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Lecturas

La Impresión Manual de los Libros – Philip Gaskell.


Los caracteres tipográficos, o tipos, son representaciones invertidas de las letras del alfabeto, relevadas
en uno de los extremos de bloques rectangulares de una aleación de plomo, antimonio y estaño de
aproximadamente 24 mm de altura.

En una imprenta del periodo de la imprenta manual, los alfabetos tipográficos se guardaban en cajas,
es decir, muebles planos de madera divididos en compartimientos pequeños llamados cajetines (cada
uno tenía el mismo carácter tipográfico).

El trabajador que reunía los tipos de un libro, el cajista, colocaba el original (manuscrito o impreso)
en la parte superior derecha de la caja y tomaba con la mano diestra una a una de las letras que
necesitaba. Las colocaba en una herramienta llamada componedor, que sostenía con la mano
izquierda, y se paraba cada palabra con espacios, es decir, pequeñas piezas metálicas más bajas que los
tipos. Cada línea, una vez completa, debe alcanzar una longitud determinada, para lo cual se altera el
valor de los espacios entre las palabras; a este proceso se le denominaba justificación.

Cuando el componedor, que podía contener varias líneas de tipos, estaba lleno, el cajista trasladaba su
contenido a una plancha de hierro o madera con tres listones en ángulo recto llamada galera, lo
suficientemente grande para contener toda una página tipográfica; cuando la composición alcanzaba
el tamaño de esa página, ataba el conjunto de líneas con un cordel, lo ponía aparte y procedía a
componer la página siguiente.

Los libros no se imprimían hoja a hoja, sino en grandes pliegos de papel con un número de páginas
determinado en cada cara, trigos que más tarde se doblaban y se cortaban por los bordes para formar
un grupo de hojas (libro: de estos grupos cosidos por el lomo). De este modo, el cajista componía
suficientes páginas para completar un pliego. Después colocado en sendos marcos de hierro (ramas),
en orden determinado, las que tenían que ir en cada cara del pliego; este proceso se conocía con el
nombre de imposición, las dos ramas con su página de tipo sujetas y listas para imprimir se llamaban
formas.

Después se hacían ensayos de impresión (pruebas) de las formas y se comparaba con el original que se
había compuesto. Un corrector señalado los errores en las pruebas y estas pruebas anotadas eran
utilizadas por el cajista como guía para hacer las correcciones en los moldes.

A continuación, las formas se colocaban en la prensa, máquina manual que se utilizaba para presionar
los pliegos de papel sobre las planas impregnadas con tinta. Consistía en un marco de madera, un
torno accionado por una barra que hacía bajar una superficie de impresión plana (la platina) sobre los
tipos de un carro móvil sobre el cual se colocaban los moldes y el papel; se introducían bajo la platina,
se realizaba la impresión y se retiraron para volver a impregnar los moldes con tinta y colocar sobre
ellos un nuevo pliego de papel.

La manejaba normalmente dos impresores:


Uno coloca un pliego de papel en un marco unido con bisagras a la parte posterior del carro,
lo plegaba sobre los moldes, introducía el carro bajo la platina arrastrado por un pequeño
torno, tiraba de la barra que hacía girar el torno vertical y presionaba el papel sobre los moldes;
después realizaba estas operaciones en sentido inverso y cambiaba el papel.
Mientras tanto, el otro impresor preparaba la tinta (pintura negra al óleo) y la extendía sobre
el ojo de los tipos cuando la prensa estaba abierta. Terminada la pila de papel y después de
haber impreso por una cara probablemente tanto pliegos como ejemplares tuviera la edición,
los impresores les daban la vuelta, cambiaron la forma de imprimir la otra cara de papel
siguiendo el mismo procedimiento.

La composición y la impresión continuaba así, pliego a pliego, hasta que todos estuviesen terminados.
Entonces el guarda almacén ordenado las pilas de pliegos impresos sobre un banco y cogía por orden
un pliego de cada montón hasta tener reunión ejemplar completo del libro; y así, sucesivamente,
ejemplar tras ejemplar, hasta terminar todos los pliegos. A continuación, se entregaban los libros al
encuadernador, que doblaba los pliegos de cada libro, los cosía y juntaba en un volumen, para luego
cubrirlo con papel o piel.

