Está en la página 1de 4

Carácter Cristiano (04).

Algunos Resultados Del Carácter Cristiano (1)


Confiabilidad.
Dios es confiable. Hace siempre lo que dice. Es siempre quién dice que es. Y ello a
pesar de las circunstancias y/o el comportamiento de los demás.
El es el mismo ayer, hoy y siempre (Heb. 13:8), no cambia (Mal 3:6). El permanece fiel
siempre (2 Tim. 2:13).
Y porque El es así, El se deleita, se goza, en los que son como El (Prov. 12.2).
La confiabilidad es el resultado o el efecto de nuestro carácter en otras personas.
Cuando cumplimos con lo que decimos, hacemos lo que decimos que vamos a hacer,
nuestro pensamiento, emociones y decisiones no cambian conforme a las circunstancias,
y por supuesto somos buenas personas (de acuerdo a lo que la Palabra de Dios define
como bueno, no a los criterios cambiantes del mundo) es que somos confiables.
Lo contrario de la confiabilidad es el doble ánimo (veletas), la inconstancia (llamarada
de tusas), la inconsistencia (hoy una cosa y mañana otra)
La confiabilidad se relaciona y apoya con la integridad, la honestidad, la fidelidad y la
lealtad.
La confiabilidad es el fruto externo, visible, manifiesto, de la integridad (lo interno, el
corazón). Cuando desarrollamos la integridad, surge la confiabilidad.

Trabajo de calidad (Gen 2:15, Gen. 1:28, Prov. 12:24, Col. 3:23-25).
Definición.
Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Gen. 1:26-27) y la primera
imagen que la Biblia nos presenta de Dios es la de un Dios Trabajador y Creador (Gen.
1, Gen. 2:1-3, Jn 5:17), y que trabaja esforzadamente (seis días y uno de descanso).
El trabajo esforzado o diligente, dedicado, de calidad, es un vehículo que Dios utiliza
para traer prosperidad a nuestras vidas, en tanto que el trabajo negligente, no dedicado,
mediocre, lo único que atrae es falta de prosperidad (escasez) (Prov. 10.4).
Cuando en una comunidad y/o país, las personas trabajan dedicada y diligentemente, la
prosperidad no solo llega a ellas, sino a sus familias, sus comunidades y su nación.
El trabajo esforzado está relacionado con la eficiencia (hacer las cosas al menos costo
posible), la eficacia (hacer las cosas en el momento en el que hay que hacerlas), la
calidad (hacer las cosas lo mejor posible) y, por supuesto, hacerlas inteligentemente (la
mejor respuesta posible a las necesidades que hay que atender). Todo ello implica la
cantidad y la calidad.
El trabajo esforzado tiene dos componentes muy importantes: la dedicación y la
diligencia.
La dedicación es la consagración con toda nuestra energía y capacidades a algo, e
implica entrega, dedicación, mantenernos en el camino, enfocados en la meta, hasta
alcanzarla, y ello en referencia a nuestra relación con Dios, con las demás personas, con
nosotros mismos y con el trabajo. La dedicación (o la falta de ella) en una cosa se
manifiesta también en las otras.
La diligencia es hacer hoy lo que tengo que hacer hoy y, si me es posible, de una vez
adelantar lo que tengo que hacer mañana. Implica tomar decisiones hoy e iniciar las
acciones correspondientes hoy, y mantenerse haciendo aquello que se ha iniciado hasta
que esté terminado (Ecle. 7:8).
Beneficios del trabajo de calidad.

 Seguridad: en un mundo donde priva el mínimo esfuerzo, el máximo esfuerzo


siempre va a ser apreciado, recompensado y solicitado. Con ello vamos a
mantener nuestra posición en la vida, y más aún, tendremos la seguridad de que la
vamos a incrementar (Prov. 4:18). Las empresas siempre van a requerir a personas
dedicadas, las van a atesorar, y por supuesto, para lograrlo las van a promover,
atrayendo de esa manera esas personas la prosperidad a sus vidas y a las de su
familia.
 Influencia: el trabajo diligente y de buena calidad nos da autoridad moral en
nuestros lugares de trabajo, y adicionalmente, nos gana posiciones de autoridad y
relevancia desde las que podemos ejercer una influencia positiva sobre otras
personas, y ampliar el campo de nuestras relaciones.
 Bienestar: el trabajo esforzado y diligente también tiene entre sus frutos, la
prosperidad, es decir, un aumento en nuestro estado de bienestar en general (no
solamente económico, aunque lo incluye), y por lo tanto, una mejora en nuestra
calidad de vida (Prov. 10:4).
 Felicidad y éxito: en la medida en que nuestro trabajo es de una buena calidad,
experimentamos la verdadera felicidad y el éxito que derivan de una actividad
bien realizada, de sabernos útiles y productivos, de haber puesto en práctica todo
nuestro potencial de habilidades y capacidades, y habernos desarrollado un poco
más como personas integrales.
Dos actitudes enemigas del trabajo de calidad.
El trabajo en general, y el trabajo diligente y esforzado en particular, se encuentran en el
camino con dos enemigos: la pereza y el deseo de enriquecerse rápidamente.
La pereza implica hacer el mínimo esfuerzo o ninguno, a pesar de estar devengando un
beneficio por desarrollar alguna actividad, y por lo tanto, ella tiene para la persona, su
familia y la organización en la que labora, la misma naturaleza del sabotaje, y trae como
consecuencia para la persona y los que le rodean, la pobreza (Prov. 10:4, Prov. 19:15,
Ecle. 10:18).
El otro enemigo del trabajo esforzado es el deseo de enriquecerse rápidamente, que por
lo general lleva a la persona a involucrarse en actividades equivocadas, ilegítimas e
ilegales, tales como especulación, trampas, soborno, engaño, agiotismo, delitos, etc.
(Pro. 21:5-6, Pro. 28:19).

