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Ricardo Strafacce

LA NOVELITA TRISTE DE
OSVALDO LAMBORGHINI

milena caserola

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Ningún derecho reservado. Justificación
Alentamos la reproducción total o parcial de esta obra,
mediante cualquier medio.
PIRATEÁ Y DIFUNDÍ.

Contacto con el autor:


ricardostraface@fibertel.com.ar

1
Coordinación general del proyecto
Ana Ojeda / Nicolás Correa / Marcos Almada
. De los textos que Osvaldo Lam-
exposiciondelaactual@gmail.com borghini menciona en su corres-
pondencia y no han sido encon-
Curadora del volumen:
Ana Ojeda trados (“Apodo ajeno”, “Falanges”,
“Poema es forma de desgracia pasaje-
Coordinación gráfica
Laura Ojeda Bär ra”, “La hija de Hartz”, “En el cantón
laura.ojeda.bar@gmail.com de Uri” y La novelita triste), sólo el últi-
laura-o.tumblr.com
mo se encontraría realmente extravia-
Producción do. Los otros, o bien no se escribieron
Matías Reck nunca y se trató de meros proyectos, o
losreck@hotmail.com
bien se integraron a obras mayores que
hoy conocemos con otros títulos (“La
www.exposiciondelaac- hija de Hartz”, por ejemplo, se habría
tual.blogspot.com incluido en “Die Verneinung”; “En el
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cantón de Uri”, en “La divertidísima Creo que si La Mañana es poco potable


canción del Diantre”, etc.). (lo es), igual hubiéramos tenido proble-
La novelita triste, en cambio, parece mas para meter así, de apuro, la novelita
haber tenido existencia real y autó- triste, mucho más extensa y, además, con
otro punto débil: el editor hubiera podi-
noma y encontrarse, efectivamente,
do razonablemente recusarla por miedo
perdida. César Aira sostiene haber a la censura (en este momento, ciertas es-
recibido una copia del texto –que de- cenas del texto son objetables desde ese
volvió– en 1975 y algunos amigos de punto de vista) (carta a Héctor Libertella
Lamborghini creen recordar que, en- del 16-1-77).
tre 1979 y 1980, el autor trabajaba en Ya te habrás enterado por Héctor (yo re-
ella. cibí carta suya hace cuatro o cinco días)
Lamborghini la menciona en cuatro de que el señor Gusman se permitió ex-
cartas: cluir la novelita triste en una antología
Tendrás tu copia de la novelita triste, en la cual figuran Medina, Asís, Lastra,
más o menos dentro de unos veinte días Germán García y, por supuesto, él mis-
(carta a César Aira del 20-11-76). mo. Tuve un verdadero ataque de odio y
de orgullo al mismo tiempo (carta a Cé-
Estoy rehaciendo algunas partes de la sar Aira del 20-1-77).
novelita triste –el duque de Ohm es el
gran culpable: ahora quiere figurar tam- Ya sostuvimos en otro lado (Osvaldo
bién ahí– por lo que deberás esperar un Lamborghini, una biografía, Buenos Ai-
tiempo más la copia (carta a César Aira res, Editorial Mansalva, 2008) que no
del 7-12-76). hubo tal exclusión sino que el texto, al

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parecer, no estaba concluido al prepa- aunque ha tenido ejecutores segura-


rarse la antología en cuestión y que, mente más afortunados.
después de esa carta a Aira en enero Quiera el azar, o el destino, que algu-
de 1977, su autor jamás volvió a men- na vez aparezca la verdadera novelita
cionarlo. Pero tenemos casi la certeza triste. Nosotros, mientras esperábamos
de que La novelita triste, aun en estado esa epifanía, hemos redactado una ver-
inacabado o embrionario, existió. sión falsa, pero, también, totalmente
inofensiva. Publiquémosla entonces,
2. Una especie de nostalgia por esa y que los lectores cultos nos perdonen.
novelita perdida nos llevó a plan-
tearnos la posibilidad de escribir una R. S.
versión apócrifa. En última instancia,
pensamos, la imitación descarada y
confesa no de una obra en particular
sino de un estilo podría considerarse
una de las armas –lícitas– de la crítica
literaria. El crítico, en lugar de descri-
bir los procedimientos e inventariar
los temas de un autor, se limitaría, sim-
plemente, a remedarlos. En cualquier
caso, este juego en el que nos entretu-
vimos hace ya unos años no es nuevo,

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I

A
menos de doscientos metros te-
diosos de esta rueca donde la
hermana de Rimbaud teje pa-
ciente mientras fuma y relojea los la-
tidos retrasados de su herencia, de su
alma mater, de la materia –fecal– de mi
delirio (en una de ésas, ésta es la vez,
y si no lo es, ésa es la espera), la mar se
acerca y se retira de la costa en un vai-
vén de manicomio (Kinbote y su chon-
go en lancha, ya veremos), se acerca y
se retira como quien hace un chiste de
cuartel, se apresta a la partida, se carga
de proyectos. Como Perón en su pron-
tuario, con el pulgar al pie entintado del
decreto por el que declaró monumento

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histórico internacional el forro fugaz de Se enamoró la paloma. Se calentó


sus pelotas y le asignó palafrenero (un el tero rengo. Y se prendó nomás de
conocido de todos nosotros, of course: el un craso obrero aquel que supo junto
asesor del general Savonarola). a Savio que el infranqueable mañana
Eran otros tiempos, claro, era claro el –¡no era tarde!– de la República pasa-
cielo de la Patria cuando por los jardi- ba, como un tren, por la punta roja de
nes laberínticos de la sede de Fabrica- la fragua dura como el hierro de la tec-
ciones Militares circulaba sin horario nología de punta (de punta en blanco
el “personal civil” –electricistas, tor- no, no se casa Juana Blanco) y por las
neros, choferes y bufarras– asimilado efusiones temerarias de su –hasta en-
a la Fuerza. De uno de ellos, de uno los tonces casi intacto– redondel.
acivilados milicoides de la Pitman de De punta y taco, entonces, el obrero
la Escuela de Guerra se prendó mi pa- en su overol lo enamoró sin rimmel al
dre. En cambio yo, yo me llamo Juana otrora asesor, ya valerio, de aquel ge-
Blanco, no como él –el “asesor”–, que neral emprendedor. Y por la pulpa del
se enchastró las manos con la grasa pecho enhiesto de su gallo (o su Ani-
que sudaba su operario (me llamo Jua- ceto: al parecer le daba lo mismo que
na Blanco pero: pero no me voy a casar Gainza venga o fuera con tal de que al-
de blanco, lo presiento), su overo potro gún gaucho en el sinfín de sus esfínte-
y su cabal jinete verdadero que vestía res le hiciera –en fin– esa “gauchada” a
–a reglamento– la azulina indumenta- la que invitaba él cuando –¿y qué otra
ria laboral. cosa podía hacer?– se agachaba) yo

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pago. Yo, que no tengo la culpa de que ¡Ay si ese cierre interminable no fuera
el “asesor” del general Savio se incli- una patraña –se ensoñaba el “asesor”–,
nara para mirar la bosta que sembra- si ese cierre incivil no constituyera una
ba los campos de la Patria o para tirar hipertrofiada perversión de la indus-
del cierre que abría, contra el cielo azul tria textil (Pionera con Perón, Pilar de
del overol, el pecho del mensual que la Nación y Abrigo de la Patria), si toda
lo iba a hacer flamear –bandera– para su ilusión alguna vez se hiciera cierta
siempre. Como la victoria –siempre–, –deliraba–, si todo ese cierre –overol–
como la crema tersa que lo entalcaba fuera bragueta!
antes de tirar, como quien iza el palur- Fue ese destino de culastro el que
do pabellón en el patio de la escuela, a mí mismo sin comerla-la (lamenta-
de esa crema (yerta), de esa cremalle- blemente) ni beberla-la (lamentable-
ra interminable, overol, una prenda. mente) me incrustó una muerte joven
Una prenda que instalaba en el talante y bilingüe: ¿over o. l.? Pronto (no se
soñador de mi padre la disuasión de impacienten, muchachos) me probaré
todo verosímil y, sobre todo –sobreto- los mamelucos (en cualquier momen-
do, gabán o vestidito de felpa–, la di- to, muchachos) de esa sigla, total (over
suasión de todo límite. ol: ¿o. l. acabado? ¿sobra o. l.?). Total,
Le temblaban las carnes. Le tembla- los que escriben (la Dirección de Fabri-
ban y de qué manera. Hacía temblar al caciones Militares me ha concedido,
mercado, provocaba: provocaba alzas merced a la intersección del “asesor”,
en los precios alazanes de la hacienda. la gracia de permitirme que elija la

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over-traducción que más me conven- tradictoria y, para algunos estudiosos


ga) novelas tempraneras o de apuro (becas usa), histérica madre de Borges
–apurados sin más por una yegua– in- (Hacé/ Vedo), se le dio la loca (no era
curren en todos los errores que no se mi padre el único cobarde) de escribir
les ocurren –y por eso les suceden– a también novela. Con lo cual –con lo
los principiantes. Sin ir más lejos, la cual– ya podemos babear nuestro teo-
novela de mi padre y, para ir más cer- rema: si, como se sabe, Georgie no escri-
ca del ligustro donde una noche Juana bió la novela de su padre que, a su vez,
Blanco perdió el último pétalo de su la publicó por maniobras y apliques de
reservada margarita prenupcial,1 la del Doña Leonor de las Santas Conchas de
padre ilustre del lustroso Borges. En Acevedo, su santa madre, que a su vez
este caso (¿será lugar este cuaderno no la leyó, yo, que no le pido lapicera
para buchonear lo que me reveló una al “asesor”, yo, que me escribo todas
turbia novela de farra y de bretel?), mis novelas, yo –aunque no me crean–,
porque, la, la-ri, lari-lala, porque al ma- yo no soy Juana Blanco ni el pariente
rido excepcional (¡Experimentar con que se la trincó contra el ligustro, yo no
mi padre, dejar en paz a las ratas y a soy el padre del augusto –¿será por eso
los niños!) de la, de lari-la-la, de la con- que no gusto?– autor de mi deseo, no
soy el padre de Borges, al menos eso.
1. En Castelar o en Ciudadela, reunión familiar,
a los postres: nunca se supo cuál de los parien-
Al menos eso espero y espero: espero
tes la invitó a pasear por el jardín para hacer la que me crean.
digestión, y el ligustro: el ligustro no es ningún Con respecto a la novela de mi pa-
soplón.

