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Isaías 21-22

«Entonces pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; Cuando él abra, nadie
cerrará, Cuando él cierre, nadie abrirá». Isaías 22:22

En el capítulo 21 se enfoca de nuevo la caída de Babilonia (v. 9), y el grito «Cayó, cayó
Babilonia» se convierte en el grito de la Palabra de Dios por el seguro derrocamiento de
todas las naciones de este mundo y del mismo reino de Satanás (ver. Apocalipsis 14:8;
18:2).

Antes de regresar al juicio sobre las naciones, en el capítulo 22, se dirige una advertencia
especial a Jerusalén, que está amenazada de invasión y captura (v. 9). El pueblo de
Jerusalén está en peligro porque no ha sabido aprender de la historia (v. 11). Ha rehusado
arrepentirse cuando el Señor lo llamaba al arrepentimiento y a la penitencia a través de sus
profetas (vv. 12-14; cf. Joel 1:8-14).

En esta sección, Sebna (v. 15), el escriba de la época de Ezequías (2 Reyes 18:18) es
sustituido por Eliaquim (v. 20) en el oficio de mayordomo de la casa del Señor, al parecer
porque Sebna había demostrado no tener fe.

Eliaquim, que reemplaza a Sebna, se describe como alguien a quien se le confían las llaves
de la casa de David (v. 22). En este sentido, Eliaquim se convierte en un tipo de Cristo,
como podemos ver en Apocalipsis 3:7.

Se refiere a Eliaquim como «mi siervo» (v.20) y es como en el caso de Isaías en el 20:3 en
el que se refiere a una posición de confianza y honor delante de Dios. Moisés fue amigo y
siervo de Dios (Exodo14:31; Números 12:7-8; Deuteronomio 34:5), Abraham (Salmo
105:45), Jacob (Ezequiel 28:25), Josué (Josué 24:29), David (37:35, 2 Samuel 3:18; Salmo
132:10) y grupos de personas tales como los profetas (44:26) son también reconocidos
como los siervos del Señor. Los siervos de Dios podrían sufrir, pero se les promete una
gran herencia como siervos del Señor (54:17; 65:8-9, 13-15; 66:14).

Bien, pues Dios considera a Eliaquim como su siervo y describe las vestimentas de alguien
que ocupa un alto cargo (v.21). Es irónico que el orgulloso Sebna pierda su alta posición
para ser reemplazado por alguien que está contento con ser siervo del Señor.

Por la mención de «padre» nos dice que será un líder piadoso que servirá bien a su pueblo,
a diferencia de Sebna, cuya única preocupación son sus propios intereses. Y la mención de
«la llave de la casa de David» es un símbolo de autoridad como mayordomo para
supervisar la casa real (Cp. Mateo16:1; Apocalipsis 3:7-8).

Aunque Eliaquim es fiel, no evitará el juicio de Dios sobre Judá (v.25). Sin importar cuan
piadoso puedan llegar a ser sus líderes, el pueblo no debe poner su fe finalmente en los
líderes que son meros humanos. Incluso los líderes piadosos no tienen éxito en sus
esfuerzos.
Eliaquim solamente apuntaba a uno mayor en él. El Siervo Sufriente (53:13-12) quien
restaurará la casa de Israel. En él pongamos toda nuestra confianza, «oigan a Él» (Marcos
9:7)

Isaías 19-20

«Y será por señal y por testimonio al SEÑOR de los ejércitos en la tierra de Egipto. Porque
clamarán al SEÑOR a causa de sus opresores, y Él les enviará un Salvador y un Poderoso,
el cual los librará». Isaías 19:20

Como en los días de los jueces, Dios mismo llenará esas posiciones para librar a su pueblo
de los opresores (Jueces 2:18; 3;9, 15)

En un tiempo venidero los egipcios hablarán el lenguaje santo, el lenguaje de la Escritura;


no sólo lo entienden, sino que lo usan. La gracia que convierte cambiando el corazón,
cambia el lenguaje, porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Donde se adoraba el sol, lugar infame por la idolatría, aun ahí habrá una reforma
maravillosa. El altar simboliza su compromiso con el Señor (cp. Génesis 12:8; 28:22; Josué
22:26-29), mientras que el pilar será un recordatorio que conmemorará la gran obra de Dios
(cp. Génesis 28:18-22).

