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y otros de menor categoría.

Huelga decir
que el tremendo gasto de dicho viaje, los
regalos, el hospedaje, el alquiler de
limousinas lujosísimas con choferes
canadienses bilingües y demás, le costó al
erario varios millones de pesos; dinero que
pagó el sufrido pueblo mexicano. Por lo
anterior, creo que estamos de acuerdo, mi
estimado señor Cantón Zetina y mi
admirado José Luis Mejías, en que cuando
el río suena, agua lleva.
El Bote de Sahagún Para Durazo
Este tipo de viajes, que frecuentemente
organizaba el Negro con el pretexto de
relacionarse con las policías extranjeras,
eran aprovechadas por Sahagún Baca (quien
nunca lo acompañaba, porque se quedaba al
frente de la “miscelánea”, según decía el
Negro), para ponerse en movimiento con su
característico servilismo. Entonces
procedía a cambiar totalmente la
decoración, alfombras, mobiliario, cortinas,
etcétera, del despacho de su “patronato” el
Negro, así como del privado y del comedor,
todo ello en el vetusto edificio de la DGPT.
Con tal propósito, contrataba a un nutrido
grupo de personal calificado, e incluso
decoradores profesionales, como un
arquitecto de apellide Carreño; el costo
total de dichos gastos corría por cuenta de
los jefes de brigada de la DLPD, quienes a
su vez recolectaban el dinero entre sus
agentes, los que por obvias razones lo
sacaban de la propia ciudadanía,
cometiendo para ello auténticas
arbitrariedades. El costo de estas
“modificaciones” nunca sumaba menos de
ocho o diez millones de pesos, y eran
efectuadas invariablemente en cada viaje
que Durazo hiciera fuera del país, sin
importar el lapso de tiempo entre salida y
salida. En relación al servilismo de Sahagún
Baca, cabe mencionar que frecuentemente,
antes de que su amo saliera en público se
hincaba para limpiarle los zapatos con su
pañuelo inmaculado, “gesto” que al Negro lo
dejaba muy satisfecho. También se
preocupaba Sahagún Baca, porque a la hora
del desayuno de su jefe, que casi siempre se
realizaba en el comedor de la DGPT, hubiera
quesos de Sahuayo Ha tierra de Sahagún—,
tamales y todo tipo de antojitos que él
mismo le servía, partía y preparaba en su
plato, sin importarle las personas que
estuvieran invitadas a su mesa.
La Seguridad del Negro Durazo
Los problemas de circulación que
ocasionaba el gran despliegue de fuerza,
destinado a cubrir la seguridad del Negro
Durazo, creo que todos los ciudadanos
llegaron obviamente a resentirlo. Muy
contados automovilistas y peatones, de los
millones que hay en el DF, lograron salvarse
de tal caos vial. Pero para ilustrarlos mejor
voy a hacer una pequeña descripción de
este tremendo aparato modelo de
presunción y prepotencia. Desde las siete
de la mañana, diariamente, se instalaba la
seguridad de la siguiente manera: Dos
patrullas en el kilómetro 23.5 de la carretera
federal México Cuernavaca, para detener la
circulación en ambos sentidos cuando el
convoy que trasladaba al Negro entrara a la
cinta asfáltica; y desde ahí, hasta la Plaza
de Tlaxcoaque (donde se inicia la avenida
20 de Noviembre), se colocaban dos policías
en cada crucero para impedir el tránsito de
vehículos hasta que pasara la comitiva.
Había dos policías más en cada paso a
desnivel de peatones, desde la calzada de
Tlalpan y a lo largo de todo el viaducto del
mismo nombre, hasta el edificio de la DGPT;
también se cubrían todas las azoteas de los
edificios que se encuentran frente a la
entrada del sótano de dicha Dirección; se
mandaba con un margen de tres a cuatro
minutos, una patrulla con cuatro elementos
armados con metralletas alemanas, pero se
utilizaba también como avanzada una
patrulla disfrazada de taxi, para que en caso
de que notara alguna irregularidad, lo
comunicara por radio de inmediato. Tres
motociclistas iban de punteros, abriendo la
circulación al vehículo del Negro; dos
patrullas más cada una con cuatro
elementos también armados con
ametralladoras, aparecían como escoltas
inmediatamente atrás del automóvil de
Durazo; y más atrás, a una distancia
razonable (la correspondiente a seis o siete
carros), iba otra patrulla también disfrazada
de taxi con cuatro elementos, invariable y
perfectamente armados con ametralladoras;
por último cerraban el despliegue otras
cuatro motocicletas con personal también
muy bien armado, cuya misión era impedir
que algún coche rebasara al convoy. En el
carro principal, siempre junto al chofer, se
sentaba el Negro Durazo. Yo iba en la parte
de atrás, con una metralleta alemana de
alto poder, calibre 2.23, con silenciador
integrado de fábrica y con adaptación de
rayos láser. Aquí podemos recordar aquella
frase de Obregón: “El arma está de acuerdo
al tamaño del miedo”.