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dre estamos en condiciones de afirmar él –un puto raso– esa atorranta de coto-
que, lamentablemente, no se ha ha- rro diplomático (no le daba para tanto).
llado a los culpables. Ni de su pobre Apenas si se “identificaba” –nada tan
vida. Ni de su muerte escasa (dos ve- cierto ni menos amargo– con ella, era
ces morir era lo mínimo –de mimo y de su fanática hasta la desfloración desca-
mino– que se merecía). Otra negligen- bellada, pero nada más –nada más que
cia lamentable de mi espada, de la que su pito de sirena. Mi padre, no yo, mi
mi cabaretera pluma no se va a hacer padre –el “asesor”– le contaba a sus ca-
cargo. Sin embargo (y para rimar: no maradas de Cinzano con soda que era
obstante), los que escriben novelas sa- él la que en las noches endiabladas de
ben desde la primera idea que no se les luna cenicienta se largaba para el Cen-
ocurre que lo de princeps –fórceps– an- tro (las vecinas –relataba– lo despe-
tes que dilema de escritor (ya llega la dían con vítores y escupitajos desde el
rima, a no impacientarse) es un frenesí umbral de sus batones, la coherencia:
de parturienta (lo hubieran pensado la coherencia no era la flor de nuestro
antes).2 barrio) convertida en esa loba.
Volviendo a lo que estábamos vien- Pero ninguno le creía. Nora Perón:
do. Mi padre se llamaba, aunque, en ¿los tomaba por idiotas? Cualquiera
realidad, se hacía –encima: de la bom- sabía –y si no sabía lo inventaba– que
bacha militar– llamar Nora Perón, con “Nora Perón” era el nombre de gue-
lo cual el doblez era cuádruple: no era rra que usaba en las noches bravas un
político justicialista (tenía un segundo
2. ¿Vieron? Si cumplo, prometo.

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alias –Porota– reservado para los más se nos crea–, aun en su almanaque del
íntimos) que, no conforme con llevar descenso, aun en la claqué de su ago-
una triple vida (padre que da conse- nía, cumplía, decían los muchachos
jos, funcionario corrupto y “Porota”), de la barra brava pastoral (Perón te-
se decía pariente directo –y dilecto: nía conflictos con la Iglesia), cada año
juraba que corrían por sus venas ese de su próstata y Evita, coreaban en el
semen y ese sino– del General. Pero playón de la parroquia (las Juventudes
con el nombre de Nora (perdón: con Católicas se la habían jurado), trataba
el nombre de Perón) no se debe jugar, de evitarlo, ja, de impedirlo, je, trataba
ni siquiera al doctor (pedimos otra vez de que se la emporongara el edecán.
disculpas, pero el peruca –y no “el pe- Pero por suerte, a mi vez, mi padre no
luca”, como dicen los contreras– del fue –ni asimismo ni también– simul-
asunto era abogado, o médico, o las táneamente mi marido. Ni lo es: por-
dos cosas a la vez, por eso la confu- que no sé por qué motivo, no sé por
sión: rogamos que no nos echen, por qué razón no sele no, nolo –ol– no lo
lo menos esta noche, el último pol- sé: no se le paraba sé (y ésa es la razón
vo –perdón, perdón, perdón otra vez, de mi vida de puto), no se le paraba ni
pagamos, si se acepta, con una copla: para mear al cielo. Un día –9 de marzo
¡Perdón, Perón! ¡Perdón, Perón!–, que no de 1947– Evita lo mandó a llamar. Un
nos echen, queríamos decir, del Movi- día –el edecán había dado parte de en-
miento). El General Perón, queríamos fermo– Evita lo mandó llamar y él, el
decir –y ahora debemos implorar que cobarde, se escondió en un baño. Pero

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no, nada que ver con el tema. El tema insta, mal o bien, a que pro… (meta y
es, ahora (más tarde habrá, supongo, saque, vaya y ponga) siga, que siegue
otras hogueras), el cáncer –nada de el pozo de su intriga. Prosigo entonces
pulmón–, el cáncer de culo de Perón en mi tongo, en el albor del orto donde
(se lo diagnosticó Archie Moore mien- nunca se ponía el sol, el culo lívido de
tras lo matraqueaba en la esquina de la Carlos V, el ano no ya, no encendido
amariconada casa rosa: “Tu amor es un (Rulfo me leía arrebujado en su di-
tumor”, le dijo3 el boxeador). Excepto ván) de su hijo muy amado (demasiado
eso, no hay nada que ver ni nada que amado, tal vez). A Felipe II (y no Felipe
se tema (excepto la verga larga como segundón, como le gargajeaban las jeri-
la otra b del pugilístico negro) ni nada gonzas de taberna) le decían, además
que ver con el tema. Habría –prosigo–, de cualquier otra cosa, el Rey Sor (eran
habría o lo hubo tal vez, antes del par- las monjas el jamón de su fideo) y a su
tir, un almuerzo en familia, un liviano hija, que el latín de lupanar –¿la phija
ni comer la a ni beber la b, como el cla- sería una errata?– confundía, por sino-
rear de un vino con soda que se toma nimia, con el miembro de su padre (es
como lo que es: Isabelle, mi hermana, decir: se creía, en lengua vulgar, que,
no necesita que escriba mal o bien para por las dudas, lo chupaba también),
amarme (que parta hacia el África, en la, precisamente, Phija de la Pija, errata
cambio, es una condición que no se que, como se dijo (¿o se calló?), man-
muestra dispuesta a resignar) pero me dó a galeras a centenares de tipógrafos
de la Imprenta Real y encadenó a otros
3. A Perón, no a Joyce.

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tantos, para siempre y sin franquicia, Me mandan a Buenos Aires. Me man­


en el cepo ignorante del tormento. dan a Buenos Aires en delicada misión
La Priora de la Orden de las Santas (encontrar a alguien que me aguante).
Disidentes, ajena a todo esto (y ajena Me mandan a Buenos Aires. Madre ha
en general a casi cualquier otra cosa malvendido sus alhajas y en un bol-
que no fuera lo que el lector teme y sillo marplatense del batón atesora el
nosotros lamentamos –aunque, como pasaje:
hasta el cáncer se aclaró, aunque no la –Se acerca la hora, muchacho. La
metamos), tenía una sola prioridad (que hor­ca del partir.
se la cojieran todos los días de Cristo) Como no quiero irme planeo, me
y un único alias (allá “Porota”, allá ella planto como una margarita, tengo un
con su antifaz y sus disfraces). La “Ja- plan: me voy a encerrar en el peque-
món del Diablo” la apodaban en razón ñuelo, en el diminuto toilette-ñoba fa-
de sus pecados. Se dice que dejó los miliar, tan limpio, o tan sucio, según se
hábitos y las bombachas largas preci- mire, tan pequeño como –toda ofensa
samente el día. El día que habló con el rima hasta las lágrimas– un pañuelo,
diablo: Phija (el Malo no se anda con hasta que la hora del micro sea tardía
chiquitas, con correctoras, con pruebas como para ya no partir, como para cla-
de página), phija mía, le dijo: hasta la var –madre, hermana y hasta encula-
mar –por licencia, por poeta– carga da sobrina– una pica en Falkner. Con
carne por la popa. Para eso se acerca al esa estrategia de maula quiero, pido,
continente. Para lamerla. A toda costa. digo y taño me sea concedida una úl-

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tima –ínfima– voluntad de caprichosa. dije, ahora espero en el muelle, ahíta


Un deseo: y vestida de mil cremas, a mi amado.
–Antes de soltar amarras, madre, de- Pero no quiero: no quiero irme de este
searía desovarme de una ostras, unas himen de la casa familiar. Y me retran-
perlas, sacarme de encima un entripa- co en su tardanza –taaar de tararear, de
do… Tengo anhelos de garcar, madre, bailotear la danza, la del vientre tar-
y creo tenerlos con derecho. O bien do– que, de hecho, no es poca. Enton-
creo tener derecho, madre, tener dere- ces: entonces echo espuma por la boca
cho a tenerlos (los anhelos, madre: de y leo una novela parda en el humo de
cagar). mi cigarrillo a contraluz, en el hum, en
Pero la amante del general Savio me el cof, en el cof-cof. ¿Nabokov era un
conoce como si me hubiese practicado ruso que cargaba marineros en el Bál-
ella misma, con el cuchillito de mango tico y se los olvidaba en Oklahoma?
redomón de la cocina, la sanguinolen- Cada pelotón. Cada pelotón del Ejérci-
ta –íntima–, la pérfida ablación: “Ya to Argentino llevaba dos chongos con
no hay tiempo, mi niño”, me dice en grado, honores, mando y paga de sar-
español televisado. “Se hace tarde ya. gento, uno para el jefe –éste la pasaba
Tienes que marcharte. Si no quieres “bomba”– y otro para la oficialidad
perder el micro deberás salir cagando.” joven y la (la mar –y dale– de demo-
Pero yo, que soy como la mar (lamer- cráticas nuestras Fuerzas Arm eran, y:
la toda y a toda –costa– bandera en el y lo fueron desde siempre), otro para
palo de su asta: hasta la costra), ya lo la oficialidad joven y la, lari-lari-la, la

