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El Negro y el Moro de Cumpas

Fue tal el apoyo del presidente para el


Negro Durazo, que este se dejó convencer
por sus secuaces —Pancho Sahagún, el
profesor Molina y Castañeda Mayoral
principalmente— de que debía ser
gobernador de “su” Estado, Sonora. Y desde
la campaña Presidencial, el candidato López
Portillo so aventó la puntada de ordenar que
se hiciera un alto en Cumpas,
exclusivamente para que el Negro
pronunciara un discurso en su pueblo natal;
por razones obvian, dada la “preparación”
de Durazo, todo quedó en perorata; y lo más
chusco fue que para terminar sólo se le
ocurrió decir:- Voten por mi amigo Pepe
López Portillo, porque es tan bueno que en
la escuela hasta a mí me hacía las
tareas.Atizado por esos recuerdos, se lanzó
a ver a su amigo Pepe a Los Pinos, no sin
antes haber festejado entre todos sus
allegados y conocidos la decisión que había
tomado: ser gobernador de “su” Estado.
Por lo pronto, se había mandado hacer un
busto con Octavio Ponzanelli, por supuesto
— para colocarlo en una vieja casona del
centro de Cumpas, Sonora. Además, ya que
él todo lo hacía a muy alto costo, dispuso el
montaje de todo un museo dedicado a rendir
culto a su personalidad; con este fin se
imprimieron grandes posters con pasajes de
su vida, y se adquirieron aparatos parlantes
de procedencia norteamericana para que
con sólo apretar un botón se narraran
dichos pasajes; también ordeno la inmediata
adquisición de dos patrullas, una
ambulancia y otros vehículos para ser
donados a la que según él es su tierra
natal.Todo hace suponer que “adoptó” al
pueblo de Cumpas, porque se le cita en un
corrido de caballos que le gustaba mucho; y
como en su letra original se habla de una
competencia que pierde el “Negro” de
Cumpas, obligó a los grupos artísticos
dependientes de la DGPT, como son las
Tenientes del Anáhuac (a los cuales
ascendió a capitanes), la Guardia Nacional,
y otros, que cambiaran la letra del corrido e
hicieran ganador al “Moro” de Cumpas. Para
él, la palabra derrota no podía estar en su
diccionario.
Una Gubernatura Fallida
Fue en los jardines de Los Pinos donde le
comunicó a López Portillo su deseo de ser
gobernador; pero éste le replicó:—No la
chingues, pinche Negro, me metas en una
bronca. ¿No ves que ese Estado es muy
conflictivo? Tengo grandes compromisos ahí
que debo balancear. — ¡Qué chinga me
pones con mis amigos y mis conocidos,
pues a todos les había yo asegurado que iba
a ser gobernador de mi Estado! ¿Ora qué
changados les digo?—No te preocupes por
eso, te vas a adornar con todo mundo,
porque vas a ver lo que te voy a dar. Lo vas
a colgar en tu despacho y todos lo podrán
ver. Entonces, le hizo un oficio con papel
membretado de la Presidencia de la
República, donde letras más, letras menos,
se leía: “C. Gral. De División, Arturo Durazo
Moreno, director de Policía y Tránsito del
Distrito Federal. Presente. Te hago patente
mi agradecimiento, mi estimado amigo
Arturo, él haber denegado el ser gobernador
del Estado de Sonora, en tu afán de
seguirme sirviendo tan cercanamente. Estos
son hechos, mi hermano, que no se olvidan.
Con el afecto de siempre. El Presidente
Constitucional de los Estados Unidos
Mexicanos, licenciado José López Portillo”.
Pero el Negro todavía pidió más, y también
le fue concedido: que el doctor Samuel
Ocaña, candidato oficial del PRI al gobierno
de Sonora, fuera a agradecerle hasta su
despacho, el haberse retirado de la
contienda electoral, reconociendo que, de lo
contrario, hubiera “perdido”
estruendosamente. Esa visita la hizo
efectiva el candidato oficial, en compañía
de su señora esposa, a la oficina de Durazo,
en la DGPT. De este modo, el monumental
ego del Negro quedó satisfecho una vez
más.
