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El laberinto de las bestias

Tempestades de sueños perdidos

Parte 2

De niño asistí al sanatorio de las mil identidades,


locos sobrehumanos, prodigiosos experimentos.
El sol deslumbró lo maravilloso del ser, esa flor cotidiana trochando sus espigas,
la grandiosidad florecer musicalmente en este arrebol de cultivos artesanales,
congojar mis habituales costumbres de cantar bajo el cedro de mi abuelo ya muerto.
Aun así puedo mirar bajo mi piel, cuya sangre coagulando el frio que idiotiza los sentidos,
así los árboles se cargan de pájaros temiendo de la nieve destrozar sus nidos.
Sembrar vejámenes en el relinchido de los caballos sometidos a la conciencia sublimatoria,
contrarrestar en el ADN la ansiedad,
el décimo defecto de vivir dignamente bajo el yugo de los simios.
La montura de la revolucionaria Latinoamérica ondear su bandera tras un ejército de bombarderos,
soy todo pueblo que invade tierras prosperas,
arcanas elites liderando una guerra nuclear.
Pequeño niño, puedes engañar a tus servidores, pero no al que te mira de cerca,
el levantamiento de las palabras vuelven a ordenar su vocablo formulando ¡estas derrotado!
Puedo decirte que aún puedes renunciar a mis poemas que arden y vuelven a tomar sentido,
las acusaciones son severas emergiendo de una sociedad de chacales,
un innumerable armamento para ser yo quien te fusile como un esclavo de mi lenguaje.
Tengo el cráneo atestado de lagunas mentales,
esa cornisa gigantesca atropellando la iluminación del satanismo.
Puedo llorar alzando mi voz con mi terrible aliento espumoso,
una pesadilla de extrañas geometrías mordiendo mis ojos,
una cámara judía poblando desde el infierno hasta el purgatorio.
Entonces el dragón de siete cuernos bufó hasta convertir el hombre en antracita,
una y otra vez mi boca introducía un brebaje de olor fecal corriendo por mis encías,
ancianos albergan su orina cayendo en la cara del cabro mayor.
Una infame y pérjura religión de sátiros masturbarse frente a mí,
pero trataba de endulzar mi soberbia ostentado mi pasión insana.
Sentí quemarme despierto, crujía mi carne y lloraba hasta perder el sentido,
el tiempo abrió su boca de mejilla a mejilla,
dotando al hombre con una vejez pudiendo su cuerpo.
Y los he liberado de los grandes dioses combatiendo a muerte,
tras oír su llegada, cerré el laberinto detonando una bomba ingobernable.
Una sombra encogida encender su pasión como buen amante,
hundirse lentamente como un barco en el fondo de una botella.
Mi lamento lapidario creía tanto en mí como el ennegrecido sueño del hombre,
mi cuerpo se hundía en un tarro de licor crecentando mi boca agujerada.
El agua burbujeando bajo mis pies,
no soy Dios sumergido en el espejo del niño subversivo.
Yo, con el ojo entrecerrado sumergiendo todas las estrellas en mi pecho,

1
no lloro, no puedo comer mi cuerpo incendiando mi corazón lentamente.
Era solo un niño hurgando en el cajón de la abuela andaluza,
la capa misteriosa del vampiro degollar el espíritu malicioso.
De tu boca salieron verdes moscas revoloteando alrededor de mi cabeza,
logre estrellarme en un muro reduciendo la puerta del infierno,
conozco su interior, el horror indescifrable evacuando su caótica memoria.

