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Marco histórico

1.1 La violencia contra la mujer en la prehistoria.

La idea del pasado nos remite inevitablemente a aquello que alguna vez fue presente

pero que ya no existe (cita), el siglo XVI o el III milenio A.C., y aunque las diferencias

entre esos tiempos son muchas, en los tres casos es indiscutible que el concepto hace

alusión a hechos ya sucedidos antes de nuestra existencia. En la medida en que la

actualidad es resultado de lo acaecido previamente, sin embargo, el pasado permanece

en la realidad presente, que es una y no múltiple. En consecuencia, la imagen que

elaboramos y tengamos del presente no será completa si ignoramos qué procesos son los

que han llevado a que nuestro mundo se conformara de esta manera y no de otra. No se

conoce el presente si no se conoce el pasado, y no se puede cambiar el futuro si no

partimos de la realidad actual.

La historia y la prehistoria son las disciplinas encargadas de generar, a través del estudio

de los restos que perviven en la actualidad (cita) un análisis científico que explique cómo

hemos llegado hasta aquí. El nacimiento y funcionamiento del sistema capitalista, la

aparición de las clases sociales o de la desigualdad entre hombres y mujeres, entre otras

muchas posibles cuestiones, sólo pueden entenderse desde la comprensión de los

procesos prehistóricos. El análisis de los mismos es un requisito previo indispensable a la

hora de entender por qué nuestra realidad social es de una determinada forma, así como

para reflexionar acerca de la diversidad de comportamientos humanos que han existido a

lo largo del tiempo.

Violencia contra la mujer es una infamia desde la prehistoria hasta la actualidad habiendo

cambios significativos en cada una de las épocas que han pasado a lo largo del desarrollo

de la humanidad pero a pesar de que la violencia contra la mujer no es un fenómeno

nuevo, su reconocimiento, visualización y el pasar de ser una cuestión privada a un

problema social, si es relativamente reciente.


Muchos expertos coinciden en que la sociedad prehistórica era más igualitaria que la

sociedad moderna, al menos en el reparto de tareas entre hombres y mujeres. Los

estudios etnográficos demuestran que lo extraño en la prehistoria es encontrar una

actividad exclusiva de hombres o mujeres.

Así, ellas no sólo se ocupaban de los niños sino también de la caza menor, la pesca, de

cultivar el campo o lo que hiciera falta, pues la división de roles entre los sexos funcionaba

como una estrategia social para obtener más éxito en la explotación de los recursos.

Sin embargo, diferentes estudios que se han realizado a lo largo de la historia nos dan

una idea del papel que jugaba la mujer en la prehistoria y con esto se observa que en esa

época se jugaba un rol diferente que en la actualidad hay.

Estudios basados en las nuevas teorías antropológicas y de culturas primitivas ponen de

manifiesto que las mujeres cazaban desde la prehistoria, lo que lleva a eminentes

investigadores a defender “toda la banda viajaba y cazaba junta” como afirma la

antropóloga Liston (cita)

En los diferentes testimonios arqueológicos de la prehistoria nos muestran en figurillas,

relieves o pinturas a mujeres con armas, con arcos y flechas, reflejos de la arcaica

existencia real de cazadoras que les sirvieron de modelos y que atestiguan de modo

inequívoco que las mujeres desde la prehistoria se dedicaban a otras ocupaciones

consideradas posteriormente “poco femeninas”, en las figurillas nos reflejan las ciertas

profesiones que realizaban las mujeres como eran cazadoras, reinas, agricultoras,

artesanas, curtidoras, sacerdotisas, curanderas y recolectoras.

Afirma (cita) a su vez las mujeres llevaban cuchillos y puñales, puesto que aparecen en

los ajuares funerarios. También aparecen armas acompañando a las figurillas femeninas

en la edad del bronce.

En palabras de (cita) en la sociedad paleolítica, las mujeres tuvieron un importante papel

en la alimentación del grupo, puesto que, al parecer, fueron ellas las que lo abastecieron
de productos procedentes de la recolección. hasta que, tras la revolución patriarcal

sucedida a partir de la edad del bronce, se les negaron sus derechos.

1.2 Antiguas civilizaciones

El papel de la mujer en las sociedades antiguas no era siempre el mismo. En cada

civilización su rol era distinto, pues éste dependía de la cultura, religión y costumbres de

sus habitantes.

Desde la prehistoria, las mujeres, como los varones, han asumido un papel cultural

particular. En sociedades de cazar y recolección, las mujeres eran las que recogían los

productos vegetales, mientras que los varones suministraban la carne mediante la caza,

lo que hace que la mayor parte de los antropólogos ( ) creen que fueron las mujeres

quienes condujeron las sociedades antiguas hacia el Neolítico y se convirtieron en las

primeras agricultoras.

Protagonizaban las labores agrícolas de siembra y recolección de vegetales, el cuidado

de los rebaños, y todo con salarios muy inferiores a los de los hombres. Las mujeres

jóvenes podían encontrar trabajo como criadas y sirvientas de damas nobles por un

mísero salario o como ocurría la mayoría de veces, a cambio de la comida y el

alojamiento, lo que para los agobiados hogares campesinos que tenían que mantener

muchas bocas era una liberación. Entre las sirvientas existía una gran diversificación de

labores, las que atendían personalmente a los señores, las encargadas de la cocina y las

que trabajaban en los talleres. Algunas podían aprender un oficio en los talleres de hilado

y tejido de las haciendas y castillos. De todas formas, la importancia de las mujeres

campesinas, junto con las de sus maridos, eran fundamental para el mantenimiento de la

economía agrícola.

El aumento demográfico en la baja edad media propició la aparición de núcleos urbanos

en torno a lugares fortificados. En estos núcleos creció una nueva clase social, la de los
burgueses, que basaba su economía en el comercio y la industria. Hombres y mujeres

acudían a las ciudades, donde se realizaba un trabajo especializado y donde era cada vez

más necesaria la mano de obra barata.

La proliferación de numerosos oficios dio entrada a las mujeres en el mundo laboral, pero

siempre en precario, pues el trabajo estaba controlado por los hombres y el salario de las

mujeres se mantenía en inferioridad con respecto al de los hombres. Aunque las mujeres

trabajaban en todos los gremios, era en la industria textil y elaboración de vestidos donde

lo hacían mayoritariamente. También ocupaban los trabajos relacionados con la

alimentación, como la elaboración del pan o la cerveza. Así mismo dirigían pequeños

negocios y tiendas de comestibles vendiendo frutas, pescados y carnes.

Si bien las mujeres se encontraban en una situación jurídica muy adversa, ya que estaba

subordinada al hombre, su papel en este tiempo, es más activo que en periodos

posteriores. De hecho, en algunos países la mujer podía tener tierras, contratar

trabajadores, demandar y ser demandada, hacer testamentos inclusive al igual le

correspondía otra tarea de gran responsabilidad: la representación del marido ausente.

Los conventos cumplieron una función de gran utilidad durante la edad media ya que eran

refugio de las hijas que no contraían matrimonio, único camino para otras de acceder a la

cultura y solución para las mujeres que no encontraban salida a una mala situación

económica.

A pesar de todo, la discriminación femenina era notoria: se les fueron cerrando las puertas

de acceso a los gremios y solo en el caso de ser viudas de un maestro o tener un hijo

mayor que se hiciera cargo del negocio se les permitía continuar con él. A finales del siglo

XV y dada la creciente crisis económica, las mujeres fueron expulsadas de los gremios y

se hizo todo lo posible para impedir que siguieran trabajando.


1.2.1 Egipto

Si bien es cierto que la mentalidad del antiguo Egipto en lo que a la mujer respecta era

bastante “moderna” para su época, al menos en comparación con las sociedades

contemporáneas a ésta (o incluso posteriores), no debemos pensar que la igualdad era

plena. Sin embargo, en el Antiguo Egipto no eran tan rígidos con sus costumbres como en

otras culturas, y los límites de las mujeres libres no eran infranqueables.

