Está en la página 1de 8

FILOSOFÍA HTTPS://WWW.ELSALTODIARIO.

COM/EL-RUMOR-DE-LAS-
MULTITUDES/FELIX-GUATTARI-DE-LA-REVOLUCION-MOLECULAR-A-LA-
ECOSOFIA-(II)
Félix Guattari: de la Revolución molecular a la Ecosofía (II)

En esta segunda parte del recorrido que realizamos por la obra y el


pensamiento de Guattari, nos sumergimos en la caracterización que
ofrece el autor tanto del capitalismo en fase avanzada como de las
alternativas que se dibujan alrededor de las nociones de revolución
molecular y ecosofía.

Félix Guattari
Miquel Martínez
Profesor de Filosofía. Grupo Ruptura.
3 JUL 2020 10:00

“Yo soy optimista y confío enormemente en el poder de lo pequeño, de las


micropolíticas […] Mi revolución es muy pequeña. Mi riachuelo es apenas un
hilillo. Pero sin hilillos de agua no hay inundación posible. Y cuando venga la
riada cogerá desprevenidos a todos los que se reían de las tímidas escorrentías
que bajaban del monte, apenas capaces de arrastrar unas hojas y cuatro palitos”.

Paco Vidarte, Ética marica.

Apuntábamos, en la primera parte de este texto, que la producción guattariana se podía ver
como un análisis de los dispositivos de poder y, sobre todo, como una llamada a trazar las
múltiples líneas que permiten llevar el sistema más allá de sus márgenes. Como afirma
Anne Querrien, la obra guattariana sigue y reivindica la “larga marcha de los desafiliados”,
acompañando a todas aquellas expresiones subjetivas que se definen por su
posicionamiento rebelde ante el modo de producción dominante.

Así pues, si en la primera parte analizamos el trabajo que desarrolla Guattari alrededor de la
psicoterapia institucional y en relación al concepto de esquizoanálisis o micropolítica ―por
lo que respecta a la conformación interna de los grupos militantes―, en este caso se trata
de entrever los elementos a partir de los cuales, en el contexto de normalidad y orden que
pugna por imponer el capitalismo en fase avanzada, es posible articular una subjetividad
colectiva en clave revolucionaria.

EL RUMOR DE LAS MULTITUDES

Félix Guattari: del inconsciente rebelde a las


prácticas militantes (I)
MIQUEL MARTÍNEZ
3

El Capitalismo mundial integrado


Como indica Gilles Deleuze en una entrevista de principios de los años ochenta con
Antonio Negri, tanto él como Guattari nunca dejaron de analizar la lógica interna del
sistema capitalista desde una óptica marxista. Esto supone, como indica Deleuze, observar
el capitalismo como un modo de producción que se define en términos inmanentes, pues no
duda en desplazar sus límites ―mirando hacia el interior y hacia el exterior― con el fin de
adaptarse a las necesidades concretas del medio en el que trata de ejercer su influencia.
Toma forma, de esta manera, lo que Guattari denomina el Capitalismo mundial integrado:
un sistema capaz de ampliar sus dominios en términos territoriales y de infiltrarse, al
mismo tiempo, en los procesos de producción subjetiva.

Por lo que respecta a la expansión territorial, el capitalismo mundial integrado se sostiene


sobre la posibilidad de hacer coexistir zonas de desarrollo ―con bolsas de precariedad
interior―, zonas de subdesarrollo relativo ―con élites dirigentes privilegiadas― y zonas
de pauperización absoluta. Desde esta perspectiva, el proceso de acumulación originaria no
constituye solo el momento inaugural del modo de producción capitalista. Como sugieren
Marx y Engels en El Capital, en referencia a las guerras y las políticas coloniales a través
de las cuales el sistema trata de sortear la baja tendencial de la tasa de beneficio, la
aplicación de políticas de expolio individual y colectivo se encuentran en la médula misma
del sistema. Guattari sigue el hilo de la producción marxiana por este lado, para caracterizar
la acumulación originaria como un proceso que se replica de manera incesante y cuyos
efectos atañen a la constitución ontológica misma y a las posibilidades de renovación y de
éxito del sistema capitalista.

