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Índice
Sinopsis Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Próximo libro
Capítulo 15 Sobre la autora
Capítulo 16 Créditos
Capítulo 17
Sinopsis
Cosas que un mal vecino puede hacerte:

1. Hacer fiestas ruidosas por la noche.

2. Negarse a cortar el césped.

3. Robar tus periódicos.

4. Romperte el corazón y pisotearlo.

Katya Tocci está dispuesta a admitir que puede haber mordido más de
lo que podía masticar.

Liam Edenhoff le mostró un lado de la vida que había ignorado: sexo,


amistad y tacos. Pero luego la traicionó.

Wulfric Stone le enseñó que las grandes sorpresas pueden venir de


lugares inesperados, como de un tosco bastardo agresivo y huraño. Pero
entonces, le rompió el corazón.

Ahora uno de ellos quiere perdón, y el otro quiere un para siempre. ¿Y


Katya? Solo quiere olvidar.

¿Quién sabía que los vecinos podían ser tan difíciles?

Twin Estates #2
1
¡Tú primera cita con Eros Match! Califica en nuestra escala del uno al
diez para desbloquear otras posibles coincidencias.

K
atya Tocci miró a través de la mesa, sin siquiera molestarse en
esconder el hecho de que no prestaba atención a su cita en
absoluto. Si se molestaba con el sistema de calificación del
sitio de citas de Eros, habría anotado a este caballero en los negativos.

Tal vez eso era un poco duro. Era limpio y atractivo, y oigan, al menos
estaba luchando por pasar bien la noche. Katya había renunciado hace dos
copas de vino, así que en realidad, debería recibir una calificación negativa.

Beberé esta tercera copa y terminaré la noche.

Al señor Henry “¡ninguna relación, aunque, tampoco la deseo! JAJA”


Ford realmente no se lo podía culpar por el terrible encuentro, lo sabía.
Henry había aparecido esperando una gatita sexual para pasar un buen
momento. Lo que consiguió, sin embargo, fue una mujer amargada que
llevaba demasiado maquillaje.

Sin embargo, nunca se propuso ser así. Cada vez que encontraba una
pareja, se prometía a sí misma que sería el regreso de la “Katya nueva”. La
gatita sexual que fue tan descarada como para entrar a un club de sexo y
tener un encuentro con el dueño. La atrevida novata que había puesto de
rodillas a un magnate inmobiliario. Se vestiría sexy, coquetearía, y usaría a
estos chicos como papel higiénico. Al igual que un par de chicos la usaron.

Desafortunadamente, la Katya nueva había entrado en hibernación. O


murió. En su lugar, había una chica que lucía labial atrevido, delineador de
ojos pesado, vestidos cortos y escotes pronunciados, pero apenas podía
sonreír. No, esta nueva chica era definitivamente una decepción, y el sexo
era la última cosa en su mente.

Dios, no quiero tener sexo de nuevo. El sexo me metió en este lío.


Katya sacudió la cabeza y trató de concentrarse. Pensar en sexo nunca
era bueno. Una vez que empezaba a pensar en ello, inevitablemente pensaba
en Liam Edenhoff y, por supuesto, Wulfric Stone. Pero no se permitió pensar
en ninguno de los dos. Estaban permanentemente lejos de su cerebro. De su
vida.

Estaban en una mierda tan profunda, de hecho, que los eliminó por
completo. No les había dicho una sola palabra en dos semanas. Dos semanas
de lidiar con el daño, enojo y cosas inconclusas… se sentía como varias vidas.
Vidas enteras y muuuuchas pintas de helado.

Después de dejarlos, solo para demostrarse a sí misma que podía ser


una mujer moderna, liberada, independiente y sexualmente progresista sin
ellos, había reactivado su perfil de cita, el perfil falso que su compañera de
cuarto había hecho para ella.

Una foto de perfil más sexy y Katya estaba deslizando a la izquierda o


derecha. Se las arregló para enviar mensajes coquetos, y se puso vestidos
sexys, pero cada vez que se presentaba, simplemente no podía reunir la
energía para sellar el trato.

Todos los hombres eran atractivos. Algunos incluso bien hablados.


Pero todos parecían… aburridos. Apagados. Como si estuviera hablando con
muñecos. No había chispa, y por mucho que odiara admitirlo, Katya
necesitaba eso para estar atraída por alguien. Atrás quedaron los días de
estar con un chico solo porque pertenecía a los clubes campestres correctos
y se había graduado de las escuelas adecuadas. Había sido mimada,
necesitaba a alguien que le hiciera hervir la sangre y hormiguear su piel. Por
desgracia, parecía que ninguno de los hombres de San Francisco tenía esa
capacidad.

Bueno, técnicamente eso no era cierto, había dos que eran muy buenos
en ello.

Antes de que pudiera castigarse por permitir que ese recordatorio


entrara furtivamente, su cita interrumpió sus pensamientos:

—Entonces, uh, ¿quieres regresar a mi casa a tomar un café? —


preguntó Henry Ford, con una sonrisa cursi. Katya resopló. ¿Este tipo
hablaba en serio? Apenas lo había mirado dos veces, ¿en serio creía que
tenía una oportunidad?
—No, gracias. Un gran día mañana —dijo, luego tragó lo último de su
vino y se levantó.

—Ah, ¿sí? ¿Haciendo qué? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —


preguntó, poniéndose también de pie mientras miraba su pecho todo el
tiempo. Ella tomó su bolso de la parte de atrás de su silla.

—Ni siquiera un poco. Gracias por la cena. Siento haber desperdiciado


tu tiempo —dijo, luchando por ponerse la chaqueta.

—¿Qué? No, no desperdiciaste mi tiempo. Además, la noche sigue


siendo joven, podemos detenernos en algún sitio por una bebida —sugirió.

—La noche ha terminado. Lo siento, de verdad.

La cortesía ya no era parte de su naturaleza, Wulfric Stone había


tirado ese rasgo al suelo, luego Liam Edenhoff le había disparado. No le
importaba especialmente ofender al pobre hombre. Ignoró a Henry Ford
mientras se apresuraba a salir del restaurante, apretando el cinturón de su
chaqueta antes de salir a la fría noche.

El verano había terminado oficialmente y el otoño estaba haciéndose


notar en la ciudad portuaria. Se estremeció mientras corría por la acera. Su
cita todavía tenía que pagar la cuenta, así que no podía perseguirla, pero,
aun así. Quería un poco de distancia entre ellos antes de que ella llamara un
taxi.

Esto no está funcionando.

No era la primera vez que Katya pensaba eso. Había esperado


encontrar algo de paz mental en su pequeña aventura. Ser aún más una
perra maldita. Pero en realidad, estaba molesta consigo misma y aburrida la
mayor parte del tiempo.

Le daría una oportunidad más. ¡Eros! Un sitio para amantes era una
empresa con sede en San Francisco, hecha específicamente para las
personas que vivían en y alrededor del área metropolitana. Como una
herramienta promocional, tenían un evento: cócteles y citas rápidas. Ella se
había inscrito en un capricho, aunque en ese momento, asumió que nadaría
entre chicos antes del evento.

Ahora lo miraba como una línea de meta. Si no podía tener las bolas
para tener algún tipo de aventura sexual al final de la fiesta, lo tomaría como
un signo de que realmente y verdaderamente no era una zorra de citas.
Una más. Una cita más, y luego voy a cerrar mi perfil de zorra y decir
adiós a la Katya nueva.
2
Respira. Respira. No pienses. Respira. Respira. ¿Firmé el papeleo que
envió la oficina? Respira. Respira. Tengo que comprobar ese acuerdo de
fideicomiso. Respira. Respira. Dios, ¿qué está haciendo ella ahora mismo?
¿Cómo se jodió todo? Sabía que debí escucharme y seguir caminando… No
pienses. Respira. Respira.

A
unque el hábitat natural de Wulfric Stone era una piscina
olímpica, no era la única forma de ejercicio que tenía: tenía un
trabajo estresante, tenía muchas maneras diferentes de
quemar la tensión. Correr era un segundo más cercano a la natación para
aclarar su cabeza. Creaba un tipo diferente de ardor en sus músculos,
producía toda una nueva plétora de molestias y dolores.

A veces, cuando estaba particularmente enojado por algo, lo prefería a


nadar. Con la natación, después de hacer un par de kilómetros en vueltas,
podía simplemente flotar. Literalmente. Ponerse de espaldas y flotar por un
tiempo.

Sin embargo, no con correr. Qué cruel, un deporte que lleva a una
persona a kilómetros de distancia de su punto de partida, y luego cuando se
esfuerzan, todavía tienen que dar la vuelta y recorrer la misma distancia al
regresar. ¿Sientes que te desmoronas? Ningún estanque ingrávido para
flotar. No, el mejor escenario significaba esperar encontrar un parche fresco
de hierba para caer y rezar que tus músculos no se acalambraran, todo
mientras la gravedad ejercía presión en cada miembro.

Sí, correr era un deporte muy castigador, y Wulfric Stone era un


hombre muy malo que sin duda merecía un poco de castigo.

Respira. Respira.

Le ardían las pantorrillas y el sudor corría por su cuerpo. Estaba


seguro que sus pulmones se preparaban para dar un golpe y salirse de él. Sin
embargo, seguía presionándose, golpeando con más fuerza los pies contra el
suelo.
¿Cómo puedo respirar cuando todo está tan mal?

Wulf soltó un grito frustrado y se arrancó los auriculares. Esto no


estaba funcionando. Frenó hasta detenerse. Sabía que era una mala idea,
debía correr durante un tiempo, reduciendo su ritmo lentamente, pero al
diablo. Escapar de sus problemas claramente no ayudaba. Quizás un enorme
calambre lo distrajera con éxito.

O tal vez le daría un ataque al corazón, sería perfecto.

Se apartó del sendero y se dirigió directamente al bosque. Una brisa le


golpeó el sudor de la piel, haciéndole temblar. Tomó el dobladillo de su
camiseta y se la llevó a la frente, removiendo el sudor. Cuando bajó el
material, miró a su alrededor y se dio cuenta que había caminado tan lejos
que ya no podía ver dónde estaba el sendero.

Bueno. Tal vez estaré perdido aquí para siempre. Eso resolvería todo.
Jesús, ¿cómo fue que todo se jodió tanto?

Era una pregunta retórica, Wulf sabía la respuesta. Él había jodido


todo. Rompió sus propias reglas, fue en contra de su propio consejo y mira lo
que había sucedido. Era un desastre, vagando por el bosque, maldiciendo a
los árboles.

Y lo que era peor, podría haberlo evitado todo. Había sabido lo mal
que podía ser el final entre ellos, había visto todo desatarse desde el
principio y trató de evitarlo haciendo lo que mejor sabía hacer. Ser un idiota.
Después de todo, si le hablaba de su pequeña artimaña, ella lo dejaría. Si no
se lo decía y se enteraba, ella lo dejaría. Si Liam se lo contara, lo dejaría. Era
muy claro para Wulf que el único resultado posible era que Katya lo dejara.

Así que, como un verdadero caballero, Wulf la dejó primero.

¿Por qué volvió? Si se hubiera quedado lejos, todo estaría bien.


Jodidamente bien.

Excepto que no estaría bien. Él sería una concha de hombre, o al


menos, una versión peor que la que ya era, y ella se convencería de que Liam
era el tipo perfecto para ella. Wulf no podía soportar ese pensamiento. No
podía soportar la idea de que Liam la tocara, besara y la viera desnuda, la
hiciera suspirar y jadear.

—¡AH!
Su puño se estrelló contra el árbol antes de que supiera que su brazo
se movía. No había sentido el puñetazo, golpeando el tronco tan fuerte como
pudo, pero Wulf apenas sintió nada. Estaba entumecido.

Así que, volvió a golpearlo. Y otra vez. Y no se detuvo hasta que la


sangre le corrió por el puño, e incluso entonces, todavía no sentía nada. Solo
el rojo manchando su camiseta blanca lo hizo detenerse.

Por supuesto que no sentí nada. Soy Wulfric Stone, y las piedras no
tienen sentimientos.

Un líquido carmesí recorrió el dorso de su mano, rígido contra su piel


pálida. Como convertir el canal en un televisor de blanco y negro a
tecnicolor. Le sorprendió un poco, ver su propia sangre así. Finalmente
levantó la mirada y contempló su entorno.

Jesús, estoy cavilando en el bosque y golpeando árboles. ¿Cuándo me


convertí en esta persona?

Por primera vez desde que Katya se alejó de él, se calmó y examinó la
situación.

Le había enviado mensajes. Envió flores. Fue a su apartamento una


vez, solo para ser rechazado por su rabiosa compañera de cuarto. Nada
funcionó, Katya lo había rechazado completamente.

Y se lo permití.

Así no era él. ¿Desde cuándo Wulfric Stone alguna vez aceptaba un no
como respuesta? ¿Desde cuándo hacía muecas y se quejaba? ¿Cuándo se
convirtió en una norma tener rabietas en medio del bosque?

Se giró en un círculo, buscando el camino de vuelta al sendero.


Respiraba con rapidez, su mente corría a un millón de kilómetros por hora.
Desde que ella lo dejó, no había actuado como sí mismo.

Así que, por supuesto nada funcionaba. Había empezado a enamorarse


de él, lo había afirmado. El hombre que era antes de que se marchara.
Odioso, grosero, mandón y exigente. El tipo de hombre que tiraba puertas de
una patada, e ignoraba cualquier cosa que no le gustara y siempre conseguía
lo que quería.

Cuando empezó a correr por el matorral, se rio de sí mismo. No podía


creer que no se hubiera dado cuenta antes. Durante todo ese tiempo, se
estuvo preguntando qué necesitaba ella para arreglar las cosas. Lo que
quería que hiciera. No hizo las preguntas correctas, en absoluto.

¿Qué haría Wulfric Stone?


3
Liam “Eden” Edenhoff miró fijamente la pantalla de su computadora.

Mierda. Maldita sea. Mierda.

K
atya Tocci lo miraba fijamente. Solo que no se parecía a la
Katya que conocía. No la dulce, medio inocente, y adorable
diosa pastelera.

La chica en la computadora mostraba un puchero de labios rojos


mientras sus ojos gritaban “fóllame”. Decir que parecía transformada era un
eufemismo. Nunca la había visto vestida así, tan sexy. Era extraño. La había
visto desnuda y en todo tipo de posiciones interesantes, pero de alguna
manera los pantaloncillos ajustados y camiseta corta eran casi más
provocativos.

Podía llamar la atención cuando vestía pijama y holgazaneaba en casa.


¿Sexualizada y con maquillaje de puta? La boca de Liam se había secado, lo
que lo ponía nervioso. Si su imagen tenía este efecto en él, ¿qué pensaban los
otros miles de hombres en Eros?

¿Cuántas citas ha tenido? ¿Cuántos tipos ha follado? No, no haría eso.


Mierda, ¿verdad? Mierda.

En el corto tiempo que habían sido amigos, Liam y Katya se acercaron


bastante. Sentía que la conocía bastante bien, podía adivinar cómo
reaccionaría ante ciertas cosas. De modo que, decir que se sorprendía con la
facilidad con la cual lo sacó de su vida sería un eufemismo.

Sí, hizo una cosa horrible. Mintió, manipuló y generalmente fue un


bastardo. Pero aun así. Los amigos se perdonaban, eso es lo que hacían.
Consideraba a Katya como una muy buena amiga. Una mejor amiga, incluso.
Lo estaba matando, no podía verla y hablar con ella. ¿Cómo pudo dejarlo ir?

Por supuesto, tal vez no era tan simple. Claramente, el perfil era en
represalia a lo que él y Wulfric Stone le hicieron. No hay furia más grande
que la de una mujer despechada, y aparentemente una mujer que fue
manipulada para acostarse con dos hombres a la vez podría enfurecerse lo
suficiente como para acostarse con muchos otros hombres para vengarse.

Liam gimió y se frotó las manos sobre el rostro. ¿Qué hacer? Miró su
teléfono. No había hablado con Wulf desde el día en que Katya los había
encontrado hablando de ella. Desde que descubrió que se conocían y solo
fingieron que no.

Liam podía admitirlo, Wulf era más decisivo. Era más probable que
Wulf actuara. Querría saber sobre el perfil de Katya, y querría hacer algo al
respecto. Tendría ideas sobre qué hacer al respecto.

Pero Liam era competitivo por naturaleza. Tanto él como Wulf


comenzaron a acostarse con Katya cerca del mismo tiempo. Se convirtió en
un juego, quien podía conseguir que ella hiciera qué. Entonces se convirtió
en quién podía ganarla, y aunque mataba a Liam decirlo, Wulf
definitivamente había estado ganando.

Así que, si llamaba a Wulf, y al otro hombre se le ocurría un enorme


plan para hacerle ver la luz, solo podría servir para hacerle ver que Wulf era
el único para ella. Y Liam se negaba a creer eso. Katya era luz, amor y
felicidad. Merecía a alguien que quisiera amar esas partes de ella. Alguien
que dedicara su vida a hacerla sonreír. Y sabía que Wulfric Stone no era esa
persona.

No. No, puedo hacer esto solo. Soy inteligente, puedo encontrar una
manera. Puedo hacer algo. No lo necesito, y ella tampoco.

Liam levantó sus mangas y se inclinó hacia delante otra vez. Comenzó
a escribir en el teclado. Puede que no fuera tan inteligente, ni tan rico, ni tan
impresionante como Wulf, pero tenía un par de trucos en la manga. Puede
que perdiera la primera batalla, pero no perdería la guerra.

Aún no ha terminado, pastel de ángel.


4
—¿Estás segura de hacer esto?

Katya se giró ante el sonido da la voz de su compañera de habitación.

T
ori Bellows estaba de pie en el pasillo, rascando su esmalte de
uñas. Eran las seis en punto, pero ya estaba vistiendo medias
de red, pantalones cortos ajustados y una camiseta corta.
Vestida para trabajar en el club de Liam. Tenía el cuerpo para hacerlo, y la
actitud para asegurarle a la gente que mantuvieran sus manos para sí
mismos.

—Por supuesto, ya pagué mi boleto —respondió Katya, girándose de


regreso al espejo y pasando las manos sobre su atuendo.

—Sabes a lo que me refiero. No estás probando nada, sabes. Ninguno


de ellos ni siquiera llama ya. No tienen idea de que has ido a citas con la
mitad de San Francisco. —Tori estaba desafiante. Katya hizo una mueca,
pero no estaba enojada. Eran completamente opuestas y habían sido amigas
por años. Los ásperos bordes de Tori funcionaban bien con los suaves tonos
de Katya. Se equilibraban entre sí.

—No se trata de ellos —respondió, su voz calmada—. Es sobre mí.


Probarme algo a mí misma.

—¿Qué? ¿Qué simplemente puedes ser una zorra igual de grande que
el resto de las chicas ahí afuera?

—Tal vez. O quizás que puedo salir y encontrar a un hombre sin que
se trate de algún elaborado engaño. Que puedo ser sexy y atractiva sin
alguna gran farsa. Que puedo… puedo controlar a quién veo, y lo que hago
con ellos —terminó.

Tori gruñó, pero era difícil discutir con alguien intentando encontrar
su independencia. Después de un minuto, encontró la forma.
—Mira —susurró—. Estoy de acuerdo contigo, normalmente. Estoy a
favor de que estés a cargo y lo que sea. Literalmente puedes dormir con la
mitad de San Francisco y no te juzgaré. Demonios, haría una fiesta. Si eso es
lo que en verdad quisieras. Pero no creo que eso sea lo que quieres. Ni
siquiera creo que quieras hacer esta cosa de las citas rápidas y no haré una
fiesta por eso. Totalmente te juzgaré por ello.

Katya hizo una pausa durante un largo tiempo, mirando a su amiga. La


otra chica aún estaba mirando sus manos, quitando el esmalte negro.

—Es un poco por mí —susurró Katya, luego aclaró su garganta—. Y sí,


es un poco debido a ellos. Ellos… robaron algo de mí. Solo estoy intentando
recuperarlo.

—Oh, cariño. —Tori se apresuró a entrar a la habitación—. No lo


encontrarás ahí afuera, con algún tipo al azar. Todavía lo tienes. Solo
necesitas darte la oportunidad de superar a esos tipos. Sanar de a poco.
Darte cuenta que nunca fue sobre ellos. Tú saliste a esa primera cita. Hiciste
el primer movimiento. Nada de lo que sucedió después puede quitarte eso.

Katya respiró hondo y dio un paso hacia el costado. Podía sentir el


inminente abrazo y si se abrazaban, comenzaría a llorar y no se detendría
nunca. Se rio y dio unas palmaditas en su cabello, asegurándose de que todo
estuviera en su lugar.

—Lo sé, lo sé. Solo déjame regodearme un poco más de tiempo. La


atención masculina es buena para mi ego.

—Kat…

—En serio. Ya había planeado desactivar esa estúpida cuenta después


de esta noche. Me comprometí a estar en este evento, no quiero que les falte
una chica solo porque he tomado decisiones de mierda. Voy a ir, me divertiré
y tomaré unos tragos gratis. Luego mañana, volveré a la vida normal —le
aseguró a su amiga.

—Bien, esperemos que no tan normal. La nueva Katya era divertida.


No es necesario que tengas una serie de citas con todos en una aplicación de
citas para encontrar a un hombre. También ir a bailar con tu mejor amiga
funciona. —Tori rio.

—Suena como un plan sólido.


Casi salió de la puerta indemne, pero Tori la sorprendió siguiéndola al
pasillo y saltando sobre ella. Se estrellaron contra una pared y Katya no
pudo evitar reír. Probablemente su primera risa real en semanas.

No me merezco una amiga tan buena.

De hecho, se sentía bien mientras tomaba un taxi a través de la ciudad.


Tori tenía razón: Katya en verdad no estaba probando nada a nadie. Solo se
estaba forzando a ser algo que no era. No tenía que volver a ser la vieja
Katya, pero tampoco tenía que ser siempre la Katya nueva.

Y la mejor parte, finalmente sentía que ninguna de esas


personalidades necesitaba a Liam o Wulf. Claro, los extrañaba y odiaba
extrañarlos y en cierto punto les deseaba disentería a ambos. Pero ya no
dejaría que la controlaran, ni siquiera en ausencia.

Cuando llegó al evento, Katya en verdad quedó impresionada. Se


celebraba en una la azotea. Hacía frío afuera, pero había un montón de
calentadores al aire libre y lindas chimeneas de gas. Solteros se mezclaban
por todo el lugar, disfrutando de cócteles en el bar abierto. Se dio cuenta que
era una de las últimas en llegar, con casi media hora de retraso, y apenas
había agarrado un Cosmo antes de que alguien comenzara a tocar un
micrófono. Se giró hacia el escenario y observó cómo una mujer rubia
aclaraba su garganta.

—¡Bienvenidos, Amantes! —gritó, y mucha gente aplaudió.

Las introducciones se hicieron y el sitio web se presentó, a pesar del


hecho de que todos ya tenían un perfil. Luego las citas rápidas fueron
explicadas, lo que Katya en verdad encontró interesante. Nunca lo había
hecho, así que escuchó atentamente.

Había un número par de hombres y mujeres, lo que ya sabía. Toda la


parte de atrás de la terraza estaba cubierta con mesas dobles y todas las
mujeres iban a sentarse en cada una de ellas. Luego, todos los hombres se
sentarían. Después de cinco minutos, una campana sonaría, y el hombre se
desplazaría a la mesa hacia su derecha. Si alguno de ellos disfrutaba de la
otra persona, irían a la aplicación y entrarían a la página del evento, luego
harían clic en el botón “sí” en el perfil del asistente. Al final de la noche,
cualquiera que coincidiera con los síes, recibiría un email con todos los
detalles de sus parejas y la información de contacto.
Katya ya estaba bastante segura que no iba a hacer ningún
emparejamiento, pero le gustaba conocer gente nueva y la regla de los cinco
minutos lo hacía emocionante. Así que escogió una mesa en la última fila y
esperó a que el primer hombre tomara asiento.

Era un proceso interesante. Con alguno de los hombres, cinco minutos


se sentía como una eternidad. Se rieron de su elección profesional o miraron
sus senos o hablaron de sus ex parejas. Con otros, sin embargo, cinco
minutos no eran lo suficientemente largos. Conoció a un tipo que tenía tres
días fuera del ejército, simplemente intentando volver a la costumbre de
hablar nuevamente con gente “normal”. Otro era un padre de dos hijos,
quien admitió que por lo general mantenía ese hecho en secreto hasta la
segunda o tercera cita, pero compartió algunas fotos con ella cuando dijo
que le gustaban los niños. Aun así, ninguna chispa. Un montón de nuevos
amigos potenciales, pero no era lo suficientemente ingenua para pensar que
alguno de estos hombres estaba buscando amigos. Se tomaría la noche con
reservas y solo disfrutaría.

Alrededor de la mitad del evento, la campana sonó y le dijo adiós a Al,


el contador. Estaba metiendo la tarjeta de presentación de él en su bolso
cuando el siguiente hombre se sentó. Sin levantar la vista, extendió la mano
para estrechar la suya.

—Hola, lo siento, esta cremallera está atascada. Estoy…

—¿¡Katya!?

Se enderezó, inmediatamente en guardia. Luego soltó un suspiro de


alivio cuando reconoció al tipo.

—¡Hola! ¿Qué estás haciendo aquí? —Se rio.

—Hola, podría hacerte la misma pregunta —bromeó él, estrechando


su mano a pesar de que se habían encontrado hace mucho tiempo atrás.

Gaten Shepherd vivía al lado de ella, en el edificio de Liam. Se habían


topado el uno con el otro cuando él se había mudado por primera vez: él
había estado luchando para lograr que su sofá pasara a través de la puerta
del vestíbulo. Katya y Tori habían empujado mientras él había tirado, luego
se habían quedado y lo ayudaron a descargar el resto de su camión.

Se habían mantenido en algún lugar entre conocidos y amigos desde


entonces. Había regado sus plantas cuando él se había ido de vacaciones, él
había arreglado algunos estantes flojos en su sala de estar. Conversaban
afuera cuando ella tenía que esperar el autobús, y una vez en un aguacero, la
había llevado a pesar de que el lugar de trabajo de ella estaba fuera de su
camino.

Sin embargo, no lo había visto en un par de semanas. Había estado


demasiado ocupada con su problema de múltiples hombres, y sabía que él
también tenía un horario ocupado. Era un carpintero y un empleado de
mantenimiento muy buscado y por encima de todo, su novia modelo
requería mucho de su tiempo.

Hmmmm, debía ser una ex novia ahora.

—Pensé que estabas saliendo con ese tipo —comentó. Katya se


congeló por un segundo, luego se lo sacó de encima.

—No, ese tipo y yo no estamos saliendo. —Ella rio—. ¿Qué hay de ti y


Mimi?

—Oh, terminó hace una semana más o menos. Ella consiguió un


contrato en Italia y se enojó porque no abandonaría todo y me iría. Solo
había… había terminado, ¿sabes? Creo que había terminado hace mucho
tiempo —explicó.

—Oh. Bueno… ¿Supongo que eso está bien, entonces? —ofreció Katya
y él rio de nuevo.

—Sí. Así que, esto es una locura, ¿eh? Encontrarnos aquí, cuando
vivimos como a unos sesenta metros de distancia. Simplemente podría
haberte invitado a salir junto al basurero —dijo, y ella soltó una carcajada.

—Oye, no he hecho clic en el sí todavía. No te adelantes —le advirtió.


Él levantó las manos.

—Mi error. ¿Esta es la parte en que debo hablar de todos mis logros?
¿Mi récord crediticio? —comprobó.

—¿Récord crediticio?

—La señorita de la mesa cuatro me preguntó.

—¡No lo hizo!

—En serio, lo hizo.


Era agradable hablar con Gate. Siempre se habían sentido cómodos el
uno con el otro, desde el principio. Él le contó sobre una casa clásica de los
años cuarenta que estaba ayudando a restaurar. Normalmente escuchar a
alguien describir gabinetes sería aburrido, pero él estaba tan enamorado de
su trabajo, eso aparecía en su voz. Estaba fascinada y en realidad, un poco
triste cuando escuchó a la campana sonar.

—Pero nunca llegué a escuchar tu récord crediticio —bromeó


mientras él se ponía de pie.

—Bueno, haz clic en “Sí” y tal vez lo descubras —sugirió.

—Lo siento, pero creo que he terminado de salir con mis vecinos por
un tiempo —le dijo. Él presionó una mano sobre su corazón.

—¡Oh, vamos, no soy nada como ese tipo! No tengo una camiseta de
surfista y tengo un trabajo a tiempo completo —señaló Gate.

—Excelentes cualidades, aunque también tiene un trabajo a tiempo


completo —lo corrigió. Una especie de pelea estaba sucediendo al lado de
ellos, un grupo de chicos moviéndose. Se dio cuenta que Gate estaba
manteniendo la línea de alguna forma.

—¿Sí? Siempre parece estar merodeando. Mira, emparejamiento o no,


llámame algún día. Te llevaré a ver la casa —dijo Gate, garabateando su
número en el dorso de una tarjeta. Katya se levantó y la tomó.

—Eso sería agradable. Fue divertido, Gate. Gracias.

La sorprendió entonces apretándose entre las mesas y dándole un


abrazo. Ella suspiró y se inclinó contra él. Debía haber salido directamente
del trabajo, olía a aserrín. Ella sonrió y se apartó un poco. Otro hombre
finalmente se había sentado frente a ella, y ni siquiera lo había reconocido
todavía. Tenía que sentarse de nuevo.

—Lo fue. Nos vemos en el basurero —bromeó Gate mientras se dirigía


a la mesa de al lado.

Aún estaba riendo mientras tomaba asiento.

—Lo siento, de hecho, nos conocemos y no lo había visto en…

La voz de Katya se fue apagando mientras miraba al nuevo


pretendiente.
—Me gustaría decir —comenzó Liam Edenhoff rápidamente—, que no
siempre merodeo el edificio y que no hay nada malo con las camisetas de
surfista.

Ni siquiera lo pensó, simplemente se levantó. Sus muslos golpearon el


borde de la mesa, amenazando con volcarla. Liam dio una palmada hacia
abajo, manteniéndola en posición vertical y tomó su bebida con la otra
mano. Sin embargo, la vela mordió el polvo y rodó por el suelo.

—No puedes estar aquí —dijo ella, cayendo nuevamente en su


asiento, luego intentando ponerse de pie nuevamente. Él soltó la bebida y
agarró su muñeca.

—Por favor. Por favor, Katya, cinco minutos. Le diste a otros diez
extraños cinco minutos. Simplemente dámelos a mí —rogó. Ella miró
alrededor y se dio cuenta que algunas personas estaban mirándolos
fijamente. Gimió, luego jaló de su brazo liberándose de su agarre.

—De todas formas, ¿¡qué estás haciendo aquí!? ¿Cómo llegaste a esta
mesa? —demandó. Se habría dado cuenta si él hubiera estado sentado justo
a su lado todo el tiempo.

—Estaba en la mesa quince, pero vi cómo le hablabas a ese tipo,


entonces lo reconocí. Así que salté aquí y le pagué al siguiente tipo para
tomar mi lugar —explicó él.

—Típico.

—Oye, medidas desesperadas.

—Te quedan cuatro minutos. ¿Por qué estás aquí? ¿Me estás
acosando? —De pronto jadeó cuando la idea apareció en su cabeza.

—Sí —gimió—. Te estoy acosando, suplicándote, muriendo para que


simplemente me mires de nuevo.

—Uh… —Nunca había escuchado a Liam ser tan poético antes, no


sabía cómo manejar eso.

—Vi tu perfil nuevo. No devolvías mis llamadas, no me veías… Tenía


que hacer algo. Vi que venías a este evento. Conozco al bar que hace el
servicio de comidas, me hicieron entrar —le dijo.
—Entonces, déjame ver si lo entiendo. Me acechas en línea, te metes
en un evento privado y luego sobornas a alguien por este asiento —lo
expuso todo.

—Sí. Sí, lo hice.

Eso fue todo. Sin defensa. Sin disculpas.

—¡No puedes hacer esto! —siseó—. ¡No puedes… eres como un niño!
Haces lo que quieres y no esperas ninguna repercusión, y luego, cuando
existen, mientes, engañas, robas y hace todo lo posible para salirte con la
tuya sin pagar las consecuencias.

—Lo sé, pero, ¿sabes qué? Si el castigo por todo lo que he hecho es
perderte, entonces maldita sea, voy a hacer toda esa mierda loca para
ganarte de vuelta. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que me
perdones —le aseguró.

—Oh, ¿en serio? ¿Qué tal ser un ser humano decente? —gruñó.

A esas alturas, en realidad estaban atrayendo a una audiencia, lo que


Katya no quería. Ya había hecho una tonta de sí misma una vez por este
hombre. No otra vez. Se levantó, tomando el cuidado de no golpear la mesa
esta vez y se alejó. Por supuesto, él se levantó y la siguió, pero se negó a
reconocerlo. Abrió la puerta a la escalera y empezó a caminar hacia ellas.

—No puedes simplemente cortarme —gritó detrás de ella.

—¡Sí puedo! —gritó.

Empezó a decir algo más, pero no podía oírlo. La planta baja del
edificio era un bar lleno de gente y el ruido lo ahogaba. Katya fue directo a
una salida de emergencia y se dirigió hacia un callejón. Casi estaba corriendo
cuando lo oyó irrumpir por la puerta detrás de ella.

—Katya. —Soltó una risita mientras se acercaba a ella—. ¿Estás de


verdad intentando huir de mí? ¿Con esos tacones?

—Sí —dijo con los dientes apretados.

—Eres tan atlética como un pato cojo. Vamos, vas a tropezar y


romperte el cuello, entonces tendré que llevarte y la última vez que hice eso,
creo que dañe mi espalda…
Argumentar y pelear estaban bien, solo le recordaba lo enfadada que
estaba con él. ¿Pero él siendo gracioso? ¿Agradable? Le recordaba lo mucho
que le gustaba estar alrededor de él. Sobre la maravillosa amistad que
habían tenido. Y eso dolió. El dolor era mucho peor que la ira.

—¡Te odio, maldita sea! —gritó, girando sobre él y golpeándolo con su


bolso.

—¡Vaya! ¡Tranquila! —gritó, intentando agarrar sus brazos.

—¡No! —gritó también, logrando evitar la captura—. No haces lo que


me hiciste y actúas como si todo estuviera bien. No puedes violarme,
manipularme, usarme, luego solo bromear, ser gracioso e impresionante y
hacerme odiarme y ¡no puedes hacer esto conmigo!

—Detente —dijo en voz baja. Finalmente consiguió agarrar sus


muñecas, pero siguió tirando.

—No. Para. Deja de seguirme, deja de llamarme y deja de aparecer en


mi apartamento. Juro por dios, voy a mudarme —gruñó, intentando alejarse.
Él rio. Verdaderamente, se rio de ella.

—¿Cómo? Acabas de renovar un año de arrendamiento el mes pasado.

Ella jadeó.

—Me dejarías salir de ese contrato.

—No, no lo haría. No hasta que me perdones.

—Esto es un chantaje.

—Apenas.

—Wulf maneja tus edificios, haré que me deje salir de ese contrato.

—¿En serio? ¿Salirte de un contrato con Wulfric Stone? ¿Lo has


conocido?

Esta vez, ella se rio. En serio rio. Las lágrimas escociéndole los ojos.

—Sí. Sí, es un bastardo —estuvo de acuerdo.

—En realidad, lo es.

Finalmente se enderezó y se apartó un poco de él, aunque todavía se


aferraba a sus muñecas.
—Lo es. Quiero decir, ¿qué más llamas a alguien que te miente? ¿Te
manipula? ¿Te humilla? ¿Te usa? ¿Comparte todos tus momentos más
íntimos y secretos con otra persona? —preguntó, mirando a Liam muy
directamente a los ojos. Tragó saliva, pero no apartó la vista.

—Bastardo puede no ser lo suficientemente duro. ¿Perdedor lo sería?

—¿Estúpido?

—¿Imbécil? —Se insultó a sí mismo.

—¿Qué tal… la peor persona de todos los tiempos? —sugirió Katya, su


voz apenas encima de un susurro. Él sonrió, pero no llegó a sus ojos.

—No. Cerca, pero todavía no suficiente —susurró de nuevo. Ella tomó


una profunda y temblorosa respiración.

—Me tengo que ir.

—No.

—No tengo nada que decirte, Liam. Quiero irme a casa, estoy cansada.

—Katya, no me voy a ir. Estaré aquí mañana, y el día después, y el día


después de este —le advirtió.

—¿Qué puedo hacer para que entiendas que no te quiero en mi vida?

—Nada.

—Estamos hablando en círculos. Buenas noches —suspiró, tratando


sin éxito de liberarse.

—Entonces vamos a tener una charla directa, ¿tratarías a Tori de esta


manera? —preguntó de repente.

—¿Qué quieres decir?

—Tori es tu mejor amiga.

—Sí.

—Y yo también lo era.

—No te compares con ella. La conozco desde hace años, y nunca me ha


tratado como lo hiciste —le advirtió Katya.
—No se puede negar que lo que tú y yo teníamos era especial —
continuó—. Puede que ella haya estado en tu vida más tiempo, pero tú y yo
estábamos casi igual de cerca.

Katya no iba a mentirle o a sí misma, estaba diciendo la verdad. Pero,


aun así.

—No me importa. Estás comparando manzanas y sacos de mierda


mentirosos.

—Aun así. Si Tori te hiciera algo horrible: te mintió, guardó secretos,


hirió tus sentimientos, ¿la dejarías como un mal hábito? ¿La cortarías de tu
vida sin darle la oportunidad de compensarse? —preguntó.

—Ella nunca…

—Jesús, Katya, usa tu imaginación. ¿Y si descubriste que se acostó con


tu ex novio? ¿Te ha mentido durante meses? ¿O te robó dinero? ¿Eso sería
todo? —insistió con su interrogatorio.

—¡Sí! —dijo con los dientes apretados—. Ahora déjame ir.

—No lo creo. En serio, piensa en ello. ¿Podrías dejar de hablar con


ella? ¿Siempre? ¿Después de todo lo que han compartido?

No quería pensar en ello. No en absoluto, porque tenía razón. Ella no


podría. Claro, si Tori hubiera hecho alguna de esas cosas que había sugerido,
Katya habría estado molesta. Furiosa. Tal vez amenazaría con dejar de
hablar con la otra chica. Pero cuando todo estuviera dicho y hecho, no podía
imaginar su vida sin su mejor amiga en ella. Haría todo lo posible por
resolver el problema con Tori y esperaría que salieran al otro lado como
mejores amigas.

—No es lo mismo —susurró. Él le apretó las muñecas y tiró de ella


más cerca, forzándola en su espacio personal.

—¿Cómo no es lo mismo? —preguntó.

—Porque… —Una lágrima finalmente escapó y se deslizó por su


rostro. —Incluso si hiciera todas esas cosas… no es lo mismo. Ustedes
chicos… me rompieron el corazón.

—Oh, Pastel de ángel —susurró, cerrando el pequeño espacio entre


ellos y envolviendo sus brazos alrededor de ella.
Estaba mal. Querer ser reconfortado por la persona que la hirió.
Encontrar tal alivio en los brazos que le habían causado tanto dolor. Pero los
hechos eran hechos y mientras lloraba en la parte delantera de la camisa de
Liam, parte del peso que había llevado durante dos semanas salió de sus
hombros.

—No es lo mismo —susurró—. Ella nunca podría lastimarme de la


manera en que ustedes me hicieron daño. No es lo mismo, Liam.

—Lo sé, lo sé. Pero, aun así. Fui una persona horrible. Las cosas que te
hicimos… No merezco tu perdón, pero nunca me detendré hasta que lo gane
—le dijo.

—¿Y si eso nunca sucede? —dijo Katya. No estaba segura de pudiera


perdonarlo.

—No lo creo —replicó—. Puedo ser un imbécil y Wulf es muy


posiblemente el demonio encarnado, pero tú, Katya. Eres una buena
persona. Nunca dejarías que algo tan asombroso como lo que teníamos se
escapara, solo por rencor. Lucharías por ello, al menos hasta que estuvieras
segura que ya no valía la pena luchar.

Sus palabras. Golpearon demasiado cerca de su casa. Le recordaron


las palabras que había dicho; solo que las había dicho a un hombre diferente.
Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Le había contado Wulf a Liam de
aquella noche? Su instinto le decía que no, Wulf no haría eso. Pero por
supuesto, su instinto no sabía un bledo cuando se trataba de estos hombres.
Salió del abrazo de Liam.

—Tal vez ya estoy segura —bufó, secándose la cara.

—No lo estás y estoy dispuesto a pasar mucho tiempo convenciéndote


de eso —le dijo.

—No puedo… —su voz se interrumpió. No sabía qué hacer. ¿Estaba


preparada para pasar el resto de su vida odiando a Liam? ¿Y cómo Wulf
jugaba en todo?

—No estoy pidiendo mucho. Solo… que tal vez respondas a la puerta
cuando golpee, de vez en cuando. Quizás tomar una taza de café conmigo —
sugirió. Ella respiró hondo.

—No lo sé, Liam. Ya veremos. Solo tendrás que llamar y ya veremos —


respondió.
—Eso es todo lo que quería.

—¿Y qué hay de Wulf?

—¿Qué hay de él?

—¿Estás aquí como su embajador? ¿Hablas por los dos? Porque no lo


quiero a él en mi puerta —dijo con voz severa.

—No he hablado con Wulf en dos semanas, espero que no aparezca en


tu puerta —le aseguró Liam.

—Y no voy a dormir contigo de nuevo, nunca —le aseguró.

—Ni siquiera se me había pasado por la cabeza.

—Mentiroso.

—Sabes, creo que me extrañaste un poco —la provocó. Ella le lanzó


una mirada furiosa.

—Y no seas lindo. No he hecho promesas y Tori todavía es dueña de


esas botas de punta de acero.

La última vez que Liam había rogado fuera de su puerta, Tori la había
abierto y le había dado una patada en las bolas “solo para callarlo”, había
insistido ella.

—Dile que, si hace eso otra vez, la despediré.

—Despídela y te patearé en las bolas.

—De acuerdo, tal vez no me extrañaste, pero te extrañé. Te he echado


mucho de menos, Pastel de ángel —suspiró, sonriéndole. Ella frunció el ceño
y apartó la mirada.

—Bueno. Recuerda esa sensación cada vez que pienses en lo que me


hiciste, o cada vez que pienses en decir una mentira —sugirió. La sonrisa de
él desapareció.

—Sabía que esto iba a ser difícil. Puedo manejarlo —le aseguró.

—No estés tan seguro. Tengo que irme —dijo, dando un paso a su
alrededor.

—¿Puedo llevarte a casa?


—No.

—Muy bien, pasos de bebé. Pasos de bebé.

Caminó en silencio por un momento, pero luego se dio cuenta que


podía oírlo caminando detrás de ella. Se detuvo y giró sobre él.

—¡No puedes acompañarme a casa y no puedes seguirme a casa! —le


espetó.

—Pero vivo en el mismo lugar —señaló.

—¡Me importa una mierda! ¡Ve a trabajar, o ve a comprar tacos, o


toma un taxi! Quédate aquí por todo lo que me importa, pero deja de
seguirme —dijo.

—Esto es ridículo, tengo que…

—Dios, ayúdame, si no te das la vuelta ahora mismo, me mudaré


mañana y te veré en la corte por ese contrato roto —amenazó.

Liam respiró hondo. Era una persona jovial por naturaleza, pero ella
sabía que él no manejaba que le dijeran “no” muy bien. Por lo general, era
capaz de hablar sobre cualquier cosa. Pero no esta situación.

Por fin, asintió y sin decir otra palabra, giró sobre sus talones y
marchó en la dirección opuesta. Katya lo miró durante un rato, luego se dio
la vuelta y se dirigió hacia una parada de BART1.

1BART: (San Francisco Bay Area Rapid Transit System), un sistema de transporte público de alta
velocidad que sirve a varios distritos del Área de la Bahía de San Francisco en California.
5
A
unque estaba de “sabático” en su trabajo, Katya aún iba a
hacer algunos de los pasteles de boda que habían sido
encargados. Específicamente, quería hacer el pastel de su
amiga Lauren. Era un proyecto enorme, en realidad eran tres pasteles, todos
elaborados y tenían que ser perfectos para el gran día. Katya no le confió la
tarea a nadie más.

Lauren había sido testigo de la épica lucha de pastel entre Katya y


Wulf. Se habían reunido varias veces desde entonces, para repasar más
elementos de diseño para el lujoso postre, y Lauren había preguntado por
Wulf. Preguntó si Katya iba a traer una cita para la boda.

Katya dijo que sí, la llevaría. Tori sería su acompañante. Lauren rio y
tuvo que decir que había esperado que otra pelea de comida se repitiera.

La boda era el sábado y Katya solo tenía dos días para terminar de
hacer todas las flores, perlas de azúcar y encaje comestible. Los pasantes de
la pastelería estaban haciendo las capas de pastel y cubriéndolas con
fondant, pero todo lo demás quedaba en manos de Katya.

Era por eso que salía corriendo el jueves por la mañana. Se había
levantado tarde accidentalmente, siempre trataba de llegar a la pastelería
alrededor de la seis de la mañana, así podría conseguir la mayor parte de su
trabajo hecho antes de que la tienda abriera a la diez. Ya eran las ocho, sin
embargo, lo que significaba que solo tenía un par de horas antes de que los
clientes comenzaran a ir y venir, lo que inevitablemente significaba que
recibiría una avalancha de preguntas de los empleados y pasantes.

Estuvo parada en el ascensor por lo que pareció una eternidad, pero


aparentemente permaneció atascado en el séptimo piso, la parte superior
del edificio. Alguien debía haber estado sosteniendo la puerta abierta.
Maldijo y se apresuró a las escaleras. Vivía en el quinto piso y para el
momento en que llegó abajo, estaba resoplando y jadeando, preguntándose
si lograría llegar a tiempo a su autobús.
Estaba mirando su reloj cuando irrumpió en el área del vestíbulo de
su edificio, por lo que no estaba prestando atención. Golpeó con fuerza lo
que parecía una pared hueca y tropezó hacia atrás. Estaba tan aturdida que
le tomó un segundo captar lo que había sucedido.

Ese era el sofá más grande que había visto alguna vez.

Se había estrellado contra la parte de atrás de él. Hombres de


mudanza se encontraban a ambos extremos, sosteniendo el gran mueble
sobre el suelo y apenas dándole una mirada. Claramente, estaban tensos con
el esfuerzo que tomaba sujetar el sofá, y Katya se dio cuenta que estaban
esperando el ascensor.

¿¡Cómo pensaban que iban a meter eso ahí!?

—Lo siento —dijo, golpeando a uno de los hombres en el hombro—.


Pero creo que alguien bloqueó la puerta. Estuve esperando un rato en el
quinto piso, pero nunca bajó.

—Oh sí, ese es Barry —respondió el tipo.

—¿Barry?

—Está descargando la mesa del buffet. Es jodidamente difícil de


mover, con toda esa tapa de mármol. Le dijimos que esperara.
Probablemente está teniendo problemas para lograr angularla —explicó el
tipo, como si Katya no solo conociera a Barry sino que además supiera todo
sobre mesas de buffet con tapa de mármol.

—¿Angularla? —preguntó.

—Sí. No encajaba en verdad, tuvimos que girarla en un ángulo,


inclinarla hacia arriba sobre un extremo. Ya te dije, no pensé que el ascensor
se fuera a mover, esa hija de perra era muy pesada.

Katya levantó la vista cuando el ascensor hizo ding. Barry debió haber
logrado sacar la mesa, porque las puertas delante de ella se abrieron. El sofá
comenzó a moverse, pero cuando se hizo aún más evidente que el gigante no
encajaría, los tipos comenzaron a desacoplar las piezas seccionales.

Estaba confundida. Una encantadora pareja de ancianos coreanos


vivía en el ático de la planta superior. Eran propietarios de una joyería calle
abajo en frente del mar donde el señor Han era un gemólogo. De alguna
forma, habían adoptado a Katya y a Tori como sus nietas, ya que las
verdaderas vivían en Nueva York. Katya había pasado una buena cantidad de
tiempo en su casa, ayudando a la señora Han a hornear, comiendo la cena
con ellos o sacando su basura cuando iba a llevar la suya.

Así que, sabía que su apartamento estaba decorado en su mayoría con


madera oscura, grandes sofás clásicos y sillones tapizados. Muchas piezas de
mediados de siglo. No grandes seccionales como el que estaba frente a ella.

¿Estaban redecorando completamente? El enorme sofá que ahora


estaba siendo desmantelado era sin duda súper moderno. Relleno y hecho
en una tapicería de lino de color que era tan suave, que se preguntó si era
una especie de felpilla. Extendió la mano y pasó sus dedos por los cojines. Se
sentían cómodos y lujosos. Costosos.

Se estremeció y miró hacia el frente del edificio. Ahí estaba la habitual


puerta batiente a la derecha, y luego una gran puerta giratoria en el centro,
con solo una mampara. A través de ellas, pudo ver el final de un gran camión
de mudanzas y más muebles. Una gran silla que hacía juego con el sofá. Una
mesa enorme y un aparador, ambos en una madera gris a juego. Madera
gruesa, además; piezas pesadas. Asumió que el buffet con tapa de mármol de
Barry estaba hecho de un material similar. Costoso. Miró hacia atrás al sofá.

—¿Los Han ordenaron todo esto? —preguntó, mirando cuando una


pieza final del sofá era finalmente desconectada y arrastrada al ascensor que
esperaba.

—¿Quién?

—Los Han, las personas a cuyo apartamento están moviendo todo


esto —dijo al chico de la mudanza.

—Mire, señora, no sé nada de Han, solo sé que el tipo que reservó este
trabajo, nos ofreció doscientos dólares extra a cada uno si logramos
descargarlo todo en una hora, así que a menos que vaya a ayudar, apreciaría
si moviera su fino trasero fuera de mi camino —gruñó él, luego las puertas
se cerraron.

A Katya no le importaban sus matices sexistas. Su boca cayó abierta y


estaba segura que su mandíbula rozaba el suelo. Por el rabillo del ojo, vio al
otro hombre de la mudanza comenzar a dirigirse hacia la salida.
Presumiblemente para conseguir más muebles. Doscientos dólares eran
doscientos dólares, después de todo.
… el tipo que reservó este trabajo…

¿Qué tipo de hombre compra muebles de gama alta y luego ofrece un


bono ridículo a sus hombres de la mudanza?

—Oye —gritó ella, moviéndose para dar un paso alrededor del sofá—.
¿De qué tipo estaba hablando tu amigo…?

De nuevo, no estaba prestando atención. Un mal hábito que tenía.


Caminó hacia alguien, con los hombros lo suficientemente fuertes para
sacarla de equilibrio. Chocó contra la esquina de la pieza antes de recuperar
el equilibrio.

—Supongo que se refería a mí.

Katya no podía levantar los ojos. Si lo hacía, sería real. Y no podía ser
real. Lidiar con Liam era bastante difícil, pero al menos él era suave. Como
una manta, la rodeaba y envolvía. Era fácil olvidar que pudo herirla.

Con Wulfric Stone, sin embargo, era imposible olvidar. Él fue forjado
en hielo y tenía afilados bordes de hojas de afeitar. Ya la había hecho
pedazos una vez. Si volvía a resbalarse, la cortaría justo por la mitad.

—¿Qué estás haciendo aquí? —susurró, todavía mirando hacia fuera


de la puerta principal. El hombre de la mudanza número dos estaba
luchando con la gran silla afuera. Ella lo miró por un segundo, luego sintió un
dedo bajo su barbilla. Forzándola a girarse y mirar hacia adelante. Un par de
ojos azules la congelaron en su lugar.

—No pareces feliz de verme —le informó Wulf.

—Probablemente porque no lo estoy. ¿Por qué estás entregándole


todas estas cosas a los Han? —preguntó.

—No se lo estoy entregando a ellos.

—Entonces, ¿por qué lo envías a su apartamento?

—Ese ya no es su apartamento.

—¿Qué? Sí lo es, han vivido ahí por siempre, recién estaba…

La voz de Katya se detuvo cuando una bombilla se encendió sobre su


cabeza.
—No viven ahí desde anoche, desde alrededor de las siete en punto —
le dijo Wulf.

Siete en punto. Justo cuando había estado bajando de un tren para ir a


la fiesta de citas rápidas de Eros.

—Entonces, ¿¡los desalojaste!? —Estaba horrorizada. Él puso sus ojos


en blanco.

—Por favor. Siempre favoreces lo dramático. Actualmente se están


instalando en una nueva casa victoriana de cuatro pisos, a tres cuadras de su
tienda.

—¿Cómo lograste eso?

—Fácil, soy dueño de la casa y se las ofrecí por la mitad del alquiler
que estaban pagando aquí. Casi que me rogaron que los dejara mudarse —
explicó él. Katya levantó sus manos.

—Entonces, déjame ver si lo entiendo. ¿Tienes una casa victoriana de


cuatro pisos cerca del agua, que les ofreciste a los Han a la mitad del precio
de su antigua casa, solo para que pudieras mudarte para hacer,
presumiblemente, de mi vida un infierno? —comprobó ella dos veces.

—Algo así.

—¿¡Alguno conoce cuál es la definición de acoso!? —gritó ella, su voz


resonando en el pequeño vestíbulo.

Wulf fue a responder, luego se detuvo cuando su celular comenzó a


sonar. Él levantó un dedo y revisó la pantalla. Katya estaba a punto de
agarrarlo y arrojarlo hacia la puerta giratoria, pero entonces la sorprendió al
bloquear el dispositivo y deslizarlo en su bolsillo.

—Te hiciste esto sola —le dijo él—. Te he dejado mensajes. Muchas
veces. Incluso te envié flores.

—Tu secretaria me envió flores.

—Ayumi es más que una secretaria y, te lo aseguro, revisó conmigo


para tomar la decisión final.

—Eres increíble.

—Gracias.
—No iba como un cumplido.

—De todos modos, estoy escogiendo tomarlo como uno.

—¿Qué hay de tu increíble ático en la torre de marfil? ¿Simplemente


vas a dejarlo vacío para que puedas vivir con los pobres aquí abajo, con
nosotros, los plebeyos?

—No. Resulta que ya he encontrado al inquilino perfecto para


subarrendarlo —dijo él. Ella soltó una carcajada.

—Por favor. Ni siquiera me dejarías entrar a tu precioso santuario,


¿esperas que crea que simplemente dejaste que algún extraño viviera ahí? —
preguntó.

—Aunque ha pasado algún tiempo desde la última vez que hablé con
ella, mi hermana difícilmente es una extraña —respondió.

—¿Vieve? ¿¡Conseguiste que Vieve se mudara!? —Estaba sorprendida.


Era difícil imaginar a su hermana menor de voz suave, participando de uno
de sus viles planes.

—Ha estado ahí desde la semana pasada. Cuando finalmente conseguí


sacar a los Han de su casa, le di a ella las llaves de la mía.

—No puedes. —Katya se apartó del respaldo del sofá—. No puedes


hacer esto. Primero, Liam apareciendo anoche, ahora… oh Dios mío.
¿¡Planearon esto!? ¿¡Él me distrajo en la cita rápida así podías sacar a los Han
sin que yo supiera!?

—Oh, Dios Santo, no me digas que hiciste algo tan desesperado como
las citas rápidas.

La noche anterior, Katya había tenido unas largas conversaciones


consigo misma. Sobre crecer, ser madura y analizar sus emociones y
acciones. No ser tan imprudente e impulsiva. Pero todo salió volando por la
ventana y comenzó a balancear su pesado bolso de mano, golpeándolo
contra el costado de Wulf.

—¡No! ¡Las citas rápidas fueron solo por diversión! ¡Ir a la orgía de los
swinger después fue el acto de desesperación! —le gritó. A diferencia de
Liam, no hizo un movimiento para detenerla. Tomó los golpes como si nada
extraño estuviera sucediendo en absoluto.
—Siempre supe que te estabas conteniendo —suspiró—. Pero la
respuesta a tu pregunta es no. Sabía que no estabas en el edificio. No tenía
idea dónde estaba Eden, él y yo no hemos hablado en un tiempo.

—¿Él no sabe que acabas de… mudar a las personas y mudarte aquí?
—preguntó Katya.

—¿Por qué debería? Él no está involucrado para nada en el proceso


del alquiler —dijo Wulf.

—¡Se va a molestar si descubre que te mudaste!

—No me importa.

—Pero él es el dueño: tiene algo que decir sobre quién vive o no acá.
Lograré que haga que te vayas —amenazó Katya. Wulf rio.

—Ve e inténtalo. Tengo un contrato muy estricto con él, que me da


derecho a cualquier y todas las decisiones de negocios para estos edificios,
falta de remodelaciones o ventas, así como un contrato de arrendamiento
para ese apartamento. No voy a ir a ninguna parte, Tocci.

—Entonces me mudaré.

—Y te voy a demandar por incumplimiento de contrato —le advirtió.

—No te atreverías.

—Pruébame. Tengo todo un departamento legal al que le encantaría


tener algo que hacer.

Katya sintió que se estaba ahogando. Solo quería seguir con su vida.
Después de dos semanas de sentir lástima por sí misma, había sentido como
si hubiera empezado a avanzar. Había empezado a sanar. Entonces boom,
consiguió ser derribada por Liam, después tumbada por Wulf.

—¿Por qué simplemente no me dejas en paz? —susurró ella, tratando


desesperadamente de no llorar. Él suspiró y dio un paso más cerca de ella.
No era como con Liam, sin embargo. No estaba cómoda ante la presencia de
Wulf. No estaba segura de haberlo estado alguna vez. Estar tan cerca de Wulf
era como estar llena de electricidad estática y estar demasiado cerca de algo
metálico. Podía sentir la carga, se estaba preparando para el choque.

—Porque. Nos hicimos promesas el uno al otro. Tengo la intención de


mantenerlas —susurró él de nuevo. Ella lo miró fijamente.
—Nunca hiciste alguna promesa —siseó ella.

—No en voz alta —coincidió—. Pero fueron hechas. Las sentiste.

Se tambaleó lejos de él. La última vez que habían hablado, de hecho


hablado, no solo ella gritándole en la lluvia, había sido intenso. Casi un
cambio de vida. Se había sentido realmente enamorada de él. Luego un día
después, había descubierto que todo había sido una mentira. Así que sí,
habían hecho promesas. Hechas con labios, lenguas, corazones y almas. Lo
que hizo que el hecho de que él las hubiera roto era mucho peor.

—No estoy de acuerdo con esto, Wulf. No puedo ser recuperada por
intimidación y acecho. Ni siquiera puedo ser recuperada, punto —le advirtió
ella. Él sonrió y dio un paso más cerca otra vez.

—Ves, hay un problema con esa declaración —dijo.

—¿Qué problema?

—No tengo que recuperarte.

—¿Disculpa?

—Porque no creo que te haya perdido alguna vez.

Katya no dijo nada. Solo se giró y salió, sin siquiera darle una mirada.

***

Katya fue capaz de mantener su mente clara por casi dos horas
ininterrumpidas. Vertió cada pizca de su concentración en su trabajo,
terminando la última de las flores comestibles y fijando casi la mitad de ellas
en su lugar sobre los pasteles reales. Estaba colgando las flores restantes en
un armario hermético cuando los acontecimientos de las últimas dieciocho
horas la alcanzaron finalmente. Se apresuró a entrar en la sala de descanso,
luego gritó en su gruesa chaqueta.

No estaba segura de poder perdonar alguna vez a Liam Edenhoff por


su parte en lo que le habían hecho, pero estaba segura que nunca perdonaría
a Wulfric Stone. Él no sabía lo que era la compasión, o la empatía, o la
sinceridad. No tenía emociones humanas normales. No se merecía el perdón,
ni tampoco le importaba si alguna vez lo conseguía.

Solo soy un reto para él. Eso es lo que es. La que se escapó.
Con ese pensamiento, Katya finalmente dejó de gritar. Wulf no estaba
acostumbrado a perder y había estado tan cerca de ganársela. Tener esa
victoria arrebatada en realidad debe haberle dolido.

Durante las últimas dos semanas, había pasado mucho tiempo


pensando sobre su dilema y los hombres que lo habían causado. Para
repasar todos los signos que se había perdido, todas las formas en que
habían tratado de superarse el uno al otro. Liam dándole una piscina en el
tejado. Wulf, llevándola a casa de su familia.

Incluso cuando había pensado que Liam no había sabido a quién


estaba viendo ella, había sido capaz de sentir una sensación de aversión de
parte de él. Y su desdén por su “socio de negocios” había sido claro y
palpable. Liam había pasado la mayor parte de su vida como el segundo
mejor tras su hermano gemelo, era obvio que Wulf inspiraba sensaciones
similares. Eso había alimentado el impulso de Liam para conquistarla.

Pero el deseo de probarse a sí mismo ante un padre ausente era el


fundamento de Wulfric. Él no llegaba en segundo lugar, y especialmente no
tras un hombre como Liam Edenhoff. Wulf era rico, listo e inteligente y, a
decir verdad, un completo esnob. ¿Un holgazán que cobraría una herencia?
Probablemente Wulf se había deleitado ayudando a Liam y sin duda había
restregado sus encuentros con Katya en el rostro del otro hombre.

Hizo una pausa mientras comenzaba a ponerse su chaqueta. Si eso


fuera cierto, que pensaba que lo era, entonces también lo mataría si
comenzaba a hablar con Liam de nuevo, pero continuaba negándose a hablar
con él.

Sacudió su cabeza y terminó de recoger sus cosas. Ella no era así, Liam
tenía razón. No hacía cosas por rencor o enojo. Ni siquiera la nueva Katya;
pudo haber sido una gatita sexy, pero no era una gran perra.

¿Por qué no podía serlo? Siendo Señorita Buena Chica no he llegado


muy lejos…

No. No, no quería seguir por ese camino. No quería convertirse en esa
chica, la que termina en un video viral, rayando el auto de su exnovio y
desprestigiando a su nueva novia, o lo que sea. Las cosas habían sido
oscuras, justo después de que la “ruptura” había sucedido. A medio camino
se había convencido de dormir con la mitad de San Francisco, se había dicho
que frotaría eso en sus rostros de alguna manera. Muchas cosas. Fantasías
de incendiar el lujoso auto de Wulf, o romper cada uno de los videojuegos de
Liam, cosas así. Pero en verdad nunca les haría algo malo a ellos.

… ¿o sí lo haría?
6
K
atya no estaba segura de quién se veía más sorprendido, si ella
o Liam. No se había permitido pensar en lo que iba a hacer
cuando había marchado en dirección a su edificio. No había
sido invitada, y estaba segura que no había estado esperándola. Para nada.
Probablemente nunca jamás.

Aunque era de tarde, parecía que acababa de salir de la cama. Ser


dueño y gerente de un club nocturno/club de sexo significaba estar
despierto hasta horas extrañas. El mediodía era la mañana para el señor
Edenhoff. Su cabello salía en ángulos rectos desde su cabeza, solamente
usaba unos pantalones sueltos, y tenía un cepillo de dientes colgando
descuidadamente de su boca.

—Uh… —consiguió gruñir finalmente. Gruñó y lo empujó para pasar,


desenrollando su gruesa bufanda mientras se movía. Su apartamento era un
desastre, más de lo común. Eso la hizo sentir un poco mejor. Claramente, sin
ella molestándolo constantemente sobre limpiar, comer y lavar la ropa, él no
podía llevar una productiva vida saludable.

Bien. La disentería todavía es una posibilidad.

—No somos amigos —espetó ella, pateando calcetines apestosos y


pantalones sucios mientras vadeaba a través de su sala. Miró alrededor. Él
había removido todas las paredes de su apartamento, convirtiéndolo en un
amplio ático. Con los altos techos y su descolorido papel amarillo, encarnaba
bastante la personalidad del dueño. Cálido y desbordante.

—¿Esto es como una llamada de cortesía? —masculló mientras


arrastraba los pies hasta la cocina. Ella lo escuchó mientras escupía la pasta
de dientes en el fregadero de la cocina. Arrugó la nariz con repugnancia.

—Tienes treinta y dos años y eres dueño de un negocio exitoso y, sin


embargo, vives como un chico de fraternidad de diecinueve años.
—¿En serio viniste hasta aquí para recordarme cosas que ya sé? —
preguntó, arrojando el cepillo al fregadero antes de darse la vuelta y
apoyarse contra la encimera. Ella apartó la vista y deseó que él se hubiera
puesto una camiseta.

—Vine porque quería preguntarte algo.

—De acuerdo.

Debe haberle leído la mente, porque regresó a la sala, se agachó para


buscar a través del mar de camisetas que estaban desperdigadas a sus pies,
obviamente no se preocupaba mucho por la limpieza. Finalmente encontró
una que le gustó y se la puso antes de detenerse frente a ella.

—Si, y de verdad me refiero a sí, hay alguna posibilidad de que tú y yo


podamos ser amigos de nuevo, y SOLAMENTE amigos, tengo que saber que
serás honesto conmigo. Sobre todo. Lo que sea. Cosas que pasaron, cosas que
no pasaron, cosas que van a suceder. Si me mientes, lo descubriré, Liam. Lo
haré. Es cómo funciona el universo. Si me mientes, nunca más volveré a
hablarte. Peor que eso, tendrás que vivir con el conocimiento de que, en el
fondo, eres de verdad una terrible, hiriente y maliciosa persona que solo se
preocupa por sí mismo —terminó Katya apresurada, jadeando por aire al
final.

Las cejas de Liam se habían alzado a través de su discurso, y para


cuando acabó, estas casi se encontraban en la línea de nacimiento de su
cabello. Sabía que él no la había visto enojada muy a menudo. Solo al final.
No, solamente Wulfric había sido el afortunado de estar en el extremo
receptor de su temperamento.

—Muy bien. Prometo que nunca…

—Lo digo en serio, Liam. No hagas una promesa que no estás seguro
que puedas cumplir.

Hubo otra larga pausa. Él respiró hondo, y por un momento, pensó


que no iba a decir nada. No estaba segura si quería llorar, o sentirse aliviada.
Pero entonces se frotó la nuca con la mano y suspiró.

—Nunca te mentiré. Nunca debí hacerlo. Solamente mentí para evitar


hacerte daño. Estúpido, lo sé, pero, ¿qué puedo decir? A veces soy un tipo en
verdad estúpido. Pero puedo aprender algunas cosas, y sin dudas me
enseñaste una lección. No volveré a mentirte —prometió. Ella asintió.
—Bien. ¿Sabías que Wulf iba a mudarse?

—¿Si sabía… espera, ¿qué? ¿¡Contigo!?

—No, al apartamento de los Han.

—¿Quiénes?

—Dios, ¡Los Han! Vivían en el ático de mi edificio, ¡han vivido allí por
más de diez años! —gritó.

—Bueno, mierda, ¿cómo sabría eso? Ni siquiera yo he vivido aquí por


diez años. ¿Wulfric está viviendo con tus vecinos? —comprobó Liam.

Respiró hondo y contó hasta diez. No estaba siendo clara, lo sabía, y él


acababa de despertarse. Todavía tenía marcas de sueño a un lado de su cara
y ni siquiera tuvo que mirar para saber que su cama era un desastre.

Al menos está solo. Jesús, este es Liam con quien estoy tratando… ¿y si lo
encontraba con alguien? Es casi sorprendente que no lo hiciera.

—No —se calmó finalmente un poco—. Les encontró un nuevo lugar


donde vivir y los mudó anoche, mientras tú y yo estábamos en la cita rápida.
Se mudó esta mañana, casi me choqué con sus muebles ridículamente
enormes. Pareció… quiero decir, apareciste en el evento y estuvimos fuera
por tanto tiempo, e hizo todo al mismo tiempo. No soy algún juguete con el
que puedan jugar, ya no.

—Juro. —Liam alzó las manos—. Que no tenía idea. Descubrí dónde
estaría a través del viejo acoso por internet, eso es todo. No puede hacer
esto, le diré que tiene que mudarse.

Antes de que pudiera agarrar su teléfono, Katya lo detuvo.

—Dijo lo mismo que me dijiste; que tiene un contrato de alquiler, y


que firmaste un contrato invulnerable permitiéndole tener completo control
sobre a quién le alquila. Ni siquiera me dejará salirme de mi contrato.
Cuando dije que lo rompería, amenazó con demandarme —explicó ella.

—¿De verdad?

—De verdad.

—Dios, ese tipo es un imbécil. Y te enamoraste de él en lugar de mi —


gruñó Liam, pasándose los dedos a través del cabello. Katya lo fulminó con la
mirada y antes de poder evitarlo, le dio un codazo en el estómago.
—No me enamoré de nadie… ¡fui manipulada en dos relaciones
distintas por unos completos idiotas! —le gritó.

—No recuerdo que fueras tan violenta, Pastel de ángel.

Katya resopló y se dio la vuelta, dirigiéndose a la puerta principal.


Corrió alrededor de ella y le bloqueó la salida.

—Solo pensé que deberías saber que se mudó, y quise ver si ya lo


sabías. He acabado aquí —explicó, luchando con su bufanda a la vez que
intentaba envolverla alrededor de su cuello.

—No tan rápido. Siento como que estamos haciendo un progreso aquí.
¿Qué harás esta noche?

—Liam. ¿En serio?

—¿Muy pronto? ¿Qué tal el fin de semana?

—Incluso si no estuviera ocupada, seguiría sin hacer algo contigo.

—Oh, ocupada, uh. ¿Cita caliente?

—Boda.

—¡Boda! Entonces necesitas una cita. —Le mostró una enorme


sonrisa. Ella le sonrió en respuesta.

—Ya tengo una —contestó. Él pareció sorprendido por su respuesta y


ella aprovechó la oportunidad para apretarse más allá de él hacia el pequeño
pasillo. El ascensor estaba todavía esperando en su piso, así que cuando las
puertas se abrieron, entró directamente. Desafortunadamente, Liam había
recobrado sus habilidades para entonces y la siguió dentro del ascensor.

—¿Con quién vas? —preguntó, intentando sonar casual. Fallando


miserablemente.

—Solo un moreno sexy —respondió, mirando los pies descalzos de él.


Hubo un sonido de repiqueteo y llegaron a la planta baja.

—Por favor, no me digas que es alguien que conociste en…

—¡Katya!
Alzó la vista ante el sonido de su nombre, preparándose. Preparada
para encontrar a Wulfric mirándola fijamente. Pero no se trataba de él.
Sonrió cuando Gaten Shepherd atravesó el vestíbulo.

—Hola, ¿cómo estás? —preguntó.

Era consciente de que Liam estaba cerniéndose sobre ella de alguna


manera. Él era un hombre alto y larguirucho, y por lo general su sonrisa
bobalicona y cabello salvaje evitaba que fuera intimidante, podía serlo
cuando se lo proponía. Una mirada feroz combinada con su tamaño por lo
general era suficiente para lograr el objetivo, pero no tuvo efecto en el otro
hombre. Gate caminó directamente hasta ella y la envolvió en abrazo.

—Ando bien. Seguimos encontrándonos —señaló él, riéndose entre


dientes un poco.

—Lo sé. ¡Lo que me recuerda! Sé qué haces carpintería, pero, ¿conoces
a alguien bueno con cosas eléctricas? Mi horno sigue sin funcionar y la
administración de mierda del lugar sigue sin arreglarlo —dijo, dando una
mirada glacial en dirección a Liam. Él tragó saliva con fuerza.

—Oye, tómatelas con Wulf. Solo soy dueño del lugar, no lo manejo —
dijo. Ella puso los ojos en blanco.

—¿Ves a lo que me refiero? Debería presentar una queja —consiguió


decir con una risa. Gate miró entre ella y Liam, luego forzó también una
sonrisa incómoda.

—Podría ayudar. O conozco a un sujeto, podría hacer que viniera a


echar un vistazo. Le haré una llamada, luego te escribiré cuando me
responda —ofreció. Katya sonrió.

—Gracias, eso sería increíble.

—Fue bueno verte de nuevo, Katya.

—Igualmente.

Compartieron un abrazo más, hecho más incómodo por Liam


cerniéndose tan cerca, su pecho estaba rozando los brazos de ambos, luego
Gaten se subió al ascensor. En cuanto las puertas se cerraron, Liam gruñó y
siguió a Katya afuera.

—No puedes estar hablando de él.


—De él, ¿qué?

—¿Él es tu cita?

Casi empezó a carcajearse, luego se dio cuenta que torturar a Liam era
algo divertido. Mantuvo las risitas a raya.

—No te preocupes por con quién voy.

—¡Pero es como un hippie! Creo que está en Greenpeace, y siempre


está construyendo mierda, y hace sus compras en Whole Foods2. Whole
Foods. No puedes ir con él —insistió Liam. Había llegado al edificio de ella y
antes de que pudiera seguirla dentro, se dio la vuelta y presionó una mano
en su pecho.

—Primero, yo compro en Whole Foods de vez en cuando. Segundo, no


es de tu incumbencia. Ahora vete a casa —le ordenó, señalando a su edificio.
Le frunció el ceño y puso su mano sobre la que ella tenía sobre su pecho.

—Katya —comenzó en una voz suave. No. No, no, no, no, no. No el
dulce y amable Liam. Ella nunca había manejado bien ese aspecto de su
personalidad—. Sé que te hicimos algunas cosas realmente malas. Pero mis
sentimientos por ti siempre fueron reales, siempre te conté la verdad sobre
estos. Incluso si nunca me correspondes, incluso si nunca vuelves a
hablarme de nuevo luego de este momento, seguirías importándome, y
puedo notar que no te gusta ese tipo. Así que no hagas esto.

Katya respiró hondo. Hablando de dar en el clavo. Es lo que había


estado haciendo por las últimas dos semanas: saliendo en citas, intentando
sentirse mejor sobre sí misma, captando cualquier atención masculina que
pudiera encontrar. Y ciertamente eso no había funcionado.

Pero él no necesita saber eso. No necesita saber nada.

—Voy a decirte esto una vez más —dijo, su voz temblando un poco—.
Lo que haga no. Es. De. Tu. incumbencia. Si no puedes manejar eso, si crees
que tienes derecho a saber qué sucede en mi vida, entonces lo que sea que
estemos comenzando aquí, debería terminar ahora mismo.

No le dio la oportunidad de responder. Simplemente se dio la vuelta y


se apresuró a través de la puerta giratoria, rogando que no la siguiera.

2 Whole Foods: cadena de supermercados de productos naturales y orgánicos.


Por supuesto, por la manera en que su suerte estaba marchando,
medio esperaba que Wulf estuviera al otro lado de la puerta. Esperando a
atacar y quitarle el último jirón de cordura. Por suerte, no lo estaba. El
vestíbulo estaba vacío, todos sus enormes muebles con suerte llevados a su
nuevo apartamento.

Katya gruñó mientras subía los pisos hasta su casa. Wulfric Stone,
viviendo dos pisos encima de ella. Liam Edenhoff, todavía viviendo a un
edificio de distancia de ella. Dos hombres con los que se había involucrado,
acostado, tenido profundas y personas relaciones. Dos hombres que la
habían hecho sentir poderosa, ayudado a crecer y cambiar desde lo más
hondo de ella. Dos hombres que la habían usado, masticado y luego
escupido.

Y ahora ambos hombres eran sus vecinos cercanos.

Jesús, esto le da un significado completamente nuevo a “mi vecindario


va de mal en peor”.
7
E
l resto del jueves pasó sin incidentes, afortunadamente.
Probablemente tenía algo que ver con el hecho de que se
escondió en su apartamento y se negó a contestar el teléfono o
la puerta. Tori fue capaz de llegar temprano a casa, trabajaba como
“barman” o algo así. Fue entrenada como barman, pero trabajaba en la parte
privada del club de Liam. No se permitía licor. Distribuía agua y refrescos
caros, así como varias marcas de lubricantes, preservativos y, masajistas
personales.

Cuando todo el problema explotó y Tori descubrió que Liam estaba


usando a Katya y básicamente mintiéndole, Tori estuvo lista para renunciar.
Pero Katya sabía que a la otra chica le gustaba mucho su trabajo, y nunca le
gustaba su trabajo, por eso había tenido tantos durante esos años. El alquiler
en San Francisco no era barato, e incluso con el buen sueldo de Katya, no
podía permitirse el lujo de alquilar sola su apartamento de dos dormitorios
en el centro de la ciudad. Necesitaba que Tori contribuyera.

Además, no dolía saber que a Tori le gustaba contarle a Liam todos los
nuevos hábitos de citas de Katya. En realidad, era increíble que Liam no la
hubiera despedido, todavía.

—¿Por qué no te ha despedido? —preguntó Katya, apartándose del


camino mientras Tori ponía la mesa.

—Porque Jan dijo que, si alguna vez lo hacía por cualquier motivo que
no fuera por un error en el trabajo, que él y cito rasgaría su maldita cabeza y
se la metería por la uretra. Uretra, Kat. Casi me hice pis de la risa.

—Bueno, mejor asegúrate de hacer un buen trabajo entonces.

—Por favor, me aman allí. Hay miembros que no vienen a menos que
esté trabajando, ¿lo sabías? Liam no puede deshacerse de mí. Además, creo
que tenerme allí, incluso siendo una perra todo el tiempo, lo hace sentir un
poco cerca de ti —dijo Tori. Su voz era simple, como si estuviera
parloteando, pero el sentimiento era terriblemente dulce. Katya frunció el
ceño y colocó carne stroganoff sobre los fideos de huevo que estaban
esperando.

—Debería decirte algo —suspiró, girándose y poniendo la comida


sobre la mesa.

Lo explicó todo. Encontrarse con Liam en las citas rápidas. Chocar con
Wulf abajo. Usar a Gaten para darle celos. Tori lo escuchó todo sin decir una
palabra, lo cual fue un milagro. Simplemente asintió y metió más comida en
su boca. Cómo mantenía una figura tan perfecta, Katya nunca lo sabría.
Nunca ejercitaba, nunca ganaba un kilo, y tenía curvas en todos los lugares
correctos. Totalmente injusto.

—Vaya —dijo Tori cuando Katya terminó de hablar—. Has tenido un


día de ensueño.

—Dímelo a mí —gruñó Katya, revolviendo sus fideos restantes.

—Entonces, ahora tienes que elegir.

—¿Elegir qué?

—Si quieres mi opinión sincera, o quieres que diga lo que quieres oír.

—Oh, Dios.

Tori sonrió.

—Sabía que elegirías la honestidad.

—Tengo miedo de escuchar.

—Mira. —Su compañera de cuarto suspiró—. No estoy… sé que mi


historial de chicos no es bueno. O horrible. Lo que sea. Pero esa soy yo, eso
es lo que hago. Tú, sin embargo, no sé… ¿es como todos los buenos consejos
que siempre me das? ¿La forma en que me cuidas y eres asombrosa? Bueno,
cuando se trata de estas cosas de citas, es mi turno para ser así contigo.

—Está bieeeen… —Katya dejó que su voz se silenciara, todavía un


poco asustada de lo que iba a decir.

—Y aunque me gustaría decir que incineres sus cosas y rayes sus


autos, creo que lo que tienes que hacer es averiguar qué es lo que realmente
quieres. Solo tú. No lo que Eden quiere, y no lo que Wulf quiere. En el fondo,
lo que realmente quieres. Si quieres perdonarlos y seguir adelante, entonces
ve por ello. Si deseas incineras sus cosas y rayar sus autos, tengo un
encendedor en el bolsillo trasero. Si quieres jugar tu propio juego y
presionarlos, entonces diviértete, hermana. Solo asegúrate de que es lo que
TÚ quieres hacer —insistió Tori, metiendo el cabello suelto detrás de sus
orejas.

Mientras Katya absorbía todo eso, dejó que rodara por su cerebro un
poco, su mejor amiga extendió la mano por la mesa con un tenedor y
comenzó a comer el resto del stroganoff.

—Hacer lo que quiera —murmuró Katya.

—Sí. Quiero decir, mira hasta dónde te ha llevado. Hace tres meses,
estarías dibujando ahora mismo. O tejiendo algo. O viendo uno de esos
videos de cocina. Honestamente, era un poco triste. Ahora eres toda “Soy
una zorra”, y “mírame ser ruda”, y… no sé. Parece que finalmente estás… —
Tori luchó por encontrar las palabras correctas. Katya sonrió.

—¿Creciendo?

—¡Sí! Como si estuvieras finalmente cómoda contigo misma. Decir las


cosas que usualmente guardas. ¡Es bueno para ti! A veces gritar y tirarle
pasteles a un chico es bueno para ti. Y a veces dormir con cualquiera y ser
egoísta también es bueno para ti. Pero sabes, con moderación —enmendó
Tori su discurso. Katya se echó a reír.

—Lo entiendo. De acuerdo, hacer lo que me haga sentir bien, siempre


y cuando sea con moderación.

—Bueno, duh. ¿Qué pasa si decides que la cocaína te hace sentir bien?
La moderación es la clave.

Katya se echó a reír durante tanto tiempo, que Tori terminó su comida
antes de que ella se detuviera.

***

Viernes por la tarde. Katya se había quedado hasta tarde en la


pastelería, finalmente terminando el pastel de Lauren. Por la mañana, lo
armaría, y luego entregaría el enorme postre a la sala de eventos. Se
perdería la ceremonia mientras iba a casa y se cambiaba, pero llegaría a
tiempo para la recepción.

En su viaje en autobús, Katya pensó mucho en lo que dijo Tori. Pensó


mucho en cómo se sentía, en las cosas que quería para sí.
Sabía que era difícil ser honesta consigo misma, un problema común
para la mayoría de las personas. Mantenía un montón de cosas enterradas,
demasiado avergonzada para admitírselas a sí misma. En ese momento, sin
embargo, decidió dejarlas salir todas en su mente, sin importarles si eran
“correctas” o “equivocadas”. Lo único que importaba era cómo cada
pensamiento la hacía sentir.

De acuerdo, vamos a pensar en Liam.

Pensar en él le causaba dolor en el corazón. Era extraño, cuanto lo


anhelaba en secreto. Cuanto quería llamarlo y contarle alguna historia
graciosa del trabajo, o tomar unas copas con él en su techo. En poco tiempo,
se había convertido en una presencia muy grande, muy importante en su
vida. Casi inestimable. Si era totalmente sincera, no quería imaginar su vida
sin él.

Hizo algo horrible. Terrible. Imperdonable, en realidad. Pero quería


perdonarlo. Quería que se disculpara, lo cual hizo, y quería que lo dijera en
serio, lo cual estaba bastante segura, lo era. Quería llorar, y quería que la
abrazara, y quería que llegaran a un lugar donde pudieran estar bien juntos.
Tal vez no ese día, y tal vez no el siguiente. Tal vez no por un tiempo. Las
heridas eran todavía demasiado frescas. Pero tal vez algún día.

Sí. Eso es lo que realmente quiero.

Soltó un suspiro tan brusco, que la persona sentada junto a ella la


miró. Katya no pudo explicarlo, pero de nuevo, parecía que se había
levantado un peso de ella. Se había avergonzado de admitir que quería
perdonar a Liam. Avergonzada, como si estuviera dejando caer toda su
feminidad. Pero Tori tenía razón, tenía que hacer lo que sentía era adecuado
para ella.

Se sentía tan bien con su decisión, tan orgullosa de sus habilidades de


autoanálisis, que se lanzó al siguiente pensamiento sin detenerse.

¡Hagamos esto con Wulf, ahora!

Su alivio se dirigió directamente a una pared de ladrillo y casi gimió.

Si Liam era un dolor en su corazón, Wulf era un dolor de cuerpo


entero. Estuvo muy cerca de él de diferentes maneras, y su traición fue
mucho más profunda. Compartió su vida con Liam; compartió su corazón
con Wulf. Ella siempre podría recuperar su vida.
Sin embargo, un corazón no era tan fácil de recuperar.

Estaba frustrada porque no podía desentrañar sus sentimientos por


Wulf tan fácilmente. El perdón no era tan simple, ni era capaz de decir si
quería perdonarlo. Mantenerlo a raya sería aún más necesario que con Liam,
pero también más difícil. A Wulf no le gustaba que le dijeran que no, y nunca
se conformaría con ser solo amigos.

