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 ARQUETIPO DE ANA RENTERIA: INGENUIDAD Y PUREZA

Ana, la sobrina del Padre Rentería, se revela como un elemento fundamental en la obra dentro de
dos momentos que delinean su papel esencial en el proceso de catarsis experimentado por su tío. En
un primer momento, a partir de la pagina 49 hasta la 51, podemos ver como se le atribuye el rol de
víctima ante el abuso sexual perpetrado por Miguel Páramo, al que también se le acusa de la muerte
de su padre. Mientras que, en segunda instancia, se vuelven a marcar características vulnerables en
su personalidad, al querer estar de continuo bajo el refugio del único familiar que tenía (pág. 103)

Un narrador heterodiegético introduce la historia de los Rentería y los Páramo, mostrando actos
discursivos directos entre los personajes y describiendo las acciones que llevó a cabo el Padre
Rentería durante las exequias de Miguel. Donde hace presente públicamente su negativa rotunda
ante la petición de bendición y perdón al difunto para pueda ascender al reino de los cielos. Sin
embargo, debido a las transgresiones familiares anteriormente mencionadas no accedió, sino hasta
el momento en que Pedro Páramo se hizo presente con una gran suma de dinero y cedió ante su
petición a cuestas de ignorar el daño que le hicieron a su familia. Este quiebre moral carga al Padre
Rentería de culpa, especialmente al confrontar a Ana, donde busca convencerse a sí mismo y su
sobrina, respecto a si es que fue Miguel el verdadero agresor mediante a una serie de preguntas que
le permiten suscitar los hechos de aquella noche. Recalcándole a su tío, sin querer queriendo el daño
que había apañado por unas monedas.

Profundizando en el arquetipo de Ana, es esencial destacar que al rememorar estos eventos,


emergen sus virtudes más nobles y, al mismo tiempo, sus aspectos más frágiles. Entre ellos, destaca
su honestidad al reconocer que apenas conocía a Miguel más allá de su presentación nocturna,
descrita en la página 50: "Soy Miguel Páramo, Ana, no te asustes". Además, revela abiertamente las
acciones que él perpetró y su actitud pasiva ante su agresor, motivada por el temor a represalias
letales. "¿Entonces qué hiciste para alejarlo? -No hice nada. /…/ Creí que me iba a matar. /…/ Y hasta
dejé de pensar para morirme antes de que él me matara". Estas declaraciones proyectan la
vulnerabilidad inherente a aquellos que han sido víctimas de algún tipo de abuso de poder.

Otro rasgo característico que resalta en Ana es su inocencia y confianza ciega en los demás, llegando
incluso a rozar la ingenuidad. "Me dijo que precisamente a eso venía, a pedirme disculpas y que yo le
perdonara /…/ le avisé: 'la ventana está abierta'. Y él entró, abrazándome /…/ Pensé en lo que usted
me había dicho: que nunca hay que odiar a nadie. Le sonreí para decírselo". En este pasaje, se
evidencia cómo la joven nunca anticiparía que algo malo le sucedería, confiando incluso en aquel
que causó la muerte de su padre, gracias a los valores morales inculcados en ella. En este contexto,
el arquetipo del animus toma protagonismo, guiando sus decisiones a partir de la influencia paterna
que encontraba en su tío y basándose en las preceptos del Padre Rentería.

Es a partir de este facto, que su figura, imbuida de pureza y valores, se mancha por el rencor y por la
exigencia de justicia a las autoridades divinas (en las cuales nunca vacilo su fe): “Sé que ahora debe estar en el
mero hondo del infierno, porque así se lo he pedido a todos los santos con todo mi fervor” Ana percibe su
alma como libre de pecado, pero afectada y ofendida por la magnitud del asalto. Pese a ello, es esta inocencia
en su alma la que le ha permitido erigirse como una persona madura que es capaz de explicar en su discurso
tanto con acciones como con palabras las circunstancias que se han presentado en su vida y que la
empujaron a buscar refugio en la existencia de su tío: “Su sobrina Ana, siempre presente, siempre junto a él,
como si no buscara su sombra para defenderse de la vida” (pág. 103). Sin saber que la persona en que más
confiaba, no midió el dolor que podría causar el que haya perdonado. Esto caló tan profundo en Rentería,
llegando a cuestionar la efectividad de su trabajo: “He traicionado a aquellos que me quieren y que me han
dado su fe y me buscan para que yo interceda por ellos para con Dios para con Dios. ¿Pero qué han logrado
con su fe?” (pág. 103)
DESTRUCCIÓN DE COMALA Y MUERTE DE PEDRO PÁRAMO

 Susana San Juan: Erotismo y Locura

Entre los murmullos que seguía escuchando Juan Preciado bajo tierra, logra disuadir la voz de una
mujer que empieza a describir la muerte y funeral de su madre. Que si bien, debió ser un día triste y
lastimero, no se sentía así por la hermosura del clima y por la fructífera naturaleza. Este es un punto
de vista tanto particular, puesto que la muerte es muchas veces símbolo de tristeza, sin embargo,
aquí, se puede observar como el óbito de aquella mañana de febrero, no perturbaba la hermosura de
aquella temporada primaveral, lo único triste para la dueña del monologo es que nunca más pueda
observarlo su madre por ella misma.

