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Traducción al español

Copyright © 2023 by Simon McHardy & Sean Hawker


Todos los derechos reservados.

Los personajes y las acciones de este libro son completamente ficDcios. Los nombres, personajes e
incidentes son producto de la imaginación del autor. Cualquier parecido con personas vivas o
muertas o con hechos anteriores son pura coincidencia. Este libro no refleja las acciones u
opiniones del autor.
¡Ping!
Miro la pantalla iluminada de mi teléfono. El mensaje dice: "Søren1. Estoy en proceso de parto. Ve
al hospital Prince Andrew, sala de maternidad 2 ¡Apresúrate!"
Agarrando con fuerza el volante, piso el acelerador. Veo cómo la aguja del velocímetro sube de
treinta a sesenta kilómetros por hora y los coches a mi lado se convierten en borrones fugases. No
me lo puedo creer. Por fin ha llegado el momento. Voy a ser padre por primera vez. A pesar de las
palpitaciones de mi pecho y de las capas de sudor que me cubren las palmas de las manos, estoy
radiante y con una sonrisa de oreja a oreja.
Es todo tan surrealista. Mi mujer, Lisa, y yo queríamos tener hijos desde que nos conocimos hace
catorce años. Tras numerosos tratamientos de fecundación in vitro2 y dos abortos espontáneos,
empezaba a pensar en que su vientre estaba maldito, pero justo cuando creíamos que se había
perdido toda esperanza, recibimos la noDcia que estábamos deseando. Un niño. Søren Jr. No
fueron los nueve meses más fáciles de mi vida, pero sabía que valdrían totalmente la pena.
Voy a ser el mejor padre del mundo para el pequeño Søren Jr. Claro que antes tendré que poner mi
vida en orden, pero un bebé es la mejor moDvación para hacerlo. Ser un buen ejemplo de padre y
de hombre para mi hijo será el nuevo propósito de mi vida. Se acabaron las noches bebiendo
hidromiel con mis colegas en el club. También ayudaré más a Lisa con las tareas de la casa. Hay
mucho que hacer ahora que hay un niño; construir una casa en el árbol y ese Dpo de cosas.
El cambio más importante que necesito hacer como nuevo padre es dejar de violar y matar
mujeres. He intentado mantener a raya el impulso durante el embarazo de Lisa, pero déjame
decirte que ha sido un trabajo muy duro. Cincuenta y siete tumbas sin nombre yacen en el bosque
detrás de nuestra casa. Bajo cada mon_culo de Derra descansa una joven a la que violé y golpeé
hasta dejarla irreconocible para luego masacrarla a sangre fría.
Lamento decir que cedí a mi adicción hace cuatro semanas, cuando me fijé en una chica guapa que
estaba en la parada del autobús una tarde. Tendría unos veinte años. Llevaba el pelo rubio
recogido en coletas, sujetas con una cinta de seda roja. Una falda ajustada acentuaba todas sus
curvas, y tenía unas tetas jodidamente gigantes. Créeme, estaba pidiendo que la violara con una
plancha de neumáDcos antes de que usara la herramienta para romperle el cráneo.
Se me chorrea la boca cuando me imagino su cadáver desnudo. Le dejé la cara hecha una pulpa
sanguinolenta de carne cruda y huesos asDllados. Después de sacarle los ojos con un
destornillador y metérselos por su coño destrozado, estaba aún más hermosa. Y antes de
enterrarla, no pude resisDrme a llenar esas cuencas vacías hasta el borde con mi semen caliente y
humeante.
Mi miembro palpita y se hincha, presionando dolorosamente contra mi ropa interior. Me desvío de
la carretera principal y entro en el aparcamiento del hospital. Sólo puedo pensar en otra dosis.
Aparco y el edificio gris de hormigón se eleva ante mí. Dos conductores de ambulancia llevan a un
paciente gimiente envuelto en una sábana blanca a través de las puertas correderas automáDcas
del hospital. Respiro hondo. De repente, se me quitan las ganas de acabar brutalmente con la vida
de una mujer. No puedo pensar en otra cosa que en Søren Jr. Nos lo vamos a pasar muy bien

