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SESIÓN 13

INTERPRETACIÓN DE LA LEY
PENAL
Docente: MG. JORGE ROSAS YATACO
Fuentes del derecho penal
La palabra fuente proviene de las voces latinas fons, fontis, que significa
“manantial de aguas que brota de la tierra”; en sentido figurado, fuente es
el principio, fundamento u origen de una cosa. En la literatura jurídica se
entiende por fuente del Derecho al principio, fundamento u origen de las
disposiciones normativas de las relaciones sociales, en especial del
Derecho positivo vigente en una determinada sociedad y época.
En otras palabras, la expresión fuente de Derecho tiene un doble sentido;
puede, por una parte, referirse a la autoridad que declara el Derecho, a la
voluntad que dicta las normas jurídicas y, por otra, a la manifestación
misma de esa voluntad, esto es, a la forma que el Derecho objetivo asume
en la vida social. Suele dividirse en fuentes formales del Derecho, como
también en fuentes materiales del Derecho. Así, podemos decir que en los
sistemas jurídicos codificados el Derecho brota, en primer término, de la
ley, en tanto que en los sistemas jurídicos que se adhieren al common law
el Derecho surge del precedente judicial.
James Reátegui Sánchez.

Jorge Rosas Yataco


La Ley
La ley ocupa el papel principal en el orden de prelación de fuentes del Derecho en
general, y del Derecho penal en particular. En este sector rige el principio “nullum
crimen, nulla poena, sin lege”, conocido como principio de legalidad penal,
conforme al cual la ley es la única fuente de creación del Derecho penal.
Polaino Navarrete.
Entiéndase por ley a una norma jurídica de carácter general aprobada por los
órganos públicos que tiene el poder legislativo, en los Estados de derecho el
Parlamento, donde la ley penal presupone conceptualmente la norma; del mismo
modo, el Derecho penal subjetivo presupone conceptualmente el derecho
subjetivo a la obediencia de la norma; estos dos derechos subjetivos aparecen
estrechamente entrelazados, en tanto la lesión de uno supone la fuente de otro.
Todo esto no hace más que confirmar la vigencia del denominado “principio de
legalidad”; o como anota Jiménez de Asúa: “La ley penal es la expresión del
Derecho penal desde el punto de vista objetivo”. En esta misma línea, se
pronuncia Luzón Peña cuando dice “La ley penal es la fuente principalísima del
Derecho penal por ser fuente exclusiva en todo lo relativo a la creación o
agravación de la responsabilidad criminal”.
James Reátegui Sánchez, 2014, pg. 293 y ss.

Jorge Rosas Yataco


La fuente principal del Derecho Penal es la ley. Se suele afirmar que es
la única fuente formal, directa o inmediata del Derecho Penal, pero
esto no es exacto. Es cierto únicamente que en virtud del principio de
legalidad sólo pueden crearse figuras delictivas o categorías de
estado peligroso y establecerse o agravarse penas o medidas de
seguridad mediante una ley. Son también fuentes del Derecho Penal
la costumbre, los principios generales del Derecho y los tratados
internacionales que se hayan incorporado al ordenamiento jurídico
interno.
El termino Ley que utiliza la Constitución, al definir este principio (de
legalidad), se refiere a las disposiciones jurídicas emanadas de los
órganos del Estado que tienen funciones legislativas. Comprende a la
Ley elaborada como acto político del Poder Legislativo y también los
Decretos Legislativos emanados del Poder Ejecutivo de acuerdo a las
formalidades que el orden constitucional establece (artículos 103 y
104, Constitución). No tiene la condición de Ley, los decretos y
resoluciones dictadas por el Poder Ejecutivo (artículo 118, numeral 8,
Constitución) ni las disposiciones dictadas por la autoridad
administrativa de menor jerarquía.
Felipe Villavicencio, Derecho penal, parte general, 2016, p. 133 y ss.
Jorge Rosas Yataco
La costumbre
La costumbre o el consuetudo es la unidad de patrones de conducta
que hace que ella se repita permanentemente creando en sus
actores los criterios del valor o disvalor con arreglo a los cuales se
determina el bien jurídico pasible de protección penal, lo mismo que
la conciencia de antijuricidad.
Javier Villa Stein.