El Renegado
A esas alturas, ya se sentía merecedor de
grandes puestos políticos, y como se
apenaba de su origen humilde, el Negro
negó a sus padres y “adoptó” a uno de sus
tíos, el general revolucionario Francisco
Durazo, quien solamente había tenido dos
hijas: Tota y Elena. Asimismo, el Negro
“desconoció” a todos sus hermanos:
Edelmira, Teresa, Raúl, Sigfredo y Oscar,
todos ellos hermanos carnales e hijos de
don Jesús Durazo y Doña Josefa Moreno,
quien aún vive; por cierto que en su afán de
negarla (ella es invidente), la confinó en una
casa del Estado de Morelos. El Negro,
incluso, “echó maromas” para poder
conseguir la fotografía de su tío, haciéndelo
pasar como su padre. Doña Josefa Moreno
vivía soterrada en una modesta casa de una
sola planta, atendida por enfermeras
particulares; la acompañaba su hijo Raúl,
quien estaba perturbado de sus facultades
mentales debido a que se cayó de un
caballo; después murió, en 1978. Pero a ella,
en las contadas ocasiones en que la visitó
el Negro y en las que yo estuve presente,
siempre se le notó triste y decepcionada,
porque sentía el abandono de su hijo,
sabiendo que él vivía en una situación de
privilegio. Durazo creía que llegaba a “cubrir
el expediente”, no porque le naciera visitar
a su progenitora sino porque hacía que le
llevaran regalos, manjares, música y todo lo
necesario para un banquete formal, aunque
durante esas visitas nunca se hacía
acompañar ni de amigos ni de
colaboradores.
Doctor Honoris Causa que Aspira a Senador
y... Presidente
Faltaba poco para que terminara el sexenio
López-portillista, cuando el negro fue
nuevamente azuzado por sus serviles
corifeos, Sahagún Baca, el profesor Molina,
Castañeda Mayoral y compañía. Una
mañana, al salir de su casa del kilómetro
23.5 rumbo a la DGPT, le dijo a Sahagún
Baca:— ¿Sabes qué, Pancho? Con el poder
que tengo y la estimación que me tiene
Pepe López Portillo, a mí realmente no me
hace falta más que algún título para que me
herede la Presidencia de la República. Yo
estuve a punto del infarto, al oír la seriedad
con que dijo esto; pero Sahagún Baca, como
era su costumbre, le siguió la corriente;—
Fíjese patrón que esa sería la mejor medida
que podría tomarse en este momento en el
país, porque usted con sus güevotes pondría
en orden a toda esta bola de cabrones.
Después, encarrilado Durazo con esta
“brillante” idea, la consultó con el profesor
Molina, su “cerebrito”, quien ni tarde ni
perezoso se entusiasmó: Magnífica idea, mi
general; por lo pronto, y para que vaya
aumentado su currículum, háblele a este
viejito pendejo de Martínez Rojas, para que
lo haga “doctor honoris causa “ de algo.
Inmediatamente, el Negro se puso en
contacto con Salvador Martínez Rojas,
presidente del Tribunal Superior de Justicia,
quien dado su poco carácter y los intereses
que lo ligaban al jefe de la Policía, accedió
de muy buena gana. El acto se llevó a cabo
el cuatro de febrero de 1982 en los salones
del Tribunal; Durazo recibió, acompañado
por todos los fotógrafos y reporteros de la
fuente, habidos y por haber, la toga, el
birrete y su título respectivo. Nadie lo
“aguantaba”, después de que salió. Otra vez
había satisfecho su ego, aparte de burlarse
de todos. Al canto, no tardó en llegar la
primera felicitación por parte de... ¡José
López Portillo! Sin embargo, parece que
siempre se cuidó de hacerle creer al Negro
que podía ser presidenciable.
