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—Yo creo que los libros enseñan a sus lectores cómo leerlos. Es verdad que
en el caso de la lectura de un álbum, cuando los niños no dominan el código
escrito necesitan de una mediación, que el adulto les lea en voz alta, y eso es
una ayuda para que se álbum cobre realidad. Ahora, ¿debemos ayudarlos en la
interpretación de los álbumes? Aquí yo creo que debemos agregar matices,
porque son los mismos libros los que nos enseñan cómo leerlos y nos enseñan
sus códigos.
Ahora, no está mal lograr explicitar esos códigos, porque a veces el ponerle
nombre a las cosas nos ayuda a comprenderlas mejor: somos lectores más
competentes en la medida en que también podemos identificar aspectos que
tienen que ver con el funcionamiento de la literatura. Un aprendizaje pasa por
dominarlo intuitivamente, pero cuando lo explicitas y lo pones en práctica se
aprende. Es recomendable, entonces, poner a los niños a crear sus propias
historias gráficas. Los aprendizajes son procesos.
Como promotores de la lectura debemos llevar a los niños a pensar cómo está
hecho un libro álbum, con qué paletas de colores o recursos literarios.
No es necesario explicar a los niños todo lo que sabemos de los álbumes, pero
tenemos que estar conscientes sobre qué tipo de experiencias les están
ofreciendo, qué les aporta en su formación como lectores de literatura. Y en
algunos momentos, a través de intervenciones, no explicitarles nosotros ese
conocimiento nuevo, sino que hacerles pensar sobre el funcionamiento de ese
lenguaje específico, sobre las convenciones que tiene el álbum.
Los libros álbum son obras que favorecen que haya más de una posición y de
una interpretación.
—Yo creo que hay varias cualidades que los hacen apropiados para la
iniciación de lectores. Uno, la extensión. Puedes en un breve tiempo
experimentar una historia completa, como un efecto shock. Dos, la posición en
la que coloca a sus lectores. Lectores que aún no codifican y no pueden leer
solos el código escrito, están en una posición de poder frente a la interpretación
que no tienen al estar frente a otro tipo de textos. Y creo que parte de la
promoción de la lectura es demostrar que sí se puede, decir: “Tú eres lector”. El
libro álbum da la oportunidad de experimentar la lectura. Tres, son fructíferos
para la discusión. En el álbum siempre hay dos narradores, uno visual y otro
textual, por lo que, por su dialogismo, casi siempre hay en ellos posibilidades
de discusión. Son obras que en muy poco tiempo favorecen que haya más de
una posición y de una interpretación alrededor de ella. Y de eso se trata la
discusión literaria. Cuatro, están dirigidos a una doble audiencia: niños y
adultos. Hay guiños para unos y otros. De manera que de una forma breve y
sencilla se pueden tratar de temas que son de interés para un amplio público
de edad. Hay guiños para el padre que está leyendo, para que se sienta
incluido, y otros para que los niños se sientan incluidos. Creo que los álbumes
son muy inclusivos, lo que los hace muy apropiados.
Entiendo por qué el álbum tiene un lugar privilegiado en las acciones iniciales
de promoción de la lectura. Pueden mostrar mucho de cómo funciona la
literatura. Además, de que muchos son muy atractivos visualmente.
—Como editora, siempre me gusta pensar los libros como una experiencia para
un lector. Tanto en los libros que recomiendo en el trabajo académico como en
un libro que me ha tocado editar. Por supuesto que hay libros muy bellos y muy
vistosos, pero en eso creo que soy una editora bastante convencional y estoy
en una editorial que tiene mucha claridad con eso: nos gusta la coherencia en
la narración y una historia bien contada está pidiendo ilustraciones que
funcionen para esa historia. Queremos hacer libros bonitos, nos interesa el
disfrute estético, pero nos interesa la coherencia narrativa y que sea una
historia emocionante y bien contada. Y esa es la línea editorial de Ekaré, el
poder de la historia.