Mordió su labio inferior y miró por la ventana, mirando los autos


deslizarse junto al autobús. No creía querer ser amiga de Wulf, y ciertamente
no quería salir con él nunca más. Quería… quería que él sintiera. Algo.
Cualquier cosa. Que sintiera una décima parte del dolor que le infringió. Se
preguntaba si eso era posible. Quería…

… quiero que me ame de la forma en que me hizo amarlo.

Vergüenza, la recorrió en oleadas. Una fantasía de venganza tan tonta


y femenina, pero ahí estaba, la verdad aterradora y delirante. Quería que se
enamorara de ella, para poder mirarlo a los ojos y decirle que no sentía lo
mismo. Que era todo por diversión, por risas. Quería que supiera lo que se
sentía perder a alguien.

De todos modos, todo era ridículo. No quería jugar. No iba a atraer a


Wulf a ninguna trama elaborada, lo sabía. Pero… si continuaba
persiguiéndola, lo que estaba segura que haría, podría dejar que todo se
desarrollara como quisiera. Un día le tiraría la puerta en la cara y lo invitaría
a tomar café al día siguiente. Reaccionaría de cualquier manera en que se
sintiera en ese momento. Mantenerlo a raya. Volverlo loco.

Wulfric Stone, loco. Podría ser bueno para él.

Estaba tan atrapada en su pequeño sueño de venganza, que casi se


pasó su parada. No estaba acostumbrada a esa ruta de autobús, por lo que
no estuvo atenta. Terminó tirando del timbre de parada en el último
momento, saltando mientras el autobús chillaba para detenerse. Saltó hacia
la acera y abrió su paraguas, intentando protegerse del aguacero. Luego, al
escuchar que el autobús se alejaba, respiró hondo y se giró.

El edificio de apartamentos de Wulf.

Solo había estado allí alguna vez antes… y por casualidad. No sabía
exactamente la dirección, ya que básicamente la había llevado allí. Tuvo que
volver sobre sus pasos desde aquella noche, y luego usar la aplicación de
mapas de Google para rastrear el edificio.

Se encontraba lejos del centro de San Francisco, y era tan alto, parecía
que estaba cortando el cielo. Todo metales oscuros y vidrio espejado. Frío y
ominoso, exactamente como el hombre que lo poseía.

Corrió por la calle y entró en el edificio. Un portero le abrió la puerta


y, al sacudir el paraguas sobre los suelos de mármol, un hombre detrás de un
escritorio se aclaró la garganta.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó, sonriéndole amablemente. Ella le


devolvió la sonrisa.

—Sí, estoy aquí para ver a un amigo —explicó.

—Por supuesto. Los ascensores están a la derecha —ofreció,


extendiendo una mano en su dirección. Ella asintió.

—Sí, lo sé, pero queda en el último piso.

—Lo siento, ¿en qué piso?

Katya respiró hondo.

—La casa de Wulfric Stone. Estoy aquí para ver a Genevieve Stone —
le dijo. Habló bajo, con la esperanza de sonar profesional. El apartamento de
Wulf solo era accesible a través de una tarjeta, y Katya no tenía el número de
teléfono de Vieve. Su única forma de subir era esperar que el ayudante
llamara y la anunciara.

—¿Y su nombre? —le preguntó, tocando una computadora que estaba


escondida detrás del escritorio.

Mierda.

—Katya Tocci. No sabe que voy, así que si pudiera llamar y…

—¡Ah! Señorita Tocci, la tengo aquí como visitante aprobado —le dijo.

Su mandíbula cayó.

—Yo… ¿qué?
—Aquí dice que es visitante preaprobado, para poder tener acceso al
apartamento en cualquier momento. ¿El señor Stone no le dijo eso? —
preguntó. Ella jadeó tan fuerte que se ahogó con el aire.

—No —Tosió—. No, el señor Stone no lo hizo. ¿Puede, um, decirme


cuando me puso en la lista de invitados?

—Por supuesto, señorita Tocci. Déjeme ver… ah, sí, hace casi un mes
—le dijo, parloteando. Katya hizo cuentas, Wulf le dio acceso completo a su
casa antes de que hubieran ido a Carmel.

¿Por qué nunca me lo dijo?

—Oh. Sí. Yo… eh… eso es genial. Um, me encantaría ir allí, pero,
¿podría hacer que Vieve… erm, la señorita Stone, sepa que voy? —preguntó.

—Por supuesto.

Un par de segundos más tarde, le aseguró que la señora Stone estaría


encantada de recibirla. Katya fue llevada a un ascensor expreso y el hombre
usó su tarjeta para concederle acceso al último piso. Entonces sonrió y se
quedó rígido mientras las puertas se cerraban entre ellos.

Tan pronto como el ascensor comenzó a moverse, Katya cayó contra


una pared. No sabía cómo lidiar con esa nueva información. Ella le pidió a
Wulf que la llevara a su apartamento, y siempre se negó. Si alguna vez se
hubiera cansado y se hubiera presentado sola, la habrían dejado entrar, sin
importar si estaba o no en casa.

¿POR QUÉ HARÍA ESO?

No podía entenderlo. Wulf siempre fue difícil de leer, incluso cuando


era el adolescente gruñón que vivía al lado de ella mientras crecían. Se
equivocó más de una vez al intentar adivinar sus pensamientos y
sentimientos.

¿Fue un movimiento preventivo? ¿Le daría acceso entonces, para que


no tuviera que preocuparse más tarde? Hmmm, no parecía su forma de
actuar. Todo lo que hacía era calculado. Si le dio acceso hace un mes, fue
para un propósito específico. Tal vez… solo tal vez, incluso hace mucho
tiempo, estaba sintiendo algo. Tal vez empezó a verla como parte de su
hogar, y por supuesto, le dio acceso a este. No era como si tuviera que
discutirlo con ella, nunca hablaba de nada que hiciera con nadie.
No, esto es ridículo. No eres ahora, ni fuiste nunca, parte de su hogar.
Probablemente solo esperaba que apareciera en nada más que un abrigo, o
algo así.

Antes de que pudiera insistir más en ese misterio en particular, el


ascensor se detuvo bruscamente.

Genevieve Stone estaba esperando afuera de las puertas. Tenía solo


veintiún años, pero Katya siempre ha estado un poco intimidada por la otra
chica. Si bien nunca habían sido mejores amigas, habían sido dos chicas de
una edad similar que crecían una al lado de la otra, estuvieron juntas en
fiestas de pijamas. Habían ido a las mismas escuelas privadas. Pero después
de que Katya se graduó, solo se mantuvieron en contacto a través de las
redes sociales, y de forma esporádica.

A través de su propia madre, Katya había oído hablar de que Vieve


entró a la escuela de medicina. Resultó que Wulfric no era el único con
cerebro en la familia. Vieve se había graduado de la secundaria un año antes
y se había ido inmediatamente a la universidad. Pero después de solo un
año, había abandonado. Al parecer, la familia de Stone había sido sacudida
por ese anuncio, pero ni la mitad de lo que lo hicieron cuando se enteraron
que era porque se había enamorado.

Vieve se casó tres semanas después de cumplir dieciocho años. Katya


había recibido una invitación, pero la escuela le había impedido asistir.
Luego, hace unos seis meses, la mamá de Katya había mencionado que el
hombre había fallecido. Cáncer cerebral.

Hombre, viuda cuando tenía veintiún años. Ni siquiera puedo


imaginarlo.

Y, sin embargo, con todo eso en su pasado, Vieve permaneció ahí


luciendo tan fresca y compuesta como podía. A pesar de la gran diferencia de
edad, ella y Wulf podrían haber sido gemelos. Ambos eran bastante altos, de
piel clara y cabello oscuro, que era todo coronado con un par de ojos azules.
Wulf había sido un nadador, luego había pasado a dominar la industria de
bienes raíces en California. Genevieve había sido una jinete experta y no
había duda en la mente de nadie que habría pasado a convertirse en una
doctora increíble. Tal para cual. Katya se sentía pequeña en comparación.
Como si acercándose demasiado a la otra mujer, pudiera mancharla con su
presencia.
—¡Katya, ha pasado tanto tiempo! —exhaló Vieve, acercándose y
abrazándola. Katya estaba un poco sorprendida, pero la abrazó.

—Lo sé, no desde que… vaya, mi fiesta de graduación, ¿eh?

—Eso creo. Se siente como si hubiera pasado mucho tiempo —suspiró


Vieve, luego se apartó e hizo un gesto para que Katya entrara en el
apartamento.

Era difícil estar ahí. Solo había estado ahí una vez, y aunque parecía un
momento mágico, todo se había desplomado justo después. Así que el
espacio la hizo sentir incómoda. En un corto lapso de tiempo, había hecho
muchos recuerdos en esa casa. Unos que ahora trabajó muy duro para
olvidar.

—Sí, pero a veces, se siente como si fue ayer. ¿Qué te trae a San
Francisco? —interrogó Katya. Vieve parpadeó con sorpresa, luego
rápidamente se controló y se deslizó hacia la cocina.

—He estado necesitando un cambio. Hace un mes o dos, había


mencionado a Wulf que estaba pensando en mudarme. Se ofreció a
buscarme un lugar. Iba a venir aquí para una especie de visita prolongada,
ver si me gustaba lo suficiente para trasladarse aquí —explicó.

—Oh. Así que estás pensando en mudarte aquí —aclaró Katya.

—Tal vez. Me gusta mucho, y es agradable estar cerca de Wulf. ¿Es por
eso que estás aquí? ¿Estabas esperando hablar con él? Dijo que quería que
tuviera espacio, que de hecho tuviera la sensación de vivir sola, así que se
quedará en otro lugar —le dijo Vieve. Katya soltó una carcajada, tal vez un
poco demasiado.

—¿Qué, Wulf? ¿Buscándolo? No, no. Me enteré de que estabas aquí, y


pensé que sería divertido ponernos al día —dijo rápidamente. Vieve sonrió
otra vez. Tenía una sonrisa tan gentil, pero no llegaba a sus ojos. Para
alguien tan joven, había algo en ella que parecía tan viejo. Una persona podía
sentir lo cansada que estaba su alma; Katya quería envolverla y cuidarla.

—Me habló de ustedes.

—¿Lo hizo?

—Sí. Cuando llamé para buscar un lugar, mencionó que vivir aquí me
acercaría más a ti. Me sorprendió que supiera que estabas en San Francisco
—dijo Vieve, y Katya dio una risa genuina—. Me dijo que ustedes habían
estado saliendo. Pensé que era… agradable.

—Sí. Sí, estuvo bien, por un tiempo.

—También me dijo que terminó.

—Lo hizo.

—¿Quieres… hablar de ello? —preguntó Vieve. Katya resopló.

—No creo que quieras oírlo.

—No me importa. Quiero decir, es mi hermano, así que voy a amarlo,


pase lo que pase. Pero eso también significa que sé lo difícil que puede ser.

—Difícil no es una palabra suficientemente grande para lo que es tu


hermano.

—Cuéntame sobre eso. Vivía con él, ¿recuerdas?

Katya rio de nuevo.

—¿No te dijo cómo terminó? —preguntó.

—Mencionó que no terminó bien y que había cometido algunos


errores —respondió Vieve.

—Eso es restarle importancia. ¿Nada más?

—En realidad, no. Lo conoces, no es un gran hablador. Pero cuando


llegué, después de un par de días, finalmente pregunté por ti. Dijo que no me
preocupara, que pronto hablarían. Así que por eso supuse que estabas aquí,
por él —dijo Vieve. Katya gimió.

—No, vine aquí para ver si estabas involucrada en su pequeño plan


para volverme loca.

—Oh. Um, la respuesta es no. No he escuchado ningún plan para


enloquecerte. Tal vez deberías decirme qué es exactamente lo que pasa
entre ustedes.

—De hecho, no creo que quieras oír hablar de todo eso. —Katya agitó
su mano mientras hablaba—. Ha sido bastante incomodo, debo irme. Yo
solo… No sé, como dije, tenía que saber que esto no era un plan maestro de
los Illuminati para destruirme.
—No. Me olvidé de pagar mis cuotas a los Illuminati. Pero soy
excelente escuchando, me gusta ayudar a la gente, y conozco bastante bien a
Wulfric, podría ofrecer mi punto de vista. No es bueno guardarse todo —
insistió Vieve con esa seriedad que tenía.

Así que, Katya hizo exactamente eso, dejando de lado los detalles más
sucios y desagradables. Se imaginó que una hermana no necesitaba escuchar
el tipo de lenguaje desagradable y las actividades a la que Wulf era
propenso. Además, no quería describirlo como un monstruo para su familia,
Katya no era tan mala.

Explicó cómo Wulf y ella se habían encontrado, engañándola en esa


primera cita, luego simplemente apareciendo en su casa o trabajo cuando le
diera la gana. Forzando su camino dentro de su vida. En su corazón. Luego
pasó por alto el horrible choque de trenes del final y lo envolvió con los
actuales acontecimientos.

—Y luego ayer bajé las escaleras, y lo encontré mudándose a mi


edificio. Me dijo que vivías aquí, y te estaba dando espacio, así que por
supuesto pensé que tal vez estaban trabajando juntos —terminó de explicar
Katya. Vieve asintió. Se había movido para sentarse en un taburete al lado de
Katya.

—No estamos, uh, “trabajando juntos”, pero tengo que preguntarte, si


lo estuviéramos, si este es fuera un plan para recuperarte, ¿crees que
trabajaría contra él y te ayudaría? —preguntó Vieve. No lo dijo con malicia ni
con ningún tipo de tono, solo una pregunta genuina. Katya estaba bastante
segura que Vieve no tenía un hueso malo o desagradable en su cuerpo.

—No, y no estoy aquí para pedirte nada o algo así. Solo quería… No lo
sé, un aviso. Para saber de qué lado estás. Somos una especie de amigas,
estoy segura que habríamos terminado en el mismo lugar en algún
momento. Odiaría pensar que alguien más me está ocultado secretos locos.
Fue… la peor sensación. Si eres su nueva mejor amiga, bien. Si no planeas
pasar mucho tiempo con él, genial. Solo quiero saber, así no estoy atrapada
en el medio de nuevo —explicó Katya. Vieve sonrió.

—No creo que Wulf jamás haya tenido un mejor amigo, y si lo hiciera,
ciertamente no sería yo. No hay plan diabólico para recuperarte y no guardo
ningún secreto loco para él. Aunque para ser totalmente honesta, tengo que
decir, lo apoyo un poco. Sonaba… más feliz cuando estaba contigo. Espero
que las cosas funcionen.
—Eso es muy dulce. Pero si estamos siendo honestas, no lo hago.
Espero que algún día, alguien haga sentir a Wulf tan horrible como me hizo
sentir.

—SI ESO ES VERDAD, ENTONCES ESTÁS HACIENDO TODO MAL.

Katya jadeó tan fuerte que casi se cayó de su taburete. Esa no era
Vieve hablando. Alguien estaba en la sala de estar, gritando para ser
escuchado desde el espacioso apartamento. Una media pared separaba esa
habitación de la cocina, bloqueando al extraño de la vista. Katya se bajó de
su taburete y se inclinó alrededor de la estructura de mármol negro.

***

Podía ver un par de zapatos apoyados en el reposabrazos de un sofá


blanco. Inclinándose un poco más, vio que los zapatos conducían a un par de
piernas pertenecientes a una mujer. Una mujer pequeña, que cabía
fácilmente en el pequeño sofá. Su largo cabello rubio colgaba sobre el borde
del cojín, casi rozando el suelo. Su rostro no era visible, sin embargo. Estaba
bloqueado por un teléfono inteligente ridículamente grande, que sostenía y
seguía jugando a pesar del hecho de que otra persona se acercaba a ella.

—Um, lo siento… ¿te conozco? —preguntó Katya. La otra chica


resopló.

—Depende de cómo definas conocer. Mierda. —siseó, su pulgar se


atascó contra la pantalla—. Perdí otra vez. —Se sentó derecha y Katya jadeó.
Era Brighton Stone, la hermana Stone más joven.

Si Vieve y Wulf fueron hechos del mismo molde, entonces Brie era de
un molde completamente diferente. No había conseguido la altura o la fuerte
estructura ósea que corría a través de la línea Stone. Brie se parecía a su
madre; rubia oscura, de estatura baja, y curvas. Finalmente se levantó y miró
a Katya con un par de grandes ojos marrones. Luego pasó una mano por su
grueso cabello y entró en la cocina.

—Brie —dijo Katya finalmente, volviéndose para seguirla—. Lo


siento, ni siquiera sabía que estabas aquí. No puedo creer cuánto tiempo ha
pasado, apenas te reconocí.

—Sí, mucho tiempo, lo sé. —La mujer más joven suspiró mientras
buscaba en la nevera.

—Wulf no mencionó que estabas aquí.


—Probablemente porque no lo sabe.

—Uh… —Katya no estaba segura de cómo responder a eso.

—Estoy tomando un descanso de la escuela. Wulfy no estará contento


cuando escuche eso, hablara con mamá, ella no me dejará en paz hasta que
vuelva, bla, bla, bla. Ya estoy harta de eso, así que me estoy escondiendo aquí
—explicó Brie mientras sacaba la tapa de una cerveza. Katya miró a Vieve,
quien parecía un poco avergonzada, pero todavía mantenía una sonrisa
tranquila.

—¿Escondiéndote en su casa? ¿Y no tienes dieciocho? —comprobó


Katya. Brie alzó una ceja y luego tomó media cerveza antes de responder.

—Tengo diecinueve años, ¿y vez a Wulf por aquí? No regresará


mientras Vieve esté aquí. Aquí estoy más segura que en casa.

Katya quería seguir haciendo preguntas, luego se detuvo. No conocía a


Brighton Stone, al menos ya no. Y la chica parecía tener una pared de tres
metros de espesor frente a ella. No me jodas rodaba en oleadas de ella, y
Katya decidió prestar atención a esa advertencia. Tenía suficientes
problemas sola, no necesitaba involucrarse con un adolescente con actitud.

—Entonces, ¿en qué me estoy equivocando? —Volvió al comentario


de Brie.

—Esto. Estás enojada con Wulf, ¿no?

—Uh, sí.

—Y quieres que te deje en paz, pero también quieres que sepa que
estás enfadada con él.

—Um… ¿seguro?

—Entonces, venir aquí y lloriquearle a su hermana favorita no va a


hacer nada de eso —terminó Brie. Vieve suspiró.

—Brighton, no estoy…

—Tienes que llamar su atención. Haz una mierda loca. Entonces haz
que se arrepienta del día en que te conoció —habló Brie directamente sobre
su hermana.

—Sabes que estamos hablando de tu hermano, ¿verdad? —comprobó


Katya. Brie se encogió de hombros.
—Un hombre es un hombre. Tampoco se comporta como un hermano,
de todos modos —contestó ella, y luego arrastró sus pies mientras regresaba
al salón, desapareciendo de la vista.

—Brighton —suspiró Vieve, sacudiendo su cabeza. Luego volvió a


colocar la sonrisa en su sitio y miró a Katya—. Ella tiene algunos problemas.
Con los hombres. Nuestro padre se fue cuando era tan joven, y entonces
Wulf no ha estado mucho, y luego hubo un novio en la secundaria.

—¡Por lo menos no soy viuda a los veintiún años! —gritó Brie desde la
otra habitación.

Jesús. Katya siempre había asumido que Wulf era el extraño de su


familia. Aparentemente, había estado muy equivocada. Tenía la sensación de
que podía golpear a Vieve en la cara, y la chica sonreiría y daría las gracias. Y
Brie parecía que “Perra” era su segundo nombre.

Probablemente podrían obtener un descuento increíble para alguna


terapia familiar.

Antes de que las cosas pudieran ser más incómodas de lo que ya eran,
Katya agarró su paraguas y comenzó a caminar hacia la salida.

—Te he quitado demasiado tiempo —dijo, y levantó la mano cuando


Vieve fue a discutir—. He venido aquí por un impulso. Muchas gracias por
ser honesta conmigo. Fue genial verlas de nuevo. ¡Tendremos que almorzar
algún día!

Siguió con prisa hacia la puerta, intercambiando números de teléfono


con Vieve y gritando adiós a Brie, quien no respondió. Cuando estaba segura
en el ascensor, Katya se desplomó contra la pared y presionó su mano contra
su cabeza.

Creo que ahora estoy más confundida que cuando vine aquí. ¿Por qué
tenía que ser vecina de los Stone?
8
D
esde las cuatro de la mañana del sábado, Katya estaba
corriendo a toda velocidad.

Dejó su vestido colgado en la parte trasera de la puerta


de su dormitorio, y tenía su maquillaje preparado y esparcido en su cama.

Tomó un taxi para ir a trabajar, juntó todas las capas del pastel y luego
puso los toques finales. A continuación, agregó algunos accesorios más. Lo
cargó en la camioneta para la entrega, luego montó en la parte de atrás con
este para garantizar su seguridad, y para añadir un par de elementos nuevos
en los que pensó en el último minuto.

Cuando que el personal de catering estaba moviendo el pastel en un


carrito, ellos torcieron la capa superior. El primer instinto de Katya fue
vomitar, y luego matar a todos en la habitación. Entonces recordó que era
una profesional y había pasado por cosas peores, así que sacó el kit de
pastelería de emergencia y arregló el problema. En el momento en que tuvo
todo en orden y el pastel estuvo en su lugar en el salón de baile, tenía veinte
minutos antes de que la fiesta de bodas estuviera programada.

Muy cerca.

Se sintió un poco mejor cuando llegó al apartamento y se enteró que


Tori también iba tarde. La otra chica corría en su ropa interior, intentando
rizar su cabello y cepillarse los dientes al mismo tiempo.

Katya hizo su maquillaje, ayudó a Tori a hacer el suyo, y luego fue a


ponerse su vestido, solo para descubrir que de alguna manera tenía una
mancha enorme. Miró por el pasillo en la dirección de su compañera de
cuarto, la mancha era sospechosamente del mismo tono que el lápiz labial
favorito de Tori.

La novia tenía un estricto código de vestimenta para la recepción,


todo blanco. Absolutamente todo el mundo debía usar tanto blanco como
fuera posible, con pantalones y faldas negras aceptables. El armario de Katya
no estaba lleno de vestidos blancos. Compró el suyo específicamente para el
evento. Rebuscó en sus perchas y finalmente encontró una pieza de ropa en
su mayoría blanca.

Frunció el ceño mientras sacaba el vestido. Era el que había usado en


su segunda cita con Wulf. En el pequeño bar, cuando el sol encendió todo en
llamas y durmieron juntos por primera vez.

Sacudió la cabeza y sacó el vestido de su percha. No tenía tiempo para


los recuerdos, o el llanto escondido detrás de sus ojos. Se puso la ropa
interior apropiada, se colocó el vestido, agarró a Tori y corrió hacia el
ascensor con grandes esperanzas de llegar a la recepción a tiempo para ver
el pastel ser cortado.

—Oh. Dios. Mío.

Katya respiraba con dificultad, con una mano apretada contra su


costado. Literalmente corrieron por una cuadra desde su taxi. No estaba tan
en forma como le gustaba pensar, y mientras se encontraban en la entrada
del salón de baile, se inclinó y esperó para recuperar el aliento.

—¿Qué? —preguntó, mirando a Tori. La otra chica miraba a través de


la habitación.

—¿Hiciste eso? Como tú. Tú pequeña, ¿hiciste… esa… esa pieza de


arte?

Katya siguió su mirada y vio el enorme pastel. A veces, Katya olvidaba


lo que hacía para ganarse la vida, incluso mientras lo hacía. Simplemente se
convertía en trabajo. Como un rompecabezas. Algo para descubrir y crear,
como un cubo Rubik que resolvía mientras lo hacía. Sabía qué hacía un buen
trabajo, podía ser lo suficientemente objetiva para eso, pero, ¿arte? Lo único
que vio fue la enorme cantidad de horas y el estrés que requería. Escuchar a
alguien decir que se veía bien, significaba mucho.

—Sí, resultó bastante bien —suspiró Katya, apoyando sus manos en


sus caderas.

—¿¡Bien!? Katya, es fenomenal. A veces me olvido de lo increíble que


eres. Vamos, vamos a buscar champán caro y celebremos tu increíble talento
—Tori se rio, luego la arrastró hasta el bar. Acababan de recibir sus copas
cuando Katya sintió un brazo alrededor de sus hombros.

—¡Estás aquí!
Lauren, la recién casada, abrazó a Katya contra su costado. Se veía
impresionante en su vestido de estilo sirena y velo.

—Sí, por fin. —Katya se rio—. Hubo algunas complicaciones, pero


llegamos hace un minuto.

—Espero que esta bestia no te haya causado ningún problema. Dios,


resultó genial. Muchas gracias —exhaló Lauren, volviendo a mirar el pastel.

—No, gracias por confiar en mí en tu día especial. Todo se ve


hermoso, Lauren, y especialmente tú.

—Oh para. Lo sé, ¿verdad? Resultó increíble. Y ustedes se ven


simplemente hermosas, no puedo esperar a que… —la voz de Lauren se
apagó, y luego se echó a reír. Katya y Tori se miraron.

—¿Por…? —preguntó Tori.

—Va a ser una noche divertida, no puedo esperar hasta que las
bebidas en realidad empiecen a fluir. Solo recuerda, no tires este pastel —
bromeó Lauren con Katya—. Vamos, vamos a hacer el baile del pollo.

Antes de que alguien pudiera decir algo más, todos fueron obligados a
entrar en la pista de baile. Gracias a Dios el baile del pollo no estaba
reproduciéndose, pero Katya llegó a ser testigo de Lauren y su marido
recreando la secuencia de baile de House Party3.

Después de una hora o más de baile, el estrés de la mañana y la tarde


se alejó. Hizo un foxtrot con el padre de la novia, intercambió recetas con la
madre del novio, y tuvo que controlar las manos errantes del padrino.
Finalmente, volvió su atención a Tori, a quien le encantaba jugar con chicos
borrachos.

Katya se rio mientras los miraba desde el otro lado de la habitación.


Luego dejó que sus ojos vagabundearan, viendo a todas las parejas. Una
canción lenta sonaba, y la luz de las velas rebotaba en toda la ropa blanca y
los manteles dándole a todo un resplandor etéreo. Hallmark no podría haber
pintado un cuadro más romántico.

Sin embargo, sorprendentemente, no se sentía mal por estar allí sola.


En el pasado, cuando iba sola a bodas o fiestas, siempre se sentía un poco
evidente. Una dama siempre tenía un apuesto caballero en el brazo, así la

3 House Party: Juego para pc.


habían criado. Pero ahora se sentía un poco bien por estar sola. Fuerte.
Había pasado un buen rato, sin compañía masculina. ¿Quién necesitaba un
hombre, de todos modos?

Por supuesto, Katya debería haberlo sabido mejor. Cada vez que se
sentía mejor sobre su situación, el universo tenía una forma de darle una
palmada en la espalda.

—¿Desea bailar, milady?

Volvió la cabeza al mismo tiempo que Liam entró en su vista. Lo miró


boquiabierta por un momento, luego miró a su alrededor, buscando el
programa de la broma de cámara oculta. Luego volvió a mirarlo.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Te colaste a una boda? Eso es bajo,
incluso para ti —siseó. Estaba mortificada. Lauren no era solo una amiga, era
cliente. Una delante de la que Katya ya se había avergonzado bastante. No
podía tener a Liam actuando como tonto en esta boda.

—¿Quién dijo algo sobre colarse? Estoy aquí bajo pretensiones


totalmente legítimas —le aseguró.

—Oh, en serio. ¿Cómo qué pretensiones?

—Del tipo legítimo.

—Liam.

—Los de catering —suspiró, señalando por encima del hombro al


elaborado espacio al otro lado de la habitación—. Uno de los dueños solía
trabajar conmigo. Pude obtener una invitación a través de él. Una verdadera
invitación, antes de que preguntes.

—¿Cómo averiguaste de qué boda hablaba? Hay como otras cuatro,


por lo menos, en este fin de semana —exigió.

—Tori habló sobre la lujosa boda a la que acudiría, hice algunas


preguntas. ¿Dónde está el moreno? —preguntó, mirando por encima de su
cabeza.

—¿Disculpa?

—Tu cita, ese tipo, Fence o como sea.

—Oh, Dios mío —gimió Katya—. Su nombre es Gate, y no es mi cita.


—Pero dijiste…

—Dije que iba a venir con una morena sexy —le recordó Katya,
mientras señalaba a Tori. La otra chica se encontraba en la pista de baile a
un par de metros de ellos, riéndose de su pareja borracha.

—Ooohhh, lo entiendo ahora. Graciosa. Es sexy —estuvo de acuerdo, y


Katya observó cómo sus ojos recorrieron a su compañera de cuarto. Tori
llevaba una falda maxi blanca que caía fluidamente, con una blusa apretada,
que mostraban sus atractivos a la perfección.

—Bien. Esto ha sido muy divertido, pero tengo que ir a beber


champán directamente de la fuente de hielo —dijo Katya, moviéndose para
caminar alrededor de él. No llegó lejos. Él la agarró por la muñeca y la
arrastró a la pista.

—Vamos, solo un baile. Nunca bailamos, ¿verdad? Soy un gran


bailarín.

—Liam, no quiero bailar contigo. Ni siquiera quiero…

No le dio opción. Era divertido, pero era fácil olvidar que era mucho
más grande y fuerte que ella. Antes de que lo supiera, estaban en medio de la
multitud y él envolvió sus brazos alrededor de su cintura, intentando
acercarla.

—No hagas una escena, Pastel del ángel. Solo tienes que seguir el
ritmo —sugirió. Ella gruñó y se apartó, agarrando una de sus manos y
colocándolas para un baile apropiado.

—No me llames así. Pensé que había aclarado mis sentimientos, Liam.
No quiero jugar contigo —le dijo.

—No estoy jugando —dijo—. Quiero verte, Katya, pero no me quieres


ver. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario. Si trabajaras en un banco,
me convertiría en ladrón de bancos. Si trabajaras en un McDonald’s, me
pondría increíblemente gordo. Así que, si tengo que robar una invitación a
una boda de lujo en la parte elite de la ciudad, entonces que así sea.

—¿Robaste la invitación?

—Um…

Katya no pudo evitarlo. En serio se rio. Era tan… Liam. Y cuando


estaba frente a ella, guapo con un traje blanco y corbata blanca de satén,
sonriendo, en realidad era difícil contener su ira. Todavía estaba dolida por
lo que le hizo, y no creía poder confiar en él, pero… las palabras de Brie y
Tori flotaban en su cabeza.

Haz lo que quieras. Lo que se sienta bien.

—Eres tan… idiota —suspiró finalmente, sonriéndole.

—Sí. Pero vivo para verte sonreír, así que tengo algunas cualidades
redentoras —señaló.

—Yo no iría tan lejos. Si estás aquí y Tori está aquí, ¿quién dirige el
club? —preguntó.

—¡Oye! El club funciona bien sin Tori.

—¿De verdad? Me dijo del incendio en la basura.

—Simple accidente, podría haberle pasado a cualquiera.

—Y el depósito faltante.

—Lo habría encontrado solo al final.

—Y la operación de menores.

Liam se detuvo un momento, mirándola como si estuviera pensando


con fuerza.

—Jesús, tienes razón. ¿Cómo dirigía ese lugar sin ella? —preguntó.
Katya sonrió.

—Te dije que la contratas, así que de nada —le dijo. Él sonrió de
nuevo.

—Es bueno verte feliz, pastel… Katya. Gracias por darme esta
oportunidad —dijo en un momento de sinceridad. Su sonrisa vaciló un poco
y respiró hondo.

—No me hagas arrepentirme —respondió. El asintió.

—Lo haré lo mejor posible.

La canción terminó después de eso, y cuando Liam fue a llevarla de


nuevo a las mesas, se toparon con la novia.
—Hola, hola —dijo Lauren, sin aliento—. ¿Quién eres tú? Recordaría a
alguien tan guapo en mi lista de invitados.

Katya resopló y Liam rio.

—Lauren, esto es… mi vecino, Liam Edenhoff —los presentó—.


Espero que no te importe, él… yo…

—¡Importarme! No, no, no. Estoy emocionada de conocer a cualquier


vecino de Katya. —Lauren se rio, estrechando la mano de Liam.

—Gracias. —Se rio en respuesta.

—Encantada de conocerte, Liam. Por favor, come y bebe mucho. No


me gusta gastar dinero en este tipo de basura. Me alegra tanto que hayas
venido. Solo estoy. —La rubia parecía en una pérdida por un momento—.
Estoy tan emocionada de que estés aquí. ¡Esta noche va a ser muy divertida!

Antes de que pudieran cuestionar algo de eso, Lauren fue llevada por
otros invitados ansiosos. Katya la miró por un minuto, luego sintió la mano
de Liam en la parte baja de su espalda, guiándola lejos de la pista de baile.

—Ella es… interesante —comentó finalmente. Katya se rio, luego


tropezó contra él mientras un grupo de gente surgió de la pista de baile. Sir
Mix-a-Lot estaba sonando desde los altavoces, así que entendió
completamente su entusiasmo.

—Sí. Me refiero, siempre está energética, pero es como doblemente


así hoy.

—Suena como una explosión. Así que, ¿qué estás haciendo después de
esto?

Lo dijo tan de improvisto, que Katya casi respondió. Era lo que ellos
hacían, después de todo. Ella explicaría cómo tenía que ir a casa y lavar su
cabello y preparar su ropa para el siguiente día y sacudir su talonario de
cheques. Él le diría que era ridícula y la informaría que estarían bebiendo
margaritas y comiendo masa de galletas. Ella argumentaría. Él no escucharía.
Y para la una en la mañana, estarían sumergidos en chispas de chocolate,
bebiendo sour mix y tequila directo de la botella.

Pero se contuvo, porque eso no era lo que hacían, no más. Porque él


había arruinado todo. Todo se había derrumbado y Katia suspiró, frotando
su mano contra su frente.
—No sé, Liam, pero puede garantizar que no será algo contigo. Pasos
de bebés —le recordó. Él presionó sus labios duro, luego asintió.

—Eso es más de lo que esperaba —replicó finalmente. Ella se las


arregló para sonreír otra vez.

—Pero estoy feliz de que vinieras, supongo. Tori siempre se vuelve


distraída a mitad del camino en estas cosas y termino por defenderme sola
—dije, intentando regresar al lugar de la falsa normalidad.

—Bien, no podemos tener eso. ¿Y qué tal un trago? Estoy muriendo en


esta cosa —dijo, halando su corbata y aflojándola. Ella asintió.

—Eso sería genial. Tomaré…

—Pinot gris o margarita. Estoy en eso.

Ella sonrió y miró como se movía por el piso del baile. Liam estaba en
su elemento cuando estaba en una multitud. Una verdadera persona de
gente. Él no conocía a ninguna persona en esa recepción, y aun así sonreía,
se reía y hablaba con todo mientras se movía. Girando con la madre de la
novia e incluso la retorció. Flirtear era su manera de pasar una multitud de
mujeres de veintitantos años. Ella deseó tener su facilidad, su confianza.
Suspiró y se cruzó de brazos sobre su pecho.

—Todo es un acto, ya sabes. Él está que se mea de miedo.

Si la voz de Liam la había sorprendido, entonces esta voz la congeló en


su lugar. No volteó su cabeza, y el dueño de la voz no se movió a su línea de
visión. Ella apenas podía verlo desde la esquina de sus ojos.

—¿Hay alguien en este planeta que no se encuentre en esta jodida


boda? —preguntó a través de sus dientes apretados.

—No sabría. Fui invitado.

Wulf no se molestó en moverse, y finalmente ella se forzó a darse la


vuelta para poder mirarlo. Estaba vestido con un traje negro, con una camisa
blanca y un pañuelo en el bolsillo. Podría haber estado asistiendo a un
funeral, pero funcionaba en él. Parecía severo, devastadoramente guapo y
más que un poco peligroso. Tenía una mano en su bolsillo, y la otra estaba
sosteniendo un vaso antiguo.

—¿Obtuviste una invitación? ¿Cómo? —preguntó Katya.


—Bien, recibí un sobre en el correo, y dentro estaba un…

—Cállate, sabes a lo que me refiero. ¿Por qué Lauren te invitaría? —


demandó.

—No estoy seguro. Le vendí a su esposo el edificio en donde dirige su


práctica.

—No me di cuenta. Supongo… eso tiene sentido.

—Oh, y llamé y pregunté.

—¿Qué?

—Llamé a su esposo y pregunté por la invitación. Estaba más que feliz


de complacer —aclaró Wulf.

—¿Por qué harías eso? En realidad, no los conoces, y odias cosas como
esta —señaló Katya. Él finalmente la miró, levantando una ceja mientras lo
hacía.

—¿Lo hago? Extraño, he estado en muchas bodas. Nunca me di cuenta


que las odiaba.

—Cállate.

—Dices eso mucho, pero entonces me preguntas cosas. Es


contraproducente.

—Juro por Dios…

—Pregunté porque sabía que estarías aquí —explicó. Su mandíbula


cayó por un segundo, entonces recuperó la compostura.

—¿Cómo sabías eso? —preguntó.

—Me dijiste.

—¿Lo hice?

—Sí. Me dijiste sobre el pastel que estabas diseñando, luce


asombroso, por cierto. Eres muy talentosa. Y entonces en mi departamento,
cuando hablamos sobre nuestra pelea de pasteles. Explicaste quién era
Lauren. Recordaba su nombre, no fue difícil imaginar el resto —le dijo.

Ella estaba conmocionada. Él había puesto demasiado esfuerzo en… lo


que sea que estuviera intentando hacer. Si estaba intentando ganarle, estaba
siendo un enorme idiota sobre esto, prefería el método denigrante y dulce
de Liam.

Pero asechar por la información de la boda. Llamar al esposo de


Lauren y preguntar por una invitación. Recordar pequeños detalles de una
conversación que se sentía como que había sucedido en otra vida. Oh, y
moviendo su vida entera al edificio de apartamentos de ella. Era un poco
insano.

Eso es. Me he vuelto loca. Ellos me vuelven loca y estoy alucinando todo.

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué harías eso? ¿Solo porque estoy aquí? ¡¿Qué
está sucediendo?! —demandó.

—No me verás. Esto es gravemente injusto. Debería decir lo que


quiero antes de que me cortes —le dijo.

Vaya. Déjà vu.

Ella miró a través del cuarto. Liam estaba caminando de vuelta desde
el bar, riendo con uno de los padrinos.

—Él es tan culpable como yo —dijo Wulf con una voz cuidadosa—. Sin
embargo, aparentemente más dignos de perdón.

Katia tomó una respiración profunda. En serio no quería realmente


entrar en eso.

—No lo he perdonado—replicó—. Y sabes que lo que sucedió entre


nosotros es muy diferente de lo que sucedió entre él y yo.

—¿Sé eso? Porque lo que recuerdo son promesas hechas, y de repente


siendo rotas. Recuerdo a alguien clamando que se preocupaba por mí, y
entonces dándome la espalda a la primera señal real de problemas.

El maremoto de emociones que sintió no se parecía en nada a lo


experimentado en su vida. Furia, rabia, traición, dolor, disgusto, tristeza y…
¿náuseas? ¿Las náuseas contaba como una emoción? Quería golpearlo en la
cara y vomitar sobre él. Pero todo lo que pudo hacer fue farfullar y mirarlo
hasta que Liam finalmente llegó a su lado.

—Oye, se acabaron las limas, así que es una mezcla agridulce.


Espero…
Katia no esperó a que Liam terminara. Tomó el vaso de su mano y
tragó la mezcla de margarita. Luego, mientras jadeaba por aire, tomó la
bebida de él y se la tomó. Se atragantó en el último trago. Borbón, estupendo.
Ella empujó el vaso vacío en su mano y se esforzó por mantener el líquido en
su estómago.

—Jesús, no me di cuenta que estaba tan sedienta, debería haber… oh.


Hola, Wulfric.

Ella tomó una profunda respiración y miró entre los dos hombres.
Wulf se había girado completamente hacia ellos. Liam se paró directamente
en oposición a él, y Katya era la única cosa que los separaba. Fue un
momento surreal. Hace casi tres semanas, pensaba que no se conocían.
Solamente los había visto juntos una vez, y había sido un tipo de momento
loco en el tiempo. Muchos gritos, caos y sollozos.

Ahora se tomó un momento para observarlo. Cuán alto era Liam. Cuán
amplios era los hombros de Wulf en comparación. El bronceado oscuro de
Liam frente a la tez pálida de Wulf. La actitud relajada encontrándose con el
monstruo del control. Ella no podía haber encontrado dos personas más
diferentes si hubiera tratado.

Y, aun así, ellos me encontraron, de alguna manera.

—Eden —replicó Wulf finalmente, usando el sobrenombre que todo el


mundo, menos Katya, usaban para Liam. El nombre colgó en el aire como un
carámbano y por un pequeño momento, se preguntó si pelearían sobre ella.

—Oh Dios, ¡solo dame esto! —chasqueó, tomando el vaso de la mano


de Wulf tomándoselo también de golpe. Se atragantó y tosió casi
inmediatamente. Escocés, fantástico. ¿Qué había mal con estos chicos? ¿Ellos
no sabían el valor de un buen mezclador?

—Así que, ¿cómo conseguiste entrar? —preguntó Liam, empujando


sus manos de sus bolsillos. En respuesta, Wulf se cruzó de brazos en su
pecho.

—Fui invitado. ¿Cómo entraste tú? ¿Entrada de servicio? —supuso.


Liam rio, pero Katya pensó que podría ser verdad.

—Hombre, como he extrañado esos pequeños encuentros nuestros —


suspiró.
—¿De verdad? Puedo acomodarte en mi horario, si quieres. Almorzar
en el club.

—No creo que nadie merezca ese tipo de castigo.

Esas palabras fueran lanzadas con veneno y era muy claro que ellos
no se gustaban ni un poco. Aunque la manera en la que se hablaban todavía
era con una comodidad y facilidad que decía que eran hombres que se
conocían. Conocían al otro tan bien, que sabían qué botones apretar y
cuando era el mejor momento para apretarlos. Ella había estado en
relaciones separadas con ambos, por unos pocos meses, y nunca se había
dado cuenta que no solamente eran conscientes del otro, sino que también
habían tenido una relación por años. Mucho más tiempo que cualquier cosa
que haya tenido con ellos.

Y ni una sola vez había imaginado eso.

—Solo paren —intervino finalmente. Liam la miró. Wulf se mantuvo


mirándolo—. Ya es bastante malo que estemos aquí, ¿pueden no pelear
como niños, solo esta vez?

—Pero yo… —comenzó a argumentar Liam.

—Todavía necesitamos… —intentó decir Wulf.

—No. No quiero escucharlo. Por la siguiente hora, soy Sally y ustedes


son Harvey y Ted, y nosotros nunca nos hemos conocido antes, ¿entendido?
Estoy molesta —dijo, luego levantó su mano cuando Wulf abrió su boca otra
vez—. Con ambos. Pero este día no es sobre mí, y segurísimo que no es sobre
ustedes tampoco. Así que mantengan sus bocas cerradas y traten de
pretender como si nosotros supiéramos cómo ser amables y tener diversión
juntos, ¿entendido?

El borde ligeramente sicópata en su voz podría haber salido, porque


Liam asintió y Wulf mantuvo su boca cerrada. Ella miró hacia atrás, luego
asintió y miró hacia la pista de baile. Ambos hombres se dieron la vuelta y
también miraron a la multitud. Se mantuvieron en un torpe silencio por
quizá un minuto antes de que uno de ellos lo rompiera.

—Quería decir —habló Liam—. Te ves realmente hermosa esta noche.

—Gracias—dijo.
—Sí—estuvo de acuerdo Wulf—. Siempre me has gustado en ese
vestido, aunque luce diferente de la última vez que te lo vi.

Llamas se elevaron en su cara. Ella sabía exactamente lo que estaba


diciendo, pero se negó a responder. Hubo una breve pausa, luego a su otro
lado, Liam dejó salir un gruñido.

—Mierda, sé de lo que estás hablando. Dios, es raro. Es tan


jodidamente raro.

—Sí. —Dejó salir una profunda respiración y tomó dos champañas de


una bandeja que pasaba—. Esto es tan jodidamente raro.

Como si no fuera lo suficientemente raro, Tori finalmente recordó que


había venido con su mejor amiga y caminó hacia donde ellos estaban.

—¿Puedes creer que este chico? —Su compañera estaba riendo—.


¡Está tan borracho! Traté de encontrarte más temprano, pero estabas
bailando con algún chico alto. Espero… ¡Eden! Yo, er, bien. No sabía… mierda,
Wulf también está aquí.

Katya estaba ocupada drenando el champán mientras su amiga


hablaba. Cuando terminó, caminó hacia atrás y los llevó a una mesa vacía.

—Sí, soy completamente consciente de eso.

—Esto es asombroso.

—No es la palabra que hubiera elegido —dijo Wulf, sorprendiendo a


todos. Katya se rio, luego puso una mano sobre su boca. Los ojos de Tori
rebotaron entre todos dentro del pequeño grupo, entonces tomó a su mejor
amiga de la muñeca.

—Vamos, ¡necesitas bailar conmigo!

Antes de que alguien pudiera argumentar, Katya había sido tirada y


llevada hacia la pista de baile. Alguna canción tecno estaba sonando,
levantando a más bailarines de sus asientos. Tori se movió torpemente al
ritmo y se paró cerca de su compañera de cuarto.

—No tengo idea lo que está pasando —interrumpió Katya a su amiga


antes de que pudiera preguntar algo.

—¿¡Solo aparecieron!?
—Sí. Primero Liam, luego Wulf. No lo planificaron juntos. Al menos no
lo creo.

—A juzgar por la forma en que se miraban el uno al otro, como si


quisieran tener una pelea a cuchillo, supongo que no fue planeado.

—Lo juro por Dios, si me dan algún problema esta noche…

—¿Por qué lo harían? Es decir, están intentando ganarse tu corazón o


lo que sea, ¿verdad? —preguntó Tori, mirando hacia atrás a los dos
hombres.

—Ellos nunca quieren hacer lo que hacen, ese es el problema.


Simplemente se tambalean alrededor como idiotas, arruinando vidas y
rompiendo corazones. Estoy segura que pasaron exactamente cero segundos
pensando sobre lo que aparecer aquí podría significar —respondió Katya.

—Entonces, no les des una oportunidad —sugirió Tori, bailando con


la música, forzándolas a girarse en la pista así los hombres no podrían ver
sus rostros—. Tú tienes el control aquí, chica. Una palabra y puedes
conseguir que los expulsen. Una palabra, y hay una orden de restricción.
Eres la que manda, y ni siquiera lo sabes. Si solo te haces cargo un poco,
podrías tener a esos dos tipos envueltos alrededor de tu dedo meñique.

Katya miró sobre su hombro, lo que casi la hizo tropezar con sus
tacones altos. La borrachera estaba alcanzándola. Sacudió su cabeza y trató
de concentrarse.

—Mi dedo meñique, ¿eh?

—Sí. Le das demasiado crédito. Solo son chicos estúpidos. Jódelos. No


estás aquí para su entretenimiento. Están aquí para el tuyo.

Se le ocurrió a Katya que su compañera de habitación estaba más que


un poco borracha. Sin embargo, Katya también debía estar un poco borracha
porque la declaración tuvo un poco de sentido para ella.

Ella había sido su juguete. La muñeca sexual personal de Liam y Wulf,


prácticamente hecha a medida. No era justo. La forma en que ellos podían
entrar y salir de su vida, jodiendo con su cerebro y su corazón. Como si
fueran sus dueños. Poseyéndola. No. Ella era su propia dueña. No fue puesta
en esta tierra para ellos y ciertamente, no estaba en esa boda por ellos.

Toma el control. Esto no tiene que ser sobre ellos. Puede ser sobre ti.
Una nueva canción había comenzado, atrayendo un par de bailarines
más a la pista. La voz de una mujer ronca cantaba sobre los ex y oh, oh, oh.
Parecía extrañamente apropiado. Ella y Tori cantaban juntas en voz alta,
bailando en círculos alrededor de la otra y un par de damas de honor que se
habían unido a ella.

Entonces Katya se dio cuenta que los chicos aún la estaban mirando.
Wulf con su habitual mirada severa en su lugar, como si desaprobara su
comportamiento. El rostro de Liam estaba en blanco, sus ojos seguían sus
movimientos, pero sin traicionar algún pensamiento o sentimiento.

No era justo que estuvieran allí, pareciendo asquerosamente guapos.


Ninguno luciendo incómodo para nada. Allí estaba ella, medio dispuesta a
arrancarse su piel cada vez que miraba en la dirección de ellos, y ahí estaban
ellos, parecía que todo esto era historia antigua para ellos.

No. Era. Justo.

Quiero que se sientan tan incómodos, que nunca querrán molestarme de


nuevo.

El coraje líquido se hizo cargo de los controles en su cerebro y antes


de que pudiera siquiera tener un plan, estaba bailando hacia ellos. Ambos la
miraron un poco sorprendidos, pero se quedaron quietos mientras ella se
movía alrededor de ellos. Liam le sonrió. Wulf mantuvo su rostro en blanco,
ni siquiera cuando se movió entre ellos, meneándose con la melodía. No era
la mejor bailarina del mundo, lo sabía, pero tenía ritmo. Podía bailar al
compás. Y ambos habían visto lo que las clases de baile erótico habían hecho
en ella, así que estaba segura que tenía su atención.

Wulf seguía fingiendo indiferencia hacia ella, así que se giró hacia
Liam. Rodeándolo, así su espalda estaba en la parte delantera de él. Ella lo
sorprendió al bajar lentamente, entonces pudo escucharlo aspirar cuando
lentamente levantó sus caderas, presionando contra él todo el camino hasta
ponerse de pie. Sin embargo, no pudo aguantarlo. Ser abiertamente sexy no
estaba en su naturaleza. Ella rio, lo que hizo que él riera, así que agarró su
camisa y lo arrastró a la pista con ella.

— ¿Te sientes bien, Pastel de ángel? —preguntó él, casi gritando para
ser escuchado sobre la música. Ella asintió.
—Sí, pero no lo suficientemente bien para que me llames así —
respondió. Él rio y trató de envolver sus brazos alrededor de ella, pero siguió
retorciéndose, rodando y serpenteando alrededor de él.

—No me di cuenta que te gusta tanto bailar, podríamos haber estado


yendo a clubes —dijo él. Ella resopló.

—Tienes un club, podríamos haber bailado ahí.

—Estoy bastante seguro que lo hicimos, Pastel de ángel.

Ella iba a gritarle, pero cuando levantó la vista, fue Wulf quien llamó
su atención. Cualquier mirada de indiferencia que había estado usando había
desaparecido. Ahora lucía molesto. Como si solo mirar a Liam y Katya bailar
era suficiente para hacerlo ver rojo.

Era una sensación diferente, darse cuenta que Wulf nunca había visto
a Katya y Liam juntos. No, solo había escuchado historias. Y escuchar algo
nunca era como presenciarlo en la vida real.

Claramente, a Wulf no le gustaba lo que veía. Ni un poquito.

No es tan divertido ahora, ¿verdad? No cuando es real y lo tienes


delante del rostro.

—Liam—exhaló, acercándose a él.

—¿Hmmm? —casi ronroneó él.

—No quiero que interpretes demasiado en esto, pero… ha sido una


semana larga y en verdad he estado muy estresada.

—Está bien.

Tomando una profunda respiración, Katya lo agarró por la parte de


atrás de su cuello y lo tiró hacia abajo, a su altura. Él dejó escapar un grito de
sorpresa, pero luego se quedó completamente en silencio cuando la boca de
ella se cerró sobre la suya.

Parecía que había pasado mucho tiempo desde que Katya había
besado a Liam. Incluso cuando empujó su lengua en su boca, su cerebro vagó
atrás en las semanas. En su primera cita oficial, él le había dado un beso de
despedida. Pero había estado tan tensa y nerviosa, que apenas había
registrado lo que estaba sucediendo. Su último beso real había sido semanas
antes de aquel. ¿Así que… casi un mes? ¿Un mes desde que se habían
besado?

Ella gimió mientras los brazos de él la rodeaban. Se había olvidado lo


que era besar a Liam: un poco salvaje y fuera de control. Como un camión
fuera de control en una colina. Él tomó el control rápido y fácilmente, con un
brazo envuelto apretadamente alrededor de su cintura mientras su mano
libre vagaba sobre su espalda y costado, dedos cavando en la piel que
encontraban.

Él sabía a calor y felicidad. Buenos momentos y recuerdos divertidos.


Pero luego, una manta de tristeza cubrió todo, recordándole por qué había
dejado de besarlo todas esas semanas atrás, y por qué ni siquiera debería
besarlo ahora. Antes de que la sensación pudiera convertir el beso en
amargo, se apartó.

—Mierda, Katya. Pensé que nunca…

Ella no esperó que terminara. Mientras la canción tocaba un


crescendo antes de dirigirse al intervalo, lo empujó juguetonamente y bailó
su camino hacia Tori. Su compañera de habitación la miraba sorprendida,
pero cuando Katya se encogió de hombros, la otra chica solo rio y siguió
bailando.

—¡Lo hiciste, cariño!

—¿Qué está haciendo el otro? —preguntó Katya. Tori miró sobre su


hombro, luego sus ojos se abrieron.

—Um, probablemente algo que no te va a gustar.

—¿Qué quieres decir?

Ella nunca llegó a escuchar su respuesta. Wulf estaba a su lado,


agarrando su codo y girándola hacia él. Ella no tuvo una oportunidad de
aceptar su silenciosa petición para bailar: fue más como una demanda. Un
brazo le rodeó la cintura y una de sus manos la sostuvo, luego se estaban
moviendo juntos.

Liam bailaba como cualquier otro tipo en un club de baile. Tenía


ritmo, podía moverse y era muy divertido. Wulf había crecido en una familia
rica y había asistido a las mismas escuelas privadas que Katya. Recibió las
mismas lecciones de etiqueta que ella: lo que significaba que también sabía
bailar en un sentido más clásico. Algo más apropiado para la mitad más
anciana en la fiesta de boda. Así que él fue capaz de llevarla fácilmente y sin
esfuerzo a través de la pista de baile, sin siquiera notar que a ella le tomó
algunos segundos ponerse al día con él y recordar los pasos que él estaba
haciendo.

—¿Cuán borracha estás? —preguntó abruptamente. Ella dejó de mirar


sus pies y finalmente lo miró.

—No estoy borracha —respondió, mirándolo fijamente. Él retomó el


ritmo serpenteando a través de más y más parejas mientras la pista de baile
se llena de gente nuevamente.

—De acuerdo, ¿cuán achispada estás? —enmendó su pregunta. Ella


resopló.

—Solo lo suficiente para tolerar tu mierda.

—Bien.

Él la sorprendió entonces guiándolos en un giro apretado. Antes de


que apenas se detuvieran, la estaba bajando. Incluso al ritmo de la música, su
cerebro comprendió tardíamente. Entonces la levantó de un tirón, sacándole
un chillido de alegría.

—¡No sabía que pudieras bailar así! —exclamó, sorprendiéndose a sí


misma al sonreírle.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Tocci.

Ella parpadeó hacia él, perdida en su mirada. Tan perdida, que no se


dio cuenta que él se estaba inclinando hacia ella. No le impidió que la besara.
No le importó que toda la habitación había acabado de ser testigo de ella
besándose con otro hombre, literalmente un minuto antes.

Besar a Wulf era una sensación totalmente diferente de Liam. Igual de


maravilloso y horrible en su propia forma. Era lento y tortuoso, siempre
prologando las sensaciones, hasta el punto de volverla loca. Dejándola
pidiendo más. Las manos de él ahuecaban la parte de atrás de su cabeza,
sosteniéndola en su lugar. Sin tocarla en ningún otro lugar, aún se sentía
extrañamente más íntimo que cuando había tenido todo su cuerpo
presionando contra Liam.

Ella suspiró dentro de él y pasó sus manos por la parte delantera de


su pecho. Recordó una época en que había sentido todos esos músculos sin
ropa. Ese pensamiento, junto con el dulce y agudo dolor de los dientes de él
mordiendo su labio inferior, la devolvió a sus sentidos. Este era un juego
espeluznante el que estaba jugando. Hacer enojar a Liam era lo
suficientemente peligroso, pero con Wulf era francamente malo para su
salud.

Malo para su alma.

Ella se echó hacia atrás con la suficiente fuerza para tropezar


completamente fuera de su agarre. Respiraba con dificultad mientras lo
miraba fijamente. Él parecía… casi un poco triste. Luego sus labios se
curvaron hacia arriba en una pequeña sonrisa y se extendió entre ellos. Pasó
su pulgar por debajo de su labio inferior, haciéndole aspirar un jadeo de aire.

—Ahí. De vuelta a la perfección —dijo él en una voz suave.

Katya estaba a medio camino cruzando el salón de baile cuando Tori


llegó a su lado.

—¿Estás bien? —preguntó ella, uniendo los brazos con ella.

—Sí —dijo Katya, asintiendo—. Perfectamente bien. Estabas en lo


cierto, sabes. Hacer lo que quiera me hace sentir bien.

—Uh… ¿estás segura de eso?

—Sí.

Antes de que pudiera salir de la habitación, sin embargo, las estaban


interceptando. La novia saltó entre ellas y la salida. Katya miró mientras
Lauren aplaudía.

—¡Eso fue increíble! Verdaderamente, cuando descubrí que Wulfric


Stone quería una invitación, esperaba otra pelea de comida, pero cariño, ese
pequeño espectáculo estaba por encima de mis sueños más salvajes.
Honestamente, no sabía que fueras capaz de ser un poco zorra —dijo ella.

—Yo, uh… Lo siento, Lauren. Normalmente no soy tan… —Katya se


esforzó por encontrar la palabra correcta. ¿Infantil? ¿Fulana? ¿Desesperada?
¿Extraña?

—¿Asombrosa? Bueno, entonces, deberías conservarlo. Me gusta ver a


una mujer manejar sus asuntos, especialmente cuando se trata de dejar a
dos hombres como esos con sus mandíbulas en el piso. Gracias por ser una
buena chica.
La propia mandíbula de Katya estaba en el piso, pero Lauren lo ignoró
y se acercó para darle un abrazo. Luego abrazó a Tori, despidiéndose, y
agradeciéndoles a ambas mujeres por asistir antes de desaparecer de nuevo
en la multitud.

—Ya sabes —dijo Tori cuando finalmente comenzaron a caminar de


nuevo—. Siempre pensé que yo era tu amiga extraña. Pero esa señora, creo
que se lleva el pastel. Literal y figurativamente.

Katia rio todo el camino hasta la parada de taxis.


9
T
eniendo en cuenta la cantidad de alcohol que había bebido en
esa pequeña cantidad de tiempo, Katya medio esperaba llegar
a casa e ir directamente a la cama. Pero tanta adrenalina corría
por su cuerpo que de hecho nublaba la mayor parte del alcohol. Se puso
unos pantalones cortos y una camiseta, luego paseó por el apartamento
mientras Tori les ordenaba pizza y abría el zinfandel blanco.

—Nunca he hecho algo así antes —balbuceó Katya—. Quiero decir,


salir con dos hombres al mismo tiempo fue lo suficientemente salvaje para
mí. ¿Pero besar a dos hombres, con dos minutos de diferencia, en la misma
habitación, a la vista de todo el mundo? ¿Qué chica actúa así?

—Uh, muchas chicas. Esta chica. Cualquiera que haya asistido a una
fiesta de fraternidad. Quiero decir, ¿has visto The Jersey Shore? —preguntó
Tori, siguiéndola a la sala. Katya siguió moviéndose, rodeando la mesa de
café.

—Pensé que sería raro. Quiero decir, obviamente no lo pensé en


absoluto cuando sucedió, solo lo hice. Pero si lo hubiera pensado, habría
pensado que era raro —dijo.

—¿Y no fue raro?

—No. Fue impresionante. Quiero decir, la mirada en la cara de Liam


cuando nos fuimos. La mirada de Wulf cuando me alejé. Yo no… Supongo que
no me di cuenta de cuánto les afectaba.

—Claramente. Te lo dije, tienes el poder, cariño —le dijo Tori,


sosteniendo dos copas de vino en sus manos mientras Katya seguía
caminando.

—No lo sabía. No tenía ni idea. Pensé que dejarlo ir sería lo mejor.


Pero esto… quiero decir… en realidad fue un poco divertido —continuó. Tori
asintió, bebiendo una copa.

—Totalmente divertido.
—Dios, eso está muy mal. ¿No está mal?

—Uh, malo es follarte y luego tener fiestas de pijamas secretas y


hablar de ello, y luego fingir no conocerse.

Katya miró a Tori por un momento, luego asintió y recorrió la


habitación. Ella agarró la otra copa de vino en su camino, luego se movió
para pararse en el sofá. Una vez que consiguió el equilibrio, levantó su copa,
como si estuviera brindando con la habitación. Tori la miró fijamente, solo
llevaba su blusa apretada y ropa interior, su falda estaba en algún lugar del
pasillo.

—Tienes razón. He estado pasando todo este tiempo intentando


tomar el camino correcto, ser buena persona, actuar correctamente, lo que
sea. Y no ha funcionado. Nunca funciona. ¡Así que, si pueden joder conmigo,
maldita sea, puedo joder con ellos! —proclamó. Ambas mujeres asintieron
con firmeza, luego bebieron sus copas de vino. Mientras inclinaba la cabeza
hacia atrás, Katya perdió el equilibrio y cayó sobre su culo en la parte
trasera del sofá.

Bueno, tal vez no solo era adrenalina. ¿En serio bebió escocés?
10
K
atya tenía dos semanas de su “sabático” antes de que tuviera
que volver a trabajar a tiempo completo.

Dos semanas para hacer lo que quisiera. Pensó que


debería hacer planes, construir defensas mentales, todas esas cosas. En
cambio, el destino entregó un plan directamente a su regazo.

El domingo por la mañana, su teléfono zumbó en su mesita de noche.


Ella lo buscó sin abrir los ojos, y luego lo presionó a un lado de su rostro.

—¿Hola? —gruñó, quedándose cómodamente debajo de las sábanas.

—¿Con resaca?

Ella gimió ante el sonido de la voz de Wulf.

—Es demasiado temprano para esto —se quejó.

—Bueno, estás respondiendo a mis llamadas, así que tienes resaca o


me has perdonado.

—Ni una ni otra —suspiró, levantándose—. Acabo de darme cuenta


que, si paso el resto de mi vida evitando tus llamadas, probablemente me
volveré loca y tendré que renunciar a los teléfonos.

—Te tomó bastante tiempo. Vamos a desayunar, vístete.

Ella se echó a reír.

—No, no lo haremos.

—No me besas ayer y luego actúas como si nada hubiera sucedido


hoy, Tocci.

—Um, tú me besaste y puedo hacer lo que quiera, Stone. Hablando de


eso, tengo un mensaje, tengo que irme.

—¿Qué? No, no hemos terminado. Vamos…


Katya le colgó. Miró la pantalla por un minuto, luego se rio en voz alta.
Podía imaginar su rostro. Incrédulo, mirando su propio teléfono, incapaz de
creer que alguien tendría la audacia de colgarle, y mucho menos la pequeña
e insignificante Katya Tocci.

En realidad tenía un mensaje, así que abrió la aplicación mientras


salía de la cama. Era de Gaten, había hablado con su amigo electricista y
ambos podían venir esa tarde y revisar su horno roto. Ella estaba
escribiendo una respuesta cuando su teléfono comenzó a sonar de nuevo.
Sus pulgares siguieron moviéndose y accidentalmente abrió la llamada.

—¿En serio me colgaste?

La voz de Wulf sonaba exactamente como se imaginaba su rostro.

—Sí. Estoy ocupada, Wulf, no tengo tiempo para jugar contigo ahora
mismo —le dijo, atrapando el teléfono entre su oreja y su hombro mientras
registraba a través de su armario.

—¿Con quién diablos estoy hablando? Porque seguro que no eres


Katya Tocci —dijo.

—Oh, sí, lo soy. La nueva y mejorada Katya Tocci, especialmente


modificada por Wulfric y Liam. ¿No te gusta este nuevo modelo? Solo tienes
que culparte a ti mismo —suspiró, sacando una camisa y arrojándola sobre
su cama.

—Corta el rollo, no me gusta jugar a juegos.

—Eso no salió de tu boca, ¿lo hizo? —Se rio, acomodándose en un par


de pantalones—. No estoy jugando ningún juego. Me estoy vistiendo, tengo a
alguien viniendo a mediodía. Te lo dije, soy una persona muy ocupada.

—Ocupado mi culo, Tocci. ¿Y quién va a venir, un domingo de todos


los días?

—Solo un vecino.

—Oh, Jesús.

—Tengo que irme, Wulfy.

—Si alguna vez usas ese jodido nombre otra vez, haré…

Colgó de nuevo y tiró el teléfono por encima del hombro, sobre su


cama. No podía contener su sonrisa y prácticamente saltó al baño.
***

Katya se recostó contra la mesa de su cocina, observando mientras


Gaten Shepherd observaba cómo otro hombre miraba su estufa. Ellos la
habían desenchufado y la habían sacado de la pared, y el tipo nuevo, Tad o
algo así, la estaba examinando y usando aparatos interesantes para empujar
alrededor.

—Sí, esto no es bueno —suspiró Tad mientras arrastraba fuera del


horno.

—¿En serio? —gimió Katya—. Había estado esperando que fuera solo
una bobina de calefacción o algo así.

Tad le lanzó un montón de jerga técnica que no entendió. Lo que se


redujo a, finalmente le explicó, era que su horno estaba acabado. Podría
arreglarlo, pero costaría menos comprar un nuevo horno.

—Lo que su propietario o conserje puede arreglar para usted —


terminó. Katya resopló y Gate rio.

—Podrías pensar eso —gruñó—. Bueno, gracias por mirar. ¿Cuánto te


debo?

Antes de que pudiera agarrar su bolso, Gate se adelantó.

—Oh no, esto fue un favor de mi parte. Mi regalo —le aseguró.

—No, Tad llegó hasta aquí, me sentiría rara… —empezó a discutir,


pero ambos hombres levantaron sus manos. Ella frunció el ceño.

—En serio, está bien. No hice nada más que mover tu horno
alrededor. Tengo una cita a la una, aunque tengo que irme si quiero vencer
el tráfico. Katya, mucho gusto. Gate, ¿te veo en el juego? —comprobó Tad,
agarrando su chaqueta y su cinturón de herramientas mientras se dirigía al
pasillo.

—Sí, estaré allí mañana. ¡Gracias por venir!

—Espera —intentó discutir Katya. No quería estar en deuda con algún


tipo al azar—. De verdad, al menos debería pagar por…

El sonido de la puerta cerrándose la cortó antes de que pudiera


terminar su oración y se quedó mirándola fijamente. Gate rio entre dientes y
se volvió para mirarla.
—Lo siento, así somos mis amigos y yo —dijo.

—Todavía me siento rara, conseguir como un chequeo en el hogar de


forma gratuita —respondió.

—Bueno, ¿qué tal si me compras la cena y estamos a mano?

La reacción de Katya fue decir que no. Tenía suficientes problemas


con los hombres, y por mucho que le gustara Gaten, no estaba a punto de
añadirlo a la ecuación. Pero justo entonces, hubo otro ruido en el vestíbulo.
Pensó que tal vez Tad había olvidado algo y había vuelto por ello. Sin
embargo, al mirar por la puerta de la cocina, se dio cuenta que no tenía tanta
suerte.

—¿Estamos a mano? —preguntó Wulf, ajustando los gemelos


mientras se dirigía a la cocina como si fuera el dueño del lugar.

—Oh, lo siento, no sabía que esperabas a alguien —dijo Gate


rápidamente.

—No lo estaba —suspiró Katya—. Gate, este es Wulf, su compañía


maneja los edificios. Wulf, este es Gaten, vive en el edificio de al lado.

Gate sonrió e hizo un movimiento como si fuera a ofrecerle la mano,


pero cuando Wulf no se movió en absoluto, ni siquiera movió los labios, se
mantuvo en su sitio.

—Encantado, estoy seguro. Ahora Tocci, estamos atrasados —


continuó Wulf hablando con ella.

—Oh, caramba, no quise hacerte llegar tarde —dijo Gaten, mirando


entre ellos.

—No lo hiciste, nunca lo confirmé. Además, no hemos terminado aquí.


¿Dijiste algo sobre la cena? —preguntó, volviendo la espalda a Wulf. Gate
miró al otro hombre por un segundo, luego se concentró en ella.

—Oh, sí. Conozco un lugar realmente relajado, no muy lejos de aquí.


¿Podría recogerte después del trabajo?

—Nos vemos allí. ¿Siete? —Se encargó de la cita.

—Suena bien. Hasta entonces. Me alegro de conocerte, uh… Wolf —


dijo Gate, asintiendo antes de salir de la cocina. Wulf y Katya se miraron el
uno al otro hasta que la puerta principal se abrió y se cerró.
—¿Has comido? —preguntó.

—¿Cómo llegaste aquí? —Ella ignoró su pregunta y formuló su propia


pregunta.

—Tengo acceso a las llaves para cada edificio que manejamos. ¿En
serio vas a encontrarte con esa cosa para cenar? —preguntó de nuevo.

—Bueno, en primer lugar, “esa cosa” es un hombre guapo, muy exitoso


y ridículamente agradable, un hombre quien aún no me ha mentido y usado
—señaló.

—La palabra clave es “todavía”.

—Y, en segundo lugar, sé que mi contrato dice que tienes que darme
un aviso veinticuatro horas antes de que irrumpas aquí. Si vienes otra vez
sin mi permiso, presentaré una queja —le advirtió. Él rio. En realidad, se rio.
Algo que Wulfric Stone no hacía muy a menudo. Ella respiró hondo y apartó
la mirada de su amplia sonrisa.

—Por favor, hazlo. Mandaré a mi departamento de recursos humanos


a entregarla en mi escritorio para que pueda tratarlo personalmente.

—¿Hemos terminado aquí? Tengo cosas que hacer hoy que no


implican tratar contigo —estalló. Él se acercó a ella.

—Podrías ser aún más divertido ahora que antes.

—Eso no es gracioso y si no puedes darte cuenta de eso, entonces


literalmente no hay esperanza para ti.

—Ah, lo que implica que hay esperanza.

—Cállate.

—Luchadora. Me encanta.

—Hablé con Vieve —exclamó. Eso finalmente lo detuvo.

—Oh, en serio —fue todo lo que dijo.

—Si. Fui a tu casa, tomé una taza de café con ella —dijo. Eso pareció
en realidad sorprenderlo.

—¿Fuiste a mi casa? —comprobó.


—Sí. Al parecer, podría haber estado pasando mucho tiempo allí. Muy
generoso de tu parte darme acceso completo —dijo. No reaccionó, aunque
notó que el tendón en el costado de su cuello estaba tenso y tirante.

—Sí, bueno, te he conocido. Sabía que, si alguna vez aparecías, sería


una molestia enorme con la recepción llamando a mi oficina y tu llamando a
mi celular y yo teniendo que conducir por la ciudad. Era más fácil de esa
manera.

—Seguro, bien.

—¿Y cómo estuvo el café? Lo he importado.

Katya miró fijamente el tenso tendón por un momento más. Sabía que
era tan bueno en poner un frente falso. Viéndose tranquilo y calmado.
Después de todo, este era un hombre que se comía negocios inmobiliarios de
un millón de dólares antes del desayuno.

Pero todo era falso. Estaba nervioso. En el fondo, podía decirlo. Ser
enérgico era su manera de resolver un problema con el que no quería tratar,
él podría simplemente obligarla a hacer lo que quería. No hay torpeza
innecesaria. Esa era el modus operandi de Wulf.

Sí, bueno, mi modus operandi es hacerle sentir tan incómodo como sea
humanamente posible.

—No puedo ir a desayunar contigo —dijo, pasando por delante de él y


pasando por el pasillo—. No dudo en seguir detrás de ella.

—No me digas, es tarde; es demasiado tarde para el brunch, incluso.


Pero ese carro de comida brasileña está abierto para almuerzos ahora,
vamos… —comenzó, pero ella agitó su mano sobre su hombro mientras se
movía hacia su dormitorio.

—No puedo, estoy ocupada esta tarde. Tengo que ir a comprar una
nueva estufa, no te preocupes, te mandaré la cuenta —bromeó, volviéndose
y poniéndose en el umbral de su habitación. Él la fulminó con la mirada.

—No seas ridícula. Hablaré con mantenimiento, podemos conseguir


una estufa nueva para el final de la semana —le aseguró.

—Lo que sea. Tengo otros planes.

—Tocci, no estoy…
—Pero, ¿qué tal la cena? —ofreció.

Eso pareció sorprenderle. Se quedó quieto por un momento, sus ojos


vagando por su rostro. Obviamente intentando averiguar si estaba
mintiendo. Ella le ofreció una gran sonrisa, y eso pareció dejarlo aún más
fuera de guardia. Finalmente, entrecerró los ojos.

—¿Si hago reservaciones, estarás abajo a tiempo? —comprobó.

—No. —Negó con la cabeza—. Pero puedo encontrarte allí.

—Mentira. Me plantaras y no perderé mi tiempo, sentado como un


imbécil esperando por ti —dijo.

—No lo haré, lo prometo. Tengo… un cliente con el que estoy tratando


esta tarde. No sé cuánto tiempo tomará —le dijo.

—¿Qué hay de tu cita con tu querido manitas? —preguntó. Ella


encogió sus hombros.

—Voy a resolver algo, no te preocupes por eso. Cenaré contigo.

—¿Me lo prometes? —preguntó él, todavía mirándola fijamente. Ella


asintió y cruzó los dedos sobre su pecho.

—Lo prometo.

—Bien. Pero no me jodas, Tocci. No te gustará si tengo que ir a


buscarte. Tenemos mucho que discutir —le informó. Ella asintió.

—Estoy segura que sí. ¿Cuál es el código de vestimenta? —preguntó.


Wulf era del tipo de restaurante de tres estrellas Michelin cuando se traba
de cenas.

—Un vestido —le informó, y luego su mirada vagó por encima de su


hombro. Tenía un poco de ropa tendida en el suelo, desparramada sobre la
cama. Se estaba preparando para lavar la ropa—. Si quieres probar algunas
opciones, estaré más que feliz de sentarme y ayudar.

Katya rio y deslizó las manos a ambos lados del marco de la puerta.
Wulf siguió el movimiento con los ojos, que se alargaron cuando se inclinó
hacia él.

—Mmmm, eso sería divertido, ¿no? —Ella rio entre dientes.

—Posiblemente.
—Y hace mucho que no has estado en mi dormitorio —le recordó. El
asintió.

—Lo he hecho.

—Y nunca llegamos a divertirnos realmente aquí, ¿verdad? —suspiró,


echando un vistazo a su cama.

—No. No lo hicimos.

—Debe hacer que uno se pregunte, sin embargo—dijo, dejando caer


las manos y volviendo a entrar en la habitación.

—¿Se pregunte qué?

—Qué clase de diversión Liam y yo solíamos tener aquí.

Hubo una fracción de segundo en donde llegó a ver partes iguales de


ira y sorpresa ondulando a través de sus rasgos.

Luego ella dio un portazo en su cara.


11
S
i se hubiera tomado el tiempo para pensar en ello, Katya habría
asumido que sería una terrible mente maestra malvada. No era
maliciosa por naturaleza, y tenía una tendencia a pensar lo
mejor de la mayoría de todos los que conocía.

Sin embargo, le resultaba lo sorprendentemente fácil que era caer en


el papel del genio del mal, y aún más impactante, lo disfrutaba. Era una
sensación extraña, como esperar a abrir regalos en Navidad, u organizar una
fiesta sorpresa.

Ninguna cantidad de bufidos y resoplidos de Wulf había abierto su


puerta, así que finalmente se había marchado… después de decirle el
nombre del restaurante en el que lo encontraría, por supuesto.

En cuanto se marchó, terminó de lavar la ropa. Luego hizo un par de


llamadas telefónicas: no era una completa mentirosa, repasó algunos
problemas de diseño con un cliente. Luego rebuscó en su armario por el
traje perfecto. Una de sus preciadas posesiones, un vestido que había
comprado hace un mes y que estaba esperando el momento perfecto para
ponerse para Wulf, antes de que todo explotara.

Era un vestido de Hervé Léger. Por lo general Katya prefería los


materiales ligeros y holgados. Diseños elegantes con una calidad como de
hada. Pero algo sobre ese vestido la había llamado. Incluso en la tienda, su
ajuste había sido increíble, y lo había adaptado para encajar perfectamente.
Estaba hecho con parches de tela negra y beige, moldeando todo su cuerpo
desde su busto hasta sus caderas antes de que se abriera en una falda corta.
No había tirantes, lo que solo acentuaba lo bien que la prenda exponía sus
pechos.

Se sentía como una adulta en el vestido. Muy poderosa, y muy sexy. Lo


emparejó con un par de tacones altos, luego trabajó un poco de magia en su
grueso cabello, persuadiéndolo en una cola de caballo artísticamente
desordenada. Un par de accesorios y mucho maquillaje más tarde,
finalmente se dirigió abajo.

Sonreía mientras cruzaba el vestíbulo. Liam estaba de pie junto a la


salida, haciendo algo en su teléfono y sin prestar atención. Llevaba una
camisa de vestir por fuera y un par de jeans ajustados… arreglado para él.

—¡Hola! Vamos, estoy llegando tarde —dijo, pasando junto a él y


saliendo.

—Lo siento, no pensé que quisieras que subiera y te recogiera, así


que… mierda, ¿qué llevas puesto? —preguntó mientras la perseguía.

—¿Esta cosa vieja? —preguntó, extendiendo los brazos y mirándose a


sí misma.

—Sí, eso —dijo él, comprobándola descaradamente—. Jesús, estoy


mal vestido. ¿Dónde vamos a cenar?

Después de que Wulf se hubiera alejado y ella hubiera inventado su


malvado plan, había llamado a Liam y había tenido una breve charla con él.
Le preguntó qué estaba haciendo aquella noche, y cuando había dicho nada,
le había dicho que se vistiera bien y que la cena correría por su cuenta. Por
supuesto, había aceptado la invitación sin dudar.

Lo cual era muy, muy bueno para ella.

—Es una sorpresa —dijo, luego le guiñó y bajó a la acera, dirigiéndose


al taxi que había pedido.

Charlaron en el auto. Fue incómodo al principio… semanas sin hablar


el uno con el otro habían hecho su daño. Él extendería la mano para tocarla,
apoyaría una mano en su muslo, le rozaría el brazo y luego se alejaría
abruptamente. Obviamente recordando que ya no estaba permitido, sin
importar cómo se había comportado ella en la boda.

No es que sus acciones hubieran pasado desapercibidas, sin embargo.

—Así que la boda. ¿De qué se trataba todo eso? —preguntó él,
pagando al taxista mientras ella salía del auto. No era una hazaña fácil en el
tipo de vestido que llevaba puesto.

—Solo estaba… quería divertirme, ¿sabes? —le ofreció, observándolo


mientras salía detrás de ella.
—¿Divertirte?

—Sí. Estoy cansada de estar enojada contigo, es agotador. Estaba


bailando contigo, y nos estábamos divirtiendo, y quería divertirme más, y
francamente, también sabía que eso enojaría a Wulf —explicó, deteniéndose
así él podía abrir la puerta del restaurante para ella.

—¿Eh? Así que besarlo, ¿también fue para enojarlo? —gruñó,


mirándola. Ella sonrió.

—¿Eso te molestó? —preguntó.

—Seguro no me hizo sentir bien.

—Oh, eso es malo. Entonces no te va a gustar esta noche.

—¿Qué? ¿Por qué? Oh, Dios, ¿qué has planeado?

Pero no necesitó contestar. Ella había estado caminando a través del


restaurante, ignorando la solicitud de una anfitriona para ayudarla. Wulf no
fue difícil de encontrar, se había levantado tan pronto como ella se aproximó
a su mesa. Liam lo reconoció al mismo tiempo que Wulf reconoció que
estaba siguiendo a su potencial cita para cenar.

—¿Sabes? —comenzó Wulf, sin molestarse en mirarla, solo lanzando


una mirada asesina a Liam—. Pensé que ibas a intentar hacer algo, Tocci,
pero tengo que admitir, estoy impresionado. No vi esto venir.

—Liam —dijo ella con una voz remilgada, sosteniendo una mano
delante de él—. Este es Wulfric Stone, solíamos vivir uno al lado del otro y
terminamos recientemente una relación muy extraña. Wulf, este es Liam
Edenhoff, vivimos actualmente uno al lado del otro y recientemente
terminamos una amistad muy extraña.

—No eres graciosa —dijo Liam, mirándola.

—¿De verdad? Porque estoy teniendo dificultades para no reírme —


respondió.

Todos se miraron unos segundos. Entonces, cuando Katya fue a sacar


una silla, ambos hombres se sacudieron a la acción. Liam estaba más cerca,
por lo que fue capaz de ayudarla a sentarse, pero eso también significó que
Wulf tuvo la oportunidad de cambiar de asiento. Estaban en una mesa para
cuatro, y él se había estado sentado frente a su silla. La cambió, sentándose
en la silla a su derecha, no el lugar establecido frente a él. Liam fue a tomar la
silla vacía a su izquierda, pero un camarero estaba pasando en ese momento,
y Wulf chasqueó los dedos.

—¿Sí, señor Stone? —replicó el joven al instante.

—No necesitaremos la cuarta silla.

Y justo así, la silla de Liam fue retirada y llevada a través del


restaurante. No tenía otra opción que tomar el viejo asiento de Wulf, al otro
lado de la mesa. Lo miró fijamente mientras se sentaba, luego agarró la copa
de vino de Wulf y drenó el contenido.

—Ahora, entonces —dijo Wulf mientras ajustaba su chaqueta—. ¿Cuál


es el plan aquí? ¿Se supone que Eden y yo debemos pelear? ¿Desafiarnos
mutuamente a un duelo? ¿Escribirte poemas de amor?

—Uh, ese no era mi plan, pero ahora que lo has dicho, moriría por ver
el tipo de poema de amor que escribirías —replicó Katya. Él le dio una
sonrisa tensa.

—Puedes seguir adelante y contener la respiración mientras escribo


uno.

—Lo siento, Pastel de ángel, pero estoy de acuerdo con Wulf en este
caso. ¿Cuál es tu plan aquí? Porque no tengo ganas de sentarme a través de
tres platos con este imbécil —opinó Liam. Wulf ni siquiera se estremeció
ante el insulto.

—Pensé. —Respiró hondo—. Este sería un buen momento para


establecer algunas reglas básicas.

Hubo un largo silencio.

—¿Reglas básicas? —preguntó finalmente Wulf.

—Sí.

—¿Para qué? —preguntó Liam.

—Esto.

—¿Esto qué? —Liam miró entre ella y Wulf.

—Nosotros —continuó.

—Nosotros… ¿qué? —intentó Liam un poco más.


—Lo que está pasando —dijo ella. Liam fue a hacer otra pregunta,
pero Wulf finalmente se inclinó hacia delante.

—Más mierda. Te dije que no iba a venir aquí solo para perder mi
tiempo —dijo bruscamente—. No tengo tiempo para tus juegos.

—¿De verdad? —preguntó ella, volviéndose en su asiento para


mirarlo—. Tenías mucho tiempo hace dos meses. Días y días y semanas de
juegos. ¿Pero ahora no puedes esperar una hora? Supongo que no es tan
divertido cuando el otro equipo consigue hacer las reglas.

—¡Tregua! —gritó Liam antes de que Wulf pudiera replicar—. Está


bien, somos idiotas, y merecemos cualquier tipo de tortura a la que nos
quieras someter. Pero cuanto antes puedas decirnos cuál es nuestro castigo,
más pronto podremos llegar a él.

—Está bien —dijo, acomodándose en su silla—. Wulf me invitó a


cenar. Supuse que quería decir una cita.

—Asumiste correctamente —dijo.

—Y Liam, has estado intentando que salga contigo desde la gran pelea
—dijo, mirando al otro hombre.

—Sí.

