la diabetes, y
ellos te responden: “yo no tengo diabetes, doctor”. Cuando un paciente
hace eso, está negando algo que él sabe que tiene. Algo similar ocurre con
el ateo en el plano espiritual:

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e


injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad. Pero lo
que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo
hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, Sus atributos
invisibles, Su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad,
siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que ellos no tienen
excusa. Pues, aunque conocían a Dios, no Lo honraron como a Dios ni Le
dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su
necio corazón fue entenebrecido”, Romanos 1:18-21.

El capítulo 2 de Romanos continúa hablando de esta revelación que todos


los hombres conocen. El hombre sabe en su corazón, en su conciencia,
que hay un Dios.

“Porque cuando los Gentiles, que no tienen la Ley, cumplen por instinto
los dictados de la Ley, ellos, no teniendo la Ley, son una ley para sí
mismos. Porque muestran la obra de la Ley escrita en sus corazones, su
conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces
y otras defendiéndolos”, Romanos 2:14-15.

El gentil sin la ley de Dios en sus manos tiene otra ley: la que Dios
escribió en su conciencia. Esa conciencia sabe que existe el bien y el mal.
En ocasiones, la conciencia lo defiende, y en otras le acusa. Esa ley moral
en el corazón le dice que hay un Dios dador de esa ley.
La función de la revelación general
La función de toda revelación de Dios es, en esencia, proclamar su gloria.
Él no ha hecho nada que no tenga el propósito de proclamar su gloria, y
qué bueno que sea así, porque la gloria de Dios es todo lo que Él es. Si
todo lo que Dios hace es para proclamar su gloria, eso implica que cada
vez que Él hace algo, me está revelando algo acerca de Él. Mientras más
me revela, mejor le conozco; y mientras mejor le conozco, mejor me
relaciono con Él. Mientras más me relaciono con Él, mejores y más
grandes son sus bendiciones.

Pero, en segundo lugar, Dios se ha revelado a sí mismo para llamar al


hombre:

“De uno solo, Dios hizo todas las naciones del mundo para que habitaran
sobre toda la superficie de la tierra, habiendo determinado sus tiempos y
las fronteras de los lugares donde viven, para que buscaran a Dios, y de
alguna manera, palpando, lo hallen, aunque Él no está lejos de ninguno
de nosotros. Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como
algunos de los poetas de ustedes han dicho: ‘Porque también nosotros
somos linaje Suyo’. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que
la Naturaleza Divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el
arte y el pensamiento humano”, Hechos 17:26-29.

El propósito por el que Dios hizo las naciones, determinó sus límites, y
determinó sus condiciones, es para ver si esas naciones eventualmente,
habiendo disfrutado de su bendición, terminarían buscándole. La
revelación general nos llama a adorar a Dios.

Necesitamos la revelación especial para salvación


Por otro lado, la revelación especial de Dios, como su nombre lo insinúa,
es esa revelación de sí mismo que Él ha hecho a algunas personas, no a
todas. Todas las cosas por las cuales Dios se ha revelado a una persona o
un grupo de personas, que otras no tuvieron, constituyen medios de
revelación especial.

La persona de Jesús es revelación especial, porque no todos le conocen,


ni todos le vieron. Aún hoy no todos tienen una Biblia que les hable de
Jesús. Las visiones y sueños que tuvieron personas en la Biblia fueron
revelaciones especiales, al igual que los mensajes por medio de ángeles y
las teofanías (como la zarza ardiente que presenció Moisés en Éxodo 3).

La revelación máxima es la persona de Cristo precisamente porque en Él


se completa la revelación de Dios (He. 1:1-3). Entonces, la revelación
general de Dios es suficiente para que el hombre sepa que Él existe, pero
no es suficiente para salvación. Yo necesito la revelación especial de Dios
para salvación, y esa revelación es Cristo por medio de su Palabra.