Se entiende por costumbre la conducta que se repite


constantemente y genera convicciones de obligatoriedad; en otras
palabras, es la reiteración invariable de actos con conciencia de
exigibilidad que genera carácter vinculante, bien por el aspecto
activo al dar lugar al nacimiento de nuevas normas jurídicas o, por el
pasivo cuando originan su desaparecimiento.
Fernando Velasquez.

Jorge Rosas Yataco


La costumbre es más que la reiteración parmente de determinando conductas, creando
en los ciudadanos una conciencia de obligatoriedad. Este derecho consuetudinario
está formado por dos presupuestos esenciales: un elemento subjetivo (el animus), que
es la voluntad de vigencia, por parte de la comunidad, hacia una conciencia o
sentimiento obligacional; y un elemento objetivo (el corpus), que es la práctica
suficientemente reiterada de un determinado acto. A la costumbre la podemos
identificar de manera activa (consuetudo), cuando da nacimiento a nuevas normas
jurídicas o normas consuetudinarias; y de manera pasiva (desuetudo), cuando extingue
o pone en obsolescencia algunas normas jurídicas preexistentes.
En cuanto a la relación que puede tener la costumbre con la ley, se distinguen tres
formas: Costumbre praeter legem, que es aquella que se perfila más allá de lo
establecido por la ley. No tiene validez, ya que atenta contra toda expresión del
principio de legalidad. Costumbre contra legem, que actúa en forma contraria a los
establecido por la ley. Así, si existe un conflicto entre ley y costumbre, se erigiría a la
costumbre. También se vulnera el principio de legalidad. Costumbre secundum legem
(costumbre negativa), que está en concordancia con lo expresado por la ley. Lña ley se
remite a la costumbre para solucionar los problemas de interpretación o vacíos que
pueda encontrar el operador de Derecho. Con esta forma de costumbre se busca la
concordancia con lo expresado por la ley, y con ello no se tendría ningún tipo de
contrariedad con el principio de legalidad.
Felipe Villavicencio, Derecho penal, parte general, p. 147 y ss.

Jorge Rosas Yataco


La jurisprudencia
Entre nosotros, el concepto de jurisprudencia se asocia
ineludiblemente al fallo de jueces y tribunales, con independencia
de si dicho fallo resulta conforme a la doctrina o a criterios de
excelencia cultural o incluso jurídica.
Proveniente del latín: juris = derecho; prudentia = sabiduría, el
vocablo debe ser entendido como el meditado pronunciamiento de
los jueces y tribunales y se espera que ello ocurra de cara a la ley y a
la doctrina, pues de ella se auxilia cuando se trata de cerrar un tipo
abierto.
La jurisprudencia, sin embargo, no es fuente del Derecho penal, por
lo menos fuente primigenia, aunque pueda serlo de “producción
derivada” cuando se trata de darle contenido a los tipos abiertos.
Javier Villa Stein.

Jorge Rosas Yataco


La doctrina
Se comprende en la doctrina el cuerpo teórico de conocimientos normativos que
han desarrollado estudiosos y publicistas en su sistematización del Derecho penal.
La doctrina alcanza desarrollo en la parte general del Derecho penal estudiando
los principios generales y de la parte especial cuando se estudia la configuración y
alcance de cada tipo penal del catálogo.
No obstante su importancia generadora, la doctrina no es fuente inmediata de
derecho, aunque su aporte sea fundamental para renovarlo, legislando o
interpretando (Javier Villa Stein).
Las elaboraciones doctrinales constituyen elementos básicos, tanto para el
legislador como para el juez, ya que son los doctrinarios los que, con sus
postulados y trabajos científicos, logran conocimientos jurídicos más elaborados y
actualizados. El juez como tal no puede más que nutrirse en la ciencia de los
juristas, quienes con sus críticas y prospecciones llegan a ser algo así como jueces
de los jueces y del propio legislador. Los aportes que hacen los juristas se hallan
expresados en obras o literaturas penales que constituyen una verdadera fuente
bibliográfica penal y permite acceder tanto a los aportes más modernos como a
las fuentes históricas del Derecho Penal (Felipe Villavicencio).