Que el quebrantado de corazón y afligido, a quien ha herido el Señor, cobre valor. Así, le
ha enseñado a regresar, e invocarle a Él; porque Él sanará almas y convertirá sus súplicas
tristes en alabanzas gozosas.

En el capítulo 20 encontramos una ilustración de tipo histórico sobre el principio de que


Dios usa una nación pecadora para castigar a otra cuando los asirios se levantan contra
Filistea y toman Asdod, lo cual es una advertencia previa de su ataque también contra
Egipto y Etiopía.

Isaías habla en juicio contra Egipto y Etiopía. No solo predica sus advertencias, sino que
por orden de Dios, Isaías —lo que debe ser una gran vergüenza para él mismo—, en
realidad sigue “desnudo” durante tres años. (Puede decirse que Isaías solo es despojado de
sus ropas exteriores, pero aun así eso debe haber sido una afrenta a su dignidad).

Dios elige la ocasión del ataque de Sargón contra Asdod en el año 711 a.C. para explicar
más aún por qué su profeta respetado al parecer ha caído en desgracia. Los tiempos son
particularmente apropiados porque Asdod, una ciudad filistea, se ha aliado con Egipto en
contra de Asiria.

El mensaje de Isaías al parecer llega tan lejos como hasta Asiria, porque el comandante de
campo de Senaquerib se referirá al mismo unos diez años más tarde cuando ridiculice a
Judá tanto por confiar en Dios (por lo poco que confiaban, realmente) como para apoyarse
en la fuerza militar de Egipto.
Tanto Isaías como este oficial asirio verán que sus palabras fueron correctas en su
evaluación de Egipto. De hecho, en lugar de salvar a Judá de Asiria, Egipto, bajo el Faraón
Neco II, en realidad se convertirá en uno de los opresores de Judá. Por lo tanto, están bien
fundados los juicios de Isaías contra Egipto.

Febrero 6

Isaías 17-18

«Porque te olvidaste del Dios de tu salvación Y no te acordaste de la Roca de tu refugio.


Por tanto, siembras plantas deleitosas Y les injertas sarmientos de un dios extraño. Isaías
17:10

Observa cuando enfrentas una crisis en tu vida qué es en lo primero que pones tu confianza,
qué solución viene a tu mente. Si estás caminando en tiempos de bonanza y prosperidad
párate y reflexiona en qué estás poniendo tu tranquilidad y tu paz, si te arrebataran lo que
ahora tienes, en qué basarías tu tranquilidad.

El malvado rey Acaz, uno de los peores reyes del reino del sur, confió más en el poderío de
Asiria en lugar de confiar en Dios. Dependieron de Asiria cuando Judá fue vulnerable a los
edomitas y a los filisteos. Con ello Judá se convirtió en un vasallo de Asiria, pagando
tributo y haciendo cualquier cosa que Asiria exija.

Acaz, quien no creía en el Señor como lo haría después su hijo Ezequías, había empleado
primeramente a los asirios para que atacaran Damasco y Samaria. Como resultado, los
asirios tomaron a Damasco en el 732 A.C. y a Samaria en el 722, pero después se hallarían
golpeando a las puertas de Jerusalén en el año 701 A.C. aproximadamente.

Si bien Isaías sabe que las invasiones por parte de las naciones extranjeras son parte del
plan de Dios para castigar a Judá, también es consciente de que estas naciones están
actuando a partir de sus propias motivaciones malvadas y que Dios finalmente las destruirá.

Con Asiria que amenaza con la conquista, Judá comienza a buscar ayuda dondequiera que
pueda encontrarla. Algunos alientan la alianza con Egipto, actualmente gobernada por los
etíopes. Ya que la fuerza militar de Egipto reside en sus muchos caballos y carros, Isaías no
se siente complacido con la idea de que el pueblo de Dios también desee apoyarse en
caballos y carros en lugar de hacerlo sobre el poder ilimitado de Dios.

Por lo tanto, Isaías en su pronunciamiento de juicio contra las naciones habla en Juicio
contra Damasco y Cus (Etiopía).

No solo es mejor depender del Señor, SOLO EN Él es en quien se puede depender para una
verdadera solución a las crisis que enfrentamos o enfrentaremos. A partir del verso 4 del
capítulo 17 se menciona a Israel (Jacob) dejando en claro que la antigua gloria ha decaído,
le recuerda en el v.10 su apostasía (Deuteronomio 4:9, 23; 8:11, 14, 19; 32:18), y no se
refiere a que el pueblo no haya tenido en su mente al Señor olvidándolo o no acordándose
de Él, sino más bien se refiere a las acciones que fluyen de esos pensamientos.

