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Actividad 9:

“No se puede vivir sin una interpretación de la vida. Es esta una extraña realidad que lleva en sí
su propia interpretación. Esta interpretación es, a la par, justificación. Yo tengo, quiera o no, que
justificar ante mí cada uno de mis actos. La vida humana es, pues, a un tiempo delito, reo y juez.
Es, pues, para el hombre imposible estar sin orientación ante el problema que es su vida.
Precisamente porque la vida es siempre en su raíz desorientación, perplejidad, no saber qué
hacer, es también siempre esfuerzo por orientarse, por saber lo que son las cosas y el hombre
entre ellas. Porque tiene que habérselas con ellas necesita saber a qué atenerse con respecto a
ellas. La palabra saber significa eso: saber a qué atenerse con respecto a algo, saber lo que hay
que hacer con ello o en vista de ello.”
J. Ortega y Gasset, Unas lecciones de metafísica, Alianza, Madrid 1968

“Puntualizo: aunque las cuestiones filosóficas conciernen a todo el mundo, no todo el mundo se
convierte en filósofo. Por diversas razones, la mayoría se aferra tanto a lo cotidiano que el
propio asombro por la vida queda relegado a un segundo plano (…)
Para los niños, el mundo y todo lo que hay en el es algo nuevo, algo que provoca su asombro.
No es así para todos los adultos. La mayor parte de los adultos ve el mundo como algo muy
normal.
Precisamente en este punto los filósofos constituyen una honrosa excepción. Un filósofo jamás
ha sabido habituarse del todo al mundo. Para él o ella, el mundo sigue siendo algo desmesurado,
incluso algo enigmático y misterioso. Por lo tanto, los filósofos y los niños pequeños tienen en
común esa importante capacidad. Se podría decir que un filósofo sigue siendo tan susceptible
como un niño pequeño durante toda la vida.
De modo que puedes elegir, querida Sofía. ¿Eres una niña pequeña que aún no ha llegado a ser
la perfecta conocedora del mundo? ¿O eres una filósofa que puede jurar que jamás lo llegará a
conocer?
Si simplemente niegas con la cabeza y no te reconoces ni en el niño ni en el filósofo, es porque
tú también te has habituado tanto al mundo que te ha dejado de asombrar. En ese caso corres
peligro.”
J. Gaarder, El mundo de Sofía.

“A solas con su pasar, […] el hombre actual huye de su propio vacío: […] exprime las
maravillosas posibilidades técnicas del universo; marcha veloz a la solución de los urgentes
problemas cotidianos. Huye de sí; hace transcurrir su vida sobre la superficie de sí mismo.
Renuncia a adoptar actitudes radicales y últimas: la existencia del hombre actual es
constitutivamente centrífuga y penúltima. De ahí el angustioso coeficiente de provisionalidad
que amenaza disolver la vida contemporánea. Pero si, por un esfuerzo supremo, logra el hombre
replegarse sobre sí mismo, siente pasar por su abismático fondo, como umbrae silentes, las
interrogantes últimas de la existencia. Resuenan en la oquedad de su persona las cuestiones
acerca del ser, del mundo y de la verdad. Enclavados en esta nueva soledad sonora, nos
hallamos situados allende todo cuanto hay, en una especie de situación trans-real: es una
situación estrictamente trans-física, metafísica. Su fórmula intelectual es justamente el problema
de la filosofía contemporánea.”
Xavier Zubiri, Naturaleza, Historia, Dios, Editora Nacional. Madrid 1944

- ¿Ha perdido el ser humano la capacidad de asombrarse de lo cotidiano?


- ¿Está perdido el hombre hoy día?
- ¿Es su existencia centrífuga y penúltima en el sentido que afirma Zubiri?

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