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II) La parte actora se queja de que la Sra. Jueza a quo haya tomado la prueba pericial
como única prueba útil para decidir y no haya tenido en cuenta la prueba documental
aportada. Dice que las tasaciones presentadas son de octubre de 2006 y que con ellas
queda demostrado que el valor de $ 3.000 era ilógico desde mayo de 2006, fecha en
que se comenzó con el intercambio epistolar.
Insiste en que hubiera sido justo que se determinara el reajuste desde mayo de 2006 y
a un valor de $ 7.000.
Señala la parte demandada que el tenor literal de la cláusula de ajuste del precio
siempre fue claro, siendo sugestivo que en la demanda los actores omitieran
completamente esa cuestión.
Sostiene que ni siquiera es posible sostener que se esté ante un mal negocio, pues
para arribar a semejante conclusión sería necesario ingresar en la indagación de
cuestiones que no fueron articuladas en la demanda, como conocer la adecuación del
precio nominal durante la primera etapa de la relación, conocer la incidencia que pudo
haber tenido en la fijación del precio la extensión del contrato y el saber los locadores
que tenían asegurada la percepción del precio debido a que tenían como contraparte a
una empresa de reconocida solvencia. Concluyen que nos encontramos en el ámbito
de los derechos disponibles.
En segundo término, se agravian los quejosos de la imposición de las costas. Dice que
la demanda ha prosperado para los actores porque la magistrada ponderó un hecho
sobreviniente que ni siquiera fue invocado por ellos. Arguye que actuó de buena fe al
resistir las reiteradas pretensiones de los actores y que no se los puede considerar
como vencedores porque de los $ 4.000 que pretendían, la a quo les dio $ 2.000 y
porque, en vez de disponer que esa suma adicional se devengara desde mayo del
2006, la sentenciante ordenó que se devengara a partir de que la sentencia de primera
instancia quedara firme.
III) Sin perjuicio de destacar que la demandada reitera los argumentos que ya han sido
analizados por la sentenciante de grado, realizaré algunas apreciaciones en torno a la
interpretación que debe hacerse de la cláusula 5 del contrato de locación celebrado
entre las partes.
Así, la correcta hermenéutica impone tener en cuenta no solo una interpretación literal
del contrato sino teñirla con la interpretación subjetiva, la objetiva, la contextual, para
mencionar algunas. Bajo esos parámetros, la Sra. Jueza a quo consideró que el plazo
de locación se estableció en 10 años y que ese término extendido tuvo que ver, en el
caso concreto, con la posibilidad eventual de reajustar el precio del alquiler, porque a
nadie escapaban las modificaciones que podía sufrir la realidad económica social
durante un lapso tan prolongado. Coincido con esta forma de ver los hechos, ya que
precisamente pondera el entramado contractual desde una visión integradora de todos
los aspectos interpretativos antes mencionados.
Párrafo aparte merece la objeción que realizan los apelantes en cuanto a que los
actores omitieron toda referencia a la interpretación literal de los términos del la
cláusula 5. Y es que, a contrario de lo que ellos entienden, considero que si no se han
referido a la mentada interpretación es porque verdaderamente en ningún momento
estuvo dentro de su voluntad pactar las cosas como las plantea la demandada. En
suma, desde que comenzaron el intercambio epistolar y luego con la iniciación de este
proceso, la conducta de los actores se mantuvo siempre en el mismo sentido: fueron
coherentes en considerar que contractualmente era viable el reajuste del convenio, tal
como también lo valoró la magistrada preopinante.
Este mismo argumento sirve para entender por qué la parte actora no intentó equilibrar
las prestaciones a través de las otras instituciones que prevé el Código para ello:
precisamente porque entendían –razonablemente– que la posibilidad de reajustar
estaba pactada en el contrato.
Por todo ello y por las consideraciones esbozadas por la magistrada preopiante, soy
de opinión de que contractualmente es viable el reajuste del precio de la locación.