Sólo el Señor es nuestra roca (8:14-15; 26:4; Deuteronomio 32:4), sólo el Señor es nuestro
refugio, la verdadera fortaleza de su pueblo (25:4; 27:5) en contraste con las soluciones
políticas y militares (v.9; 23:11, 14: 30:2).

«Algunos confían en carros y otros en caballos, Pero nosotros en el nombre del SEÑOR
nuestro Dios confiaremos». Salmo 20:7

Febrero 5

Isaías 15-16

«Hemos oído del orgullo de Moab, un orgullo extremado, De su arrogancia, de su orgullo y


de su furor; Son falsas sus vanas jactancias.» Isaías 16:6

Se habla de las naciones que serán derrocadas una por una, de Filistea (14:28-32); Moab
(15:1—16:14); Damasco (17:1-14); Etiopía (18:1-7); y Egipto (19:1—20:6).

Necesitamos llamar la atención especialmente sobre dos cosas en estos pasajes. En primer
lugar los pasajes relativos al juicio sobre las naciones se hallan intercalados con mensajes
de esperanza para el remanente de Israel (14:1—3:32; 16:5). En segundo lugar, se puede
encontrar aquí alguna esperanza, incluso para algunas de las naciones paganas, que también
serán incluidas en el reino de Dios, como había profetizado Noé (Génesis 9:27), y como el
Señor le había prometido a Abraham (Génesis 12:3).

En los capítulos de hoy se menciona a Moab. Dios dice a los pecadores (16:1-5) lo que
pueden hacer para evitar la destrucción; así lo hace con Moab. Rompe con tus pecados por
la justicia. Los que no se someten a Cristo serán como ave que se alejó de su nido y será
atrapada por la próxima ave de presa. Los que no se rinden al temor de Dios tendrán que
rendirse al temor de todo lo demás.

No hay salida sino por la sumisión al Hijo de David, y por nuestra consagración a él. A la
larga, perecerá toda la gloria, la prosperidad y la multitud de los impíos, cuando se cumpla
el tiempo designado.

Febrero 4

Isaías 13-14
«Pero tú dijiste en tu corazón: “Subiré al cielo, Por encima de las estrellas de Dios levantaré
mi trono, Y me sentaré en el monte de la asamblea, En el extremo norte. Subiré sobre las
alturas de las nubes, Me haré semejante al Altísimo”.» Isaías 14:13-14

Por tanto, el Señor declara que juzgará a la Babilonia pecadora usando a los Medos, a los
cuales él levantará (13.1—14.23). En esta sección hay un pasaje que es interpretado a
menudo como referente a la caída del propio Satanás (14:12-15).

Aunque el pasaje puede tener una referencia secundaria a Satanás, aparece claro a través
del contexto que de lo que primariamente está hablando es de los gobernantes orgullosos y
ambiciosos que tenía Babilonia.

Se señalan pasajes del Nuevo Testamento como Lucas 10:18 y Apocalipsis 9:1 como
argumentos de que este pasaje es una referencia a la caída de Satanás. Ciertamente,
hallamos aquí la actitud de Satanás y su orgullo. La ambición de ser como Dios (v. 14) es
exactamente la sugerencia que Satanás sembró en las mentes de Adán y Eva en el Edén.

En 14:24-27 Isaías se vuelve a Asiria, que había sido mencionada anteriormente (10.5ss), y
señala que esa nación también sería derrocada. Después, en secciones sucesivas, se va
hablando de distintas naciones que han tenido su papel en la historia de Israel, y que con
frecuencia han sido usadas por Dios para castigar a Israel.

Babilonia abundaba en riquezas. El rey de Babilonia gobernaba la nación con la ayuda que
tenía del mando absoluto de tanta riqueza. Los tiranos sacrifican sus intereses verdaderos a
sus lujurias y pasiones. Es graciosa la ambición de codiciar ser como el Santísimo, pues Él
ha dicho: «Sean santos como yo soy santo»; pero esta ambición de la que se habla es
pecaminosa, apunta a ser como el Altísimo, querer su trono y lugar de honor que solo de Él
es. Él dice en su Palabra: el que se exalta será humillado, y muestra de ello nos dio nuestro
Señor Jesucristo, quien siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios, sino que se
humilló a sí mismo tomando forma humana y obedeciendo hasta la muerte de cruz.