Asimismo, el capitalismo mundial integrado se define por su carácter intensivo, en la


medida en que es capaz de constituir la subjetividad desde el interior, a nivel individual y
colectivo. De manera similar a la descripción que ofrece Foucault con el concepto de
biopoder, este proceso implica una subsunción real, es decir, una completa integración de la
totalidad de las relaciones sociales dentro de la axiomática capitalista. Como se puede leer
en el cuaderno de los viajes que realizó Guattari por Brasil durante la década de los setenta
y principios de los ochenta, de la mano de Suely Rolnik, y que fue publicado por ambos
autores bajo el título Micropolítica. Cartografías del deseo (1986), la acción del
capitalismo mundial integrado se materializa, así, a través de una doble opresión. En primer
lugar, con la formación de una fuerza colectiva de trabajo. En segundo término, con
la formación de una fuerza de control social colectivo. Por lo que respecta a esta segunda
dimensión, el sistema pone en marcha un mecanismo de optimización de recursos al ejercer
el poder de manera descentralizada, indirecta y escalonada, a través de aquellas
subjetividades que han sido constituidas para responder a las exigencias de la axiomática
capitalista.
El capitalismo se define en términos inmanentes,
pues no duda en desplazar sus límites con el fin de
adaptarse a las necesidades concretas del medio en el
que trata de ejercer su influencia.
Lo que el análisis guattariano pone de manifiesto, por esta parte, es que la batalla con y por
el poder se juega (también) en los márgenes. Si al capitalismo le interesa establecer un
conjunto de códigos formalmente múltiples y diversos, alrededor de los cuales se define
una pretendida normalidad, es porque los procesos de control y de extracción de beneficios
afectan tanto al centro como a la periferia del sistema. No en vano, como se puede leer
en Mil mesetas, cabría distinguir lo anormal de lo anómalo. Con el primer término se hace
referencia a aquellas identidades que formalmente tratan de oponerse a la norma
establecida, pero cuya acción acaba siendo reconducida al orden por las instancias de
poder. Con el segundo término se hace alusión, en cambio, a aquellas expresiones
subjetivas que consiguen sustraerse a la acción del sistema. Lo anormal se define, al fin y al
cabo, por establecer una oposición dialéctica con el patrón establecido, manteniendo así una
relación de dependencia ontológica y política, aunque sea en términos negativos, con el
poder de mando. De hecho, el capitalismo aprovecha estos movimientos que se producen
en los márgenes, y cuya acción es capaz de hacer revertir en beneficio propio, para
reivindicar su carácter abierto y tolerante. Lo anómalo, sin embargo, se define como aquella
subjetividad que el sistema no es capaz de identificar, seleccionar y clasificar; como aquella
expresión subjetiva que se desvía del patrón dominante mediante una bifurcación y que
corta, así, todo vínculo con la normalidad establecida. A esto se refiere Guattari ―en
muchas ocasiones de la mano de Deleuze― con la delimitación que establece entre una
desterritorialización relativa y una desterritorialización absoluta con respecto al sistema.

Así pues, como se puede observar en el libro Escritos para El Anti-Edipo ―un conjunto de
textos en los que se muestra el trabajo que realizó Guattari en vista a la publicación del
primer volumen de Capitalismo y esquizofrenia―, el sistema capitalista es definido a partir
de dos características principales. En primer lugar, mucho más que por exclusión, el
entramado capitalista funciona por integración de todo aquello que es capaz de fagocitar y
orientar en beneficio propio. En segundo término, en buena medida como consecuencia de
las tensiones derivadas de ampliar los límites que constituyen el sistema desde un inicio, la
maquinaria capitalista no funciona sino a fuerza de averiarse. Dicho de otro modo, las
crisis no son un elemento sobrevenido y secundario, sino de carácter esencial y, por tanto,
necesario para el mantenimiento del modo de producción capitalista. Guattari hace
referencia a este aspecto en relación al carácter patológico del sistema. Si el capitalismo se
puede definir ―utilizando las palabras de Deleuze― como un “régimen de locos” es
porque, al mismo tiempo que pone en cuestión buena parte de los códigos establecidos en el
campo social ―con el objetivo de satisfacer los procesos de extracción de beneficios―, no
deja de recuperar dichos códigos a una escala aumentada. En todo caso, es en este punto en
el que se disparan los conflictos y las tensiones y, con ello, la posibilidad de llevar el
sistema a un punto de colapso absoluto e irreversible.
La Revolución molecular
La revolución molecular constituye, sin lugar a dudas, uno de los elementos centrales para
entender el análisis que lleva a cabo Guattari sobre los movimientos que dinamizan el
campo social. Aunque se puede encontrar desarrollada a lo largo de la producción del autor,
es en dos compilaciones de textos, aparecidas en 1977 y 1980 bajo el título La revolución
molecular, donde Guattari expone las líneas principales de esta noción.

