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Doctorado de Salud Mental Comunitaria. Cohorte 2015.

UNLa

Seminario: Salud Mental en niños y adolescentes

Docente: Dr. Rubén Efron, Dra. Susana Disalvo, Mg. Daniel Korinfeld

Alumno: Lic. Mauricio Gonzalez

Abril 2016

Reflexiones a partir del film iraní “La Manzana”

“Tanto Albio como Julito han entregado algo de sí mismos


para que otro pueda sostenerlos y acompañarlos.
¿Cómo hacer para que ese acompañamiento no se transforme en una condena?”
Ruben Efron

«Dirigir cine siendo mujer es casi una proeza,


pero hacerlo, además, siendo iraní es todo un desafío»
Samira Makhmalbaf.

A partir de la propuesta del docente del seminario se realizará a continuación una sucinta
articulación entre conceptos vertidos en las clases y leídos en la bibliografía acercada por
la cátedra, con la película iraní “La Manzana”.

La Manzana

Amanece en Teherán. La noticia de dos niñas, hermanas, encerradas por su propio padre
en su domicilio por 12 largos años cobra estado público, primero, en todos los diarios y,
luego, en la televisión iraní.
La vida, a partir de allí, de transformarse este ominoso hecho privado en algo público,
para Zahra y Massoumeh, ya no será la misma…

Tamizada la noticia y trascurrido un tiempo, Samira Makhmalbafi, una joven de 17 años,


hija de reconocidos cineastas iraníes, se comenzó a interesar en el destino y futuro de las
gemelas, entró en contacto con la familia y consiguió que actuaran en una especie de
documental basado en sus vidas.

El film, que está basado en hechos reales intenta reflejar diferentes aristas de un mismo
hecho bruto.

Zahra y Massoumeh, dos hermanas gemelas de doce años, son encerradas en su casa de
Teherán desde su nacimiento, el padre, alegando que sus hijas son como flores que
pueden marchitarse con el sol, no las ha dejado salir mas allá del umbral de la puerta
desde que vieron la luz.

Los vecinos alarmados por la situación –no queda en claro en la película que desencadena
la visualización de un hecho que en si venia transcurriendo hacia doce años- denuncian
a la Dirección de Asuntos Sociales la dramática situación en la que se encuentran las niñas;
el Estado interviene y las niñas podrán salir de la casa, en un inicio complejo y largo de
socialización y subjetivación.

Las hermanas quedarán libres y se enfrentarán a un nuevo mundo, totalmente


desconocido para ellas. Todo será a partir de allí puro descubrimiento. Se harán de amigas
de niños de su misma edad, compraran helados, pasearan y jugaran por la ciudad.

Es así que en la película se relata el encuentro de estas dos gemelas con el mundo
exterior. El simbólico momento en que quedan libres, atraviesan el umbral, y se enfrentan
a un nuevo mundo totalmente desconocido para ellas en donde todo las sorprende queda
plasmado en el suceder de las imágenes.

Juntas, las hermanas, descubren lo que hay más allá de la puerta de su casa y se
relacionan con otros niños.
Entremezclado con ello, se oye también la voz del padre, quien se gana la vida
fundamentalmente ofreciendo plegarias a cambio de dinero, quien insiste en decir que
obedece a los preceptos tradicionales. No entiende por qué se lo ha presentado como un
monstruo. Se siente desconcertado y herido. Esporádicamente aparece la silueta de la
madre cuyo rostro jamás podrá verse, cubierto perpetuamente con el chador, se la
escuchara maldecir e insultar, evidenciando su enojo frente a los cambios que deben
enfrentar en esa ominosa rutina que habían consolidado.

Algunas reflexiones

La cinta se convierte en una poderosa herramienta para la reflexión acerca de la


complejidad de la sociedad iraní y en particular el papel de la mujer; todos los roles
disruptivos lo llevan adelante las mujeres en el film.

Puede evaluarse también el rol de la comunidad, de los vecinos, denunciando y pidiendo


la intervención del estado en una situación que asistía a la negación de la subjetividad de
las dos niñas protagonistas desde hacia doce largos años.

Según Efron, una característica central de la convención sobre los Derechos del Niño es la
indisociabiilidad e interrelacion de los derechos que están explicitados y desarrollados en
la misma. No se ha enfatizado, afirma, ni reconocido lo suficiente la responsabilidad que
se le adjudica a la comunidad y no solo a los padres en la necesidad de dirigir y orientar al
niño para que ejerza sus derechos. La responsabilidad de la comunidad debe ser
ponderada y jerarquizada.

Es decir, no se debe absolutizar ni descontextualizar la responsabilidad de los padres y de


la comunidad en cuanto a su deber de proteger a los niños y proporcionarles una guía y
dirección.
Esta responsabilidad debe contemplar la evolución de las facultades del niño; y ello no
implica otra cosa más que la exigencia de escucharlo en cada una de sus etapas evolutivas
y exige también ir reconociendo las vicisitudes de su maduración.