—Sabes, es gracioso. Ambos elaboraron todo este gran secreto. Todas


estas mentiras y pretensiones, cuando todo era innecesario. ¿Fue la emoción
de mentir lo que hizo que lo hicieran? Debió serlo, porque fui
completamente abierta y honesta acerca de estar con ambos. Podrían haber
admitido desde el principio que se conocían y trabajaban juntos, y
probablemente no habría cambiado nada. Todavía habría salido contigo —
dijo, mirando fijamente a Wulf durante un segundo antes de dirigir su
mirada a Liam—. Y aun así me habría acostado contigo. Bueno. Ahora les voy
a dar la oportunidad que nunca me dieron.

Ambos hombres se miraron brevemente.

—No voy a acostarme con él —dijo Liam en voz alta. Wulf puso los
ojos en blanco.

—Ya quisieras.

Katya se echó a reír.


—No. Si ustedes quieren verme, entonces ambos van a ser
plenamente conscientes de ello. Ambos participantes activos —explicó.

—¿Qué, como… un trío? —preguntó Liam.

—Ya quisieras —bufó Katya—. Ustedes se divirtieron tanto jugando


conmigo, piensen en lo mucho mejor que será esta vez. No tendrán que
reunirse en secreto para hablar de nuestras citas, podemos tener llamadas
de conferencia, si quieren.

—Quieres salir con nosotros —dijo Wulf. Ella se encogió de hombros.

—Parece que ambos quieren salir conmigo, y claramente no me


dejarán en paz hasta que esté de acuerdo.

—Así que… —Liam intentó adivinar todo su plan de nuevo—. ¿Esto es


como un episodio de “The Bachelor” de la vida real? ¿Alguien va a tener una
rosa roja al final?

—Se trata de tres personas, divirtiéndose, pero también siendo


abiertas, honestas y justas al respecto. Si salgo con Wulf, Liam lo sabrá, y
viceversa —dijo—. Básicamente, el mismo arreglo que tenían antes, solo que
esta vez, voy a estar involucrada en las conversaciones.

—¿No crees que esto es un poco raro? —preguntó Liam.

—Oh, es totalmente raro. Pero también algo emocionante, y


definitivamente sexy. ¿Dos hombres luchando por mí? —bromeó, fingiendo
abanicarse. Wulf la fulminó con la mirada.

—No te adelantes, nadie luchó aún —señaló.

—Eso me recuerda, sin embargo. No hay sexo —dijo.

—Lo siento, ¿qué? —Liam parecía que había entrado en


cortocircuitado por un momento.

—No dormiré con ninguno de los dos. Quiero decir, caramba, eso sería
asqueroso, ¿no? —Se rio.

—Entonces, ¿qué sentido tiene? —preguntó Wulf. Ella sacó su bolso


de mano de la mesa y lo sostuvo en su regazo.

—Si honestamente quieres decir eso, entonces creo que no hay nada
más de que hablar —respondió, mirándolo fijamente.
Él parecía enojado. Más allá de enojado. Completamente y totalmente
enojado. Por un momento, pensó que iba a dar por terminada la velada.
Levantarse e irse. Pero este era Wulfric Stone. No aceptaba un no como
respuesta, y ciertamente nunca perdía, y especialmente no con un hombre
como Liam Edenhoff. Miró a Liam y volvió a mirarla.

—Bien. Quieres jugar con nosotros, entonces bien. Podemos jugar


juegos. Pero te estoy advirtiendo… soy mucho mejor en esto que tú —le dijo.
Ella asintió y lentamente se movió para ponerse de pie.

—Es cierto, pero por otro lado… aprendí de ti, que es como aprender
de los mejores —señaló.

—Espera, espera, espera… ¿qué es lo que todos acordamos aquí? ¿Qué


mierda está pasando? —exigió Liam.

—La señorita Tocci aquí quiere ser parte de la acción. Piensa que
puede jugar en nuestros juegos de chicos grandes, piensa que puede
enseñarnos una lección —explicó Wulf. Katya lo fulminó con la mirada,
luego puso sus manos sobre la mesa, inclinándose sobre ellas. Ambos
hombres movieron rápido los ojos a su pecho, lo que le hizo sonreír.

—Veremos cuánto tiempo puedes durar —dijo ella con voz suave,
luego miró a Liam—. Ambos. Dices todas estas grandes palabras. Haces estas
grandes promesas. Pero, ¿qué pasa cuando no es tan fácil? ¿Cuándo tu presa
no es tan débil, estúpida e ignorante?

—Katya, nunca… —intentó discutir Liam.

—Dicen que quieres estar conmigo —lo interrumpió—. Que soy


perfecta para ti. —Se volvió hacia Wulf—. Que soy todas estas cosas para ti.
¿Es cierto?

Ambos hombres guardaron silencio.

—¿Qué pasa cuando es difícil? Es fácil decir esas cosas cuando todo es
color de rosas y estás follando regularmente. ¿Qué pasa cuando sea una gran
perra y no te deje tocarme? —preguntó. De nuevo, ambos hombres
guardaron silencio—. Qué tal cuando me pongo un traje como este, y les
recuerdo lo bueno que fue el tiempo en la ducha, o lo increíble que fue en la
piscina. Recordarles cuánto tiempo ha pasado desde que uno de ustedes me
vio desnuda. ¿Qué sucede cuando se ponga realmente, en serio duro, y yo
solo me aleje?
Había estado bajando la voz mientras hablaba, y terminó en un
susurro ronco. Su doble significado no se perdió para nadie. Wulf respiraba
lenta y pesadamente, sin mostrar ninguna emoción. Liam la miraba con ojos
tormentosos, como si estuviera listo para el postre. Dejó que el momento
colgara por un momento, luego se levantó de un salto, recogiendo su bolso
de la mesa.

—Así que ustedes pueden pensar en todo eso y si todavía quieren ver
a dónde van las cosas entre nosotros, llámenme —dijo con una voz alegre
mientras sacaba una polvera de su bolso de mano y se chequeaba en el
diminuto espejo.

—¿Adónde diablos crees que vas? —preguntó Wulf. Ella se rio y


apartó el espejo.

—No pensaste que me había vestido para ti, ¿verdad? —preguntó,


luego se echó a reír más fuerte cuando su mirada se volvió homicida y Liam
parecía que quería estrangularse—. Oh, no. No, no, no. Tengo una cita esta
noche, ¿recuerdas? Así que mientras estoy fuera haciendo eso, ustedes
pueden sentarse aquí y pensar en todas las cosas que dije, y la forma en que
me veía, y el hecho de que no estoy usando ropa interior debajo de esta ropa.

Quería ser testigo de sus reacciones. Ver la caída de la mandíbula de


Liam y las fosas nasales de Wulf dilatándose. Quería ver sus ritmos cardiacos
aumentar. Ver si conseguía que al menos uno de ellos le rogara por sexo al
final de la noche. Sabía que era una posibilidad real con Liam. Wulf sería un
huevo mucho, mucho más difícil de romper. Mendigar estaba muy lejos y
requeriría mucho esfuerzo.

Por eso, cuando se dio la vuelta, no miró por encima del hombro para
ver si la miraban.

Además, sabía que lo estaban haciendo.


12
W
ulf miró a Katya alejarse y resistió la urgencia de
perseguirla. Para hacerle frente, tomarla y posiblemente
estrangularla hasta la muerte. O besarla. Tener sexo con
ella allí en el medio del restaurante.

Maldición, luce bien. ¿Si quiera a utilizado ese vestido antes?

—¿En serio va a una cita? —preguntó Liam. Wulf había casi olvidado
al otro hombre todavía en la mesa.

—Sí.

—¿Cómo lo sabes?

—Estaba allí cuando él le preguntó. Me dijo que iba a cancelarlo.

—Mintió.

—Obviamente.

—¿Qué vamos a hacer?

La voz de Liam salió como un suspiro pesado, cuando Wulf lo miró, el


otro hombre tenía su cabeza en sus manos.

—¿Quieres que salga con algún extraño? —preguntó Wulf. Liam


levantó su cabeza.

—Por supuesto que no. Quiero decir, eres lo suficientemente malo,


pero al menos sé que esperar contigo —replicó.

—Exactamente. No estoy feliz sobre esto, pero si es la única manera


de que esté dispuesta a tratar conmigo, entonces no tengo otra opción—dijo
Wulf.

—Tratar con nosotros —lo corrigió Liam.

—Eres solo un obstáculo —replicó Wulf.


—Jódete.

—¿Crees que hablaba en serio sobre el sexo? —Wulf ignoró el insulto.

—Sí. Ella tiene más fuerza de voluntad de lo que crees, Wulf. He


estado en el extremo receptivo de su frigidez. Ella puede aguantar a través
de una, uh, dura persuasión—le aseguró Liam.

Wulf tomó una respiración profunda y contó hasta diez. Todo parecía
como un juego en el comienzo. Él y Liam riéndose de su conquista sexual.
Pero entonces habían parado de hablar de eso, porque había dejado de ser
un juego. Fue fácil olvidar que todo el tiempo, de principio a fin, que Wulf
había estado viendo a Katya, Liam también había estado allí. Hablando en su
oreja, plantando ideas en su cabeza, arrastrando su camino a su corazón, y
aparentemente intentando seducirla vía “persuasión dura.”

—Creo que podría ya estar enfermo —admitió Wulf en voz alta.

—Demasiado tarde para mí. ¿Crees que dormirá con este chico?

—Por el bien de él, espero que no.

—¿Por qué?

—Porque lo mataría.

Él se levantó después de eso, sacando su billetera y tomando un billete


de cien, que lanzó sobre la mesa. Tenía que irse. Salir de allí. Hacer algo.
Tenía una sensación de cosquilleo en su piel. Como si quisiera arrastrarse
fuera de sí mismo. Tenía que correr, o nadar, o gritar, o golpear a alguien en
la cara.

—Solo quiero que sepas —lo interceptó Liam una vez que estuvieron
fuera del restaurante.

—No estoy de humor para una conversación, Eden —gruñó Wulf.


Golpear a alguien de repente parecía el resultado más probable de la noche.

Muy diferente de lo que tenía en mente. Jodida Tocci, descomponiendo


mi vida otra vez.

—Eso está bien. Pero solo tengo que decir, si esto es lo que realmente
pasará, si esto es algún tipo de reto, una manera de ella probar nuestros
sentimientos por ella, luego inicia el juego. No estoy retrocediendo. La
jodiste tan mal como yo lo hice, lo que significa que tengo una buena
oportunidad de ganarla de regreso. Mejor incluso —advirtió Liam. Wulf dejó
salir una risa.

—¿Cómo son tus oportunidades mejor que las mías?

—Porque eras solo un tipo con el que ella follaba —dijo Liam—. Fui su
amigo. Quizá su mejor amigo. Eso es más duro de olvidar. La conozco en
manera que tú nunca hiciste. No voy a dejar que ganes, no esta vez.

—¿Qué, implicando lo que hiciste la última vez? —Wulf en realidad


estaba riendo mucho por eso.

—No, estoy diciendo que retrocedí la última vez porque sabía que lo
que estábamos haciendo estaba mal, así que no quise herirla más de que ya
la había herido haciéndola enamorarse de los dos —explicó Liam.

—Bien. Bien, Eden, si eso te ayuda a dormir en la noche, entonces


bien. Pero puedo decirte ahora exactamente por qué perderás —dijo Wulf,
buscando las llaves de su auto en su bolsillo.

—Oh, ¿en serio? ¿Y exactamente por qué voy a perder, o sabio y


omnisciente Wulfric?

—Porque todavía estás pesando en esto como un juego, e


independientemente de lo que dijo esta noche, ella paró de jugar conmigo
hace mucho tiempo.
13
L
iam estaba estirado en la cama y mirando a su techo. Las farolas
emitían un resplandor a través de las ventanas, y la luz naranja
se extendía a lo largo de su apartamento.

Había quitado todas las paredes, convirtiendo el ático en un loft,


porque le gustaba el espacio. Amplios espacios abiertos. No le gustaban los
límites o las fronteras. No le gustaba quedarse fuera de algo.

Era básicamente una analogía de toda su vida. Siempre se había


sentido como si fuera el segundo mejor mientras crecía, pero nunca había
entendido por qué. Sin duda, su hermano gemelo había conseguido mejores
notas. Había sido mucho más inteligente, lo que le había proporcionado más
oportunidades.

Pero, ¿por qué eso hacia a Liam menos digno? ¿Menos capaz de tener
éxito? Sin embargo, así era como sus padres siempre lo había hecho sentir.
Landon Edenhoff era el niño de oro, no podía hacer nada malo, nada podía
contenerle. El cielo era el límite. Por el amor de Dios, era médico en un
hospital de caridad en Guatemala, o en algún lugar.

El pequeño y pobre Liam, sin embargo, con sus notas bajas.


Escabulléndose para hacer surf en vez de tomar sus exámenes del SAT.
Siempre diciéndole que no era lo suficientemente inteligente, lo
suficientemente rápido, lo suficientemente agudo, nunca tendría éxito. Ya
era bastante malo tener un hermano exitoso con un talento natural, ¿pero
que fuera tu hermano gemelo? Una copia exacta de él apareciendo en cada
reunión familiar. Y un verdadero idiota, en realidad.

Así que cuando Liam consiguió su puesto de gerente, había hecho un


trabajo tan bueno haciendo crecer la empresa, que había pensado que
finalmente demostraría algo. Era exitoso por sus propios medios. Landon
tenía sus propios problemas. Un divorcio desagradable, problemas en el
trabajo. Tal vez Liam tenía la oportunidad de ser el ganador, por una vez.
Y entonces entró el jodido Wulfric “todo lo que toca convierte en oro”
Stone.

Liam le había tomado una aversión inmediata, pero en realidad no le


importaba, porque no tenía que tratar mucho con él. Cuando los gemelos
heredaron Twin Estates, Wulf había dispuesto una reunión. Habían firmado
el papeleo, repasado algunas diferentes opciones de gestión. Luego, más
tarde, Wulf había ayudado con los permisos necesarios para que Liam
remodelara su apartamento. Todo estrictamente profesional.

Así que cuando Liam tuvo por primera vez la idea de comprar el club
de sexo, The Garden, había sido un salto natural pensar en pedirle consejo a
Wulf. Y cuando Wulf se ofreció a invertir en el club, a comprar la mitad y
darle toda la parte de gestión a Liam, Liam no vio ningún inconveniente.

Mi mayor pesar. Ahora estoy atascado con él.

Era como su infancia de nuevo. Wulf era un idiota arrogante que sabía
que era más inteligente que todos a su alrededor. Sabía que era más rico,
mejor y más talentoso. Sabía que era todas estas cosas que Liam nunca
podría ser.

Tenían una relación extraña que en su mayoría involucraba intentar


ser mejor que el otro. Coquetear con la misma chica en el bar, ver quién
podía conseguir su número de teléfono primero. Ver con quién se iría a casa
primero. Era un cara o cruz, por lo general. Casi exactamente cincuenta-
cincuenta, pero eso no era lo suficientemente bueno para Liam. Él quería
ganar. Quería ser mejor que Wulf en algo.

Es por eso que lo de Katya le había hecho daño particularmente.


Enamorarse de verdad de esa chica. Cuidar de ella y querer cosas buenas
para ella, sin embargo, tener que verla enamorarse de ese idiota. Era como
confirmar sus peores temores. Que todavía era ese niño que no era lo
suficientemente bueno para nadie.

Estaba claro y absolutamente seguro que no era justo. Liam era tan
digno de su amor como Wulf. Infiernos, más digno. Tenía un negocio exitoso,
poseía una propiedad cara, era divertido, muy divertido, bastante atractivo,
y era bueno en la cama. Era tan bueno como Wulfric Stone.

No perderé contra él de nuevo.


14
—¿Disculpa qué?

K
atya se arrastró por el pasillo, mirando hacia atrás por
encima de su hombro.

—Dije que quiero ir a la playa —dijo Liam, sin


arrastrarse, avanzando audazmente delante de ella.

Es más valiente que yo.

—Bueno. Qué te diviertas. ¿Quieres que riegue tus plantas, o algo así?
—preguntó, intentando recordar si poseía plantas.

—Pastel de ángel, ¿parezco el tipo de hombre que puede mantener


viva una planta? —Se rio.

—¡Baja tu voz! —siseó, golpeando su espalda cuando se detuvieron


frente a una puerta.

—¿Por qué?

—¿Quieres que te escuche? Te matará en el acto.

—Le he dado muchas mejores razones que esto a lo largo de los años,
estaré bien. Además, te dije que Wulf no está en casa —dijo Liam, pasando
un puñado de llaves.

—¿Estás seguro? Quiero decir, ¿positivo? ¿Y si vuelve a casa? Dios,


¿por qué estoy haciendo esto? —gimió Katya, mirando por encima del
hombro de nuevo, esperando que el ascensor se abriera en cualquier
momento, revelando un omnipresente Wulf.

—Porque es emocionante, y la nueva tú parece amar el peligro y la


emoción. ¿En serio estás asustada de Wulf-man? —bromeó Liam, finalmente
seleccionando una llave y empujándola en la cerradura. Se abrió y se dirigió
hacia el pomo de la puerta.
—No le tengo miedo —respondió Katya al instante.

Mentirosa.

—Mentirosa. —Liam hizo eco de sus pensamientos—. Nunca he


estado en la casa de Wulf, aunque lo conozco desde hace años. Solo fuiste esa
única vez, ¿verdad? Soy curioso. Vamos a comprobarlo. Vamos a ser malos.

Antes de que Katya pudiera discutir, la puerta del apartamento de


Wulf se abrió.

Cuando Liam la llamó y le pidió que salieran a caminar, se había


imaginado que sería en un parque o algo así, y que recibiría historias sobre
su comportamiento de la noche anterior. Estaba preparada para decirle que
su cita con Gaten había sido solo un ardid, incluso Gate era consciente de que
solo aceptó cenar con él para molestar a Wulf, y los dos se rieron de buena
gana con pescado y papas fritas.

Cuando estuvo claro que Liam no tenía intención de dar un paseo y


presionó el piso superior en el botón del ascensor, pensó que iba a probar
una de sus rutinas de seducción. Pero entonces le dijo que iban a hacer una
visita al apartamento de Wulf, y fue atrapada con la guardia baja, así que
solo lo siguió.

Por supuesto, sabía que lo que hacían estaba mal. En realidad,


literalmente ilegal, por no mencionar una violación increíble de su espacio
personal. Aun así. Sabía que Wulf nunca la invitaría, y, no le importaba violar
su privacidad. Ni un poquito. Así que entró en el apartamento y escuchó
mientras Liam cerraba la puerta detrás de ellos.

Ciertamente no estaba en el mismo nivel de opulencia que su gran


ático. No había ningún indicio de todas las decoraciones de mármol negro, y
era quizás un tercio de su tamaño. Si acaso. Ella sonrió.

Debe ser miserable aquí.

Sin embargo, tenía algo en común con su antigua casa. Era totalmente
impersonal. Sin fotos familiares o personales, sin obras de arte, sin toques
personales en absoluto. Lo más probable es que otro diseñador lo hubiera
arreglado todo. El mobiliario era más cálido, más acogedor, que su último
lugar, sin embargo. Pasó la mano por la parte de atrás del enorme sofá con el
que vio luchar a los de la mudanza el otro día.
—Es… agradable —dijo finalmente, mirando por encima de una
televisión ridículamente grande.

—Si te gusta la idea de vivir en una habitación de hotel, claro. Tiene


tanta calidez como él —resopló Liam desde el otro lado de la habitación.
Katya asintió mientras se movía hacia la cocina.

—Sí. Sí, su otro lugar es de la misma manera.

Casi no había comida, igual que su otra casa. Había algo de cerveza de
lujo en la nevera, y una botella de agua cara. Algo de comida china, luego
solo un litro de leche. El único artículo de la despensa era cereal.

¿Cómo es que no tiene escorbuto?

—Hablábamos de la playa —gritó la voz de Liam desde otra


habitación.

—Uju —respondió, aunque no estaba prestando atención. Fue atraída


por el apartamento hacia una enorme habitación en la parte trasera.

Liam seguía charlando, pero no podía oírlo cuando entró en la


habitación de Wulf. Ciertamente no era tan grande como la otra, y no había
ventanas. Por suerte, había dejado la luz encendida en el cuarto de baño, y
causaba bastante resplandor para que Katya viera sus alrededores. Por
alguna razón, no quería encender la luz. No quería molestar más la escena.

Estaba un poco sorprendida al ver que la cama no estaba ordenada.


Wulf era más que un poco obsesivo, tenía problemas para imaginarlo
dejando algún desorden. Todo lo demás en la habitación estaba en orden,
solo el edredón en el lado derecho de la cama estaba doblado hacia atrás,
como si lo hubiera tirado. Ella sonrió mientras miraba el otro lado del
edredón, notando que todavía estaba en su lugar desde la última vez que la
cama había sido hecha correctamente. Wulf dormía principalmente en un
lado. Ni siquiera ella hacía eso, prefiriendo estirarse en el centro de su
colchón.

Miró por encima del hombro, y luego entró más en la habitación. Bajó
para sentarse en el borde de la cama, en el lugar donde Wulf probablemente
estuvo durmiendo horas antes. En la mesita de noche al lado de ella había un
vaso de agua medio vacío, lo que parecía una agenda, y algún tipo de tableta
o iPad.
Katya pensó brevemente en ser una buena persona, levantarse y salir
de la habitación. Luego cambió de idea, y agarró la tableta. No iba a revisar
sus redes sociales o cualquier cosa, pero tenía curiosidad por ver lo que
estuvo mirando antes de haberse ido a la cama, si lo hubiera dejado en la
pantalla. Tal vez Wulf tenía algún tipo de fetiche porno que podía usar
contra él.

Lo que vio, sin embargo, cuando abrió la pantalla, la sorprendió más


que cualquier tipo de fetiche. Se quedó quieta mientras miraba el aparato,
sintiéndose sin aire.

—¿Oíste lo que dije? —la voz de Liam entró en la habitación. Respiró


profundamente, pero no respondió.

Miraba una foto de sí misma. Normalmente no era un gran problema,


se tomaba muchas fotos, las tenía por todo su apartamento. En su propio
teléfono, el fondo era un selfie de ella y Tori. Antes de eso, había sido una
foto de ella y de Liam. Estaba segura que el fondo de Tori era una foto de ella
misma y un famoso jugador de baloncesto con el que se había tropezado, y
Katya sabía que el fondo de Liam era una foto de él y ella. Mucha gente
guardaba fotos de sí mismos o de sus seres queridos.

Así que verlo en la tableta de Wulf era más que un poco chocante. Y
fue algo más que su imagen siendo su fondo de pantalla, saber que su
imagen era el único toque personal en todo su apartamento. Fue muy
abrumador. Casi quiso llorar. Ella bufó y pasó los dedos por el lado de la
pantalla.

Era de su viaje a Carmel. Estaban en su auto, se habían detenido por


un momento. Wulf estaba en el asiento del conductor, apenas visible en el
borde de la imagen. Llevaba unas gafas de sol oscuras y miraba fijamente su
teléfono, la razón de la parada, negocios. Siempre estaba en su teléfono.

Katya fue quien tomó la fotografía. Estaba sentada en su asiento,


echada hacia atrás, presionando contra el hombro de Wulf para poder
meterlo en la foto. Estaba sonriendo con la punta de la lengua atrapada entre
los dientes. Su cabello estaba en una coleta, soplando por todas partes por el
viento. Parecía tonta, joven y alocada.

¿Cómo había conseguido la foto? Debió ir a su perfil de Facebook,


descargándola desde allí. Mucho esfuerzo para él. Y tuvo que preguntarse,
¿por qué esa foto en particular? Tenía muchas mejores, donde estaba mejor
vestida. Incluso unas pocas con él, donde llevaba sus costosos trajes.
¿Qué diablos pasa en tu cabeza, Wulfric Stone?

—No me has estado escuchando en absoluto.

Katya soltó un pequeño chillido y dejó caer la tableta, sobresaltándose


cuando Liam entró en la habitación. Se había olvidado de él. Recobró el
aliento y tomó el aparato antes de ponerse en pie.

—No, lo siento, me distraje —respondió ella, mirando hacia la


pantalla antes de ponerla boca abajo en la mesita noche. La desconcertó, el
darse cuenta que Wulf miraba una foto de ella todos los días. Era una foto de
los dos, tonta, relajada, linda e íntima. Cada día.

—¿Encontraste algo divertido? ¿Perlas anales, mordazas de bola,


masajeador de próstata? —bromeó Liam, moviéndose alrededor de la cama
para sentarse detrás de ella.

—No, no tiene nada de eso.

—¿Miraste? Nunca se sabe.

—Um, en realidad, creo que, de todas las personas, lo sabría.

—Asqueroso, odio cuando me lo recuerdas.

—Tú eres quien solía tener reuniones para discutir el sexo entre él y
yo.

—Asqueroso, odio cuando me lo recuerdas.

Katya agarró la almohada junto a ella y giró, golpeándola contra su


cara. Fue a levantar una mano, pero siguió golpeándolo con la almohada de
pluma de ganso. Consiguió un par de golpes antes de que él fuera capaz de
agarrar sus muñecas. Lucharon por un momento, intentando hacerle comer
la almohada, cuando fue capaz de empujarla de nuevo a la cama y sostenerla.

—No ha pasado el tiempo suficiente para que te hagas el gracioso —le


gruñó.

—Tú haces comentarios listillos todo el tiempo —señaló Liam, riendo


mientras luchaba contra él en vano.

—Se me permite, soy la parte perjudicada —respondió ella.

—Solo puedes sostener eso durante tanto tiempo.


—Creo que tengo un poco más de tiempo.

—Dios, Pastel de ángel —suspiró, y ella dejó de moverse—. Te


extrañé mucho.

Katya tragó saliva, intentando no notar la mirada en sus ojos mientras


se paseaban por su rostro y pecho.

—Deberías haber pensado en eso antes —respondió en una voz


suave.

—Hmmm. ¿Alguna vez piensas en ello? ¿Nosotros? —preguntó. Ella


respiró hondo.

—Más a menudo de lo que puedas imaginar.

—Sabes, pensé que sería divertido, entrar a hurtadillas por aquí —


comenzó—. Llegar a ver el mundo privado de Wulf, y él no sabría que estuve
aquí contigo.

—Sabiendo que siempre que lo veas, no tendrá idea de que hiciste


algo que lo enoje. —Katya se rio.

—Sí. Pero ahora que estamos aquí, tengo otra idea —dijo.

—¿Y qué es eso?

—Imagina lo enojado que estaría si tuviéramos sexo en su cama.

Katya se quedó quieta. Por un lado, tenía toda la razón. Wulf


enloquecería. Probablemente los mataría a los dos, luego quemaría su cama.
Por otro lado, nunca iba a tener sexo con Liam. Pero, por otro lado, era muy
poderoso tener a Liam suplicándole por sexo de nuevo. Y, por último, podría
todavía utilizar esta situación para su ventaja.

—Mmmm, eso sería excitante —acordó, moviéndose debajo de él para


que se acomodara entre sus piernas.

—¿En serio? —estuvo claramente sorprendido.

—No había pensado en eso. ¿Este era tu plan, traerme hasta aquí y
tener sexo? —preguntó, estirando los brazos encima de su cabeza. Él seguía
sosteniéndola de las muñecas, por lo que se movió con ese movimiento,
yaciendo plano sobre ella.

—No, pero en realidad parece una idea, realmente buena.


—Sería tan loco —susurró, alzando la cabeza para que sus labios se
rozaran contra él a medida que hablaba—. ¿Puedes imaginar su cara?
¿Cuándo le digas que me follaste aquí?

—De hecho, no quisiera imaginarme su cara en este momento.

—Por no mencionar —susurró, moviendo su boca dejando un sendero


por un lado de su cuello—. Ha pasado un largo tiempo desde que tú y yo
tuvimos sexo.

—Muuuuuucho tiempo, Pastel de ángel.

—Tanto tiempo, que apenas puedo recordarlo.

—Nunca podría olvidarlo.

—¿En serio? —susurró, liberando sus muñecas y pasando las manos


por su pecho—. Encuentro eso sorprendente.

—¿Por qué? —susurró él en respuesta, sus labios en su oreja. Ella


respiró hondo.

—Porque ya has olvidado lo que dije ayer —declaró en voz alta. Él se


sobresaltó por el abrupto cambio en su tono, y usó eso contra él. Empujó con
fuerza contra su pecho, tomándolo de sorpresa. Con un grito, él cayó a un
lado, rebotó sobre el colchón, luego se deslizó hasta el suelo con un golpe
sordo.

—¡Jesús, Katya! —espetó, frotándose la cabeza donde chocó contra el


zócalo.

—Te lo dije… no voy a acostarme contigo. ¿Qué hay en eso que es tan
difícil de entender? —dijo, bajándose de la cama y enderezándose la ropa.

—Ahora que sé que esa afirmación está respaldada con violencia


física, estoy seguro que guardaré mis manos para mí —gruñó, fulminándola
con la mirada.

Ella rio y abandonó el cuarto. Seguía riéndose entre dientes, pasando


su cabello sobre su hombro, cuando pensó que escuchó algo. Se quedó
quieta en la sala, pasada junto a una enorme mesa de café de piedra que se
ubicaba frente a un sofá esponjoso. Un sonido de tintineo, cerca de la puerta.

Serían las llaves. Es una cerradura. Girando.

—¡Oh, Dios mío! —siseó—. ¡Liam! ¡Liam! ¿Qué…?


La puerta del frente se abrió y por un breve momento, Katya pensó en
correr. Consideró salir corriendo por el pasillo, encerrarse en el baño, salir
por la diminuta ventana, y contonearse por una cañería a la libertad. Pero
conociendo su suerte, viajaría a mitad de camino por el pasillo, se golpearía
y se sacaría un diente frontal o algo así. Por lo que respiró hondo, se
enderezó e hizo lo mejor por actuar indiferente.

Wulf apareció. Estaba sosteniendo una pila de correo en sus manos,


moviéndose a través de los sobres. Un abrigo colgaba sobre un brazo. No
alzó la mirada mientras se movía, y casi estaba en su cocina antes de darse
cuenta que alguien estaba en su apartamento. Se detuvo y se la quedó
mirando por lo que pareció una eternidad.

—Hola —dijo finalmente en una voz simple. Ella le mostró una gran
sonrisa.

—Hola.

—¿Cómo estás? —preguntó él, poniendo el abrigo y el correo en el


respaldo del sofá antes de rodearlo.

—Bien, bien. ¿Y tú? ¿Cómo estuvo el trabajo? —preguntó en cambio,


deslizando sus manos en sus bolsillos traseros. Él se movió hasta que estuvo
frente a ella, la mesa de café la única cosa separándolos.

—Igual que siempre, ocupado. Cansado.

Se aflojó la corbata y la liberó del nudo, arrojando la seda sobre la


mesa. A continuación, se sacó la chaqueta del traje, extendiéndola con
cuidado sobre el brazo del sofá.

—Trabajas demasiado. Deberías tomarte unas vacaciones —sugirió.


Él asintió mientras se deshacía sus gemelos, enrollándose las mangas hasta
los codos.

—Debería. Supongo que es seguro asumir que te ocuparías de mi casa


mientras no estoy.

—Por supuesto. Entonces. —Respiró hondo otra vez, mirando


alrededor del apartamento—. ¿Te gustaría una bebida o algo así?

—Tocci.

—¿Sándwich?
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? El allanamiento de morada es
un crimen, sabes —le dijo. Ella puso sus ojos en blanco.

—Por favor, no allané ningún lugar. Esto es irrumpir, o entrar


ilegalmente, como mucho —contestó.

—Estoy seguro que la policía podría explicarnos fácilmente la


diferencia —dijo, finalmente moviéndose alrededor de la mesa de café y
deteniéndose justo frente a ella. Esta le sonrió, pestañeando.

—Oh, vamos, no me encerrarías —dijo en una dulce voz. Él frunció el


ceño.

—A veces, creo que mantenerte bajo llave es una idea estupenda. En


serio, Tocci. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste?

Por suerte, no tuvo que devanarse los sesos pensando en algo mejor
que “estábamos curiosos”, porque justo en ese instante Liam salió
atropelladamente del dormitorio de Wulf. Se estaba acomodando la
camiseta, gruñendo para sí.

—Si tuvieras alguna idea de lo que una erección prolongada le hace a


un hombre, tú… —se estaba quejando y entonces notó a Wulf.

—Ah. Veo cómo entraste ahora —dijo Wulf—. ¿Ustedes no tienen sus
propias camas?

—Bueno, la tuya es Tempurpedic. La mejor para el dolor de espalda


—explicó ella.

—Voy a vomitar. ¿Qué sucedió con la regla de sin-sexo?

—¿Ves? Al menos alguien tiene buena memoria —espetó, mirando


sobre su hombro hacia Liam.

—Ignórala —bromeó, envolviendo un brazo alrededor de sus


hombros—. Se pone cascarrabias después del coito. Le he dicho una y otra
vez, sin embargo… tres orgasmos es mi límite. Ella tiene que trabajar por
ello si quiere más.

Entonces le dio una palmada en el trasero y caminó a la cocina. Ella se


quedó mirando a Wulf mientras escuchaban el refrigerador siendo abierto.

—Cascarrabias, ¿eh? —finalmente rompió el silencio—. Nunca te


pusiste cascarrabias conmigo.
—La indiferencia no es mucho mejor —contestó ella, y él soltó una
carcajada.

—¿Qué están haciendo en mi departamento? —volvió a preguntar.

—Liam tiene una llave —explicó, su mente corriendo por una excusa
plausible. No quería que él supiese que tenía curiosidad por él en lo
absoluto.

—Entonces, porque tiene llaves, ¿pensaste que sería una buena idea
hacer un recorrido? Todo lo que tenías que hacer era pedirlo, con gusto te lo
habría mostrado —le dijo.

—Oh, por favor. Sabemos que eso no habría sucedido. Hubiese sido un
no, seguido por un montón de excusas y luego un par más de no.

—Bueno, supongo que nunca lo sabremos. Sigo esperando una


verdadera respuesta, Tocci.

—Bueno, nosotros, eh… —Lanzó los ojos hacia la cocina. Liam estaba
tarareando mientras se movía. ¿¡En qué demonios la había metido!? ¿Qué se
suponía que dijera?

Lamento colarnos, Liam quiere ir a la playa, y pensó en preguntarlo en


el interior de tu apartamento. ¡Qué idiota! Por cierto, linda foto la que tienes
en tu tableta.

No obstante, pensar en la foto, desató una tormenta en su cerebro. La


foto en la tableta de Wulf era de ella y él, camino a Carmel. La cual tenía una
playa. Su familia también se encontraba en Carmel, su madre moriría por ver
de nuevo a Wulf, y sin duda amaría a Liam. Ambas respuestas molestarían a
los dos hombres. Sería invaluable. ¿Y Liam y Wulf atrapados en unas
vacaciones juntos? Tenía problemas conteniendo la risa de solo pensarlo.
Respiró hondo y le mostró una gran sonrisa a Wulf.

—Pensé que podrías estar en casa, quería hablar contigo de algo. Pero
entonces no estabas, así que entramos, para poder esperarte.

—En serio. ¿Qué era tan importante que sentiste la necesidad de


meterte? —preguntó.

—Quería invitarte a volver a Carmel —dijo. Él finalmente pareció


sorprendido.
—¿Quieres ir a casa conmigo? —preguntó, y si no lo hubiera conocido
mejor, podría jurar que sonaba optimista.

—Sí. Ver la casa. Pasar unos días en la playa. Sol, arena, surf —sugirió.

—Eso… suena interesante. ¿Y estás segura que quieres hacer esto


conmigo? —comprobó. Katya asintió y cerró la distancia entre ellos.

—Creo que podría ser divertido. Esclarecedor, incluso —dijo, dando


un paso por lo que estuvo a su lado y presionando su mano en contra del
pecho de él.

—Y sin sexo —aclaró él.

—Hmmm. —Pensó por un segundo—. Qué tal, si prometes ir a este


viaje conmigo, no descartaré completamente el sexo.

—Trato —dijo sin dudarlo. Arqueó una ceja.

—¿Estás seguro? ¿Lo prometes? —preguntó.

—Lo prometo. Despejaré mi agenda. Sin embargo, ¿estás segura sobre


Carmel? —preguntó, sacando el teléfono y escribiendo con una mano—. Si
estás buscando una playa, puedo rentar una casa en Malibú, podemos…

—Te quedaste sin mayonesa. —Liam reapareció, sosteniendo un


enorme sándwich en su mano.

—Maldita sea, me olvidé de ti —gruñó Wulf, sin alzar la vista de su


teléfono.

—¿Lista para irnos, Pastel de ángel? —preguntó Liam. Ella asintió y se


dirigió a la puerta.

—Claro. ¿Y adivina qué?

—¿Qué? —preguntó con la boca llena.

—¡Wulf va a venir a la playa con nosotros! —exclamó, sosteniendo la


puerta abierta. Las mandíbulas de ambos hombres se suspendieron abiertas,
la de Liam todavía conteniendo comida dentro.

—¿Disculpa? —consiguió preguntar Wulf.

—Carmel —volvió a decir ella—. Malibú suena increíble, pero mis


padres están en Carmel, y, además, tiene algunas playas bastante decentes.
—Wulf no está invitado —insistió Liam.

—Wulf no quiere ir —añadió Wulf.

—Wulf y Liam no tienen opción… si quieres que vaya a la playa


contigo —dijo, señalando a Liam—. Entonces Wulf va. Y tú. —Se movió para
señalar a Wulf—. Lo prometiste. ¿Recuerdas?

Hubo otra larga pausa, entonces Wulf se aclaró la garganta.

—Sí. Sí, lo recuerdo. Iré al maldito Carmel. Pero recuerda… también


hiciste una promesa.

Katya volvió a sonreír.

—Este va a ser un estupendo fin de semana, chicos. Ya puedo notarlo.


15
La tortura era divertida, decidió Katya.

V
er a Wulf y a Liam retorcerse, agitarse y en general estar tan
incómodos cómo era posible era lo mejor del mundo. Hizo
maravillas para aliviar el dolor que todavía se asentaba en su
pecho.

Estaban conduciendo a Carmel. Liam había alquilado un todoterreno


para el viaje, ni él ni Katya tenían auto, y el Mercedes de Wulf era totalmente
impráctico. Él se quejó de su elección de vehículo, pero cayó en un silencio
hosco después de los primeros diez minutos.

Eran solo dos horas en auto desde San Francisco, y después de media
hora de silencio, Liam no pudo soportarlo más. Finalmente empezó a
charlar. Estaba emocionado por conocer a la familia de Katya, y curioso por
la de Wulf. Luego habló de su propia familia.

—Deberíamos habernos detenido en Santa Cruz —comentó—. Mi


madre vive allí… está deseando conocerte, Katya.

—¿¡A mí!? —exclamó—. ¿Por qué a mí?

—Porque sí.

—¿Sabe que Katya no es tu novia? —preguntó Wulf, sin levantar la


vista de su teléfono mientras hablaba.

—Sabe que tengo a una chica en mi vida que es una muy buena amiga
y que me gusta mucho. Eso es todo lo que necesita saber… ya está
escogiendo nombres de bebés. Lo siento, Pastel de ángel —respondió Liam,
mirando en el espejo retrovisor.

Ella se encogió de hombros.

—Está bien. Mi madre es igual —le aseguró. Wulf rio entre dientes.
—Lo recuerdo. Me dijo que tú y yo íbamos a tener tres hijos, dos niños
y una niña, y piensa que por lo menos uno de los chicos debería tener el
nombre de tu padre —dijo. Katya gimió.

—Oh Dios, en realidad no lo hizo, ¿verdad?

—Lo hizo. Tuvimos una pequeña charla con el café. Tu madre me ama.

—Solo porque aún no me ha conocido —señaló Liam sonriendo en


grande.

—Se va a morir por ti, Liam. Tómalo con calma con ella, no quiero que
se enamore demasiado de ti cuando solo tendré que explicarle que no somos
nada —explicó.

—Bueno, ¿quién sabe? Tal vez para el final del fin de semana, eso
cambie —dijo. Wulf lo miró furibundo y Liam se rio—. ¿Y tu mamá? ¿Cómo
es? ¿Espera que te cases con la chica de al lado?

—A mi madre no le importa mi vida amorosa —respondió Wulf.

—¿De verdad?

—Sí. Estoy bastante seguro que piensa que soy indestructible, así que
no se preocupa por mí.

—Eso es un poco triste —dijo Liam en voz baja. Katya se aclaró la


garganta.

—Ella no se preocupa porque piensa que Wulf es un dios —explicó—.


Deberías ver la forma en que lo mira, como si una estrella de cine estuviera
en su casa o algo así. Es increíble.

—Mi madre llora cada vez que voy a casa —comentó Liam riendo
entre dientes.

—Awww. ¿Por qué?

—Llora por cualquier cosa. Cuando estoy feliz, cuando estoy triste.
Cuando conseguí un auto nuevo, cuando destruí el auto nuevo. A veces nos
sentamos alrededor de la mesa, solo contando historias y riendo o lo que
sea, y ella empieza a llorar por lo dulce que es todo —dijo riendo.

—Jesús —se quejó Wulf.


—Creo que es dulce —añadió Katya—. Mi madre no es emocional,
pero le gusta cuando estoy en casa.

—Apuesto a que es como tú —supuso él. Ella sacudió su cabeza.

—Supones mal. Mi mamá es algo así como una matrona de la


sociedad. Tuve que ir a clases de etiqueta, no se me permitió salir a citas
hasta que tuve dieciséis años, tuve un toque de queda hasta que fui a la
universidad. Es divertida, no me malinterpreten, solo un poco formal y
recatada —explicó.

—Entonces, básicamente exactamente igual a como solías ser antes de


conocernos —bromeó.

—Oh Dios, tienes razón. Supongo que soy como mi madre —suspiró.
Wulf se aclaró la garganta.

—Te pareces a ella.

Tanto Liam como Katya lo miraron.

—Un poco, sí —concordó. Él sacudió la cabeza.

—Más que “un poco”, casi podrían pasar como hermanas. El mismo
cabello, la misma altura, los mismos ojos —continuó.

—Vas a ser una anciana ardiente —intervino Liam alegremente.

—Oh, cállate —gruñó ella. Wulf sonrió.

—Él tiene razón. Tu madre es hermosa y eres mucho más bella que
ella —le dijo—. Vas a ser aún más impresionante con la edad.

—Katya tiene una mamá caliente —resopló Liam.

—Está bien, solo cálmate. Mi “mamá caliente” también está felizmente


casada y no apreciaría esta conversación en absoluto —les informó, aunque
internamente brillaba ante el “impresionante” comentario.

—Bueno, por ahora estoy muy emocionado por esta reunión —dijo
Liam con una sonrisa enorme.

La señora Tocci no lloró cuando vio a Katya, pero sí la sostuvo en un


fuerte abrazo por un casi incómodo largo período de tiempo. Mientras eso
ocurría, el señor Eugene Tocci se presentó a Liam, sonriendo grande y
estrechando su mano. Katya logró separarse de su madre a tiempo para ver
a su padre estrechar la mano de Wulf, intercambiando una expresión que
hablaba a leguas, luego llevó al joven en un abrazo paternal.

—Es bueno verte, hijo —dijo, soltando a Wulf para girarse hacia su
única hija—. Pero es aún mejor verte, calabacita.

—Te extrañé tanto —suspiró ella, casi cayendo en su abrazo. Era


cercana a sus padres, pero desde que se mudó por su cuenta, no llegaba a
ver a su padre la mitad de lo que veía a su madre, así que cada vez era
especial.

—También yo. Tenemos mucho de qué hablar, pequeña. ¡Estoy


construyendo una glorieta! —le dijo. Ella gimió y se alejó.

—No otra vez. ¿Recuerdas el cobertizo? —preguntó. Él puso los ojos


en blanco y, mientras envolvía un brazo alrededor de sus hombros, la
condujo hacia la puerta principal.

—Eso fue hace años. Esto es diferente, viene en un kit, no puedo


estropearlo —le aseguró. Ella se rio hasta que entraron a la casa.

Se le dio un recorrido a Liam y se le ofreció una habitación, pero antes


de que pudiera aceptar, Wulf dijo que Liam dormiría en casa de los Stone. No
había necesidad de incomodar más a los Tocci de lo que ya estaban. Liam
hizo una mueca como si hubiera masticado un limón, pero no discutió. Hubo
una ronda de despedidas, y luego los hombres regresaron a la puerta
principal.

—Es bueno estar en casa —gimió Katya cuando se hundió en el sofá


de la sala de estar. Su padre estaba en su estudio, trabajando en un barco en
una botella. Era un académico, pero siempre necesitaba estar haciendo algo
con sus manos.

—Es bueno tenerte en casa, querida —suspiró su madre a medida que


también se sentaba.

—Gracias por dejarnos invadir —continuó Katya, apoyando la cabeza


hacia atrás y cerrando los ojos.

—¡Por supuesto! Podrías traer veinte personas a casa, ya lo sabes —le


aseguró su madre. Hubo una pausa, luego se aclaró la garganta—. Aunque,
me sorprendió. Cuando dijiste que Wulf vendría.
Katya abrió los ojos y miró al techo. Puede haber hecho una llamada
telefónica ligeramente ebria, sollozante y confesional a su madre en un
momento inapropiado de la noche. Habían hablado más sobre eso desde
entonces, pero nunca en demasiados detalles.

—Han sido un par de semanas extrañas —masculló Katya, finalmente


mirando a su madre.

—Así parece.

—Solo estoy… —buscó las palabras correctas—. ¿Confundida?


¿Estúpida? No lo sé, mamá. No estamos juntos, de verdad, esta vez, así que
no empieces nada ni intentes reunirnos —dijo con voz severa. Su madre
levantó las manos.

—¡No lo haré!

—Pero él se siente mal, y pensé que tal vez…

Una vez más, tuvo que retorcerse el cerebro para pensar en qué decir.
Quiero torturarlo y hacer que se sienta incómodo al obligarlo a estar en tu
presencia. Simplemente no sonaba bien, sin importar lo bien que pudiera
decirlo.

—¿Tal vez tu padre podría hablar con él? —preguntó su madre.

—Oh, Dios, no. No quiero volver con Wulf, y no quiero que papá esté
leyéndole la cartilla, o incluso esté molesto con él. Soy una adulta, y las
relaciones terminan, pero eso no significa que algo malo tenga que pasar con
ellos —insistió Katya.

Ella había tenido mucho tiempo para pensar en ello: Wulf y su padre
tenían una relación independiente de Katya. Nada demasiado grande, no se
llamaban entre sí ni nada así, pero Katya sabía que las pocas veces que Wulf
había visitado su casa durante la escuela, se había hecho tiempo para pasar y
saludar al señor Tocci.

El padre de Katya siempre había velado por los Stone después del
divorcio, teniendo especial cuidado en pasar tiempo con Wulf. No mucho;
Wulf siempre había sido muy independiente, por no hablar de ocupado con
las actividades después de clases y trabajos. Pero fue el señor Tocci quien
había enseñado a Wulf a cómo conducir con palanca de cambios, y el señor
Tocci quien había sorprendido a Wulf con una limusina para el baile de
graduación, y el señor Tocci quien había escrito una carta a Wulf con una
brillante recomendación para la universidad.

Así que, si su padre era lo más parecido que Wulf tuvo a una figura
paterna decente, y Wulf era lo más parecido que su padre tuvo a un hijo, ella
no arruinaría ese lazo. Por nada en el mundo. Ni siquiera si no podía
soportar a Wulf.

—Tu padre no dejaría que eso sucediera. Está preocupado, por los
dos. Estaba tan contento cuando le dije de ti y Wulf; en cierto modo, creo que
había estado esperando secretamente que eso pasara. Así que estuvo
comprensiblemente triste cuando todo fracasó. Pero todavía los ama a los
dos —le aseguró su madre. Katya asintió.

—Bien. Entonces eso es todo lo que quiero decir al respecto. Es como


dije: estuvimos pensando en lugares a donde ir por el fin de semana, y Liam
quería surfear, así que todos decidimos venir aquí —repitió sus razones
para conducir hasta allá. Su madre sonrió y se enderezó.

—Por supuesto, y estamos muy emocionados. Le conté a tu padre lo


mucho que nos divertimos la última vez que estuviste aquí, así que vamos a
tener otra barbacoa. He hablado sobre todo con la madre de Wulf, va a ser
estupendo.

—Oh, Dios —gimió Katya. La última barbacoa era también un


recuerdo algo doloroso. Sus ridículos celos hacia Wulf hablando con una
chica bonita, luego Wulf entrando a escondidas a través de la ventana de su
dormitorio. Al menos sabía que eso no podía suceder esta vez, al menos no
sin que Liam lo siguiera.

Hablando de momentos incómodos.

—Oh, calla. —Su madre le dio una palmada en la rodilla—. Va a ser


divertido, y todo el mundo está ansioso por verte de nuevo. Así que vas a
poner una cara feliz y serás buena con Wulfric por una tarde, incluso si eso
te mata.

Vaya. Katya tragó fuerte y asintió. Cuando consiguió su conformidad,


su madre sonrió y se puso de pie, alisándose las manos sobre su falda.
Entonces le informó a su hija que ella y el señor Tocci tenían planes para la
cena, de modo que los “niños” tendrían que valerse por sí mismos.
Katya se dirigió a la casa de al lado y tocó el timbre. Se puso derecha y
sonrió cuando la señora Imelda Stone abrió la puerta.

—¡Querida, esperaba que vinieras por aquí! —exclamó la anciana,


luego empujó a Katya en un rápido abrazo.

—Por supuesto. ¿Cómo está? —preguntó.

—Oh, siguiendo adelante, como siempre. Los chicos están afuera, si


eso es lo que estás buscando.

Después de intercambiar un par de cortesías más, Katya se dirigió a


través de la casa. Cuando se acercó a la puerta de cristal, pudo ver a Liam de
pie frente a la piscina. Cuando se detuvo junto a él, vio que estaba mirando
hacia el agua.

—Esta cosa es enorme —murmuró, sin molestarse en mirarla.

—Sí —respondió, deslizando las manos en los bolsillos traseros.

—Quiero decir, sabía que él solía nadar. Que era como un verdadero
nadador. Pero esto es un poco loco —continuó.

—Oye, algunas personas tienen padres que lloran de pura alegría cada
vez que los ven. Otros tienen padres que intentan comprar su amor —le dijo
ella. Él rio entre dientes y la miró.

—Explica mucho sobre nuestro amigo Wulf. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué
tipo de cosas extrañas es normal para tus padres? —preguntó. Ella se
encogió de hombros.

—Solían medir mis faldas antes de que saliera de casa —soltó.

—Mierda. Tu rebelión tiene mucho más sentido ahora.

Ella lo golpeó en el brazo.

—¿Dónde está Wulf? —preguntó, mirando a su alrededor. Él hizo un


gesto sobre su hombro.

—En una oficina o algo así —explicó.

—Ujum. Entonces. ¿Cómo te sientes al ser compañeros de cuarto? —


preguntó, sin resistirse a la sonrisa come mierda que se apoderó de su
rostro.
—Es una mierda. Pero su madre es muy agradable, y la habitación
está abajo, lejos de él. ¿Cuál es tu habitación, otra vez? —preguntó, mirando
hacia su casa.

—La de la… espera, ¿por qué? —Sospechó se repente.

—Así sé a qué habitación entrar más tarde —bromeó, meneando las


cejas. Ella apartó la vista, rezando para que su rostro no se volviera
completamente rojo.

—Mi habitación está cerrada este fin de semana, lo siento. Mis padres
han planeado una gran fiesta en el patio trasero para mañana, así que parece
que hoy es nuestra única oportunidad para ir a la playa —cambió el tema.

—Suena bien, estoy listo para ir. Su madre se ofreció a asar un


cordero. Asar un cordero. ¿Tienes una pierna de cordero en tu congelador en
el remoto caso de que tu familia venga a la ciudad? Pensarías que el maldito
rey de Inglaterra está de visita, por la forma en que lo trata. Dijo que planchó
sus sábanas esta mañana —le dijo.

—Lo sé. Creo que nunca dejó de estar impresionada con él. Voy a
decirle de los planes, luego iré a casa y conseguiré algunas cosas. ¿Nos
vemos en quince, veinte minutos?

—Bien, nos vemos fuera.

Katya entró en la casa y lentamente se dirigió a la oficina. Se sentía un


poco nerviosa. La última vez que estuvo en esa oficina, ellos habían estado
preparándose para una cita. La última vez que ella y Wulf estuvieron solos…
se besaron. No habían hablado mucho desde el incidente. Así que cuando se
detuvo frente a la puerta de la oficina, respiró profundamente y llamó una
vez antes de entrar.

—¿Qué te dije? —dijo, sin molestarse en girar—. No me molestes a


menos que implique que te vayas a casa o estés muriendo, así que por
favor…

—¿Tienes cinco años? —Se rio—. ¿En serio le dijiste a Liam que no
podía hablar contigo mientras está aquí?

Wulf giró en la silla de su escritorio, mirándola fríamente mientras se


movía.

—No. Pensé que eras mi madre.


Le llevó un segundo darse cuenta que estaba bromeando.

—Liam dijo que tu madre quería descongelar el cordero para ti —dijo.

Asintió.

—Sí. Lo puso de nuevo en el congelador cuando le dije que teníamos


otros planes —dijo, girando y garabateando algo en un pedazo de papel.

—No pensé en eso, me siento un poco mal, tal vez deberíamos


quedarnos y comer aquí o algo así —dijo Katya, caminando hacia el
escritorio.

—No, malo sería decirle que no vamos y hacerla sentir como tiene que
hacer la cena para todos nosotros. Mi madre no disfruta cocinando y ni
siquiera le gusta el cordero —respondió.

—Vaya. En realidad, eres un hijo bastante bueno —bromeó.

—¿Por qué me molestas? —preguntó, volteando la página en la que


había estado trabajando y agarrando otra.

—Porque es tan divertido.

—Creo que te gusta estar en mi presencia—dijo.

—Entonces estás en lo incorrecto.

—De verdad. Se suponía que estaría en Malibú este fin de semana,


cerrando un trato. Ahora estoy intentando hacerlo vía correo electrónico y
llamadas telefónicas. Así que a menos que tengas algo importante que decir,
apreciaría que desaparezcas.

—Malibú—se calló cuando algo sobre eso golpeó. Entonces recordó


cuando la invitó—. ¡Esa es la razón por la que querías llevarme a Malibú! No
querías un romántico fin de semana en la playa, querías cerrar un trato.

—No veo por qué no podría hacer ambos—murmuró, concentrándose


en lo que estaba escribiendo.

Katya lo miró. Se suponía que esta era su oportunidad para hacer un


lío con ellos. Hacerlos sentir incomodos, avergonzados y sencillamente
horribles. En su lugar, Wulf estaba siendo mimando por su madre y
continuando con su trabajo tan normal, como si nada se saliera de lo
ordinario.
—Bonito, Wulf. Es bonito verte poniendo un esfuerzo real —dijo con
ironía, cruzando sus brazos sobre su pecho. Él bufó.

—Pondré un esfuerzo real cuando dejes de jugar juegos.

Ella estuvo feliz de que él estuviera viendo hacia abajo, porque no


pudo ver cuando su rostro se tornó rojo mientras la furia burbujeaba en sus
venas. Farfulló por un momento, intentando pensar en una respuesta
adecuada. Entonces recordó lo que le dijo su compañera de cuarto.

Tienes el poder aquí, no él. Solo puede llegar a ti si lo dejas. Toma una
respiración profunda y déjalo ir.

—No eres divertido ahora —suspiró—. Liam y yo vamos a ir a la


playa, así que diviértete escondido aquí, dejando que tu trabajo dirija tu
vida.

Él giró en su silla, pero ella no estaba cerca de él. Estaba saliendo, sin
ni siquiera esperar una respuesta.

Ja. No tan duro. Solo mantén esta actitud por todo el fin de semana y
para el momento que terminemos, ninguno de ellos querrá hacer algo conmigo
nunca más.

***

Ellos a menudo habían bromeado sobre la personalidad tranquila de


Liam, su estilo “cómodo”, sus camisas divertidas, su manera de dormir todo
el día, cada día. “Surfista” había sido usada para describir su actitud, pero
otra vez, había sido siempre una broma. Katya jamás pensó que fuera de
hecho un surfista. Parecía como eso requería mucha energía y
concentración.

Así que se sorprendió cuando llegaron a la playa y él rentó una tabla.


Le advirtió que no solamente no había surfeado en meses, sino que también
rentar tablas no era lo mejor. No estaba acostumbrado al peso o grosor, y no
había sido encerada apropiadamente, así que no lo juzgara si caía
inmediatamente.

—¡Así que sal allí y destroza un barril, Edenarenque!

—¿Destrozar un barril? ¿Y me llamaste arenque?

Katya nunca había conocido a alguien que pudiera surfear. Había


crecido en California, cerca de la playa, así que, por supuesto la suposición
natural sería que había pasado todos sus fines de semana allí, obteniendo un
bronceado, desarrollando un acento del valle y saliendo con un surfista
lindo. Pero no era la realidad, California era un estado enorme con muchas
culturas diferentes dependiendo de dónde la persona era, apenas había
pasado tiempo en la playa mientras crecía y no sabía de nadie que fuera
particularmente atlético, aparte de Wulf.

Así que viendo a Liam deslizarse en el agua en una larga pieza de


espuma, finalmente se sintió como una verdadera chica californiana.
Enloqueció, sintió que estaba viendo a una celebridad. Corrió por toda la
orilla, gritando y aplaudiendo.

—Jesucristo, uno pensaría que nunca has visto una tabla de surf antes.

Puso los ojos en blanco y miró sobre su hombro, sosteniendo un


sombreo ancho de sol sobre su cabeza. La única nube oscura en su viaje,
Wulf, había decidido unírseles, después de todo. Mientras ella y Liam habían
estado cargando una hielera y toallas a su auto, él sabía salido,
sorprendiéndola con sus pantalones cortos y camisa polo. Muy relajado.

Pero una vez que estuvieron allí, había ido de regreso al trabajo.
Usando una lujosa tableta y escribiendo cosas en un archivo. Porqué siquiera
había venido, no estaba segura.

Probablemente solo para arruinarme la diversión.

—Nunca he visto a alguien surfear antes —dijo mientras él se paraba


a un lado de ella—. ¡Es tan excitante!

—Nunca he entendido el atractivo —gruñó.

Se pararon lado a lado, mirando mientras Liam subía a su tabla. Katya


sonrió, parecía tan feliz. No conocía a los otros tipos en el agua. Pero por
supuesto se hizo amigo de ellos rápidamente. Un grupo de ellos flotó
alrededor por un par de minutos, riendo y hablando acerca de algo.
Probablemente olas difíciles o golpes, o lo que sea.

—Quizá no es sobre ti —replicó, mirándolo—. No entiendo por qué


alguien querría nadar por kilómetros, ida y vuelta, nunca llegando a algún
lugar. Y probablemente no entiendas por que la cosa que más amo es
quedarme frente a hornos calientes todo el día.
—Lo entiendo, lo entiendo —se detuvo por un momento, ella pensó
que era todo. Luego tomó una respiración profunda—. Pero todo es parte de
su cosa.

—¿Qué cosa?

—Tu amor por cocinar es parte de quien eres. Amo nadar porque es
parte de quién soy. Eden surfea porque es otra manera de distraerse del
hecho de que no tiene nada —explicó Wulf. Ella frunció el ceño.

—Eso no puede ser verdad.

—Lo es. No tiene un verdadero sentido de sí mismo —explicó Wulf—.


¿Por qué crees que es tan fácil para él sonreírte mientras te miente a la cara?

Eso picó. Le recordó lo estúpida que había sido. Además, su reacción


instantánea fue defender a Liam, que no pudo hacer. Wulf no estaba
diciendo nada que no fuera verdad.

—Quizá —agregó—, pero… quiero decir, él tiene cosas. Le gusta su


trabajo.

—Porque decir que posee su propio negocio lo hace sentir


importante, ser propietario de una empresa no es su pasión. No creo que
sepa cuál es, y eso lo hace amargado —dijo. Ella lo miró.

—En serio es fácil juzgar a alguien más. ¿Qué te hace a ti tan


amargado? —chasqueó. Él sonrió apretadamente.

—Problemas paternos.

Liam estaba remando de regreso, así que Wulf regresó a su lugar en la


playa. Katya sonrió grande y luego aplaudió por el regreso del héroe.

—¡Eres asombroso! —Rio. Él puso los ojos en blanco y se rio.

—Fui una mierda por un rato. —Rio—. Pero siempre vuelve.

—Bien, yo pensé que fue asombroso. Parece como que vuelas cuando
estás allí. ¿Cuándo aprendiste? —preguntó, siguiéndolo mientras él
caminaba de regreso a la cabaña de tablas rentadas.

—Oh Dios, ¿Como cuándo teníamos diez años? ¿Once? Mi papá nos
consiguió a Landon y a mí esas ridículas tablas enormes. Pensé que era la
cosa más genial, la primera vez que salí me rompí la nariz en una roca.
Landon no estaba dentro, pero eventualmente regresó. Surfeamos
religiosamente durante la secundaria —contó.

—¿Cuándo los dinosaurios vagaban por la tierra?

—Oye, no tanto tiempo.

—Estabas surfeando mientras estaba en la primaria.

—Dios, cuando lo dices así, como que quiero una bolsa para vomitar.

Ella rio fuertemente.

—En serio —dijo finalmente, tomando una respiración—. Pareces tan


relajado allá. Como si estuvieras divirtiéndote. Luces… bien.

La miró mientras esperaban en la fila, su tabla protegiéndolos de las


personas tras de ellos.

—Gracias. Creo que también luces bien —la elogió, sus ojos vagando
por su cuerpo. Ella estaba usando el pequeño bikini naranja que había
comprado la última vez que había estado en Camel, el que se suponía que
sería una sorpresa para Wulf.

—¿Esta cosa vieja? —Se rio, mirándose—. Es un poco demasiado, uh.

—Tu cuerpo es un poco demasiado.

Ella lo observó, pero él todavía estaba mirando su piel. La manera en


la que sus ojos comían sus líneas y suaves curvas, podría decir que estaba
cayendo en sus memorias. De regreso a las mañanas relajadas que pasaron
envueltos en las sábanas y los momentos calientes dentro de las duchas muy
calientes. Ella tomó una profunda respiración y dio un paso más cerca de él.

—He estado ejercitándome.

—¿De verdad?

—Mmm. —Asintió—. Ningún trabajo u hombre equivale a un montón


de tiempo libre. Tengo que mantenerme en forma.

—En cualquier momento que necesites ayuda para estirarte, siéntete


libre de darme una llamada —ofreció, ni una vez mirándola a los ojos.

—No sé, mis entrenamientos son muy duros.

—Pastel de ángel, ni siquiera sabes qué es duro.


—Oh, creo que lo hago —susurró, casi cerrando el espacio entre
ambos. Él finalmente se forzó a mirarla a la cara—. Creo que tengo una muy
buena idea de lo que significa duro.

Ella lo miró tomar una respiración profunda. Luchando por mantener


sus ojos en su cara. Él lamió sus labios, iba a hablar, lo pensó mejor. Lamió
sus labios otra vez. Luego abrió su boca.

—Creo que me gustaría mostrarte qué significa “muy duro.”

Katya lanzó hacia atrás su cabeza y rio. Tan fuerte que toda la fila se
dio la vuelta para mirarlos. Liam estaba demasiado sorprendido, tropezó un
par de pasos. Ella finalmente levantó sus lentes y limpió sus ojos.

—Creo. —Sonrió y jadeó por aire—. Que he visto todo lo que tienes
para mostrar, y una vez fue suficiente, te agradezco mucho.

Liam lució petrificado primero, luego un poco molesto. Regresó un


paso a ella, obviamente listo para decir lo que pensaba, pero alguien lo
empujó.

—Bien por ti, chica. —habló una mujer de mediana edad al frente de
la fila—. No tomes el no acoso sexual de una pieza de culo arenosa.

Katya comenzó a reír otra vez, doblando su cintura y presionando sus


manos en su pecho. Liam solo gruñó y salió de la fila, dejándola para bufar y
silbar sola.

***

Pasaron el resto del día tomando baños de sol y generalmente


ignorando al otro. Fue claro que ese escaso bikini de Katya estaba poniendo
a los dos hombres incómodos de todo tipo de maneras, pero Liam todavía
estaba enojado con ella, y Wulf estaba intentando actuar como si no le
importara. Ella sonrió y se extendió a un par de pasos frente a ellos,
dándoles una bonita vista mientras conseguía un bonito bronceado.

Se levantó para un bocadillo del bar en algún punto, tomando un


perrito caliente y regresando con un amigo. Algún chico que trabó una
conversación con ella mientras esperaba en la fila. Hizo muy claro desde la
primera palabra que no estaba allí para conocer chicos, pero él pareció lo
suficientemente amable y no le coqueteó, así que hablaron sobre crecer en
Carmel, diferentes restaurantes y parques que les gustaban. Caminó con ella
de regreso a la playa, riendo sobre conocidos mutuos que resultaron tener.
Aunque para el momento en que llegaron a su toalla, sus dos compañeros se
habían convertido en perros guardianes, y estaban listos para atacar. Brazos
cruzados, ojos visibles a través de sus gafas de sol, posturas amplias. Su
amigo hizo un adiós precipitado y corrió por la playa.

Katya ni siquiera reconoció a Wulf y Liam, solo los pasó y se sentó,


disfrutando su bocadillo.

Para su aclimatado San Francisco, Carmel se sentí caliente. Pero a


medida que se hacía de noche, cayó a los diez grados. Todavía no
terriblemente frio, pero cuando se combinó con una fuerte brisa que
comenzaba a rodar en el océano, Katia temblaba. Wulf fue quien finalmente
la llamó y les dijo que comenzaran a empacar, Liam podía haberse quedado
todo el día allí, pareció así. En realidad, era un vagabundo de playa.

Subieron todo al auto, pero todavía no se dirigieron a casa.


Sorprendiéndolos a todos, Wulf había sido productivo durante su tiempo de
inactividad en la orilla y les había encontrado un lugar para cenar. Casi un
bar, lo que sorprendió a Katya, con una terraza entera al exterior,
completada con calefactores grandes. Se puso una falda maxi y un top
recortado de mangas largas sobre su bikini y entonces siguió a los hombres
dentro del restaurante.

—Esto es en verdad agradable —suspiró, levantando su cabello en


una coleta alta mientras el mesero se alejaba con las órdenes de sus bebidas.

—Sí. Nunca había estado aquí abajo antes —comentó Liam, mirando
alrededor del área—. Un amigo y yo conducimos hacia Manhattan Beach una
vez, pero este es realmente el único otro lugar en Cali en el que he estado,
además de mi casa y San Francisco.

—¡Vaya! —Katya estaba sorprendida. Ella continuaba despeinando su


cabello, amontonándolo en un moño desordenado.

—No me sorprende —contestó Wulf, lanzando su menú hacia un lado.

—Cállate. Todo el tiempo que te he conocido, ni siquiera has dejado el


estado —espetó Liam. Wulf levantó una ceja.

—Me he ido varias veces, cuando vuelas en un avión privado, puedes


ir y regresar desde casi cualquier lado en un día. En mayo, pasé cada fin de
semana en Nueva York.
Sintiendo una competencia de “quien tiene la polla más grande”, Katya
se aclaró la garganta.

—Vacaciones favoritas —habló en voz alta—. La mía fue cuando tenía


doce, mis padres me llevaron a España, e hicimos este viaje de mochileros a
varios países. Mi papá estaba super metido en esa clase de cosas en esos
días.

Liam sonrió ampliamente y se sentó derecho.

—Vacaciones favoritas, campamento de verano, cuando teníamos


trece. Mi mamá nos envió en un campamento bíblico cristiano. Ya sabes,
como que teníamos que ir a la capilla una vez al día y cantar canciones,
aprender cómo hacer brazaletes de amistad y cepillar a un caballo, ese tipo
de cosas.

—¿Esas fueron tus vacaciones favoritas? —Katya estaba escéptica.

—Sí. Sandra Clement. Ella tenía catorce, nos conocimos en el


campamento años antes. Una gran marimacha, siempre la elegía para que
capturara la bandera en quemados, y en cosas como esas. Nos metimos en
problemas una vez y nos hicieron limpiar el estiércol de los establos. Tomó
mi virginidad en el pajar, y por el resto del verano, nos escabullimos a donde
sea que pudiéramos y teníamos sexo justo en cualquier lugar en el
campamento. —Soltó una risotada.

—¿Perdiste tu virginidad a los trece? —Katya frunció su nariz. Ambos


Liam y Wulf se rieron de ella.

—Y con una mujer mayor. Hablando de presumir. También dos años


antes que Landon, todavía no lo dejo olvidar eso —dijo Liam con orgullo.

—¿Cuándo perdiste tu virginidad? —interrumpió Wulf, mirándola.


Ella sacudió su cabeza.

—Ajá, estamos hablando de vacaciones. ¿Cuál es tu favorita?

—Cuando vine a Carmel contigo el mes pasado.

Fue como si él hubiera soltado una bomba. Lo miró y Liam la miró a


ella. Se rehusó a reaccionar, sin embargo.

No le creyó, y no iba a diseccionar ese comentario justo ahí enfrente


de Liam. Tomó una profunda respiración.
—Tenía diecisiete —soltó rápidamente. Ambos hombres se miraron
entre sí, entonces devuelta a ella.

—¿Cuándo viniste a Carmel? —revisó Liam. Cruzó sus ojos hacia él.

—Cuando perdí mi virginidad —contestó.

—Quiero detalles —insistió él.

—Quiero saber con quién —agregó Wulf, hablando lentamente.


Aunque ella no lo miró. Todavía estaba tambaleante por su comentario,
además estaba bastante segura que él conocía al chico.

—Fue con un novio —respondió—. Habíamos estado saliendo desde


que tenía quince. Fue un completo estereotipo, él era un estudiante de
último año, fuimos a su graduación. Fue en un hotel elegante en Monterey.
Habíamos hablado de ello, consiguió una habitación de hotel para la noche,
había pétalos de rosa por todos lados. Lloré después de que se quedó
dormido, y estaba muy segura que mi madre iba a saber con solo con
mirarme. ¡Ja! Ella creía que era virgen hasta mi tercer novio.

—Eso es… un poco aburrido —suspiró Liam. Ella le lanzó un pedazo


de pan.

—¿Quién fue? —preguntó Wulf otra vez, y finalmente lo miró.

—Probablemente no lo conoces, él era cinco años más joven que tú —


puntualizó. Él se encogió de hombros.

—Entonces no dolerá que digas su nombre.

—Kelsey Hochstein.

—¿Hochstein? —Las cejas de Wulf se alzaron—. ¿Saliste con uno de


los Hochstein? ¿De hecho, tuviste sexo con uno de ellos?

—¿Qué hay de malo en ellos? —preguntó Liam mientras Katya gimió.

—Nada. Nada en absoluto, su papá era cirujano, y su mamá terapeuta.


Gran familia, chicos agradables. Él era muy dulce, y en realidad fue bueno la
segunda vez, y se puso mejor desde esa vez —insistió ella. Wulf resopló.

—¿Tuvo que subirse en un banco para besarte?

—No era tan bajo.


—Todos son bajos.

—¿Qué tan bajos? —preguntó Liam, mirando entre ellos.

—No tan bajos —insistió ella.

—Extremadamente bajos —Wulf alzó la voz sobre la de ella—. Como


lo recuerdo, el chico mayor medía aproximadamente uno sesenta y dos.

—¿Entonces era más bajo que tú? —Se rio Liam. Ella puso sus ojos en
blanco.

—¿Sabes qué? Sí, lo era. Pero también era asombroso en la cama y


ahora vale más que ustedes dos juntos, así que cállense.

Hubo silencio por cerca de tres segundos, entonces Wulf se aclaró su


garganta.

—Vaya, en serio perdiste tu oportunidad, Tocci.

Liam estalló en carcajadas y Katya ni siquiera podía estar enojada. Era


bastante gracioso, y era también un poco asombroso, los tres, sentados
juntos, y todos sonriendo. Todos teniendo un muy buen momento. Nunca lo
admitiría en voz alta, pero era un poco… agradable. Tenía sentido, lo
suponía. Se había llevado inmensamente bien con ambos en el pasado,
entonces era lógico que tuvieran un buen momento ahora. Eso mientras
convenientemente olvidaran lo jodido que era su pequeño trío.

Sus bebidas fueron llevadas y ordenaron la cena, pero después el


mesero se fue, Liam se dio cuenta que su cóctel estaba mal. En vez de
esperar a que su mesero regresara, decidió dirigirse hacia el bar para
conseguir que se lo volvieran a hacer. Katya sonrió mientras lo observaba
irse. Atravesó una enorme pista de baile, moviéndose entre la gente,
coqueteando con chicas, deteniéndose incluso para girar a una.

—Él tiene tanto encanto que debería ser ilegal. —Se rio, finalmente
mirando a Wulf. Aunque no estaba mirando a Liam. La estaba mirando a ella.

—Ven a bailar conmigo.

—Qué, ¿Ahora?

—No, mañana. Sí, claro ahora.

No le dio una oportunidad para aceptar o negarse. Wulf solo agarró su


brazo y la levantó. Se tambaleó en la pista de baile detrás de él y antes de
que hiciera un escándalo, él tenía sus brazos holgadamente alrededor de su
cintura. Ella le frunció el ceño, pero finalmente puso sus brazos alrededor de
sus hombros.

—Dime algo —comenzó a hablar después de que se habían estado


moviendo alrededor por un minuto. Katya levantó la mirada hacia él, pero
estando tan cerca la ponía nerviosa, así que niveló su mirada sobre su
hombro.

—¿Qué?

—¿Qué consigues de todo esto?

Ella mordió su labio inferior por un momento. Podía sentirlo


mirándola.

—¿Un cierre? —ofreció ella finalmente.

—Difícil tener un cierre cuando eres la que está prolongándolo todo.

—Me estoy divirtiendo —espetó, finalmente mirándolo a los ojos—.


Verte a ti y a Liam teniendo que interactuar entre sí, sabiendo que él va a
dormir al final del pasillo. Observándolos a ambos caer sobre el otro sobre
algo que nunca pasará.

—Mmm, nunca. Esa es una afirmación. Casi parece un desafío —dijo


él.

—No —replicó rápidamente, sacudiendo su cabeza—. Es un cierre. Si


ustedes pueden sentir una pequeña parte de lo me hicieron sentir, entonces
tendré un cierre. ¿Me entiendes?

No se veía fastidiado o intimidado o alicaído, como habría esperado,


no, todavía tenía la fastidiosa sonrisa de suficiencia en su cara. Sus ojos
todavía la miraban como si supieran más sobre su pequeña conspiración de
lo que ella lo hacía.

—¿Crees que es así de simple?

—Sí.

—No funcionó tan bien para Eden y para mi cuando decidimos


divertirnos con alguien —señaló. Vaya, ella no había estado esperando eso,
en absoluto. Finalmente apartó la mirada.

—Bueno, hay una gran diferencia entre las dos situaciones —dijo ella.
—¿Y qué es eso?

—Con ustedes, el objetivo final era yo —le recordó—. Pero conmigo,


el objetivo final es solo que me dejen en paz.

—Verás, no creo que eso sea verdad.

—Oh, ¿de verdad?

—Sí.

—¿Y por qué lo dice, señor Stone? —preguntó con voz aburrida.

Repentinamente paró de moverse, sorprendiéndola un poco. Ella miró


alrededor, pero todavía estaban rodeados por otras personas bailando.
Estaban casi al borde de la terraza, la cual estaba alineada con antorchas tiki.
Las llamas bailaban en el rostro de Wulf, haciéndolo de verdad verse un
poco cálido y atractivo mientras bajaba la mirada hacia ella.

—Porque en esa boda —dijo él.

—¿Uh?

—Te estabas desafiando a ti misma, cuando besaste a Eden —le


informó—. Pero conmigo, no hiciste nada. Te besé. Y no pudiste manejarlo.
¿Y quieres saber por qué?

Se rehusaba a mirarlo. Ella miró las llamas hasta que sintió la mano de
él a un lado de su cuello, su pulgar presionando debajo de su mandíbula.
Tomó una profunda respiración cerrando sus ojos, intentando fortificarse a
sí misma contra él.

—Porque a pesar de todo —habló suavemente, moviéndose más cerca


de ella—. La pelea, la mentira y todo el juego pasando. —Sus labios estaban
de hecho frotándose contra los de ella—. Todavía sientes… exactamente… lo
mismo… por mí.

Una persona podía permanecer tan fuerte y firme como quería, pero
no se comparaba con algo hecho de piedra. Él siempre la derribaba. La
noqueaba, sofocaba y encerraba. Jadeó contra su boca, gimió mientras
ambas manos se movieron para ahuecar la parte posterior de su cabeza,
intentó no llorar cuando todo su cuerpo hizo contacto con el de ella.

Él no tiene razón. No tiene razón. No puede tener razón. Por favor, Dios,
esto no está bien. Ya no quiero que me importe este hombre.
—¿Ves lo que quiero decir? —susurró él cuando se alejó, sus dedos
masajeando su cuero cabelludo ligeramente.

Asquerosamente, sitió ganas de llorar. Por un momento, en realidad


pensó que iba a hacerlo. Pero se rehusó a hacerlo. Se rehusó a dejarlo ver que
había llegado a ella. Tomó una enorme respiración, la mantuvo por un
segundo, entonces la soltó rápidamente.

—¿Decir sobre qué? ¿Un beso cualquiera en medio de un bar barato?


Cielos, Wulf, esperaba algo mejor de ti.

Sin esperar a ver su reacción, se dio la vuelta y caminó de vuelta a la


mesa, su falda ondeando detrás de ella.

***

El resto de la cena había sido un incómodo espectáculo de mierda.


Cualquier jovialidad de antes había sido rápidamente asesinada por el beso
de Wulf. Cuando había regresado de vuelta a la mesa, Liam había estado ahí,
mirando como un cachorro herido. De hecho, se sintió mal por un momento,
pero entonces recordó que nada de esto era obra suya, era de ellos. Si solo
hubieran sido unos seres humanos decentes, ninguno estaría ahí y ella
estaría en casa, preparándose para el trabajo del día siguiente.

Y básicamente ser la perra más aburrida que jamás hubiera existido.


Odio a todos.

Wulf comió sin ninguna señal que demostrara que le molestaba la


tensión incómoda. Liam y Katya empujaron su comida alrededor,
rehusándose a hablar a menos que fuera absolutamente necesario.
Finalmente, Wulf se levantó y pagó por todo, entonces su depresivo grupo se
marchó hacia el auto.

Ella les recordó la barbacoa del día siguiente, entonces se apresuró a


entrar a su casa, directo a su habitación y se puso el pijama. Luego se dio la
vuelta y comprobó que todas las ventanas estuvieran cerradas. ¡No había
visitas sorpresa esa noche!

Estaba a punto de acostarse cuando se dio cuenta que la piscina


reflejaba la luz en su habitación. Echando recuerdos en sus paredes. Así que
dio la vuelta y bajó todas las persianas.

Se recostó en su cama y miró al techo. Su nuevo pasatiempo favorito.


Intentó distraerse, repasando en su mente sus opciones de vestuario para el
día siguiente, pero sus pensamientos finalmente deambularon devuelta a la
última vez que visitó su casa. Cuando había estado en la cama, sintiéndose
inquieta y perturbada. Cuando alguien había trepado por la ventana y
realizado su fantasía sexual por mucho tiempo. Se estaba removiendo debajo
de sus sábanas, recordando la manera en que Wulf la había tocado y le había
hablado, recordando ese beso en la pista de baile, cuando su teléfono sonó.

Cuando lo levantó, vio que era casi la una de la mañana, y era Wulf
quien le había escrito. Hizo una mueca, y se debatió entre abrirlo o no.
Imaginando que era probablemente alguna excusa para salirse de la fiesta el
día siguiente, finalmente deslizó su pulgar sobre la pantalla, leyendo el
mensaje.

Sé exactamente en lo he has estado pensando, y si, te hace una


chica muy, pero muy mala.

No durmió en mucho tiempo.


16
—Esto es realmente divertido.

—¿Ves? Solo necesitas practicar.

—No nos salgamos de control, Pastel de ángel.

K
atya rio y se limpió la frente con la parte posterior de su
muñeca, mirándolo. Estaban haciendo medias lunas juntos. Su
aspecto era un poco… único, pero no le importaba. Ella
apreciaba la ayuda y él tenía razón, en realidad era muy divertido.

Había llegado temprano, sorprendiéndola tanto a ella como a su


madre. Había estado en pijama y su madre llevaba una bata de casa, después
de todo eran solo las siete. Mientras la señora Tocci se alejaba para
arreglarse, Liam había preguntado qué estaban haciendo tan temprano.
Cuando Katya explicó que estaban preparando cosas para la fiesta, se había
enrollado las mangas y se les había unido.

Estaba impresionada, Liam peló papas, ayudó a preparar mesas y


sillas, y recibió una lección de etiqueta de su madre, quien estaba, como
predijo, completamente enamorada de él. Él se burló y coqueteó
inofensivamente con ella, haciéndola sonrojar y reírse. Katya se rompió,
viendo a su madre toda roja e inquieta.

En realidad, me parezco a ella.

La mayor parte de la comida estaba preparada y lista para cuando los


invitados comenzaron a aparecer, pero su madre casi había tenido un
colapso por el hecho de que había olvidado las medias luna. Katya no estaba
segura de por qué un simple horneado era necesario, pero había habido
medias lunas en la visión de la señora Tocci para la barbacoa, ¡maldita sea,
iba a haber medias lunas!

—Ha sido una buena fiesta —comentó, limpiándose las manos por el
frente de su delantal y mirando por la puerta de la cocina hacia el patio
trasero.
—Lo ha sido. Tus padres son impresionantes, Katya —le dijo,
deslizando la última bandeja en el horno. Hizo girar el cronómetro, luego
ambos entraron en la despensa, donde había un enorme fregadero.

—Gracias, están bastante bien. —Se rio mientras lavaban la harina y


la masa de debajo de sus uñas.

—Honestamente pensé que este fin de semana iba a ser horrible —


dijo, agarrando una toalla y secándose las manos—. Pero la playa fue
divertida y entonces hoy ha sido agradable. Supongo que no he tomado un
fin de semana en mucho tiempo.

—Liam, tu vida entera es un fin de semana —le provocó. Le echó la


toalla en su cara.

—Cállate. —Se rio—. Yo trabajo y lo sabes. Ese club no funciona solo.

—Lo sé, lo sé, solo me gusta molestarte. —Ella rio mientras se


limpiaba sus propias manos.

—Te gusta demasiado —dijo, luego pasó junto a ella. Se detuvo al final
del mostrador junto a la puerta—. ¿Qué es esto?

Se volvió y vio cómo recogía un tazón grande. Levantó la toalla que lo


cubría y luego soltó un gemido.

—Oh, hice eso más temprano, pero luego mi madre decidió que quería
algo más “exótico” por eso hice esas galletas de agua de rosas —explicó, de
pie junto a él y mirando el enorme lote de masa de galletas con chispas de
chocolate que estaba dentro del tazón.

—¿Y qué, vas a dejar que esto se dañe? —preguntó, sonando ofendido
por la idea misma. Ella sacudió su cabeza.

—No, iba a hornearlas después de que todo el mundo se fuera. Sé


cómo eres acerca de tus galletas, pensé que podíamos llevarlas a casa —le
aseguró.

—Buena chica, buen plan.

Ella jadeó cuando él metió el dedo en el cuenco, robando un trozo de


masa. Entonces lo golpeó en el brazo cuando él metió el dedo en su boca.

—¡Para! Eso es tan malo para ti —siseó. La miró y luego metió el dedo
en el tazón.
—¿Estás bromeando? Si comer masa de galletas significa una muerte
segura, entonces me iría con una sonrisa en la cara.

—Eres un idiota.

—No puedes decirme que no degustas la masa de galletas mientras las


haces —dijo, comiendo más chispas de chocolate y masa.

—No.

