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r e s e ña s N A R R AT I VA

La superficialidad si estuviera descubriendo que el agua


moja– [es] un botellazo de whisky en
sí diciendo mierda a todo momento.
En la misma dirección, su gran preo-
del bajo mundo la cabeza, un corrientazo de energía cupación no es comer, sino tomar ca-
en las pelotas, una cuchillada en la ma- fé negro, emborracharse con brandy
drugada”. Con todo, empezó a correr y whisky e intoxicarse con gasolina y
El Pájaro Speed y su banda un rumor: el malogrado escritor había otras sustancias explosivas. Como están
de corazones maleantes dejado una novela que sería publicada a todo momento trabados o borrachos,
Rafael Chaparro Madiedo pronto. Ese pronto tomó cerca de tre- lo que ven está lleno de efectos sinés-
Tropo Editores, Zaragoza, 2012, 229 págs. ce años y en 2012 la editorial españo- ticos: la ciudad les huele a sangre y a
la Tropo Editores decidió publicar El gasolina, por ejemplo, o a días tediosos
En 1992 Rafael Chaparro Madiedo ga- Pájaro Speed y su banda de corazones y a noches más o menos apocalípticas.
nó el premio nacional de Colcultura maleantes. Solo un rápido vistazo a su Luego ocurre lo que tiene que ocurrir
con la novela Opio en las nubes. Una primer capítulo, “Una mierdita muy en el monótono mundo de Chaparro:
figura desconocida, de pronto, surgía en triste”, basta para concluir que esta no- que terminan armando el despelote,
el panorama de la literatura colombia- vela es una especie de prolongación de para después –y el escritor bogotano
na. Una novela marginal, atravesada de los recursos literarios y de los conteni- siempre sigue este esquema sin varia-
drogas, licor, sexo y ciudades desoladas, dos que Chaparro Madiedo trabaja en ciones–, ponerse a amar con una ter-
y un poco en la línea de ¡Que viva la su primera novela. Pero lo que pudo nura que desborda las páginas de una
música! (1977) de Andrés Caicedo, aca- ser en apariencia interesante y fresco cursilería sentimental sin parangón en
paraba por un momento la atención de en 1992 con el gato Trip tomate, Sven, la literatura colombiana.
los lectores y la crítica. Esta última, sin Gary Gilmour y Max, los narradores El uso de los diminutivos, para ex-
embargo, fue demoledora con la no- de Opio en las nubes; en 2013, las an- presar este temblor apasionado de ado-
vela. Una reseña de Mario Jursich re- danzas de Speed y sus amigos calleje- lescentes drogos, funciona en estos pa-
velaba al lector los supuestos aciertos ros por Bogotá resultan faltas de todo sajes de la novela como una muletilla
que se convertían realmente en defec- brillo e interés. Mejor dicho, es como fastidiosa: florecitas amarillas y maripo-
tos de Opio en las nubes. La presencia si todos los aspectos negativos que re- sitas de igual color y boquitas pintadas
de repeticiones o muletillas, el falso o saltaba Mario Jursich en Opio en las de rojo que surgen por todas partes y
engañoso o sospechosamente facilista nubes, y que a muchos lectores pudo llenan la novela como de calcomanías
método de hacerle creer al lector que haberles parecido en su momento pro- baratas. El otro aspecto, y que sobre-
la novela por basarse en la balada rock ducto de una pedantería de crítico lite- sale con insistencia, es el de la repeti-
era vitalmente musical, la monotonía rario, aparecieran en su segunda novela ción de palabras que, eso parece, sir-
de su recurso enumerativo y la gratui- con una evidencia rotunda. ven de pivote para que los monólogos
dad de muchas de sus escenas bizarras, El Pájaro Speed con sus once partes perduren y no se acaben tan rápido.
son algunos aspectos desglosados por de variada extensión cuenta, a través de Se podría decir que esta, en general, es
Jursich. La conclusión del crítico Mal- monólogos de sus personajes, las aven- la propuesta estilística que Chaparro
pensante es que un jurado neorromán- turas supuestamente vertiginosas de Madiedo ofrece desde Opio en las nu-
tico y nostálgico de los elementos tri- Speed, sus amigos y familiares: Adria- bes. No obstante, el estilo en literatura
viales de la contracultura de los años na Mariposa, el Lince, Crazy Mamma, siempre tendrá que pasar por un filtro
1970 terminó seducido por Opio en las Perro Skin, Baby, Susy XX, Talla X y en el que el autor debe someter su es-
nubes y la premió. Sin embargo, pese a otros más. ¿Podrían leerse estos capí- critura. Sino entonces, por negligencia,
que obra y autor no lograron meterse tulos independientemente? Sin duda, o por indiferencia, o porque la muerte
en el mundo editorial comercial que porque poseen una cierta catadura de llega e interrumpe la labor, pasa lo que
vendría después, Chaparro Madiedo cuentos. Al hacerlo, la comprensión pasa en El Pájaro Speed y su banda de
y Opio en la nubes terminarían sien- de la novela en su totalidad no se re- corazones maleantes: que la sensación
do parte del patrimonio de lectura de sentiría en absoluto. Las preocupacio- que deja su lectura es la de una honda
los jóvenes adolescentes colombianos. nes estructurales de Madiedo no son fatiga y una triste frustración.
Se ha dicho que durante un tiempo la hondas y el producto, desde esta pers- En tal sucesión interminable de repe-
primera edición de la novela circuló de pectiva, es que su segunda novela es ticiones de palabras como triste, down,
fotocopia en fotocopia, como si fuera simplísima, por no decir plana formal- dodododadada, flip, flap, gasolina, llu-
un adminículo votivo desolador, una mente. Los monólogos, dicen los edi- via, sky, shit, etc., el lector entra en una
melancólica biblia psicodélica, entre tores, son febriles de tal manera que la órbita descorazonadora. Para muestra
las manos de las nuevas tribus urba- experiencia que tendrá el lector será un botón tomado al azar, pues uno abre
nas del país. una cuestión orgánica. Quizá este ad- el libro en cualquier página y aparecen
Luego murió Chaparro Madiedo en jetivo obedezca a que uno de los re- pasajes así: “La avenida Tolstoi. Las pas-
1995, y su novela dejó de inquietar al cursos de los narradores de la novela tillitas. La noche muy tenaz. Las nubes
establecimiento literario colombiano es acudir con frecuencia a la mierda y rotas rotas rotas. El cielo roto. Los co-
que, en la premiación de Opio en las a otras coyunturas desechables. No se razones rotos, rotos, rotos. Las Kis Ro-
nubes, tuvo que escucharle sus declara- necesita ser muy avisado para constatar jas perdidas. Roticas. Caminábamos
ciones irreverentes. “La literatura pa- que todos los personajes de El Pájaro por la Tolstoi con la cabeza rota”. O
ra mí –dijo Chaparro Madiedo, como Speed se mantienen no cagando pero este otro, de igual factura: “Triste. Triste.

