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La mirada del hablante: historias de vida, autoetnografía y

dramaturgia como metodologías cualitativas en la


formación docente e investigadora
The speaker's gaze: life stories, autoethnography and dramaturgy as
qualitative methodologies in teaching and researching training

Resumen

Las triangulaciones, conexiones e interdependencias metodológicas son cada vez más


frecuentes en la convivencia disciplinar entre la ciencia social y el arte: la investigación
y la creación se retroalimentan a partir de métodos y procesos que emergen de las
propias prácticas investigativas y artísticas. Este texto analiza el dispositivo docente
utilizado para articular un seminario –teórico y práctico– sobre metodologías
cualitativas de investigación en un máster universitario en orientación e intervención
psicosocial. Se propuso la historia de vida como técnica de investigación para
desarrollar durante la acción, que se llevó a cabo en cinco fases, entre los meses de
noviembre de 2022 y febrero de 2023. Con el objetivo de favorecer la imaginación y la
creatividad de las personas participantes se utilizó una mediación de carácter dialógico
a partir de la dramaturgia teatral: la idea era establecer las condiciones idóneas para la
interacción y abrir canales de comunicación que facilitaran la fluidez biográfica. La
propuesta incluye un ejercicio de escritura autoetnográfica que documenta la
experiencia y da cuenta de los resultados desde una mirada interna e implicada. El
texto expone las dificultades y hallazgos que surgieron con el grupo de trabajo y las
debilidades y fortalezas de los métodos empleados en el conjunto del proceso.

Palabras clave: Historias de Vida; Dramaturgia; Imaginación; Biografía;


Autoetnografía.

Abstract
Triangulations, connections, and methodological interdependencies are increasingly
frequent in the disciplinary coexistence between the social science and the art: research
and creation feedback on methods and processes that emerge from the research and
artistic practices themselves. This text analyzes the teaching device used to articulate a
seminar – theoretical and practical – on qualitative research methodologies of a
master's degree in psychosocial orientation and intervention. The life story was
proposed as a research technique to be developed during the action, which was carried
out in four phases, between the months of November 2022 and February 2023. With
the aim of encouraging the imagination and the creativity of the participants, a
dialogical mediation was established based on theatrical dramaturgy: the idea was to
establish the ideal conditions for interaction and open channels of communication that
would facilitate biographical fluency. The proposal includes an autoethnographic
writing exercise that documents the seminar and gives an account of the results from an
internal and involved perspective. The text exposes the difficulties and findings that
arose with the working group and the weaknesses and strengths of the methods used in
the whole process.

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Keywords: Life Stories; Dramaturgy; Imagination; Biography, Autoethnography.
Prácticas analíticas creativas

Con el desarrollo vertiginoso de las TIC se naturalizan en las primeras décadas del siglo
XXI nuevos dispositivos y plataformas tecnológicas que actúan de modo transversal en
la investigación interdisciplinar, epistemología y técnica convergen sin solución de
continuidad en la era del Metaverso. La educación superior a distancia, que hasta hace
poco tiempo era un sistema marginal, convive hoy con los campus universitarios, donde
la copresencia del cuerpo docente y el alumnado es fundamental. La sociología del
laboratorio en el que se desarrollaba la ciencia (Latour, 1997) es ahora un espacio
mucho amplio, más abierto, aunque no siempre hospitalario. Habitamos nuevos
lugares donde compartimos la palabra, el pensamiento y la acción académica, a partir
de nuestro teléfono, tablet o portátil, en la soledad de nuestra casa o en la quietud
silenciosa de un banco en un parque. El contexto cambia de forma imparable y las
metodologías de análisis de los fenómenos sociales evolucionan con las nuevas formas
de vida. En estado estado de cosas, las triangulaciones, conexiones e interdependencias
metodológicas son cada vez más frecuentes en la convivencia disciplinar entre la ciencia
social y el arte; las investigaciones se retroalimentan a partir de métodos y procesos
para la producción de conocimiento que en ocasiones emergen de las propias prácticas
docentes e investigativas.

Dentro del marco biográfico, a caballo entre las ciencias sociales y las literaturas, la
autoetnografía (AET) y la historia de vida (HV) se presentan como narrativas
cualitativas que intentan comprender los fenómenos sociales que estudian, y lo hacen
desde el propio marco de referencia de las personas participantes en la investigación: se
trata de repensar el uso de la imaginación biográfica para el desarrollo y los resultados
de ese proceso. En este artículo se presenta una experiencia docente para la formación
en investigación cualitativa en la que se exploran metodológicamente la HV y la
autoetnografía. Se trata de un seminario de carácter mixto presencial y virtual que tuvo
lugar en un máster universitario en orientación e intervención psicosocial, entre los
meses de noviembre de 2022 y febrero de 2023. Se puso en práctica un a
metodologogía de carácter dialógico, a partir de la dramaturgia teatral, con el objetivo
de facilitar la creatividad y la interacción de las personas participantes, favorecer el
registro y la narración etnográfica y señalar sentidos a partir de los relatos de vida
emergentes.

El texto da cuenta de la experiencia mediante la siguiente estructura: primero se


enmarca teóricamente las metodologías propuestas para la acción, después se describe
el proceso realizado, y se reserva la parte final para el análisis de los resultados y una
reflexión crítica sobre el conjunto del proceso y las conclusiones obtenidas. Es preciso
señalar que la propuesta planteaba una aproximación reflexiva al hecho autorial de las
participantes; es decir, se trataba, por un lado, de crear un material original surgido en
el desarrollo del proceso de aprendizaje y, a la vez, de documentar el proceso seguido
para la creación de del material.