Jorge Rosas Yataco


La interpretación de la ley penal
La interpretación consiste en la atribución de significado a las
fórmulas lingüísticas (denominadas proposiciones o disposiciones
jurídicas). De esta manera, nos estamos refiriendo sólo a la
interpretación de textos legales, que es uno de los diversos sentidos
con que se utiliza, en el ámbito jurídico, el término interpretación.
Los diversos sentidos de esta palabra deben ser tenido en cuenta,
pues, “no es lo mismo interpretar los aspectos de hecho de una
situación que se desea encarar jurídicamente, que escoger y aplicar
los preceptos normativos, jurídicos u otros”.
Además, el término interpretación sirve para referirse tanto a la
actividad interpretativa como al resultado obtenido mediante ésta.
Este producto es el significado atribuido a la disposición legal
(objeto interpretado).
José Hurtado Pozo.

Jorge Rosas Yataco


Métodos de la interpretación
En doctrina, se mencionan diversos métodos o argumentos interpretativos.
Estos están concebidos comúnmente, como procedimientos o técnicas
utilizados para atribuir a los textos legales un significado. Desde otra
perspectiva, se puede decir, así mismo, que justifican la atribución de un sentido
a un texto legal. Son admitidos de manera amplia por los juristas, aun cuando no
estén siempre de acuerdo sobre su índole y el papel que desempeñan. A veces
han sido regulados en la ley por considerarse que era conveniente orientar a los
jueces sobre la manera de determinar el sentido de las normas. Sin embargo,
aun en estos casos, no se trata de directivas a las que debe someterse
automáticamente el juez o el intérprete en general. La regulación legislativa de
algunos de estos métodos ha tenido, así mismo, la finalidad de darles la
prioridad respecto a los demás. Esto está condicionado por las concepciones que
se adopten sobre el derecho y la interpretación; por ejemplo, el considerar como
prioritario el recurso al método literal suponía reforzar la posición de la autoridad
de quien dicta las leyes y limitar fuertemente la facultad discrecional del órgano
jurisdiccional.
José Hurtado Pozo, 2005, pág. 203.

Jorge Rosas Yataco


Método literal o gramatical
Constituyendo el lenguaje el medio por el que se establecen las normas legales, no
sorprende que los autores estén de acuerdo en admitir que el primer factor que debe
tenerse en cuenta es, precisamente, la expresión lingüística. El punto de partida es, por
lo tanto, el análisis del sentido literal de la disposición legal. Como ya hemos tenido la
oportunidad de afirmarlo, con reserva respecto a la terminología utilizada, “lo que
parece evidente es que el espíritu [se] descubre a través de la letra”.
Según la manera tradicional de percibir el método gramatical, se trata de la forma más
simple de interpretación y consiste en indagar por el significado inmediato vinculado al
uso común de las palabras. Estas deben de entenderse en su sentido natural y obvio,
según el uso general de las mismas. Sin embargo, como lo hemos visto con anterioridad,
las palabras no poseen un sentido de esta índole. En su mayor parte, son ambiguas,
vagas; su campo de referencia no está definido, pues, consiste en un núcleo o zona
central nítida y en un nebuloso círculo exterior de incertidumbre. Debido a esto,
mediante el esclarecimiento del sentido literal sólo puede lograrse fijar, más o menos, la
amplitud de la expresión lingüística. El problema consiste en saber si el elemento literal
(enunciado que prescribe) constituye un elemento independiente de los demás factores
(histórico, sistemático y funcional) o si sólo es el resultado obtenido recurriendo a todo
éstos. Si lo último fuera cierto, el enunciado legal no puede constituir un límite absoluto
de la interpretación. Para determinar qué contenido semántico hay que darle, es
indispensable adoptar las otras perspectivas concernientes a los restantes métodos. Sin
embargo, esto implica que, al final del proceso interpretativo, no sea posible concluir
confirmando que el sentido que deba adscribirse al texto legal sea el sentido literal.
José Hurtado Pozo, pg. 204 y ss.
Jorge Rosas Yataco
Método sistemático
Según este método, la disposición legal es interpretada recurriendo a
diversas técnicas y argumentos con referencia, por ejemplo, al lugar que
ocupa en el ordenamiento jurídico, al hecho de que los términos son
utilizados por el legislador en el mismo sentido o con significaciones
diversas de modo constante, a la circunstancia de que deba atribuirse el
significado que concuerde mejor con aquel dado a otras disposiciones
jerárquicamente diferentes o al hecho de que se recurra al argumento de
la coherencia del sistema jurídico para evitar contradicciones normativas.
Es decir, se trata de adscribir un sentido a la ley teniendo en consideración
el contexto jurídico de la regla. El primer y fundamental problema que se
presenta es, en efecto, la delimitación se este contexto jurídico que puede
ser circunscrito a las disposiciones cercanas a la regla en cuestión o
ampliado a disposiciones pertenecientes a otros dominios del derecho y
aun a los principios generales.
José Hurtado Pozo, pg. 211.