Un ejemplo de la necesidad del evangelio


Podemos decir que un hombre de la jungla puede llegar a la conclusión
por sí solo, sin que nadie le predique, de que existe un Dios. Pero él no se
puede salvar con eso. Él necesita a Cristo para ser salvo. Romanos 1
establece que ese hombre (como nosotros) cambió la gloria de Dios por lo
creado; terminó adorando a la criatura en vez de adorar al Creador.

Esa es la razón de su condenación. El hombre de la jungla que nunca oyó


de Cristo, él no se condena porque nunca oyó de Jesús, sino que se
condena porque él cambió el conocimiento general que tenía de Dios y
terminó adorando a la creación. Ahora, si él se fuese a salvar, sería
únicamente por Cristo. Ese hombre necesita el evangelio.

Quizás esta ilustración pueda servir: yo voy en un avión, la puerta se


abre, y decido lanzarme del avión y acabo con mi vida. Yo me morí
porque me lancé desde el avión. Ahora resulta que alguien también se
lanzó, pero lo hizo con un paracaídas. Yo no me morí por la ausencia del
paracaídas, sino porque me lancé del avión. Si no me hubiese lanzado, yo
estaría vivo. Por otro lado, el que se salvó, fue porque tomó el paracaídas.

De manera similar, las personas no son condenadas por no conocer a


Cristo, sino por haberse rebelado contra la revelación general de Dios. Y
las personas que son salvas, lo son solo por la fe en Jesús, esa revelación
especial. Cuando el hombre que nunca ha oído del evangelio se vaya a
salvar, tiene que ser por medio de Jesucristo porque Él es el único
camino al Padre (Jn. 14:6).

Maneras en que Dios Se Ha Revelado a Sí Mismo

Por Michael J. Vlach, Ph.D.

Hebreos 1:1 nos dice que Dios ha hablado “muchas veces y de muchas maneras.” El propósito de este
artículo es examinar las “muchas maneras”, en las que Dios se ha revelado a sí mismo a la humanidad.

Antes de mirar a las catorce formas en que Dios se ha revelado a sí mismo, sin embargo, vamos a ver
brevemente el significado de “revelación”. La palabra “revelación” viene de la palabra griega
apokalupsis que significa “descubrir” o “revelar”. Apocalipsis, por lo tanto, tiene que ver con revelar,
descubrir o exponer lo que previamente se oculta. Cuando se utiliza en un sentido teológico,
“revelación” se refiere a la manifestación intencional de Dios de Sí mismo y Sus planes.

Hay por lo menos catorce medios a través de los cuales Dios ha elegido revelarse a Sí mismo. Los tres
primeros en la lista comprenden lo que se conoce como “Revelación General.” La Revelación General
es la revelación que Dios da a conocer a todos los pueblos de todos los tiempos. En otras palabras, la
Revelación General es la revelación a la que todo el mundo tiene acceso. Los últimos once (4-14)
comprenden la “Revelación Especial.” La revelación Especial es la revelación específica de Dios que se
da a determinadas personas en ciertos momentos de la historia. No todo el mundo ha tenido acceso a
la Revelación Especial.

¿Cuáles son estas catorce formas de revelación? Aquí están:

1. La Naturaleza. Dios ha puesto de manifiesto ciertas verdades sobre sí mismo a través de la


naturaleza o el orden creado. Salmo 19:1 dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos.” La naturaleza le dice a todos acerca de la gloria de Dios y que todo fue
hecho por El. Romanos 1:18-21 declara: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se
hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas, de modo que no tienen excusa.” Según este texto, la naturaleza revela que Dios existe y que Él
es poderoso. Este testimonio es tan poderoso que ninguna persona puede pretender que él o ella no
conocen nada acerca de Dios.
2. La Providencia. Dios se revela a sí mismo a través de Su control momento a momento del mundo.
Esto es a menudo denominado “providencia”. La Providencia de Dios puede ser visto en Su
misericordiosa dádiva del sol y la lluvia a todo el mundo (Mateo 5:45), su provisión de alimentos, de la
lluvia, y la alegría para la gente (Hechos 14:15-17), y su instalación y destitución de los gobernantes del
mundo (Daniel 2:21). La Providencia es uno de las maneras "tranquilas" en que Dios se manifiesta a Sí
mismo. Pero al ver la historia podemos ver la mano de Dios si nos tomamos el tiempo de notarlo. La
supervivencia de la nación de Israel es un ejemplo de la providencia de Dios en acción.

