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Cecilia días los libros enseñan a sus lectores como leerlos

—¿Crees que como mediadores de lectura deberíamos ayudar a los niños


a comprender a cabalidad un libro álbum*?

—Yo creo que los libros enseñan a sus lectores cómo leerlos. Es verdad que
en el caso de la lectura de un álbum, cuando los niños no dominan el código
escrito necesitan de una mediación, que el adulto les lea en voz alta, y eso es
una ayuda para que se álbum cobre realidad. Ahora, ¿debemos ayudarlos en la
interpretación de los álbumes? Aquí yo creo que debemos agregar matices,
porque son los mismos libros los que nos enseñan cómo leerlos y nos enseñan
sus códigos.

En el libro La sorpresa de Nandi, de Eileen Browne, por ejemplo, hay una


secuencia típica del álbum en que aparece la página divida en 3 imágenes. Hay
tres momentos de la narración cuando el personaje de la cabra se libera. Es
una convención que esa división del espacio en 3 fragmentos —una
convención que viene del cómic— corresponde a un paso del tiempo y es una
marca temporal. Cualquier niño pequeño dirá: “Primero vino esto, segundo esto
y tercero esto”. Y aprenderá así a leer de izquierda a derecha y seguirá esa
convención. El mismo álbum le está explicando a un niño, que incluso no
conoce esa convención, cómo leerlo. Entender que en el paso de las páginas
hay una temporalidad es algo que los niños van adquiriendo.

Entrevista a Cecilia Silva-Díaz from Fundación La Fuente on Vimeo.

Ahora, no está mal lograr explicitar esos códigos, porque a veces el ponerle
nombre a las cosas nos ayuda a comprenderlas mejor: somos lectores más
competentes en la medida en que también podemos identificar aspectos que
tienen que ver con el funcionamiento de la literatura. Un aprendizaje pasa por
dominarlo intuitivamente, pero cuando lo explicitas y lo pones en práctica se
aprende. Es recomendable, entonces, poner a los niños a crear sus propias
historias gráficas. Los aprendizajes son procesos.

Como promotores de la lectura debemos llevar a los niños a pensar cómo está
hecho un libro álbum, con qué paletas de colores o recursos literarios.

No es necesario explicar a los niños todo lo que sabemos de los álbumes, pero
tenemos que estar conscientes sobre qué tipo de experiencias les están
ofreciendo, qué les aporta en su formación como lectores de literatura. Y en
algunos momentos, a través de intervenciones, no explicitarles nosotros ese
conocimiento nuevo, sino que hacerles pensar sobre el funcionamiento de ese
lenguaje específico, sobre las convenciones que tiene el álbum.

En el álbum está la oportunidad de relacionar la historia con la vida. Decir: “Es


como lo que me pasa a mí cuando me pongo furioso”, al leer el libro Fernando
furioso, de Satoshi Kitamura. Es posible hacer relaciones que vayan del texto
a la vida y de la vida al texto, pero también hay una parte de los álbumes que
permite pensar cómo están hechos y creo que como promotores de la lectura
también tenemos que llevar a los niños a ese lugar, a decir que es una creación
y que está hecho de tal forma, que ocupa tal paletas de colores, tales recursos
literarios. Y a veces el pensar cómo está hecho significa pasar por el ponerlos a
hacer.

—Y conceptos menos convencionales, como la metaficción* y la


intertextualidad*, ¿sería necesario explicitarlos?

—En el caso de la intertextualidad, la idea de que te puedes encontrar


conocidos en obras nuevas es agradable para los niños. Es como encontrarse
con viejos amigos. Entonces creo que la intertextualidad se puede dar de forma
natural. Ahora, hay veces en que la referencia los niños no la conocen y el
mostrar esas capas de significado que puede haber en un álbum les da idea de
la densidad de la literatura. Y en ese sentido, la mediación puede ayudar a los
niños a profundizar en sus interpretaciones. Pero de nada sirve que les damos
las interpretaciones, eso no tiene sentido.

—Ni tampoco que les hablemos de los conceptos en sí.