Jorge Rosas Yataco


Método histórico
Los que atribuyen a la interpretación un carácter subjetivo, no hacen sino
privilegiar el método histórico. Es decir, tratan de buscar la voluntad del
legislador histórico o, de manera menos rígida, la voluntad reconocible
(noción que permitiría corregir las imprecisiones cometidas por el
legislador histórico). Así, se trata de determinar qué concepciones
inspiraron a quienes redactaron y aprobaron el texto, cuáles fueron las
finalidades que se propusieron alcanzar. También, se busca delimitar el
contexto social en que tuvo lugar el proceso legislativo. Con estos
objetivos se recurre a todos los materiales que hagan posible esta
indagación histórica, cuyos resultados puedan facilitar la atribución de un
sentido al texto que se interpreta. Entre dichos materiales, deben
considerarse, por ejemplo, los documentos escritos que contienen datos
sobre los trabajos preparatorios (proyectos, exposición de motivos,
mensajes, actas de las comisiones o de los debates parlamentarios, etc.).
José Hurtado Pozo, pg. 215.

Jorge Rosas Yataco


Método teleológico
El método teleológico consiste en tener en cuenta el fin de la norma que se
interpreta y el sentido inmanente del derecho en general o de un instituto; con
relación a lo último se señalan “la naturaleza de las cosas”, “la equidad”,
“seguridad”, etc. No se trata, pues, de las circunstancias accidentales que dan
lugar a la dación de la norma legal, sino más bien de las necesidades político-
sociales que la norma instrumenta y, así mismo, del contexto social en el que ésta
ha de producir sus efectos. En este punto, se debe tener cuidado en no oponer el
fin realmente querido por el legislador al elaborar la ley. En algunos casos es
posible identificar el fin o el ideal que inspiró al legislador, pero si no se logra
reconocerlo habrá que preguntar qué fin puede tener razonablemente una
regulación para lo que habría que tener en cuenta los fines objetivos del derecho.
Sin embargo, hay que admitir que no siempre se puede establecer sin equívoco el
propósito de una ley y, en el caso de identificarlos no proporciona la única guía de
la actividad legislativa. Por esto, es preferible considerar que la interpretación
teológica consiste en la “integración de una multiplicidad de valoraciones; y, el
propósito de la ley solamente indica una consideración única de esa multiplicidad.
José Hurtado Pozo, pg. 216 y ss.
Jorge Rosas Yataco
Interpretación declarativa
La interpretación declarativa explica el texto de la ley, tanto cuando es claro
como cuando es oscuro y ambiguo; pero sobre todo, en este último caso. Se dice
que esta interpretación, entre los varios significados de la expresión, precisa
aquel que responde exactamente a la voluntad de la ley. De esta manera, no se
tiene en cuenta que en esto consiste –precisamente- la tarea de la interpretación
en general. Es, por tanto, artificiosa la creación de esta “clase” de interpretación.
Esto resulta aún más evidente cuando se sostiene que la interpretación debe ser
sólo declarativa, “limitarse a declarar el verdadero sentido del texto a aplicar y
en todo su sentido, sin quitar ni agregar nada. Para esto, ella debe ser al mismo
tiempo gramatical y lógica –y así mismo teleológica e histórica- en tanto que
traduce exactamente el texto legal, y al mismo tiempo remite a la razón de la
ley, a su fin y si es necesario a su origen para esclarecer su pensamiento y
verificar la aplicación al caso particular”. Desde la perspectiva que hemos
adoptado, resulta evidente que es superfluo concebir en este sentido el proceso
de interpretación.
José hurtado Pozo, pg. 220.
Jorge Rosas Yataco
Interpretación restrictiva o extensiva
Si el fondo del planteamiento concierne a la naturaleza, el fin y los límites de la
interpretación, el criterio utilizado para distinguir entre la interpretación restrictiva y la
interpretación extensiva no constituye la mejor manera de abordar esta problemática. El
carácter artificial de la distinción se comprende fácilmente cuando se reflexiona sobre la
manera tradicional como ha sido practicado. Los autores están, en gran mayoría, de
acuerdo en definir la interpretación restrictiva como la que “ofrece como resultado restringir
el significado de las palabras de la ley, cuando éstas expresan más de lo que el legislador
quiso”. En cuanto a la interpretación extensiva, afirman que “tiene por resultado extender el
natural significado de las palabras de la ley, cuando éstas expresan menos de lo que el
legislador quiso decir”. Así, se ha considerado que el límite a tener en cuenta es el texto
legal. Cuando el intérprete no lo sobrepasa, se dice que es restrictiva y, por el contrario, se
habla de extensiva cuando va más allá del texto. Esta manera de percibir la interpretación
implica que existan dos factores seguros entre los cuales se hace la comparación. Por un
lado, , el significado de las palabras legales; y, por otro, lo que el legislador quiso decir. Pero
como lo hemos indicado antes, el texto, punto de referencia escogido, no es un límite neto y
seguro. No es siempre en sí claro y preciso. Se trata más bien de un elemento variable y
ambiguo que necesita ser determinado y éste es precisamente el papel de la interpretación.
Con relación a la voluntad, diremos que no se puede saber lo que “quiso decir el legislador”
sino a través de ciertas manifestaciones externas: exposición de motivos, actas de las
comisiones, proyectos anteriores y, sobre todo, el mismo texto de la norma a interpretar.
José Hurtado Pozo, pg. 221.