1
Nombre de origen danés y noruego que proviene del la5n “Severus”, significando “severo” o “serio”.
2
Expresión en la-n que significa “en vidrio”, se u9liza comúnmente en el campo de la medicina para
describir procesos que ocurren fuera del cuerpo humano.
juntos, él y yo. Disfrutaremos de picnics en el parque los días de verano. Crecerá orgulloso de que
su padre le haya enseñado a montar en bici y a pescar. Juntos presentaremos nuestros respetos a
nuestros antepasados.
Camino a paso ligero por la entrada. El corazón me late con fuerza contra las cosDllas. Intento
mantener la compostura, aunque por dentro podría saltar, gritar y cantar de alegría. Podría besar a
la primera persona con la que me cruzara. Una figura solitaria y esqueléDca, mortalmente pálida y
vesDda con un pijama de gran tamaño, se desploma en una silla de ruedas oxidada aparcada en el
largo pasillo lleno de eco. Siento un cosquilleo en la nariz por el olor a lejía del ambiente. El olor
me recuerda a cuando até a una mujer y le lavé el coño con una botella entera. Le quemó las
entrañas y el feto que llevaba dentro. Gritó durante días hasta que le me_ un bate de béisbol hasta
la garganta.
Como la figura está demacrada y calva, no puedo decir si es hombre o feto. Enrolla un cigarrillo
delgado con manos temblorosas y amarillas. Me dirijo hacia el ascensor y pulso varias veces el
botón de la pared. La puerta se abre y veo a una mujer sollozando en brazos de un hombre con los
ojos desorbitados. Al hombre le cuelgan mocos de la nariz. Es repugnante. Su muestra de dolor me
sugiere que deben haber perdido a un familiar. Un niño, con suerte. Se me pone la polla Desa al
pensar en su hijo muerto enfriándose lentamente en la cama de un hospital. Quizá murió una
adolescente de catorce o quince años. Tal vez la encontraron hinchada y morada por haber estado
boca abajo en un río durante una semana. El pre-semen babea de la punta de mi miembro y me
deja la ropa interior pegajosa.
El ascensor sube a la cuarta planta. Maternidad 2. La puerta da a un ves_bulo oscuro. La
enfermería está abandonada y no hay señales de vida. Deambulo por el pasillo y me asomo a las
habitaciones laterales, pero todas están vacías. La puerta de una habitación está ligeramente
entreabierta. Una mujer grita desde dentro. Sus desgarradores gemidos de dolor casi me hacen
estallar. Me quedo clavado en el siDo. Los gritos son una sinfonía deliciosa para mis oídos.
Una comadrona vesDda de azul está de pie a los pies de la cama, sacando una fea forma de vida
púrpura de un coño ondulante y dilatado. Su vagina parece una ardilla a la que han golpeado con
un rodillo hasta matarla. Un hombre tembloroso recorre la habitación mientras, de vez en cuando,
echa miradas furDvas a la mujer que se retuerce, cuyo rostro está oculto por una maraña de
cabellos dorados empapados de sudor.
Mis ojos se abren de par en par cuando su peluda vagina caga lentamente al bebé arrugado. Me
recuerda a la vez que atropellé con mi coche a una mujer. Lo grabé todo para masturbarme cuando
Lisa estuviera en el trabajo. Cuando la rueda pasó por encima de la cabeza de la mujer y ésta crujió
bajo el neumáDco, su cerebro rezumó lentamente por todo el suelo. Creo que fue la vícDma
número treinta y cinco. La zorra también me suplicó que le cortara el cuello después de que le
hubiera meDdo varias piedras grandes y roto ramas de árbol en su coño... No, espera, esa fue la
número treinta y seis. La treinta y cinco era la estudiante universitaria oriental de tetas turgentes
que se meDó una colmena en el coño después de que le asara los pezones con la plancha de pelo
de Lisa.
"Eso es, Sra. Shelley, un empujón más. Está casi fuera", dice la comadrona.
Mi mano serpentea dentro de mis pantalones. Me agarro la polla dura como una roca y, de
repente, vuelvo a sacar los dedos. ¿Qué estoy haciendo? Ya no quiero ser ese Dpo. Tener a Søren Jr
significa empezar de nuevo. No puedo seguir violando y matando putas al azar, aunque, Dios lo
sabe, todas se merecen lo que les pasa.