A diferencia de lo que se suele apuntar al respecto, con la revolución molecular no se trata


solo de articular las diferentes subjetividades emergentes y sus luchas particulares. Además
de la alianza interna entre las subjetividades consideradas minoritarias y las luchas
proletarias, se trata de poner en relación las demandas de cambio que se dan al nivel de los
axiomas y, por tanto, dentro de la lógica del modo de producción capitalista, con aquellos
movimientos que operan al margen del sistema y, en este sentido, más allá de toda
representación mediada. No hay que confundir, pues, lo molecular y, en general, el ámbito
de la micropolítica, con la negativa a construir una propuesta de dimensiones amplias para
el campo social. Una propuesta de amplio alcance ―la “riada” que vaticinaba Vidarte― ha
de tener condiciones de posibilidad, si bien solo se puede materializar como resultado de
una acumulación inmanente de fuerzas concretas que, desde la base, den lugar a una nueva
composición de cuerpos y a un conjunto de claves discursivas a través de las cuales poner
en cuestión la estabilidad del sistema. La opción de la huida a pequeña escala mediante la
construcción de comunidades aisladas, esto es, la opción ascética, es rechazada de manera
rotunda por Guattari a lo largo de su obra. Antes que nada porque esta opción implica huir
de la realidad en lugar de hacer huir la realidad tal y como se trata de imponer desde el
poder establecido.

Lo que el análisis guattariano pone de manifiesto es


que la batalla con y por el poder se juega (también)
en los márgenes.
Guattari alude, por este lado, al concepto de heterogénesis, con el fin de coordinar la acción
conjunta de las distintas subjetividades susceptibles de conformar un frente antagonista
amplio e, incluso, de proponer un conjunto de alternativas de carácter global. La revolución
molecular tiene en la heterogeneidad su motor, de manera que la articulación de las
subjetividades emergentes se ha de entender en el sentido de una polifonía. Como señala el
autor, la revolución molecular aparece así como la vía de expresión de “un pueblo múltiple,
un pueblo de mutantes, un pueblo de potencialidades que aparece y desaparece”, y que es
capaz de materializarse en “encuentros”, “instituciones”, “afectos” y “reflexiones”.

Asimismo, en este proceso de articulación se pueden distinguir dos momentos distintos


aunque convergentes. En primer lugar, una fase de carácter destituyente. Dirigida a
encontrar las grietas que van apareciendo en las estructuras y la semiótica del poder, en este
primer momento se trata de conseguir una acumulación de fuerzas provisional mediante el
reconocimiento de unos objetivos comunes mínimos. No obstante, en segundo término se
debe contemplar una fase de carácter constituyente. Toda vez que se ha configurado un
nuevo plano de relaciones, cabe empezar a desarrollar las subjetividades de manera
autónoma y en su máxima singularidad. Con todo, estas dos fases han de avanzar en
paralelo. Más aún, todo movimiento de descodificación y desterritorialización de los
axiomas que constituyen el sistema ha de llevar implícito y, de hecho, ha de suponer un
ensayo crítico del nuevo espacio y la nueva lógica de relaciones que se tratan de poner en
funcionamiento con la revolución molecular. Toda resistencia implica una apuesta concreta,
a realizar en el presente, por la creación de nuevas formas de vida y nuevos procesos de
atribución de valor sobre la actividad individual y colectiva.

