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CORAZON NUEVO

Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón
de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en
mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea
a ellos por Dios. Ezequiel 11:19-20

Hermanos, hermanas, jóvenes queridos hoy nos reunimos bajo la gracia del Señor para
reflexionar sobre un pasaje poderoso de las Escrituras que nos habla sobre la
transformación del corazón humano. En el libro del profeta Ezequiel 11: 19-20,
encontramos estas palabras llenas de esperanza y promesa: "Y les daré un corazón, y un
espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su
carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis mandamientos, y
guarden mis ordenanzas y las cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por
Dios."

En este pasaje, Dios revela su deseo de cambiar radicalmente el corazón humano. Él no


busca simplemente modificar nuestro comportamiento externo, sino que desea una
transformación profunda desde adentro hacia afuera.

Un corazón nuevo: Dios nos ofrece la oportunidad de recibir un corazón nuevo, uno que
esté moldeado por su amor y su gracia. Este corazón nuevo nos capacita para amar a Dios
y a nuestro prójimo de manera genuina y desinteresada.

Quitar el corazón de piedra: El Señor promete quitar de nosotros el corazón de piedra,


aquel que está endurecido por el pecado y la incredulidad. En lugar de ello, nos da un
corazón sensible a su voz, receptivo a su Palabra y dispuesto a obedecer sus
mandamientos.

Andar en sus mandamientos: La transformación del corazón nos lleva a una vida de
obediencia y fidelidad a los mandamientos de Dios. Ya no estamos esclavizados al
pecado, sino que somos liberados para vivir una vida que refleje la santidad y la justicia
de nuestro Señor.

Relación restaurada con Dios: Como resultado de este cambio interior, experimentamos
una relación restaurada con nuestro Creador. Nos convertimos en su pueblo y él en
nuestro Dios. Ya no estamos separados por la rebelión y la distancia espiritual, sino que
somos acogidos en su presencia con amor y aceptación.

Hermanos y hermanas, este pasaje de Ezequiel nos recuerda el poder transformador del
amor de Dios en nuestras vidas. Nos desafía a abrir nuestros corazones a su obra
redentora y permitir que Él nos moldee a su imagen. Que podamos responder a este
llamado con humildad y gratitud, y que vivamos cada día en la realidad de un corazón
transformado por el amor de Dios. Que así sea. Amén.

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