Tal despliegue de fuerza, acorde a su
prepotencia, desgraciadamente lo teníamos
que realizar in el uso cuando íbamos a tos
más lujosos restaurantes de la ciudad, a los
que el Negro asistía casi a diario. En esos
casos, yo tenía que estar ubicado en el
lugar más próximo a él, pero de manera que
no le diera la espalda a ninguno de los
asistentes, para que al mismo tiempo
tuviera oportunidad de observar a la gente
que entraba. Además, Durazo contaba con
otros dos ayudantes, que se cambiaban muy
seguido por motivos de seguridad, pero que
siempre eran escogidos entre el personal
más selecto, es decir, de la mejor brigada
con que cuenta la DGPT, y a cuyos sufridos
elementos nunca se les ha hecho justicia: la
Brigada de Granaderos. Un elemento más
debía permanecer en la puerta de los
sanitarios, en espera de mi señal; esta la
daba yo cuando el Negro me indicaba que
iba a requerir ese servicio. Entonces, este
elemento se metía en el baño para
asegurarse de que no hubiera nadie; luego
entraba Durazo acompañado por mí y en ese
instante, dos elementos de la seguridad se
paraban en la puerta e impedían el acceso a
cualquier otra persona. Nadie podía entrar
hasta que el Negro, después de darse su
pase de cocaína, lavarse la cara o hacer sus
necesidades, salía; este hecho,
lógicamente, entrañaba una gran
arbitrariedad, y quienes contribuíamos a
llevarlo a cabo lo hacíamos con disgusto. No
se trata de justificar a los que servimos en
este tipo de trabajos, pero
lamentablemente, ordenes son ordenes y el
que paga manda. En otras ocasiones,
también en esos restaurantes lujosísimos a
los que él acostumbraba ir, llegó a
presentarse el caso de que cuando lo
acompañaba su esposa se imaginaba que
los hombres de otras mesas le dirigían a ella
miradas procaces ( o simplemente no le
gustaban los tipos); inmediatamente, me
llamaba y me decía:—Saca a esos hijos de
su chingada madre de aquí, rápido. Yo
llamaba al gerente del negocio y le
comunicaba la decisión del Negro,
solicitándole que los señores que estaban
en tal mesa se retiraran y que su cuenta la
cargaran a la de Durazo: —Pero adviértales
que en caso de que se nieguen a salir,
mando traer a varios elementos de
vigilancia, de los que están en la calle, para
que les busquen una bronca y los golpeen.
Afortunadamente, en todos los casos que se
dio esta absurda situación, los interpelados
accedieron a retirarse, aun contra su
voluntad; pero cuando menos, se fueron sin
pagar la cuenta, hubieran o no terminado de
consumir sus alimentos.
Gastos del Alarde de Seguridad
Con el propósito de desglosar en sueldos el
costo aproximado de los elementos que
utilizaba Durazo para su exclusiva seguridad
personal, expongo lo siguiente: Tomando en
cuenta que el interior de su suntuosa
residencia estaba seguro con la presencia
de la policía montada, que vigilaba
absolutamente todos los alrededores, en
cuanto el Negro salía a su carretera privada
que entronca con la carretera federal
México Cuernavaca, se repartían 20 policías
Montados armados con fusiles R15, dando la
espalda al camino y apuntando hacia los
cerros (diez elementos de cada lado);
mientras tanto, en la federal se encontraban
dos patrullas que impedían la circulación de
los vehículos en ambos sentidos, hasta que
no pasara el convoy. El próximo entronque
era el de San Andrés Totoltepec y luego el
de San Pedro Mártir, que era cubierto por
dos elementos de a pie de la policía,
debidamente armados; su misión era
detener el paso de todo vehículo. Luego, en
el empalme de la carretera federal con la
autopista había tres patrullas
convenientemente distribuidas, con un total
de ocho elementos equipados con armas de
largo y corto alcance. En seguida, a lo largo
de todo el viaducto Tlalpan, como ya dije, se
cubrían todos los puentes de peatones, con
siete policías de a pie y cuatro
motocicletas; su objetivo: tapar todos los
accesos a los transeúntes, pues se trataba
de que nadie caminara por un puente
mientras el convoy de Durazo circulaba por
esa vía rápida. En el entronque con la
colonia El Reloj (sobre la calzada de
Tlalpan), se colocaban dos motociclistas y
tres policías; en Tlalpan y División del Norte,
una patrulla con seis elementos y tres
motociclistas; frente a los Estudios América
esperaban un motociclista y tres policías de
a pie. En el crucero de Xotepingo, cuatro
motociclistas y cinco elementos más; en
Taxqueña y Tlalpan, tres motociclistas; en
Río Churubusco, dos motociclistas; en
Ermita Ixtapalapa, cinco policías de a pie; y
de allí hasta el paso a desnivel de
Tlaxcoaque, siempre sobre la calzada de
Tlalpan, 20 policías de a pie, evitando que
cruzaran los vehículos mientras pasaba el
convoy; en el paso a desnivel que conduce
al sótano de la DGPT había cinco elementos
más; y en los edificios que están frente a la
jefatura de policía, había repartidos diez
hombres más con armas de largo alcance. A
todo lo anterior hay que agregar la escolta
directa de Durazo, que constaba de dos
patrullas disfrazadas de taxis, que
transportaban a ocho hombres; dos
patrullas del servicio secreto de escolta,
con ocho elementos más; tres motociclistas
de punteros, abriendo el paso del convoy, y
cinco a la retaguardia; más el auto principal,
donde íbamos el chofer particular del Negro,
un teniente del ejército y yo. Todo este
aparato de seguridad requería diariamente
un número aproximado de 140 elementos;
partiendo de un promedio de 8 000 pesos
quincenales de sueldo por cada elemento,
leñemos un total de un millón 200 mil pesos
quincenales. Y aquí no contamos el
desgaste y depreciación de 15 patrullas y 28
motocicletas, así como su mantenimiento:
gasolina, refacciones, aceite, líquido de
frenos, etcétera. Por otra parte, todo ese
aparato funcionaba en forma regular dos y
hasta tres veces a la semana, no obstante
que el Negro, sin previo aviso, a veces me
ordenaba: Mira pinche flaco, para
destantear al enemigo ordena que venga el
helicóptero por nosotros. Y entonces, en
cinco minutos íbamos del kilómetro 23.5 a
su oficina de la Plaza Tlaxcoaque. Por
cuenta de Durazo, la ya desquiciada ciudad
de México sufría graves perjuicios en horas
hombre, pues este aparato de seguridad que
funcionaba por lo menos tres horas diarias,
alteraba !a rutina de miles y miles de
personas que se dirigían a sus trabajos.