Escucharlo también implica legitimar sus opiniones. Ello sin desconocer que en el
complejo recorrido histórico el niño pasa de un lugar de inexistencia a una consideración
de él mismo como sujeto. Es decir, se pasa del niño inexistente al niño como sujeto de
derecho.

Sabemos que escuchar a un niño es escuchar las señales de su sufrimiento, escuchar a sus
vínculos afectivos, familiares y comunitarios. Escuchar a un niño es responsabilizarse.

Es decir, el interés superior del niño reduce su condición abierta e indeterminada cuando
al ponerlo en vinculación con el derecho del niño a ser escuchado se legitima y se le da un
lugar a la opinión del niño y esta aporta un sentido que contribuye a una mayor
determinación del interés del niño.

Así, vemos en la película cómo la trabajadora social en cierto punto de su intervención


escucha a estas niñas cercenadas de sus derechos. Le da la opción de liberarse y comenzar
a valerse por ellas mismas, a la vez que también escucha a ese padre que podríamos decir,
desde los recursos con lo que contaba hizo lo que pudo.

Cuando se trata de la protección de los niños, el problema se complica aun mas porque no
son únicamente los hechos que han desencadenado la separación los que son juzgados,
sino también la actitud posterior de los padres hacia el hijo y los servicios sociales. Detrás
de la defensa del niño se perfila un juicio de valor sobre los padresii

Pensando en ello, rápidamente uno podría asestarle duros golpes al padre de la niña,
quien las encierra durante 12 años sosteniendo y creyendo que así las protegía… sin
embargo, a medida que la película transcurre, uno puede entender, sin justificar, algunos
porque de la actitud de ese padre, que con escasos recursos simbólicos para echar mano,
intenta hacer lo que cree es lo mejor.
En el transcurso de la película se ponen de relieve aquellas acciones que desde la
interacción apuntan a la construcción de subjetividad. Allí, aparece el juego, asociado al
contacto con otros chicos del barrio, como constitutivo de subjetividad y sociabilidad.

Este padre, un anciano de 65 años, sin empleo, llamado Ghorban Ali Naderi aplicó la ley
musulmana. Es sobre esa creencia que mantuvo a estas niñas iraníes alejadas de todo
contacto humano.

Ghorban era un hombre estricto y religioso que estaba preocupado por su honor y el de
sus hijas; no deseaba que sus hijas estuvieran expuestas a las pecaminosas influencias del
mundo exterior mientras él estaba fuera de la casa.

Las niñas crecieron, así, tras las rejas y paredes de una casa pobre de Teherán, sin
bañarse, sin aprender a caminar correctamente y emitiendo solamente gruñidos
inarticulados. Se habían transformado en una piltrafa.

Durante años nadie se dio cuenta de esta atrocidad. Hasta que unos vecinos dieron parte
a las autoridades de la Dirección de Asuntos Sociales la dramática situación en la que se
encontraban las dos hermanas gemelas, encerradas por su padre desde su nacimiento, y
las niñas, al fin, pudieron ser rescatadas.

La trabajadora social examinó la situación y se enfrentó a los padres que aseguraban


protegerlas así del mundo exterior: esa fue la opción que tomaron para mantenerlas
seguras del mundo, alejadas del ojo masculino. La asistente social advirtió a los padres
que tomaría a las muchachas bajo su cuidado si sus circunstancias no mejoraban. Se
permitió que el matrimonio conservara la custodia a condición de que quitaran las rejas y
candados de su puerta delantera.

Cuando la trabajadora social volvió, las encontró de nuevo inmovilizadas por su padre.
Ghorban se quejó, lloró e insistió inútilmente en que no había hecho otra cosa que
cumplir con el mandato de lo que le enseñó la tradición. Para apoyar sus palabras sacó un
vetusto libro de Consejos para los Padres que inspiró literalmente su accionar. En el libro
se podía leer: “La mujer es una flor que se marchita al sol y la mirada de los hombres es
ese sol”.

La trabajadora social decide sancionar dicha situación, así, mientras que las niñas
consiguieron salir a la calle e interactuar con otros niños, Ghorban fue forzado a
permanecer en casa tras las rejas de la puerta. Escena cargada de mucho simbolismo en
tanto es la mujer quien libera a las niñas y el hombre quien se queda encerrado hasta que
son sus niñas quienes lo liberan.

La mujer, furiosa tras descubrir que el padre de las niñas sigue manteniéndolas bajo llave,
lo encierra a él dentro de la casa, le da una sierra para que corte los barrotes y deja salir a
las niñas, quienes no saben qué hacer con su nueva libertad.

El padre, un anciano de origen turco, deja de parecer un villano para convertirse en un


hombre atrapado en sus creencias, víctima a su vez de la ignorancia.

La cinta está cargada de muchos símbolos y alegorías, desde la manzana del título (con su
obvia connotación bíblica) hasta los relojes que compran las gemelas en una de sus
escapadas con una de las niñas vecinas.

