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Manifestaciones de la sexualidad

infantil actual
El jugar sexual de los niños atravesado por las nuevas formas de hacer pública
la sexualidad que antes era privada
Susana Toporosi
Los próximos relatos corresponden a situaciones actuales de niños en relación con la
sexualidad.

1) En una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires Lucas, de 4 años, llega al jardín y
saca de la mochila un consolador que apoya sobre la mesa en la ronda con sus compañeros.
Al preguntarle la maestra qué es, responde: “Es un juguete de mi mamá.”
La maestra se lo pide para guardarlo y entregárselo a la madre. A la salida se lo da a la mamá
y ésta expresa: “¡No sé de dónde lo sacó! ¡No entiendo!”
Lucas nos muestra cómo el hallazgo de un objeto que él relaciona con el placer y el jugar de
su madre, le despierta curiosidad y deseos de mostrarlo en la escuela.

Muy distinto hubiera sido, probablemente, si él se hubiera encontrado con una escena en la
cual hubiera visto a la mamá usando ese objeto. Posiblemente hubiera resultado traumático.

2) En una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires Federico, de 11 años, tiene una
noviecita de su edad. La niña le relata que fue tocada dentro de la escuela por un adulto en el
baño al que no puede reconocer porque dice no haberle visto la cara porque se la cubría. La
niña tiene una gran excitación sexual y le pide a su noviecito que le toque los genitales
durante la clase, cosa que él realiza. Se sientan uno al lado del otro. En el recreo largo se
quedan los dos en el aula porque ella no quiere que le vuelva a pasar lo que le sucedió en el
baño, y al quedarse solos se sacan ambos la ropa y ella le pide que él la penetre, cosa que él
intenta hacer. Todo esto es relatado por el niño a su analista con bastante angustia. Ésta
concurre a la escuela a comentar el relato del abuso sexual ocurrido en el baño.
Aquí aparece claramente lo traumático que resulta para un niño o niña la intromisión de la
sexualidad del adulto (abuso sexual), que le produce como efecto una gran sobrecarga
excitatoria. Esa sobrecarga intenta ser evacuada en el vínculo con otro niño que se siente
también desbordado y angustiado, traumatizado. La niña desarrolla una compulsión a ser
tocada y a iniciar una genitalidad temprana, como modos evacuativos de un exceso que, lejos
de calmarse, se recarga para continuar. Todo esto se despliega en un lugar público, dentro del
aula.

3) Relata la mamá de Tomás, un niño de 5 años: “Tomás volvió del jardín y me cuenta que un
nene en el micro le bajó el pantalón. Me lo dijo muy serio. No es un chico de contarme
habitualmente lo que hace, ni lo que juega con otros chicos. Pero ese día me lo dijo así de
golpe, y se puso muy serio. Me di cuenta que no le había gustado lo que le había pasado. Le
pregunté: ‘¿Cómo que te bajó el pantalón?’ Me dijo: ‘Sí, vino Mariano, (un nene de su grupo
de jardín que también va en micro con él), me llevó al asiento de atrás y me bajó el pantalón.’
Le pregunté: ‘¿Sólo eso te hizo o algo más?’ Me contestó: ‘No, también me chupó el pito.’ Yo
realmente me puse nerviosa pero traté de calmarme y le dije: ‘¿Cómo te chupó el pito?’ Yo me
quedé bastante angustiada. De hecho Tomás empezó a tener algunos problemitas para
dormirse a la noche. Lo pensé con mi marido y decidimos llamar a la mamá de Mariano. Ella
se puso muy nerviosa al principio. Volvimos a hablar y me dio a entender que tal vez Mariano,
en la compu, podría haber accedido a páginas de pornografía que ellos habitualmente miran”
Recibo este relato de parte de la mamá de Tomás en el contexto de una consulta. Es como si
ella me hubiera dicho: “No me parece mal que un niño pudiera tocarse con otro en medio de
un juego. Sin embargo, el modo en que Tomás me cuenta lo que pasó da cuenta de que algo
lo sobrepasó, lo angustió y lo sobrecargó. Me di cuenta de que no se trataba de un juego con
un nene de la misma edad, porque de los juegos nunca me habla. Los juega, los vive, los
protagoniza y listo. Aquí hay algo que a él lo sorprendió, a lo cual se sintió sometido, y frente a
lo cual no pudo reaccionar. Si no le gustó, lo esperable hubiera sido que dijera que no, pero
no pudo hacerlo. Algo se le metió de golpe en la cabeza (con lo que el otro chico le hizo en el
cuerpo), y no pudo reaccionar hasta verme y lograr transformarlo en palabras para
contármelo.”