Pero como el Negro se las gastaba, llegó a
informarle al reportero Sergio Mora Flores
del periódico la Prensa (10 de agosto de
1979) lo siguiente: “Durazo reconoció que el
equipo humano y material de la DGPT es
insuficiente”. Asimismo, Excélsior del 17 de
agosto de 1979, el reportero Luis Segura
informaba a sus lectores: “Durazo declara
no contar con presupuesto para pagar a la
policía. Y además, reconoció que el equipo
material y humano es insuficiente. Esto
declaraba Durazo en 1979, cuando en la
calle hacía tal alarde de seguridad; y eso
que en nuestras cuentas anteriores no
consideramos a los 50 policías que
prestaban servicio en la casa del kilómetro
23.5 como cocineros, meseros, jardineros,
plomeros, carpinteros, caballerangos,
etcétera, representando un total de sueldos
en tomo a los 800 000 pesos mensuales.
También habría que añadir a las cuentas la
seguridad de su familia: dos patrullas y ocho
hombres de la DIPD como escoltas de sus
hijos mayores, Jesús y Arturo; para su hijo
Paco había dos patrullas con nueve
elementos también de la DIPD; para su hija
Yoya, una patrulla con cuatro policías; para
su esposa Silvia Garza, una patrulla con
cuatro miembros de la DIPD; para sus
hermanas Edelmira y Teresa, entre
cocineros, meseros, choferes y ayudantes,
dos patrullas con 18 policías; para su mamá,
cocinero, mesero y jardinero, dos elementos
de seguridad, y una patrulla; para su amante
Lidia Murrieta Encinas, chofer, tres
elementos de escolta, cocinero y tres
elementos de servidumbre, con una patrulla
permanente en la casa de Fuente bella
número 54, colonia Fuentes del Pedregal.
Además, “de calón” había tres patrullas
azules y dos de la DIPD en su casa del
kilómetro 23.5, que estaban ahí
exclusivamente para atender los
“mandados”, mensajerías y cosas parecidas;
sumaban diez elementos en total.
Considerando el sueldo oficial de todo este
otro personal de servicio y seguridad del
Negro, tenemos una cantidad aproximada a
los 960 000 pesos consume, sin contar,
como en el caso anterior, los gastos de 15
patrullas. Aparte, hay que tomar en cuenta
los 650 elementos repartidos en sus obras
de la Cabaña, el Partenón, y el kilómetro
23.5, los cuales suman 10 millones
cuatrocientos mil pesos en sueldos, más el
gasto de cuatro camiones. Por otra parte,
todas las pipas de la Central de Bomberos
del Distrito Federal eran ocupadas ex
elusivamente para acarrear agua a las
cisternas de la casa de Durazo, causando
con ello, como ya lo ha declarado el jefe de
H. Cuerpo de Bomberos, graves problemas a
la ciudadanía en muchos casos de
siniestros; ocurrió varias veces que no se
contó con agua para apagar incendios, pues
“la estaba usando el jefe”.
La Señora También Cooperó a los Ingresos
El jueves 23 de agosto de 1979, la señora
Silvia Garza de Durazo hizo al diario La
Prensa la siguiente declaración: “Se
construirá un asilo para policía jubilados,
con Inversión superior a los 10 millones de
pesos provenientes de actos sociales y
ayuda del sector privado, así como 16
estancias infantiles para la policía, con
terrenos donados por el DDF”. En la Prensa
del siete de septiembre de 1979, su
columnista Mora Flores, mencionó: “Asilo
para ancianos policías y estancias para los
hijos de los policías”. Y ahí se informó que
las instalaciones costarían 96 millones de
pesos, aunque en el mismo artículo la
señora Durazo y el propio Negro declaran:
“Nos allegaremos fondos en actos sociales,
espectáculos y donativos, ya que no
tenemos subsidios”. Entre otras cosas, la
señora Garza de Durazo anualmente exigía
que entre los jefes de área, directores y
jefes de oficina, se vendieran 10 000 boletos
anuales, a 1000 pesos cada uno, para el
Baile Anual de la Policía, que no costaba
nada a la DGPT, ya que la alimentación, los
vinos, los meseros y los “shows” eran
conseguidos o pagados por los jefes ya
mencionados. Si se multiplican 10 000 por
1000, resultan 10 millones de pesos,
cantidad que la señora Durazo reunía cada
año; y esto sin contar los donativos de la
iniciativa privada, que probablemente
igualarían esa suma, más las cantidades
que se reunían de diferentes actos que
organizaba la señora durante todo el año:
festivales, premieres cinematográficas y
eventos sociales. La venta de boletos para
todas estas celebraciones estaba
garantizada de antemano, ya que Silvia
Garza de Durazo tenía la costumbre de
vendérselos íntegramente a los jefes de
área, directores y jefes de oficina; éstos lo
consideraban una obligación, pero tenían el
recurso de exigirles lo mismo a sus
subordinados. En base a lo anterior puede
calcularse las “modestas” entradas anuales
que lograba la señora Durazo. Colaboraban
con ella, en la recaudación de estos fondos,
tres señoras “respetabilísimas”, conocidas
en los medios policiacos como Emma Vieyra
Huacuja, Ernestina Martínez. Valencia y
Candy Serrano de Marbán, la hija del
“segundo frente” del coronel Carlos Serrano
(el que hacía generales); esta última
también acompañaba a Silvia Garza en
todas sus correrías (léase orgías).Si usted o
las actuales autoridades se toman la
molestia de cotejar mis datos, comprobarán
que la obra benéfica de la señora Durazo fue
prácticamente nula. Hallarán la misma
guardería infantil con que siempre ha
contado la DGPT, junto a la Brigada de
Motociclistas en los cuarteles de Balbuena;
y mucho les agradeceré que me informen si
encuentran en alguna parte del Distrito
Federal el asilo para policías ancianos, o
cualquier otra de las instalaciones que tanto
anunció la señora Durazo que edificaría.