3. La Conciencia. Dios se ha revelado a Sí mismo a cada uno mediante un sentido interno de lo correcto
y lo incorrecto. Romanos 2:14-15 dice que toda persona tiene la Ley de Dios “escrita en sus corazones.”
Esta brújula interna que nos alerta para lo que es el bueno y malo señala al Legislador final que
determina el bien y el mal.

4. La Suerte. El echar suertes, a veces, comunicó la voluntad de Dios al hombre (Prov. 16:33). ¿Cómo se
determinó la sustitución de Judas? Adivinó. Los discípulos echaron suertes y Matías fue elegido como
el nuevo “duodécimo” apóstol (Hechos 1:21-26).

5. El Urim y Tumim. El Urim y Tumim son las dos preciosas y misteriosas piedras en el pectoral del
sumo sacerdote. A veces se utilizó para determinar la voluntad de Dios (Éxodo 28:30; Num.. 27:21;
Deut. 33:8; 1 Sam. 28:6).

6. Los Sueños. Los sueños fueron a menudo usados por Dios para comunicar información (Gén. 20:3,
31:11-13, 24, 40-41). Dios envió a Jacob a soñar los ángeles subiendo y bajando en la escalera (Gén.
28:10-15). Dios también dio a Nabucodonosor rey de Babilonia un importante sueño sobre los
próximos imperios de la historia humana. Daniel interpretó los sueños y el resto es-, bueno, historia
(ver Dan. 2).

7. Las Visiones. Dios usó a menudo visiones para comunicar verdades importantes. Isaías tuvo una
visión del Señor “sentado en un trono, alto y sublime.” Ezequiel vio diversas visiones (Ezequiel 1:3). El
apóstol Juan vio la visión gloriosa final de los últimos tiempos mientras estaba en el exilio en la
isla de Patmos (véase Apoc. 4-22). Los beneficiarios de las visiones a menudo fueron abrumados por la
gloriosa visión que estaban viendo.

8. Voz Audible. A veces cuando Dios quería dar sus mensajes, lo hizo por Sí mismo haciendo uso de la
palabra audible. Cuando Dios quería a Samuel para ser a su profeta, simplemente habló en voz alta a
Samuel (1 Sam. 3). No, no era lo que Samuel se comió esa noche-era realmente Dios. Cuando Dios
quiso que Pedro, Santiago y Juan conocieran que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios y que
deberían escucharle, El simplemente se los dijo en voz audible (véase Lucas 9:35).

9. Las Teofanías. Una teofanía es una manifestación de Dios. Dios, por ejemplo, se presentó ante
Moisés en la forma de la zarza ardiente (Éxodo 3:2-6). Antes de la encarnación de Cristo, Dios en
ocasiones se manifestó a Sí mismo como el Ángel del Señor para comunicar su mensaje divino a la
gente (Gen. 16:7-14; Ex. 3:2, 2 Sam. 24:16, Zac. 1:12).

10. Ángeles. Los Ángeles, en ocasiones, eran enviados especiales de Dios. ¿Recuerda cuando José se
preparaba para abandonar a María después de que se enteró que estaba embarazada? Así es. Un ángel
le comunicó en sueños a José que María estaba embarazada a través del poder del Espíritu Santo. Los
ángeles proclamaron el nacimiento de Jesús (Lucas 2:10-11). Gabriel, en particular, parece ser el ángel
mensajero especial de Dios. Él fue el único que transmitió verdades importantes a Daniel (Daniel 9:20-
21). También le dijo a María que ella sería la madre terrenal de Jesús (Lucas 1:26-38).

