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No, por lo menos, David Alleno, un joven cuidador del

cementerio. Que no sólo decidió construir su propia bóveda:


también morir muy pronto, desvelado por ocuparla.

David trabajó allí entre 1881 y 1910. Durante esos años,


privándose hasta de comer bien, ahorró para comprar el lote.
Carísimo, desde luego. Pero con su endeble sueldo tenía que
afrontar los servicios de un arquitecto y de los albañiles. Misión
imposible.

Pero no para su obsesión. Decidió hacerla con sus propias


manos, y lo logró. Pero a medias, ya que la administración del
cementerio exigía respetar rígidos cánones estéticos. Entonces,
con sus últimos ahorros, viajó a Génova y contrató a un
escultor local, de apellido Canessa, para que terminara la
bóveda.

Y así fue. Un bajorrelieve en mármol lo muestra con su ropa


de trabajo, una regadera, una escoba y un enorme candado con
sus llaves: las armas del cuidador.

Pero faltaba el último paso: la muerte. Y no quiso esperarla: se


suicidó con veneno. Tenía sólo 35 años.

Los otros fantasmas, molestos, juran que de noche se oyen


ruidos de herramientas y de materiales. "Nunca quedó conforme
del todo con su bóveda. Sigue reformándola", explican.

Una helada noche de 1881, una patota que se hacía llamar "Los
caballeros de la noche", liderada por el joven noble belga
Alfonso Kerchowen de Peñarada, secuestró el féretro de Inés
Indart de Dorrego.

Sorprendente y, hasta entonces, inédito. Exigían, antes de 24


horas, cinco millones de pesos para devolver los restos de la
mujer, cuñada de Manuel Dorrego, el ex gobernador de Buenos
Aires fusilado por orden de Juan Lavalle en diciembre de 1828.

La proclama: "De lo contrario, la justa crítica de una nación os


cubrirá de vergüenza, y el ilustre apellido quedará manchado
para siempre".

Felisa Dorrego de Miró, hija de la difunta, llamó a la policía.


Pero su mayordomo le dijo: "Es imposible que alguien haya
sacado del cementerio un féretro tan pesado, y sin que nadie lo
advirtiera". Sensatez pura. Porque los restos de la mujer
aparecieron… ¡en el panteón de la familia Requijo! A unos
pocos metros.

El rescate se pagó… con billetes falsos. Pero no hubo condena


para "Los caballeros de la noche": no había ninguna ley que
castigara el robo de cadáveres. Poco después se incluyó en el
Código Penal el artículo 171: "Dos a seis años de reclusión".
Más que un drama, fue una comedia. Hasta el más serio de los
fantasmas se mata de risa.

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