El dinero, por obvias razones, creo que ya
está invertido en Canadá o cualquier otro
lugar, no mexicano.
Otra “Entrada” de “mi General”
En un artículo publicado en IM Prensa del
cuatro de octubre de 1979, el reportero
Augusto Cabrera M. informaba:“La DGPT
acordó ayer adquirir un edificio de dos pisos
de altura con capacidad para varios miles
de urnas de la empresa Mausoleos del
Ángel, con la que se pretende resolver el
problema durante 40 años para los deudas
de la corporación que tallecieran en ese
periodo.
“El monto de la operación no fue revelado,
pero se sabe que asciende a varios millones
de pesos, por lo que Mausoleos del Ángel se
comprometió a construir, gratuitamente por
esa concesión, una escuela, una estancia
infantil o un asilo, según la decisión del
general Durazo al respecto.“Asimismo,
absorberá los gastos de mantenimiento del
edificio, y levantará dos salas vejatorias
exclusivas para la DGPT, con lo que los
servicios de esta naturaleza serán gratis
para los deudas, quienes así evitarán
desembolsos fuertes”.!Qué preciosidad de
planes! Yo lo único que sé, y lo que sabe
toda la Policía, es que de noviembre de 1979
hasta marzo de 1983, sin pedirnos ninguna
autorización, se nos descontaron a cada uno
de los 27000 elementos de la corporación,
aproximadamente 57 pesos quincenales, lo
que daba un total de 36 millones 936 mil
pesos anuales. Y los beneficios reales que
recibimos como consecuencia de esos
bellísimos planes fueron los siguientes: sólo
podía ser enterrado el policía que falleciera
en actos de servicio; su familia no tenía
ningún derecho a utilizar esa prestación; si
el elemento causaba bala, no tenía ninguna
posibilidad de recuperar su inversión, pues
como todo lo que hacía el Negro Durazo no
tenía regreso, había una cláusula donde, se
mencionaba que el policía dado de baja
cedía su fondo para los que seguían
“prestando sus servicios en la DGPT”. Pero
aun habiendo caída en el cumplimiento de
su deber, hubo muchos y lamentables casos
en que no se logró la inhumación de dichos
compañeros bajo estas condiciones, ya que
cuanto más humilde era el policía ultima de
un servicio, más trabas se le ponían; incluso
recuerde que una viuda prefirió recurrir a la
caridad de los compañeros policías para
poder enterrar a su esposo, diciendo nos
con los ojos llorosos: Mi marido y se me está
apestando en la casa y no tengo con qué
enterrarlo. No creo, y a las pruebas me
remito, que en todo ese tiempo se haya
inhumado a más de 50 policías, rasos o de
tropa; eso sí, cuando se trataba de jefes o
allegados a Durazo, el junto era muy
diferente, como fue el caso del hijo de
Castañeda o el de Andrés Ramírez
Maldonado, enterrados con grandes
honores, cuando que este último, como ya
dijimos, murió por traidor a manos de la
mafia de San Antonio, Texas, y no
precisamente en el cumplimiento de su
deber. Yo me enteré de todo este fraude
desde el principio, porque en el privado de
Durazo conocí a Pablo Fontanet, propietario
de Mausoleos del Ángel; entre trago y trago,
y “pericazo” y “pericazo”, este señor a
carcajada abierta le decía al Negro: Te
traigo un estudio para ganarnos, de la
manera más rápida del mundo, 100 millones
de pesos. Y Durazo, ni tarde ni perezoso,
aceptó con agrado una idea tan burda; el
plan era tan desesperado que cuando me
tocó acompañarlo con el regente Hank
González para su aprobación, éste le dijo: —
No el chingue Arturo, yo esto no lo firmo. A
lo que Durazo le contestó:—Para mañana te
lo voy a traer autorizado aquí a tu despacho,
por don Pepe López Portillo. Y así fue. En
realidad, con esta “recaudación” de fondos
se pretendía iniciar, sólo iniciar, el famoso
centro de diversiones Reino Aventura, cuyo
costo total fue de miles de millones de
pesos. Además, fue Durazo quien logró la
autorización de López Portillo para
usufructuar durante 99 años los terrenos
que ocupa dicho centro recreativo. Vencido
este plazo, deberán pasar a ser propiedad
de la Nación, junto con todas sus
instalaciones. Entre los socios que
integraron este supe negocio, además del
Negro Durazo y el propio Fontanet, recuerde
a Carlos Hank González y a Gastón Alegre.
Respecto al fraude de los “mausoleos” para
los policías, debo reconocer que la
administración actual atendió el gran
número de quejas por parte de los
compañeros; así, los descuentos
quincenales fueron suspendidos, aunque
hasta la fecha nadie sabe qué medidas se
tomarán para la recuperación de osa fortuna
que corresponde a nuestro peculio como
policías en funciones.
Se Quedó con el Stand de Tiro Electrónico
El 17 de diciembre de 1979, nuestro amigo
Sergio Mora Flores, del diario La Prensa,
citó unas declaraciones del Negro Durazo
relacionadas con la adquisición de un stand
de tiro electrónico, similar al que tiene el
FBI en los Estados Unidos; estaba equipado
con los últimos adelantos en la materia, y el
costo, desde luego, fue elevadísimo.
Efectivamente, dicho stand se adquirió y se
instaló... pero en la casa del Negro Durazo,
donde ningún miembro de la DGPT osaba
poner los pies, ya que eso privilegio estaba
reservado exclusivamente a José López
Portillo, su hijo Ramoncito y otros invitados
especiales. El modesto stand de tiro para
los miembros de la DGPT, puede verse en
las instalaciones de Balbuena: es
exactamente el mismo con que contamos
desde hace 35 o 40 años. También señalaba
Mora Flores, en La Prensa del día 18 de
diciembre de 1979, que por conducto del
coronel Mena Hurtado, el Negro Durazo
anunciaba la adquisición de 7 000
semáforos electrónicos, cuyo costo era de
grandes proporciones.