Desarrollando las condiciones del trabajo de calidad.


El trabajo de calidad, requiere de varios elementos o características que se desarrollan
en el día a día, entre los cuales podemos mencionar:
Primero. Diligencia. Consiste en hacer cada día y a cada momento lo que tenemos que
hacer, aprovechando todas las oportunidades que se nos presenten para hacer las cosas y
lanzarnos a conquistar el mejor resultado posible con los recursos que tenemos. Implica
evitar posponer las tareas que podemos hacer hoy (no dejar para mañana lo que se
puede hacer hoy) o ser llamarada de tusas (estoy emocionado y entonces la calidad de
mi trabajo es óptima, pero debido a las circunstancias, problemas, etc., poco a poco me
voy desanimando y bajo la calidad de mi trabajo).
Segundo. Cada día, hacer lo mejor que podamos. No conformarnos con el primer
resultado, o los buenos resultados del día anterior, aún cuando sean de buena calidad.
Hacer las cosas hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy. Aplicar a lo que tenemos
que hacer toda nuestra capacidad (Pro. 24:10).
Tercero. Hacer lo mejor que sabemos hacer, y buscar conocer más lo que hacemos. La
vida del justo va en aumento cada día (Prov. 4:18). Cada día, si hemos desarrollado
nuestras tareas y asignaciones, como para Dios (Col. 32-24) y además las hemos
realizado no rutinariamente, sino pensando en ellas para mejorarlas, hacerlas más
eficientes y productivas, etc., al final del mismo habremos desarrollado mejores y quizá
hasta nuevas habilidades, destrezas, capacidades y conocimientos acerca de nuestras
tareas, que al día siguiente nos deben ayudar a hacer mejor las cosas.
Cuarto. Ser justos en nuestras labores. Al hacer las cosas para los demás, hagámoslas
como si las estuviéramos haciendo, en primer lugar, como para Dios (Col. 3:22-24) y,
en segundo lugar, como nos gustaría que los demás las hicieran si nosotros fuéramos los
propietarios, administradores o jefes de la organización en la que laboramos (Mat.
7:12).
Quinto. Dar más de lo que se espera de nosotros o de aquello que suponemos es el valor
equivalente a lo que nos pagan. La prosperidad no llegará a aquellos que no puedan
hacer más allá de lo que se les pida o de lo que se les paga. Jesús nos enseñó a ir más
allá de ello, a caminar la milla extra (Mat. 5:41). Hacer solo lo que tenemos que hacer o
lo que consideramos que es lo justo por el salario que tenemos, es obligación, y no nos
lleva más allá de la mediocridad o de la mezquindad, pero caminar la milla extra es
devoción, pasión, compromiso, entrega, excelencia, etc., y la prosperidad no va a llegar
sin que estén presentes esos elementos.
Sexto. Ser creativos. La creatividad es uno de los elementos más importantes para el
desarrollo y la transformación porque consiste en una búsqueda de hacer cada día las
cosas de una mejor manera, más rápida, más eficiente, y más inteligente, con mejores
resultados que implican mayor bienestar.
Séptimo. Usar el trabajo para formar nuestro carácter. La Palabra de Dios nos enseña
que para los que amamos a Dios y deseamos parecernos a El, todas las cosas –incluídas
las relacionadas con el trabajo— van a obrar a nuestro favor. El trabajo no es solo
actividades, rutinas, salario y obligaciones. Es una actividad que nos permite la
oportunidad de servir al propósito de Dios para el mundo, a nuestras familias para
proveer para sus necesidades, a los clientes para suplir la necesidad de un producto de
calidad, y a nuestros compañeros para crear un mejor resultado del trabajo conjunto y
un mejor clima de trabajo (Ecle. 4:9-12). También nos permite la oportunidad de
aprender más, desarrollar mejor nuestras habilidades, poner en práctica nuestra
creatividad, etc. Y todo ello es formación del carácter.
Octavo. No trabajar solo por lo que nos pagan. La cantidad y calidad de nuestro trabajo
no puede ni debe depender del monto de lo que nos pagan. Deben depender de nuestra
habilidad y capacidad crecientes, de nuestra fe en que estamos haciendo las cosas como
para Dios y contribuyendo a la realización del plan de Dios para el mundo y para
nosotros, de la convicción de que a través de él estamos sirviendo a nuestras familias y
al prójimo. Si solo trabajamos según lo que nosotros estimamos que merece el pago que
nos dan, no merecemos ni lo que nos pagan, además de que nunca consideraremos
suficiente lo que nos paguen. El trabajo mínimo (aunque el salario también sea mínimo)
se convierte en un hábito dañino para nuestra prosperidad y mejor calidad de vida.

También podría gustarte