Historias de vidas e imaginación biográfica

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La Historia de Vida (HV) es una técnica de investigación cualitativa ubicada en el
marco del denominado método biográfico (Miller, 2004). En su desarrollo, la
investigadora pone en práctica la transcripción, análisis e interpretación de los relatos
que una persona desgrana en una entrevista sobre una serie de momentos significativos
de su vida (Bertaux, 2005). Contextualizados en un lugar y en un tiempo, los datos
obtenidos permiten a quien investiga, analizar y situarse ante tales circunstancias,
revivir las experiencias de la informante en ese periodo y comprender su naturaleza
cultural e históricamente situada.

Nuestra aproximación a la HV combina técnicas de investigación propias de las ciencias


sociales con la imaginación literaria y la dramaturgia. En este sentido consideramos a
las narrativas cualitativas como una práctica artística y a la investigadora social como a
una autora. En la literatura sobre HV se parte de la idea de que la narración, y su
posterior interpretación, permite la comprensión del proceso narrado: el énfasis no se
pone en el destino final de la investigación, si no en realizar interpretaciones desde una
perspectiva dialógica en la cual la persona investigada también toma la palabra. El
objetivo principal de la HV es, por lo tanto, el estudio de la vida de las personas que
pertenecen a una comunidad: captar los procesos y formas mediante los cuales estas
personas perciben el significado de su vida social y el sentido que tiene para ellas. No
solo aporta información subjetiva de la vida de esas personas, sino que incluye su
relación con la realidad social, los contextos y las costumbres; es decir, hace referencia
a las formas de vida de una comunidad en un período histórico concreto (Ferrarotti,
2007). En consecuencia, la HV no solo permite conocer a la persona entrevistada,
también revela información sobre las realidades que viven grupos, comunidades, países
o contextos sociales determinados. Se trata de “leer una sociedad a partir de una
biografía” (Ferrarotti, 1984) y comprender los sistemas sociales en los que se insertan
las vidas que forman esas comunidades. Así, las HV nos permiten visualizar, entender e
interpretar las voces que siempre han existido, pero que los discursos dominantes de
nuestra sociedad nos han imposibilitado ver (Cortés, 2011).

La HV no es una fuente dada, sino construida, se elabora en el desarrollo de la


investigación mediante un proceso interactivo; una relación dialéctica con diferentes
agentes, instancias y niveles de realidad: informante-investigador, oralidad-escritura,
narración-acción, sincronía-diacronía, memoria-historia (Feixa, 2018). La mirada
cualitativa de las HV se apoya por tanto en los relatos y discursos de las personas. Ya se
ha señalado antes que la investigadora es aquí una autora que trabaja como una
intérprete y pone en relación el análisis de la HV con el momento histórico, la sociedad,
clase social o grupos de pertenencia de los individuos; es a través del análisis del
discurso producido en el marco de la investigación como obtenemos acceso al
conocimiento de la realidad social (Alonso, 2022). La interpretación aspira también a
captar la ambigüedad y el cambio, o sea, recoger dudas, cambio de opiniones y
contradicciones de la persona informante. De esta manera aprehendemos los procesos
de normalización, las direcciones idealizadas que debe tomar toda vida en ese contexto
y los malestares que generan. Así, es factible captar una visión subjetiva y analizar el
concepto que la persona tiene sobre sí misma y sobre las demás personas en un tiempo
y un lugar determinado. El análisis persigue hallar las claves de la interpretación para
explicar la historia de las personas investigadas desde ellas mismas (Alonso, 2022)
mediante lo que Alonso denomina “pluralismo cognitivo”, es decir, la atención a los

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diferentes niveles de interpretación posibles; desde los hechos sociales externos, hasta
los discursos que emanan de los relatos de vida en los que se movilizan símbolos
culturales y a partir de los cuales materializamos los textos biográficos (Alonso, 2022).
Para llegar a este objetivo la investigadora induce la narración, la transcribe y organiza
el material para ordenar la información del relato obtenido en las diferentes sesiones de
entrevistas (Perelló, 2009). Se trata de mantener una posición de “escucha activa y
metodológica” (Bourdieu, 1999); no de prescribir el sentido, si no de buscar los sentidos
posibles que surgen de la interacción, del texto y de su análisis. Esta actitud no
prescriptora obliga a la reflexión sobre la posición que la investigadora ocupa en el
proceso de construcción de la HV; remite en última instancia a cuestiones de naturaleza
ética y política: las relaciones de poder que se establecen en toda interacción humana y
las representaciones de esas relaciones que se reproducen en los intercambios sociales,
también en el contexto de una investigación social y en las entrevistas con las personas
informantes.

En la serie de entrevistas que se realizan para confeccionar una historia de vida se


desea recoger cómo las personas actúan y reconstruyen el sistema de relatos biográficos
en sus prácticas individuales; no sólo lo que piensan respecto a un proceso, episodio o
experiencia, si no cómo sienten y actúan – o sentían y actuaban– respecto a él. En la
entrevista la investigadora dialoga de forma abierta con la persona entrevistada sobre
una serie de cuestiones, previamente definidas, en una o en varias conversaciones de
duración diversa. Las HV se construyen por tanto a lo largo de varias sesiones mediante
entrevistas, conversaciones y diálogos mantenidos entre la investigadora y la
informante en donde se exponen –a través del relato de una o varias experiencias
vitales– aspectos íntimos, sentimientos, pensamientos o valores. Las investigadoras
deben generar una situación en la que la empatía permita la comunicación para que
emerja y fluya la oralidad. Así como la interacción verbal es un elemento fundamental,
también lo son la forma de dirigirnos a nuestras interlocutoras: los primeros contactos,
los gestos, las actitudes en nuestra presentación, en definitiva, todos los matices que
pueden condicionar en uno u otro sentido a las personas interlocutoras. Debe haber un
marco planificado, en efecto, debe trazarse una estrategia, se debe contar con un guion
temático previo, aunque no esté organizado secuencialmente, pero también debe haber
un espacio para la improvisación y lo impredecible. En la entrevista deben surgir todos
los temas, pero no hay que forzar el orden, ni bloquear la espontaneidad; debe
desarrollarse en un marco de empatía controlada (Alonso, 2022). En ese marco la
relación puede ir desde el “enamoramiento” de Ronald Fraser (1990) hasta el enfoque
de Erving Goffman (1991) que habla del entrevistador como “fingidor” debido a la
naturaleza teatral de su intervención en la interacción.