Diálogos más tarde que se nos presente como dueña de dicho monologo a Susana San Juan. Una
mujer que tenía una percepción de la realidad totalmente distinta a la de los demás y que por
aquello los habitantes de Comala la tachaban de loca o enferma. Esta locura a la que se hace
referencia, fue una forma muy marcada de percibir y huir de la realidad en la que estaba encerrada
por el poderío de autoridades masculinas. Primero por las imposiciones de su padre, después por el
amor que le tenía el Cacique a ella y por el ultimo con el Padre Rentaría como autoridad eclesiástica.

Si bien en un principio su infancia fue marcada por los sucesos traumáticos que vivió junto a su padre
en Andrómeda, esto no determino su formar de percibir la vida, sino que a partir de la muerte del
único hombre que ella amaba (por motivos meramente carnales y de satisfacción) empieza su
desequilibrio de la realidad y su aversión por la religión. “Florencio ha muerto, señora - ¿Qué había
dicho? ¿Florencio? ¿De cuál Florencio hablaba? ¿del mío? ¡Oh!, porqué no lloré y me anegué
entonces en lágrimas para enjuagar mi angustia. ¡Señor, tú no existes! Te pedí tu protección para él.
Que me lo cuidaras. Eso te pedí. Pero tú te ocupas nada más de las almas. Y yo lo que quiero de él es
su cuerpo” Haciendo de ella un arquetipo totalmente diferente a la de las demás mujeres de Comala.
Debido a que no abrazaba la religión con tanta devoción como las demás, que a pesar de las
circunstancias tan desdichadas que habían atravesado, aun encontraban un refugio en las
autoridades divinas. Otro punto interesante, es que no estaba permanentemente subyugada bajo el
poderío de ningún hombre debido a que su enfermedad era aquello que le permitía enfrentar a los
que a fuerzas buscaban poseerla, no solo en ámbito sexual, sino también conductual. “-Vas a ir a la
presencia de Dios. Y su juicio es inhumano para los pecadores. Luego se acercó otra vez a su oído;
pero ella sacudió la cabeza: - ¡Ya váyase, padre! No se mortifique por mí. Estoy tranquila y tengo
mucho sueño.”. De tal manera que puede ser interpretado como el único símbolo de rebeldía ante la
subyugación masculina que constantemente era atribuida por roles de poder (El Padre Rentería,
simbolizando el poder de la iglesia, El cacique, representando el poder social, y su Padre San Juan
como autoridad familiar) e iba en contra del discurso que caracteriza a las demás féminas: pasividad,
quietud, ternura o abnegación.

Otro aspecto que no pasa por desapercibido, es el libido sexual que caracteriza a Susana y que la
diferencia del de las otras mujeres de Comala. En contraste a ellas, disfrutaba de su sexualidad con
quien quiso y como quiso, sin que sobrepusieran algún deseo sobre el suyo y regocijándose sin pudor
alguno con el recuerdo de su difunto Florencio: “Y yo lo que quiero de él es su cuerpo. Desnudo y
caliente de amor; hirviendo de deseos; estrujando el temblor de mis senos y de mis brazos. Mi
cuerpo transparente suspendido del suyo. Mi cuerpo liviano sostenido y suelto a sus fuerzas. ¿Qué
haré de mis doloridos labios?" La mayoría de mujeres tiene recuerdos no tan agradables respecto al
acto sexual, debido que muchas veces fueron poseídas sin consentimiento o sin que ellas sintieran el
deseo de hacerlo. Sin embargo, Susana habla explícitamente de ello y del placer que sentía. Haciendo
uso de su sexualidad más allá de una función reproductiva o para complacer a otros.

Es importante destacar, que es gracias a la muerte de Susana, que los últimos días de Pedro y Comala
son determinados.

Susana era consciente del afecto que Don Pedro sentía hacia ella: “- ¿Por qué lloras? Le diré a Pedro
Páramo que eres buena conmigo. No le contaré nada de los sustos que me da tu gato. No te pongas
así, Justina.” Pese a ello, nunca le dio acceso a su mundo, ni a su cuerpo, frustrando sexualmente al
cacique y empujándolo a estar con otras mujeres pensando en ella, aun amándola, aun deseándola e
idolatrándola. Se podría decir que este arquetipo personifica el anima dentro de psique de Pedro,
puesto que es en base a ella, que el adopta un concepto de amor. Y determina las emociones más
sensibles y frágiles dentro de él. Es debido a esto, que después de su muerte cayó en la depresión y
le perdió el sentido a su vida. Confirmándonos de esta manera que el personaje de Susana,
determinaba su accionar y sus pensamientos.