Posteriormente, el Negro pensó que sería
bueno cubrirse las espaldas, y le solicitó a
López Portillo que por lo menos lo hiciera
senador: —Mira Pepe, si me haces senador,
me dejas con fuero seis años pá cubrirme
las espaldas. No se me vaya a voltear el
pendejo que dejes en tu lugar. Pero como
eso era imposible, el Presidente le expuso la
serie de problemas políticos con los que se
tendría que enfrentar y el proyecto quedó en
el olvide. Finalmente, frustradas todas sus
pretensiones de obtener poder político,
siguiendo las maquiavélicas instrucciones
de Molina Miranda y ya enterado
oportunamente por López Portillo de que
estaba en puerta la nacionalización de la
banca, Durazo retiró a tiempo sus riquezas y
envió gran parte de ollas a Japón, Canadá y
San Diego, California, donde sus hermanas y
sus hijos del primer matrimonio tienen
grandes inversiones.Mientras tanto, el
Negro, Pancho Sahagún, el profesor Molina y
Federico Garza Sáenz debidamente
asesorados elaboraron cada quien su
respectivo curriculum falso, a efecto de que
el Presidente los nombrara directores de los
bancos que iban a ser expropiados; pero ese
capricho ya no tuvo la menor trascendencia,
porque la sucesión Presidencial estaba a la
vuelta de la esquina. Imagínense lo que
hubiera pasado con la banca nacionalizada,
de haber caído en manos de esos
hampones...
Compra Fraudulenta de Grúas
En el articulo “Durazo, el pobre de la
palomilla, huye de la Ley, forrado de
millones de pesos”, escrito por el reportero
Juan Hernández Jiménez y publicado en el
número 102 del semanario Quehacer
Político, que dirige don Miguel Cantón
Zetina, se lee textualmente:“Mas no era
todo, el teniente coronel Paz Martínez, a las
ordenes de Castañeda Mayoral, jefe
administrativo, obtenía millonarias
ganancias en cada una de las adquisiciones
de equipo para la policía (1982), como las
que seguramente obtuvo en el “Año de
Hidalgo de la Policía, con la importación de
300 motocicletas, 84 grúas, 250 patrullas y
17 500 armas de largo alcance y equipo de
radiocomunicación, 685 radios y dos torres
telescópicas para bomberos, que estaban
en la lista de compras de la Dirección de
Policía y Tránsito, el año pasado”. Con todo
respeto, me permito aclararles, distinguidos
señores Cantón Zetina y Hernández
Jiménez, que sí bien su trabajo es producto
de una estupenda investigación
periodística, digna de todo encomio,
adolece de algunos datos, como los que a
continuación expongo: El día nueve de
agosto de 1983, cuando estaban en proceso
estas páginas, me vino a ver el coronel
Orlando Calderón Guerrero, solicitando mi
consejo, pues intentaba presentarse con el
general Ramón Mota Sánchez a efecto de
aclarar las irregularidades que existieron en
la compra de equipo (concretamente las
grúas, cuya brigada en ese tiempo estaba
bajo su responsabilidad), operación en la
que intervinieron Carlos Castañeda Mayoral,
el coronel Mario Mena Hurtado y el mayor
Carlos Ayala Espinosa (la participación de
este último fue exclusivamente en su
carácter de técnico calificado, y a quien por
cierto las actuales autoridades no le han
hecho justicia). Con el propósito señalado,
Castañeda Mayoral ya había hecho contacto
en San Antonio, Texas, con un intermediario
que iba a arreglar la facturación e
introducción del equipo al país, pero, desde
luego, abultando enormemente los costos;
este intermediario, Hugo Pimentel Mercado,
hombre de gran influencia ante altas
autoridades del DDF, nos trasladó a
Tennessee para cerrar el trato y después
entregar el equipo en Laredo, Texas. El
temor de Orlando Calderón obedecía a que
el ocho de agosto de 1983, el Negro Durazo
le había llamado desde Francia, donde se
encontraba en compañía de López Portillo,
para decirle que hasta allá le habían llegado
las noticias de que éstos hechos ya se
estaban investigando en la ciudad de
México; y por haber sido Calderón Guerrero
el encargado del área, lo hacía responsable
para arreglar esa situación a nivel personal,
costara lo que costara. Calderón me
confesó que él no estaba dispuesto a pagar
lo que no había hecho, y que quería declarar
en contra de su ex jefe Durazo, ya que en la
transacción la ganancia quedó entre
Castañeda Mayoral y el Negro Durazo. Le
recordé que él también tenía
responsabilidad, pues 80 de esas unidades
se compraron exclusivamente con caseta y
Chasis, y él había seleccionado a 160
policías, a los que había exigido 100 000
pesos por pareja a fin de instalar en las
unidades la plataforma y el winch o polea
para levantar los vehículos. Al hacer su
desembolso, todas las parejas de policías
adquirían, por “razón natural”, el “derecho”
de extorsionar sin limitaciones a la
ciudadanía; tanto así, que sobraron
voluntarios para regentear aquellas grúas.