Aprendemos con la caída de los enemigos del pueblo de Dios que Él trata con los que
perturban la paz de ellos. Y como es recibido el rey de Babilonia en las regiones de los
muertos, indica que hay un mundo de espíritus al cual va las almas de los hombres al morir.
Los redimidos no tendremos nada con ellas; y la muerte y el infierno serán indudablemente
muerte e infierno para todos los impíos que caen desde la altura de sus glorias vanas de este
mundo y de la plenitud de sus placeres vanos.

De todo esto aprendamos que la semilla de los malhechores nunca será renovada, tendrán
muerte eterna y solo resucitarán para el castigo eterno. La ciudad en la cual realizaban sus
actividades será destruida. Así se ilustra la suma destrucción completa de la Babilonia
neotestamentaria, Apocalipsis 18:2. Cuando un pueblo no se limpia con la escoba de la
renovación, ¿qué pueden esperar, sino ser barridos de la faz de la tierra con la escoba de la
destrucción?
Febrero 3

Isaías 11-12

«Entonces un retoño brotará del tronco de Isaí, Y un vástago dará fruto de sus
raíces.» Isaías 11:1

Isaías, de 10:20 a 12:6, trata sobre el tema de la esperanza y lo lleva a un clímax de triunfo.

Habla una vez más sobre el remanente. Son los salvados; los que se apoyan en el Señor
(confían en él). No son todo Israel (10:22), pero son el verdadero Israel, los verdaderos
hijos de Dios.

El capítulo 11 vuelve a insistirle al pueblo en que debe poner su esperanza en ese hijo que
ha de nacer. Aquí se le llama «la vara del tronco de Isaí» (11:1). Él, al contrario del pueblo
infiel de Israel, llevará fruto agradable a Dios (v.1; cf. 5:1ss). Su ministerio se describe en
los versículos 2 al 5 en términos que serán aplicados más tarde al ministerio de Jesucristo
(Mateo 3:16; Juan 1:32).

Notemos de nuevo que él realizará por el creyente lo que el creyente no pudo realizar por sí
mismo. Aquí el creyente, el hijo de Dios, el beneficiario de la obra del Salvador, es llamado
pobre y manso (v. 4), en una forma similar a Amós 2:6-8.

Por tanto, estamos en presencia de una cadena de revelación relativa a esa semilla
prometida por primera vez en el Edén, la semilla de la mujer (Génesis 3:15).
Posteriormente se declara que él será la semilla de Abraham (22:18), y después, la semilla
de David (Isaías 9:7). Todo esto, por supuesto, culmina en la persona de Jesucristo. Este es
el gran tema del capítulo 1 de Mateo.

La escena de paz descrita en 11:6-10 nos recuerda 2:2ss y señala hacia la paz final de Dios,
que prevalecerá cuando los hijos de Dios se hayan reunido con él para siempre. El tema del
remanente es el dominante en el resto del capítulo 11 (vv. 12,16).

El concepto más claro de quienes componen ese remanente lo encontramos en el capítulo


12, que es una especie de testimonio del remanente. Son aquellos que han conocido tanto la
ira de Dios por su pecado, como su amoroso consuelo y su perdón (v. 1). Confían en el
Señor, y lo ven como su fortaleza, el que puede hacer algo para sacarlos de su apuro, y lo
hace (v. 2).

Por consiguiente, cuando los demás están aterrorizados por la ira de Dios, y corren a
esconderse de él, los que están en paz con el Señor porque se han arrepentido de su pecado
y tienen fe en él se regocijan y le dan a Dios las gracias y la gloria (vv. 2,4,5). Él está
verdaderamente con ellos, que son su pueblo (v. 6).

Febrero 2
Isaías 9-10

«Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, Y la soberanía reposará sobre
Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno,
Príncipe de Paz.» Isaías 9:6

El capítulo 9 es una continuación del pensamiento del capítulo 8. En contraste con el


abatimiento ofrecido a los que no crean, una gran luz brillará para el pueblo de Dios en los
últimos tiempos (v. 1). Mateo 4.15,16 cita estos versículos como cumplidos al llegar Jesús a
la región de Capernaum. De manera que estamos viendo nuevamente que el término
«últimos tiempos» hace referencia al momento de la venida de Jesús en la carne.

