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alguno.
Katya Tocci está dispuesta a admitir que puede haber mordido más de
lo que podía masticar.
Twin Estates #2
1
¡Tú primera cita con Eros Match! Califica en nuestra escala del uno al
diez para desbloquear otras posibles coincidencias.
K
atya Tocci miró a través de la mesa, sin siquiera molestarse en
esconder el hecho de que no prestaba atención a su cita en
absoluto. Si se molestaba con el sistema de calificación del
sitio de citas de Eros, habría anotado a este caballero en los negativos.
Tal vez eso era un poco duro. Era limpio y atractivo, y oigan, al menos
estaba luchando por pasar bien la noche. Katya había renunciado hace dos
copas de vino, así que en realidad, debería recibir una calificación negativa.
Sin embargo, nunca se propuso ser así. Cada vez que encontraba una
pareja, se prometía a sí misma que sería el regreso de la “Katya nueva”. La
gatita sexual que fue tan descarada como para entrar a un club de sexo y
tener un encuentro con el dueño. La atrevida novata que había puesto de
rodillas a un magnate inmobiliario. Se vestiría sexy, coquetearía, y usaría a
estos chicos como papel higiénico. Al igual que un par de chicos la usaron.
Estaban en una mierda tan profunda, de hecho, que los eliminó por
completo. No les había dicho una sola palabra en dos semanas. Dos semanas
de lidiar con el daño, enojo y cosas inconclusas… se sentía como varias vidas.
Vidas enteras y muuuuchas pintas de helado.
Bueno, técnicamente eso no era cierto, había dos que eran muy buenos
en ello.
Le daría una oportunidad más. ¡Eros! Un sitio para amantes era una
empresa con sede en San Francisco, hecha específicamente para las
personas que vivían en y alrededor del área metropolitana. Como una
herramienta promocional, tenían un evento: cócteles y citas rápidas. Ella se
había inscrito en un capricho, aunque en ese momento, asumió que nadaría
entre chicos antes del evento.
Ahora lo miraba como una línea de meta. Si no podía tener las bolas
para tener algún tipo de aventura sexual al final de la fiesta, lo tomaría como
un signo de que realmente y verdaderamente no era una zorra de citas.
Una más. Una cita más, y luego voy a cerrar mi perfil de zorra y decir
adiós a la Katya nueva.
2
Respira. Respira. No pienses. Respira. Respira. ¿Firmé el papeleo que
envió la oficina? Respira. Respira. Tengo que comprobar ese acuerdo de
fideicomiso. Respira. Respira. Dios, ¿qué está haciendo ella ahora mismo?
¿Cómo se jodió todo? Sabía que debí escucharme y seguir caminando… No
pienses. Respira. Respira.
A
unque el hábitat natural de Wulfric Stone era una piscina
olímpica, no era la única forma de ejercicio que tenía: tenía un
trabajo estresante, tenía muchas maneras diferentes de
quemar la tensión. Correr era un segundo más cercano a la natación para
aclarar su cabeza. Creaba un tipo diferente de ardor en sus músculos,
producía toda una nueva plétora de molestias y dolores.
Sin embargo, no con correr. Qué cruel, un deporte que lleva a una
persona a kilómetros de distancia de su punto de partida, y luego cuando se
esfuerzan, todavía tienen que dar la vuelta y recorrer la misma distancia al
regresar. ¿Sientes que te desmoronas? Ningún estanque ingrávido para
flotar. No, el mejor escenario significaba esperar encontrar un parche fresco
de hierba para caer y rezar que tus músculos no se acalambraran, todo
mientras la gravedad ejercía presión en cada miembro.
Respira. Respira.
Bueno. Tal vez estaré perdido aquí para siempre. Eso resolvería todo.
Jesús, ¿cómo fue que todo se jodió tanto?
Y lo que era peor, podría haberlo evitado todo. Había sabido lo mal
que podía ser el final entre ellos, había visto todo desatarse desde el
principio y trató de evitarlo haciendo lo que mejor sabía hacer. Ser un idiota.
Después de todo, si le hablaba de su pequeña artimaña, ella lo dejaría. Si no
se lo decía y se enteraba, ella lo dejaría. Si Liam se lo contara, lo dejaría. Era
muy claro para Wulf que el único resultado posible era que Katya lo dejara.
—¡AH!
Su puño se estrelló contra el árbol antes de que supiera que su brazo
se movía. No había sentido el puñetazo, golpeando el tronco tan fuerte como
pudo, pero Wulf apenas sintió nada. Estaba entumecido.
Por supuesto que no sentí nada. Soy Wulfric Stone, y las piedras no
tienen sentimientos.
Por primera vez desde que Katya se alejó de él, se calmó y examinó la
situación.
Y se lo permití.
Así no era él. ¿Desde cuándo Wulfric Stone alguna vez aceptaba un no
como respuesta? ¿Desde cuándo hacía muecas y se quejaba? ¿Cuándo se
convirtió en una norma tener rabietas en medio del bosque?
K
atya Tocci lo miraba fijamente. Solo que no se parecía a la
Katya que conocía. No la dulce, medio inocente, y adorable
diosa pastelera.
Por supuesto, tal vez no era tan simple. Claramente, el perfil era en
represalia a lo que él y Wulfric Stone le hicieron. No hay furia más grande
que la de una mujer despechada, y aparentemente una mujer que fue
manipulada para acostarse con dos hombres a la vez podría enfurecerse lo
suficiente como para acostarse con muchos otros hombres para vengarse.
Liam gimió y se frotó las manos sobre el rostro. ¿Qué hacer? Miró su
teléfono. No había hablado con Wulf desde el día en que Katya los había
encontrado hablando de ella. Desde que descubrió que se conocían y solo
fingieron que no.
Liam podía admitirlo, Wulf era más decisivo. Era más probable que
Wulf actuara. Querría saber sobre el perfil de Katya, y querría hacer algo al
respecto. Tendría ideas sobre qué hacer al respecto.
No. No, puedo hacer esto solo. Soy inteligente, puedo encontrar una
manera. Puedo hacer algo. No lo necesito, y ella tampoco.
Liam levantó sus mangas y se inclinó hacia delante otra vez. Comenzó
a escribir en el teclado. Puede que no fuera tan inteligente, ni tan rico, ni tan
impresionante como Wulf, pero tenía un par de trucos en la manga. Puede
que perdiera la primera batalla, pero no perdería la guerra.
T
ori Bellows estaba de pie en el pasillo, rascando su esmalte de
uñas. Eran las seis en punto, pero ya estaba vistiendo medias
de red, pantalones cortos ajustados y una camiseta corta.
Vestida para trabajar en el club de Liam. Tenía el cuerpo para hacerlo, y la
actitud para asegurarle a la gente que mantuvieran sus manos para sí
mismos.
—¿Qué? ¿Qué simplemente puedes ser una zorra igual de grande que
el resto de las chicas ahí afuera?
—Tal vez. O quizás que puedo salir y encontrar a un hombre sin que
se trate de algún elaborado engaño. Que puedo ser sexy y atractiva sin
alguna gran farsa. Que puedo… puedo controlar a quién veo, y lo que hago
con ellos —terminó.
Tori gruñó, pero era difícil discutir con alguien intentando encontrar
su independencia. Después de un minuto, encontró la forma.
—Mira —susurró—. Estoy de acuerdo contigo, normalmente. Estoy a
favor de que estés a cargo y lo que sea. Literalmente puedes dormir con la
mitad de San Francisco y no te juzgaré. Demonios, haría una fiesta. Si eso es
lo que en verdad quisieras. Pero no creo que eso sea lo que quieres. Ni
siquiera creo que quieras hacer esta cosa de las citas rápidas y no haré una
fiesta por eso. Totalmente te juzgaré por ello.
—Kat…
—¿¡Katya!?
—Oh. Bueno… ¿Supongo que eso está bien, entonces? —ofreció Katya
y él rio de nuevo.
—Sí. Así que, esto es una locura, ¿eh? Encontrarnos aquí, cuando
vivimos como a unos sesenta metros de distancia. Simplemente podría
haberte invitado a salir junto al basurero —dijo, y ella soltó una carcajada.
—Mi error. ¿Esta es la parte en que debo hablar de todos mis logros?
¿Mi récord crediticio? —comprobó.
—¿Récord crediticio?
—¡No lo hizo!
—Lo siento, pero creo que he terminado de salir con mis vecinos por
un tiempo —le dijo. Él presionó una mano sobre su corazón.
—¡Oh, vamos, no soy nada como ese tipo! No tengo una camiseta de
surfista y tengo un trabajo a tiempo completo —señaló Gate.
—Por favor. Por favor, Katya, cinco minutos. Le diste a otros diez
extraños cinco minutos. Simplemente dámelos a mí —rogó. Ella miró
alrededor y se dio cuenta que algunas personas estaban mirándolos
fijamente. Gimió, luego jaló de su brazo liberándose de su agarre.
—De todas formas, ¿¡qué estás haciendo aquí!? ¿Cómo llegaste a esta
mesa? —demandó. Se habría dado cuenta si él hubiera estado sentado justo
a su lado todo el tiempo.
—Típico.
—Te quedan cuatro minutos. ¿Por qué estás aquí? ¿Me estás
acosando? —De pronto jadeó cuando la idea apareció en su cabeza.
—¡No puedes hacer esto! —siseó—. ¡No puedes… eres como un niño!
Haces lo que quieres y no esperas ninguna repercusión, y luego, cuando
existen, mientes, engañas, robas y hace todo lo posible para salirte con la
tuya sin pagar las consecuencias.
—Lo sé, pero, ¿sabes qué? Si el castigo por todo lo que he hecho es
perderte, entonces maldita sea, voy a hacer toda esa mierda loca para
ganarte de vuelta. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que me
perdones —le aseguró.
—Oh, ¿en serio? ¿Qué tal ser un ser humano decente? —gruñó.
Empezó a decir algo más, pero no podía oírlo. La planta baja del
edificio era un bar lleno de gente y el ruido lo ahogaba. Katya fue directo a
una salida de emergencia y se dirigió hacia un callejón. Casi estaba corriendo
cuando lo oyó irrumpir por la puerta detrás de ella.
Ella jadeó.
—Esto es un chantaje.
—Apenas.
—Wulf maneja tus edificios, haré que me deje salir de ese contrato.
Esta vez, ella se rio. En serio rio. Las lágrimas escociéndole los ojos.
—¿Estúpido?
—No.
—No tengo nada que decirte, Liam. Quiero irme a casa, estoy cansada.
—Nada.
—Sí.
—Y yo también lo era.
—Ella nunca…
—Lo sé, lo sé. Pero, aun así. Fui una persona horrible. Las cosas que te
hicimos… No merezco tu perdón, pero nunca me detendré hasta que lo gane
—le dijo.
—No estoy pidiendo mucho. Solo… que tal vez respondas a la puerta
cuando golpee, de vez en cuando. Quizás tomar una taza de café conmigo —
sugirió. Ella respiró hondo.
—Mentiroso.
La última vez que Liam había rogado fuera de su puerta, Tori la había
abierto y le había dado una patada en las bolas “solo para callarlo”, había
insistido ella.
—Sabía que esto iba a ser difícil. Puedo manejarlo —le aseguró.
—No estés tan seguro. Tengo que irme —dijo, dando un paso a su
alrededor.
Liam respiró hondo. Era una persona jovial por naturaleza, pero ella
sabía que él no manejaba que le dijeran “no” muy bien. Por lo general, era
capaz de hablar sobre cualquier cosa. Pero no esta situación.
Por fin, asintió y sin decir otra palabra, giró sobre sus talones y
marchó en la dirección opuesta. Katya lo miró durante un rato, luego se dio
la vuelta y se dirigió hacia una parada de BART1.
1BART: (San Francisco Bay Area Rapid Transit System), un sistema de transporte público de alta
velocidad que sirve a varios distritos del Área de la Bahía de San Francisco en California.
5
A
unque estaba de “sabático” en su trabajo, Katya aún iba a
hacer algunos de los pasteles de boda que habían sido
encargados. Específicamente, quería hacer el pastel de su
amiga Lauren. Era un proyecto enorme, en realidad eran tres pasteles, todos
elaborados y tenían que ser perfectos para el gran día. Katya no le confió la
tarea a nadie más.
Katya dijo que sí, la llevaría. Tori sería su acompañante. Lauren rio y
tuvo que decir que había esperado que otra pelea de comida se repitiera.
La boda era el sábado y Katya solo tenía dos días para terminar de
hacer todas las flores, perlas de azúcar y encaje comestible. Los pasantes de
la pastelería estaban haciendo las capas de pastel y cubriéndolas con
fondant, pero todo lo demás quedaba en manos de Katya.
Era por eso que salía corriendo el jueves por la mañana. Se había
levantado tarde accidentalmente, siempre trataba de llegar a la pastelería
alrededor de la seis de la mañana, así podría conseguir la mayor parte de su
trabajo hecho antes de que la tienda abriera a la diez. Ya eran las ocho, sin
embargo, lo que significaba que solo tenía un par de horas antes de que los
clientes comenzaran a ir y venir, lo que inevitablemente significaba que
recibiría una avalancha de preguntas de los empleados y pasantes.
Ese era el sofá más grande que había visto alguna vez.
—¿Barry?
—¿Angularla? —preguntó.
Katya levantó la vista cuando el ascensor hizo ding. Barry debió haber
logrado sacar la mesa, porque las puertas delante de ella se abrieron. El sofá
comenzó a moverse, pero cuando se hizo aún más evidente que el gigante no
encajaría, los tipos comenzaron a desacoplar las piezas seccionales.
—¿Quién?
—Mire, señora, no sé nada de Han, solo sé que el tipo que reservó este
trabajo, nos ofreció doscientos dólares extra a cada uno si logramos
descargarlo todo en una hora, así que a menos que vaya a ayudar, apreciaría
si moviera su fino trasero fuera de mi camino —gruñó él, luego las puertas
se cerraron.
—Oye —gritó ella, moviéndose para dar un paso alrededor del sofá—.
¿De qué tipo estaba hablando tu amigo…?
Katya no podía levantar los ojos. Si lo hacía, sería real. Y no podía ser
real. Lidiar con Liam era bastante difícil, pero al menos él era suave. Como
una manta, la rodeaba y envolvía. Era fácil olvidar que pudo herirla.
Con Wulfric Stone, sin embargo, era imposible olvidar. Él fue forjado
en hielo y tenía afilados bordes de hojas de afeitar. Ya la había hecho
pedazos una vez. Si volvía a resbalarse, la cortaría justo por la mitad.
—Ese ya no es su apartamento.
—Fácil, soy dueño de la casa y se las ofrecí por la mitad del alquiler
que estaban pagando aquí. Casi que me rogaron que los dejara mudarse —
explicó él. Katya levantó sus manos.
—Algo así.
—Te hiciste esto sola —le dijo él—. Te he dejado mensajes. Muchas
veces. Incluso te envié flores.
—Eres increíble.
—Gracias.
—No iba como un cumplido.
—Aunque ha pasado algún tiempo desde la última vez que hablé con
ella, mi hermana difícilmente es una extraña —respondió.
—Oh, Dios Santo, no me digas que hiciste algo tan desesperado como
las citas rápidas.
—¡No! ¡Las citas rápidas fueron solo por diversión! ¡Ir a la orgía de los
swinger después fue el acto de desesperación! —le gritó. A diferencia de
Liam, no hizo un movimiento para detenerla. Tomó los golpes como si nada
extraño estuviera sucediendo en absoluto.
—Siempre supe que te estabas conteniendo —suspiró—. Pero la
respuesta a tu pregunta es no. Sabía que no estabas en el edificio. No tenía
idea dónde estaba Eden, él y yo no hemos hablado en un tiempo.
—¿Él no sabe que acabas de… mudar a las personas y mudarte aquí?
—preguntó Katya.
—No me importa.
—Pero él es el dueño: tiene algo que decir sobre quién vive o no acá.
Lograré que haga que te vayas —amenazó Katya. Wulf rio.
—Entonces me mudaré.
—No te atreverías.
Katya sintió que se estaba ahogando. Solo quería seguir con su vida.
Después de dos semanas de sentir lástima por sí misma, había sentido como
si hubiera empezado a avanzar. Había empezado a sanar. Entonces boom,
consiguió ser derribada por Liam, después tumbada por Wulf.
—No estoy de acuerdo con esto, Wulf. No puedo ser recuperada por
intimidación y acecho. Ni siquiera puedo ser recuperada, punto —le advirtió
ella. Él sonrió y dio un paso más cerca otra vez.
—¿Qué problema?
—¿Disculpa?
Katya no dijo nada. Solo se giró y salió, sin siquiera darle una mirada.
***
Katya fue capaz de mantener su mente clara por casi dos horas
ininterrumpidas. Vertió cada pizca de su concentración en su trabajo,
terminando la última de las flores comestibles y fijando casi la mitad de ellas
en su lugar sobre los pasteles reales. Estaba colgando las flores restantes en
un armario hermético cuando los acontecimientos de las últimas dieciocho
horas la alcanzaron finalmente. Se apresuró a entrar en la sala de descanso,
luego gritó en su gruesa chaqueta.
Solo soy un reto para él. Eso es lo que es. La que se escapó.
Con ese pensamiento, Katya finalmente dejó de gritar. Wulf no estaba
acostumbrado a perder y había estado tan cerca de ganársela. Tener esa
victoria arrebatada en realidad debe haberle dolido.
Sacudió su cabeza y terminó de recoger sus cosas. Ella no era así, Liam
tenía razón. No hacía cosas por rencor o enojo. Ni siquiera la nueva Katya;
pudo haber sido una gatita sexy, pero no era una gran perra.
No. No, no quería seguir por ese camino. No quería convertirse en esa
chica, la que termina en un video viral, rayando el auto de su exnovio y
desprestigiando a su nueva novia, o lo que sea. Las cosas habían sido
oscuras, justo después de que la “ruptura” había sucedido. A medio camino
se había convencido de dormir con la mitad de San Francisco, se había dicho
que frotaría eso en sus rostros de alguna manera. Muchas cosas. Fantasías
de incendiar el lujoso auto de Wulf, o romper cada uno de los videojuegos de
Liam, cosas así. Pero en verdad nunca les haría algo malo a ellos.
… ¿o sí lo haría?
6
K
atya no estaba segura de quién se veía más sorprendido, si ella
o Liam. No se había permitido pensar en lo que iba a hacer
cuando había marchado en dirección a su edificio. No había
sido invitada, y estaba segura que no había estado esperándola. Para nada.
Probablemente nunca jamás.
—De acuerdo.
—Lo digo en serio, Liam. No hagas una promesa que no estás seguro
que puedas cumplir.
—¿Quiénes?
—Dios, ¡Los Han! Vivían en el ático de mi edificio, ¡han vivido allí por
más de diez años! —gritó.
Al menos está solo. Jesús, este es Liam con quien estoy tratando… ¿y si lo
encontraba con alguien? Es casi sorprendente que no lo hiciera.
—Juro. —Liam alzó las manos—. Que no tenía idea. Descubrí dónde
estaría a través del viejo acoso por internet, eso es todo. No puede hacer
esto, le diré que tiene que mudarse.
—¿De verdad?
—De verdad.
—No tan rápido. Siento como que estamos haciendo un progreso aquí.
¿Qué harás esta noche?
—Boda.
—¡Katya!
Alzó la vista ante el sonido de su nombre, preparándose. Preparada
para encontrar a Wulfric mirándola fijamente. Pero no se trataba de él.