También le dije a Calderón que eso fue otro
auténtico fraude, pues yo recuerde que
Pancho Sahagún Baca consiguió facturas
apócrifas de esas adaptaciones, y 20
millones de pesos más se cargaron al
presupuesto de la DGPT. Además, e! pago
íntegro se había hecho con anterioridad, en
la compra original, cuando las grúas
aparecían como si hubieran llegado
completas. Este es un hecho que se le
puede comprobar con mucha facilidad tanto
al Negro como a sus cómplices. De todos
modos. Orlando Calderón me dijo:—Por lo
que a mí me corresponde, no hay problemas,
pues los que lo “entraron” con su dinero y
recibieron su grita para “trabajar”, nunca
pegarán de gritos. Con ellas robaron mucho
dinero y recuperaron con creces “su
inversión”. Los que pagaron por todo esto,
obviamente, resultaron ser los ciudadanos
que fueron atracados materialmente por los
elementos de la Brigada de Grúas del DF,
con la cínica complacencia del Negro. ¿O no
lo cree usted así, mi estimado don Miguel
Cantón Zetina? Además, con esto se
demuestra que en esta “chulada” de país
existen mejores inversiones que Cetes,
Petrobonos, Bonos del Ahorro Nacional o
inversiones a plazo fijo, pues como dice
nuestro amigo el “coronel” Orlando Calderón
Guerrero: —Además de recuperarse la
inversión, se obtienen pingües ganancias.
Quizá esto sea el sistema ideal para pagar
nuestra abultada e inflacionaria deuda
exterior.
Contactos de Durazo con la Mafia
En el citado artículo del número 102 de
Quehacer Político, con el subtítulo de
“Dirigentes del narcotráfico mundial”, el
reportero Juan Hernández hace alusión a un
tema sobre el que me gustaría abundar. En
uno de sus párrafos, el reportero dice:“En
1982 los Estados Unidos y Europa se
conmovieron al conocer, a través de sus
principales diarios, la noticia de que el
entonces jefe de la policía de México, Arturo
Durazo Moreno, era el principal introductor
de estupefacientes en Norteamérica, y
contaba para esto con grandes relaciones
con la mafia internacional. Algunas
publicaciones como The New York Times,
se preguntaban preocupadas sobre cómo
era posible que el jefe de la policía
mexicana tuviera relaciones
comprometedoras con el narcotráfico
mundial. La justicia mexicana, comandada
por Oscar Flores Sánchez, nada investigó al
respecto de esta denuncia en contra de
Durazo”. A propósito, me permito recordarle
al director de Quehacer Político, don Miguel
Cantón Zetina, que antes de iniciarse la
campaña política de López Portillo,
Francisco Sahagún Baca era comandante de
la Policía Judicial Federal en Guadalajara,
Jalisco, y personalmente salvó a traficantes
muy conocidos en el hampa internacional de
un cerco que les había preparado el
comandante Florentino Ventura; este
magnífico policía, de una limpia e intachable
trayectoria en contra del narcotráfico,
nunca hubiera pensado que uno de sus más
estrechos colaboradores lo traicionaría tan
vilmente. Una vez que Sahagún Baca llevó a
los traficantes a una pista clandestina de
aterrizaje para que huyeran en una avioneta
previamente preparada, se dio a la fuga y
abandonó el país, refugiándose en España;
esto ocurrió durante el tiempo que duró la
campaña de López Portillo. En ese
entonces, Durazo convenció a López Portillo
de que se le perdonaran a Pancho Sahagún
esas “pequeñas fallas”, ya que “un error
cualquiera lo tiene”; pero la realidad era que
Sahagún le significaba al Negro un con lacto
de oro con la mafia internacional. Hasta la
toma de posesión de López Portillo, no fue
posible la extradición de Sahagún Baca
pues como todos sabemos todavía no
existían relaciones diplomáticas con
España; cuando se reanudaron Pancho
Sahagún ya había sido amnistía de José
López Portillo así que no tuvo ninguna
dificultad en volver al país e integrarse en
seguida al equipo del Negro. Ya en
funciones con el Negro Durazo, Pancho
Sahagún se pitorreaba y hacía mofa del
comandante Florentino Ventura. Por otra
parte, se aventaba la puntada —”esto lo sé
bien, porque incluso a mí me tocó— de que
cuando le sobraba cocaína en su despacho,
por conducto de su secretario particular, el
mayor Miguel Ángel Fernández Serratos,
llamaba a los jefes de brigada de la DIPD y
les comunicaba: —Sobró mucho “perico”
cabrones, y el jefe Sahagún ordena que hay
que hacer una vaquita entre todos. La onza
de coca pura en ese tiempo costaba entre
80 y 90 000 pesos. Estando en esas
condiciones de pureza puede tolerar hasta
cuatro cortes o sea que cuadruplica su
cantidad, bajando obviamente su calidad.