Jorge Rosas Yataco


La analogía. Art. III del T.P. del C.P.
El Art. III señala que “No es permitida la analogía para calificar el hecho como delito o
falta, definir un estado de peligrosidad o determinar la pena o medida de seguridad que les
corresponde”.
Un aspecto particular del principio de legalidad que merece atención especial es la
prohibición de la analogía. Se distingue la analogía de la interpretación extensiva y de la
analógica. Se opone el principio político liberal del nullum crimen nullum poena sine lege.
Además, la analogía no es propiamente forma de interpretación legal, sino de aplicación.
Con la analogía se procura aplicar un precepto a un caso que la ley no ha previsto. La
interpretación se dirige a buscar la voluntad de la ley, la analogía prescinde de la voluntad,
o mejor dicho, esa voluntad no existe. La analogía tiene, por lo tanto función integrante de
la norma jurídica y no interpretativa.
Se distingue la analogía de la interpretación extensiva porque cuando ella ocurre, el caso
que se examina no está regulado ni implícitamente, lo que no ocurre en la interpretación
extensiva, el intérprete se torna señor de la voluntad de la ley, la conoce, dando un alcance
más amplio a los vocablos empleados por el legislador, para que corresponda a esa
voluntad; en la analogía lo que se extiende y amplia es la propia voluntad de la ley, con el
fin de que se aplique a un caso concreto una norma que se ocupa de un caso semejante.
Puede resumirse la distinción, diciendo que en una falta la expresión lexicológica adecuada
en cuanto existe la voluntad legal; en la otra falta también la voluntad.
Luis Alberto Bramont-Arias Torres.
Jorge Rosas Yataco
Analogía in bonam partem
Conforme al propio tenor del Art. III del T. P. del C.P., la analogía prohibida se
presenta cuando se utiliza para calificar el hecho como delito o falta, definir un
estado de peligrosidad o determinar la pena o medida de seguridad que les
corresponde. Contrario sensu, la analogía se utiliza para eximir o atenuar la pena
resultará plenamente válida mientras no se oponga a lo dispuesto expresamente
por la ley penal.
Un ejemplo, podría ser el reconocimiento de un efecto eximente a supuestos
equiparables a la fuerza irresistible prevista como causa de exclusión de la
responsabilidad penal en el art. 20 inc. 6 del C.P. En efecto, los casos de actos
reflejos o de estados de sonambulismo, los ataques de epilepsia o las
convulsiones que produzcan la afectación de un bien jurídico deben ser tratados
también como causas de exclusión de la responsabilidad penal, ya que aun
cuando no estén expresamente contemplados en al art. 20 del CP, no hay duda
que resultan completamente equiparables a la fuerza irresistible que sí se
encuentra expresamente regulada.
Percy García Cavero.

