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Morfología:
Las palabras están formadas por morfemas, elementos que se caracterizan por una forma fónica a
la que se asocia habitualmente un significado. Los criterios genéricos de delimitación de un
morfema se basan en los procedimientos de segmentar la palabra en partes con un significado
asociado, y en comparar con otros enunciados. La estructura de una palabra refleja una
organización jerárquica entre los componentes o morfemas. Sus partes constitutivas fundamentales
son la raíz y los afijos.
La palabra, en primer lugar, siempre presenta una raíz, que es un conjunto de formas de palabra
caracterizadas por ser manifestación de un mismo elemento léxico, y que representa en el plano
significativo un mismo significado. Así canto, canté, cantara, cantante, canción... son
manifestaciones del lexema o elemento léxico “cantar”, de donde sacamos la raíz cant-/canc-.
Normalmente la raíz suele ser invariable aunque esta es una excepción.
Los afijos son el resto de constituyentes que aparecen unidos a la raíz y constituyen un grupo
heterogéneo en cuanto a su función en la estructura jerárquica. Dentro de los afijos podemos
encontrar los morfemas derivativos, que aparecen más cerca de la raíz y denotan una variación del
sentido de la misma (cant-é, cant-aba), y los flexivos, que aparecen más alejados de la raíz y denotan
un concepto gramatical (ej: blanc-o, blanc-as).
Con el término “base” se engloba los conceptos de raíz y tema, que es la porción de significante que
permanece inalterable. “Base” designa la porción de significante de una palabra que puede recibir
un proceso de formación de palabra. Por ejemplo, en la palabra “comunismo”, comun- es la base a
la que se añade el afijo -ismo.
Lexicología:
Si le preguntamos a alguien por una palabra, lo más probable es que responda con ejemplos como
casa, comer o blanco. Sin embargo el léxico incluye deícticos (yo), nombres propios (Lucía),
marcas (Coca-Cola), préstamos (zapear), argot (chupa), palabras tabú (cojones), interjecciones
(bah), onomatopeyas (bang), etc. Por diversos motivos, estos ejemplos no suelen considerarse los
mejores ejemplos de “palabra”. Sin embargo apenas existe comunicación en que uno u otro tipo de
estas palabras no aparezca.
Estas clases de palabras comparten dos rasgos principales. Por un lado, dentro de la categoría de
“palabra”, ocupan un lugar marginal. Por otro, aunque la mayoría de estas clases cuenta con
diccionarios especializados, su inclusión en los diccionarios generales es irregular. Cuando se
incluyen, la información no es tan útil, completa o fidedigna como en otros tipos de palabras,
como verbos o adverbios.
Deícticos:
Se aplica a los elementos como “yo”, “allí”, “ayer”, etc., que señalan o designan algo presente
implícitamente, que no explícitamente, en el enunciado o en la memoria de los hablantes. Son
palabras o frases que no pueden entenderse completamente sin más información contextual.
Existen tres tipos de deixis, es decir, de hacer referencia a un elemento: la deixis personal, temporal
y espacial; sustituyendo a personas, momentos y lugares. Las deixis temporales suelen ser las que se
adaptan con mayor frecuencia en la traducción y, sobre todo, en la interpretación.
Nombres propios:
Los nombres propios no significan nada, únicamente se usan para designar a una entidad única.
Pueden designar personas, lugares, entidades geográficas o políticas, objetos relevantes histórica o
socialmente, eventos, instituciones, marcas, obras de arte, etc.
Los nombres de lugar no se pueden traducir, sino que a menudo una entidad se llama de distintas
maneras en varias lenguas, esto se conoce como un exónimo. Un exónimo no es la traducción del
nombre original, sino el modo de nombrar una entidad en una lengua distinta de la original.
Cuando un nombre propio contiene palabras de uso genérico hay una mayor tendencia a crear un
exónimo.
