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Estos inicios indican de modo notorio los estrechos lazos existentes entre
ambos términos de la relación desde el origen mismo del cine, relación que
alcanza diversos niveles y matices.
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Si en la crónica del cine argentino no hay más que unos pocos mojones
de este género plantados en el camino, ello no se debe a la carencia de una
sustancia tratable, sino a una condición cultural a la que no escapan
realizadores y guionistas: la condición enajenada, la idea subyacente
omnipresente de un disvalor de lo que es propio, la extraneidad de la
conciencia culta, correspondiente a un país semi-colonial como el nuestro.
Mayor libertad, por supuesto, habrá para los realizadores de un filme “de
ambiente histórico” donde la anécdota central es totalmente imaginaria,
mientras que la verdad histórica se limita al marco y a las circunstancias
más generales en que el asunto se desenvuelve. Tales La Casa de los
espíritus, Pampa Bárbara, Quebracho, No habrá más penas ni olvido, Un
guapo del Novecientos, Así es la vida y tantas otras. O -entre los clásicos de
todas las épocas- Casablanca, Doctor Zhivago o Lo que el viento se llevó.
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Salomé, etc., historia tratada -o maltratada- con tal ligereza que ya en 1913
habían originado la crítica fundada del Papa Pío X.
Ahora bien: ¿Qué tan antiguo debe ser el asunto central tratado o el
ambiente histórico evocado? Sería un petulancia preceptiva que alguien
indicara 500 años, 100 años, un año… ¿Es más histórica Iván el Terrible
que la película que se rodó en Estados unidos hace un tiempo sobre la vida
del dirigente sindical Jimmy Hoffa? ¿Camila (época rosista) que Fin de
Fiesta (Década infame)? Es una pregunta de difícil respuesta, porque si
somos estrictos, el presente no existiría: no sería más que una línea entre el
pasado y el futuro, de manera que todas las películas, aun las que tratan de
los más recientes acontecimientos, serían históricas. Pero no seamos
exagerados. En definitiva, estamos ante una cuestión de taxonomía de
menor importancia que se resuelve según el criterio clasificatorio que se
adopte. Como aproximación, diremos que cuanto más alejado en el tiempo
está el acontecimiento considerado, más indudable será su carácter de
“filme histórico”, pero cuando más nos aproximamos al presente más
ingresaremos a una zona gris, donde su naturaleza se vuelve dudosa.
Aceptemos el criterio tradicional que nos trasmite Jorge Miguel Couselo:
tema histórico será aquel que tenga “una lejana connotación de época” (5)
y conformémosnos.
De todas maneras, una buena película que trate de un asunto más reciente
o contemporáneo, si éste es social, política o culturalmente importante, no
hay duda que con los años será contemplado como un filme de contenido
histórico o -mejor dicho- que se ha vuelto histórico. ¿No sería el caso de El
Crack de Martínez Suárez (1960) sobre la venalidad en el fútbol de su
época, o algunas películas de Mario Soffici, como Héroes sin fama (1940),
donde pinta la corrupción del fraude y la violencia de esos años? Si se
rodara hoy un largometraje que versara sobre el ambiente de entrega y
corrupción del menemismo, si él se hiciera con verdad y arte, no caben
dudas tampoco que sería visto por la próxima generación como un
documento histórico muy ilustrativo.
Pero hay todavía otro nivel de relaciones, más genérico pero de una
naturaleza necesaria e inderogable entre el cine y la realidad histórica. Es
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NOTA: el artículo precedente fue escrito a pedido del periodista y escritor Francisco
“Pancho” Colombo, Director de la revista “UMBRALES” del Círculo Sindical de la
Prensa (CISPREN) de Córdoba, y editada en el N° 6 de Diciembre de 1996 de dicha
publicación sindical con el título de “Cine e Historia. Una aproximación”.
NOTAS
1) Sobre el tema en general puede verse de Román Gubern: “Historia del Cine”, Editorial
Lumen, Barcelona l979, 2 tomos; George Sadoul: “El cine. Su historia y su técnica”, Breviarios
del Fondo de Cultura Económica”, Méjico 1950, y Arnold Hauser: “Historia Social de la
Literatura y del Arte”, Tomo III, último capítulo, Editorial Guadarrama, Madrid 1974
2) Enrique Lacolla: “Cine épico e Historia”, Editorial Teuco, Córdoba 1970, pag.61.
3) En José Luis Busaniche: “Estampas del Pasado”, Tomo I, Editorial Hyspamérica, Buenos
Aires 1986, págs.252 y 263.
4) Antonio Gramsci: “Literatura y Vida Nacional”, Editorial Lautaro, Buenos Aires 1961,
pág.87. El publicista italiano señalaba que el “gusto melodramático” se debía “al hecho de que
se había formado (el gusto italiano) no en la lectura y la meditación íntima e individual de la
poesía y del arte, sino en las manifestaciones colectivas, oratorias y teatrales”. Añadía que el
teatro y “el cine hablado, aunque también las didascalias del viejo cinematógrafo mudo” tenían
a su vez “una máxima importancia en la creación de ese gusto y el lenguaje adecuado”.
5) Jorge Miguel Couselo: “65 accidentados años: el cine argentino”, en revista Vea y Lea,
Buenos Aires 15 de septiembre de 1965, pág. 43
6) Cit. en Dwight Macdonald: “El Cine soviético: una Historia y una Elegía”, Editorial SUR,
Buenos Aires 1956, pág. 19.
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