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tropa en general. Este pobre no la pa- mí. Mi madre y mi hermana están en-
saba tan bien, no daba abasto y tarde cantadas, más contentas que la mierda
o temprano, para salvar la ropa, tenía –se les nota en la mirada– y mi sobrina
que ponerle el orto al resto (al resto: de ya: ya pinta para yegua pinta, la tobia-
la tropa). Tal su destino sudamericano: na. Mi phija, en cambio, no llega a co-
partir chongo y volver culastro. Pero jerme. Pero si yo fuera Archie Moore,
Kinbote, en cambio. Kinbote, el “sa- si la tuviera así de larga, me la podría
vio” empedernido, enloquece solo en (y, en tal caso, me la pondría A) chu-
la –traducida– novela de un nabo: ¿Oh, par por lo menos. En cambio así, paja
Shade, sombrío poeta, has abusado de y paja. En el ojo del amor. Eso sí que
tu ph…? puedo. Apunto y me encinto con la le-
Nuestro horno no está, no se en- che tibia en la pupila. Caliente como
cuentra en condiciones de soportar ni las chiquillas que se reportaban con la
los más rudimentarios bollos (¿Archie “Jamón del Diablo”, la Priora. Calien-
Moore otra vez? ¿Existió –por decreto tes como mis pupilas cuando creo ver,
promulgado– el cargo de Amante Iti- allá, del otro lado del mar, sus pajitas
nerante –todos los gastos pagos– del de muchacha. Tiemblan las paredes
Primer Mandatario?) de la lingüística del cerebro de solo pensar que alguien
y sin embargo. Sin embargo nos dete- vio, que alguien tal vez está viendo
nemos ahí porque seguimos en fami- mesmamente ahora (todas las habita-
lia. El micro ha partido sin mi phija ciones de las niñas tienen hendijas pa-
que, pegada a mis pelotas, se abusa de norámicas, tecnoteología sadodigital,

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para algunos –nasa– la vida sí que es en dialecto del lugar le hiciera el honor
bella), en este mismo momento –¡Oh, de trasladarme a su hacienda en cali-
Teresa! ¡Oh, Madre Enjuta!–, las pajitas dad de huésped oficial. Otra vez como
de esas (renunciar a la rima habiéndola peludo de cordel, otra vez mi barba
entrevisto es la marca de los grandes) como regalo lampiño. Otra vez mi sola
enviciadas, de esas libertinas, de esas lengua –enconchada y materna– dela-
que se meten al convento para diplo- taba mi falta hasta el calambre: yo no
marse de reverendas (lo siento, no se hablaba ni siquiera el francés ni tam-
aguanta más), de reverendas putas. poco –cada una– ninguna de las otras
Arturo Carrera Bromberg, El Hom- lenguas imperiales que se hablan (a
bre que Vio Cantar a la Partera, impi- cuatro manos y hasta por el orto: toda-
dió que me quedara en su pueblo coro- vía se usa uno solo) en Pringlés.
nel aduciendo que era mi salud –¿o era, Pero no fue sin embargo la castilla, ni
matrimonio, la de él?– la que andaba mis balbuceos de sirvienta, ni mi ser-
de juerga. Estábamos en la estación de bio cocoliche guaranítico sino mi man-
ómnibus desde donde yo partiría para sa taquicardia, en el sentido pésame de
arribar a ésta (aunque prefería –pero yo morgue judicial, el argumento mari-
siempre prefiero– quedarme en y con la macho al que apeló el poeta (Aplausos)
otra) cuando se acercó un circunvecino para oponerse a mi quedo, a mi queri-
de apellido bufarrón pero buen talante da presencia en ese pueblo milicoide.
(Alejandro Carrafán, un nombre que Y como a pesar de sus requiebros la
era como un pedo y su eco) y me rogó cosa se le ponía más que oscura –Ca-

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rrafán ya cargaba mi valija– sacó de cardíacos están a punto de decir algo


su billetera de taquero unas palabras y no lo dicen o lo dicen y nos hacemos
anotadas de su puño color punzó y de los otarios. Como las otarias-perras,
su letra muda que leyó con urinaria, que pululan en los relatos del lugar.
puñetera: con unitaria entonación. Se Taqui, taqui, taqui. Taqui llegamos,
trataba –y, para mi mal, se conseguía– chapoteaba Bromberg en su onomato-
del dictamen que para la posteridad de peya preescolar y le guiñaba todos los
los telégrafos le había dictado mi arte- ojos al bufarra postal de Carrafeta, que
ro cuñado, emparentado con el autor ya a esta altura también se hacía el no
muy descifrable de un libro escrito en tan otario y, más frío que testamento,
coautoría (¡Aplausos!) por caprichos de me devolvía la valija con cara de asco
la rima: Gramajo, su mujer por nupcias por habérmela agarrado –a mí y a ella–
regulares, asonaba con Araujo, mi cu- hasta la man, m’hijita: hasta la manija.
ñado por parte de marido. Resultado: Para entonces, Carrera se jugaba una
el professeur O. Lamborghini-Hartz fija. Su parto –bien que se callaba el
de Carrafán, al carajo. dato– había sido mi estadía y ahora,
La taquiclaudia cardinal de mis ar­ con Carraflora de su bando, no había
terias, había dictaminado Araujo (¡Aplau­ Dios, ni Cristo, ni monja de burdel que
sos!), estaba que rompe y raja, que me permitieran quedarme en ese pue-
quema y pela. Estaba –como esa yegua blo tragasable.
inolvidable– que ardía y a lo mejor ya –Oswal, Oswaldito: sale el micro, ya
era esa hora de la tarde en la que los es hora de partir.

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RICARDO STRAFACCE LA NOVELITA TRISTE DE OSVALDO LAMBORGHINI

El taita Ongaro –pingo secretario Ge- “Federación Gráfica” me van a llamar


neral de los obreros gráficos– pagó más cuando después de liberada todavía la
caro que los dientes postizos el yeite leche me siga saliendo por las orejas.
ese de la honesta honestidad cuando le Si no juntás la guita rápido me voy a
secuestraron a la Yiya Peletieri –esposa quedar sin orto, encima. Me lo están
suya desde la juventud y todavía tran- ensanchando tanto que en cualquier
sitable a pesar de la edad– y no tuvo momento van a lograr unírmelo, con-
los tintineantes para rescatarla. Los se- tra natura, con el declive natural de la
cuestradores aprovecharon la hora sin cajeta, que tampoco está tranquila, no
sombra para hacer un alto, almorzar te creas: cada tanto, algún empecinado
frugal y refrescar las vergas. Y se la pu- me hace un tiro también por ahí. A lo
sieron al teléfono: mejor me empieza a gustar esto de la
–Te mentiría, viejo, si te dijera que zanja única, quién te dice. Zanja Uni-
me tratan mal pero acá son siete mo- ficada, ja, ja. Unificada como tu sindi-
nos y ninguno es puto. Sí, ya sé que cato saturnista. ¿Te acordás del afiche
ni el Cardenal Primado te firma esa que bordaban las vecinas (una manga
estadística pero como, que yo sepa, de putas, sí, no lo niegues, no: no eran
es esta servidora la que pone el culo, damas mendocinas)? Si el gremio tiene
aceptame que me están garchando en toda la leche, toda la leche que nece-
doble turno –y alguno hace horas ex- sita, es por Ongaro. ¡por Ongaro que
tras inclusive. Ya me tragué más leche milita! Porongaro, no emporongado, ojo.
que todos los afiliados de tu gremio. Pero dejame que vuelva a la zanja que

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me están unificando. No, no te digo II


que ya me gusta, pero quién te dice…
No, no comparo (y no solamente por
la rima). Bueno, no discutamos. Mejor
juntá la guita pronto y zanjemos –ji, ji–
la cuestión.

E
No, no se duerme en los laureles, no
n efecto, a la Yiya Peletieri, mu-
logra conciliar el sueño el héroe sin-
jer de Ongaro por nupcias de
dical de esta novela. Nunca logrará
otro tiempo, los secuestradores,
reunir los necesarios dineros del se-
mientras esperaban el pago del res-
cuestro. Mala apuesta la honesta ho-
cate, le estaban haciendo cargar tanta
nestidad, cavila ahora. Por jugarle to-
carne –de exportación– por la popa
das las fichas a la leche ramplona de la
que era una barbaridad, una locura
verdad palurda no tiene los indispen-
era y era: un contento. El líder sindical,
sables tintineantes y la Yiya ya. La Yiya
entre tanto, lejos de reunir los dineros
ya no tiene doble agujero. Como antes.
del rescate día por medio publicaba so-
licitadas de medio –pelo– en todos los
medios (al pedo: no las leían ni siquie-
ra los afiliados de su gremio) y la Rama
Femenina de los Gráficos, con el clíto-
ris como asta y un corpiño de bandera,
hacía huelga de concha frente a la Casa