¿Ha visto usted en esta ciudad algún
semáforo electrónico? Todos son los
mismos de antes, ¿o no?
VI
El Nepotismo de Durazo
haciéndole eco a López portillo, quien
colocó en puestos envidiables a todos sus
parientes (Margarita de RTC; Alicia, de
secretaria particular, su cuñado Martínez
Vara, oficial mayor de la CFE; su hijo
Ramoncito, subsecretario de Programación
y Presupuesto; su primo Guillermo, en el
INDE; su yerno De Teresa es actualmente
cónsul de México en Nueva York, con un
sueldo de dos millones de pesos mensuales;
y su otro yerno, Pascual Ortiz Rubio, en la
Secretaría del Deporte, entre otros), Durazo
no se quiso quedar atrás c incluyó en la
nómina de honorarios de la DGPT a sus
hijos: Jesús, Arturo y Paco; a sus hermanos:
Sigfredo, Gilberto (que ya murió) y Oscar; a
sus hermanas: Edelmira y Teresa; a sus
sobrinos y sobrinas; pero también en un
afán de ayudar a sus “incondicionales”,
incluyó en la nómina a la esposa e hijos de
Car los Castañeda Mayoral, así como a la
amante de éste con sus respectivos hijos;
pero Castañeda Mayoral no quería ser
menos y logró la autorización de Durazo a
fin de agredir a los parientes cercanos y
lejanos de José Luis Echeverría, su
segundo. Cabe aclarar que los que
acabamos de mencionar prestaban servicios
en la casa de Castañeda Mayoral, como
cocineros, meseros, choferes, ayudantes,
jardineros, etcétera; por otra parte, su
amante contaba con ocho o diez mujeres
policías de la Oficina de Contaminación para
atender un salón de belleza.
¡Qué chulada de país!
Un Fontanero Titulado Para el Negro
El afamado otorrinolaringólogo Manuel
Rosete —cuyo consultorio se encuentra en
las calles de Tuxpan No. 16, despacho
cuatro, en la colonia Roma— es quien
atiende a los cocainómanos de todo el
medio artístico (él mismo es adicto); y por
cierto también se ocupaba del Negro Durazo
por recomendaciones de su amigo íntimo
Pancho Sahagún Baca. Este se alarmaba al
ver los graves padecimientos de su
“patrón”, quien por el abuso de esa droga
Llego a ponerse bastante mal y a tener
fuerte resequedad y hemorragias. Tantos
problemas sufría el Negro por abusar de la
coca, que debíamos llevarlo por lo menos
cada quincena para que el doctor le aplicara
varias sondas y le lavara todos los
conductos; de ahí que todos los
otorrinolaringólogos conozcan a Rosete
como el “Fontanero”, pues sólo se dedica a
“destapar caños”. Por cierto que, con su
característico buen humor, el doctor Rosete
le comentaba a Sahagún Baca, sin que lo
oyera Durazo: —Ay, cabrón Pancho. Todo lo
que le saqué a Durazo lo voy a secar ahorita
y te garantizo que, cuando menos, junto una
onza de cocaína pa’l “recalentado”. El
doctor, obviamente, no le cobraba a Durazo
por sus servicios, pero Sahagún Baca lo
retribuía las atenciones “en especie”, o sea,
dándole la coca que necesitaba para su
consumo personal. Rosete atendía a Durazo
con la mayor reserva del mundo, pues el
Negro entraba por una puerta privada,
directamente al cubículo donde estaba el
instrumental médico, y al que sólo tenían
acceso el paciente, el médico y una
enfermera. Nosotros nos quedábamos
afuera vigilando, y el aparato de seguridad
cubría todos los puntos de posible entrada
al consultorio, pues la consulta se pedía
previamente y toda la guardia se retiraba
del lugar hasta que el Negro lo abandonaba.
La Infraestructura de Protección
El Negro ha tratado, por todos los medios,
de permanecer cerca de López Portillo, lo
mismo que el ya solicitado por la justicia
mexicana, Roberto Martínez Vara, sobrino
preferido del ex presidente; de este modo,
Durazo supone que no será reclamado por la
justicia de la Nación. Por otra parte, Pancho
Sahagún Baca, sigue órdenes expresas de
Durazo y continúa residiendo en varios
Jugares de la República Mexicana: Sonora,
Guadalajara (donde viven su esposa e hijos),
Sahuayo (donde tiene una granja) y la
ciudad de México, donde tiene una “casa de
seguridad” (así les llaman a los refugios de
los guerrilleros) ubicada en la avenida
Alborada No. 43, en la colonia Parques del
Pedregal, frente al centro comercial Peri
sur. AHÍ es donde se oculta Durazo, cuando
en forma subrepticia llega a venir al país.
Sahagún Baca ha mantenido hasta la fecha
a elementos de su confianza incrustados en
las diferentes dependencias oficiales, sobre
todo en la PGR; lo que pretende con ello es
recabar información que en algún momento
le pueda servir a él o su jefe. Se reúne
periódicamente con estos individuos en el
restaurant “Anderson’s”, de Paseo de la
Reforma. Además, cuenta con un grupo de
más de 50 ex elementos de la DIPD y de la
Brigada Blanca, a los que se dotó desde un
principio con modernas armas adquiridas
por la DGPT de Durazo en Alemania. Con
ellas, estos ex policías delincuentes
cometen asaltos a bancos y a otras
instituciones, con el fin de poner en
predicamento la seguridad pública y
justificar así la ausencia de Durazo al frente
de la policía. Esta terrible banda, aparte de
contar con la protección de otros que están
incrustados en los diferentes cuerpos
policiacos del país, tiene refugios
proporcionados por el propio Sahagún Baca,
quien también la usa como medio de
persuasión contra los posibles denunciantes
de su “patrón” Durazo Moreno. Y por si fuera
poco, Sahagún y sus secuaces tienen a su
servicio los más modernos medios de
comunicación, para pasar información a
López Portillo y a Durazo, en cualquier lugar
del mundo en que ellos se encuentren.