Sonrió cuando Gaten Shepherd atravesó el vestíbulo.
—Lo sé. ¡Lo que me recuerda! Sé qué haces carpintería, pero, ¿conoces
a alguien bueno con cosas eléctricas? Mi horno sigue sin funcionar y la
administración de mierda del lugar sigue sin arreglarlo —dijo, dando una
mirada glacial en dirección a Liam. Él tragó saliva con fuerza.
—Oye, tómatelas con Wulf. Solo soy dueño del lugar, no lo manejo —
dijo. Ella puso los ojos en blanco.
—Igualmente.
—¿Él es tu cita?
Casi empezó a carcajearse, luego se dio cuenta que torturar a Liam era
algo divertido. Mantuvo las risitas a raya.
—Katya —comenzó en una voz suave. No. No, no, no, no, no. No el
dulce y amable Liam. Ella nunca había manejado bien ese aspecto de su
personalidad—. Sé que te hicimos algunas cosas realmente malas. Pero mis
sentimientos por ti siempre fueron reales, siempre te conté la verdad sobre
estos. Incluso si nunca me correspondes, incluso si nunca vuelves a
hablarme de nuevo luego de este momento, seguirías importándome, y
puedo notar que no te gusta ese tipo. Así que no hagas esto.
—Voy a decirte esto una vez más —dijo, su voz temblando un poco—.
Lo que haga no. Es. De. Tu. incumbencia. Si no puedes manejar eso, si crees
que tienes derecho a saber qué sucede en mi vida, entonces lo que sea que
estemos comenzando aquí, debería terminar ahora mismo.
Katya gruñó mientras subía los pisos hasta su casa. Wulfric Stone,
viviendo dos pisos encima de ella. Liam Edenhoff, todavía viviendo a un
edificio de distancia de ella. Dos hombres con los que se había involucrado,
acostado, tenido profundas y personas relaciones. Dos hombres que la
habían hecho sentir poderosa, ayudado a crecer y cambiar desde lo más
hondo de ella. Dos hombres que la habían usado, masticado y luego
escupido.
Además, no dolía saber que a Tori le gustaba contarle a Liam todos los
nuevos hábitos de citas de Katya. En realidad, era increíble que Liam no la
hubiera despedido, todavía.
—Porque Jan dijo que, si alguna vez lo hacía por cualquier motivo que
no fuera por un error en el trabajo, que él y cito rasgaría su maldita cabeza y
se la metería por la uretra. Uretra, Kat. Casi me hice pis de la risa.
—Por favor, me aman allí. Hay miembros que no vienen a menos que
esté trabajando, ¿lo sabías? Liam no puede deshacerse de mí. Además, creo
que tenerme allí, incluso siendo una perra todo el tiempo, lo hace sentir un
poco cerca de ti —dijo Tori. Su voz era simple, como si estuviera
parloteando, pero el sentimiento era terriblemente dulce. Katya frunció el
ceño y colocó carne stroganoff sobre los fideos de huevo que estaban
esperando.
Lo explicó todo. Encontrarse con Liam en las citas rápidas. Chocar con
Wulf abajo. Usar a Gaten para darle celos. Tori lo escuchó todo sin decir una
palabra, lo cual fue un milagro. Simplemente asintió y metió más comida en
su boca. Cómo mantenía una figura tan perfecta, Katya nunca lo sabría.
Nunca ejercitaba, nunca ganaba un kilo, y tenía curvas en todos los lugares
correctos. Totalmente injusto.
—¿Elegir qué?
—Si quieres mi opinión sincera, o quieres que diga lo que quieres oír.
—Oh, Dios.
Tori sonrió.
Mientras Katya absorbía todo eso, dejó que rodara por su cerebro un
poco, su mejor amiga extendió la mano por la mesa con un tenedor y
comenzó a comer el resto del stroganoff.
—Sí. Quiero decir, mira hasta dónde te ha llevado. Hace tres meses,
estarías dibujando ahora mismo. O tejiendo algo. O viendo uno de esos
videos de cocina. Honestamente, era un poco triste. Ahora eres toda “Soy
una zorra”, y “mírame ser ruda”, y… no sé. Parece que finalmente estás… —
Tori luchó por encontrar las palabras correctas. Katya sonrió.
—¿Creciendo?
—Bueno, duh. ¿Qué pasa si decides que la cocaína te hace sentir bien?
La moderación es la clave.
Katya se echó a reír durante tanto tiempo, que Tori terminó su comida
antes de que ella se detuviera.
***
Solo había estado allí alguna vez antes… y por casualidad. No sabía
exactamente la dirección, ya que básicamente la había llevado allí. Tuvo que
volver sobre sus pasos desde aquella noche, y luego usar la aplicación de
mapas de Google para rastrear el edificio.
Se encontraba lejos del centro de San Francisco, y era tan alto, parecía
que estaba cortando el cielo. Todo metales oscuros y vidrio espejado. Frío y
ominoso, exactamente como el hombre que lo poseía.
—La casa de Wulfric Stone. Estoy aquí para ver a Genevieve Stone —
le dijo. Habló bajo, con la esperanza de sonar profesional. El apartamento de
Wulf solo era accesible a través de una tarjeta, y Katya no tenía el número de
teléfono de Vieve. Su única forma de subir era esperar que el ayudante
llamara y la anunciara.
Mierda.
—¡Ah! Señorita Tocci, la tengo aquí como visitante aprobado —le dijo.
Su mandíbula cayó.
—Yo… ¿qué?
—Aquí dice que es visitante preaprobado, para poder tener acceso al
apartamento en cualquier momento. ¿El señor Stone no le dijo eso? —
preguntó. Ella jadeó tan fuerte que se ahogó con el aire.
—Por supuesto, señorita Tocci. Déjeme ver… ah, sí, hace casi un mes
—le dijo, parloteando. Katya hizo cuentas, Wulf le dio acceso completo a su
casa antes de que hubieran ido a Carmel.
—Oh. Sí. Yo… eh… eso es genial. Um, me encantaría ir allí, pero,
¿podría hacer que Vieve… erm, la señorita Stone, sepa que voy? —preguntó.
—Por supuesto.
Era difícil estar ahí. Solo había estado ahí una vez, y aunque parecía un
momento mágico, todo se había desplomado justo después. Así que el
espacio la hizo sentir incómoda. En un corto lapso de tiempo, había hecho
muchos recuerdos en esa casa. Unos que ahora trabajó muy duro para
olvidar.
—Sí, pero a veces, se siente como si fue ayer. ¿Qué te trae a San
Francisco? —interrogó Katya. Vieve parpadeó con sorpresa, luego
rápidamente se controló y se deslizó hacia la cocina.
—Tal vez. Me gusta mucho, y es agradable estar cerca de Wulf. ¿Es por
eso que estás aquí? ¿Estabas esperando hablar con él? Dijo que quería que
tuviera espacio, que de hecho tuviera la sensación de vivir sola, así que se
quedará en otro lugar —le dijo Vieve. Katya soltó una carcajada, tal vez un
poco demasiado.
—¿Lo hizo?
—Sí. Cuando llamé para buscar un lugar, mencionó que vivir aquí me
acercaría más a ti. Me sorprendió que supiera que estabas en San Francisco
—dijo Vieve, y Katya dio una risa genuina—. Me dijo que ustedes habían
estado saliendo. Pensé que era… agradable.
—Lo hizo.
—De hecho, no creo que quieras oír hablar de todo eso. —Katya agitó
su mano mientras hablaba—. Ha sido bastante incomodo, debo irme. Yo
solo… No sé, como dije, tenía que saber que esto no era un plan maestro de
los Illuminati para destruirme.
—No. Me olvidé de pagar mis cuotas a los Illuminati. Pero soy
excelente escuchando, me gusta ayudar a la gente, y conozco bastante bien a
Wulfric, podría ofrecer mi punto de vista. No es bueno guardarse todo —
insistió Vieve con esa seriedad que tenía.
Así que, Katya hizo exactamente eso, dejando de lado los detalles más
sucios y desagradables. Se imaginó que una hermana no necesitaba escuchar
el tipo de lenguaje desagradable y las actividades a la que Wulf era
propenso. Además, no quería describirlo como un monstruo para su familia,
Katya no era tan mala.
—No, y no estoy aquí para pedirte nada o algo así. Solo quería… No lo
sé, un aviso. Para saber de qué lado estás. Somos una especie de amigas,
estoy segura que habríamos terminado en el mismo lugar en algún
momento. Odiaría pensar que alguien más me está ocultado secretos locos.
Fue… la peor sensación. Si eres su nueva mejor amiga, bien. Si no planeas
pasar mucho tiempo con él, genial. Solo quiero saber, así no estoy atrapada
en el medio de nuevo —explicó Katya. Vieve sonrió.
—No creo que Wulf jamás haya tenido un mejor amigo, y si lo hiciera,
ciertamente no sería yo. No hay plan diabólico para recuperarte y no guardo
ningún secreto loco para él. Aunque para ser totalmente honesta, tengo que
decir, lo apoyo un poco. Sonaba… más feliz cuando estaba contigo. Espero
que las cosas funcionen.
—Eso es muy dulce. Pero si estamos siendo honestas, no lo hago.
Espero que algún día, alguien haga sentir a Wulf tan horrible como me hizo
sentir.
Katya jadeó tan fuerte que casi se cayó de su taburete. Esa no era
Vieve hablando. Alguien estaba en la sala de estar, gritando para ser
escuchado desde el espacioso apartamento. Una media pared separaba esa
habitación de la cocina, bloqueando al extraño de la vista. Katya se bajó de
su taburete y se inclinó alrededor de la estructura de mármol negro.
***
Si Vieve y Wulf fueron hechos del mismo molde, entonces Brie era de
un molde completamente diferente. No había conseguido la altura o la fuerte
estructura ósea que corría a través de la línea Stone. Brie se parecía a su
madre; rubia oscura, de estatura baja, y curvas. Finalmente se levantó y miró
a Katya con un par de grandes ojos marrones. Luego pasó una mano por su
grueso cabello y entró en la cocina.
—Sí, mucho tiempo, lo sé. —La mujer más joven suspiró mientras
buscaba en la nevera.
—Uh, sí.
—Y quieres que te deje en paz, pero también quieres que sepa que
estás enfadada con él.
—Um… ¿seguro?
—Brighton, no estoy…
—Tienes que llamar su atención. Haz una mierda loca. Entonces haz
que se arrepienta del día en que te conoció —habló Brie directamente sobre
su hermana.
—¡Por lo menos no soy viuda a los veintiún años! —gritó Brie desde la
otra habitación.
Antes de que las cosas pudieran ser más incómodas de lo que ya eran,
Katya agarró su paraguas y comenzó a caminar hacia la salida.
Creo que ahora estoy más confundida que cuando vine aquí. ¿Por qué
tenía que ser vecina de los Stone?
8
D
esde las cuatro de la mañana del sábado, Katya estaba
corriendo a toda velocidad.
Tomó un taxi para ir a trabajar, juntó todas las capas del pastel y luego
puso los toques finales. A continuación, agregó algunos accesorios más. Lo
cargó en la camioneta para la entrega, luego montó en la parte de atrás con
este para garantizar su seguridad, y para añadir un par de elementos nuevos
en los que pensó en el último minuto.
Muy cerca.
—¡Estás aquí!
Lauren, la recién casada, abrazó a Katya contra su costado. Se veía
impresionante en su vestido de estilo sirena y velo.
—Va a ser una noche divertida, no puedo esperar hasta que las
bebidas en realidad empiecen a fluir. Solo recuerda, no tires este pastel —
bromeó Lauren con Katya—. Vamos, vamos a hacer el baile del pollo.
Antes de que alguien pudiera decir algo más, todos fueron obligados a
entrar en la pista de baile. Gracias a Dios el baile del pollo no estaba
reproduciéndose, pero Katya llegó a ser testigo de Lauren y su marido
recreando la secuencia de baile de House Party3.
Por supuesto, Katya debería haberlo sabido mejor. Cada vez que se
sentía mejor sobre su situación, el universo tenía una forma de darle una
palmada en la espalda.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Te colaste a una boda? Eso es bajo,
incluso para ti —siseó. Estaba mortificada. Lauren no era solo una amiga, era
cliente. Una delante de la que Katya ya se había avergonzado bastante. No
podía tener a Liam actuando como tonto en esta boda.
—Liam.
—¿Disculpa?
—Dije que iba a venir con una morena sexy —le recordó Katya,
mientras señalaba a Tori. La otra chica se encontraba en la pista de baile a
un par de metros de ellos, riéndose de su pareja borracha.
No le dio opción. Era divertido, pero era fácil olvidar que era mucho
más grande y fuerte que ella. Antes de que lo supiera, estaban en medio de la
multitud y él envolvió sus brazos alrededor de su cintura, intentando
acercarla.
—No hagas una escena, Pastel del ángel. Solo tienes que seguir el
ritmo —sugirió. Ella gruñó y se apartó, agarrando una de sus manos y
colocándolas para un baile apropiado.
—No me llames así. Pensé que había aclarado mis sentimientos, Liam.
No quiero jugar contigo —le dijo.
—¿Robaste la invitación?
—Um…
—Sí. Pero vivo para verte sonreír, así que tengo algunas cualidades
redentoras —señaló.
—Yo no iría tan lejos. Si estás aquí y Tori está aquí, ¿quién dirige el
club? —preguntó.
—Y el depósito faltante.
—Y la operación de menores.
—Jesús, tienes razón. ¿Cómo dirigía ese lugar sin ella? —preguntó.
Katya sonrió.
—Te dije que la contratas, así que de nada —le dijo. Él sonrió de
nuevo.
—Es bueno verte feliz, pastel… Katya. Gracias por darme esta
oportunidad —dijo en un momento de sinceridad. Su sonrisa vaciló un poco
y respiró hondo.
Antes de que pudieran cuestionar algo de eso, Lauren fue llevada por
otros invitados ansiosos. Katya la miró por un minuto, luego sintió la mano
de Liam en la parte baja de su espalda, guiándola lejos de la pista de baile.
—Suena como una explosión. Así que, ¿qué estás haciendo después de
esto?
Lo dijo tan de improvisto, que Katya casi respondió. Era lo que ellos
hacían, después de todo. Ella explicaría cómo tenía que ir a casa y lavar su
cabello y preparar su ropa para el siguiente día y sacudir su talonario de
cheques. Él le diría que era ridícula y la informaría que estarían bebiendo
margaritas y comiendo masa de galletas. Ella argumentaría. Él no escucharía.
Y para la una en la mañana, estarían sumergidos en chispas de chocolate,
bebiendo sour mix y tequila directo de la botella.
Ella sonrió y miró como se movía por el piso del baile. Liam estaba en
su elemento cuando estaba en una multitud. Una verdadera persona de
gente. Él no conocía a ninguna persona en esa recepción, y aun así sonreía,
se reía y hablaba con todo mientras se movía. Girando con la madre de la
novia e incluso la retorció. Flirtear era su manera de pasar una multitud de
mujeres de veintitantos años. Ella deseó tener su facilidad, su confianza.
Suspiró y se cruzó de brazos sobre su pecho.
—¿Qué?
—¿Por qué harías eso? En realidad, no los conoces, y odias cosas como
esta —señaló Katya. Él finalmente la miró, levantando una ceja mientras lo
hacía.
—Cállate.
—Me dijiste.
—¿Lo hice?
Eso es. Me he vuelto loca. Ellos me vuelven loca y estoy alucinando todo.
—Pero, ¿por qué? ¿Por qué harías eso? ¿Solo porque estoy aquí? ¡¿Qué
está sucediendo?! —demandó.
Ella miró a través del cuarto. Liam estaba caminando de vuelta desde
el bar, riendo con uno de los padrinos.
—Él es tan culpable como yo —dijo Wulf con una voz cuidadosa—. Sin
embargo, aparentemente más dignos de perdón.
Ella tomó una profunda respiración y miró entre los dos hombres.
Wulf se había girado completamente hacia ellos. Liam se paró directamente
en oposición a él, y Katya era la única cosa que los separaba. Fue un
momento surreal. Hace casi tres semanas, pensaba que no se conocían.
Solamente los había visto juntos una vez, y había sido un tipo de momento
loco en el tiempo. Muchos gritos, caos y sollozos.
Ahora se tomó un momento para observarlo. Cuán alto era Liam. Cuán
amplios era los hombros de Wulf en comparación. El bronceado oscuro de
Liam frente a la tez pálida de Wulf. La actitud relajada encontrándose con el
monstruo del control. Ella no podía haber encontrado dos personas más
diferentes si hubiera tratado.
Esas palabras fueran lanzadas con veneno y era muy claro que ellos
no se gustaban ni un poco. Aunque la manera en la que se hablaban todavía
era con una comodidad y facilidad que decía que eran hombres que se
conocían. Conocían al otro tan bien, que sabían qué botones apretar y
cuando era el mejor momento para apretarlos. Ella había estado en
relaciones separadas con ambos, por unos pocos meses, y nunca se había
dado cuenta que no solamente eran conscientes del otro, sino que también
habían tenido una relación por años. Mucho más tiempo que cualquier cosa
que haya tenido con ellos.
—Gracias—dijo.
—Sí—estuvo de acuerdo Wulf—. Siempre me has gustado en ese
vestido, aunque luce diferente de la última vez que te lo vi.
—Esto es asombroso.
—¿¡Solo aparecieron!?
—Sí. Primero Liam, luego Wulf. No lo planificaron juntos. Al menos no
lo creo.
Katya miró sobre su hombro, lo que casi la hizo tropezar con sus
tacones altos. La borrachera estaba alcanzándola. Sacudió su cabeza y trató
de concentrarse.
Toma el control. Esto no tiene que ser sobre ellos. Puede ser sobre ti.
Una nueva canción había comenzado, atrayendo un par de bailarines
más a la pista. La voz de una mujer ronca cantaba sobre los ex y oh, oh, oh.
Parecía extrañamente apropiado. Ella y Tori cantaban juntas en voz alta,
bailando en círculos alrededor de la otra y un par de damas de honor que se
habían unido a ella.
Entonces Katya se dio cuenta que los chicos aún la estaban mirando.
Wulf con su habitual mirada severa en su lugar, como si desaprobara su
comportamiento. El rostro de Liam estaba en blanco, sus ojos seguían sus
movimientos, pero sin traicionar algún pensamiento o sentimiento.
Wulf seguía fingiendo indiferencia hacia ella, así que se giró hacia
Liam. Rodeándolo, así su espalda estaba en la parte delantera de él. Ella lo
sorprendió al bajar lentamente, entonces pudo escucharlo aspirar cuando
lentamente levantó sus caderas, presionando contra él todo el camino hasta
ponerse de pie. Sin embargo, no pudo aguantarlo. Ser abiertamente sexy no
estaba en su naturaleza. Ella rio, lo que hizo que él riera, así que agarró su
camisa y lo arrastró a la pista con ella.
— ¿Te sientes bien, Pastel de ángel? —preguntó él, casi gritando para
ser escuchado sobre la música. Ella asintió.
—Sí, pero no lo suficientemente bien para que me llames así —
respondió. Él rio y trató de envolver sus brazos alrededor de ella, pero siguió
retorciéndose, rodando y serpenteando alrededor de él.
Ella iba a gritarle, pero cuando levantó la vista, fue Wulf quien llamó
su atención. Cualquier mirada de indiferencia que había estado usando había
desaparecido. Ahora lucía molesto. Como si solo mirar a Liam y Katya bailar
era suficiente para hacerlo ver rojo.