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de Gobierno (no se iban a dejar gar- muertas, este dato no se adjunta) por
char, juraban las manifestantes, hasta la concha (of course, había que apun-
que la Yiya Peletieri fuera liberada). tarle a su perra reivindicación, a sus
Pero estaba, precisamente, el Gobier- emputecidos idearios, a su clitórica y
no. El Gobierno muy cómodamente antifreudiana bandera), por el culo (se
instalado en la Rosada. Y el Gobierno la iban a perder) y hasta por los aguje-
no dudaba (lujos del poder), el Gobier- ros de la nariz: algunos muchachos de
no no se dormía en cabildeos y además, la Guardia de Infantería tienen el pene
además: además no se comía los mocos del grosor de un fetuccini, lo cual, como
–por lo menos no todos– el Gobierno. Y se sabe, ha dado lugar a investigaciones
necesitaba la Plaza de Mayo para otros científicas (pennis puerilis) y a decires
carnavales. Se vino entonces la brava, populares (Tirar el fideo…).
la peluda: Guardia de Infantería con
Bomberos Voluntarios como personal
de apoyo, represión indiscriminada, Repercusiones de la masacre
cientos de muertas, loco peronismo,
Ongaro y el Sindicato: meta y ponga
festival. Como por burla (o para hacer
con las solicitadas. El Pueblo en general:
Historia), varias de las huelguistas que
que se jodan, lo hubieran pensado an-
prometían no dejarse garchar hasta que
tes. Psicólogos de la televisión: la Guar-
la Yiya liberada fuera fueron –la gramá-
dia de Infantería es, en el fondo, infantil,
tica es así: reiterativa e inapelable– vio-
es una guardería. Violaron las reglas
ladas varias veces (antes o después de
como niños (ignoraban que algunas de

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las manifestantes estaban con la regla, Sólo confío en Dios Nuestro Señor y en
también llamada –en todos los diarios– el Ministerio de Trabajo, hoy en manos (y
hasta las bolas) de un tupido burócrata.
“el período”). Tiempo al tiempo.
La Yiya Peletieri, mientras tanto, ¡liberación o cualquier cosa!
abrazada al derrape sexual de su codi- En realidad la Yiya no se encontarba
cia (ya negociaba con los secuestrado- –Estocolmo– a disgusto en su injusto
res quedarse con una parte del rescate) cautiverio, al contrario. Noviando con el
se entregaba de pies, manos y bomba- Pata Charlone, líder supremo, manda-
cha al Síndrome de Estocolmo (estaba más y Comandante en Jefe de la banda,
prácticamente de novia con el jefe de la arreglada su parte (15%) en los dineros
banda). Y se dio el gusto (a nadie se le del rescate, le dio un antojo: ¿y si le en-
niega en la Argentina) de publicar (en traba a la cosa de escribir sus memorias?
todos los diarios, los secuestradores lo ¿Por qué no? Si cualquier chitrulo decía
arreglaron desde la clandestinidad) su tener recuerdos. Hasta podía pedir una
propia solicitada: beca. ¿Por qué no? Si cualquier orangu-
Me están cojiendo como locos. tán –le constaba– se hacía de subsidios,
Ya no puedo más. prebendas y cometas con la excusa de
escribir cincuenta páginas de boludeces
Mientras tanto mi marido (¿es cornudo
que, además, al final –y ni siquiera– es-
o se hace?), elSindicato (tragaleche por
enfermedad profesional) y todo el puto
cribía. ¡Dale que va! ¡A las memorias se
Movimiento Obrero se gastan la plata del ha dicho! ¡Pediría una flor de beca y que
rescate en Solicitada tras Solicitada. los otros se jodieran!

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Ya devenía escritora la Yiya Peletie- Pero la Yiya no estaba para estos de-
ri. Ya acariciaba, además de los hueros vaneos. Se había propuesto escribir sus
recovecos de las bolas –huevos, metá- memorias y las iba a escribir aun antes
fora– del Pata Charlone, la posibilidad de que se le tramitara la beca y aun a
de obtener un fellow-fellatio y ponerle costa de mantener la concha seca y el
manos a la obra. La obra. Borges. Bioy. culo bien plantado arriba de la silla,
La Obra. La Obra, la mar en coche y al menos un rato todos los días. Tenía
la leche cuajada. Borges/ Bioy (pareja) leído en los suplementos dominicales
escribieron el famoso folleto La Marto- de los diarios que los escritores buenos
na. ¿Por qué motivo? Dos y sólo dos escriben de mañana, de manera tal que
explicaciones nos vienen, castas, a la habló con el Pata Charlone (totalmente
mente. Primera: trabajaban, en silencio criminal pero novio enamorado al fin
y clandestinos, de obreros gráficos. Sa- y al cabo) y le arrancó dos concesiones.
turnistas y esmerados. Trabajaban de La primera: que le despejaran una de
obreros gráficos para entender la otra las piezas que tenían reservadas para
parte de los libros, para verlos desde mantener a otra gente secuestrada y
otra perspectiva (y para tomarse toda allí le instalaran escritorio a todo lujo,
la leche que el cuerpo les pidiera). Se- máquina de escribir de última genera-
gunda (ya implícita en la primera):
pensarse en una utópica, quimérica igualdad ex-
eran uno más puto que el otro.4 presada en fórmulas –de compromiso– del tipo:
Eran uno tan puto como el otro, Eran igualmente
4. Aunque esto siempre –siempre– sucede. Siem­ putos, En lo de putos empataban, No se sacaban dife-
pre uno es más puto que el otro. ¿O acaso puede rencia, Definían por penales, etc.?

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ción y le incensaran el ambiente con cuando un cuadro muy probado del


sahumerios egipcios de fino aroma de gremio se la había trincado al socaire
burdel. La segunda: que por la mañana de una peleada bandera mientras On-
no se la garchara ningún integrante de garo vociferaba –cualquier cosa– para-
la banda. Sus memorias iba a escribir do arriba de un banquito.
y ponía condiciones: concha seca, culo Vacilaciones de escritora, se dijo la
apretado sobre cómoda silla… Hasta Yiya después del almuerzo, mientras
pidió bibliografía (el Pata, enamorado se la recontracojían (era de tarde, el ho-
como un chino, se desvivía por ella y rario es el horario) todos los miembros
le daba todo los gustos) y una cosita de la banda excepto su novio (el amor
más, otra cosita: que no se olvidara de lo estaba tornando melancólico y de
tramitarle la beca. ¿Que el pobre Char- pija floja). Vacilaciones de escritora, se
lone estaba en la clandestinidad? No dijo la Yiya con no menos de tres ver-
era problema –inflexible la Yiya–, no gas dándoles vueltas en redor, como si
era problema. No era problema de ella. quisieran los matones sacarle secretos
Las memorias de la Yiya pivoteaban, del alma, como si quisieran –deliraba
a sus anchas, en dos ejes temáticos ella– leer sus memorias antes. Antes de
fundamentales: la evocación de su mi- que estuvieran publicadas.
litancia y de todas las veces que se la Ajeno a todo esto, Ongaro daba con-
habían cojido. Dudaba, sin embargo, ferencia de prensa en la Biblioteca Na-
si debía insertar en el prólogo –o me- cional.
térselo en el culo– aquel recuerdo de

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La conferencia de prensa de en fin, el enemigo burgués, hay unos


Ongaro secuestradores que retienen a mi seño-
ra contra derecho y, entre otras cosas,
Compañeras y compañeros: como sa­ la privan de su libertad sexual. ¡De su
be hasta el más raso militante, como libertad de género!
bien colige el más criminal de los cula- Aplausos.
tas que me cuidan la espalda y asustan Dicen los voceros de la oposición de
en las elecciones internas (a los oposi- nuestro gremio que a la Yiya… Yiya es
tores muchas veces los internan, ja, ja, mi señora, compañeros, treinta años de
perdonen, compañeros, me dio la loca militancia y matrimonio: permítanme
de hacer un chiste), como saben y no que a mi señora se las nombre “Yiya”,
ignoran el Gobierno, la oposición, los así, en confianza, como en familia, por-
milicos-marchanta y los miembros que, no nos engañemos: ¡El sindicato
del clero, que a esta hora [Ongaro finge es nuestra segunda familia!
mirar su reloj pulsera], que a esta hora Aplausos.
[Ongaro hace gestos chuscos de universal Gracias, gracias, compañeros [Onga­ro
comprensión], que a esta hora deben de hace gestos impacientes para que se apague
estar pegándose flor de atracón con el la comparsa, cesen los bombos, se afinen las
culo de algún niño, niño que, quizás, orejas para escuchar lo que se viene]. Dicen
fue puesto bajo su guarda, de acuer- los contreras de la oposición en el gre-
do, ¡pero no para que se la guardaran, mio que a la pobre Yiya se la están co-
compañeros! [Aplausos]. Como sabe, jiendo a toda hora. Y es verdad, compa-

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ñeros, lo reconozco. Pe­ro no dicen toda de repente, pone cara de chupamedias]. An-
la verdad, y como sabe hasta el ciruja tes de responderles a los contreras del
que trabaja de basurero en el Comité Sindicato debo hacer un alto para agra-
Central del Sindicato, como no ignora decerle al señor profesor González, que
hasta el último cagatintas del Minis- dirige (¡A Perón le cortaron las manos,
terio de Trabajo, ¡no hay peor mentira compañeros! ¡No se conformaron!, no,
que una verdad mal contada! claro, qué se iban a conformar, ¡no se
Aplausos. conformaron con los huevos!), el señor
Sí, compañeros. Lo que no cuentan profesor González, decía, que preside
estos sinvergüenzas de la oposición en y regentea esta nacional y populosa Bi-
el gremio es que la pobre Yiya padece blioteca, haberme concedido la oportu-
una enfermedad congénita e incurable nidad de dirigirles la palabra en medio
(fiebre uterina en el culo). Yo lo supe de estos santos muros, rodeado de tan-
de entrada, ni bien la conocí. ¡Pero tos libros y fantasmas eruditos.
igual me casé con ella, compañeros! Aplausos.
Aplausos, bombos, matracas. Sí, compañeros, aplaudan tranquilos
Gracias, gracias, compañeros [Ongaro que la ocasión viene pintada. Porque
hace gestos con las manos y con la cara]. la circunstancia [Aplausos] de que un
Gracias, gracias [Ongaro hace un visaje a trabajador pueda acceder nada menos
los de seguridad para que se encarguen de que a la ¡Biblioteca Nacional! [Aplausos]
uno que aturde demasiado con el bombo]. para dirigirle la palabra [Bombos; mira-
Gracias, gracias, compañeros [Ongaro, da de reproche de Ongaro a los de seguri-

