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I. «Y cada uno ame y cuide a su hermano » (RegNB IX,10).

La dimensión
fraterna de los Hermanos Menores

San Francisco fue un hombre eminentemente práctico; no procedía de manera


teórica, así que difícilmente encontraremos en sus escritos una definición conceptual
de fraternidad. La RegNB, sin embargo, aun no siendo una exposición sistemática ni
orgánica del pensamiento de su autor, exprime con mucha claridad una determinada
visión del hombre en su aspecto personal y fraterno.
Cuando Francisco discurre sobre el tema de la fraternidad evangélica en
RegNB usa expresiones sobrias para definirla: «esta vida», «nuestra vida»,
«obediencia»114; explícitamente, la palabra «fraternidad» aparece tres veces115,
siempre como sinónimo de Orden o Religión116, es decir, con un sentido más de
institución o agrupación que de valor evangélico. El término «hermano», de las 107
veces que recurre en RegNB, en solo dos ocasiones es calificado con el adjetivo
menores117; sin embargo, de un análisis global del texto emerge de modo evidente
que la fraternidad evangélica está íntimamente ligada a la minoridad.
Más allá de una simple constatación de los vocablos «hermano-fraternidad»,
nuestro tentativo será escrutar dos de las raíces profundas en las que Francisco funda
su proyecto fraterno (la dimensión relacional y la minorítica), y cómo tal proyecto se
concretiza en la vida cotidiana de la comunidad.
1. Dimensión relacional de la fraternidad

El tema de la fraternidad condiciona transversalmente toda la experiencia cristiana y


carismática de Francisco. La persona humana, en su relación con Dios, con los otros
y con lo otro, ocupa un lugar central en su pensamiento y en su espiritualidad118.
La RegNB nos constata que para Francisco la fraternidad encuentra su origen,
primeramente, en esta dimensión personal de la fe y de la vida que él rescata con
tanto empeño, pero que no absolutiza. Es fácil percibir la insistencia con la que
exhorta a los hermanos, incluyéndose él, a salir de sí mismos y a situarse en Dios,
Creador, Redentor y Salvador de todas las creaturas corporales y espirituales: único
que concentra en Sí el pleno bien y el bien total 119. Por consiguiente, a la fraternidad
se ingresa «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», como queda
definido desde el primer renglón del documento120.

114
RegNB II,1. 2. 3. 9. 10., respectivamente.
115
RegNB V,4; XVIII,2; XIX,2.
116
En este estudio no nos detendremos a establecer las diferencias y relaciones entre los términos
«fraternitas, religio, ordo».
117
RegNB VI,3; XXIII,7.
Francisco siempre contempla al hombre en relación con este Dios Trino y
Uno que crea, que redime y salva, que hace maravillas 122, y con quien se entra en
121

una estrecha relación como hijo, madre, hermano y esposo123. De esta primera y
fundamental relación del hombre con la Unidad y Trinidad de Dios, emerge una
fraternidad que supone un tipo de relaciones nuevas ad intra y ad extra en los
miembros que la componen124. La relación de Padre e hijo permite que el hombre se
convierta en hermano porque principalmente es hijo de Dios: el que ama a otro como
hermano, ama a Dios como Padre y cumple así toda la ley cristiana 125. La fraternidad
franciscana se presenta, entonces, como la revelación histórica del amor-comunión
del Trino y Uno y, a raíz de esto, se presenta también como un testimonio ante el
mundo de la «universal paternidad» de Dios y de la «universal fraternidad» de todos
los hombres126. Por tal motivo, los que forman parte de la Religión son denominados
bajo un único nombre común: frailes y hermanos.
Esta fraternidad franciscana se construye sobre un inconmovible fundamento
bíblico-evangélico: el Padre, en el Hijo, nos hace hijos suyos y, por tanto, nos hace a
todos hermanos127. Insertos en el misterio del Hijo encarnado, los Hermanos
Menores deben ubicarse unos frente a los otros como siervos. Sabemos por RegNB
que esta idea de fraternidad tiene como punto de referencia el Cristo kenótico, que se
hace todo para todos, especialmente para los más desfavorecidos. La de los menores
es una fraternidad evangélica en la que sus miembros practican el mismo despojo de
Cristo, viven en escucha de la voluntad de Dios y estructuran su vida comunitaria a
partir de un proyecto evangélico en común, cuya dinámica interna nivela todas las
relaciones, incluso en su apariencia más externa128. La fraternidad, para que sea
evangélica, debe constituirse en un ámbito de acogida129: todos deben recibirse como
hermanos130. Deben ser desterradas la irritación, la ira, la turbación y la
murmuración, que estropean las sanas relaciones fraternas131, cuyo fundamento es la
«Regla de oro evangélica»: tratar al otro como cada uno quiere ser tratado132.

