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INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS DE LITERATURA MEDIEVAL, RENACENTISTA Y

BARROCA
UNGS - 2023

EL CANCIONERO DE PETRARCA

PETRARCA

Francesco Petrarca (Arezzo 1304 – Arquà, Padua 1374) fue un poeta y humanista italiano de
enorme influencia a lo largo del Renacimiento y en los siglos posteriores, hasta hoy. Su
influencia se nuclea sobre todo en dos aspectos: los nuevos temas y formas que desarrolló en
la poesía, por un lado, y, por otro, su concepción humanista, por la que intentó armonizar el
legado grecolatino con las ideas del cristianismo. Estos dos aspectos son fundamentales para
comprender la relevancia y el impacto de Petrarca.

EL CANCIONERO

El título con que fue publicado por primera vez es Francisci Petrarchae laureati poetae Rerum
vulgarium fragmenta (Fragmentos de cosas en vulgar del poeta laureado Francisco Petrarca),
si bien posteriormente se lo editó como Rime in vita e Rime in morte de Madonna Laura
(Rimas en vida y rimas en muerte de Madonna Laura). Actualmente se prefiere el título
Cancionero. Se imprimió por primera vez, parcialmente, en 1470, de manera póstuma, si bien
previamente había circulado bastante en manuscritos.

Petrarca denominaba a sus poemas en lengua vulgar fragmenta (fragmentos), nugellae


(naderías), rime sparse (rimas dispersas), asignándoles una importancia menor frente a su obra
en latín. Sin embargo, elaboró cuidadosamente su Cancionero durante años, corrigiendo y
reescribiendo, añadiendo, reordenando y desechando, una y otra vez, hasta poco antes de
morir; de manera que la obra final se organiza según un propósito perfectamente meditado y
consciente. Paradójicamente, fue esta la obra que hizo que Petrarca se convirtiera en un poeta
famoso y perdurablemente influyente, sobre todo a partir de fines del siglo XV y principios del
XVI. Entonces se extendió la moda del llamado petrarquismo, por la que los poetas de toda
Europa escriben emulando al Petrarca del Cancionero, especialmente sus sonetos (entre ellos,
Garcilaso de la Vega y William Shakespeare).

La lengua del Cancionero se caracteriza por la simplificación y la moderación. Petrarca


excluye de su vocabulario tanto los cultismos como las palabras excesivamente bajas. De esta
manera sienta las bases de lo que va a constituir el ideal de elegancia propio del humanismo:
una lengua media, sin estridencias, que no parezca afectada sino, por el contrario, natural y
sencilla. A través de la exclusión y la economía, funda una lengua poética que se convertirá en
modelo para la escritura poética en idioma vulgar toscano, luego imitada en otras lenguas.

El Cancionero es una colección de 366 piezas: 317 sonetos y otras composiciones (canciones,
sextinas, baladas y madrigales), que en su mayoría se refieren a la historia de la pasión del
poeta por Laura y a los diversos estados espirituales y emocionales que él atraviesa en relación
a esta pasión. Se puede dividir en dos partes. La primera parte se centra en los amores
juveniles, jamás correspondidos, del poeta por Laura mientras esta se encuentra viva. La
segunda parte, que comienza con la muerte de la amada en 1348, profundiza en preocupaciones
espirituales ya presentadas en la primera sección. El poeta evoca a su amada muerta
transmutada en un ángel (la donna angelicata) que intercede ante Dios en su favor, para
transformar su pecaminoso amor profano en un amor divino que lo guíe por la senda recta de la
sabiduría y la moral. Alternan en esta sección los poemas en los que el amor por Laura se
concibe como un desvío del camino virtuoso con otros en los que se lo presenta como un amor
puro que conduce a Dios.

Podemos señalar algunos rasgos fundamentales del Cancionero:

 El centro del conjunto, absolutamente original para la época, es el amor a Laura; la


experiencia amorosa, compleja y con sus diversas aristas.
 Se encuentra dedicado a una única dama.
 La obra, aunque compuesta de fragmentos y composiciones diversas, de rime sparse, es
unitaria.
 El hilo argumental es la vivencia amorosa que se narra en primera persona.
 Las piezas trazan una secuencia narrativa que conduce al lector a través de la historia
del sentimiento amoroso del poeta: desde el primer “flechazo” de amor al ver por primera
vez a Laura en adelante, pasando por la muerte de la amada y más allá (ya que el
verdadero amor, el amor por Laura, afirma Petrarca, es imperecedero y constante).
 Los poemas dan la impresión de haber sido escritos cronológicamente en el orden en
que aparecen dispuestos, al calor de los acontecimientos y los sentimientos (si bien
sabemos, por los distintos borradores del autor, que no fue así).
 El amor se concibe como la experiencia fundamental en la vida del enamorado: una
pasión única, singular y compleja, que se desarrolla y sostiene a lo largo del tiempo.
 Se desarrolla la exploración, a través del fragmento, de una subjetividad que podríamos
calificar como “moderna”: desgarrada, definida por tensiones irresolubles e impulsos
contradictorios (deseos, aspiraciones, concepciones, proyectos, mandatos, etc.).

Laura

En el Cancionero, Laura se constituye en el objeto idealizado del amor del poeta, síntesis
perfecta de las virtudes cristianas y de la belleza de la antigüedad. En diversas
composiciones Petrarca asocia el nombre de Laura al lauro, al laurel poético de la gloria
literaria con el que se coronaba a los mayores poetas, y juega con su nombre cambiándolo
por l'aura (viento leve, brisa). A través de la asociación Laura-lauro, se consolida la
identificación entre el amor por la mujer y la poesía: Petrarca es poeta por su pasión por
Laura, ella es la razón de ser, el inicio, la causa y el tema de su labor poética; el objetivo de su
poesía es celebrar ese amor e indagar en él. Asimismo, las penas del amor no-concretado (por
Laura, siempre esquiva o ausente, tanto en su vida como en su muerte) se subliman en
literatura y deseo de gloria literaria (el lauro).
EL SONETO

El soneto es la forma poética privilegiada en el Cancionero. Se trata de una forma que nace en
lengua vernácula en Sicilia, en la tardía Edad Media, sin modelos latinos previos. Fue cultivada
por los poetas del dolce stil nuovo y por Dante Alighieri, pero fue Petrarca quien la consagró
como la forma poética más idónea para la expresión del sentimiento amoroso en su época
y le dio proyección internacional, convirtiéndola en una de las formas emblemáticas del
Renacimiento.

Se trata de una estructura compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su
forma originaria (de once sílabas). Estos versos se agrupan en cuatro estrofas, dos cuartetos y
dos tercetos; es decir, dos estrofas de cuatro versos y dos estrofas de tres versos. Todos los
versos riman entre sí con rima consonante, siguiendo distintas combinaciones posibles.

Debemos tener en cuenta que en poesía existen formas cerradas y formas abiertas: las abiertas
(el romance, los tercetos encadenados, la silva, entre otros) no tienen límites de longitud,
mientras que las cerradas (la octava real, la décima, el soneto, la canción petrarquista), sí lo
tienen. El Cancionero las combina, metafóricamente hablando: el libro es una sucesión abierta
de formas cerradas. Decimos esto porque una de las grandes innovaciones del Cancionero de
Petrarca es la ordenación de los poemas: por cómo se estructuran, los textos producen la ilusión
de ser una biografía amorosa, un macrotexto. Desde una posición de arrepentimiento (de
desengaño), el yo lírico contempla su pasado, escindiéndose en sujeto y objeto de la reflexión.
La secuencia de poemas cerrados, a modo de viñetas o escenas encabezadas por un poema
prólogo, permite esa lectura.

El soneto es una forma cerrada a su vez construida por otras formas cerradas (dos cuartetos y
dos tercetos). Esta estructura métrica impone divisiones que el poeta puede (debe) aprovechar:
los dos cuartetos tienen elementos formales comunes (son cuartetos y, además, comparten
rima), por lo que también deberían tener coincidencias temáticas; los dos tercetos se separan
métricamente de los cuartetos, por lo que pueden estar separados temáticamente de ellos. Por
ejemplo, es muy común que los cuartetos presenten una imagen o serie de imágenes
relacionadas. Luego, los tercetos concluyen: exponen la idea que se deriva de esas imágenes.
Es decir que, en cuanto al contenido, los sonetos tienden a organizarlo según una estructura
bipartita. Muchas veces, los cuartetos presentan el tema del soneto, mientras que los tercetos
plasman una reflexión o un sentimiento a través de los que se expresa el sentido del poema. En
otras ocasiones, entre los cuartetos y los tercetos se establece algún tipo de contraste: entre el
antes y el ahora o el deseo y la realidad, por ejemplo.