Era una sensación diferente, darse cuenta que Wulf nunca había visto
a Katya y Liam juntos. No, solo había escuchado historias. Y escuchar algo
nunca era como presenciarlo en la vida real.
—Está bien.
Parecía que había pasado mucho tiempo desde que Katya había
besado a Liam. Incluso cuando empujó su lengua en su boca, su cerebro vagó
atrás en las semanas. En su primera cita oficial, él le había dado un beso de
despedida. Pero había estado tan tensa y nerviosa, que apenas había
registrado lo que estaba sucediendo. Su último beso real había sido semanas
antes de aquel. ¿Así que… casi un mes? ¿Un mes desde que se habían
besado?
—Bien.
—Sí.
—Uh, muchas chicas. Esta chica. Cualquiera que haya asistido a una
fiesta de fraternidad. Quiero decir, ¿has visto The Jersey Shore? —preguntó
Tori, siguiéndola a la sala. Katya siguió moviéndose, rodeando la mesa de
café.
—Totalmente divertido.
—Dios, eso está muy mal. ¿No está mal?
Bueno, tal vez no solo era adrenalina. ¿En serio bebió escocés?
10
K
atya tenía dos semanas de su “sabático” antes de que tuviera
que volver a trabajar a tiempo completo.
—¿Con resaca?
—No, no lo haremos.
—Sí. Estoy ocupada, Wulf, no tengo tiempo para jugar contigo ahora
mismo —le dijo, atrapando el teléfono entre su oreja y su hombro mientras
registraba a través de su armario.
—Solo un vecino.
—Oh, Jesús.
—Si alguna vez usas ese jodido nombre otra vez, haré…
—¿En serio? —gimió Katya—. Había estado esperando que fuera solo
una bobina de calefacción o algo así.
—En serio, está bien. No hice nada más que mover tu horno
alrededor. Tengo una cita a la una, aunque tengo que irme si quiero vencer
el tráfico. Katya, mucho gusto. Gate, ¿te veo en el juego? —comprobó Tad,
agarrando su chaqueta y su cinturón de herramientas mientras se dirigía al
pasillo.
—Tengo acceso a las llaves para cada edificio que manejamos. ¿En
serio vas a encontrarte con esa cosa para cenar? —preguntó de nuevo.
—Y, en segundo lugar, sé que mi contrato dice que tienes que darme
un aviso veinticuatro horas antes de que irrumpas aquí. Si vienes otra vez
sin mi permiso, presentaré una queja —le advirtió. Él rio. En realidad, se rio.
Algo que Wulfric Stone no hacía muy a menudo. Ella respiró hondo y apartó
la mirada de su amplia sonrisa.
—Cállate.
—Luchadora. Me encanta.
—Si. Fui a tu casa, tomé una taza de café con ella —dijo. Eso pareció
en realidad sorprenderlo.
—Seguro, bien.
Katya miró fijamente el tenso tendón por un momento más. Sabía que
era tan bueno en poner un frente falso. Viéndose tranquilo y calmado.
Después de todo, este era un hombre que se comía negocios inmobiliarios de
un millón de dólares antes del desayuno.
Pero todo era falso. Estaba nervioso. En el fondo, podía decirlo. Ser
enérgico era su manera de resolver un problema con el que no quería tratar,
él podría simplemente obligarla a hacer lo que quería. No hay torpeza
innecesaria. Esa era el modus operandi de Wulf.
Sí, bueno, mi modus operandi es hacerle sentir tan incómodo como sea
humanamente posible.
—No puedo, estoy ocupada esta tarde. Tengo que ir a comprar una
nueva estufa, no te preocupes, te mandaré la cuenta —bromeó, volviéndose
y poniéndose en el umbral de su habitación. Él la fulminó con la mirada.
—Tocci, no estoy…
—Pero, ¿qué tal la cena? —ofreció.
—Lo prometo.
Katya rio y deslizó las manos a ambos lados del marco de la puerta.
Wulf siguió el movimiento con los ojos, que se alargaron cuando se inclinó
hacia él.
—Posiblemente.
—Y hace mucho que no has estado en mi dormitorio —le recordó. El
asintió.
—Lo he hecho.
—No. No lo hicimos.
—Así que la boda. ¿De qué se trataba todo eso? —preguntó él,
pagando al taxista mientras ella salía del auto. No era una hazaña fácil en el
tipo de vestido que llevaba puesto.
—Liam —dijo ella con una voz remilgada, sosteniendo una mano
delante de él—. Este es Wulfric Stone, solíamos vivir uno al lado del otro y
terminamos recientemente una relación muy extraña. Wulf, este es Liam
Edenhoff, vivimos actualmente uno al lado del otro y recientemente
terminamos una amistad muy extraña.
—Uh, ese no era mi plan, pero ahora que lo has dicho, moriría por ver
el tipo de poema de amor que escribirías —replicó Katya. Él le dio una
sonrisa tensa.
—Lo siento, Pastel de ángel, pero estoy de acuerdo con Wulf en este
caso. ¿Cuál es tu plan aquí? Porque no tengo ganas de sentarme a través de
tres platos con este imbécil —opinó Liam. Wulf ni siquiera se estremeció
ante el insulto.
—Sí.
—Esto.
—Nosotros —continuó.
—Más mierda. Te dije que no iba a venir aquí solo para perder mi
tiempo —dijo bruscamente—. No tengo tiempo para tus juegos.
—Y Liam, has estado intentando que salga contigo desde la gran pelea
—dijo, mirando al otro hombre.
—Sí.
—No voy a acostarme con él —dijo Liam en voz alta. Wulf puso los
ojos en blanco.
—Ya quisieras.
—No dormiré con ninguno de los dos. Quiero decir, caramba, eso sería
asqueroso, ¿no? —Se rio.
—Si honestamente quieres decir eso, entonces creo que no hay nada
más de que hablar —respondió, mirándolo fijamente.
Él parecía enojado. Más allá de enojado. Completamente y totalmente
enojado. Por un momento, pensó que iba a dar por terminada la velada.
Levantarse e irse. Pero este era Wulfric Stone. No aceptaba un no como
respuesta, y ciertamente nunca perdía, y especialmente no con un hombre
como Liam Edenhoff. Miró a Liam y volvió a mirarla.
—Es cierto, pero por otro lado… aprendí de ti, que es como aprender
de los mejores —señaló.
—La señorita Tocci aquí quiere ser parte de la acción. Piensa que
puede jugar en nuestros juegos de chicos grandes, piensa que puede
enseñarnos una lección —explicó Wulf. Katya lo fulminó con la mirada,
luego puso sus manos sobre la mesa, inclinándose sobre ellas. Ambos
hombres movieron rápido los ojos a su pecho, lo que le hizo sonreír.
—Veremos cuánto tiempo puedes durar —dijo ella con voz suave,
luego miró a Liam—. Ambos. Dices todas estas grandes palabras. Haces estas
grandes promesas. Pero, ¿qué pasa cuando no es tan fácil? ¿Cuándo tu presa
no es tan débil, estúpida e ignorante?
—¿Qué pasa cuando es difícil? Es fácil decir esas cosas cuando todo es
color de rosas y estás follando regularmente. ¿Qué pasa cuando sea una gran
perra y no te deje tocarme? —preguntó. De nuevo, ambos hombres
guardaron silencio—. Qué tal cuando me pongo un traje como este, y les
recuerdo lo bueno que fue el tiempo en la ducha, o lo increíble que fue en la
piscina. Recordarles cuánto tiempo ha pasado desde que uno de ustedes me
vio desnuda. ¿Qué sucede cuando se ponga realmente, en serio duro, y yo
solo me aleje?
Había estado bajando la voz mientras hablaba, y terminó en un
susurro ronco. Su doble significado no se perdió para nadie. Wulf respiraba
lenta y pesadamente, sin mostrar ninguna emoción. Liam la miraba con ojos
tormentosos, como si estuviera listo para el postre. Dejó que el momento
colgara por un momento, luego se levantó de un salto, recogiendo su bolso
de la mesa.
—Así que ustedes pueden pensar en todo eso y si todavía quieren ver
a dónde van las cosas entre nosotros, llámenme —dijo con una voz alegre
mientras sacaba una polvera de su bolso de mano y se chequeaba en el
diminuto espejo.
Por eso, cuando se dio la vuelta, no miró por encima del hombro para
ver si la miraban.
—¿En serio va a una cita? —preguntó Liam. Wulf había casi olvidado
al otro hombre todavía en la mesa.
—Sí.
—¿Cómo lo sabes?
—Mintió.
—Obviamente.
Wulf tomó una respiración profunda y contó hasta diez. Todo parecía
como un juego en el comienzo. Él y Liam riéndose de su conquista sexual.
Pero entonces habían parado de hablar de eso, porque había dejado de ser
un juego. Fue fácil olvidar que todo el tiempo, de principio a fin, que Wulf
había estado viendo a Katya, Liam también había estado allí. Hablando en su
oreja, plantando ideas en su cabeza, arrastrando su camino a su corazón, y
aparentemente intentando seducirla vía “persuasión dura.”
—Demasiado tarde para mí. ¿Crees que dormirá con este chico?
—¿Por qué?
—Porque lo mataría.
—Solo quiero que sepas —lo interceptó Liam una vez que estuvieron
fuera del restaurante.
—Eso está bien. Pero solo tengo que decir, si esto es lo que realmente
pasará, si esto es algún tipo de reto, una manera de ella probar nuestros
sentimientos por ella, luego inicia el juego. No estoy retrocediendo. La
jodiste tan mal como yo lo hice, lo que significa que tengo una buena
oportunidad de ganarla de regreso. Mejor incluso —advirtió Liam. Wulf dejó
salir una risa.
—Porque eras solo un tipo con el que ella follaba —dijo Liam—. Fui su
amigo. Quizá su mejor amigo. Eso es más duro de olvidar. La conozco en
manera que tú nunca hiciste. No voy a dejar que ganes, no esta vez.
—No, estoy diciendo que retrocedí la última vez porque sabía que lo
que estábamos haciendo estaba mal, así que no quise herirla más de que ya
la había herido haciéndola enamorarse de los dos —explicó Liam.
Pero, ¿por qué eso hacia a Liam menos digno? ¿Menos capaz de tener
éxito? Sin embargo, así era como sus padres siempre lo había hecho sentir.
Landon Edenhoff era el niño de oro, no podía hacer nada malo, nada podía
contenerle. El cielo era el límite. Por el amor de Dios, era médico en un
hospital de caridad en Guatemala, o en algún lugar.
Así que cuando Liam tuvo por primera vez la idea de comprar el club
de sexo, The Garden, había sido un salto natural pensar en pedirle consejo a
Wulf. Y cuando Wulf se ofreció a invertir en el club, a comprar la mitad y
darle toda la parte de gestión a Liam, Liam no vio ningún inconveniente.
Era como su infancia de nuevo. Wulf era un idiota arrogante que sabía
que era más inteligente que todos a su alrededor. Sabía que era más rico,
mejor y más talentoso. Sabía que era todas estas cosas que Liam nunca
podría ser.
Estaba claro y absolutamente seguro que no era justo. Liam era tan
digno de su amor como Wulf. Infiernos, más digno. Tenía un negocio exitoso,
poseía una propiedad cara, era divertido, muy divertido, bastante atractivo,
y era bueno en la cama. Era tan bueno como Wulfric Stone.
K
atya se arrastró por el pasillo, mirando hacia atrás por
encima de su hombro.
—Bueno. Qué te diviertas. ¿Quieres que riegue tus plantas, o algo así?
—preguntó, intentando recordar si poseía plantas.
—¿Por qué?
—Le he dado muchas mejores razones que esto a lo largo de los años,
estaré bien. Además, te dije que Wulf no está en casa —dijo Liam, pasando
un puñado de llaves.
Mentirosa.
Sin embargo, tenía algo en común con su antigua casa. Era totalmente
impersonal. Sin fotos familiares o personales, sin obras de arte, sin toques
personales en absoluto. Lo más probable es que otro diseñador lo hubiera
arreglado todo. El mobiliario era más cálido, más acogedor, que su último
lugar, sin embargo. Pasó la mano por la parte de atrás del enorme sofá con el
que vio luchar a los de la mudanza el otro día.
—Es… agradable —dijo finalmente, mirando por encima de una
televisión ridículamente grande.
Casi no había comida, igual que su otra casa. Había algo de cerveza de
lujo en la nevera, y una botella de agua cara. Algo de comida china, luego
solo un litro de leche. El único artículo de la despensa era cereal.
Miró por encima del hombro, y luego entró más en la habitación. Bajó
para sentarse en el borde de la cama, en el lugar donde Wulf probablemente
estuvo durmiendo horas antes. En la mesita de noche al lado de ella había un
vaso de agua medio vacío, lo que parecía una agenda, y algún tipo de tableta
o iPad.
Katya pensó brevemente en ser una buena persona, levantarse y salir
de la habitación. Luego cambió de idea, y agarró la tableta. No iba a revisar
sus redes sociales o cualquier cosa, pero tenía curiosidad por ver lo que
estuvo mirando antes de haberse ido a la cama, si lo hubiera dejado en la
pantalla. Tal vez Wulf tenía algún tipo de fetiche porno que podía usar
contra él.
Así que verlo en la tableta de Wulf era más que un poco chocante. Y
fue algo más que su imagen siendo su fondo de pantalla, saber que su
imagen era el único toque personal en todo su apartamento. Fue muy
abrumador. Casi quiso llorar. Ella bufó y pasó los dedos por el lado de la
pantalla.
—Tú eres quien solía tener reuniones para discutir el sexo entre él y
yo.
—Sí. Pero ahora que estamos aquí, tengo otra idea —dijo.
—No había pensado en eso. ¿Este era tu plan, traerme hasta aquí y
tener sexo? —preguntó, estirando los brazos encima de su cabeza. Él seguía
sosteniéndola de las muñecas, por lo que se movió con ese movimiento,
yaciendo plano sobre ella.
—Te lo dije… no voy a acostarme contigo. ¿Qué hay en eso que es tan
difícil de entender? —dijo, bajándose de la cama y enderezándose la ropa.
—Hola —dijo finalmente en una voz simple. Ella le mostró una gran
sonrisa.
—Hola.
—Tocci.
—¿Sándwich?
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? El allanamiento de morada es
un crimen, sabes —le dijo. Ella puso sus ojos en blanco.
Por suerte, no tuvo que devanarse los sesos pensando en algo mejor
que “estábamos curiosos”, porque justo en ese instante Liam salió
atropelladamente del dormitorio de Wulf. Se estaba acomodando la
camiseta, gruñendo para sí.
—Ah. Veo cómo entraste ahora —dijo Wulf—. ¿Ustedes no tienen sus
propias camas?
—Liam tiene una llave —explicó, su mente corriendo por una excusa
plausible. No quería que él supiese que tenía curiosidad por él en lo
absoluto.
—Entonces, porque tiene llaves, ¿pensaste que sería una buena idea
hacer un recorrido? Todo lo que tenías que hacer era pedirlo, con gusto te lo
habría mostrado —le dijo.
—Oh, por favor. Sabemos que eso no habría sucedido. Hubiese sido un
no, seguido por un montón de excusas y luego un par más de no.
—Bueno, nosotros, eh… —Lanzó los ojos hacia la cocina. Liam estaba
tarareando mientras se movía. ¿¡En qué demonios la había metido!? ¿Qué se
suponía que dijera?
—Pensé que podrías estar en casa, quería hablar contigo de algo. Pero
entonces no estabas, así que entramos, para poder esperarte.
—Sí. Ver la casa. Pasar unos días en la playa. Sol, arena, surf —sugirió.
V
er a Wulf y a Liam retorcerse, agitarse y en general estar tan
incómodos cómo era posible era lo mejor del mundo. Hizo
maravillas para aliviar el dolor que todavía se asentaba en su
pecho.
Eran solo dos horas en auto desde San Francisco, y después de media
hora de silencio, Liam no pudo soportarlo más. Finalmente empezó a
charlar. Estaba emocionado por conocer a la familia de Katya, y curioso por
la de Wulf. Luego habló de su propia familia.
—Porque sí.
—Sabe que tengo a una chica en mi vida que es una muy buena amiga
y que me gusta mucho. Eso es todo lo que necesita saber… ya está
escogiendo nombres de bebés. Lo siento, Pastel de ángel —respondió Liam,
mirando en el espejo retrovisor.
—Está bien. Mi madre es igual —le aseguró. Wulf rio entre dientes.
—Lo recuerdo. Me dijo que tú y yo íbamos a tener tres hijos, dos niños
y una niña, y piensa que por lo menos uno de los chicos debería tener el
nombre de tu padre —dijo. Katya gimió.
—Lo hizo. Tuvimos una pequeña charla con el café. Tu madre me ama.
—Se va a morir por ti, Liam. Tómalo con calma con ella, no quiero que
se enamore demasiado de ti cuando solo tendré que explicarle que no somos
nada —explicó.
—Bueno, ¿quién sabe? Tal vez para el final del fin de semana, eso
cambie —dijo. Wulf lo miró furibundo y Liam se rio—. ¿Y tu mamá? ¿Cómo
es? ¿Espera que te cases con la chica de al lado?
—¿De verdad?
—Sí. Estoy bastante seguro que piensa que soy indestructible, así que
no se preocupa por mí.
—Mi madre llora cada vez que voy a casa —comentó Liam riendo
entre dientes.
—Llora por cualquier cosa. Cuando estoy feliz, cuando estoy triste.
Cuando conseguí un auto nuevo, cuando destruí el auto nuevo. A veces nos
sentamos alrededor de la mesa, solo contando historias y riendo o lo que
sea, y ella empieza a llorar por lo dulce que es todo —dijo riendo.
—Oh Dios, tienes razón. Supongo que soy como mi madre —suspiró.
Wulf se aclaró la garganta.
—Más que “un poco”, casi podrían pasar como hermanas. El mismo
cabello, la misma altura, los mismos ojos —continuó.
—Él tiene razón. Tu madre es hermosa y eres mucho más bella que
ella —le dijo—. Vas a ser aún más impresionante con la edad.
—Bueno, por ahora estoy muy emocionado por esta reunión —dijo
Liam con una sonrisa enorme.
—Es bueno verte, hijo —dijo, soltando a Wulf para girarse hacia su
única hija—. Pero es aún mejor verte, calabacita.
—Así parece.
—¡No lo haré!
Una vez más, tuvo que retorcerse el cerebro para pensar en qué decir.
Quiero torturarlo y hacer que se sienta incómodo al obligarlo a estar en tu
presencia. Simplemente no sonaba bien, sin importar lo bien que pudiera
decirlo.
—Oh, Dios, no. No quiero volver con Wulf, y no quiero que papá esté
leyéndole la cartilla, o incluso esté molesto con él. Soy una adulta, y las
relaciones terminan, pero eso no significa que algo malo tenga que pasar con
ellos —insistió Katya.
Ella había tenido mucho tiempo para pensar en ello: Wulf y su padre
tenían una relación independiente de Katya. Nada demasiado grande, no se
llamaban entre sí ni nada así, pero Katya sabía que las pocas veces que Wulf
había visitado su casa durante la escuela, se había hecho tiempo para pasar y
saludar al señor Tocci.
El padre de Katya siempre había velado por los Stone después del
divorcio, teniendo especial cuidado en pasar tiempo con Wulf. No mucho;
Wulf siempre había sido muy independiente, por no hablar de ocupado con
las actividades después de clases y trabajos. Pero fue el señor Tocci quien
había enseñado a Wulf a cómo conducir con palanca de cambios, y el señor
Tocci quien había sorprendido a Wulf con una limusina para el baile de
graduación, y el señor Tocci quien había escrito una carta a Wulf con una
brillante recomendación para la universidad.