Sus Incondicionales y sus Victimas
Dentro de la actual administración de
justicia, Durazo también cuenta con
incondicionales, como el ministro de la
Suprema Corte de Justicia, Salvador
Martínez Hojas, cuyo puesto le consiguió el
Negro con López Portillo, en agradecimiento
a los “servicios” que le prestó en su
carácter de presidente del Tribunal Superior
de Justicia del Distrito Federal. Como ya
dijimos, Martínez Rojos fue quien se prestó
a la farsa de nombrar “doctor honoris
causa” al Negro Durazo, y a mandar al
Reclusorio a dos coroneles de la Policía que
no se “alinearon” a la medida de sus
pretensiones; se trata de Fernando Medina y
Faustino Delgado Valle, a quienes no pude
dar de bala recurriendo a los
procedimientos legales de la policía (como,
por ejemplo, la Junta de Honor), y tras de
haberlos tenido durante más de un año, al
lado de otros jefes “irreverentes”, en el
Regimiento Montado de Policía, por
sugerencias de Sahagún Baca les “fabricó”
un supuesto fraude y fueron confinados al
Reclusorio. A pesar de su inocencia,
Delgado Valle pude conseguir su libertad
bajo fianza, no así Fernando Medina, quien
todavía permaneció recluido otro año, pues
por órdenes de Martínez Rojas, el juez
correspondiente “congeló” su expediente.
Uno de los que abogaron por Fernando
Medina fue su cuñado Gabriel Álvarez
Suárez, al/as el “Polio”, quien se presentó
ante Durazo y le suplicó: —Mi general,
perdone a Fernando, ya casi tiene un año en
la cárcel. —Yo de ese cabrón lo único que
quiero es su renuncia. Que te la hagan
ahorita, se la llevas al Reclusorio para que
la firme, y en cuanto tú me la traigas,
delante de ti, le ordeno Martínez Rojas que
lo ponga inmediatamente en libertad.El
cuñado de Medina trató de cumplir con lo
que ordenaba el Negro, pero Fernando,
haciendo gala de la valentía que siempre lo
ha caracterizado, le dijo a su cuñado: —Dile
que vaya y chingue a su puta madre;
prefiero quedarme en el Reclusorio hasta
que termine el sexenio, que darle gusto a
ese pinche vicioso de cagada.
Afortunadamente para él, cuando Durazo
logró que Martínez Rojas pasara a la
Suprema Corte de Justicia, el nuevo
ministro del Tribunal no aceptó esta
irregularidad e inmediatamente Fernando
Medina logró su libertad; y además, el
amparo de la justicia para reincorporarse
con su grado de coronel, a la DGPT, donde
hasta la fechase encuentra. Otra de las
“proezas” del Negro Durazo, consistió en
ordenarle a Martínez Rojas que reuniera a
todos sus “pinches ministros” (sic) para una
comida en el “Restaurante Del Lago”, en el
Bosque de Chapultepec, manifestándole con
sus características y corrientes carcajadas:
—Para que me vayan conociendo toda esa
bola de pendejos. La reunión se llevó a cabo
según lo planeado; pero la única persona
que no se ajusto a la pretendida
manipulación de Durazo, tratando incluso de
hacerlo potente, fue nuestra actual
Procuradora General de Justicia del DF.
LO NEGRO DEL NEGRO DURAZO - JOSE
GONZALEZ G. parte4

¡Levántate, Negro!
Por otra parte, cuando al entonces
Procurador de Justicia del DF, Agustín
Alanís Fuentes, le dio por convertirse en
coordinador de todos los Procuradores del
país, al Negro también le dio por conseguir
ante López Portillo el nombramiento de
coordinador general de todas las Policías
del país; de ese modo, en los viajes que
Alanís Fuentes hacía con frecuencia a los
diferentes Estados de la República, se veía
obligado a hacerse acompañar por Durazo.
Cuando ocurría esto, el Negro
inmediatamente hacía notar su presencia,
con detalles como éste: en el hotel donde
nos hospedábamos, según el programa,
debía concentrarse el contingente de
Procuradores de la 2ona, además de los
invitados, para que el traslado a los lugares
donde se llevarían a cabo los diversos
eventos (desayunos, conferencias,
concordatos, etcétera), se efectuara en los
camiones preparados para tal fin. Y las
citas, normalmente, eran a las ocho de la
mañana en el lobby del hotel. Pero, como a
eso de las siete de la mañana, el jefe de
ayudantes de Alanís Fuentes me buscaba y
me decía: —Oye mano, ¿ya se estará
arreglando el general? Porque el señor
Procurador ya está casi listo. Entonces yo
entraba a la habitación de Durazo y Je
comunicaba lo que me habían preguntado.