Dios mío, no siento nada por tu creación que surgió tras el deseo roto del converso,
me hiere haber comido del abrupto pecado, ausculto como el odio de Dios regir la tierra.
Se empoza mi alma, marcha mi corazón de pie quebrando estos dos ojos de piedra,
estos dos lunares purpura mojándome mis canas,
La media luz omitir el sonido de las luciérnagas,
la potente espora de colibrí engrandece el asta viril de los manzanos.
El grito placentero se oía acariciar mi piel quemándose,
su desnudez en cada esquina reverbera en el oleaje del mar,
ella desea buscar el silencio en el pez que nada por tus venas,
morder mis labios, tomar de la brizna matutina el agua miel de las abejas.
Tomábamos tanto que desconocía la procedencia de tu aroma salir de tu cráneo,
bella prostituta del suburbio, tus penas eran mis penas,
tu labial, el humo intoxicando mis labios que aún pronuncian tu nombre.
El velo nocturno de mis quehaceres, y el amor que destruya lo que el viento le dejó
rondar obscuras callejuelas de impúdicas y precarias escenas pornográficas.
A ti mi señora que vienes cansada y después de un día ajetreado,
vuelves al mismo éxtasis que provoca tu sexo a cometer barbaridades sexuales.
Tomabas café por la mañana, sedienta por la infernal reseca del tropical tabaco habano,
un cuarto de deseos junto a mi gato Charles que maullaba y mordía mi mano.
Tanto que decirte de esa noche, conocí la muerte de frente y corrí despavorido,
el hada verde que me llenaba de lágrimas hasta romper tu boca a mordidas,
un puño de migajas de pan saciaban mi hambruna pegada a mis dientes,
así la muerte me tocaba mi corazón jadeante,
punzaba tanto, tanto que me perdía en la mísera urbanidad del calvario de Morthcha.
Adormitaba mi cansancio bajo la luz neón del hotel,
tanto que quisiera oír lo que mi almohada esconde bajo el sonido del negro océano,
me he tendido en la arena como barco robando lo más valioso de tu cuerpo.
La nube rosa pisaba el rio hasta romper los hombros de azucenas,
y el muy astuto enfermó para no herir la carne de su madre tierra,
lloró tanto como puedas imaginar,
el estallido quebrando los dientes de la media luna que se hizo resonar.
Estás lejos de mí, dijo el ingrato joven con la victoria rendida ante sus pies,
es inapelable conocer la totalidad del amor, llamándola carne y deseo,
volverse loco escribiendo la misma estupidez superficial.
Te rendiste a esa imagen que es un culto celado por los dioses,
y bien que recuerdo recoger nuestra hipocresía,
rendir respeto por aquel que nunca me curo de este mal que pudre mi cuerpo a pedazos.
Se grita la nueva alianza en busca de la innombrable muerte,
se incendia el laberinto obscuro plagado de langostas y cigarras carnívoras.
Tan solo resta ver el día caer como una piedra astillando los huesos del alma,
el olor de la muerte preside mi cuerpo atado a una cama,

2
sangraré de pies a cabeza, transpiraré hasta el último latido de la luna.
Detesto llorar, temblar, no ser correspondido, seguir amándote,
un miserable de nada sirve, ya no me interesa hacerme el fuerte,
oh Dios, que exquisita abominación me ha llenado de odio,
clavarme sus garras, escupir sus ojos, quemar su carne,
sacar el laberinto desde el fondo de su alma,
pues una ramera no es digna de llamarse mujer.

Así la vida se cansa e inclina su peso en este báculo de piedra


el lunar de la tierra postra su humanidad sobre el caballo sonámbulo de la muerte,
los continentes rasgando su piel hasta llegar al fondo de su vientre.
Enfermedades claustrofóbicas, el miedo de morir bajo la sombra del árbol,
el miedo sobre el mismo miedo ladra una riqueza inmensa e incluso la mata.
Como disipar el tiempo en esta tangible obscuridad de prejuicio y culto hacia los dioses paganos,
el olimpo grita por sí solo, se desgrana el cielo hasta llegar a la pulpa del fruto divino,
mandando una legión de ángeles negros que aún pueden otorgarse el nombre de profetas del diablo.
Un bosque de gacelas pardas, leones mirando el ritual sangriento de la sabiduría y fama,
pues en este pacto firmarás con tu honor el testamento que decaerá en la memoria de toda tu prole,
aún puedo oír sus lloriqueos, voces, estruendos,
protestas que perdurarán en el transcurso de la humanidad.
Sonaba la campana y aglomerados por una multitud de círculos polares
protestaba con un niño en brazos de punta a punta atada a la hermosura,
lloraba y lloraba hasta quitarle la vida al inocente.
Pero el frio de los años agota castamente el deseo amoroso del padre,
le mordí su boca y pude escuchar como lloraba su pecho alegre.
El ostentoso viento le abrió los ojos degradando su angulación reclinable,
cayó repentinamente un gesto de larga raíz,
y ve la muerte cercenar el ancho mundo hipnotizado por el poder de los marcianos.
Pude verlos romper las pupilas del medio oriente,
orillando a los pájaros a volar en su relieve matutino,
pero los peces me han orillado hacia los hombros de la vieja guarida del lobo celta.
Los anillos de la tierra no han sido conciliados aún,
pero puedo adivinar que la paz se ponga histérica,
escuchar protesta tras protesta que salga de mi boca.
El sonido transmite otro canto a la brevedad del espacio,
y me comienza alargar la vida,
convenciéndome que existe otro lado más placentero que esta ecuación divina.
Protesto que los afectos no me agradan, ya que los confundo terriblemente con un adiós,
no existe buen hombre que venga echarte la mano para luego bofetearte por la espalda.
No existe la felicidad, ya que la he perseguido durante mucho tiempo,
no encuentro una jodida respuesta que venga a mí y la sombra crezca tras la colina,
me ancla tu buen humor y sigo lleno de esa alegría que puedo ver en tus ojos.
Solo la memoria se vuelve ceniza, y alma cuerpo,
así el tallo se troncha como flor madurando por voluntad propia.

