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LA TRADICIÓN MEDIEVAL
La Edad Media no hereda el gusto latino y griego por el teatro, y la actividad teatral va
decayendo gradualmente. Además, tanto la Iglesia como el Estado veían con desconfianza
el género dramático y las leyes y disposiciones ahogaban las iniciativas teatrales.
De este tipo de teatro sólo se conserva un fragmento de 147 versos de una obra de
mediados del siglo XII conocida como Auto o Representación de los Reyes Magos. Es
un drama religioso, escrito en versos de diferente medida, que trata de la Navidad; en él
aparecen los tres Reyes Magos por separado que, al ver la estrella que anuncia el
nacimiento de Cristo, deciden seguirla y viajar a Belén. En el trayecto se encuentran y
deciden hacer el viaje juntos. Llegan al palacio de Herodes y le dicen lo que ha ocurrido:
que ha nacido el rey de los judíos. Herodes, a solas, da rienda suelta a su cólera y consulta
a sus consejeros. El fragmento termina con la discusión de dos rabinos. La obra no está
dividida en actos ni en escenas, aunque mediante el diálogo se pueden contar hasta siete
escenarios distintos. Es una muestra primitiva de dramatización, en la que hay una leve
profundización en el carácter de los personajes.
No se conocen textos teatrales en castellano hasta el siglo XV, aunque, por testimonios
indirectos, se sabe que se daban espectáculos de juglares ambulantes, tanto en ambientes
populares como cortesanos. Un ejemplo de ello son las llamadas farsas o juegos de
escarnio, espectáculos cercanos a lo teatral, que consistían en fiestas que incluían
mascaradas, juegos, disfraces, etc., en un ambiente próximo a lo carnavalesco.
La versión más antigua que se conserva de esta Danza castellana es de mediados del siglo
XV y de autor anónimo; consta de 79 octavas castellanas, de versos dodecasílabos, en las
que la muerte avisa a todas las criaturas a que adviertan la brevedad de la vida y convoca a
todos los estados para que acudan a su llamada, ya sea de buen grado o contra su
voluntad. La gran novedad de este espectáculo es el carácter democrático de la muerte: si
la vida crea desigualdades y jerarquías, la muerte, en cambio, las anula por completo.
El teatro religioso
Durante todo el siglo XVI se representan obras religiosas, continuación de los dramas
religiosos medievales. A principios de siglo se representan dentro de los templos, pero
después pasan a representarse al aire libre, en las plazas frente a las iglesias.
Desde la segunda mitad del siglo, estas obras religiosas se denominarán autos
sacramentales. Son piezas breves, en un acto, que tratan sobre el tema religioso de la
Eucaristía (el Santísimo Sacramento, de ahí que se llamen autos sacramentales), y sobre el
conflicto entre el bien y el mal, en el que acaba triunfando el bien.
El desarrollo de este tipo de teatro durante el siglo XVI y también en el XVII está
relacionado con la Contrarreforma religiosa: se consideraba el instrumento más adecuado
para explicar al pueblo, de forma comprensible, un dogma esencial del catolicismo.
El teatro cortesano
En la primera mitad del siglo XVI surge una generación de dramaturgos que inicia el teatro
renacentista, entre los que destacan Juan del Encina, Bartolomé Torres Naharro y Gil
Vicente.
Juan del Encina interesa para la evolución del teatro posterior porque en algunas de sus
obras aparece el típico personaje bobo que preludia el personaje del gracioso, tan
característico del teatro barroco.
Torres Naharro incorpora personajes nuevos en comedias que tratan el tema del honor.
Hace dos tipos de obras: las comedias a noticia, realistas, costumbristas, con un lenguaje
sencillo; y las comedias a fantasía, más ficticias e imaginativas, aunque siempre dentro
de la verosimilitud.
Gil Vicente introdujo un elemento nuevo y determinante para el teatro posterior: incluye
en sus obras numerosos elementos líricos: romances, villancicos, etc.
El teatro popular
En la segunda mitad del siglo XVI aparece un teatro popular, no religioso, dedicado al
público para que lo consuma como distracción. Este tipo de teatro es también una
aportación italiana.
En la segunda mitad del siglo, compañías ambulantes de actores italianos recorren España
con una forma original de espectáculo popular: la commedia dell’arte, cuyos orígenes se
desconocen.