Uno de los aspectos cruciales de la entrevista es el control de la violencia simbólica que


puede darse por la posición dominante del entrevistador: se trata de crear un marco lo
más horizontal posible (Bourdieu, 1993) antes de la entrevista y durante su desarrollo.
El momento del consentimiento informado es por lo tanto un espacio de confirmación
de la voluntad de participar en la producción de conocimiento por parte de la persona
entrevistada. Desde nuestra perspectiva se trata de conseguir un cómplice, alguien que
estará orgulloso de su coautoría. En consecuencia, la entrevista abierta no es un
interrogatorio, es una conversación sobre las prácticas de vida, un contexto
comunicativo que invita a la confidencia. No trabajamos desde la autoridad que se le

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supone al entrevistador, la entrevista abierta es la situación de la confesión biográfica,
por lo tanto, se deben observar empáticamente modos de interacción como la
complicidad, la sutileza o la ternura. La creación de un ritual puede coadyuvar a
generar este espacio de intimidad, necesario para la realización de las entrevistas. Cada
entrevistadora, cada investigadora puede crear el suyo; como veremos a continuación
se puede aplicar una liturgia específica, un enfoque dramatúrgico que se revela útil para
quebrar la barrera entre investigador e interlocutora –romper la cuarta pared diríamos
en teatro– y acercarnos a nuestro público para integrarlo en la escena de la entrevista.
El resultado final de nuestras acciones es un discurso grabado, un registro de datos
etnográficos que, una vez transcrito, nos servirá para realizar el análisis del relato y el
texto de la historia de vida.

Autoetnografía como producto narrativo

La autoetnografía y la historia de vida, utilizadas como metodologías de investigación,


comparten un objetivo básico: señalar los sentidos que emergen de la interacción social.
Como otras técnicas de investigación cualitativa, la autoetnografía sigue también una
metodología interpretativa, una hermenéutica basada en formas de comunicación,
verbales y no verbales, que describe e interpreta en primera persona lo que la
experiencia directa informa.

Epistemológicamente, la autoetnografía se enmarca en los paradigmas de la teoría


crítica y del constructivismo; la premisa es comprender la realidad social como una
construcción humana y, en consecuencia, su condición cambiante, situada y múltiple,
como lo es la propia acción humana (Ruiz Olabuénaga 2009). Las primeras referencias
a la autoetnografía datan de la década de los setenta (Gómez-Urda, 2022). Sus
vulgarizadores coinciden en señalar que la autoetnografía es tanto un proceso como el
resultado de ese proceso: el producto de un relato interno (Holman, Adams & Ellis
1996).

Las interpretaciones atienden a la experiencia de la persona que escribe el material,


comprometida vitalmente con el fenómeno que estudia: aparecen en la escritura las
emociones y reacciones que permiten comprender dicha experiencia.

Por tanto, quien asume la escritura autoetnográfica se sitúa en una posición de autoría,
ha de manejar recursos literarios para ofrecer una representación de la experiencia
encarnada, mostrar los significados que afloran de las prácticas culturales y tratar de
indagar en su sentido.

Se trata de discutir cómo las experiencias, interacciones y observaciones han influido en


la comprensión de quién soy y cómo me muevo por el mundo; los factores culturales,
sociales e históricos que han dado forma al sentido que tengo de mí mismo; explorar la
formación de nuestra identidad, el propio viaje personal realizado con el objetivo de
comprender y dar forma a nuestra identidad, dentro de un contexto cultural o social
específico.

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Se trata de observar, por ejemplo, cómo la identidad se cruza con dimensiones como las
razas y orígen étnicos, los géneros, las clases sociales o las religiones. En este sentido, la
investigación autoetnográfica puede proporcionar información única sobre las
experiencias vividas por las personas que las describen y ofrecen como producto de
investigación.

En el caso de estudio al que nos acercaremos en las siguientes páginas –un proceso
formativo en investigación cualitativa– las preguntas que me hacía como docente
tenían que ver con maneras posibles de enseñar a pensar para producir conocimiento:
¿conseguiremos mejores resultados en la formación de las investigadoras vinculando su
pensamiento con la memoria biográfica y la acción? ¿Es válida la autoetnografía como
narrativa para dar cuenta de este proceso de enseñanza y aprendizaje?

Los procesos autoetnográficos por tanto presentan un doble objetivo:


por un lado, se trata de producir una obra, un material con implicaciones estéticas y
políticas que contendrá diversas interpretaciones.

Además, el resultado de la investigación es una producción textual que dará cuenta del
proceso, abstrayendo teóricamente los hallazgos realizados.

