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Finalmente habíamos llegado aquella final, como toda regla futbolera, siempre cuartos de final
es más duro que semifinales, ésta había sido la excepción … ambos partidos se definieron
sobre el final y con gran suspenso.

Como siempre digo, el futbol, no importa donde se dé, es una cuestión psicológica, una
persona convencida que es un jugador de fútbol, que está a horas de jugar una final, donde lo
van a ver sus familiares, hijos, y él puede llegar a esa gloria, lleva plus y que plus, la armadura
de un samurai, esperando la orden de ataque.

Día de fuerte calor, la cancha de césped sintético, levantaba un aire caliente, la cenicienta había
llegado a la final, del otro lado, el tri campeón en búsqueda de su cuarto titulo consecutivo,
figuras en todas sus líneas, un equipo aceitado y trabajado, un banco de suplentes de jerarquía,
mucho oficio en estas instancias.

Contaban con un técnico y presidente de su club, que me había enseñado muchas cosas, ni
bien llegue a aquella Liga, desde el manejo de grupo, como un técnico juega su partido, una
persona que sabía todo lo necesario para tener un número sideral de torneos ganados
habiendo ganado con grandes figuras y otros que era más mano de él, oficio, sus equipos se
hacían respetar en cualquiera de las canchas y con el rival que sea.

Esa final especialmente, luego note en el planteo de él, que estaba más preocupado por
nosotros que lo normal, es decir, habíamos marcado un estilo de juego, una presencia y el
equipo se sentía ganador en cada momento.

Había planificado en mi cabeza la anterior final, con una marca personal sobre el mejor jugador
de ellos, a la vieja escuela bilardiana, donde se mueva, vos te quedas ahi al costado, había dado
resultado con creces, triunfo de 4 a 0 por la copa de Campeones, primer título de ese ciclo.

En esta final no estaba menos nervioso que la anterior, pero la encaraba distinto, ellos debían
preocuparse por nuestro juego ofensivo, los laterales, más los volantes, el desprendimiento de
uno del doble 5 y los dos nueve, 7 soldados en campo enemigo, buscando ganar el torneo.

Entrenaban dos veces a la semana, martes y jueves, en cancha de tierra y eso nos daba ese aire
para aguantar el esquema de pressing que yo imponía, sobre la salida del rival, asfixiando,
forzarlo a que la dividan, ganarla por presencia y generar juego, en ningún momento regulo.

Cuenta una vieja anécdota, que ni bien arranco el proceso conmigo como dt, era desconocido y
uno de mis jugadores, luego de una batalla ganada, subió a la confitería que había en el predio,
luego de pedirse su cerveza y un choripán, escucho en la mesa de al lado, el diálogo de dos
espectadores, donde uno decía al otro … “tienen un muchacho nuevo en el banco, los manda
apretar en todos lados, entrenan acá en cancha de tierra, cambio todo … ahora da gusto verlo
“.

Esa era la foto postal de nuestro inicio, actitud, ganas, fuerza, valor, el jugador debía
convencerse que no importaba el rival que viniera, que eran 11 como nosotros y que por más
oficio que llevaran, nosotros teníamos corazón, garra y nada nos iba a quitar del camino las mil
búsquedas de la victoria.

La charla en la ronda fue de las más light que había echo, sentía que ese momento del equipo,
saldría a jugar esa final, aunque no estuviera yo en la cancha, el famoso “ ese equipo jugaba
solo …” y así era

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