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La dimensión
fraterna de los Hermanos Menores
114
RegNB II,1. 2. 3. 9. 10., respectivamente.
115
RegNB V,4; XVIII,2; XIX,2.
116
En este estudio no nos detendremos a establecer las diferencias y relaciones entre los términos
«fraternitas, religio, ordo».
117
RegNB VI,3; XXIII,7.
Francisco siempre contempla al hombre en relación con este Dios Trino y
Uno que crea, que redime y salva, que hace maravillas 122, y con quien se entra en
121
una estrecha relación como hijo, madre, hermano y esposo123. De esta primera y
fundamental relación del hombre con la Unidad y Trinidad de Dios, emerge una
fraternidad que supone un tipo de relaciones nuevas ad intra y ad extra en los
miembros que la componen124. La relación de Padre e hijo permite que el hombre se
convierta en hermano porque principalmente es hijo de Dios: el que ama a otro como
hermano, ama a Dios como Padre y cumple así toda la ley cristiana 125. La fraternidad
franciscana se presenta, entonces, como la revelación histórica del amor-comunión
del Trino y Uno y, a raíz de esto, se presenta también como un testimonio ante el
mundo de la «universal paternidad» de Dios y de la «universal fraternidad» de todos
los hombres126. Por tal motivo, los que forman parte de la Religión son denominados
bajo un único nombre común: frailes y hermanos.
Esta fraternidad franciscana se construye sobre un inconmovible fundamento
bíblico-evangélico: el Padre, en el Hijo, nos hace hijos suyos y, por tanto, nos hace a
todos hermanos127. Insertos en el misterio del Hijo encarnado, los Hermanos
Menores deben ubicarse unos frente a los otros como siervos. Sabemos por RegNB
que esta idea de fraternidad tiene como punto de referencia el Cristo kenótico, que se
hace todo para todos, especialmente para los más desfavorecidos. La de los menores
es una fraternidad evangélica en la que sus miembros practican el mismo despojo de
Cristo, viven en escucha de la voluntad de Dios y estructuran su vida comunitaria a
partir de un proyecto evangélico en común, cuya dinámica interna nivela todas las
relaciones, incluso en su apariencia más externa128. La fraternidad, para que sea
evangélica, debe constituirse en un ámbito de acogida129: todos deben recibirse como
hermanos130. Deben ser desterradas la irritación, la ira, la turbación y la
murmuración, que estropean las sanas relaciones fraternas131, cuyo fundamento es la
«Regla de oro evangélica»: tratar al otro como cada uno quiere ser tratado132.
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Aunque el vocablo «persona» no aparece en ninguno de sus escritos.
119
RegNB XXIII,1.9. Cf. G. IAMMARRONE, Temi teologici francescani, Roma, 2011, p. 123.
120
RegNB, Prol. 1. 121 RegNB XXI,2; XXIII,11; XXIV,2.
122
AlD 1-6. 123 1CtaF 1,7; 2CtaF 50. 124 RegNB XII y XIII.
125
Cf. Mc 12,32-33; Mt 22,36-40; Jn 13,35; 14,21; Rom 13,10; Ga 5,14.
126
A. BONI, Fraternità, en Dizionario Francescano, a cura di E. Caroli, Padova, 1995, p
4
Cf. C. VAIANI, Storia e teologia dellesperienza spirituale di Francesco dAssisi, Milano, 2015, p.
137
122.
RegNB I,1. Cf. L. LEHMANN, Caritas et Sapientia. Raccolta di studi francescani, Bologna,
139
2019, p. 136-137.
140
RegNB IX,1; XXII,1. 25-27.
141
RegNB XIX.
142
Para un análisis completo de la preposición inter en los escritos de Francisco, Cf. L. LEHMANN,
Inter-esse come testimonianza francescana, en In dialogo. Metodo scientifico e stile di vita, a cura di
L. Bianchi R. Di Muro, Bologna, 2020, p. 191-218.
143
RegNB V, 9. 144 RegNB 5,3. 7. 145 RegNB V,20.
para desempeñar, por un período establecido, el gobierno y la animación. No
obstante, la estructura de autoridad en la fraternidad se asienta sobre el hecho de que
el servicio no compete solo a los ministros, como la obediencia no compete solo a
los súbditos145. En unos y en otros, el vivir fraterno debe ser por igual la expresión
más acabada de minoridad auténtica, de pobreza evangélica y de amor mutuo.
Insertos en sociedades en las que los individuos se agrupan solo con fines
económicos, ideológicos o lúdicos, la fraternidad soñada por Francisco de Asís
constituye un signo profético para nosotros, porque nos muestra una manera
distinta de vivir juntos: desde la reciprocidad que nos permite valorar al otro por
lo que es y sentirnos responsables de él.
La fraternidad franciscana es una alternativa eficaz y urgente a la escalada de
racismo y violencia que sufrimos hoy. Los franciscanos debemos meter hombro
en la construcción de una humanidad más reconciliada y menos herida por las
desigualdades. Vivir en fraternidad es más que una utopía evangélica, implica en
concreto un cambio de paradigma político, cultural y económico que haga posible
y efectivo un verdadero encuentro fraternal.
Hoy nuestras relaciones fraternas corren el riesgo de ser solo funcionales a una
estructura institucional: profesamos una misma regla, vivimos juntos en un
mismo convento, compartimos un apostolado, vestimos un mismo hábito , pero
no nos sentimos ni nos comportamos como hermanos de verdad. Quizá
debamos redescubrir nuevamente la común y universal paternidad del Dios
Creador, y la común y universal fraternidad del hombre creatura. Tomar
conciencia de la dignidad trascendente del otro es la única vía que nos permitirá
acogernos como don mutuo en un clima saludable y maduro, que permita la
promoción integral de cada uno y de todos.
Visto que la vida fraterna se desenvuelve en dos esferas que se tocan y condicionan
mutuamente: la fraternidad institucional (local, provincial, etc.) y la fraternidad en mi
vida personal, los invitamos a leer el cap. XI de la RegNB, teniendo como base la «Regla
de oro» de Mt 7,12. En un primer momento, hacer una lectura- reflexión en modo
individual, cotejando mis opciones personales, mis comportamientos, mi desenvolverme
cotidiano en la comunidad a la que pertenezco, y a la luz de esto preguntarme: ¿qué tan
fraterno es el estilo de vida que conduzco a nivel personal?.
En un segundo momento, hacer el mismo ejercicio, pero esta vez discerniendo
comunitariamente: ¿cuáles son los presupuestos teológicos y franciscanos que deben
sustentar una auténtica experiencia fraterna?, ¿cuáles de esos presupuestos no están
presentes o lo están de un modo parcial, en nuestras fraternidades locales y
provinciales? Por último, ¿qué iniciativas concretas podríamos implementar para
fortalecer una animación fraterna más evangélica y franciscana?