En el caso de los nombres de lugar debemos tener en cuenta que estos han podido ir cambiando a
lo largo de la historia a causa de ciertos cambios políticos o sociales. Es por ello que existen ciertos
exónimos para ciudades que han gozado de importancia a lo largo de la historia. Por ejemplo,
Córdoba es conocida en Argentina como tal mientras que los ingleses la conocen como Cordova.
Además, los exónimos pueden partir de la denominación antigua del lugar o partir del exónimo de
otra lengua, por lo que muchas veces se parecen más entre sí que al original (Bhárat sería India en
inglés y La India en español).
La tendencia actual que se usa es la de mantener el nombre propio original, aunque cuando se trata
de lenguas que usan otros sistemas de escritura debemos tener en cuenta que hay que transcribirlos
o transliterarlos. Ambos métodos generan ciertos problemas. Primero, para muchas lenguas hay
más de un sistema de transliteración. Por otra parte, es común encontrar textos en una lengua que
adoptan los exónimos de otra. Además, hay que destacar que a menudo la acuñación del exónimo a
adoptar corresponde al propio país del nombre original y muchos acuñan exónimos basados en la
fonética inglesa.
En cuanto a los nombres de personas, en primer lugar, existen diferentes diminutivos que son
diferentes en los distintos idiomas. Esto ocurre también con el género, pues nombres que en
castellano son femeninos son masculinos en otros. Por otra parte, cabe destacar el asunto de los
apellidos. En cada idioma pueden tener un orden distinto. Además, existen singularidades como
puede ser el uso de -ez en español, algo que denota que un antepasado tenía ese nombre. Esto en
ruso lo observamos en la formación cuando se añade -vich. Otro aspecto importante es el caso de
los personajes históricos o conocidos. Hay personajes que tienen un nombre en un idioma y otro
en otro, como el tío del pato Donald, que en español es Tío Gilito, en inglés es Uncle Scrooge y en
alemán Onkel Dagobert.
En el caso de los nombres de marcas, hay que tener cuidado porque muchas marcas de productos
innovadores o que predominan en el mercado pasan a designar genéricamente el tipo de producto
(tipex en lugar de líquido corrector). En principio, a no ser que el uso del nombre propio de la
marca sea intencionado, debemos traducir por el nombre genérico. Además, a veces el nombre de
una marca no es el mismo en todos los idiomas.
Los exónimos de obras de arte, como ocurre con los de las marcas, tienden a dar preferencia a
denominaciones que resulten atractivas a los nuevos receptores, por lo que pueden diferir mucho
del original. El caso más notado es el de las películas o novelas.
Préstamos:
Los préstamos son palabras que primero se usaban sólo en una lengua y que más tarde se usan
(también) en otra u otras. Un préstamo se ha lexicalizado cuando forma parte ya del vocabulario
normal de la comunidad, lo que normalmente implica cambios fonológicos, morfológicos y
ortográficos. Hay que tener en cuenta que un préstamo en la lengua traducida no tiene por qué
significar necesariamente lo mismo que en la lengua original, por ejemplo, en español un mitin es
una concentración política; en inglés, meeting es cualquier tipo de reunión.
La adopción de un préstamo indica que los hablantes de una lengua han sentido la necesidad nueva
de nombrar algo que otra lengua ya había nombrado previamente o sencillamente que prefieren la
palabra de otra lengua.
No todas las lenguas se comportan igual respecto a los préstamos. Las lenguas romances adoptan
hoy más préstamos que las germánicas pero, de entre estas últimas, el inglés es la más abierta a
palabras de otras lenguas. En español los préstamos más recientes proceden sobre todo del inglés, el
francés y el alemán. En inglés proceden del francés, el japonés y el español. También existen
tendencias puristas entre los hablantes, y especialmente entre los encargados de la política
lingüística, quienes a veces consideran la adopción de préstamos un atentado contra la personalidad
nacional.