Las mujeres del antiguo Egipto eran iguales a los hombres en todos los aspectos excepto

en las ocupaciones. Los historiadores (Bob Brier y Hoyt Hobbs) señalan que las mujeres

eran iguales a los hombres en casi todos los aspectos excepto en los trabajos: “los

hombres luchaban, gobernaban y gestionaban la granja; las mujeres cocinaban, cosían y

gestionaban el hogar”. Los hombres ocupaban cargos de autoridad como rey, gobernador

o general, y se consideraba que un hombre era la cabeza de la familia, pero dentro de

este patriarcado las mujeres ejercían bastante poder e independencia. (cita)1

La egiptóloga Barbara Watterson escribe (cita) en el Egipto una mujer gozaba de los

mismos derechos que un hombre en virtud de la ley. Lo que estaba incluido dentro de sus

derechos de jure (derechos legítimos) dependía de su clase social y no de su sexo. Todos

los bienes de tierras se heredaban por línea materna, de madre a hija, suponiendo tal vez

que la maternidad es un hecho, la paternidad es una cuestión de opinión. Una mujer tenía

derecho a administrar sus propios bienes y a disponer de ellos como quisiera. Podía

comprar, vender, ser socia en contratos legales, ser ejecutora en testamentos y testigo de

documentos legales, llevar una acción a juicio y adoptar hijos en su propio nombre. Una

mujer del antiguo Egipto era legalmente capax (competente, capaz). Por el contrario, una

mujer de la antigua Grecia vivía bajo la supervisión de un kyrios, un guardián masculino, y

muchas mujeres griegas que vivieron en Egipto durante el periodo ptolemaico, al ver a las

egipcias actuar sin kyroi se unieron a hacerlo también. Una mujer egipcia gozaba de una
mejor posición social que muchas mujeres de otras sociedades, tanto antiguas como

modernas.

El respeto que se le concedía a la mujer en el antiguo Egipto es evidente en casi todos los

aspectos de la civilización, desde las creencias religiosas hasta las costumbres sociales.

Los dioses eran hombres y mujeres, y cada uno tenía sus propias áreas de conocimiento,

igualmente importantes. Las mujeres podían casarse con quien quisieran y divorciarse de

aquellos que ya no les gustaban, podían tener los trabajos que quisieran, dentro de unos

límites, y viajar a su antojo.

En el antiguo Egipto las mujeres tuvieron gran libertar de movimientos. Podían ejercer

multitud de oficios, andar libremente por las calles, comprar y vender, recibir herencias y

tener acceso a la educación, aunque las campesinas desarrollaban un trabajo

extremadamente duro. En Mesopotamia las mujeres no estaban sometidas a los hombres,

si no que gozaban de un cierto estatus de igualdad. En el famoso código de leyes de

Hammurabi las mujeres disfrutaban de importantes derechos, como poder comprar y

vender, tener presentación jurídica o testificar libremente. Muchas mujeres actuaron como

escriban en el palacio del rey y las reinas eran respetadas como tales llegando incluso a

ejercer la regencia de sus hijos menores de edad, formaban los documentos y vivían en

un palacio con esclavos y siervos. Podían así mismo ejercer diversos empleos y participar

en la vida pública de las ciudades.

Sin duda, el concepto de "ojo por ojo" era una parte importante del Código de Hammurabi.

Aunque, en lo que respecta a las mujeres, este principio no se aplica igualmente como se

aplicaba a los hombres de la civilización babilónica. Por ejemplo, si un hombre practicara

el adulterio mientras estaba casado, recibiría un castigo muy leve por cualquier buena

razón que se le ocurriera. Si una mujer practicaba adulterio con su esposo, ella y el otro

hombre con el que estaba teniendo una aventura eran arrojados a un río mientras estaban
atados el uno al otro. Básicamente, las mujeres eran tratadas constantemente como una

propiedad del mismo modo que se trataba a los esclavos. (cita)

1.2.2 Grecia

La posición de la mujer en la antigua Grecia no fue muy positiva, para el filósofo

Aristóteles que ejerció gran influencia en la Europa medieval, la mujer no era más que un

hombre incompleto y débil, un defecto de la naturaleza. La mujer fue considerada como

un ser sin terminar al que había de cuidar, proteger y guiar, lo que implicaba su

sometimiento total al varón y su alejamiento de la vida pública, en la que no podía

participar.

Las mujeres se casaban a los 14 años con hombres mucho mayores que ellas. Era el

padre quien le encontraba marido y discutía la dote. Ella pasaba hacer propiedad del

marido como antes lo había sido de su padre, la educación de las mujeres estaba

orientada a su función como esposa, las niñas aprendían a hilar, tejer, música y a tocar la

lira, su educación terminaba con el matrimonio, una vez casada, el marido recluía a su

esposa en una parte de la casa apartada del exterior o la vida social que ella llevaba. Allí

vivía con sus hijos y sirvientas tejiendo sus propios vestidos y preparando los alimentos

para el esposo, nunca salía de la casa, pues al mercado iban las esclavas.

Las ciudadanas de Atenas se dedicaban exclusivamente a la casa y al cuidado de los

hijos, por su parte, las mujeres más libres eran las prostitutas, que no estaban sometidas

al régimen riguroso de las demás mujeres. La división de la sociedad griega era muy

clara: el mundo de la política y la libertad estaba reservado para los hombres y de la casa

a las mujeres. En algunas ciudades como Esparta, dado su carácter guerrero y la

ausencia prolongada de los hombres, las mujeres gozaron de mayor libertad: estudiaban

música, hacían gimnasia, competían con atletas e incluso algunos casos de adulterio les
estaban permitidos. El mundo intelectual estaba casi vedado a la población femenina,

pero aun así algunas mujeres destacaron en poesía.

Cuando la niña tenía alrededor de los 13-15 años, los padres concertaban un matrimonio,

eligiendo al pretendiente más adecuado. La chica iba con un gran dote, destinada a

protegerla en caso de que le matrimonio fracasara por cualquier motivo, y el novio debía a

su vez comprar regalos a la familia. Tras la boda, a la mujer le tocaba estar encerrada en

la zona de la casa para mujeres o gineceo y criar hijos, y por supuesto llevar la casa,

cuanto más alta era la clase social de los esposos, más rígido era este régimen.

1.2.3 Roma

Muchos sitúan el origen de la violencia o del “machismo” en la antigua Roma, donde el

padre de familia tenía la autoridad sobre todas las personas con quienes convivía; la

mujer era inferior y, por tanto, podía venderla, castigarla o matarla según sus deseos.

Esto contrario al antiguo Egipto, donde aparentemente las mujeres tenían similares

derechos económicos y legales que los hombres y llegaban a ser vistas como heroínas.

Las mujeres romanas disfrutaban de mayor libertad que las griegas, pero la participación

política y ciudadana les seguía estando vetada. Su condición social seguía siendo la de

un ser inferior al que había que tutelar, dirigir y utilizar, no tenían nombre propio, pues

adoptaban el de su padre en femenino, y las niñas no deseadas eran abandonadas al

nacer y condenadas a la esclavitud si conseguían sobrevivir. Hasta los 12 años, cuando

contraían matrimonio, asistían a la escuela pública las hijas del pueblo, mientras que las

de la clase patricia tenían sus preceptores en casa. La enseñanza que se les facilitaba

estaba encaminada a hacer de ellas buenas esposas: aprendían canto, matemáticas,

recitado de poemas y costura. En el campo trabajaban igual que los hombres en las

labores agrícolas y en la ciudad podían ser incluso comerciantes y llevar sus propis

negocios, aunque bajo la tutela de los hombres. Mientras que a las griegas les estaba
prohibida la vida social, las romanas andaban libres por las calles, aunque acompañadas,

acudían a los banquetes junto a los hombres, iban al mercado, participaban en juegos y

asistían a los espectáculos, pero debían llevar siempre la cabeza cubierta como señal de

recato. En una sociedad de economía esclavista como la roma las esclavas no tenían

valor alguno, podían ser compradas, vendidas, maltratadas o dedicadas a la prostitución.

