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La Sirenita de Copenhague fue creada a comienzos del siglo XX por el escultor Edvard
Eriksen, gracias al encargo de la familia Jacobsen, propietarios de la fábrica de la famosa
cerveza Carlsberg.
Se cuenta que Eriksen pretendía tomar como modelo a una famosa bailarina del Ballet
Real, llamada Ellen Price, pero ante la negativa de esta a posar desnuda, terminó
empleando como referencia a su propia esposa. EDVARD ERIKSEN
Esta pequeña sirena de bronce -que a pesar de medir poco más de un metro pesa casi 180
kilos-, se esculpió en homenaje al cuento de Andersen (un relato, por cierto, bastante más
oscuro que la edulcorada versión de Disney que todos conocemos).
Hasta ha llevado un burka -que alguien le puso a modo de protesta contra la entrada de
Turquía en la Unión Europea- y, lamentablemente, hasta un traje del Ku Klux Klan.
A pesar de todo estos actos vandálicos, siempre se la ha vuelto a restaurar (ya que se
conservan los moldes originales) y así ha conseguido cumplir, hace unos años, un
centenario de vida.
Además, desde hace unos años cuenta con compañía, pues su alter ego masculino,
llamado Han, fue instalado en Elsinor, otra localidad danesa. También está subido a una
roca y también mira lánguidamente hacia el mar, aunque en este caso está hecho de acero
inoxidable.
La Sirenita tiene además una hermana moderna, instalada en el año 2000 a unos cuantos
metros de ella. Se trata de una escultura de Bjorn Noergaard, conocida como La Sirenita
genéticamente alterada.
A pesar de que algunos turistas se sienten decepcionados cuando la ven por primera vez
(por el tamaño, quizás), la Sirenita de Copenhague es un símbolo indiscutible de la ciudad y
el monumento más visitado de Dinamarca.