11. Los Profetas. Los profetas de la Biblia, quienes actuaron bajo la inspiración directa de Dios, fueron
el principal medio a través del cual Dios reveló Sus mensajes. Isaías, Ezequiel, Jeremías, Daniel, Joel,
Zacarías, y otros desempeñado un importante papel en revelar verdades acerca de Dios y Sus planes en
el Antiguo Testamento. Se centraron particularmente sobre en una advertencia a la nación de Israel y
se detalla el reino venidero que sería establecido por el Mesías de Dios. Los profetas del Nuevo
Testamento desempeñaron un papel fundamental en el establecimiento de la iglesia (Efesios 2:20).
También revelaron las verdades anteriormente sin revelar sobre el “misterio de Cristo” (Efesios 3:5).

12. Milagros y Eventos Sobrenaturales. Dios utiliza algunas veces los milagros y eventos sobrenaturales
para revelarse a Sí mismo. Las diez plagas de Egipto mostraron a Faraón y a los egipcios que el Dios de
los hebreos era verdaderamente Dios y que los ‘dioses de Egipto’ no estaban a la altura de El (Éxodo 7-
11). Jesús hizo muchos ‘señales milagrosas’ para indicar el camino a El y a su mensaje.

13. Jesucristo. Tan grande como las últimos doce formas de revelación y la forma más grande de
revelación tuvo lugar con la persona de Jesucristo. En Heb. 1:1-2 dice: “Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 11:1-2). Jesucristo, la principal manifestación de Dios, revela
muchas cosas:

a. Juan 1:1 Él es el “Verbo”, porque Él es la revelación completa del Padre.


b. Juan 1:18 El revela como es el Padre.

c. Juan 5:36-37 Él revela la compasión del Padre.

d. Juan 6:63; 14:10 Él revela que el Padre da vida eterna a través del Hijo.

e. Mateo 11:27 Él revela quien conocerá al Padre.

14. La Biblia. La Biblia es la revelación escrita de Dios para la humanidad. Compilada por varios
hombres bajo la guía del Espíritu Santo (2 Ped. 1:21), la Biblia es la Palabra de Dios. La mayor parte de
lo que sabemos acerca de Dios, incluida la persona y la obra de Jesús, se encuentra en la Biblia. Revela
toda la doctrina, reprensión, corrección y orientación que se necesita para la vida piadosa (véase 2 Tim.
3:16-17).

oda revelación de Dios al hombre se encuentra comprendida en la Biblia. Sin embargo, la misma Biblia
nos dice que Dios también se revela al hombre a través de Su creación y la naturaleza; a esto lo
llamamos “revelación general”. Pero en su estado caído de pecado, el hombre ha mal interpretado
dicha revelación natural. Tal es así que uno puede encontrar en la historia de las culturas antiguas y
aborígenes que el ser humano, al buscar a Dios en la naturaleza, lo confundía con la misma. Es decir,
en vez de reconocer a un único Dios Creador, atribuía deidad a la creación misma, tal como adorar a
los astros (mayormente el sol y la luna), o los elementos de la tierra (árboles, animales etc.). O
inventaba dioses relacionados con solo una parte de la creación (dios de la fertilidad, dios de la lluvia,
etc.), y no con la creación toda.
Por eso Dios dio al hombre Su “revelación especial”, que fue dada a través de las Santas Escrituras,
para que este pudiera conocer quién es Él. Esta revelación especial está contenida en los 66 libros de la
Biblia, cuyo centro es la Persona del Señor Jesucristo. Las Escrituras son las que dan testimonio de
Cristo (Juan 5.39).

Veamos un poco más las características de cada una de las revelaciones mencionadas.