La vida en fraternidad, la misma que el señor Papa concedió y confirmó a


Francisco, consiste en la vivencia del Evangelio de Jesucristo, el cual no es otra cosa
que una invitación a vivir en el amor mutuo y la desapropiación. La Regla de 1221
no hace excepción al indicar que todos los hermanos son comunitariamente
responsables de conducirse mutuamente con familiaridad y manifestarse en
confianza las propias necesidades entre sí, allí donde se encuentren, y nutrirse
amorosamente unos a otros133. Esta familiaridad generosa y efectiva será la
característica fundamental que distinguirá las relaciones entre los miembros del
grupo.

118
Aunque el vocablo «persona» no aparece en ninguno de sus escritos.
119
RegNB XXIII,1.9. Cf. G. IAMMARRONE, Temi teologici francescani, Roma, 2011, p. 123.
120
RegNB, Prol. 1. 121 RegNB XXI,2; XXIII,11; XXIV,2.
122
AlD 1-6. 123 1CtaF 1,7; 2CtaF 50. 124 RegNB XII y XIII.
125
Cf. Mc 12,32-33; Mt 22,36-40; Jn 13,35; 14,21; Rom 13,10; Ga 5,14.
126
A. BONI, Fraternità, en Dizionario Francescano, a cura di E. Caroli, Padova, 1995, p
4

El cap. XI de la RegNB es una de las descripciones más claras de cómo


Francisco quiere que sus hermanos se comporten fuera y dentro de la fraternidad. Se
trata del perfil del auténtico Hermano Menor, invitado a presentarse como un siervo
inútil, pequeño, uno que no se ensalza nunca134, porque sabe que la soberbia y la
vanagloria arruinan la convivencia fraterna135. Esto nos entronca con el punto
siguiente.
2. Dimensión minorítica de la fraternidad

El proyecto fraterno en la RegNB parte de una imagen concreta de hombre: el


«hombre-Dios», Jesucristo, siervo sufriente, manifestación sublime de la presencia
viva y humilde de Dios en la historia. Así como el Verbo se hace humanidad para
donarse al mundo, el hombre debe hacerse fraternidad para donarse a Dios y a sus
congéneres. Para Francisco, esta fraternidad es don solo en cuanto se perfila como
una fraternitas de hermanos. Aunque suene redundante, la aclaración sirve para
distinguirla de una fraternitas jerárquica que, si bien no tiene nada de negativo en sí
misma, no coincide con la idea de fraternidad que Francisco recibió como
revelación, en la cual «ninguno sea llamado prior, sino que todos universalmente
sean llamados frailes menores»136.
Esto significa que un elemento nuclear de la vida fraterna es la minoridad. Se es
fraterno solo si se es menor. Los caps. VIII, IX y X de RegNB, ligados por una
continuidad temática, exponen de modo claro, esta relación simbiótica entre
fraternidad-minoridad. Del cap. VIII tenemos que la opción por la minoridad es
realizable solo en el marco de una vida fraterna; la expropiación total la puede
realizar solo aquel que se sabe sostenido por sus hermanos. Del cap. IX extraemos
que manifestar la necesidad al hermano, es decir, pedirle limosna, no es solo pedir
algo material, sino ponerse en una condición de indigencia ante el otro. Aquí el pedir
limosna, que es una actitud minorítica, se une a la actitud fraterna de saber responder
a la necesidad del hermano como una madre responde a la de su hijo. Se habla casi
de un proceso de sustitución: yo tomo el lugar del otro, para conocer qué es lo que
necesita y suministrárselo; es una actitud que va mucho más allá de la empatía. Por
último, el cap. X presenta otro cruce entre fraternidad-minoridad al abordar el tema
de los enfermos: ¿cómo se debe comportar la fraternidad con los enfermos y cómo
se debe comportar el enfermo en la fraternidad y consigo mismo? Frente a este
desafío, Francisco pide a los hermanos sanos el compromiso fraterno de no
abandonar al fraile enfermo, mientras a este pide la actitud menor de no turbarse por
sus padecimientos, sino más bien agradecer humildemente a Dios por ellos137.
Aparte de la enfermedad, otra de las fragilidades manifiestas al interno de la
fraternidad es la del pecado; por ejemplo, el cap. V responde a las preguntas: ¿cómo
se deben comportar el ministro y los demás frailes cuando vean que un hermano
peca?
¿Cómo debe comportarse el fraile pecador en relación con el ministro? Cualquiera
sea el caso, se impone a todos la actitud fraterna y menor de no turbarse o airarse por
el pecado ajeno, sino más bien ayudar «espiritualmente, como mejor puedan» al que
pecó138.
6