Así que, si su padre era lo más parecido que Wulf tuvo a una figura
paterna decente, y Wulf era lo más parecido que su padre tuvo a un hijo, ella
no arruinaría ese lazo. Por nada en el mundo. Ni siquiera si no podía
soportar a Wulf.
—Tu padre no dejaría que eso sucediera. Está preocupado, por los
dos. Estaba tan contento cuando le dije de ti y Wulf; en cierto modo, creo que
había estado esperando secretamente que eso pasara. Así que estuvo
comprensiblemente triste cuando todo fracasó. Pero todavía los ama a los
dos —le aseguró su madre. Katya asintió.
—Quiero decir, sabía que él solía nadar. Que era como un verdadero
nadador. Pero esto es un poco loco —continuó.
—Oye, algunas personas tienen padres que lloran de pura alegría cada
vez que los ven. Otros tienen padres que intentan comprar su amor —le dijo
ella. Él rio entre dientes y la miró.
—Explica mucho sobre nuestro amigo Wulf. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué
tipo de cosas extrañas es normal para tus padres? —preguntó. Ella se
encogió de hombros.
—Mi habitación está cerrada este fin de semana, lo siento. Mis padres
han planeado una gran fiesta en el patio trasero para mañana, así que parece
que hoy es nuestra única oportunidad para ir a la playa —cambió el tema.
—Lo sé. Creo que nunca dejó de estar impresionada con él. Voy a
decirle de los planes, luego iré a casa y conseguiré algunas cosas. ¿Nos
vemos en quince, veinte minutos?
—¿Tienes cinco años? —Se rio—. ¿En serio le dijiste a Liam que no
podía hablar contigo mientras está aquí?
Asintió.
—No, malo sería decirle que no vamos y hacerla sentir como tiene que
hacer la cena para todos nosotros. Mi madre no disfruta cocinando y ni
siquiera le gusta el cordero —respondió.
Tienes el poder aquí, no él. Solo puede llegar a ti si lo dejas. Toma una
respiración profunda y déjalo ir.
Él giró en su silla, pero ella no estaba cerca de él. Estaba saliendo, sin
ni siquiera esperar una respuesta.
Ja. No tan duro. Solo mantén esta actitud por todo el fin de semana y
para el momento que terminemos, ninguno de ellos querrá hacer algo conmigo
nunca más.
***
—Jesucristo, uno pensaría que nunca has visto una tabla de surf antes.
Pero una vez que estuvieron allí, había ido de regreso al trabajo.
Usando una lujosa tableta y escribiendo cosas en un archivo. Porqué siquiera
había venido, no estaba segura.
—¿Qué cosa?
—Tu amor por cocinar es parte de quien eres. Amo nadar porque es
parte de quién soy. Eden surfea porque es otra manera de distraerse del
hecho de que no tiene nada —explicó Wulf. Ella frunció el ceño.
—Problemas paternos.
—Bien, yo pensé que fue asombroso. Parece como que vuelas cuando
estás allí. ¿Cuándo aprendiste? —preguntó, siguiéndolo mientras él
caminaba de regreso a la cabaña de tablas rentadas.
—Oh Dios, ¿Como cuándo teníamos diez años? ¿Once? Mi papá nos
consiguió a Landon y a mí esas ridículas tablas enormes. Pensé que era la
cosa más genial, la primera vez que salí me rompí la nariz en una roca.
Landon no estaba dentro, pero eventualmente regresó. Surfeamos
religiosamente durante la secundaria —contó.
—Dios, cuando lo dices así, como que quiero una bolsa para vomitar.
—Gracias. Creo que también luces bien —la elogió, sus ojos vagando
por su cuerpo. Ella estaba usando el pequeño bikini naranja que había
comprado la última vez que había estado en Camel, el que se suponía que
sería una sorpresa para Wulf.
—¿De verdad?
Katya lanzó hacia atrás su cabeza y rio. Tan fuerte que toda la fila se
dio la vuelta para mirarlos. Liam estaba demasiado sorprendido, tropezó un
par de pasos. Ella finalmente levantó sus lentes y limpió sus ojos.
—Creo. —Sonrió y jadeó por aire—. Que he visto todo lo que tienes
para mostrar, y una vez fue suficiente, te agradezco mucho.
—Bien por ti, chica. —habló una mujer de mediana edad al frente de
la fila—. No tomes el no acoso sexual de una pieza de culo arenosa.
***
—Sí. Nunca había estado aquí abajo antes —comentó Liam, mirando
alrededor del área—. Un amigo y yo conducimos hacia Manhattan Beach una
vez, pero este es realmente el único otro lugar en Cali en el que he estado,
además de mi casa y San Francisco.
—¿Cuándo viniste a Carmel? —revisó Liam. Cruzó sus ojos hacia él.
—Kelsey Hochstein.
—¿Entonces era más bajo que tú? —Se rio Liam. Ella puso sus ojos en
blanco.
—Él tiene tanto encanto que debería ser ilegal. —Se rio, finalmente
mirando a Wulf. Aunque no estaba mirando a Liam. La estaba mirando a ella.
—Qué, ¿Ahora?
—¿Qué?
—Sí.
—Bueno, hay una gran diferencia entre las dos situaciones —dijo ella.
—¿Y qué es eso?
—Sí.
—¿Y por qué lo dice, señor Stone? —preguntó con voz aburrida.
—¿Uh?
Se rehusaba a mirarlo. Ella miró las llamas hasta que sintió la mano de
él a un lado de su cuello, su pulgar presionando debajo de su mandíbula.
Tomó una profunda respiración cerrando sus ojos, intentando fortificarse a
sí misma contra él.
Una persona podía permanecer tan fuerte y firme como quería, pero
no se comparaba con algo hecho de piedra. Él siempre la derribaba. La
noqueaba, sofocaba y encerraba. Jadeó contra su boca, gimió mientras
ambas manos se movieron para ahuecar la parte posterior de su cabeza,
intentó no llorar cuando todo su cuerpo hizo contacto con el de ella.
Él no tiene razón. No tiene razón. No puede tener razón. Por favor, Dios,
esto no está bien. Ya no quiero que me importe este hombre.
—¿Ves lo que quiero decir? —susurró él cuando se alejó, sus dedos
masajeando su cuero cabelludo ligeramente.
***
Cuando lo levantó, vio que era casi la una de la mañana, y era Wulf
quien le había escrito. Hizo una mueca, y se debatió entre abrirlo o no.
Imaginando que era probablemente alguna excusa para salirse de la fiesta el
día siguiente, finalmente deslizó su pulgar sobre la pantalla, leyendo el
mensaje.
K
atya rio y se limpió la frente con la parte posterior de su
muñeca, mirándolo. Estaban haciendo medias lunas juntos. Su
aspecto era un poco… único, pero no le importaba. Ella
apreciaba la ayuda y él tenía razón, en realidad era muy divertido.
—Ha sido una buena fiesta —comentó, limpiándose las manos por el
frente de su delantal y mirando por la puerta de la cocina hacia el patio
trasero.
—Lo ha sido. Tus padres son impresionantes, Katya —le dijo,
deslizando la última bandeja en el horno. Hizo girar el cronómetro, luego
ambos entraron en la despensa, donde había un enorme fregadero.
—Te gusta demasiado —dijo, luego pasó junto a ella. Se detuvo al final
del mostrador junto a la puerta—. ¿Qué es esto?
—Oh, hice eso más temprano, pero luego mi madre decidió que quería
algo más “exótico” por eso hice esas galletas de agua de rosas —explicó, de
pie junto a él y mirando el enorme lote de masa de galletas con chispas de
chocolate que estaba dentro del tazón.
—¿Y qué, vas a dejar que esto se dañe? —preguntó, sonando ofendido
por la idea misma. Ella sacudió su cabeza.
—¡Para! Eso es tan malo para ti —siseó. La miró y luego metió el dedo
en el tazón.
—¿Estás bromeando? Si comer masa de galletas significa una muerte
segura, entonces me iría con una sonrisa en la cara.
—Eres un idiota.
—No.
—¿Honestamente?
—¿¡Mi dedo!?
—Sí. Me refiero a que saliste con Wulfric —señaló, y luego hizo ruido
de náusea.
—Bien, bien, todos tus dulces —se corrigió él, su lengua haciendo un
curso para su clavícula.
—¿Y qué?
—¿Por qué?
—Si estás de acuerdo en que esto es estúpido, entonces tal vez más
tarde podamos discutir romperla por completo —señaló. Ella fue a discutir,
pero él bajó su cabeza de nuevo y lamió otro dedo de masa de galletas. Su
respiración se atragantó en su garganta ante el movimiento y ella se mordió
los labios, negándose a hacer algún tipo de ruido.
En serio, contrólate, Katya Tocci. Este fin de semana se suponía que era
acerca de hacer que se sintieran incómodos e insatisfechos, así que, ¿por qué
eres la que tiene todos los problemas?
***
Ella se quebró.
—No está tan mal, papá. —Se rio—. Todo el mundo está pasando un
buen rato, y les encanta tu proyecto de la glorieta.
—He hablado con Wulfric cuando vino por primera vez esta mañana
—dijo su padre de manera casual, aparentemente leyendo su mente.
—¡Papá!
—No lo sabré. ¡Ya ha intentado decirme lo que estoy haciendo mal con
la glorieta!
—Era la tarea que más odiaba —agregó—. Siempre hacía que Brie o
yo lo hiciéramos.
—Estoy segura que fue la única razón. Vieve, no sabía que vendrías
este fin de semana, es bueno verte de nuevo —dijo, inclinándose y dándole
un abrazo rápido a la otra chica.
—No, tenía ánimos para una fiesta —explicó Vieve. Wulf resopló.
Wulf resopló.
Cuando el brazo de Liam se tensó, tirándola más cerca, sabía que tenía
que hacer algo. Se rio de algo que estaba diciendo Vieve y trató de alejarse.
Él agarró firmemente. Katya conservó su sonrisa, apretando los dientes
mientras colocaba su mano sobre la que Liam tenía en su cadera. Clavó las
uñas en su piel, haciéndolo retroceder, pero él solo usó el movimiento para
su beneficio y agarró su mano, uniendo sus dedos.
Esto es mi culpa. Un beso tórrido, y de repente piensa que está todo
perdonado. Nunca volveré a comer la masa cruda de las galletas, maldita sea.
—Um…
Vaya, eso suena realmente mal cuando lo pone así… pero, por otro lado,
él fue una persona bastante horrible contigo.
—No. No, eso no es lo que quiero —suspiró, pasando sus manos por
su cabello—. Es solo que… esto es difícil para mí, Pastel de ángel. Real, en
serio difícil. Estoy en aguas inexploradas. Nunca he… Estoy intentando
cambiar, ¿de acuerdo? Pero tienes que calificarme en promedio. Voy a
joderlo y cometer errores. Solo confía en que lo estoy intentando.
—No —la voz de Liam era seria, severa. Se levantó en toda su altura,
cabeza y hombros más altos que Katya y por lo menos cinco centímetros
más alto que Wulf—. He estado siguiendo la corriente, y tomando golpes y
besando traseros.
—Lo que te hice fue jodido —dijo, mirándola muy directamente a los
ojos—. Y malo en tantos niveles. Y en verdad estoy dispuesto a hacer lo que
sea para ser perdonado, pero no voy a saltar a través de todos esos aros, si
es solo para el entretenimiento tuyo y de Wulf, antes de que los dos
cabalguen hacia la puesta de sol.
—Así que déjame ver si he entendido bien, si estoy leyendo entre las
líneas correctas. —Tomó una profunda respiración—. Estás dispuesto a
hacer lo que sea para ser perdonado por mí, siempre que solo te quiera a ti,
te preste atención en ti y nunca perdone a Wulf.
—Sabes qué, estoy harto de esto —gritó—. Actúas como si fueras tan
inocente en todo esto, como si Wulf y yo fuéramos el maldito demonio.
—¿¡Qué!?
—Sí, sí, soy un idiota porque te mentí, pero, ¿sabes qué? Eres una
idiota también porque no te importaba lo que estabas haciendo. Riéndote en
el tejado, sexo en la ducha, trayéndome comida. Yo era lo suficientemente
bueno para un rato de diversión, lo suficientemente bueno para aprender lo
que podrías compartir con él, pero no lo suficientemente bueno para estar
conmigo. Estás bien haciendo todo eso, seduciéndome y provocándome,
pero yo soy el demonio. Deberías mirarte en el espejo —le informó.
Una cosa era que Katya pensara en esto como un juego, algo con lo
que ella podía jugar y usar para torturarlos. Otra cosa era escuchar que él
aún pensaba en esto como su juego, que ella era un premio para ser ganado.
—Sí, sí, sigue exprimiéndolo. Tal vez el siguiente grupo de tipos a los
que te folles…
Él nunca logró terminar su oración porque un gancho de derecha de
Wulf lo silenció. Katya estaba atónita. Nunca antes había visto una pelea, no
en la vida real. Su mandíbula cayó cuando Liam tropezó a un lado, golpeando
el banco de trabajo de su padre.
—Te dije que vigilaras lo que decías de ella —dijo Wulf con una voz
calmada. Él aún estaba de pie, sus brazos colgando sueltos a los costados.
Pero sus hombros estaban hacia atrás, sus músculos tensos bajo su camisa.
—Ni siquiera quiero saber qué está pasando, pero termina ahora
mismo. Ustedes son invitados en mi casa —gruñó a través de los dientes
apretados—. No toleraré este comportamiento.
Humillada no solo por ser tratada como una niña, sino por haber
actuado como una, Katya sintió que su rostro se volvía de un rojo brillante.
Asintió, pero fue Liam quien se movió primero. Salió furioso del garaje,
dando zancadas alrededor del marco de la puerta.
Wulf fue guiado por la mano de Mr. Tocci a través de una puerta
lateral hacia la casa, y Katya se quedó sola. Sintiéndose pequeña, apenada y
avergonzada de ella misma. Esperó un par de minutos, luego también salió a
través de la puerta hacia la casa. Lentamente hizo su camino a través de la
sala de estar, apresurándose por el pasillo y luego subió rápidamente.
Cuando llegó a su habitación, golpeó su puerta y se apoyó contra ella. Estaba
respirando tan fuerte, que casi estaba hiperventilando.
—Eso se ve mal.
—Por la forma en que llegaste aquí, pensé que ibas a hacer una redada
―dijo, y luego tomó una larga calada del porro. Mientras inhalaba, se levantó
y se dio la vuelta, recogiendo un bolso del suelo. Ya que había estado
sentada, él no se había dado cuenta de lo pequeña que era, tenía que ser
treinta centímetros más baja que él. Pero maldita sea, tenía el trasero más
asombroso que había visto. Él la estaba mirando fijamente cuando se dio la
vuelta. Ella estaba conteniendo su aliento y extiendo el porro hacia él.
—¿Sabes qué? Sí, a la mierda hoy —suspiró él, luego tomó una calada.
Ella asintió y soltó el humo.
—Estaba pasando un buen rato, hasta esto —dijo con voz apretada
mientras sostenía el humo en sus pulmones. Él levantó su mano
ensangrentada, luego exhaló.
—Golpee un auto.
—Halsey —contestó.
—Él es por mucho el idiota más grande que conozco. Nos conocemos
desde hace mucho tiempo, aunque no nos hemos visto en años ―dijo,
sacando un teléfono de su bolsillo trasero y echándole un vistazo.
—¿Quieres tomar una foto? Sería más fácil mirar fijamente —ofreció
en un tono de voz desagradable, sarcástico. Liam gruñó y giró la cabeza
hacia atrás hasta mirar el techo.
***
En primer lugar, voy a aclarar las cosas con los Tocci, luego voy a tomar
unas ochenta respiraciones profundas, y luego voy a meter la cabeza de Eden
por su maldito culo.
—No me lo recuerdes.
—¿En serio?
Dos minutos más tarde, el señor Tocci trajo un gran álbum de fotos y
encontró una página. Efectivamente, había una foto de él en blanco y negro.
No había mirado fotos de sí mismo en mucho tiempo, y era un poco
surrealista ver al Wulfric Stone de dieciocho años. El joven de la foto era
deslumbrante, cabello salvaje, engomado en punta. Estaba sangrando por un
corte en el labio, y su ojo izquierdo ya empezaba a hincharse.
—No puedo creer que hayas guardado esto. Vaya, qué noche.
Borracho y causando desorden, allanamiento de morada, agrediendo a un
oficial de policía. —Wulf recordó su fiesta de graduación. Las cosas se habían
vuelto un poco salvajes. Exuberancia juvenil y demás.
—Lo sé. Cuando recibí esa llamada a las tres de la mañana, casi tuve
un ataque al corazón. Katya estaba en la casa de una amiga esa noche, y
estaba tan seguro que era ella, que algo le había ocurrido. Imagina mi
sorpresa cuando me dijeron que era la cárcel del condado.
—No, Katya jamás habría hecho algo que pudiera llevarla a la cárcel
—le aseguró Wulf.
Ambos se rieron.
—A ninguna edad.
—Tal vez. Pero no sé, a veces creo que no conozco a mi hija tan bien
como creía haberlo hecho —dijo el señor Tocci con voz cuidadosa. Wulf lo
miró.
—Crees que estoy siendo gracioso, pero te olvidas que tengo amigos
que enseñan patología forense en Quantico. Sé cómo hacer que tu cadáver
no se distinga de un cerdo podrido.
—¿Lo harías?
—Lo haría.
No fue hasta que volvió a subir que se dio cuenta que había dejado su
teléfono allí todo el día. Tenía docenas de llamadas y mensajes perdidos y
mensajes de voz de Liam, explicando que se sentía avergonzado por sus
acciones y no quería hacer que su familia estuviera más incómoda de lo que
ya estaba; que había sentido que lo mejor era irse, y al parecer, Wulf había
estado de acuerdo. Incluso había estado dispuesto a una tregua en su
pequeña pelea para que pudieran conducir a casa. Averiguó todo eso de
Liam, solo había un mensaje de Wulf.
—Fue muy divertido, Brie —dijo, aunque no había hablado con ella ni
una vez el fin de semana. Brie no se había tomado la molestia de entrar en la
fiesta Tocci.
—Debe haber sido divertido ver a Wulf otra vez —intentó Katya de
nuevo. No podía evitarlo, tenía el fuerte impulso de romper el exterior
espinoso de Brie.
—Salí con unos amigos, no llegué a casa hasta las cuatro de la mañana
—respondió antes de conectar de nuevo su música. Conversación acabada.
Katya frunció el ceño. En realidad, era la pérdida de Brie, porque a pesar de
que él era algo así como un idiota incompetente, Liam era realmente muy
divertido, sobre todo cuando alguien lo conocía por primera vez.
Katya casi se echó a reír mientras toda la cara de Vieve se ponía roja.
Tenía la piel tan clarita, que un rubor era imposible de ocultar. No era
agradable reírse, pero Katya no podía evitarlo. Se alegró de que no fuera la
única que tenía problemas en ocultarlo cuando se sentía incómoda o
avergonzada.
—No. No, creo que tener un novio es una idea peligrosa. Gate solo es
un amigo, vigilo su casa por cuando está fuera de la ciudad, él ha arreglado
algunas cosas de mi apartamento. Un chico super agradable. Demasiado
agradable, desde que vivo aquí, ha tenido novia tras novia quienes le
trataban como basura. Esta es la primera vez desde que lo he conocido que
está soltero —explicó.