REVELACIÓN GENERAL
Hay un versículo central en el Nuevo Testamento que nos explica el fin de la revelación general:

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y divinidad, se ven claramente desde la creación del
mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas, de modo que son inexcusables. (Romanos
1.20)

Algunos piensan que cada descubrimiento científico pone en jaque la revelación bíblica, pero, por el
contrario, la confirma. El ser humano ha encontrado claramente desde un microscopio hasta un
telescopio la obra de Dios. Al ver el diseño con propósito del ADN, las máquinas biológicas a nivel
molecular, o el organismo unicelular más simple, el ser humano tendría que concluir que esto no
puede formarse de la nada. Los elementos inorgánicos no pueden formar al azar máquinas celulares
con capacidad de alimentarse, crecer y autoreplicarse. Como dice 2 Pedro 3.5, ellos ignoran de manera
voluntaria la obra de un creador.
Al ver la inmensidad del cosmos, descubrir sus leyes de movimiento y atracción y la majestuosidad de
los cuerpos celestes, el hombre tendría que ver la mano de Dios en ello:

Los cielos cuentan la gloria de Dios y la expansión anuncia la obra de sus manos. (Salmo 19.1)

Nuevamente el hombre no reconoce a un Dios Creador en este aspecto.


Como dice el Salmo 53.1: “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios.”
Lamentablemente, hoy en las escuelas y en los libros de ciencia se da la Teoría de la Evolución no como
una teoría, sino como un hecho. Por eso los padres cristianos tenemos que dar a nuestros hijos la
cosmovisión correcta. La teología es la ciencia que debe dominar el resto de las ciencias, como decía el
puritano Richard Baxter:

La obra de Cristo nos restaura por medio de la fe, a la pureza, la obediencia y el amor en los cuales el
hombre fue creado al principio. Por lo tanto, los hombres más santos son los mejores estudiantes de la
creación divina. El estudio de la ciencia no tiene valor, a menos que se esté buscando a Dios en la
ciencia. La única sabiduría verdadera consiste en ver, adorar, amar y deleitarse en Dios, tal como Él se
ha revelado en Su creación. Por lo tanto, es un peligro en la educación anteponer otras materias al
estudio de Dios. La teología debería ser primero y ser la guía en todos los demás estudios. La
naturaleza debería ser leída como uno de los libros de Dios que Él hizo para revelarse a Sí mismo. El
libro de Job y los Salmos nos enseñan que la ciencia y la teología están más ínmamente relacionadas de
lo que muchos piensan.
REVELACIÓN ESPECIAL
La revelación especial es por pura iniciativa de Dios y manifiesta al hombre sus atributos, personalidad
y obra salvífica. Dios se reveló al hombre de diversas maneras en la antigüedad; a través de
teofanías[i], sueños, visiones y Su misma Escritura (caso de los Diez Mandamientos). Muchas veces
dijo Sus palabras específicas a los hombres a manera de un dictado, pero la mayoría de las veces utilizó
la inspiración. Como dice en 2 Pedro 1.21: “Porque la profecía nunca fue traída por voluntad humana,
sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”

Pero la revelación principal de Dios, más allá de las formas mencionadas, es en la misma persona de
Jesucristo. Cristo es el centro de la revelación especial (escrita) tanto como el Creador del universo
(revelación general).

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los
profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por
quien asimismo hizo el universo. (Hebreos 1: 1 y 2)

Cristo, la segunda Persona de la Trinidad, encarnada, Dios hecho hombre, es la revelación mayor. Toda
la Escritura converge a Él como el centro.

La falsa religión de nuestros días erróneamente indaga en la revelación especial (la Biblia) buscando
“qué tiene para decir a ellos”, en vez de buscar “qué nos dice de Jesucristo”. Esta aproximación
antropocéntrica a las Escrituras es sumamente peligrosa, pues usa el libro de Dios como un manual de
vida próspera en vez de buscar a Jesucristo, el dador de la vida, el autor de la fe, el centro de todo.
Otro problema de hoy en día es que, no contentos con la revelación especial escrita, la gente busca
nuevas revelaciones extrabíblicas, menoscabando la Palabra de Dios.

