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Curso de Ética Profesional

AUTORIDAD EN LA RELACIÓN

El mismo artículo 3° que establece el deber fundamental de lealtad con el cliente


(“obrar siempre en el mejor interés de su cliente y anteponer dicho interés al de cualquier otra
persona”) obliga al abogado a respetar su autonomía y dignidad:

“En el cumplimiento de este deber el abogado debe respetar la autonomía y dignidad


de su cliente. El deber de lealtad del abogado no tiene otros límites que el respeto a la
ley y a las reglas de este Código.”

El CEP asume como principio cardinal la dignidad esencial del cliente por el hecho
de ser persona, capaz de razonar y de actuar según su propia determinación, en ejercicio
de su libertad fundamental. Esa dignidad esencial del ser humano, sin distinción de razas,
nacionalidad, sexo, educación, nivel cultural, creencias o condición social es evidente a
todos, pero es especialmente tangible para la antropología cristiana que considera al
hombre y la mujer creados a imagen y semejanza de Dios. La justicia sólo puede ser
alcanzada sobre la base del respeto a la dignidad de la persona humana. La persona es
siempre un fin y nunca un medio.

El cliente, como toda persona, no puede ser violentado en su dignidad


fundamental y el abogado debe siempre respetar su autonomía para decidir
informadamente y con libertad acerca del ejercicio de sus derechos. El juicio que el
abogado pueda tener de qué es lo que conviene al cliente no puede ser nunca una excusa
para pasar por encima de su propia decisión acerca del curso de acción que quiere
adoptar; menos aun si ese juicio puede estar influido por falta de sensibilidad o un
menosprecio al raciocino del cliente basado en su menor nivel cultural, educacional o
social.

El paternalismo por parte del abogado hacia el cliente es una distorsión mucho más
frecuente de lo que se sospecha y muchas veces resulta difícil de advertir por parte del
abogado. El paternalismo consiste en asumir que el cliente carece de las capacidades
suficientes para decidir y evaluar correctamente lo que resulta más conveniente a sus
intereses y, por lo tanto, el abogado debe intervenir para decidir qué le conviene más.
Algunos pretenderán justificar una actitud paternalista en situaciones tales como la del
abogado que debe representar a un menor que podría carecer de la madurez suficiente
para adoptar una decisión que mejor convenga a sus intereses. Sin embargo, como dice
una autora, la experiencia demuestra que diversos tipos de clientes -incluso aquellos que
podrían parecer mejor preparados-, en toda clase de situaciones, “buscan resultados que no
son factibles, que pueden serles perjudiciales, o que pueden no estar fundamentados en los hechos de
la causa. Los clientes usualmente rechazan conciliar un conflicto a pesar de que resultaría en su
mejor interés hacerlo. Los clientes frecuentemente piden a sus abogados adoptar cursos de acción
que no están justificados en los hechos o en el derecho. Los clientes usualmente son incapaces de

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articular sus posiciones más allá de unas cuantas generalidades.”1 Pese a ello, el abogado está al
servicio del cliente y debe obrar conforme a la voluntad de este. En consecuencia, no
resulta justificado intentar fundar la necesidad de imponer la voluntad del abogado sobre
la del cliente en el juicio de aquel acerca de las mayores o menores capacidades de este
para adoptar una decisión que convenga a sus intereses. Ello significaría atropellar la
identidad y libertad esencial del cliente como persona digna de respeto y consideración.

En aplicación de este principio fundamental, el CEP atribuye claramente al cliente


la autoridad en la relación profesional y obliga al abogado a respetarlo y actuar conforme a
sus instrucciones:
Artículo 29. Deber de observar las instrucciones del cliente. El abogado debe actuar
conforme con las instrucciones recibidas por el cliente, cuidando que éste haya sido
informado de conformidad con el artículo precedente. Si las instrucciones fueren a su
juicio perjudiciales para los intereses del cliente o si las estimare contrarias a la ética,
el abogado debe representárselo y, según el caso, podrá poner término a su relación
con el cliente.

En el límite, el abogado puede renunciar a la relación profesional si considera que


las instrucciones perjudican al cliente y éste insiste en ellas. Pero ese es un desenlace
extremo y no la regla a seguir cada vez que el abogado discrepe de una instrucción del
cliente. En la mayoría de los casos, el abogado explicará cuidadosamente al cliente las
diversas alternativas, sus costos, beneficios y riesgos relativos para que él decida qué curso
adoptar. Y el abogado ejecutará la decisión que informadamente adopte el cliente.