La investigadora selecciona y manipula su material para producir esa obra, debe


apoyarse en los datos etnográficos obtenidos en el trabajo de campo para la fabricación
de su producción discursiva; estos son, en gran parte, los materiales en los que se basa
la redacción de su obra y esos materiales etnográficos son inseparables de la calidad de
la investigación. Por lo tanto, la recolección de datos se convierte en una operación
fundamental, común a los diversos enfoques metodológicos en la investigación
cualitativa. Registrados y analizados, estos datos etnográficos propician una visión más
profunda y ofrecen una mayor comprensión basada en la propia experiencia. Lejos de
oponerse entre sí, los datos propios y los obtenidos de nuestras informantes e
interlocutoras convergen y se complementan. Fortin y otros autores señalan la
tendencia de considerar también las reacciones somáticas del investigador como un
tipo de dato etnográfico (Fortin et al, 2009). La corporalidad del investigador, sus
sensaciones y emociones son reconocidas como fuentes de información, de la misma
manera que puede serlo una fotografía o la grabación de una entrevista. Las reacciones
corporales y las emociones y sentimientos experimentados deben registrarse como lo
que son: una fuente de información parcial que, al combinarse con otro tipo de datos,
facilitará la construcción del pensamiento del investigador y la interpretación del
material obtenido en el trabajo de campo.

La idea es que las investigadoras realicen un análisis reflexivo lo más completo posible
de sus prácticas de campo para comprender mejor esas prácticas, es decir, se trata de
observar científicamente los procesos propios para la teorización de las diversas
prácticas. O dicho de una manera más amable: se establece una relación dialógica entre
el proceso y el resultado de ese proceso.

La autoetnografía, tratada aquí como performance, es por lo tanto un dispositivo de


registro y gestión de datos, indicios y huellas derivadas de la acción de la propia
investigadora, lo que convierte a esta técnica de escritura en un acto radical de

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traducción (Madison, 2006); un método estratégico de incitación a la cultura
(Alexander, 2005) que insiste en que la escenificación estética de los hallazgos (datos)
etnográficos, informan modos y metodologías para la representación de los resultados
académicos, y está diseñado para interactuar dialógicamente con el lector.

La perspectiva dramatúrgica

El seminario sobre historia de vida como metodología que muestra este artículo
propone una aproximación a la HV de una manera práctica y creativa: la persona
participante tiene la oportunidad de indagar en la elaboración de su propia HV, además
de contribuir en primera línea a la creación de las HV de las demás personas del grupo.
La invitación para formar parte del seminario informa, en la línea marcada por nuestra
perspectiva, de cuál sería su rol: participación plena como informantes-interlocutoras,
pero también compromiso como investigadoras-autoras para realizar el conjunto de las
acciones propuestas por el seminario, con el objetivo de construir una historia de vida.
El objetivo que dirigió la acción, además de encuadrar teóricamente la metodología, tal
y como se ha descrito en el apartado anterior, era reflexionar de forma conjunta sobre
las motivaciones que las investigadoras en formación tienen para serlo y obtener un
material narrativo escrito de forma colaborativa. Se trataba pues de una experiencia
docente y de investigación creación al mismo tiempo.

El seminario se plantea mediante la combinación de una serie de instancias teóricas y


prácticas y se divide en cinco fases, tres presenciales y dos virtuales. En la primera de
ellas se expone el contexto epistemológico de la historia de vida como técnica
cualitativa inscrita en el método biográfico. Se revisan los períodos más significativos
en términos de proliferación de técnicas cualitativas de investigación que tuvieron lugar
durante las décadas de 1920 y 1930 en la Escuela de Chicago (Znaniecki & Thomas,
1920), fundamentales para las investigaciones con un enfoque cualitativo: documentos
personales, el trabajo de campo intensivo y sistemático, entrevistas en profundidad,
grupos de discusión o las propias historias de vida, junto con técnicas características de
la antropología, como la observación participante. Hablamos de constructivismo y de
interaccionismo simbólico (Mills, 1959; Goffman, 1991), del concepto de autoría en la
investigación social y de la escritura como tecnología de inscripción y registro del
conocimiento científico.

En la segunda fase se propone el paradigma dramatúrgico-dialógico desde el cual


vamos a actuar: el concepto de mostranza, o acto de ejemplificar la narración oral de
un relato de vida, el investigador se expone y describe su proyecto en primera persona y
en directo, ante los miembros del grupo. La idea de mostranza surge de mi trabajo
como dramaturgo, investigador y docente a partir de los estudios en la teoría de la
performance de Richard Schechner (2000) y en los laboratorios teatrales de José
Sanchis Sinisterra (2017). Se desarrolla con el fin de transmitir, mediante la
teatralización de los roles, los ítems que se desean introducir en la práctica investigativa
con el objetivo de transferir una intencionalidad concreta, un “ensayo real” no
orientado a la construcción de una situación ficcional verosímil, si no a reproducir un
fragmento real de mi propia historia de vida (Sociodrama puesto en escena por el grupo

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de investigadores afín a Carlos Beriarain y otras propuestas surgidas en la misma época
para procesos restaurativos en España).

Efectivamente, si necesitamos crear las condiciones de posibilidad para que se


produzca la empatía, la técnica propone ofrecer un fragmento del relato autobiográfico
del docente en una sesión práctica. Esta fase se constituye como un ritual en el que se
canalizan los afectos propios y del grupo y que las prepara para el momento de la
entrevista. Se producen los gestos, las expresiones corporales y la elección de palabras
que tienden a estabilizar de una manera eficaz las tendencias disruptivas de la
comunicación, creando un clima de seguridad, donde la proyección autobiográfica y la
confesión sean posibles.