En segundo término, advierto que si bien la parte actora trae argumentos a fines de
que el monto establecido se fije desde mayo de 2006, fecha en que envió su primera
carta documento en donde intimó a fijar una reunión a los fines de finiquitar la etapa de
negociación del reajuste del canon locativo, lo cierto es que en su memorial nada de
dice con respecto al argumento ofrecido por la sentenciante para decidir que el monto
se devengaría desde que la sentencia quedara firme. En este sentido, la parte actora
no controvierte el hecho de que así deba decidirse de conformidad con lo establecido
en la ley 23.091. Debió haberse expedido de modo de cumplir con la crítica concreta y
razonada establecida en el artículo 265 del CPCC, cosa que no hizo. También observo
que la apelante no se refirió a los valores acordados por el perito sino que
sencillamente pidió que se fijaran “$ 7.000 desde mayo de 2006". Por lo expuesto,
considero que debe declararse desierto el punto en lo que hace a este aspecto de la
sentencia.
Finalmente, en cuanto a la imposición de costas coincido con la opinión de mi colega
preopinante, en cuanto a que será la demandada quien deba cargar con ellas. Es que
la parte actora, tal como surge del intercambio epistolar previo, se ha visto obligada a
recurrir a la vía judicial para obtener el reconocimiento de su derecho. En virtud de ello
y a pesar de no haberse hecho lugar al total reclamado por la parte actora, nada
empece a que en el caso deba utilizarse el criterio objetivo de la derrota e imponerse
las costas a la parte demandada quien ha resultado vencida en lo sustancial.
El Dr. Kiper, por las consideraciones expuestas por la Dra. Abreut de Begher, adhiere
al voto que antecede.
Más debo disentir en cuanto al tiempo desde el que deberá correr el nuevo precio
fijado por una sentencia declarativa, pues estimo justo que corra desde la notificación
de la demanda, oportunidad en que se exterioriza definitivamente la voluntad de
obtener recomposición. De lo contrario, se estaría admitiendo un enriquecimiento sin
causa del locatario por todo el período que corre hasta que la sentencia quede firme,
desconociéndose la evidente discordancia de valores, sin que exista justificativo
económico ni normativo para ello, máxime cuando la parte económicamente fuerte en
la relación no es precisamente, en este caso, la locataria.
Con lo que se dio por terminado el acto firmando los señores Jueces por ante mí, que
doy fe.
II.- Para conocer en los recursos deducidos contra las regulaciones de honorarios se
tendrá en cuenta la naturaleza del asunto -reajuste de convenio-, monto del proceso
resultante de la diferencia entre el canon locativo primigenio y el determinado en la
sentencia ($ 2.500) aplicando analógicamente las disposiciones de los arts. 25 in fine y
26 primer párrafo del Arancel, resultado obtenido, etapas cumplidas por cada uno de
los profesionales intervinientes, mérito de su labor apreciada por su calidad, eficacia y
extensión, la relación de esta labor con el principio de celeridad procesal,
considerando además lo dispuesto por los artículos 1, 6, 7, 9, 19, 33, 37, 38 y concs.
de la ley 21.839 -t.o. ley 24.432.-
En virtud de lo expuesto, habiendo sido apelados sólo por bajos -y resultar altos- no
cabe otra solución que confirmar los honorarios regulados al Dr. Adrián Alfredo Pavioni
letrado patrocinante de la actora.
Ante ello, por no ser bajos los regulados al ingeniero David Ezequiel Dolinko se los
confirman.
IV.- Finalmente, por los trabajos realizados en la etapa recursiva que culminaron con el
dictado del presente pronunciamiento regúlase el honorario del Dr. Adrián Alfredo
Pavioni por su intervención en el carácter antes indicado en la suma de PESOS UN
MIL NOVECIENTOS ($ 1.900) y el del Dr. Emilio Ignacio Hardoy letrado de la
demandada en la suma de PESOS UN MIL CIEN ($ 1.100) (art. 14 del Arancel).
Regístrese, notifíquese y, oportunamente, archívese.