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dad] a sus propios compañeros, aun en cia [Aplausos] me dio ganas de leerles
un momento tan difícil (mi señora está [Ongaro se calza gafas] un breve pasaje
secuestrada, no sé si se acuerdan), en [Ongaro busca en el libro] de este autor,
un momento tan aciago (los de la opo- que se llama Pablo Ramos.
sición dicen que se la están cojiendo a Estallido en las barras: ¡Co-lo-rado! ¡Co-
lo loco; la pobre Yiya, incluso, lo admi- lo-ra-do!
tió en una solicitada), esa circunstancia No, compañeros [Ongaro se quita las
[Aplausos], esa circunstancia [bombos, gafas y sonríe, condescendiente]. Con
matracas] de que un trabajador pueda el camarada Abelardo Ramos hemos
acceder a la cultura… ¡no tiene precio! acordado y disentido, hemos tomado
Aplausos. Vítores. Carnaval carioca. distintos caminos que, sin embargo
Gracias, gracias, compañeros [Onga- [Aplausos], conducían siempre a la fe-
ro hace gesto de que la corten]. Gracias. licidad del pueblo [Bombos]. Pero este
Gracias. Fijensé, compañeros, que coso se llama Pablo Ramos. Para ser
justo ayer yo estaba leyendo un libro franco, no sé si son parientes, pero la
[Ongaro saca un libro del bolsillo del saco] circunstancia [Aplausos] de que ustedes
que me hizo acordar del esfuerzo de lo confundieran con Abelardo el Colo-
mis padres, de mis abuelos, de mis rado me hace pensar que no es casual
bisabuelos inclusive [Aplausos] para que ese mismo apellido natural ande
que yo me hiciera trabajador pero que siempre meta y ponga por la Libe, por
a la vez le metiera mano, de tanto en la Libe. ¡Por la Liberación Nacional!
tanto, a la cultura. Y esta circunstan- Esta última rima gusta mucho y Ongaro

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se deja vivar durante quince minutos segui- malvones y de helechos. Mi abuelo hacía todo
solo o con la ayuda de algún albañil, y el sa-
dos, hasta que se aburre, hace un gesto a los crificio, lejos de ser una carga, lo llenaba de
de seguridad y se vuelve a calzar las gafas. alegría: no importaba cuánto, le daba el cuero
Si a ustedes no les parece mal [Algo para volver a pie del trabajo y ahorrarse los 10
amoscado, Ongaro todavía regurgita la centavos del tranvía para que Juan y Ángel
fueran a la calesita.
rima anterior, tan celebrada], si a ustedes
no le parece mal, compañeros, les leo Aplausos. Vítores.
lo que pensaba leerles de este tal Pablo ¡La calesita, compañeros! [Ongaro se
Ramos. Fijensé, compañeros, que este quita las gafas con gesto de indignación].
libro me hizo acordar de mi abuelo, ¡La calesita le están haciendo a la po-
que se cansó de pedir fiado en el bur- bre Yiya, mi señora! Parece que le ha-
del hasta que juntó la plata necesaria cen ronda, compañeros, para vejarla
para comprarme mi primer balero. Fi- entre todos y por todos lados. ¡Y los
jensé, che, fijensé qué lindo escribe este contreras del gremio, en lugar de dar
paisano. una mano, todavía tienen el tupé de
Barras: ¡Co-lo-rado! ¡Co-lo-ra-do! mofarse! ¡Mañana les contesto en los
Chito, chito. No se vayan por las ra- diarios, ya van a ver! ¡Mis solicitadas
mas, compañeros. Chito que les leo a me las escribe Pablo Ramos!
Pablo Ramos.
Silencio de misa. Lectura de Ongaro:
La casilla comenzó a rodearse de cemento.
Se hicieron losas, una terraza, dos habitacio-
nes y hasta se soñó con un balcón repleto de

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III ban, sin reservas, un reverendo plomo.


Y no lo atendían nomás, a pesar de que
el sindicato salía de garante. “Bicicleta
con Suerte” lo llamaban en el áspero,
aunque dicharachero, mundo de la mi-
litancia sindical.

R
La Yiya Peletieri, venida de provin-
aymundo Ongaro había conoci-
cias cuando joven, dobló la curva de
do a quien sería su primera –y,
los veinte en una peluquería emplaza-
a la postre, única– esposa en
da en una zona brava de San Cristóbal.
un baile de disfraces organizado por
Peinadora de salón de buena puntería
el Comité Confederal de la CGT para
y, sobre todo, de mucho palique para
conmemorar cualquier cosa, recaudar
charlarle a las clientas, manicureaba
fondos y, sobre todo, conseguirle no-
a varios tauras del barrio que, de tan-
via a él que, de tanto militar, andaba
to en tanto, propina de por medio, le
más necesitado de cajeta que huérfano
metían alguna mano liviana abajo de
de teta o monaguillo de cura (de cura
la pollera. Pupi Cariñela, dueño de la
proxeneta).
peluquería y puto de toda la vida, no
En efecto, a Ongaro le costaba la cosa
le reprochaba estos deslices y en su
con las mujeres, ni siquiera las putas lo
fuero interno la envidiaba hasta las lá-
querían atender: a pesar de que igno-
grimas (además, con las propinas ma-
raban con erratas su orgullosa militan-
nicuras se ahorraba darle a la Yiya uno
cia en el gremio gráfico, lo considera-

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que otro aumento). Si en su próxima nía en negro) se ensoñaba imaginando


vida (Pupi creía a muerte en la reen- cómo sería de apuesto el Secretario
carnación) le tocaba la suerte de nacer General de su futuro cuando él (reen-
hembra, se ilusionaba, iba a hacerse carnación o muerte era su divisa) se
peinadora de salón –la vocación es la reafiliara otra vez al sindicato, pero ya
vocación– como la Yiya, pero mucho en condición de peluquera.
más puta que ella. Así estaban las cosas (la Yiya, pei-
La Yiya, afiliada al Sindicato de nado y palique a las clientas, propinas
Peinadores Revolucionarios de la Re- manicuras y noviazgo con el Lacio; el
pública Argentina (siperra), se dejaba Pupi, velando las armas para cuando
festejar por Manolo “Lacio” Sagastu- le llegara la reencarnación manflora;
gue, Secretario General de la entidad. Sagastugue, firme y vertical en la con-
“Festejar”, en realidad, es un decir. Lo ducción del gremio) cuando llegó el
que el Lacio festejaba era lo lindo, pro- baile de disfraces.
fundo y variado que se la cepillaba a
la Yiya, para desesperación del Pupi
Cariñela, que si bien se favorecía con El baile de disfraces de la cgt
este noviazgo (como era prácticamente
En el Sindicato de Vendedores de
la suegra –a Yiya la quería como a una
Confites y Afines, en su subsidiado
hija– del capo del gremio, a todas las
Salón de Festejos y Asambleas, salón
otras empleadas las tenía en la palma
presidido por un busto de Perón (Pupi
de la mano y además: además las te-
Cariñela, suspiros: “Cuando me muera

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–reencarnación– yo también voy a te- a pasar”, dicen. No, claro, a ellas no les
ner busto”), tendría lugar el celebrado va a pasar. Al niño marinero le va a pa-
baile magno del Confederal. Ongaro sar. Un portaaviones por el culo.
concurrió disfrazado de patrón (bas- Hay casos que trepanan el cráneo.
tón, galera, monóculo, habano y cara Nosotros mismos hemos presenciado
de turro) y Yiya Peletieri, disfrazada en el corso de Flores singular episodio.
de puta (más o menos como se vestía Miraba la madre imprudente el desfilar
todos los días para cumplir sus funcio- de las carrozas con el niño marinero –
nes peluqueras). Pupi, de marinerito. punta en blanco y culito bombón– to-
¿Sabrán las madres que salen con sus mado de su mano. Risas, diversión,
niños de comparsa que todas las teo- sano esparcimiento (y excelente rela-
rías sobre la infancia coinciden en que ción madre-hijo, además). Hasta un po-
disfrazar a los niños de marineros no mito muy mono le había comprado la
se debe porque se vuelven indefectible- madre al pibe que, tal vez para compe-
mente putos? Salvo que se hagan mari- netrarse más con su papelito marinero,
neros, en cuyo caso igual van a salir pu- se sentía como pez en el agua rociando
tos pero ahí el disfraz no tiene la culpa. con chorritos –aspersión– a los mur-
Pero disfrazar a un niño de marinerito guistas que por la rivadaviana avenida
y llevarlo al corso, francamente, en fin, desfilaban. Hasta que acertó a pasar
es… Es como querer tocarle el culo al una comparsa que a la madre le pare-
destino. Pero insisten, no hay caso, tiran ció particularmente colorida. Las chicas
dados, creen en el azar. “A mí no me va que danzaban semidesnudas, le decía a