—No. Habrá un momento. El metalenguaje* es importante, pero es importante


más adelante, para que los niños puedan hablar de las partes de un libro. Que
puedan saber qué tipo de narrador es —en primera o tercera persona—, etc.
Todo eso ayuda a disfrutar la literatura, pero no tiene un motivo en sí mismo.
¿Qué sentido tiene que los niños puedan decir si un álbum es metaficcional o
no? Es algo muy avanzado. Quizás alguien lo ha experimentado muchas veces
y puede reconocerlo y decir: “Oye, estos cerditos que antes estaban dentro del
libro ahora se salieron” (en el caso de Los tres cerditos, de David Wiesner);
es decir, reconocer niveles narrativos, pero no hay necesidad de que se
convierta en conocimientos teóricos.

—¿Por qué son recomendables los libros álbum en la promoción de la


lectura?

Los libros álbum son obras que favorecen que haya más de una posición y de
una interpretación.

—Yo creo que hay varias cualidades que los hacen apropiados para la
iniciación de lectores. Uno, la extensión. Puedes en un breve tiempo
experimentar una historia completa, como un efecto shock. Dos, la posición en
la que coloca a sus lectores. Lectores que aún no codifican y no pueden leer
solos el código escrito, están en una posición de poder frente a la interpretación
que no tienen al estar frente a otro tipo de textos. Y creo que parte de la
promoción de la lectura es demostrar que sí se puede, decir: “Tú eres lector”. El
libro álbum da la oportunidad de experimentar la lectura. Tres, son fructíferos
para la discusión. En el álbum siempre hay dos narradores, uno visual y otro
textual, por lo que, por su dialogismo, casi siempre hay en ellos posibilidades
de discusión. Son obras que en muy poco tiempo favorecen que haya más de
una posición y de una interpretación alrededor de ella. Y de eso se trata la
discusión literaria. Cuatro, están dirigidos a una doble audiencia: niños y
adultos. Hay guiños para unos y otros. De manera que de una forma breve y
sencilla se pueden tratar de temas que son de interés para un amplio público
de edad. Hay guiños para el padre que está leyendo, para que se sienta
incluido, y otros para que los niños se sientan incluidos. Creo que los álbumes
son muy inclusivos, lo que los hace muy apropiados.

Entiendo por qué el álbum tiene un lugar privilegiado en las acciones iniciales
de promoción de la lectura. Pueden mostrar mucho de cómo funciona la
literatura. Además, de que muchos son muy atractivos visualmente.

—Como editora, ¿qué buscas en los libros que publicas?

—Como editora, siempre me gusta pensar los libros como una experiencia para
un lector. Tanto en los libros que recomiendo en el trabajo académico como en
un libro que me ha tocado editar. Por supuesto que hay libros muy bellos y muy
vistosos, pero en eso creo que soy una editora bastante convencional y estoy
en una editorial que tiene mucha claridad con eso: nos gusta la coherencia en
la narración y una historia bien contada está pidiendo ilustraciones que
funcionen para esa historia. Queremos hacer libros bonitos, nos interesa el
disfrute estético, pero nos interesa la coherencia narrativa y que sea una
historia emocionante y bien contada. Y esa es la línea editorial de Ekaré, el
poder de la historia.

—Cuando tienes que trabajar en un álbum escrito por un autor e ilustrado


por otro, que es lo más frecuente ¿Hay mucha dificultad en ese trabajo a
la par?

—En la manera en que trabaja Ekaré, no es un trabajo a la par. Siempre que


llega un manuscrito, una historia, el autor sabe que si nuestro interés es hacer
un álbum posiblemente deberá modificar el texto en función de las
ilustraciones. Una vez que el ilustrador ha hecho su interpretación de la historia
—ilustrador elegido por la Directora de Arte para ese texto—, a veces te
encuentras con cosas que aparecen redundantes. Y frente a eso casi siempre
lo que hay que contener es el texto para no dar esa sensación de redundancia.
Casi siempre hay mucha edición del texto. No conozco ningún caso en que lo
que llega a la editorial Ekaré como propuesta sea exactamente igual a lo que
se publica. Siempre pasa por un trabajo editorial, incluso lo que parece muy
acabado. Con la idea de que el libro sea lo mejor que nos parece que puede
ser.

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