Está en la página 1de 2

Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia

Resumen

Teniendo en cuenta las necesidades el tempo presente y para mejorar la vida cristiana de los fieles, el
Concilio Vaticano II propone una reforma de la Liturgia. Para el Concilio, “la liturgia es el misterio
de la Iglesia” que se concreta sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía. La liturgia robustece
la fe de los fieles y es símbolo de unidad de la fe de todos los creyentes.

Esta unidad no significa uniformidad. Dice la Constitución que la Iglesia “atribuye igual derecho y
honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten
por todos los medios”.

Los principios generales de la reforma que introduce el Concilio Vaticano II subrayan que la obra de
salvación se realiza en Cristo a través del Misterio Pascual. La continuación de estos Misterios, que
alcanzaron la plenitud con Cristo, se realiza en la vida de la Iglesia, la encargada de proclamar los
sacramentos y el sacrificio eucarístico, “en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica”.

Conviene no olvidar que Cristo está presente en su Iglesia, “sobre todo en la acción litúrgica”. Por
esto, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Cristo. Y a través de la Liturgia
terrena tomamos parte en la Liturgia celestial, “que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia
la cual nos dirigimos como peregrinos”. Y aunque no se trata de la única actividad de la Iglesia, “es
la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana su
fuerza”. Para que la Liturgia tenga efecto en los fieles es necesario que éstos se acerquen con “recta
disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina”.
Fe, por tanto, para mejorar las disposiciones personales.

El Concilio Vaticano II insiste en promover la educación litúrgica y la participación activa, “porque


es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente
cristiano”. Para ello, se debe fomentar y mejorar la formación de profesores de Liturgia y la formación
litúrgica del clero, de los seminarios y de los institutos religiosos.

A continuación se concreta la reforma que se propone. Dice el Documento que “la Liturgia consta de
una parte que es inmutable por ser de institución divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el
decurso del tiempo pueden y aun deben variar”. “En esta reforma, los textos y los ritos se han de
ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible,
el pueblo cristiano pueda comprenderlos fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración
plena, activa y comunitaria”.

En relación con la normas generales que se dan se dice claramente que sólo la Jerarquía puede
introducir cambios en la Liturgia y que, “por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o
cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia”. Luego se dice que hay que fomentar “el
amor vivo y suave” hacia la Sagrada Escritura. Y se propone también que se revisen los libros
litúrgicos.

La liturgia es una acción jerárquica y comunitaria. “No son acciones privadas, sino celebraciones de
la Iglesia, que es sacramento de unidad”. En esa celebración comunitaria se propone una activa
participación de los fieles y no se hará ninguna acepción de personas.

A continuación se especifican algunas normas derivadas del carácter didáctico y pastoral de la


Liturgia, que tienen que ver con la estructura de los ritos, el uso de la Biblia como predicación y
catequesis litúrgica, la lengua que se debe emplear, etc. Eso sí, como se recomienda en el siguiente
apartado, se debe adaptar la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos: “respeta y promueve
el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos”.

Los siguientes apartados hablan del fomento de la vida litúrgica en la diócesis y en la parroquia. Se
describe la vida litúrgica diocesana y parroquial, con especificaciones sobre el fomento de la acción
pastoral litúrgica.

El Documento dedica después un apartado importante al “Sacrosanto misterio de la Eucaristía”: la


celebración del Misterio Pascual, donde la participación de los fieles debe ser mucho más activa.
Sobre este punto, se dice: “la Iglesia (…) procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe
como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones,
participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de
Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí
mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se
perfecciones día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios
sea todo en todos”.

Y aspectos concretos que se abordan son la revisión del ordinario de la Misa, aportar mayor riqueza
bíblica en los misales, las homilías, etc.

Tras la celebración eucarística se describen en el siguiente capítulo “los demás sacramentos y


sacramentales”. “Los sacramentos –se dice en el Documento- están ordenados a la santificación de
los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero en cuanto
signos también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe sino que, a la vez, la alimentan, la
robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas”. Lo mismo sucede, a otro nivel, con los
sacramentales, instituidos por la Iglesia, signos sagrados creados según el modelo d los sacramentos,
por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la
intercesión de la Iglesia”. Los sacramentos y sacramentales están en relación con el Misterio Pascual.
Luego el Documento detalla algunas cuestiones sobre la celebración de los sacramentos.

El siguiente capítulo está dedicado al “Oficio Divino”. La “función sacerdotal se prolonga a través
de su Iglesia que, sin cesar, alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo
celebrando la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio divino”.
Se destaca su valor pastoral y se insiste en que, para todos los cristianos, es fuente de piedad. Además,
es la oración pública de la Iglesia.

El capítulo V está dedicado al “Año Litúrgico”: “La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar
con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo”.
Primero, el día del Señor, el domingo, donde se conmemora su resurrección. Luego, la
conmemoración de los misterios de la redención y el importante papel que tiene la Virgen María.
También las fiestas relacionadas con los mártires y los santos. El Concilio se propone una
revalorización del domingo, la fiesta primordial de la Iglesia, día de alegría y de liberación del trabajo.

Los dos últimos capítulos de este Documentos sobre la reforma de la Liturgia están dedicados a la
Música Sagrada y al Arte y los Objetos Sagrados.

También podría gustarte