Una vez más aparece desarrollado el tema de la esperanza que se centra en el nacimiento
del niño (vv. 6,7). Esta vez se declara que es no solamente el hijo de hombre sino también
Dios mismo (v. 6). Heredará el trono de David, pero probará la justicia y el juicio que es la
verdadera simiente de Abraham (v. 7; cf. Gn 18.19).

Esta buena noticia para aquellos que pusieran su confianza en el Señor resultará ser mala
para los orgullosos y arrogantes que han rechazado a Dios, como sucedió en el reino de
Israel al norte (vv. 8-21). Después, en 10.1-4, en una forma que trae a la mente las palabras
de Amós, Isaías pronuncia una solemne lamentación sobre los malvados de la tierra que
oprimen a los hijos de Dios.

Febrero 1

Isaías 7-8

«Por tanto, el Señor mismo les dará esta señal: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y
le pondrá por nombre Emmanuel». Isaías 7:14

Nada es más triste para Dios que la desconfianza, pero la incredulidad del hombre no
invalidará la promesa de Dios; el mismo Señor dará la señal. Por grande que sea su angustia
y peligro, “de ti nacerá el Mesías, y no podrán ser destruidos mientras esa bendición esté
con ustedes”. Ocurrirá de manera gloriosa; y las consolaciones más fuertes en época de
problemas derivan de Cristo, nuestra relación con Él, nuestro interés en Él, nuestras
expectativas de Él y de parte de Él.

El capítulo 7 nos da una nueva oportunidad de ver el ciclo, esta vez en un suceso histórico
de ese período. La situación histórica queda descrita en los versículos 1 y 2. Acaz estaba en
ese momento en el trono de Judá, y se hallaba amenazado por los reinos del norte: Siria e
Israel.

Lo único que se le pedía a Acaz era confiar en el Señor y creer en él (v. 9). Esto constituye
el buen propósito de Dios de llegar a tener un pueblo, la primera parte del ciclo.
La segunda parte del ciclo aparece en el rechazo por parte de Acaz, que se niega a creer, y
por tanto, en su pecado contra Dios (vv. 10-16). El pecado de Acaz no es tan evidente aquí,
puesto que finge que no quiere tentar a Dios (v. 12). Sin embargo, en 2 Reyes 16.7-9
leemos que en lugar de confiar en que el Señor derrotaría a sus enemigos, Acaz sobornó al
rey de Asiria para que combatiera y los derrotara. Por supuesto, Tiglat-Pileser se sintió
complacido de hacerlo, porque tenía la intención de llevarlo adelante de todas maneras.

En el verso 14 se predice el nacimiento de ese niño. Nacerá de una virgen. Es digno de


tener en cuenta que esta promesa no fue hecha a Acaz sino al pueblo de Dios, a la casa de
David, de la cual vendría el niño que habría de nacer.

El nombre que se da aquí, Emmanuel, significa «Dios con nosotros » y señala hacia la
venida del Señor en la carne para estar con su pueblo a fin de salvarlo de sus pecados.
Cuando el Señor llamó por primera vez a Moisés, le prometió que estaría con él y puso su
propio nombre como un recordatorio de esa promesa (ver nuestro comentario sobre el
capítulo 3 del Éxodo).

A partir de en tonces mostró de manera continua su presencia con su pueblo. Ahora


promete a través de Isaías que estaría con ellos de una manera nueva y especial, en la carne,
cuando la virgen que había sido designada para ello tuviera un hijo.

Debido a la falta de fe de Acaz, lo siguiente es la fase de juicio del ciclo (vv. 17-20). Ahora
Dios nombra a la nación pagana que él habrá de levantar contra la tierra: es Asiria (v. 17).
Asiria se describe como navaja alquilada, controlada por Dios, pero con la naturaleza de un
destructor que corta donde quiera que se lo coloque (v. 20).

Finalmente, el incidente histórico concluye con la promesa de esperanza para el remanente


(vv. 21-25). La mantequilla y la miel en abundancia sugieren una bendición para aquellos
que queden después del juicio de Dios, el remanente (v. 22).

Enero 31

Isaías 5-6

«Entonces voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que
había tomado del altar con las tenazas. Con él tocó mi boca, y me dijo: «Esto ha tocado tus
labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado». Isaías 6:6-7

El carbón encendido puede denotar la seguridad del perdón y la aceptación en su obra, que
se da al profeta por medio de la expiación de Cristo. Nada es poderoso para limpiar y
consolar al alma sino lo que se toma de la satisfacción hecha por Cristo y su intercesión.