En la narración oral que produzco en primera persona y en directo hablo abiertamente


de situaciones complejas de un periodo de mi vida; puede informar de relaciones
familiares, crisis globales y su impacto en la vida cotidiana, sobre las relaciones de
poder en el medio académico u otras de las que en un momento determinado guardo
una memoria vívida y clara. Es un momento no anunciado previamente que supone la
primera toma de contacto real de las personas participantes con el método biográfico
en el marco del seminario. La situación ha cambiado cuando la actuación concluye: han
pasado cosas, se han experimentado sentimientos, han sucedido
microtransformaciones: se activa la propiocepción de las participantes, estimuladas por
la posibilidad de una intervención inmediata; la percepción que tenían del docente
también ha cambiado, ante ellas se han desvelado secretos que no conocen ni los
familiares más cercanos; se ha buscado su complicidad.

Nos mantenemos en silencio durante unos instantes, nos miramos; cualquier


intervención es bienvenida. Después se pasa el turno de palabra, se invita a quien le
apetezca a contar su propio relato. Y la magia de la oralidad se produce. La ronda de
intervenciones se completa; todas las investigadoras en formación que participan de la
acción han intervenido, han buscado en su interior aquellas escenas que han marcado
sus vidas, han hecho materia narrativa de ellas; se han abierto canales de comunicación
extraordinarios, hasta llegar a momentos extremadamente sensibles que han hecho
pensar y sentir a todas, y llorar a la mayoría.

Esta fase continúa con la preparación de la entrevista, la simulación que vamos a poner
en escena a continuación. Se trata, en efecto, de la preparación y escenificación de una
interacción real puesta en escena por las propias participantes. En esta ocasión, y
porque se trata de trabajar un ejemplo pertinente a la situación y que todas compartan,
se propone trabajar sobre la vida que las ha traído hasta ese espacio docente.
Revisamos diferentes formas de contactar, de proponer la entrevista a la interlocutora y
generar un espacio confortable. Definimos los temas y pautas que pueden usarse en el
ejercicio, realizamos una selección de preguntas posibles, pensamos la estructura que
tendrá la entrevista teniendo presente su formato abierto. El grupo se organiza, entre
todas deciden las duplas o tríos entrevistadora(s)-interlocutora; es decir se contempla
la posibilidad de que dos personas formen el equipo de entrevistadoras. Se diseñan los
materiales, se eligen las fechas y los espacios y posteriormente se realizan las
entrevistas de forma autónoma, sin mi presencia.

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La tercera fase se desarrolla de forma virtual a traves de la plataforma Teams. Nos
introducimos ahora en el espacio de la autoría, la idea de construcción narrativa que ha
estado presente desde los primeros momentos del seminario. Esta fase comienza con
un debriefing, una conversación abierta, sin juicio ni calificación, sobre las experiencias
obtenidas en las entrevistas. A esta charla le sigue la lectura en voz alta de las
transcripciones literales que han hecho las investigadoras de los relatos surgidos en las
entrevistas; se ponen en común los bocetos realizados, orientados ya hacia la
construcción de la historia de vida, donde se incluyen las primeras proto-
interpretaciones. Vemos cuestiones estructurales que afectan a las formas narrativas y
por lo tanto al contenido: la división en capítulos, los tiempos verbales, el tono, las
voces presentes en el relato y cómo aparecen, junto a cuestiones puramente
gramaticales y ortográficas, relativas a la construcción de las frases, el uso de los signos
de puntuación y la cuestión de la acentuación. Las emociones que habían surgido en
algunos momentos de la segunda fase aparecen ahora transformadas; aunque los
ejercicios recogen algunas de las escenas que despertaron sentimientos en el grupo y
nos hicieron comprender mejor a las compañeras, la intervención de las investigadoras
en el texto hace que la perspectiva sea otra; se han aportado contextos (crisis
personales, familiares o nacionales), se ha elaborado una línea interpretativa que
vincula la educación previa de las participantes a lo largo de su vida, con su situación
actual; se han perfilado las biografías en función del objetivo: comprender la evolución
de la identidad en el mundo de la vida, el lugar trascendental donde el hablante y el
oyente se encuentran (Habermas, 1987) hoy aquí, en este espacio de experimentación.

La cuarta fase adquiere la forma de taller de escritura en donde se comparten los


avances producidos en las narrativas. Es el último encuentro presencial, muy
importante para generar lo que denomino “el motor de la escritura”. Los trabajos han
evolucionado, cada investigadora ha desarrollado el concepto de autoría, condicionada
por las características narrativas de sus interlocutoras. Es un momento emocionante, se
comparte la sensación de haberse conocido y comprendido más allá de lo que se
expresa en el cara a cara. Los textos hablan, describen las historias de vida de las
participantes y ellas se ven reconocidas. En esta fase se extraen unas conclusiones
previas –que no coinciden exactamente con las conclusiones que aquí se ofrecen– sobre
la experiencia. Somos conscientes de la importancia de la empatía para comprender lo
narrado por las interlocutoras en las historias de vida; debemos ser capaces de
hacernos eco de otras voces para poder interpretarlas, no solamente por lo que dice el
texto sino por los contextos en los que se narran esas voces; es decir, por la
comprensión de las relaciones entre persona(je), tiempo y espacio, lo que Bajtin (1989)
en sus estudios literarios describiera como cronotopo. Aparece de manera clara la idea
sobre el valor y la importancia de la capacidad narrativa de las interlocutoras para la
construcción de su historia de vida. Sin embargo, todavía es necesario un último
esfuerzo para realizar una interpretación más profunda; se necesitan unos días más de
trabajo para la revisión y edición del material hasta restituir mediante herramientas
literarias la emoción inicial que permitirá a la lectora sentirse partícipe del
conocimiento generado. La propuesta pasa ahora por completar el trabajo autoral,
profundizar en la interpretación de los materiales y dar a los ejercicios de escritura la
oportunidad de ver la luz en forma de publicación. De común acuerdo con la
coordinación del máster y el grupo de investigadoras se plantea una extensión del

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seminario para tratar de llevar los ejercicios hasta ese punto final, o punto de partida,
según se mire, lo que dio lugar a la quinta y última fase.