—¿Honestamente?

—Bueno… no cuando estoy en el trabajo —dijo honestamente—. Y


trato de no hacerlo cuando estoy en casa, realmente es malo para ti. Podrías
obtener E. Coli, o cualquier otra cosa, ¡detente!

Ella lo dejó cuando él comenzó a empujar un dedo cubierto de masa


en su cara. Apretó sus labios con fuerza y agarró su muñeca, intentando
mantenerla alejada de su rostro.

—Oh, vamos, es delicioso. Comételo —exigió, riéndose mientras


tropezaban en la habitación.

—¡No! ¡Ese dedo estaba en tu boca! ¡No lo quiero en la mía!

—Uh, Pastel de ángel, has tenido partes más interesantes de mi


cuerpo en tu boca antes, un dedo no es tan malo, en comparación.

Katya se echó a reír y aprovechó para meterle la masa en la boca.


Tenía razón, por supuesto, le encantaba comer masa de galletas, si decía la
verdad, y gimió mientras arremolinaba la lengua alrededor de su dedo.

—Está bien, está bien —murmuró cuando él apartó su mano de su


cara—. Es bueno.

—Taaaaan bueno —suspiró, moviéndose para jalar la toalla sobre el


cuenco.

—Ah, ¿ya terminaste? ¿Estás seguro que ya no quieres? —preguntó,


saltando hacia delante y pasando el dedo por el postre sin cocinar—.
¡Vamos, es bueno! ¡Totalmente no asqueroso!

Ella se rio mientras giraba alrededor de la mesa, saltando para


intentar forzar su dedo en su boca. El sacudió la cabeza y retrocedió lejos de
ella, golpeando su mano con facilidad.
—De ninguna manera, no sé dónde ha estado tu dedo.

—¿¡Mi dedo!?

—Sí. Me refiero a que saliste con Wulfric —señaló, y luego hizo ruido
de náusea.

La lucha se hizo real después de eso, con Katya metiendo su mano en


el tazón y tratando de meter toda una mano de la valiosa masa en su cara. Él
rio y sujetó sus muñecas, retorciéndola lejos de él. Su espalda se conectó con
la puerta, cerrándola y luego la empujó contra ella.

—Está bien, está bien. —Ella rio, retorciéndose mientras él forzaba su


propia mano más cerca de su cara—. ¡Me rindo! Me rindo. Tregua. ¡Tregua!

Ambos estaban riendo y respirando con dificultad, Liam todavía


sosteniendo su mano cerca de su rostro. Luego, sin previo aviso, se inclinó y
envolvió sus labios alrededor de dos de sus dedos. Ella dejó de reír mientras
él trabajaba su boca todo el camino hasta sus nudillos. Sintió que su lengua
giraba alrededor, entonces lentamente liberó los dedos.

—Delicioso —murmuró, mirándola fijamente.

Katya tragó saliva, mirándolo con los ojos muy abiertos.

Cuando la besó, no estaba tan sorprendida como cuando Wulf lo había


hecho, pero estaba un poco sorprendida por la fuerza del beso. Él cayó
contra ella, enviándolos chocando de lado en el mostrador, golpeando el
tazón de la masa de la galleta. Intentó recuperar el aliento, pero cuando
abrió la boca, su lengua rápidamente invadió, ocupando el espacio.

Habían pasado de bromas juguetonas a un beso abrasador en cero


segundos. ¿Qué está pasando? Estaba actuando en piloto automático y gimió,
permaneciendo de pie y un brazo alrededor de sus hombros. Su mano libre
la sostuvo en alto, intentando mantener la masa pegajosa lejos de ellos.

—¿Alguna vez te he dicho que amo tus golosinas? —murmuró,


moviendo los labios a lo largo de su mandíbula mientras empezaba a soltar
las cuerdas del delantal detrás de su espalda.

—Liam —respiró, intentando recuperar el aliento.

—Dulces horneados, por supuesto. —Se rio, chupando la piel sensible


bajo la oreja. Ella se estremeció, luego se lamió los labios, intentando
concentrarse.
—Liam, detente —susurró ella, y luego soltó otro gemido cuando sus
manos subieron por la parte de atrás de su camisa, las palmas de sus manos
contra su piel.

—Bien, bien, todos tus dulces —se corrigió él, su lengua haciendo un
curso para su clavícula.

Estás en la casa de sus padres, ¡contrólate!

—Para —dijo en voz alta, presionando su limpia mano contra su


pecho. Finalmente la escuchó y él retrocedió, una de sus manos agarrando su
cadera y la otra la empujó por la parte de atrás de sus pantalones.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —Intentó recuperar su aliento.

—Bien, en primer lugar, estamos en la cocina de mis padres —señaló.

—¿Y qué?

—Y, incluso si no hubiera hecho una solemne promesa de nunca,


jamás tener sexo contigo —le recordó—. Ciertamente no lo haría en medio
del día, en una despensa en la casa de mis padres, con cincuenta de sus
invitados a solo un par de metros de distancia.

—Ug —gimió y dejó caer su frente en su pecho—. Me olvidé de tu


estúpida regla.

—Sí —estuvo de acuerdo—. Se siente un poco estúpida en este


momento.

—Bueno, supongo que eso me hace sentir un poco mejor —suspiró,


enderezándose.

—¿Por qué?

—Si estás de acuerdo en que esto es estúpido, entonces tal vez más
tarde podamos discutir romperla por completo —señaló. Ella fue a discutir,
pero él bajó su cabeza de nuevo y lamió otro dedo de masa de galletas. Su
respiración se atragantó en su garganta ante el movimiento y ella se mordió
los labios, negándose a hacer algún tipo de ruido.

Cuando finalmente se enderezó de nuevo, le guiñó. Quería defender su


regla o al menos afirmar que no tenía intención alguna de romperla, pero no
le dio una oportunidad. Se acercó y la besó con fuerza, luego la apartó de la
puerta, golpeándola en el trasero antes de salir a la cocina.
Katya permaneció en la despensa un rato, intentando recuperar el
aliento. Intentando deshacerse del exceso de sangre en sus mejillas. Luego se
volvió al fregadero y se lavó las manos otra vez. Cuando se estaba secando,
se dio cuenta que estaban temblando un poco, y se tomó un momento,
intentando recomponerse.

En serio, contrólate, Katya Tocci. Este fin de semana se suponía que era
acerca de hacer que se sintieran incómodos e insatisfechos, así que, ¿por qué
eres la que tiene todos los problemas?

***

—Tengo un plan —murmuró el padre de Katya cerca de su oreja. Ella


lo miró a él.

—Estoy escuchando —susurró ella de nuevo.

—Fingiré un ataque al corazón —continuó en voz baja—. Gritas que


eres enfermera y me llevarás al hospital. Pasamos el resto del día jugando al
mini golf.

—No funcionará. —Sacudió la cabeza—. Todo el mundo sabe que soy


repostera.

—Así que di que la enfermería es tu afición.

Ella se quebró.

—No está tan mal, papá. —Se rio—. Todo el mundo está pasando un
buen rato, y les encanta tu proyecto de la glorieta.

Estaban de pie al borde del patio, mirando al patio trasero de los


Tocci. Estaba lleno de amigos, vecinos y colegas de los Tocci y los Stone. La
madre de Katya estaba en su elemento, moviéndose entre sus invitados y
repartiendo aperitivos. Liam estaba en un rincón, riéndose con algunos tipos
con los que había hecho amistad y aún no había visto a Wulf.

—He hablado con Wulfric cuando vino por primera vez esta mañana
—dijo su padre de manera casual, aparentemente leyendo su mente.

—-Dime que no has dicho nada embarazoso.

—¿Yo? ¿Embarazoso? Nunca.

—Oh Dios, es incluso peor de lo que pensé.


—No, no. —Se rio entre dientes—. Ni siquiera te mencionó. Le
pregunté cómo estaba, cómo estaba su negocio y le dije que, si alguna vez
necesitaba una oreja para escuchar o un hombro para apoyarse, siempre
estaría aquí.

—Eso es de hecho agradable, papá. Gracias. Estoy segura que él lo


apreció —dijo honestamente.

—Odiaría verte infeliz, calabaza —continuó—. Y si me dices que ese


muchacho te rompió el corazón, iré con mucho gusto a romperle las piernas.

—¡Papá!

—Siempre serás primero. Pero ese Wulfric… nunca ha sido un tipo


feliz. Eso es todo lo que siempre quise para él. Sabes, su papá quería que
fuera medallista olímpico, se graduará con honores, y comprara y vendiera
el mundo. Le quitó mucho. Traté de mostrarle a Wulf que todo lo que
realmente necesitaba en la vida era ser feliz. Me mata que todavía no lo ha
aprendido —terminó su padre.

—Eso es muy dulce, papá, pero es un hombre complicado, y no


escucha muy bien. Prefiere hablar —dijo.

—No lo sabré. ¡Ya ha intentado decirme lo que estoy haciendo mal con
la glorieta!

—¿Le dijiste que era de un kit?

—Sí —dijo que era el principal problema.

Katya se rio de su padre, luego se excusó. No había hablado con Wulf


todavía, y no quería que pensara que la había asustado con su pequeño texto
atrevido.

Ella lo encontró cerca de la puerta de su jardín, hablando con su


madre y una mujer cuya espalda daba a Katya. Ella agitó su mano mientras
se acercaba, intentando captar su atención. Finalmente la miró una vez,
luego la observó acercarse a ellos.

—Pensé que ibas a evitarme todo el día —comentó.

—¿De verdad? Pensé que me estabas evitando. Todavía tenemos


muchos platos por lavar —bromeó. La misteriosa mujer se volvió y Katya se
sorprendió al ver que era su hermana, Genevieve.
—Oh, Wulfy no lava los platos —dijo la señora Stone rápidamente.
Vieve sonrió.

—Era la tarea que más odiaba —agregó—. Siempre hacía que Brie o
yo lo hiciéramos.

—Porque quería enseñarte responsabilidad —señaló. Katya puso los


ojos en blanco.

—Estoy segura que fue la única razón. Vieve, no sabía que vendrías
este fin de semana, es bueno verte de nuevo —dijo, inclinándose y dándole
un abrazo rápido a la otra chica.

—Sí. Mi madre me llamó y me hablo de esto. Sonaba divertido, así que


arrastré a Brie al auto y bajé. Ha pasado mucho tiempo desde que todos
nosotros estuvimos aquí, juntos —señaló—. Solo llegamos aquí hace una
hora, vine directamente.

—¡Lo sé! ¿Brie también está aquí? —preguntó Katya, mirando


alrededor.

—No, tenía ánimos para una fiesta —explicó Vieve. Wulf resopló.

—Está haciendo pucheros —corrigió a su hermana. Katya arqueó las


cejas—. Porque me enteré de que dejó la escuela a mitad del semestre —
añadió.

—Oh, chico. Y estoy segura que lo manejaste con delicadeza y gracia


—suspiró Katya.

—Sus calificaciones ya son pésimas. No puede permitirse correr por la


playa durante dos malditas semanas. Quiero que vuelva a clase, ahora.

—¡Por favor! —la señora Stone levantó la voz— ¿Podemos no discutir


esto aquí?

Hubo un breve momento incómodo y Katya se sintió culpable por


entablar tal conversación privada. Intentó desesperadamente pensar en algo
que decir, pero luego fue salvada.

—Hola, hola, ¿quién eres? —preguntó Liam, apareciendo a su lado y


encendiendo su magnética sonrisa hacia Vieve.

—Genevieve —se presentó ella misma.


—Encantado de conocerte —dijo, luego se giró y miró a la mamá de
Wulf, tomando la mano de ella en la suya—. Wulfric, no me dijiste que tus
dos hermanas vendrían hoy, o que eran tan hermosas.

Todas las mujeres rieron.

—Piensa muy bien en cómo te comportaras en los próximos minutos


—le advirtió Wulf.

—Lamento que no hayas conocido a nuestra hermana pequeña aún —


explicó Vieve mientras Liam se giraba y también le estrechaba la mano—.
Está descansando.

Wulf resopló.

—Es perezosa. Hay una diferencia.

—¿Trataste con eso mientras crecías? Pobre, pobrecita —suspiró


Liam dramáticamente, haciendo que Vieve volviera a reír.

—No es tan malo como parece. —Ella rio nerviosamente.

—Sí, lo es —respondieron Wulf y Liam al mismo tiempo.

Katya estaba punto de unirse a la charla ingeniosa cuando Liam la


sorprendió enrollando su brazo alrededor de su cintura. Nadie se perdió el
movimiento, menos aún Wulf.

En otra vida, el movimiento no le habría molestado tanto. Ella habría


bromeado con él, él habría coqueteado con ella y habrían continuado con su
día. Pero había transcurrido demasiado tiempo entre ellos desde aquellos
días, y ahora eso simplemente no estaba bien, sin importar lo que sucediera
a puertas cerradas entre ellos.

Además, la tensión entre él y Wulf era palpable. Era como si el aire


estuviera vibrando con eso. Tal vez dejarlos solos en la misma casa había
sido tentar al destino: nunca podrían estar alrededor del otro demasiado
tiempo. Tal vez habían alcanzado su límite.

Cuando el brazo de Liam se tensó, tirándola más cerca, sabía que tenía
que hacer algo. Se rio de algo que estaba diciendo Vieve y trató de alejarse.
Él agarró firmemente. Katya conservó su sonrisa, apretando los dientes
mientras colocaba su mano sobre la que Liam tenía en su cadera. Clavó las
uñas en su piel, haciéndolo retroceder, pero él solo usó el movimiento para
su beneficio y agarró su mano, uniendo sus dedos.
Esto es mi culpa. Un beso tórrido, y de repente piensa que está todo
perdonado. Nunca volveré a comer la masa cruda de las galletas, maldita sea.

—¡Oh, vaya, me olvidé totalmente de las servilletas! —bufó de


pronto—. Vamos, ayúdame a llevarlas.

Casi arrastró a Liam a través de la puerta del garaje. En todo el camino


intentó soltar su mano, pero se aferró a ella como pegamento. Cuando
finalmente estaban de pie al lado del banco de trabajo de su padre, se soltó
de un tirón.

—Deberías haberme dicho que querías estar a solas conmigo —


bromeó él, acercándose a ella. Ella puso sus manos sobre su pecho.

—Eso no es lo que quiero —dijo bruscamente—. ¿Qué estás haciendo?


Esa es mi familia allá afuera.

—¿Qué quieres decir? —Liam parecía genuinamente preocupado.

—No puedes simplemente hacer eso, llegar, y tomarme de las manos.


No es así como funciona esto —le informó. Él frunció el ceño.

—Déjame ver si lo entiendo, ¿podemos besarnos y tú puedes liarte


conmigo donde sea que quieras, pero no puedo sostener tu mano?

—Um…

Vaya, eso suena realmente mal cuando lo pone así… pero, por otro lado,
él fue una persona bastante horrible contigo.

—Nos hemos estado divirtiendo, ¿verdad? —preguntó él, poniendo


una mano sobre una de las de ella—. Pensé que las cosas estaban mejor
entre nosotros.

—Mejor no significa que simplemente puedas tocarme en cualquier


momento que te apetezca, Liam. No así —le informó. Su ceño fruncido
evolucionó hacia una mirada asesina y se alejó de ella.

—Sabes, en verdad lo he intentado, Katya —le dijo. Ella asintió.

—Lo sé. Lo hago y lo aprecio.

—¿De verdad? Porque estoy recibiendo señales jodidamente


contradictorias.
—Oye, te dije lo que me tomaría pasar tiempo con cualquiera de
ustedes de nuevo. Dije que no habría sexo, repetidamente. No fui yo la que
empujó su lengua por la garganta de alguien en esa despensa, Liam. Si es
demasiado para ti, entenderé si quieres marcharte —le aseguró ella.

No, no lo haría. Porque después de todo lo que me hiciste, todavía estoy


aquí.

—No. No, eso no es lo que quiero —suspiró, pasando sus manos por
su cabello—. Es solo que… esto es difícil para mí, Pastel de ángel. Real, en
serio difícil. Estoy en aguas inexploradas. Nunca he… Estoy intentando
cambiar, ¿de acuerdo? Pero tienes que calificarme en promedio. Voy a
joderlo y cometer errores. Solo confía en que lo estoy intentando.

Awww, está bien, tal vez no era tan malo.

—Lo entiendo. Lo hago, Liam.

—Entonces eres más crédula de lo que pensaba.

Katya gimió cuando Wulf entró en el garaje, cerrando la puerta detrás


de él.

—¿Qué se supone que significa esto? —exclamó Liam.

—Creo que ambos sabemos exactamente de lo que estoy hablando —


respondió Wulf. Liam se removió y Katya pudo ver que esta vez, no iba a
dejar pasarlo.

—Chicos. —Ella se movió así estaba de pie entre ellos—. Vamos.


Hemos estado teniendo un fin de semana bastante bueno, en su mayor parte.
Vamos a seguir la corriente y…

—No —la voz de Liam era seria, severa. Se levantó en toda su altura,
cabeza y hombros más altos que Katya y por lo menos cinco centímetros
más alto que Wulf—. He estado siguiendo la corriente, y tomando golpes y
besando traseros.

Katya jadea, un poco sorprendida por lo molesto que sonaba y muy


enojada por las cosas que salían de su boca. Sin embargo, Wulf no parecía
para nada sorprendido. Él lucía… divertido.

—De acuerdo. De acuerdo, bien, voy a olvidarlo porque estamos en la


casa de mis padres y no vamos a hacer una escena —siseó ella.
—No, no, creo que podemos hablar como adultos —interrumpió
Wulf—. Quiero escuchar lo que Eden tiene en mente.

—Oh, te encantaría eso, ¿verdad? —gritó Liam—. Quedar como el tipo


bueno mientras yo hago un berrinche.

—Oye, si el berrinche te acomoda…

—¡Basta! —gritó Katya. Liam finalmente la miró.

—No. —Él sacudió su cabeza—. Pensé que podía hacer esto, en


verdad lo pensé. Quería otra oportunidad, y si la única forma era recibir
mierda de Wulf y conseguir ser tratado como una basura, estaba dispuesto a
hacerlo. Pero creo que esto ha ido demasiado lejos.

Katya estalló en carcajadas. Ambos hombres la miraron como si


estuviera loca, pero no podía evitarlo.

—Lo siento. —Ella luchó por recuperar la respiración—. Demasiado


lejos. Tú dijiste… ha ido demasiado lejos. Ha sido… una semana. Una semana
entera. Y no pudiste manejarlo.

—No dije… —intentó argumentar.

—Ustedes jodieron conmigo por casi dos meses. Rieron y tuvieron un


gran momento. Hago la misma cosa con ustedes, pero en sus caras, con
ustedes plenamente conscientes de lo que está pasando, y no puedes
manejar una semana. ¿Cómo puedes no ver cuán gracioso es? —Ella aún
estaba riendo.

—Esto no es una broma, Katya.

Todos se quedaron en silencio y ella se limpió los ojos.

—Sé eso, Liam. Tampoco lo encontré gracioso cuando me lo hiciste a


mí.

—Entonces, ¿cómo puedes seguir haciéndome esto? —preguntó él.


Parecía haberse olvidado de que Wulf estaba de pie detrás de ella. Por un
momento, ella se esforzó por responder. Luego, decidió ser honesta.

—Porque te lo mereces —respondió con simpleza. Él se agachó para


mirarla a los ojos.

—Lo que te hice fue jodido —dijo, mirándola muy directamente a los
ojos—. Y malo en tantos niveles. Y en verdad estoy dispuesto a hacer lo que
sea para ser perdonado, pero no voy a saltar a través de todos esos aros, si
es solo para el entretenimiento tuyo y de Wulf, antes de que los dos
cabalguen hacia la puesta de sol.

—Así que déjame ver si he entendido bien, si estoy leyendo entre las
líneas correctas. —Tomó una profunda respiración—. Estás dispuesto a
hacer lo que sea para ser perdonado por mí, siempre que solo te quiera a ti,
te preste atención en ti y nunca perdone a Wulf.

Liam frunció el ceño y pareció luchar por un momento. No por


primera vez, Katya pensó que él debía tomar clases de cara de póker con
Wulf. Las emociones de Liam estaban siempre impresas en sus rasgos.
Estaba claro que había querido decir todo lo que dijo, exactamente como ella
lo había interpretado, justo ahora se daba cuenta de lo mal que sonaba.

¿Cómo pasamos de besos y masa para galletas, a gritarnos el uno al otro


en el garaje? ¿Qué tienen mis besos que hacen que los hombres quieran gritar y
usar el postre como un arma?

—No, no exactamente así, solo quería… —él buscó palabras.

—Eres solo un mocoso mimado —escupió ella—. Es divertido


meterse con otras personas, pero cuando te lo hacen a ti, quieres pisotear,
hacer pucheros y llorar por ello.

Su confusión se convirtió en ira.

—Sabes qué, estoy harto de esto —gritó—. Actúas como si fueras tan
inocente en todo esto, como si Wulf y yo fuéramos el maldito demonio.

—¿Te importaría explicarme cómo me equivoco? —ofreció,


levantando los brazos y mirando por encima de su hombro. Wulf estaba
siendo inteligente: tenía la boca cerrada, aunque estaba observando a Liam
con los ojos entrecerrados.

—Buscaste pasar un buen rato, Pastel de ángel. No querías estar


conmigo, bien, lo que sea, pero me usaste. Siempre pareces olvidar
convenientemente eso —le dijo Liam. Ella jadeó.

—¿¡Qué!?

—Sí, sí, soy un idiota porque te mentí, pero, ¿sabes qué? Eres una
idiota también porque no te importaba lo que estabas haciendo. Riéndote en
el tejado, sexo en la ducha, trayéndome comida. Yo era lo suficientemente
bueno para un rato de diversión, lo suficientemente bueno para aprender lo
que podrías compartir con él, pero no lo suficientemente bueno para estar
conmigo. Estás bien haciendo todo eso, seduciéndome y provocándome,
pero yo soy el demonio. Deberías mirarte en el espejo —le informó.

Técnicamente, todo lo que estaba diciendo era verdad. Katya había


luchado con esos pensamientos. Pero tenerlo a él gritándoselo, después de
todo lo que había hecho, después del tipo de fin de semana que había tenido,
no estaba mentalmente preparada para eso. La racionalidad dejó el edificio y
la sangre roja le coloreó la visión.

—Ella tiene razón, todos necesitamos dar un paso atrás y tú necesitas


calmarte y ver cómo le hablas. —Wulf finalmente intentó que todos entraran
en razón.

—Jódete —gruñó ella, ignorándolo por completo y dirigiendo toda su


ira en Liam—. Al menos siempre fui honesta contigo. Supiste en cada paso
del camino como me sentía con respecto a ti y cómo me sentía con respecto
a él. Si eso te molestó, debiste haber dicho algo. ¿¡Soy una estúpida porque
no podía leerte la mente!? Crece un poco, Liam, Jesús.

—¿¡Crece un poco!?—gritó, luego dio un paso más cerca de ella,


poniéndose en su cara—. Jódete, Pastel de ángel.

—¡Oye! —gritó Wulf, acercándose a Katya y plantando sus manos en


el pecho de Liam, empujándolo hacia atrás—. Cálmate de una puta vez y
recuerda dónde estás y con quién estás hablando.

—También jódete. Todo esto es un jodido juego para ella, ninguno de


nosotros va a ganar, te das cuenta de eso, ¿verdad? Ella nos está usando para
su entretenimiento, la forma en que intentó usarme, y tal vez estás bien con
eso, pero yo no. No esta vez —dijo Liam.

Una cosa era que Katya pensara en esto como un juego, algo con lo
que ella podía jugar y usar para torturarlos. Otra cosa era escuchar que él
aún pensaba en esto como su juego, que ella era un premio para ser ganado.

—¿No esta vez? —Katya estaba gritando sobre el hombro de Wulf, él


estaba extendiendo un brazo para mantenerla detrás de él—. ¿A diferencia
de la última vez, cuando me mentiste en cada instante que pasamos juntos?

—Sí, sí, sigue exprimiéndolo. Tal vez el siguiente grupo de tipos a los
que te folles…
Él nunca logró terminar su oración porque un gancho de derecha de
Wulf lo silenció. Katya estaba atónita. Nunca antes había visto una pelea, no
en la vida real. Su mandíbula cayó cuando Liam tropezó a un lado, golpeando
el banco de trabajo de su padre.

—Te dije que vigilaras lo que decías de ella —dijo Wulf con una voz
calmada. Él aún estaba de pie, sus brazos colgando sueltos a los costados.
Pero sus hombros estaban hacia atrás, sus músculos tensos bajo su camisa.

—¿¡Me estás jodiendo? —exclamó Liam, escupiendo en el suelo y


frotándose su mandíbula. Katya finalmente recuperó la función cerebral y
aclaró su garganta.

—Está bien, las cosas en verdad se salieron de control. Todos


necesitamos disculparnos o tal vez necesitamos tomar un par de minutos y…

Ella chilló cuando Liam se lanzó desde el banco de trabajo y embistió a


Wulf. Se guio con su hombro derecho, como un defensa, y derribó al otro
hombre sobre el auto que estaba detrás de ellos. Se estrellaron contra las
defensas, Liam despegando brevemente a Wulf de sus pies.

A pesar de que él era un par de centímetros más bajo, Wulf era en


realidad el más grande de los dos: más ancho de hombros, con más masa
muscular. Él estaba de regreso sobre el suelo en un instante, empujando su
codo en el costado de la cabeza de Liam.

¿Qué he hecho? Nuevamente, esto es mi culpa. Todo es mi culpa siempre.

—¡Paren! —gritó Katya, corriendo hacia un lado y agarrando el brazo


de alguno, de cualquiera—. ¡Paren, ese es el auto de mis padres el que están
arañando y abollando! ¡Paren de ser ridículos!

Logró moverse entre ellos, aunque no estaba segura que estuviera


ayudando en algo. Logró ser empujada cuando tropezaron por todo el garaje.
Ella chilló y gritó, empujando pechos y tirando ropa. No teniendo ningún
efecto en absoluto, aunque al menos estar en el camino parecía hacerles
difícil el lanzar más puñetazos.

Por la forma en que mi suerte ha estado yendo, voy a ser golpeada en el


rostro.

Afortunadamente, no tuvo que esperar a que eso sucediera. Se dio


cuenta que alguien gritaba, luego Wulf fue abruptamente apartado de la
mezcla. Liam había envuelto un brazo alrededor de ella en algún momento, y
la sujetaba fuerte, evitando que tropezara.

Cuando levantó la vista, se sorprendió de ver a su padre ahí. De pie


detrás de Wulf, una mano agarrando su brazo, la otra en la parte de atrás de
su camisa. Parecía sorprendido y molesto a partes iguales, sus ojos
rebotando entre todos.

—Ni siquiera quiero saber qué está pasando, pero termina ahora
mismo. Ustedes son invitados en mi casa —gruñó a través de los dientes
apretados—. No toleraré este comportamiento.

—Lo siento, Papá. Yo… —comenzó Katya, pero su padre sacudió su


cabeza, silenciándola.

—No en este momento. Ahora mismo, estoy demasiado enojado para


hablar de esto. Ustedes necesitan ir por caminos separados—informó. Katya
se liberó de Liam, escabulléndose lejos. Cuando nadie más se movió, su papá
tomó una profunda respiración—. Dije AHORA.

Humillada no solo por ser tratada como una niña, sino por haber
actuado como una, Katya sintió que su rostro se volvía de un rojo brillante.
Asintió, pero fue Liam quien se movió primero. Salió furioso del garaje,
dando zancadas alrededor del marco de la puerta.

Wulf fue guiado por la mano de Mr. Tocci a través de una puerta
lateral hacia la casa, y Katya se quedó sola. Sintiéndose pequeña, apenada y
avergonzada de ella misma. Esperó un par de minutos, luego también salió a
través de la puerta hacia la casa. Lentamente hizo su camino a través de la
sala de estar, apresurándose por el pasillo y luego subió rápidamente.
Cuando llegó a su habitación, golpeó su puerta y se apoyó contra ella. Estaba
respirando tan fuerte, que casi estaba hiperventilando.

—¿Qué acababa de suceder? —se susurró— ¿Qué demonios estoy


haciendo? ¿¡Qué estoy haciendo!?
17
L
iam caminó por el patio trasero de Katya, ignorando todas las
miradas extrañas que estaba recibiendo. No le gustaba ser
grosero o incomodar a la gente, pero si se detenía a sonreír o
trataba de hablar, toda la rabia que seguía corriendo por sus venas se
derramaría por su boca.

Terminó dando vueltas alrededor de la casa hasta llegar a una puerta


de cristal que conducía a la cocina. No estaba seguro de hacia dónde iba,
ahora estaba rodeado de mujeres de la mediana edad bebiendo vino. Sonrió
apretadamente a todas ellas, luego recordó su momento con Katya en la
despensa, un par de horas antes. Era una habitación de buen tamaño en la
esquina trasera de la cocina, junto a una pila de tinas de reciclaje.

Se dirigió hacia allá, cerrando con un portazo detrás de él. Luego se


inclinó sobre el enorme fregadero, tomando varias respiraciones profundas.
Al bajar la mirada, vio que sus nudillos estaban sangrando. Un golpe
desviado había aterrizado directamente en el Lexus del señor Tocci. Siseó y
abrió el agua, pasando su mano bajo el chorro.

—Eso se ve mal.

Liam se dio la vuelta tan rápidamente, que hizo caer un cubo y


fregona, haciéndolos golpear el suelo. Miró y luego volvió a mirar a su
intrusa.

Una mujer estaba sentada en un ángulo extraño en una escalera en un


rincón, con las manos detrás de la espalda. Debió haber estado allí todo el
tiempo… En realidad, él era el intruso. No la reconocía, no la había conocido
en el transcurso de la barbacoa. Supuso que era una amiga de Katya.

—Lo siento —gruñó finalmente—. No sabía que alguien estuviera


aquí.

—Me estoy escondiendo. Parece que estás haciendo lo mismo —dijo,


señalado sus manos con la cabeza.
—Sí. Solo necesitaba… un momento —se las arregló para decir,
acercándose y tomando una toalla.

—¿No eres un aficionado a las reuniones familiares? —preguntó. Él


rio mientras se secaba las manos.

—Esta no es mi familia, y no, no soy el mayor admirador de esta


reunión.

—Cuéntame sobre eso. ¿Necesitas relajarte? —preguntó. Él la miró,


levantando una ceja.

—Oh… ¿qué tenías en mente? —Tenía curiosidad. Ella sonrió y se


llevó las manos a su regazo. Tenía un porro entre dos dedos, un fino trazo de
humo se enroscaba desde un extremo. Había interrumpido su pequeño
festival de humo.

—Por la forma en que llegaste aquí, pensé que ibas a hacer una redada
―dijo, y luego tomó una larga calada del porro. Mientras inhalaba, se levantó
y se dio la vuelta, recogiendo un bolso del suelo. Ya que había estado
sentada, él no se había dado cuenta de lo pequeña que era, tenía que ser
treinta centímetros más baja que él. Pero maldita sea, tenía el trasero más
asombroso que había visto. Él la estaba mirando fijamente cuando se dio la
vuelta. Ella estaba conteniendo su aliento y extiendo el porro hacia él.

—¿Sabes qué? Sí, a la mierda hoy —suspiró él, luego tomó una calada.
Ella asintió y soltó el humo.

—Dímelo a mí. Algunos días no pueden terminar pronto —gimió ella,


empujando su cabello sobre su hombro.

—Estaba pasando un buen rato, hasta esto —dijo con voz apretada
mientras sostenía el humo en sus pulmones. Él levantó su mano
ensangrentada, luego exhaló.

—¿Cómo ocurrió eso? —preguntó.

—Golpee un auto.

—¿Qué te hizo el auto?

—Nada. Estaba intentando pegarle a un imbécil —explicó, dando una


calada más al porro antes de devolverlo. Ella sonrió burlonamente y
delicadamente cortó la parte encendida del porro.
—Parece que no atinaste —le dijo, dejando caer la colilla del porro en
un pequeño recipiente antes de meterlo en su bolso.

—Haré un nuevo intento otra vez —le aseguró.

—Esperemos que tengas mejor puntería para entonces. —Él frunció el


ceño. A primera vista, había parecido agradable. En la segunda y tercera
mirada, definitivamente parecía sexy. Pero ahora se veía como una especie
de perra, y ser una perra era la forma más rápida de parecer fea, en su
opinión.

—Mira, no quise interferir, señorita… —intentó conseguir su nombre.

—Halsey —contestó.

—¿Tu nombre es Halsey?

—Señorita Halsey ―le corrigió—. ¿Y quién era el imbécil?

—Un tipo —suspiró—. Wulfric Stone.

Ella puso los ojos en blanco.

—Oh Dios. Mi siguiente pregunta sería si se lo merecía, pero ahora sé


la respuesta.

—¿No eres una fan?

—Él es por mucho el idiota más grande que conozco. Nos conocemos
desde hace mucho tiempo, aunque no nos hemos visto en años ―dijo,
sacando un teléfono de su bolsillo trasero y echándole un vistazo.

—Así que, si no te gusta Wulf, y no te gustan las fiestas, ¿qué estás


haciendo aquí? ―preguntó Liam. Ella lo ignoró, navegando por su pantalla—.
¿Eres amiga de Katya? —Más silencio.

—¿Fuiste a la escuela con Wulf? —Nada. Él suspiró—. ¿Sabes qué? He


tenido un día de mierda, y estoy muy ocupado para lidiar con idiotas, así
que, si me disculpas, tengo una pelea de venganza para planear, y una chica a
la que pedir perdón, así que gracias por la fumada.

—¿Quieres vengarte de Wulfric? —habló finalmente la chica, ¿Halsey?

—Quiero estrangularlo lentamente, luego reorganizar algunas de sus


mejores características, sí —respondió, arrojando la toalla ensangrentada en
el fregadero. Ella volvió a meter el teléfono en el bolsillo y finalmente lo miró
de nuevo. Le sorprendió lo hermosa que era, con la cara redonda y los ojos
muy abiertos. No podía definir su edad: llevaba mucho maquillaje. Tenía que
tener la edad de Katya, o tal vez un poco mayor, incluso veinticinco.
Probablemente era otra vecina, alguna compañera de clase de hace años.
Dios, Carmel solo producía gente sexy, al parecer.

Cuando se aclaró la garganta, se dio cuenta que había estado mirando


un poco demasiado. Tosió y volvió a mirarla a los ojos. Ella era
deslumbrante, pero siempre parecía estar deslumbrante, así que no estaba
seguro si estaba ofendida o no. De repente dejó caer el bolso en el suelo y se
sentó en la escalera, inclinándose un poco hacia atrás. La pose le empujó el
pecho hacia fuera, haciendo casi imposible no mirar fijamente a sus tetas,
mientras ella estiraba sus bien formadas piernas hacia delante.

—¿Quieres tomar una foto? Sería más fácil mirar fijamente —ofreció
en un tono de voz desagradable, sarcástico. Liam gruñó y giró la cabeza
hacia atrás hasta mirar el techo.

Primero Katya me hace corretearla. Luego Wulf me golpea en la cara.


Ahora estoy siendo fastidiado por una desconocida. Debería haberme quedado
en la maldita playa.

***

—¿¡Qué diablos está pasando!?

Wulf respiró profundamente, luego se apartó del agarre de señor


Tocci. No quería ofender al padre de Katya, pero también estaba a unos dos
segundos de perder el control completamente y destrozar toda la maldita
casa.

En primer lugar, voy a aclarar las cosas con los Tocci, luego voy a tomar
unas ochenta respiraciones profundas, y luego voy a meter la cabeza de Eden
por su maldito culo.

—Fue un momento intenso, reaccioné mal —dijo Wulf a modo de


respuesta.

—No me digas —suspiró el señor Tocci, apoyado en su escritorio—.


Sé que no hemos hablado en mucho tiempo, Wulf, pero sé que eres mejor
que esto. ¡Por Dios, eres un hombre maduro! ¿Qué estás haciendo peleando
en mi garaje?

—No fue algo que planeé.


—Entonces qué pasó. Hazme entender esto antes de que tenga que
lidiar con mi esposa. No estará contenta cuando vea esa abolladura en
nuestro auto.

—Pagaré por los daños, por supuesto —dijo Wulf.

—No me importa el auto, Wulfric. ¿Qué está pasando? —preguntó el


señor Tocci con una voz cuidadosamente modulada.

Wulf miró al otro hombre por un momento. Nunca había pensado en


el señor Tocci como su padre. No, Wulf tenía un padre, aunque el hombre
fuera un bastardo de corazón frío. El señor Tocci era otra cosa: era una de
las primeras personas que Wulf había respetado verdaderamente, y para
Wulf, el respeto significaba mucho más que cualquier tipo de afecto paternal.
Odiaba admitirlo, pero no le gustaba la idea de que pudiera haber
decepcionado al hombre.

—Se dijeron algunas cosas —dijo Wulf finalmente—. Y no me gustó lo


que oí.

—No es suficiente —dijo el señor Tocci sacudiendo la cabeza.

—Lo siento, pero el resto no es realmente de su incumbencia. Lo


siento, perdí la paciencia en su fiesta, y lo siento por los daños causados. Por
supuesto, pagaré… —empezó a decir Wulf.

—¿Qué te pasó, Wulf?

Hubo un momento de silencio, los dos hombres se miraron. Entonces


Wulf respiró hondo.

—Bueno, fui a la escuela, obtuve varios diplomas mientras abría un


negocio que ha estado prosperando desde entonces, todo mientras cuidaba
de mi familia y ponía a mis hermanas en la escuela —dijo bruscamente.

—Sé todo eso, pero ¿cuándo te convirtieres en un absoluto idiota? —


preguntó el señor Tocci.

Wulf quedó aturdido por un momento, luego soltó una carcajada.


Antes de ese momento, nunca había oído al padre de Katya usar una
maldición. El señor Tocci también se echó a reír, luego ambos se rieron.

—No estoy seguro. —Wulf se rio—. Probablemente alrededor de los


dieciocho años.
—Ah, el año de graduación. Tiempos locos para ti.

—No me lo recuerdes.

—Tengo la foto de tu expediente en mi libro de recortes.

—¿En serio?

Dos minutos más tarde, el señor Tocci trajo un gran álbum de fotos y
encontró una página. Efectivamente, había una foto de él en blanco y negro.
No había mirado fotos de sí mismo en mucho tiempo, y era un poco
surrealista ver al Wulfric Stone de dieciocho años. El joven de la foto era
deslumbrante, cabello salvaje, engomado en punta. Estaba sangrando por un
corte en el labio, y su ojo izquierdo ya empezaba a hincharse.

—Todavía me debes el dinero de la fianza —dijo el señor Tocci riendo.


Wulf se pasó una mano por la boca.

—No puedo creer que hayas guardado esto. Vaya, qué noche.
Borracho y causando desorden, allanamiento de morada, agrediendo a un
oficial de policía. —Wulf recordó su fiesta de graduación. Las cosas se habían
vuelto un poco salvajes. Exuberancia juvenil y demás.

—Lo sé. Cuando recibí esa llamada a las tres de la mañana, casi tuve
un ataque al corazón. Katya estaba en la casa de una amiga esa noche, y
estaba tan seguro que era ella, que algo le había ocurrido. Imagina mi
sorpresa cuando me dijeron que era la cárcel del condado.

Wulf frunció el ceño. Su madre había estado haciendo un turno doble


en un restaurante, nunca se enteró del arresto.

—No, Katya jamás habría hecho algo que pudiera llevarla a la cárcel
—le aseguró Wulf.

—Espero que no. Tenía doce años.

Ambos se rieron.

—A ninguna edad.

—Tal vez. Pero no sé, a veces creo que no conozco a mi hija tan bien
como creía haberlo hecho —dijo el señor Tocci con voz cuidadosa. Wulf lo
miró.

—Estoy seguro que sí, ustedes fueron cercanos mientras estaba


creciendo —dijo. El otro hombre asintió.
―Lo sé. Pero ahora no estoy a su lado. Tengo que admitir que cuando
Elena me dijo que tú y Katya estaban saliendo, fui feliz. Feliz al saber que
alguien a quien respetó y en quien confió estaba cuidando de mi niña.

Tomaba mucho para hacer que Wulf se sintiera mal. Acerca de


cualquier cosa. Pero el Sr, Tocci parecía tener una llave mágica directamente
al centro nervioso de Wulf. Se estremeció al escuchar las palabras del padre
de Katya. Se sentía culpable de haber arruinado todo, y para más gente que
solo él y Katya. Qué divertido, que cuando al principio había decidido
divertirse con la pequeña Katya Tocci, ni siquiera se le había ocurrido que
afectaría sus vidas en casa.

A veces, ser egoísta no es algo tan bueno.

—Lamento que las cosas no salieran bien —dijo Wulf finalmente—.


Cometí algunos errores.

—La gente lo hace. Pero si estás intentando reconquistarla, golpear a


la competencia no es el camino —insistió el señor Tocci.

—Eso no era lo que estaba haciendo —Wulf se rio entre dientes—.


Aunque quiero decir, que antes se me había ocurrido.

—Entonces, ¿por qué diablos fue la pelea?

—Digamos que “la competencia” tenía algunas cosas poco


halagadoras que decir sobre su “niñita”, y no pensé que estuviera bien —
explicó Wulf. Los ojos del señor Tocci se abrieron de par en par y luego
asintió lentamente.

—Bien entonces. Espero que hayas atinado más de un golpe.

Wulf se rio de nuevo.

—Le atiné un par.

Los dos se rieron un rato, luego se quedaron en silencio.

—Está bien, bien, no soy tu padre, no puedo mantenerte aquí. —el


señor Tocci suspiró y se puso en pie, llevando a Wulf hacia la puerta de la
sala de estar—. Solo sé que estoy de tu parte, hijo. Espero que tú y Katya
puedan arreglar las cosas.

Wulf se sintió confortado al oír eso, y asintió mientras seguía al


hombre mayor fuera del estudio.
—Gracias. Eso significa mucho —dijo con toda honestidad.

—Pero —continuó el señor Tocci—. Si haces llorar a mi hija de nuevo,


te juro por Dios, que te voy a golpear hasta dejarte inconsciente con uno de
mis libros de texto, y luego te atropellaré con mi auto.

—Jesús, está bien.

—Crees que estoy siendo gracioso, pero te olvidas que tengo amigos
que enseñan patología forense en Quantico. Sé cómo hacer que tu cadáver
no se distinga de un cerdo podrido.

Wulf no se rio esta vez. Miró al otro hombre, luego asintió.

—Comprensible. Si supiera que alguien la está haciendo llorar,


sentiría lo mismo.

—¿Lo harías?

Hubo un momento tenso mientras se miraban el uno al otro.

—Lo haría.

—Bien, me alegra saber que puedo contar contigo para cuidarla.


Ahora sal de aquí antes de que Elena se entere de la pelea y empiece a
buscarte. El infierno no tiene tanta furia como mi esposa cuando alguien se
porta mal. —El señor Tocci fingió un estremecimiento.

—Gracias. Y… gracias, por haberme sacado esa noche —agregó Wulf


en el último minuto. El señor Tocci sonrió, ajustando sus gafas en la parte
superior de su nariz.

—Cuando sea, hijo.


18
K
atya no volvió a ver a Wulf o a Liam. Cuando por fin se
controló y volvió a bajar a la fiesta, los dos hombres se habían
ido. Su madre parecía no haberse enterado de que había
sucedido algo y su padre estaba en silencio. Él le dio una mirada severa, pero
no dijo nada mientras tenían invitados.

No fue hasta que estuvo ayudando a su madre a limpiar que Vieve se


acercó a ayudar. También explicó que los chicos se habían ido. Ya habían
vuelto a San Francisco. Parecía sorprendida de que Katya no supiera nada al
respecto, y le informó que Wulf había dispuesto que Vieve y Brie la llevaran
de vuelta.

Katya se quedó un poco aturdida porque nadie le había dicho nada.


Claro, las cosas habían tomado un giro muy raro, pero había conducido hasta
allí con ellos. Básicamente había planeado todo el viaje. ¿Qué habría pasado
si Vieve no estuviera allí? Y no decirle nada, Wulf era un hombre silencioso,
pero esto era llevarlo un poco lejos. Y, ¿qué pasaba con Liam?

No fue hasta que volvió a subir que se dio cuenta que había dejado su
teléfono allí todo el día. Tenía docenas de llamadas y mensajes perdidos y
mensajes de voz de Liam, explicando que se sentía avergonzado por sus
acciones y no quería hacer que su familia estuviera más incómoda de lo que
ya estaba; que había sentido que lo mejor era irse, y al parecer, Wulf había
estado de acuerdo. Incluso había estado dispuesto a una tregua en su
pequeña pelea para que pudieran conducir a casa. Averiguó todo eso de
Liam, solo había un mensaje de Wulf.

Recuérdale a tu padre que le enviaré un cheque por su auto.

El viaje a San Francisco se sintió como una eternidad. Vieve poseía un


enorme Cadillac Escalade negro, que era un poco ridículo para una mujer
sola. Brie, a quien Katya no había visto ni una vez en el fin de semana, había
hecho su gran entrada cuando salían. Con gafas de sol que cubrían la mitad
de su rostro y una camiseta que combinaba con sus pantalones de yoga, se
metió en el asiento trasero, se estiró, se puso sus auriculares, y nunca dijo
nada.

Vieve hizo una pequeña charla, y Katya logró controlarse, pero en


realidad no le estaba prestando atención. Continuó pensando en el fin de
semana. Sus propias acciones, el estallido de Liam, la reacción de Wulf. Le
daba vergüenza, y no solo porque se había comportado como una tonta
delante de su familia, sino porque había estado haciendo algunas muy malas
elecciones. Tori le había dicho que hiciera lo que se sintiera bien, pero nada
de eso se sentía bien ya.

Oh, sí, claro, tan divertido llevarlos a casa. Divertidísimo. No se te


ocurrió que, al avergonzarlos delante de tus padres, ¿¡quizás podrías
potencialmente avergonzar a tus padres!? No eres mejor que ellos.

En el momento en que estaban conduciendo por la calle de Katya,


prácticamente había decidido renunciar a todo. Si los hombres querían
perseguirla, bien, pero no tenía necesidad de participar con ellos. No
necesitaba reaccionar a todo y provocarles. Liam estaba claramente al
borde, no se había dado cuenta de lo mucho que estaba siendo afectado por
todo. Por lo general era tan relajado y tranquilo. Si alguien iba a tener un
colapso, se imaginaba que sería Wulf. Él, después de todo, le había tirado un
puñado de pastel en la cara y lo untó por su cara la última vez que ella lo
había empujado demasiado lejos.

Cuando se detuvieron frente a su edificio, Vieve en realidad se bajó del


auto y dio la vuelta, ayudando a Katya a agarrar su pequeña bolsa de fin de
semana. Brie no dijo nada, todavía estaba recostada en el asiento trasero,
con sus pies sobresaliendo por la ventana. Katya se inclinó sobre los zapatos
de moda y saludó a la joven.

—Fue muy divertido, Brie —dijo, aunque no había hablado con ella ni
una vez el fin de semana. Brie no se había tomado la molestia de entrar en la
fiesta Tocci.

—Super divertido —dijo Brie, apartando un auricular.

—Debe haber sido divertido ver a Wulf otra vez —intentó Katya de
nuevo. No podía evitarlo, tenía el fuerte impulso de romper el exterior
espinoso de Brie.

—Diversión no es una palabra que usaría jamás para describir mi


tiempo con Wulf.
—Huh. Bueno, ¿te gusta Liam? Es genial, todo el mundo piensa que es
divertido —señaló Katya. Brie suspiró y volvió a ponerse su auricular.

—Salí con unos amigos, no llegué a casa hasta las cuatro de la mañana
—respondió antes de conectar de nuevo su música. Conversación acabada.
Katya frunció el ceño. En realidad, era la pérdida de Brie, porque a pesar de
que él era algo así como un idiota incompetente, Liam era realmente muy
divertido, sobre todo cuando alguien lo conocía por primera vez.

—Me divertí mucho —ofreció Vieve, dando un paso a su lado y


sonriendo con esa sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Llegué para ver qué
todo el mundo había desaparecido, Wulfy estaba haciendo pucheros en su
habitación y Liam estaba sentado en la mesa, mordisqueando una manzana,
viéndose tan triste. Así que hice comida y cenamos juntos. Es muy agradable.

Katya estaba un poco sorprendida. La tranquila, calmada y perfecta


Genevieve, sentándose a cenar con el ruidoso, lascivo y alocado Liam.
Probablemente había sido adorable.

—Bien estoy contenta. Bueno, fue sin duda un fin de semana


interesante, eso es seguro. Fue bueno ver a tu madre de nuevo. ¿Has
decidido si te quedarás en San Francisco? —preguntó.

—Sí —asintió Vieve—. Creo que lo haré. Tengo un par de perspectivas


de trabajo, y por supuesto Wulf me encontraría algún lugar en una de sus
empresas. Dado que estaré aquí por un tiempo, ¿tal vez podríamos almorzar
en algún momento?

A Katya le tomó por sorpresa la desesperación en la voz de Vieve.


Estaba justo bajo la superficie de sus palabras, apenas perceptible, pero ahí
de todos modos. De pronto Katya cayó en cuenta que la hermana de Wulf en
realidad no tenía ningún amigo.

—Me gustaría eso. Vuelvo a trabajar esta semana, pero en algún


momento llámame y nos vemos. Llevaré a mi compañera de piso Tori, la
amarás —dijo Katya.

—Espera, espera, espera —dijo una voz detrás de ella. Miró a su


alrededor para encontrar a Gaten Shepherd acercándose a ellas—. No digas
mentiras sobre Tori. Amar es una palabra fuerte.

Vieve pareció sorprendida, pero su sonrisa estaba puesta con cuidado


sobre su cara. Katya se rio y levantó su mano.
—Vieve, este es Gaten, vive en el edificio de al lado. Gate, ella es
Genevieve Stone, su hermano es el dueño de la empresa que gestiona los
edificios —los presentó Katya. Gate sonrió y extendió su mano, agitando con
entusiasmo la mano de Vieve.

—Es agradable conocerte. ¿Te mudarás aquí? —preguntó él. Ella


parecía nerviosa e intentó retirar su mano.

—Oh no. No, vivo… en otro lugar —tartamudeó.

—Vieve y yo solíamos ser vecinas. —Katya se hizo cargo de la


conversación—. Crecimos juntas. Acaba de mudarse a San Francisco ahora.

—¡Genial! Te encantará aquí. Un placer conocerte. Katya, siempre es


bueno verte. Tenemos que cenar de nuevo pronto —dijo, abrazándola. Ella
se rio y le dio una palmada en la espalda.

—Pronto —estuvo de acuerdo.

—También fue un placer conocerte —dijo Vieve, tendiendo su mano


otra vez. Gate desestimó su mano.

—Vamos, sabes que también quieres un abrazo —bromeó,


acercándose y también abrazándola.

Katya casi se echó a reír mientras toda la cara de Vieve se ponía roja.
Tenía la piel tan clarita, que un rubor era imposible de ocultar. No era
agradable reírse, pero Katya no podía evitarlo. Se alegró de que no fuera la
única que tenía problemas en ocultarlo cuando se sentía incómoda o
avergonzada.

Finalmente, él se retiró y se alejó, diciendo adiós a las dos mujeres.


Cuando corrió por la calle hasta su auto, Vieve finalmente se aclaró la
garganta.

—¿Es tu nuevo novio? —preguntó con indiferencia. Katya se rio de


nuevo.

—No. No, creo que tener un novio es una idea peligrosa. Gate solo es
un amigo, vigilo su casa por cuando está fuera de la ciudad, él ha arreglado
algunas cosas de mi apartamento. Un chico super agradable. Demasiado
agradable, desde que vivo aquí, ha tenido novia tras novia quienes le
trataban como basura. Esta es la primera vez desde que lo he conocido que
está soltero —explicó.
—Oh, qué mal. Espero que encuentre una buena chica —suspiró
Vieve, sin dejar de mirar al hombre.

Hmmm, lástima que sea tan mala con las relaciones, o consideraría en
serio hacer de Cupido para estos dos.

Pero Katya no quería arruinar la vida de alguien más. Ella había hecho
un trabajo lo suficientemente bueno jodiendo la suya. Así que le dijo adiós
de nuevo a Vieve, prometiendo llamarla en algún momento, entonces dio un
paso atrás y les dijo adiós mientras el enorme auto se apartaba de la acera.

Después que las hermanas Stone desaparecieran alrededor de la


esquina, Katya suspiró y se volvió hacia su edificio. Se quedó mirando por un
momento, preparándose para todas las preguntas que Tori tendría, después
dio un paso hacia la puerta.

—Katya.

Se congeló y miró por encima de su hombro. Liam estaba cruzando la


esquina del edificio, ofreciéndole una sonrisa sombría. Se detuvo a unos
centímetros de distancia, con sus manos metidas en los bolsillos de su
pantalón. Se veía molesto, nervioso y como si estuviera a punto de vomitar
en cualquier momento. Ella respiró hondo y dejó la bolsa en el suelo, en la
acera.

—Katya, lo sien…

Ella lo interrumpió inclinándose y envolviendo sus brazos alrededor


de su torso. Dejó escapar un suspiro mientras lo abrazaba con fuerza,
presionando su cara contra su pecho.

—Yo también —susurró, intentando no llorar. Él se sorprendió por un


momento, luego sus brazos fueron alrededor de sus hombros.

—No tienes nada que lamentar —dijo en voz baja—. Enloquecí por
completo. Yo… no quise decir nada de eso. Estaba tan enfadado y… estúpido.
Soy un estúpido, estúpido.

—No —negó. Durante su regreso a casa, había pensado mucho acerca


de las cosas que le había dicho—. Tenías razón, no soy ningún ángel
perfecto. Lo que hiciste fue horrible, y sigues siendo una persona horrible, y
si alguna vez me hablas así de nuevo, te daré un puñetazo en la garganta —
comenzó a amenazarle. Él se rio entre dientes.
—Tendrías que saltar para llegar.

—Pero supongo que, en cierto, también olvidé tus sentimientos.


Sabía… cuando todo estaba sucediendo, que me sentía mal por la forma en
que te traté. Y entonces estaba tan enfadada contigo, me convencí de que no
importaba si yo había hecho algo malo. Pero eso no es correcto, no soy ese
tipo de persona. Y lo siento mucho —terminó.

—No tanto como yo.

—Bien.

Él soltó una carcajada, luego sintió sus labios sobre la parte superior
de su cabeza.

—No merezco a alguien como ti en mi vida —susurró. Ella asintió y


sintió una lágrima caer por su mejilla.

—Probablemente no. Lástima que es imposible deshacerse de ti —


susurró ella. Él se rio de nuevo, y luego le frotó la espalda.

—En serio podrías haber trabajado este momento, Pastel de ángel.


Estaba, literalmente, listo para ponerme de rodillas —le dijo. Ella resopló y
se apartó.

—¿Quién dice que haya acabado? El día aún es joven.

Él sonrió, y luego extendió su mano y limpió su cara.

—Eres una buena persona, Katya Tocci.

Ella sollozó.

—Eres una buena persona a veces, Liam Edenhoofernanny.

Se echó a reír, y eso rompió el momento de tensión entre ellos.

—Me doy por vencido. Cambiaré legalmente mi apellido a Eden, solo


para que puedas pronunciarlo —dijo. Ella asintió y recogió su bolsa.

—Bueno, va a hacerme la vida más fácil.

—¿En serio estamos bien? —comprobó él. Ella negó.

—No. Pero, qué tal si prometo tratarte mejor y tú te comprometes a


ser mejor —ofreció. El asintió.
—Puedo hacer eso. Eso es todo lo que quiero; ser un mejor hombre
para ti.

—¿Por qué? —preguntó, y eso pareció sorprenderle—. Es decir, hay


un montón de mujeres por ahí, Liam. Mujeres que, literalmente, se lanzan a
ti. Lo que tú y yo teníamos era especial, pero… ¿en serio vale la pena todo
esto?

Se acercó otra vez.

—Sí. Vales tanto la pena, Katya. Yo nunca… sabes, antes, de que te


empezase a gustar Wulf. Desde el principio. Y eso fue mi culpa, todo era un
juego para mí, así que en realidad nunca luché por ti. No hasta que fue
demasiado tarde y estábamos demasiado metidos en la mentira y tenía
mucho miedo de perderte. Pero incluso antes de que todo terminara, solo
eras tú, Pastel de ángel. La única chica con la que he querido pasar cada
momento —le dijo—. La única chica para mí.

Vaya. Ella nunca lo había oído hablar de esa manera antes, no con
tantas palabras, por lo menos. Todavía era difícil de imaginar lo profundos
que eran sus sentimientos por ella. En realidad, no había estado prestando
atención. ¿Solo ella? ¿La única chica?

—Liam. —Negó con la cabeza—. Eso es muy dulce, pero lo siento,


simplemente me resulta difícil de creer. ¿La única chica para ti? Una vez me
dijiste que sentías como que, si no tenías orgasmos dos veces al día, ibas a
explotar. Y tú y yo ciertamente no estábamos teniendo relaciones sexuales
dos veces al día.

—Está bien, bueno, no, no lo estábamos —comenzó a tropezar con sus


palabras.

—Eso es parte de por qué siempre pensé que éramos casuales —


continuó—. Yo estaba saliendo con Wulf, y asumí que todavía estabas viendo
a otras mujeres.

—Bueno, quiero decir, por supuesto que lo estaba haciendo —


aceptó—. Jesús, has dormido conmigo, no podría dejar simplemente que
todas esas mujeres tuvieran abstinencia.

Katya se echó a reír.

—¿Ves? Y eso siempre estaba en mi mente. Incluso si estaba contigo y


saliendo con alguien más, sabía que, si alguna vez se volvía algo serio con
Wulf, algo tendría que dejar. A pesar de todo lo que he hecho, todavía soy
una chica chapada a la antigua que prefiere una relación solo de un chico y
una chica —le dijo.

Era en cierto modo revelador darse cuenta que nunca habían hablado
tan honesta y abiertamente sobre su relación. Siempre había estado
obsesionada con Wulf, y Liam siempre se había quedado al margen,
esperando su tiempo, jugando su juego. Debería haberse sentido incómodo,
pero no lo hizo. Ella se sentía… aliviada.

—Puedo ser de esa manera para ti —dijo rápidamente. Ella sonrió


tristemente.

—No creo que lo crea, Liam.

—No. No, puedo, y tengo… cuando digo que lo eres, lo digo en serio.
No tienes que hacer promesas, y si no correspondes mis sentimientos para
nada, bien. Puedo soportar eso. Pero si lo único que te retiene para estar
conmigo es que me acueste con otras chicas, entonces no tienes nada de qué
preocuparte —le aseguró, hablando rápido.

—¿Entonces estás diciendo que no te has acostado con nadie desde


que lo hiciste conmigo? —Ella arqueó una ceja. Él tragó saliva con fuerza.

—Bueno, eh… —Miró alrededor de la acera, como si la respuesta


estuviera escrita en el concreto.

—Si vas a empezar esta nueva faceta tuya con mentiras, entonces esto
es inútil —dijo. Él asintió.

—Bueno. Me acosté con otras mujeres cuando tú y yo lo estábamos


haciendo —Fue honesto. Ella asintió.

—¿Ves? Entiendo que piensas que te sientes de cierta manera, pero


simplemente no puedes decir cosas como “eres la única” —le dijo—. Dices
cosas, y las creo, y luego te descubro en una mentira, y es lo mismo que
hemos estado haciendo, una y otra vez.

—No estoy mintiendo. Desde esa cita que tuvimos, justo antes de que
todo se saliera de control. —Tomó una respiración muy, muy profunda—.
Sabía lo que eras para mí. Y lo has sido desde entonces.

Katya lo observó cuidadosamente por un momento. Le había mentido


tan convincentemente durante tanto tiempo, que la confianza era, en el
mejor de los casos, tentativa entre ellos. La estaba mirando, con los ojos muy
abiertos y suplicantes. Sus labios apretados en una línea dura. Él le estaba
suplicando, rogándole, a través de su mirada.

—Está bien —dijo suavemente—. Estoy confiando en ti, pero te lo


advierto, es algo grande lo que me estás diciendo. Algo sobre lo que ni
siquiera tienes que mentir, Liam. No te odiaré, no me enojaré contigo. Pero
sentiré ambas cosas si descubro que me mentiste otra vez.

—No lo harás —dijo rápidamente—. Lo digo en serio, Pastel de ángel.


Quiero… Soy el hombre para ti, lo sé.

—Y no te adelantes. —Ella levantó su mano—. Todavía estoy


confundida, enojada y herida. Puedes pensar que eres el único para mí, eso
no quiere decir que yo lo haga.

—Aún —la corrigió, finalmente sonriendo. Ella no pudo evitarlo, se


echó a reír. Era imposible resistirse a él cuando estaba en uno de sus estados
de tonterías.

—Tal vez —estuvo de acuerdo—. Posiblemente. Dios, ¿qué mierda


estoy diciendo? ¡Y todavía no voy a tener sexo contigo!

—Aún —dijo de nuevo. Ella resopló y le dio un puñetazo en el pecho.

—He tenido suficiente de conversaciones significativas hoy, voy a


tomar un baño y una siesta —le dijo, dirigiéndose hacia la puerta de su
edificio. Se detuvo por un momento, luego se volvió hacia él—. No he
hablado contigo hoy en lo absoluto, ¿has estado simplemente acechando
aquí toda la mañana, esperando a que apareciera?

—Uh… no —dijo, frotándose la nuca—. Conseguí un contacto interno,


se podría decir.

—Tori —ella gimió.

—Sí. Le pregunté si sabía cuándo volverías.

—¿Has mencionado por qué viniste a casa antes que yo?

—No. Valoro mis pelotas, muchas gracias.

—Será mejor que te aferres a ellas —le advirtió mientras abría la


puerta—. Ella va a averiguar lo que pasó, y no estará feliz.
—Me prepararé. ¿Puedo llamarte mañana? —preguntó, parándose a
su lado. Ella se encogió de hombros.

—Claro, por qué no, quién sabe lo que está pasando, de todos modos.

—Y oye, si cambias de opinión acerca de esa cosa de sin sexo, estaré


en la puerta del lado todo el día.

—Está bien. Ve, contén la respiración y espérame.

Antes de que pudiera deslizarse pasando la puerta, él agarró su brazo


y tiró de ella. Soltó un chillido, luego jadeó cuando la besó con fuerza. Antes
de que pudiera concientizar a su cerebro de lo que estaba sucediendo, la
dejó ir, le sonrió, y luego caminó a zancadas hacia su propio edificio.

Su cabeza seguía girando cuando se apresuró dentro del edificio, por


lo que le tomó un segundo darse cuenta que había entrado en otro escenario
incómodo.

Necesito empezar a hacer algunas amigas, Jesús. Todos estos hombres,


no es de extrañar que siempre me esté metiendo en problemas. Tal vez debería
ir a vivir con Vieve y Brie.

Wulf estaba de pie en el vestíbulo, con los brazos cruzados frente a su


pecho. Estaba de nuevo con uno de sus trajes, obviamente en su camino
hacia o desde el trabajo. Estaba luciendo muy severo y asintiendo mientras
una mujer le hablaba. Hablaba con él, le sonreía y lo tocaba. En su brazo, su
pecho, su hombro.

Mientras trataba de tragarse cualquier tipo de sentimientos celosos


que pudiera tener, Katya miró a la otra chica. Vivía en el segundo piso, tenía
el cabello rubio largo, ojos azules bonitos, y grandes tetas. También conducía
un auto que lucía costoso y usaba solamente ropa de diseñador. Eso era todo
lo que Katya sabía de ella.

…Eso, y ahora sé que al parecer se siente atraída por hombres ricos y


que lucen guapos. Puta.

Respiró hondo y sacudió la cabeza. Ella era la que jugaba juegos


tontos, era la que había dicho no-sexo, y era la que continuaba dejando claro
que no tenía intención de volver a estar con él. Así que tenía absolutamente
cero derecho a ponerse celosa. Menos que cero. Por la manera en que había
estado actuando, debería estar felicitándolo.
Síííííp, me pondré en eso de inmediato.

Intentó pasar pegada al lado izquierdo del vestíbulo, esperando pasar


inadvertida. Pero, por supuesto, la vida no era tan amable con ella. Él la vio
antes de que pudiera escabullirse detrás de él y se volvió en su dirección.

—Tocci —dejó salir—. Nunca contestaste mi mensaje.

—Uh… —respondió ella fluidamente.

—Vieve me envió un mensaje desde la carretera… he estado


esperando aquí durante quince minutos —le informó, como si hubieran
tenido planes de reunirse o algo así. Ella lo miró, sin saber cómo responder,
cuando su nueva amiga se unió a la conversación.

—¡Oh, tú eres la pastelera! ¡Vives arriba! —gritó la mujer. Katya miró


entre ellos y Wulf lentamente sonrió.

—Sí, lo soy. Katya Tocci —dijo, caminando para unirse a la pareja.

—Lana Tisdale —se presentó la rubia—. ¡Así que mucho gusto!


¿Conoces a nuestro intrépido líder aquí? El señor Stone administra el
edificio.

Katya lo miró de nuevo. Su sonrisa se había vuelto mucho más grande.

—Sí, estamos familiarizados. ¿Cómo está, señor Stone? —preguntó.

—Sorprendentemente bien. Como te dije, estaba esperando a que


llegaras a casa cuando la señorita Tisdale se presentó, tenía atascada la llave
en su buzón —le dijo.

—Y puedes creerlo, él consiguió desatascarla. Tiene unos dedos


mágicos. —Lana Tisdale rio—. Así que voy a llevarlo a almorzar para
agradecerle.

—Me imaginé que habías ido a almorzar con Vieve —explicó Wulf.
Katya soltó un suspiro dramático.

—Estoy feliz por los dos. Si me disculpan ahora, tengo una ducha que
me está llamando. Pasen un buen rato —dijo, caminando alrededor de ellos
mientras hablaba y luego dirigiéndose hacia el ascensor.

—Tocci.
Hizo una mueca cuando las puertas se abrieron y luego miró por
encima de su hombro a Wulf.

—No puedes evitarme para siempre —dijo, todavía con su sonrisa


muy amplia.

En el ascensor que subía hasta su piso, apretó los dientes. Estúpida


rubia. Estúpido Wulf. Estúpido almuerzo. ¿Llave atascada? Ridículo. Y la
despedida con “no puedes evitarme”, ¡ella no lo estaba evitando! ¡Él fue el
que huyó al amanecer!

No sabía cuánto más podía manejar. Primero su avance con Liam, y


luego su discusión con Wulf. Mientras entraba en su apartamento, volvió a
pensar en lo que había descubierto durante el fin de semana, su pequeño
plan de tortura no estaba funcionando tan bien. No se estaba vengando de
nadie, y simplemente estaba haciendo, y al parecer de Liam, miserables en el
proceso. Wulf, sin embargo, estaba recuperándose mejor de lo que hubiera
pensado. Estúpida cita de almuerzo con una rubia, magnífica, ridícula,
horri… Katya jadeó y dejó caer su bolsa, deteniéndose en medio de su cocina.
Al menos, en lo que solía ser su cocina.

Atrás quedaron las encimeras rayadas y armarios viejos. El fregadero


feo y el refrigerador antiguo. Su mesa de tienda de segunda mano. Incluso el
piso de azulejo verde claro no estaba en ninguna. Todo eso, simplemente
desaparecido.

En algún momento desde que se había ido el viernes por la mañana,


toda su cocina había sido destruida y reemplazada. Estaba mirando
fijamente a pisos de madera laminada y encimeras de granito, con una isla a
juego ubicada en el centro de todo, complementada con cuatro taburetes de
bar frente a ella.

Ella se apresuró alrededor de eso y se detuvo frente a una estufa de


propano de última generación. Cinco quemadores y un enorme horno, con
un segundo horno incorporado en los gabinetes de al lado. Todo era de acero
inoxidable y para estrenar, completo con las etiquetas y la película
protectora todavía en ellas.

¿Cómo había sucedido esto? ¡Solo había estado fuera tres días! Se
asomó al nuevo fregadero, uno grande, estilo granja, con un acabado de
satén. Lo suficientemente profundo para sus enormes ollas de cocina, con un
grifo de cuello largo que era perfecto para llenar esas ollas.
Estaba girando en un círculo, asimilando todo, todavía conmocionada.
Había pedido un horno nuevo, no una cocina completamente nueva. Esto era
increíble. ¿Cómo se había hecho tan rápido? ¿Era esto un acto de Liam, más
disculpas por su comportamiento?

Cuando se giró de nuevo hacia la estufa, vio algo que se había perdido
durante su primer recorrido. Una tarjeta doblada estaba apoyada en la parte
posterior del aparato, descansando contra una chapa para salpicaduras. Ella
la arrancó del mostrador, notando que ahora había una iluminación
empotrada en el fondo de sus armarios, y abrió la tarjeta.

Puedes decir gracias en la forma de algo corto y de encaje. Espero cenar


a las seis en punto sin demora.

W.

Rojo. Mucho rojo, nublando su visión. Una bomba nuclear de ira se


disparó en la parte posterior de su cráneo, y la nota se arrugó en su puño.
Primero tuvo que presenciarlo coqueteando con una chica al azar, luego
restregando toda lo de la cita de almuerzo en su cara, y ahora descubre que
él estaba intentando comprar su perdón y/o cumplimiento sexual a través
de una nueva cocina. ¿Qué, él iba a tirarse a una chica rubia durante el
almuerzo, y luego tener a Katya para ser su segunda opción?

NO soy un segundo plato.

Ella estaba saliendo apresurada del ascensor hasta el vestíbulo antes


de darse cuenta que se estaba moviendo. Sacó su teléfono y le envió un
mensaje a Liam, con la esperanza de que contestara enseguida. Pero para
cuando llegó a su apartamento, todavía no había contestado. Ella gimió y
golpeó una vez en su puerta, luego irrumpió a través de ella. Él estaba en la
cocina, escondido detrás de la puerta abierta de su refrigerador.

—¡Necesitamos hablar! —murmuró, dejando que la puerta se cerrara


tras ella.

—¿Eh? —preguntó, con voz apagada.

—Creo que deberíamos tener sexo, ahora mismo —dijo, paseando de


aquí para allá por el sofá. Finalmente se quedó de pie, cerrando la nevera.

—Disculpa, ¿qué?
Sonaba tan desconcertado, su voz era diferente. Ella lo miró, notando
que solo llevaba una toalla envuelta alrededor de su cintura, luego siguió
caminando.

—Sexo. Sé que dije no sexo, pero qué diablos, ha sido un largo tiempo,
y estoy realmente enojada, y todo está jodido de todos modos —gruñó,
golpeando su puño contra su palma. Hubo una pausa mientras se acercaba a
las ventanas delanteras, luego oyó pasos detrás de ella.

—Quieres tener sexo conmigo, ahora mismo —comprobó. Ella lo miró


por encima del hombro, luego volvió a la vista.

—Sí. Te duchaste muy rápido… solo han pasado cinco o diez minutos
—comentó, mirando hacia la calle. Un Mercedes blanco estaba estacionado
en la acera frente a su edificio. Ella lo miró furiosamente.

—¿Qué puedo decir? Soy rápido. ¿Entonces vamos a hacer esto, o qué?

Todavía sonaba extraño, así que se volvió hacia él. Ella frunció el ceño
mientras lo miraba. Estaba de pie al otro extremo del largo sofá, sonriendo
hacia ella. Había algo raro, pero no podía descifrar que era.

—No —suspiró—. Solo estoy… Tengo los nervios alterados. ¿Sabías


que iba a hacer eso?

—¿Quién?

—¿Wulf?

—¿Qué lobo?

—Eh, ese imbécil que odias, ese Wulf —se repitió. Él pensó por un
segundo, luego sus ojos se abrieron.

—Ooohhh, sí. Sí, ese Wulf. Bueno. Sí. Imbécil. No, ¡no! ¿Qué hizo
ahora? —exclamó. Ella sacudió su cabeza.

—¿Qué sucede contigo? ¿Has estado bebiendo? —Se encogió de


hombros.

—Tal vez un poco.

—Jesús, Liam, son las diez de la mañana.


—Oye, son las seis en Londres —replicó sonriéndole—. Así que sobre
el sexo. Quizás debamos intentarlo, por los viejos tiempos, y puedes
decirme…

Antes de que pudiera terminar, sin embargo, fue cortado por el sonido
de la apertura de la puerta principal. Había un sonido crujiente como bolsas
de supermercado pateadas por la puerta.

—Lo siento, decidí parar en la tienda de la esquina. Ese idiota siempre


me engaña con el cambio, tuve que luchar para recuperar mis cinco dólares.

Liam entró a toda prisa en el apartamento, recogiendo bolsas con los


pies, con los brazos llenos de otras bolsas.

La mandíbula de Katya se abrió y lo miró por un segundo. Luego miró


al Liam que estaba de pie frente a ella. Luego volvió al otro Liam. Su cerebro
tuvo un cortocircuitó.

¿Por qué cuando alguien te dice que tiene un gemelo, y sabes que es un
gemelo idéntico, sin embargo, sigue siendo sorprendente cuando lo conoces?

—Eres Landon —dijo, señalando al hombre de la toalla. Liam


finalmente levantó la vista de sus compras.

—Oye, no sabía que estabas aquí —dijo.

—Yo… Yo… —tartamudeó, sus ojos todavía saltando de un lado a otro


entre ellos.

—Ella estaba ofreciendo generosamente tener sexo conmigo —dijo


Landon—. Pero le dije que no podía, ya que acababa de tomar una ducha.

Ambos rieron.

No podía dejar de mirar fijamente. Sabía que estaba siendo grosera,


pero era increíble. Dos Liam, de pie delante de ella.

Aunque cuanto más lo miraba, más podía ver las diferencias. Landon
tenía un tono diferente de bronceado, súper oscuro, la marca de alguien que
había pasado mucho tiempo bajo el sol. También estaba más curtido,
haciéndolo parecer un poco más mayor. Su cabello era más largo y seco por
el sol, y estaba siendo retenido por un cintillo en la cabeza, se dio cuenta por
primera vez. Y donde Liam tenía una sonrisa boba y torpe siempre lista y un
buen carácter que se sentía por su actitud, nada de eso estaba presente en
Landon. Su sonrisa era más astuta, y su tono de voz era como alguien que se
reía DE ella, no con ella.

Pero aparte de eso, parecían ser copias al carbón. La misma altura, el


mismo color de ojos, la misma estructura ósea, el mismo cuerpo. Katya
estaba muy familiarizada con el torso desnudo de Liam, por lo que fue
sorprendente darse cuenta que también estaba familiarizada con Landon.
Tuvo que forzar los ojos para no sumergirse en su toalla.

—Lo siento, ¿qué? —Liam se rascó la cabeza.

—Yo… pensé que él era tú —tartamudeó Katya—. No sabía que estaba


aquí.

—Oh, Dios —gruñó Liam—. Lo siento, Katya. ¿Qué le dijiste, Landon?

Su hermano se encogió de hombros.

—Probablemente las mismas cosas que dirías si una hermosa chica se


presenta de repente y exigiera tener sexo. Katya, fue un placer. Espero que la
próxima vez que nos encontremos, esté usando más ropa, o estés usando
menos —dijo Landon antes de asentir. Luego regresó al cuarto de baño y
cerró la puerta tras él. Liam se apresuró a su lado.

—Lo siento, cuando llegué a casa anoche, me llamó desde la estación


de autobuses. Voló a Los Ángeles desde Ciudad de México, luego tomó un
autobús. Te lo habría advertido, pero tú y yo tuvimos nuestra propia mierda
para tratar, y no creí que fueras a venir —le dijo. Ella levantó la mano.

—Está bien. Irrumpí, solo estaba bromeando conmigo. Dijiste


idénticos, pero es muy… —buscó la palabra. Liam sonrió.

—¿Abrumador?

—Sí. Eso es demasiada masculinidad, para una habitación —le dijo, y


él se rio de ella.

—Gracias, lo tomaré como un cumplido. Recibimos mucha atención si


salimos juntos.

—Estoy segura. ¿Cuánto tiempo se queda?

—Está intentando evitar su casa ahora mismo —dijo Liam, frotándose


la nuca—. Creo que va a estar alrededor de una semana, tal vez dos.

—Eso es bueno.
Katya de repente se sintió incómoda. No había privacidad en el
apartamento de Liam, no podían escapar de Landon, y no quería discutir sus
problemas delante de él.

Afortunadamente, Liam pareció percibir todo eso, y una enorme


sonrisa se extendió por su rostro.

—Oye, tengo una gran idea. Ven conmigo.

Dejó todos los víveres en el suelo, a excepción de un paquete de seis


cervezas. Mientras lo recogía del suelo, le gritó a su hermano que regresaría
más tarde. Luego agarró la mano de Katya y la llevó de regreso a su edificio.
Subieron todos los pisos en el ascensor. A la azotea.

No había vuelto hasta ahí desde su pelea. No había sido capaz de


regresar ahí, muchos recuerdos y no confiaba en ellos. ¿Cuáles eran reales, y
cuáles eran calculados y falsos? Ella frunció el ceño mientras la arrastraba
por el tejado y la sentaba en el sofá.

—¿Está bien? —preguntó, mirándola mientras sacaba la tapa de una


de las botellas.

—Um… Supongo que tenía que suceder en algún momento —


respondió, echando un vistazo alrededor.

—No quieres estar en mi casa mientras Landon esté ahí. Él es…


especial. Cuesta acostumbrarse —le dijo.

—Parece que sí. ¿Es médico?

—Sí, pero también un enorme idiota.

—Ah.

—Y no quiero ir a tu apartamento hasta que me invites, así que pensé


que esto era un buen punto medio —explicó. Ella finalmente le sonrió.

—Gracias, Liam. Por ser comprensivo.

—Esto es bueno, ¿verdad? —preguntó, entregándole una cerveza y


luego bajando para agarrar una—. Creo que vamos a estar… mejor —habló
tímidamente, sin el descaro que había estado mostrando durante el fin de
semana pasado. El arrogante, demasiado confiado, competitivo Liam
realmente parecía haber tomado un descanso. Estaba contenta, no le
gustaba esa versión de él le gustaba que fuera natural.
—Sí. Sí, creo que tal vez —aceptó con una risa—. Tal vez deberías
haberme llamado una perra que te usó mucho antes.

—No quise decir eso —gruñó, tomando un largo trago de su botella.

—No, lo hiciste. Y tenías un poco de razón. Te estaba usando a veces.


Puedo recordar pensarlo y sentirme mal por ello, pero nunca hice nada al
respecto. Muy perra.

—Bueno, si lo estás diciendo….

—Pero también me usaste, por no mencionar que me mintieron a la


cara, me manipularon, me vulneraron… ¿Debo continuar? —Sacudió la
cabeza.

—No. Creo que lo tengo —le aseguró.

Katya asintió y bebió su propia cerveza mientras miraba por el barrio.


Siempre había disfrutado de sus pequeños paseos en la azotea. Liam no
permitía que otras personas subieran ahí, ella era la única con una llave, así
que el espacio realmente se sentía especial. Un lugar en el que solo había
estado con ella; un lugar que nunca había compartido con nadie más que él.

—Entonces, ¿voy a tener que verte salir con Wulf delante mío? —dejó
Liam escapar repentinamente. Ella resopló, casi ahogándose con su bebida.

—No lo creo —dijo—. Pensé… No sé, pensé que sería divertido


hacerlos sentir como una mierda. Algo así como volverlos uno contra el otro.
Pero solo acabe sintiéndome una mierda.

—Yo también.

—Tres con Wulf, probablemente.

—Dudo que tenga cualquier sentimiento humano —señaló Liam.


Katya frunció el ceño.

—Te sorprenderías.

—¿Puedo proponer un trato? —sugirió Liam. Ella le devolvió la


mirada.

—¿Qué tipo de trato?


—Qué tal si, digo que lo siento, por todo. Prometo decirte la verdad de
aquí en adelante. Y hago mi mejor esfuerzo por demostrarte que me
preocupo por ti, tanto como él lo hizo alguna vez. —Ella respiró hondo.

—Bueno.

—Y a cambio, empezamos de nuevo.

Lo miró por un largo momento, sus labios apretados en una línea


dura. Es una difícil decisión. Parte de ella gritaba; sí, por favor, Dios, termina
con toda esta mierda, otra parte de ella susurraba no, lo que hizo fue
inolvidable, ¿cómo puedes confiar en él? Y no estaba segura de qué voz
escuchar, qué camino tomar.

Pero la estaba mirando fijamente, buscando más allá de sus ojos y


directamente hacia su alma. Suplicando por ella de nuevo. Y Dios, cómo lo
había extrañado. Cómo lo había necesitado, las últimas semanas. Ella
parpadeó las lágrimas y asintió lentamente.

—De acuerdo—susurró, luego se aclaró la garganta—. Está bien, lo


prometes y lo intentas, y acepto tus disculpas, y empezamos de nuevo.

Él sonrió. Parecía tan pequeño y estaba triste, pero era auténtico.


Luego se incorporó y tendió la mano.

—Hola, soy Liam Edenhoff —se presentó. Ella sonrió y se secó los ojos
antes de estrecharle la mano.

—Hola señor Edenhofferhana, soy Katya Tocci. —Rio. Él rio entre


dientes y le apretó la mano entre las suyas.

—Podemos trabajar en el nombre —le dijo—. Soy un ex surfista de


treinta y dos años que generalmente disfruta haciendo lo menos posible
mientras come tantos tacos como sea posible. Tengo dos edificios en el
centro de San Francisco, y tengo un club de sexo exitoso.

—Club de sexo, eh. Suena loco. Demasiado salvaje para una simple
pastelera como yo —dijo.

—Apuesto a que te sorprenderías. Tendrás que venir a verlo en algún


momento.

—Quizás lo haré, Liam.


—O. —Tomó una respiración profunda—. Podrías salir conmigo en
una cita.

Ella perdió su sonrisa.

—No lo sé. No creo que esté en el mercado de las citas ahora mismo
—dijo lentamente. El asintió.

—De acuerdo, puedo respetar eso, pero si alguna vez decides volver a
intentarlo, espero que pienses en mí. Creo que podría hacerte pasar de un
muy buen momento —dijo, mirándola de nuevo.

—Estoy segura que puedes, Liam. De hecho, estoy realmente segura


que puedes.
19
P
asaron el resto del día y la mitad de la noche en el tejado, solo
dejándolo para agarrar una jarra de margaritas del
apartamento de Katya. Él llamó a su club, diciéndole a Tori que
estaba a cargo del bar inferior por la noche.

Aunque parte de ella todavía se sentía como una traidora a sí misma y


para el sexo femenino en general, estaba feliz de que habían pasado más allá
de su traición. Se sentía bien reírse con él otra vez. En el corto tiempo que se
conocían, en realidad habían forjado un vínculo. Y se sentía mejor ahora, no
había secretos entre ambos. Ningún lobo al acecho en las sombras…
literalmente. Podían hablar abiertamente y libremente, sobre cualquier cosa
y todo.

Háblame de Landon.

Había esperado un rato para preguntarle, había una tensión entre los
hermanos que no era necesariamente obvia, pero aun así podía sentirla. Se
había sorprendido al saber que su gemelo se quedaría con él, y se preguntó
cómo Liam estaba manejando la vida con un compañero de cuarto.

Aprendió que Landon era técnicamente el mayor de los dos, y él


parecía tomar ese título muy literalmente. Siempre había sido serio, todo un
contraste con la personalidad relajada de Liam, especialmente dado que
eran gemelos. Landon se había lanzado a la escuela, en la universidad y en su
trabajo. Se casó, luego se divorció. Luego había sorprendido a todos
uniéndose a un grupo de ayuda y viajando a Sudamérica.

Había mucha amargura en toda esa información. Liam se sentía como


el segundo mejor gemelo. El fracasado, el segundón. Allí estaba Landon,
destacando en todo lo que se proponía: viajar por el mundo, ayudar a la
gente, salvar vidas. Y estaba Liam, luchando en la escuela, heredando su
vida, necesitando a Wulf para ayudarlo a conseguir el club.