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otra madre con la que acababa de hacer mo, colaboraba con la operación: lo
migas –y, quizás, trabar una amistad agarraron más fácil que a un yudoka)
para toda la vida– en el corso y que se y se perdió en las profundidades de la
mostraba, por lo pronto, más prudente furgoneta robada.
(su niño iba disfrazado de policía), le ¿Será necesario describir el horror,
parecían las más bellas de cuantas ha- horror tardío (lo hubiera pensado an-
bían desfilado hasta el momento. tes), de esta madre pusilánime? ¿De-
La madre y el niño disfrutaban des- bemos puntualizar que en la furgone-
de la vereda. La colorida comparsa, ta recién choreada se desplazaba una
montada sobre una furgoneta recién pandilla de travestis que, una vez que
choreada, avanzaba junto al cordón. el marinerito estuvo a bordo, desertó
Y en el momento en que la madre (to- del corso con rumbo desconocido?
das las teorías sobre la infancia coinci- El niño fue devuelto a su madre mu-
den en que las madres son boludas o chas horas después en una comisaría
lesbianas) tuvo a la colorida compar- de la zona. Estaba desnudo pero de
sa frente a sí, no resistió la tentación buen semblante. Al verlo desnudo en
de aplaudir. Fatal. Fatal porque para lo primero que pensó la pobre mujer
aplaudir tuvo que soltar la mano del fue en el trajecito marinero (era alqui-
niño marinero, que seguía con su po- lado) pero enseguida se recompuso y
mito, niño que ipso facto fue alzado en preguntó al oficial de guardia cómo es-
vilo (el trajecito marinero, con sus vo- taba el pequeño. “¿Y qué quiere, doña,
laditos y su manga ranglan, para col- cómo quiere que esté? Recontracoji-

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do”, repuso el vigilante. Y después, re- fumar un cigarrillo, un vulgar cigarri-


flexivo, agregó: “Los travestis también llo, un último cigarrillo como ese que
tienen poronga, téngalo en cuenta para se fuma con erotismo de patíbulo el
la próxima”. condenado a muerte. ¿Será cierto que
Un desvío. Un desvío en nuestro los condenados piden como última vo-
cuento, un desvío como el de la furgo- luntad fumar un cigarrillo? Nos resul-
neta choreada que ni bien desertó del ta sospechoso. ¿Ninguno pide echarse
corso tomó por Bonorino y no paró un polvo? ¿O hacerse una puñeta por
hasta la villa. lo menos?
Llora, llora, Urutaú. La pampa tiene Puñetas eran las que se hacía Ray-
el ombú y la villa, descampado. Un mundo Ongaro y por eso el Confede-
descampado. Puro cielo. El marinerito ral daba la fiesta. A ver si de una buena
flameaba en la furgoneta y a los san- vez, a ver si de una vez por todas pin-
tos le pedía que vinieran en su ayuda. chaba el compañero apodado –cariño-
Que vinieran en ayunas mejor, porque samente, en un marco de camaradería
se iba a tener que comer ellos también y respeto–: “Bicicleta con Suerte”.
unas cuantas vergas. La pandilla de Pero cuando el pobre se divierte…
travestis no se andaba con vueltas. ¡Con lo que ha luchado el sindicalismo
Hasta el pomito de juguete le metieron argentino! Lo que ha luchado el sindi-
en el culo al niño, al marinero. calismo argentino no tiene nombre ni
Pero volvamos a la fiesta de disfra- parda. Ni siquiera esta novela, que de
ces. Hagamos de cuenta que salimos a a ratos se empantana, puede sostener-

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le con las bolas bien puestas firme la su carencia hacia la lucha, babeaba las
mirada al Comité Confederal. Incluso banderas con su labia convencida y su
acá, en Mar del Plata, perla del Atlánti- bien plantada moral (revolucionaria).
co y alfiler de corbata de cuanto turista En cambio Ongaro… Para colmo en
se calce las ojotas y se ponga la malla, una fiesta de disfraces. Para colmo dis-
hay sindicalistas de pelo en pecho. El frazado de patrón…
Sindicato de Bañeros, por ejemplo. Se Mucho más sincera –y además, enci-
mandan unas huelgas que ¡mamma ma: encima estaba buena–, mucho más
mia! Todos los días se ahoga algún gil sincera la Yiya –peluquera por las tar-
alfonsinista. A lo Alfonsina. Yo por eso des y recontraputa todo el santo día–
no voy a la playa. Me mantengo reclui- que concurrió a la fiesta disfrazada de
do en la celda familiar y le doy leña y sí misma. Apenas si acortose un poco
fogoneo a mis cuadernos y además. la pollera, apenas. Apenas se afiló de
Además envejezco sin descuento, to- apuro las turbias pestañas y sobre las
das las noches, cuando el día que ter- mejillas se echó un balde de rubor, un
mina ha dejado demasiado poco y sin balde –en ese rubro– irrespirable.
embargo –¿será posible?–, sin embargo De balde. De balde disfrazarse de
igual se va. Sebas, Sebas: ¡ese sí que era puta porque eso de ser puta se lleva en
un personaje! “Bicicleta con Suerte”, en el alma. Si lo sabría el pobre Cariñela
cambio, no da ni para extra. El lúcido, que, siempre de marinerito, se conver-
el lúbrico Sebastián tampoco garcha- saba a un guardaespaldas del Sindicato
ba, es cierto. Pero al menos derrapaba de Fideeros. Impúdico pero estratégico,

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Pupi, vaya a saberse por qué, le apun- de malevo, se acercó a la pareja que ya
taba –intuición femenina– a ese gremio. danzaba (la Yiya, para variar, no supo
La orquesta arrancó con música mo- negarse) en el centro de la pista. Muy
vida y Ongaro –siempre de patrón–, compenetrado en su papel, se llevó un
haciendo caso omiso de la media do- dedo al ala del chambergo a modo de
cena de chirusas que el Confederal saludo taura, y pronunciando de a una
tenía contratadas para que se pusiera todas las palabras, se dirigió a Ongaro
de novio, fuera feliz y de una buena, y le habló muy crudo:
de una vez, la embocara (la leche se le –Tenga mano, tallador. Sofrene el
estaba subiendo a la cabeza y el Mo- potro, compañero La Martona, que esa
vimiento Obrero lo necesitaba despe- prenda tiene dueño: un servidor…
jado), Ongaro, desoyendo los consejos Sagastugue llevó la mano al sobaco y
de los suyos (“No se pierda, Ongaro: peló un acero. Pero Ongaro se le plan-
es la mujer de un compañero”), pasán- tó. ¿La Martona? No sólo lo insultaba a
dose por los huevos el Decálogo del él, pensó. ¡Le faltaba el respeto a todo
Gremialista Enamorado, cagándose el gremio! Y a pesar de que el Lacio ya
soberanamente, incluso, en su propia manejaba el facón con más garbo que
conciencia militante (lo hubieran pen- un espadachín, “Bicicleta con Suerte”
sado antes, parecía querer decirles a lo quiso pelear a mano limpia.
los organizadores del evento), sacó a Afortunadamente, el Secretario Ge-
bailar a la Yiya. neral del Sindicato de Vendedores de
Pero el Lacio Sagastugue, disfrazado Confites y Afines, en su carácter de

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anfitrión y disfrazado de juez de línea, se preguntaban? Eso, se contestaban,


levantó el banderín. Interponiéndose eso ni el mismísimo General –desde el
entre ambos contrincantes evitó (Evita cielo– lo sabía.
los miraba, vigilante, desde un cuadro Cariñela, a todo esto, ya tenía bas-
mal pintado colgado en la pared señe- tante conversado al guardaespaldas
ra –y soñadora– que presidía y regen- fideero y al Lacio Sagastugue lo frena-
teaba al subsidiado Salón de Fiestas y ban entre cuatro. Ongaro estaba hecho
Asambleas del sindicato confitero) que un demonio, llevaba el ritmo en la piel
la sangre, la tinta y la leche llegaran al y tenía la mirada perdida –aunque
río. Al río color de ministerio. Después, certeramente apuntada– en las partes
al Lacio se lo llevaron a un aparte para principales de la Yiya. Y ella le aguan-
convencerlo de que la cosa era inocen- taba la parada, lo seguía por la pista.
te aunque Ongaro… Ongaro estaba re- En alguno de los revoleos de la danza
caliente y el Confederal no lo ignoraba. un bretel –que, por deslizamiento me-
Todavía la orquesta mandaba música tonímico, aludía sin tapujos a sus zai-
movida pero, ¿qué, qué?, se pregunta- nos pezones– se le descolgó del hom-
ban los caciques sindicales, ¿qué, qué?, bro desnudo como un monito de circo
se interrogaban los popes del Confede- y le aterrizó en el codo. Ella lo volvió a
ral, ¿qué pasaría cuando llegaran –len- ubicar en su sitio con movimiento dis-
tos– los susurrados valses, los boleros traído y negligé, como quien se pone lo
maricones, las páginas –musicales– de que se quiere sacar.
chamuyo y franela? ¿Qué, qué pasaría, Los del Confederal se apersonaron

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a la orquesta. Que no se les ocurriera lero rockeado de Wilfredo Amoroso, y


–avisaron–, que ni en su más remota después… Después no se hacían cargo.
locura les diera la loca de tocar páginas- Un dolor de cabeza (metafórico), un
franela. Que la siguieran con la música apretón de huevos más verdadero que
movida. Eso, nada más, era lo que les el sol para el Confederal. Reuniones.
pedían. Consultas. Cabildeos. Sagastugue era
Pero la orquesta tenía sus derechos un dúctil elemento, un lobo de la pa-
y planeaba –pentagrama– ejercerlos. ritaria y el trabajo a reglamento y ade-
La afiliada orquesta tenía su carnet, su más. Además era el pingo Secretario
dignidad y su Convenio. Para colmo General de Peluqueros. Pero Ongaro
su propio Secretario General, su grato era Ongaro. Ongaro era un cuadro
nombre, se había hecho presente dis- probado en mil batallas, un orador de
frazado de trabajador y disfrutaba de fibra y labia, un conductor.
la fiesta. Tenían su propio Secretario Se tomó una resolución. La suerte
General, tenían. Tenían al día –cada del Lacio quedó echada. Sin amena-
uno– pagada la cuota de sus financia- zas, sin titubeos, sin una palabra de
dos instrumentos y tenían su manco más pero tampoco de menos, a Sagas-
repertorio (diez movidos, cinco lentos) tugue lo mandaron a matar en seco.
del que no se pensaban apartar aunque Se comisionó para la turbia ejecución
tocaran a degüello. Estaban por largar de lo decidido por el Confederal a un
–avisaron con lealtad– los primeros personaje. A un personaje que nuestro
compases de “Larga poronga”, un bo- lector ya tiene presentado.