La agonía del parto de la mujer me persigue por el pasillo mientras huyo. Son como cantos de
sirena, pero me mantengo fuerte. Tengo que meter mis ganas de hacer estas travesuras en un
baúl, cerrarlo y Drar la llave. Como hice con la chica que trabajaba en el mercado de pescado. Le
me_ una botella de tequila por el coño y luego le pisé la barriga. El vidrio se rompió, le cortó el
útero y se desangró en minutos. Siempre fue educada conmigo cuando le compraba arenques y
carpas, y aún pienso en ella a menudo. De todos modos, un hombre de verdad Dene deberes
familiares que debe cumplir para poder mirarse orgulloso en el espejo cada mañana. Quiero que
mi hijo sepa que su padre es un proveedor fiable. Søren Jr sabrá que está seguro a mi cuidado.
Nunca se quedará sin amor ni sin carne. Hago esta promesa a mis antepasados.
Encuentro a Lisa en una de las habitaciones del fondo del pasillo. La habitación Dene una gran
ventana desde la que se ve la ciudad. Las luces de los edificios cercanos centellean como estrellas.
Es fácil idenDficar la ubicación aproximada de nuestra casa. También puedo disDnguir el bosque
detrás de la propiedad. Me muerdo el labio, tentado por la idea de todas mis niñas durmiendo
para siempre en el suelo, de los gusanos dándose un fes_n con su carne y las lombrices de Derra
arrastrándose por sus coños.
Una comadrona negra y obesa con un cordón de "aprendiz" se apretuja en una silla junto a la
cama. SosDene la mano de Lisa. Mi mujer se parece a la de la otra habitación. Tiene el pelo pegado
a la cabeza, la piel enrojecida y las piernas abiertas. Otra comadrona, vesDda de azul, Dene la cara
enmascarada entre los muslos de mi mujer. Del coño de Lisa mana una secreción verde y espesa, el
tapón de parto, aunque para mí se parece más al vómito de gato. "Hola, Lisa", digo, asomándome
por encima de ella y de la comadrona en prácDcas. Soy un hombre corpulento, mido 1,80 y peso 90
kilos. El linaje de mi padre se remonta a los vikingos. Saquear y violar está en nuestro
ADN. Por eso me encanta agredir sexualmente a las mujeres.
Lisa levanta la vista _midamente y esboza una leve sonrisa antes de volver a su rítmica respiración.
"Su mujer está increíblemente bien, señor Jorgensen", dice la comadrona
dice, aunque su voz está algo apagada debido a la máscara. Sus ojos parecen jóvenes y amables.
No puede tener más de veinDcinco años. Imagino su cadáver magullado y maltrecho en una tumba
en el bosque. Me imagino cortándole las tetas y comiéndoselas en rebanadas del pan de soda
casero de mi madre. Mi polla escupe una gota de eyaculación cuando pienso en destrozarle el
colon, primero con mi impresionante falo nórdico de veinte cen_metros y luego con unas Djeras de
jardinería oxidadas.
"Es una noDcia maravillosa", le respondo.
"En la próxima contracción necesito que empujes fuerte, Lisa", me dice la comadrona.
Mi mujer asiente. Aprieta la mandíbula y se le salen los ojos. Las venas le sobresalen de la frente
como si intentara cagar una bola de bolos.
"Buena chica, eso es, sigue empujando. Puedo ver la cabeza", dice la comadrona. La comadrona en
prácDcas palmea la mano de Lisa.
La visión del coño abierto de mi mujer hace que mi polla Demble violentamente. Me muevo
incómodo de una pierna a otra. Desvío la mirada y miro por la ventana para intentar disfrutar del
paisaje, pero es inúDl. Huelo la sangre.
"¿Te ha cogido el pelo?" pregunta Lisa.
Mis ojos vuelven a clavarse en el coño sobreesDrado de Lisa rezumando a mi hijo. La vagina de Lisa
parece untada en gelaDna de buey. "¿Eh?" Respondo.
"El pelo. ¿Nuestro hijo es rubio?", dice.
Asiento con la cabeza. Aprieto demasiado los dientes para hablar. Siento que las uñas se me clavan
en las palmas de las manos. La piel de los nudillos está tan tensa que creo que va a desgarrarse.
"Necesito aire", consigo decir. Las dos comadronas y Lisa no me hacen caso mientras salgo
tambaleándome de la habitación. Los maridos nerviosos deben de ser algo habitual en un hospital.
En una sala de maternidad.