¿Y Mariano? ¿Porqué en lugar de invitar a Tomás a jugar no pudo dejar de hacerle algo que a
Tomás no le gustaba? ¿Qué lo habitaba a Mariano que en vez de proponer o invitar a hacer
una experiencia nueva, no pudo dejar de repetir algo que seguramente no soportaba solo en
su propia cabeza y necesitaba descargar sobre el cuerpo y la cabeza de otro? Seguramente
algo que consideramos traumático, excesivo, invadió la cabecita de Mariano y le rompió su
capacidad de entrar y salir del jugar. Sólo podía repetir algo que lo indigestaba, para ver si
lograba evacuarlo.

En estos tres relatos habla una época y una cultura. ¿Cuáles son los cambios actuales?

Jugar sigue siendo tan importante y valioso como lo fue siempre. Jugar es entrar en una zona
en la cual los chicos ni están a solas con sus fantasías, ni tampoco quedan atrapados en la
presencia permanente de la realidad que les exige un trabajo psíquico de diferenciación entre
lo que hay adentro de su cabeza y lo que viene de afuera, tal cual lo plantea D. W. Winnicott
respecto de los fenómenos transicionales: “…la tercera parte de la vida de un ser humano,
una parte de la cual no podemos hacer caso omiso, es una zona intermedia de experiencia a
la cual contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Se trata de una zona que no es objeto
de desafío alguno, porque no se le presentan exigencias, salvo la que exista como lugar de
descanso para un individuo dedicado a la perpetua tarea humana de mantener separados y a
la vez interrelacionados la realidad interna y la exterior.”1

En el jugar todo es posible, todo se puede combinar: los propios deseos que se transforman
por un rato en una realidad tangible; lo que angustia y asusta, que también se vive como si
estuviera sucediendo y empieza a ser procesado; experiencia cultural que permite que el niño
salga de ese estado particular enriquecido, transformado, alimentado de algo nuevo.

El juego sexual infantil, en particular, es un jugar a ser grandes. Es un juego de mirarse,


mostrarse y tocarse. La fantasía de un niño no podría nunca imaginar una situación de
sexualidad genital si no lo hubiera visto o vivido a partir del contacto directo con ella. En el
juego sexual hay búsqueda de descubrir y experimentar sensaciones placenteras corporales,
en el marco de un acuerdo tácito entre los niños de entrar en una zona en la que todo lo que
pasa tiene un marco, que es “jugando” y porque ambos quieren. Y dado que hay acuerdo
tácito, se esconde de la mirada de los adultos y de la interpretación que aquellos pudieran
otorgarle. ¿Cómo quedará atravesado el jugar sexual de los niños por las nuevas
modalidades de hacer pública la sexualidad que antes era privada? ¿Seguirán siendo
secretos, como antes era secreta la sexualidad de los adultos? Como marca de época
tenemos el sexting, que apunta a tener un minuto de gloria en la web siendo mirado por
muchos, y para lograrlo, se hacen públicos los propios genitales y la propia excitación.
Pero además: ¿qué transformaciones se han producido en los juegos sexuales de los niños a
partir de los cambios en la cultura actual, efecto de que las necesidades de consumo
inherentes a todo sujeto, se han transformado en mandatos consumistas, y que frente a cada
necesidad humana el mercado ha inventado una mercancía? La presencia de sexualidad
genital como mercancía de alto consumo en internet, la propaganda que invade a quienes ya
son previos consumidores; niños y adolescentes que se han convertido en objetos de
consumo y así se expande el turismo sexual, la prostitución y la trata de personas. En estas
prácticas, niñas y niños vulnerabilizados, comprados y vendidos, se quedan sin jugar y sin
infancia.

