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MAESTRITO DE PUEBLO sudorosos, sin aliento,

(ABRAHAM RIVERA SANDOVAL, MEXICO) poniendo sobre un papel, solamente la huella de su dedo.
¡Que ya te dije que no! También vi a las mujeres sin huaraches,
Y tus caprichos no acepto. cargando la leña del cerro,
No importa que me dejes de hablar, y esos niños…
no me importa que te pongas molesto, esos niños hurgando entre los basureros.
aunque me cuelgues la cara, Recogí entre mi alma,
aunque me hagas sentimiento, a esa gente de mi pueblo,
mi permiso no he de darte, a esa gente sin fortuna, sin redención,
antes…antes, te lleno de cueros. sin consuelo y los metí,
Tanto dinero gastado, los metí aquí dentro, en mi corazón,
tanto esfuerzo, tanto estudiar: en mis entrañas, en mi cerebro.
La primaria, la secundaria, la preparatoria, Les di parte de mi conciencia y me confundí con ellos.
que cursos aquí, que cursos allá. Allí, frente a esos niños enfermos,
Tanta hablada de tu parte, pensé que eran unos angelitos
tantos sueños construyendo: despreciados del cielo.
Que ibas para médico, que no, Miré que no tenían alas,
que mejor licenciado, los miré casi sin cuerpo.
que ibas para político Angelitos sin hogar, sin virgen,
o tal vez para ingeniero. sin padre nuestro.
Y ahora que estás como chiflado, Y entonces pensé: Si me aferro a ser licenciado,
o loco te estás volviendo, médico, contador o ingeniero,
me sales de babosote, con la idea de ser maestro. ¿Cómo iba a despertar la conciencia de mi pueblo?…
¿Qué no te va a dar vergüenza de rebajarte tan feo? ¿En qué los voy a ayudar siendo licenciado?
¿No te va a dar pena de bajar a tal empleo? Tal vez no podría darles amor,
Maestrito… ¡Qué gran cosa! justicia o palabras de consuelo.
Uy… qué dignidad, que porvenir, No podría yo ofrecerles gran cosa, para calmar su tormento.
que importancia…que abolengo. Entonces volví a mi hogar.
Mira nomás. Maestrito de escuela. Todo lo tenía resuelto. Llamé a mi padre y le dije:
Un torpe. Un bueno para nada. –Padre, yo a usted mucho lo respeto.
Haragán, Irresponsable. Vago. Majadero. Comprendo sus ansias, sacrificios y sus sueños.
Un flojo al que solamente le gusta el dinero. Pero hoy, quiero que me escuche,
Maestrito… ¡mitotero! por favor, solo un momento.
A ver. ¿Qué les vas a enseñar a los niños? Si quiere que yo sea feliz,
. Si ni siquiera sabes cantar. si quiere de verdad que sirva a mi pueblo,
Mucho menos contar un cuento. si usted quiere que colabore para mejorar a mi México,
Maestrito, si usted quiere que dedique mi vida en lo que más quiero,
si así como vistes, solamente vas para cirquero. por favor, papá, se lo suplico.
¡Que normal ni que ocho cuentos! Deje que sea feliz con mis niños en la escuela,
Definitivamente no. deje que mi vocación se torne en mis clases y recreo.
No quiero que seas maestro. Yo quiero ser lección de amor,
Antes, te llevo al campo, para que seas jornalero, quiero que mis palabras sean versos,
Pa’ que el sol te dé bien fuerte que sea yo lucero con mis palabras del alfabeto.
y te hagas fuerte y prieto. Deje que sea manantial, para saciar la sed de mi pueblo.
Sí…así me dijo mi padre. Déjeme sufrir, déjeme luchar.
Y yo, que mucho lo quiero, Déjeme vivir con el pueblo para educarlos,
bajé la frente y salí de casa diciendo: para construir un colegio.
—Está bien padre. Estoy de acuerdo. Deje padre que luche, deme su permiso,
Haré lo que usted diga. se lo ruego.
De verdad, se lo prometo, Quiero sembrar esperanzas,
pero ya no esté enojado, quiero construir anhelos,
no sea que le vaya a hacer daño. quiero formar una escuela,
Ya no se enoje, haré lo que usted diga… una escuela a los cuatro vientos.
Seré licenciado o ingeniero. Una escuela de libertad, donde haya luz y cantos nuevos.
Entonces salí, Deme permiso papá, que sea un maestrito de pueblo.
vagué por las calles, por las huertas, Quiero marcar programas justos,
por el jardín, por la placita, por la iglesia, quiero trazar caminos nuevos,
pasé por una escuela y miré a muchos niños sin maestros. deje que siembre la mies,
También miré a los peones descalzos, deje que propicie el vuelo,
el vuelo de esa águila que parece no tener alas, ni aliento.
Usted ya ve, mi hermano es doctor,
el mayor es ingeniero,
ellos, han formado en su ingratitud,
un mundo diferente, de explotación,
de egoísmo, de lujos y de dinero.
A ver ¿Dónde están ellos?
Si de usted ya se han olvidado,
si ya no vienen al pueblo,
su mentalidad burguesa ha cambiado
¿Por qué no han venido a verlo cuando se pone enfermo?
Por favor, papá, se lo suplico, déjeme que sea maestro.
Mi padre se quedó pensando.
Y después de un gran silencio, me abrazó y me dijo:
—Sí muchacho, te comprendo.
Me has abierto los ojos.
Anda, ve a luchar hijo mío,
que aquí estaré esperando tu regreso.
Sé que traerás, muchas cosas logradas
con fe y con empeño.
Cuando vuelvas hijo mío,
vamos a estar muy contentos,
y tal vez se llenará esta casa,
con tu amor y los gritos de tus pequeños.
Si aquí no me encuentras ya,
yo sé que tendrán ese consuelo,
de volver a esta tu casa,
y de volver a tu pueblo.
Sé que vendrás a verme,
sé que vendrás por este viejo
y querrás con toda tu alma, enseñarme el alfabeto.
Si aquí no me encuentras ya,
ve a buscarme al cementerio.
Y allí, solitos los dos,
encerrados en el silencio,
me contarás de tus afanes,
de tus sueños logrados,
de tus sencillas tareas,
de tus éxitos, de tus progresos.
No me traigas flores hijo mío,
sé que no me las merezco,
ni cruz, ni nada. Solamente quiero tu recuerdo.
Anda hijo mío. Vete ya.
México espera tu esfuerzo.
Te espera el hombre ignorante,
te esperan los niños macilentos,
yo aquí me quedo esperando, con orgullo verdadero.
Anda hijo mío, vete ya.
Que, si de momento muero,
voy a gritar con orgullo,
voy a gritar a los cuatro vientos:
¡MI HIJO!... ¡MI HIJO!
¡ES UN MAESTRITO DE PUEBLO!

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