Como bien dice en 2 Timoteo 4. 3 y 4:

Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se
volverán a las fábulas.

Fábula es todo aquello que no se atiene a la revelación escrita, la única fuente de verdad y autoridad
para el pueblo de Dios.

FINAL
El objetivo de nuestra Sociedad es difundir la revelación especial de Dios, o sea, la Biblia, a través de
traducciones fieles de la misma. Nos atenemos al principio reformado de la Sola Scriptura (sólo la
Escritura) como única fuente de autoridad para la iglesia. Quiera Dios bendecir este trabajo de difusión
de Su Palabra entre Su pueblo de habla hispana.

En un mundo posmoderno que niega al Creador, que la iglesia del Señor se levante como testigo fiel de
Dios, con la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Efesios 6.17) y traiga por medio de las
Escrituras todo pensamiento cautivo hacia Cristo.
Destruyendo argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2da Corintios 10.5)

La Biblia es como una pequeña biblioteca que contiene muchos libros escritos por muchos autores, la
palabra biblia proviene del griego y significa “libros”. Tomó más de mil años escribir estos libros y
pasaron muchos años más antes de que la lista de libros que se conoce hoy como la Biblia se recopilara
en un solo gran libro.

La transmisión de historias de generación en generación

Antes de que se empezara a escribir cualquier porción de la Biblia, las personas se contaban unas a
otras historias sobre Dios y la relación de Dios con la gente que se menciona en ella y sobre la cual
podemos leer hoy en la Biblia. Esta etapa de transmitir historias en forma hablada se conoce como la
«tradición oral» y es una etapa que continuó por muchos años. Las familias les contaban a las nuevas
generaciones las historias de sus antepasados y en el caso de las Escrituras hebreas (el Antiguo
Testamento), algunas de las historias fueron contadas durante siglos antes de ser escritas en su forma
final.
La escritura de las historias de la Biblia

Finalmente (alrededor del año 1.800 antes de Cristo), las sociedades del Cercano Oriente empezaron a
desarrollar formas de escritura fáciles de aprender y de usar y la gente comenzó a escribir las historias,
los cánticos (los Salmos) y las profecías que un día formarían parte de la Biblia. Estas personas
escribieron sobre papiro, un material hecho de juncos que se asemeja al papel; o sobre pergamino,
material hecho a partir de pieles secas de animales. Sin embargo, los libros del Antiguo Testamento no
fueron escritos todos al mismo tiempo. Este proceso se llevó a cabo durante siglos, pues mientras
algunos libros se escribían y recopilaban, otros se seguían transmitiendo oralmente en forma de
historias. En algunas ocasiones estas historias se iban escribiendo gradualmente y a veces se recopilaba
más de una versión de la historia, por lo cual hay partes de la Biblia que pueden confundir al lector
moderno. Como ejemplo se pueden comparar las siguientes citas bíblicas: Génesis 1:1-24 y Génesis
2:5-3:24 y 1 de Samuel 16:14-23 y 1 de Samuel 17:55-58.

Nunca se encontraron los manuscritos originales de los libros que componen el Antiguo y el Nuevo
Testamentos y lo más probable es que se desgastaran por el uso continuo o se destruyeran hace siglos.
Sin embargo, había copias escritas a mano de estos manuscritos que llegaron a ser posesiones valiosas
de sinagogas, iglesias y monasterios. Antes de que se desgastaran estas copias se hacían otras nuevas,
luego se hacían duplicados de estas copias y así sucesivamente de generación en generación. Se han
conservado algunas muy antiguas de textos del Antiguo y del Nuevo Testamentos, que actualmente se
guardan en museos y bibliotecas alrededor del mundo en lugares como Jerusalén: Londres, París,
Dublín, Nueva York, Chicago, Filadelfia, Ann Arbor, Michigan; Grecia, Italia, Rusia y Sinaí.