Una vez casadas, podían incluso salir a la calle sin necesidad de ser acompañadas por un

hombre, acudir al teatro o algún banquete y ocasionalmente visitar a las amigas. En plano

sentimental, los romanos compartían la distinción griega entre el afecto por la esposa por

una parte y las bajas pasiones por otro. El matrimonio tenía como objetivo perpetuar el

linaje, y en las clases altas, forjar alianzas políticas y sociales, en el aspecto, de amar a la

esposa era algo que estaba fuera de lugar, pocos se lo tomaban enserio.

Las mujeres, para merecer el título de “madres de familia”, debían estar en condiciones de

dar a su marido hijos legítimos. El matrimonio era tan importante en la sociedad romana

que Augusto impuso sanciones para aquellos que no lo realizasen, la media de vida era

de unos 30 años, así que el matrimonio se celebraba a partir delos 12 en las chicas. La

anticoncepción y el aborto eran frecuentemente utilizados por las mujeres.

Una historia de violencias

Son muchos y antiguos los ejemplos de desigualdades y discriminación hacia la mujer. En

la literatura griega aparecen comportamientos violentos contra la mujer como norma

natural, como el hecho de que Zeus golpeará frecuentemente a su esposa Hera.

En el año 400 A.C., las leyes de Bizancio establecían que el marido era un “dios” al que la

mujer debía adorar.

En la India si un esposo moría, su mujer era quemada viva junto al cadáver, siendo esto

una de sus obligaciones como esposa. Además, eran motivo de repudio las mujeres que

no podían tener hijos o las que parían solo hijas.


En comunidades de Irán y Etiopía nacer mujer era una deshonra; incluso este vocablo era

sinónimo de bajeza, debilidad y desgracia.

En Grecia cuando la pareja era acusada de cometer un delito, la pena sólo se imponía a

la mujer.

Según las normas islámicas, la mujer casada es propiedad privada del marido. El Corán

estipula como deber del hombre pegarle a la esposa rebelde, así como el encierro

perpetuo de las infieles en la casa. Se exonera de responsabilidad penal al esposo cuya

mujer falleciere como resultado de una golpiza con fines “educativos”

En la Edad Media se afianzaron muchas de las ideas de desigualdad de las mujeres que

aún siguen vigentes. Los nobles golpeaban a sus esposas con la misma regularidad que a

sus sirvientes. En Inglaterra esta práctica se llamó “Regla del Dedo Pulgar”, pues el

esposo tenía derecho a golpear a su pareja con una vara no más gruesa que el dedo

pulgar, para someterla a su obediencia.

En Francia, en 1359, se estableció que cuando un hombre mataba a su esposa en un

exceso de cólera no era castigado, siempre y cuando se arrepintiera mediante juramento.

1.3 Edad media

La concepción que los medievales tenían sobre la relación entre los sexos femenino y

masculino varió en la baja edad media, siendo una cuestión que determinará la situación

de las mujeres tanto para los siglos medievales como para los siguientes hasta hoy en

día. En el siglo XII y parte del siglo XIII predominó la llamada “teoría de la

complementariedad de los sexos” que pese a las diferencias sexuales entre mujeres y

hombres reconocía la igualdad entre ambos, ya que ambos se complementaban y

definían así a la humanidad. Fue esta la teoría que Hildergarda de Bingen y Herralda de

Hohenbourg defendieron y, como dice María-Milagros Rivera, fue “efecto y causa de


mucha libertad en la vida de las mujeres”, lo que supuso que estos fuesen los siglos

medievales en los que fueron más libres.

Esta libertad fémina termina con lo que Produnce Allen denominó la “revolución

aristotélica” un cambio que se produce a mediados del siglo XIII cuando el sector

conservador europeo introduce en las universidades la lectura obligatoria de los textos de

Aristóteles, en consecuencia, el pensamiento misógino del filósofo griego comienza a

expandirse con la “teoría de la polaridad de los sexos”, que establece al hombre como

superior a la mujer, dando un “giro brutalmente hostil a lo que en ese momento era vivido

y entendido como lo femenino”

Las mujeres europeas bajomedievales sufrieron violencias por dos elementos culturales

de su época, en primer lugar, por el contexto de violencia feudal. Además, la inferioridad

de las mujeres es legitimada tanto por los teólogos como por los médicos y, en

consecuencia, es institucionalizada mediante los corpus legislativos civil y canónico; de

este modo, el patriarcado coloca a los sujetos femeninos en una situación de “desiguales

derechos y obligaciones” en comparación a los masculinos.

De la posición superior de los hombres nace la violencia que se ejerce sobre las mujeres,

una violencia que “en absoluto fue recíproca”, ya que si algunas mujeres pudieron agredir

a hombres “siempre fue de manera excepcional e individual” y no del género femenino

sobre el masculino. Esta violencia de género, dice Cristina Segura, corresponde a todo

tipo de acoso por cualquier hombre “en situación de superioridad respecto a ellas”, y no

aquella ejercida exclusivamente por su pareja; proponiendo a demás denominarla

“maltrato a las mujeres”, con la intención de eliminar los eufemismos visibilizando así al

género agredido y añadiendo dureza al violento llamándole “maltratador”. También

defiende que las mujeres deben ser consideradas como oprimidas, y no como

marginadas, ya que no pueden abandonar su condición de féminas, al contrario de las


personas marginadas, como las prostitutas o las esclavas, que si abandonan su condición

excluyente pueden reintegrarse en el grupo.

La confluencia de la violencia feudal y la patriarcal, afirma Cristina Segura, hará que las

mujeres medievales vivan “una situación especialmente grave”. Sin embargo, el carácter

estamental de la sociedad medieval supondrá un diferente ejercicio de la violencia según

la condición de la mujer, siendo este factor determinante para muchas, aunque en general

tengan un estatus semejante al de la minoría de edad, por lo que dependían de las

decisiones de los hombres; primero sometiéndose a las disposiciones de su padre en

materia de matrimonio, y posteriormente bajo el mando del marido, que continuaba

ostentando la potestad sobre el cuerpo de su mujer y creaba una serie de violencias sobre

ella. Las mujeres podían esquivar este contexto opresivo ingresando en conventos o en

beguinajes, pero también crearon espacios de libertad, de solidaridad y creación de

sabiduría allí donde el patriarcado les recluía en el ámbito doméstico, donde interrumpían

su condición de subordinada y evitaban las violencias en un contexto femenino.

El adulterio y la violación eran parte de la violencia que vivía la mujer en la edad media,

las agresiones que sufrían y de las que no se les protegía, eran delitos/pecados que se

juzgaban de manera diferente, manifestando claramente la relación de poder. Estos

delitos, como otros, eran considerados pecados por la iglesia que también era

discriminadora, la superioridad del hombre creaba tantas violencias que las mujeres solas

eran más vulnerables y se contemplaba al matrimonio como una especie de refugio.

El delito pecado del adulterio se contemplaba como un delito “típica y exclusivamente

femenino”, esta consideración radica en el honor del marido está depositado en la mujer

como medio de trasmisión de su linaje, ya que las teorías aristotélica, hipocrática y

galénica consideraban a la sangre menstrual como un elemento de nutrición para el feto

que, fuera de la función reproductora, contenía connotaciones de imperfección en


oposición a la sangre masculina, que era considerada superior junto al esperma, por lo

que el linaje del hombre se transmitía mediante su depósito en la mujer.