En este espacio volvemos al formato virtual, la comunicación se produce a través de


correos electrónicos conjuntos; se habilita una carpeta compartida en Google Drive
para ubicar los documentos, re-escribir y editar los materiales; se ofrecen nuevas
referencias y ejemplos para asumir la tarea; se crea un grupo de WhatsApp con las
participantes para tener una cercanía mayor. Cualquier otro sistema de intercambio de
archivos que cada participante pueda y quiera proponer es valorado y tenido en cuenta.
Sin embargo, después de algunas semanas de trabajo y varias reuniones, se produce
una situación sobrevenida que interrumpe el desarrollo de los materiales. Por decisión
de las participantes, respetada y aceptada por mí y por la coordinación del máster,
como no podía ser de otra manera, se cancela la iniciativa de la publicación.

Análisis de los resultados

El debate académico existente en las ciencias sociales en torno a la cuestión de los


criterios para analizar los textos que se derivan de las historias de vida (Marradi,
Archenti y Piovani, 2007) se revela como una cuestión fundamental a la hora de valorar
los resultados obtenidos en el conjunto de la experiencia docente y, específicamente, en
el momento de analizar la práctica autoral. La intención del seminario era generar unas
narrativas propias que sirvieran para esclarecer las motivaciones y el surgimiento de las
vocaciones de las participantes; es decir, se trataba de indagar en su condición de
investigadoras en formación. Sin embargo, dicha intencionalidad inicial, que actuaba
como motor de la escritura y, a la vez, como pregunta de investigación, está permeada
por un cruce de subjetividades y por las técnicas empleadas para interpretar los
materiales. Junto a las herramientas dramático-literarias presentes en la realización de
una historia de vida (construcción del personaje y sus conflictos, dosificación de la
información, énfasis, descripciones, etc…) nos situamos ante su forma dialógica: la
agencia para constituir las posibles interpretaciones y señalar sentidos a partir de los
discursos producidos.

En la fase de interpretación de los relatos, durante las sesiones de trabajo encaminadas


a la edición del material de cara a su posible publicación, surgió un sentimiento
colectivo de temor entre las participantes, en sentido inverso a lo que ocurrió en la fase
dos del seminario, en la que se había producido una emoción colectiva muy fuerte: un
espacio compartido donde se dio realmente la emergencia de lo humano. Ahí se
produjo una sobreproducción de empatía que fluyó, a veces sin control, de forma
natural, como ahora surgía un miedo comprensible ante la representación que las
compañeras estaban haciendo de sus vidas.

En la segunda fase se dieron momentos en los que no quise –o no pude, o no supe cómo
hacerlo– cortar determinada intervención, se crearon monólogos demasiado valiosos
para dejar de compartirlos.

De forma contradictoria, ese exceso de emocionalidad se trasladó a los materiales e


infundió ánimos en las participantes para hacer aflorar sus relatos y asumir el proceso

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de escritura, pero también dejó un espacio limitado para la objetividad requerida en el
análisis interpretativo.

Ese caudal de emociones produjo verdad, un reflejo que asustaba frente a la posible
exhibición a personas ajenas al espacio de fraternidad del seminario. Nos situamos ante
problemas derivados de las posibilidades específicas de la propia narración
autobiográfica, es decir, de la construcción del relato del si mismo. En este universo de
subjetividades inestables y contradictorias en el que se desarrolla el sujeto
contemporáneo, la verdad biográfica se pone en cuestión.

La autoridad narrativa del ‘yo’ cede el paso a la perspectiva y la temporalidad de un


conjunto de normas que impugnan la singularidad de las historias autobiográficas. El
yo, dice Butler (2009), no puede contar la historia de su propio surgimiento, ni las
condiciones de su propia posibilidad, sin dar testimonio de un estado de cosas que no
ha presenciado, que son previas a su aparición como sujeto cognitivo. Estamos
ausentes para actuar como narradores de nuestra propia vida; nuestros orígenes solo
pueden ser reconstruidos, y narrados, a expensas del testimonio de otros. Sin duda, la
narración es posible en esas circunstancias, pero también es, como ha puntualizado
Keenan (1997), fabulosa. Por supuesto, puedo contar la historia de mi origen, e incluso
hacerlo una y otra vez de diversas maneras, pero nuestros relatos comienzan siempre
in media res, cuando ya han ocurrido muchas cosas que nos constituyen. En la
construcción de nuestra historia instituimos un yo narrativo que se añade a ese otro yo
cuya vida pasada tratamos de contar.

En los materiales se podían detectar, al menos, dos tensiones: una interpretación


individualista, producto de la circulación de los discursos neoliberales, y la colectivista,
ligada a la tradición, a los valores familiares, a la idea de comunidad. Las narrativas
individualistas nos muestran a sus protagonistas como seres que deben afrontar
problemas para reescribirse a sí mismos: encerrarse o abrirse, esconder o expresar las
emociones, descubrirse a una misma, sentirse insegura, evitar las personas tóxicas,
orientar su propia vida, tomar decisiones propias, necesitar y acudir a terapia,
interesarse por la psicología como espacio laboral. Aunque predominaban las
narrativas individualistas, aún afloran algunas narrativas colectivistas: son las que
apelan al sacrificio por la familia o por la sociedad, a los valores tradicionales
trasmitidos intergeneracionalmente, las que buscan sentido en las culturas de origen o
destino, y finalmente, las que reconocen y reclaman modelos de cuidado, las que
asumen que el espacio de transformación adecuado no es el individuo, sino la
comunidad.