Aún peor era el hecho de que Liam sintiera que todo el mundo
idolatraba una farsa. Landon puede haber sido un médico, seguro, y puede
haber parecido que había desinteresadamente dedicado su vida a un grupo
de ayuda, está bien. Pero eso no se traducía a que él fuera un buen tipo. Liam
estaba al tanto del lado oscuro de Landon, algo que el otro gemelo mantenía
oculto al resto de su familia.

Un ligón serial con más mujeres en su haber que incluso Liam,


también tenía un problema con las drogas que se remontaba a la secundaria.
Además de eso, no era una persona muy agradable: su vergüenza por su
adicción y su posición elevada como médico lo había convertido en una
persona desagradable, snob, vengativa. Mataba a Liam ver a su familia
adorar a este hombre que les había mentido, robado, y escondido.

Pero dejaba que Landon se quedara con él porque, a pesar de que


tenían sus diferencias, dijo, que todavía era su gemelo. Era difícil mirar lo
que era esencialmente un espejo y decir “no”; además, Liam sabía que, si lo
hacía, volvería para atormentarlo. Landon iría a casa y reclamaría que su
hermano no le permitía visitarlo, o algo así. Liam no quería lidiar con una
docena de llamadas telefónicas de su familia que solo resultaría en él
cediendo y dejando que Landon se quedara, de todos modos.

—No confíes en él —había advertido Liam—. Y no lo escuches. Él o te


tratará como si fueras estúpida, así le dejarás salirse con la suya con cualquier
cosa, o él te mentirá, tratará de hacer que hagas algo.

—Jesús, ser un maldito mentiroso de mierda parece correr en tu familia.

—Ten cuidado, Pastel de ángel. Llamamos a una tregua, recuerda.

Alrededor de las dos de la mañana, Katya tuvo que renunciar. Se había


levantado temprano para irse de Carmel, y el día había tomado una gran
cuota emocional en ella. Tratar con Liam y llegar a un entendimiento con él,
a continuación, conocer a su gemelo y tratar con todos esos problemas. Y,
por supuesto, como siempre, corriendo por el fondo de su mente estaba
Wulf.

No solo no le había preparado la cena, sino que no se había molestado


en contestar el teléfono cuando había llamado. Sin duda él se había detenido
en su apartamento, y por supuesto que no había estado allí. Estaría enojado.

Además, todavía no estaba segura de cómo sentirse por él. Había


perdonado a Liam, por lo que era lógico pensar que debía extender la misma
cortesía a Wulf. Pero su traición se sentía diferente de la de Liam, no estaba
segura si estaba dispuesta a perdonar a Wulf. No estaba segura si él estaba
listo para pedir disculpas. No podía imaginarlo derrumbándose en una acera
de la calle y rogándole que lo perdonara con solo una mirada.

Así que cuando le dijo buenas noches a Liam, todavía estaba


completamente confundida acerca de cómo seguir adelante con los dos
hombres en su vida. Se cambió a su pijama y se cepilló los dientes y se metió
en la cama, luego llegó a su nuevo pasatiempo favorito.

Mirar el techo.

Todo era tan diferente. Saber que los dos hombres se conocían, saber
que había dormido con ambos, y no solo lo sabían, sino que lo habían
hablado. Lo discutieron. Antes, nunca había considerado a Liam un
contendiente porque nunca lo había intentado. Ahora, estaba en la
vanguardia de sus intenciones. ¿Quería pensar en salir con él? ¿Podría
alguna vez perdonar a Wulf?

Voy a estar contenta cuando vuelva a trabajar… estoy lista para tener
otras cosas en las que concentrarme.

***

—Espera, espera, espera —prácticamente gritó Tori, golpeando sus


manos en la isla de la cocina mientras se volvía hacia Katya. Eran las doce
del día siguiente a la llegada de Katya, pero la primera vez que se habían
visto.

—Sé lo que estás pensando, y no… —Katya intentó cortarla.

—¡¿Hay DOS de ellos!?

—… te emociones.

—Dos Liam. ¡Dos! Quiero decir, vaya. Ni siquiera puedo imaginarlo. ¿Y


lo viste? ¿Son realmente idénticos? —preguntó Tori. Katya había cometido el
error de mencionar al hermano de Liam.

—Lo vi, y sí, son casi indistinguibles. Estuve hablando con Landon por
un tiempo antes de que Liam entrara y me diera cuenta que no era él —
respondió.

—Tengo que conocerlo.


—Bueno, no contengas la respiración. No se llevan demasiado bien, y
Liam dice que su hermano es un idiota. No creo que vaya a venir por el club,
ni nada.

—Lo que sea. Qué hay de esta cocina, ¿eh? ¿No es asombrosa? —
preguntó Tori, cambiando de tema abruptamente y pasando su mano sobre
la isla de granito.

—Sí, acerca de esta cocina… ¿por qué no lo mencionaste en tus


mensajes? —preguntó Katya, poniendo sus manos en sus caderas. Ella y Tori
se habían enviado mensajes durante el fin de semana, pero no había habido
ninguna mención de una nueva cocina siendo instalada en ninguno de los
mensajes.

—Pensé que se suponía que era una sorpresa. —Su compañera de


cuarto se encogió de hombros—. Estos trabajadores aparecieron el viernes,
justo después de que te fuiste. Tenían copias de tus solicitudes de
mantenimiento, y una carta de la compañía de gestión, firmada por tu Wulf-
man, así que me hice a un lado y los dejé entrar. Casi terminaron el viernes
por la noche y luego cuando llegué a casa el sábado por la noche, todo estaba
en su lugar.

—Está loco —suspiró Katya, frotando sus dedos sobre su frente—. No


puedo creer que haya hecho esto. Y entonces esperara que le hiciera de
cenar mientras estaba comiendo con esa rubia del segundo piso.

—Ay.

—Cuéntame sobre eso.

—Parece que ser que actuar de rompecorazones no funciona tan bien


—dijo Tori con voz cuidadosa.

—¡Esta fue tu idea!

—Um, no, no lo fue.

—¡Sí, lo fue! ¡Dijiste que hicieras lo que quisiera!

—Sí, lo hice. Y lo hiciste, y fue bueno que lo hicieras, y ahora vas a


hacer otra cosa. Así es como funciona —explicó su compañera de cuarto.
Katya parpadeó los ojos un par de veces.

—Estoy bastante segura que no tiene sentido —señaló. Tori sonrió


alegremente.
—Bueno. Tengo que mantenerte alerta. Así que explícame esto: tú y
Liam son oficialmente amigos de nuevo —comprobó. Katya frunció el ceño,
pero asintió—. Y tú y Wulf son…

—¿Confusos?

—Suena bien. ¿Tienes algún plan con cualquiera de ellos para esta
noche? —preguntó Tori, bailando alrededor de la isla y abriendo la gran
nevera.

—No, no por ahora. Hoy me lo tomaré con calma. El primer día de


vuelta es mañana —le recordó Katya a su amiga.

—Ooohhh, cierto. ¡Qué emocionante! Apuesto a que estarás contenta


de volver a la tienda, ¿eh?

Katya asintió, retorciendo un mechón de cabello alrededor de un


dedo. Estaba emocionada de volver a trabajar, pero también había
comenzado a pensar más y más sobre salir por su cuenta. Tener su propia
tienda le haría más fácil fijar sus propios horarios, por no mencionar que
podría hacer sus propias reglas, fijar sus propios precios. Tenía mucha
libertad en Fondant’s, y amaba a los dueños, pero, aun así. Llevaba mucho
tiempo atrasando extenderse por su cuenta.

Katya dejó a Tori sola para hacerse un almuerzo y fue a tomar una
ducha. Cuando terminó, envolvió su grueso cabello en una toalla y corrió a
su habitación. No planeaba ir a ninguna parte, así que se puso unos
pantalones cómodos y una sencilla camiseta sin mangas. Con los pies
descalzos y sin maquillaje, regresó al frente del apartamento.

—¿Has probado la estufa? —preguntó, inclinándose por la cintura y


frotándose vigorosamente la toalla sobre su cabeza—. No he cocinado una
comida con propano en tanto tiempo. Deberíamos pensar en algo delicioso
para la cena.

—Suena bien para mí. Me gustan mi carne término medio.

Se levantó, su cabello cayendo sobre su rostro. Liam estaba en su


cocina, apoyándose contra la isla mientras jugaba con su teléfono. Katya
miró a su alrededor, pero Tori no se veía en ninguna parte.

—¿Cuánto tiempo has…?

—Unos treinta minutos.


—¿Y dónde está…?

—Ella estaba haciendo algo que olía a quemado, luego lo tiró,


entonces dijo que iba a ir a ese lugar que fuiste esa vez, y que te vería esta
noche, después que saliera del trabajo —respondió, irguiéndose y
finalmente metiendo el teléfono en el bolsillo trasero.

—Oh. Bueno. ¿Qué estás haciendo aquí? —Katya intentó una nueva
línea de preguntas.

—Normalmente no entro al trabajo hasta después de las dos —dijo, lo


que ya sabía—. Pero Lan se desmayó en mi sofá, así que no quería estar allí.
Pensé que vería lo que estabas haciendo.

Katya tardó un segundo en darse cuenta que Lan se refería a su


hermano Landon.

—En realidad, no tenía planes para hoy —respondió.

—Parece que tenemos los mismos planes. Entonces, ¿qué pasó aquí?
No recuerdo todo esto —comentó él, volviéndose y captando la nueva
cocina, como si acabara de notarlo.

—Por eso fui a tu casa el otro día… Wulf hizo todo esto mientras
estábamos en Carmel. Pedí un horno nuevo. Tomó mi petición un poco
demasiado en serio —explicó.

—Maldición, en serio lo hizo. Parece bonito —murmuró Liam. Ella


asintió.

—Es espectacular.

—¿Te gusta? —preguntó, mirándola.

—Sí, ¿qué no me gusta? Un montón de espacio de mostrador, dos


hornos, los electrodomésticos modernos —dijo. Él frunció el ceño.

—¿Lo has visto desde que hizo esto?

—No. No le he hablado en absoluto. Dejó una nota, diciendo que se


suponía que debía hacerle la cena anoche, pero… —Katya dejó desvanecer
su voz. La sonrisa de Liam volvió.

—Pero pasaste la noche conmigo —completó. Ella asintió.

—Sí.
—Buena chica, bien por ti. Véngate del hombre. Vamos, vamos a
cocinar.

En realidad, fue bastante divertido. Liam siempre conseguía


sorprenderla un poco; resultó que no era un cocinero tan malo. No debería
haberle sorprendido, en realidad… cuando a Liam le gustaba algo, se
arrojaba a ello, y Liam amaba la comida.

A pesar de que era solo la tarde, hicieron una comida completa.


Espárragos con salsa holandesa, bistec, arroz pilaf, e incluso un lote de
magdalenas de chocolate. Mientras los postres se enfriaban en un estante al
lado del fregadero, llevaron su comida a la sala de estar y se sentaron en la
mesa de café, una película de los ochenta reproduciéndose en la televisión
en el fondo.

—Vaya, realmente puedes cocinar, mujer —murmuró con un bocado


de comida. Ella sonrió, mordisqueando sus espárragos.

—Gracias. Hornear es lo mío, obviamente, pero me gusta todo tipo de


comida —dijo.

—Puedes cocinar para mí en cualquier momento, pastel de ángel, y de


hecho quiero decir eso.

—No podrías pagar mi tarifa por hora.

Él no dijo nada después de eso, simplemente lamió su plato. Luego


gimió y se recostó en el sofá. Ella sonrió y comió un par de bocados más,
luego apartó su plato y puso los codos sobre las rodillas, con la barbilla entre
las manos.

—Fue tan bueno, Katya. Gracias —suspiró, frotando una mano sobre
su espalda.

—De nada —dijo ella, moviendo su cabeza sobre sus hombros. Su


mano se movió, pasando por su cabello y frotando su cuello.

—No he visto tu cabello suelto en mucho tiempo —comentó. Ella


gimió y se sentó derecha, apoyándose en su toque un poco.

—Sí, supongo que no —dijo, inclinando su espalda a él para que él


pudiera frotar más fuerte.

—Se ve bien.
—Está bien, suficiente —Rio, recostándose y forzándolo a mover su
mano—. Nada de coqueteo, Edenhoff.

—¡Oh, Dios mío! —gruñó él, sentado en posición vertical. Ella puso
una mano en su pecho, sorprendida por su arrebato.

—¿Qué? ¿¡Qué!?

—¡Mi nombre! —Se rio, mirándola—. Dijiste mi nombre


correctamente. Como la primera vez.

—Oh, Jesús —gruñó—. Liam, siempre he sabido tu nombre.


Simplemente es divertido meterse contigo.

Él miró juguetonamente, luego le pinchó un costado.

—Y soy el malo, ¿eh? Durante todo este tiempo, no pensé que te


importara lo suficiente para recordarlo —gruñó, continuando pinchándola
por todas partes mientras ella reía y se retorcía.

—¡Eso es horrible! —jadeó—. Por supuesto que me preocupaba, ¡solo


pensaba que era divertido molestarte!

—Exacto —dijo, usando ambas manos para hacerle cosquillas—. Eres


horrible, una horrible chica.

—Bueno, aprendí de ti, Edenhooferhaslehoffer.

Estaban haciendo de todo salvo pelear en ese momento, Liam


inclinado y siguiéndola a la vez que ella se sacudía en el sofá. Ella golpeó el
plato de él fuera de la mesa del café lo que causó que se encogiese de la risa.
Él sujetó sus piernas después de eso montándose a horcajadas en sus
muslos, lo que la dejaba bastante a su disposición.

—Lo había olvidado. —Estaba jadeando por aire cuando finalmente se


detuvo.

—¿El qué? —resolló.

—Lo impresionante que puedes ser —dijo con voz suave.

Ella se quedó sin aliento por un minuto, luchando por apartar el


cabello de su rostro. Lo sitió moverse, entonces una de sus manos estaba en
su cabello, ayudándola. Le colocó los mechones todavía húmedos detrás de
la oreja, y dejó la mano en su cuello.
—No puedes simplemente decir cosas de ese estilo —susurró ella. Él
sonrió.

—Pero dije que no iba a volver a mentir.

Ella estaba procesando eso en su cerebro cuando él se inclinó y la


besó. Parpadeó un par de veces, incapaz de centrarse en él porque estaba
tan cerca. Entonces se movió suavemente y dejó que sus ojos se cerrasen.

Esta es una mala idea. Detenlo. Detén esto. Esto no es lo que quieres.

Pero en lugar de decir todo eso, gimió. Él se movió, pasando un brazo


a su lado para mantenerse recto, y su lengua estaba en la boca de ella,
haciéndola jadear. Ambas manos estaban en su cabello, tirando de él cuando
la besaba con más fuerza.

Se habían besado en Carmel, y la había besado en la calle, pero no era


lo mismo. Había sido hace mucho tiempo que fueron realmente cercanos.
Casi había olvidado lo que era, lo cálido que era, la forma en la que olía y
sabía. Cómo sus manos eran firmes cuando recorrían su cuerpo, pero a la vez
cariñosas.

Katya era una mujer de sangre caliente que no había tenido sexo en
mucho tiempo, y Liam Edenhoff era un hombre muy sexy que era muy bueno
en lo que hacía, hablando de seducción. Se perdió por un momento, perdida
en su excitación. Jadeando y gimiendo bajo él, arqueando la espalda para
poder sentir su pecho contra el suyo.

Cuando él le mordió el labio inferior, también sintió su mano en el


pecho. La sorprendió un poco, los nervios ignorados por tanto tiempo de
repente recibían tanta atención. Esto reajustó su cerebro, la sacudió al aquí y
ahora. A la vez que su mano continuaba su camino descendente, ella abrió
los ojos de nuevo. Inhaló profundamente mientras los dientes de él mordían
un lado de su mandíbula.

—Liam —exhaló su nombre.

—Dios, te sientes tan bien —gimió él en repuesta mientras movía su


camiseta de tiras quedando retorcida por encima de sus pechos.

—Liam —repitió mientras intentaba aclararse la garganta.


—Un largo tiempo, Pastel de ángel —siguió diciendo, y sintió que
movía la mano entre ellos. Intentando desabrocharse el cinturón—. He
estado soñando acerca de esto durante mucho tiempo.

—Para —dijo más enérgicamente, poniendo las manos sobre las suyas
antes de que él pudiera quitarse los pantalones.

—¿Qué? —preguntó, finalmente levantando la cabeza, pareciendo


darse cuenta por primera vez de que ella ya no era una participante
dispuesta.

—Yo… Lo siento, no puedo —susurró, mirándolo.

—Oh. Oh Dios, lo siento —empezó a hablar rápido—. Dijiste que no


estabas lista para algo, ni siquiera estaba pensando. Simplemente… Yo…
Dios, lo siento.

Él empezó a retirarse de encima de ella, pero Katya se sentía mal.


Había respondido al beso, había estado gimiendo, lloriqueando y frotándose
contra él. Ella era igual de culpable por empezar algo que no podía terminar,
así que lo hizo detenerse. Puso los brazos sobre sus hombros y lo obligó a
acostarse encima de ella.

—No lo sientas —le dijo, pasando los dedos por la parte trasera de su
cabello—. Fue bueno, tan bueno, que hasta olvidé lo que estaba pasando.

—Gracias —murmuró en su cuello.

—Simplemente no quiero usarte de nuevo, y todavía no sé lo que


quiero. No quiero hacer algo que ambos lamentaremos más adelante —dijo
suavemente. Hubo una pausa larga, entonces los brazos de él se movieron
hacia la cintura de ella.

—Nunca lamentaría tener sexo contigo —le informó, y ella soltó una
risa.

—Bueno saberlo.

—¿Quieres que me vaya? No quiero que te sientas incómoda —


pregunto, soltándola e incorporándose.

—No, no tienes que irte. A no ser que te sientas incómodo —le dijo.
—Em, me siento extremadamente incómodo. —Se rio. Ella lo sabía,
podía sentir el bulto en sus pantalones contras sus muslos—. Pero me
gustaría quedarme. Si eso está bien.

Ella asintió y se movió al borde sofá. Él cayó en el lugar contra los


cojines, haciendo cucharita desde atrás. Ella se puso cómoda apoyando la
cabeza en su bíceps a la vez que él estiraba el brazo por debajo de su cuello.
Acomodó el otro brazo sobre su cintura, sus dedos acariciando la piel
expuesta por encima de sus pantalones.

—En serio esto está bien, Liam. Gracias —suspiró, centrándose en la


televisión.

—Gracias a ti —susurró en su oreja, haciéndola estremecerse.

Buena o mala idea, esto se siente muy bien.

***

Wulf usualmente pensaba de sí mismo como un hombre inteligente,


pero a veces, se confundía. Parecía ocurrir bastante alrededor de cierta
pastelera. Así que él cambiaría las tácticas. Intentar cosas diferentes para
tratar y mantenerla en alerta. Tal vez confundirla por una vez.

Como siguiendo la corriente a su juego.

O instalando una nueva cocina en su apartamento cuando estaban


fuera.

Incluso intentando molestarla con su demanda para cenar.

Luego estaba el encontronazo con su vecina ridículamente rubia, el


cual había sido completamente fortuito. La expresión de Katya había sido
hilarante.

Ahora, sin embargo, se estaba dando cuenta que era algo idiota. Todas
esas cosas solo habían irritado a Katya, y una Katya irritada era más como
un huracán que una persona racional. La envalentonaba y la hacía
reaccionar precipitadamente. Luego, después de poner todo eso en marcha,
le había dado treinta y dos horas a solas. Tiempo para pensar en lo que él
había hecho y contraatacar.

Y, ahora se daba cuenta al estar en su salón, tiempo para reconectar


con Eden.
Cuando había descubierto que su puerta principal estaba
desbloqueada, había entrado, esperando encontrarla curioseando su nueva
cocina. En su lugar, la había encontrado dormida. Estaba sobre su espalda en
el sofá, respirando profundamente, su cabello por todos lados. No podía
recordar la última vez que lo había visto suelto, era más largo de lo que
recordaba.

Él tampoco recordaba que tuviese un tumor, pero parecía que le había


salido uno. Un tumor de un metro ochenta y siete y setenta kilos. Liam
estaba de lado, su cara enterrada en su cabello, uno de sus brazos
acomodado en su estómago, una de sus piernas estirada por encima de las
de ella.

Ambos estaban profundamente dormidos, Liam hasta roncando


ligeramente. Parecía como si hubiesen estado así por un rato. Había un plato
medio lleno en la mesa del café, y estaba frío al tacto. La mayor parte de las
luces del apartamento estaban apagadas, y solo la televisión estaba
encendida y las luces de la cocina.

Wulf se mantuvo en completo silencio dejando que sus ojos viajasen


por ellos, intentando averiguar qué exactamente había pasado. ¿Habían
tenido sexo? Si era así, ¿cómo iba a manejar eso? No bien, estaba seguro de
ello. No, si se enteraba de que habían tenido sexo, estaba muy seguro que iba
a poner su puño en algo. Muy probablemente la cara de Liam.

Pero no pensaba que hubiesen dormido juntos. Una mirada hacia el


pasillo reveló que la cama de Katya estaba hecha y libre de arrugas. Ambos
estaban completamente vestidos; Liam hasta tenía sus zapatos puestos. Si
tenía que suponer, diría que habían comido juntos, luego se habían
acurrucado en el sofá para ver una película, quedándose dormidos después
de un rato.

Respiró hondo e inclinó la cabeza a un lado, haciendo crujir el cuello.


Intentando bajar la presión sanguínea. No podía enfadarse. Wulfric Stone no
se enfadaba. Enfadarse no ayudaba para nada, solo acababa en gente
peleando en un garaje, o tirando pastel en la recepción. Así que incluso
aunque estaba que echaba humo y que tenía ganas de asesinar y sentía como
si parte de su alma estuviese muriendo cuando veía a otro hombre tocando a
Katya, puso su rostro en una máscara de neutralidad. Entonces se aclaró la
garganta. Con fuerza.
La cabeza de Katya se movió, entonces bostezó y se estiró, levantando
los brazos por encima de la cabeza. Se volvió a aclarar la garganta, y luego
contó hasta diez en su cabeza cuando ella acarició con su mano de arriba
abajo el brazo de Liam.

—Estás roncando —murmuró. Liam bufó.

—Tú estás roncando —gruñó en respuesta.

Wulf tosió con todas sus fuerzas.

—¿Qué hora es? —Ella volvió a bostezar, esforzándose por


incorporarse un poco—. No puedo creer que nos quedásemos dormidos. Vas
tarde a…

Se congeló por completo cuando sus ojos se fijaron en Wulf. No


quedaba ni rastro de cansancio y mientras él miraba, ella tragó saliva y
empezó a golpear a Liam en el brazo.

—Cuando dije que tenías que hacer la cena —habló Wulf finalmente—
. Me refería a mí.

—Esto no es lo que parece —habló ella rápidamente. Él puso los ojos


en blanco.

—No seas un cliché, Tocci.

—¡Liam!

Un puñetazo contundente en su hombre finalmente sacó al otro


hombre de su sueño. Él volvió a gruñir y se incorporó, luego se frotó la
mandíbula.

—¿Cuánto estuvimos noqueados? —preguntó mientras bostezaba.


Katya se deslizó de debajo de él, cayendo en el suelo.

—Tenemos compañía —respondió, ignorando la pregunta y


poniéndose en pie.

—Se supone que Tori esté trabajando —masculló Liam, finalmente


sentándose. Estiró los brazos por encima de su cabeza, y finalmente miró
alrededor de la habitación. Se detuvo cuando su vista aterrizó en Wulf, y
lentamente sonrió—. Oh. Oh, esto es demasiado bueno.

—Por favor, Liam —gimió Katya—. No hagas esto peor de lo que ya


es.
—No tengo tiempo —suspiró el otro hombre. Se puso en pie e hizo un
gran espectáculo de abrocharse los pantalones y ponerse bien el cinturón.
Wulf arqueó una ceja y miró a Katya. Su rostro estaba rojo como un tomate,
los labios tan presionados en una línea, que ni siquiera eran visibles.

—Por favor, no dejes que interrumpa nada —dijo Wulf. Liam se rio.

—No te preocupes, llegas demasiado tarde para interrumpir nada.

Katya abrió la boca ante la declaración, pero Liam no le dio la


oportunidad de discutir o negar nada. Se inclinó sobre ella y la acercó,
dándole un beso en la parte superior de la cabeza antes de despeinar su
cabello.

—Te llamaré mañana. Gracias por el postre.

Con un guiño y una palmadita en el hombro de Wulf, Liam dejó el


apartamento. La puerta cerrándose tras él era ruidosa en el silencioso lugar,
hasta pareciendo reverberar. Katya miró a Wulf durante un buen rato,
pareciendo como si estuviese atrapada en algún lugar entre estar nerviosa y
enfadada.

Esto debería ponerse muy interesante muy pronto.

***

Esto va a ponerse feo muy rápido.

Katya miró a Wulf por lo que se sintió una hora. Su cara estaba
completamente en blanco, ni un solo pensamiento o emoción mostrándose.
Eso la ponía incluso más nerviosa, como la calma antes de la tormenta.

—Em… —habló finalmente—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Te perdiste la cena anoche —respondió—. Quería ver qué hacías


esta noche.

—Oh.

—Al parecer, estabas ocupada.

—Vimos una película y nos quedamos dormidos —dijo rápidamente.


Él asintió.

—Por supuesto, obviamente. Suelo desabrochar mis pantalones para


disfrutar de un buen espectáculo.
—No seas ridículo. ¿En serio piensas que estaba tirándome a Liam en
mi sofá ahora mismo? —preguntó, levantando las manos. Él se encogió de
hombros.

—Honestamente, ya no sé qué pensar acerca de ti.

Lo miró, y luego se inclinó y agarró el plato de Liam de donde lo había


tirado al suelo. Lo colocó encima del suyo y lo llevó a la cocina.

—¿Sabe qué? Jódete. Podrías haber entrado para verme haciéndole


una mamada, y está bien, porque no solo NO eres mi novio, sino que es MÍ
apartamento, en el cual no deberías estar entrando, PUNTO —le dijo
mientras tiraba las sobras a la basura.

—¿En serio vas a regañarme por entrar sin estar invitado? —preguntó
él, poniéndose al otro lado de la isleta—. Encuentro eso hilarante,
considerando que te atrapé estando en mi apartamento el otro día, cuando
ni siquiera estaba en casa.

—Ni siquiera intentes hacerme sentir mal acerca de eso, tú nunca


preguntas antes de hacer nada, ¿por qué deberíamos el resto ser diferentes?
—preguntó ella, dejando los platos en el fregadero.

—¿Es esa una pregunta seria?

—Jódete ¿Qué es lo que quieres, Wulf?

—Te lo dije. Cenar.

Después de que enjuagara los platos, se giró para encararlo,


cruzándose de brazos.

—No te voy a hacer la cena —le dijo.

—Supongo que es demasiado tarde. ¿Mañana? —preguntó.

—Tampoco mañana.

—Me gasté un montón de dinero en la cocina, Tocci. Escoge un día que


te venga bien —le dijo. Ella negó con la cabeza.

—No pedí una cocina completamente nueva, Stone. No puedes


comprar mi perdón, o mi amor, o lo que sea que estés intentando hacer —
dijo.
—Oh, ¿en serio? Entonces dime lo que hizo Eden. Qué tipo de mentira
creíste esta vez, para que pueda saber qué tipo de mierda escupir para
conseguir que me perdones —respondió él.

—No te entiendo. Me hablas como si fuera la persona más tonta que


alguna vez has conocido. Si así es como te sientes, entonces vete —dijo ella,
señalando la puerta.

—No puedo ayudar con ello cuando así es como te comportas —saltó
en respuesta.

—Esto es increíble. Estás celoso porque me viste tomando una siesta


con otro hombre, así que estás soltando una rabieta. ¡¿Qué hay de la rubita
de ayer a la tarde?! —le gritó.

—No puedes ponerte celosa, Tocci —gruñó él, y entonces se quitó su


chaqueta mientras hablaba, lanzándola sobre el respaldo de uno de los
banquillos—. Perdiste el derecho de esa emoción.

—¿De qué siquiera estás hablando?

—¡Me dejaste fuera! —gritó, sorprendiéndola un poco y apuntando su


dedo en su cara—. No me hablas, no contestas tu teléfono. Quieres jugar tu
pequeño juego, y te rehúsa a perdonarme. Así que hice todo lo que has
querido. He sido amable contigo, me he disculpado contigo, te he visto besar
a otro hombre y dormir con otro hombre. Incluso te he seguido el juego,
justo como querías. ¡¿Cómo posiblemente puedes estar celosa?! No me
quieres, así que claramente, no puedes estar celosa.

—No dormí con él —siseó, inclinándose hacia adelante y moviendo su


mano en el aire—. Y nunca dije que estaba celosa, y, además, ¡me mentiste!
Me mentiste, una y otra vez, y me trataste como basura.

—No siempre, Tocci. Amas actuar como si fuera la peor cosa, pero
hubo algunos muy bonitos malditos momentos. Pero aparentemente no
merece la pena recordarlo. Solo los recuerdos de Eden son lo
suficientemente buenos para ti —dijo.

Eso de verdad dolió. Era ridículo, lo sabía, pero la punzada de culpa la


cortó hasta su centro. Sabía que sus acciones se habían asegurado de que
ella nunca necesitara sentir culpa sobre nada jamás, pero no podía evitarlo.
El corazón reacciona cómo reacciona, y oírlo decir que pensaba que no le
importaban sus recuerdos con él, dolió. Se encogió retrocediendo,
golpeándose con mostrador detrás.

—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó—. Tú arruinaste todos esos


recuerdos. ¿Tienes idea de cuán difícil es, solo estar parada en esta
habitación contigo? Arruinaste todo, y qué, ¿solo esperas que vuelva a ser
como era antes? No es así de simple, Wulf.

—Pero lo es con Liam.

Tomó una profunda respiración.

—Tal vez lo es.

Ahí estaba, una rotura en su comportamiento, finalmente. Ira blanca y


caliente, destellando en su rostro por un momento, pensó que iba a explotar.
Arremeter, tal vez patear una silla o golpear la superficie del mostrador.
Pero eso era tonto, este era Wulf Stone. Él tomó una profunda respiración y
agarró el nudo de su corbata, jalándola para aflojarla.

—Si eso es cierto —gruñó—. Entonces eso te hace una mentirosa.


Entonces significa que mentiste tanto como yo, si no es que más. Eso quiere
decir que eres incluso peor ser humano que yo.

Katya estaba repentinamente tan cansada. De ir en círculos. De no


saber lo que quería, y de no saber cómo explicarle eso a Wulf. De no darle lo
que quería. Se dio la vuelta abruptamente y su mano chocó con las
magdalenas que habían sido dejados afuera para que se enfriaran. Suspiró y
comenzó a apilarlos en la bandeja de servicio.

—Tal vez lo soy, Wulf. Solo vete a casa —dijo con voz suave, tomando
uno de los postres y pelando la envoltura de este. Lo escuchó moverse, y
repentinamente estaba en su espalda.

—No. Sé una jodida adulta y mírame a la cara y dime que lo eliges a él


en vez de mí. Que tu decisión fue tomada y es final —dijo con voz severa.

—¿Eso importaría? ¿Te haría detenerte?

Hubo una larga pausa.

—No.
—Y si te dijera que todavía no lo sé, que tal vez nunca lo sepa, que tal
vez nunca te perdone. ¿Entonces qué? —preguntó, recogiendo las migas de
la magdalena de chocolate del mostrador.

—Entonces hacemos la misma maldita cosa mañana. Y al día


siguiente. Y cada día, hasta que te des cuenta y tomes la decisión correcta.

Debe ser maravilloso ser tan confiado en uno mismo.

—Tengo que ir a trabajar mañana —suspiró otra vez, alejándose y


dirigiéndose de vuelta a la sala de estar—. Necesitas irte.

—No hemos terminado aquí —dijo él, siguiéndola justo detrás de sus
pasos.

—He terminado, Wulf. Lo hice hace mucho tiempo.

—Bueno, yo no. Porque podrías ya no estar enamorada de mí, pero yo


estoy…

Katya estaba tan sorprendida de lo que pensó que él estaba a punto de


admitir, que se giró para mirarlo. Su tacón aterrizó en algo resbaloso,
probablemente del plato de Liam cuando había estado en el piso. Su pie se
levantó, amenazando con enviarla al suelo. Wulf la agarró por el codo,
jalándola, pero eso también hizo que se girara. Ella extendió su mano para
ayudar a mantener su balance y terminó aterrizándola sólidamente en la
mitad de su pecho. No fue hasta que hizo contacto que ella se dio cuenta que
todavía sostenía la magdalena.

—Oh… no —respiró, mirando el desastre que estaba cubriendo su


corbata. Las magdalenas tenían un relleno de pudín, que ahora estaba
goteando por su pecho.

—¿Estás bromeando? —dijo en voz baja. Levantó la mirada, pero ella


todavía estaba mirando a la catástrofe del postre. Intentó contenerse, pero
no pudo evitarlo, dejó salir una risita. Se las arregló para tragarse una risa, lo
cual resultó en una carcajada.

—Lo siento —se las arregló para decir ahogadamente—. Esto es solo
tan… —se cortó, comenzó a reírse tanto.

—Lo siento. Esto está terminado —gruñó repentinamente, soltándola


y pisoteando de vuelta a la cocina.
—¡No espera! —gritó, apresurándose detrás de él, sacudiendo migas
de la magdalena de sus dedos. Agarró una toalla de té y limpió su mano
mientras lo perseguía hacia el pasillo.

—¿Quieres otra pelea de pasteles? Esta es una jodida broma para ti.
Soy una jodida broma —dijo, alcanzando el pomo de la puerta—. Un maldito
juego. Solo quieres jugar juegos.

—¡No! Lo juro, no tenía intención de…

Pero estaba más allá de escuchar, estaba en la línea roja de entrar en


una zona de ira, y claramente ya no quería estar en su presencia. Ni siquiera
la miró mientras comenzaba a jalonear la puerta, y de alguna forma lo supo.
Sabía que, si salía por esa puerta, en realidad lo sería. No habría marcha
atrás. Se habrían demasiado herido entre sí para volver de eso. Una cosa era
alejarse de Wulf cuando él la había herido consciente e intencionadamente.
Era otra cosa totalmente que Wulf se alejara sobre lo que era un simple
accidente que involucraba postres. Eso no podría ser la razón para su final,
no lo permitiría.

Entonces sin pensar lo que estaba haciendo, Katya saltó entre él y la


puerta, lanzando su peso contra esta. La puerta se cerró de golpe, la perilla
fue arrancada de su mano. Bajó la mira fulminándola.

—Muévete —siseó, agarrando la perilla de nuevo. Ella golpeó su mano


alejándola con la toalla.

—No —dijo—. No quise golpearte con una magdalena, no fue algún


elaborado plan para humillarte, o parte de mi juego, o nada como eso.

—De hecho, a este punto no me importa. Muévete.

Dios, estaba enojado. Él había estado a punto de confesar algo grande,


estaba segura de eso. Algo muy importante para él. Y pensaba que se estaba
riendo de él. Sabía exactamente como se sentía, y se sentía algo terrible por
hacerle pensar eso.

—Solo cálmate —urgió, presionando la toalla en ambas manos contra


su pecho.

—Dije, muévete.

Agarró de nuevo la perilla y jaló fuerte. No pesaba mucho y él era muy


fuerte, la puerta se abrió con bastante facilidad, lanzándola contra su pecho.
Pero después pudo manualmente moverla de su camino, ella lo empujó otra
vez, forzando la puerta a cerrarse. Se movió de manera que estaba enfrente
de la perilla bloqueándola de él.

—¡He lidiado con tus tonterías por meses! —le gritó—. ¡Al menos
puedes lidiar con las mías por una tarde!

—¡Tonterías que puedo manejar! —le gritó de regreso—. Que te


burles es otra cosa.

—¡No me burlo de ti!

—Eso es todo lo que haces. ¡Me estabas diciendo que me largara hace
cinco minutos!

—¡He cambiado de opinión!

—Bueno, yo también —espetó, agarrando el costado de su cadera e


intentando empujarla. Ella rápidamente se agarró de la perilla detrás y se
sujetó con fuerza, rehusándose a moverse—. Así que Eden y tu son
bienvenidos para estar juntos.

—¿¡Lo ves!? Celoso. Como una niña pequeña. ¿¡La pequeña niña
pierde su juguete favorito!?

—No sobrestimes tu valor, Tocci.

—Tú fuiste quien puso la etiqueta de precio, Wulf.

—¡Querías que me fuera! —gritó golpeando la palma de su mano


contra la puerta arriba de su cabeza—. ¡Así que estoy intentando irme!

—¡No quería que fuera así! —le gritó de vuelta.

—Bien. Te haré mover.

Puso su brazo alrededor de su cintura, moviéndose rápidamente, que


en realidad la alzó contra él. Fue tirada lejos de la puerta con su mano libre,
que ya estaba girando la perilla. Pero la había bloqueado detrás de ella, así
que inútilmente giró de ida y vuelta por un segundo, comprándole algo de
tiempo.

—Traté de decir que lo siento —refunfuñó ella, empujando contra su


agarre—. ¡Solo escúchame!
—No se siente bien, ¿verdad? Cuando alguien se rehúsa a escucharte,
¿y todo lo que quieres es disculparte?

Él la soltó y casi se cayó sobre su trasero. Comenzó a quitarle el


seguro a la perilla, así que hizo la única cosa que pudo pensar y se estiró,
agarrando su magdalena y embarrándola en su corbata. Jaló de esta, fuerte,
haciendo que él se tambaleara hacia adelante. Chocó contra ella y se
tambaleó sobre una pila de zapatos.

Katya perdió el equilibrio con un grito, cayó haca un costado. Todavía


tenía sujeta su corbata, así que Wulf fue con ella. Su espalda golpeó contra la
pared y de deslizó hacia un lado, jalando los abrigos fuera de sus ganchos. Su
brazo estaba de nuevo alrededor de la cintura de ella, intentando detener su
caída inminente, pero la gravedad ya también lo había agarrado a él.
Chocaron contra una mesa enviando marcos de fotos y chucherías y un
florero al piso.

—Lo siento —respiró rápidamente, intentando poner sus pies de


vuelta debajo de ella—. En serio, realmente lo siento.

—Solo para de moverte —dijo él, aferrando una mano contra la


superficie de la mesa.

Se quedó quieta y la jaló hacia arriba. Sin embargo, el pasillo estaba


oscuro, como todo el apartamento. El costado de su cabeza conectó con un
candelabro de pared, lo que hizo que el foco se rompiera dentro del vidrio
esmerilado y haciéndola aullar de dolor. Wulf paró de moverse y su mano
fue a la cabeza de ella.

—¿Estás bien? —fue rápido al preguntar. Ella gimió y tanteando


buscando la herida.

—No. —Soltó una risita—. Tengo una contusión.

—Por favor. —También se rio, masajeando el lugar donde la lámpara


la había golpeado—. Tu cráneo es muy grueso para cualquier daño serio.

—Cállate, estoy herida. Podría demandarte —bromeó, finalmente


alzando la mirada hacia él. Estaba sonriendo hacia ella, una sonrisa real, por
lo que se sentía la primera vez en un largo tiempo.

—Adelante. Mis abogados aman pelear.

—Qué sorpresa.
Se sonrieron entre sí por un segundo más largo, entonces fue como si
hubiera un chisporroteo en el aire. Un chasquido de electricidad. En un abrir
y cerrar de ojos, él estaba lanzándose hacia ella. Jadeó antes de que su
lengua llenara su boca, entonces gimió. Todavía tenía sus manos envueltas
alrededor de su corbata, así que mientras le devolvía el beso, aflojó el nudo y
tiró la tela al suelo.

La jaló, alejándola de la pared, aplastándola contra su pecho. Se


tambalearon por el pasillo, entonces avanzaron otra vez, moviéndose
caprichosamente alrededor, se puso de puntillas y se movió de manera que
estaba sentada en la mesa.

Estaba en piloto automático, ni siquiera pensó en lo que estaba


pasando. Todo lo que sabía era que su sangre estaba golpeando en sus oídos
y la piel de él estaba tan caliente y ¿cuánto tiempo había pasado desde que
estuvo en llamas? Mientras él se movía entre sus piernas abiertas, ella
rápidamente trabajó en desabotonar su camisa, jalándola fuera de su
pantalón.

—Fuera, fuera, fuera. —Él estaba respirando con dificultad jalando


también su camisa. Finalmente levantó sus brazos y sacó su camiseta sin
mangas sobre su cabeza, aterrizando en el suelo en algún lugar detrás de él.
Entonces la estaba besando otra vez y ella estaba rasguñando su espalda
mientras empujaba su camisa fuera de sus hombros, dejándola caer en el
piso.

—Oh Dios —gimió ella, dejando caer su cabeza hacia atrás cuando sus
labios se movieron en su cuello, sus dientes mordiendo fuerte.

Entonces sus manos estaban en su trasero, jalándola fuera de la mesa.


Tan pronto como sus pies golpearon el suelo, la estaba empujando hacia
atrás, forzándola a avanzar por el pasillo. Chocaron contra el marco de su
puerta y se detuvieron por un momento. Sus manos estaban presionando en
su piel, moviéndose pesadamente sobre su cuerpo mientras ella luchaba con
su camisa interior.

—Usas demasiadas capas —gruñó ella. Él se rio, entonces comenzó a


sacarle su camisa. Ella se inclinó cerca, pasando su lengua hacia arriba en el
centro de su pecho.

—Anotado. Estaré desnudo la próxima vez que decidamos pelear —


replicó, sus manos deslizándose ligeramente hacia abajo en la parte de atrás
de su pantalón antes de deslizarlas alrededor hacia el frente. Jaló el botón
abriéndolo, entonces bajó la cremallera antes de empujar la tela.

—No quiero pelear más —dijo ella, moviendo las caderas de un lado a
otro, permitiendo que los vaqueros cayeran a sus pies.

—Te encanta pelear —susurró él de vuelta.

Entonces la estaba levantando de nuevo y le dejó gustosamente,


rodeando sus piernas alrededor de su cintura.

Estaba oscuro en la habitación, únicamente una sola farola afuera


lanzando un brillo en el lugar. Él tropezó con un bolso que había sido dejado
en el suelo, casi haciéndoles caer al suelo. Pero consiguió mantener el
equilibrio, trastabillando por la habitación. No dejó de besarla ni por un
segundo, ni tan siquiera cuando cayeron sobre su mesa de dibujo. La sentó
en el borde de esta, luego fue bajando dejando un camino de besos hasta su
pecho.

—Dios, ¿qué estamos haciendo? —dijo ella de repente, llevándose las


manos a su cabello enloquecido.

—Shh, arruinas las cosas cuando hablas —respondió, sus dos manos
abarcando su caja torácica y empujando gentilmente para que se tumbase.

—Pero estamos enfadados el uno con el otro —siguió hablando—.


Estoy enfadada contigo. Esto es una tan mala idea.

—Tan enfadado —susurró, su respiración caliente contra el estómago


de ella—. No puedo ni ver correctamente. No sé ni qué estoy haciendo.

—Buen intento. —Casi se rio—. Tú siempre sabes…

Su respiración se quedó atrapada en la garganta cuando él apartó sus


bragas y sopló una corriente de aire fresco contra su piel sensible. Luego
jadeó cuando su boca bajó más, su lengua encontrando otras partes de su
cuerpo más sensibles, mientras su ropa interior fue bajando por sus piernas.

—Tan enfadada —habló contra ella, mandando vibraciones por cada


terminación nerviosa que tenía—. Creo que mereces ser castigada.

—Sí, por favor, Dios, lo que sea —dijo, dispuesta a decir cualquier
cosa que él quisiera con tal de que mantuviera los labios en ella.
Sin embargo, no funcionó. Él se separó por un segundo, haciendo que
ella gimiera por la pérdida de calor corporal. Después, quitó de un tirón las
bragas de sus pies. Ella abrió los ojos justo mientras él se acercaba de nuevo
y sus manos estaban de nuevo en sus costillas, tirando de ella hacia arriba.

Ella se movió fácilmente, enrollando los brazos alrededor de su cuello.


Dejando que sus manos deambularan por sus anchos hombros, su piel suave.
Ha pasado tanto tiempo. No se había dado cuenta de cómo había echado de
menos tocarlo.

Mala idea o no, ya no le importaba más. Estaba más allá de cualquier


pensamiento racional. Definitivamente más allá de poder parar. Sus dos
manos estaban entre sus cuerpos, abriendo el cinturón de él, empujando sus
pantalones hacia abajo. Antes de que pudiera tocarlo, sin embargo, él estaba
agarrando sus manos, forzándolas sobre sus pechos.

—Quítate esto —gruñó, doblando los dedos por encima de las copas
del sujetador.

Ella estaba acatando su orden, las manos tras su espalda para


desabrochar el cierre, cuando sintió su erección entre sus piernas. Mientras
estaba quitando el gancho, él estaba empujando dentro de ella. Aspiró
profundamente, dejando que los tirantes se deslizaran libres por sus brazos,
y cayó de nuevo contra la mesa.

Dios, ¿había sido siempre tan grande? ¿Tan grueso? Cerró los ojos
apretando con fuerza, intentando recordar cómo respirar mientras él
empujaba una y otra vez, dentro y fuera. No le estaba dando tiempo para
ajustarse, justo empujando fuerte y rápido. Como si supiera que, si se movía
más lentamente, el cerebro de ella podría comprender lo que estaban
haciendo y pararlo.

—Oh Dios mío —susurró, levantando los brazos sobre su cabeza y


presionando las palmas totalmente contra la pared—. Mierda, Wulf. Oh Dios
mío.

—Jesús, ¿siempre fue esto tan bueno? —preguntó él, pasando una
mano por su pecho.

—Sí —dijo, luego gritó cuando comenzó a penetrarla más fuerte—.


Dios, tan bueno. Eres tan bueno.
De repente fue levantada. Dejó escapar un chillido mientras fue
levantada de la mesa. Él tuvo que patear sus piernas para salir del pantalón
al tiempo que se lo quitaba por la habitación. Entonces dejó que ambos
cayeran en la cama, todo el peso de él casi aplastándola contra el colchón.
Ella gritó, empalada en su erección.

—Esto siempre va a pasar —susurró él, sus labios moviéndose por


encima de sus pechos, sus manos siguiéndolos de cerca—. ¿Qué carajos
estabas pensando rechazándome?

Ella estaba caliente y retorciéndose debajo de él, tan llena y tan


desesperada por la fricción. Necesitaba que se moviera, necesitaba que
curara el dolor que estaba creciendo profundamente dentro de ella.

—No lo sé, no lo sé. Por favor, Wulf, por favor —suplicó. Era como si él
hubiera llevado todas sus terminaciones nerviosas hasta la cima del placer, y
luego hubiera hecho a pausa. Era casi doloroso. ¿Podía morir alguien por
sobrecarga de placer?

Pero qué manera de irse.

—Ahora ruega —dijo riéndose entre dientes, su mano envolviéndose


brevemente alrededor de su cuello—. Intentó echarme hace media hora, y
ahora está rogando por más.

—Sí, sí, sí —susurró ella. La mano dejó su cuello e hizo su camino


hasta su cabello.

—¿Es esto lo que quieres? ¿Enfrentarnos? ¿Mirar cómo nos lanzamos


sobre el otro? ¿Llegó él así de lejos? —preguntó. Ella frunció el ceño y puso
ambas manos contra su pecho, intentando crear algo de espacio entre ellos.

—No. No, por favor, no, no quiero que…

La mano en su cabello tiró tensamente, causando que su cabeza se


echara para atrás. Él finalmente respondió a sus súplicas y comenzó a
moverse de nuevo, empujando sus caderas lentamente un par de veces. Pero
entonces retrocedió completamente.

—Sé lo que quieres. Date la vuelta.

La mano en su cabello tiraba incluso más fuerte, su cuero cabelludo


ardiendo, y la otra mano estaba entre sus piernas, haciendo que su sangre
bullera. Mientras dedos largos se deslizaban dentro y fuera de ella,
lentamente giró sobre su estómago.

Él usó sus dos manos para elevar sus caderas, hundiendo los dedos en
su interior mientras la follaba desde atrás. Ella comenzó a gemir de nuevo,
agarrándose a la colcha con los puños cerrados. Cuando comenzó a empujar
hacia atrás contra él, urgiendo que fuera más rápido, una de sus manos
regresó a su cabello, tirando hacia arriba de nuevo.

—Por favor, Wulf, estoy tan cerca —lloró, estirándose e intentado


agarrar la parte superior del cabecero. Estaba follándola con tanta fuerza
que los postes de la cama estaban dando golpes contra la pared y ella no
podía mantener su agarre. No importaba de todas formas, puesto que él
seguía manteniendo el agarre en su cabello. Su espalda estaba doblada
forzadamente, su columna arqueada hasta que la parte trasera de su cabeza
estaba tocando la mandíbula de él.

—No tienes ni idea de lo cerca que estás —siseó en su oreja, luego


sintió sus dientes en el lóbulo, mordiendo con fuerza.

—Dios, te necesito. Por favor —dijo llorando, estirándose sobre su


hombro y tratando de tocarlo, peinando con sus dedos su cabello grueso.

—Por supuesto que lo haces. Nadie puede hacerte sentir así —


susurró, su lengua siguiendo el lateral de su cuello. Finalmente soltó su
cabello y consiguió asentir.

—Nadie —concordó. La mano libre se movió desde la cabeza hasta


sus pechos, jugando brevemente con sus pezones antes de seguir su
recorrido hacia abajo.

—Quiero que pienses en ello —gruñó, sus dedos hundiéndose en su


interior resbaladizo. Mil músculos diferentes se tensaron y pulsaron,
haciendo que gritase de nuevo—. La próxima vez que estés confundida.
Piensa en lo que te estoy haciendo ahora mismo, en cómo te estoy haciendo
sentir, la próxima vez que estés con él.

Esto es una mala, mala, muy monumentalmente mala, idea.

Pero era demasiado tarde. Ella gritaba junto a sus embestidas,


chillando mientras sus dedos rasgaban más rápidamente, corriéndose
mientras él seguía follándola. No podía recordar la última vez que había
tenido un orgasmo así de grande… probablemente había sido con él. Gimió
mientras su cuerpo comenzaba a tener espasmos, todo derrumbándose,
dentro y fuera.

De nuevo, necesitaba espacio. Necesitaba tiempo, su cuerpo quería


romperse. Pero a Wulf no le importaba. Él siguió follándola, manteniéndola
encerrada en el orgasmo. Ella estaba temblando tanto, no podía hacer nada,
no podía agarrarse a nada. Finalmente él quitó la mano y ella cayó hacia
delante, presionando la cara en las mantas mientras sus brazos caían sin
energía estirados a su lado.

—¿Ves lo que pasa cuando me escuchas? —dijo él, respirando con


fuerza mientras sus embistes se volvían casi brutales. Ella apenas podía
prestar atención a lo que estaba diciendo, sus oídos estaban pitando y sus
ojos estaban entornados—. Consigues todo lo que quieres. Cada. Maldita.
Cosa.

Cada palabra era puntualizada con un empuje de sus caderas.


Acompañado por un grito de ella. Después, se estaba encorvando sobre ella,
agarrando su caja torácica tan severamente que pensó que iba a romper
algo. Él siseó maldiciones mientras se corría con fuerza, sus caderas
sacudiéndose contra su culo.

Finalmente, puedo respirar de nuevo.

Cuando eventualmente le dejó ir, sentía como si tuviera que


esforzarse por separar sus dedos de cada una de sus costillas. Katya gruñó y
se deslizó hasta quedar tumbada del todo en el colchón, estirando las
piernas detrás de sí cuando él se movió.

Ella estaba en órbita. En una galaxia diferente. Dobló los brazos a su


costado y simplemente se quedó allí tumbada, intentando respirar, su
cabello un desastre salvaje a su alrededor. Era vagamente consciente de que
él se estaba moviendo alrededor, pero no podía levantar la cabeza para ver
qué estaba haciendo. La había follado hasta hacerla una piscina de menjunje
orgásmico, robado cada uno de sus huesos.

Quizá robó un poco más que tus huesos…

—Jesús —habló finalmente. Desde algún lugar a su derecha, él se rio.

—Casi. Me debes una corbata, Tocci.

Ella frunció el ceño. No le importa su tono de voz, ni siquiera un poco.


Casual y frío, casi insidioso. Eso le recordaba cómo había sido él en su
primera cita, cuando había sido tan maleducado con ella en ese lujoso
restaurante.

Consiguió sentarse, echando su cabello fuera de la cara. Agarró una


almohada grande y la asió contra su cuerpo, luego miró alrededor
buscándolo.

Estaba junto a la puerta, y la sorprendió ver que estaba medio vestido.


Ya se había puesto los zapatos, los calcetines y los pantalones. Su camiseta
estaba atrapada en su antebrazo mientras intentaba meter el cinturón por
las trabillas de su pantalón de vestir.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó con voz ronca, luego masajeó su


garganta.

—Vine aquí a cenar —dijo, mirándola una vez antes de sacudir su


camiseta—. Me muero de hambre.

—Oh. —Frunció el ceño. Estaba confundida. ¿Qué estaba pasando?—.


Quiero decir, supongo que puedo cocinar algo…

—Tengo reservas —la interrumpió, colocando la camiseta en su sitio


y metiéndola dentro de sus pantalones.

—¿Reservas?

—Sí. Cuando me di cuenta que no ibas a cocinar para mí, decidí que
saldríamos a comer. Pero tenías otros planes —contestó, peinando su
cabello con los dedos. Luego se giró en círculo lentamente, mirando el suelo
a su alrededor. Finalmente divisó su camisa de vestir, tirada en la entrada, y
caminó hacia ella.

—¡¿Te vas?! —exclamó Katya, poniéndose de rodillas y agarrando la


almohada fuertemente contra su pecho.

—Claro —dijo, metiendo los brazos por las mangas.

—Pero… pero… —tartamudeó. Mientras él se abrochaba la camisa


volvió de vuelta a la habitación.

—Pero, ¿qué? Me dijiste que me fuera, ¿recuerdas? Así que me voy —


dijo con una voz más calmada. Su camisa de vestir estaba finalmente
arremetida y, mirándolo, era imposible decir que había follado a alguien.

¿Qué demonios estaba pasando?


—¡Wulfric! —le gritó su nombre—. ¡Pensaba que estábamos más allá
de nuestra estúpida pelea!

—Ciertamente lo estamos. Acabamos de arreglar algunas hostilidades


confinadas, gracias por ello, por cierto.

—¿Hablas en serio? —preguntó. Él asintió y se movió para


arrodillarse en la cama frente a ella.

—Sí, mi reservación era para hace media hora. Te invitaría, pero estás
hecha un desastre ahora mismo —bromeó. Ella le miró intensamente.

—No es divertido.

—Es muy divertido. Tenemos que hacer esto de nuevo alguna vez —la
informó, suavizando el cabello de ella con sus manos. Ella le miró con la boca
abierta.

—Lo que acabamos de hacer era…

—Era algo que podríamos haber estado haciendo desde hace mucho
—susurró de repente, inclinándose cerca de ella. Tragó con fuerza y lo
miró—. ¿Cómo de divertidos son tus jueguecitos, ahora?

—Esto no es un juego —susurró ella de vuelta. Él sonrió con


suficiencia.

—Buen intento —dijo riéndose entre dientes—. ¿Abrazos con Liam?


¿Sexo conmigo? Espero que estés llevando la cuenta, porque acabo de hacer
un home run. Pero la siguiente vez, por favor, ¿dejemos mi ropa a un lado?
No más peleas de comida.

Ella estaba sorprendida. Él pensaba que todo había sido una


estratagema. Que haber tenido a Liam esa tarde había sido parte de su
estúpido desafío, y entonces el acostarse con Wulf solo había sido una suma
de lo anterior. Por supuesto, ¿por qué iba a pensar de otro modo? Nunca le
había dicho que era diferente.

Su boca todavía colgaba abierta cuando él cerró el espacio entre ellos


y la besó. Ella se quedó completamente inmóvil, su mente dando vueltas,
mientras las manos de él la envolvían y acariciaban su espalda desnuda.
Luego azotó su trasero y se separó.

—Hasta pronto, Tocci.


Su boca todavía estaba abierta, y continuó boquiabierta mientras salía
de su habitación. Caminó hacia la entrada. Cerró la puerta tras de sí cuando
se fue.

Entonces dejó escapar un gritó y se cayó hacia delante, gritando


contra el colchón.

Tan idiota. Soy tan idiota, pensando que podía jugar en la misma liga
que estos tipos. Mierda, ¿¡qué hago ahora!?
20
K
atya corrió de la cocina al piso de la pastelería, llevando una
bandeja llena de postres. Una cliente chilló de emoción y
ambas se pusieron a elegir el que más le gustaba a la mujer
para la celebración de su quincuagésimo aniversario de boda.

Luego tuvo una reunión muy privada con una estrella de reality medio
famosa acerca de su fiesta de compromiso, un compromiso del que la prensa
no sabía nada, y quería mantenerlo de esa manera. Fueron capaces de
acordar dos diseños de pastel, uno para él y otro para su prometida.

Inmediatamente después de eso, fue llevada al centro de la ciudad


para repasar los diseños de un enorme pastel que estaba siendo encargado
por la oficina del alcalde para su Gala Navideña. Incluso se necesitaba hacer
mediciones, y en un momento le preguntaron si podía usar oro real en
algunas de las decoraciones.

Ella amaba cada momento de todo. En medio de su drama personal,


era fácil olvidar lo mucho que disfrutaba de su trabajo, y lo buena que era en
ello, lo orgullosa que la hacía sentir.

Sin embargo, al mismo tiempo, también llegaba a casa con todos los
pensamientos que había estado teniendo últimamente. Ella tenía que
trabajar dentro de las restricciones de su pastelería, y los dueños todavía
obtendrían una enorme porción de los beneficios del pastel. Obviamente,
eso era completamente justo, pero Katya quería más. Quería fijar sus propias
horas, asumir sus propios compromisos. Proyectos más grandes y menos de
ellos, liberando más tiempo para sí misma, y permitiéndole realmente
desafiar su talento.

Estaba repasando su apretada agenda con uno de los pasantes de


pastelería, asignando diferentes detalles al joven. Estaban a mediados de
noviembre así que cuando la puerta se abrió de golpe, dejó entrar una ráfaga
de aire. Katya alzó la vista y se sorprendió al ver a Tori de pie en la tienda.
—¡Hola! —dijo, sonriendo y entregando su portapapeles a su
compañero de trabajo—. Esta es una agradable sorpresa.

—Quería ver cómo iba tu primer día de regreso —dijo Tori,


desenvolviendo una bufanda alrededor de su cuello y mirando alrededor de
los recipientes.

—Ocupada, gracias a Dios.

—¿Demasiado ocupada como para tomar una taza de café?

—Me encantaría una, trabajé durante el almuerzo.

Katya se inclinó hacia la cocina lo suficiente como para gritar que


saldría durante quince minutos, luego tomó su abrigo de un estante y siguió
a Tori por la puerta. Una pequeña tempestad soplaba por la ciudad, llevando
humedad por el aire y haciendo que temblara.

—Entonces, ¿está bien? —preguntó Tori una vez que estuvieron


sentadas en un pequeño café, bebiendo americanos.

—Sí. Se siente diferente, después de todo este tiempo, pero es bueno.


Lo extrañé —respondió Katya.

—Bueno. Eso es bueno. Ahora podemos hablar de cosas más


importantes.

Katya se quedó quieta. Su compañera de cuarto no sabía de su


comportamiento menos que decoroso la noche anterior. No había visto a
Tori desde la mañana anterior, ya que la chica había ido a trabajar
directamente desde el centro de la ciudad. Katya había salido de su
habitación el tiempo suficiente para ordenar la loca escena que ella y Wulf
habían dejado en el pasillo, luego había tomado una segunda ducha antes de
ir a la cama temprano.

Definitivamente no merecía postre, no después de las cosas malas que


había estado haciendo con él. Estaba avergonzada, por haber sucumbido tan
fácilmente. Por haber estado tan desesperada y necesitada. Dios, le había
rogado. Rogado. Fue un poco humillante. Y luego no había dicho nada, hecho
nada, para evitar que saliera por la puerta.

—¿Como qué? —preguntó Katya cuidadosamente. Tori comenzó a


excavar por su chaqueta, luego sacó una larga pieza de tela de un bolsillo.
—¿Como qué diablos es esto? —preguntó, dejándolo caer sobre la
mesa.

Katya gimió al darse cuenta de lo que era: la corbata de Wulf. La que


se había manchado con la magdalena. Debe haber sido arrojada o pateada
dentro de la cocina. Solo había limpiado el pasillo. Ella frunció el ceño y
recogió el ofensivo pedazo de seda, mirando sobre el relleno de chocolate
seco y endurecido.

—Um, esto es… —murmuró, intentando pensar en una mentira


plausible.

—Eso es sexo —dijo Tori en voz alta.

—¡Shhh! —siseó Katya rápidamente cuando una mesa de ancianas las


miró—. Es una jodida corbata, Tori. Eso es todo.

—Sí, está bien. —Su compañera de cuarto se rio—. Solo una costosa
corbata de seda, que probablemente fue arrancado en un ataque de pasión y
arrojada al otro lado de la habitación, justo antes de que un taciturno idiota
te diera un revolcón.

—Me levantaré y me iré, y nunca escucharás la historia —le advirtió


Katya. Tori suspiró y se recostó en su silla.

—Bien, bien. Bajaré la voz. ¿Entonces qué pasó?

Katya dio una versión aguada de la noche, una cena


sorprendentemente acogedora con Liam, abrazándose en el sofá. Despertar
y ser acosado por un lobo enojado. Ella no dio todos los detalles, pero lo
suficiente como para llegar a que sí, un taciturno idiota le había dado “un
revolcón”.

—Por favor, no lo conviertas en algo grande —susurró al final,


enrollando la corbata de Wulf y envolviéndola en una servilleta antes de
meterla en su propio bolsillo.

—¿¡Cómo que no puedo!? Durante semanas has estado deprimida por


estos tipos, ahora estás finalmente de vuelta donde estabas antes. ¿No es
algo bueno? —preguntó Tori. Katya sacudió la cabeza.

—No… antes de quedar atrapada entre dos hombres. Ahora estoy de


vuelta en esa misma posición, solo que los hombres son mucho, mucho peor
ante mis ojos. Todavía no confío plenamente en ninguno de ellos, y Wulf
todavía piensa que es un juego. Simplemente salió después, riéndose de
todo. Riendo. Quería morirme un poco, estaba tan enojada.

—De acuerdo, entonces deja el idiota y ve con Liam.

—No es así de fácil. No quiero… ¿cómo se convirtió esto en un asunto


de elegir? —exclamó Katya repentinamente—. Se suponía que debía usarlos.
Torturarlos. Ahora es un concurso de cual el príncipe puede escalar mi torre
y ganarme.

—Escalar tu torre, eh. Eso es nuevo para mí. ¿Es como cuando uno de
ellos te come…?

—Tori.

La otra chica se rio a carcajadas y tomó el resto de su café antes de


sentarse más recto.

—Bueno, en el lado positivo, al menos ya no estás enfadada con ellos,


¿verdad?

—… Bueno, supongo que… un poco…

—Y un poco de sexo nunca lastima a nadie.

—Incorrecto.

—Pareces más relajada, así que ahí está.

Katya no se sentía relajada. Se sentía encendida y molesta. Atrapada


entre estar enojada con Wulf, y tan increíblemente excitada que quería
conducir a su trabajo y follarlo justo en su gran escritorio. Se sentía
preocupada y culpable, porque mientras él todavía estaba jugando un
estúpido juego de llevar la delantera, Liam estaba exponiendo su corazón y
haciendo un verdadero esfuerzo.

Tengo que decírselo.

—Tengo que decirle a Liam lo que hice —suspiró Katya, frotándose


las sienes.

—¿También vas a acostarte con él? —preguntó Tori. Katya soltó una
carcajada.

—No quería acostarme con Wulf, simplemente ocurrió. No lo sé. ¿No


lo creo? Dios, no lo sé —gimió de nuevo.
—Mira, es como dije —suspiró Tori, bajando de su silla—. Solo haz lo
que quieras. Sigue haciendo lo que se siente bien, y eventualmente, te llevará
a donde debes estar. Es cómo funciona el universo.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó Katya, inclinándose hacia atrás para
poder mirar a su amiga—. ¿Cómo es que nunca hablamos de tu vida
amorosa? ¿Quién te da un revolcón?

—Dios, ya quisiera. Hoy en día, solo estoy interesada en ese efectivo.


Liam me está promoviendo a gerente de turno nocturno, viene con un gran
aumento.

—Eso es increíble, Tori. ¡Bien por ti!

—Gracias. He estado trabajando muy duro para ello. Sé que todavía


soy bastante nueva, pero soy la mejor que tiene ahí abajo. Y sabes, creo que
es mejor así. Mantenerse ocupada, centrándose en el trabajo. No te ofendas,
pero no quiero que tu chico tenga problemas. —Se rio—. Pasé por todo eso
antes por mi cuenta, y no gracias. Creo que pequeña Tori solo tiene que
tomar un merecido descanso de los hombres.

Estaba sonriendo y se reía mientras hablaba, pero Katya tuvo la


sensación de que su amiga no tenía ganas de hacer ninguna de esas cosas. De
hecho, sentía como si Tori casi lucía un poco triste. Como si estuviera
cubriendo algo con todas las grandes sonrisas y hablando de trabajo duro.

—¿Estás segura que no tienes nada de lo que quieras hablar? —


preguntó Katya. Tori se encogió de hombros y comenzó a envolver su
bufanda de nuevo alrededor de su cuello.

—Muchas cosas. Como los osos. ¿Cuán extraña es la hibernación? ¿No


hacer pis durante meses? ¿Cómo lo hacen?

Katya puso los ojos en blanco.

—Sabes que no es lo que quise decir. Que sucede…

—Me encantaría hablar, tengo que correr, tengo que llegar al bar para
dirigirlo. ¡Besos! —gritó Tori mientras caminaba hacia la puerta, soplando
besos sobre su hombro. Luego, con el tintineo de una campana, se había ido,
dejando a Katya parpadeando a su paso.

Hmmm, voy a tener que atarla y sacar la verdad, eventualmente.

***
Se lanzó a su trabajo por el resto del día, ignorando su teléfono por
completo. Liam estaba realmente de vuelta a su antiguo ser, enviando
mensajes y fotografías tontas a lo largo de la tarde. Wulf escribió una vez,
solo una línea, como de costumbre. Algo vagamente presumido y
ligeramente sucio. Suficiente para enojarla y excitarla mucho más.

Estúpido.

Afortunadamente, ambos hombres resultaron estar demasiado


ocupados para acosarla. Liam se estaba preparando para una gran fiesta en
su club. The Garden cumplía diez años, cuatro de los cuales habían pasado
bajo su dirección y propiedad. Ellos iban con todo. Mientras habían estado
en Carmel, había aceptado a regañadientes ir a la fiesta, pero solo bajo la
condición de que Wulf también estuviera allí. Parecía una broma divertida
en ese momento, porque Liam odiaba cuando Wulf estaba en el club.

Ahora no era nada gracioso. Wulfric, en un club de sexo, y alrededor


de ella, y ella alrededor de Liam, sabiendo que acababa de tener sexo con
Wulf, pero no con Liam, Liam, con quien había tenido relaciones sexuales en
el club una vez antes.

Piensa en cuántas veces acabas de pensar la palabra sexo, y cambia de


prioridades en tu vida, demonio del sexo.

La fiesta era el sábado, y desde hacía mucho tiempo tenía programado


ese domingo libre, incluso antes de su pequeño sabático. Se preguntó si
debería cancelarlo. Decirle a Liam que estaba demasiado ocupada
poniéndose al día en el trabajo. Pero entonces él le envió un mensaje muy
dulce, diciéndole cuánto apreciaba la oportunidad de empezar de nuevo, y
sabía que tenía que aguantárselo. En serio estaba esforzándose para ser un
buen amigo y un hombre mejor. Ella al menos podría mantener la calma un
par de horas en su fiesta.

El jueves era más de lo mismo en el trabajo, pero también con las


clases mezcladas con sus deberes regulares. La pastelería era una que
internaba a panaderos de una universidad local, fue cómo Katya había
encontrado su posición actual. Así que una vez a la semana, se los llevaba a
todos para aprender técnicas especiales o para diferentes seminarios o
exposiciones.

Estaba tan concentrada en todo, que no había notado que había


perdido varias llamadas telefónicas a lo largo del día. En el viaje en tren a
casa, finalmente sacó su celular y se sorprendió al ver que Wulf la había
llamado tres veces. Mientras miraba la pantalla, llamó de nuevo. Respiró
hondo y se llevó el teléfono a la oreja.

—Tocci.

Él ladró su nombre como un sargento instructor. Como si estuviera a


punto de dar una orden.

—Stone —dijo ella de vuelta con una voz cómicamente profunda.

—¿Dónde diablos has estado? —preguntó.

—En este pequeño lugar llamado trabajo. —Se rio de él.

—Oh, así que decidieron aceptarte de vuelta.

—No gracias a ti.

—Oye, tu tiraste ese primer pedazo de pastel.

—Y el último, técnicamente.

Resopló y se sintió orgullosa de sí misma. Había tenido muchas


charlas con ella misma, preparándose para la próxima vez que lo viera. Si él
podía tratar el sexo de otro mundo como si no fuera un gran problema y
simplemente alejarse de ella, entonces ella podría hacer exactamente lo
mismo. O al menos, podía actuar como si pudiera.

—Cuidado. Te llamaba para recordarte que todavía me debes la cena


—declaró. Ella mordió su labio inferior y agarró el riel delante de sí mientras
el tren se sacudía.

—No te debo nada —le recordó.

—Después del regalo que te di la otra noche, me debes mucho.

Sintió que su rostro ardía de rojo puro, pero se negó a dejar que sus
nervios se reflejaran en su voz.

—Es adorable que pienses eso —respondió—. Porque desde mi punto


de vista, me dejaste queriendo mucho más la otra noche.

Un hombre de pie cerca la miró y ella puso los ojos en blanco.

—Eso es adorable; probablemente no pudiste caminar por el resto de


la noche —comentó Wulf riendo.
—Piensas demasiado de ti.

—Porque sé que soy así de bueno.

—Si toda esta conversación va a ser tan molesta, voy a colgar —le
advirtió.

—Cena, siete en punto. Estoy pensando en mariscos —le dijo.

Su mente buscó una excusa.

—En realidad, no puedo cocinar para ti esta noche —insistió.

—¿Por qué?

—Porque…

—Está bien, tómate tu tiempo. Tengo toda la noche para esperar a que
inventes una excusa convincente.

¿Escuchas ese sonido? Esa es tu cordura doblándose y rompiéndose por


la mitad.

—De acuerdo, bien… ¿quieres saber por qué no puedo? —espetó—.


Porque voy a salir con Liam. No quería herir tus sentimientos, por eso no iba
a decírtelo, pero como aparentemente no te importan ni un poco los míos,
ahí está. ¡No puedo prepararte la cena porque voy a estar demasiado
ocupada follándome a Liam hasta el próximo sábado!

Ahora cada persona que estaba a su alrededor la miraba. Ella envió


una mirada furibunda hacia la multitud, y luego se dirigió a una puerta tan
pronto como el tren se detuvo.

—Oh. Ya veo. Así que aparentemente no fue tan bueno —habló con
una voz cuidadosamente modulada.

—Te dije… tu ego va a ser tu muerte —le dijo a medida que caminaba
enojada por la calle.

—Seguramente. Cuando te des cuenta de lo insatisfecha que estás con


un chico como Liam, llámame.

Él no se despidió, solo le colgó. Ella gruñó y se metió el teléfono en el


bolsillo.
Bueno, no fue su mejor momento. No tenía absolutamente ninguna
intención de dormir con Liam a corto plazo, y usarlo para poner celoso a
Wulf no estaba bien en ningún tipo de nivel. La culpa se apoderó de ella y
con un pesado suspiro, sacó el teléfono otra vez. Presionó sobre un contacto
y se lo llevó a la oreja.

—Justo estaba pensando en ti —la voz cálida de Liam llenó su oreja.


Ella hizo una mueca.

—Awww, eso es dulce. Justo estaba hablando de ti —respondió ella.

—Ojalá haya sido muy halagador. Mucho dinero, pene grande, ese tipo
de cosas.

Ella rio en voz alta.

—Estaba hablando con Wulf.

—Oh, Dios.

—Sí. Estaba siendo un poco idiota, así que hice algo malo —le dijo.

—¿Como qué?

—Bueno, él estaba exigiendo que le preparara la cena, así que le dije


que no podía porque estaba muy ocupada cenando contigo esta noche —
respondió medio honesta.

—Eres una chica traviesa, Pastel de ángel —dijo riendo.

—En serio lo siento, solo lo dejé escapar. Me pone tan enojada a veces,
yo solo…

—Está bien; pagaría por haber visto su cara. Me puedes usar cada vez
que quieras enojar a Wulf. Ahora bien, ¿qué vas a hacerme para la cena? —
preguntó, y ella prácticamente podía oír lo duro que estaba sonriendo.

—Uuuggg, horneo durante todo el día, y luego ustedes esperan que


cocine —se quejó.

—Cállate, te encanta. Ven a traerme comida.

—Bien, bien. ¿Tacos?

—Siempre. Nos vemos dentro de poco.

—Adiós.
Se detuvo en casa un momento, cambiándose de ropa y preparando
algunos bocetos en su mesa de dibujo. Intentó no sonrojarse cuando recordó
lo que había sucedido en ella la noche anterior, ¿cómo había llegado tan
lejos, tan rápido? Tan rápido. Un minuto habían estado peleando, al siguiente
se habían estado arrancando la ropa del otro.

Sacudió los recuerdos y salió. Se detuvo en el camino y consiguió una


bolsa de tacos de su lugar favorito, luego fue al club de Liam.

No había regresado desde su gran pelea. Solo caminado por el


callejón, sentía como si fuera a estallar en urticaria o algo así. Demasiados
recuerdos malos. O recuerdos falsos. No estaba segura de qué sentimiento
era peor. Desde aquella primera noche juntos, todo estaba planeado.
Premeditado. Respiró profundamente con cada paso que tomó,
preparándose.

Tuvo una pequeña charla con Jan, el gorila, en la entrada. Había visto a
su héroe un par de veces desde que él la había salvado de sus dos demonios
personales. Había vuelto a casa con Tori unas cuantas veces para una comida
nocturna. Era aterrador de mirar, pero en realidad era un gran osito de
peluche en la vida real. Le dio un abrazo antes de entrar.

Había escrito a Tori antes de tiempo de modo que la chica pudiera


estar esperándola arriba. Katya no estaba mentalmente preparada para
lidiar con el resto del personal. La mayoría de ellos habían sido testigos de
su crisis épica y su huida resultante a través del club. Toda la situación
seguía siendo embarazosa y dolorosa.

Su compañera de cuarto le dio la bienvenida en la puerta, y luego la


llevó abajo. Hablaba sobre lo que estaban preparando para el próximo fin de
semana y qué tipo de música habría y lo que iba a usar. Katya tuvo la
sensación de que era más que nada relleno, que su amiga estaba intentando
evitar hablar de algo real. Pero antes de que pudiera siquiera pronunciar
una palabra, estaba en el pasillo del despacho de Liam y Tori volvía a su bar.

Antes de que Katya llegara a la puerta, unas voces se filtraron hacia el


pasillo y la congelaron en su lugar. La derribó y la golpeó a través del espacio
y el tiempo.

No, no, no, no, no, no de nuevo.

—… todo es tu culpa —decía Liam.


—No te dije que la usaras —dijo la voz de Wulf.

Katya empezó a respirar rápido, sintiéndose mareada.

—¡Me diste su número!

—Su tarjeta, hay una diferencia.

¿Esperen, qué?

—Es como un maldito nazi.

—Eso es un poco exagerado.

¡No soy un nazi! ¿Cierto?

—Se ha encargado de todo y básicamente me ha llamado estúpido.

—Bueno, no está mintiendo exactamente.

—Solo quería que alguien hiciera mi contabilidad, no quería que una


diminuta mujer mandona asumiera toda mi oficina.

Katya sintió que el oxígeno volvía a sus pulmones.

—Ayumi es una contadora pública certificada, originalmente trabajó


para mí en contabilidad. Es excelente en esto, solo deja que haga lo suyo.
¿Tienes mi cheque?

Katya casi se echó a reír. Ayumi Nakada, la asistente de Wulf. Estaban


hablando de la asistente de Wulf. No de ella. Ayumi, que al parecer también
era contadora pública. Se llevó una mano a la frente y se acercó a la puerta,
golpeándola suavemente.

—¿Qué? —espetó Liam. Ella tomó eso como una invitación y abrió la
puerta. Los dos hombres la miraron por un momento y ella logró sonreír.

—Tenemos que dejar de reunirnos así.

Su voz carecía de fuerza alguna para conducir la broma a casa, pero


ambos rieron entre dientes. Liam corrió alrededor del escritorio y agarró la
bolsa de comida mientras la guiaba a una silla.

—Lo siento, intenté sacarlo de aquí antes de que llegaras —se quejó,
lanzando una mirada a Wulf. El otro hombre sonrió a ambos.
—¿Huelo la cena? Maravilloso, me muero de hambre —dijo,
sentándose en el asiento junto a Katya.

—No, no, no, es una cena íntima para dos —le informó Liam. Wulf
puso los ojos en blanco y se quitó la chaqueta. Ella se dio cuenta que no
llevaba corbata y, al mirarlo, su sonrisa se hizo más grande. Ella frunció el
ceño y apartó la vista, agarrando la bolsa del escritorio de Liam.

—Está bien, tengo suficiente para asfixiar a una mula.

—Lo que quiere decir que apenas alcanzará para mí —gruñó Liam,
pero se sentó en la silla de su escritorio y la acercó para sentarse con ellos.

Fue una cena incómoda, por supuesto, pero nada podía mantener a
Liam tranquilo durante demasiado tiempo. Él finalmente comenzó a hablar,
contando antiguas historias de surf en sus veintitantos años. Katya señaló
que todavía tenía veintitantos años, lo que hizo que todos rieran.

Wulf dijo que sus veinte años no habían sido muy divertidos.
Terminando la escuela de postgrado, construyendo un negocio, cuidando de
una familia. Ambos lo miraron en silencio por un momento, luego Liam se
aclaró la garganta.

—Hermano, eres un poco aguafiestas.

Cuando Katya terminó su comida, se dio cuenta que Wulf estaba


mirándola de una manera que la hacía muy incómoda. Liam todavía tenía un
montón de horas en el bar, así que se excusó y decidió irse. Él le dio un gran
abrazo y beso de despedida, añadiéndose a la sensación incómoda. Ella
intentó apresurarse sin decir nada a Wulf, pero, por supuesto, él nunca
dejaba que se saliera con la suya.

Estaba deslizando su chaqueta y corriendo por el pasillo cuando lo


oyó acercarse por detrás de ella. Miró por encima del hombro, y luego gimió
antes de subir las escaleras para marcharse.

—No tengo tiempo para lidiar contigo, mañana tengo que levantarme
temprano —le dijo. Caminaba tan cerca de ella, que podía sentir el calor de
su cuerpo. Se mantuvo así por todo el club, todo el camino hasta que
estuvieron afuera. Jan le dirigió una mirada desagradable, pero no dijo nada
a medida que salían del callejón.

—¿Estás segura de eso? Todavía tengo hambre, podría ir a por un


postre —dijo, y ella casi se ahogó en el aire.
—¿Estás seguro de eso? Podría acabar explotándote por todo tu
presumido rostro —le advirtió.

—No pasó anoche.

Tuvo suerte y un taxi se detuvo dejando a alguien en la acera justo al


lado de ellos. Se apresuró y agarró la puerta, luego se volvió hacia Wulf. Él se
había quedado justo en sus talones y ella casi terminó con la nariz en su
cuello.

—No por falta de intentarlo. Hablando de eso, tengo algo para ti —


comentó, sacando su sucia corbata del bolsillo. La desplegó y la envolvió
alrededor de su cuello.

—Más te vale que ese desastre salga, era muy cara —le dijo,
inclinándose mientras ella envolvía las manos alrededor de los extremos de
la corbata.

—¿Sabes qué más cuesta mucho? —susurró ella, poniéndose de


puntillas y encontrándolo a medio camino. Sus ojos estaban en los labios de
ella, siguiendo cada uno de sus movimientos.

—¿Qué? —susurró en respuesta.

—Mi tiempo. Deja de desperdiciarlo, Wulf.

De repente, soltó la corbata y se acomodó en el asiento trasero del


taxi. Cerró la puerta de golpe y lo saludó con la mano mientras le daba una
dirección al taxista. Antes de que Wulf pudiera decir alguna respuesta
ingeniosa o entrar en el auto con ella, el taxi ya estaba navegando por la
calle, con Katya riendo todo el camino.
21
—¿Cómo están las cosas, nena?

K
atya equilibró su teléfono entre su hombro y su oído mientras
se movía alrededor de la cocina. Para celebrar el ascenso de
Tori, Katya había hecho las comidas y postres favoritos de su
compañera. Su papá había llamado justo cuando estaba en ello.

—Bien, ocupada. El trabajo ha sido una locura —dijo, cerrando la


puerta del lavavajillas con el talón antes de apresurarse y mirar en el horno.

—Qué bueno escucharlo, me alegra que estés de regreso en eso. Tu


madre me tiene en una dieta baja en sodio y carbohidratos. Creo que está
intentando matarme. —Se rio entre dientes. Ella se rio.

—Bien por ti, tienes que cuidarte.

—Hablando de cuidar… ¿cómo están tus dos chicos? —preguntó en lo


que ella estaba segura que él pensaba que era una voz despreocupada.

—No son míos y se encuentran bien.

—¿No más golpes?

—Todavía no, pero todos iremos a una fiesta el sábado —le dijo.

—Suena bien. Sé que estaba enojado, pero Liam parece un sujeto


agradable, corazón —dijo su papá. Ella se quedó callada mientras sostenía
una cacerola sobre el colador. ¿De dónde provenía esto?

—Puede serlo, cuando pone la mente en ello. Se siente realmente mal


sobre cómo resultó todo —respondió.

—Lo sé… le envió flores a tu madre. Está bordando “Señor y Señora


Edenhoff” en los cojines.

—Oh, Dios.
—¡Lo sé! Fue mi auto el que resultó rayado, ¿dónde demonios están
mis flores?

—¿Pensé que Wulf estaba pagando para arreglar eso?

—Cariño, hizo más que pagar.

—¿A qué te refieres? —preguntó, arrojando la ahora cacerola vacía en


el fregadero y poniendo las manos en las caderas.

—Digamos que papi tiene un juguete nuevo.

—¿Disculpa?

—¿Recuerdas la motocicleta que tenía cuando tenías ocho años?

—Oh Dios mío, ¡no te envió una motocicleta!

—Tendremos que montarla cuando vengas.

—No. eso no va a suceder. Voy a decirle que se la lleve.

—Tendrás que arrebatarla de mis fríos y muertos dedos primero. No


tienes que montarla, también hizo arreglar el auto.

—Papá. —Respiró hondo—. Tienes cincuenta. Tus gafas básicamente


son botellas de Coca-Cola. Nunca deberías subirte a una motocicleta.

—Subestimas a tu padre. Es como montar una bici. ¿Lo entiendes?


Una bici. —Se rio de su propia broma.

—No estoy de acuerdo con esto, papá. No me gusta la idea de que


conduzcas por la autopista en una motocicleta —chilló, usando la voz de
jovencita que por lo general le conseguía algo.

—Calma, cariño. Solo la he montado dos veces, alrededor de la cuadra.


Está en el garaje bajo una cubierta en este momento —la calmó.

—Bien. Bien, de acuerdo, gracias. No debió haber hecho eso. ¿¡Por qué
haría eso!? —gruñó, frotando una mano por su frente.

—Bueno, creo que también se sintió mal.