Sim embargo, el adulterio por parte del marido era considerado como algo natural y

positivo para la pareja, ya que el desahogo sexual de un marido físicamente más fuerte

que la mujer podía causarle daño, sobre todo teniendo en cuenta que la mujer honrada se

consideraba “objeto de respeto, de dulzura y compresión, de tierna amistad, pero nunca

de pasiones desordenadas”, por lo que se entendía que era mejor que el marido aliviase

sus deseos sexuales en un burdel antes de dañar y pervertir a la madre de sus hijos.

En consecuencia, las mujeres “eran castigadas con la muerte y con las penas del

infierno”, mientras que los hombres eran multados por haber “atentado contra la

propiedad de otro hombre” o no sufrían consecuencias.

En el contexto social, se esperaba que la mujer entendiese y perdonase el engaño de su

marido; algo que no sucede a la inversa de hecho, las mujeres ya conocían las

consecuencias de cometer adulterio; desde el exilio y la pérdida de bienes hasta la

muerte. Si las correcciones maritales que el hombre podía llevar acabo no daban frutos

satisfactoriamente para él, éste podía abandonar a su mujer o expulsarla del hogar sin

que pueden volver a contraer matrimonio.

Otro tipo de violencia emanada de la subordinación de la mujer fue la violación, uno de los

delitos o pecados sexuales más graves. Como afirma Jacques Rossiaud las violaciones

eran normales en las ciudades, sobre todo en las más grandes, y se producían en

cualquier momento del año sin la necesidad de un contexto con alcohol. Las mujeres eran

víctimas de los deseos sexuales de los hombres que las violaban “como una suerte de

ejercicio de poder sobre la víctima” o, como señala Iñaki Bazán, porque la violación era

el “punto final a una situación de acoso sexual permanente a la que le hombre sometía a

la mujer”. Además de estas agresiones motivadas por el placer sexual, podría a ver otras

razones como forzar un matrimonio o lacrar a la mujer y su familia, aunque Ricardo


Córdoba sostiene que sería demasiado arriesgado jugarse la vida y la libertad por motivos

vengativos u ofensivos.

Existían grupos femeninos más vulnerables a estos ataques las mujeres pobres, con mala

fama, prostitutas o solteras estaban más expuestas a la violación. La pobreza no era el

único peligro que las mujeres solas podían sufrir, también eran más vulnerables a otras

violencias ejercidas por los hombres, y es que el hecho de que no tuviesen un referente

masculino que la protegiese hacía sospechar a la comunidad de ser poco honesta y por lo

tanto, estaban más indefensas.

La situación de vulnerabilidad de las mujeres solas hizo que su condición no fuese un

modelo “deseable”, por lo que “hacían todo lo posible” para casarse; de hecho, en las

clases privilegiadas los matrimonios se pactabas, y en las clases humildes, como las

sirvientas -muy vulnerables a la violación-, buscaban marido para poder liberarse de su

trabajo.

1.4 Época moderna

En este periodo, la violencia contra la mujer presenta nuevos fenómenos que

menosprecian a la participación de la mujer dentro de la sociedad, reprimiéndola tanto

política como económicamente. La figura del patriarcado sigue estando presente,

restringiendo a la mujer a un papel subordinado, de igual manera, la clase social y sus

ocupaciones según el nivel económico y social influyen en el grado que se desarrolla la

discriminación.

La época moderna supone un periodo de profundas transformaciones que van a construir

las bases del mundo contemporáneo: el descubrimiento de América, con el encuentro de

diferentes culturas, el aumento del poder del estado, la pérdida de poder de la iglesia y la

aparición de nuevos valores basados en el hombre (el humanismo) y en la ciencia

experimental, fueron cambios que afectaron negativamente la vida de las mujeres.


El renacimiento supuso un “renacer” pero solo para los varones, que ven mejoradas en

esa época sus posibilidades educativas y laborales. Para las mujeres fue todo lo contrario:

no pudieron acceder a la educación humanista y los nuevos estados, centralistas y

uniformadores, dictaron leyes que restringieron aún más sus posibilidades. La universidad

excluye a las mujeres y el saber pasa a ser patrimonio del varón.

La burguesía ciudadana terminó apartando a las mujeres de la herencia, que pasó a

transmitirse únicamente por vía masculina y primogénita, a sí mismo se excluyó a las

mujeres de las profesiones que venían realizando y se les recluyó cada vez más al ámbito

familiar.

En el mundo rural, la mano de obra en el campo seguía basada en el trabajo de las

mujeres (las labores agrícolas y las manufacturas caseras). A partir del siglo XVII y XVIII

se ampliaron los trabajos de encaje y bordados, industria que quedó en manos femeninas

por la posibilidad de realizarlas en el hogar. Las condiciones de vida de las mujeres

campesinas no variaron desde la edad media: todo el peso del trabajo en la casa recaía

sobre ellas desde la mañana hasta la noche y debían participar, además, en las tareas

agrícolas y trabajar como temporeras en épocas de vendimia, aunque su salario era

siempre inferior al del hombre.

A nivel social se sigue con el concepto de antaño, que los padres deberían escoger la

pareja de sus hijas, o en todo caso estas eran escogidas por los hombres, quienes pedían

su mano. En la nobleza y la alta burguesía las mujeres debían aprender la doctrina

cristiana, a leer y a escribir, costura y a veces música. Para ellas, la educación solo podía

ser llevada en casa con sus madres o profesores particulares o, bien en conventos donde

eran obligadas a pertenecer a la vida religiosa y no por vocación propia.

En general, las mujeres no podían formar parte de los ejércitos (aunque algunas

destacaron en el campo de batalla, como la famosa Juana de Arco) ni podían ser notorias,

ni escribanas, como tampoco podían ocupar cargos de representación en los parlamentos


locales. Únicamente podían participar en la supervisión de algunos hospitales. Las

mujeres solo podían destacar en el papel de ser madre. La maternidad era su profesión e

identidad, sin embargo, en esta etapa se da el inicio de las mujeres en el mundo

intelectual, es así que, las mujeres aprenden a leer, escribir, asisten a academias literarias

y salones nobiliarios, pese a que los hombres no veían con buenos ojos que las damas

acudieran a las aulas a estudiar.

Desde la edad media el único discurso imperante y válido era el masculino, de manera

que la información que existe sobre actividades cotidianas, pensamientos, actitudes,

comportamientos, etc., nos llega directamente de clérigos masculinos, al ser la sociedad

medieval una sociedad estamental, encontramos a la mujer noble, la monja y la

campesina. La mujer noble, a pesar de las riquezas y el poder que pudiera poseer, no

dejaba de ser una pertenencia del padre, marido o hijo, o moneda de cambio en

matrimonios de conveniencia política, estrategia o económica, que al final venían solo a

favorecer a uno u otro hombre. Además, rara vez se les permitía participar en política y

tampoco podían disfrutar de su dote ni aun siendo viudas.

La figura de la mujer religiosa se presentaba como vía de escape a mujeres que habían

pecado y querían redimirse, mujeres que no podían gozar de una dote en su matrimonio,

o mujeres que huyen de un matrimonio pactado. Pero aún más difícil se presentaba la

vida para la mujer campesina. Encargada de la casa, la educación de los hijos, la

limpieza, y en muchas ocasiones trabajaba además fuera del hogar en el negocio familiar,

como servicio doméstico en otra casa, como jornalera en el campo o en labores de hilado.

No hace falta decir que le acceso a la educación para estas clases sociales, sobre todo en

zonas rurales, era casi imposible.