Los capítulos 5 y 6 presentan el ciclo una vez más en la forma de una parábola y un
llamado de Dios a Isaías. El ciclo comienza con la ya familiar fase primera, los buenos
propósitos de Dios. En este pasaje (5:1,2), como veremos, Israel está representado por la
viña. Es el pueblo del cual Dios esperaba buen fruto. Podemos comparar esto con 1:2a.
Pero Israel no satisfizo las expectaciones divinas. En lugar de ello pecó contra Dios y
produjo mal fruto (vv. 2b-4). Aquí encontramos de nuevo la segunda fase del ciclo, el
pecado y el fracaso del pueblo (cf. 1:2b-5).

A continuación, viene la fase tercera, que es el juicio consiguiente (vv. 5,6). Vemos de
nuevo la selección divina. El versículo 7 resume el pecado de Israel y su fracaso en dar el
fruto esperado. En las traducciones modernas se ha perdido mucho porque aquí hay un
juego de palabras sumamente interesante. Dios buscaba juicio (en hebreo, mishpat), y
encontró opresión (hebreo, mispach). Dios buscaba rectitud (hebreo, sedaka) y encontró
clamor (hebreo, seaka). El juego de palabras es impresionante e inolvidable.

Notemos de nuevo que la voluntad de Dios está expresada en esos mismos términos, juicio
y rectitud (cf. Génesis 18:19). En el resto del capítulo 5 se expone el juicio de Dios contra
Israel. El juicio vendrá bajo la forma de naciones guerreras que destruirán a Jerusalén con
sus asedios (vv. 26-30).

Finalmente, con el capítulo 6 llegamos a la cuarta fase del ciclo, la esperanza para el
remanente. Esta fase incluye aquí el llamamiento y el ministerio de Isaías y explica por qué
pone su llamamiento no al principio sino en su lugar adecuado, como parte de la esperanza
para el remanente de Dios.

El llamamiento de Isaías es en realidad una ocasión de esperanza. Comienza cuando Isaías


tiene una visión del Señor en su gloria y su santidad. Isaías se siente sobrecogido, como lo
estaría cualquier pecador en la presencia del Dios Santo (v. 5).

El Señor le asegura inmediatamente a Isaías que ha sido purificado por él (vv. 6,7). Es
decir, que debido a que Isaías reconoce su condición de pecador y su necesidad de que Dios
lo limpie, Dios le asegura que sus pecados son perdonados (v. 7). Por tanto, para Isaías, las
condiciones expresadas en 1:18 son una realidad.

Así es como el profeta se convierte en un ejemplo de lo que le debe suceder a todo hijo de
Dios auténtico: debe llegar a darse perfecta cuenta de su propio pecado y clamar a Dios
pidiendo ayuda, a fin de recibir el poder purificador que solo Dios tiene.

Su ministerio será difícil, y la mayoría no creerá su mensaje. Pero un remanente sí lo


creerá: la simiente santa (v. 13). Una vez más vemos que la verdadera esperanza se ofrece
solo al remanente.

Enero 30

Isaías 3-4

«Y acontecerá que el que sea dejado en Sión y el que quede en Jerusalén será llamado
santo: todos los que estén inscritos para vivir en Jerusalén». Isaías 4:3
Los capítulos del 3 y 4 (junto con el 2) siguen el ciclo presentado en 1:2-9. En estos
capítulos el círculo está mejor desarrollado. Primero, describe los buenos propósitos de
Dios en el 2.1-4. Aquí los últimos días se refieren a esa época en la que el propósito de
Dios de llegar a tener un pueblo y haya alcanzado hasta las naciones que están en los
confines de la tierra y reunido a todos los elegidos de Dios de todos los pueblos de la tierra
(v. 2).

El pueblo de Dios se distinguirá en la tierra, porque son aquellos que amarán la Palabra de
Dios y desearán conocerla y obedecerla (v. 3; cf. Sal 1).

A continuación, vemos la segunda fase del ciclo, el pecado del pueblo en el presente (2:5-
8). En contraste con los buenos propósitos de Dios, lo que realmente sucedía en los tiempos
del profeta era que el pueblo había caído de lleno en costumbres mundanas y en pecado
(vv. 6-8).