Vale la pena aclarar la diferencia entre consumo y consumismo: … “el consumo es necesario
para satisfacer nuestras necesidades, el consumismo es un deseo irrefrenable de consumir
que, al quedar siempre insatisfecho, activa permanentemente el circuito de seguir
consumiendo.”2

El mandato consumista transformó las relaciones de poder entre niños y adultos. Los niños
hoy son muy apetecibles consumidores por lo cual cada vez se intenta llegar más
directamente a ellos sin la intermediación de los adultos, tal cual lo demuestra el juicio a
Google por las compras realizadas por niños quienes directamente bajaban aplicaciones para
sus juegos usando las tarjetas de crédito de sus padres. Por otro lado, la rentable pornografía,
ha demostrado ser lo que más se consume en internet, sin ninguna regulación posible más
que la que cada padre o madre individualmente pueda ejercer. La única ética mercantil es
ganar más.

Largas y extenuantes jornadas laborales para los padres, el mandato de SER a través de
TENER, responsabilidad individual en la regulación del tipo de contenidos a los que acceden
los niños por TV y por internet. Estos resultan ser algunos de los cambios que atraviesan hoy
a nuestra cultura mercantilista. Erich Fromm hablaba del valor de disfrutar de algo sin
necesidad de poseerlo. “Gozar sin la codicia de tener lo que se disfruta”3 ¿Acaso en cierta
compulsión de quienes recurren a celulares y cámaras de fotografiar o filmar todo lo que se
está viendo, no está el impulso de poseerlo, dominarlo, comprarlo y tenerlo, produciendo un
cortocircuito en la posibilidad de disfrutarlo?

Y volviendo al tema de la sexualidad infantil, ¿qué pasa cuando el terreno del jugar es
cortocircuitado por algo que no pertenece al mundo infantil, la sexualidad genital, que los
niños no pueden metabolizar porque es un cuerpo extraño para el cual no están aún
preparados? ¿Qué sucede cuando no hay algún adulto con capacidad de detener, regular o
ayudar a procesar?

Estamos en una época en la cual, a partir del consumismo, se producen cambios que
descolocan a los adultos. Nuevas modalidades en relación a lo privado y lo público de la
sexualidad genital impactan e impactarán en la sexualidad infantil. Lo que por ahora parece
claro es que si la curiosidad sexual infantil se encuentra con la presencia tangible de
sexualidad adulta, ya sea por haber vivido un abuso sexual, o haber visto sexualidad adulta
en forma directa o a través de las pantallas, pueden aparecer altos niveles de angustia que
interrumpan la capacidad de jugar, y modos compulsivos ligados a una genitalización precoz
que busca alguna forma de resolución y de descarga. Siempre tiene un efecto más traumático
lo vivido que lo visto por las pantallas, pero cualquiera de esas formas introduce un exceso
muy difícil de procesar.

Zygmunt Bauman, al analizar la sociedad actual planteando que exige a sus miembros
desplegar y practicar en primer lugar las virtudes del consumidor, sostiene: “En clara
oposición a la familia ortodoxa con su estricta supervisión parental, esta laxa estructura
familiar, que expande la autonomía infantil y deja a los jóvenes librados a la orientación de sus
pares, se ajusta bien a los requisitos impuestos por nuestra sociedad moderna líquida de
consumo, individualizada en toda su extensión.”4

Notas

1. Winnicott, Donald W., Realidad y Juego, Gedisa, Barcelona, 1995.


2. Carpintero, Enrique, “Para comerte mejor. De la alimentación a la gastronomía de la
sociedad consumista”, Revista Topía, N° 71, Bs. As., Agosto 2014.
3. Fromm, Erich , ¿Tener o Ser?, Fondo de Cultura Económica, México, 1980.
4. Bauman, Zygmunt, El retorno del péndulo, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2014.
TEMAS:
sexualidad, infancia, Sociedad
Articulo publicado en
Noviembre / 2014
sexualidad, infancia, Sociedad
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