Independientemente de la clase social a la que perteneciera, la mujer medieval era la

clara constatación de la diferencia entre los sexos, se le considera sin rigor por el simple

hecho de ser mujer, con inteligencia y capacidades menores, y en casos extremos incluso
sin alma. La cuestión de la diferencia de sexos en la edad media era una cuestión

biológica: eran seres débiles, moralmente, ya que constituían a la puerta del pecado; y

físicamente debido a la menstruación, que se entendía como lo sucio y diabólico que salía

de ellas.

Además, desde la más temprana edad media se oponían las dos imágenes de mujer: Eva

y María. Eva, y por extensión todas las mujeres, eran la imagen del pecado, por el cual los

hombres habían sido desterrados del paraíso y castigados por dios. María representaba la

virtud, la castidad y la entrega; la única excepción. En lo que respecta a la educación de la

mujer, había muchos autores que defendían con criterios biológicos la discapacidad

intelectual de las mujeres, basándose en la teoría aristotélica de los cuatro humores: las

mujeres son frías y húmedas, y por lo tanto emocionales; los hombres calientes y secos,

es decir, racionales.

1.5 Vista de la sociología

En sociología el patriarcado se entiende como la forma de familia centrada en el padre o

marido, al cual corresponde la autoridad. Su origen parece relacionarse con aparición de

la agricultura y de la propiedad privada –sociedad feudal-, en las que las actividades de

poder, bélicas, económicas, y sociales pasaron a ser competencia casi exclusiva del

varón.

La sociología es una ciencia joven y polémica, hoy en la “comunidad sociológica” no hay

un consenso sobre su objetivo y método. Max Weber, consideraba que las ciencias

sociales eran una serie de actividades por medio de las cuales los hombres de una época

intentan comprender “los fenómenos políticos, artísticos, literario y sociales en términos

de sus orígenes”, ello para “aclararse”, para “explicarse el significado ultimo de su propia

conducta” Weber pensaba que las ciencias sociales eran esencialmente históricas y

aquellas consistían en un conocimiento de lo particular. Cada época histórica tiene que


producir “su” ciencia social, un conjunto de conceptos que respondan a las necesidades

de explicación que ella plantea. Desde esta perspectiva la sociología no es un saber

acumulativo. Constituyen más bien una suerte de arsenal de conceptos, una caja de

herramientas de las que se teman las más útiles para conocer una realidad especifica que

presenta problemas también particulares. (cita)

La violencia hacia las mujeres, surge como problema sociológico, relevante sobre todo a

partir de la militancia de los movimientos feministas. Estos han estado presentes desde

las luchas por el sufragio universal, luego de que la revolución francesa estableciera la

igualdad jurídica, las libertades y derechos políticos para los hombres, excluyendo a las

mujeres, hasta las reivindicaciones por la participación en instituciones educativas, o

contra la discriminación laboral.

El concepto de violencia no es privativo de la sociología, muy por el contrario, ha sido

trabajado por las más diversas disciplinas (unesco,1981). Pero en sociología tiene un

lugar de especial importancia como desarrollo de las teorías sobre el conflicto, de la

dominación y del cambio social. Sim embargo, permanece impreciso y lo utiliza

asimilando a conceptos como poder, explotación, coacción, y autoritarismo, además de

dominación y conflicto.

Concientizar, prevenir, atender y erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus

formas ha sido uno de los objetivos de miles de personas en diversas partes del mundo,

el cual el objetivo no ha sido fácil. Eliminar la violencia hacia las mujeres sigue siendo un

reto pendiente, sobre todo cuando su normalización forma parte del sistema y condiciones

sociales, económicas, políticas y culturales en las que vivimos; además de que

históricamente han vivido siglos de opresión, injusticia y violencia.

A pesar de que se impulsa que la violencia de género sea un asunto central de la agenda

de las naciones, de manera cotidiana las mujeres continúan siendo objeto de acoso

callejero, celos, control del dinero, comportamientos violentos en las relaciones de pareja,
manipulación emocional, incesto, acoso sexual, matrimonio infantil, agresiones físicas,

violencia obstétrica, prohibición para ejercer el derecho a trabajar, impedimento para

estudiar, prohibición de practicar algún deporte, humillaciones, burlas, subvaloración,

violencia sexual, feminicidio, entre muchas otras formas de violencia.

El reto es aún mayor cuando la violencia de género parece ser, además de naturalizada,

fomentada desde el hogar, escuela, medios de comunicación y demás instituciones, a

través de las cuales se promueven relaciones sociales basadas en la desigualdad. La

reproducción de los estereotipos de género construidos socialmente como que las

responsabilidades del hogar atañen únicamente a las mujeres, que las mujeres están

limitadas a la procreación y a la atención del esposo, y el matrimonio ha servido para

legitimar la subordinación femenina y fomentado que la violencia contra las mujeres

comience incluso desde antes de su nacimiento y continué a lo largo de su vida. (cita)

La sociología como ciencia estudia la estructura y el funcionamiento de las sociedades

humanas, también las relaciones sociales en los procesos de interacción y las

desigualdades sociales que la atraviesan y generan conflictos, y la estratificación social.

El hombre como ser social, el individuo como actor social es un producto de los procesos

de socialización mediante los cuales construye su identidad personal y colectiva,

incorporan simboles, valores, y significados que facilitan su conocimiento y los dota de

habilidades para tener una relación interactiva con el medio en correspondencia con un

determinado orden social.

Musgrave (1988) planteó que la socialización es la educación en el sentido más amplio:

el proceso mediante el cual se adquiere un sentido de identidad personal y se aprende lo

que las personas creen de la cultura circundante y cómo esperan ellos que uno se

comporte. Con la socialización un infante se transforma gradualmente en un miembro de

la sociedad más conocedor y más o menos cooperativo.


Emilio Lamo plantea que es “el proceso por el cual el individuo en desarrollo se

adapta a los requerimientos de la sociedad en que vive. La socialización está

estrechamente ligada al aprendizaje y a la formación de la personalidad ya que se

realiza durante todo el proceso evolutivo” (cita)

En el proceso de socialización los individuos aprenden tanto las habilidades

necesarias para el ejercicio profesional futuro, orden instrumental, como los valores

sociales consensuados que garantizan la integración social, orden expresivo. El

aspecto moral normativo de la socialización, especialmente en la educación primaria,

es el más destacado y constituye un criterio de evaluación del rendimiento que se

mezcla e incluso predomina la asimilación de conocimientos (cita)

La socialización es esencial en la conformación de la identidad en general y de la

identidad en particular. El género es la categoría correspondiente al orden

sociocultural, configurado sobre la base de la sexualidad y esta a su vez definida y

significada históricamente por el orden genérico. A partir del momento de ser

nombrado, el cuerpo recibe una significación sexual que lo define como referencia

normativa inmediata para la construcción en cada sujeto de su masculinidad o de

feminidad, y perdura como norma permanente en el desarrollo de su historia personal,

que es siempre historia social: “el género es una construcción simbólica y contiene el

conjunto de atributos asignados a las personas a partir del sexo” (cita)


1.5.1 Religión

Cuando no existían las religiones monoteístas se creía en los poderes de la naturaleza,

las mujeres eran libres y veneradas porque podían dar a luz a otro ser. Luego apareció

Dios, en sus diferentes acepciones, pero siempre hombre, y el sexo femenino fue

subyugado.

Según Quinceno y Vinaccia (2009), “la religión es un sistema organizado de las

creencias, prácticas, rituales y símbolos diseñados para facilitar la cercanía a lo sagrado o

transcendente” Andrade, (2005) expresa que desde la segunda generación cristiana (70-

110 d.C) se evidencia un profundo cambio, perdiendo el protagonismo de la mujer hacia

una transición patriarcal. (cita)

La expansión de las religiones monoteístas –judía, budista, cristiana, y musulmana-

reforzaron el patriarcado con la existencia de un solo dios, masculino y todo poderoso, al

tiempo que las mujeres desaparecieron de los templos y de los ritos religiosos en los que

antes habían tenido algún protagonismo. La mujer se relaciona entonces con lo

pecaminoso y lo demoniaco.