Sin embargo, la necesidad de consultar con el cliente todas las decisiones que el
abogado debe adoptar en ejecución del encargo, incluso las de naturaleza eminentemente
técnica puede ser irracional. Parece apropiado establecer algún estándar de razonabilidad.
¿Es posible distinguir entre los objetivos de la representación y los medios a través de los
cuales se alcanzan los objetivos planteados por el cliente? ¿Es posible entregar a la
discreción del abogado las cuestiones que requieren preparación legal para su evaluación
y que, por su naturaleza, los clientes entregan normalmente a la decisión del abogado?
¿Es posible distinguir entre aquellas decisiones que el abogado debe adoptar
instantáneamente y aquellas que dan el tiempo suficiente para consultarlas detenidamente
con el cliente?

¿Cuáles de las siguientes decisiones el abogado debiese consultar con el cliente y


atenerse a sus instrucciones?
Decidir si tachar o no a un testigo;

1 Suparna Malempati, Beyond Paternalism: The Role of Counsel for Children in Abuse and Neglect
Proceedings, The University of New Hampshire Law Review, Volúmen 11, 2013.
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Decidir, al redactar una cláusula arbitral, el nombre del árbitro que resolverá las
futuras controversias que puedan surgir en la ejecución de un contrato;

Establecer los días en los que el cliente podrá visitar a sus hijos para mantener una
relación directa y regular con ellos;

Decidir si conviene o no que el cliente exponga directamente al juez sus


pretensiones en los procedimientos que lo permitan;

Decidir si incluir o no en la contestación de una demanda argumentos formalistas


que el abogado considera que perjudican el caso del cliente;

Incluir en los argumentos tesis que son posibles de sostener, pero que han sido
rechazadas consistentemente por los tribunales superiores;

Decidir acerca de la redacción de los escritos y su extensión o brevedad;

Decidir si reunirse o no a escuchar una propuesta de la contraparte;

Aceptar el nombre de un perito propuesto por el tribunal o la contraparte;

Decidir acerca de la forma de redactar la obligación del vendedor en una


compraventa;

Decidir qué preguntas hacerle a un testigo de la contraparte.

Encargarle a un abogado del mismo estudio que lo ayude en el tema, decir a quién
pedirle y qué instrucciones darle.

¿Qué criterios establecería usted? ¿O cree que todas las decisiones deben ser
consultadas con el cliente?

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PROBLEMA
EL UNABOMBER

Ted Kaczynski nació en Estados Unidos en 1942 en una familia de inmigrantes


polacos.

Desde chico se percibió claramente que se trataba de un genio. Se le midió un


coeficiente intelectual de 167 (el promedio de las personas va entre 90 y 110 y menos del
0,1% de la población supera los 145). Varias veces se le hizo saltar de curso en el colegio,
graduándose a los 15 años e ingresando a Harvard a los 16. Dado que en el colegio y en la
universidad tuvo que estar frecuentemente en cursos con alumnos mayores que él,
experimentó problemas de adaptación y sociabilidad. Se graduó en matemáticas en 1962 y
luego estudió un máster y finalmente un doctorado en matemáticas, del que se graduó en
1967. Según el profesor guía de su tesis doctoral “fue la mejor que he guiado en mi vida”.

Inmediatamente a su salida del doctorado fue contratado por la Universidad de


Berkeley como profesor. Tenía 25 años y nunca la universidad había contratado a un
profesor tan joven.

Ted Kazcynski, profesor en Berkley


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Sin embargo, a los dos años renunció de manera repentina, sin mayor explicación y
se fue a vivir con sus padres al Estado de Montana, al norte de Estados Unidos. Dos años
más tarde, en 1971, se retiró a vivir en una cabaña alejada de la civilización, en los bosques
de Montana. Manifestó a sus padres su deseo de ser capaz de vivir una vida simple, en
contacto con la naturaleza y mediante sus propios medios. Aprendió técnicas de
supervivencia y a subsistir a base de hierbas, hongos, plantas y la caza de pequeños
animales.