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NA R R AT I VA r e s e ña s

Triste. Era un sábado demasiado triste. es el ídolo de los bajos mundos, “Ma-
No sé por qué, pero los sábados por la de in Colombia”, de sus travesías ca-
mañana siempre son como tristes, co- llejeras. Sin embargo, cuando se tiene
mo down. No hay nada qué hacer. No el melancólico privilegio de llegar a
sé por qué razón en los sábados se te la adultez, obras así solo producen un
mete toda la tristeza de la semana en curioso hartazgo. Como dicen: decaen
la mitad del pecho”. Chaparro quie- desde el principio.
re transmitirnos la intensidad de estas
existencias marginales y no lo logra. Pablo Montoya
Por supuesto, no hay mejor experien-
cia en la lectura de la literatura psico-
délica o underground, y la de Chapa-
rro Madiedo está más que amparada,
abandonada en este rango, que sentir
que una novela logra reflejar intensa-
mente las emociones de lo grotesco y
lo bajuno, de la extravagancia y la de-
solación. ¿Por qué El Pájaro Speed y
su banda de corazones maleantes no lo-
gra este cometido? Por su facilismo es-
quemático, por su pobreza descriptiva
de los estados alterados, por su enteca
penetración psíquica al entrar en los
recovecos de esas sensibilidades atro-
fiadas, por la monotonía de sus escenas
urbanas. Los personajes de Chaparro
Madiedo, y sus discursos poblados de
repeticiones, no solo terminan hablan-
do de la misma manera, sino que no de-
jan que se entre a los infiernos o a los
paraísos de lo humano cuando este es
sacudido por los límites de la contra-
cultura urbana. Con Chaparro tocamos
solamente niveles superficiales. Solo se
accede al prosaísmo de lo anecdótico,
a una violencia que generalmente es
gratuita, a unas confesiones sentimen-
tales que no son irreverentes sino bo-
baliconas. Reitero: El Pájaro Speed y
su banda son una serie de personajes
que creen que la ciudad huele a san-
gre y sus calles a gasolina y a electri-
cidad. Personajes que cuando se ena-
moran solo ven florecitas y lluviecitas
por todas partes y que, de pronto, se
enloquecen y empiezan a matar o apo-
rrear al que encuentran en sus trayecto-
rias. Esto es, en resumen, lo que ocurre
en esta novela. El modo en que están
narradas revela uno de los momentos
más pobres de la imaginación literaria
del país. Los editores dicen que “nadie
puede leer a Rafael Chaparro Madiedo
y quedar impune”. La exageración es
candorosamente exagerada. Aunque
es digna de tener en cuenta. Porque
esta literatura solo puede entusiasmar
a los desavisados lectores adolescentes
de nuestras urbes alborotadas. Se sabe
que ellos creen que Chaparro Madiedo

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