La fraternidad franciscana tiene sus bases en la vocación a la vida minorítica, o sea,


la vocación de Hermanos Menores es la que funda la vivencia fraterna, la cual, a su
vez, se cimienta sobre el seguimiento de Jesús. La fraternidad está conformada por
Hermanos Menores que desean ser seguidores de Jesucristo pobre, obediente y
crucificado. La RegNB encuadra siempre el programa de minoridad y fraternidad en
esta perspectiva del seguimiento, como indica desde el inicio el cap. I que, aunque
breve, reporta tres veces el verbo «seguir», siempre en función del «seguimiento de
Cristo», que para Francisco no se trata simplemente de seguir a Jesús, sino de seguir
en concreto su doctrina y sus huellas139. La minoridad y fraternidad del ser hermanos
significa, en primer lugar, ayudarnos unos a otros a seguir a Jesús y a vivir su
Evangelio dentro de la Iglesia140. Es una fraternidad católica141, pero que sabe entrar
en diálogo pacífico con los que piensan diferente.
Una de las características centrales del fraile menor, como lo sugiere el cap.
XVI, es su voluntad de ir pacífico y dialogante entre los que son distintos y hostiles.
La preposición «entre» presenta una importante carga semántica en la RegNB142:
solo en el cap. V la encontramos 5 veces y siempre en referencia a la minoridad y a
los comportamientos fraternos. Un bellísimo ejemplo lo leemos además en IX,2: «Y
deben gozarse [los frailes] cuando conviven con (inter) personas de baja condición y
despreciadas, con (inter) pobres y débiles y enfermos y leprosos y los mendigos de
los caminos». Los Hermanos Menores no solo deben contentarse con estar cercanos
a los despreciables, sino que deben vivir en medio de ellos y mostrarse felices de
poder hacerlo.
Se hace evidente que fraternidad y minoridad son dos elementos que van
intrínsecamente unidos en el pensamiento y en la praxis de Francisco. El ámbito del
ejercicio de la autoridad no es la excepción: los que ejercen el servicio de gobernar
deben realizarlo con espíritu menor y sin ínfulas de potestad sobre ninguno 143. El
ministro de la fraternidad debe ser un hermano acompañante, no un jefe
administrador, por lo mismo es llamado «ministro y siervo»144. Francisco es tajante
al definir que en su fraternidad, todos deben servirse y obedecerse mutuamente, en
una suerte de intercambio horizontal y vertical; aunque es obvio que algunos sean
elegidos

Cf. C. VAIANI, Storia e teologia dell’esperienza spirituale di Francesco d’Assisi, Milano, 2015, p.
137

122.