De acuerdo con la cantidad, a cada jefe de
brigada de la DIPD nos tocaba pagar de 50 a
60 000 pesos, y entonces nos entregaban
nuestro “tamal” (así se le dice porque
parece un tamal oaxaqueño). Por cierto que
jamás me imaginé que la venta de
enervantes se llevara a cabo entre los
mismos elementos de la policía. Cabe
mencionar que durante más de 20 años que
conocí el Servicio Secreto de la Policía (que
se convertiría posteriormente en la DIPD),
era contado el elemento que manejaba
cocaína, pues el tráfico de este tipo de
enervantes es un delito que sólo la policía
federal debe perseguir. En el servicio
secreto era común hablar de marihuana o
pastillas psicotrópicas, pero jamás de
cocaína. Sin embargo, con Sahagún Baca se
llegó a tales extremos de cinismo que en los
mismos pasillos del edificio de la DGPT,
algunos agentes perdían las proporciones y
me llegaban a decir:— ¿Cómo anda, mi jefe,
no gusta un “pericazo”? Posteriormente, en
los viajes que como jefe de seguridad de
Durazo llegué a efectuar a Estados Unidos,
me percaté de que Sahagún Baca seguía
manteniendo contactos con la mafia; en
cuanto llegábamos a las principales
ciudades de ese país, los primeros en
reportarse eran los mañosos: en Las Vegas,
Luis Krasnic, Alex Colombo y Germán
Fernóla; en Nueva Orleans, Merci
Manjarrez; en San Antonio, Armando Rivera
y Alberto Zepeda; en Houston, Juan
Walezok; y en Los Ángeles, Baltasar Yáñez y
Sergio y Kiko Villagrán; por cierto que estos
últimos disfrazan sus negocios ilícitos como
salones de belleza un box y agencias de
alquiler de limosinas de lujo.
¿Cómo la ve desde ahí, mi estimado don
Miguel Cantón Zetina?
Entra Barrios Gómez en la Jugada
En la portada de) mismo número de la muí
tiritada revista Quehacer Político, se lee: “El
Negro huye de la ley y busca otra
nacionalidad”. Sobre ese asunto, también
escribió José Luis Mejías una nota en su
columna “Los Intocables”, publicada en
Excélsior el 27 de julio de 1983.El reportero
Juan Hernández escribe al respecto: “Ahora
que Díaz Serrano está en la cárcel, en
espera de lo que resulte responsable y que
es bastante, otro de los miembros de la
palomilla gruesa de la colonia del Valle, el
pobre de la banda, remoja sus barbas,
mientras espera burlar la justicia mexicana,
cambiando de ciudadanía o nacionalidad”.
