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ALUMNOS: DOCENTE:
DIAZ, JOSE JESUS I. GONZALEZ.
JUSTINIANI, JESUS ALBERTO
MOUNIR, ALEXANDER
02/07/13
INDICE
Pág.
Introducción.
Orígenes del Teatro Español……………………………………………………….…….. 6
Historia del Teatro Español……………………………………………………………… 6
Ciclo Prelopesco (Siglo XVI)……………………………………………………………. 6
Ciclo Lopesco……………………………………………………………………………. 7
Ciclo Calderoniano………………………………………………………………………. 7
Teatro Español Desde El Siglo XVIII a la Actualidad.
- El siglo XVIII…………………………………………………………………… 8
- El siglo XIX……………………………………………………………………... 8
- El siglo XX………………………………………………………………………. 8
- El siglo XXI……………………………………………………………………… 9
Características Generales del Teatro Español……………………………………...……. 9
Personajes en el Teatro………………………………………………………………..… 10
- el protagonista…………………………………………………………………… 11
- el antagonista……………………………………………………………………. 11
- los personajes secundarios………………………………………………………. 11
- los personajes colectivos………………………………………………………… 11
- los personajes alegóricos………………………………………………………… 11
Conclusión.
Bibliografías.
Anexos.
INTRODUCCION
El teatro español del Siglo de Oro fue compartido por todos los territorios del mundo
hispánico al tiempo que logró una enorme expansión hacia otras literaturas y culturas.
Supone, sin duda, uno de los grandes capítulos de la dramaturgia universal.
Muchas personas formaban parte de la actividad teatral en España ya desde finales del
siglo XV, y el número de éstas se disparó en el Barroco debido al interés desmesurado que
esta variedad literaria empezó a despertar en las gentes. Autores de comedias, cobradores,
tramoyistas, actores... solían agruparse en compañías, por lo mucho que viajaban, pues en
un principio, ni ciudades ni pueblos gozaban de sitios fijos para este tipo de espectáculos,
sino que se veían obligados a improvisar tablados en las plazas principales de cada
población. Como es de esperar, había muchos tipos de compañías dependiendo del número
de componentes y de las obras que representaban.
Los parámetros medievales seguirán siendo la clave del teatro español hasta que, en el
siglo XVI, se inicia el camino de la modernización que culminará en la creación de un
género: la comedia nueva del siglo XVII.
En el que surge Lope de Vega, Cervantes, Tirso de Molina y Ruiz de Alarcón (es el
siglo de oro).
Las innovaciones dramáticas propuestas por Lope de Vega fueron seguidas por otros
autores, entre los cuales se destacan Tirso de Molina, Guillén de Castro, Juan Mira de
Amescua y Luis Vélez de Guevara. Éstos, por ser quienes más se aproximaron al estilo de
Lope, son considerados integrantes del “ciclo lopesco”, para diferenciarlos de una segunda
tendencia, influenciada profundamente por Calderón de la Barca.
En este período, se crean las primeras salas teatrales llamadas corrales de comedias, que
eran gestionadas por las Hermandades, verdaderos precedentes del empresario teatral
moderno. Van a proliferar los autores, las obras y las compañías. El teatro deja de ser un
acontecimiento restringido para convertirse en un producto competitivo, sujeto a las leyes
de la oferta y la demanda. Un interesante debate teórico acompaña el nacimiento y
desarrollo de esta forma nueva de entender el teatro.
Se conoce como “ciclo calderoniano” otra tendencia teatral surgida durante el Siglo de
Oro, centrada en la figura de Pedro Calderón de la Barca. Este autor, además de cultivar
con maestría la comedia de intriga, creó un teatro de ideas en sus obras filosóficas y autos
sacramentales.
Aunque, Calderón siguió la estética teatral lopesca, su teatro dio mayor relieve al
protagonista e interiorizó el conflicto dramático mediante el monólogo. El ciclo
calderoniano se caracteriza por el simbolismo y la reflexión teológica, un teatro más
conceptual que el de Lope. Formaron parte del ciclo calderoniano los siguientes autores:
Agustín Moreto y Francisco de Rojas Zorrilla.
Calderón de la Barca figura en los manuales como el último de los grandes clásicos
españoles. Su muerte en 1681 puso fin a dos centurias de fecunda actividad literaria.
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Estuvo marcado en España, por primera vez, por la intervención del Estado en la
orientación teatral del país. Bajo el influjo de las ideas de la Ilustración, se creó un
movimiento de reforma de los teatros de Madrid, encabezado por Leandro Fernández de
Moratín. El cometido principal de este movimiento era recomendar una serie de obras y
prohibir otras, bajo la premisa de fomentar exclusivamente ideas que amparasen la verdad y
la virtud, apoyando las representaciones que supusieran enseñanza moral o adoctrinamiento
cultural. Entre las obras prohibidas figuraban algunas del siglo de oro, pero sobre todo se
censuraba a aquellos autores contemporáneos que insistían en la fórmula del siglo anterior.
Entre las propuestas de la reforma estaba la obligación de hacer repartos de papeles
fundados en las aptitudes de los intérpretes, la dignificación del poeta y la valoración de la
figura del director.
Sin embargo, y pese a los bienintencionados programas ilustrados, las que triunfaron en
el siglo XVIII fueron las llamadas comedias de teatro y las comedias de magia. En ambas,
los recursos tramoyísticos tenían un protagonismo casi absoluto. Había encantos, duendes,
diablos, enanos que se convertían en gigantes. Los lugares de la acción competían en
exotismo y el público respaldaba con entusiasmo este tipo de comedias.