Voy recogiendo partes de mi pueblo que aún navegan en la memoria de mis ancestros,

3
escucho los gallos carcajearse en la telaraña rasgándome los ojos,
abro la ventana para que el sol no pueda llegar con sus cantos.
Viajo desde la llanura pastoreando un rebaño deletrear un pecado sin condena,
dejando un rastro como un caballo salvaje perdido en el bullicio del tiempo
viajo con quien pueda acompañar este viejo ermitaño que bebe y bebe hasta perderse en la noche.
Veo un horizonte que no abandona su madriguera,
se queja el viejo y vuelve a dormir hasta no despertar en el granero.
Los leones beben un rio de peces emergiendo de su insípida saliva rio arriba,
lo que persigue su mirada, el génesis apocalíptico midiendo su extensión imaginaria,
la noche enterrada rasguñando el tragaluz detrás de las pupilas,
es la muerte que viene por el viejo que ha despertado gritando ¡estoy borracho!
La amargura crepitar el agua de las plantas,
el silbido arando el aire hasta crujir los manzanos tiernos de sus ramas.
Abro mi boca y se oye una parvada desojar la noche llena de nidos,
una canción de cuna arrullar la estrella humeante decía el viejo agonizando,
la matriarca compasiva adentro su lenguaje en el laberinto de las bestias.
El velorio de la tierra inundo a lágrima suelta el sufrimiento de Minerva,
un soplo de mosca revoloteo un manojo de golondrinas santificar su aposento.
Vendo deseos para quien guste desafiar el ferviente deseo de escribir noche tras noche,
una patética ambición que muchos matarían sin ver su esfuerzo gramado en oro.
Esta es la palabra que viste de un cuerpo divino, inmaculado diría sin más que agregar,
la supremacía ejercida con la educación de un querubín ebrio de carne y sangre fresca.
¿Puedes imaginar estar solo?
puedes imaginar esto que sale de mi cabeza rota en dos,
un carruaje blanco atropella una ladera de piedras sobre mi pecho sangriento.
¿Esto es lo que sientes al morir?
Un dolor quebrar tus huesos y hastiado de él la resignación llegar,
sonrió inclinando mi cabeza en tu hombro,
te veo triste, marchita, muerta por dentro.
Quise conquistarte de nuevo, amarte como se ama realmente,
sonreír cual sea el problema, después de tanto así es la estúpida vida de los enamorados.
Así mi cuerpo se designa a perder su alma por la infinita gravedad de lo temible,
los gérmenes del pensamiento reúnen su potencia desencadenando una voz por hombre.
Una vanguardia expiatoria volverte un pendejo más de esta metamorfosis carroñera,
he vuelto a ser un niño, olfatear su carne, preñarla hasta vomitar la morfología unicelular.
Infectado por su propia mordida en busca del cordero sagrado,
el escarnio, ruin, ejecutor del ángel demoniaco,
el execrable inmundo caudillo del dios de la mentira,
el clamor del ígneo hombre de fuego cabalgando en la espalda de la noche,
una orquestal fiesta pagana musitando el canto de los mendigos,
una pequeña musa viste de negro con un bebe en brazos enfurecido por el diablo,
mi viejo sobrero hilado por el ojo más obscuro que sangra y sangra hasta unir nuestra carne,
entonces esta cruz derrite mis ojos amarrados al alma.
Una vela negra abriendo mis poros hasta derretir mis sesos,
una espada de fuego astillar todas las estrellas del cielo,
mi pequeño mundo de carne y hueso desarmando toda la luz que llevo dentro.
El sumo de la benevolencia recoge su cabellera sudorosa ante el pobre,
me espera un camino rechazado por el tiempo de sombra a sombra,
perdido en el encanto de la mariposa reina.
Desnudo ante ti, pequeña princesa horrorizando al pueblo entero,

4
desnudo, buscando romper los signos del laberinto hasta sangrar mis ojos purpura.
Me desperté gritando ¡basta!
No fue fácil para mí detener la marcha del señor obscuro,
el anillo de fuego recorrer los siete reinos en busca del poder absoluto.
La voz del mar hace ya mil años,
romper su corazón a muerte en el bosque de las bestias,
el viento correr por los sauces, secando su víspera invernal,
temblorosos me nombran para acudir a la ofrenda de la diosa Minerva,
caminar por el húmedo rio negro a media luz de hombro a hombro hasta llorar.
Veo tu cuerpo flotar lentamente por sus orillas,
acunado por el seno de la madre naturaleza,
mientras ella despierta de un sueño raizado en el cielo de las hormigas.
Oh bello ángel del infierno, de largas alas puntiagudas y aspecto de un salvaje cerdo,
has quedado debajo de mi pie, roto, ensangrentado, de pies y manos gritando piedad una y otra vez,
y yo, con una corona de joyas te designo como el mismo hijo abandonado por Dios.

