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Sudáfrica está experimentando crecientes niveles de inseguridad y violencia, con una tasa de homicidios de 45 por cada 100,000 habitantes en los últimos años. Los robos en lugares de culto se han vuelto más comunes, incluido un tiroteo fatal durante un servicio, lo que ha llevado a algunas comunidades religiosas a considerar armarse para protegerse dado el bajo nivel de confianza en la policía y sus dificultades para hacer frente a la delincuencia.
Sudáfrica está experimentando crecientes niveles de inseguridad y violencia, con una tasa de homicidios de 45 por cada 100,000 habitantes en los últimos años. Los robos en lugares de culto se han vuelto más comunes, incluido un tiroteo fatal durante un servicio, lo que ha llevado a algunas comunidades religiosas a considerar armarse para protegerse dado el bajo nivel de confianza en la policía y sus dificultades para hacer frente a la delincuencia.
Sudáfrica está experimentando crecientes niveles de inseguridad y violencia, con una tasa de homicidios de 45 por cada 100,000 habitantes en los últimos años. Los robos en lugares de culto se han vuelto más comunes, incluido un tiroteo fatal durante un servicio, lo que ha llevado a algunas comunidades religiosas a considerar armarse para protegerse dado el bajo nivel de confianza en la policía y sus dificultades para hacer frente a la delincuencia.
El país sufre crecientes niveles de inseguridad y una gran falta de confianza en
la policía. El asesinato de un clérigo durante un atraco en pleno servicio religioso dominical multiplica las voces a favor de portar armas “Fue un acto cruel y malvado. Me preocupa el tejido moral de esta nación”, se lamenta el pastor Jaibhesi Dota, clérigo de la Iglesia Cristiana de Sion, la mayor confesión religiosa autóctona africana en Sudáfrica. Se refiere al robo violento ocurrido en la iglesia de Newlands, un barrio acomodado de la ciudad sudafricana de Johanesburgo. El pasado 8 de octubre, un grupo de hombres armados irrumpió en el templo durante un abarrotado servicio religioso y fue, fila por fila, exigiendo a los fieles que les entregaran anillos de boda, teléfonos móviles, llaves del coche y dinero en efectivo. Durante el atraco, el pastor Dwayne Gordon, que se encontraba en el púlpito, recibió un disparo en el cuello y murió ante una congregación traumatizada. Sudáfrica experimenta crecientes niveles de inseguridad. El país registró 45 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2022 y 2023, situándolo entre las naciones más violentas del mundo, según la organización africana sin ánimo de lucro Instituto de Estudios para la Seguridad. Se trata de la ratio más alta de las últimas dos décadas
Los robos en lugares de culto son un fenómeno nuevo en Sudáfrica, añade
Dota. “Hace 15 años, los delincuentes respetaban, más o menos, los templos, las mezquitas y las iglesias”, puntualiza. “Recuerdo que, en 2005, cuando era pastor, un ladrón se me acercó y me dijo: ‘Rece por mí, pastor, he robado una cartera en el tren, necesito perdón La delincuencia no se limita a las iglesias cristianas. En las mezquitas también ha habido casos de imanes asaltados a punta de pistola durante las oraciones del viernes, señala Farida Mehmet Khan, director de una escuela musulmana en Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más grande de Sudáfrica. “Se ha abierto la veda en los lugares de culto”, afirma. Los bancos sudafricanos, mientras tanto, han dejado de ser tan atractivos para los ladrones durante los últimos años debido al aumento de los pagos sin dinero en efectivo y la mejora de la tecnología, señala Kakande. En 2022 no hubo atracos “tradicionales”, donde se retiene al personal y a los clientes a punta de pistola, “debido a las nuevas medidas de seguridad”, corrobora el South African Banking Algunos responsables de las mezquitas e iglesias asediadas ya apuestan por armarse o contratar guardias privados. En Sudáfrica es legal la posesión de hasta siete armas de fuego para defensa personal o fines recreativos. “Si esta abominación continúa, pronto tendremos pastores predicando en el púlpito con la Biblia y chalecos antibalas, y diáconos vigilando el patio de la iglesia con escopetas”, reflexionaba el pastor Tom Fazenda, clérigo bautista jubilado, tras el asesinato del pastor Gordon en octubre. “Los fieles pronto no tendrán otra opción”, sentencia el imán Jabil Bere, clérigo musulmán de Durban, ciudad a orillas del océano Índico y tercera de Sudáfrica. “Las mezquitas se ven abocadas a un incómodo dilema”. Solo el 27% de los sudafricanos confía en la policía, según datos del South African Human Sciences Research Council. Las fuerzas de seguridad enfrentan acusaciones de brutalidad policial, pero también, simultáneamente, de permisividad con la delincuencia, algo que algunos expertos atribuyen a su escasa formación, los bajos salarios, la corrupción y la falta de equipos tecnológicos sofisticados. “El historial de la policía sudafricana es pésimo”, resume Carter Mavhiza, analista económico independiente de Pretoria, la capital. También faltan efectivos: según analistas como el criminólogo Guy Lamb, el número de policías ha bajado de 150.600 en el año 2018 a 140.000 hoy.