—Oh, qué mal. Espero que encuentre una buena chica —suspiró
Vieve, sin dejar de mirar al hombre.
Hmmm, lástima que sea tan mala con las relaciones, o consideraría en
serio hacer de Cupido para estos dos.
Pero Katya no quería arruinar la vida de alguien más. Ella había hecho
un trabajo lo suficientemente bueno jodiendo la suya. Así que le dijo adiós
de nuevo a Vieve, prometiendo llamarla en algún momento, entonces dio un
paso atrás y les dijo adiós mientras el enorme auto se apartaba de la acera.
—Katya.
—Katya, lo sien…
—No tienes nada que lamentar —dijo en voz baja—. Enloquecí por
completo. Yo… no quise decir nada de eso. Estaba tan enfadado y… estúpido.
Soy un estúpido, estúpido.
—Bien.
Él soltó una carcajada, luego sintió sus labios sobre la parte superior
de su cabeza.
Ella sollozó.
Vaya. Ella nunca lo había oído hablar de esa manera antes, no con
tantas palabras, por lo menos. Todavía era difícil de imaginar lo profundos
que eran sus sentimientos por ella. En realidad, no había estado prestando
atención. ¿Solo ella? ¿La única chica?
Era en cierto modo revelador darse cuenta que nunca habían hablado
tan honesta y abiertamente sobre su relación. Siempre había estado
obsesionada con Wulf, y Liam siempre se había quedado al margen,
esperando su tiempo, jugando su juego. Debería haberse sentido incómodo,
pero no lo hizo. Ella se sentía… aliviada.
—No. No, puedo, y tengo… cuando digo que lo eres, lo digo en serio.
No tienes que hacer promesas, y si no correspondes mis sentimientos para
nada, bien. Puedo soportar eso. Pero si lo único que te retiene para estar
conmigo es que me acueste con otras chicas, entonces no tienes nada de qué
preocuparte —le aseguró, hablando rápido.
—Si vas a empezar esta nueva faceta tuya con mentiras, entonces esto
es inútil —dijo. Él asintió.
—No estoy mintiendo. Desde esa cita que tuvimos, justo antes de que
todo se saliera de control. —Tomó una respiración muy, muy profunda—.
Sabía lo que eras para mí. Y lo has sido desde entonces.
—Claro, por qué no, quién sabe lo que está pasando, de todos modos.
—Me imaginé que habías ido a almorzar con Vieve —explicó Wulf.
Katya soltó un suspiro dramático.
—Estoy feliz por los dos. Si me disculpan ahora, tengo una ducha que
me está llamando. Pasen un buen rato —dijo, caminando alrededor de ellos
mientras hablaba y luego dirigiéndose hacia el ascensor.
—Tocci.
Hizo una mueca cuando las puertas se abrieron y luego miró por
encima de su hombro a Wulf.
¿Cómo había sucedido esto? ¡Solo había estado fuera tres días! Se
asomó al nuevo fregadero, uno grande, estilo granja, con un acabado de
satén. Lo suficientemente profundo para sus enormes ollas de cocina, con un
grifo de cuello largo que era perfecto para llenar esas ollas.
Estaba girando en un círculo, asimilando todo, todavía conmocionada.
Había pedido un horno nuevo, no una cocina completamente nueva. Esto era
increíble. ¿Cómo se había hecho tan rápido? ¿Era esto un acto de Liam, más
disculpas por su comportamiento?
Cuando se giró de nuevo hacia la estufa, vio algo que se había perdido
durante su primer recorrido. Una tarjeta doblada estaba apoyada en la parte
posterior del aparato, descansando contra una chapa para salpicaduras. Ella
la arrancó del mostrador, notando que ahora había una iluminación
empotrada en el fondo de sus armarios, y abrió la tarjeta.
W.
—Disculpa, ¿qué?
Sonaba tan desconcertado, su voz era diferente. Ella lo miró, notando
que solo llevaba una toalla envuelta alrededor de su cintura, luego siguió
caminando.
—Sexo. Sé que dije no sexo, pero qué diablos, ha sido un largo tiempo,
y estoy realmente enojada, y todo está jodido de todos modos —gruñó,
golpeando su puño contra su palma. Hubo una pausa mientras se acercaba a
las ventanas delanteras, luego oyó pasos detrás de ella.
—Sí. Te duchaste muy rápido… solo han pasado cinco o diez minutos
—comentó, mirando hacia la calle. Un Mercedes blanco estaba estacionado
en la acera frente a su edificio. Ella lo miró furiosamente.
—¿Qué puedo decir? Soy rápido. ¿Entonces vamos a hacer esto, o qué?
Todavía sonaba extraño, así que se volvió hacia él. Ella frunció el ceño
mientras lo miraba. Estaba de pie al otro extremo del largo sofá, sonriendo
hacia ella. Había algo raro, pero no podía descifrar que era.
—¿Quién?
—¿Wulf?
—¿Qué lobo?
—Eh, ese imbécil que odias, ese Wulf —se repitió. Él pensó por un
segundo, luego sus ojos se abrieron.
—Ooohhh, sí. Sí, ese Wulf. Bueno. Sí. Imbécil. No, ¡no! ¿Qué hizo
ahora? —exclamó. Ella sacudió su cabeza.
Antes de que pudiera terminar, sin embargo, fue cortado por el sonido
de la apertura de la puerta principal. Había un sonido crujiente como bolsas
de supermercado pateadas por la puerta.
¿Por qué cuando alguien te dice que tiene un gemelo, y sabes que es un
gemelo idéntico, sin embargo, sigue siendo sorprendente cuando lo conoces?
Ambos rieron.
Aunque cuanto más lo miraba, más podía ver las diferencias. Landon
tenía un tono diferente de bronceado, súper oscuro, la marca de alguien que
había pasado mucho tiempo bajo el sol. También estaba más curtido,
haciéndolo parecer un poco más mayor. Su cabello era más largo y seco por
el sol, y estaba siendo retenido por un cintillo en la cabeza, se dio cuenta por
primera vez. Y donde Liam tenía una sonrisa boba y torpe siempre lista y un
buen carácter que se sentía por su actitud, nada de eso estaba presente en
Landon. Su sonrisa era más astuta, y su tono de voz era como alguien que se
reía DE ella, no con ella.
—¿Abrumador?
—Eso es bueno.
Katya de repente se sintió incómoda. No había privacidad en el
apartamento de Liam, no podían escapar de Landon, y no quería discutir sus
problemas delante de él.
—Ah.
—Entonces, ¿voy a tener que verte salir con Wulf delante mío? —dejó
Liam escapar repentinamente. Ella resopló, casi ahogándose con su bebida.
—Yo también.
—Te sorprenderías.
—Bueno.
—Hola, soy Liam Edenhoff —se presentó. Ella sonrió y se secó los ojos
antes de estrecharle la mano.
—Club de sexo, eh. Suena loco. Demasiado salvaje para una simple
pastelera como yo —dijo.
—No lo sé. No creo que esté en el mercado de las citas ahora mismo
—dijo lentamente. El asintió.
—De acuerdo, puedo respetar eso, pero si alguna vez decides volver a
intentarlo, espero que pienses en mí. Creo que podría hacerte pasar de un
muy buen momento —dijo, mirándola de nuevo.
Háblame de Landon.
Había esperado un rato para preguntarle, había una tensión entre los
hermanos que no era necesariamente obvia, pero aun así podía sentirla. Se
había sorprendido al saber que su gemelo se quedaría con él, y se preguntó
cómo Liam estaba manejando la vida con un compañero de cuarto.
Aún peor era el hecho de que Liam sintiera que todo el mundo
idolatraba una farsa. Landon puede haber sido un médico, seguro, y puede
haber parecido que había desinteresadamente dedicado su vida a un grupo
de ayuda, está bien. Pero eso no se traducía a que él fuera un buen tipo. Liam
estaba al tanto del lado oscuro de Landon, algo que el otro gemelo mantenía
oculto al resto de su familia.
Mirar el techo.
Todo era tan diferente. Saber que los dos hombres se conocían, saber
que había dormido con ambos, y no solo lo sabían, sino que lo habían
hablado. Lo discutieron. Antes, nunca había considerado a Liam un
contendiente porque nunca lo había intentado. Ahora, estaba en la
vanguardia de sus intenciones. ¿Quería pensar en salir con él? ¿Podría
alguna vez perdonar a Wulf?
Voy a estar contenta cuando vuelva a trabajar… estoy lista para tener
otras cosas en las que concentrarme.
***
—… te emociones.
—Lo vi, y sí, son casi indistinguibles. Estuve hablando con Landon por
un tiempo antes de que Liam entrara y me diera cuenta que no era él —
respondió.
—Lo que sea. Qué hay de esta cocina, ¿eh? ¿No es asombrosa? —
preguntó Tori, cambiando de tema abruptamente y pasando su mano sobre
la isla de granito.
—Ay.
—¿Confusos?
—Suena bien. ¿Tienes algún plan con cualquiera de ellos para esta
noche? —preguntó Tori, bailando alrededor de la isla y abriendo la gran
nevera.
Katya dejó a Tori sola para hacerse un almuerzo y fue a tomar una
ducha. Cuando terminó, envolvió su grueso cabello en una toalla y corrió a
su habitación. No planeaba ir a ninguna parte, así que se puso unos
pantalones cómodos y una sencilla camiseta sin mangas. Con los pies
descalzos y sin maquillaje, regresó al frente del apartamento.
—Oh. Bueno. ¿Qué estás haciendo aquí? —Katya intentó una nueva
línea de preguntas.
—Parece que tenemos los mismos planes. Entonces, ¿qué pasó aquí?
No recuerdo todo esto —comentó él, volviéndose y captando la nueva
cocina, como si acabara de notarlo.
—Por eso fui a tu casa el otro día… Wulf hizo todo esto mientras
estábamos en Carmel. Pedí un horno nuevo. Tomó mi petición un poco
demasiado en serio —explicó.
—Es espectacular.
—Sí.
—Buena chica, bien por ti. Véngate del hombre. Vamos, vamos a
cocinar.
—Fue tan bueno, Katya. Gracias —suspiró, frotando una mano sobre
su espalda.
—Se ve bien.
—Está bien, suficiente —Rio, recostándose y forzándolo a mover su
mano—. Nada de coqueteo, Edenhoff.
—¡Oh, Dios mío! —gruñó él, sentado en posición vertical. Ella puso
una mano en su pecho, sorprendida por su arrebato.
—¿Qué? ¿¡Qué!?
Esta es una mala idea. Detenlo. Detén esto. Esto no es lo que quieres.
Katya era una mujer de sangre caliente que no había tenido sexo en
mucho tiempo, y Liam Edenhoff era un hombre muy sexy que era muy bueno
en lo que hacía, hablando de seducción. Se perdió por un momento, perdida
en su excitación. Jadeando y gimiendo bajo él, arqueando la espalda para
poder sentir su pecho contra el suyo.
—Para —dijo más enérgicamente, poniendo las manos sobre las suyas
antes de que él pudiera quitarse los pantalones.
—No lo sientas —le dijo, pasando los dedos por la parte trasera de su
cabello—. Fue bueno, tan bueno, que hasta olvidé lo que estaba pasando.
—Nunca lamentaría tener sexo contigo —le informó, y ella soltó una
risa.
—Bueno saberlo.
—No, no tienes que irte. A no ser que te sientas incómodo —le dijo.
—Em, me siento extremadamente incómodo. —Se rio. Ella lo sabía,
podía sentir el bulto en sus pantalones contras sus muslos—. Pero me
gustaría quedarme. Si eso está bien.
***
Ahora, sin embargo, se estaba dando cuenta que era algo idiota. Todas
esas cosas solo habían irritado a Katya, y una Katya irritada era más como
un huracán que una persona racional. La envalentonaba y la hacía
reaccionar precipitadamente. Luego, después de poner todo eso en marcha,
le había dado treinta y dos horas a solas. Tiempo para pensar en lo que él
había hecho y contraatacar.
—Cuando dije que tenías que hacer la cena —habló Wulf finalmente—
. Me refería a mí.
—¡Liam!
—Por favor, no dejes que interrumpa nada —dijo Wulf. Liam se rio.
***
Katya miró a Wulf por lo que se sintió una hora. Su cara estaba
completamente en blanco, ni un solo pensamiento o emoción mostrándose.
Eso la ponía incluso más nerviosa, como la calma antes de la tormenta.
—Oh.
—¿En serio vas a regañarme por entrar sin estar invitado? —preguntó
él, poniéndose al otro lado de la isleta—. Encuentro eso hilarante,
considerando que te atrapé estando en mi apartamento el otro día, cuando
ni siquiera estaba en casa.
—Tampoco mañana.
—No puedo ayudar con ello cuando así es como te comportas —saltó
en respuesta.
—No siempre, Tocci. Amas actuar como si fuera la peor cosa, pero
hubo algunos muy bonitos malditos momentos. Pero aparentemente no
merece la pena recordarlo. Solo los recuerdos de Eden son lo
suficientemente buenos para ti —dijo.
—Tal vez lo soy, Wulf. Solo vete a casa —dijo con voz suave, tomando
uno de los postres y pelando la envoltura de este. Lo escuchó moverse, y
repentinamente estaba en su espalda.
—No.
—Y si te dijera que todavía no lo sé, que tal vez nunca lo sepa, que tal
vez nunca te perdone. ¿Entonces qué? —preguntó, recogiendo las migas de
la magdalena de chocolate del mostrador.
—No hemos terminado aquí —dijo él, siguiéndola justo detrás de sus
pasos.
—Lo siento —se las arregló para decir ahogadamente—. Esto es solo
tan… —se cortó, comenzó a reírse tanto.
—¿Quieres otra pelea de pasteles? Esta es una jodida broma para ti.
Soy una jodida broma —dijo, alcanzando el pomo de la puerta—. Un maldito
juego. Solo quieres jugar juegos.
—Dije, muévete.
—¡He lidiado con tus tonterías por meses! —le gritó—. ¡Al menos
puedes lidiar con las mías por una tarde!
—Eso es todo lo que haces. ¡Me estabas diciendo que me largara hace
cinco minutos!
—¿¡Lo ves!? Celoso. Como una niña pequeña. ¿¡La pequeña niña
pierde su juguete favorito!?
—Qué sorpresa.
Se sonrieron entre sí por un segundo más largo, entonces fue como si
hubiera un chisporroteo en el aire. Un chasquido de electricidad. En un abrir
y cerrar de ojos, él estaba lanzándose hacia ella. Jadeó antes de que su
lengua llenara su boca, entonces gimió. Todavía tenía sus manos envueltas
alrededor de su corbata, así que mientras le devolvía el beso, aflojó el nudo y
tiró la tela al suelo.
—Oh Dios —gimió ella, dejando caer su cabeza hacia atrás cuando sus
labios se movieron en su cuello, sus dientes mordiendo fuerte.
—No quiero pelear más —dijo ella, moviendo las caderas de un lado a
otro, permitiendo que los vaqueros cayeran a sus pies.
—Shh, arruinas las cosas cuando hablas —respondió, sus dos manos
abarcando su caja torácica y empujando gentilmente para que se tumbase.
—Sí, por favor, Dios, lo que sea —dijo, dispuesta a decir cualquier
cosa que él quisiera con tal de que mantuviera los labios en ella.
Sin embargo, no funcionó. Él se separó por un segundo, haciendo que
ella gimiera por la pérdida de calor corporal. Después, quitó de un tirón las
bragas de sus pies. Ella abrió los ojos justo mientras él se acercaba de nuevo
y sus manos estaban de nuevo en sus costillas, tirando de ella hacia arriba.
—Quítate esto —gruñó, doblando los dedos por encima de las copas
del sujetador.
Dios, ¿había sido siempre tan grande? ¿Tan grueso? Cerró los ojos
apretando con fuerza, intentando recordar cómo respirar mientras él
empujaba una y otra vez, dentro y fuera. No le estaba dando tiempo para
ajustarse, justo empujando fuerte y rápido. Como si supiera que, si se movía
más lentamente, el cerebro de ella podría comprender lo que estaban
haciendo y pararlo.
—Jesús, ¿siempre fue esto tan bueno? —preguntó él, pasando una
mano por su pecho.
—No lo sé, no lo sé. Por favor, Wulf, por favor —suplicó. Era como si él
hubiera llevado todas sus terminaciones nerviosas hasta la cima del placer, y
luego hubiera hecho a pausa. Era casi doloroso. ¿Podía morir alguien por
sobrecarga de placer?
Él usó sus dos manos para elevar sus caderas, hundiendo los dedos en
su interior mientras la follaba desde atrás. Ella comenzó a gemir de nuevo,
agarrándose a la colcha con los puños cerrados. Cuando comenzó a empujar
hacia atrás contra él, urgiendo que fuera más rápido, una de sus manos
regresó a su cabello, tirando hacia arriba de nuevo.
—¿Reservas?
—Sí. Cuando me di cuenta que no ibas a cocinar para mí, decidí que
saldríamos a comer. Pero tenías otros planes —contestó, peinando su
cabello con los dedos. Luego se giró en círculo lentamente, mirando el suelo
a su alrededor. Finalmente divisó su camisa de vestir, tirada en la entrada, y
caminó hacia ella.
—Sí, mi reservación era para hace media hora. Te invitaría, pero estás
hecha un desastre ahora mismo —bromeó. Ella le miró intensamente.
—No es divertido.
—Es muy divertido. Tenemos que hacer esto de nuevo alguna vez —la
informó, suavizando el cabello de ella con sus manos. Ella le miró con la boca
abierta.
—Era algo que podríamos haber estado haciendo desde hace mucho
—susurró de repente, inclinándose cerca de ella. Tragó con fuerza y lo
miró—. ¿Cómo de divertidos son tus jueguecitos, ahora?
Tan idiota. Soy tan idiota, pensando que podía jugar en la misma liga
que estos tipos. Mierda, ¿¡qué hago ahora!?
20
K
atya corrió de la cocina al piso de la pastelería, llevando una
bandeja llena de postres. Una cliente chilló de emoción y
ambas se pusieron a elegir el que más le gustaba a la mujer
para la celebración de su quincuagésimo aniversario de boda.
Luego tuvo una reunión muy privada con una estrella de reality medio
famosa acerca de su fiesta de compromiso, un compromiso del que la prensa
no sabía nada, y quería mantenerlo de esa manera. Fueron capaces de
acordar dos diseños de pastel, uno para él y otro para su prometida.
Sin embargo, al mismo tiempo, también llegaba a casa con todos los
pensamientos que había estado teniendo últimamente. Ella tenía que
trabajar dentro de las restricciones de su pastelería, y los dueños todavía
obtendrían una enorme porción de los beneficios del pastel. Obviamente,
eso era completamente justo, pero Katya quería más. Quería fijar sus propias
horas, asumir sus propios compromisos. Proyectos más grandes y menos de
ellos, liberando más tiempo para sí misma, y permitiéndole realmente
desafiar su talento.
—Sí, está bien. —Su compañera de cuarto se rio—. Solo una costosa
corbata de seda, que probablemente fue arrancado en un ataque de pasión y
arrojada al otro lado de la habitación, justo antes de que un taciturno idiota
te diera un revolcón.
—Escalar tu torre, eh. Eso es nuevo para mí. ¿Es como cuando uno de
ellos te come…?
—Tori.
—Incorrecto.