El siglo XIX se abre con el drama romántico (movimiento romántico), que representa el
universo como caos sin sentido, frente al orden neoclásico. En su segunda mitad, la
presencia de un público burgués marcará la preferencia por un teatro claro y sencillo, que
obliga a los autores a repasar la lección neoclásica del siglo anterior. Los géneros literarios
comienzan a mezclarse: prosa dialogada, teatro lírico, etc. y la prosa desplaza al verso.
Parece haberse alcanzado una fórmula que duraría hasta el último cuarto del siglo XX.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX no se produce en España la renovación del
arte dramático que sucede en otros países. Aquí el teatro es, sobre todo, un entretenimiento
para el público burgués que acude con asiduidad a las representaciones. Las compañías
teatrales formadas por las grandes actrices y actores del momento, que son además
empresarios, están dedicadas a complacer los gustos de este público conservador y
convencional.
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Lo corriente fue el éxito de aquellos autores que como José Echegaray, Premio Nobel
de Literatura en 1904, complacían las expectativas del público teatral burgués. Benito Pérez
Galdós, otro autor de reconocido prestigio, es un caso diferente. Galdós se atrevió a crear
unos personajes femeninos que, como la protagonista de su drama Electra (1901), se
enfrentan al fanatismo y al oscurantismo. Las obras de Jacinto Benavente señalan el final
del tono melodramático, grandilocuente y declamatorio en el teatro. Benavente inicia con
Los intereses creados (1907) o La malquerida (1913) el realismo moderno.
1.- Una amplia variedad de temas cuyas fuentes se encontraban en la tradición literaria, la
historia y la leyenda.
2.- Las obras están divididas en tres jornadas o actos: exposición, enredo o nudo y
desenlace.
4.- Las ideas dominantes en las producciones teatrales son tres ideas: el honor, la fe
católica y la monarquía. Entre estos tres, tiene mayor preponderancia el honor.
6.- Busca dinamismo en la acción. Las obras rompen las unidades de tiempo y lugar para
dar agilidad a los hechos, que en su gran mayoría son de enredo.
7.- Para marcar que se cambiaba de hora y de lugar se utilizaban los actos, otras
características del Siglo de Oro. Entre los actos se representaban entremeses, jácaras o
bailes.
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8.- En este tipo de teatro encontrarás personajes tipo como el rey, el señor mayor, al que
llamaban 'barbas', el galán, la dama, el criado y la criada.
9.- Cada personaje utiliza un lenguaje distinto dependiendo del rango que ocupaba y de las
situaciones y el ambiente en que se encuentre. El galán no hablaba como el criado ni el
noble como la dama de compañía.
PERSONAJES EN EL TEATRO.
Al igual que las obras narrativas, en las obras dramáticas, en el teatro, existen
personajes, seres creados por el autor de la obra, que cobran vida en la ficción de la obra.
Ellos dicen sus parlamentos y, a través de sus palabras, nos ayudan a imaginarnos y
configurar la acción. Son quienes llevan a cabo la acción dramática a través del diálogo.
Debido a las limitaciones espacio-temporales de una obra teatral, es difícil que podamos
conocer en profundidad la psicología de todos los personajes, por lo que sólo son
analizados con detenimiento los protagonistas.
Hay que recordar que los personajes se mueven, hacen gestos, llevan la vestimenta
apropiada para la obra representada, es decir, complementan el diálogo mediante la mímica
o los gestos; y los lectores nos enteramos de todo esto mediante las acotaciones del autor.
Es importante señalar que estos personajes, que existen en la obra dramática, son
encarnados por actores al momento de representar la obra y convertirla en una pieza teatral.
Los actores son personas reales, que pueden dar vida a distintos personajes, según las obras
que realicen.
Por lo general, en las obras dramáticas podemos diferenciar estos tipos de personajes.
Estos son:
el protagonista,
el antagonista,
1.- El protagonista.
Lo común es que el protagonista siempre trate de buscar la solución del conflicto de buena
manera. Es un personaje con el cual el lector o el público se identifican; al leer o presenciar
la obra se solidariza con él, se pone de su lado.
2.- El antagonista.
Es también un personaje importante y representa la otra fuerza que lucha. La otra fuerza del
conflicto nombrada anteriormente. El antagonista es, entonces, quien se opone al
protagonista, está en contra de que él logre sus fines.
Son aquellos que no representan una de las dos fuerzas en conflicto, sino que se suman a
una de las dos, dando su apoyo ya sea al protagonista o al antagonista.
No hay que creer que por ser secundarios, esto personajes tiene menos importancia dentro
de la obra. Lo que sucede es que el conflicto no está centrado en ellos, pero su acción es
igualmente definitiva para el desenlace de la obra y su presencia es esencial.
Son un tipo de personaje que, a pesar de ser una sola persona, representa a muchas otras; es
como si fuera la encarnación de un grupo. Puede ser, por ejemplo, un representante del
pueblo, o de los súbditos del rey.
Esto ocurre en aquellas obras donde participan como personajes La Primavera, por ejemplo,
o La Muerte, representada como una mujer vestida de negro, que aparece de pronto.
CONCLUSION
El teatro sale de las iglesias porque las escenas cayeron en lo vulgar y grotesco, por lo
que dichas representaciones tuvieron que realizarse fuera, en el atrio o patio de entrada,
para que el pueblo las presenciara desde la plaza o la calle.
El teatro nacional del siglo de Oro se caracteriza por su pluralidad temática. Los temas
son por una parte extraídos de la épica medieval, de la historia universal y española, de la
tradición pastoril, caballeresca y morisca; pero también, de la literatura religiosa.
Frecuentemente son temas del vivir diario, tanto de la actualidad política como social o
religiosa.
En el Teatro Nacional del Siglo de Oro se puede apreciar que había una tipología de
personajes establecida: el gracioso, el rey, el galán, el poderoso, la dama, el caballero, la
criada, el villano, el gracioso, etc.
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