Las tres ecologías


Todos los elementos que acabamos de analizar confluyen, desde finales de los años ochenta
―coincidiendo con la sacudida provocada por el desmoronamiento de la Unión
Soviética―, en el concepto de ecosofía. Con esta noción ―desarrollada principalmente en
títulos como ¿Qué es la ecosofía? (1985-1992) y Las tres ecologías (1989)―, Guattari
alude al proceso de conformación inmanente del espacio de lo común, es decir, del plano
que han de habitar las subjetividades que tratan de poner en cuestión las exigencias del
sistema capitalista. Por este lado, la ecosofía se despliega a partir de tres “ecologías” o, lo
que es lo mismo, de tres esferas relativas al análisis y al trabajo por una conformación
alternativa de la realidad social, mental y medioambiental.

Por lo que respecta a la vertiente social de la ecosofía, se trata de favorecer la conformación


de la subjetividad mediante la experimentación de nuevos vínculos, tanto a nivel
microsocial como a escala institucional. En cuanto a la esfera mental de la ecosofía, en
primer lugar se trata de plantear la importancia de la corporalidad a la hora de constituir el
ámbito de la subjetividad. Guattari llama la atención, así, sobre la necesidad de poner en
juego nuevas prácticas afectivas que no estén basadas en la exclusión y en la dominación
del otro o de los otros. Asimismo ―en la línea que ya apuntábamos con el concepto de
esquizoanálisis o micropolítica―, la ecosofía supone, por esta parte, una llamada a
reconducir los fantasmas que habitan el inconsciente, tanto a nivel individual como de
grupo, empezando por aceptar la contingencia y la finitud como elementos constitutivos de
la subjetividad.

La revolución molecular tiene en la heterogeneidad


su motor, de manera que la articulación de las
subjetividades emergentes se ha de entender en el
sentido de una 'polifonía'.
Por lo demás, estos dos apartados responden a una de las más importantes funciones que
Guattari atribuye a la ecosofía: detectar los mecanismos de sumisión semiótica que el
sistema capitalista esparce a través de los equipamientos colectivos ―centros educativos y
sanitarios, instituciones de salud mental o de intervención social― y los medios de
comunicación de masas. Como señala Guattari, la subjetividad propia del capitalismo
mundial integrado está producida por “operadores de naturaleza y calibre diversos”. En
todo caso, estos mecanismos coinciden en la necesidad de generar un discurso y una visión
de la realidad determinados, con el establecimiento de unos regímenes de signos, de unos
modelos existenciales y de una manera de entender las relaciones sociales que el sujeto
debe adoptar para definir una identidad estable.

Por último, en relación a la vertiente medioambiental, se trata de hacer frente a la deriva


destructiva que amenaza al planeta. No tanto con el objetivo de la conservación, como de
buscar los recursos necesarios para una reconstitución activa del medio. Sin olvidar, con
todo, que la preocupación medioambiental no debe suponer, en ningún caso, renunciar a las
posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Siguiendo las huellas de un análisis que
ha influido de manera notable en autores como Franco Berardi “Bifo” o Antonio Negri, las
nuevas tecnologías no constituyen, de manera exclusiva, un instrumento para el control y el
encuadramiento social. Además de facilitar la comunicación y la movilización
multitudinarias, las tecnologías pueden ofrecer, siempre que se desarrollen al margen de la
lógica sistémica, un conjunto de materiales y recursos a través de los cuales proponer
nuevos procesos de creación subjetiva.

Como se puede observar, el nexo que une las tres vertientes implicadas en la ecosofía no es
otro que el de combatir la subjetividad constituida alrededor del modo de producción
capitalista. Guattari hace una descripción concreta de los dispositivos que pone en práctica
el capitalismo en los procesos de subjetivación. El sistema capitalista actúa, en primer
lugar, generando un sentimiento de culpa que el sujeto se ve forzado a expiar. Esto se
traduce a través de la noción de deuda, que el sujeto contrae de manera casi implícita como
condición necesaria para subsistir en el interior del sistema, y que se ve obligado a pagar
con el esfuerzo de su trabajo y mediante la aceptación de los códigos sobre los que se
sustenta la axiomática capitalista. En segunda instancia, el capitalismo actúa por medio de
la discriminación, con la creación de un conjunto de valores y de mecanismos de extracción
de valor, a nivel material y simbólico, cuyo objetivo es el de fundamentar un sistema
organizado de forma clasista y jerárquica. Por último, el sistema capitalista trata de
producir una infantilización en el seno de la subjetividad. Evidentemente, este proceso nada
tiene que ver con los universos existenciales que los niños son capaces de crear y que, en
ocasiones, se pueden mantener libres de la colonización capitalista. Tiene que ver, por una
parte, con la banalización generalizada de la cultura y de la esfera semiótica en la que se
desarrolla la subjetividad y, en términos generales, con la negación de la singularidad y de
la autonomía como principios a partir de los cuales canalizar los procesos de subjetivación.