Las obras carecían de texto previo fijo y la trama se improvisaba en escena sobre un breve
guión. Los personajes eran siempre los mismos (Colombina, Arlequín, el capitán...) y se
identificaban por sus ropas y por sus máscaras: dos parejas de enamorados que viven
amores contrariados, dos ancianos cómicos, los criados ingeniosos o simples, la criadita
joven que es cómplice de los amoríos, el soldado fanfarrón (el capitán Spavento), etc.
A imitación de estas compañías ambulantes italianas, Lope de Rueda crea, hacia 1554, la
primera compañía teatral española, con la que recorre el país y alcanza una gran
popularidad.
Lope de Rueda crea un nuevo tipo de teatro popular. Toma como punto de partida la
comedia nueva italiana (típica renacentista que se representa en los palacios) y la
transforma, eliminando los elementos clasicistas (los cinco actos, las tres unidades, los
discursos retóricos), consiguiendo un teatro popular, costumbrista, que persigue la
comicidad. Son obras con un lenguaje realista, lleno de incorrecciones y vulgarismos, y
con personajes populares graciosos que se repiten en distintas obras: el bobo, el
soldado, el morisco, el vizcaíno, la negra...
La gran innovación de Lope de Rueda fue la creación de los pasos, unas farsas cómicas
muy breves que representaba en los entreactos de las comedias o al final de la
representación. El paso creado por Lope de Rueda acabará llamándose, a finales de siglo,
entremés. El teatro de Lope de Rueda influirá mucho en el desarrollo del teatro del siglo
XVII, sobre todo en Lope de Vega.
las más humildes, llamadas farándula (también ñaque, bululú o bojiganga, entre otros
nombres), tenían pocos componentes y un repertorio de obras sencillo y muy limitado.
las compañías reales eran las más importantes: tenían más de veinte actores (mucho
asignados a papeles fijos), músicos, figurantes, etc.; el repertorio de obras era amplio y
actuaban preferentemente en una sola ciudad.
Hasta finales del siglo XVI, las compañías actuaban en lugares diversos porque no había
locales específicos para las representaciones teatrales. Pero a finales de siglo se crean, en
Madrid y en otras ciudades españolas (Almagro (Ciudad Real), donde todavía se hacen
representaciones; Sevilla, Valencia), los primeros locales estables para acoger
representaciones teatrales: son los teatros conocidos como corrales. La aparición de un
lugar de representación estable supuso también el nacimiento de compañías de teatro
profesionales y la regularidad en las representaciones.
EL TEATRO EN EL SIGLO XVII
Las tres prácticas teatrales que conviven desde el siglo XVI, el teatro religioso, el cortesano
y el popular, continúan a lo largo del siglo XVII y se consolidan.
Prácticamente todos los dramaturgos del XVII, empezando por Lope de Vega, cultivarán el
teatro religioso. En este siglo, con el gran desarrollo del teatro, las representaciones son
mucho más elaboradas. En algunas ciudades, las escenificaciones resultan fastuosas por la
decoración y por los efectos especiales.
Con esa nueva estética, en las obras que se representaban en los palacios se introducen, a
lo largo del siglo XVII, muchas innovaciones escenográficas (sobre todo bajo el reinado
de Felipe IV) de gran complejidad técnica, que permitían efectos especiales espectaculares
como, por ejemplo, conseguir que los actores desaparecieran o volaran. Estas innovaciones
escenográficas, unidas a lujosos decorados y a la música, encandilaban al público cortesano.
Calderón, que fue durante años el dramaturgo real, dio mucha importancia a los elementos
escenográficos y montaba unas representaciones espectaculares, en las que la música, los
decorados, las tramoyas, las luces y los efectos especiales sorprendentes y maravillosos
adquieren tanta relevancia que, en algunas obras, se convierten en los verdaderos
protagonistas. Y es que la mayor parte del teatro de Calderón se representaba en los
teatros palaciegos.
En el siglo XVII, el teatro popular alcanzó tanto éxito que las representaciones teatrales
constituían verdaderos acontecimientos sociales, ya que el teatro se había convertido en la
actividad más popular de la época.
Los corrales eran patios interiores o corrales descubiertos de una manzana de casas. En
ellos se colocaba en el fondo un escenario; los tres lados restantes servían de galerías para
el público más pudiente; el resto de espectadores veía el espectáculo de pie, en el patio. El
Corral de la Cruz (1579) fue el primer teatro permanente construido en Madrid según este
modelo.