—¡Pudo intentar decir lo siento!

—Tal vez esa es su manera de decir lo siento. No todo el mundo


funciona de la misma manera que tú. Wulf siempre ha sido especial, siempre
encontré que era mejor dejarlo hacer las cosas a su manera. Haz que se
sienta asfixiado, y se torna resentido.

Hmmm, tengo la sensación de que no estamos hablando de regalos


costosos ya.

—Papá, ¿qué estás intentando decir?

—Estoy intentando decir que no falta mucho para Acción de Gracias, y


amaríamos si trajeras una cita… pero solo una.

—Y quieres que mi cita sea el tipo que regala motocicletas —masculló.

—No, quiero que tu cita sea el tipo que te trata bien y te gusta —
respondió su padre—. Sé que estos dos tipos te están enredando. Quiero que
descubras lo que quieres, y vayas por ello. Me gustan las motocicletas,
cariño, pero también amo los fines de semana en la playa y aprender a
surfear. O oye, incluso pasar el feriado solo con mi niñita.

Katy suspiró y se apoyó contra la encimera.

—Gracias, papá. Lo digo en serio. Lo que pienses… significa mucho


para mí. Gracias por ser comprensivo. Sé que nada de esto es lo que hubieses
querido para mí —dijo con una voz dulce.

—Claro que no. Quería que fueras una doctora.

—¡Papi!

—Me tengo que ir, cariño. El señor Tunt, el vecino del frente, quiere
que corra contra su Harley.

—Por favor, dime que estás bromeando, no quiero…

—Te amo mucho.

—También te amo mucho.

Y entonces papá se había ido. Katya frunció el ceño y comenzó a


moverse nuevamente cuando Tori entró a la cocina. Trabajaron juntas
poniendo la carne en la mesa, rieron y hablaron en el trascurso de la noche,
pero su mente siempre estuvo medio pensando en su conversación con su
padre. Cuando había ido a casa con Wulf hace un mes más o menos, su mamá
la había impresionado con lo compresiva que fue sobre la situación de los
dos hombres. Ahora su papá la estaba sorprendiendo con este nivel de
comprensión.
Jesús, tal vez soy quien no es muy comprensiva.

Katya supo que estaba dándole largas al asunto. Era fácil decirlo, o
incluso pensarlo, solo toma una decisión. Wulfric o Liam. O diablos, ninguno.
Sin embargo, no era así de simple. Si lo fuese, ya habría tomado la decisión.

Para comenzar, había tenido la conexión emocional más fuerte con


Wulf, una atracción casi física a su alma, atándola a él. Pero este lo había
arruinado y dañado esa conexión. No era tan eléctrica como solía ser, no
confiaba en él, así que seguía apartando cualquier potencial sentimiento por
él. ¿Cómo podría escogerlo? Y peor aún, si no lo escogía, ¿estaba preparada
para no verlo nunca más? Porque estaba bastante segura que él no estaría
interesado en “permanecer como amigos” después.

Su unión con Liam había sido diferente, y tal vez incluso más fuerte en
ciertos aspectos. Lo había visto prácticamente todos los días. Él la hacía reír
y sentirse bien consigo misma, pero en aquel entonces, no había existido esa
chispa. Nunca ni siquiera lo contempló, porque había estado centrada en
Wulf. Ahora, sin embargo, las cosas eran distintas, se estaba esforzando,
disculpándose e intentando. Haciéndola sentir especial. ¿Estaba dispuesta a
perder ese tipo de persona especial si escogía a Wulf?

Tal vez debería quedarme sola, este es un problema estúpido que tener.

Para complicar las cosas, Liam apareció más o menos a las diez en
punto con una botella de champán. Los tres se lanzaron al soufflé de limón
que Katya había hecho de postre, una especialidad que no tenía la
oportunidad de hacer muy a menudo.

Tori los sorprendió excusándose temprano, intercalando bromas


sobre tener que ir a trabajar temprano para su molesto jefe. Liam se rio
entre dientes, pero luego de que se fue al cuarto, le mencionó a Katya que
Tori no tenía que estar en el trabajo hasta las dos de la tarde.

—Me pregunto por qué se va a la cama tan temprano —murmuró


Katya mientras seguía a Liam por las escaleras.

—Tal vez tiene un novio —sugirió él, buscando las llaves de la azotea.

—¿Qué, ocultándose en su cuarto? —Katya se rio, abrazando una


manta contra su pecho cuando él abrió la puerta.

—Tal vez. Atado a su armario —bromeó él, dirigiéndose hacia el sofá


de dos cuerpos desgastado. Bordearon la piscina infantil que él había traído
aquí arriba hace tantas semanas antes. Toda el agua se había evaporado
hace rato.

—Ooohhh, ¡tal vez un novio online! —jadeó Katya. Era posible. Justo
al salir de la secundaria, Tori había manejado a San Diego por un tipo que
había conocido en una sala de chat.

—Espero que no. Ella es demasiado buena para eso —dijo Liam,
extendiendo una mano.

Ella le entregó la manta y ambos se sentaron, acomodando la mullida


manta alrededor de ellos. Cuando estuvo acomodada en los cojines a su lado,
él puso una bolsa de plástico en su regazo y sacó una botella de vino y una
caja de postres. Ella se rio y tomó la caja.

—¿Qué son estos? —preguntó.

—¿¡Nunca has tenido un Choco Taco!? —resopló, mirándola fijamente.

—No. No, no lo he probado.

—Oh, Dios mío, son increíbles. Helado, chocolate y cono. Pensé que, ya
que siempre estás haciendo cosas para todos nosotros, debería intentar
hacer algo. Pero no puedo hornear una mierda. —Se rio, abriendo la caja
para ella y sacando uno de los dulces.

—Solo toma práctica. Mierda, están buenos —comentó luego de


darles un mordisco.

—Lo sé. También, olvidé tomar vasos.

El vino era de tapa rosca, al menos, por lo que se lo pasaron ida y


vuelta, bebiendo directamente de la botella. Ambos comieron sus postres,
Liam acabando con cuatro antes de detenerse.

—¿Dónde te entra todo esto? —preguntó, echándole un vistazo a su


cuerpo cuando finalmente se recostó en el sofá—. Eres tan delgado.

—Lo sé, ¿cierto? Siempre he sido así. Prácticamente puedo comer lo


que sea que quiera.

—Suertudo.

—Lo dice señorita delgadita. Eres como un ave. Un ave alta y delgada
—dijo.
—Creo que acabas de compararme con un avestruz. —Se rio.

—Nah. Tu trasero no es lo bastante grande.

—Y no puedo comer lo que quiera. ¿Notas que casi nunca como mis
propios postres? Gané dieciocho kilos mientras estaba en la escuela. Aprendí
rápido a nunca comer lo que horneo. —Se rio.

—No puedo imaginarme eso.

—Son embargo, Tori, es como tú. Literalmente puede comer y beber


tanto como quiera, y siempre se ve igual. Se ha visto así desde el octavo
grado —dijo Katya.

—Jesús, ¿ha tenido esas tetas desde octavo grado? Debió haber sido
realmente popular.

—Lindo, Liam. En serio lindo.

—Aw, no estés celosa, Pastel de ángel —bromeó, acurrucándose cerca


de ella—. También tienes senos lindos.

Fue un lindo momento. Sintiéndose cómoda con él de nuevo, estar en


su lugar especial juntos. Adoraba que nadie más hubiera nunca estado allí
arriba. Ni Wulf, ni siquiera Tori. Era un lugar que solamente le pertenecía a
ella y Liam.

—Me alegra que seamos amigos de nuevo —susurró, mirando a


través de la azotea.

—A mí también.

—¿Estás seguro? —preguntó, mirándolo—. ¿Incluso si solamente


quiero que seamos amigos?

—Estoy seguro —dijo, luego su mano estaba deslizándose en su


cabello, tirando suavemente de ella contra él—. Pero todavía no estoy
seguro de lo que quieres.

—Ni siquiera yo estoy segura de lo que quiero —contestó ella.

—Eso está bien. Tómate tu tiempo. Descubre las cosas —sugirió. Ella
le sonrió.

—Gracias.
—Yyyyy… tal vez pueda ayudarte un poco —ofreció.

—Oh, ¿en serio? ¿Y cómo lo…?

Él la estaba besando. Claro que lo hacía. Y fue agradable, encantador y


sintió una calidez brotando en el centro de su pecho. Pero echar a perder
todo el asunto era su secreto sucio. La sensación de lo que estaba haciendo
era bastante incorrecta.

—Liam —susurró, apartándose—. Tengo que decirte algo.

—Algo sobre amor, devoción, comidas gratis de por vida —masculló,


frotando su nariz a lo largo de su cuello, inhalándola.

—No. Quiero que seamos honesto el uno con el otro, siempre.

—Lo sé, es por eso que te digo la verdad cuando digo que eres la
indicada para mí. —Se rio entre dientes, luego sus dientes estuvieron
mordisqueando el tendón de su cuello.

—Sí, entonceeees… también debería ser honesta y siento que necesito


decirte algo. Es sobre Wulf, él… —intentó confesar, pero Liam se alejó de
pronto. Dos dedos estaban presionados sobre sus labios, silenciándola
efectivamente.

—No quiero saber —dijo simplemente.

—¿Hhhmph? —murmuró ella.

—De verdad que no. Esto no es sobre él… no me importa, no cuando


estoy contigo. No me importa lo que esté tramando o cuántos besos ha
robado o lo que sea. En este momento, esto es sobre nosotros. No quiero que
lo arruine —insistió Liam. Ella frunció el ceño y apartó su mano.

—Eso es muy dulce, pero de verdad siento que…

Se inclinó y la besó con fuerza, obligándola a tragarse sus palabras.

—No me importa —susurró, moviendo ambas manos de donde


estaban en su cabello—. Solo somos nosotros. Solo quédate aquí conmigo.

Ella quiso ser insistente, discutir y exigir que la escuchara, así la


situación no podría volver para perseguirla. Pero no pudo conseguir soltar
otra palabra, su lengua estaba tomando todo el espacio disponible en su
boca.
***

Aunque Liam había puesto en práctica algunos de sus mejores


movimientos mientras la besaba, Katya consiguió escapar de la azotea ilesa.
Las palabras de su padre todavía sonaban fuertes en su mente, necesitaba
hacer una elección. El sexo solamente confundiría las cosas más de lo que ya
estaban, y no quería eso; no quería engañar a estos hombres.

Dejó todo cuidadosamente arreglado en la panadería antes de


dirigirse a casa la siguiente tarde. Ella no iría al día siguiente, lo que estaba
bien porque el domingo era típicamente lento, de todas maneras. Fue a casa
sintiéndose libre de culpa por tomarse un día libre tan pronto después de su
sabático e intentó emocionarse por la fiesta de esa noche.

Dado que solamente había llegado a usarlo por un breve período de


tiempo, se cambió al vestido Hervé Léger que había usado en su cena con
Wulf y Liam. La tela negra y beige se aferraba a su cuerpo de una manera
que probablemente debería ser obscena, pero quedaba corto y permanecía
bellamente sexy.

Se puso a recogerse el cabello en un moño, luego se detuvo cuando vio


su reflejo. Lo pensó por un segundo, luego sonrió y comenzó a buscar
alrededor del lavabo por el enorme suministro de maquillaje y productos
capilares de Tori.

Casi una hora después, había secado, planchado, y hecho ondas en sus
cabellos rojizos oscuros. Sin dudas un look diferente para ella, sintió que
incluso le cambió la cara. Realzaba sus pómulos de manzana, su barbilla
estrecha. Maquilló sus ojos un poco más oscuros de lo normal, pero se apegó
al brillo rosa para sus labios. Contenta con su aspecto general, agarró su
gabardina Bueberry solo para eventos especiales y se dirigió abajo antes de
pedir un Uber.

Cuando entró al club, estaba un poco asombrada. Parecía como si se


estuviera dando una fiesta de Año Nuevo; había globos dorados y negros por
todas partes, cubriendo el techo. La sorprendió ver que la puerta hacia el bar
privado de abajo estaba abierta, y Timmy, el camarero, explicó que, para la
fiesta, todas las actividades ilícitas habían sido canceladas.

Apenas eran las siete de la noche, pero la fiesta se encontraba en


pleno apogeo. Mucha gente se había presentado al evento, le alegró ver.
Liam había invertido mucho dinero en publicitar la fiesta, y la posibilidad de
estar en un club de sexo en vivo había sido demasiado para que la gente
resistiera su curiosidad. Cuando llegó abajo y caminó alrededor, vio a gente
riendo y señalando a los apartamentos privados que habían sido abiertos, y
jadeando por los juguetes sexuales que estaban a la venta detrás de la barra
de abajo.

—¿Kitty Kat!

Se giró hacia la voz aguda de Tori, luego jadeó cuando su compañera


de cuarto se acercó. Tori por lo general vestía super sexy para el trabajo,
pero se había superado esa noche. Llevaba unos calzoncillos de lentejuelas
negras, ¡eran culotes! con un sujetador negro de joyas incrustadas. Su cabello
castaño ondulado había sido sujetado manteniéndolo lejos de su cara, pero
caían rizos por su espalda. Botas hasta las rodillas, medias de red y guantes
de cuero sin dedos completaban el aspecto.

—¿Qué piensas? —Se rio, girando y sacudiendo su muy firme, y muy


expuesto, trasero a Katya.

—Uh… creo que te ves como una prostituta —dijo Katya con
honestidad. Tori simplemente se rio con más fuerza.

—Muchas gracias.

—Me refiero, lo más sexy que he visto. Probablemente super caro. —


Katya intentó arreglar su comentario en tanto se quitaba la chaqueta.

—Lo tomo como un cumplido. Cuantas más tetas muestre, más grande
es la propina. Finalmente voy a hablar con Liam para dejarme usar
pezoneras —bromeó.

—Estoy bastante segura que con solo decirle “pezoneras” dirá que sí.

—¿¡Verdad!? Ese hombre, oh Dios. Vamos, puedes guardar tu


chaqueta en su oficina.

Luego de haber colgado el precioso abrigo de Katya, Tori se dirigió de


regreso detrás del bar, coqueteando a cada paso de su camino. Katya
permaneció cerca de la entrada al pasillo, mirando a la multitud. No
reconoció a nadie al principio, y aunque era sociable, no se sentía
particularmente bien con entablar conversaciones con gente que nunca
había conocido. Por suerte, sus ojos aterrizaron en un pequeño grupo de
personas a través de la habitación y sonrió antes de dirigirse a ellos.
—¡Oye! ¡No sabía que estarían aquí! —exclamó, dando un paso entre
su vecino, Gaten Shepherd y la hermana de Wulf, Vieve. Brie frente a ellos,
absorta en su teléfono.

—Sí, Wulfy me invitó. Tengo que decir, la idea de venir a un club de


sexo para una fiesta me puso nerviosa. —Vieve se rio—. Pero me aseguró
que sería de clasificación para todo público por la noche.

—Vi un volante en nuestro vestíbulo —explicó Gaten—. Te recordé


diciendo algo sobre ese tipo de mi edificio siendo dueño del lugar. Entonces,
cuando llegué, reconocí a Genevieve del otro día, así que me acerqué y dije
hola.

La forma en que le estaba sonriendo a Vieve, hizo que la mente de


Katya comenzara a preguntarse. Obviamente, él probablemente había
asumido que Katya estaría allí, y Katya y Vieve eran amigas… ¿Vino con la
esperanza de encontrarse con Vieve? Eso sería tan dulce.

Vieve, sin embargo, parecía ajena a la atención que recibía. Sonreía a


todo el mundo y tocaba nerviosamente las perlas alrededor de su cuello.

—¿Y tú? —preguntó Katya dirigiendo su pregunta a Brie—. En


realidad, no habría pensado que estarías aquí.

—¿Es una pregunta real? —preguntó Brie, sin molestarse en levantar


la vista.

Vieve puede ser una copia al carbón de Wulf, pero Brie abre su boca y es
como escucharlo.

—Quiero decir, en realidad no parece tu escena —explicó Katya. Brie


finalmente dejó su teléfono en un minúsculo bolso cruzado.

—Um, hay alcohol gratis y hombres bien parecidos… hombres ricos.


Es mi escena —le aseguró.

—Oh. Supongo que esa es una buena razón.

—Además, Wulf dijo que su socio estaría aquí. Tengo curiosidad por
conocer a cualquiera que pueda manejar a mi loco hermano —comentó ella,
sus ojos escudriñando la multitud. Katya se giró para mirar a su alrededor y
vio al objeto de su discusión apoyado en el extremo de la barra, riéndose de
algo que Tori le decía.

—Está allí mismo. Voy a ver si puede venir a saludar. Discúlpame.


Katya se abrió camino a través de la muchedumbre que aumentaba y
apareció al lado de Liam. Él hizo una doble toma, sin reconocerla al
principio. Luego sus ojos se abrieron de par en par y se giró para mirarla.

—Mierda, Pastel de ángel. Te ves… increíble. Tu cabello —dijo, sus


ojos vagando sobre ella.

—Normalmente odio usar un vestido en dos eventos tan cercanos uno


del otro, pero realmente me encanta. —Se rio.

—A mí también.

—A mí también —dijo Tori mientras sacudía un coctel de arriba abajo


—. Hace cosas asombrosas por tu trasero.

—Uh, no es tan asombroso como lo que esas lentejuelas están


haciendo por el tuyo. —Katya se echó a reír.

—Un excelente punto. Tu culo está desafiando la gravedad esta noche,


Tori —estuvo de acuerdo Liam.

—Silencio, tomo el acoso sexual en el lugar de trabajo muy seriamente


—dijo Tori.

—¿De verdad? Entonces, ¿por qué sigues coqueteando conmigo? —


preguntó.

Claramente había sido una broma, y Katya incluso empezó a reír, pero
se sorprendió al ver que Tori se sonrojaba un poco. Tori nunca se sonrojaba.
Sus ojos rebotaron entre Katya y Liam antes de que una sonrisa se fijara en
su lugar.

—Porque sigues coqueteando conmigo. Vete ahora, estoy muy


ocupada porque ALGUIEN ha decidido que tomar licor aquí sería una gran
idea —soltó, entonces se dirigió al otro extremo del bar.

—Ella no tiene concepto de autoridad, ¿verdad? —suspiró Liam, sus


ojos siguiendo los movimientos de Tori.

—No, en realidad no. Vamos, las hermanas de Wulf están… conociste a


Vieve, ahora puedes conocer a Brie —ofreció, conectando su brazo con el
suyo y girándolo para hacer frente a la muchedumbre.
—Oh, señor, no puedo ni recordar a una, y ahora, ¿quieres que
conozca a la otra? ¿Dónde están? ¿Son iguales a él? —preguntó, buscando en
la multitud.

—Brie lo es un poco —replicó Katya, luego señaló al otro lado de la


habitación—. Ellas están allí.

Bajo su brazo, sintió a Liam tensarse. Levantó la mirada y vio que


fruncía el ceño un poco. Gaten se reía de algo que una de las chicas había
dicho, Vieve estaba jugando con su collar de nuevo, y Brie se encontraba de
nuevo en su teléfono.

—¿Esas son las hermanas de Wulf?

—Sí. Conociste a Vieve, ¿recuerdas? —preguntó.

—Yo… supongo que no. Fue un fin de semana loco, y recibí un golpe
en la cabeza —dijo en voz baja, sus ojos nunca dejando al otro grupo.

—Bueno, la alta que se parece a Wulf es Genevieve, es la mayor.

—Ah, ¿cerca de la edad de Wulf?

—No, solo tiene veintiún años.

—Oh, Dios.

—No te preocupes. —Katya se rio—. Ella actúa más como si tuviera


cuarenta, totalmente cerrada, súper dulce y educada. Brie es por la que
tienes que preocuparte.

—Uh… ¿Por qué?

—Porque solo tiene diecinueve años, piensa que es más lista que
todos y odia a casi todo el mundo. Vamos, vamos a decir hola —instó,
intentando caminar hacia adelante. Sin embargo, él se negó a moverse.

—No puedo, Pastel de ángel —dijo, apartando su brazo del suyo—.


Tengo que subir, hay un sorteo que tengo que anunciar. Luego tengo que
revisar un caso sobre un champán faltante y luego un millón de otras cosas.
Quizás después.

—Ah, está bien. Quizás después.

Ella observó con sorpresa y confusión mientras él subía las escaleras.


Seguramente, podría haberse tomado dos segundos para conocer a las
chicas Stone. Por supuesto, no le importaba Wulf, así que tal vez no estaba
interesado en conocer a la familia de Wulf. Ella supuso que tenía sentido. Se
encogió de hombros por su extraño comportamiento y se reunió con sus
amigos.

En realidad, era una gran fiesta. Una banda se había instalado contra
la pared trasera, interpretando versiones en jazz de éxitos modernos. Gate
las rodeó un par de veces y luego convenció a Vieve de que fuera a bailar con
él. Y por convencer, como que empujó a la otra mujer en sus brazos.

—Creo que le gusta tu hermana. —Katya rio, cruzando los brazos


mientras veía a los dos bailar juntos torpemente.

—Mala suerte para él —gruñó Brie.

—¿Qué quieres decir? Es un buen chico, es una buena chica.

—Exactamente… él es agradable y normal. Vieve no es normal en


absoluto.

—Podría haberme engañado.

—De nuevo… exactamente. Es lo que hace mejor. Ahora, si se


enganchara en las drogas, desarrollara un cáncer o perdiera una pierna,
estaría encima de él —dijo Brie en una voz casual. Katya finalmente se giró
para mirarla.

—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó.

—Significa que mi hermana tiene que sentirse necesaria.


Indispensable. Tiene que estar salvando a alguien. Solo siente que vale algo
si está cuidando a alguien. ¿Por qué crees que siempre nos está cuidando? —
señaló Brie.

—Vaya. No tenía ni idea.

—¿Por qué crees que se casó con un tipo con cáncer cerebral
terminal?

—¿Sabía que tenía cáncer cerebral? ¿Antes de casarse?

—Trata con antes de que salieran. Lo que sea. Está loca. Voy a tomar
una copa —suspiró la chica más joven y se arrastró hasta el bar.

Kayla miró fijamente a la pista de baile, viendo cuidadosamente a


Genevieve Stone. La otra mujer parecía normal. Todos sus cabellos oscuros
habían sido arrastrados hasta convertirse en una coleta brillante y elegante.
Llevaba un mono sin tirantes que mostraba perfectamente su delicada
estructura ósea. Era impresionante, en realidad. ¿Cómo podía tener
problemas de autoestima?

Por supuesto, esa lógica no tenía mucho sentido. Katya volvió a mirar
a Brighton, una mujer magnifica por derecho propio, sin embargo, parecía
tener un montón de problemas. Loco, ser tan joven y estar tan marginada.
Tan odiosa por dentro, pero tan hermosa por fuera.

Llevaba un vestido que mostraba las curvas de su cuerpo a la


perfección. Tenía mangas largas, cuello alto y llegaba hasta la mitad de sus
pantorrillas, pero el ligero color melocotón parecía pintado en su cuerpo
dando la ilusión de que se encontraba desnuda a primera vista. Su cabello
largo y grueso tenía ondas similares a las de Katya, y llevaba tanto
maquillaje, que era difícil de reconocer. Iluminador, bronceador, base y
pestañas postizas. Katya casi se sentía vestida en comparación.

—Jesús, ¿qué está usando?

Katya se dio la vuelta para encontrar a Wulf detrás de ella. Lanzaba a


su hermana pequeña dardos venenosos con la mirada.

—Creo que se ve bien —ofreció Katya.

—Parece una conejita de Playboy.

—Bueno… ellas por lo general también se ven bien —intentó nuevo.

—¿Y está bebiendo? —preguntó.

—Eh, odio decirte esto, pero muchos a los diecinueve años consumen
alcohol. Ha estado viviendo sola en un dormitorio durante el año pasado,
puedo garantizar que ya ha tomado una copa, y apostaría dinero a que tiene
una identificación falsa —señaló Katya.

—Me importa un carajo… tiene diecinueve años y Liam está vagando


por aquí en alguna parte, no está bebiendo —gruñó Wulf. Katya soltó una
carcajada.

—¿Qué tiene que ver Liam con eso?

—Dale unos tragos y tratara de follar cualquier cosa con tetas. Lo


mataré si respira en su dirección —advirtió Wulf, y luego se dirigió al bar.
Katya se puso delante de él.
—¡Vaya, cálmate! Él no es así, y es insultante para mí que lo digas.
Además, Brie parece más que capaz de cuidar de sí misma. ¿En realidad la
conoces? Tiene un cinturón negro para hacer que la gente se arrepienta de
haber hablado de ella. Estás siendo ridículo —soltó, poniendo las manos
sobre su pecho.

—No me importa, es mi hermana.

—¡Oh Dios mío, Wulf! ¡Eres protector con tu hermanita! —Katya se


echó a reír de nuevo. Finalmente la miró.

—Claro que lo soy. ¿Qué tiene eso de gracioso? —preguntó.

—Es solo que… es un poco adorable —instó—. Brie es una chica


grande y, además, ¿Tori la está atendiendo? Mi compañera de cuarto es
buena en su trabajo.

Ambos miraron hacia el bar y en efecto era así, Tori y Brie estaban
discutiendo. Un intercambio acalorado se produjo por un minuto y terminó
con lo que Katya supuso fue una identificación falsa lanzada a los pies de
Brie. Ella levantó el dedo medio mientras la recuperaba, luego atravesó la
habitación y desapareció por las escaleras.

—No debería estar aquí —dijo Wulf en voz baja—. Vieve solo le
permite hacer lo que quiere.

—Brie es una adulta, Wulf. Ni tú, ni Vieve le pueden impedir que haga
lo que quiera. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? —preguntó
Katya. Su ceño empeoró.

—Un rato.

—¿La has visto desde que se está quedando aquí?

Su ceño desapareció y él pareció sorprendido por un momento.

—¿Qué quieres decir con quedándose aquí?

Ups, creo que acabo de soltar la lengua.

—Eh… —Miró a su alrededor, buscando una forma de escapar.

—Deja la mierda, Tocci. ¿De qué estás hablando? —preguntó.

—Se ha estado quedando con Vieve en su casa.


—¿Por qué demonios no ha regresado a la escuela?

—¿Porque tal vez necesita un descanso prolongado?

—Ella no tendrá un puto descanso, no cuando corte los cheques.

—Bueno, tal vez se lo tomaría más en serio si supiera quien está


pagando por eso —señaló Katya. Parecía que quería maldecir un poco más,
pero logró mantener la boca cerrada—. Es difícil enojarse con ella por
guardar secretos cuando nunca le dices nada.

—Puedes callarte, por un momento.

Se rio de nuevo mientras caminaba hacia el bar.

Ella se mezcló durante un rato después de eso, charlando con algunos


de los empleados y encontrando a sus otros significativos. Se alegró de ver a
Vieve y Gaten juntos, incluso sentados cerca en una de las cabinas.

Pasó un tiempo antes de que volviera a ver a Liam. Cuando lo espió de


pie en un rincón, hablando con un grupo de tres hermosas rubias, se
escabulló detrás de él. Sonriendo, le dio una palmada en el hombro.

—Te has estado escondiendo toda la noche —bromeó mientras él se


giraba. Parpadeó por un momento, luego reconocimiento se mostró.

—Estoy empezando a pensar que estás enamorada de mí —respondió


Landon Edenhoff sonriendo burlonamente.

—Lo siento —Se rio—. Lo siento. Solo…

—¿Soy igual a él? —preguntó.

—Dios, eso suena estúpido. Lo siento —balbuceó. Hablar con él era


desconcertante. Alguien que se parecía mucho a Liam, pero no tenía nada de
su calidez y facilidad. Landon tenía una tendencia a mirarla directamente a
los ojos mientras hablaba, lo que la enervaba aún más.

—Está bien, estamos acostumbrados. Ya sabes, me has visto desnudo


y no siquiera sé tu nombre —señaló. Ella se sonrojó un poco.

—No estabas realmente desnudo —dijo rápidamente. Él arqueó una


ceja.

—Aun así, me has visto desnudo.


Dándose cuenta que quería decir que después de haber visto a Liam
desnudo, lo había visto desnudo, su pequeño rubor se convirtió en una cara
de tomate.

—Bueno… eh… ¿felicidades? —exclamó por fin. Él se echó a reír.

—Oh, creo que tú y yo nos vamos a llevar bien —dijo, acercándose y


rodeando su cintura con su brazo. Las tres rubias le lanzaron miradas de
muerte—. Ahora, ¿Qué tal si me dices tu nombre, y podemos hablar de cómo
te ves desnuda?

—No creo que nos hayamos conocido.

Por lo general, Katya se molestaba por el hábito de Wulf de aparecer


de la nada y solo hablar cuando no debe. En ese momento, sin embargo, se
encontraba agradecida por ello. Apareció a su lado, un Martini en su mano y
una mirada severa en su rostro.

—Doctor Landon Edenhoff —dijo Lan con voz suave, tendiéndole la


mano libre. Wulf la sacudió.

—Wulfric Stone.

Era loco, estar de pie entre ellos. Era como ver a dos leones reunirse
por primera vez. Dos alfas, intentando decidir si se rasgaban o no las
gargantas el uno al otro. Sin embargo, tan arrogante y condescendiente
como era Landon, todavía se encontraba bastante segura que Wulf saldría
vencedor. Su ego estaba profundamente sentado, parte de su composición
genética en este punto. Lan se sintió obligado, una fachada puesta en su
lugar por Dios solo sabía que razón.

—Ah, Richard Mason. —Se rio Lan, usando el seudónimo de negocios


de Wulf—. La pesadilla de la existencia de Liam. El placer es definitivamente
todo mío. Me gusta alguien que pueda darle a mi hermano tanta mierda.
Necesita que alguien lo mantenga en su lugar.

Wulf no se rio en respuesta.

—Creo que con un negocio exitoso que ha prosperado bajo su


propiedad, Eden no necesita que nadie lo mantenga en su lugar, y menos un
hermano arrogante. ¿Tocci, una palabra?

Podría haberse metido en una pandilla irlandesa, haber abofeteado a


una de las mujeres rubias o haber comenzado a cantar ópera, y Katya
hubiera estado menos sorprendida. ¿Acaso Wulf había defendido a Liam? Su
mandíbula rozaba el piso mientras él la agarraba del codo y la alejaba del
pequeño grupo.

—¿Acabas de hacer lo que creo que hiciste? —preguntó.

—Sí, y si le dices una palabra a Eden, no te gustará tu castigo —le


advirtió, deteniéndose al final de la barra. Una bandeja de copas de champán
se encontraba allí, todas llenas, así que tomo una y se la dio.

—¿Por qué harías eso? Odias a Liam —señaló.

—No lo odio. Simplemente no me gusta. Afortunadamente para él, me


gustan aún menos los idiotas presumidos.

—Eh, siento que un burro está hablando de orejas. —Ella rio. Él


entrecerró los ojos.

—No empieces conmigo, no estoy de humor esta noche.

—¿Alguna vez lo estás? —Se rio.

—Lo estuve la otra noche.

Ella dejó de reír.

—Eso fue un error —le informó, dejando caer algo de champán.

—Tocci, esa noche estuvo tan cerca de la perfección como lo has


estado en mucho tiempo. —Él se rio en voz alta. Ella frunció el ceño.

—Tal vez esa es tu opinión, pero no cuentes con que suceda de nuevo
—le dijo.

—Oh, ¿Así puedes coquetear con Eden y amenazar con dormir con él,
porque de repente no soy lo suficientemente bueno? —preguntó.

Allí estaba de nuevo “no lo suficientemente bueno”. Por lo general,


Liam era el que tenía grandes y complicadas inseguridades sobre sentirse el
segundo mejor, pero ahora era dos veces las que Wulf había mencionado no
ser lo suficientemente bueno. ¿Había conseguido por fin hacerlo sentir
nervioso? ¿Inseguro de sí mismo? La idea misma la hizo sentirse segura y un
poco poderosa.

—Sabes, tengo que admitirlo —dijo en voz pausada—. Verte celoso es


muy sexy.
—¿Ahora lo es? No te acostumbres.

—¿Por qué?

—Porque es solo cuestión de tiempo antes de que tomes la decisión


correcta.

Confianza y poder, desaparecidos. Que incluso le recordaran que


estaba en esta situación ridícula puso un freno a su noche. Le hizo sentir
tonta y dramática. Frunció el ceño y bajó la copa de champán.

—Sabes —dijo, alisando con las manos el vestido—. Le dije a Vieve


que mañana la encontraría para el brunch, así que creo que voy a dar por
terminada la noche. Gracias por un momento encantador, como siempre.

Se dio vuelta y se dirigió por el pasillo, ni siquiera un poco


sorprendida cuando oyó sus pasos caminando tras ella.

—¿No puedes manejar la tensión? —preguntó—. Siempre corres con


Eden cuando las cosas se ponen demasiado calientes.

—Lo que sería muy revelador si fuera cierto, pero no lo es. Mi


chaqueta está en su oficina —respondió.

—Oh, oh. Por cierto, bonito vestido.

Ella sintió sus dedos raspando su piel en la parte superior del vestido,
justo sobre su omóplato izquierdo. Luego su mano apretó y bajó hacia su
cadera, dejando una marca de quemadura a su paso, estaba segura.

—Lo has visto antes —le dijo, golpeando su mano. Él la movió a la


espalda baja.

—Entonces, también parecía agradable.

—Detente, Wulf —gruñó ella, empujando su mano otra vez.

—Y este cabello. Un nuevo look para ti, Tocci. ¿Para quién te


arreglaste, hmmm? —preguntó. Ella se dio la vuelta, golpeando su brazo con
fuerza.

—Por difícil que sea de creer, me arreglé para mí —siseó.

—Eso es difícil de creer. ¿Seguro que no era para alguien especial? —


comprobó, tocando un mechón de cabello.
—Por supuesto. Aquí no hay nadie especial.

Tiró del mechón, enrollándolo alrededor de su dedo.

—No hay necesidad de ser grosera, Tocci. Cubrir tus inseguridades


siendo una listilla no es muy atractivo.

—De nuevo, Wulf, y realmente quiero meter esto en tu dura cabeza,


no todo se trata de excitarte.

Soltó el mechón y movió la mano para empujar la pesada cascada de


cabello sobre su hombro. Sus dedos permanecían en los mechones rojos, su
pulgar se movía en círculos justo debajo de su oreja.

—Mira, ahí es donde estás muy equivocada. ¿A qué hora es el brunch


mañana? —preguntó. Ella le miró y empujó su muñeca.

—Temprano.

—Lástima. Dile a Vieve que te recoja en mi apartamento, así no


tendrás que volver corriendo al tuyo.

Se echó a reír y agarró su muñeca entre sus manos, intentando


retirarlo. Sus dedos se apretaron más fuerte en su cabello.

—En serio, no estoy de humor, Wulfy —gruñó—. No voy a ir a tu


apartamento ni esta noche, ni nunca.

—Puedo recordar una época en que eso era todo lo que querías hacer.

—Sí, hace mucho tiempo, antes de que supiera que eres un… un…
horrible ser humano —insultó.

Por alguna razón, ese simple insulto pareció afectarlo más que
cualquier otra cosa que le hubiera dicho hasta ahora. Él entrecerró los ojos,
fulminándola con la mirada.

—¿En serio eso es lo que piensas? ¿Qué soy un ser humano horrible?

—¡Sí!

—¿Peor que Eden?

—¡Sí!

Ella le devolvió la mirada furiosa, disparando chispas de sus ojos,


estaba segura. La mano en su cabello se cerró en un puño, y ella clavó sus
uñas en su muñeca. Podía hacerla enojar tanto, era casi impresionante. Tan
enojada, que no podía ver claramente. Tan enojada, que no podía pensar con
claridad. Tan enojada, que quería darle un puñetazo en la cara y pisotear por
todo su cuerpo inconsciente.

Entonces, porqué, un minuto después, tropezaban contra una pared


con las bocas unidas, no lo sabía.

—Tienes mucha agresión reprimida, Tocci. —Se rio entre dientes en


su oreja mientras envolvía sus brazos alrededor de su cintura. Ella movió
sus manos debajo de su chaqueta.

—Me pregunto por qué, Stone.

—No me estoy quejando. Me gusta.

Ella era muy consciente de que no estaban siendo muy discretos.


Estaban a unos nueve metros de la puerta de la oficina de Liam. Al otro
extremo del corto pasillo, la gente entraba y salía de las lujosas habitaciones
de alquiler. Era cuestión de tiempo antes de que alguien se topase con ellos.

—¡Oh, Dios mío! —gimió mientras él la besaba a lo largo del cuello,


con las manos apretando sus pechos—. Tenemos que parar. Esto es… esto
no es bueno.

—No, parar sería muy, muy malo.

Ellos seguían moviéndose, deslizándose por la pared, cuando


tropezaron con una puerta cerrada. Wulf buscó la perilla, abrió la puerta y la
empujó hacia la habitación. Tropezó dentro, hundiéndose en algo sólido y
metálico. Wulf ya había cerrado la puerta y era increíblemente oscuro en el
espacio. Ella tanteó a su alrededor y se dio cuenta que estaba apoyada en un
fregadero enorme.

—No puedo ver nada —siseó, volviéndose de tal manera que su


espalda quedó contra el fregadero y estirando su brazo hacia adelante.

—Lástima.

Ella gritó y saltó un poco, su voz estaba justo al lado de ella. Giró su
cabeza y su nariz rozó su barbilla, sorprendiéndola de nuevo. Ella retrocedió
un poco, pero entonces sus manos estaban a cada lado de su rostro,
manteniéndola inmóvil para poder besarla.
Por supuesto, Katya normalmente besaba con los ojos cerrados, como
mucha gente. Así que la mayoría de sus besos se habían hecho técnicamente
en la oscuridad, pero hacerlo literalmente a oscuras era una nueva
experiencia para ella. Estaba nerviosa cuando levantó sus manos y se agarró
de sus solapas. Se mantuvo inmóvil mientras él la besaba a fondo.

—Esto es raro —dijo sin aliento cuando él se alejó.

—¿Por qué? —él habló con suavidad, moviendo sus manos hacia sus
caderas y acercándola más. Ella dio un paso titubeante, temerosa de hacer
caer algo. Mantuvo los ojos cerrados, como si eso ayudara de alguna manera.

—No lo sé, es tan oscuro. Tengo miedo de la oscuridad.

Él se rio entre dientes y ella se preparó para soportar sus burlas.

—No tengas miedo —susurró—. Estoy aquí contigo en la oscuridad.


Nunca tienes que tener miedo conmigo.

Cuando la besó esta vez, sintió que su miedo empezaba a alejarse. La


excitación y las endorfinas tomaron su lugar. Ella presionó su lengua contra
la suya, gimió cuando sus manos se movieron hacia su culo, apretando fuerte
antes de deslizarse hacia arriba por la espalda y hacia su cabello una vez
más.

Tiró suavemente de los mechones, forzando su cabeza hacia atrás


para poder mover sus labios sobre su garganta y hasta su cuello. Ella avanzó
las manos por los hombros y pasó los dedos por el cabello. Se sentía tan
bien, incluso abrió los ojos.

Se sorprendió al ver que podía ver. Había luz. Solo un poco, más como
un resplandor. Un resplandor suave, anaranjado, que se originaba en la
pared cerca de la puerta. Finalmente encontró la fuente, uno de esos
ambientadores que también funcionaba como una especie de luz nocturna.
No era suficiente para ver todo, pero podía obtener una idea básica de su
entorno.

Era una bodega. Los estantes se alineaban en las paredes a cada lado
del estrecho espacio, y estaban llenos de paquetes de toallas de papel, papel
higiénico, cajas de vasos, exhibidores promocionales, toneladas de toallas,
platos, servilletas, todo tipo de cachivaches de un bar que si se acabaran lo
querrían tener a la mano.

—Wulf —gimió—. No podemos tener sexo aquí.


—Siento disentir.

Como si fuera a llevar a cabo su objetivo, tiró de la cremallera de su


espalda. De un solo golpe, lo bajó del todo. La tela resbaló por su pecho, pero
el vestido estaba lo suficientemente apretado como para permanecer
colgado a sus caderas.

—Nunca he hecho algo como esto —susurró ella.

—Bien, entonces seré tu primero —dijo, empujando el vestido,


haciéndolo caer alrededor de sus pies.

—Esto es tan jodido. No podemos tener sexo cada vez que peleamos.
Esto no es… no está bien —enfatizó mientras él finalmente se levantó y la
miró.

—No. No, lo que no está bien es el hecho de que nunca te he visto en


algo como esto antes —dijo entrecortadamente, retrocediendo para poder
dar un vistazo a todo su cuerpo.

Miró y se dio cuenta que estaba de pie solo con su corsé, un par de
bragas negras de satén y sus tacones negros.

—Solo es ropa interior —replicó, agarrando el fregadero a su espalda.

—Katya —suspiró, acercándose lo suficiente como para tocarla. Pasó


un dedo desde el hueco de su garganta hasta su escote—. Eres demasiado
hermosa para subestimarte. Tú, señorita Tocci, eres una obra de arte. Pura
perfección.

¿Por qué no puede hablar así todo el tiempo? Haría todo mucho más
fácil.

Ella le quitó su corbata y chaqueta en un tiempo récord, luego él la


empujó contra los estantes a su lado, pasando su pierna entre las suyas. Se
besaron con pasión, lengua y dientes, sus uñas arañando su camisa mientras
su mano se zambullía en su ropa interior.

Ningún juego previo allí, sus ojos se cruzaron cuando dos dedos
comenzaron a empujar dentro y fuera. Ella gimoteó y dejó caer su frente
sobre su hombro por un momento, intentando recuperar el aliento. Luego se
mordió el labio inferior y se llevó las manos temblorosas a su pecho,
logrando desabrochar los botones de su camisa.
Todo estaba sucediendo tan rápido. Ella no podría pararlo así lo
quisiera, la habitación estaba ruidosa con el sonido de su jadeo, el aire se
calentaba con su calor corporal. Ella gimió, lloriqueó y gritó ante todo lo que
le hacían los labios y los dedos de él.

Pero no se quedó ociosa. Una vez que su camisa estuvo desabrochada,


se puso a trabajar con su otra ropa, sacando su cinturón antes de casi
desgarrar su botón y cremallera. Luego su mano bajó por sus pantalones,
envolviendo sus dedos alrededor de su polla y haciéndole sisear.

—Dios, se siente como si hubiera pasado una eternidad desde que me


tocaste —jadeó él, sacando su mano de su ropa interior.

—Tuvimos sexo la otra noche —le recordó. Él resopló y puso su mano


en su entrepierna, envolviendo sus dedos alrededor de los de ella a través de
sus pantalones.

—No hicimos esto la otra noche —respondió, acariciando de arriba


abajo, fijando la velocidad y la presión. Ambos gimieron.

—Entonces sí. Sí, ha pasado una eternidad —respondió ella.

—Demasiado tiempo.

Su frente se presionó contra su pecho y él soltó su entrepierna,


levantando ambas manos para apretar sus pechos. Ella luchaba para
recuperar el aliento, retorciéndose bajo su toque.

—Wulf —dijo sin aliento—. Wulf, por favor.

Se levantó de un tirón, sorprendiéndola y haciendo que lo soltara.


Luego sus manos estaban sobre su culo, apretando fuertemente y tirando de
ella. Ella fue levantada del suelo, sus piernas se vieron obligadas a colocarse
alrededor de sus caderas, y entonces él la sostuvo, presionándola contra los
estantes.

—Demasiado. Eres demasiado para mí, te lo juro —susurró él,


esforzándose por usar una mano para bajar un poco sus pantalones.

—No lo suficiente —respondió—. No creo que alguna vez haya sido


suficiente para ti.

Él no respondió, demasiado ocupado empujado su ropa interior. Ella


estaba deslizando sus manos sobre sus hombros cuando él de repente
estaba muy dentro de ella, tan rápido que la conmocionó. Ella jadeó y clavó
sus uñas en sus músculos antes de arrastrarlas por su pecho.

—Demasiado, demasiado —gruñó él, golpeando sus caderas


fuertemente contra ella.

Dios, estaban haciendo tanto ruido, esperaba que él hubiera sido


capaz de poner seguro a la puerta detrás de él. Una caja de servilletas cayó al
suelo, abriéndose. Las estanterías estaban temblando y chocando contra la
pared detrás de ellos. Ella estaba gimiendo al principio, luego lo estaba
besando, de manera agresiva y descuidada.

—Jesús, ¿por qué siempre es así ahora? Tan intenso. Demasiado


intenso —jadeó cuando finalmente se apartó, estirando los brazos hacia un
lado y agarrando los estantes. Retiró algo de su peso de encima y él fue
capaz de liberar una de sus manos, la cual inmediatamente recorrió por su
cuerpo.

—Porque —gimió—. Si vamos lento… pensarás demasiado… y te


equivocarás…

—¿Un error? Yo… ¡Oh! —exclamó, echando la cabeza hacia atrás


cuando él se inclinó y mordió uno de sus pezones a través de la tela de su
corsé.

—Sí —dijo cuando su grito se convirtió en otro gemido—. Porque


detener algo como esto definitivamente sería un error.

—No te detengas —jadeó, mirándolo—. No te detengas nunca.

—Nunca —respondió mientras su cabello caía alrededor de ellos


como una cortina.

Las terminaciones nerviosas se disparaban como cañones en el centro


del placer de su cerebro. Era asombroso, la gravedad la empujaba cada vez
que él la empujaba, permitiéndole alcanzar lugares que no sabía que
existían. En solo un par de minutos, estaba temblando, gimiendo y
desmoronándose por completo a su alrededor.

—Oh, Dios mío —su voz era temblorosa. Dejó caer un brazo de los
estantes y lo envolvió alrededor de su cuello, tirando de él lo más cerca
posible—. Por favor, Wulf, por favor. Voy a… necesito… quiero…
—Dios mío, me encanta cuando ruegas —gruñó, presionando su
frente contra la suya—. De nuevo. Hazlo otra vez.

—Por favor —gimió—. Por favor, Wulf.

—Tan cerca, pero no puedes decir las palabras correctas —bromeó.


Ella gimió de frustración.

—Por favor, por favor, haz que me corra. Por favor.

Él la besó entonces, su lengua hasta la mitad de su garganta y la


distrajo del hecho de que su mano estaba ahora entre sus cuerpos. Ella
estaba gimiendo en su boca cuando sintió sus dedos deslizándose entre
ellos, rasgando y pellizcando en la carne hinchada y sensible.

Ella comprendió por qué la había besado tan de repente, porque


cuando se corrió, fue tan duro que realmente gritó. El sonido fue absorbido
por su boca. Él empezó a empujar más fuerte y ella redujo a un solo gemido
largo y continúo. Finalmente llevó los labios a su garganta y dejó caer su
cabeza de nuevo mientras gritaba al compás de los pulsos eléctricos que
estaban disparando a través de su cuerpo.

No estaba segura de cuánto tiempo navegó esa ola orgásmica. Se


sentía como una eternidad porque cuanto más duro la follaba, más se
reagrupaba y se extendía más a través de su cuerpo. Ella quedó inservible al
final, casi inconsciente. De repente, se dio cuenta que había mirado el techo
durante algún tiempo, jadeando por aire. Ella sintió su mano en su pecho,
tirando de la tela del corsé y tratando de bajarlo de su pecho.

—El mejor —gruñó él—. El mejor, el mejor, el mejor, Tocci.

—Sí —suspiró, retrocediendo completamente a la realidad—. Este es


el mejor.

—Más vale que te acuerdes de eso —gruñó, con la lengua recorriendo


su escote.

—Lo haré —susurró, pasándose los dedos por el cabello.

—Recuerda quién te hace sentir así, la próxima vez que estés con él.
Recuerda quién es el mejor, cuando estés contando los puntos.

Fue como si un cubo de agua helada fuese arrojado sobre todo su


cuerpo. Se congeló completamente en el lugar. Aquí había estado, teniendo
un momento con él. Claro, había comenzado como una explosión de ira
nacida de una discusión tonta, pero se había convertido en algo encantador,
él diciéndole que nunca tenga miedo cuando esté con él. Luego algo sensual,
él diciéndole que ella era una obra de arte.

No había estado pensando en ningún juego, ni en ninguna elección, ni


en ningún Liam. Solo habían sido los dos en ese momento, solo Wulf y Katya.
Si no hubiera dicho una palabra, ella habría salido de aquella habitación
sosteniendo su mano, lista para irse a casa con él y crear recuerdos aún más
traviesos.

Pero todo el tiempo, él había estado pensando en ganar algo. En


vencer a Liam. En realidad, se sentía mal del estómago, y ni siquiera podía
enojarse con él. Ella se había hecho esto. Ella lo había establecido de esta
manera, nunca había sido completamente honesta con él, así que ¿por qué él
iba a pensar que se trataba de otra cosa?

Porque quiero que sienta lo que yo siento cuando estamos en estos


momentos. Sin embargo, tal vez eso es esperar demasiado.

—Detente —dijo en voz alta, sin emociones.

—¿Qué? —jadeó en busca del aire, frenando hasta detenerse. Ella


comenzó a empujar su pecho.

—Suéltame, bájate —insistió ella, empujando a sus hombros.

—¿Que está pasando? ¿Qué sucedió? —preguntó, dando un paso atrás


y bajándola lentamente al suelo. Sin embargo, sus brazos todavía estaban a
su alrededor, y ella comenzó a tirar de ellos.

—Dije suéltame —se quejó.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien, te lastimé? —preguntó, todavía sin aliento.


Él comenzó a mover sus manos sobre su cuerpo, frotándose de un lado a
otro. Intentando consolarla. Un gesto realmente dulce.

¡Maldita sea, NO llores ahora mismo!

—Estoy bien, estoy bien —dijo, intentando esconder un suspiro


mientras se liberaba de su abrazo. La miró boquiabierta mientras volvía a su
vestido y se adentraba en el charco de material.

—Tocci, ¿qué diablos está pasando? —exigió mientras ella se vestía


nuevamente.
—Tengo que irme, tengo que salir de aquí —replicó, luchando por
trabajar la cremallera en su espalda. Pareció aturdido por un momento,
luego se apresuró a arreglarse y subió la cremallera de sus pantalones antes
de acercarse a ella.

—Estábamos en medio de algo —gruñó, luego la hizo girar y le cerró


el vestido con cremallera—. Entonces no me digas que todo está bien.

Ella no respondió. Si no comenzaba a moverse, de hecho iba a


comenzar a llorar, así que se apresuró hacia la puerta. Ella fue capaz de
volver al pasillo antes de que él la alcanzara. Se puso la corbata perdida
alrededor del cuello antes de abrocharse la camisa.

—No dije eso —finalmente respondió a su declaración—. Solo que…


ya no quiero estar aquí.

Ella irrumpió en la oficina de Liam sin llamar. Había esperado a


medias que él estuviera allí, lo más probable es que Wulf no causara una
escena frente al otro hombre. Pero desafortunadamente no estaba allí. Cruzó
la habitación a grandes zancadas, agarró su gabardina y sacó el bolso de una
rejilla.

—¡Katya! —dijo Wulf, agarrando su brazo y deteniéndola por


completo—. Jesucristo, háblame aquí. ¿Qué pasó?

Ella se rehusó a mirarlo. Buscó en su bolso, buscando una liga para el


cabello. Una vez que encontró una, rápidamente peinó sus dedos a través de
sus rizos despeinados, tirando todo en una desordenada cola de caballo.
Luego se esforzó por ponerse la chaqueta. Sin embargo, sus manos
temblaban tanto que no pudo pasar el primer botón a través de su agujero.

—Tocci. —Sintió su dedo índice bajo la barbilla y la obligó a mirarlo—


. Háblame.

Sus labios se sacudieron por un momento, pero afortunadamente no


se dio cuenta. La estaba mirando directamente a los ojos. Parecía
confundido, enojado y aún algo sorprendido. Su cabello estaba desordenado
y demasiado trabajado, su ropa arrugada y desordenada.

Él es hermoso.

—Es solo… —habló con voz tensa, luego se aclaró la garganta. Tomó
una profunda respiración—. Creo que tenemos que tener una larga
conversación pronto.
—Al carajo con eso —resopló—. Estamos hablando ahora.

—No. No estoy haciendo esto aquí, en alguna fiesta, en la oficina de


Liam. Solo… no puedo —dijo.

—No puedes dejarme así y simplemente decir “vamos a hablar en


algún momento” me debes más que eso —insistió.

—Lo sé. —Levantó las manos, deseando poder desaparecerlo por arte
de magia—. Lo que acaba de suceder … fue un error.

—No fue un…

—Sí, lo es. Fue un error porque… porque ya no es así. Ya no soy así—


dijo.

—Lo siento, ¿ya no eres cómo? ¿El tipo de chica que tendría sexo en
un armario de escobas? Porque odio desilusionarte, pero claramente lo eres.
—Se rio. Ella lo fulminó con la mirada y abofeteó su pecho.

—¡Esto no es una puta broma para mí! —le gritó, luego lo apartó del
camino y salió furiosa de la oficina.

—Espera, espera, espera —gritó, persiguiéndola—. Bien, lo siento.


Mal chiste.

—Todo es una broma para ti —siseó ella, intentando liberarse cuando


la detuvo.

—¡Basta! —espetó—. Dime qué carajo está pasando por ese cerebro
tuyo.

—Esto —dijo, gesticulando entre ellos—. No es una broma. No es una


competencia. No es un juego. ¿Lo qué pasó en esa habitación? Eso fue algo
grande para mí, y… actuaste como si fuera un juego de blackjack.

Sus ojos se abrieron por un momento, luego los estrechó.

—Entonces, ¿qué, soy el tipo malo porque no puedo leer tu mente? —


exigió. Ella sacudió su cabeza.

—No, lo sé, por eso tuve que detenerlo, lo supe…

—Y si no es un maldito juego para ti, ¿entonces por qué me estás


tomando el pelo? ¿Jodiendo con Eden para enojarme? —enloqueció. Ella
dejó escapar un pequeño grito y empujó lo suficientemente fuerte como para
tirarlo contra la pared.

—¡No estoy jodiendo con nadie! —gritó—. ¡Pasé tiempo contigo! ¡Pasé
tiempo con él! Estoy confundida, molesta y ya no sé nada más, ¡y todo es un
juego de mierda para ti!

—Nunca fue un juego para mí, es un juego para ti. Un juego que
comenzaste y que querías que jugáramos. Entonces hice eso por ti, hice
exactamente lo que querías. Hice todo lo que querías. Jesús, si eso ya no era lo
que querías, ¿por qué no dijiste nada? —exigió—. Una vez más, no soy un
maldito psíquico.

Ella estaba más que enojada. Enojada, humillada, confundida y tan


molesta. Se acercó a él, enfrentándose a su cara.

—No te pedí que fueras uno —dijo—. Solo esperaba que fuera un
poco más sensible a la situación.

—¿En serio? ¿Me has conocido?

—Dios, solo quiero irme a casa —gimió, alejándose de él. Una vez más,
él la agarró por el brazo y tiró para detenerla.

—No puedes enojarte con nosotros por no saber qué pasa por tu
cabeza, Tocci —señaló. Ella luchó contra su agarre.

–No hay “nosotros”, Liam sabe que ya no es un juego —le dijo. Su


mirada se hizo más severa.

—¿Oh, en serio? ¿Y supongo que sabe que has tenido sexo conmigo?

—Traté de decírselo —insistió. Él soltó una carcajada, un sonido


áspero que la cortó.

—Claro, está bien. Todavía me parece un juego, solo que esta vez, en
lugar de ser una víctima, solo estás jugando a serlo.

Suficiente.

Ella lo abofeteó. Lo sorprendió lo suficiente como para que la soltara y


ella salió del rango de agarre.

—Vete —insistió, apuntando hacia el pasillo. Los ojos de Wulf


ardieron de ira cuando él la miró fijamente.
Esta era la razón por la que no había querido discutir el tema allí, era
demasiado intenso. En casa, podrían discutirlo. Malinterpretar y
malinterpretar y enojarse. Gritar, chillar, confundirse y llorar, y oye, tal vez
incluso llegar a algún tipo de resolución. Tal vez incluso reír y ser mejor
después. Pero no ahora. Ahora las palabras quedaron a medias y los
sentimientos fueron heridos y si ella no los detenía, se desbordaría aún más
fuera de control.

—Tengo más derecho a estar aquí que tú —dijo en voz baja.

—¿Quieres poner a prueba esa teoría? —amenazó ella,


enderezándose.

Él la miró por un largo momento, obviamente sopesando sus


opciones. Podría negarse, podría continuar siguiéndola y peleando con ella.
Crear una escena en el medio de la fiesta. Pero eso solo involucraría a Liam y
Jan el gorila, y ellos siempre tomarían el lado de Katya. Sin embargo, peor
que esos dos, involucraría a Tori y sus hermanas. Katya no quería eso, quería
irse con la poca dignidad que le quedaba.

—Lo he intentado, quiero que sepas —comenzó a hablar al mismo


tiempo que comenzó a volver a meterse la camisa en sus pantalones—.
Intenté darte espacio. Intenté darte tiempo. Traté de ser yo mismo. Intenté
ser amable. Traté de jugar tu juego y traté de jugar la parte malvada que me
lanzaste. Obviamente, no sé qué es lo que realmente quieres de mí, Tocci.
Estoy empezando a preguntarme si alguna vez lo hice.

Para cuando terminó, había puesto toda su ropa derecha e incluso


había rehecho su corbata. Antes de que pudiera responder, sin embargo, él
caminaba a grandes zancadas por el pasillo. Desapareciendo en la multitud
salvaje que estaba bailando frente al bar.

Ella aspiró una bocanada de aire y se llevó la mano a la boca. Las


lágrimas se negaron a contenerse más y fue como si un grifo detrás de sus
ojos estuviera encendido. Se dio la vuelta y tropezó hasta el final del pasillo,
apoyada contra una puerta antes del giro hacia la oficina de Liam.

Ella lo había jodido todo. Tantas cosas terribles, perpetuadas por dos
hombres cobardes, y al final, había sido ella quien lo había jodido todo. Ella
quien había sido una imbécil. Jugando juegos, ¿qué mierda? ¿Por qué no
podría haber mantenido su distancia? O, ¿por qué no podía haber sido
sincera consigo misma, que, en el fondo, solo quería perdonar y olvidar?
Pero no. Ella tercamente se aferró a su ira y había dejado que la
transformara. Había dejado que la controlara, llevándola de una mala
decisión a otra. Ahora un hombre al que le importaba estaba en la oscuridad
y el otro estaba enfurecido con ella.

Estaba planeando nunca volver a hablar con ella.

¿Fue un adiós? ¿Fue un discurso de despedida?

Tomó varias respiraciones profundas y se limpió la cara. Tal vez lo


fue, y tal vez no lo fue, pero no lo sabría hasta que por lo menos tratará de
hablar con él otra vez. No más asumir cosas, era una asumidora en serie y no
había hecho más que meterse en problemas. Ella haría lo que él había hecho
por ella, y le daría algo de espacio. Algún tiempo. Y luego se sentaría con él y
al menos… hablaría con él. Incluso si nada salía, al menos podría explicar lo
que había sucedido en ese cuarto de servicio.

Todavía se sentía como una mierda, pero menos como una idiota, se
puso derecha y se alisó las manos por el vestido. Acarició su cabello. Ya era
hora de que dejara la fiesta, y pensó que tal vez finalmente estaba lista.

Pero cuando se volvió para alejarse, oyó un ruido a travesando la


puerta detrás de ella. Una especie de gemido. Ella estaba en un club de sexo,
así que su primer pensamiento fue que alguien estaba teniendo relaciones
sexuales. Entonces sucedió de nuevo, sin embargo, no sonó como un gemido
del tipo sexy. Parecía que alguien tenía dolor. Se apoyó contra la madera y
escuchó atentamente, escuchando a alguien tosiendo y jadeando.

—¿Hola? —gritó, golpeando fuertemente la puerta—. Hola, ¿estás


bien ahí?

Como para responderle, se oyó un fuerte sonido de choque.


Rompiendo cristales y algo pesado golpeando el piso. Hubo un breve grito,
luego otro largo gemido. Se mordió el labio inferior y agarró la perilla,
abriendo la puerta de par en par.

Por un momento, el terror se apoderó de ella. Parecía que Liam había


colapsado a través de una mesa de centro de vidrio. Pero estaba mejorando
al detectar sus pequeñas diferencias y rápidamente se dio cuenta que era
Landon tendido en el suelo frente a ella. Gimió y trató de levantarse, pero
solo se movía alrededor de los vidrios rotos.
—Oh, Dios mío —respiró, entrando apresuradamente en la habitación
y arrodillándose cerca de él—. ¡Detente, te vas a cortar!

—No puedo… mi cara… vaya … —habló en una voz arrastrada, casi


como si su lengua fuera demasiado grande para su boca.

—¿Qué pasó? ¿Puedes hablar? —preguntó, agarrando su brazo


cuando él se acercó a ella.

—No… muuuchhh… vaaaa —balbuceó, agarrándose a su bíceps tan


fuerte que hizo que ella hiciera una mueca.

¿Qué ha pasado? ¿En serio estaba realmente borracho? Sin embargo,


no parecía así, ¿tal vez un derrame cerebral? ¿Los de treinta y dos años
tienen derrames cerebrales?

—¡Alguien! —gritó mientras miraba alrededor de la habitación,


intentando averiguar qué había sucedido—. Oigan, necesitamos ayuda en…

Su voz se cortó cuando sus ojos aterrizaron en una mesa de la esquina.


Katya era más que un poco ingenua a veces, lo sabía; había crecido en una
comunidad cerrada, tenía padres estrictos y había ido a la escuela privada.
Así que las cosas que otras personas parecían saber, todavía estaba
extrañamente en la oscuridad.

Como las drogas. Nunca hizo nada con una sola droga en su vida, ni
siquiera la había visto de cerca. Entonces, cuando vio toda la parafernalia al
azar en la mesita, no podía estar segura de lo que era todo. Un montón de
polvo blanco, un holgado con pastillas. Algunos tubos de goma y algún tipo
de tubo. Sea lo que fuera, todo era igual a algo muy, muy malo. De eso estaba
segura.

—Oh Dios, ¿estás con sobredosis? ¡Por favor, no lo hagas aquí! —gritó,
sacudiendo su brazo. Estaba hundido en el suelo, boca abajo en el cristal—.
¡Oye! ¡Oye! ¡Despiértate! ¡Eres médico, dime qué hacer!

Claramente, eso no funcionaría. No estaba lista para ver morir a


alguien frente a ella, se sacudió su brazo y comenzó a buscar en su bolsillo
por su teléfono. Una vez que lo sacó, inmediatamente comenzó a golpear las
teclas.

Mierda, nunca he hecho esto antes. 9-1-

—Mierda.
Levantó la vista a la mala palabra murmurada y encontró a Liam en la
puerta.

—Lo encontré así —dijo rápidamente.

—¡Maldita sea! ¡Maldita mierda maldita sea, Lan! —continuó


insultando mientras se abalanzaba y se dejó caer al lado de su hermano.

—Llamaré a una ambulancia—dijo, mirando a su teléfono. Ella se


sobresaltó cuando se lo sacudió de las manos.

—¡No! —gritó Liam—. No, ninguna ambulancia, llamarán a la policía.

—¡Pero Liam! ¡Se está volviendo azul! —le gritó.

—Está bien, sé cómo manejar esto. Solo sal —dijo, luego envolvió el
brazo de su hermano alrededor de su cuello y lo levantó de un tirón.

—¿Hablas en serio? —exclamó, levantándose lentamente.

—Sí. Esto no es algo nuevo para él, lo he tratado antes —dijo con los
dientes apretados mientras sentaba suavemente al otro hombre en un saco
de dormir que estaba contra la pared del fondo. Katya suspiró y comenzó a
quitarse la chaqueta.

—Creo que esta es una idea muy, muy mala. Debieras…

—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —exigió, finalmente mirándola


nuevamente. Ella se congeló mientras sostenía su abrigo bien abierto.

—Me quedaré —dijo—. Quiero ayudarte.

—No. Dije que te fueras —dijo, señalando la puerta abierta.

—¡Liam! No puedes hacerlo solo, por favor. Solo déjame…

—¡Dije que salgas! —le gritó. Estaba sorprendida. Liam raramente se


enojaba, siempre estaba lívida cuando sucedía—. ¡No eres parte de esto!
Esto es entre él y yo, no tú. Esto es familiar, esto es privado. Solo vete.

Se sentía como una niña que había sido castigada. Ella soltó su
chaqueta, pero no se movió hacia la puerta.

—Sé que no soy de la familia —dijo suavemente—. Pero soy tu amiga,


quiero estar aquí para ti. Por favor, déjame ayudarte. Necesitas ayuda.
Si ella estaba sorprendida de que le gritara, estaba completamente
impresionada cuando se acercó, la agarró del brazo y la sacó a la fuerza de la
habitación.

—No pedí tu ayuda —dijo, y pudo ver que estaba trabajando duro
para no gritar de nuevo—. Y no la necesito. Esto no te involucra, no quiero
que seas parte de eso.

—Liam, yo… —dijo después de haber sido empujada al pasillo.

—De verdad. Estamos bien sin ti.

Y con eso, la puerta se cerró de golpe en su rostro.

Qué. En nombre de. Todo lo sagrado. ¿QUÉ DEMONIOS?

¿Era luna llena? ¿Estaba alucinando? ¿Qué diablos era esa noche? Sexo
en el baño, una pelea de nivel de ruptura con Wulf, una sobredosis y Liam
echándola y cerrando la puerta.

Quizás si tengo mucha suerte, cuando camine a casa me atropelle un


autobús.
22
W
ulf se sentó en el sofá de su apartamento, en la oscuridad.
Su nuevo departamento. Su demasiado pequeño,
terriblemente ubicado, y en un edificio horrible,
apartamento nuevo.

Lo odiaba. No había suficientes ventanas, demasiadas habitaciones


cerradas. Podía ver por qué Liam convirtió su apartamento en un gran
estudio. En su distribución original, sentía que cada habitación en el
apartamento era su propio armario. A Wulf le gustaba la luz natural, y
mucho. De ahí que su propio ático estuviera lleno de ventanas de piso al
techo.

Pero se quedó y esperó. Tropezó con reglas ocultas y se topó con


emociones confusas. Se sentó en silencio cuando quería enfurecer, y habló
suavemente cuando quería gritar. Intentó hacerlo a su manera, luego había
intentó hacerlo a la de ella. ¿Qué otra manera quedaba?

Respiró hondo y movió la cabeza de lado a lado, chasqueando el


cuello. Tal vez en realidad no sabía lo que quería. Tal vez no lo quería más. El
buen sexo era, después de todo, solo buen sexo. No importaba cómo lo
hiciera sentir antes, durante y después.

No, ella también lo siente. Casi lo admitió antes, cuando lo jodí todo.

No es que fuera completamente inocente. Por supuesto, cuando se


calmó lo suficiente como para pensar en todo lo que le dijo, en realidad no
actuó de forma inocente. Actuaba como si estuviera molesta consigo misma.
Si continuaban luchando y continuaban teniendo sexo, solo los conduciría a
más confusión, más distancia y más de todo. ¿Cuándo terminaba todo?

Y maldita sea, si esto sucedía entre los dos, ¿qué pasaba entre ella y
Liam? Cada vez que Wulf estaba cerca de ella demasiado tiempo, parecía que
inevitablemente terminaban peleando. Por lo que vio y escuchó, no era así
con Eden. Se reían y se llevaban bien. Hablaban mucho, lo que incluso Wulf
tenía que admitir, hablar era más productivo que tener sexo furioso.
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, despejando sus
pensamientos. Era un hombre inteligente, un hombre lógico. Solo tenía que
detenerse por un momento y pensarlo. Si estaba confundida, al menos eso
significaba que aún no había tomado ninguna decisión. Puede que ya no
fuera un juego, pero todavía estaba luchando con si quería o no estar con
alguno de ellos. El sexo claramente tampoco ayudaba a ese problema.

Mierda, ¿está teniendo sexo con Eden? Por favor Dios, no.

De acuerdo, entonces estaba luchando con sus sentimientos. Ella


estaba sobre la cerca. Si la presionaba demasiado podría enviarla a los
brazos de Liam, pero no presionarla lo suficiente podría mantenerlo
atrapado en este ciclo. Atrapada en su confusión y su retorcido estado
emocional. Por supuesto, había ayudado a ponerla en ese estado, pero eso no
significaba que disfrutara estar atrapado allí con ella. Ninguna de esas cosas
funcionaba para él, entonces, ¿cuál era la alternativa?

Dejarla ir. Terminar su miseria. Él parecía causar su dolor. Siempre


había sabido que no estaba hecho para las relaciones a largo plazo.
Demasiado dañado emocionalmente, demasiado amargado, demasiado
agresivo. Él había comparado a Katya con un jardín una vez, y sentía que
todo lo que había hecho era alejarla y desvanecer lentamente. Tal vez estaría
mejor sin él. Tal vez lo verdaderamente bueno por hacer sería
simplemente… dejarla ir.

Pero no es tan simple. Estamos más allá de eso ahora. Lo que es bueno o
correcto ya no es una opción. Ha pasado al reino de la necesidad. La necesito,
tanto. Ella pertenece conmigo, pertenecemos juntos. Entonces, el tiempo que
demore, así será. Puedo interpretar la parte de una piedra y esperarla. Es lo
que nací para hacer, después de todo.

Gimió y se pasó las manos por la cara. ¿Por qué todo tenía que ser tan
complicado? Este era su castigo, por ser un ser humano horrible. Ella tenía
razón, era exactamente lo que era, jodidamente horrible. Y tal vez su castigo
era perseguirla por el resto de su vida.

Bueno, bien. Eso es lo que haría. La perseguiría, acecharía, y


presionaría sus atenciones. Él saltaría a través de los aros, la atraparía y la
arrastraría. Y sabía, tenía que creer, que, al final, encontraría su camino de
regreso a él. Tenía qué, le hizo promesas, después de todo. La haría
cumplirlas.
Dijiste que lucharías por mí. Dijiste que creerías en mí. Dijiste que me
devolverías del infierno. Hora de trabajar, Tocci.
23
L
iam estaba fuera del apartamento de Katya, tomando
respiraciones profundas. Sabía que tenía que hablar con ella,
pero no estaba preparado todavía para empezar la
conversación.

La pasada noche había estado más que jodida. Un montón de cosas de


mierda pasando al mismo tiempo esa tarde. Una catástrofe detrás de otra.
Había conseguido arrastrar a su hermano a su oficina y, una vez allí, lo había
metido al baño privado. Tenía una pequeña ducha estándar, y había
empujado a Landon bajo el agua.

No había sido una sobredosis de verdad, pero había estado cerca.


Landon tenía problemas con las drogas, los llevaba tenido desde hacía
mucho tiempo. Liam era el único en la familia que lo sabía, esa era la razón
por la cual le dolía tanto cuando todo el mundo lo adoraba como a un dios.
Todo el mundo estaba admirando un timo. Nadie sabía que casi había
perdido su licencia para practicar medicina, y que por eso había decidido
unirse al grupo de doctores itinerantes. Estar en un país tercermundista
había facilitado ligeramente que se librase de las consecuencias por
examinar a sus pacientes estando drogado.

No obstante, nada de eso era problema de Katya. Liam se sentía mal


por cómo le había hablado, pero había sido un momento crítico y ella no lo
había entendido. Ellos eran muy cercanos, seguro, pero no tanto como Liam
y su gemelo, a pesar de los problemas. Había sido un momento privado entre
hermanos; tendría que entender eso.

Por favor sé comprensible, estoy cansado de disculparme.

Tomó una última respiración y llamó a la puerta. No hubo respuesta.


Frunció el ceño y llamó de nuevo. Se suponía que estaría en casa, Tori le
había dicho que ella se había tomado el domingo libre, solo por si se lo
pasaba demasiado bien en su fiesta.
Lo cual sabía que no había pasado, porque después de que él mismo
se hubiese asegurado de que Landon no iba a morir, había ido a buscarla.
Ese chico, el que vivía en el edificio de Liam, ¿Fence? ¿Gate? ¿Qué mierda de
nombre era ese?, le dijo que ella se había marchado con prisa. Liam habría
ido tras ella, pero era la fiesta de aniversario de su empresa, que estaba en
su máximo esplendor. Tenía que estar ahí, para cuando la siguiente
inevitable cagada pasase.

Así que había esperado hasta el día siguiente, después, tras levantarse
y afeitarse y echar la bronca a su hermano, había trotado hasta su edificio.

Quizá había ido a la tienda…

Sacó su teléfono y le mandó un mensaje, esperando una respuesta


rápida. Ella era impredecible, a veces respondía al segundo, otras veces
esperaba un día o dos. Afortunadamente su teléfono timbró tan solo unos
segundos después.

Si estás en casa, Pastel de ángel, abre la puerta. Estoy aquí fuera.

No puedo. Demasiado cansada. Luego, ¿bien?

Uh, no, no está bien. ¿Por favoooor? Seré bueno, lo prometo.

No estoy enfadada. Solo cansada. Mañana.

Llamaré a la puerta durante toda una hora seguida si no me abres


ahora mismo.

No respondió, y por un momento pensó que lo estaba retando.


Levantó el brazo, totalmente preparado para llamar sin parar, pero entonces
escuchó el cerrojo girándose. La cadena del cerrojo fue después, y
finalmente la puerta estaba abriéndose.

—Por favor Liam. No estoy de humor hoy. Mañana —pidió. Frunció el


ceño mientras miraba su cara.

—Por Dios, ¿estás bien? —preguntó, presionando la mano contra la


puerta.

Ella se veía… casi enferma. Llevaba puesto su pijama, aunque era casi
mediodía. No era normal en ella. Tenía ojeras bajo sus ojos, los cuales
estaban inyectados en sangre y se veían un poco hinchados. Estaba más
pálida de lo normal, y casi parecía como si quisiera vomitar.
—Sí —suspiró, abriendo más la puerta y apoyándose contra el
marco—. Solo una noche larga. Gran fiesta, por cierto.

—No estuvo mal —dijo riéndose entre dientes—. Podría haber estado
bien sin tantas sorpresas.

—¿Él está bien?

—Sí. Quiero decir no, en verdad no, es un jodido drogadicto. Pero está
de vuelta en el apartamento ahora, monopolizando la tele —le dijo.

—Siento que pasara eso. Parecía malo —dijo ella.

—Le he visto peor.

—Entonces lo siento todavía más.

—Mira. —Sonrió mientras hablaba inclinándose hacia ella—. ¿Y si voy


y te traigo el desayuno? Puedo traerlo y acurrucarnos en el tejado. Se
suponía que hoy hace mejor tiempo, no tan ventoso. Te dejaré mi sudadera.

Ella finalmente le sonrió, incluso parecía alegrarse un poco. Pero


entonces suspiró y sacudió la cabeza.

—Eres demasiado bueno para mí, Liam Edenhoff.

—Ah, ahí está otra vez, mi apellido. Una poesía cuando lo pronuncias
bien —la picó.

—Me encantaría, pero de verdad, estoy agotada. Ya cambié mi cita


para el brunch con Vieve Stone para mañana. ¿Un vale para otra ocasión?

—Siempre, Pastel de ángel. Tengo que quedar con la asistente de Wulf


para hablar sobre algunas cosas de contabilidad mañana, pero estoy libre
después por la tarde —le dijo. Ella pareció despertarse.

—Bien, puedo quedar después de almorzar. ¿Sobre las cuatro?

—Cuatro suena bien.

—Quedamos aquí —dijo ella—. Tengo algunas cosas que decirte. Haré
margaritas y todavía podemos ir al tejado.

—Traeré la sudadera. Cuatro en punto —confirmó.

—Gracias. De verdad, muchas gracias, Liam. Has sido tan…


maravilloso, últimamente. Sé que a veces actúo como una loca, pero de
verdad lo aprecio. Después de todo lo que hemos pasado y todo lo que está
pasando… solo quería que lo supieras —balbuceó.

—Awww, no es nada, vas a hacer que me sonroje —bromeó un poco


más—. Y es fácil ser tan bueno cuando tú eres tan dulce.

Se inclinó y la besó entonces. Trataba de besarla cada vez que la veía,


principalmente porque era Katya. Besarla siempre se sentía bien. Pero
también para recordarle constantemente con quién estaba lidiando, qué
clase de hombre estaba en frente. Cuán bueno era para ella, y cuán mejor era
que Wulfric maldito Stone.

Cuando se separó, ella no sonreía. Le estaba mirando con los ojos muy
abiertos, casi luciendo nerviosa. Él, no obstante, sonrió, esperando aliviar el
estrés que ella sentía. Luego acarició con el pulgar su mejilla.

—Llámame si me necesitas, ¿de acuerdo? Si necesitas algo. Cualquier


cosa —le dijo. Ella asintió y consiguió sonreír.

—Bien. Lo haré.

Él volvió a casa dando saltitos, silbando una melodía. Pasó la tarde


jugando a videojuegos y discutiendo con Landon. Luego pasó por el club y
flirteó inofensivamente con Tori un poco antes de distraerse con otras cosas.
No llegó a casa hasta casi la una de la mañana, y se arrastró a la cama.

Katya no llamó ni una vez.


24
S
e sintió un poco mejor al día siguiente. Se levantó temprano y
dio un paseo, trayendo pan casero para Tori y ella. Su
compañera de cuarto se encontraba perversamente resacosa,
aparentemente el bar había cerrado después de cierto tiempo y Liam la
había relevado de sus deberes. Hizo una fiesta con Brighton y Gaten, y luego
Gate y ella habían compartido un taxi a casa.

Katya no tenía mensajes de Wulf, en lo que decidió no pensar, no valía


la pena preocuparse por algo cuando no tenía ni idea de lo que estaba
pasando. Terminó de hacer suposiciones.

Mientras se preparaba para su cita de almuerzo con Genevieve Stone,


recibió algunos mensajes de Liam. Recordándole su cita en la azotea a las
cuatro en punto, y le aseguró que estaría allí. Esperaba tener una
conversación franca y abierta con él. No más de sus bromas ingeniosas y no
más de ella siendo débil.

A las dos en punto, Katya se encontraba sentada dentro de una


cafetería muy elegante. Estaba contenta por haberse cuidado de vestirse
bien. Había querido estar a la par con Vieve, que siempre se vestía bien, pero
no se había dado cuenta que iban a comer en un lugar tan agradable. Se
sentó y bebió un poco de agua con gas hasta que apareció la otra chica.

—Lamento llegar tarde —dijo Vieve mientras se apresuraba hacia la


mesa. Katya se puso de pie y se inclinó para un breve abrazo.

—Por favor. —Se rio—. Han sido cinco minutos.

Ambas se volvieron a sentar y luego un camarero muy observador se


apresuró a tomar sus órdenes de bebidas. Katya pidió una limonada, pero se
sorprendió un poco cuando Vieve ordenó una mimosa.

—Entonces, ¿cómo estuvo la fiesta después de que me fui? —preguntó


Katya, alisando su servilleta sobre su regazo—. Parecía que Gaten y tú
estaban pasando un buen rato.
Rosa pálido manchó la parte superior de las mejillas de Vieve y
terminó el resto de su mimosa.

—Fue mucho más divertido de lo que esperaba. Pensé… No sé, era un


club de sexo, en una gran ciudad. ¿Cuero y látigos? —ofreció, y Katya se echó
a reír.

—Nunca ha sido así, incluso cuando funciona normalmente. Pero Gate


y tú, yo…

—Katya —suspiró Vieve—. Aprecio que nos hayas presentado, y él fue


un tipo muy agradable. Muy guapo, educado, parecía inteligente. Pero no
estoy de humor para salir con nadie en este momento.

El primer instinto de Katya fui discutir. Siempre quiso que todos a su


alrededor fueran felices y prósperos de alguna manera. Es por eso que a ella
nunca le importó qué tipo de trabajo tenía Tori, ya fuera en un bufete de
abogador o sirviendo tragos en un club de sexo. Mientras fuera productiva y
la hiciera feliz, eso era lo que contaba. Parecía que Vieve se encontraba un
poco triste y solitaria, y Katya solo quería ayudar con eso.

Pero se detuvo, dándose cuenta que se encontraba haciendo


suposiciones de nuevo. Solo porque Vieve lucia de una manera, no
significaba nada. Katya básicamente no conocía muy bien a la otra chica.
Entonces sonrió cortésmente y asintió, luego cambió el tema a la búsqueda
de trabajo de Vieve.

Comieron ensalada de berros y sándwiches de pepino, riéndose de lo


tonto que era Liam y de lo diferente que era de su gemelo. Ninguna de las
dos mencionó a Wulf, lo cual pensó Katya era un poco revelador en sí mismo,
pero también estaba agradecida.

Para el momento en que retiraban sus platos y ambas compartían un


plato de fruta como postre, Katya aún no estaba segura de por qué se habían
encontrado. Quizás Vieve de hecho solo quería almorzar con alguien. Parecía
extraño, ya que realmente no eran tan cercanas.

—Esto fue muy divertido —dijo Katya, limpiándose la boca mientras


un camarero tomaba sus tarjetas de crédito.

—Sí, lo fue —concordó Vieve—. En realidad, no hemos llegado a pasar


tiempo juntas, solo nosotras dos. Pensé que sería bueno.

—Oh. Bien, gracias por eso —respondió Katya, sin saber qué decir.
—Y solo… quería que supieras, espero… sería bueno si tú y Wulf
alguna vez vuelven a estar juntos. No voy a mentir, creo que sería realmente
agradable. Pero no estoy esperando, contando con eso o incluso
necesariamente apoyándolo. Es un hombre difícil, requeriría mucho
compromiso y tiene muchas dificultades estar con él, estoy segura. Así que
no importa lo que pase entre ustedes, quería que supieras que lo entendería,
y también… realmente me encantaría que tú y yo pudiéramos ser amigas.
Fuera de la relación con él —expuso Vieve.

Katya estaba un poco sorprendida. Nunca le habían pedido que fuera


su amiga, casi parecía tonto. Era definitivamente muy dulce. También era
más fácil decirlo que hacerlo. Si ella y Wulf realmente habían terminado, si
nunca arreglaban lo que se había roto entre ellos, ¿podría soportar estar
cerca de Vieve? ¿Un constante recordatorio de él? ¿En serio Vieve querría
estar cerca de la mujer responsable de que hacer a Wulf aún más miserable
de lo que ya era?

Pero eso era ridículo. ¿Quién sabía cómo sería? ¿Permitiría que una
potencial separación le impidiera reavivar una amistad? Además, Vieve no
conocía a nadie en San Francisco, fuera de Wulf y Brie, estaría
completamente sola.

—Eso sería genial, Vieve —dijo Katya, sonriendo a lo grande—.


Deberías venir a cenar la próxima semana. Tori y yo vamos a hacer unas
enormes jarras de margaritas y una fiesta para su cumpleaños.

Parecía que la otra chica dejó escapar un profundo suspiro de alivio.

—En realidad, realmente me gustaría eso. Sabes que en realidad no


tenía muchos amigos mientras crecía, y luego me encontraba muy ocupada,
casándome y con todo lo que sucedió, y Brie toma mucho de mí tiempo. Es
parte del por qué me mudé aquí, solo quería alejarme un poco. Quería… No
sé, sentirme como un adulto. Dios, eso suena estúpido. —Vieve rio, su rostro
volviéndose rosa y comenzando a recoger sus cosas.

—No es así —insistió Katya, reclinándose hacia atrás cuando apareció


un camarero y dejó sus tarjetas de crédito sobre la mesa. Agarró la suya,
luego se levantó y tomo su chaqueta—. Siempre siento que estoy dos pasos
detrás de todos.

—¡Pero tienes una carrera!


—Sí, y tú fuiste a la escuela de medicina —bromeó—. No hace
ninguna diferencia, todavía me siento demasiado joven en comparación con
casi todos. Creo que fuimos demasiado protegidas cuando crecimos.

—Sí. Un gran si a eso —gruñó Vieve.

