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México, D.F.

a 28 de Febrero de 2007

Dr. Mendiola:

Quiero decirle esto. En el brote maníaco que siguió a la muerte de mi abuelo, yo siento que
en esos momentos extrañamente si me estaba muriendo, porque yo sentía que me estaba
disolviendo. Esto que soy yo se estaba disolviendo, y yo sentí claramente que si dejaba que
el proceso continuará, yo me iba a convertir en otra cosa. Ya no iba a volver a ser la misma.
Iba a pasar de ser oruga tal vez a ser mariposa. Pero yo no quería dejar de ser la misma.
Porque a mí me gusta ser oruga, yo no quiero ser mariposa, yo soy oruga. Por eso no dejé
que continuará, pero sé perfectamente que si hubiera dejado que continuará me hubiera
convertido en otra cosa, no sé en que, pero ya no sería la misma. Y yo quiero seguir siendo
la misma.

Puesto que usted no me vio cuando estaba mal, voy a decirle como estaba cuando estaba
mal, para que sepa la gravedad de las famosas crisis de personalidad o ataques maníacos.
Cuando estaba en España, me acuerdo que todo el viaje en auto desde Alemania hasta
España, pasando por Francia, me la pasé hablando y hablando, y no dejaba de hablar. Y les
estaba contando el libro “El PRInosaurio” de Manú Dornbierer. Y yo hablaba y hablaba y
no dejaba de hablar. Y me querían callar y yo seguía hablando y hablando y hablando. Ya
no me acuerdo que tantas cosas decía y hablaba y hablaba.

Cuando uno está así, se tiene una especie de supraconciencia. Todo, todo, todo tiene más...
es como más sentido. Yo me acuerdo que la belleza a mí me encantaba. Cuando estuvimos
en el hotel en Mallorca, yo le saque fotos a los cuadros por que encantaban. En una ocasión
en Alemania, fui con Arno a una exposición de pinturas sobre el nacimiento del mundo en
diferentes religiones, en una catedral. Y cada pintura se me hacia tan bella, que hice que
Arno sacara fotos de cada pintura porque yo las quería. En una excursión al río Rhin, donde
hay unas cascadas, fuimos a verlas, y había un pintor que estaba exponiendo sus obras, y
tenía un libro con sus obras. Y yo vi las obras y me parecieron maravillosas. Y yo quería el
libro y mis papás no me lo querían comprar porque estaba muy caro, costaba 15 euros, y yo
me puse a llorar porque quería ese libro, y yo lo quería y Arno finalmente me lo compró.

Cuando estabamos en España les dije a mis papás, “¿Saben porque mi tía Chela les tiene
coraje? Yo me acuerdo. ¿Saben por que? Porque cuando eramos niños, Carlos, mi hermano,
y Arturo, mi primo, estuvieron ahorrando juntos dinero para comprarse una bicicleta, y al
final mi hermano Juan Carlos se quedó con todo el dinero y se lo robó a Arturo. Por eso mi
tía Chela les tiene coraje a ustedes.” Y todos: “¿Pero como te acuerdas de eso? Y ¿Cómo
sabes eso?”, y yo les dije: “No, pues yo estuve de testigo de eso”. Y empecé a decir cosas
que yo sabía de mucha gente, que no debía de decir, y las dije, las dije. Se imagina estando
en una oficina sabiendo todo lo que yo sabía, estar en una oficina y decir todo lo que sabes
de todo mundo. No, yo no podía. Yo no puedo funcionar en sociedad si estoy “maníaca”.

Hubo otro delirio muy fuerte, y ese me da muchísima pena contárselo, pero para que vea
hasta que punto mi mente se dislocó o no sé. En un momento dado en España yo empecé a
pensar, me llegó ese pensamiento, que yo quería tener un hijo. Y que ese hijo tenía que
nacer y me puse a perseguir a Arno para tener ese hijo, y Arno le corría, le corría. Pero yo
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sentía que ese niño iba a ser como un mesías, iba a ser alguien muy importante, y tenía que
nacer. Y yo estaba con ese delirio de que quería tener un hijo. Imaginese nada más. Como
hasta que grado cambia mi mente.