—¿También vas a acostarte con él? —preguntó Tori. Katya soltó una
carcajada.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Katya, inclinándose hacia atrás para
poder mirar a su amiga—. ¿Cómo es que nunca hablamos de tu vida
amorosa? ¿Quién te da un revolcón?
—Me encantaría hablar, tengo que correr, tengo que llegar al bar para
dirigirlo. ¡Besos! —gritó Tori mientras caminaba hacia la puerta, soplando
besos sobre su hombro. Luego, con el tintineo de una campana, se había ido,
dejando a Katya parpadeando a su paso.
***
Se lanzó a su trabajo por el resto del día, ignorando su teléfono por
completo. Liam estaba realmente de vuelta a su antiguo ser, enviando
mensajes y fotografías tontas a lo largo de la tarde. Wulf escribió una vez,
solo una línea, como de costumbre. Algo vagamente presumido y
ligeramente sucio. Suficiente para enojarla y excitarla mucho más.
Estúpido.
—Tocci.
—Y el último, técnicamente.
Sintió que su rostro ardía de rojo puro, pero se negó a dejar que sus
nervios se reflejaran en su voz.
—Si toda esta conversación va a ser tan molesta, voy a colgar —le
advirtió.
—¿Por qué?
—Porque…
—Está bien, tómate tu tiempo. Tengo toda la noche para esperar a que
inventes una excusa convincente.
—Oh. Ya veo. Así que aparentemente no fue tan bueno —habló con
una voz cuidadosamente modulada.
—Te dije… tu ego va a ser tu muerte —le dijo a medida que caminaba
enojada por la calle.
—Ojalá haya sido muy halagador. Mucho dinero, pene grande, ese tipo
de cosas.
—Oh, Dios.
—Sí. Estaba siendo un poco idiota, así que hice algo malo —le dijo.
—¿Como qué?
—En serio lo siento, solo lo dejé escapar. Me pone tan enojada a veces,
yo solo…
—Está bien; pagaría por haber visto su cara. Me puedes usar cada vez
que quieras enojar a Wulf. Ahora bien, ¿qué vas a hacerme para la cena? —
preguntó, y ella prácticamente podía oír lo duro que estaba sonriendo.
—Adiós.
Se detuvo en casa un momento, cambiándose de ropa y preparando
algunos bocetos en su mesa de dibujo. Intentó no sonrojarse cuando recordó
lo que había sucedido en ella la noche anterior, ¿cómo había llegado tan
lejos, tan rápido? Tan rápido. Un minuto habían estado peleando, al siguiente
se habían estado arrancando la ropa del otro.
Tuvo una pequeña charla con Jan, el gorila, en la entrada. Había visto a
su héroe un par de veces desde que él la había salvado de sus dos demonios
personales. Había vuelto a casa con Tori unas cuantas veces para una comida
nocturna. Era aterrador de mirar, pero en realidad era un gran osito de
peluche en la vida real. Le dio un abrazo antes de entrar.
¿Esperen, qué?
—¿Qué? —espetó Liam. Ella tomó eso como una invitación y abrió la
puerta. Los dos hombres la miraron por un momento y ella logró sonreír.
—Lo siento, intenté sacarlo de aquí antes de que llegaras —se quejó,
lanzando una mirada a Wulf. El otro hombre sonrió a ambos.
—¿Huelo la cena? Maravilloso, me muero de hambre —dijo,
sentándose en el asiento junto a Katya.
—No, no, no, es una cena íntima para dos —le informó Liam. Wulf
puso los ojos en blanco y se quitó la chaqueta. Ella se dio cuenta que no
llevaba corbata y, al mirarlo, su sonrisa se hizo más grande. Ella frunció el
ceño y apartó la vista, agarrando la bolsa del escritorio de Liam.
—Lo que quiere decir que apenas alcanzará para mí —gruñó Liam,
pero se sentó en la silla de su escritorio y la acercó para sentarse con ellos.
Fue una cena incómoda, por supuesto, pero nada podía mantener a
Liam tranquilo durante demasiado tiempo. Él finalmente comenzó a hablar,
contando antiguas historias de surf en sus veintitantos años. Katya señaló
que todavía tenía veintitantos años, lo que hizo que todos rieran.
Wulf dijo que sus veinte años no habían sido muy divertidos.
Terminando la escuela de postgrado, construyendo un negocio, cuidando de
una familia. Ambos lo miraron en silencio por un momento, luego Liam se
aclaró la garganta.
—No tengo tiempo para lidiar contigo, mañana tengo que levantarme
temprano —le dijo. Caminaba tan cerca de ella, que podía sentir el calor de
su cuerpo. Se mantuvo así por todo el club, todo el camino hasta que
estuvieron afuera. Jan le dirigió una mirada desagradable, pero no dijo nada
a medida que salían del callejón.
—Más te vale que ese desastre salga, era muy cara —le dijo,
inclinándose mientras ella envolvía las manos alrededor de los extremos de
la corbata.
K
atya equilibró su teléfono entre su hombro y su oído mientras
se movía alrededor de la cocina. Para celebrar el ascenso de
Tori, Katya había hecho las comidas y postres favoritos de su
compañera. Su papá había llamado justo cuando estaba en ello.
—Todavía no, pero todos iremos a una fiesta el sábado —le dijo.
—Oh, Dios.
—¡Lo sé! Fue mi auto el que resultó rayado, ¿dónde demonios están
mis flores?
—¿Disculpa?
—Bien. Bien, de acuerdo, gracias. No debió haber hecho eso. ¿¡Por qué
haría eso!? —gruñó, frotando una mano por su frente.
—No, quiero que tu cita sea el tipo que te trata bien y te gusta —
respondió su padre—. Sé que estos dos tipos te están enredando. Quiero que
descubras lo que quieres, y vayas por ello. Me gustan las motocicletas,
cariño, pero también amo los fines de semana en la playa y aprender a
surfear. O oye, incluso pasar el feriado solo con mi niñita.
—¡Papi!
—Me tengo que ir, cariño. El señor Tunt, el vecino del frente, quiere
que corra contra su Harley.
Katya supo que estaba dándole largas al asunto. Era fácil decirlo, o
incluso pensarlo, solo toma una decisión. Wulfric o Liam. O diablos, ninguno.
Sin embargo, no era así de simple. Si lo fuese, ya habría tomado la decisión.
Su unión con Liam había sido diferente, y tal vez incluso más fuerte en
ciertos aspectos. Lo había visto prácticamente todos los días. Él la hacía reír
y sentirse bien consigo misma, pero en aquel entonces, no había existido esa
chispa. Nunca ni siquiera lo contempló, porque había estado centrada en
Wulf. Ahora, sin embargo, las cosas eran distintas, se estaba esforzando,
disculpándose e intentando. Haciéndola sentir especial. ¿Estaba dispuesta a
perder ese tipo de persona especial si escogía a Wulf?
Tal vez debería quedarme sola, este es un problema estúpido que tener.
Para complicar las cosas, Liam apareció más o menos a las diez en
punto con una botella de champán. Los tres se lanzaron al soufflé de limón
que Katya había hecho de postre, una especialidad que no tenía la
oportunidad de hacer muy a menudo.
—Tal vez tiene un novio —sugirió él, buscando las llaves de la azotea.
—Ooohhh, ¡tal vez un novio online! —jadeó Katya. Era posible. Justo
al salir de la secundaria, Tori había manejado a San Diego por un tipo que
había conocido en una sala de chat.
—Espero que no. Ella es demasiado buena para eso —dijo Liam,
extendiendo una mano.
—Oh, Dios mío, son increíbles. Helado, chocolate y cono. Pensé que, ya
que siempre estás haciendo cosas para todos nosotros, debería intentar
hacer algo. Pero no puedo hornear una mierda. —Se rio, abriendo la caja
para ella y sacando uno de los dulces.
—Suertudo.
—Lo dice señorita delgadita. Eres como un ave. Un ave alta y delgada
—dijo.
—Creo que acabas de compararme con un avestruz. —Se rio.
—Y no puedo comer lo que quiera. ¿Notas que casi nunca como mis
propios postres? Gané dieciocho kilos mientras estaba en la escuela. Aprendí
rápido a nunca comer lo que horneo. —Se rio.
—Jesús, ¿ha tenido esas tetas desde octavo grado? Debió haber sido
realmente popular.
—A mí también.
—Eso está bien. Tómate tu tiempo. Descubre las cosas —sugirió. Ella
le sonrió.
—Gracias.
—Yyyyy… tal vez pueda ayudarte un poco —ofreció.
—Lo sé, es por eso que te digo la verdad cuando digo que eres la
indicada para mí. —Se rio entre dientes, luego sus dientes estuvieron
mordisqueando el tendón de su cuello.
Casi una hora después, había secado, planchado, y hecho ondas en sus
cabellos rojizos oscuros. Sin dudas un look diferente para ella, sintió que
incluso le cambió la cara. Realzaba sus pómulos de manzana, su barbilla
estrecha. Maquilló sus ojos un poco más oscuros de lo normal, pero se apegó
al brillo rosa para sus labios. Contenta con su aspecto general, agarró su
gabardina Bueberry solo para eventos especiales y se dirigió abajo antes de
pedir un Uber.
—¿Kitty Kat!
—Uh… creo que te ves como una prostituta —dijo Katya con
honestidad. Tori simplemente se rio con más fuerza.
—Muchas gracias.
—Lo tomo como un cumplido. Cuantas más tetas muestre, más grande
es la propina. Finalmente voy a hablar con Liam para dejarme usar
pezoneras —bromeó.
—Estoy bastante segura que con solo decirle “pezoneras” dirá que sí.
Vieve puede ser una copia al carbón de Wulf, pero Brie abre su boca y es
como escucharlo.
—Además, Wulf dijo que su socio estaría aquí. Tengo curiosidad por
conocer a cualquiera que pueda manejar a mi loco hermano —comentó ella,
sus ojos escudriñando la multitud. Katya se giró para mirar a su alrededor y
vio al objeto de su discusión apoyado en el extremo de la barra, riéndose de
algo que Tori le decía.
—A mí también.
Claramente había sido una broma, y Katya incluso empezó a reír, pero
se sorprendió al ver que Tori se sonrojaba un poco. Tori nunca se sonrojaba.
Sus ojos rebotaron entre Katya y Liam antes de que una sonrisa se fijara en
su lugar.
—Yo… supongo que no. Fue un fin de semana loco, y recibí un golpe
en la cabeza —dijo en voz baja, sus ojos nunca dejando al otro grupo.
—Oh, Dios.
—Porque solo tiene diecinueve años, piensa que es más lista que
todos y odia a casi todo el mundo. Vamos, vamos a decir hola —instó,
intentando caminar hacia adelante. Sin embargo, él se negó a moverse.
En realidad, era una gran fiesta. Una banda se había instalado contra
la pared trasera, interpretando versiones en jazz de éxitos modernos. Gate
las rodeó un par de veces y luego convenció a Vieve de que fuera a bailar con
él. Y por convencer, como que empujó a la otra mujer en sus brazos.
—¿Por qué crees que se casó con un tipo con cáncer cerebral
terminal?
—Trata con antes de que salieran. Lo que sea. Está loca. Voy a tomar
una copa —suspiró la chica más joven y se arrastró hasta el bar.
Por supuesto, esa lógica no tenía mucho sentido. Katya volvió a mirar
a Brighton, una mujer magnifica por derecho propio, sin embargo, parecía
tener un montón de problemas. Loco, ser tan joven y estar tan marginada.
Tan odiosa por dentro, pero tan hermosa por fuera.
—Eh, odio decirte esto, pero muchos a los diecinueve años consumen
alcohol. Ha estado viviendo sola en un dormitorio durante el año pasado,
puedo garantizar que ya ha tomado una copa, y apostaría dinero a que tiene
una identificación falsa —señaló Katya.
Ambos miraron hacia el bar y en efecto era así, Tori y Brie estaban
discutiendo. Un intercambio acalorado se produjo por un minuto y terminó
con lo que Katya supuso fue una identificación falsa lanzada a los pies de
Brie. Ella levantó el dedo medio mientras la recuperaba, luego atravesó la
habitación y desapareció por las escaleras.
—No debería estar aquí —dijo Wulf en voz baja—. Vieve solo le
permite hacer lo que quiere.
—Brie es una adulta, Wulf. Ni tú, ni Vieve le pueden impedir que haga
lo que quiera. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? —preguntó
Katya. Su ceño empeoró.
—Un rato.
—Wulfric Stone.
Era loco, estar de pie entre ellos. Era como ver a dos leones reunirse
por primera vez. Dos alfas, intentando decidir si se rasgaban o no las
gargantas el uno al otro. Sin embargo, tan arrogante y condescendiente
como era Landon, todavía se encontraba bastante segura que Wulf saldría
vencedor. Su ego estaba profundamente sentado, parte de su composición
genética en este punto. Lan se sintió obligado, una fachada puesta en su
lugar por Dios solo sabía que razón.
—Tal vez esa es tu opinión, pero no cuentes con que suceda de nuevo
—le dijo.
—Oh, ¿Así puedes coquetear con Eden y amenazar con dormir con él,
porque de repente no soy lo suficientemente bueno? —preguntó.
—¿Por qué?
Ella sintió sus dedos raspando su piel en la parte superior del vestido,
justo sobre su omóplato izquierdo. Luego su mano apretó y bajó hacia su
cadera, dejando una marca de quemadura a su paso, estaba segura.
—Temprano.
—Puedo recordar una época en que eso era todo lo que querías hacer.
—Sí, hace mucho tiempo, antes de que supiera que eres un… un…
horrible ser humano —insultó.
Por alguna razón, ese simple insulto pareció afectarlo más que
cualquier otra cosa que le hubiera dicho hasta ahora. Él entrecerró los ojos,
fulminándola con la mirada.
—¿En serio eso es lo que piensas? ¿Qué soy un ser humano horrible?
—¡Sí!
—¡Sí!
—Lástima.
Ella gritó y saltó un poco, su voz estaba justo al lado de ella. Giró su
cabeza y su nariz rozó su barbilla, sorprendiéndola de nuevo. Ella retrocedió
un poco, pero entonces sus manos estaban a cada lado de su rostro,
manteniéndola inmóvil para poder besarla.
Por supuesto, Katya normalmente besaba con los ojos cerrados, como
mucha gente. Así que la mayoría de sus besos se habían hecho técnicamente
en la oscuridad, pero hacerlo literalmente a oscuras era una nueva
experiencia para ella. Estaba nerviosa cuando levantó sus manos y se agarró
de sus solapas. Se mantuvo inmóvil mientras él la besaba a fondo.
—¿Por qué? —él habló con suavidad, moviendo sus manos hacia sus
caderas y acercándola más. Ella dio un paso titubeante, temerosa de hacer
caer algo. Mantuvo los ojos cerrados, como si eso ayudara de alguna manera.
Se sorprendió al ver que podía ver. Había luz. Solo un poco, más como
un resplandor. Un resplandor suave, anaranjado, que se originaba en la
pared cerca de la puerta. Finalmente encontró la fuente, uno de esos
ambientadores que también funcionaba como una especie de luz nocturna.
No era suficiente para ver todo, pero podía obtener una idea básica de su
entorno.
Era una bodega. Los estantes se alineaban en las paredes a cada lado
del estrecho espacio, y estaban llenos de paquetes de toallas de papel, papel
higiénico, cajas de vasos, exhibidores promocionales, toneladas de toallas,
platos, servilletas, todo tipo de cachivaches de un bar que si se acabaran lo
querrían tener a la mano.
—Esto es tan jodido. No podemos tener sexo cada vez que peleamos.
Esto no es… no está bien —enfatizó mientras él finalmente se levantó y la
miró.
Miró y se dio cuenta que estaba de pie solo con su corsé, un par de
bragas negras de satén y sus tacones negros.
¿Por qué no puede hablar así todo el tiempo? Haría todo mucho más
fácil.
Ningún juego previo allí, sus ojos se cruzaron cuando dos dedos
comenzaron a empujar dentro y fuera. Ella gimoteó y dejó caer su frente
sobre su hombro por un momento, intentando recuperar el aliento. Luego se
mordió el labio inferior y se llevó las manos temblorosas a su pecho,
logrando desabrochar los botones de su camisa.
Todo estaba sucediendo tan rápido. Ella no podría pararlo así lo
quisiera, la habitación estaba ruidosa con el sonido de su jadeo, el aire se
calentaba con su calor corporal. Ella gimió, lloriqueó y gritó ante todo lo que
le hacían los labios y los dedos de él.
—Demasiado tiempo.
—Oh, Dios mío —su voz era temblorosa. Dejó caer un brazo de los
estantes y lo envolvió alrededor de su cuello, tirando de él lo más cerca
posible—. Por favor, Wulf, por favor. Voy a… necesito… quiero…
—Dios mío, me encanta cuando ruegas —gruñó, presionando su
frente contra la suya—. De nuevo. Hazlo otra vez.
—Recuerda quién te hace sentir así, la próxima vez que estés con él.
Recuerda quién es el mejor, cuando estés contando los puntos.
Él es hermoso.
—Es solo… —habló con voz tensa, luego se aclaró la garganta. Tomó
una profunda respiración—. Creo que tenemos que tener una larga
conversación pronto.
—Al carajo con eso —resopló—. Estamos hablando ahora.
—Lo sé. —Levantó las manos, deseando poder desaparecerlo por arte
de magia—. Lo que acaba de suceder … fue un error.
—Lo siento, ¿ya no eres cómo? ¿El tipo de chica que tendría sexo en
un armario de escobas? Porque odio desilusionarte, pero claramente lo eres.
—Se rio. Ella lo fulminó con la mirada y abofeteó su pecho.
—¡Esto no es una puta broma para mí! —le gritó, luego lo apartó del
camino y salió furiosa de la oficina.
—¡Basta! —espetó—. Dime qué carajo está pasando por ese cerebro
tuyo.
—¡No estoy jodiendo con nadie! —gritó—. ¡Pasé tiempo contigo! ¡Pasé
tiempo con él! Estoy confundida, molesta y ya no sé nada más, ¡y todo es un
juego de mierda para ti!
—Nunca fue un juego para mí, es un juego para ti. Un juego que
comenzaste y que querías que jugáramos. Entonces hice eso por ti, hice
exactamente lo que querías. Hice todo lo que querías. Jesús, si eso ya no era lo
que querías, ¿por qué no dijiste nada? —exigió—. Una vez más, no soy un
maldito psíquico.
—No te pedí que fueras uno —dijo—. Solo esperaba que fuera un
poco más sensible a la situación.
—Dios, solo quiero irme a casa —gimió, alejándose de él. Una vez más,
él la agarró por el brazo y tiró para detenerla.
—No puedes enojarte con nosotros por no saber qué pasa por tu
cabeza, Tocci —señaló. Ella luchó contra su agarre.
—¿Oh, en serio? ¿Y supongo que sabe que has tenido sexo conmigo?
—Claro, está bien. Todavía me parece un juego, solo que esta vez, en
lugar de ser una víctima, solo estás jugando a serlo.
Suficiente.
Ella lo había jodido todo. Tantas cosas terribles, perpetuadas por dos
hombres cobardes, y al final, había sido ella quien lo había jodido todo. Ella
quien había sido una imbécil. Jugando juegos, ¿qué mierda? ¿Por qué no
podría haber mantenido su distancia? O, ¿por qué no podía haber sido
sincera consigo misma, que, en el fondo, solo quería perdonar y olvidar?