RegNB I,1. Cf. L. LEHMANN, Caritas et Sapientia. Raccolta di studi francescani, Bologna,
139

2019, p. 136-137.
140
RegNB IX,1; XXII,1. 25-27.
141
RegNB XIX.
142
Para un análisis completo de la preposición inter en los escritos de Francisco, Cf. L. LEHMANN,
Inter-esse come testimonianza francescana, en In dialogo. Metodo scientifico e stile di vita, a cura di
L. Bianchi – R. Di Muro, Bologna, 2020, p. 191-218.
143
RegNB V, 9. 144 RegNB 5,3. 7. 145 RegNB V,20.
para desempeñar, por un período establecido, el gobierno y la animación. No
obstante, la estructura de autoridad en la fraternidad se asienta sobre el hecho de que
el servicio no compete solo a los ministros, como la obediencia no compete solo a
los súbditos145. En unos y en otros, el vivir fraterno debe ser por igual la expresión
más acabada de minoridad auténtica, de pobreza evangélica y de amor mutuo.

Sugerencias para la relectura

 Insertos en sociedades en las que los individuos se agrupan solo con fines
económicos, ideológicos o lúdicos, la fraternidad soñada por Francisco de Asís
constituye un signo profético para nosotros, porque nos muestra una manera
distinta de vivir juntos: desde la reciprocidad que nos permite valorar al otro por
lo que es y sentirnos responsables de él.
 La fraternidad franciscana es una alternativa eficaz y urgente a la escalada de
racismo y violencia que sufrimos hoy. Los franciscanos debemos meter hombro
en la construcción de una humanidad más reconciliada y menos herida por las
desigualdades. Vivir en fraternidad es más que una utopía evangélica, implica en
concreto un cambio de paradigma político, cultural y económico que haga posible
y efectivo un verdadero encuentro fraternal.
Hoy nuestras relaciones fraternas corren el riesgo de ser solo funcionales a una
estructura institucional: profesamos una misma regla, vivimos juntos en un
mismo convento, compartimos un apostolado, vestimos un mismo hábito , pero
no nos sentimos –ni nos comportamos como– hermanos de verdad. Quizá
debamos redescubrir nuevamente la común y universal paternidad del Dios
Creador, y la común y universal fraternidad del hombre creatura. Tomar
conciencia de la dignidad trascendente del otro es la única vía que nos permitirá
acogernos como don mutuo en un clima saludable y maduro, que permita la
promoción integral de cada uno y de todos.

 En muchos casos concretos, la experiencia de vida estampada en el texto de la


RegNB arroja luces para nuestro quehacer fraterno cotidiano. Uno de estos casos
son los hermanos enfermos, que representan un desafío a la fraternidad. Hoy se
vuelve problema el hecho de que, en ocasiones, el hermano enfermo o anciano
tiene, quizás, todas las atenciones médicas adecuadas, pero carece de la cercanía
afectiva y de los buenos detalles de sus otros hermanos. Debemos volver la mirada
a Francisco, que da a la enfermedad un carácter escatológico y pedagógico que no
solo compete a los enfermos, sino por igual a los que comparten la vida con ellos;
de manera que la enfermedad se transforme en un espacio de crecimiento para el
hermano aquejado y para la fraternidad que le acompaña. Se trata, pues, de
entender y ejercer los deberes fraternos en modo gozoso y solidario, y desde el
principio de subsidiariedad.
Sugerencias para la celebración

Visto que la vida fraterna se desenvuelve en dos esferas que se tocan y condicionan
mutuamente: la fraternidad institucional (local, provincial, etc.) y la fraternidad en mi
vida personal, los invitamos a leer el cap. XI de la RegNB, teniendo como base la «Regla
de oro» de Mt 7,12. En un primer momento, hacer una lectura- reflexión en modo
individual, cotejando mis opciones personales, mis comportamientos, mi desenvolverme
cotidiano en la comunidad a la que pertenezco, y a la luz de esto preguntarme: ¿qué tan
fraterno es el estilo de vida que conduzco a nivel personal?.
En un segundo momento, hacer el mismo ejercicio, pero esta vez discerniendo
comunitariamente: ¿cuáles son los presupuestos teológicos y franciscanos que deben
sustentar una auténtica experiencia fraterna?, ¿cuáles de esos presupuestos no están
presentes o lo están de un modo parcial, en nuestras fraternidades locales y
provinciales? Por último, ¿qué iniciativas concretas podríamos implementar para
fortalecer una animación fraterna más evangélica y franciscana?

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