Mire, yo no puedo permitirme estar así nunca, y sí me vuelve a pasar, que me lo bajen con
lo que sea, con Haldol o con lo que sea. Porque yo no puedo permitir que mi mente se
extravíe de esa forma.

Y en ese tiempo, me puse a escribir. Y yo sentía que lo que escribía eran cosas muy
importantes. Y hacia notas y notas y notas, porque quería escribir y escribir. Y ¿sabe que
escribía? Puras solemnes tonterías. Cuando se me bajo la borrachera y me puse a leer lo que
escribí, eran puras tonterías. Pero en el momento en que las estaba escribiendo me parecían
algo muy importante. Y pintaba y pintaba. Eso sí quedaba bonito, al menos.

Yo soy una persona que si me dicen que no, yo... lo tomo bien. Pero en esas ocasiones...
cuando estabamos en España, había una pequeña tiendecita abajo del departamento donde
estaba Adriana, que acababan de abrir, y allí vendían cosas muy bonitas, y me acuerdo que
yo vi... había unas brujitas hechas como de artesanía, preciosas, bueno estaban así, daban
miedo, pero estaban preciosas. Y yo compre una, pero había siete. Y yo quería las siete. Y
le dije a mi mamá: “Mamá, por favor comprame mis brujas porque yo las quiero”. Y estuve
friegue y friegue y friegue, hasta que no me las compraron. Eran mis siete brujas de mi
desencanto. Que por cierto se quedaron en Alemania con Arno.

Y luego yo necesitaba dinero, y me acuerdo que mis papás no me querían dar dinero y yo
dije “¿Qué hago, qué hago?”, y agarre mis cuadros y me baje al bar de abajo, y le dije al
señor: “Por favor, déjeme dejar los cuadros aquí para ver si alguien me los compra porque
necesito dinero.” Y el señor, muy amable me dijo: “Ah sí, dejalos aquí”. Pero imaginese
hasta que grado llegue. O sea, perdí toda noción de... la vergüenza.

Mire, si yo pudiera quedarme en ese estado y no regresar a ser como soy toda pre-fabricada
y artificial, que padre. Me quedaría allí. Pero el problema es que no me quedo allí, sino que
regresó, y entonces veo todas las tonterías que hice y no lo puedo soportar.

Mire, después de lo que me dijo usted la última vez, okey, le creo un 100 % que no existe el
Trastorno Bipolar, que no es más que un nombre que le pusieron a esto para poderlo
medicar, y hacer millonaria a la industria farmacéutica. Yo le creo, pero yo tengo esos
“brotes”. Y no me puede volver a pasar. Y creame que espero realmente, que lo que usted
me ha dicho de que ya no me va a volver a pasar sea real, no sabe como lo espero. Pero por
desgracia, mi experiencia me dice otra cosa. Entonces, pues, yo lo escucho a usted, le creo
a usted, pero sigo con mi experiencia en la mente, porque cuatro veces son cuatro veces que
me ha pasado.

Doctor, quiero pedirle esto, si cuando nos dejemos de ver y terminemos la terapia, y me
llega a dar algún brote maníaco o crisis de personalidad, y cambie totalmente, por favor, yo
voy a buscarlo y atiéndame, por favor. Aunque sea alguien diferente.

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Me acuerdo, sabe, de lo que me dijo Adriana, de que imitaba voces y hablaba de espíritus.
Eso ¿sabe por que fue?. Cuando estabamos en Mallorca yo me sentía invadida por esas
otras partes de mi personalidad, sentía presencias. Y era extraño porque sentía que estaban
ahí junto a mí. Y yo quería explicarle a mi familia, pero yo misma no entendía que pasaba.
Creo que les explique que eran espíritus o eso entendieron ellos. En la noche, a mí me daba
miedo que al dejar de estar en guardia, alguna de esas personalidades tomara el control,
entonces yo me la pasaba despierta y me acuerdo que en la noche me salía del cuarto donde
estaba con Arno, ponía una veladora, y velaba toda la noche. Y así me la pasé como 3 o 4
noches sin dormir, velando nada más. Y me acuerdo que veía las cosas, y sólo veía las
cosas, pero yo sentía presencias. Me imagino que era mi propia mente, mis sub-egos o
alter-egos, que estaban allí, y yo no quería que me invadieran. Entonces estaba siempre en
guardia y no dormía, no dormía. Me la pasaba velando. Hasta que mi mamá me pescó y se
dio cuenta de que no dormía y me dio algo para dormir, que dormí como 2 días.