El calco es la transposición de una palabra o de una construcción de una lengua a otra por
traducción. Un ejemplo sería rascacielos, que viene del inglés skyscraper.
Muchas veces los traductores e intérpretes se encuentran con una palabra para la que no existe
traducción en la lengua traducida. El recurso habitual es el de adoptar la palabra de la lengua
original como préstamo, pero este recurso sólo se considera lícito cuando no existe un término
adecuado en la lengua traducida ni una propuesta alternativa aceptada.
Argot:
Se trata del conjunto de variedades de una lengua que no goza de prestigio social, lo que explica su
definición tradicional: “jerga de maleantes”. Según el DRAE es un lenguaje especial entre personas
de un mismo oficio o actividad. Por tanto hay varios argots, aunque son permeables entre sí, por lo
que contienen palabras exclusivas y otras comunes a varios.
Es habitual confundir los coloquialismos con el argot, pero se trata de dos fenómenos distintos. Los
coloquialismos son expresiones de marcado carácter informal, pero no son marginales, sino de uso
común. La frontera entre argot y coloquialismo también es permeable. Palabras originarias del
argot pueden pasar a formar parte de la lengua común en sus registros coloquiales. En el caso del
argot juvenil, la renovación generacional supone la introducción en la lengua general de palabras
que esa generación acuñó en su juventud. En España ese es el caso de cubata o guay.
El argot presenta a los traductores e intérpretes el problema de que apenas existen fuentes fiables y
contrastadas. Además, los argots pueden cambiar de generación en generación y de ciudad en
ciudad, pero no de barrio en barrio, otra cuestión que debemos tener en cuenta al traducir.
Onomatopeyas e interjecciones:
Las onomatopeyas son las representaciones lingüísticas de sonidos de cualquier tipo basadas en la
imitación. Son el uso de una palabra o, en ocasiones, un grupo de palabras, cuya pronunciación
imita el sonido de aquello que describe, como toc-toc o bum. Las onomatopeyas son empleadas
también para describir el sonido emitido por animales. Algunas onomatopeyas son utilizadas para
describir figuras visuales en vez de sonidos, como “zigzag". Las onomatopeyas más lexicalizadas
pueden articularse y derivan sobre todo verbos, como piar, cacarear, etc. Existen onomatopeyas en
todos los idiomas, aunque generalmente difieren de uno a otro.
Las interjecciones son palabras que expresan sentimientos muy vivos, de dolor, de alegría… Son
reacciones del hablante que se materializan a través de la palabra, y van siempre entre signos de
exclamación. Toda lengua dispone de un repertorio de interjecciones pero no solo las formas son
distintas, sino que las funciones difieren también.
Naturalmente una interjección no tiene que traducirse necesariamente por otra, a veces,
simplemente, porque no existe equivalente, y muchos traductores e intérpretes reflejan su
significado de otro modo, pero en algunos tipos de texto, como los cómics, son fundamentales, por
lo que requieren un análisis cuidadoso.
Unidades pluriverbales:
Son conjuntos de palabras cuyo significado no es el mismo que el de la suma de sus componentes.
Por esta razón se suelen escoger como unidad y se traducen en bloque. Las unidades pluriverbales
pueden ser locuciones, frases proverbiales o refranes.
Las locuciones son expresiones pluriverbales de forma fija que se insertan en el lenguaje como una
pieza única, constituida por una oración simple o compuesta o parte de una oración. Algunas
locuciones se pueden traducir por una palabra u otra locución, mientras que para otras no hay una
traducción convencional. En cualquier caso, las locuciones también pueden ser polisémicas y es
necesario precisar el significado concreto pertinente.
Las frases proverbiales son frases hechas que encierran una sentencia. Las frases hechas son
expresiones preformadas que se intercalan corrientemente en el habla, sin introducir en ella
ninguna variación, como mucho, la flexión de algún elemento de ella. Se diferencia de la frase
proverbial en que no encierra una sentencia.