Lamentablemente, a medida que la civilización avanzaba, le era cada vez más


difícil mantenerse aislado y en paz. Ofuscado, empezó a planear pequeños actos de
sabotaje a inmobiliarias que iban avanzando, construyendo casas y caminos y destruyendo
el bosque. Luego, entre 1978 y 1995, Kaczynski planeó y ejecutó a lo menos 16 atentados
consistentes en la fabricación de bombas ocultas en paquetes entregados al correo para ser
enviadas a destinatarios seleccionados: aerolíneas y departamentos de tecnología de
diversas universidades. En total murieron 3 personas y 23 sufrieron lesiones, algunas muy
graves.

Durante estos casi 20 años, el FBI desplegó al grupo más grande de agentes jamás
destinado a buscar a un criminal. Se le denominó el Unabomber (UNiversities and
Airlines BOMBER). El FBI ofreció una recompensa de US$ 1.000.000 por quien diere
información que permitiera su identificación y captura.

En 1995, Kaczynski envió un “manifiesto” de 35.000 palabras (¡16 veces el largo de


este material!) a diversos diarios de Estados Unidos denominado “LA SOCIEDAD
INDUSTRIAL Y SU FUTURO”. En su manifiesto explicaba que la Revolución Industrial, y
luego la tecnología, habían tenido un efecto desestabilizador en la sociedad, haciendo
perder el sentido de la vida y causando un extenso sufrimiento sicológico. Argumentó
que los avances tecnológicos habían hecho que la mayor parte de las personas pierdan
regularmente su tiempo en actividades inútiles: investigaciones científicas que no
beneficiaban realmente al hombre, el consumo y la entretención y vivir pendientes de
deportes en la televisión. Predijo que futuros avances llevarían al uso extendido de la
ingeniería genética y que los seres humanos serían ajustados a las necesidades de los
sistemas sociales y no al revés. Creía firmemente que el desarrollo tecnológico podía ser
detenido e hizo un ferviente llamado a regresar a la naturaleza.

Kaczynski ofreció “desistir de sus actos terroristas” si su manifiesto era publicado por
alguno de los diarios de mayor circulación en Estados Unidos. Así se hizo. Al leer el
documento, su hermano menor reconoció el lenguaje utilizado y acudió al FBI. En pocas
semanas, Ted Kaczynski fue capturado en su cabaña en los bosques, donde se encontró
todo el material con que se habían fabricado las bombas.

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Dado que Kaczynski carece de los medios para contratar un abogado, usted es
designado como su defensor penal público. Usted se entrevista con Kaczynski y le parece
una persona sumamente inteligente y consciente de lo que ha hecho, de su situación y de
sus opciones, incluida la posibilidad cierta de ser condenado a muerte; aunque un tanto
excéntrico. Usted se entusiasma con el caso, dada su aversión y pública oposición a la
pena de muerte.

Usted investiga acuciosamente los hechos. Además, decide consultar con un amigo
siquiatra a quien le explica los antecedentes. Éste intuye que Kaczynski puede tener
esquizofrenia; pero, para realizar cualquier diagnóstico serio, tendría que entrevistarse con
Kaczynski y someterlo a pruebas siquiátricas. Usted se reúne nuevamente con Kaczynski.
Le explica que ve dos opciones: (i) alegar que, al entregar las bombas al correo, sólo
buscaba causar alarma, pero jamás hubo intención de matar a las personas, sólo se
representó la posibilidad eventual de causar lesiones menores; o (ii) alegar incapacidad
mental. Usted le explica que la primera defensa tiene muy pocas probabilidades de éxito y
que la segunda puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

Kaczynski se altera profundamente y se siente traicionado por usted. Le dice que


no sólo se encuentra en perfecto estado mental, sino que ha dedicado las mejores dos
décadas de su vida a llamar la atención de la población acerca del rumbo que está
tomando la civilización y el efecto dañino de la tecnología. Cree seria y firmemente en sus
ideales y le causa consternación el que usted piense que la causa que ha tomado es el
efecto de una mente enferma. No está dispuesto a hacerse ningún test siquiátrico y le
instruye a no realizar ninguna acción que pueda tener por consecuencia que se dude de su
estado mental. Prefiere morir antes que traicionar sus creencias más profundas y aquellas
por las que ha entregado su vida. Le instruye a alegar únicamente la defensa de falta de
intención de matar.

¿Qué puede hacer usted? ¿Qué opciones tiene y cuál tomaría?


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