Una vez que se empezaron a escribir historias de la Biblia se hizo necesario hacer nuevas copias antes
de que las anteriores se desgastaran por el uso continuo y se volvieran ilegibles. Algunas veces, varios
escribas hacían copias mientras otro escriba leía el texto en voz alta.

Recopilación de las Escrituras hebreas

Es imposible saber cuándo se recopilaron finalmente todos los libros de las Escrituras hebreas.
Algunos de los textos de las Escrituras judías datan de fechas tan antiguas; sin embargo,
probablemente el proceso de recopilación de los libros no empezó sino hasta el siglo 400 a.C. Esta
compilación de libros continuó mientras se seguían escribiendo nuevos libros, aproximadamente hasta
el siglo segundo antes de Cristo. El proceso de decidir cuáles libros serían parte de las Escrituras
hebreas oficiales se continuó hasta casi alcanzar el año 100 d. C., labor realizada por rabinos
(maestros) judíos.

La preparación de la Biblia para un mundo cambiante


Fue durante esta época que se tradujeron al griego las Escrituras hebreas, traducción conocida como la
«Septuaginta», que significa «setenta» y se identifica muchas veces con el numeral romano LXX (70).
En un documento llamado la «Carta de Ariteas» se narra cómo se realizó la Septuaginta y cómo obtuvo
su nombre. Según la historia, setenta y dos eruditos comenzaron simultáneamente a traducir al griego
las Escrituras hebreas. La «Carta» dice que todos ellos terminaron al mismo tiempo, en setenta y dos
días y que todos se dieron cuenta de que sus traducciones eran ¡completamente idénticas! Los
números relacionados con el setenta de esta historia le dieron a esta traducción su nombre. Esta
versión griega de la Biblia fue la que usaron los judíos dispersos por todo el mundo romano debido a
que la mayoría de ellos hablaba el griego en lugar del hebreo. Las copias más antiguas de la
Septuaginta datan del siglo segundo antes de Cristo, más de cien años antes de que naciera Jesús. Los
primeros cristianos utilizaron también la Septuaginta como versión principal de las Escrituras hebreas.

No está muy claro cómo fue exactamente que se decidió cuáles libros se debían considerar lo
suficientemente santos como para ser incluidos en las Escrituras hebreas, lo que sabemos es que
aproximadamente en el año 100 d. C., un grupo de eruditos judíos se reunió en Jamnia, un centro de
aprendizaje judío localizado al oeste de Jerusalén. En ese entonces, los eruditos debatían sobre cuáles
libros debían estar en las Escrituras hebreas, probablemente el debate de estos eruditos determinó en
gran parte la decisión de la comunidad judía de incluir treinta y nueve libros en la lista sagrada
(canon). Otros siete libros, a veces llamados los libros Deuterocanónicos, o de la segunda lista, o canon
largo, no se incluyeron en la nómina. Actualmente la mayoría de las iglesias protestantes siguen la lista
original de treinta y nueve libros y lo llaman el Antiguo Testamento. Las iglesias Católica Romana,
Anglicana (Episcopal) y Ortodoxa Oriental incluyen los libros Deuterocanónicos en sus Antiguos
Testamentos (algunas de estas iglesias tienen un orden diferente e incluyen más de siete libros). Para
más datos sobre este tema, véase el artículo llamado ¿Cuáles libros pertenecen a la Biblia?