Las imprentas de este período eran de varios tamaños. Algunas, pocas, eran grandes establecimientos
con 10 o más prensas, dirigidas por maestros con criterio y preparación, pero muchas gran pequeños
talleres con una, dos o tres prensas (con 8/10 trabajadores en total), y con maestros que carecían de
las más elementales destrezas.
El examen de un libro impreso durante el período de la imprenta manual muestra resultado de estos
métodos. Al abrir un libro nos encontramos con dos páginas de texto, la tipografía posiblemente algo
anticuado en diseño y con la peculiar f alargada, a menudo en una impresión fuerte sobre un papel de
aspecto gasto. En la parte superior de cada página hay normalmente una cabecera que algunas veces
es un titulillo y se lee desde la página izquierda en la apertura a la página de la derecha, y otras veces
se trata de un encabezamiento o título distinto en cada página; en el margen exterior de las cabeceras
está la numeración de las páginas. Se usaban ocasionalmente otras presentaciones, pero la
organización que se ha descrito aquí era con mucho la más frecuente. En el siglo XVI muchos
impresores numerado en las hojas (foliación) y no las páginas (paginación).
En la parte inferior de cada página hay una línea añadida debajo del texto, la mayor parte en blanco,
pero con el reclamo al final; se llama signatura. La parte superior e inferior del libro se llaman
cabecera y pie, respectivamente, y la parte delantera es el canal; de la misma manera, los márgenes
alrededor de la tipografía de cada página se llaman márgenes de cabeza, de pie, de corte y de lomo.
Los grupos de hojas cocidas juntas de este modo se conocen como pliegos, cada pliego consta de uno
o más pares de hojas unidas por el lomo (se llaman hojas solidarias); se forman con un pliego doblado,
o con una parte de un pliego, o con varios pliegos doblados metidos uno dentro de otros. Cada pliego
se identifica por medio de una asignatura colocada al pie de la primera página de cada pliego,
indicándose el orden de los pliegos por el orden de las letras de la asignatura.
En general, las signaturas comienzan al inicio del texto del libro, pero antes hay hojas o pliegos
preliminares, como la portada, la dedicatoria, el prólogo, el índice, etc. El impresor podía identificarse
y hacer constar el lugar y la fecha de impresión en la portada por medio de un pie de imprenta, al final
del libro en un colofón.
Consideremos a continuación el papel. Estará hecho a mano, será áspero y de color blancuzco,
comparado con el papel de los libros. Si se pone a contraluz, mostrará como filigrana un dibujo de
líneas muy separadas, cruzadas por líneas muy juntas; asimismo, algunas hojas pueden contener una
filigrana que muestra una imagen o una leyenda. Los bordes de las hojas pueden haber sido cortados
lisos por el encuadernador o dejados ásperos; incluso podrían estar todavía unidos con los bordes
doblados.
Finalmente, la encuadernación. Procediendo del interior hacia el exterior, encontraremos
probablemente una dos hojas de papel en blanco ambos lados del libro con una tonalidad y textura
diferentes de las de las hojas impresas; estas hojas son las guardas añadidas por el encuadernador.
Puede que también haya tiras sobrantes de la impresión o incluso de vitela cortada de los manuscritos,
utilizadas por el encuadernador para reforzar el lomo del volumen. A continuación, se encuentra las
tapas, las cubiertas duras colocadas en la parte inferior y posterior del libro, que en los primeros
tiempos se hacían de madera, después de cartón flexible y finalmente de cartón endurecido, con un
papel plegado en interior y con el exterior cubierto con piel o papel rígido. Se utilizan distintas pieles
para la encuadernación de este tipo (becerro, cabra, oveja) y la superficie frecuentemente se decoraba
con herramientas de bronce en caliente, utilizando pan de oro (dorado) o un estampado en seco. En
las encuadernaciones finales del período de la imprenta manual, el título de libro se estampaba en el
lomo, alguno de los primeros libros puede tener también el título escrito con tinta en el corte delantero.

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