Pero no. Ella tercamente se aferró a su ira y había dejado que la
transformara. Había dejado que la controlara, llevándola de una mala
decisión a otra. Ahora un hombre al que le importaba estaba en la oscuridad
y el otro estaba enfurecido con ella.
Todavía se sentía como una mierda, pero menos como una idiota, se
puso derecha y se alisó las manos por el vestido. Acarició su cabello. Ya era
hora de que dejara la fiesta, y pensó que tal vez finalmente estaba lista.
Como las drogas. Nunca hizo nada con una sola droga en su vida, ni
siquiera la había visto de cerca. Entonces, cuando vio toda la parafernalia al
azar en la mesita, no podía estar segura de lo que era todo. Un montón de
polvo blanco, un holgado con pastillas. Algunos tubos de goma y algún tipo
de tubo. Sea lo que fuera, todo era igual a algo muy, muy malo. De eso estaba
segura.
—Oh Dios, ¿estás con sobredosis? ¡Por favor, no lo hagas aquí! —gritó,
sacudiendo su brazo. Estaba hundido en el suelo, boca abajo en el cristal—.
¡Oye! ¡Oye! ¡Despiértate! ¡Eres médico, dime qué hacer!
—Mierda.
Levantó la vista a la mala palabra murmurada y encontró a Liam en la
puerta.
—Está bien, sé cómo manejar esto. Solo sal —dijo, luego envolvió el
brazo de su hermano alrededor de su cuello y lo levantó de un tirón.
—Sí. Esto no es algo nuevo para él, lo he tratado antes —dijo con los
dientes apretados mientras sentaba suavemente al otro hombre en un saco
de dormir que estaba contra la pared del fondo. Katya suspiró y comenzó a
quitarse la chaqueta.
Se sentía como una niña que había sido castigada. Ella soltó su
chaqueta, pero no se movió hacia la puerta.
—No pedí tu ayuda —dijo, y pudo ver que estaba trabajando duro
para no gritar de nuevo—. Y no la necesito. Esto no te involucra, no quiero
que seas parte de eso.
¿Era luna llena? ¿Estaba alucinando? ¿Qué diablos era esa noche? Sexo
en el baño, una pelea de nivel de ruptura con Wulf, una sobredosis y Liam
echándola y cerrando la puerta.
No, ella también lo siente. Casi lo admitió antes, cuando lo jodí todo.
Y maldita sea, si esto sucedía entre los dos, ¿qué pasaba entre ella y
Liam? Cada vez que Wulf estaba cerca de ella demasiado tiempo, parecía que
inevitablemente terminaban peleando. Por lo que vio y escuchó, no era así
con Eden. Se reían y se llevaban bien. Hablaban mucho, lo que incluso Wulf
tenía que admitir, hablar era más productivo que tener sexo furioso.
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, despejando sus
pensamientos. Era un hombre inteligente, un hombre lógico. Solo tenía que
detenerse por un momento y pensarlo. Si estaba confundida, al menos eso
significaba que aún no había tomado ninguna decisión. Puede que ya no
fuera un juego, pero todavía estaba luchando con si quería o no estar con
alguno de ellos. El sexo claramente tampoco ayudaba a ese problema.
Mierda, ¿está teniendo sexo con Eden? Por favor Dios, no.
Pero no es tan simple. Estamos más allá de eso ahora. Lo que es bueno o
correcto ya no es una opción. Ha pasado al reino de la necesidad. La necesito,
tanto. Ella pertenece conmigo, pertenecemos juntos. Entonces, el tiempo que
demore, así será. Puedo interpretar la parte de una piedra y esperarla. Es lo
que nací para hacer, después de todo.
Gimió y se pasó las manos por la cara. ¿Por qué todo tenía que ser tan
complicado? Este era su castigo, por ser un ser humano horrible. Ella tenía
razón, era exactamente lo que era, jodidamente horrible. Y tal vez su castigo
era perseguirla por el resto de su vida.
Así que había esperado hasta el día siguiente, después, tras levantarse
y afeitarse y echar la bronca a su hermano, había trotado hasta su edificio.
Ella se veía… casi enferma. Llevaba puesto su pijama, aunque era casi
mediodía. No era normal en ella. Tenía ojeras bajo sus ojos, los cuales
estaban inyectados en sangre y se veían un poco hinchados. Estaba más
pálida de lo normal, y casi parecía como si quisiera vomitar.
—Sí —suspiró, abriendo más la puerta y apoyándose contra el
marco—. Solo una noche larga. Gran fiesta, por cierto.
—No estuvo mal —dijo riéndose entre dientes—. Podría haber estado
bien sin tantas sorpresas.
—Sí. Quiero decir no, en verdad no, es un jodido drogadicto. Pero está
de vuelta en el apartamento ahora, monopolizando la tele —le dijo.
—Ah, ahí está otra vez, mi apellido. Una poesía cuando lo pronuncias
bien —la picó.
—Quedamos aquí —dijo ella—. Tengo algunas cosas que decirte. Haré
margaritas y todavía podemos ir al tejado.
Cuando se separó, ella no sonreía. Le estaba mirando con los ojos muy
abiertos, casi luciendo nerviosa. Él, no obstante, sonrió, esperando aliviar el
estrés que ella sentía. Luego acarició con el pulgar su mejilla.
—Bien. Lo haré.
—Oh. Bien, gracias por eso —respondió Katya, sin saber qué decir.
—Y solo… quería que supieras, espero… sería bueno si tú y Wulf
alguna vez vuelven a estar juntos. No voy a mentir, creo que sería realmente
agradable. Pero no estoy esperando, contando con eso o incluso
necesariamente apoyándolo. Es un hombre difícil, requeriría mucho
compromiso y tiene muchas dificultades estar con él, estoy segura. Así que
no importa lo que pase entre ustedes, quería que supieras que lo entendería,
y también… realmente me encantaría que tú y yo pudiéramos ser amigas.
Fuera de la relación con él —expuso Vieve.
Pero eso era ridículo. ¿Quién sabía cómo sería? ¿Permitiría que una
potencial separación le impidiera reavivar una amistad? Además, Vieve no
conocía a nadie en San Francisco, fuera de Wulf y Brie, estaría
completamente sola.
***
Sabía que había salido alrededor de las dos para encontrarse con
Genevieve Stone, la hermana de Wulf. Eso hizo que Liam estuviera muy, muy
nervioso. ¿De qué habían hablado las dos mujeres? ¿Estaba Vieve contándole
todo tipo de historias? ¿Diciendo algo para abogar por un querido hermano
mayor?
¡¿Qué diablos tengo que hacer para ser primero?! ¡¿Por qué siempre soy
el segundo mejor?
Se paseó por un rato más, enviando mensajes cada vez más molestos.
Incluso intentó enviar mensajes a Tori, pero tampoco contestaba su teléfono.
Finalmente, cuando eran las cinco y cuarto, se dio por vencido. Gruñó e
irrumpió en el ascensor, todo mientras le enviaba un último mensaje a
Katya.
Esto era importante para mí. Pensé que era importante para ti. Lo
mínimo que podrías hacer es responderme, hazme saber que estas bien.
Ahora lo dejaron esperando por más de una hora, para lo cual no hay
excusa o disculpa disponible. Se apoyó contra la pared del ascensor,
pensando y dejando volar su imaginación. Imaginó la cita de su almuerzo
con la hermana Stone, imaginó a Wulf apareciendo. Sería como si el otro
hombre usara a su familia para hacer su entrada. No era justo, Liam no tenía
una hermana súper dulce para usar en su beneficio. Tal vez podía llamar a
uno de sus primos…
Liam miró a su derecha y vio a una hermosa mujer rubia, tenía la piel
clara, labios rosados y grandes ojos azules, casi como una Barbie viviente. La
había visto por ahí, vivía en el edificio estaba bastante seguro.
No mentía. Si hubiera tenido que adivinar, habría dicho que era de Los
Ángeles. Cabello largo y rubio… ese tono que no se encuentra en ningún
lugar de la naturaleza. Una frente suave y completamente desprovista de
líneas, incluso cuando levantaba las cejas. Pechos que eran demasiado
perfectos y un cuerpo que parecía haber sido esculpido por un profesional.
Un profesional que había hecho muy bien su trabajo.
—Sí, fuimos a almorzar. Mencionó que usted era el dueño del edificio
—dijo. La sonrisa de Liam se volvió tensa.
V
ieve casi gritó su nombre, pero Katya no escuchó nada. Había
estado de pie en esa acera, mirando la calle mientras dejaba
caer su teléfono. Así mismo, no se había dado cuenta que había
empezado a llorar incontrolablemente.
Eran los vecinos de sus padres al teléfono, los Tunt. El hombre que
tenía una Harley contra la que su padre quería correr. Justo el otro día.
Papi…
Pero soy hija única. No somos más que nosotros. No puedo perder a mi
padre. Simplemente no puedo.
—Me tengo que ir —dijo con voz ronca, limpiando su cara cuando
finalmente salió de la habitación.
—No. Esa es una muy, muy mala idea. Yo… espero que no te importe,
llamé a Wulf.
—No lo sabía.
—Eso es bueno.
Qué hacer… qué hacer… tengo que ir. Tengo que ir ahora. Se está
muriendo, dijeron. No durará la noche, dijeron. Tienes que ir ahora mismo.
—No, pensé que estaba contigo, fue para tu casa hace un rato. ¿Estás
bien? —preguntó. Su labio empezó a temblar y ella negó.
—Mi padre tuvo un accidente de auto muy malo y yo… solo necesito
hablar con Liam —dijo rápidamente, apenas conteniendo sus lágrimas. Era
una idiota, pero Landon también era médico, por lo que se imaginaba que oír
hablar de una emergencia médica debía significar algo para él.
—Lo siento, los accidentes de tráfico pueden ser algunos de los más
implacables. ¿Intentaste llamarle? No he sabido nada de él —dijo, sacando
su propio teléfono y revisándolo.
—Lo sé. Está bien. En serio está bien —dijo, apuñalando el botón del
ascensor repetidamente.
—Dios, por favor no llores, Pastel de ángel. Por favor, no llores por mí
—le suplicó, moviéndose de modo que terminó de pie delante de ella.
—¿Mi papá?
—Wulf.
Ella rio. Sonó fuerte y aterrador, como un sonido que haría una
psicópata.
—No. Quiero decir… sí, pero… maldición, suena tan mal. ¡Estaba
enfadado! Es como si nunca me notaras, y soy un hombre, Katya, no puedo
simplemente esperar para siempre, y no… solo realmente lo siento —
balbuceó.
Él frunció el ceño.
—Está bien, así que, solo voy a seguir adelante y doblar ese número,
luego redondearlo, porque puedo decir con seguridad que estás
mintiéndome justo en este momento. ¿¡Y en la azotea, Liam!? Eso es bajo,
incluso para ti. Nunca llevé a nadie allí, ni siquiera a Tori. Ni siquiera a Wulf
—gruñó.
—Mi padre está solo, y está sufriendo, y me necesita, ¿¡y qué estoy
haciendo!? ¡Estoy aquí de pie luchando con Liam Edenhoff, una vez más, por
alguna mentira de mierda! ¡Otra mentira de mierda! —casi estaba gritando,
empujándolo en el pecho.
—¡No! ¡Tú detente! ¡No puedes ser amigo de nadie hasta que aprendas
cómo ser un maldito amigo! ¿¡Me escuchaste!? ¡Solo mantente alejado de mí
hasta que resuelvas tus problemas!
Se las arregló para bajar sin decir nada a nadie. El lugar estaba lento,
los empleados tomándosela fácil después de las festividades de la noche
anterior. Tori estaba detrás del bar de abajo, riéndose de algo que un
hombre de traje le estaba diciendo. Sin embargo, solo miró a Katya una vez
para saber que algo iba mal.
Su madre estaba bien, pero todavía estaba dormida, así que preguntó
si podía ver a su padre. No podía, le informaron, porque estaba en cirugía de
emergencia. Le dijeron en qué piso y qué ala, y que se dirigiera a un área de
espera allí y un médico la vería pronto. Envió toda la información a Tori por
mensaje, y luego se acercó a esperar.
Pasaron cuarenta y cinco minutos antes de que alguien apareciera
para hablar con ella. Tori había aparecido para entonces, diciendo que había
llamado a Liam y había tenido una extraña conversación con él. Pero estaba
bien que se fuera por el tiempo que necesitara.
—Va a estar bien, Katya —le aseguró Tori a medida que se cambiaba
en alguna camiseta barata que había comprado en la tienda de regalos del
hotel.
—No sabes eso —dijo Katya con una voz que sonó ronca de tanto
llorar.
—Porque, sin importar lo que pase, vas a superar todo esto. Tus
padres son personas increíbles que criaron a una hija excepcional. No estoy
diciendo que será fácil. Va a ser la peor cosa del mundo —explicó Tori,
también comenzando a llorar—. Pero sé que al final, pase lo que pase, vas a
estar bien.
M
ilagrosamente, su padre no murió. Desafiando todas las
probabilidades, en realidad se despertó. Tras cuatro días de
coma medicamente inducido, pararon con los
medicamentos y esperaron a ver qué pasaría. Un día después, abrió los ojos.
Katya consiguió verlo, pero no fue tan bien. Lloró tanto que no podía
andar hasta él. Todo eso lo perturbó tanto que tuvieron que echarla. Fue
Tori quien fue a la habitación y le aseguró al Señor Tocci que, aunque su
familia estaba perturbada, estaban aguantando. Le prometió que cuidaría de
su mujer y su hija, y que antes de que se diera cuenta estaría de vuelta en
casa.
Tori sugirió que volvieran a casa. Preparar la casa hasta cuando sea
que la señora Tocci decidiese volver, limpiar el frigorífico de comida pasada,
cosas así. Katya al final estuvo de acuerdo, y se dirigieron a casa de sus
padres.
—Dios, no he estado aquí en años —suspiró Tori mientras conducía a
Katya por el antiguo vecindario. Tori había vivido en el otro lado del pueblo,
y desde la graduación sus padres se mudaron a otra ciudad.
—No. Nada de nada. ¡Mira! —Tori se rio, señalado una gran casa con
enormes pilares—. ¿Te acuerdas de ese chico? ¡Estaba loco por ti!
—Sí. Le gustabas mucho, quería que te dijera que era un gran besador.
Ambas se rieron.
—Difícilmente una luchadora. Creo que me besó una vez, sin lengua, y
casi me meé encima. Ni siquiera era tan bueno, él, mierda. —Katya se inclinó
hacia delante en su sitio por un segundo, luego saltó fuera del auto.
—No, no lo hice.
¿Quién conoces que podría tener el dinero para hacer algo así?
—Wulfric —susurró.
—Si hizo todo esto, voy a casarme con él —amenazó Tori, y ambas se
rieron.
—También te quiero.
Él estaba de pie al otro lado del sofá, una mano casualmente metida en
el bolsillo de sus pantalones. Sentía que no lo había visto durante mucho
tiempo. Mucho más que una semana. Casi como si lo viera por primera vez
desde que se hicieron vecinos. Cuando su padre estaba entero y ella no
estaba rota.
—¿Cómo estás? —preguntó, moviéndose hasta quedarse frente a él.
—Bien, me alegro.
Aguantó un segundo más, luego cayó contra él. Rodeó con los brazos
su torso, abrazándolo fuertemente mientras apretaba los ojos con fuerza. No
importaba, sus lágrimas rodaron de todas formas.
—No creo que necesitemos eso, pero gracias. No tienes que hacer
nada de eso —le dijo.
—¿Por qué?
Pero como había dicho, esto no era sobre él mismo, ni sobre ellos, su
padre necesitaba la ayuda, así que no la rechazaría. Necesitarían toda la
suerte con la que pudiesen contar, y siempre y cuando estuviera dispuesto a
darla, ella la aceptaría.
—¿Decirme qué?
—No, has estado donde se te necesita. Ella lo entiende. Qué tengas una
buena noche, relájate, tómalo con calma —instruyó, abriendo la puerta
principal.
—Lo haré.
—Por supuesto.
—Lástima.
—¿Por qué?
***
—Siento que deberíamos hacer algo —dijo su madre, una noche muy
tarde. Estaban sentadas juntas en el sillón, ambas distraídas en la televisión.
Quedaba claro que esto era algo que su madre había pensado mucho,
y algo que realmente quería. Katya no se atrevía a disuadirla, así que sonrió
y asintió.
***
Hicieron la reunión la semana siguiente. Todos los que fueron
invitados se presentaron. Era morboso incluso pensarlo, pero Katya se
sentía como si estuviera en un funeral. Llevaba un vestido sencillo, negro y
sin mangas. Luego, cuando bajó, vio que su madre y la mayoría de las
mujeres vestían también negro. Había solo una docena o más de personas en
la casa, y todos hablaban en voz baja. Susurrado. Frunciendo el ceño y
lanzando miradas tristes a la señora Tocci.
Juro por Dios, si una persona dice lo siento una vez más, voy a gritar.
Literalmente, en realidad, gritar.
—Katya, estoy…
—Bien. Bueno. Algo así. —Katya Se rio—. Nunca llegué a decirte, pero
gracias, por estar ahí ese día. No sé qué habría hecho sin ti.
—Oh, por favor. Ojalá hubiera podido hacer más —insistió Vieve.
—Seguro.
—¡No es suficientemente! ¿No era para ti? Eres una mocosa mimada.
Entre Wulf y tu madre, te han arruinado. Mírate —se burló, sus ojos vagando
sobre el cuerpo de su hija—. Pareces una vagabunda.
Una vez más, Katya había llevado una vida un tanto protegida, nunca
expuesta a mucha violencia o problemas. Así que oír a un padre hablar con
su hija de esa manera. ¿Cómo podía hablarle así?
Había hablado sin darse cuenta. Tanto Brie como su papá giraron sus
cabezas hacia ella y vieron como ella pisoteaba en la habitación.
—Soy esa chica que ha pasado más tiempo con su familia que tú —le
escupió—. Lárgate de la casa.
Hablando de Brighton…
—Oh, Dios mío —dijo sin aliento, dándose la vuelta tan pronto como
escucharon al señor Stone resoplar por la entrada—. ¿¡Estás bien!?
—¡Nunca me contó nada! ¿Lo sabe Vieve? —exigió. Hubo otra pausa.
—Estoy bien.
—Está bien. Está bien sentirse así —le aseguró, luchando por
mantener la calma.
—Oh, Dios mío, Wulf, estás sangrando. —Se quedó sin aliento, corrió
hacia él y dejó su vaso.
—Es por eso que me mantengo alejado de las chicas, solo arruino las
cosas —siguió hablando mientras ella buscaba en el área del bar. Había un
pequeño fregadero y debajo encontró vendajes y toallas. Ella mojó una de las
toallas y agarró su mano, secándole los pequeños cortes.
Sus ojos se abrieron y ella le arrancó una risa. También se rio, y por
unos momentos, nadie frunció el ceño. Pero ella no podía dejar de llorar y,
finalmente, se callaron nuevamente.
Quizás estaba mal. Tal vez era horrible de ellos. Pero estaban tan
destrozados y doloridos, y no había otro lugar en el que quisiera estar en ese
momento. Ella quería que su toque curara cada dolor que le había causado.
Ella quería besar todo el dolor que había experimentado en su vida. Ella
quería estar en ese momento con él, donde eran lo único que importaba el
uno al otro.
El sexo entre ellos rara vez había sido excesivamente emocional, pero
algo poderoso sucedió cuando él la penetró. Ella respiró hondo, sintiendo
cada centímetro de él. Ella presionó su cabeza hacia atrás, tirando de su
cuerpo lejos de él, incluso mientras presionaba sus caderas más cerca.
