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La humanidad tiene un registro de ser cambiante con el paso del tiempo, adoptando costumbres,
formas de actuar y estrategias diferentes según lo requiera la época en cuestión. En la presente
realidad, lo que parece pedir el mundo es el discurso dulce al oído, la manipulación de la verdad
por medio de palabras melodiosas, abogando así al sentimiento de las masas en pro del beneficio
propio. Este modus operandi lleva a que las personas se preocupen más de cómo los demás perciben
su discurso, en vez de realizar acciones que los lleven a la posición que desean.
Los políticos son, en definitiva, el ejemplo más claro que se tiene. Las campañas políticas desde
hace un buen tiempo dejaron de tratarse principalmente en el desarrollo de propuestas efectivas
que puedan resultar en la evolución de un determinado territorio, y pasaron a ser dominadas por
discursos polarizadores que intentan convencer a los receptores de que, sin duda alguna, el
contrincante es una pésima opción. La exaltación de promesas poco realistas, con bases pobres y
argumentos sin peso alguno, es cada vez más común. Resulta complicado pensar en una sociedad
que admita, valide y elija a políticos que tengan este modus operandi, pero para entenderlo tenemos
a disposición una frase común en estos tiempos, “Lo importante no son los hechos, lo importante
es la narración”.
Lee McIntyre, en su libro ‘Posverdad’, menciona que la posverdad equivale a una forma de
supremacía ideológica, a través de la cual sus practicantes intentan obligar a alguien a creer en
algo, tanto si hay evidencia a favor de esa creencia como si no. Este patrón es fácil de identificar
en los discursos del ‘ingeniero’, que rechazaba debates por doquier y sólo se concentraba en
venderse cómo el único que podía salvar a Colombia de caer en las manos de un exguerrillero que,
inequívocamente, llevaría al país a la ruina. Asimismo, McIntyre comenta que, la posverdad ocurre
sólo cuando pretendemos afirmar algo que es más importante para nosotros que la verdad misma.
Para los que estaban a cargo de esa campaña, sólo importaba ganar, y se acomodaba la narración
en pro del objetivo.