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Hacia el año 750, los dos reinos con Jeroboán II, en Samaría, y Osías, en
Jerusalén, llegan a la cima de su poder. Esto puede muy bien explicarse
históricamente. fijaos en un mapa o en el cuadro central: en aquella región
habitan juntos tres pueblos pequeños: Judá, Israel y Damasco. Con fuerzas
iguales, corren el peligro de verse perjudicados al reñir continuamente entre
ellos. Pero, durante algún tiempo, el enemigo exterior hará un servicio a
nuestros dos reinos (no hablamos ya de Egipto, que se encuentra por entonces
en plena decadencia). Efectivamente, Asiria va adquiriendo mayor fuerza y
querrá extender su imperio en dirección al Mediterráneo. El primer reino con
que se encuentra en su camino de expansión es el de Damasco. Esto resulta
maravilloso para Israel y para Judá: por una parte, Damasco tiene que atender
a este segundo frente y por tanto no vendrá a atacarles; por otra parte, mientras
resista, les servirá de valladar. No se necesita tener mucha sagacidad política
para pensar que aquella situación no podría durar mucho tiempo. Pero de
momento Judá e Israel no tienen por qué preocuparse y se dedican a gozar de
sus riquezas. Amós, sobre todo, nos ha descrito, con una inspiración nerviosa,
la vida disoluta que muchos llevan en sus casas de paredes adornadas de
marfil.
Hay cierto número de profetas que pretenden hablar en nombre del verdadero
Dios. El problema, para el pueblo, está en distinguir a los verdaderos de los
falsos.
El Deuteronomio, por los años 700 al 650, buscará algunos criterios objetivos
(Dt 13 y 18). En el fondo no encontrará más criterios que la
fe del pueblo. El que un profeta realice signos extraordinarios para acreditar su
misión, no significa nada; si no predica el verdadero "yavismo", esto es, la fe
auténtica en Yavé, es un falso profeta.
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Más que en otras ocasiones, resulta difícil aquí distinguir entre historia general
e historia religiosa. Efectivamente, los profetas son hombres que descubren el
designio de Dios en los acontecimientos humanos y que, en consecuencia,
obligan a sus contemporáneos a descubrirlo. Hablan y actúan plenamente en la
historia humana e intervienen frecuentemente ante los reyes. Con frecuencia
están relacionadas con ciertos santuarios locales; muchos de ellos son
sacerdotes. Por consiguiente, no hay oposición entre sacerdocio y profetismo.
ELIAS y ELlSEO predicaron ya antes en el reino del norte, después del año
900, pero no han dejado nada escrito. Nos habla de ellos el libro de los Reyes:
el ciclo de Elías (1 Re 17-19; 21; 2 Re 1-2, 18) nos presenta esta figura de
fuego que Lucas tomará en parte como modelo para presentarnos a Jesús; el
ciclo de Eliseo (2 Re 2-13) es una composición en que resulta muchas veces
difícil distinguir entre lo maravilloso y lo histórico.
Entre los años 750 y 700 aparece un primer grupos de profetas: AMOS y
OSEAS en el reino del norte, ISAIAS y MIQUEAS en el reino del sur.
AMOS.
Su vocación: 7, 10·17 (aspecto anecdótico) y 3, 3-8 (teologla)
resumen de su mensaje: 3, 1-2
justicia para con los pobres: 2, 6·16; 8, 4-8
la vida holgada de Samaría: 3, 13-4, 3; 6, 1-7
cántico al Dios del mundo (universalismo): 4, 13 + 5, 8·9 + 9,5·6.
esperanza: 3, 12 (Dios salvará a un -resto.); 8, 11-12; 9, 11-15.
OSEAS.
Su vocación: 1·3
amor de Dios: 1·3 (como un esposo); 11 (como un padre)
responder a ese amor: 4, 1-3; 6, 4-6; 10, 12; 12, 3·7
el pecado: 4, 4·10; 5, 1·7; 7, 1·2
esperanza: 13, 2-10
ISAÍAS predica en Jerusalén. Gran señor, tiene ideas políticas muy vastas. Va
viendo a los sucesivos reyes vacilar entre la alianza con Egipto y la alianza
con Asiria. Político fino, pero sobre todo creyente, recuerda que lo único que
puede asegurar al pueblo la salvación es la alianza con el Dios santísimo.
Frente al orgullo del pueblo, predica vigorosamente la fe.
ISAÍAS.
El libro de Isaías recoge la predicación de varios profetas que predicaron en diferentes
épocas:
+ el 1° (salas (o -Protolsaías.): Is 1-39 (pero cierto número de textos, en estos capltulos, son
posteriores, sobre todo los apocalipsis: 24-27 y 34-35).
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+ el 2° Isaías (o «Déuteroisaías»), que predica al final del destierro de Babilonia (en el
538): Is 40-55.
+ el 3° Isaías (o «Tritolsaías»), que predica después del final del destierro del 538: Is 56-66.
MIQUEAS.
En un versículo resume el mensaje de Amós, de Oseas y de Isaías: 6, 8
contra la injusticia social: 2, 1-5; 3, 1-12; 7, 1-7
el mesías, pastor humilde de Belén: 5, 1-5
esperanza: 4, 1-10; 7, 18·20.