—Manda a chingar a su madre a ese pinche
borracho. Si tiene mucha pinché prisa que
se largue solo el cabrón. Tráeme café, ponle
coñac y a ver si consigues periódicos de
este pinche rancho. Esas dos cosas,
periódico y coñac, las tenía yo preparadas
desde que salíamos del Distrito Federal; y
sobre todo, el coñac, ya que so pena de ser
seriamente amonestado, antes que
acomodar las maletas de su ropa, tenía yo
que subir otra “maleta” o “cantina
ambulante”, que contenía invariablemente
vodka, whisky y coñac. Todo importado,
lógicamente. Y por supuesto, nunca faltaba
en su maleta de efectos personajes, una
buena datación de cocaína, qué Sahagún
Baca previamente le había suministrado a
su “patrón”. Así pues, yo salía y trataba de
justificarlo:—Ya se está preparando “el
general”, ya no tarda. Pero esto nunca
ocurría; y así, fallando diez minutos para la
iniciación de los actos, ol propio Alanís
Fuentes me insistía: —Güero, ¿no me hace
el favor de avisar a mi general que ya estoy
listo? Pero el Negro, “desparramado” en la
cama, seguía en su rutina:—Ya te dije que le
digas a ese pinche borracho de cagada, que
se vaya a su acto y que yo ahí lo alcanzo. Y
yo le decía al Procurador:—Señor, mi
“general” todavía no se acaba de arreglar,
que por favor se adelante y que ahí lo
alcanza. Pero Alanís Fuentes, con cara de
sufrimiento, ahí, en pleno pasillo del hotel,
me decía todo compungido: —Dígale que de
ninguna manera, que aquí lo espero hasta
que él salga. Yo volvía con el Negro, y lo
encontraba en las mismas, estirándose de
placer.—Bueno, pues allá él —decía; e
iniciaba su “aseo personal”, terminando
normalmente una hora después, mientras en
el pasillo esperaba el procurador, y abajo, la
comitiva en pleno. Al fin, el Negro salía. ¿Y
qué creen que le decía? “Apúrese, porque ya
se nos hizo tarde. Cuando empezaba la
jornada, nos encontrábamos, lógicamente,
con que el desayuno estaba frío o
recalentado. Para entonces, ya Durazo me
tenía bien aleccionado, pues como desde
muy temprano comenzaba a beber, me
decía:—Oye pinche flaco, cuando lleguemos
a desayunar, no importa donde estemos, si
te digo: “Da me café con azúcar, quiere
decir que me lo des con coñac”. Pero como
era polifacético para la tomada, lo mismo
me podía decir: “Mi jugo de toronja o de
naranja, me lo das con azúcar”. Y eso
significaba que debía ponerle vodka.
Después de la primera junta de
procuradores, normalmente llegaba la hora
de la comida, y entonces el Negro me
ordenaba:—Mira pinche flaco, mándate
alguien para que en el restaurante donde
vayamos haya el suficiente alcohol, porque
estoy que me lleva la chingada por echarme
un trago y éstos no hablan más que puras
pendejadas. Todo se cumplía al pie de la
letra. Y después de la comida no había otra
junta sino hasta la hora de la cena, sólo
para reiniciar la parranda. Así eran los actos
oficiales a que asistía el Negro. Durazo
también hizo gala de prepotencia ante el
propio Alanís; cuando éste por decreto
Presidencial logró que se quitaran las rejas
para los detenidos en las agencias del
Ministerio Público y los separos en la
Procuraduría, Durazo reaccionó
inmediatamente ordenándole a Sahagún:—
Mira Pancho, el pinche briago del
procurador, creo que ahora ya tiene delirium
tremens. Ya convenció a López Portillo de
que quiten las rejas en las delegaciones. Tú,
por lo pronto, refuerza bien las rejas que
tenemos en los separos. Voy a invitar a ese
pendejo para que vea que yo no me ajusto a
sus tarugadas. Y lo invitaba de veras. Y lo
que es peor, Alanís asistía. Otro detalle
ilustrativo ocurrió cuando también el
procurador logró con López Portillo que
desaparecieran las famosas “charolas” con
placa; el Negro reacciono incluso haciendo
declaraciones a la prensa: —Un policía sin
“charola” no es policía. Y posteriormente le
ordeno a Sahagún Baca: —Mira pinche
Pancho, las próximas credenciales las
mandas hacer más grandes y con la placa al
doble del tamaño que tienen actualmente,
porque este pendejo ya está viendo
elefantes de colores volando de flor en flor.
Como es fácil adivinar, ni desaparecieron
las rejas ni las charolas, y de ello se jactaba
incluso en presencia del propio López
Portillo, quien lo festejaba como si se
tratara de una gracia.
Las Cuentas Claras,..
En relación al botín que el “general”. Durazo
repartió entre su familia, merece
comentario aparte la concesión de los
“corralones”. El beneficiario fue el “coronel”
Lerma Durazo, esposo de su hermana
Teresa Durazo de Lerma (los apellidos
coinciden porque eran primos). Pero, una
vez obtenido ese “obsequio” jamás se
preocupó por “despachar” en las oficinas de
los “corralones”. ¿Entonces dónde
“despachaba” el “coronel” Lerma Durazo?
Lo hacía en su domicilio particular y
siempre a través del “mayor” Silva Tonchi,
su representante, quien desde ese momento
se comprometió a entregarle 200 000. Pesos
semanales. Además, por órdenes expresas
de Durazo, Silva Tonchi también se
comprometió —y cumplió— a entregar un
promedio de 160000 pesos diarios por cada
uno de los siete “corralones”, cantidad que
su ayudante Joaquín Zen dejas recababa
entre los responsables de cada uno de esas
sitios donde se concentraban todos los
vehículos detenidos en el DF. Para que el
ingreso de vehículos a los “corralones”
fluyera debidamente y en gran cantidad, se
recurrió al coronel Fulvio Jiménez
Turengano, comandante de la Brigada Vial;
éste tenía a su cargo casi la totalidad de las
grúas, todos los motociclistas y casi la
mitad de las patrullas con que contaba la
DGPT. A quienes estaban bajo sus órdenes,
Jiménez Turengano los obligaba a conducir
a los “corralones” un mínimo de mil 200
vehículos. Esta exigencia la había
establecido el propio Durazo, y el coronel
era muy cumplido en sus funciones. Tanto
así, que como premio Silva Tonchi le daba,
por disposición del Negro, 100 pesos por
cada uno de los vehículos que su personal
metiera a los “corralones”; y como la tarifa
era de mil 200 vehículos, su gratificación no
balaba de 120 000 pesos diarios. Fulvio sólo
se embolsaba el 50 por ciento de esa
cantidad, porque debía entregarle el 50 por
ciento restante a Panchito Ramírez, el
chofer de López Portillo; de este modo tenía
garantizada la conservación de su
“envidiable” posición, de que Ramírez tenía
una gran influencia sobre Durazo. Sobre
este manejo de los “corralones” es oportuno
llamar la atención del actual Procurador de
la República, Sergio García Ramírez y del
contralor General de la federación,
Francisco Rojas. Sí al Negro Durazo le
entregaban 150 000 pesos diarios por cada
uno de los “corralones” existentes en ese
tiempo, lo que da un total de un millón
cincuenta mil pesos diarios, ¿acaso no será
posible averiguar qué cantidad exacta
ingresaba a la Tesorería del DF por
concepto de pago de infracciones a
vehículos detenidos? Siguiendo con este
planteamiento propuesto a quienes
actualmente combaten la corrupción, cabe
preguntarse: ¿acaso no hay manera de
averiguar por qué en la Dirección de
Informática (control de computación) de la
DGPT, donde se supone que debe
encontrarse archivada toda la información
relativa a vehículos dados de alta en el
Distrito Federal, licencias de manejo
concedidas, etcétera, las computadoras
están prácticamente fuera de servicio?