—¿Dejaste qué?
—Quiero verte —dijo sin aliento, quitándole el cabello del rostro. Ella
asintió y comenzó a mover sus caderas.
—No, Wulfric.
—No me importa.
—Si te importa.
—… No quiero dejarte.
—Lo sé. Y lo siento, pero tienes que hacerlo. Tengo que estar aquí por
mis padres. Renuncié a la pastelería. Perdí bastante tiempo jugando a juegos
en San Francisco, mi tiempo y el tuyo. Ya no haré eso.
—El mejor tiempo que tuve fue cuando perdía el tiempo contigo.
—Tocci.
—Stone.
—No entiendo.
—Sí, y se siente como que intentar hacer eso juntos, solo nos está
haciendo peores personas.
—Aun así.
—Lo sé.
—Lo siento.
—Y no lo olvides.
—Te extrañaré.
***
Pero honestamente podía decir que le estaba yendo bien. Gran parte
de su vista había vuelto, lo cual había hecho maravillas a su humor. Todavía
tenía un largo camino por recorrer, muchas vallas que saltar, pero estaba
sonriendo y riendo otra vez. Él estaba golpeado y amoratado y le faltaban
algunas partes, pero todavía era su padre.
Ambos rieron. Dolía hablar de Wulf, pero pensaba que tal vez si seguía
haciéndolo, con el tiempo sería más fácil.
—Me alegra que no hayas dejado que nadie más viniera —comentó
cuando finalmente llegó a la puerta—. Estar fuera del hospital es extraño.
Ahora que estoy aquí afuera, no estoy seguro si estoy listo para que alguien
me vea.
—¿Por qué no? Yo creo que el parche en el ojo es sexy —bromeó ella.
—Bueno, claro que lo es. Tu madre no podrá mantener sus manos
para sí misma.
—Oye, tienes que ser agradable conmigo ahora, estoy dañado —le
informó.
Ambos rieron otra vez, y casi quería comenzar a llorar, porque estaba
feliz. Feliz que incluso podían reír después de algo tan horrible. Todavía era
su papá, todavía era el mismo hombre con quien creció, todavía el bromista.
No podía superarlo.
—Sí, sí —contestó la otra chica—. Durante el viaje, comí toda esa tarta
que hiciste.
—No lo hiciste.
—No es lo mismo.
—No puede solo poner toda tu vida en suspensión, Katya —dijo Tori
con voz severa.
—Deja de ser una listilla. No estoy diciendo que te vayas justo en este
minuto, pero renunciaste a tu trabajo y me dijiste que buscara otra
compañera de habitación. No puedes vivir con tus padres por el resto de tu
vida —dijo Tori.
—Imagínate.
—Me alegra. Él y yo como que nos hemos vuelto muy buenos amigos,
y solo… odiaría tenerlos a los dos enojados entre si —suspiró Tori.
—¿Huh?
—No entiendo…
—Está bien, Tori. De verdad. Está bien. Solo estoy cuidándote. Es muy
encantador. Mantén ambos ojos abiertos.
También hubo una larga conversación por la noche con él. Muchas
verdades fueron declaradas. Admitió que estaba celoso de Wulf, de siempre
sentirse el segundo mejor con hombres como él. Liam insistió que realmente
tenía sentimientos por Katya, que honestamente se preocupaba por ella. Ella
había dicho que era lindo, pero estaba dejando los hombres por el momento.
Para las siete en punto, el señor Tocci había terminado. Después tomó
una alarmante cantidad de píldoras, Katya y su madre lo ayudaron a meterse
a la cama. Su mamá se quedó con él, jalando las sábanas a su alrededor,
acomodándolo en estas y encendiendo su televisión. Les deseó buenas
noches y cerró la puerta detrás de ella.
—Eres una buena hija, Pastel de ángel —suspiró Liam, estirando sus
brazos sobre su cabeza mientras entraba en la sala de estar.
Sacudió su cabeza.
—Dáselo a Vieve, ella y Brie pueden vivir ahí. Será bueno para ellas —
ofreció Katya. Él frunció el ceño.
—Dios, amo a esa mujer. —Se rio entre dientes—. Pero no. Voy a
quedarme aquí por un tiempo, entonces tal vez el siguiente verano,
averiguaré mi siguiente movimiento.
—Bueno, ahora no, pero, ¿quién sabe lo que podrás hacer con la nueva
pierna?
—¿Qué es?
Su mandíbula cayó.
—¿Por qué?
—¿Disculpa?
—Lo sé, cariño. Pero te criamos para ser una mujer independiente, y
estás en ese momento de tu vida en que deberías estar forjando tu propio
camino. Ya habías comenzado uno bueno, ahora no es el momento de
descarrilarlo.
—Idioteces.
—Está bien, está bien, podría ir a trabajar a Los Ángeles, sin embargo.
Sacramento. Nueva York, Nueva Orleans, muchos lugares. Solo quiero
asegurarme de que estás bien, de que ambos estén bien —le dijo.
—Lo juro por Dios, si dices que dejé mi corazón en San Francisco, te
golpearé con una de esas herramientas de aspecto extraño —le advirtió. Él
estalló en carcajadas.
—Papá.
—¿Qué?
—De aaacuerdo…
—No estoy…
—Wulf mantiene la boca cerrada sobre ti, solo pide que estés bien, y
eso es todo. No participará en ninguna conversación que te involucre.
—Bien.
—Tori, sin embargo, es mi nueva mejor amiga.
No estaba segura de a dónde conducía todo esto, o qué tenía eso que
ver con Wulf.
—Vaya, papá. Gracias —dijo, mirándolo con los ojos muy abiertos.
—Yo no…
—Oh, cállate. Estás tan enamorada de él, que te has vuelto estúpida —
le retó. Ella comenzó a reír.
—¿Qué pasó?
—¿¡Qué!? ¡Nunca dijiste eso! Pero… pero… ¡¿pero pensé que salieron
esa misma noche?! —preguntó ella.
—Lo hicimos. Ellos solo habían estado saliendo poco tiempo, nunca
había conocido a la novia de Herb, y ella nunca había conocido al compañero
de cuarto de Herb. Le pedí salir y ella dijo que sí, y eso es todo lo que me
importaba.
—Está bien… así que no sabían, creo que eso no es tan importante.
—Suena horrible —dije—. ¡No puedo creer esto! Mamá era alguna
especie de… ¡Loca y diabla sexual!
—Loca es demasiado.
—Bueno…
Ella hizo un sonido de arcadas y se cubrió la boca.
—Es por eso que se puso tan exagerada… creo que tenía miedo de que
cometieras los mismos errores que ella.
—Nada, en serio.
—Mierda.
—No podía estar seguro. Solo podía estar seguro que la amaba.
—No dije eso, ¿verdad? Pero actúas como si la confianza fuese algo
que sucede de la noche a la mañana. Esa confianza debería ser dada la
primera vez que conoces a alguien, y luego removida con cada error que
cometen. No. La confianza no es algo que se gana O se reconstruye en una
noche.
—Y qué si hago todo esto; hablo con él, me pongo a trabajar y voy a
través del dolor, ¿y todo resulta una mierda de todas maneras?
Estaba enfadada. Katya Tocci nunca había tenido miedo del trabajo
duro. Había sido una estudiante de buenas notas en la secundaria, se graduó
entre las primeras de su clase de cocina, y había perseguido
implacablemente la carrera de sus sueños, convirtiéndose en una de las
reposteras más solicitadas en todo San Francisco.
Jamás me digas que no puedo hacer algo, porque luego lo haré mejor de
lo que nunca antes se ha hecho.
Mientras corría a través de la casa y se apresuraba por las escaleras,
desechó las dudas que ya estaban asomándose. Dos veces ahora, se había
alejado de él. Esta última vez había sido particularmente dolorosa y dura, y
ya había pasado un mes desde entonces. Tan poca cantidad de tiempo, él
pensaría que estaba siendo ridícula. Que era una veleta que lo dejaría otra
vez.
No. Deja de suponer. Solo habla con él. Ni una sola vez le dijiste
exactamente cómo te sentías. Haz el trabajo.
—¡Detente!
—¡Maldición, mamá!
—Oh, todo esto va a ir a las tarjetas de Navidad de este año. ¡Te amo!
—¡Papi!
—¡Claro que no lo está! Ese hombre está loquito por ti. Ahora sal de
aquí antes de que nos vuelvas loco —espetó, ondeando una mano hacia ella,
ahuyentándola hacia la puerta.
Tenía un viaje de dos horas por delante. Dos horas, sola, atrapada con
sus propios pensamientos. No era algo bueno, como ahora sabía.
—Qué bueno escuchar de usted, señorita Tocci. ¿Qué puedo hacer por
usted? —preguntó Ayumi amablemente.
—Oh… de acuerdo…
—Pero me dio instrucciones en caso de que llamaras —continuó
Ayumi—. Si necesitas algo, estoy a tu disposición, o si hay una emergencia,
puedo ubicarlo.
—No, no, no, no, ninguna emergencia, estoy bien —dijo Katya con
rapidez—. ¿Sabes cuándo regresará?
—No, no, tres meses está bien. Vamos a tener una fiesta en cinco meses,
así que, si crees que puedes apuntarme, sería estupendo.
El universo es impresionante.
Había pasado una hora desde que había hablado con la asistente de
Wulf. Le había pedido a la otra mujer que no le advirtiera que iba a ir, no
quería que se volviera más incómodo de lo que ya era, si lo atrapaba con la
guardia baja, podría derramar todo, simplemente dejar escapar sus
sentimientos.
Si es que está allí. Son más de las cinco, hablé con ella hace una hora. No
dejaría la fiesta tan pronto, ¿o sí?
—Oh, Dios mío —dijo sin aliento—. No han… ¿aún no han cortado la
cinta?
—No, pero están a punto de hacerlo. ¡vaya! —exclamó cuando ella se
adelantó a codazos—. ¡Buena suerte, señora!
Era una fuente gigantesca, el agua caía en cascada sobre un gran eje de
ónix en el centro. Ella se levantó cuidadosamente en el borde y finalmente
miró a su alrededor.
Él se veía igual. Alto y guapo, su rostro tan serio y severo que parecía
enojado. Pero lo conocía mejor ahora, y todo lo que vio cuando lo miró fue el
hombre que le dijo que era como un regalo. Quien le dijo que era lo mejor
que le había pasado.
Ella había estado caminando a lo largo del borde de concreto, que era
del ancho de una barra de equilibrio. Había notado que, en el otro extremo,
las escaleras se elevaban para alcanzarlo, y podría saltar unos cinco
centímetros en lugar de unos cincuenta centímetros. Pero su coordinación
no era tan buena como había pensado, y un movimiento equivocado la envió
a la derecha, sobre la multitud. Comenzó a mover sus brazos y la corrigió de
más, inclinándose demasiado hacia la izquierda.
Gritó cuando golpeó el agua. Hacía mucho frío, y había algún tipo de
sistema de corrientes que mantenía el flujo del agua en un movimiento
circular. Fue arrastrada, emergiendo una vez para escupir por aire antes de
ser empujada hacia abajo.
Giró la cabeza a tiempo para ver a Wulf subir sin esfuerzo a la cornisa.
Ella gimió y se giró, intentando ponerse de rodillas. Se sorprendió cuando él
no dudó en absoluto y simplemente se metió en el agua, arruinando su
costoso traje. Él la agarró de los brazos y la hizo ponerse de pie, parándola
frente a él.
—Hola —logró decir, sus dientes comenzaron a castañetear. Él la
fulminó con la mirada, luego se quitó la chaqueta y la envolvió alrededor de
sus hombros.
—Tocci
—Tocci.
—… ¿sí?
Ahí, lo soltó. Y una vez más, sintió una inmensa sensación de alivio.
Bueno o malo, feo o no, lo había hecho. Recorrió muchos kilómetros y
recorrió un largo camino y colocó su corazón sobre la mesa. No importa lo
que sucediera ahora, siempre tendría este momento. Se había demostrado a
sí misma que, a pesar de su voz interior y todos sus errores, podía cumplir
sus promesas y luchar por él. Podría levantarse y ser verdaderamente
valiente. Podía ser intrépida.
… yyyyyyy él no responde. Dios, esto fue estúpido. Esto fue tan estúpido.
Voy a morir si tengo que quedarme aquí mucho más tiempo. Literalmente,
totalmente, moriré. Derretiré y bajaré por el desagüe.
—Aterrorizada.
—¿Como qué?
—No es cierto.
—Lo hice.
—No te creo.
—Tocci.
—¿Sí?
***
—¿De mí?
—Sonrío contigo.
—No es suficiente.
—Lo sé. Y pensé por un momento allí, solo por un momento… que ibas
a tomar la decisión equivocada. Y eso me asustó.
—Ya no puedes.
—Lo sé… pero tal vez, tal vez podría ayudarlo a encontrar a alguien.
Tiene que haber alguien por ahí, una chica para…
—¿En serio?
—Lo harías.
—O tus hombros.
—¿Hombros?
—Deja de ser su madre y deja que se ayude solo. Además, eres mía
ahora. Debes preocuparte por ayudarme.
—Me ayudaste a aprender que está bien no estar seguro —le dijo—.
Me ayudaste a aprender que vale la pena luchar por algunas cosas. Me
ayudaste a recordar que sonreír se siente bien, y reír se siente aún mejor. Me
ayudaste a ser un mejor hombre, lo cual es sorprendente, porque antes que
tú, era el peor. Me ayudaste a aprender a amar.
—Bueno, entonces, supongo que es una cosa más en la que soy mejor
que tú.
Ella se echó a reír, lo cual fue una bendición porque ocultaba el hecho
de que estaba llorando otra vez.
—Será mejor que lo resuelvas porque mañana traeré todas tus cosas
—informó mientras su boca recorría su pecho izquierdo.
—Wulf, no puedo…
—Sí.
—No puede ser mucho, Liam salió hace un tiempo, así que eso debe
significar que ya terminaron, ¿verdad?
No es que fuera más fácil para Katya. Ella nunca había vivido con un
hombre, y su compañera de cuarto los últimos cuatro años había sido muy
relajada. Estaba acostumbrada a tener el control sobre la cocina y colocar el
termostato tan alto como quisiera y no tener que recoger su ropa sucia
detrás de ella, a lo que no estaba acostumbrada era a lidiar con un taciturno,
malcriado y malhumorado niño.
Pero por cada momento que Katya destrozó los nervios de Wulf, y por
cada momento que quiso darle un puñetazo en la garganta, hubo tres más de
alegría pura. Nunca se había imaginado que la vida podía ser tan buena
como lo era con Wulf. Que alguien pudiera amarla tanto como lo hacía,
adorarla y mimarla.
—¡Pastel de ángel!
—Tú, querida, estás viendo al único propietario del The Garden, club
nocturno y rincón del placer —le informó. Ella se apartó y empezó a
aplaudir, luego se detuvo.
—¿Wulf? ¿Amable? No creo que ese adjetivo se haya dicho alguna vez
antes junto a su nombre —resopló Liam—. Vas a tener que hablar con él.
… siiiiiiiii, pero aun así sería divertido ver el tipo de hombre que
finalmente la domara.
Katya también estaba lista para entrar en modo de salvadora, pero las
palabras castigadoras de Vieve sorprendentemente parecieron ser
suficiente. La cara de Brie se puso roja y dudó por un segundo antes de
precipitarse por las escaleras.
—Lo siento, pero, ¿te ha parecido… más perra que antes? —preguntó
Katya.
—¡Nos vemos!
—Ya basta.
—No puedo.
Ella puso los ojos en blanco. Era una especia de punto doloroso entre
ellos… Katya por fin estaba haciendo de tripas corazón, iba a abrir su propia
pastelería, especializándose en pedidos y en diseños de boda. Wulf había
estado más que dispuesto a acabar con todo el dinero y comprarle la mejor
tienda que pudiera encontrar, pero no lo dejó. Quería hacerlo por sí misma.
Aceptaba su ayuda y sus consejos, pero no quería que lo hiciera todo por
ella.
Así que por sí misma, Katya había buscado una inmobiliaria focalizada
en restaurantes, cocinas comerciales y panaderías. Wulf la había chequeado,
interrogando a la pobre mujer en su oficina y, aunque insistió en que él
podría todavía hacerlo mejor que bien, aceptó a regañadientes que ella
estaba más que capacitada para encontrar un buen lugar para Katya.
Ella había estado preparada para gastar todos sus ahorros para el
pago inicial en cualquier lugar decente, pero Wulf no lo quiso; él tenía más
que suficiente dinero, y quería compartir algo con ella. Por lo que llegaron a
un acuerdo… serían socios comerciales. En papel, con contratos oficiales y
todo. Parte del trato era que él vendiera su mitad del negocio a Liam. No lo
necesitaba y estaría lo suficientemente distraído con la nueva empresa de
Katya. Ésta quería que Liam fuese libre, y quería el enfoque de Wulf centrado
en su negocio. Así que él aceptó y, un par de semanas después, completaron
la venta.
—Jesús, ustedes dos. Qué hice en la vida para merecer a Eden, nunca
lo sabré.
—Estoy segura que hay una lista interminable de actos sucios que
califican para ese tipo de castigo. Ahora, responde la pregunta —insistió,
tirando de él hasta pararlo. Se giró para mirarla por completo.
—¿Seguro que no piensas que creo que el club de sexo de Eden vale
un millón de dólares—resopló Wulf. Ella levantó las cejas.
—¿Medio millón?
—Estoy siendo insultado. Apenas le dediqué medio segundo, excepto
cuando era la hora de hacer el pago.
—Me dijo lo que estaba dispuesto a pagar por mi mitad. Dije que
estaba sobrestimando lo que valía su negocio y que, como tasador con
licencia y agente inmobiliario, calculaba que estaba valorado en diez mil
dólares máximo.
—Tú no… diez mil dólares… —No podía creer lo que acababa de oír.
Era como regalar su parte. Estaba más que asombrada.
—Uh… ¿Eh?
—Cállate.
—La basura que me haces comer —se quejó, soltando los platos ante
ella antes de tomar su asiento.
—No, no lo hago —dijo con la boca llena. Luego agarró una servilleta y
se limpió los labios—. ¿Pero sabes qué sí amo?
—¿Qué?
—Oh.
—Qué bien que el premio vale mucho todo ese duro trabajo —
susurró. Él asintió y miró su boca mientras se inclinaba hacia él.
1. Comida increíble.
2. Música estupenda.
3. Juegos divertidos.
Liam Edenhoff es una criatura simple. Le gustan las mujeres, los tacos
y el sexo. Mientras los tenga en su vida, todo está bien. Finalmente se está
dando cuenta que tal vez simplemente no está hecho para las relaciones:
seguramente debe haber una mujer por ahí que estaría bien con algunas
margaritas en la azotea, sexo casual y sin ataduras.
Twin Estates #3
Sobre la autora
Los perros le gustan más que las personas, y no confía en nadie que no
beba. No, no vive en un iglú, y no, el sol no se oculta durante seis meses al
año, esa es la lección del día sobre Alaska. Tiene cabello de sirena (tanto una
bendición como una maldición) y la mayor parte del tiempo habla tan
rápido, que ni siquiera ella se entiende.
Traducción
Addidctedread Genevieve Lyla
Catleo LizC
Flochi Luisa.20
Corrección
Dai’ Larochz
Flochi Lu-017
Kish&Lim
Diseño
Evani