Esto nos lleva a la tercera fase del ciclo, el juicio inevitable de Dios sobre este pueblo
pecador (vv. 9—4.1). En este lugar se desarrolla notablemente el tema del juicio de Dios.
En una forma similar a la de Joel, Isaías habla del día del juicio como el día del Señor (v.
12; cf. Joel 1:15ss).

Los hombres orgullosos serán humillados de tal manera que solo el Señor sea exaltado (vv.
12,17). Se presta mucha atención al significado que esto tiene para la propia Jerusalén (3:1-
1 2). Todo aquello en que el pueblo se había apoyado fallará (vv. 1-3). La ciudad quedará
arruinada (v. 8). Los gobernantes (vv. 13-15) y las mujeres que aman los lujos (vv. 16-24)
son objeto de una reprensión especial (cf. Am 4.1-3; 6.1-6). El juicio llegará bajo la forma
de las naciones que guerrearán contra la ciudad y se llevarán cautivo al pueblo (vv. 25,26;
cf. Amos 6:7ss).

Pero Dios, que es rico en gracia, y no abandonará sus buenos propósitos, da aquí una vez
más en la fase final del ciclo una esperanza para el remanente (4.2-6).

Quedarán algunos, un remanente purgado de toda maldad, el pueblo santo de Dios (v. 3).
Estos son los verdaderos ciudadanos de la verdadera Jerusalén de Dios. Aquí debemos
recordar cómo el libro de Hebreos nos muestra que los verdaderos hijos de Dios han mirado
siempre por fe, más allá de la ciudad terrena, a la Nueva Jerusalén, la verdadera Jerusalén,
como su verdadero hogar (Hebreos 11:9-10; 12:22-24; 13:14; cf. Gálatas 4:25,26;
Apocalipsis 3:12; 21:2,10).

Enero 29

Isaías 1-2
«Vengan ahora, y razonemos», Dice el SEÑOR, «Aunque sus pecados sean como la grana,
Como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, Como blanca
lana quedarán». Isaías 1:18

El profeta Isaías dirigió su mensaje a Judá, el reino del sur, en los últimos días de Israel y
Siria en el norte. Fue llamado en el último año de Uzías y continuó profetizando hasta bien
entrado el reino de Ezequías (1:1).

En sus primeros capítulos, se desarrolla con un ciclo que se va repitiendo:1. el propósito de


Dios; 2. el pecado de Judá; 3. el juicio consiguiente; 4. la esperanza que prevalece para el
remanente. Podemos ver este ciclo en especial, en los capítulos que van del 1 al 12.

La siguiente sección de Isaías (capítulos 13 al 27) se refiere al juicio de Dios sobre las
naciones que ha usado para disciplinar y castigar a su pueblo. Esta sección se cierra
también con una expresión de esperanza para el remanente de los que crean.

La tercera sección, que va del capítulo 28 al 35, hace una aplicación de las dos secciones
anteriores al declarar todas las desgracias que sobrevendrán a todos los que hagan el mal,
tanto en las naciones como en Judá, y al ofrecerles esperanza a aquellos que pongan su
confianza en el Señor.

La última sección de Isaías está separada de las demás por la inclusión de una sección
histórica breve que sirve de ilustración a los principios de juicio y esperanza, tal como los
aplica Dios a la historia del mundo (capítulos 36 a 39).

La parte final del libro comienza con el capítulo 40 y desarrolla el tema de la esperanza de
los capítulos anteriores. Está dirigido al remanente, el verdadero pueblo de Dios, que confía
en él.

El capítulo primero sirve de introducción a todo el libro y al mismo tiempo nos da los
primeros ejemplos de estos ciclos tan característicos de los primeros 12 capítulos. Resume
el mensaje de todo el libro. Termina en forma similar a la conclusión de todo el mensaje en
el capítulo 66.

Los versículos del 18 al 20 son anticipo del capítulo 53 y por tanto ofrecen a los que lo
deseen de corazón la esperanza de un corazón limpio; una obra que solo Dios puede hacer.

No sólo hemos de sentir dolor por el pecado cometido, sino romper la práctica. Debemos
hacer el bien que el Señor nuestro Dios pide. Bendito sea Dios, hay una Fuente abierta en la
cual pueden ser lavados los pecados de toda edad y rango.

Aunque nuestros pecados hayan sido como la grana y el carmesí, de tintura doble y
profunda, aunque a menudo nos hemos hundido en el pecado, por muchos deslices, de
todos modos, la misericordia que perdona lavará la mancha.

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