Además en el transcurso de la breve filmación podemos ver la transformación de Zahra y


Massoumeh, quienes inicialmente viven en condiciones infrahumanas y al final del filme
han aprendido muchas palabras e interactúan con otros niños con naturalidad

En la película de Samira Makhmalbaf hay, si se quiere, víctimas de una cierta tradición


cultural y religiosa. Pero ningún victimario.

Para finalizar, me gustaría señalar que una posible lectura además de las expresadas es la
que asevera que el padre de las niñas en definitiva lo que hace, lo hace no solo por
ignorancia, religiosidad, etc., sino que lo hace por amor… amor a su mujer y amor a su
propio honor.

Es a ella a quien en el fondo intenta cuidar, es ella quien debe cuidarse del sol, y para ello
si es necesario sacrificar a sus hijas (con el concomitante cuidado que aparentemente ello
acarrea), Ghorban está dispuesta a hacerlo, rozando así la conflictiva posición del héroeiii.
La escena final donde esta mujer lograr alcanzar la manzana acompaña metafóricamente
lo afirmado aquí. Era ella quien no debía caer en el pecado. El honor de Ghorban había
sido así mancillado.

Es por ello que el padre despierta, en lugar de condena, un inexplicable y contradictorio


sentimiento de piedad.

Allí es que acude, pensando en estas niñas que no podemos dejar de ver, las palabras de
Efron usadas como epígrafe, donde asegura que esos niños debieron perder y ceder algo
para dejarse ayudar. Dice puntualmente: “Tanto Albio como Julito han entregado algo de
sí mismos para que otro pueda sostenerlos y acompañarlos ¿Cómo hacer para que ese
acompañamiento no se transforme en una condena?”

Su libertad, su subjetividad, su condición de niñas fueron cedidas, sacrificadas en pos de la


creencia y el amor de este padre hacia su mujer; ignorante por algunos momentos,
religioso ortodoxo, víctima/victimario, por otros momentos.

Bibliografia:

Eliacheff, Carline: Del niño rey al niño víctima .Violencia familiar e institucional. Editorial
Nueva Visión. 1997. Buenos Aires.

De la Aldea, Elena y Lewkowicz, Ignacio. En “La subjetividad heroica. Un obstáculo en las


prácticas comunitarias de la salud”. Ficha de la cátedra.

Efron, Ruben: Niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Del malestar al protagonismo y las
vicisitudes del acompañar. Editorial académica española. 2012.

Publicacion del Municipio de Lanus: En busca de la ternura. Protección de derechos de la


Niñez en Lanus 2007-2015.
i
Samira Makhmalbaf nació el 15 de febrero de 1977 en Teheran, Irán. Es hija del cineasta Mohsen
Makhmalbaf y de la guionista Marziyeh y hermana de la cineasta Hana Makhmalbaf y del productor
Maysam Makhmalbaf. Cuando tenía 8 años participó en la película de su padre The Cyclist. Entre 1994 y
1997 realizó sus estudios de cine en una escuela privada donde hizo dos cortos: Deserty Painting
Schools (documental).
En 1997, trabajó como ayudante de dirección en The Silence y dirigió su primera película Sib (La manzana),
siendo la realizadora más joven en competir jamás en el Festival de Cannes de 1998, que ganó numerosos
premios en festivales internacionales.
En 2000 dirigió las películas Takhté siah, La pizarra y Panj é asr (A las cinco de la tarde, 2003), ambas
ganadoras del Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Posteriormente ha dirigido una de las historias
incluidas en la película coral 11 de septiembre, (11’09’’01-September 11, 2002) y Asbe du-pa / Two-Legged
Horse, El caballo de dos patas (2008), que es su cuarto largometraje.
ii
Cf. Eliacheff, Carline: Del niño rey al niño víctima .Violencia familiar e institucional. Editorial Nueva Visión.
1997. Buenos Aires. Página 19.
iii
Cf. De la Aldea, Elena y Lewkowicz, Ignacio. En “La subjetividad heroica. Un obstáculo en las prácticas
comunitarias de la salud”: “El héroe está avalado por los valores más elevados, porque trabaja por "el Bien...
de la comunidad", porque viene a salvar lo que es bueno, y eso le da una autoridad moral indiscutible. El
héroe es solidario, "da todo"; su entrega, su espíritu de sacrificio, su compromiso con los valores lo sitúan en
un lugar de "plena verdad", y por lo tanto no se lo puede criticar: es indudablemente bueno –y susceptible de
ofenderse ante la menor sospecha de impureza–. En su discurso sostiene que lo que hace es "por el bien del
otro". "Yo no importo porque lo importante es el otro. Lo que hago no es para mí, es para los demás". Ese
discurso de sacrificio otorga un valor y una posición al héroe por sobre los demás. Y con esa autoridad
enfrenta la situación desde un lugar omnipotente”. (Lewkowicz)

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