LA HERMANA DE DONIS: RESIGNACIÓN ANTE LA VIOLENCIA

Después de descubrir que Damiana Cisneros era un ente fantasmagórico y quedarse solo. Camina por
las calles aparentemente desoladas del pueblo y vuelve a escuchar una serie de ruidos, voces,
rumores y canciones lejanas, que constantemente se intensificaban y le estaban haciendo sentir cada
vez más cansado.

Llegando hasta el borde del colapso, empieza a golpearse la cabeza contra la puerta de una casa,
pero es detenido y le invitan a pasar, dentro del hogar, hay dos personas, un hombre y una mujer,
ambos desnudos y al parecer hermanos. En los primeros momentos de este encuentro, se evidencia
como la mujer se muestra amable y compasiva con el estado de Juan, mientras que Donis, el
hermano. Lo mira con perspicacia y desconfía totalmente de él. Luego de ello le invitan a dormir y
Preciado escucha como la mujer tiene una discusión con su hermano, por la incomodidad que le
estaba generando los espasmos que sufría Juan Preciado mientras dormía. Revelándonos un acto de
abuso sexual por parte de su hermano Donis:” No hablaría si no me acordara al ver ése,
rebulléndose, de lo que me sucedió a mi la primera vez que lo hiciste. Y de cómo me dolió y de lo
mucho que me arrepentí” (pág. 75) A partir de aquí es donde ahondamos mas en su arquetipo, el
cual encarna la resignación como un estado emocional o actitudinal que implica aceptar pasivamente
una situación difícil, desagradable o inevitable, sin intentar cambiarla o resistirse a ella. Si bien, en
todos los arquetipos de mujeres resalta esta característica, es en la hermana de Donis, en la que
observamos un caso más extremo de pasividad, debido a que llega aceptar una relación incestuosa, y
justificarla.

“Yo le quise decir que la vida nos había juntado, acorralándonos y puesto uno junto al otro.
Estábamos tan solos aquí, que los únicos éramos nosotros.”

Si bien la resignación puede surgir por diversas razones, como la percepción de que no se pueden
cambiar las circunstancias, la falta de recursos o la sensación de impotencia, esto limita totalmente
nuestro cambio y crecimiento personal, especialmente cuando se trata de situaciones que pueden
ser modificadas o mejoradas. “Sepárense. Eso es lo único que se puede hacer. -Pero ¿Cómo
viviremos? -Como viven los hombres” Ella llego a buscar una opción para redimir sus pecados porqué
se sentía sucia y a pesar de que le dieron una “solución” no lograba concebir otro estilo de vida que
no sea a lado del hombre que la convirtió en su mujer. Así mismo podemos apreciar como este
rechazo al perdón aumento su sensación de desesperanza y una disminución de la motivación para
buscar soluciones o mejorar la situación, condenándose a ella misma y abrazando la idea de que no
existía otra posibilidad de vida que vivir con su hermano. A partir de este sentimiento se manifiesta el
arquetipo de la sombra, relacionada con sentimientos de culpa y vergüenza por las acciones que
realizó y las cuales considera inaceptables: “Solo desde que él me hizo su mujer. Desde entonces me
la paso encerrada, porque tengo miedo de que me vean. Él no quiere creerlo, pero /…/¿No me ve el
pecado?¿No ve esas manchas moradas como pote que me llenan de arriba abajo? Y eso es solo por
fuera; por dentro estoy hecha un mar de lodo” (pág. 80) Aunque las manchas que ella percibe solo
son visibles para ella, esto representa el pecado en el que ella se sentía inmersa.

Otro aspecto que resalta es la necesidad de estar acompañada y su miedo al abandono. Vemos como
una vez que Donis sale en busca de un becerro cimarrón por la noche. Ella empieza a formular una
idea de que el nunca volvería y que solo estaba esperando a que viniera alguien mas para que se
encargara de ella. “Él siempre ha tratado de irse, y creo que ahora le ha llegado su turno. Quizá sin yo
saberlo, me dejó con usted para que me cuidara. Vio su oportunidad. Eso del Becerro cimarrón fue
solo un pretexto. Ya vera usted que no vuelve”. Lo que lleva a buscar una compañía en Preciado para
no sentirse sola, queriendo incluso que ocupe el lugar de Donis en su vida “-Donis no volverá. Se lo
noté en los ojos. Estaba esperando que alguien viniera para irse. Ahora tú te encargarías de
cuidarme. ¿O qué, no quieres cuidarme? Vente a dormir aquí conmigo” La invitación a su cama, es un
indicio de que procura mantener una relación de intimidad mas profunda. Sin duda alguna, el
arquetipo de la mujer de Donis personifica la sumisión total de una mujer del México del siglo XX,
que no concebía una personalidad más allá del entorno masculino. Así lo evidencia en el discurso que
intercambia y por el hecho de que no tenía nombre propio y solo es conocida como la hermana de
Donis.

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