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La comunicación con niños con patologías visuales

Algunas consideraciones básicas para favorecer su comunicación en la familia y en


la escuela.
María Delia Speranza
Muriel Morán

«Ojos que no ven, corazón que no siente.» «Amor a primera vista.» «No hay peor ciego que el que no quiere ver.»
«La primera impresión es lo que cuenta.» Estos refranes o frases hechas reflejan el reconocimiento en el consenso
social de la estrecha relación que existe entre la comunicación y la mirada.

Nos preguntamos qué sucede entonces con la comunicación en las personas con severas patologías visuales, que
determinan baja visión. Un individuo padece Baja Visión cuando la agudeza visual en el mejor ojo con corrección es
menor o igual a 3/10 hasta visión luz y un campo visual menor o igual a 20°, pero que usa o es potencialmente
capaz de usar su visión para planificar o ejecutar una tarea.

¿Se ve alterada la comunicación cuando existe una discapacidad visual severa? ¿En qué forma? ¿En qué
momento?

A continuación esbozaremos algunas situaciones observadas y vividas a través de nuestra experiencia de trabajo
en un Servicio de Estimulación Visual. En este servicio se han atendido 1 300 niños con Baja Visión en los diez
años transcurridos desde su creación.

Los inicios de la comunicación

Las primeras formas de comunicación entre un bebé y su madre se establecen a través de la mirada. Cuando el
niño presenta una severa patología visual que hace imposible o muy difícil este contacto, la mamá se angustia.
«Estas madres y sus hijos se hallan sometidas a sentimientos y emociones tan impactantes que interfieren en la
interacción normal que toda madre establece con su recién nacido (...) dando lugar a efectos tales como: menos
contacto corporal y afectivo, menos sonrisas dirigidas al niño, diálogos empobrecidos y desprovistos de ilusión y, en
conjunto, un menor deseo de proximidad física y de alegrar momentos entre la díada» (Merce Leonhart).

Anita tiene cinco meses y posee retinopatía del prematuro, grado lV, en ambos ojos. Cuando comienza el
tratamiento, la fijación es muy inestable. La primera vez que fija la vista en el rostro de su madre lo hace con una
fijación periférica en zona temporal; su rostro está iluminado y se sugiere a su mamá que se acerque a 15 cm. A
partir de esta modificación de la situación comunicativa, se observa un mayor interés en mirar objetos de colores
llamativos o brillantes siempre bien iluminados y una mayor iniciativa para la intervención por parte de la mamá.

Cuando los padres reciben asesoramiento y sostén desde los primeros meses logran descubrir e interpretar las
respuestas particulares de su hijo; establecen la comunicación con el niño y, cuanto antes lo logren, menor será el
tiempo de angustias y desazón. El niño con Baja Visión necesita que el adulto le acerque el mundo para poder
descubrirlo e interactuar con él; la familia del niño con Baja Visión debe ser informada sobre cómo acercar el mundo
a ese niño.

«Las personas cercanas al niño han de proporcionarle desde las primeras etapas de su vida el mayor número
posible de experiencias que le permitan explorar los objetos para conocerlos e interactuar con ellos. Esto permitirá
más adelante que el niño pueda imaginarse tales objetos cuando no están presentes» (Natalie Barraga).

El lenguaje en el niño con Baja Visión

El lenguaje en estos niños está relacionado con el desarrollo general, afectivo y cognitivo.

En el niño con Baja Visión la función simbólica se presenta con algún retraso en relación al niño vidente y, por ende,
el lenguaje puede aparecer en edad algo más avanzada.

En muchos casos la identificación de los objetos (dar nombre a lo que ve) es alterada por la percepción
distorsionada de los mismos. La dificultad específica es la de aludir a un referente común que existe entre el
significante y el significado («biberón», y lo mira). Con frecuencia estos niños atribuyen un significante a objetos,
más aún a acciones, que no se corresponden con la realidad. A esto hay que sumarle la dificultad de percibir gestos
y el contacto visual frente a un interlocutor.

En el caso de niños que tienen diagnosticada hipoacusia y, también cataratas u otra patología visual, algo a tener
en cuenta durante la enseñanza de lectura labial es que puedan visualizar lo mejor posible los labios; para ello se
sugiere al profesional pintárselos de un color fuerte.

