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Lectio
Meditatio
El fariseo observa la ley fielmente: ni miente cuando dice que ayuna dos veces
por semana según la práctica común de la época entre las personas piadosas y
que paga el diezmo de todo lo que gana, siguiendo lo establecido en los
mandamientos. No roba, no es un adúltero y no es injusto. Su conducta es
justa, pero no baja a su casa justificado, ¿Por qué? Su injusticia y su pecado
que corrompen sus buenas acciones consisten en que él desprecia y juzga a los
demás y, particularmente, al recaudador de impuestos. Se apropia del puesto
1
La traducción es personal. El texto griego está tomado de la edición crítica de E.
NESTLE y K. ALAND, Novum Testamentum Graece, Stuttgart 201228.
de Dios, a quien corresponde juzgar entre los hombres. El fariseo se justifica a
sí mismo y condena a los demás.
Oratio
Enseguida se observa algo falso en esta oración. Más que orar, este hombre se
está contemplando a sí mismo. Se cuenta su propia historia llena de méritos.
Necesita sentirse bien ante Dios y exhibirse como superior a los demás.
Este hombre sabe que no puede vanagloriarse. No tiene nada que ofrecer a
Dios, pero sí mucho que recibir de él: su perdón y su misericordia. En su
oración hay autenticidad. Este hombre es pecador, pero está en el camino de la
verdad.
Los dos suben al templo a orar, pero cada uno lleva en su corazón su imagen
de Dios y su modo de relacionarse con él. El fariseo sigue enredado en una
religión legalista: para él lo importante es estar en regla con Dios y ser más
observante que nadie. El recaudador, por el contrario, se abre al Dios del
Amor que predica Jesús: ha aprendido a vivir del perdón, sin vanagloriarse de
nada y sin condenar a nadie2».
Contemplatio
Para reflexionar
2
José Antonio Pagola, El camino abierto por Jesús. Lucas, 294-295.
La oración cristiana tiene su fundamento en la filiación divina. Oramos a Dios
con la conciencia de ser hijos del Padre. ¿Qué tanta conciencia tengo de esta
filiación divina? ¿Cuándo oro a Dios lo hago como el hijo que se dirige a su
Padre?
Como práctica para la semana, conviene que se revise cuál es el ritmo que se
sigue en la oración: a través de qué prácticas de piedad se ora; la frecuencia en
la Eucaristía; si se conoce y se reza alguna oración litúrgica como la Liturgia
de las Horas y examinar con qué espíritu de piedad y devoción se hace.