El poeta puede aprovechar las divisiones métricas para jalonar su texto: frecuentemente, cada
estrofa corresponde a una idea. Puesto que la mayor división es la que separa cuartetos de
tercetos, ahí (en el verso 8 o en el 9) suele haber un cambio de envergadura. Y, frecuentemente,
el soneto tiende a la estructura epigramática. Es decir, tiende a ser una idea y una sola oración,
se marque esta gráficamente con el punto o no. En cualquier caso, es muy importante, al
realizar un análisis, prestar atención a cómo se distribuye la materia tratada a lo largo de las
cuatro estrofas: si el poeta ha elegido atarse a una forma cerrada y de extrema concisión como
es el soneto (en lugar de escribir, por ejemplo, una serie de endecasílabos sueltos), buscará
aprovechar los juegos de contrastes y combinaciones que brindan sus catorce versos.
EJEMPLO DE ANÁLISIS TEXTUAL

Algunas claves generales para el análisis son las siguientes:

 ¿Es el soneto una sola idea? ¿Es una sola oración? ¿Cuál es el verbo principal?
 ¿Se utilizan las divisiones métricas para estructurar el poema?
 ¿Cómo se relacionan entre sí las unidades resultantes de la estructuración?

SONETO I: el soneto-prólogo

Si tomamos en cuenta las preguntas antes planteadas, vemos ante todo que el poema consiste
en dos oraciones: una abarca los cuartetos y la otra, los tercetos. El verbo principal de la
primera está al final de la oración, luego del vocativo que abarca todo el primer cuarteto (y que
comienza con el “vosotros” con que se abre el soneto). Las divisiones métricas apoyan el
sentido de la composición: el inicio de la segunda oración en el verso 9 (“Pero ahora”) presenta
un conector adversativo y un adverbio temporal que marcarán un fuerte contraste entre las dos
partes del soneto. Así pues, las unidades resultantes se relacionan planteando una oposición
(como veremos, se trata de una oposición entre la experiencia pasada del “juvenil error” del yo
lírico, y el presente de madurez y reflexión).

El poema se dirige a un ―vosotros‖ que representa a los lectores del Cancionero. La bipartición
característica del soneto se aprecia con claridad: en los cuartetos, el yo lírico les pide a los
lectores que van a escuchar las “sueltas rimas” (v. 1) y el “vario estilo” (v.5) —es decir, los
distintos poemas— en los que plasmó su “juvenil error” (v.3) que, si ellos mismos
experimentaron el amor alguna vez, sepan perdonarlo y se muestren piadosos (es decir,
comprensivos) con él. El “juvenil error” sería a la vez el amor, que lo tuvo cautivo en aquellos
años, y la poesía en la que lo plasmó. En el cuarto verso del primer cuarteto (“cuando en parte
era otro del que soy”) ya se está planteando una distancia, una escisión, un desgarro, entre ese
joven y el yo del presente, que es en parte otro. Este va a ser el núcleo de los tercetos: los
sentimientos que el yo maduro del presente (“ahora”) tiene con respecto a sus “errores
juveniles”. El “Pero” inicial (v.9) subraya esta distancia. Este yo maduro se avergüenza de
la fama que se forjó entre la gente, de las cosas que se han dicho de él (primer terceto) y de sus
antiguos divagues (lo que se traduce como “delirio”), que ahora comprende que eran vanidad y
“breve sueño” (segundo terceto).

Acá ya encontramos, esbozada por primera vez, una problemática que va a atravesar todo el
poemario: la escisión del yo lírico, en lucha consigo mismo. El yo como un compuesto de
facetas, pensamientos, sentimientos e impulsos contradictorios: el amante versus el sabio;
la pasión del amor, el cultivo de la poesía, la búsqueda de la gloria poética, los divagues, los
afanes, las vanidades del mundo, las esperanzas y los dolores vanos versus la moral, la virtud
cristiana, la razón, la búsqueda de la tranquilidad y el bien supremo; las pulsiones del individuo
que desea versus las consideraciones teológico-filosóficas. En otro soneto que no vamos a
trabajar, afirma: “Yo vine a la Tierra a sufrir la áspera guerra que en contra de mí mismo supe
urdir” (CCLXIV). Este desgarro interior, esta disociación, va a ser una constante que es
posible rastrear a lo largo del Cancionero

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