Los refranes son cualquier sentencia popular repetida tradicionalmente con una forma invariable,
en particular, las que son en verso o con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fáciles
de retener y les da estabilidad de forma y de sentido figurado. Son oraciones completas e
independientes que, en sentido directo o alegórico, expresan un pensamiento con fines de ejemplo.
Suele tener una forma elíptica y sentenciosa.
Las colocaciones son secuencias de palabras que aparecen juntas habitualmente, pero que, a
diferencia de las locuciones, frases proverbiales y refranes, no constituyen una unidad semántica
(nubosidad variable, fumador empedernido, etc). Hay otras en las que dos elementos que están
relacionados semánticamente guardan un orden determinado que no se altera, como “a diestro y
siniestro”. Algunas colocaciones siguen el mismo orden en muchas lenguas, como “más o menos”,
pero es habitual que varíen.
Vulgarismos:
Es uno de los nombres dados a las formas lingüísticas menos prestigiosas. Es habitual que las
innovaciones sean tenidas por menos prestigiosas y las formas más conservadoras tengan más
prestigio. Esto es así incluso en el caso de que la forma innovadora sea la usada por la práctica
totalidad de los hablantes. En las sociedades en las que existen instituciones oficiales dedicadas a la
lengua —como es el caso de España con la Real Academia Española— las directrices de tales
organismos suelen tener gran influencia. También pueden considerarse vulgarismos fenómenos
tales como el leísmo, el laísmo o la hipercorrección (bacalado, Bilbado).
Neologismos:
Un neologismo es una palabra de nueva creación y según la RAE, es todo vocablo, acepción o giro
nuevo en una lengua. Para crear neologismos se emplean formas o procedimientos llamados
recursos neológicos. Podemos distinguir entre las palabras nuevas que surgen a partir de cambios
morfológicos de vocablos ya existentes en la propia lengua, como “aeronave”, que es fruto de la
unión de “aéreo” y “nave”; y las palabras nuevas que surgen a partir de vocablos ya existentes en la
propia lengua que sufren cambios semánticos o de significado, como “tío”, que ha pasado de hacer
referencia al parentesco a hacer referencia también a “chico” u “hombre”.
Dentro de los neologismos encontramos los extranjerismos, que son expresiones lingüísticas
tomadas de un idioma extranjero, y por tanto se trata de neologismos o palabras nuevas que pueden
ser o no naturalizadas en la lengua de acogida. Los extranjerismos son naturales entre todas las
lenguas, que de esa manera se enriquecen y llenan sus vacíos de designación o pueden aludir así a
objetos, costumbres o realidades nuevas, importadas o no naturalizadas en una cultura, por
ejemplo el anglicismo strip-tease. Pero cuando se introducen sin necesidad, existiendo ya un
término o términos para la realidad que se designa, la lengua se empobrece y desnaturaliza.
Palabras tabú:
Las palabras tabú (del tahitiano tapu, “prohibido'”) son aquellas que se considera impropio utilizar
en público o escribir por razones morales, políticas o de “buen gusto”. En general son tabú el argot,
los vulgarismos referentes a partes del cuerpo y los insultos. También hay palabras aisladas que son
tabú en una comunidad concreta, como “madre” en México. Muchas palabras tabú dan lugar a
eufemismos, que son palabras que sustituyen a las tabú. A menudo, el propio eufemismo pasa a
ser considerado vulgar con el tiempo, para ser sustituido de nuevo.
Dentro del tabú encontramos el argot. Cuando las jergas se convierten en instrumentos para evitar
que los mensajes sean entendidos por individuos ajenos a un colectivo, esa jerga inicial pasa a ser
argot. Esto sucede, por ejemplo, en grupos marginales (delincuentes, traficantes, presos, mendigos),
en los que el secretismo es una necesidad derivada de las actividades ilegales o delictivas de los
miembros del grupo.