En la biblia de los cristianos, es una mujer la una causante de que el resto de los mortales

fueran expulsados del “Paraíso Terrenal”, pese a quien comió “el fruto prohibido” fue el

hombre y no ella. Esta historia tiene coincidencias en otras religiones y libros sagrados.

Entre los siglos XV y XVIII se registró la muerte de unas 60.000 mujeres en Europa

Occidental acusadas de brujería, quienes antes eran sometidas a torturas horripilantes y

todo tipo de vejámenes.

Cristianismo y judaísmo, dos religiones con características particulares y diferenciadoras,

no pueden ser vistas por separado en cuanto al rol que en ellas tiene la mujer, ya que

proceden de una raíz común. Jesús profesaba el judaísmo, y se consideró que era el

mesías anunciado en el antiguo testamento. Tanto el judaísmo como el cristianismo creen

en la premisa del pecado original, que se refiere a cunado Eva fue tentada por la
serpiente y provocó que, tanto ellas, como Adán fueran expulsados del paraíso, en esta

historia del génesis también se cuenta cómo Eva salió de la costilla de Adán, lo que indica

que nunca fue concebida como un ser independiente.

Según los primeros cristianos, como lo expresa Tertuliano (160-220), por culpa de la

mujer Jesucristo tuvo que morir en la cruz para redimir al mundo del pecado, y además, a

raíz del incidente con la manzana, Dios condenó a los hombres a ganarse el pan con el

sudor de la frente, por lo que más o menos la mujer viene a ser la causante de todas las

desgracias de la humanidad.

Especialmente para los católicos, el rol de la mujer siempre fue la procreación, cuidar a

los hijos y servir al marido, y los avances impulsados por las feministas invariablemente

se vieron como una desviación peligrosa. Por otro lado, aunque en el caso de los

protestantes sí se ha permitido que las mujeres sean sacerdotes, en el seno de la iglesia

católica éstas no pueden oficiar misas; en gran parte que están contaminadas por los

ciclos menstruales. Las monjas sólo sirven para practicar la caridad, cuidar enfermos y

educar a los niños, mientras que los curas siempre disfrutaron de una formación

intelectual privilegiada.

En cuanto al judaísmo, su origen se remota ala año 1950 A.C., cuando Yahvé se le

apareció al patriarca Abraham y lo instó a dirigirse a las tierras de Canaán. Esta religión

no escapa del cuadro discriminativo a la mujer, con el agravante de que, al ser una de las

religiosas étnicas, lo cual se ratifica ante el hecho de que todo niño nacido de una mujer

judía es judío, el sexo femenino tiene menos escape.

El islam, que significa sumisión a Dios, es la religión de los musulmanes y se fundamenta

en el Corán, el cual contiene la palabra entregada por Alá a través del profeta Mahoma

cuando éste vivía en la meca (Arabia Saudita). Esta religión, que más allá de una ciencia,

conforma toda una cultura. Los pueblos árabes tienen sus orígenes en tribus nómadas

beduinas, en ellas, a pesar de que los hombres eran jefes de los clanes y la máxima
autoridad, la madre era la más importante de la familia, y luego las tías maternas. Por tal

razón, el dátil, alimento primordial, era llamado “madre y tía del desierto”. El Corán acabó

con este pasado, ya que, según sus preceptos, todos los hijos nacidos de un matrimonio

musulmán pertenecen al padre.

En el hinduismo durante la etapa védica, las mujeres, igual dependían del sexo

masculino, tenían mucha más libertad: podían tener acceso a las escrituras sagradas, ser

funcionarias públicas, elegir con quien casarse y poseer bienes. No así desde que

aparecieron los brahmanes o sacerdotes y se impuso el Código de Manu. A partir de

entonces, el sexo femenino pasó a ser propiedad de los hombres, y su única función se

tornó en tener hijos y procurar la felicidad de su conyugue, aunque fuera maltratad.

Por tal motivo, la educación se convirtió en un privilegio masculino, y las viudas

comenzaron a arrojarse a la pira donde ardían los restos de sus esposos (lo cual fue

prohibido a partir de 1829), para ahorrarse un futuro demasiado ingrato. Las leyes de

manu establecen que la mujer debe obedecer primero a su padre y posteriormente al

marido; si llega a enviudar, a su hijo mayor o a la familia del difunto, ya que no puede

gobernarse a sí misma y le está prohibido contraer segundas nupcias, cosa que los

hombres si hacen.

La vida de los hinduistas transcurre en medio de numerosas ceremonias, dedicadas en su

mayor parte al sexo masculino. A lo largo del año, acontecen fiestas donde los hombres

peregrinan a santuarios y otros lugares sagrados, pero solo, y en algunos casos, las niñas

antes de haber tenido su primera menstruación, o las mujeres después de la menopausia,

pueden asistir.

Está en la esencia de la sociedad; las religiones han perpetuado una imagen de la mujer y

del hombre distintos, con roles diferentes. En las épocas más remotas, las mujeres eran

solamente reproductoras; pues bien, la religión perpetúa esa imagen hasta que,

posteriormente, añade la función de la mujer como cuidadora de la familia. De hecho, en


el inicio de todas las religiones, la mujer es una especie de hibrido, no es un humano

completo: incluso se llegaba a hablar de que las mujeres tenían el cerebro mas pequeño.

Tanto en Israel como en varias iglesias cristianas, el sacerdocio es exclusivamente

masculino, con todas las consecuencias que este provoca, por ejemplo, en el caso de la

iglesia católica que resalta por su peso histórico, político y numérico, solo los varones

pueden ser ordenados diáconos, presbíteros u obispos, conformados estos últimos lo que

se denomina el magisterio de la iglesia, quien ejerce la función de intérpretes oficiales de

lo que se conoce como “fuentes de revelación”, la escritura y la tradición. Solo ellos

pueden administrar el sacramento de la eucaristía, en cuanto que son quienes consagran

el pan y el vino. Ellos son lo que conforman la jerarquía de la iglesia a quien le cabe la

tarea de gobierno (el obispo de la diócesis, el presbítero de la parroquia). En el caso de

las mujeres, se habla de una doble exclusión: por laicas y por mujeres.

1.5.2 Monarquía

En este caso se entiende que desde siempre en el sistema familiar ha habido un

salvajismo, en el que el superior oprime al inferior, entendiendo son esto, que la mujer

como miembro de la sociedad es frágil y débil, ya que ésta se encuentra en una posición

en la que le hombre es el fuerte y con poder, por ende, debe salvaguardarla y protegerla.

En donde aprovecharse de esta posición el hombre confundiendo protección y

salvaguardarla se ha entendido en algunos casos que convierte en su agresor, utilizando

fuerza y poderío.
Durante la monarquía constitucional, la mujer estaba fuera de las instituciones, así que

era más sencillo moverse sin ser controladas”. Es decir; el hecho de ser ciudadanas de

segunda categoría y la infravaloración de sus capacidades intelectuales y políticas las

colocó en situación privilegiada para apoyar la conspiración. “por ejemplo, muchas

reuniones se convocaban en casas de viudas.

1.5.3 Hogar

Para muchas personas las vivencias familiares no suelen ser como en tantos cuentos y

novelas se decía: de amor, cuidado y protección. Por el contrario, el hogar para ellas y

ellos es un espacio de terror y riesgo permanente a su integridad.