Comunicación con docentes y otros niños

Cuando el niño Disminuido Visual ingresa a un grupo de pares, en el jardín de infantes por ejemplo, se muestra
inseguro, tímido, a veces retraído y algo torpe. Debido a su problemática visual, le lleva más tiempo reconocer el
espacio, le genera inseguridad el no conocer los límites y obstáculos posibles, etc.

Tampoco puede ver claramente de qué material dispone para jugar y, fundamentalmente, le cuesta identificar a sus
compañeros visualmente. Sus rostros pueden resultarle borrosos o sólo ve parte de los mismos; le llevará tiempo
poder tomar algunas características que le permitan reconocerlos. También le resulta dificultoso seguir a sus
compañeros en los desplazamientos, sobre todo si son rápidos e inesperados.

Se observan dificultades en la imitación de gestos y movimientos en una clase de música, expresión corporal o
educación física. En las dramatizaciones muestran generalmente torpeza, falta de control de su cuerpo, una
representación muy pobre y a veces reiterativa que puede ser atribuida a la falta de conocimiento de la realidad. Por
ejemplo, un niño puede ignorar –por no verlas– las acciones que realiza un vendedor, excepto las que se
desarrollan frente a él a una corta distancia.

Puede suceder que el niño no descubra o no interprete el material gráfico que se le ofrece o que se encuentre en la
sala y, cuando la maestra hace referencia al mismo, el niño desconoce de qué se trata.

Santiago, cinco años, visión monocular y una discapacidad visual severa. En la hora del cuento, sentado a dos
metros de la docente, se aísla jugando con bloques. Posteriormente se le pide al niño que se siente junto a la
docente para poder ver las ilustraciones, se lo observa interesado por el cuento y participa de la propuesta.

En algunas oportunidades la comunicación en el aula no es verbal sino gestual; puede suceder que el niño
disminuido visual no responda a las expectativas del docente y su conducta pueda ser mal interpretada.

Benito, de cinco años, con visión monocular con un campo visual reducido a visión tubular, sigue molestando a su
compañero. La docente se para a la derecha del niño con rostro enojado, pero Benito sólo reacciona cuando la
reprimenda es verbal. Benito en realidad no veía que la docente lo estaba mirando enojada.

¿Cómo podemos ayudar a estos niños?

Si es detectado un niño con dificultad visual, es necesario informar a los padres para que se haga la consulta
pertinente en un servicio especializado y se evalúen las funciones visuales (cómo ve).

Cuando el niño tiene Baja Visión, es necesaria la intervención de una maestra integradora que, junto a la docente
común, realice las adaptaciones necesarias para el aprendizaje del niño.

Sugerencias básicas

 El primer día de clase se debe acompañar al alumno en un recorrido por los diferentes lugares de la
institución por donde él se moverá.
 Se le debe dar un tiempo mayor para la exploración de los juguetes y materiales.
 Cuando se presenta una consigna referida a un material gráfico, el maestro debe asegurarse de que éste
sea accesible para el niño.
 En los paseos y visitas fuera de la escuela el docente puede orientar al niño en la exploración, preguntarle
sobre lo que va descubriendo para asegurarse de que lo interpreta, permitirle acercarse lo más posible al
objeto de conocimiento, completar de alguna manera la información que el niño no puede registrar.

Cuando llega a una familia un niño con dificultades visuales, los padres, con el asesoramiento de profesionales
especializados, irán estableciendo paulatinamente caminos de comunicación. Frente a un niño normal, el adulto no
repara en guardar cuidados especiales para establecer la comunicación; con un niño con dificultados visuales, el
adulto deberá realizar un proceso de aprendizaje que identifique posibilidades y límites: ¿A qué distancia me ubico?
¿Hay suficiente luz? ¿Puede ver estos colores apagados? ¿Ha establecido la relación correcta entre significado y
significante de este signo lingüístico? ¿Habrá captado este concepto?

La maestra también tendrá que realizar el mismo aprendizaje cuando el niño ingrese a la escuela, y deberá
preocuparse por atender a aquellas situaciones que mejoren la inclusión y participación del niño para mejorar así
sus posibilidades de aprendizaje.

Maria Delia Speranza


Profesora de ciegos y disminuidos visuales
Muriel Morán
Profesora de ciegos y disminuidos visuales

Bibliografía

 PIAGET J., Seis estudios de Psicología, Editorial Seix Barral, Madrid, 1981.
 LEONHARDT M., El bebé ciego, ONCE, Madrid, 1992.

 BARRAGA N., Disminuidos visuales y aprendizaje, ONCE, Madrid, 1998.

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