Por su parte, José Luis Mejías hace la
siguiente referencia: . .después de haber
comprobado la excelente labor que
desarrolló al frente de la embalada de
México en Canadá, nos parece sin embargo
que Barrios Gómez encontró al fin su
vocación y que siguiéndola, se desempeñara
con acierto, demostrando así, por una parte,
que el hombre es proclive al error y que a
menudo interpreta equívocamente las
lecciones que le dispensa el mundo, pero
que tiene en sí, con que conocer y en
ocasiones con qué rectificar sus propios
errores. Y demostrando por la otra, que el
mejor actor fracasa, cuando no le ofrecen
un papel adecuado. De todos modos, nos
dicen que el embajador recibió, acomodo y
le gestionó la nacionalidad canadiense al
general Durazo, los cual nos permite
comentar, que Dios los cría y ellos se
juntan”. Días después, en la sección de
cartas titulada “Foro de Excélsior” del
mismo diario aparece una aclaración de
Agustín Barrios Gómez, que a la letra
dice:“Señor director; Leí con interés la nota
de José Luis Mejías, aparecida en Excélsior,
el miércoles 27 de julio del presente año, en
la que hace alusión a mi persona. Respeto
su criterio, tanto en lo favorable cómo en lo
que significa crítica, pero me apresuro a
desmentir la información de que contribuí a
que el general Arturo Durazo cambiara de
nacionalidad y sea ahora ciudadano
canadiense. Nunca gestionó Durazo tal
acción conmigo (cabe mencionar con qué
familiaridad se refiere al Negro), y durante
los seis años que fui embajador en Ottawa,
jamás propuse, actué en favor y siquiera
sugerí, el que algún compatriota mío
cambiase a la nacionalidad canadiense.
Mucho le agradeceré, señor director, la
publicación de esta aclaración.
Atentamente. Agustín Barrios Gómez. Berna,
Suiza”. En apoyo a lo publicado en Quehacer
Político y en la acreditada columna del
señor José Luis Mejías, que me perdone el
señor Agustín Barrios Gómez con su
“aclaración”, pero a continuación relataré lo
que yo viví: El 20 de julio de 1979, luego de
previa preparación con grandes aspavientos
para un viajo a Montreal, Canadá, a fin de
visitar al jefe de la policía y al director de
tránsito de esa ciudad (los cuales ni
enterados estaban de esa visita), llegamos a
dicha ciudad. Por supuesto, el director de
tránsito canadiense se negó a recibirnos, a
pesar de los grandes regalos que llevaba
Durazo; por su parte el jefe de la policía,
acicateado quizás porque se enteró de que
le llevábamos regalos de oro y plata de
artesanías mexicanas, nos recibió después
de dos días y sólo durante breves minutos.
Pero ya desde antes de la salida, había
escuchado que el Negro le comentaba a
Sahagún Baca:—Pancho, júntame dos onzas
de cocaína de la buena, porque en este viaje
mi meta principal es entrevistarme con
Barrios Gómez, a quien se la voy a regalar
porque quiero ir tramitando mi cambio de
nacionalidad, no sea que al terminar el
sexenio nos andan rompiendo la madre.
También estoy en tratos con Gastón Alegre,
para comprar algunas propiedades en ese
país. Esa cocaína, yo mismo la trasladé
desde México hasta Montreal; tenía
instrucciones de Pancho Sahagún de
ponerla en la maleta de artículos personajes
del Negro. Con ese cargamento nos
trasladamos hasta Ottawa, donde tuvo lugar
la entrevista con Barrios Gómez.
Únicamente asistieron el Negro Durazo, su
esposa y Gastón Alegre. Mi asistencia a ese
viaje se puede comprobar con el registro
que aparece en mi pasaporte, y cuya fecha
es la misma que debe tenor el de mi buen
amigo Víctor Payan, reportero de Excélsior,
quien entre otras personalidades nos
acompañó a Canadá. No sé si el Negro logró
o no su propósito, poro lo que sí obtuvo para
justificarse ante la prensa mexicana, fue
que Barrios Gómez le consiguiera una
entrevista con el gobernador de Montreal, al
cual, como era su costumbre, le llevó los
famosos centenarios, o sea, sus “regalos
perdurables”. Sólo para complementar la
información diré que en dicho viaje nos
acompañaron personas como Octavio
Menduet Félix, el coronel Mario Mena
Hurtado, el ingeniero Batuel, Arturo Marbán
Kurczyn, el licenciado Armando López
Santibáñez

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