La familia ejerce un proceso formativo en sí misma y propicia las condiciones de

desarrollo del ser humano, por tanto, la forma en la que se configura genera impactos en

los elementos psicosociales de sus integrantes. González, Gross y Pulido (2014), afirman

que la familia es el primer escenario de socialización donde se construyen valores,

normas, se tejen vínculos afectivos y desempeños cognoscitivos, dicho esto, se entiende

que la configuración familiar orienta las conductas de sus miembros, compuesto entre

dinámicas endógenas y exógenas, reflejadas en las prácticas socioculturales,

psicoafectivas y ético-políticas, siendo de naturaleza cambiante y adaptativa con relación

a las demandas del contexto. (cita)

Todas las personas y también las parejas son diferentes, por lo tanto, tienen distintos

puntos de vista, creencias y maneras de hacer las cosas. A veces estas diferencias

pueden crear conflictos, que son normales en las familias y en las parejas, lo importante

es que éstos deben solucionarse mediante el diálogo, el respeto mutuo, la tolerancia y la

aceptación de las diferencias.

Muchas veces intentamos encontrar explicaciones que justifiquen el hecho de que alguien

pueda ejercer violencia sobre otra persona. Sin embargo, es importante recordar que ni el
consumo de alcohol o de drogas, ni el estrés, ni el cansancio, justifican la utilización de

malos tratos en cualquiera de sus formas. La violencia doméstica se refiere a todo acto

de violencia perpetuado contra las mujeres y niñas en el ámbito del hogar. Este tipo de

violencia puede presentarse de diferentes maneras, ya sea golpeando a la esposa, por

violación dentro del matrimonio o con el incesto, si bien en su mayoría, estos abusos son

cometidos por los hombres en contra de sus parejas femeninas.

Muchas veces se cree que la violencia dentro de las familias se reduce a los efectos de

las lesiones físicas, desestimando los serios daños psicosociales. Generalmente comenta

el Dr. Saúl Franco la violencia casi se reduce en los registros cotidianos a los episodios

sangrientos, explosivos y letales. Como si la vida solo se alterar con su liquidación y no

con una inmensa variedad de formas de entorpecerla, entristecerla, hacerla menos feliz,

placentera y productiva. (cita)

La violencia doméstica, también llamada violencia de pareja, ocurre entre parejas que

tienen una relación íntima. La violencia doméstica puede adoptar muchas formas, entre

ellas, el abuso emocional, sexual y físico, y las amenazas de abuso. Las relaciones

abusivas siempre conllevan un desequilibrio de poder y control, el abusador usa palabras

y comportamientos intimidatorios e hirientes para controlar a su pareja.

La violencia se da dentro de la pareja como una manifestación de relaciones de poder, o

sea, como un mecanismo del sujeto dominante contra el dominado, para mantener el

poder dentro de la relación. La agresión se da siempre de la parte más fuerte contra la

más débil o vulnerable, y en nuestra sociedad, por su cultura patriarcal (en la que el

hombre sustenta el poder) la violencia se ejerce predominantemente contra la mujer.

Aunque algunas relaciones son claramente abusivas desde el principio, el abuso suele

comenzar de manera sutil y empeora con el tiempo.

En el hogar sedan muchas manifestaciones de violencia comúnmente se mezclan unas

con otras. La violencia física se da a través de golpes, patadas, quemaduras y no pocas


veces culmina en homicidio. Los insultos, las humillaciones amenazas de abandono, el

chantaje económico, las ofensas, el responsabilizar a la mujer de todo lo malo que ocurre

en el hogar y las burlas son algunas de las formas de agresión verbal o emocional, que

también se da cuando no se le permite a la mujer salir del hogar o no se le permite recibir

visitas o tener amigas.

A la mujer no se le maltrata por ser madre, novia o ama de casa, si no por ser mujer , por

ello es importante delimitar conceptualmente la violencia que se ejerce sobre la mujer, ya

que al denominarla incorrectamente, por ejemplo como “violencia doméstica” o “violencia

familiar”, se está relacionando sólo con un ambiente concreto, el familiar o el doméstico, y

de ahí se puede pasar con relativa facilidad a limitarlo a determinados tipos de familia, a

ciertas circunstancias, a algunos hombres que son enfermos, alcohólicos o especialmente

violentos, o también a mujeres que los provocan. (cita)

En la vida de la pareja es muy común que se de contacto sexual en momentos en que la

pareja no quiere, en lugares o formas que ella no desea y sólo para satisfacer el deceo

del hombre. Las relaciones sexuales son un derecho para el hombre y un deber para la

mujer, para él son fuente de placer, para ella sólo tienen la finalidad de procreación; esta

concepción es bastante generalizada en nuestro medio, es otra fuente de violencia contra

la mujer pues no solo se le obliga a hacer algo en contra de su voluntad, sino que también

desencadena la agresión física cuando ella se niega a complacer a su esposo o

compañero.

La violencia, en las relaciones sociales y particularmente dentro de la familia, se convierte

en unos de los obstáculos más serios para el crecimiento de las personas, deteriora la

calidad de vida y genera muertes evitables.

“La violencia intrafamiliar, como concepto viene gracias a los movimientos de mujeres que

hicieron visible la violencia conyugal y con su contestación hicieron posible considerar que

la violencia contra la mujer dentro del hogar, es una violación de derechos humanos, y
hace parte de la visión culturalmente asumida en las sociedades sobre el matrimonio, la

crianza de los hijos, las relaciones de pareja”. (cita)

Este tipo de violencia se reconoce como parte de lo familiar, como un espacio que

pertenece a la esfera de lo íntimo de cada persona, justificando los actos violentos como

herramientas útiles que permiten educar, mantener el control, o como instrumentos

legítimos para resolver, o mejor aún, poner fin a los conflictos.

1.6 Actualidad

La violencia contra las mujeres afecta a las mujeres en todas partes, impacta en su salud,

dificulta su capacidad para participar plenamente en la sociedad, afecta el disfrute de la

salud sexual y reproductiva y es una fuente de tremendo sufrimiento físico y psicológico

para ellas.

La violencia de pareja sigue constituyendo un tabú social y cultural, a pesar de ser un

fenómeno de gran magnitud en México y un grave problema de salud pública en el

mundo. Debido a que el ejercicio de la violencia masculina se sigue considerando como

algo “normal”, con frecuencia resulta “invisible” aun para las propias mujeres maltratadas

y esto incide en una inadecuada respuesta al problema.

Esta naturalización del problema resulta relevante porque puede poner en riesgo la vida

de las mujeres, no solo por las agresiones físicas sino también por el maltrato emocional o

las agresiones sexuales de la pareja hacia ellas, las cuales pueden ser tan severas que

causan un daño a su integridad física y emocional. La educación que hemos recibido en la

escuela, en la casa, a través de los medios de comunicación, nos enseñan un

determinado tipo de roles que deben desempeñar hombres y mujeres en la sociedad.

A lo largo de la historia se ha tolerado la violencia como una forma de resolver las

tensiones y los conflictos, todas las mujeres viven en mayor o menor intensidad diferentes

formas de violencia. Sufren violencia cuando no reconocen ni valoran su trabajo, cuando


las hacen callar haciéndoles creer que su opinión no es importante, cuando se utiliza un

lenguaje sexista que no nombre a las mujeres, cuando les pagan menos que a los

hombres por realizar las mismas funciones, cuando tienen que convivir con mensajes

publicitarios que las tratan como objetos sexuales, cuando presentan miedo al caminar

solas.