Las palabras tabú de una lengua casi nunca tienen una traducción inmediata y convencional en
otra. Su significado estricto es normalmente poco relevante, porque su uso pretende otorgar un
valor emocional al enunciado en el que se integran. Los mediadores suelen sopesar las posibles
opciones caso por caso.
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Metáfora:
Según el DRAE, una metáfora es una traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en
virtud de una comparación tácita, como en “las perlas del rocío” o “la primavera de la vida”. Es una
expresión de un concepto mediante otro término totalmente distinto con el que se ha establecido
una relación. Cabe destacar que esta figura retórica está presente en todo tipo de textos, y que gran
parte de nuestro sistema conceptual es metafórico.
Quizás podemos observar falta de metaforización en los textos matemáticos, pues la base de estos es
la objetividad y precisión, y en estos ámbitos no suele haber presencia de metáforas. Por el
contrario, en textos relacionados con el campo de las humanidades, sí que se observa la presencia,
en más o menos nivel, de metáforas. Sin lugar a dudas, donde hay una mayor metaforización será en
los textos poéticos.
Las extensiones metafóricas son posibles gracias a nuestra capacidad de abstraer similitudes entre
entidades y al carácter prototípico de los conceptos. Por ejemplo, percibimos las formas de un
objeto mirándolas o tocándolas, por lo que podemos establecer un paralelismo entre ver y tocar
abstrayendo las características semejantes en ambas actividades. De este modo podemos pensar en
la actividad típica de uno de estos conceptos en términos del otro, es decir, añadimos miembros
periféricos a uno de los dos conceptos. Un ejemplo es la oración “no le quitaba los ojos de encima’’.
Muchas metáforas son sistemáticas en la medida en que un polo adquiere un valor y el otro, su
opuesto. Puede lograrse, por ejemplo, a partir de las palabras “arriba’’ y “abajo’’, asociando los
valores positivos a arriba y los negativos a abajo. Es el caso del status social, la moral, la racionalidad
y los sentimientos. En otros casos, las metáforas pueden combinarse entre sí dando lugar a
conceptualizaciones distintas. En la oración, “el índice de desempleo está por las nubes”, el
concepto de “arriba” ha cambiado su significado.
Hay metáforas que acaban siendo completamente naturalizadas. Es el caso de la palabra “viaje”. Se
trata de una palabra que se utiliza en numerosas metáforas. Sin embargo, la particularidad es que las
metáforas que lo utilizan son muy comunes. Al ser tan comunes y llevar tanto tiempo siendo
utilizadas, estas se han fosilizado, lo que significa que las utilizamos sin ser conscientes de que estas
son metáforas, pues están muy normalizadas en nuestra habla.
La palabra viaje se utiliza mayormente para vehiculizar conceptos que implican un periodo de
tiempo duradero. Un ejemplo de estos conceptos son el amor, la vida y el razonamiento. Estos tres
conceptos tienen algo en común, todos requieren seguir durante un tiempo la concentración en
algo, en el caso del razonamiento es en la propia razón, en la vida nos centramos en el día a día,
mientras que en el amor nos centramos en la relación con otra persona.
Otro recurso bastante ligado a la metáfora es la metonimia, que consiste en designar algo con el
nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por
la cosa significada, etc. Ej: leer a Lorca, por leer las obras de Lorca.
Ambos recursos están íntimamente relacionados, porque ambos son operaciones conceptuales en
las que se conectan dos áreas. La diferencia es que, en una extensión metafórica se conectan dos
áreas conceptuales, como “persona” y “planta” o “dientes” y “perlas”, mientras que en una
metonímica se conectan dos partes de una misma área, como con Van Gogh y sus cuadros.
Aunque las lenguas tienden a compartir metáforas, muchas otras son específicas. Incluso entre
lenguas próximas se dan diferencias, en ocasiones excepcionales. En inglés, por ejemplo, existe la
metáfora “time is money”, y en español existe una parecida aunque no idéntica: “el tiempo es oro”.