Y me acuerdo que hablaba con todo el mundo en el hotel en Mallorca. Me hice amiga de la
camarista. Me acuerdo que abajo tenían una sala de juegos y había un billar. Y ya ve que
Arno me enseño a jugar billar. Y yo bajaba y me la pasaba jugando con quien estuviera. O
luego me iba a jugar squash, porque tenía como mucha energía y tenía que sacarla. Y
jugaba y jugaba squash, y no se me acababa la energía. Y me acuerdo que había un
muchacho que era como un botones, que me cayo muy bien, y yo, que metiche, le dije que
porque no aprendía inglés, que era muy simpático y que con eso quizá podría mejorar en su
trabajo, que metiche. Y así estaba yo, hablando con todo el mundo. Yo, mire, yo no tengo
pena de hablar con la gente. Yo nunca he sido una persona que tenga pena de hablar con
una persona. Yo hablo con quien sea. Pero, en esos momentos, estaba desatada, desatada.

Luego en un momento dado, en esa misma sala de juegos donde estaba el billar, había unas
maquinitas de esas donde tienen muñequitos que se jalan con una garra. Bueno, yo estaba
arriba y de repente llegó Arno y me dijo “Ven”. Y yo bajé, y en esa máquina con los
muñequitos estaban tres muñecos atorados en la puerta de salida. No podían salir porque la
puerta de la trampa de salida estaba mal puesta y no permitía que salieran los muñecos,
pero ya estaban ganados. Ya alguien se los había ganado, pero no se podían sacar. Y me
dijo Arno, que era muy bueno en esas máquinas: “Es que fijate que vi este muñeco que
estaba aquí atorado, y saque otros dos y se quedaron atorados también, pero son de
nosotros”. Y entonces yo fui a la recepción y les dije que yo quería que me dieran esos
muñecos, porque estaban ahí y los habíamos ganado. Y me dijeron: “No, no, no; no
podemos hacer nada porque esa máquina no pertenece al hotel”. Y sabe que hice. Huy.
Como estaba maníaca les dije: “No, como es posible que tengan esa máquina ahí si no es de
ustedes. Si está aquí es responsabilidad de ustedes, y tienen que arreglarla. Y nos tienen que
dar esos muñecos porque ya los ganamos. Como es posible que engañen así a los niños,
porque eso es un engaño, porque hubo un niño que se sacó un muñeco y no se lo pudo
llevar. Y si ustedes no me dan esos muñecos voy a demandarlos.”. Y les dije como no tiene
idea. Y me dijo el recepcionista: “Ay, sí, sí, perdone, este, señora. En un momento le dan
sus muñecos.” Y les dije yo: “Nosotros nos vamos en dos días, pero nos tienen que dar esos
muñecos antes de que nos vayamos. Y arreglen esa máquina ladrona o saquenla de ahí, o
los demandó”. Y se los dije con una energía, y no sé que tanto les dije, pero super enojada
que me puse. Y en la tarde, ya estaban los muñecos en el cuarto. Y me acuerdo que también
les dije: “Pero es que como se atreven a timar a los niños, porque ese es un timo. Si no
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pueden componer la máquina pues saquen de ahí esa máquina ladrona. ¡Saquenla de ahí!”.
Pero se los dije con un enojo. No, no, no, yo estaba desatada.

Se tiene un estado de conciencia alterado. Definitivamente.

Yo sé que lo que dije e hice lo dije y lo hice yo. Pero era como si fuera otra persona.
Un último punto, yo no podría tolerar que me internaran. Si aún tengo conciencia y sé que
me van a encerrar, prefiero lanzarme de cabeza por el balcón. Que locura, pero así es. Por
eso si me van a encerrar, ojala que ya no tenga ninguna conciencia. Ese es mi miedo más
grande.

Explíqueme, porque sólo nos quedan esta y tres sesiones más. (Por lo menos hasta que
encuentre nuevamente trabajo).

Mónica Terán

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