La violencia contra las mujeres es una expresión de la relación de desigualdad entre

hombres y mujeres. Es una violencia basada en la información de la superioridad de un

sexo sobre el otro; de los hombres sobre las mujeres. Afecta a toda la organización de

nuestra sociedad y, por lo tanto, estos actos violentos debemos analizarlos dentro del

contexto social que vivimos. En el ámbito de las relaciones de género, las agresiones

contra la mujer, sea cual sea la forma en la que se exprese o la denominación que se le

dé, siempre causa trastornos emocionales profundos y duraderos. Al respecto, Proveyer

(2008) declara que los estudios realizados en el ámbito de la violencia de genero permiten

asegurar que éste es un problema cultural y de aprendizaje que se sustenta en el poder

masculino. Este poder se manifiesta, principalmente, en circunstancias difíciles

productoras de tención que acrecienta los conflictos, las crisis morales y confunde los

valores, convirtiéndose en una espiral que asciende, se propaga y se emplaza en las

relaciones de pareja. Este poder masculino se aprende a través de las prácticas

familiares de socialización, de los medios de comunicación y de la educación, pues estos

reproducen patrones sexistas que mantienen vivos los rasgos patriarcales. Socialmente,

se enseña a los varones, desde niños, a solucionar conflictos echando mano a la

violencia; se le enseñan roles de poder. (cita)

La violencia es exacerbada por la situación de las mujeres y la interseccionalidad de

muchos factores socioeconómicos, las mujeres en todos los países, independientemente

de su posición, clase social, edad, casta o religión, experimentan la violencia en

prácticamente todos los ámbitos de la vida, ya sea en el hogar, en las escuelas, en el


trabajo, en las instancias de gobierno, o en tiempos de conflicto o crisis. La violencia

también está presente a lo largo de la vida de la mujer, afectando a niñas, y también a

mujeres mayores. Sim embargo, existen grupos específicos de mujeres que sufren

diversas formas de discriminación, como son las mujeres con discapacidad, las migrante,

las lesbianas, bisexuales y transgénero, quienes se encuentran más expuestas a

situaciones de violencia, por ejemplo, las lesbianas y transgénero enfrentan violencia por

su orientación sexual o identidad de género.

La violencia está incorporada en la identidad masculina, desde pequeños los niños

aprenden a responder agresivamente y se entrenan en aspectos activos como ganar,

luchar, competir, apoderarse, imponer, conquistar, atacar, vencer, etc. Mientras que las

niñas aprenden a ceder, pactar, cooperar, entregar, obedecer, cuidar, aspectos que no

llevan al éxito ni al poder y que son considerados socialmente inferiores a los masculino.

Los hombres han dominado el espacio público y han ejercido también su poder en el

privado, sobre toda su familia, este poder ha dado origen a un sistema de jerarquías que

se conoce como patriarcado. De acuerdo con la organización patriarcal de la sociedad

ambos sexos han desempeñado siempre papeles sociales diferentes, así los ahombres

han predominado en todas las esferas de la vida, quedando las mujeres reducidas al

espacio doméstico de la familia.

Mientras persista la violencia dentro de la familia, nuestra sociedad la tolere, muchas

mujeres permanecerán en este ambiente familiar del maltrato que puede causarles

inseguridad, miedo, y en algunos casos, la muerte. La violencia contra las mujeres no se

da únicamente dentro de la pareja. Las mujeres, también sufren violencia por parte de

otros hombres, parientes, jefes y compañeros, vecinos, amantes, extraños. Así, por

ejemplo, las mujeres mayores pueden ser maltratadas por sus hijos u otros parientes. Las

mujeres prostitutas a menudo sufren la violencia ejercida por sus “chulos” clientes.
Hay que señalar el papel negativo que juegan los medios de comunicación, reforzando

una imagen y lenguaje marcadamente diferentes para cada uno de los sexos, haciendo

aparecer a las niñas en papeles y situación de clara desigualdad y subordinación. Las

imágenes de violencia que parecen contra las mujeres, en particular violaciones o

esclavitud sexual, así como el uso de mujeres y niñas como objetos sexuales, incluyendo

la pornografía, contribuyen a perpetuar la violencia contra las mujeres.

En acuerdo con Adams, Goldmá, (1997), asegura que el hombre maltratador es un

individuo con ideas cerradas e incapaz de escuchar a los demás. Frecuentemente falta el

respeto, interrumpe cuando se le interroga, cambia de tema, no escucha no responde,

cambia las palabras y humilla a la víctima frente a otros. Aunque es observador acucioso

De la conducta de su pareja, es incapaz de observarse así mismo, frecuentemente

confunde el miedo con la rabia, y la inseguridad con la fanfarronería. Justifica su maltrato

en las causas que la provocan, sin conceder valor a las conciencias, pues no considera

que esté abusando de la víctima, o no lo toma enserio o responsabiliza a otros. Al

interrogarlo niega o minimiza sus actos de violencia o sostiene que es la mujer quien lo

provoca. Se comporta de manera muy distinta en público que en privado y su actuar

social suele ser amable y seductor; por lo general, tiene dificultar para expresar sus

sentimientos, utiliza tácticas de presión sobre la mujer como el generar culpa, intimidar,

amenazar, retener dinero, manipular los hijos, abusa de su autoridad, toma solo las

grandes decisiones, dice lo que hay que hacer y suele tener antecedentes de haber

presenciado episodios de maltrato o violencia en su hogar en la infancia. (cita)

En relación con las características y forma de manifestarse el maltrato a la mujer, uno de

los aspectos más importantes que se debe tener en cuenta es su intermitencia:

desaparece y reaparece en momentos distintos. Primero se “acumula mucho malestar” y

se producen roses frecuentes entre la pareja; a continuación, sobreviene el “acto más

violento”, en el que estalla todo ese malestar ocurre la mayor agresión, que puede ser
física, verbal o psicológica. En último lugar, se genera una situación llamada “luna de

miel”, en la que el agresor se arrepiente, se disculpa y promete que nunca más volverá a

maltratarla. Pasado cierto tiempo, este ciclo vuelve a repetirse. (Goldman, 1997)

La acumulación del malestar también se llama “fase de acumulación de tensión”. Se

identifica porque se vuelve crónica, y se manifiesta a través de conductas tales como:

maltrato psicológico mediante el cual, el hombre ridiculiza a la mujer, no toma en cuenta

su presencia, ni lo que ella dice, siente o piensa, se burla de sus opiniones, la corrige en

público, la critica, la amenaza, le prohíbe salir o trabajar y le pone sobrenombres, entre

otras, provocando en ella un paulatino debilitamiento de sus defensas psicológicas. De

hecho, hay veces que, aunque no se llega a la situación de episodio agudo de violencia,

la mujer vive un constante clima de maltrato.

La explosión del malestar desencadena, el episodio agudo de violencia, (físico o verbal).

Cuando es físico, presenta variaciones que pueden ir desde un pellizco, hasta el

asesinato. Es habitual que en pleno episodio de violencia el hombre obligue a la mujer a

mantener relaciones sexuales, generalmente, antes de estos episodios, el agresor

aumenta la intensidad de agresión, acusaciones, denigración, insultos, amenazas,

originando una atmósfera de miedo constante. Los lapsos entre cada episodio agudo son

variables e impredecibles, algunas veces son diarios y otras muy distanciados en el

tiempo, lo cual no indica que el grado de maltrato sea menor, ya que lo más probable es

que exista mayor tiempo de acumulación de tensión en la que predomina el maltrato

psicológico.

El momento del arrepentimiento o “luna de miel” es tradicional. El agresor se disculpa, se

comporta cariñosamente y hace todo lo que puede para persuadir a su pareja de que no

volverá a maltratarla, como resultado, la mujer recuerda los aspectos que la enamoran de

él cuando no es violento, y se reconcilian. Luego, en la intimidad y en situación de calma,


suele ocurrir que ambos encuentren excusas para justificar la violencia y que ella se culpe

de haberle fallado.

Otro rasgo característico del maltrato es que un porcentaje que oscila entre el 40 y el 89%

de mujeres que lo sufren, continúan con su pareja por muchos años. Se trata de un

asunto controversial que, según Echeburúa, Amor y Corral (2002), es dependientes de

diversas variables: socioeconómicas, emocionales y psicopatológicas. Tal conocimiento

es de importancia fundamental en la intervención psicológica pues, la problemática de la

violencia contra las mujeres no puede ser entendida focalizando su estudio solo en la

variable psicológica individual. (cita)

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