10

Este mar que jadea y se estrella en la colina del abismo,


se aferra su cuerpo al timón, con un lampo teñe obscureciendo mis ojos
es abatido por el rey que conquista el mundo marino.
Combato a muerte con el emisario que rompió la cadena galáctica con un martillo hecho de marfil y
garras de león,
pudo morder el eslabón de huesos alrededor del ciprés,
mi tierra devastada con un soplo de agua emergiendo del cuerpo de las ballenas.
También la muerte puede trasmitir su conocimiento a base de la invocación astral,
puede el hombre matar el orgullo,
arrojarlo en la lumbre de la eterna llama luciferina.
Así en las tardes llovía a chorros, las flores su polen madurar,
mis mejillas, laderas de sus fluidos lagrimales que caían de dolor por el piso,
así el mar abrió su cuerpo y del salió una criatura que fue el primer semidiós creado por mí lenguaje.
No puedo olvidar al señor lagarto rondar alrededor de la luna,
abrió el ombligo del universo, un encono de hormigas desgarrar a golpes sangrientos la tierra.
La hipersensibilidad disminuyendo el yugo de la riqueza mostrando sus esplendores,
en el nombre de mi padre seguiré ocultando la temible observación del infierno hecho carne.
La primera raza humana que haga similitud con el caos perdiendo los estribos,
hablaba de una estación de tren atropellando la brutalidad de un ejército en guardia.
El animal rendido a la supremacía de los hombres dándole una palabra a la vez,
sobre todo esto caerá ante mí la mentira engullendo la ranura estrecha del vocablo.
Mira el fondo del espejo asemejarse a un abismo crecentar por la mañana,
la emulsión quejumbrosa rasguillo el fondo de los escombros.
El laberinto de las bestias, el deseo del cuerpo gemir adentro del ardor,
alumbrar el ruido detrás del cerrojo picoteado por la navaja del tiempo.
Una hormiga en la placenta de la madre tierra encarnando la cumbre borrascosa,
el dragón despertando de un largo sueño en la caverna del subconsciente.
Queme tus huesos en la hoguera, tronchando la corva virtud de los símbolos,
suena el miedo temblar dentro de la piel adherible a mis palabras,
el dragón tomando su forma reluciente como un perro negro en brama,
el chacal come hombres bajar de la montaña solitaria,
el bueno para nada atormentando la juventud de los hijos de Dios.

5
Mi corazón empieza a gotear,
mi cabeza se empieza ahuecar,
la lluvia gotear por mis poros,
mi alma revuelve el agua del mundo,
sus cortinas se empiezan a manchar.
Yo un viejo decrépito robándole el oxígeno a la naturaleza,
el viento llora sin cesar,
la muerte deshuesa la noche a mordiscos,
yo, el emperador del mundo, me discrimino por ser un allegado del hombre.
Cuando no existía la humanidad,
solo entonces entendí,
que la miseria es la ignorancia que inundaba mi pueblo infestado de piojos.
Yo, un marsupial, dejé caer el sol ésta piedra incandescente,
descalabrando la humanidad con mis versos divinos,
me pregunté una serie de cosas que rondaban por mi lengua hasta escupirlos,
era yo convertido en un animal babeando la sangre estancada en mis encías,
una aberración sin principios morales.
Qué puedo decir acerca del hombre que destruye todo lo que pisa a su alrededor.
Vi la bestia bajar con dos ángeles en cada lado,
con una espada sulfurando el fuego del yugo.
Yo la bestia que puede controlar los espacios hasta adentrarme en la conciencia inaudita,
yo que puedo decir que es, más y menos, involuntariamente para atestiguar sus crímenes.
Yo sentado en esta pila de huesos enumerando su destino en cada anillo despiadado,
el sultán de la corona, el dictador que todo lo puede, el hijo de puta que todos conocen.
Véanme, siéntanme, perjúrenme que su especie quedará sepultada en lo remoto de mi conciencia,
aliméntenme, díganme, pídanme, que os daré la respuesta que decaerá en la humanidad…

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