Los sucesos que transforman, que provocan giros en las vidas y cuya interpretación
pueden adquirir el carácter de epifanía (Denzin, 1989), son básicamente de tres tipos:
enfermedades de familiares, experiencias escolares (positivas y negativas) y catástrofes
económicas.

Lo que centraba la mayor parte de las narraciones –y la propia estructura de cada


historia de vida– son sucesos particulares, frecuentemente ligados a situaciones
socioeconómicas globales. Debido a su edad de nacimiento todas las participantes
pasan su infancia y su adolescencia en la crisis financiera de 2008, que actúa como un

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telón de fondo. Las participantes experimentan en persona sus consecuencias directas,
lo que en algunos casos implica la pérdida del hogar y el desclasamiento. Los contextos
más íntimos son los más mencionados: los valores y la ideología familiar; las
personalidades de madres y padres; el apoyo de hermanos y hermanas, o abuelos y
abuelas, o la presencia salvífica de las amistades, presentan también situaciones de
extrema dureza: maltratos, adicciones, o abusos sufridos en carne propia o en personas
muy próximas que marcan el desarrollo posterior. Aparecen las primeras decisiones
conscientes, es decir, los primeros ensayos de agencia que caracterizan al adulto
occidental, la posibilidad y la ejecución de un cambio de entorno: cambio de escuela,
cambio de ciudad, cambio de país. También destacan sucesos que parecen llevar
directamente a los campos de la psicología o la intervención psicosocial, dado que se
producen en todos los casos: el cáncer, los trastornos mentales que llevan a intentos de
suicidio, la discapacidad o los defectos cardíacos congénitos, provocan voluntades de
comprender y actuar. Una exigencia de búsqueda de sentido, que viene dada tanto por
valores familiares como por los discursos psicologistas de nuestra época: el suceso o
accidente transformador y la vocación son dos caras de la misma moneda. Así, una
intrincada red de experiencias personales acaba configurando el deseo de formarse en
el área de la investigación y la intervención psicosocial. Luego el azar, la mala suerte…
un conjunto de accidentes que en la reflexión íntima continuan generando dolor y están
en el fondo de la decisión de mantener en privado los relatos. La verdad narrativizada,
es decir, anonimizada y puesta sobre el papel, leída en voz alta e interpretada por las
participantes, provocó temor. Emergió un relato que ampliaba con creces –y
complejizaba– las posibles respuestas a la pregunta de investigación. El reflejo,
personal y colectivo, que ofrecía el espejo en el que se miraban, ejerció finalmente una
acción disuasoria en el deseo inicial de compartir las narrativas y se optó por mantener
las historias de vida en el ámbito fraternal del seminario.

Conclusiones

En el texto se describe un proceso de formación investigadora para el que se han


utilizado metodologías cualitativas. El acceso a la persona informante, desde un
posicionamiento ético basado en la horizontalidad y la equidad, constituye la clave de
un ritual de carácter dramatúrgico que se ha querido ensayar; el juego de la teatralidad
va a permitir la creación de un espacio de intimidad en donde es posible que fluya la
oralidad. Como se ha señalado en otro lugar: “el ensayo es experimento y prueba,
proceso fundamental para el conocimiento científico y también para la creación
artística” (Gómez-Urda, 2022). De esta manera, al vincular metodologías de
investigación cualitativas con técnicas de la representación escénica –empleadas con
variaciones en el teatro desde hace dos mil quinientos años– podemos lograr la
identificación de los actores –nuestras informantes e investigadoras– con la
representación de su propia historia, es decir, con su subjetividad. Fundamentada la
metodología, lo significativo surge a partir de la imaginación biográfica, la calidad, la
textura y la oralidad con la que se elabora el relato de un devenir persona. Se trataba de
advertir cuando emerge el sentido, los momentos de transformación y cambio, aquellos
en los cuales el relato señala uno o varios derroteros en el camino de la vida. Se trataba
de ver cuando se hacen visibles en la historia los elementos constitutivos del yo que
narra, cómo ese sujeto se construye mediante las circunstancias sociales que jalonan su
trayectoria, dentro de un grupo o una comunidad, para intentar comprender sus

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procesos socio-vitales. Ahora bien, ¿es posible diluir la resistencia que surge ante el
relato de las historias que han condicionado, marcado u orientado nuestros pasos en la
vida? ¿Son las prácticas artísticas, y el desplazamiento o mediación desde el que estas
se abordan, las galerías, ventanas y puertas desde las que se hace visible la verdad?

En el intento de dar respuesta a estas cuestiones nucleares se visibilizan las dificultades


y los hallazgos, las debilidades y fortalezas de las metodologías empleadas, algo que
conviene subrayar. Una de las situaciones más complejas tiene que ver con el carácter
mixto del seminario, es decir la presencialidad frente a la virtualidad. Durante las
sesiones realizadas en las fases presenciales se generó la empatía necesaria para poner
en marcha el motor de la oralidad y de la posterior escritura. Sin embargo, resultó
mucho más complejo mantener la orientación en la fase virtual. La comunicación se
hizo densa, no en el sentido geertziano, si no como rechazo a una presión institucional,
marcada por la posibilidad de una publicación abierta a la contemplación. Por otra
parte, se constata la necesidad de controlar el flujo imaginativo, creativo y emocional
derivado de las sesiones presenciales, en las que la oralidad se abrió paso como un
torrente. Este control es una obligación docente que tiene que ver con las
consideraciones éticas para tener en cuenta cuando la práctica expone las experiencias
personales de las participantes, en un ámbito no artístico, donde la exhibición del yo no
forma parte del diseño curricular de los estudios. ¿Con qué legitimidad contamos para
la realización de un ejercicio de esta naturaleza, en la fase inicial de formación
investigadora en la que se encontraba el grupo?