Las mujeres del pueblo tenían reservado un lugar, llamado humorísticamente la cazuela,
que era una zona elevada en el otro extremo del escenario, detrás de los mosqueteros.
Posteriormente se construirían galerías superiores para las mujeres.
La alojería era la moderna cafetería de nuestros días. Estaba situada al lado de la cancela
de entrada al patio, bajo la cazuela. Se bebía una bebida refrescante llamada aloja
compuesta de agua, miel, canela y otras especias que cada alojero mezclaba a
conveniencia, puesto que en los corrales estaba prohibido vender bebidas alcohólicas.
Aunque se sabe que era habitual que los alojeros la mezclaran con vino.
Dos de las figuras más características de los corrales eran el mantenedor del orden, un
mozo recio que, provisto de un buen garrote, templaba los ánimos de todos aquellos que se
exaltaban; y el apretador, que “distribuía” a los espectadores, ya que al no existir un aforo
determinado, todo el que pagaba tenía derecho a entrar.
En los corrales de comedias no había aseos y las condiciones higiénicas no eran las más
adecuadas. Con la llegada, a mediados del siglo XVIII, de distintos gobiernos ilustrados
se empiezan a prohibir las representaciones en estos locales, por la falta de higiene,
el riesgo de incendio, los desórdenes... A esto hay que añadir el desarrollo de una burguesía
que no quiere asistir a las comedias en espacios incómodos y la aparición de espectáculos
teatrales como la ópera que requieren de espacios cerrados con un tratamiento acústico
específico.
La representación
Desde finales del XVI y en el XVII, todas las obras que se representaban en los corrales
eran conocidas con el nombre de comedias. Pero esta palabra tenía en la época un sentido
mucho más amplio que el original, que es el mismo con el que se usó posteriormente y con
el que la usamos hoy en día. En la época, el término comedia significaba ‘obra teatral’, y
más concretamente el tipo de obra teatral fijado por Lope de Vega, y podía ser una
comedia propiamente dicha (personajes bajos, lenguaje sencillo, final feliz, temática
sencilla), drama (temas serios, personajes nobles) o tragicomedia (mezcla de elementos
trágicos y cómicos).
La estructura del espectáculo solía ser siempre la misma y no dejaba espacios vacíos,
para evitar que el público se impacientara o se marchase. Acostumbraba a comenzar con
una loa, una presentación en verso en la que se alababa a algún personaje ilustre,
presente, a los comediantes o al propio público, con la que se pretendía atraer la atención
del público. Tras ella se representaba la comedia, que tenía tres actos o jornadas. Entre
cada uno de los actos de la comedia se representaba un entremés, una pieza muy breve
de tono humorístico, o se interpretaban canciones o bailes. Al final del tercer acto, como
final de fiesta, se solían interpretar bailes y canciones en los que participaba toda la
compañía.
Desde principios del siglo XVII, el éxito de las comedias traspasa las capas populares.
Felipe III decide convertir uno de los patios de palacio en un corral para disfrutar de esas
representaciones como lo hacía el pueblo. Y Felipe IV, el soberano del XVII que más amó el
teatro, se hizo construir para él y para sus cortesanos, hacia 1644, dentro del palacio del
Buen Retiro de Madrid, el teatro Coliseo, a imitación de los corrales de comedias.
El teatro del siglo XVII no refleja la verdadera realidad social del momento: la
descomposición política y militar el imperio, el hambre y la pobreza de la mayor parte de la
población, los conflictos entre clases sociales, la corrupción del poder, etc., sino que
transmite una imagen social de acuerdo con el estricto orden establecido. Este orden
estructura la sociedad en una pirámide estamental en cuya base está el pueblo; por encima
de éste, la nobleza; y en la cúspide, el rey, quien garantiza el orden y la justicia y cuyo
poder es de naturaleza divina. El teatro transmite un mensaje de fácil comprensión, con un
esquema sencillo en el que el conflicto planteado sólo tiene una solución, lo que lo convierte
en un medio idóneo para realizar propaganda del orden social establecido. La férrea censura
a la que se someten las obras, y la adhesión de la mayoría de dramaturgos al rígido sistema
ideológico imperante, permitió que el teatro sirviese como vehículo para transmitir las ideas
y conductas del pensamiento más ortodoxo.