Las historias de Cristo y sus primeros seguidores

Jesús y la mayoría de sus seguidores eran judíos y por esto usaban y citaban las Escrituras hebreas.
Luego de la muerte de esús y de su resurrección, aproximadamente en el año 30 d. C., las historias de
Jesús y sus palabras se transmitieron oralmente. No fue sino hasta alrededor del año 65 d. C. que estas
historias y palabras se empezaron a compilar y escribir en libros conocidos como los Evangelios, los
cuales constituyen más o menos la mitad de lo que los cristianos llaman el Nuevo Testamento. Los
primeros escritos del Nuevo Testamento, no obstante, son posiblemente algunas de las cartas que el
apóstol Pablo les escribió a grupos de seguidores de Jesús esparcidos por todo el Imperio Romano.
Puede ser que la primera de estas cartas, 1ra de Tesalonicenses, haya sido escrita en el año 50 d. C. y
que otros escritos del Nuevo Testamento se hayan redactado durante los últimos años del siglo
primero o durante los primeros años del segundo siglo después de Cristo.
Los libros del Nuevo Testamento se escribieron en griego, el cual era un idioma internacional durante
este período del Imperio romano. Con frecuencia, se transmitían y leían como libros o cartas únicos.
Durante casi trescientos años, de los años 100 a los 400 d. C., los primeros líderes y consejos
eclesiásticos argumentaron sobre cuáles escritos del Nuevo Testamento debían considerarse santos y
ser tratados con el mismo respeto que se le daba a las Escrituras hebreas. En el año 367 d. C., Atanasio,
obispo de Alejandría, escribió una carta que enumeraba los veintisiete libros que él consideraba que los
cristianos debían aceptar como autorizados. La mayoría de las iglesias cristianas aceptó la lista y los
escritos que él nombró son los mismos veintisiete libros que hoy llamamos el Nuevo Testamento.

La tarea de traducir la Biblia

El griego se entendía en toda el área del Mediterráneo cuando se escribieron los libros del Nuevo
Testamento. No obstante, para finales del siglo segundo después de Cristo, de nuevo empezaron a
adquirir popularidad las lenguas regionales, especialmente en las iglesias locales. Se realizaron
entonces traducciones de la Biblia al latín, el idioma de Roma; el copto, un idioma de Egipto; y, el
siriaco un idioma de Siria. En el año 383 d. C., el papa Dámaso I le encargó a un sacerdote erudito de
nombre Jerónimo producir una traducción oficial de la Biblia al latín. Jerónimo tardó veintisiete años
en traducir la Biblia completa; esta traducción se conoce como la Vulgata y fue la versión oficial de la
Biblia en Europa Occidental durante los siguientes mil años. Durante la Edad Media, solamente los
eruditos podían leer y entender el latín; por esa época Johannes Gutenberg inventó la imprenta
moderna (alrededor del año 1.456) y el uso de las lenguas vernáculas (locales o nacionales) se volvió
aceptado y generalizado en los ambientes religiosos, oficiales y educativos. Conforme más gente
aprendía a leer, más crecía la demanda de la Biblia en lenguas vernáculas. Así fue que traductores
como Martín Lutero, William Tyndale, Casiodoro de Reina y Giovanni Diodati comenzaron a traducir
la Biblia a los idiomas que la gente usaba para comunicarse unos con otros.

El proceso de traducción de la Biblia no se ha detenido y algunos descubrimientos recientes le han sido


de gran ayuda. Por ejemplo, en los últimos 150 años se han encontrado muchos manuscritos antiguos
griegos: en 1947 se encontraron unos manuscritos muy antiguos en algunas cavernas de Qumrán,
Murabba'at y otros sitios al oeste del Mar Muerto en Israel, los cuales se conocen ahora como los
Rollos del Mar Muerto. Estos manuscritos, que datan de entre el siglo tercero antes de Cristo y el siglo
primero después de Cristo, han ayudado a los eruditos modernos a entender mejor la formación de
ciertos textos y a tomar decisiones sobre cómo traducir mejor ciertos versos o palabras específicos.

La Biblia es un libro muy antiguo que nos ha llegado porque muchos hombres y mujeres se han
esforzado por copiar y estudiar manuscritos, revisar importantes artefactos y ruinas antiguas y traducir
textos antiguos a idiomas modernos. Su dedicación ha sido trascendental para mantener viva la
historia del pueblo de Dios.

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