Soy consciente de haber intentado poner en práctica un proceso docente de


investigación acción, en el que la tarea de creación narrativa y la investigación que lo
precede y lo acompaña requieren tiempo y procesos cognitivos diferentes. El trabajo de
creación implicaría de manera prevalente procesos subjetivos experienciales, mientras
que el trabajo de investigación y análisis requiere procesos conceptuales objetivos. Así,
lejos de ver la descripción como un simple ejercicio de transcripción y de
correspondencia entre palabras y realidad, apostamos firmemente por la presencia y la
subjetividad del investigador, hasta el punto de convertirlo en el objeto central. De
hecho, si la persona que lleva a cabo la investigación es inseparable de la producción de
la investigación, entonces ¿por qué no observar al observador? ¿Por qué no mirarte a ti
misma y describir la realidad desde tu propia experiencia? Ellis y Bochner (2000)
cuestionan ese diálogo con la realidad; al introducir lo que el objetivismo siempre ha
evitado, la axiología del investigador, estos autores introducen la noción de
responsabilidad. Su crítica de la etnografía tradicional va acompañada de una
conciencia de los límites de la autoetnografía. Al enfatizar la investigación que
comunica una nueva conciencia de la experiencia, y no a la mera representación de
unos hechos, se pone el foco en la fuerza de una narratividad sostenida sobre la base de
una vivencia sensible y singular. La perspectiva que postula la existencia de múltiples
realidades co-construidas conduce a la exposición de voces individuales, pero no
protege contra la crítica. De ahí las voces que alertan contra un posible narcisismo
(Bertaux, 1980), al recordar que la historia personal debe convertirse en el trampolín
para una comprensión más amplia. El profesional de la investigación que se mira a sí
mismo no puede detenerse ahí: el elemento biográfico debe adquirir un estatus teórico.
Ahora bien, la historia de vida y la autoetnografía no son excepciones al rigor de
cualquier investigación académica. Hoy todavía se cuestiona la validez de las narrativas

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cualitativas utilizadas por los investigadores sociales que tratan de abstraer teoría de las
prácticas, y que en el pasado habían optado por apoyarse en teorías preexistentes –
procedentes de la filosofía, la historia o la sociología– para hablar de dichas prácticas.

El establecimiento de estándares de calidad para los estudios cualitativos se revela por


tanto como un asunto de la máxima importancia para homologar las prácticas creativas
con otras metodologías. No todo vale, como ha señalado Richardson (2000), que ha
llamado “prácticas analíticas creativas” a la pléyade de etnografías no tradicionales que
han surgido en las dos últimas décadas. Los modelos que se están desarrollando
forman parte de un intento de difundir el conocimiento a través de formas evocadoras
de escritura donde la narrativa no pretende relatar hechos sino convertirse en un acto
de comunicación para exponer una visión que alcance al otro. La reflexividad y la
autoconciencia juegan un papel crucial para garantizar la validez y confiabilidad de
estos hallazgos. El material debe enmarcarse en la literatura existente y proporcionar
una base teórica sólida. Se precisa de una conciencia científica y a la vez de un cuidado
ético, una metodología eficaz para la representación rigurosa de la propia experiencia y
la de los demás; un alcance que va más allá del propio posicionamiento cultural. Nos
adentramos en los dominios de la intersubjetividad que problematizan cómo pensamos
¿quién soy soy?; ¿quiénes nosotros? y ¿quiénes ellos? y cómo nos vemos a nosotros
mismos con ojos diferentes. Se requiere por lo tanto una sensibilidad hacia la
naturaleza conflictiva y dramática de las experiencias cotidianas o, como señala Denzin
(2006), una conciencia de que habitamos una cultura dramatúrgica basada en la
representación.

Señala Cornago (2023) que las ensoñaciones tienen un peso importante en la vida,
proponen un modo distinto de pensar lo que sentimos y comprender lo que nos afecta.
Asi emerge también la memoria biográfica, como producto de una ensoñación, un
relato no propio, contado por otros y asumido como verdad, a pesar de no poder tener
certeza de su veracidad. Los deseos de comenzar una vida nueva en otro lugar, aspirar a
un mundo más justo, hacerse un lugar en una profesión determinada, pueden también
proceder de ensoñaciones que una vez tuvieron las participantes en esta acción.

En la intersección disciplinar de las ciencias sociales y el arte hemos intentado usar la


imaginación como cualidad y principio metodológico para procesar la (propia)
información biográfica (Mills, 1959); para comprender lo que sucedió y ocurre en el
mundo que nos corresponde vivir y, quizás, lo que ha ocurrido –o está ocurriendo–
dentro de nosotras. Comprender nuestra propia experiencia –y ser capaces de
aventurar nuestro propio destino– mediante un conocimiento situado de nuestra
época: aprehender, adquirir agencia y desarrollar nuestras posibilidades en la vida
siendo conscientes también de las posibilidades de las personas que se hallan en
nuestras mismas circunstancias.

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Agradecimientos: ANONIMIZADO A Luis Enrique Alonso, por los insumos ofrecidos y


por la lectura amable del material cuando era un borrador. A Joel Feliu, por sus
valiosas aportaciones a este artículo. A los y las revisoras de la revista EMPIRIA,
por su abnegada tarea.

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