—Bueno, tendrás la oportunidad de pasar el rato con Tori la próxima


vez, y ella puede ampliar los horizontes de cualquiera. —Katia se rio—. Dios,
recuerdo que una vez, me hizo irrumpir en una…

Su voz se apagó antes de que terminara. Su teléfono había comenzado


a sonar y cuando bajo la mirada, se sorprendió un poco al ver el número en
la pantalla.

—¿Irrumpir en qué? —preguntó Vieve, manteniendo abierta la puerta


de entrada.

—Lo siento, solo un segundo, tengo que responder esto —respondió


Katya.

Cuando salió a la acera, le dio a la otra chica una sonrisa de disculpa.


Luego se llevó el teléfono a la oreja y respondió la llamada.

***

Liam caminaba airadamente arriba y abajo por el pasillo frente a la


puerta de Katya. Eran más de las cuatro. Demonios, en realidad era más
cerca de las cinco, ahora. Había consultado con ella sobre la reunión a las
cuatro… él reorganizó su horario de trabajo. También intentó llamarla y
mandarle un mensaje de texto.

Sabía que había salido alrededor de las dos para encontrarse con
Genevieve Stone, la hermana de Wulf. Eso hizo que Liam estuviera muy, muy
nervioso. ¿De qué habían hablado las dos mujeres? ¿Estaba Vieve contándole
todo tipo de historias? ¿Diciendo algo para abogar por un querido hermano
mayor?

Mierda. Liam dedicó su tiempo, interrumpió su trabajo. Se había


ganado esta victoria. Se merecía ganar, finalmente vencer a Wulfric Stone en
algo. La sola idea de que él no pudiera atraparla por Wulf era suficiente para
volver loco a Liam.

¡¿Qué diablos tengo que hacer para ser primero?! ¡¿Por qué siempre soy
el segundo mejor?
Se paseó por un rato más, enviando mensajes cada vez más molestos.
Incluso intentó enviar mensajes a Tori, pero tampoco contestaba su teléfono.
Finalmente, cuando eran las cinco y cuarto, se dio por vencido. Gruñó e
irrumpió en el ascensor, todo mientras le enviaba un último mensaje a
Katya.

Esto era importante para mí. Pensé que era importante para ti. Lo
mínimo que podrías hacer es responderme, hazme saber que estas bien.

Se encontraba frustrado. Estaba molesto. Cansado de sentir que no


era lo suficientemente bueno. Y, siendo completamente honesto, estaba un
poco duro. Había estado esperando su pequeña reunión en el techo. Habían
estado compartiendo muchos besos ardientes, y pensó que era el momento
perfecto para terminar con su racha de sequía. Todavía podía recordar cómo
se veía en su vestido la otra noche, con su cabello largo y sexy alrededor de
su rostro. Tan increíblemente caliente, no pudo sacarse la imagen de la
cabeza en toda la noche.

Ahora lo dejaron esperando por más de una hora, para lo cual no hay
excusa o disculpa disponible. Se apoyó contra la pared del ascensor,
pensando y dejando volar su imaginación. Imaginó la cita de su almuerzo
con la hermana Stone, imaginó a Wulf apareciendo. Sería como si el otro
hombre usara a su familia para hacer su entrada. No era justo, Liam no tenía
una hermana súper dulce para usar en su beneficio. Tal vez podía llamar a
uno de sus primos…

Cuando finalmente salió al vestíbulo, se mantuvo a un lado,


intentando calmarse. Estaba sobre reaccionando, lo sabía. Lo más probable
es que acabara atrapada por su vieja amiga. Probablemente recordado.
Todavía. Siempre se sintió como si fuera un pensamiento posterior. Siempre
siendo empujado al fondo y dejado a un lado. Sin devolver las llamadas
telefónicas, sin responder los mensajes de texto, cancelando planes. La
sensación era jodidamente familiar.

—Oye, te conozco —una voz irrumpió en sus pensamientos.

Liam miró a su derecha y vio a una hermosa mujer rubia, tenía la piel
clara, labios rosados y grandes ojos azules, casi como una Barbie viviente. La
había visto por ahí, vivía en el edificio estaba bastante seguro.

—Sí. Sí, vivo al lado. Liam Edenhoff —se presentó, tendiéndole la


mano.
—Lana Tisdale. —Dijo su nombre con una gran sonrisa y colocó su
mano en la suya.

—Vivo en el piso de arriba.

—Ah, pensé que te reconocí.

—¿En serio? —jadeó, alejando su mano y presionándola contra su


pecho—. No puedo creerlo. Te he visto por años, pero pensé que nunca me
habías notado.

—Oh, no. —Se rio—. Sería difícil no notarte.

No mentía. Si hubiera tenido que adivinar, habría dicho que era de Los
Ángeles. Cabello largo y rubio… ese tono que no se encuentra en ningún
lugar de la naturaleza. Una frente suave y completamente desprovista de
líneas, incluso cuando levantaba las cejas. Pechos que eran demasiado
perfectos y un cuerpo que parecía haber sido esculpido por un profesional.
Un profesional que había hecho muy bien su trabajo.

—Conocí al administrador del edificio el otro día —continuó—. ¿El


señor Stone?

—Ah, sí. Correcto, el señor Stone. Él vive en el último piso.

—Sí, fuimos a almorzar. Mencionó que usted era el dueño del edificio
—dijo. La sonrisa de Liam se volvió tensa.

—¿Lo hizo, ahora?

—Quiero decir, por supuesto que no me importa —dijo


rápidamente—. Solo quería agradecer en persona al propietario por
proporcionarme un hogar, un techo sobre mi cabeza y cuatro paredes.

—Y usted es bienvenida, señorita Tisdale.

—Oh, Lana. Siempre Lana —insistió, apretando su brazo


cariñosamente.

Él la miró por un largo momento. No era sutil en absoluto, eso era


seguro. Le había dicho a Katya una vez que había tenido residentes
femeninas que se ofrecían a follarlo a cambio de pagar menos alquiler o
nada. No mentía. No se sorprendería al descubrir que hizo el mismo
acercamiento con Wulf. Dijo que habían almorzado juntos… ¿Qué más
habían hecho juntos?
Y si Wulf hizo algo más que solo almorzar con esta chica, entonces no
era el chico bueno que Katya parecía creer que era. Tal vez esta era la
oportunidad de Liam para conseguir al sucio de Wulf. Algo que finalmente
pondría a Liam en la cima y lo ayudaría a ganar esta estúpida competencia,
de una vez por todas.

Finalmente sonrió de nuevo y se giró completamente para mirarla.

—Bien entonces, siempre… Lana —bromeó—. ¿Qué tal si pensamos


en una forma interesante de agradecerme?

—¡Eres malo! —Soltó una risita—. Me encantaría invitarte a tomar


algo, pero mi compañera de cuarto está haciendo una clase de yoga en línea
hoy, bu. Pero vives justo al lado, ¿verdad? ¿Último piso?

—Lo hago, de hecho.

—Me encantan las vistas desde el último piso.

—¿En serio? Desafortunadamente, mi hermano está de visita en este


momento y no se siente muy bien —suspiró Liam, mirando a su alrededor.

—Es una vergüenza. Tenía tantas ganas de conocerte.

De hecho, no quería ir a ningún bar, sería muy difícil tener una


conversación íntima con ella. Volvió a mirarla, intentando no mirar la
impresionante extensión de escote que mostraba o cuanto de sus piernas se
encontraban debajo de su falda. Su mente comenzó a girar rápidamente, y se
le ocurrió una idea.

—Yo también. Tal vez todavía podríamos…


25
—¿Katya? ¡Katya!

V
ieve casi gritó su nombre, pero Katya no escuchó nada. Había
estado de pie en esa acera, mirando la calle mientras dejaba
caer su teléfono. Así mismo, no se había dado cuenta que había
empezado a llorar incontrolablemente.

Las cosas que suceden cuando el pánico te golpea.

Vieve había recogido su teléfono del suelo, entonces envolvió un brazo


alrededor de Katya y la arrastró por la calle. En el momento en que llegaron
al garaje donde estaba el auto de Vieve, Katya estaba casi en el suelo. Un
asistente corrió a ayudarlas, ofreciéndose a llamar a una ambulancia. Se las
arregló para negar, sin embargo, y fue metida en el enorme todoterreno.

Mientras Katya continuó sollozando, Vieve habló por teléfono. Hizo


sonidos de tristeza y comprensión. Luego hizo otra llamada mientras sacaba
el auto a la carretera. En el momento en que llegó a su casa, la casa de Wulf,
ya había colgado y ayudó a su amiga a entrar. Puso a Katya en la cama de
Wulf, entonces cerró todas las cortinas, envolviendo la habitación en la
oscuridad. Antes de que irse, obligó a Katya a tomar tres pastillas pequeñas.
No estaba segura de qué eran, pero la calmaron un poco. Hicieron que su
cerebro se quedase como en una niebla. Todo la hacía sentir como si
estuviera en un sueño.

Eso es lo que es. Un sueño. Una pesadilla.

Eran los vecinos de sus padres al teléfono, los Tunt. El hombre que
tenía una Harley contra la que su padre quería correr. Justo el otro día.

Papi…

Su padre había tenido un accidente de auto. En su calle, solo un par de


casas más abajo de casa. Cuando escuchó eso, el primer pensamiento de
Katya fue que había sido esa estúpida motocicleta que Wulf le había dado.
Pero no, había estado en su auto, en el Lexus. Había sido alguien de un par de
manzanas más allá, un conductor borracho. Yendo a ciento doce kilómetros
por hora en una zona residencial. Se había estampado contra el auto del
señor Tocci, chocando de lleno en la puerta del lado del conductor y
haciendo que el auto se volteara. Se había deslizado a través de la calle,
golpeó un árbol y se dio la vuelta antes de finalmente parar.

Su madre había llegado a su padre antes que la ambulancia. Dijeron


que tuvo que ser sedada. El señor Tocci había sido retirado de los escombros
aún con vida, pero que sentían decir que no estaban seguros de sí viviría
durante toda la noche. Estaban haciendo todo lo posible por él, y mientras
tanto, Katya podía ir allí, para poder ayudar a cuidar de su madre. Nunca lo
dijeron, pero sintió que también querían que fuera para despedirse de su
padre.

Pero soy hija única. No somos más que nosotros. No puedo perder a mi
padre. Simplemente no puedo.

Se acurrucó en la enorme cama y sollozó. Lloró en el colchón durante


mucho tiempo, mientras las pastillas la mantenían envuelta en una niebla.
No podía imaginar una vida sin su padre. No podía pensar en otra cosa. ¿Qué
iba a hacer? ¿¡Cómo se suponía que tenía que manejar esto¡?

No tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo acostada en la cama, se


sintieron como segundos, pero cuando finalmente se incorporó, vio que casi
habían pasado dos horas. Vieve había entrado y salido, trayéndole agua y
limpiándole la cara. Incluso la abrazó por detrás un poco. Tenía un vago
recuerdo de que Brighton entro y dijo que lo sentía.

No puedo estar aquí. Necesito a Tori. Necesito a Liam. Necesito a Wulf.


Necesito a mi madre. Necesito a… mi papá.

—Me tengo que ir —dijo con voz ronca, limpiando su cara cuando
finalmente salió de la habitación.

—Por supuesto —dijo Vieve, saltando del sofá—. He hablado con mi


madre, ha ido a casa de tus padres, ha hecho algunas comidas para ti y ha
limpiado, cerrado todas las puertas y traído las llaves a casa. Dijo que eres
bienvenida a quedarte con ella, si vas a casa.

—Gracias. Tengo que… —La mente de Katya estaba en todas partes.


Se sentía como si estuviera drogada—. Tengo que ir a mi apartamento.
Necesito conseguir una bolsa, y a Tori. Un auto. Necesito…
Su barbilla comenzó a temblar. Iba a comenzar a llorar de nuevo.

—Podemos ir ahora mismo. Me puedo quedar contigo, puedo


conducir hasta allí —ofreció Vieve, agarrando su bolso y liderando el camino
para salir del apartamento.

—No, no. —Katya tosió para aclararse la garganta mientras entraban


al ascensor—. Tienes cosas que hacer aquí, entrevistas, todo. Iré sola.

—No. Esa es una muy, muy mala idea. Yo… espero que no te importe,
llamé a Wulf.

—Era cercano a mi papá —susurró Katya mientras bajaban en el


vestíbulo.

—Lo sé. Está en Los Ángeles en estos momentos.

—No lo sabía.

—Una reunión de emergencia, un problema con una propiedad. Voló


esta mañana y volverá esta noche. Dijo… dijo que lo sentía mucho —dijo
Vieve.

—Eso es bueno.

Se quedaron en silencio cuando llegaron al auto y Katya apoyó su


frente contra el cristal. Cerró sus ojos, dejando que las vibraciones del auto
le dieran un dolor de cabeza.

Cuando llegaron a su apartamento, Vieve la acompañó dentro y


esperó a que bebiera una botella entera de agua de una sola vez. Le ofreció
más de sus píldoras mágicas, pero Katya se negó. Necesitaba estar alerta.
Necesitaba estar presente. Necesitaba poner su culo en la marcha.

—Hay tanto que hacer —susurró.

—Deja que te ayude —ofreció Vieve, pero Katya levantó su mano.

—No. No, en realidad, realmente aprecio tu ayuda. Ni siquiera puedo


decirte cuánto. Pero, honestamente, solo quiero estar sola —dijo.

La mayoría de la gente habría discutido, lo sabía. No Genevieve Stone,


sin embargo. Como una mujer que había visto su parte justa de desastres y
dolor, parecía saber que cuando alguien decía eso, realmente era en serio. Le
dio un gran abrazo a Katya, aplastándola contra su pecho. Después le pidió
que la informase mientras finalmente salía del apartamento.
En el momento en que la puerta se cerró, Katya empezó a llorar de
nuevo. Se apoyó en la encimera y se abrazó a sí misma, haciendo su mejor
esfuerzo por mantener la compostura.

Qué hacer… qué hacer… tengo que ir. Tengo que ir ahora. Se está
muriendo, dijeron. No durará la noche, dijeron. Tienes que ir ahora mismo.

Pero no podía ir sola. Sabía que físicamente no podía conducir sola. Se


sentía a medio paso de desmayarse. Alguien tendría que ir con ella, tendría
que llevarla. No era terriblemente lejos, pero sería pidiendo mucho tan al
final del día, quienquiera que fuese, probablemente tenga que pasar la
noche.

Wulf estaba fuera de la cuestión. Incluso si tomaba un avión justo ese


momento, no llegaría a San Francisco en al menos una hora. No podía
esperar tanto tiempo. Intentó llamar a Tori, pero la otra chica había ido
corriendo al banco, y al parecer se había dejado su celular detrás de la barra.
Katya preguntó si Liam estaba allí, pero dijeron que no, que se había tomado
la tarde libre.

Se suponía que debía encontrarse con él a las cuatro.

Miró su reloj. Eran casi las seis en punto. Si no estaba en el club,


todavía podría estar en casa. Intentó llamarlo, pero no obtuvo respuesta.
Todavía. Podría estar jugando a videojuegos o discutiendo con su hermano o
lavando la ropa. Era su mejor apuesta.

Fue a través de su apartamento, lanzando los primeros artículos de


ropa que tocó a una bolsa de viaje. Luego la levantó y la lanzó sobre su
hombro antes de precipitarse a la planta baja. No siquiera se molestó en
esperar al ascensor del edificio de Liam, corrió todo el camino por las
escaleras hasta su apartamento. Ella golpeó su puerta con una mano
mientras se limpiaba la cara con la otra. Rezó porque respondiera, pero ese
día no era su más afortunado, parecía.

—¿¡Qué mierda!? —gritó Landon Edenhoff mientras le abría la


puerta—. ¿¡Hay un incendio!?

—Lo siento —dijo sin aliento—. ¿Está Liam aquí?

Parecía dispuesto a decirle que se fuera a la mierda, pero luego se


detuvo. Pareció ver su estado despeinado. Su cabello de loca y sus ojos
vidriosos y su cara llena de lágrimas. Frunció el ceño y relajó su
comportamiento.

—No, pensé que estaba contigo, fue para tu casa hace un rato. ¿Estás
bien? —preguntó. Su labio empezó a temblar y ella negó.

—Mi padre tuvo un accidente de auto muy malo y yo… solo necesito
hablar con Liam —dijo rápidamente, apenas conteniendo sus lágrimas. Era
una idiota, pero Landon también era médico, por lo que se imaginaba que oír
hablar de una emergencia médica debía significar algo para él.

—Lo siento, los accidentes de tráfico pueden ser algunos de los más
implacables. ¿Intentaste llamarle? No he sabido nada de él —dijo, sacando
su propio teléfono y revisándolo.

—Lo hice, pero no hubo respuesta. Se suponía que nos


encontraríamos y subiríamos a…

La azotea. Dios, tal vez la estaba esperando en la azotea. Si no hubiera


estado en su apartamento y ella no había respondido a sus mensajes, podría
haber ido hasta allí para esperarla. Estaba llegando ridículamente tarde,
¿estaría aún ahí arriba? Esperaba que sí, y también esperaba que todavía no
estuviera borracho por las margaritas.

—Buena suerte! —gritó Landon tras ella mientras corría de vuelta a la


escalera.

Katya corría con adrenalina pura. Tomó el ascensor hasta la planta


superior de su edificio, y luego corrió la última serie de pasos. La estúpida
puerta estaba cerrada con llave, por supuesto. Tenía una llave, por suerte,
una de las dos, Liam tenía la otra. Tanteó con su llavero y cayó, juró en voz
alta, y luego lo recogió y encontró la llave correcta. Lo metió en la cerradura
y entró a la azotea.

Cuando lo vio sentado en el sofá de dos plazas, fue la primera


sensación de alivio que había tenido desde que había recibido la terrible
noticia en la comida. Corrió hacia él.

—Liam, tengo que…

Se congeló a medio paso, no muy segura de lo que estaba viendo, al


principio. Ya había sido una especie de día surrealista. Tal vez estaba
alucinando. ¿Podría un agudo y repentino estrés provocar alucinaciones?
Tendría que preguntarle al doctor Edenhoff cuando tuviera la oportunidad.
Porque si no estaba alucinando, entonces estaba siendo testigo de
Liam consiguiendo una mamada de una rubia. En el sofá de dos plazas. En la
azotea. En su azotea. Su lugar especial.

¿Por qué nada es como parece?

—Lo siento —jadeó—. No fue mi intención… lo siento.

Él estaba mirándola sorprendido, viéndose completamente


sorprendido. Cuando empezó a caminar hacia atrás, él empezó a empujar a
la rubia. Curiosamente, el primer pensamiento de Katya fue “qué grosero”, y
casi se rio.

—Katya, espera —dijo, tropezando con sus pies y golpeando a la


pobre mujer al hacerlo—. Puedo explicarlo. Espera.

—¡Oye! —gritó la otra mujer—. ¡Íbamos a hablar sobre mi alquiler!

A Katya no le importaba. Ni siquiera un poco. Todo era tan estúpido.


Su padre se estaba muriendo en un hospital. Completamente solo, mientras
su esposa estaba sedada y su hija se veía envuelta en un estúpido drama. Era
inaceptable. Se dio la vuelta y fue hacia la puerta.

—¡Espera! Espera, espera, espera, realmente puedo… lo siento —


balbuceó Liam a toda prisa mientras corría a su lado. Katya levantó la mano.

—Lo sé. Está bien. En serio está bien —dijo, apuñalando el botón del
ascensor repetidamente.

—Jesús —gimió, tirando de su codo y siguiéndola al ascensor después


que las puertas se hubieran abierto—. Por favor. No sé… mierda, ¿¡por qué
siempre estoy jodiendo las cosas!?

—Estoy hablando en serio, Liam. Está bien, ni siquiera estoy enojada


—le dijo, pasándose sus dedos bajo los ojos a medida que las lágrimas
comenzaban a caer una vez más.

—Dios, por favor no llores, Pastel de ángel. Por favor, no llores por mí
—le suplicó, moviéndose de modo que terminó de pie delante de ella.

—No lo hago. Mi papá estuvo en un accidente de auto —dijo


rápidamente—. Por eso no pude llegar antes esta tarde. Tengo que ir a
Carmel. Solo… quería que lo supieras. Me voy.
—Mierda —susurró, mirándola fijamente—. Pensé… no contestaste, y
pensé… pensé que estabas con él.

—¿Mi papá?

—Wulf.

Ella rio. Sonó fuerte y aterrador, como un sonido que haría una
psicópata.

—Wulfric. ¿Cuándo no me presenté o llamé, pensaste que estaba con


Wulfric, así que trajiste a una chica hasta aquí para obtener una mamada? —
preguntó.

—No. Quiero decir… sí, pero… maldición, suena tan mal. ¡Estaba
enfadado! Es como si nunca me notaras, y soy un hombre, Katya, no puedo
simplemente esperar para siempre, y no… solo realmente lo siento —
balbuceó.

—Liam —suspiró, frotándose las manos sobre la cara—. No… en


realidad no me importa. No estábamos saliendo. No éramos exclusivos. Me
he acostado con Wulf desde que regresamos de nuestro viaje.

—Lo siento… espera, ¿en serio?

—Dos veces. Intenté decírtelo la otra noche, cuando estuvimos aquí


arriba —comentó—. Así que no me importa si necesitas satisfacer tus
necesidades. No me importa si vas y te follas a cada chica en San Francisco.

—Yo no… supongo que no me di cuenta —murmuró. El ascensor se


detuvo y avanzaron al vestíbulo.

—Lo que sí es un gran problema para mí es que me estás mintiendo,


otra vez. De forma continua. Creo que tienes un problema serio con eso.
“Eres la única para mí, Katya”, al decir que no habías estado con nadie desde
entonces. ¿Con cuántas chicas te has acostado desde esa cita que tuvimos,
honestamente? —preguntó.

Él frunció el ceño.

—Um… como… ¿cuatro? —contestó, pero su voz sonó temblorosa.

—Está bien, así que, solo voy a seguir adelante y doblar ese número,
luego redondearlo, porque puedo decir con seguridad que estás
mintiéndome justo en este momento. ¿¡Y en la azotea, Liam!? Eso es bajo,
incluso para ti. Nunca llevé a nadie allí, ni siquiera a Tori. Ni siquiera a Wulf
—gruñó.

—Solo… lo siento mucho, en serio —dijo con voz suave.

—No sabes lo que significan esas palabras. ¿Y quieres saber cómo lo


sé? —espetó, volviéndose hacia él antes de que pudieran salir del edificio—.
Porque, ¿lo que hiciste ahí arriba? No importa. Como dije, forma una fila de
mujeres y deja que te chupen la polla justo ahí afuera en la calle. Diviértete,
enloquece. Pero hacerlo para herirme, ¿porque estás enojado conmigo?
¿Enojado por algo que pensaste que podría estar haciendo? Esa es la peor
cosa que me has hecho alguna vez.

Estaba llorando de nuevo, jadeando por aire mientras empujaba su


dedo en su pecho, intentando hacer su punto.

—Mi padre está solo, y está sufriendo, y me necesita, ¿¡y qué estoy
haciendo!? ¡Estoy aquí de pie luchando con Liam Edenhoff, una vez más, por
alguna mentira de mierda! ¡Otra mentira de mierda! —casi estaba gritando,
empujándolo en el pecho.

Él la agarró de la mano, intentando calmarla.

—Detente, Katya. Detente —susurró, intentando empujarla hacia él.

—¡No! ¡Tú detente! ¡No puedes ser amigo de nadie hasta que aprendas
cómo ser un maldito amigo! ¿¡Me escuchaste!? ¡Solo mantente alejado de mí
hasta que resuelvas tus problemas!

No esperó una respuesta. Mientras seguía llorando, se apartó de él y


casi cayó a través de la puerta. Podía oírlo detrás de ella, sabía que todavía
estaba intentando hablar con ella, pero en ese mismo momento alguien
estaba saliendo de un Uber en la acera. Prácticamente cayó en el asiento
trasero y cerró la puerta de golpe.

El piloto del Uber no estaba muy contento al principio, con un extraño


al azar cayendo en su asiento trasero y un hombre extraño tirando de las
manijas de la puerta desde afuera. Pero cuando Katya logró exclamar su
triste historia, el amable anciano se ofreció a conducirla a cualquier parte,
sin costo alguno.

Cuando llegaron al callejón donde estaba el club de Liam, Katya había


recobrado un poco la compostura. Lo que Liam había hecho era horrible,
pero no estaba pensando en eso, en absoluto. Podría haber incendiado todas
sus cosas, y ya lo habría superado. Tenía problemas más grandes. Nuevas
prioridades.

Se las arregló para bajar sin decir nada a nadie. El lugar estaba lento,
los empleados tomándosela fácil después de las festividades de la noche
anterior. Tori estaba detrás del bar de abajo, riéndose de algo que un
hombre de traje le estaba diciendo. Sin embargo, solo miró a Katya una vez
para saber que algo iba mal.

—Hola, ¿qué está pasando? —preguntó después de llevar a su amiga a


la oficina de Liam.

Las lágrimas comenzaron inmediatamente. Katya explicó lo de su


padre, lo terrible que fue el accidente y cómo tenía que ir a casa. Como justo
en ese momento. Pero no quería ir sola, no pensaba que era seguro para ella
conducir.

Sin embargo, no había terminado de hablar, y Tori ya se estaba


poniendo la chaqueta y agarrando su bolso.

—Espera —pidió Katya, sorbiendo y corriendo para alcanzarla


mientras su compañera de cuarto corría a través del bar—. ¿No tienes que
llamar a Liam? ¿Pedir tiempo libre, encontrar quién te cubra?

—Lo haré, tan pronto como estemos de camino.

—No quiero que te metas en problemas.

—No me importa si me meto en problemas. Algunas cosas son


demasiado importantes.

En media hora, habían alquilado un auto y estaban de camino. Tori ni


siquiera se molestó en volver al apartamento y buscar ropa, insistiendo en
que podía pedir algo de Katya o comprar algo en Carmel.

Después de lo que pareció una eternidad, finalmente llegaron al


hospital donde su padre había sido llevado. Mientras Tori estacionaba el
auto, Katya corrió a la mesa de registro y preguntó por sus padres.

Su madre estaba bien, pero todavía estaba dormida, así que preguntó
si podía ver a su padre. No podía, le informaron, porque estaba en cirugía de
emergencia. Le dijeron en qué piso y qué ala, y que se dirigiera a un área de
espera allí y un médico la vería pronto. Envió toda la información a Tori por
mensaje, y luego se acercó a esperar.
Pasaron cuarenta y cinco minutos antes de que alguien apareciera
para hablar con ella. Tori había aparecido para entonces, diciendo que había
llamado a Liam y había tenido una extraña conversación con él. Pero estaba
bien que se fuera por el tiempo que necesitara.

—¿Quieres que llame a Wulf? —ofreció, envolviendo un brazo


alrededor de los hombros de Katya.

—No —suspiró—. Su hermana lo llamó, estaba en una gran reunión


en Los Ángeles. Probablemente esté en un avión ahora mismo.

—Llamaré dentro de una hora, para ver si…

No tuvieron la oportunidad de discutirlo en ese momento, porque un


médico alto y muy serio apareció.

Todo tipo de cosas fueron explicadas a Katya, la mayoría de las cuales


no entendió. Contusiones, conmociones cerebrales, fracturas y
complicaciones. Inflamación cerebral, perforación de pulmones e
inflamación de órganos. Transfusiones, niveles de oxígeno y latidos erráticos
del corazón.

El rostro de su padre de hecho había golpeado el marco de la puerta,


debe haber estado mirando hacia fuera cuando lo habían golpeado. Su
pómulo izquierdo se había partido básicamente, era más que probable que
perdiera los dos ojos, y su cráneo se fracturó.

Ya habían amputado una pierna y no estaban seguros de poder salvar


la otra. De todos modos, tendría que esperar. Su cuerpo estaba en tal estado
de shock, que hizo que toda cirugía no urgente fuera demasiado peligrosa.
Su corazón había dejado de latir dos veces.

Eso era lo otro. Había estado privado de oxígeno durante varios


minutos una de las veces. Clínicamente muerto durante tres minutos
enteros. Si sobrevivía a sus heridas, y si recuperaba la conciencia, también
había una posibilidad de que no fuera el mismo hombre con el que había
crecido; podría tener amnesia. Podría tener graves problemas mentales.
Podría necesitar volver a aprender cómo conversar, comer y hablar.

Estaba lista para desmayarse de nuevo cuando el médico terminó de


hablar, pero dijo que había buenas noticias. El corazón de su padre volvía a
latir estable otra vez y sus signos vitales comenzaban a mejorar. Estaba
todavía en la zona de peligro, cualquier cosa podría ir mal desde entonces
hasta la mañana. Todavía estaba catalogado como crítico, y que solo podían
esperar y rezar por el momento.

No había nada más que pudieran hacer. No se le permitió verlo, no


mientras estaba en el postoperatorio. Ella fue a ver a su madre en su
habitación, a la cual se les permitió entrar y sentarse. Tomó la mano de su
madre, mientras que una enfermera explicó que la señora Tocci estaba bien,
pero iba a dormir toda la noche. Sería mejor si Katya y Tori iban a casa. El
hospital llamaría si algo sucedía.

Pero no podía ir a casa. No podía ir a ese lugar, no sin sus padres. No


sabiendo que su padre podría nunca estar allí de nuevo. Así que
consiguieron una habitación en el hotel más cercano y se arrastraron hasta
allí.

Para el momento en que se acostó en la cama, Katya se sintió


cincuenta años mayor. Esa mañana, su vida había ido de hornear galletas y
preocuparse por los chicos estúpidos. Un momento. Una llamada telefónica.
De repente, toda su vida había cambiado y se dio cuenta de lo superficial que
era todo en comparación con lo precioso que su familia era para ella.

—Va a estar bien, Katya —le aseguró Tori a medida que se cambiaba
en alguna camiseta barata que había comprado en la tienda de regalos del
hotel.

—No sabes eso —dijo Katya con una voz que sonó ronca de tanto
llorar.

—Lo sé. En serio, lo hago —dijo su compañera de cuarto,


acurrucándose a su lado.

—¿Cómo? ¿Cómo puedes saber eso?

—Porque, sin importar lo que pase, vas a superar todo esto. Tus
padres son personas increíbles que criaron a una hija excepcional. No estoy
diciendo que será fácil. Va a ser la peor cosa del mundo —explicó Tori,
también comenzando a llorar—. Pero sé que al final, pase lo que pase, vas a
estar bien.

Se quedaron dormidas sosteniéndose entre sí y por un breve


momento, justo antes de que la oscuridad se hiciera cargo de todo, Katya
pensó: buscando a todos estos chicos estúpidos por fuerza y amor… y olvidé
que no hay nada como una mejor amiga en esos departamentos.
26
Pasó una semana hasta que Katya y Tori dejaron el hotel.

M
ilagrosamente, su padre no murió. Desafiando todas las
probabilidades, en realidad se despertó. Tras cuatro días de
coma medicamente inducido, pararon con los
medicamentos y esperaron a ver qué pasaría. Un día después, abrió los ojos.

No podía hablar porque tenía un montón de tubos en la garganta. Pero


usando los dedos apretaba la mano del doctor para responder a las
preguntas, podía indicar que sí escuchaba, que sabía qué año era y que
conocía su propio nombre.

En realidad parecía un milagro. Había todavía un montón de


obstáculos que pasar. Habían conseguido salvar una pierna y un ojo, pero
tendría que necesitar una silla de ruedas por un largo tiempo hasta que
aprendiese a andar con muletas o una prótesis, y su ojo estaba todavía
seriamente dañado. Podía ver una especie de gris sombrío, les dijo, pero eso
era todo. No podían garantizarle que pudiese ver más eso.

Katya consiguió verlo, pero no fue tan bien. Lloró tanto que no podía
andar hasta él. Todo eso lo perturbó tanto que tuvieron que echarla. Fue
Tori quien fue a la habitación y le aseguró al Señor Tocci que, aunque su
familia estaba perturbada, estaban aguantando. Le prometió que cuidaría de
su mujer y su hija, y que antes de que se diera cuenta estaría de vuelta en
casa.

La señora Tocci no lo llevaba tan bien, desafortunadamente. Se había


mudado a la habitación del hotel cuya puerta estaba al lado de la de las
chicas, e incluso tras decirle que su marido sobreviviría, no se marchó. Tenía
que estar justo en la puerta de al lado, a cinco minutos, insistía.

Tori sugirió que volvieran a casa. Preparar la casa hasta cuando sea
que la señora Tocci decidiese volver, limpiar el frigorífico de comida pasada,
cosas así. Katya al final estuvo de acuerdo, y se dirigieron a casa de sus
padres.
—Dios, no he estado aquí en años —suspiró Tori mientras conducía a
Katya por el antiguo vecindario. Tori había vivido en el otro lado del pueblo,
y desde la graduación sus padres se mudaron a otra ciudad.

—No ha cambiado mucho —dijo Katya, viendo las casas pasar.

—No. Nada de nada. ¡Mira! —Tori se rio, señalado una gran casa con
enormes pilares—. ¿Te acuerdas de ese chico? ¡Estaba loco por ti!

—No —Katya soltó una risita—. Estaba usándome para conseguirte a


ti.

—Sí, claro, seguro.

—Sí. Le gustabas mucho, quería que te dijera que era un gran besador.

—¿Por qué no lo hiciste?

—Porque era un idiota.

Ambas se rieron.

—Mírate, una luchadora incluso entonces —bromeó Tori mientras


paraba el auto en el acceso de los Tocci.

—Difícilmente una luchadora. Creo que me besó una vez, sin lengua, y
casi me meé encima. Ni siquiera era tan bueno, él, mierda. —Katya se inclinó
hacia delante en su sitio por un segundo, luego saltó fuera del auto.

La casa había parecido normal, a simple vista. Pero cuando pararon,


notó el interior del garaje. Había una larga rampa blanca hasta la puerta de
la casa, con barandillas. Cuando se giró a mirar la fachada de la casa, vio que
una rampa similar había sido construida ahí, pero pintada a juego con la
pintura del exterior.

—¿Organizaste esto? —preguntó Tori, dando la vuelta al auto y


poniendo las manos en sus caderas.

—No, no lo hice.

—Tu madre debió…

—No. —Katya sacudió la cabeza—. Esta mañana, antes de irnos,


estaba hablando sobre cómo teníamos que hacer esto. Me pidió que lo
investigara. Imaginé que teníamos un mes o así antes de que él pudiese
volver a casa.
—¿Entonces cómo ha pasado esto? —preguntó Tori.

Entraron en la casa y solo se sorprendieron más. Una telesilla para


personas con movilidad reducida había sido construida en las escaleras.
Cuerdas de llamada de emergencia habían sido instaladas en los baños, la
cocina y la habitación de sus padres.

De hecho, la casa entera había sido hecha accesible para


discapacitados para. Era increíble, como si alguien en una silla de ruedas
siempre hubiera vivido ahí. No podía creerlo. Tenía que haber costado una
pequeña fortuna. ¿Quién podría haber hecho algo así!

¿Quién conoces que podría tener el dinero para hacer algo así?

—Wulfric —susurró.

—¿Eh? —preguntó Tori dirigiéndose a la cocina.

—Tiene que haber sido Wulf —dijo Katya, siguiendo a su amiga—. Es


el único que podría haberse permitido todo esto, y su madre tiene una llave
de la casa.

—¿En verdad lo crees? ¿Has oído algo de él acaso? —preguntó Tori.

—No, pero apenas he revisado el teléfono.

—¿Crees que está aquí?

—No tengo ni idea. He hablado mucho con Vieve, no mencionó nada.

—Si hizo todo esto, voy a casarme con él —amenazó Tori, y ambas se
rieron.

Con una búsqueda exhaustiva por la cocina se dieron cuenta que no


había falta hacer ningún tipo de limpieza. Toda comida caducada desde que
abandonaron la casa ya no estaba. Comida fresca llenaba el frigorífico y se
alineaba en los gabinetes. De hecho, casi estaba a rebosar. La despensa
estaba completamente abastecida. Un montón de agua y latas de comida.

Y, notó, un montón de ingredientes para hornear todo de tipo de cosas


distintas. Casi lloró mientras miraba todo. Sartenes nuevas, bandejas de
tartas y moldes ocupaban un estante entero. Él había conseguido sus cosas
para hornear porque había adivinado que estaría allí por un tiempo y Katya
siempre tenía que hornear.
—Oye —interrumpió Tori sus pensamientos asomando la cabeza en la
despensa—. Tengo una idea. Tú llamas y compruebas cómo está tu madre,
yo corro y voy por un montón de comida china y cerveza barata. Tendremos
una mini celebración, en honor a tu padre.

—Sí. Sí, eso suena genial.

Tori se marchó y Katya llamó a su madre. Estuvo en el teléfono


durante unos diez minutos cuando sonó el timbre. Pensando que Tori se
había olvidado las llaves, colocó el teléfono entre su oreja y su hombro y
abrió de un tirón la puerta.

Por supuesto, no estaba esperando ver a Wulf ahí fuera. Siempre


aparecía cuando no estaba preparada para nada para él. Lo miró por un
segundo, luego agarró el teléfono.

—Mamá —dijo, quitándose del camino y dejando que Wulf entrara—.


Solo llamaba para decirte que la casa está bien y que llegamos aquí bien. Me
alegra oír que papá está todavía bien. ¿Me llamarás si pasa algo o si necesitas
algo?

—Claro, cariño —dijo su madre con un suspiro.

—No me importa si son las tres de la mañana, mamá. Llama.

—¿Qué estaría haciendo a las tres de la mañana?

—Te conozco a ti y a tus fiestas.

—Eres tonta. Me alegro tanto de que estés aquí, cariño.

—Yo también. Hablamos en la mañana —dijo, cerrando la puerta y


siguiendo a Wulf al salón.

—Te quiero, cielo.

—También te quiero.

Katya colgó y deslizó el teléfono en su bolsillo trasero, después


finalmente levantó la mirada.

Él estaba de pie al otro lado del sofá, una mano casualmente metida en
el bolsillo de sus pantalones. Sentía que no lo había visto durante mucho
tiempo. Mucho más que una semana. Casi como si lo viera por primera vez
desde que se hicieron vecinos. Cuando su padre estaba entero y ella no
estaba rota.
—¿Cómo estás? —preguntó, moviéndose hasta quedarse frente a él.

—Bien. ¿Cómo estás tú? —preguntó con voz cautelosa.

—Bien. Quiero decir, ya sabes, fatal. —Consiguió sonreír—. Ha sido


bastante horrible. Pero está vivo y eso es lo que importa. Sabe quiénes
somos y quién es él, gracias a Dios, así que estoy feliz.

—Bien, me alegro.

—¿Quieres ir a verlo? —preguntó.

—Lo estoy haciendo —le dijo, asintiendo—. Generalmente espero a


que tú y tu madre no estén.

—No tenía ni idea —dijo, sorprendida de verdad.

—No quería interrumpir nada. Esto es sobre tu familia. Sabía que


querrías estar a solas con ellos —le dijo.

Aguantó un segundo más, luego cayó contra él. Rodeó con los brazos
su torso, abrazándolo fuertemente mientras apretaba los ojos con fuerza. No
importaba, sus lágrimas rodaron de todas formas.

—También eres su familia —susurró. Sus brazos la rodearon y la


abrazó de vuelta.

—No, no lo soy. Soy un Stone.

—Wulfric, le importas tanto como le importo yo. Él querrá saber que


fuiste al hospital. Le alegraría saber que estás aquí ahora. Me alegro de que
estés aquí —le dijo.

—Estaba preocupado —susurró, acariciando su cabello—. No nos


separamos de la mejor forma, y no quería enfadarte de ninguna forma. Pero
tenía que venir. Después de colgarle a Vieve, volé desde Los Ángeles, directo
a Monterey y luego conduje hasta aquí.

—Probablemente llegaste aquí antes que yo.

—Lo hice. No soy de la familia, no obstante, no me dijeron nada en el


hospital. No me dejaron ver a tu madre. Así que vine aquí y esperé. Vieve
comenzó a pasarme información así que comencé a hacer llamadas sobre tu
casa. Espero que no te importe —dijo en voz baja—. Quería que todo fuese
perfecto para cuando sea que él vuelva a casa. No quería que ni tu madre ni
tú se preocuparan por nada.
—No me importa. Gracias. Muchísimas gracias.

—Y de hecho, no tendrás que preocuparte, jamás. Él tendrá la mejor


fisioterapia que pueda encontrar, los mejores médicos. No me importa si
tengo que volar con él hasta Suecia, Tailandia o Corea del Sur. No me
importa si no puede volver a casa nunca más… te construiré una nueva casa
al lado del hospital —dijo rápidamente. Ella se rio un poco y se separó un
poco para limpiar su nariz.

—No creo que necesitemos eso, pero gracias. No tienes que hacer
nada de eso —le dijo.

—Sí que tengo, Katya.

—¿Por qué?

—Porque, yo… —su voz se fue apagando y se dio cuenta que no la


miraba. Tenía la cabeza girada, estaba mirando por la venta, mirando a su
propia casa.

—Porque eres de la familia —terminó ella por él.

Se quedó en silencio por un largo segundo, frunciendo el ceño. Luego


tragó saliva visiblemente y asintió.

—Tu padre ha sido un gran buen hombre para mí —dijo, su voz


apenas más alto que un susurro—. Le debo mucho. Solo espero poder
devolverle algo.

Estuvieron abrazados por un largo tiempo. La mejilla de ella


presionada contra el pecho de él, con los ojos cerrados, escuchando su latido
por un momento. Tan fuerte. Primero había cargado con su familia, ahora se
ofrecía para cargar con la de ella. ¿Se ofrecía? Diablos, ya lo estaba
haciendo… había remodelado su casa en apenas unos días.

Casi me siento mal. Él no necesita más estrés en su vida. Más


responsabilidades. Más gente a la que cuidar.

Pero como había dicho, esto no era sobre él mismo, ni sobre ellos, su
padre necesitaba la ayuda, así que no la rechazaría. Necesitarían toda la
suerte con la que pudiesen contar, y siempre y cuando estuviera dispuesto a
darla, ella la aceptaría.

—Siento no haber estado ahí —dijo él finalmente rompiendo el


silencio.
—¿Perdona?

—San Francisco. Debería haber estado allí. Debería haberte traído a


casa, haber estado en el hospital todo el tiempo —dijo suavemente.

—Wulf, no hay forma de que lo hubieras sabido.

—Lo sé, pero aun así…

No consiguieron discutirlo mucho más, no obstante, porque Tori entró


por la puerta delantera. Wulf se separó y Katya bajó los brazos. Su amiga
hablaba mientras se movía por la casa, dejando la comida y la cerveza en la
encimera. Entonces se giró y notó a Wulf por primera vez.

—Oh, eres tú —dijo, en sus típicas formas.

—Soy yo —convino Wulf, asintiendo. Ella puso las manos en las


caderas y anduvo hasta él.

—¿Te lo dijo? —preguntó, señalando a Katya con la cabeza.

—¿Decirme qué?

—Sobre nuestro casamiento.

—¿Quién se está casando?

—Tú y yo —dijo Tori, gesticulando entre ellos—. Nosotros vamos a


casarnos.

—Oh. Qué bueno saberlo. ¿Hemos concertado el día? —preguntó, y


Katya se rio de ambos.

—Solo dime cuándo.

—Bien, bueno, espero que la proposición fuese romántica.

—Dulzura, equipar la casa de papá Tocci fue la propuesta. Espero que


estés preparado para mí, soy mucho más rara que esta tipa —bromeó,
guiñándole a Katya antes de dirigirse a la cocina.

—De alguna forma, lo dudo.

Tori se rio, pero dijo él comentario mientras miraba a Katya. Ella le


sonrió. Era tan diferente verlo sin toda la mierda entre ellos. No hay nada
como una pérdida casi inmediata de la familia para poner las cosas en
perspectiva.
—Bueno —suspiró—. Debería irme. Solo quería ver cómo estabas.

—No. No, quédate —insistió, agarrándole la mano mientras pasaba.

—No puedo. Mi madre también está alterada, y las chicas están


volviendo a casa esta noche. Creo que debería estar allí cuando lleguen —
explicó, apretando sus dedos.

—Dios, me siento fatal, debería haber ido a verla —dijo.

—No, has estado donde se te necesita. Ella lo entiende. Qué tengas una
buena noche, relájate, tómalo con calma —instruyó, abriendo la puerta
principal.

—Lo haré.

—Y Tocci —se detuvo antes de poder salir del porche—. Si necesitas


algo, puedes llamarme. Lo sabes, ¿verdad?

—Por supuesto.

Asintió brevemente, luego se dirigió en dirección a la casa de al lado.


La casa de su madre. Su casa.

—Entonceeees… ¿significa esto que te vas a casar con él? —preguntó


Tori. Cuando Katya se dio la vuelta, encontró a la otra chica lamiendo salsa
de naranja de un palillo.

—No lo creo —dijo Katya.

—Lástima.

—¿Por qué?

—Porque vas a estar tan deprimida cuando escuches sobre todo el


sexo loco que él y yo vamos a tener.

***

Pasó otra semana antes de que la madre de Katya regresara a casa.


Para entonces, su clan familiar había comenzado a llegar, la hermana de la
madre de Katya, de Connecticut, y su familia. Su tía y tío de Massachusetts, y
el tío de su padre.

Aunque Liam insistió en que Tori debía quedarse en Carmel, Katya


convenció a su amiga que era libre de irse a casa. Había renunciado a más de
dos semanas para estar ahí con ella, pero tenía su propia vida. Sabía que Tori
se quedaría para siempre, sin importar el tiempo que tomara remendar las
cosas en la casa de la familia Tocci, pero Katya no quería que eso suceda. Así
que la envió de regreso a su casa.

Katya incluso habló con Liam un par de veces. Conversaciones muy


breves, pero suficientes para mantenerlo informado y decirle que no viniera.
No lo odiaba, le aseguró, y no estaba enojada, le prometió. Tenía tantas otras
cosas en que preocuparse realmente, él no estaba ni siquiera cerca en su
radar.

Su madre se estaba recuperando bastante, pero de ninguna manera


estaba funcionando al cien por cien, Katya trataba principalmente con los
doctores y enfermeras, transmitiendo la información a su madre y al resto
de la familia.

Y aunque no lo veía mucho, Wulf realmente había intervenido para


hacer frente a todas las facturas y seguros. Katya firmó para que él estuviera
a cargo de recibir información confidencial, y luego de eso, se hizo cargo de
toda la parte monetaria.

Su padre lo estaba haciendo tan bien como se podía esperar. Tenía


días buenos y días malos. Al comienzo de la segunda semana, consiguió una
desagradable infección en sus pulmones y tuvo que ser puesto de nuevo en
la UCI. Luego se recuperó y estaba mejorando de nuevo, lentamente. Se
frustró, por supuesto, y a veces se enojaba con la gente. Pero había
momentos en que sonreía, incluso se reía, y así era como Katya supo que, de
alguna manera, todo estaría bien. Puede que nunca volviera a ser el mismo,
pero todo estaría bien.

—Siento que deberíamos hacer algo —dijo su madre, una noche muy
tarde. Estaban sentadas juntas en el sillón, ambas distraídas en la televisión.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Katya, tomando la mano de su


madre y apretándola.

—Bueno, todos vinieron, y muchas personas ha hecho tanto por


nosotros. Los Stone y los Tunt. Los Patel. Tenemos suficiente comida para
que nos dure por todo un año. —Rio entre dientes—. Me siento mal, no he
visto a nadie. Siento que agradecerles sería lo más apropiado.

—Bueno, podríamos hacer tarjetas de agradecimiento. Te encanta


hacer eso señaló Katya.
—Sí, podríamos, pero parece tan impersonal. Quiero decir, mira este
lugar, mira lo que Wulf hizo por nosotros. ¿Una tarjeta de agradecimiento?
Me sentiría muy culpable.

—Entonces no estoy segura de lo que quieres.

—Creo que tal vez una pequeña reunión —sugirió su madre.

—No, madre. No estás en condiciones de hacer aperitivos y repartirlos


en un cóctel, lo prohíbo —dijo Katya con severidad.

—Por supuesto que no —dijo su madre rápidamente—. Señor, ni


siquiera tengo la energía para hacer el crucigrama por la mañana. No, estaba
pensando en algo pequeño. Solo amigos cercanos y nuestra familia, eso es
todo. Podemos contratar a un catering, así tú y yo solo tendremos que hacer
una llamada telefónica.

—Todavía creo que es demasiado. El accidente acaba de suceder,


nadie espera que hagas una fiesta para ellos —dijo Katya.

—Cariño, me gustaría hacer esto por mí —habló su madre finalmente


con algo de fuerza en su voz—. Cada vez que voy a la tienda, o salgo, alguien
me hace una pregunta. De esta manera, podemos responder a todos de una
vez. Decirles cómo está papá, y mostrarles que estamos mejorando, y que
apreciamos todo lo que han hecho por nosotros. No puedo ayudar a tu padre
si continúo cayendo a pedazos. Es hora de hacer algo, ser productiva.

Quedaba claro que esto era algo que su madre había pensado mucho,
y algo que realmente quería. Katya no se atrevía a disuadirla, así que sonrió
y asintió.

Revisaron la libreta de direcciones de la señora Tocci, escogiendo a los


posibles catering que llamarían al día siguiente. Hicieron una lista de a quién
invitarían, y un menú tentativo. Era el tipo de cosas por la que su madre
vivía, y cuando llegó a la cama, en realidad parecía mucho más feliz.

Mientras Katya estaba acostada en la cama, se quedó quieta y en


silencio. Cerró los ojos y escuchó el sonido de chapoteo de agua a poca
distancia. Aunque las noches eran un poco frías, mantuvo todas sus ventanas
abiertas. De esa manera, cuando Wulf salía a nadar por las noches, lo podía
escuchar. Ella no lo miraba, y no fue a verlo. Pero era reconfortante escuchar
y saber que estaba ahí.

***
Hicieron la reunión la semana siguiente. Todos los que fueron
invitados se presentaron. Era morboso incluso pensarlo, pero Katya se
sentía como si estuviera en un funeral. Llevaba un vestido sencillo, negro y
sin mangas. Luego, cuando bajó, vio que su madre y la mayoría de las
mujeres vestían también negro. Había solo una docena o más de personas en
la casa, y todos hablaban en voz baja. Susurrado. Frunciendo el ceño y
lanzando miradas tristes a la señora Tocci.

Esto es tan deprimente.

Las semanas de estrés finalmente la estaban alcanzando. Mantenerse


fuerte para su padre, asumir todos los deberes domésticos por su madre. Le
había dicho a la pastelería que renunciaba, ella no se veía regresando a casa
en un futuro cercano. ¿Cómo iba a pagar la mitad del alquiler? Liam no la
haría pagar por supuesto, pero, aun así.

Y por supuesto, siempre presente, estaba la preocupación por su


padre. ¿En serio estaría bien? ¿Alguna vez iba a recuperar su naturaleza
despreocupada? ¿Iba a estar con dolor constante, estaría deprimido? Le
encantaba su trabajo, ¿podría ser capaz de hacerlo otra vez? Le gustaba
trabajar con las manos, ¿podría dejar de temblar lo suficiente para que hacer
sus cosas? ¿Cómo iba a lidiar con todo eso mientras reaprendía a usar su
ahora muy dañado cuerpo, navegando por un mundo sombrío? ¿Estaría bien
alguna vez?

—Lo siento mucho, querida —dijo la señora Patel, apretando la mano


de Katya.

Juro por Dios, si una persona dice lo siento una vez más, voy a gritar.
Literalmente, en realidad, gritar.

—Katya, estoy…

Se dio la vuelta, lista para dar rienda suelta a su último pensamiento,


pero se detuvo cuando vio a Vieve Stone de pie detrás de ella. Respiró
hondo y presionó su mano en su corazón.

—Lo siento, me asustaste. —Se rio entre dientes.

—Oh no, lo siento —dijo Vieve rápidamente—. Quería venir antes,


pero no creí que fuera correcto. ¿Cómo te sientes?

—Bien. Bueno. Algo así. —Katya Se rio—. Nunca llegué a decirte, pero
gracias, por estar ahí ese día. No sé qué habría hecho sin ti.
—Oh, por favor. Ojalá hubiera podido hacer más —insistió Vieve.

—No seas ridícula. Estuviste increíble. Espero que te conviertas en


una doctora algún día, tu trato con los pacientes es impresionante —dijo, y
la otra mujer sonrió en grande.

—Vaya. Muchas gracias.

—De nada. Oye, a mi mamá le encantaría verte de nuevo, está en la


cocina.

—Oh, por supuesto. ¿Hablo contigo más tarde?

—Seguro.

Katya logró sostener su sonrisa mientras la otra chica se alejaba, luego


giró sobre sus talones y caminó fuera. Solo podía manejar cumplidos
durante un tiempo antes de que sintiera que su cabeza iba a abrirse.

Se paró en su patio trasero y respiró hondo el aire fresco. Había un


par de personas en el patio, hablando tranquilamente y mordisqueando la
comida. Aparte de eso, estaba tranquilo afuera. Ella miró a su alrededor. Si
Vieve estaba ahí, ¿dónde estaban Wulf y Brie? Ya había visto a la señora
Stone adentro, ¿dónde estaban los demás hijos?

No queriendo volver a la fiesta, Katya decidió ir a buscarlos. Se abrió


paso a través de su patio trasero y entró en el de ellos, luego se dirigió a
través de la puerta corrediza de cristal que conducía a su guarida.

No había nadie en la habitación, pero podía oír voces elevadas. No


gritando, pero alguien no sonaba feliz. Era una voz que no reconocía, un
hombre. Se dirigió al frente de la casa, siguiendo el ruido.

Brighton Stone estaba de pie en el gran camino de entrada, de


espaldas a las escaleras. Un hombre estaba de pie delante de ella, apuntando
hacia abajo y hablando rápido. Katya miró por un segundo, un poco
sorprendida. Ella nunca lo había conocido antes, pero inmediatamente lo
reconoció.

Vaya. Wulfric es igual a su padre. Un poco más alto, un poco más


amplio, pero esa cara. Esos ojos. El señor Stone y su hijo casi podrían ser
gemelos.

Estaba tan asombrada de ver al misterioso señor Stone, que no se


enteró de lo que él decía por un minuto. Cuando comenzó a reducir sus
pensamientos, frunció el ceño y miró a Brie. La chica parecía pequeña,
avergonzada, e incluso un poco… asustada.

—… abandonaste! —estaba gritando El señor Stone—. Ningún hijo


mío será llamado desertor. ¿Tienes idea de lo humillante que es eso? ¿¡Para
decirle eso a la gente!?

—Lo siento, papá. Simplemente no era para mí. En realidad… —


empezó, pero le cortó la idea con la mano a través del aire.

—¡No es suficientemente! ¿No era para ti? Eres una mocosa mimada.
Entre Wulf y tu madre, te han arruinado. Mírate —se burló, sus ojos vagando
sobre el cuerpo de su hija—. Pareces una vagabunda.

Una vez más, Katya había llevado una vida un tanto protegida, nunca
expuesta a mucha violencia o problemas. Así que oír a un padre hablar con
su hija de esa manera. ¿Cómo podía hablarle así?

—Me cambiaré —insistió Brie—. Puedo ir arriba.

—Cambiar tu ropa no cambiará quién eres, Brighton. Una degenerada


que abandona. Me avergüenza que compartas mi apellido.

El fusible de Katya estaba encendido, ardiendo, y una explosión era


inminente. Cómo se atreve. ¡Cómo carajo se atreves! Su padre estaba
acostado en una cama de hospital, había perdido un ojo y una pierna. Katya
había estado cerca de perder a uno de sus padres. Un miembro de su familia
cercana.

Y aquí estaba este hombre, reprendiendo a su hija menor,


lastimándola dolorosamente, dejándola a un lado. Ya la echó a un lado, hace
muchos años. Había arrojado todos ellos a un lado. Tiró a Brie, como basura.
Lanzó a Vieve, como si estuviera rota. Lanzó a Wulfric lejos, como si no fuera
lo suficientemente bueno.

—¿Cómo carajo te atreves?

Había hablado sin darse cuenta. Tanto Brie como su papá giraron sus
cabezas hacia ella y vieron como ella pisoteaba en la habitación.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó, enderezándose.

—Alguien que realmente conoce Brighton, a diferencia de ti —gruñó


Katya, de pie entre él y su hija. Él entrecerró los ojos y le señaló.
—Te conozco, eres esa chica de la casa de al lado —dijo.

—Soy esa chica que ha pasado más tiempo con su familia que tú —le
escupió—. Lárgate de la casa.

—¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡Compré esta casa! —le gritó.

—Wulfric compró esta casa—le corrigió ella—. Y Wulfric crio a tus


hijas, y Wulfric las envió a la universidad—. ¿Y sabes qué? ¡No creo que seas
bienvenido aquí!

De repente, Katya se acordó de que Brighton no sabía nada de eso.


Wulf siempre había permitido a las muchachas creer que su madre había
estado cuidando de ellas todos estos años.

Muy bien. Ellas necesitan saber.

—No sé quién crees que eres —gruñó el señor Stone, acercándose a


ella. Ella no se movió ni un centímetro, solo lo miró directamente—.
Probablemente solo otra zorra, como ella. ¿Por qué estás aquí? ¿Por ella, o
por Wulf? Bueno, no te preocupes, nunca permitiría que una pequeña zorra
arruine todo lo que mi hijo… ¡AH!

Dejó escapar un grito cuando fue arrastrado hacia atrás, casi


cayéndose. Tanto Katya como Brie chillaron, con Katya de espaldas a la otra
chica, protegiéndola. Sin embargo, tardó un segundo en darse cuenta de lo
que había sucedido, y luego miró con los ojos muy abiertos cómo Wulfric
arrastraba a su padre hacia atrás por el cuello de su chaqueta.

—Nunca me llames así —gruñó mientras empujaba a su padre contra


la pared.

—¿Qué crees que estás haciendo? —exigió el señor Stone.

—No soy tu hijo —continuó Wulf, presionando a su padre en su


lugar—. Lárgate de mi casa, y nunca más vuelvas.

—¡No puedes hacerme esto! Vine aquí porque tu madre…

Wulf no esperó a escuchar el motivo. Tiró de su padre por la chaqueta,


arrastrándolo hacia la puerta principal. Una vez que la abrió, empujó a su
padre al porche.

—No vuelvas aquí —dijo Wulf, sin aliento mientras señalaba a su


padre—. Y nunca vuelvas a hablar con Brighton de nuevo. Ni con Vieve, para
el caso. Si me entero de que te has puesto en contacto con ellas de alguna
manera, que Dios me ayude, lo lamentarás.

—Wulfric, por favor. Compórtate como un adulto en esto —insistió su


padre, manteniendo su voz tranquila mientras se arreglaba la chaqueta.

En lugar de responder, Wulf cerró la puerta en la cara de su padre.


Todos se quedaron en silencio, escuchando mientras el señor Stone
aporreaba por un minuto. Katya contuvo la respiración, mirando a Wulf.
Estaba casi temblando de ira. Podía decir que quería abrir la puerta y acabar
con su padre, pero tuvo la sensación de que se estaba conteniendo porque
ella y Brighton estaban en la habitación.

Hablando de Brighton…

—Oh, Dios mío —dijo sin aliento, dándose la vuelta tan pronto como
escucharon al señor Stone resoplar por la entrada—. ¿¡Estás bien!?

Brighton estaba pegada a la pared, las lágrimas corrían por su rostro.


Ella no llevaba ni una pizca de maquillaje y parecía joven. Mucho menor de
diecinueve años. Ella no miró a Katya, solo miró a su hermano.

—¿Cómo es posible que no supiera eso? —preguntó finalmente. Wulf


se quedó de cara a la puerta hasta que oyeron los neumáticos del auto salir
de la entrada: el señor Stone finalmente se fue.

—¿Qué estaba haciendo él aquí? —preguntó, ignorando su pregunta


mientras se dirigía hacia ellas.

—Mamá lo llamó, le contó sobre el señor Tocci. Le suplicamos que


viniera —explicó Brie, limpiándose la nariz y la cara.

—Maldita sea —gruñó Wulf, apretando fuertemente sus ojos por un


momento—. ¡¿Por qué coño ella hace eso?!

―¿¡Por qué todos me mienten!?

Brighton estaba gritando. Katya se alejó apresuradamente, dándoles


espacio a los hermanos.

—Brie —suspiró—. No mentimos, solo…

—¡Nunca me contó nada! ¿Lo sabe Vieve? —exigió. Hubo otra pausa.

—Se enteró hace un tiempo, sí —fue honesto.


—¡Dios! ¡Todos piensan que soy tan estúpida! Siempre pensé que
mamá estaba pagando por la universidad. Recibiendo una manutención de él
—sollozó—. ¡Todos se preguntan por qué nunca les hablo! ¡¿Ahora ves por
qué?!

—Brie, cálmate, y hablemos de esto.

—¡No! ¡No, siempre me están dejando afuera! Soy como la


hermanastra fea, ¡también podrías haberme encadenado en el sótano! —
gritó. Él parecía desconcertado.

—¿De qué estás hablando?

—No soy tan bonita como Vieve. —Estaba llorando—. Ni tan


inteligente como tú. Nunca me hablas, mamá nunca me ve. Papá me odia.
¡Jesús, odio esta puta familia!

Aturdidos por su arrebato, ni Katya ni Wulf se movieron cuando Brie


salió corriendo por la habitación. Salió antes de que Wulf pudiera dar un
paso, y llegó a la calle cuando él llegó a la puerta.

—¡Maldición! —rugió, cerrando la puerta con tal fuerza que el


candelabro sobre ellos se sacudió.

—Lo siento —habló Katya rápidamente, caminando hacia él—. Lo


siento mucho. Lo escuché, la forma en que le estaba hablando, y yo… ni
siquiera pensé.

Wulf no respondió. Dio media vuelta y caminó escaleras arriba,


sorprendiéndola un poco. Ella vaciló por un momento, luego lo siguió. Se
quedó un par de pasos atrás hasta llegar a su habitación, luego se demoró en
la puerta.

—Adelante —dijo él finalmente con voz áspera.

Caminó suavemente hacia el espacio, mirando a su alrededor. Cuando


era adolescente, a menudo había fantaseado con ir a la habitación de Wulfric
Stone. Pero tal como estaban las cosas, casi se sentía mal por estar allí ahora.

Hacía tiempo que había sido remodelado, no había señales de que un


adolescente hubiera habitado la habitación. No era el dormitorio principal,
pero era enorme, con un espacioso vestidor y su propia sala de estar. Wulf
entró, directamente a un bar que estaba apoyado contra una pared. Se sirvió
un par de dedos de whisky escocés, lo tragó y luego sirvió otro vaso.
—Ten —dijo, ofreciéndole el vaso. Katya no bebía whisky, pero no
discutió. Ella tomó el vaso y bebió un sorbo mientras él se servía otro.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja. Él se encogió de hombros.

—Tan bien como siempre estoy —respondió, y luego se tragó todo el


whisky de nuevo—. ¿Y tú? ¿Estás bien?

—Estoy bien.

—Cuando lo escuché hablarte de esa manera —comenzó en una voz


suave, mirando a la pared frente a él—. Hablando con Brie… quería
lastimarlo.

—Lo sé —asintió ella.

—No tienes idea —susurró.

—Está bien. Está bien sentirse así —le aseguró, luchando por
mantener la calma.

—Siempre es así —dijo de repente, y ella gritó cuando se rompió el


vaso en su mano. Lo había apretado con tanta fuerza que se había roto—.
Cada vez que vengo a casa.

—Oh, Dios mío, Wulf, estás sangrando. —Se quedó sin aliento, corrió
hacia él y dejó su vaso.

—Es por eso que me mantengo alejado de las chicas, solo arruino las
cosas —siguió hablando mientras ella buscaba en el área del bar. Había un
pequeño fregadero y debajo encontró vendajes y toallas. Ella mojó una de las
toallas y agarró su mano, secándole los pequeños cortes.

—Basta —dijo, tirando la toalla a un lado y abriendo una de las


vendas.

—Y a ti —continuó—. Mira lo que pasó contigo.

—Dije, basta —instó, alisando los dedos sobre el vendaje, colocándolo


en su lugar.

—Y ahora mismo —continuó—. No necesitas ser parte de esta mierda.


Tu padre… el señor Tocci. No me lo puedo imaginar, Katya.

Ella asintió, dando un paso atrás y limpiándose las lágrimas.


—Es malo —estuvo de acuerdo—. Es bastante horrible. ¿Pero sabes
qué?

—¿Qué? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Al menos… al menos no tengo a tu padre.

Sus ojos se abrieron y ella le arrancó una risa. También se rio, y por
unos momentos, nadie frunció el ceño. Pero ella no podía dejar de llorar y,
finalmente, se callaron nuevamente.

—Lo siento mucho, Katya —suspiró, extendiendo la mano y secándole


las lágrimas con el pulgar.

—No tienes que disculparte —le dijo ella.

—Lamento haber sido el hombre equivocado para ti —dijo. Ella se


mantuvo quieta por un momento, luego comenzó a temblar. Mordió sus
labios por un momento antes de tomar una respiración profunda.

—No el equivocado… —susurró, y él sonrió tristemente.

—Pero definitivamente no el correcto —le susurró él, moviendo su


mano para tomar su mejilla—. Lo siento, no soy una buena persona.
Lamento haberte lastimado.

—Yo también, Wulf.

Cuando la besó, ella lloró más fuerte. Cuando él intentó alejarse, se a él


aferró con más fuerza. Envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y
nunca quiso dejarlo ir.

Él besó sus labios, su barbilla y sus párpados. Le secó las lágrimas y


susurró a su alma.

—Lo siento. Lo siento mucho. Perdóname.

Ella no quería irse a casa. No quería volver a San Francisco. No quería


ser Katya Tocci, la pastelera, y no quería que él fuera Wulfric Stone, el
magnate inmobiliario. Ella quería que fueran el tipo de personas que no se
lastimarían entre sí. Los que podrían amar, abrazarse y cuidarse el uno al
otro.

Chocaron con su cama antes de que supiera que se estaban moviendo.


Estaba tan silencioso en la habitación que cuando bajó la cremallera de su
vestido, sintió que el sonido hacía eco a su alrededor.
El vestido y sus zapatos desaparecieron cuando ella se acostó en la
cama. Su camisa ya no estaba cuando él se acostó encima de ella. Le quitó el
sujetador mientras ella empujaba sus pantalones con las manos y los pies.

—No quiero hacerte daño —susurró él, sus labios recorriendo su


pecho mientras su dedo se enroscaba alrededor de la parte superior de su
ropa interior.

—No puedes —susurró ella, manteniéndose inmóvil mientras él le


quitaba las bragas.

Quizás estaba mal. Tal vez era horrible de ellos. Pero estaban tan
destrozados y doloridos, y no había otro lugar en el que quisiera estar en ese
momento. Ella quería que su toque curara cada dolor que le había causado.
Ella quería besar todo el dolor que había experimentado en su vida. Ella
quería estar en ese momento con él, donde eran lo único que importaba el
uno al otro.

El sexo entre ellos rara vez había sido excesivamente emocional, pero
algo poderoso sucedió cuando él la penetró. Ella respiró hondo, sintiendo
cada centímetro de él. Ella presionó su cabeza hacia atrás, tirando de su
cuerpo lejos de él, incluso mientras presionaba sus caderas más cerca.

—Nadie más —dijo él entrecortadamente mientras lentamente se


movía sobre ella y dentro de ella—. Nadie más ha sido como tú.

—No, nadie —estuvo de acuerdo, abrazándolo y susurrándole al oído.

—Nunca deje —dijo.

—¿Dejaste qué?

—De mirarte como si fueras Navidad. Incluso cuando estabas enojada.


Incluso cuando pensaste que me odiabas. Incluso cuando estabas con él.
Siempre has sido un regalo para mí.

—Un regalo —susurró, presionando su rostro contra el suyo mientras


comenzaba a llorar nuevamente.

—Gracias, Katya. Por ser el mejor regalo que he tenido.

Ella nunca dejaría de llorar. Su corazón siempre estaría enamorado de


este hermoso hombre, pero si tenía que estar sufriendo, entonces Wulfric
Stone valía la pena.
Él bruscamente los hizo rodar, sorprendiéndola. La manejó como si no
pesara nada, colocándola encima de él, con las rodillas a cada lado de sus
caderas. Ella gimió temblorosa, teniendo problemas para respirar porque la
llenó hasta el punto de desbordarse.

—Quiero verte —dijo sin aliento, quitándole el cabello del rostro. Ella
asintió y comenzó a mover sus caderas.

—Lo haces, Wulf. Me ves.

Mantuvo su mano en su cabello, sujetando su frente a la suya para que


no pudiera mirar a otro lado sino a él. Mantuvo una mano en su cadera,
instándola más rápido mientras sus propias caderas bombeaban más fuerte.
Ella gimió y gritó, aferrándose a sus hombros. Algo grande estaba
sucediendo dentro de ella, y estaba bastante segura que no tenía nada que
ver con el orgasmo que estaba a punto de suceder.

Si no estuve rota antes, esto me destrozará.

El orgasmo se desplegó lentamente, prendiendo fuego a su cuerpo.


Comenzó en su centro y se disparó hacia afuera, causando que perdiera el
aliento y temblara incontrolablemente. Ella lo soltó y perdió el equilibrio,
casi cayéndose. Él se mantuvo quieto y la abrazó, estrechándola contra él y
besándola con fuerza.

Mientras todavía temblaba, se destrozaba y se perdía en él,


lentamente los hizo rodar de regreso. Ella se recostó y extendió sus brazos,
arqueando su espalda cuando él comenzó a dirigirse hacia ella rápido y duro.

Sus manos y su lengua estaban en todas partes, lo que dificultaba


saber dónde terminaban y dónde comenzaban. Él murmuraba y le susurraba
cosas que no quería oír. No cuando estaba tan molesta. Luego sus brazos la
rodearon, tan apretados que tenía problemas para respirar, pero no dijo
nada. Solo lo envolvió con sus brazos y se aferró a su vida mientras él se
corría y se corría y se corría y se corría…

—Nadie —jadeó él cuando ella finalmente flotó de regreso a su


cuerpo—. Nadie será como tú, Katya Tocci.

Quería responder, pero no pudo. Estaba llorando demasiado fuerte.


27
—Quiero quedarme aquí.

—Entonces, también me quedaré.

—No, Wulfric.

—¿Por qué no?

—Tu vida está en San Francisco.

—¿Y qué? Iremos a casa eventualmente.

—No sé si alguna vez iré a casa.

—No me importa. Me quedaré.

–Quiero que te vayas.

—No me importa.

—Si te importa.

—… No quiero dejarte.

—Lo sé. Y lo siento, pero tienes que hacerlo. Tengo que estar aquí por
mis padres. Renuncié a la pastelería. Perdí bastante tiempo jugando a juegos
en San Francisco, mi tiempo y el tuyo. Ya no haré eso.

—El mejor tiempo que tuve fue cuando perdía el tiempo contigo.

—¿Dónde estaba esta lengua de plata hace semanas?

—Tocci.

—Stone.

—No entiendo.

—Eres increíble. La perfección en forma humana. Pero… no confío en ti.


No más juegos, no más confusión. Nunca podré agradecerte por todo lo que
has hecho por mí, pero eso todavía no cambia lo que pasó en el pasado. Te
perdono, realmente lo hago. Pero después de todo lo que pasó… no quiero
seguir haciendo esto. Peleando y teniendo sexo y luego preguntándome cuándo
ocurrirá la próxima cosa mala. Tal vez simplemente no estoy lista para una
relación. Tengo mucho que madurar. Lo siento.

—También yo, aparentemente.

—Sí, y se siente como que intentar hacer eso juntos, solo nos está
haciendo peores personas.

—No estoy de acuerdo.

—Y eso está bien, pero no cambia nada. Lo siento mucho, Wulf.

—No lo hagas. Nunca lo lamentes.

—Aun así.

—Lo sé.

—Lo siento.

—Yo también, Tocci.

—Siempre serás mi sueño adolescente, Wulf.

—Y no lo olvides.

—Nunca. Nunca jamás.

—Te extrañaré.

—Y yo te echaré de menos. Pero esto está bien.

—No lo está. Las cosas nunca volverán a estar bien.

—No digas eso.

—Supongo que es justo. Tuviste que lidiar con una fantasía no


correspondida durante años. Ahora es mi turno.

—Ahora estás simplemente siendo dramático.

—Ni siquiera un poco, Tocci. En absoluto.

—A veces eres tan hermoso, Wulf.

—Cuídate. Y si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa, solo llámame.


—Bueno.

—Lo digo en serio.

—Sé que lo haces. Y prometo que lo haré.

—Pero fue bueno, fuera lo que fuera.

—En realidad lo fue.

—Katya Tocci, la mejor vecina que he tenido alguna vez.

—Wulfric Stone, el vecino más interesante que he tenido alguna vez.


28
H
abían tenido su última conversación juntos mientras se
vestían. Entonces la había llevado a su puerta y le dio un beso
de despedida. Se aferró a ella como si nunca quisiera dejarla
ir, sus labios fusionándose con los de ella.

Pero entonces se apartó. Le sonrió y pinchó su mentón entre su pulgar


e índice, levantando su rostro. La contempló una vez, como si la valorara, y
por posiblemente la primera vez, sintió como si hubiera pasado la
inspección. Entonces la dejó ir y le deseó lo mejor.

Ella caminó a través de la fiesta y encontró a Vieve, le dio un breve


resumen de lo que le había pasado con su padre. La otra chica le agradeció,
entonces se apresuró a regresar a su propia casa.

Entonces Katya fue y encontró a su madre, dándole un abrazo fuerte.


Cuando se alejó, ambas tenían los ojos llorosos y estaban luchando por
contener las lágrimas.

Entonces subió a su habitación y se metió a la cama. Durmió por un


largo tiempo. Por el resto de la fiesta y la noche. Por la mañana y bien
entrada la tarde. Eran casi las cuatro para cuando bajó, y cuando su madre
comenzó a hablarle, ya sabía lo que la mujer le iba a decir.

Te lo perdiste querida. Wulfric vino a decir adiós. Tenía que volver al


trabajo, quería ir por ti, pero me pidió que no te despertara. Solo me dijo que
te dijera que estarías en sus pensamientos.

Era horrible, le dolía y se odiaba un poco, pero confiaba en su


decisión. Ambos, Wulf y Liam, la habían pisoteado. La vapulearon, y peor, los
dejó hacerlo. No quería ser una nueva Katya o una antigua Katya o una perra
vengativa y amargada, solo quería ser Katya, sencilla y simple. Tendría que
aprender ahora, y no podía hacer eso cuando estaba atrapada en todo el
drama que habían creado.
Ver a su mamá sufriendo, y ver a su papá en el hospital, había sido una
llamada de atención. No tenía tiempo para averiguar la curva de aprendizaje
de su amor con Wulf, y no podía esperar alrededor para que Liam
aprendiera lo que era la madurez, tenía una vida más allá de ellos, y era
tiempo de enfocarse en eso. De apartar las cosas infantiles y comenzar a ser
su propio tipo de adulto.

Incluso si era en serio, realmente duro.

***

Su padre estuvo en el hospital por otras tres semanas. Normalmente,


un amputado no pasaba tanto tiempo, pero la severidad de sus heridas
combinadas con otra desagradable ronda de infecciones había atrasado su
progreso.

Pero honestamente podía decir que le estaba yendo bien. Gran parte
de su vista había vuelto, lo cual había hecho maravillas a su humor. Todavía
tenía un largo camino por recorrer, muchas vallas que saltar, pero estaba
sonriendo y riendo otra vez. Él estaba golpeado y amoratado y le faltaban
algunas partes, pero todavía era su padre.

—Vaya, ¡esto luce genial!

Estaba maravillado con la brillante rampa que lo dirigía hacia la


puerta principal ahora. Katya se rio entre dientes mientras empujaba su
silla.

—Gracias. Wulf la hizo inmediatamente, después del accidente —


explicó ella.

—Hombre escurridizo, nunca me dijo nada.

—Es tan egoísta de esa manera, solo haciendo cosas y no queriendo


ningún agradecimiento.

Ambos rieron. Dolía hablar de Wulf, pero pensaba que tal vez si seguía
haciéndolo, con el tiempo sería más fácil.

—Me alegra que no hayas dejado que nadie más viniera —comentó
cuando finalmente llegó a la puerta—. Estar fuera del hospital es extraño.
Ahora que estoy aquí afuera, no estoy seguro si estoy listo para que alguien
me vea.

—¿Por qué no? Yo creo que el parche en el ojo es sexy —bromeó ella.
—Bueno, claro que lo es. Tu madre no podrá mantener sus manos
para sí misma.

—Ew, asqueroso, papá.

—Oye, tienes que ser agradable conmigo ahora, estoy dañado —le
informó.

—Buen intento, amigo —resopló—. Si acaso, eres un modelo


mejorado de ti mismo. Ahora que estás construido sobre ruedas,
conseguimos un nuevo paquete completo de tareas para ti.

Ambos rieron otra vez, y casi quería comenzar a llorar, porque estaba
feliz. Feliz que incluso podían reír después de algo tan horrible. Todavía era
su papá, todavía era el mismo hombre con quien creció, todavía el bromista.
No podía superarlo.

—¡Ustedes dos! —se quejó su mamá, entrando detrás de ellos y


pateándola para cerrarla—. Le mostraré a tu padre los cambios alrededor de
la casa, Katya, tú ve al auto por el resto de las cosas.

Mientras llevaba todo tipo de cosas adentro, su teléfono comenzó a


sonar. Sonrió cuando vio el número de Tori en la pantalla y rápidamente
contestó.

—Hola, ¿llegaste bien a casa? —preguntó. Su compañera de


habitación había bajado cada fin de semana, ayudando a encargarse de cosas
y evitando que Katya se volviera loca.

—Sí, sí —contestó la otra chica—. Durante el viaje, comí toda esa tarta
que hiciste.

—No lo hiciste.

—Claro que lo hice. Estaba maravilloso.

—Vas a tener un ataque al corazón, ¿tienes idea de cuanta mantequilla


había en eso? —Rio Katya, soltando la última bolsa. Cuando salió se agachó y
se sentó.

—Totalmente lo valía. No sé cómo puedes dejarlo tan de pronto —


suspiró Tori.
—No puedo —gimió—. Solo estoy tomándome un tiempo libre.
Todavía estoy tomando llamadas de clientes en San Francisco, y podría
encontrar un trabajo aquí fácilmente.

—No es lo mismo.

—Lo suficientemente cerca.

—No puede solo poner toda tu vida en suspensión, Katya —dijo Tori
con voz severa.

—Oh, bueno. Lamento que seas un hombre amputado y casi ciego,


papá, pero tengo que tener una vida. ¡Amor y Paz! —replicó.

—Deja de ser una listilla. No estoy diciendo que te vayas justo en este
minuto, pero renunciaste a tu trabajo y me dijiste que buscara otra
compañera de habitación. No puedes vivir con tus padres por el resto de tu
vida —dijo Tori.

—Y no lo haré. Solo voy a quedarme un poco más, ayudar a mi papá a


ajustarse a la casa. Y entonces…

—¿Y entonces…? ¿Qué? ¿Mudarte aquí y vivir en la calle? Al diablo con


eso, no voy a conseguir otra compañera de habitación.

—Tori, necesitas que alguien pague la mitad de la renta.

—No han estado cobrándome nada de renta, el último cheque nunca


fue cobrado. Liam dijo que parara de intentarlo.

—Imagínate.

—¿Cómo está él? —preguntó Tori con voz cuidadosa.

Había venido a Carmel. Solo apareció. Tuvieron algunas


conversaciones telefónicas, usualmente cortas y al grano. No porque
estuviera todavía enojada, apenas podía recordar el porqué estaba enojada.
Remover vendajes y bañar piel cicatrizada y quemada le hacía eso a una
persona. Estaba demasiado ocupada para lidiar con sus problemas de su
relación con él.

Así que solo apareció. La había sorprendido, abrir su puerta para


encontrarlo ahí. Inmediatamente se disculpó con ella y prometió que se
daría la vuelta e iría a casa, solo quería verla. Ver con sus propios ojos que
estaba bien.
Pero entonces había estallado en lágrimas y él la abrazó y todo estaba
bien. Entró y su madre lloró y también lo abrazó. Entonces acomodó una
habitación para huéspedes para él y él había estado ahí desde entonces, se
convirtió en el mejor amigo de la señora Tocci. Le ayudaba con la casa y a
hacer encargos, había sido él quien las llevó al hospital para recoger al papá
de Katya.

—Está bien. Estamos bien —corrigió su respuesta.

—Bien, huh. ¿Cómo bien, bien? —preguntó Tori.

—No. —Rio Katya— Bien como que él duerme pasando el pasillo y la


única vez que me toca es cuando me está ayudando a entrar y a salir del
auto. Solo somos amigos. Probablemente debimos ser amigos siempre.

—Me alegra. Él y yo como que nos hemos vuelto muy buenos amigos,
y solo… odiaría tenerlos a los dos enojados entre si —suspiró Tori.

—No, no estamos enojados —respondió Katya. Dudó por un segundo,


entonces recordó que la vida era corta, entonces tomó una respiración y
decidió sumergirse en esta—. Sé que es fácil enamorarse de él, Tori.

—¿Huh?

—Es hermoso, y es divertido, y Dios, tiene esa sonrisa. —Katya se rio,


bajando la mirada y jugando con un lazo del zapato—. Sabe cómo decir todas
las cosas correctas para hacerte pensar que eres especial. Como que eres la
persona más hermosa y sorprendente en la tierra.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —preguntó Tori, pero Katya la


ignoró.

—Y no me mal entiendas, me cae bien. Es un buen amigo, se quitaría


la camisa para dármela si estuviera temblando de frío.

—No entiendo…

—Pero solo quiero que sepas, que es como si estuviera programado


para decir y hacer esas cosas. Él piensa que tiene que decirte lo que quieres
oír, de esa manera te tendrá que caer bien. Algunas veces se sale de control
con eso, diciendo cosas que no necesariamente piensa —habló con voz
cuidadosa. Tori permaneció callada—. Sus intenciones jamás son malas.
Pero tiende a olvidar que ser amigos, o estar enamorados, no es sobre ser el
mejor o el número uno.
—No sé porque me estás diciendo esto —dijo Tori en voz baja—. Él y
yo no somos así.

—Lo sé —dijo Katya, mirando sobre su hombro hacia la casa. Podía


escucharlo riendo con su mamá—. Pero sé que te gusta. Te ha gustado por
un largo tiempo. Y si alguna vez decides decirle. Solo quiero que sepas todo
eso. Que estés enterada de la clase de persona que puede ser a veces.

—Yo no… jamás lo haría… no puedo…

—Está bien, Tori. De verdad. Está bien. Solo estoy cuidándote. Es muy
encantador. Mantén ambos ojos abiertos.

Hubo un silencio incómodo, entonces Tori cambió el tema. Preguntó


por Wulf, pero claro no había nada que decir. No había hablado con él en
absoluto desde que se había ido, y no se sentía bien preguntar a su familia
por él.

Toda la familia Stone estaba de alguna manera derrumbada por la


visita del señor Stone y la subsecuente borrachera de Brie. Vieve estaba
junto a ella intentando lidiar con su hermana pequeña y una madre
consternada. Katya intentó ayudarla tanto como pudo, pero con todo la
ayuda que su padre requería, sabía que no era suficiente. Vieve necesitaba
que alguien estuviera ahí para ella, por una vez. Necesitaba a su hermano
mayor, pero desafortunadamente, todavía no había aprendido que el dinero
no necesariamente podía comprarlo todo.

Tori compartió algunas historias graciosas del trabajo, entonces


cambió el tema otra vez. Le dijo sobre como Landon Edenhoff estaba
dándole a su hermano un digno rival en lo que al departamento del sexo
casual se refiere. Pero eso las dirigió de vuelta a hablar sobre Liam, un tema
con el que Tori estaba claramente incómoda, entonces salió con una razón
para colgar y ambas se despidieron.

Katya se levantó y entró en la casa. Cerró la puerta detrás de ella,


entonces se reclinó contra esta. Liam estaba en la cocina, apenas visible con
su espalda hacia ella. Estaba hablando con la madre de ella moviendo mucho
sus manos y riendo. Sonrió mientras lo observaba.