"Ya casi está. Empuja, Lisa, empuja..." La voz de la comadrona llega


en el pasillo vacío.
Lisa gruñe y chilla. Søren Jr debe estar casi libre de su
agujero. El olor a sangre de mujer flota desde la habitación y me encuentra de espaldas contra la
pared del pasillo. No puedo resisDrme a inhalar el aroma metálico que emana de una vagina
traumaDzada. El olor me estremece. Salivo profusamente por la parte delantera de mi barba. Un
gruñido gutural comienza en mi garganta, aumentando lentamente hasta converDrse en un grito
de guerra.
"¡Cuatro semanas!" grito. Es lo bastante fuerte como para hacer temblar la Derra.

Gritos y choques se arremolinan a mi alrededor. Manos anónimas me agarran los músculos, pero
soy demasiado fuerte. Las rechazo con facilidad. Mis fosas nasales se agitan. De repente me doy
cuenta de que la habitación apesta como un matadero y las paredes blancas, que se cierran sobre
mí, están salpicadas de líneas escarlata. La gorda matrona en prácDcas yace tendida en el frío suelo
laminado. Su ropa está hecha jirones. Mi polla está entre sus nalgas rubicundas y le estoy
penetrando el culo con tanta fuerza que la cabeza de mi polla perfora su pared intesDnal. Una
mierda líquida y caliente burbujea alrededor de mi pene venoso y gotea sobre mis huevos. No grita
porque ya está muerta. Mi puño ha atravesado la parte posterior de su cráneo. Mis dedos acarician
materia cerebral y fragmentos de hueso. Resbaladizos y blandos al tacto, los sesos se me pegan a
los dedos. Acerco la boca a los trozos de papilla rosa y les doy un mordisco.
Mi vista se desenfoca. No puedo pensar con claridad. Intento localizar a la comadrona
enmascarada. Hay un brazo aquí, una pierna allá. No hay cabeza. La Dra de luz fluorescente que
hay sobre mí parpadea erráDcamente. Miro hacia arriba y veo más partes del cuerpo pegadas al
techo. Un ruido estridente me punza las sienes. Me vuelvo hacia Lisa. Sigue en la cama, cubierta de
sangre y vísceras. Me grita, pero no enDendo lo que dice. Para ser sincero, me da igual.
El pequeño Søren Jr sobresale hasta la mitad de su coño. Por un momento, su mirada me toca la
fibra sensible, pero la sed de sangre es demasiado grande. Necesito saciar el hambre voraz que hay
en mi interior de violar y asesinar mujeres que se remonta a generaciones. Lo siento, Lisa. Tengo
cuatro semanas de deseo vikingo que desatar. Espero que puedas tratar de entender la
desesperación de mi situación.
Salto de la comadrona muerta a la cama. Lisa intenta apartarme, pero está débil y aterrorizada. Le
agarro de las muñecas y le rompo los brazos por el codo. Unas dentelladas atraviesan su piel
porosa. Me grita en la cara y le doy un fuerte puñetazo en la mandíbula, que se desencaja de las
bisagras. Balbucea y farfulla por un lado de la boca. Mi mano envuelve mi polla ensangrentada y
enjabonada de mierda y la meto con fuerza en su coño dilatado.
La gran punta penetra la suave cabeza de Søren Jr. y se pliega como un fino cartón. Mechones de
pelo rubio me hacen cosquillas en la polla hinchada mientras aporreo a Lisa con todas mis fuerzas.
La machaco contra el colchón, que está húmedo y huele a sus jugos. El recién nacido se arruga
alrededor de mi polla. Está húmedo y caliente, como su madre. El chirrido de los órganos
pulverizados del bebé emana del coño destrozado de Lisa. El pequeño torso de mi hijo se ha
converDdo en una masa viscosa, pero es lo bastante grasienta como para servir de lubricante
cuando saque mi miembro del coño de Lisa y se la meta hasta los cojones.
La rabia hierve en mis arterias. Me avergüenzo de mis actos, pero no puedo evitar violar el culo
roto de mi mujer. Mis pelotas se tensan y un potente chorro de semen entra en sus entrañas. Hay
tanta lefa que, incluso cuando me reDro, salpico más semen por todas partes. Mis ojos se posan en
la devastación que hay entre las piernas de Lisa. Søren Jr no es más que carne de hamburguesa
aplastada y empapada de semen. Un desastre lamentable. Mis antepasados vikingos habrían
arrojado infantes muertos como él para que los devoraran los lobos hambrientos.
Me bajo del colchón y salgo de la habitación, con los pantalones por los tobillos y la polla aún
erecta y goteando viscera. Arrastrando los pies por el pasillo, los gemidos de la otra parturienta me
despiertan de mi delirio. Entonces me doy cuenta de que el pequeño Søren Jr. y mi querida Lisa ya
no están. Joder. Demasiado para pasar página. De repente, los gritos de la mujer son susDtuidos
por vítores, aplausos y el llanto de un bebé.
Al menos un hombre de esta sala ha sido padre hoy.
Me gustaría felicitar a los nuevos padres y desearles lo mejor antes de irme a casa con mis hijas, y
demostrarme a mí mismo que puedo superar mi adicción si realmente decido hacer el esfuerzo.
Me arrastro hacia la única otra habitación ocupada de la maternidad y empujo la puerta
lentamente con mi miembro.
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