Jorge Rosas Yataco


BREVE RESUMEN DEL DERECHO PENAL
PERUANO
En el Perú el sistema punitivo se remonta a las culturas precolombinas, y con ello
hablamos de 10, 000 años. El sistema punitivo incaico, posterior al pre-
colombino, se le conoce “de oídas” y de ello han sabido dar cuenta los cronistas
españoles venidos con la conquista, período en que España impone su modelo
cultural y con él, el derecho indiano que afinca en ésta como en otras tierras
americanas por cerca de 300 años de transculturización.
Javier Villa Stein.

Jorge Rosas Yataco


Código penal
Siguiendo la vocación codificadora de la tradición napoleónica, nuestro sistema penal
agrupa las leyes penales en un Código penal. En la historia republicana, se han
promulgado tres códigos penales: el Código penal de 1863, el Código penal de 1924 y
el actualmente vigente Código penal de 1991.
Los dispositivos jurídicos contenidos en el actual Código penal se agrupa en cuatro
partes:
1. El Código penal consta de un título preliminar en el que se establecen los principios
generales que informan y orientan el sistema penal. En esta parte introductoria del
Código penal se reconocen no sólo las funciones atribuidas a la pena y a las medidas de
seguridad, sino también la vigencia de principios garantistas como el de legalidad,
culpabilidad, lesividad o proporcionalidad.
2. El Código penal también contiene las llamadas reglas de la parte general, es decir,
las disposiciones que regulan las cuestiones comunes a todos los delitos o una gran
parte de ellos, en relación con los presupuestos y consecuencias de las conductas
punibles. Se regulan temas generales como el error, la legítima defensa o la autoría y
la participación, que son aplicables, en principio, a las diversas figuras delictivas. A
diferencia de las disposiciones de la parte especial, que tienen un delito como
supuesto de hecho y una pena como consecuencia jurídica, las disposiciones de la
parte general solamente pueden tener sentido si es que se la ponen en referencia con
las disposiciones de la parte especial. Se trata de proposiciones jurídico-penales
incompletas que sirven para determinar aspectos del supuesto de hecho o la
consecuencia jurídica de una disposición jurídico-penal de la parte especial. Pro
ejemplo, el castigo de la tentativa previsto en la regulación general del Código penal
(artículo 16), solamente puede tener lugar en relación con un delito doloso de
resultado tipificado en la parte especial (homicidio, lesiones, secuestro, etc.).
Percy García Cavero. Jorge Rosas Yataco
3. Están las disposiciones de la parte especial, las cuales establecen las figuras
delictivas particulares, es decir, las conductas que están penalmente sancionadas y
la entidad abstracta de la sanción a imponer en caso se realice alguna de dichas
conductas (artículos 106 al 439). El Código penal sistematiza los distintos tipos
penales de la parte especial siguiendo, con algunas excepciones, el criterio de la
titularidad del bien jurídico protegido. En primer orden se indican los delitos contra
la persona individual como el homicidio, las lesiones, los delitos contra el honor o
contra la libertad. Posteriormente se contemplan delitos contra la sociedad, tales
como los delitos contra el orden económico, la seguridad pública o la tranquilidad
pública. Finalmente, se regulan los delitos que afectan al Estado, como es el caso
de los delitos contra la administración pública.
4. El Código penal tiene por último, una cuarta parte referida a las faltas, las cuales
son infracciones de menor gravedad que se sancionan con penas que no alcanzan
la privación de la libertad (artículo 440 al 452). En cuanto a las reglas generales
previstas en el Título Preliminar y en la parte general del Código penal, éstas se
aplicarán a las faltas, en tanto no se cuente con una regulación específica, tal como
se desprende del artículo 440 del Código penal.

Jorge Rosas Yataco


Jorge Rosas Yataco

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