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Pobre Pupi: ya lo tenía muy conven- IV


cido al guardaespalda fideero cuando
a su príncipe azul le llegó el encargo
negro. Que se ocupara de Sagastugue
–le mandaron a decir–, que se ocupara
y que no preguntara cómo ni por qué.

E
Dos tiros en el pecho con orificio de
l Marqués de Sebregondi, an-
entrada y salida y uno de gracia en la
clado en Buenos Aires por pro-
cabeza por las dudas. El Lacio quedó
blemas de remesas y amenazas
tirado –nunca se supo quién fue– en la
calabresas, guarecido en una argentina
puerta del subsidiado Salón de Fiestas
pensión de la calle Leandro Alem, ape-
y Asambleas del Sindicato Confitero.
nas asomaba el morro. La mafia cala-
Lo velaron –cajón cerrado– en la cgt.
bresa, la más tremenda y criminal de
toda la península, le había remitido al-
gún dinero destinado a la farmacopea
nacional (pastillitas para enloquecer
de todos los colores, barata industria
argentina, sustitución de importa-
ciones), lo cual a Sebre no le parecía
nada mal: hacía una diferencia y no
abrigaba. No abrigaba objeciones de
conciencia abrigado en su gabán. Pero,

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lamentablemente. Lamentablemente a aventurarse hasta el bar Urraca, un


le lamía la mente una idea de cuatrero. tugurio del Bajo donde –según men-
Tenía otros planes el Marqués para esa tas– se expendía la mitad del fernet
plata y además. Además tenía la nariz que se bebía en la ciudad y en el que
y la bragueta cargadas de reproches, siempre se podía encontrar un pebeti-
de exigencias. En la droga más pura y to al que darle uno o dos billetes, dos
en muchachitos caprichosos se le había o tres sopapos y un pijazo –uno solo
ido disipando, como polvo en el vien- pero suficiente– soberano, soberano.
to, el vento calabrés. Italia, entonces, Soberano en el sentido de Bataille.
Italia ni siquiera pisar y ni siquiera la El Marqués apartó la cortina mul-
mansa, la dulce Buenos Aires era solar ticolor (esas tiras de plástico que, en
seguro para él. De manera tal que ape- teoría, debían cumplir la función de
nas –lo estrictamente indispensable–, impedir o, por lo menos, desalentar la
apenas asomaba el morro de aquella visita, y permanencia, de moscas al lu-
pensión de Leandro Alem donde ha- gar, a juzgar por lo que se veía adentro,
bía encontrado cotorro y refugio. No sobre todo durante las tardes de vera-
salía de su chabola sino en ocasiones no, parecía que en realidad les daban
extraordinarias, no salía de la pieza la b de la bienvenida, las invitaban –a
excepto que nariz o bragueta –sus dos las moscas– a ingresar) y entró al bar.
consentidas– se lo pidieran a los gritos. Esa noche había ambiente en el Urra-
La noche de nuestro cuento eran ur- ca. Afuera regía el peronismo general
gencias de pernera las que lo llevaron pero adentro… Adentro: marineros de

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ultramar, bufarras rasos de la zona, so- de, quince años apenas desvirgados,
plones, pasadores, travestis con som- una flor), un día Roca lo citó a entre-
bra de barba y abogaduchos after hours vista nacional (a la mujer de Wilde la
(el Escribano Borracho presidía una tenía, en bolas, acurrucaba en la parte
mesa muy nutrida) se dejaban estar en de no ver de su argentino escritorio),
el local como si el tiempo –que ya les Roca. Roca lo citó al turquito a política
había cobrado todo lo que cobrarles se entrevista y no bien lo divisó entrar, lo
pudiera a esas piltrafas– pasara sola- saludó con afabilidad:
mente por afuera llevado por el viento –Pase, pase, Lena, póngase cómoda.
indiferente, Leandro Alem, una calle. (La esposita de Wilde –una niña– le
Un turco que se suicidó por una letra. chupaba la pija mientras tanto en el es-
Leandro Nicéforo Alén… tilo “Campaña del Desierto”, muchos
Alén. Alén, en las noches bravas años después llamado por algunos –
de derrape y anagrama, respondía ignoramos con qué pertinencia– “Po-
al nombre de “Lena” y mientras de ronga del Desierto” o, también, “Tus
día –Alén, turquito inclaudicable– le Memorias las voy a revisar yo, papito,
metía a las denuncias, por las noches y de estas mamadas no se va a enterar
–“Lena”–, se la chupaba a cualquiera, nadie, excepto: excepto mi marido”.)
incluso: incluso a los enemigos de la –Pasé, Lena –invitó Roca–, póngase
Causa. Pero la verdad se supo (Roca cómoda, póngase todo lo cómoda que
y sus muchachos lo espiaban). Un día quiera. Yo, total –Wilde’s wife, sótano
(Roca se garchaba a la esposa de Wil- del escritorio–, no tengo apuro.

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(Se controlaba Roca, acababa cuando lo había denunciado?; con la pija de


se le cantaba el culo.) Roca trabajándolo de apuro ya ni él se
El turquito Alen, entonces, supo que acordaba). La esposita de Wilde, mien-
su carrera política estaba destruida. tras tanto, tiritaba de frío bajo el pin-
Intentó, es cierto, un último manota- güe escritorio, desnuda hasta las bolas
zo de ahogado. Si Alen daba “Lena”, y despechada como nunca. Hasta afi-
y el anagrama se sabía, Alem –lema– le liarse a la Unión Cívica pensó la pobre.
podía salvar el culo ante la multitud y, Pero los chillidos de “Lena”, que grita-
de paso, contribuir al desarrollo de la ba –Alén– como loca de cloaca, la hi-
democracia permitiendo la participa- cieron desistir. Eso sí –se prometió–, se
ción de las minorías (en su desespe- lo iba a contar todo, con pelos, señales
ración, acababa de inventar la Ley de y detalles, al primer historiador que le
Lemas). Pero nadie le creyó. Se pegó, rompiera el culo. Pero los historiado-
entonces, un tiro maricón no sin antes res son gente de mucho estudio y poca
dejar fundado un partido mentiroso e pija, por eso esta historia. Por eso esta
instaurar una leyenda. Roca –dicen– historia, hasta ahora, no se supo.
también se lo cojió. Inclinado sobre ese El Bar Urraca. Ahí estábamos, si mal
escritorio nacional, Alen, más Lena y no recuerdo, cuando el turquito Alén
menos Lema que nunca, recibió ese pi- se murió –de muerte política– ensarta-
jazo argentino con la vista clavada en do por Roca. El Urraca. Media docena
unas carpetas donde constaban todos de impúberes, a mitad de camino entre
los detalles de un negociado felón (¿ya el cambio de sexo y la delincuencia ju-

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venil (aplazaban una decisión impor- do a la estancia, Pupi estaba inerme


tante, de acuerdo, pero eran jóvenes: (ni malvendiendo la peluquería po-
¿para qué apurarse?), paseaban sus día competir con el otro) y recaliente
encantos por el lugar. El Marqués se además. El boyerito, para colmo, aca-
pidió un fernet puro, lo rebajó con un baba de remitirle una carta del género
gargajo y se lo mandó de un saque. In- conceptual donde combinaba viejas
mediatamente se hizo servir otro y re- canciones infantiles, letras de tango y
pitió la operación. Recién con el tercer chistes verdes para hacerle saber, en
trago en proceso de paladeo y disfrute pose de mujer fatal, que ya no lo vería
sintió que se le despejaba la cabeza, nunca, nunca, nunca más.
que se le aclaraban las ideas y que se le –Ya no hay poesía –dijo el Marqués
redoblaban las ganas de bragueta (los palmeando suave a Cariñela–, ya no
mozalbetes iban y venían, a lo Arlt, por hay poesía –fernet, gargajo, fondo blan-
el Urraca). Recién entonces advirtió co–, ya no hay poesía que me espante y
que lo tenía al Pupi Cariñela, a quien ya no hay prosa –palmadita a Cariñela–,
conocía del lugar, acodado junto a él. ya no hay prosa que me afloje la verga.
Lagrimeaba Pupi. Lagrimeaba en la Con el cuarto fernet Sebregondi ex-
barra por la partida de un chonguito trajo su ración de droga, la peinó sobre
muy decente que lo atendía un par el mostrador y la aspiró en tres tiem-
de veces por semana a módica tarifa. pos sirviéndose de un billete de cien
Primeriado por un ganadero que, des- dólares enrollado. Después, con la uña
esperado por el pibe, se lo había lleva- del dedo meñique juntó lo que del pol-

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vo quedaba sobre el mostrador y se lo V


llevó a la nariz. Enseguida, reanimado
por la droga, alisó el billete, lo puso
bajo el vaso de fernet y esperó.
Una nube de muchachitos comenzó
a arrimarse. El Marqués los contempló

P
con paciencia, sin precipitarse –parecía
ero volvamos. Volvamos a la
una señora mirando vidrieras– y al fin
Argentina Federal. Volvamos a
se decidió por uno al que le hurgó con-
esa Argentina que, perra, repre-
cienzudamente las nalgas al tiempo
sentativa y democrática, campea en el
que con un solo gesto señaló el billete
Urraca:
de cien dólares que esperaba, crujien-
–La literatura, Cariñela, es cosa del
te en virtud del enrollado y el alisado
pasado –gargajea Sebregondi en la ba-
posterior, tenso como si presintiera
rra del bar–. La literatura, entendámo-
que estaba a punto de cambiar de due-
nos de entrada, mi querido, es un pre-
ño, vaso el bajo de fernet.
so al que le cargan todos los hechos.
–¡Oh, señor! –el impúber ya tembla-
¿Decís que el boyerito te escribió una
ba de codicia–. ¿Todo para mí?
carta? No le contestes, peluquín, segu-
–Todo, sí, para vos–Sebregondi seña-
ro que te quiere sacar más plata.
ló a otros tres pebetes–, para vos –esa
Sebregondi. Quinto fernet. Gargajo.
noche se sentía magnánimo el Mar-
Narigueta.
qués– y tus tres amiguitos.
–Yo también me amancebé un putito,

