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¿En la época del hombre de Cromagnon, hace treinta mil años?

¿O más bien hace cien mil años, incluso quinientos mil años o también, por qué no,
un millón de años?
La prueba es que todavía hay hombres incapaces de concebir ningún número abstracto
y que ni siquiera saben que dos y dos son cuatro.
Cuando el número era “sentido” En nuestros días, varios pueblos «primitivos» están
todavía, por así decirlo, en ese «grado cero» del conocimiento de los números.
muchos, constituyen las únicas magnitudes numéricas de tales indígenas que todavía
viven en la edad de piedra.
Los más dotados para la aritmética consiguen expresar los números tres y cuatro
articulando algo así como: dos-uno y dos-dos.
Más allá, todo es impreciso, confuso: emplean palabras o expresiones que se podrían
traducir por muchos, varios, una aglomeración, una multitud, etc.
Y les resulta tan difícil concebir un número superior o igual a cinco como lo sigue
siendo para nosotros representar cantidades del tipo de un trillón de billones.
Tanto es así que algunos, más allá de tres o cuatro elementos, se limitan a mostrar
su cabello como para decir: « ¡son tan innumerables como los cabellos de mi cabeza!
Más bien es «sentido» de un modo cualitativo, un poco como se percibe un olor, un
color, un ruido o la presencia de un individuo o de una cosa del mundo exterior.
Para su inteligencia, el número está reducido a una noción global bastante confusa
—la «pluralidad material»— y adquiere el aspecto de una realidad concreta
indisociable de la naturaleza de los seres o de los objetos considerados.
Es decir que esos indígenas no tienen conciencia, por ejemplo, de que una
agrupación de cinco hombres, cinco caballos, cinco ovejas, cinco bisontes, cinco
dedos, cinco cocos o cinco canoas presentan una característica común, que es
precisamente la de «ser cinco» Las posibilidades numéricas de dichos pueblos se
reducen a esa especie de capacidad natural llamada normalmente la percepción
directa del número o, más sencillamente, la sensación numérica.
Aptitud natural que evidentemente no hay que confundir con la facultad abstracta de
contar, que a su vez procede de un fenómeno mental mucho más complejo y constituye
una adquisición relativamente reciente de la inteligencia humana.
Uno y dos: los primeros números inventados El hombre de las épocas más remotas de
esta historia, no mucho mas dotado que estos indígenas, también debía de estar
incapacitado mentalmente para concebir los números en sí mismos.
Y sus posibilidades numéricas debían igualmente de limitarse a una apreciación
global del espacio ocupado por los seres y los objetos circundantes.
Uno y dos, es verdad, son los primeros conceptos numéricos inteligibles para el ser
humano.
Es también el símbolo del hombre erguido, el único ser vivo que goza de esta
facultad, así como el del falo erecto que distingue al hombre de la mujer.
Y se manifiesta por ejemplo en la idea de vida y de muerte, de bien y de mal, de
verdadero y de falso, etc.
En árabe moderno, se emplea también la forma rajulun para «un hombre», rajulani
para «dos hombres» y rijalun para «hombres» Incluso conocemos una «ortografía»
atestiguada en las inscripciones pictóricas del Egipto de los faraones.
Esta consistía en repetir tres veces el mismo jeroglífico (o también añadirle

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