Con la ecosofía, Guattari alude al 'proceso de


conformación inmanente del espacio de lo común', es
decir, del plano que han de habitar las subjetividades
que tratan de poner en cuestión las exigencias del
sistema capitalista.
¿Hay vida más allá?
Por el lado de las alternativas, Guattari propone abrir campos de virtualidad
constructivista para la producción subjetiva. Se trata de conectar la producción subjetiva
con aquellos espacios (de futuro) en que es posible la emergencia y la toma de consistencia
de la ruptura, la diferencia y la novedad. Para ello, resulta necesaria la construcción de
puentes a través de los cuales conectar los procesos de creación subjetiva con la alteridad
en sentido amplio: no solo con la multiplicidad de subjetividades que tratan de vivir al
margen de las imposiciones sistémicas, sino también con el elemento vegetal, animal
y maquínico. En definitiva, con todos aquellos elementos que pueden contribuir a
descentrar la perspectiva dominante.

Guattari parte de una premisa ética y estética por esta parte, según la cual la subjetividad es
potencialmente capaz de desarrollarse y proliferar más allá de su equilibrio normal y
ordinario. Así se puede observar en el análisis que ofrece acerca de autores como Kafka
―presente en títulos como Kafka. Por una literatura menor (1975), escrito con Deleuze,
o Sesenta y cinco sueños de Franz Kafka (1985)―. Si los procesos de creación que se dan
en ámbitos diversos pueden suponer, en este caso, un arma en manos de los movimientos
sociales es porque, además de permitir detectar las “potencias diabólicas que llaman a
nuestra puerta”, ofrecen la posibilidad de resistir mediante la creación de formas de vida
(virtualmente) no asimiladas por el sistema. De hecho, Guattari plantea este proceso de
construcción a la manera de un ritornelo existencial. Haciendo alusión al concepto
de repetición compleja que ofrece Deleuze en Diferencia y repetición, se trata de
acompañar el gesto inicial de ruptura con la prudencia necesaria para atraer parte de los
elementos que se han desprendido como resultado del estallido del modelo subjetivo
dominante. Si bien esta operación se debe llevar a cabo desde la perspectiva de la diferencia
y la subversión, evitando, por tanto, toda construcción de carácter esencialista. Los
territorios existenciales se definen, pues, no como un en sí cercado y replegado sino como
el resultado de un proceso abierto en el que desarrollar, de manera sostenida, un para sí de
carácter contingente y siempre inacabado.

En suma, la construcción de una subjetividad colectiva en clave revolucionaria es todavía


posible si se hace por evitar cualquier intento de centralización en la toma de decisiones, así
como toda visión jerárquica del grupo y, en consecuencia, del campo social. De la misma
manera, se debe abolir toda perspectiva determinista o teleológica en la conformación de
las luchas antisistémicas. Como señala Guattari en Las tres ecologías, se trata así de
reivindicar y de contribuir a crear, desde el apartado teórico y en la práctica diaria, una
subjetividad de la diferencia, la atipia y la utopía, basada en la escucha de lo(s)
otro(s) como aspecto esencial para la acción en común.

Ni que decir tiene que a noventa años del nacimiento de Guattari, en un contexto de
(re-)establecimiento constante de la (nueva) normalidad como hilo conductor de las
relaciones políticas y sociales, esta llamada nos interpela, quizá, con más fuerza y mayor
urgencia que nunca.

También podría gustarte