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Cariñela. Un putito que tenía el mate sus encantos por el bar les metían mano
lleno, para no hablar del orto, que tenía sin freno ni asco. El Anguila Peralta –
el mate lleno de ilusorias ficciones. Es- también llamado, por los suyos, en
cribía versitos el infeliz. Yo lo trabajaba suma confianza, “Cacho de Carne”– no
con un bravo cinturón de cuero y ta- ocultaba su preocupación:
chas-fierro. Verga, cinturonazo. Verga, –Fíjese que éstos –zarandeó al pibito
cinturonazo. Verga, cinturonazo. Cada que tenía sentado en las rodillas–, és-
tanto, un sopapo –estratégico– en la tos por lo menos se dejan ensartar por
nuca. Masoquista el pibe, como se dice un billete, se ganan la plata. Pero hay
ahora. Además de recontraputo, lógico. otros…
Y cuando yo hacía un alto para clavar- No pudo terminar la frase, la indig-
me algún fernet, el mocoso agarraba la nación le desfiguraba la cara.
birome y le daba al escribir. A escribir Pancho Berlanga, taxista por necesi-
sus versitos maricones. La pucha que dad y muerdenuca convencido, quiso
trae lecciones el tiempo. El tiempo. Con dar opinión:
sus desalojos y mudanzas. –Pero reconózcame –el desafiado era
Los habitués del Urraca a todo esto, “Cacho de Carne”–, reconózcame que
muy coherentes o muy contradictorios, con esos putitos de oferta uno se aho-
peroraban en ese momento de mesa a rra un peso…
mesa sobre la relajación de las costum- El Anguila Peralta acarició la blonda
bres juveniles y al mismo tiempo –este- cabecita del mocoso que jugaba al co-
reofónico– a los pebetes que paseaban lumpio en sus rodillas y concedió:

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–De acuerdo, a mí tampoco me sobra para curiosear, la apasionante vida sin-


la plata. ¿Pero a costa de qué? dical. A Cariñela le recuerda la muer-
–¡A costa de la perdición! –vociferó te de su Secretario General. Se lo han
el Escribano Borracho desde la puerta muerto, ¿o no? ¿Qué clase de peronista
del baño, al que se disponía a ingresar es el Pupi –le reclama– si ante tan pe-
con un niñete–. ¡A costa de la perdición rra desgracia le viene a llorar por uno,
de la inocencia juvenil! antes puto de ciudad, ahora boyerito
Berlanga (aprovechando que el otro pampa, que le hacía descuento?
ya se había metido en el toilette): Cariñela no es de meterse en política,
–Claro, total él tiene la escribanía. aclara Pupi, y el Marqués lo manda a la
Con el taxi no es lo mismo. mierda sin escalas. Apacigua entonces
“Cacho de Carne” Peralta: el ronco cantinero, otro fernet, gargajo.
–Ésa se la concedo. Sebregondi ya tiene al muchachito ovi-
Atornillado a la barra, Sebregon- llado entre las piernas y recupera –raro
di escucha la conversación mientras en él– la paciencia. Pero no celebra.
piensa en otra cosa. Acunado por los Sebregondi no celebra ya ni sus pro-
dulces efectos de la droga y fernetea- pias ideas. Decidido a llevarse a unos
do hasta las bolas, se consuela de sus cuantos menores a la perra pensión de
muchas penas con un muchachito que Leandro Alem, quiere aprovechar la
se mece, calmo, entre sus piernas. Le charla –mientras se termina el último
interesa la droga, el fernet, el bufarreo, fernet– y empaparse del tema gremial.
pero le interesa también, se da tiempo Es ambicioso, además. Si averiguan el

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autor de la muerte del Lacio –le pro- VI


pone a Cariñela– la conducción es de
ellos. O por lo menos, la Secretaría de
Redacción del periódico del gremio.
Que Pupi le empiece a meter a la lec-
tura de novelas sindicales, que no se

S
pierda. Que no se pierda ¿Quién mató a
erá lícito afirmar, mientras mira-
Rosendo?, le aconseja.
mos la barra del bar donde Cari-
ñela y Sebregondi –linda pareja–
conversan de la vida en general, que,
contra todas las apariencias, es el Mar-
qués quien nos entristece la novela?
Otra hipótesis fuerte: los bufarras, en
el fondo, aman. Los putos, no.
No se nos escapa… No se nos escapa
ningún mocoso putarrín pero además,
además no se nos escapa que al tocar,
el culo, de este tema nos metemos en
problemas.
La cuestión es que el Marqués de
Sebregondi y Pupi Cariñela, acoda-
dos en la barra del Urraca, se inter-

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cambiaban sucedidos, nostalgias. El sacude con iracundia y trascartón le


peluquero, sabemos, estaba esperan- cruza la cara de un sopapo:
zado hasta las bolas con la reencar- –Escuchame, peluquita, ¿quién cara-
nación. El Marqués, en cambio, ya jo sos vos para ponerle cara de orto a
no creía ni siquiera en la impoluta y mis recuerdos?
peliaguda concha de su madre, y sin Problemas para Pupi Cariñela. Él
embargo. Sin embargo –y acá viene no tiene, ni quiere tener, recuerdos o
lo lindo, lo estadístico del caso–, sin nostalgias o pindongas del amor de
embargo es el Marqués el que tiene una mujer. A él le importan un carajo
los recuerdos más nostálgicos, más la concha y la pollera (excepto –reen-
amargos: más genuinos. Hubo un carnación– las propias, no la de esas
tiempo, rememora Sebregondi sumi- locas). Con lo que está sufriendo de ca-
do en su parva rutina –fernet puro, rencia –boyerito, estancia y cielo abier-
gargajo luminoso, polvito de dro- to–, ¿encima se tiene que aguantar a un
gar–, hubo un tiempo, Pupi, en el que marqués melancólico? ¡Faltaba más!,
yo tuve familia, mujer, tuve el mate escupe sobre el estaño haciéndose el
lleno de ilusiones y ahora, para serte guapo. Vase. Vase sin saludar.
franco, en lugar de garcharme a este El Marqués miró salir a Pupi, algo
pendejo, me gustaría… sorprendido del arranque varonil del
Suspiro de Sebregondi y mueca in- peluquero. Después se volvió hacia el
diferente de Pupi. De repente, el Mar- último resto de fernet que tenía en el
qués toma de las solapas a Cariñela, lo vaso:

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–Ya basta –último trago de fernet–,


ya basta –dijo como hablando consigo
mismo.
Acerca del autor
Enseguida, izó de los pelos al impú-
ber que tenía ovillado en la entrepier-
na como haciéndole saber que ya era
hora de partir:
–Ya basta. Ya guasca, muchachito.

R
Arriame a los otros pibes y vamos para
la pensión. Mañana será otro día y tu icardo Strafacce nació en Buenos
culo de princesa, una meca, un santua- Aires en 1958. Publicó Osvaldo
rio, un templo. Infinito. Lamborghini, una biografía (Man-
salva 2008) y las novelas El crimen de
la Negra Reguera (Beatriz Viterbo 1999),
La banda del Dr. Mandrile contra los co-
razones solitarios (Beatriz Viterbo 2006),
La boliviana (Mansalva 2008), La trans-
formación de Rosendo (Mansalva 2009),
Carlutti y pareja (Mansalva 2010), Crí-
menes perfectos (Mansalva 2011), El
Parnaso argentino (La calabaza del dia-
blo, 2012) y Frío de Rusia (Blatt & Ríos,
2013). En poesía, Bula de lomo (Spiral
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RICARDO STRAFACCE

Jetty, 2011) y De los boludos no tenemos


la culpa (Pánico el pánico, 2012). Tuvo
a su cargo la antología Nuestro iglú en arte de tapa
el ártico, relatos escogidos de Mario Le- Mariano Combi
vrero (Criatura Editora, 2012). Sin título, de la serie “Historias de prensa”.
Impresión digital. 60 x 45 cms. 2012.

N
ací el 19 de abril de 1984, en la
ciudad de Buenos Aires.
Entre los años 2003 y 2008
cursé la Licenciatura en Artes Visua-
les en el IUNA. Realicé clínica de obra
con Esteban Álvarez (2007) y Mariano
Vilela (2008/2009). En el año 2009 cur-
sé la Beca ECuNHi-Fondo Nacional
de las Artes. En 2011 fui seleccionado
para participar del programa Joven y
Efímero del Centro Cultural Parque

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de España, en Rosario. Desde ese año
formo parte del Grupo Excursionistas,
con quienes organizamos muestras en
distintos lugares de la provincia de
Buenos Aires.
Participé en muestras colectivas
que se hicieron en: Fondo Nacional
de las Artes; Centro Cultural Parque
de España (Rosario); ECuNHi; Mu-
seo López Claro (Azul); La Casona de
los Olivera; Galerie Argentine (París);
Espacio Cultural CTA Capital; Museo
Carlos Ameghino (Mercedes); Mundo
Dios (Mar del Plata); Embajada de Ar-
gentina en Berlín.

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Que los árboles muertos
en este papel
vuelvan a crecer árboles
cuando hombres y mujeres
hayan saciado su sed
de conocimiento.

Se terminó de imprimir en
Tecno Offset, José Joaquín Araujo 3293, CABA,
en septiembre de 2013.

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