Hasta donde yo sé, estas computadoras
tienen más de un año de retraso en la
información sobre vehículos y licencias, ya
que a la compañía que le corresponde el
mantenimiento de ese equipo, el Negro
Durazo le quedó a deber 28 millones de
pesos, y al parecer la actual administración
no tiene fondos para cubrir esa cantidad.
Otro pequeño detalle, que podrían investigar
los funcionarios responsables de detectar
corruptelas pasadas y presentes, es el
famoso canje de placas. No creo que ningún
ciudadano propietario de un vehículo se
haya salvado de la extorsión al tratar de
cumplir con este trámite, A continuación,
me permito explicar el procedimiento:
Platicando con un ex compañero de la
policía, el licenciado Germán López Vié, a
quien el Negro nombró jefe de la
“productiva” Oficina de Antecedentes
Penales, supe que dado su “alto
rendimiento”, Durazo lo había nombrado
simultáneamente jefe del Canje de Placas
para el bienio 82-83. Según sus propias
palabras, esto fu lo que ocurrió: “Mira mi
Pepe, con este canje me hice de 300
millones de pesos. Ya los tengo en Hawái,
donde hice mis inversiones, y no tarde en
irme a vivir allá con mi mamá, (pues soy
soltero). Eso me lo gané porque Durazo dijo:
“El que quiera el canje de placas, a mí me
va a entregar 1000 pesos porcada vehículo
que haga ese trámite, independientemente
de los pagos a la Tesorería. Para tal efecto,
ustedes podrán presionar a los causantes
con los argumentos que se les pegue su
chingada gana inventar: les falta el sello, no
coincide su domicilio, no trae los
documentos originales, la placa que está
entregando tiene un agujerito de más, su
placa trae un rayón; lo que sea”. Con base
en eso, acepté ser el jefe del canje, durante
el cual se tramitan más de un millón 600 mil
vehículos; esto hace un total muy
conservador del 600 millones de pesos para
Durazo, independientemente de lo que se
haya ganado el personal encargado del
canje; y que a su vez tuvo que comprar el
puesto en cantidades que fluctuaban, según
el cargo, entre 50 y 100000 pesos por cada
uno. Como dato complementario
señalaremos que una de las presiones de
que se valieron para extorsionar con el
canje tenía su base en el Reglamento de
Tránsito, pues según éste la placa
extraviada o destruida tiene que ser pagada.
Durazo, por supuesto, estableció
arbitrariamente la cantidad: 2500 pesos.
Bajo esas condiciones, el personal
comisionado se excedió en el afán de cubrir
las cuotas y abundaron los casos en que al
entregarse las placas vencidas, se exigía el
pago de 2500 pesos porque llevaban un
agujero de más (para los tornillos) o porque
las perforaciones originales no coincidían
con el porta placas del vehículo, o porque
estaban golpeadas, o porque mostraban
raspones o abolladuras sin que todo esto,
claro está, afectara su identificación. Pero
qué magníficos pretextos para obtener los
2500 pesos exigidos por los jefes. De este
dinero, vuelvo a preguntar: ¿cuánto ingresó
a la Tesorería del Distrito Federal?
Existieron muchas quejas al respecto, pero
ninguna trascendió, porque todo lo que
ocurría en el canje de placas era consigna
del Negro Durazo, el hombre más prepotente
del sexenio pasado, con la consabida
complacencia del señor López Portillo.
VII
Mientras sus Esbirros Tranzan, el Negro se
Divierte
Como ya estaba organizada y en funciones
su equipo de “sinvergüenzas con placa”, de
“asaltantes oficializados”, el Negro se
divertía. Una de sus “distracciones”
preferidas consistía en introducir a su
privado a gran número de mujeres de
dudosa calidad; y todo para hacer gala de su
virilidad. Sin embargo, yo era quien tenía
que sufrir las consecuencias cuando el
Negro se divertía de esta manera. Como la
señora Durazo podía llegar en cualquier
momento al despacho de su marido, y no
admitía que a su paso hubiera alguna puerta
cerrada, tenía uno que estar muy pendiente
para abrir todas las que se encontraban
desde el elevador privado del Negro hasta la
cocina, donde se le hacía de comer. Así
pues, y en virtud de que tres o cuatro veces
al día entraban al privado del Negro las
mujeres de bala categoría que tanto le
gustaban, yo tenía que cerrar la puerta del
pasillo y quedarme exactamente frente a la
puerta de su privado, vigilando por la
ventana la posible llegada de su esposa;
pero para tener mayor seguridad, ordené la
instalación de un timbre

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