También hubo una larga conversación por la noche con él. Muchas
verdades fueron declaradas. Admitió que estaba celoso de Wulf, de siempre
sentirse el segundo mejor con hombres como él. Liam insistió que realmente
tenía sentimientos por Katya, que honestamente se preocupaba por ella. Ella
había dicho que era lindo, pero estaba dejando los hombres por el momento.

Lo cual era técnicamente verdad, pero también no le creía. Oh, creía


que se preocupaba por ella. En realidad, eran amigos. Pero no estaba
enamorado de ella, y ya que tenía mucho tiempo para pensar en ello y
superar todo lo que había pasado entre ellos, estaba segura que él nunca lo
había estado. Solo se había convencido de que lo estaba, porque si estuviera
enamorado de ella y la tuviera para amarlo, entonces golpearía a Wulf.
Probar algo a sí mismo, a Wulf, a su familia y a su hermano y a cualquiera
quien había alguna vez dudado de él.

Era ridículo, pero parecía ser su acercamiento a la vida en general.


Todo era solo una oportunidad para probarse a sí mismo. Dormir con un
montón de mujeres, probar que es un verdadero hombre. Ganarle alguien en
un juego, probar que es un mejor hombre. De hecho era un poco triste, y
Katya deseaba poder ayudarlo. Pero tenía sus propios problemas, unos que
no tenían nada que ver con Liam Edenhoff.

Se detuvo de estar perdida en sus pensamientos y entró en la cocina.


Ayudó a su madre a hacer la cena. Su padre rodó alrededor de la cocina,
intentando ayudar tanto como podía. No tenía percepción de la profundidad,
lo cual resultaba en un montón de productos regados y rodando sobre sus
dedos del pie. Todos se rieron mucho.

Para las siete en punto, el señor Tocci había terminado. Después tomó
una alarmante cantidad de píldoras, Katya y su madre lo ayudaron a meterse
a la cama. Su mamá se quedó con él, jalando las sábanas a su alrededor,
acomodándolo en estas y encendiendo su televisión. Les deseó buenas
noches y cerró la puerta detrás de ella.

—Eres una buena hija, Pastel de ángel —suspiró Liam, estirando sus
brazos sobre su cabeza mientras entraba en la sala de estar.

—Eso trato. —Rio ella, siguiéndolo y dejándose caer en el sofá. Se


sentó junto a ella y la miró por un momento.

—En serio lo siento, sabes —le dijo. Ella asintió.

—Lo sé. Te creo.

—Mereces a alguien mucho mejor que yo —dijo, y ella asintió.

—También se eso. ¿Quieres ver una película?


En vez de responder, se estiró y agarró su mano. Entrelazaron sus
dedos.

—Espero nunca hacer algo que te lastime otra vez.

—Eso no es posible, Liam —dijo—. Voy a lastimarte, vas a lastimarme.


Eso pasa. Solo no lo hagas a propósito otra vez, y estamos bien.

—No lo haré. ¿Estás segura que no puedo convencerte de venir a


casa? Puedes tener el antiguo departamento de Wulf —le dijo, alcanzándola
con su mano libre y empujando un rizo de cabello de su rostro.

—¿Ya no está ahí? —preguntó.

—No, regresó a su torre de marfil. Quiere mudar a Vieve ahí, pero le


dije que quería esperar hasta que hablara contigo de ello.

Sacudió su cabeza.

—Dáselo a Vieve, ella y Brie pueden vivir ahí. Será bueno para ellas —
ofreció Katya. Él frunció el ceño.

—Ya veremos. Al menos múdate de vuelta con Tori, se está volviendo


loca sin ti. Intentó hornear galletas y las llevó al trabajo. Pensé que estaba
intentando envenenarnos.

Ella comenzó a reír otra vez.

—Dios, amo a esa mujer. —Se rio entre dientes—. Pero no. Voy a
quedarme aquí por un tiempo, entonces tal vez el siguiente verano,
averiguaré mi siguiente movimiento.

—¿El siguiente verano? Es un largo tiempo para estar lejos de casa y


de tu pasión —le dijo.

—Esta es mi casa —lo corrigió—. Y puedo hornear en cualquier lugar.


No te preocupes por mí, Liam. Estaré bien.

—Pero… te extraño. Extraño nuestros almuerzos y margaritas y todos


los tacos —dijo suavemente, sonriéndole a ella.

—Lo sé. También los extraño, pero estaremos bien, Liam.

Se quedaron abajo por un rato, agarrados de las manos durante toda


la película. Se quedó dormida reclinada contra él y cuando despertó otra vez,
estaba en su propia cama. Miró alrededor y no lo vio por ningún lado, lo cual
la sorprendía un poco. Tal vez realmente estaba aprendiendo. Sonrió y se
acurrucó en su sábana.

Esto es bueno. Las cosas se pondrán mejor. Sonreír comenzará a


sentirse real, finalmente. Solo enfócate en ti y en tu familia, y saldrás de esto.
29
P
asaron otras dos semanas sin que lo notara. Liam se había ido a
su casa el día después de haberla llevado a la cama, haciéndole
prometer que lo llamaría todo el tiempo y lo visitaría al menos
una vez en el futuro cercano. Ella lloró cuando se despidió, abrazándolo por
tanto tiempo que su madre finalmente comenzó a jalarla para que lo soltara.

Su padre se estaba adaptando bien a su nueva situación. Hubo malos


momentos, y francamente otros horribles: una vez se cayó de la cama en
mitad de la noche, quitándole unos diez años de vida a Katya por la forma en
que gritó. Lo habían colocado de vuelta en la cama, pero ella y su madre
habían estado despiertas por el resto de la noche, sentándose en el sofá y
mirando la pared.

Pero, sobre todo, estaba sanando. Estaba yendo a su fisioterapia y


estaba aprendiendo cómo adaptarse. Siempre tenía una actitud positiva, por
lo que aplicaba el doble de tiempo a su curación. El señor Tocci iba a estar
bien.

Su madre también estaba mejorando mucho. Reprendiendo a Katya


por su vida amorosa, regañando a su marido por dejar desorden. Incluso
aceptó ayudar a un amigo a planear un evento de caridad, dejando la casa
por su cuenta, algo que no había hecho desde el accidente.

Otra cosa que ayudaba inmensamente, ahora tenía una enfermera.


Después de que su padre se cayera, su madre fue a almorzar con la señora
Stone durante el día y aparentemente le contó todo sobre el incidente. En
cuestión de horas, apareció una enfermera a tiempo completo. Había sido
contratada por el señor Stone, explicó, y se le dio permiso para hacer
cualquier cosa dentro de sus habilidades para mejorar la vida del señor
Tocci. Katya ni siquiera quería pensar en cuánto costaría algo así, así que
simplemente sonrió y le mostró a la mujer una habitación de invitados. Sabía
que no estaba bien, aceptando ese tipo de ayuda de un hombre con el que
esencialmente había roto, pero aún se sentía bien. Algo del estrés con el que
ya no tendría que lidiar más.
Todo va a estar bien.

—¡Niña! —gritó su padre desde el garaje. Ella salió y lo encontró en su


banco de trabajo. Estaba frunciendo el ceño mientras trabajaba duro para
girar una llave inglesa.

—¿Qué pasa, papá? —preguntó, apoyando su cadera contra su


camioneta de alquiler, una de las lujosas que tenía un ascensor para su silla
de ruedas. Un nuevo Lexus estaba en el camino de entrada, y el señor Tocci
estaba decidido a obtener una prótesis lo más pronto posible para poder
volver a conducir.

—Tengo un problema —dijo, dejando de lado lo que sea que estaba


trabajando.

—¿Qué pasa? ¿Tienes hambre? ¿Es tu nivel de dolor? ¿Qué necesitas?


—preguntó ella, poniéndose de pie de un salto y parándose junto a él. Él hizo
un gesto para desestimar su preocupación.

—No, cálmate —instó, usando la palanca de su silla de ruedas


motorizada para darse la vuelta—. Necesito deshacerme de algo, pero es
algo grande. Me preguntaba si podrías lidiar con eso.

—¿Qué es? —preguntó ella, mirando a su alrededor.

—Esa cosa de allí, debajo de la lona.

Él señaló y ella siguió su dedo hasta un gran bulto en el otro lado de la


camioneta. Un bulto en forma de motocicleta, que sucedía que estaba bajo un
cobertor de motocicleta.

—¿Tu motocicleta? ¿Quieres deshacerte de ella? —Estaba confundida.

—Bueno, no puedo montarla exactamente. ―Se rio entre dientes.

—Bueno, ahora no, pero, ¿quién sabe lo que podrás hacer con la nueva
pierna?

—Cosa graciosa: quedar deshuesado y casi morir me hizo dudar un


poco de volver a montar, por así decirlo.

—Ooohhh, cierto —murmuró.

—Así que claramente ya no la necesito.


—Podría venderla por ti —sugirió— Ponerla en Craigslist. Solo dime
el…

—¡Pero fue un regalo! —la interrumpió—. Me sentiría mal por hacer


algo horrible como venderla.

—Entonces… ¿dásela a otra persona? —intentó de nuevo.

—Eso es aún peor, regalando un regalo —le dijo.

—Entonces lo siento, papá, pero no estoy segura de lo que quieres que


haga con eso. —Katya levantó sus manos.

—Puede que tenga una idea —dijo, frotándose pensativamente la


barbilla.

—¿Qué es?

—Podríamos llamar para que el propietario legítimo de la


motocicleta, venga a recogerla.

—Papá, Wulf no querrá una…

—Y él podría llevarte a casa.

Su mandíbula cayó.

—¡Papá! ―dijo, colocando sus manos en sus caderas—. De acuerdo, en


primer lugar, sigo diciéndoles a todos, estoy en casa. Y, en segundo lugar, no
voy a llamar a Wulf. Y, en tercer lugar, incluso si ignoramos todo eso, ¡no
regresaría a San Francisco en la parte trasera de una motocicleta!

—Te podría hacer bien, cariño. Es muy liberador.

Ella estaba estupefacta.

—¿¡Qué te pasa!? ¿Mezclaste tus píldoras otra vez? —preguntó,


mirándolo cuidadosamente.

—No. Yo solo… —se tomó un tiempo para buscar las palabras


correctas—. Ni siquiera puedo comenzar a decirte cuánto aprecio todo lo
que has hecho. Siempre supe que eras fuerte, Katya, pero estas últimas
semanas…

Ambos estaban trabajando duro para mantener las lágrimas a raya,


ella lo podía notar.
—Papi —susurró, luego se aclaró la garganta—. Por supuesto que
haría cualquier cosa por ti. Por ti y mamá.

—Lo sé, pero verlo en acción, no todos lo experimentan. Y espero que


no, al menos no así, pero todos los días me siento tan bendecido de tenerte
como hija —le dijo. Ella tomó respiraciones profundas y fortificantes.

—Gracias. Tengo mucha suerte de tenerte como padre —le aseguró.


Él sonrió.

—Bueno. Tenlo en cuenta después de lo que voy a hacer a


continuación.

—¿Por qué?

—Porque voy a decirte lo idiota que eres.

Eso le dio un comienzo. Echó un vistazo alrededor, preguntándose si


esto era una broma.

—¿Disculpa?

―Tu madre y yo te amamos, y claro, en el fondo desearía que siguieras


siendo nuestra hijita para siempre. Ojalá pudiera mantenerte aquí, cálida y
segura, y todos podríamos vivir juntos para siempre —dijo—. Pero eso no
está bien. No somos niños para necesitar cuidados, y tú tampoco lo eres.

—Sé que no son niños, nunca pensé…

—Lo sé, cariño. Pero te criamos para ser una mujer independiente, y
estás en ese momento de tu vida en que deberías estar forjando tu propio
camino. Ya habías comenzado uno bueno, ahora no es el momento de
descarrilarlo.

—Papá, no voy a detener mi carrera de pastelería —dijo—. Incluso ya


he hablado con un par de clientes antiguos, y hay una panadería en el centro
de la ciudad que podría…

—Idioteces.

Ella jadeó. No estaba segura si alguna vez había escuchado a su padre


maldecir antes, fue un poco impactante.

—¿¡Qué acabas de decir!?


—Estás destinada para más que una panadería en Carmel, California,
y lo sabes —dijo, señalando con severidad a ella—. Así que ni siquiera vamos
a discutir eso.

—Está bien, está bien, podría ir a trabajar a Los Ángeles, sin embargo.
Sacramento. Nueva York, Nueva Orleans, muchos lugares. Solo quiero
asegurarme de que estás bien, de que ambos estén bien —le dijo.

—Bueno, entonces, estamos bien. Y no vas a ir a ninguno de esos


lugares, porque tu corazón está en otro lugar.

—Lo juro por Dios, si dices que dejé mi corazón en San Francisco, te
golpearé con una de esas herramientas de aspecto extraño —le advirtió. Él
estalló en carcajadas.

—¡Debería haberlo hecho! —Rio—. Es verdad.

—Papá.

—¿Qué?

—Solo basta —instó.

—Solo escúchame, ¿de acuerdo? —pidió. Ella suspiró y asintió.

—Bueno. Pero escuchar no equivale a un acuerdo automático.

—Viniste aquí para cuidarme. Para asegurarte de que no estaba


luchando o sufriendo un dolor constante —dijo, y ella asintió—. Bueno,
tengo a la enfermera Laney para cuidar de mí, y no estoy en problemas y
tengo controlado el dolor.

—De aaacuerdo…

—Pero soy testigo de cómo mi niña se enfrenta a ambos problemas.

—No estoy…

—Lo estás —la interrumpió—. He hablado con Wulf, y he hablado con


Tori.

—Eres un charlatán ordinario —murmuró.

—Wulf mantiene la boca cerrada sobre ti, solo pide que estés bien, y
eso es todo. No participará en ninguna conversación que te involucre.

—Bien.
—Tori, sin embargo, es mi nueva mejor amiga.

Qué pensamiento tan aterrador.

—Oh Dios. ¡No creas nada de lo que dice!

—Los dos coincidimos en que tu corazón está con Wulfric. Cariño,


puede que estés confundida y te duela, pero una cosa de la que siempre me
he sentido orgulloso es de tu corazón —le dijo.

—¿Mi corazón? —preguntó confundida.

—Sí. Síguelo, siempre. Lealmente y sin preguntas. Traté de convertirte


en médico, y tu madre quería un abogado, pero incluso cuando eras una
niña, seguiste tu corazón para cocinar. Quería que fueras a Los Ángeles, y tu
madre quería que te quedaras aquí, pero dijiste que no, y seguiste tu corazón
hasta San Francisco.

No estaba segura de a dónde conducía todo esto, o qué tenía eso que
ver con Wulf.

—Niña, la mayoría de nosotros tenemos miedo de seguir a nuestros


corazones —le dijo—. De lo que piensa la gente y cómo van a reaccionar,
pero no tú. Cuando se trata del corazón, tú, Katya, eres valiente. Confías
plenamente en él y amas por completo. Siempre estuve tan orgulloso de ti
por eso, tan impresionado, e incluso un poco envidioso.

—Vaya, papá. Gracias —dijo, mirándolo con los ojos muy abiertos.

—Y como dije, es obvio para cualquiera con ojos abiertos que tu


corazón está con Wulf.

—A veces eso no es suficiente. Pasamos por algunos malos momentos.


Muchas mentiras, muchas peleas.

—¿Y qué? Ahora sabes lo que no debes hacer —le dijo.

—Simplemente no voy… —No sabía cómo articular sus


sentimientos—. Una cosa es seguir a mi corazón para perseguir mis sueños;
otra muy distinta es seguirlo por un precipicio hasta una relación
desastrosa. No quiero darle algo si simplemente se va a romper.

—Así es como es el amor, cariño. Tienes que tener fe.

—Yo no…
—Oh, cállate. Estás tan enamorada de él, que te has vuelto estúpida —
le retó. Ella comenzó a reír.

—Te vuelves malo cuando hablas del amor.

—Bueno, he tenido mucha experiencia. ¿Alguna vez te conté cómo


comenzamos tu madre y yo?

—Sí, se conocieron en la escuela, le echaste un vistazo a través del


campo de atletismo y fue amor a primera vista —respondió. Le habían
contado la historia muchas veces.

—Así es como nos conocimos; cómo empezamos realmente, sin


embargo, es una historia bastante diferente. Nunca quise decírtelo antes
porque, para ser honesto, es algo embarazoso —suspiró. Ella alzó las cejas.
No podía imaginar a sus padres haciendo algo embarazoso.

—¿Qué pasó?

—Porque ella estaba saliendo con mi mejor amigo cuando la vi en ese


curso de atletismo —dijo con voz simple. Katya jadeó y presionó una mano
en su pecho.

—¿¡Qué!? ¡Nunca dijiste eso! Pero… pero… ¡¿pero pensé que salieron
esa misma noche?! —preguntó ella.

—Lo hicimos. Ellos solo habían estado saliendo poco tiempo, nunca
había conocido a la novia de Herb, y ella nunca había conocido al compañero
de cuarto de Herb. Le pedí salir y ella dijo que sí, y eso es todo lo que me
importaba.

—Está bien… así que no sabían, creo que eso no es tan importante.

—Bueno, no lo sería, si hubiera dejado de salir con Herb para salir


conmigo.

—Sin embargo, ella debe haberlo hecho.

—No. Ya sabes cómo fuimos a cenar, bailamos y estacionamos en el


campo de aviación para hablar —continuó.

—Sí, recuerdo esa parte.

—Bueno, no solo hablamos.

—Voy a ponerme enferma, oh Dios.


—Oh, detente. —Él puso los ojos en blanco—. ¡Fui arrasado por ella!
Aquí estaba esta alta y hermosa diosa de largo cabello castaño. Muy graciosa,
con estos grandes y hermosos ojos azules, y tan inteligente, apenas podía
seguirle el ritmo. Te lo dije, para mí, fue amor a primera vista. No importaba
si estábamos pecando en el asiento trasero de un viejo Pontiac: ya tenía
planes para casarme con ella.

Katya gimió y presionó su mano contra su frente.

—Así que mamá engañó a su novio contigo la primera noche que te


conoció.

—Sí. Y durante varias semanas después.

—En serio. Vomito. Por todos lados.

—Mira, puede haber sido amor a primera vista para mí —continuó—.


Pero no lo fue para ella. Ella pensó que solo nos estábamos divirtiendo.
¿Cómo lo dicen ustedes, chicos? Yo era el chico de respaldo.

Katya se echó a reír.

—Lo suficientemente cerca, papá.

—Le tomó un poco más de tiempo enamorarse de mí, y justo cuando


finalmente sucedió, Herb y yo lo descubrimos. Estaba tan enojado, de que se
interpusiera entre mi amigo y yo, de que no le importaban mis sentimientos
y de que parecía no quererme. Después de que lo aclaró, la eché de un
puntapié del auto a un lado de la calle, simplemente la dejé allí en el medio
de la noche —le dijo.

—Jesús, papá. Eres un tipo duro como la roca.

—No fue muy lindo —admitió—. Pero estaba bastante convencido


que la odiaba. Lloré camino a casa, y luego le conté a Herb, quien quiso
echarme a patadas. Fue horrible.

—Suena horrible —dije—. ¡No puedo creer esto! Mamá era alguna
especie de… ¡Loca y diabla sexual!

—Loca es demasiado.

—Oh, ¿pero diabla sexual?

—Bueno…
Ella hizo un sonido de arcadas y se cubrió la boca.

—Desearía no haber escuchado nada de esto. No puedo creerlo. La


mujer que solía medir mis faldas antes de salir de casa era una niña salvaje
en la universidad.

—Es por eso que se puso tan exagerada… creo que tenía miedo de que
cometieras los mismos errores que ella.

—Bueno, obviamente la perdonaste. ¿Qué tuvo que hacer para ganar


tu gracia? —preguntó Katya. Él se encogió de hombros.

—Nada, en serio.

—¿¡Qué?! No, no lo creo. —Negó con la cabeza.

—Se disculpó, por supuesto. Hubo muchas lágrimas y muchas


llamadas telefónicas. Apareció en el club campestre de mis padres una vez,
cuando estaba jugando una ronda con mi padre. Nunca olvidaré de esa
discusión… sigo prohibido en ese club.

—Mierda.

—¡Lenguaje, señorita! —dijo su padre seriamente—. Pero no, no fue


fácil, estaba tan enojado con ella, pero, ¿sabes qué? En verdad la amaba. Y
cuando amas a alguien, el perdón llega más fácil.

—Pero, ¿cómo sabías que no volvería a lastimarte? Quiero decir, si fue


tan desconsiderada y egoísta antes… ¿cómo estuviste tan seguro que
cambiaría? —Katya tenía curiosidad.

—No podía estar seguro. Solo podía estar seguro que la amaba.

—Entonces, ¿eso es todo? Estaba enamorado, así que simplemente, ¿le


perdonaste todo ciegamente? Lo siento, pero no es así cómo funciona, papá
—dijo ella.

—No dije eso, ¿verdad? Pero actúas como si la confianza fuese algo
que sucede de la noche a la mañana. Esa confianza debería ser dada la
primera vez que conoces a alguien, y luego removida con cada error que
cometen. No. La confianza no es algo que se gana O se reconstruye en una
noche.

»Sí de verdad te importa alguien, entonces toma trabajo. Duro, fuerte,


difícil y a veces, simplemente horrible trabajo. Tu error no es pensar que no
puedes perdonar a Wulf, porque evidentemente, ya lo has hecho. Tu error es
pensar que perdonar a alguien automáticamente quita todo el duro trabajo
que va con la relación. Piensas que decir “lo siento” debería mágicamente
hacer que el dolor y sufrimiento desaparezcan. Bueno, no lo hace… “Lo
siento” solo son las primeras dos palabras en el comienzo de muchas
conversaciones y un muy largo camino de trabajo. Bienvenida al amor,
cariño.

Katya parpadeó, sintiendo como si acabara de ser golpeada en la


cabeza con un bate de béisbol. Él había dado en el clavo, porque realmente
había pensado de esa manera. Wulf había dicho “lo siento” y ella había dicho
“te perdono”, y cuando los sentimientos de alivio no reemplazaron de
inmediato los sentimientos de dolor, había pensado que significaba que las
palabras no eran suficientes.

—Pero… —masculló—. No sé si creo en todo eso.

—Entonces tal vez no te importa tanto él como pensé que te


importaba. —Su padre suspiró, luego su silla comenzó a rodar lejos de ella—
. Pero te diré qué, si me hubiera comportado de la manera en que te
comportas, y si me hubiera aferrado al dolor que tu madre había causado, y
me hubiera negado a trabajar a través del dolor y enojo con ella, no estarías
aquí, y me habría perdido veinticinco años del ser humano más maravilloso
que he conocido.

—Y qué si hago todo esto; hablo con él, me pongo a trabajar y voy a
través del dolor, ¿y todo resulta una mierda de todas maneras?

—Entonces al menos puedes decir que lo intentaste. Nunca te tomé


por una cobarde, cariño. Estoy un poco sorprendido, para ser honesto, por lo
general eres una luchadora. Wulf claramente hizo hasta lo imposible para
resolver las cosas contigo, tal vez él te amaba más.

—Eso es groseramente injusto —espetó ella.

—Tal vez. El amor pocas veces es justo —suspiró y comenzó a rodar


por la rampa hacia la puerta—. Es engorroso, difícil, doloroso y es un
montón de trabajo duro. Supongo que es algo bueno que descubrieras eso
ahora.

Desapareció en la casa luego de eso, pero Katya se quedó en el garaje.


Fulminó con la mirada la estúpida motocicleta e intentó pensar cosas malas
sobre su padre.
Por supuesto, no fue capaz. En cambio, pensó en cosas malas sobre sí
misma. ¿Tenía razón? Sentía que al usar su lógica significaba que en
cualquier momento que un hombre hiciera alguna estupidez, se esperaría
que ella perdonara y olvidara.

Pero por supuesto, eso no es que lo él había estado diciendo en


absoluto. Había dicho que perdón y confianza tomaban trabajo. ¿Ella había
puesto algo de esfuerzo en perdonar a Wulf? ¿En serio confiar en él? No,
había estado demasiado ocupada jugando su tonto juego. Demasiado
ocupada esperando algún cuento romántico de hadas donde las palabras
mágicas simplemente pudieran borrar cualquier tipo de daño o dolor. Casi
se sentía estúpida ahora cuando la comprensión llegaba a ella.

Así no es cómo la vida funcionaba. Así no era cómo nada funcionaba,


lo sabía. Pasaría un largo tiempo antes de que pudiera confiar plenamente
en Wulf, antes de confiar en que no se herirían mutuamente de nuevo.
Tomaría mucho trabajo. Tanto trabajo. Trabajo, si tenía que ser honesta, que
él había intentado hacer. Había estado intentándolo todo el tiempo, a la
propia manera de Wulfric. Todavía lo seguiría intentando, si no le hubiera
pedido que se marchara. Incluso su acto final había sido cumplir sus deseos.

¿Qué esfuerzo había hecho ella? Se había inquietado, preocupado y


coqueteado con dos hombres. Esperando confianza ciega y aceptación de sus
acciones, pero no dando lo mismo a cambio. Ella había ignorado sus
sentimientos y los de Wulf y había hecho miserable la vida de todo el mundo
en el proceso. Todo porque no había estado dispuesta a hacer un poco de
trabajo duro.

Estaba enfadada. Katya Tocci nunca había tenido miedo del trabajo
duro. Había sido una estudiante de buenas notas en la secundaria, se graduó
entre las primeras de su clase de cocina, y había perseguido
implacablemente la carrera de sus sueños, convirtiéndose en una de las
reposteras más solicitadas en todo San Francisco.

Maldita sea, no estaba asustada del trabajo duro. Y no tenía miedo de


Wulf, ni miedo de lo que el futuro podía guardar para ellos. Se enrollaría las
mangas, lucharía, gritaría, se confundiría, sería malinterpretada y se dejaría
enamorar mucho más por él, no habría marcha atrás.

Jamás me digas que no puedo hacer algo, porque luego lo haré mejor de
lo que nunca antes se ha hecho.
Mientras corría a través de la casa y se apresuraba por las escaleras,
desechó las dudas que ya estaban asomándose. Dos veces ahora, se había
alejado de él. Esta última vez había sido particularmente dolorosa y dura, y
ya había pasado un mes desde entonces. Tan poca cantidad de tiempo, él
pensaría que estaba siendo ridícula. Que era una veleta que lo dejaría otra
vez.

No. Deja de suponer. Solo habla con él. Ni una sola vez le dijiste
exactamente cómo te sentías. Haz el trabajo.

Voló a través de su cuarto, empujando un par de pantalones y


camisetas en un bolso. Mientras buscaba zapatos, más dudas giraron en el
aire.

Un mes es mucho tiempo. No te ha contactado ni una vez. No ha hablado


de ti con tu padre. Es un hombre muy testarudo, pudo haberte excluido.
Seguido adelante. Superado. Podrías regresar y abrir viejas heridas y tener
éxito solamente en molestarlo. Podría echarte un vistazo y preguntarse qué
demonios había estado pensando.

—¡Detente!

Se enderezó y de hecho se gritó a sí misma.

Solo porque no crees en ti misma, NO quiere decir que él no crea en ti.


Recuerda, dijiste que lucharías por él. Ahora es el momento de probarlo. Hacer
el trabajo.

Bajó tan apresurada las escaperas, que su padre le gritó recordándole


que nada de correr en la casa. Sin embargo, siguió corriendo, directamente
hacia fuera, donde su madre estaba regando algunas plantas y Katya la
abrazó desde atrás.

—Te amo, mamá —susurró.

—¡Dios santo, ¿qué es esto?! —preguntó su madre, sorprendida.

—Nada, solo tuve una buena charla con papá.

—Oh. ¿Sobre qué?

—Sobre la loca promiscua que fuiste en la universidad.


Su madre soltó un gritito sorprendido y soltó la manguera, enviando
el agua al aire. Katya saltó del camino y se reía mientras su madre conseguía
mojarse toda la cara.

—¡Katya Tocci! —jadeó, pateando del camino la manguera—. ¡Cómo


te atreves a usar ese lenguaje conmigo!

—Está bien, mamá. De hecho, es algo de chica mala. ¡Dos hombres a la


vez! Nunca supe que lo tuvieras —bromeó.

Su madre la fulminó con la mirada un momento más, el agua


chorreando de su cara, arruinando su maquillaje. Luego suspiró y alisó con
sus manos su cabello, poniendo todo de regreso en su lugar.

—Bueno, fue hace mucho tiempo —dijo simplemente—. Era joven y


despreocupada, y francamente, tu padre y su amigo eran los hombres más
atractivos del campus. ¿Qué puedo decir? Todos actúan así en la universidad.
Es un momento para la exploración.

—¡Maldición, mamá!

—Silencio. Y jamás le digas a nadie eso, tampoco —espetó su madre,


señalando seriamente a su hija. Katya sonrió.

—Oh, todo esto va a ir a las tarjetas de Navidad de este año. ¡Te amo!

Katya se dio la vuelta y corrió de regreso a la casa, dejando a su madre


balbuceando frente a las rosas. Su papá estaba en la sala y se movió hacia la
mesita de café, luchando por abrir un paquete de cacahuates. Ella se la
arrebató de las manos y la abrió, luego se la devolvió.

—Te amo, papá. Tanto que a veces me hace en serio, realmente


estúpida —le dijo.

—Completamente entendible, corazón. Me sucede todo el tiempo —


contestó.

Ella dudó por un segundo, bailando de un pie al otro mientras su


padre comía calmadamente cacahuates.

—Estoy asustada —dijo finalmente. Él asintió.

—Deberías. Podría estar viviendo con otra mujer a esta altura.

—¡Papi!
—¡Claro que no lo está! Ese hombre está loquito por ti. Ahora sal de
aquí antes de que nos vuelvas loco —espetó, ondeando una mano hacia ella,
ahuyentándola hacia la puerta.

Ella no había preguntado, pero supuso que su padre sabía que


necesitaría alguna manera de llegar a casa, por lo que tomó las llaves en
dirección a la puerta. Arrojó su bolso en el asiento trasero, se puso detrás del
volante, quemó los neumáticos mientras salía de la entrada.

Tenía un viaje de dos horas por delante. Dos horas, sola, atrapada con
sus propios pensamientos. No era algo bueno, como ahora sabía.

Durante la primera hora, casi se convenció de dar la vuelta varias


veces. Incluso se estacionó en una parada de descanso una vez y tuvo una
pelea completa consigo misma. Luego regreso a la ruta y pisó el acelerador.

La segunda hora la pasó intentando decidir qué diría. Qué haría.


¿Debería ir a su viejo departamento, esperar a que él salga del trabajo? No,
no, pasarían horas, sin duda se convencería de no hacerlo.

De acuerdo, entonces, ¿aparecería en su oficina? No quería crear una


escena. No quería avergonzarlo o a ella misma, al menos no más de lo
necesario.

No quiero esperar, no quiero avergonzarme. Jesús, aguanta. PONTE A


TRABAJAR, TOCCI.

Como a veinte minutos afuera de los límites de la ciudad, se dio por


vencida y lo llamó. Maldijo cuando recibió su correo de voz, luego
inmediatamente volvió a llamar. Nada. Así que respiró hondo, se fortaleció y
llamó a su oficina.

—Agencia Stone —respondió el teléfono la voz de su asistente—.


Oficina de Wulfric Stone.

—Hola, Ayumi —dijo Katya con nerviosismo—. Habla Katya Tocci.

—Qué bueno escuchar de usted, señorita Tocci. ¿Qué puedo hacer por
usted? —preguntó Ayumi amablemente.

—¿Wulfric está disponible?

—Lo siento, no se encuentra aquí.

—Oh… de acuerdo…
—Pero me dio instrucciones en caso de que llamaras —continuó
Ayumi—. Si necesitas algo, estoy a tu disposición, o si hay una emergencia,
puedo ubicarlo.

—No, no, no, no, ninguna emergencia, estoy bien —dijo Katya con
rapidez—. ¿Sabes cuándo regresará?

—Oh, lo siento, no regresará hoy. Tiene una gran apertura para un


nuevo negocio. Habrá corte de cinta y luego una fiesta.

La mente de Katya corrió, regresando sobre los días, semanas y


meses. A cuando se habían encontrado por primera vez, en su pastelería.
Cuando la había mirada fijamente como si no la hubiese reconocido.

—… Tengo una lista de espera.

—¿Tienes lista de espera?

—Sí. Si te gustaría que hiciera pastelitos para tu fiesta, puedo tenerlos


para ti aproximadamente en tres meses.

—Lista de espera, uh.

—Lo siento, pero estoy muy ocupada hoy. Si quisieras ver en mi


portafolio, puedo darte nuestro sitio web.

—No, no, tres meses está bien. Vamos a tener una fiesta en cinco meses,
así que, si crees que puedes apuntarme, sería estupendo.

Jesús, habían pasado cinco meses desde esa conversación. Apenas


podía creerlo.

Nunca hizo los pastelitos.

El universo es impresionante.

—¿Señorita Tocci? —preguntó Ayumi.

—Sí, lo siento, listo. —Katya se había olvidado que estaba en el


teléfono—. Oye… ¿podrías decirme dónde es la fiesta?
30
A Katya le tomó mucho más tiempo llegar a la dirección que Ayumi le
había dado. No estaba segura de cuánto iba a durar la fiesta, ¿ya había
terminado? ¿Podría encontrarlo? Sería solo su mala suerte que para cuando
ella llegara y él ya se hubiera ido.

Estacionó a un par de cuadras de distancia, pero no tenía cambio.


Decidió que, al carajo, estaba en camino de descubrir su futuro, a quién le
importaba una multa de estacionamiento. Salió corriendo por la calle.

Había pasado una hora desde que había hablado con la asistente de
Wulf. Le había pedido a la otra mujer que no le advirtiera que iba a ir, no
quería que se volviera más incómodo de lo que ya era, si lo atrapaba con la
guardia baja, podría derramar todo, simplemente dejar escapar sus
sentimientos.

Si es que está allí. Son más de las cinco, hablé con ella hace una hora. No
dejaría la fiesta tan pronto, ¿o sí?

Estaba tan perdida en sus pensamientos, que no estaba prestando


atención cuando dobló una esquina. Chocó contra la espalda de alguien y
casi se cae. Otra persona la agarró del brazo y la colocó en posición vertical.

—Lo siento —dijo rápidamente—. Lo siento mucho.

—No hay problema —dijo el hombre al que había golpeado—. ¿Estás


bien?

—Sí, ¿qué está pasando? —preguntó, intentando mirar a su alrededor.


Había una gran multitud frente a ella que se estaba apoderando de la acera.

—Están haciendo una ceremonia de apertura de este nuevo centro


comercial: todo estará con un diez por ciento de descuento después que
abran las puertas —explicó—. Todos estamos esperando que corten la cinta.

—Oh, Dios mío —dijo sin aliento—. No han… ¿aún no han cortado la
cinta?
—No, pero están a punto de hacerlo. ¡vaya! —exclamó cuando ella se
adelantó a codazos—. ¡Buena suerte, señora!

No fue una tarea fácil, abrirse camino a base de empujones hacia el


otro lado de la multitud. Estaba completamente lleno, y era enorme.
Finalmente llegó al otro lado y se paró contra un pulido muro de cemento
que le llegaba hasta las cejas. Puso sus manos encima, luego se apresuró a
subirse.

Era una fuente gigantesca, el agua caía en cascada sobre un gran eje de
ónix en el centro. Ella se levantó cuidadosamente en el borde y finalmente
miró a su alrededor.

La multitud era aún más grande de lo que se había dado cuenta:


apenas estaba a medio camino del frente. Reconoció el edificio, pero era una
parte de la ciudad a la que no asistía con frecuencia, y se le había dedicado
mucho trabajo. Habían mantenido el sentido histórico, pero habían
actualizado todo y habían agregado una estructura de estacionamiento
completa en el costado.

Por alguna razón, había asumido que el corte de cinta y la fiesta


tendría lugar dentro del edificio. También había supuesto que sería un
edificio de oficinas. Ridículo, de verdad. Seguía asumiendo cosas, incluso
después de todo lo que le había sucedido.

La ceremonia estaba teniendo lugar afuera, frente a la multitud. Había


dos postes con una gran cinta roja colgando entre ellos, un lazo
cómicamente grande en el medio. Varios hombres y dos mujeres se paraban
en línea detrás de él. Otros dos hombres estaban hacia adelante y hacia un
lado, y uno de ellos estaba hablando por un micrófono. El otro se mantuvo
estoico y en silencio, con las manos entrelazadas a la espalda.

—Wulf —susurró, forzando los ojos para verlo bien.

Él se veía igual. Alto y guapo, su rostro tan serio y severo que parecía
enojado. Pero lo conocía mejor ahora, y todo lo que vio cuando lo miró fue el
hombre que le dijo que era como un regalo. Quien le dijo que era lo mejor
que le había pasado.

Un aplauso la sacó de su ensoñación, y vio como Wulf se movía hacia


la cinta. Unas enormes tijeras plateadas habían aparecido en sus manos, y
mientras la gente aplaudía y vitoreaba, comenzó a cortar a través de la
gruesa cinta.
Katya frunció el ceño y comenzó a buscar una forma más fácil de bajar
de su percha. Esto no estaba bien, este era el momento de Wulf. A ella no le
gustó cuando sus relaciones interfirieron con su carrera, por lo que no
debería interferir con la suya. Esperaría y después de que la multitud
entrara y se calmara, podría buscarlo. O incluso podría ir a esperarlo en su
apartamento.

Si todavía tienes acceso a él. Probablemente te sacó de la lista. ¿Por qué


deberías estar allí? Has cambiado de opinión más veces que… DETÉNTE
AHORA MISMO. NO MÁS PENSAMIENTOS DE CUALQUIER COSA HASTA
HABLAR CON ÉL, ERES RIDÍCULA, TONTA, INSOLENTE…

Ella había estado caminando a lo largo del borde de concreto, que era
del ancho de una barra de equilibrio. Había notado que, en el otro extremo,
las escaleras se elevaban para alcanzarlo, y podría saltar unos cinco
centímetros en lugar de unos cincuenta centímetros. Pero su coordinación
no era tan buena como había pensado, y un movimiento equivocado la envió
a la derecha, sobre la multitud. Comenzó a mover sus brazos y la corrigió de
más, inclinándose demasiado hacia la izquierda.

No puede ser cierto. Esto no puede estar pasando de nuevo.

Gritó cuando golpeó el agua. Hacía mucho frío, y había algún tipo de
sistema de corrientes que mantenía el flujo del agua en un movimiento
circular. Fue arrastrada, emergiendo una vez para escupir por aire antes de
ser empujada hacia abajo.

Fantástico, me voy a ahogar en un metro de agua frente a un mini


centro comercial. En realidad, mejor de lo que merezco.

Sin embargo, no se ahogó. Finalmente se calmó lo suficiente como


para plantar sus pies. El agua corría inofensivamente a su alrededor y pudo
sentarse erguida, ladrando y jadeando en busca de aire. Se sentó allí,
carraspeando y tosiendo mientras luchaba por apartar el cabello
desordenado de su rostro.

—¡¿Qué diablos estás haciendo?!

Giró la cabeza a tiempo para ver a Wulf subir sin esfuerzo a la cornisa.
Ella gimió y se giró, intentando ponerse de rodillas. Se sorprendió cuando él
no dudó en absoluto y simplemente se metió en el agua, arruinando su
costoso traje. Él la agarró de los brazos y la hizo ponerse de pie, parándola
frente a él.
—Hola —logró decir, sus dientes comenzaron a castañetear. Él la
fulminó con la mirada, luego se quitó la chaqueta y la envolvió alrededor de
sus hombros.

—¿Creíste que era un buen momento para nadar, Tocci? —preguntó,


frotando sus manos arriba y abajo de sus brazos.

—Bueno, me conoces a mí y a las fuentes.

—Las conozco, desafortunadamente.

Hubo un segundo de silencio tenso.

—Lo siento, arruiné tu ceremonia —comenzó a hablar rápido—.


Pensé que ya había terminado, luego trepé hasta aquí y aún no lo habías
cortado…

—Tocci

—… y entonces traté de volver a bajar, pero luego tropecé, y me caí, y


yo…

—Tocci.

—… esta succión o lo que sea es demasiado fuerte, me arrastró hasta


aquí, y lo siento mucho, realmente lo siento yo…

—¡Katya! —espetó, y ella finalmente lo miró de nuevo.

—¿Sí? —preguntó mansamente.

—Qué. DIABLOS. ¿Estás haciendo aquí?

Ella respiró hondo.

—Vine a verte —dijo en voz baja.

—Viniste a verme —repitió.

—… ¿sí?

—Sabes dónde vivo, tienes mi número de teléfono. ¿Tenía que ser


ahora? —preguntó, mirándola como si estuviera loca.

—Sí, tenía —asintió.


—¿¡Qué podría ser tan importante como para sentir la necesidad de
escalar hasta aquí y casi romperte el cuello y darme un maldito ataque al
corazón!? —exigió.

—Tenía que decirte algo —continuó.

—Será mejor que sea algo en serio bueno.

Ella tomó otra respiración profunda y buscó en su cerebro las


palabras perfectas.

—Tengo miedo —soltó, sorprendiéndose a sí misma.

—Tienes… ¿qué? —Sonaba confundido. Decidió seguir adelante y


dejar que su cerebro funcionara en piloto automático.

—Tengo miedo de ti —dijo—. Estoy aterrorizada por nosotros. Me


preocupa que te enojes cada vez que no me entiendas, y me asusta que me
confundo cada vez que no te entiendo. Me preocupa que esto sea demasiado
trabajo. Me temo que nos hagamos sentir miserables, horrible y nos
rompamos.

Se miraron durante mucho tiempo, y si tenía que adivinar, ella diría


que Wulf también parecía un poco asustado.

—¿Eso es lo que viniste a decirme aquí? —consultó. Ella se mordió los


labios por un segundo y se centró en sus ojos. Esos ojos azules intensos que
podrían enfurecerla y aterrorizarla y hacerla feliz de estar viva.

—Pero, sobre todo —dijo, apenas por encima de un susurro—. Tengo


miedo de que nunca sepas cuánto te amo.

—Tu… amas… ¿qué? —preguntó. Ella asintió.

—Creo que te he amado por mucho tiempo. Y tengo miedo porque


nunca he estado enamorada, y tengo miedo porque no sé si alguna vez me
amarás, pero… pero no me importa. Te dije que pelearía por ti, pero eso en
realidad no estaba bien. Lucharé por nosotros, sin importar lo difícil que sea.

Ahí, lo soltó. Y una vez más, sintió una inmensa sensación de alivio.
Bueno o malo, feo o no, lo había hecho. Recorrió muchos kilómetros y
recorrió un largo camino y colocó su corazón sobre la mesa. No importa lo
que sucediera ahora, siempre tendría este momento. Se había demostrado a
sí misma que, a pesar de su voz interior y todos sus errores, podía cumplir
sus promesas y luchar por él. Podría levantarse y ser verdaderamente
valiente. Podía ser intrépida.

… yyyyyyy él no responde. Dios, esto fue estúpido. Esto fue tan estúpido.
Voy a morir si tengo que quedarme aquí mucho más tiempo. Literalmente,
totalmente, moriré. Derretiré y bajaré por el desagüe.

—Tienes miedo… —dijo él entrecortadamente. Ella logró asentir.

—Aterrorizada.

—Oh, Tocci —suspiró—. ¿Qué voy a hacer contigo?

—Um… ¿Podrías empezar por secarme con una toalla caliente?

—Eres horrible, ¿lo sabías? —preguntó, acercándola más.

—Sí, me he dado cuenta de eso.

—Te lo dije —dijo, envolviendo un brazo alrededor de su cintura—.


Nunca tengas miedo conmigo.

—Lo sé —dijo, mirándolo. Él se retiró su cabello de la cara—. Es más


fácil decirlo que hacerlo.

—¿Ayudaría si te contara un secreto?

—¿Como qué?

—Creo que me enamoré de ti desde la primera vez que dormimos


juntos.

—No es cierto.

—Lo hice.

—No te creo.

—Guardé las bragas, Tocci.

—No lo hiciste… ¿Ugh, en serio? —preguntó. Él estalló en carcajadas.

—¿Qué puedo decir? En el fondo, soy un romántico. Pero no se lo


digas a nadie.

—No lo haré. No me creerían, de todos modos.

—Tocci.
—¿Sí?

—Ahora cállate, es hora de terminar esto con un beso muy


espectacular.

Se encontraban en una fuente de escarcha helada y una gran multitud


los miraba y ella estaba llorando tanto, pero nada de eso importaba. La besó
con tanta fuerza que pudo sentirlo en su alma, y cuando todos aplaudieron,
pensó que eran sus terminaciones nerviosas las que le agradecían que
finalmente volviera a casa.

Eres muy, muy bienvenida.

***

—También estaba asustado.

Katya resopló. No podía imaginar a Wulf asustado de nada.

—¿De qué? —susurró, rodando sobre su espalda.

—De ti —su voz fue un aliento caliente contra el costado de su


estómago y ella resistió el impulso de reírse. Era un punto delicado.

—¿De mí?

Bajó la cabeza mientras su cabeza se movía sobre su cuerpo,


deteniéndose cuando le dio un beso en las costillas. Apenas podía distinguir
su forma contra la de ella. Estaban completamente debajo de la sábana de su
cama, con solo la luz de una vela que se filtraba a través del algodón egipcio.

—Te ríes cuando estás con él. Sonríes. Tanto.

—Sonrío contigo.

—No es suficiente.

—Bueno, deberías ser más amable conmigo —bromeó, y luego gritó


cuando él mordisqueó su clavícula.

—Sabía que él no era adecuado para ti —continuó Wulf, y ella gimió


cuando su lengua rodeó el lóbulo de su oreja—. Tiene mucho que crecer.

—Es tres años mayor que tú.

—Sin embargo, todavía es un niño. Necesitas un hombre. Alguien que


pueda cuidarse y cuidar de ti.
—Y su familia, y mi familia…

—No puedo evitar ser una persona tan generosa y desinteresada.

—Es gracioso porque en realidad es cierto.

—Lo sé. Y pensé por un momento allí, solo por un momento… que ibas
a tomar la decisión equivocada. Y eso me asustó.

—Sí, bueno… —suspiró y lo abrazó antes de enterrar su cara en su


cabello—. Yo también.

Estuvieron en silencio por un tiempo. Ella enrolló sus piernas


alrededor de sus caderas, descansó sus pies en la parte posterior de sus
muslos. Sus brazos se abrieron paso debajo de ella, abrazándola fuertemente
mientras su cabeza descansaba sobre su pecho.

Hacía calor, estar debajo de la sábana así, tan enredados en el otro.


Pero contar secretos y compartir almas era de alguna manera más fácil
mientras se escondían del mundo. Ella respiró hondo y levantó la cabeza.

—No dejaré de ser su amiga —dijo, y Wulf gimió.

—Lo sé, ya lo hemos establecido.

Cuando se fueron por primera vez a su departamento, hubo largas


conversaciones. Confesiones susurradas mientras se quitaban la ropa,
dijeron verdades mientras se envolvían alrededor del otro. Ella le contó
sobre la visita de Liam a Carmel, y sobre cómo se dio cuenta de cuán
profundas eran sus inseguridades.

—Él necesita ayuda —susurró.

—Lo hace —estuvo de acuerdo Wulf.

—Necesita a alguien que lo ayude a darse cuenta que es increíble tal


como es: no necesita mentir, ni competir, ni compararse con nadie.

—Y estoy seguro que va a encontrar a esa persona algún día, pero no


hoy.

—Me preocupo por él —confesó—. Ha sido así por tanto tiempo, es


posible que nunca cambie.
—Te sorprenderías, Tocci. Las personas que parecen estar grabadas
en piedra pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Simplemente se
necesita que la persona adecuada los ayude.

—Quería ayudarlo —suspiró.

—Ya no puedes.

—Lo sé… pero tal vez, tal vez podría ayudarlo a encontrar a alguien.
Tiene que haber alguien por ahí, una chica para…

—Detente. Puedes ser su amiga, Katya, pero no puedes ser su madre,


ni su casamentera, ni su novia de reemplazo. Tienes que dejar que resuelva
las cosas por sí mismo. Es un hombre adulto. Tal vez arruinar su
oportunidad contigo lo ayudará a darse cuenta de eso, y si no lo hizo,
entonces es una causa perdida.

—Lo dices porque no te gusta.

Wulf gimió y se movió sobre ella, apartando la cabeza de la luz de las


velas.

—Eso no es verdad —suspiró—. Yo no… Eden y yo nunca seremos


amigos, sí. Pero no lo detesto. Incluso admiro algunas cosas sobre él.

—¿En serio?

—Sí. Tiene un buen negocio, principalmente porque es muy bueno


con su personal. No tiene miedo a desagradar, porque todos los que lo
conocen lo adoran. Mírate, cuando lo conociste. Es difícil de resistir. La gente
gravita hacia él, es divertido, relajado. Sabe cómo divertirse, y estoy bastante
seguro que no tiene idea de cómo se siente el estrés. Ni siquiera puedo
recordar la última vez que no me sentí estresado. Esas son todas cualidades
envidiables.

—También tienes cualidades envidiables —le aseguró, pasándose la


mano por el cabello.

—Lo sé, como estar lo suficientemente seguro de mí mismo como


para no tener que competir con todos los que conozco. Querer ser el mejor, y
saber que eres el mejor, son dos cosas muy diferentes.

—Vaya. Y también modesto. No olvides que eres modesto —bromeó.

—Por supuesto que soy el mejor. Tengo a la chica, después de todo.


—Dios, tu ego.

—Mi ego es mi característica más atractiva.

—¿De verdad? Yo diría que son tus ojos.

—Lo harías.

—O tus hombros.

—¿Hombros?

—Sí —asintió, y luego sonrió cuando él se rio entre dientes y ella lo


pudo sentir a través de su pecho—. Solo desearía… No lo sé, Wulf. Solo
desearía poder ayudarlo.

—Deja de ser su madre y deja que se ayude solo. Además, eres mía
ahora. Debes preocuparte por ayudarme.

—Wulfric Stone, no creo que hayas necesitado ayuda con nada.

—Entonces eres una idiota, Katya Tocci, porque me has ayudado


tanto, estoy empezando a preguntarme cómo he sobrevivido sin ti.

—¿En serio? —preguntó, mirándolo de nuevo. Se apartó y se apoyó


sobre ella, haciendo que la sábana finalmente se soltara y se apartara de
ellos. Miró a su alrededor y se sorprendió al ver que la gran vela al lado de la
cama ya se había quemado a la mitad. Estuvieron hablando durante horas.

—Me ayudaste a aprender que está bien no estar seguro —le dijo—.
Me ayudaste a aprender que vale la pena luchar por algunas cosas. Me
ayudaste a recordar que sonreír se siente bien, y reír se siente aún mejor. Me
ayudaste a ser un mejor hombre, lo cual es sorprendente, porque antes que
tú, era el peor. Me ayudaste a aprender a amar.

Katya sonrió y presionó una mano sobre su corazón. Intentó


memorizar su rostro en ese momento, con la luz de la vela suavizando sus
facciones y haciendo brillar sus ojos. Parecía la calidez personificada, lo cual
era una locura, considerando que lo había comparado a una piedra tantas
veces.

—No —susurró, y luego respiró hondo—. No, lo aprendiste todo solo,


porque hasta ti, ni siquiera sabías lo que era el amor.

—Bueno, entonces, supongo que es una cosa más en la que soy mejor
que tú.
Ella se echó a reír, lo cual fue una bendición porque ocultaba el hecho
de que estaba llorando otra vez.

—Oh Dios —jadeó, prácticamente carcajeándose mientras él caía


sobre ella—. No sé cómo voy a hacer esto. Apenas hay suficiente espacio
aquí para tu ego, ¿cómo voy a vivir con eso?

—Será mejor que lo resuelvas porque mañana traeré todas tus cosas
—informó mientras su boca recorría su pecho izquierdo.

—Oh, seguro. —Ella rio disimuladamente—. Entre tú y esa gran


cabeza tuya, tal vez habrá espacio en… espera, ¿hablas en serio?

—¿Qué tan seguido no lo hago?

—Wulf, no puedo…

—Tocci, ya pagué a la empresa de mudanzas. Está hecho.

—No viviré contigo.

—Está hecho. Vieve se está mudando con esa compañera de


habitación tuya —le informó, y ella siseó cuando le dio un fuerte mordisco
en la parte inferior de su pecho—. Y Brie se está mudando al apartamento
que dejé vacío.

—Ambas hermanas. —Empezaba a jadear—. ¿Van a vivir en Twin


Estates?

—Sí.

—¿Y Vieve va a tomar mi vieja habitación?

—Ya la ha tomado. Es hora de estar callada, Tocci.

—No, no, no —murmuró, tirando de su cabello para que no pudiera


bajar más la cabeza—. Esta es una mala idea, Wulf. Acabamos de volver a
estar juntos, nada ha sido fácil entre nosotros, siempre hacemos todo mal.

—No me importa —respiró, deslizando su lengua contra el hueso de


su cadera—. Tienes un contrato conmigo, ¿recuerdas? Lo rompiste cuando
intentaste mudarte a Carmel.

Ella jadeó y lo fulminó con la mirada.

—No puedes hablar en serio —dijo—. ¡Mi papá casi murió!


—Lo sé. Y lo siento mucho, pero un contrato de arrendamiento es
legalmente vinculante, Tocci. Me debes al menos once meses más. Tengo las
manos atadas, mis abogados son muy estrictos con este tipo de cosas —le
informó. Ella comenzó a reírse, pero luego se atragantó cuando mordió su
muslo.

—Bueno. —Tragó saliva—. Creo que es lo correcto. Quiero decir, un


contrato es un contrato.

—Gracias. Dios, siempre es una discusión contigo, y siempre tengo


razón —gimió, su lengua suavizando el dolor de la mordedura.

—De eso estoy hablando. Esto va a ser mucho trabajo, Wulf. No va a


ser todo tiempo sexy debajo de las sábanas—le advirtió.

—Está bien, porque nunca tuve miedo de un poco de trabajo duro,


Tocci.

Ella tiró con fuerza de su cabello, arrastrándolo por todo el cuerpo.

—Yo tampoco —susurró, besándolo profundamente. Él suspiró


cuando ella se apartó, y podía sentirlo sonriendo contra sus labios—.
Especialmente cuando ese trabajo crea algo tan hermoso.

—Hermoso —estuvo de acuerdo—. Eso es perfecto.

—En serio lo es, ¿no? Lo siento, casi lo arruiné todo.

—Yo también. Ahora hagámoslo aún más hermoso y veamos si puedo


hacer que tus ojos vuelvan a girar.

—No creo que… —comenzó a discutir, pero luego su cabeza estaba


entre sus piernas y estaba logrando su objetivo.

Tener un buen vecino es agradable, pero ¿tener uno que te ame y te


cuide y que haga que cada momento parezca que ardes? Bueno, ese es el mejor
vecino de todos…
Epílogo
Katya entrecerró los ojos y miró a su alrededor. Tori estaba de pie en
la barra, secando furiosamente un punto. Había estado haciendo eso durante
diez minutos sólidos… un par de minutos más, e iba a despegar el barniz.

Liam estaba de pie en el pasillo, con una mirada severa en su rostro


mientras hablaba rápidamente, su dedo apuntando a la persona que estaba
frente a él. Landon estaba en el extremo receptor del dedo, y llevaba la
misma expresión exacta que su gemelo. Ambos hablaban en voz baja,
acelerada, garantizándoles que nadie pudiera oírlos.

Brighton estaba sentada en la barra, con los brazos cruzados sobre el


pecho y un enorme par de gafas de sol cubriendo su rostro. Parecía que
alguien hubiera metido un palo por su culo y ella estaba planeando su
muerte lentamente.

—¿Es siempre así de alegre por aquí? —murmuró Genevieve,


moviéndose alrededor con nerviosismo junto a Katya.

—Hoy se siente un poco glacial, ¿cierto? —comentó Katya—. Me


pregunto cuánto tiempo más tardará Wulf.

—No puede ser mucho, Liam salió hace un tiempo, así que eso debe
significar que ya terminaron, ¿verdad?

—Se podría pensar que sí.

¿¡Cuánto tiempo más puede llevar vender la mitad de un club de sexo!?

Liam finalmente estaba comprando la mitad del negocio de Wulf. En


realidad, era algo que debería haber ocurrido hace mucho tiempo. Wulf no
tenía ningún interés real en la industria del club de sexo-bar, ayudar a Liam
había sido solo una manera de hacer dinero fácil. Era mejor dar a Liam el
control total que siempre debería haber tenido y finalmente dejarlo en paz.
Porque, francamente, parecía que necesitaba un poco de espacio.
Después que Katya hubiera vuelto a casa de Carmel, Wulf había
logrado que ella se mudara a su ático, sus cosas habían llegado un día
después.

No fue fácil. La sola primera semana había sido un infierno. Wulf


nunca antes había tenido un compañero de piso, y mucho menos vivido con
una mujer. No estaba acostumbrado a tener a alguien en su espacio, todo el
tiempo, todos los días, todo el día. No estaba acostumbrado a otro ser
humano tocando todas sus cosas y desordenando sus gabinetes
perfectamente arreglados y moviendo sus cojines perfectamente colocados.
Más de una vez, ella se dio la vuelta a mitad de frase para encontrar que él se
había ido. Se escaparía a la azotea y nadaría el estrés.

No es que fuera más fácil para Katya. Ella nunca había vivido con un
hombre, y su compañera de cuarto los últimos cuatro años había sido muy
relajada. Estaba acostumbrada a tener el control sobre la cocina y colocar el
termostato tan alto como quisiera y no tener que recoger su ropa sucia
detrás de ella, a lo que no estaba acostumbrada era a lidiar con un taciturno,
malcriado y malhumorado niño.

Pero por cada momento que Katya destrozó los nervios de Wulf, y por
cada momento que quiso darle un puñetazo en la garganta, hubo tres más de
alegría pura. Nunca se había imaginado que la vida podía ser tan buena
como lo era con Wulf. Que alguien pudiera amarla tanto como lo hacía,
adorarla y mimarla.

Tenía una manera extraña de demostrarlo, seguro, y nunca iba a


cambiar sus formas autoritarias de ser, eso era obvio, pero estaba contenta.
Amaba esas cosas de él, amaba que lograba ver todos los lados de él.
Esperaba que nunca cambiaría. Esperaba que él nunca dejara de pensar en
ella como un regalo, porque todavía a ese día, incluso después de tres meses
viviendo juntos, él era el mejor regalo que jamás le habían dado.

—¡Pastel de ángel!

Salió de sus pensamientos privados y se alejó de Vieve. Landon estaba


avanzando a toda marcha hacia las escaleras y Liam estaba sonriendo y
caminando por el piso, con sus brazos abiertos. Ella le devolvió la sonrisa y
entró en su abrazo, apretándolo con fuerza.

Liam había estado en éxtasis cuando le dijo que se estaba mudando a


casa, pero no había estado tan emocionado por la noticia de que ella y Wulf
estaban juntos. Así mismo, no apreció la larga conversación que habían
tenido sobre su relación con Katya y cómo tenía que respetar el hecho de
que Wulf y ella estaban saliendo, y que, para tener una amistad con ella,
Liam no podía jugar ningún truco, empezar ninguna mierda o comportarse
de manera inapropiada. Esto no era un juego, esta era su vida, y ella estaba
enamorada de alguien. Si él era su amigo, iba a ser respetuoso, y estaría feliz
por ella.

Él había argumentado, en un principio. Intentó convencerla de que


estaba cometiendo un error. Sin embargo, cuando se hizo evidente que había
hablado en serio y que podía alejarse de la amistad si él no se comportaba,
se había calmado. Prometió mantener las manos quietas y sus planes
maquiavélicos para las relaciones de otras personas.

Hasta el momento, parecía que estaba cumpliendo su palabra.


Durante el primer par de semanas, se había aislado, lo que la había
entristecido. A pesar de todo lo que había sucedido, Katya realmente se
preocupaba por Liam, y mucho. Había pensado que tal vez no había sido
capaz de soportar que ella estuviera con otro hombre. Sin embargo, resultó
que había estado en una pequeña loca juerga sexual. Portándose mal en el
piso de su club, haciendo acuerdos con la desagradable rubia del piso dos en
el viejo edificio de Katya, y algún tipo de aventura sexual secreta que nadie
había sido capaz de averiguar.

Entonces, finalmente, la había llamado y la invitó junto a Wulf a unos


tacos. Había sido incómodo, rígido y completamente extraño, pero con el
tiempo, habían reído de nuevo. Hicieron planes para ir al cine con Tori, y
luego para ayudar a Vieve a ir de compras cuando decidió actualizar su
aspecto, e incluso una vez fueron en secreto en busca de apartamentos para
Landon.

Sin embargo, estaba un poco triste porque nada había cambiado en el


departamento de las chicas. No tenía relaciones sólidas. Sus aventuras
furtivas todavía estaban sucediendo, un montón de horas nocturnas
encerrado en su oficina, alguna mujer misteriosa entrando y saliendo de su
edificio. Tori estaba un poco obsesionada con descubrir quién era la chica,
pero él estaba manteniéndolo bajo perfil, por cualquier razón que sea. Katya
esperaba que fuera algo bueno, que tal vez finalmente hubiera encontrado el
amor, pero tenía un mal presentimiento que eso no estaba ni siquiera cerca
a ello, cosa que era demasiado terrible. Liam Edenhoff era un hombre sin
duda merecedor de amor.
—Oye, ¿cómo te fue? —preguntó ella, deslizando las manos rápido de
arriba hacia abajo por su espalda.

—Tú, querida, estás viendo al único propietario del The Garden, club
nocturno y rincón del placer —le informó. Ella se apartó y empezó a
aplaudir, luego se detuvo.

—Espera… ¿rincón del placer?

—Bueno, ¿cómo lo llamarías?

—Rincón está bien —comentó riendo—. Espero que lo consiguieras a


un buen precio; le dije a Wulf que tenía que ser amable contigo.

—¿Wulf? ¿Amable? No creo que ese adjetivo se haya dicho alguna vez
antes junto a su nombre —resopló Liam—. Vas a tener que hablar con él.

—Oh, Dios. Ya hemos hablado de esto. Le dije que no fuera un cretino,


puede ser tan… —empezó a quejarse, pero Liam empezó a echar miradas
por encima de su cabeza.

—Oh, Jesús —gruñó.

—¿Qué? —preguntó, mirando por encima del hombro. Él estaba


mirando hacia el bar.

—Lo siento, me tengo que ir —suspiró, frotando sus brazos


cariñosamente—. Fue estupendo verte… ¿nos vemos mañana en la azotea?

Wulf había prohibido expresamente a Katya tener reuniones en la


azotea con Liam. Había oído todas las historias sobre lo que sucedió en la
azotea con el señor Edenhoff. Sin embargo, él había ofrecido su propio techo,
que también tenía una piscina climatizada, así como tumbonas y una cabaña
cubierta con jacuzzi. Podía estar nevando, y aun así podían pasar el rato en
el techo y comer tacos.

—Ya tengo las margaritas hechas —le aseguró ella. Él le sonrió.

—¿Te he dicho lo feliz que estoy de que sigas por aquí?

—Solo alrededor de una vez al día.

—Bien. No quiero que lo olvides —dijo, y luego se inclinó y besó la


parte superior de su cabeza antes de irse a zancadas.
Ella observó como él apuntaba con un dedo muy enojado en la cara de
Brie. Ella sonrió y dijo algo a cambio, que fue seguido de inmediato por Liam
agarrándola del brazo y sacándola del taburete. Katya hizo una mueca. Brie
no debería haber estado en el club, y punto, ya que era menor de edad, pero
Liam había renunciado a intentar mantenerla fuera, y simplemente le pidió
que no viniera después de las diez, no ordenara ninguna bebida, y no se
sentara en las barras. Era evidente que estaba teniendo problemas para
entender las reglas. Su ira giró sobre Tori, señalando entre ella y Brie.

Katya frunció el ceño cuando su excompañera de cuarto se echó hacia


atrás, levantando sus manos y gritando enojada de vuelta a su jefe. Por
suerte para Tori, ella y su jefe eran muy buenos amigos fuera del trabajo, de
modo que podía prácticamente gritarle a Liam como quisiera y salirse con la
suya. Al mismo tiempo, bien por ella, porque finalmente le arrojó la toalla de
limpieza a la cara y se alejó furiosa de la barra.

A pesar de que no quería más que todos a su alrededor estuvieran en


relaciones amorosas satisfactorias, Katya estaba contenta con el estado de
soltera de Tori. A la chica le estaba yendo mejor que nunca: su ascenso a jefe
del turno nocturno había sido un gran paso para ella, y había venido con un
aumento muy eficiente. Estaba orgullosa de sí misma, se había hecho un
nombre por sí misma en ese pequeño espacio, y claramente era muy feliz y
sin ningún tipo de hombre en su vida. De hecho, le estaba yendo mucho
mejor de lo que había sido con cualquiera de sus novios anteriores.

… siiiiiiiii, pero aun así sería divertido ver el tipo de hombre que
finalmente la domara.

—Tu amiga es una perra —gruñó Brie cuando se acercó y se detuvo


junto a su hermana. Katya levantó una ceja.

—Estoy segura que el sentimiento es mutuo —respondió ella. Había


aprendido a lo largo de su “amistad” con Brie que era mejor devolverle su
actitud con más actitud.

—Lo que sea. Solo se molestó porque Eden no se la follaría incluso si


le paga.

—¡Brighton! —casi gritó Vieve—. Solo porque eres una niña


miserable no significa que tienes que hacer todos a tu alrededor miserables.

Katya también estaba lista para entrar en modo de salvadora, pero las
palabras castigadoras de Vieve sorprendentemente parecieron ser
suficiente. La cara de Brie se puso roja y dudó por un segundo antes de
precipitarse por las escaleras.

—Lo siento, pero, ¿te ha parecido… más perra que antes? —preguntó
Katya.

—No tienes idea. Fui a su apartamento el otro día… asqueroso. Ha


dejado de limpiar, hay contenedores de comida por toda la cocina, y una
capa de quince centímetros de polvo en todo el lugar. Es imposible
localizarla por teléfono, sigue faltando a nuestras citas de almuerzo. Estoy
cansada de perseguirla —suspiró Vieve, frotando su mano por la frente.
Katya sonrió y frotó su espalda.

—Bueno, entonces… tal vez deberías dejar de perseguirla —sugirió.


Vieve resopló.

—No puedo evitarlo, es lo que hago. Hablando de eso, voy a


perseguirla ahora mismo. ¿La cena todavía sigue en pie? —comprobó
mientras se alejaba.

—Por supuesto. A las siete en punto. El estacionamiento es una


pesadilla ahí abajo, así que tal vez sea mejor si sales…

—Antes, lo sé. Wulfy odia cuando la gente llega tarde —comentó


Vieve riendo—. Voy a estar allí a las seis y media.

—¡Nos vemos!

Katya vio como Vieve subió corriendo las escaleras, persiguiendo a su


hermana. Tenía razón, siempre estaba persiguiendo a alguien. Se había
convertido en la mamá gallina de todos ellos. Asegurándose de que Wulf no
estaba siendo demasiado duro con Katya, asegurándose de que Katya no
estaba exagerando con la actitud de Wulf. Ella había asumido las labores de
cocina para Tori y a pesar de ser tan opuestas como dos personas podían
ser, las dos chicas se llevaban bien como compañeras de cuarto. Vieve
incluso comprobaba a los gemelos Edenhoff, moderando sus peleas e incluso
separándolos cuando era necesario, permitiendo que Landon se quedara en
el apartamento que comparte con Tori de vez en cuando.

Pasaba tanto tiempo cuidando de todos los demás, que nunca se


detenía a cuidar de sí misma. Wulf había estado intentando interferir, de
desempeñar un papel más activo en la vida de sus hermanas, pero no era
fácil. No le salía de forma natural, ser cálido y acogedor, y era evidente que
se sentía incómodo alrededor de ellas. Tampoco ayudaba que Vieve se
volviera automáticamente tranquila y sumisa a su alrededor, y Brie se
volviera aún más taciturna y malcriada. Sería un largo camino antes de que
los hermanos Stone fueran algún tipo de unidad familiar real, cosa que era
una lástima, porque de todos ellos, Genevieve probablemente se lo merecía
más.

No es que no hubiera otras personas en su vida que estuvieran


dispuestas a interferir y ofrecer un hombro en apoyo. Katya sabía que su
antiguo vecino, Gaten Shepherd, había estado muy interesado en Vieve.
Incluso habían ido a un par de citas. Pero nunca había ido a ninguna parte
después de eso, con Vieve alegando que estaba demasiado ocupada con el
trabajo y la familia. Después de suficientes pretextos, él había dejado de
llamar. Eso rompió el corazón de Katya un poco porque pensaba que él sería
tan bueno para Vieve. Ella necesitaba a alguien que cuide de ella por un
tiempo.

—Ya basta.

Sonrió a la baja voz susurrando en su oído, y luego se echó hacia atrás


cuando un brazo se envolvió alrededor de su cintura. La colonia cara la
envolvió y tomó una respiración profunda mientras se apoyaba en un
hombro fuerte.

—¿Ya basta qué? —preguntó, inclinando la cabeza hacia atrás.

Sin embargo, Wulfric no estaba mirándola. Estaba mirando hacia las


escaleras, mirando a su hermana desaparecer por ellas. Katya lo admiró por
un momento, miró por encima de su fuerte mandíbula y cabello espeso. Se
fijó en sus agudos ojos azules y piel lisa. Estiró una mano y la presionó
contra su mejilla, obligándolo a mirarla.

—Deja de preocuparte por todos —respondió finalmente, luego se


inclinó y la besó.

—¿Cómo supiste…? —comenzó a preguntar cuando él se separaba,


pero este agarró sus manos y tiró, forzándola a que lo siguiera.

—Porque es lo que haces, Tocci. Si no te detuviera, serías peor que


Vieve, intentando manejar excesivamente a todos hacia tu idea de felicidad
—le informó mientras se dirigían hacia las escaleras.
Cuando llegaron a lo alto, vieron a Vieve y Brie discutiendo en una
esquina. Katya sonrió y saludó. Wulf simplemente siguió andando hacia la
salida. Afuera, casi arrollaron a Landon. Estaba de pie junto a Jan el portero,
ambos fumando. Ella siempre pensó que era extraño, un doctor fumando
cigarrillos. Arrugó la nariz y agitó la mano a través del aire.

—Lo siento, señorita Tocci —tosió Jan mientras limpiaba la colilla—.


Pensaba que ya te habías ido.

—¿Qué? ¿No podemos fumar aquí? —preguntó Landon, echando


humo en el aire.

—Obviando el fumar —ofreció ella—, fue bueno verte, Jan.

—A ti también, dulzura. ¿Este chico lobo cuida bien de ti? —preguntó


Jan, y niveló con una mirada maliciosa a Wulfric. Éste simplemente puso los
ojos en blanco. Ella se rio y se envolvió a sí misma en el brazo de él.

—Me cuida como el mejor —contestó.

—Bueno oírlo. No quiero nunca escuchar algo distinto, ¿lo entiendes?


—dijo, todavía mirando a Wulf.

—Oh, no te preocupes, no escucharás nunca nada más de mí —


contestó.

—Tu actitud no te está ayudando, chico.

—Eso tampoco me importa.

—Nos vamos —dijo Katya riéndose entre dientes, dando un empujón


a Wulf—. Adiós, caballeros.

—¡Nos vemos, cariño!

Landon no dijo nada, solo se dio la vuelta y se inclinó contra la


barandilla, soplando anillos de humo.

Anduvieron saliendo del callejón y se dirigieron a la calle. Era


temprano y no habían comido todavía. Ella recordó una casucha de comida
exótica por algún sitio cercano y buscó las direcciones en el teléfono.

—¿Te acuerdas del carrito de burritos cerca de la vieja pastelería? —


preguntó Wulf, metiendo las manos en los bolsillos mientras andaban.
Asintió y se inclinó hacia él, entrelazando de nuevo sus brazos.
—Sí. Siempre te comías el mío —contestó.

—Dos veces. Dos veces me comí tu burrito.

—Wulf, solo comimos allí dos veces.

—Deberíamos ir de nuevo —dijo ignorándola—. Ven al centro


mañana para comer, nos acercaremos.

—No puedo.

—Tienes razón… deberías ir, agarrar algunos y traérmelos a mi


oficina.

—No. —Se rio—. Estoy ocupada. He quedado con la de la inmobiliaria


mañana para mirar otro sitio.

—Ah. Cómo he podido olvidarlo.

Ella puso los ojos en blanco. Era una especia de punto doloroso entre
ellos… Katya por fin estaba haciendo de tripas corazón, iba a abrir su propia
pastelería, especializándose en pedidos y en diseños de boda. Wulf había
estado más que dispuesto a acabar con todo el dinero y comprarle la mejor
tienda que pudiera encontrar, pero no lo dejó. Quería hacerlo por sí misma.
Aceptaba su ayuda y sus consejos, pero no quería que lo hiciera todo por
ella.

Así que por sí misma, Katya había buscado una inmobiliaria focalizada
en restaurantes, cocinas comerciales y panaderías. Wulf la había chequeado,
interrogando a la pobre mujer en su oficina y, aunque insistió en que él
podría todavía hacerlo mejor que bien, aceptó a regañadientes que ella
estaba más que capacitada para encontrar un buen lugar para Katya.

De todas formas, Wulf no permitiría que comprara nada sola, y que a


él no le convenciera. Los bienes inmuebles eran su profesión, al fin y al cabo,
y era muy bueno en ello. Estaría ahí, consiguiéndola el mejor trato posible.
También, estaba haciendo investigaciones en su negocio, entendiendo que
era su derecho el formar parte de la decisión final.

Ella había estado preparada para gastar todos sus ahorros para el
pago inicial en cualquier lugar decente, pero Wulf no lo quiso; él tenía más
que suficiente dinero, y quería compartir algo con ella. Por lo que llegaron a
un acuerdo… serían socios comerciales. En papel, con contratos oficiales y
todo. Parte del trato era que él vendiera su mitad del negocio a Liam. No lo
necesitaba y estaría lo suficientemente distraído con la nueva empresa de
Katya. Ésta quería que Liam fuese libre, y quería el enfoque de Wulf centrado
en su negocio. Así que él aceptó y, un par de semanas después, completaron
la venta.

—¿Cuánto? —preguntó tras unos momentos de silencio.

—Cuánto, ¿qué? —preguntó, ella lo miró. Él tenía el teléfono en su


mano libre y estaba desplazándose por sus correos. Ella gruñó y se elevó
justo antes de robarle el aparato.

—Este es mi momento —le recordó mientras dejaba caer el teléfono


en su bolso—. ¿Cuánto le hiciste pagar?

—Me encanta cuando estás en medio de una conversación justo antes


de que decidas empezar a hablar —suspiró, observando la calle.

—Para, sabes de qué estoy hablando. Te dije que te comportaras,


Wulf. Como descubra que le cobraste un dólar más de lo justo, me enfadaré
—le advirtió. Finalmente le miró.

—Imagino que nunca lo sabrás, ¿cierto? —dijo.

—Sabes que le preguntaré simplemente, y él teme mentirme ahora —


dijo—. Me dirá la verdad.

—Jesús, ustedes dos. Qué hice en la vida para merecer a Eden, nunca
lo sabré.

—Estoy segura que hay una lista interminable de actos sucios que
califican para ese tipo de castigo. Ahora, responde la pregunta —insistió,
tirando de él hasta pararlo. Se giró para mirarla por completo.

—Le vendí a Liam la mitad del negocio por lo que consideraba


exactamente que valía —la informó. Katya se cruzó de brazos.

—Oh, Dios. ¿Más de medio millón? ¿Un millón? ¿Dos millones? —


gruñó. No podía creerlo. Wulf y Liam tenían sus diferencias, apenas se
toleraban el uno al otro, pero no sería correcto si este lo arruinara. Ella no lo
aceptaría, ni tan siquiera un poco.

—¿Seguro que no piensas que creo que el club de sexo de Eden vale
un millón de dólares—resopló Wulf. Ella levantó las cejas.

—¿Medio millón?
—Estoy siendo insultado. Apenas le dediqué medio segundo, excepto
cuando era la hora de hacer el pago.

Sus cejas se levantaron más.

—¿Doscientos cincuenta mil? —adivinó. Eso sería más que barato… la


licencia de bebidas alcohólicas ya valía mucho más que eso, como poco.

—Tres meses y todavía no me conoces para nada —suspiró,


moviéndose para irse. Ella agarró su chaqueta y lo mantuvo en el sitio.

—Jesús, Wulf, ¿qué pasó en esa oficina? —demandó. Él, gentilmente,


removió sus manos del costoso material.

—Me dijo lo que estaba dispuesto a pagar por mi mitad. Dije que
estaba sobrestimando lo que valía su negocio y que, como tasador con
licencia y agente inmobiliario, calculaba que estaba valorado en diez mil
dólares máximo.

Katya se quedó boquiabierta.

—Tú no… diez mil dólares… —No podía creer lo que acababa de oír.
Era como regalar su parte. Estaba más que asombrada.

—Sí, pero con una condición. No me parecía que estaba cuidando lo


suficientemente bien a su equipo.

—Uh… ¿Eh?

—La gerente del turno de noche quiere convertirse en gerente de


personal… necesita entrenamiento para eso, el cual no está proporcionando.
Así que, en vez de pagarme a mí, ha destinado ese dinero en la educación de
ella.

Mierda. Básicamente renunció a la mitad de su club con la condición


de que Liam consiga que Tori tenga algo de entrenamiento sobre gerencia.

Katya lo miró, totalmente sorprendida e impresionada del maravilloso


hombre que estaba en frente de ella. Sonrió y pestañeó para hacer
desaparecer las lágrimas.

—Eres un idiota —resopló.

—No te entiendo, Tocci —se quejó, presionando la punta de los dedos


en el puente de su nariz—. ¿Debería volver y demandar un millón y medio?
—¡No! —gritó de pronto, golpeándolo en el pecho—. ¡No deberías
hacerme creer que estás haciendo algo horrible cuando en verdad estás
siendo la mejor persona del mundo!

—Mejor persona del mundo, ¿eh? —refunfuñó, agarrando sus


muñecas y tambaleándola en un abrazo.

—Sí —contestó, envolviendo las manos por su torso—. Eso fue


increíble, Wulf. No me puedo creer que hicieras eso. Eres increíble. No te
merezco.

—No, probablemente no. —Se rio entre dientes, y comenzó a andar.


Ella mantuvo las manos a su alrededor, abrazándolo fuerte, por un lado.

—Cállate.

Se mantuvieron en silencio un poco más, Katya presionada contra él y


escuchando su corazón latir en su pecho. Cuando llegaron al puesto de
comida, se sentó en una pequeña mesa y esperó mientras él iba por una
comida fusión hindú-peruana.

—La basura que me haces comer —se quejó, soltando los platos ante
ella antes de tomar su asiento.

—Lo amas. —Se rio.

—No, no lo hago —dijo con la boca llena. Luego agarró una servilleta y
se limpió los labios—. ¿Pero sabes qué sí amo?

—¿Qué?

—A ti, un montón —comenzó, sacando algo del bolsillo a la altura del


pecho. Katya comenzó a atragantarse con la comida cuando una cajita de
terciopelo apareció a la vista.

—Wulfric Stone —comenzó temblando—. Si me propones


matrimonio después de solo tres meses saliendo, mientras comemos afuera
en un puesto de comida de mierda en el día más frío del año, te odiaré para
siempre.

Él resopló y puso los ojos en blanco.

—Por favor. Si te propongo matrimonio en cualquier sitio, te sentirás


bendecida, privilegiada y probablemente me prometas tu eterna
servidumbre justo entonces y ahí —le informó. Ella se sentó de vuelta—. No
te estoy proponiendo, Tocci.

Ella sorbió la nariz y miró la caja que tenía.

—Oh.

—Lo vi en la tienda y pensé en ti. Solo ábrelo.

Dentro de la caja había un pequeño talismán. Un colgante, apoyado en


el cojín de terciopelo. Se rio y acarició con un dedo la pieza pequeña de
joyería. Era un pequeño cupcake, hecho de platino y con un diamante en el
centro del glaseado. Metido en la cubierta de la caja había un pequeño
pedazo de papel, que sacó y desdobló. Se rio y casi comenzó a llorar otra vez.

Han pasado ya cinco meses…todavía me debes esos cupcakes, Tocci.

—Dios, espero que nunca cambies. —Todavía estaba riéndose


mientras cerraba la caja y la dejaba caer junto con la nota en su bolso.

—Pero es bueno saber que, si te hubiera propuesto matrimonio,


hubiera conseguido un rotundo “sí” —comentó, su voz llena con sarcasmo.
Ella se rio entre dientes y empujó el plato de comida a un lado.

—Eh, tienes que trabajar para esa clase de recompensa —bromeó,


moviéndose para hincar la rodilla en la mesa. La miró una vez, luego se puso
de nuevo a comer.

—Mientras tú te preocupas, todo lo que hago es trabajar —la informó.


Ella asintió y se movió hasta que sus rodillas quedaron a ambos lados del
plato de él, entonces se aproximó y agarró su corbata, empujándolo para que
se acercara.

—Qué bien que el premio vale mucho todo ese duro trabajo —
susurró. Él asintió y miró su boca mientras se inclinaba hacia él.

—Lo sería, si hablase menos y estuviese desnuda más —le dijo.

Ella estalló en carcajadas, pero acabó en un gemido cuando él cerró la


distancia y la besó profundamente.

Hombre estúpido, diría que sí cualquier día. ¿Quién podría resistirse a la


petición de matrimonio del vecino más perfecto que alguien tuvo jamás?
FIN
Próximo
libro
Cosas que necesitas para una
buena fiesta vecinal:

1. Comida increíble.

2. Música estupenda.

3. Juegos divertidos.

4. Un lugar secreto para


enrollarte con tu novia aún más secreta.

Liam Edenhoff es una criatura simple. Le gustan las mujeres, los tacos
y el sexo. Mientras los tenga en su vida, todo está bien. Finalmente se está
dando cuenta que tal vez simplemente no está hecho para las relaciones:
seguramente debe haber una mujer por ahí que estaría bien con algunas
margaritas en la azotea, sexo casual y sin ataduras.

Añadan a una vecina nueva: una que es alérgica al compromiso y


prefiere que su sexo sea casual pero frecuente. Ella lo ha visto en su peor
momento y aun así está dispuesta a jugar sus juegos, con tres condiciones: la
discreción es imprescindible, lo casual es clave y no debe haber
absolutamente ningún drama. Suena como el arreglo perfecto. ¿Qué puede
salir mal?

Últimas palabras famosas cuando se trata de vecinos.

Twin Estates #3
Sobre la autora

Stylo Fantome es una mujer loca de una localidad remota en Alaska


(¡donde tener una mente creativa es una necesidad!) ha escrito desde…
¿siempre? Sí, eso suena casi acertado. Le han dicho que se parece a Lucille
Ball… también tiene toques de Jennifer Saunders y Denis Leary. Así que,
básicamente, ríe un montón, es bastante torpe, y dice un montón de
palabrotas.

Los perros le gustan más que las personas, y no confía en nadie que no
beba. No, no vive en un iglú, y no, el sol no se oculta durante seis meses al
año, esa es la lección del día sobre Alaska. Tiene cabello de sirena (tanto una
bendición como una maldición) y la mayor parte del tiempo habla tan
rápido, que ni siquiera ella se entiende.

Sí. Creo que eso la resume bastante bien.


Créditos
Moderación
Genevieve

Traducción
Addidctedread Genevieve Lyla

Anelynn* Jeyly Carstairs Magnie

Brisamar58 Kalired Smile.8

Catleo LizC

Flochi Luisa.20

Corrección
Dai’ Larochz

Flochi Lu-017

Kish&Lim

Recopilación y revisión final


Dai’ y LizC

Diseño
Evani

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