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ANDRI EMILIO MENDEZ GONZALEZ 6-CS

NOTICIA DE ÁFRICA

El país sufre crecientes niveles de inseguridad y una gran falta de confianza en


la policía. El asesinato de un clérigo durante un atraco en pleno servicio
religioso dominical multiplica las voces a favor de portar armas
“Fue un acto cruel y malvado. Me preocupa el tejido moral de esta nación”, se
lamenta el pastor Jaibhesi Dota, clérigo de la Iglesia Cristiana de Sion, la mayor
confesión religiosa autóctona africana en Sudáfrica. Se refiere al robo violento
ocurrido en la iglesia de Newlands, un barrio acomodado de la ciudad
sudafricana de Johanesburgo. El pasado 8 de octubre, un grupo de hombres
armados irrumpió en el templo durante un abarrotado servicio religioso y fue,
fila por fila, exigiendo a los fieles que les entregaran anillos de boda, teléfonos
móviles, llaves del coche y dinero en efectivo. Durante el atraco, el pastor
Dwayne Gordon, que se encontraba en el púlpito, recibió un disparo en el
cuello y murió ante una congregación traumatizada.
Sudáfrica experimenta crecientes niveles de inseguridad. El país registró 45
homicidios por cada 100.000 habitantes en 2022 y 2023, situándolo entre las
naciones más violentas del mundo, según la organización africana sin ánimo de
lucro Instituto de Estudios para la Seguridad. Se trata de la ratio más alta de las
últimas dos décadas

Los robos en lugares de culto son un fenómeno nuevo en Sudáfrica, añade


Dota. “Hace 15 años, los delincuentes respetaban, más o menos, los templos,
las mezquitas y las iglesias”, puntualiza. “Recuerdo que, en 2005, cuando era
pastor, un ladrón se me acercó y me dijo: ‘Rece por mí, pastor, he robado una
cartera en el tren, necesito perdón
La delincuencia no se limita a las iglesias cristianas. En las mezquitas también
ha habido casos de imanes asaltados a punta de pistola durante las oraciones
del viernes, señala Farida Mehmet Khan, director de una escuela musulmana
en Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más grande de Sudáfrica. “Se ha
abierto la veda en los lugares de culto”, afirma.
Los bancos sudafricanos, mientras tanto, han dejado de ser tan atractivos para
los ladrones durante los últimos años debido al aumento de los pagos sin
dinero en efectivo y la mejora de la tecnología, señala Kakande. En 2022 no
hubo atracos “tradicionales”, donde se retiene al personal y a los clientes a
punta de pistola, “debido a las nuevas medidas de seguridad”, corrobora el
South African Banking
Algunos responsables de las mezquitas e iglesias asediadas ya apuestan por
armarse o contratar guardias privados. En Sudáfrica es legal la posesión de
hasta siete armas de fuego para defensa personal o fines recreativos. “Si esta
abominación continúa, pronto tendremos pastores predicando en el púlpito con
la Biblia y chalecos antibalas, y diáconos vigilando el patio de la iglesia con
escopetas”, reflexionaba el pastor Tom Fazenda, clérigo bautista jubilado, tras
el asesinato del pastor Gordon en octubre. “Los fieles pronto no tendrán otra
opción”, sentencia el imán Jabil Bere, clérigo musulmán de Durban, ciudad a
orillas del océano Índico y tercera de Sudáfrica. “Las mezquitas se ven
abocadas a un incómodo dilema”.
Solo el 27% de los sudafricanos confía en la policía, según datos del South
African Human Sciences Research Council. Las fuerzas de seguridad enfrentan
acusaciones de brutalidad policial, pero también, simultáneamente, de
permisividad con la delincuencia, algo que algunos expertos atribuyen a su
escasa formación, los bajos salarios, la corrupción y la falta de equipos
tecnológicos sofisticados. “El historial de la policía sudafricana es pésimo”,
resume Carter Mavhiza, analista económico independiente de Pretoria, la
capital. También faltan efectivos: según analistas como el criminólogo Guy
Lamb, el número de policías ha bajado de 150.600 en el año 2018 a 140.000
hoy.

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