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Previamente entendido y aplicado como una membresía o privilegio de clase, estatus y sexo, en
el marco de la democracia moderna la unidad electoral pasó a ser considerada el mecanismo para
fijar el consentimiento de los gobernados sobre quienes los gobernarán basado en el principio de
un hombre un voto (Etzioni-Halevy, 1979).
Tras las revueltas populares suscitadas en Europa, que tuvieron como consecuencia la
transferencia del control estatal y político de la monarquía a las asambleas, comenzó a
extenderse gradualmente la conquista de derechos políticos y participación política efectiva de
diversos sectores de la sociedad hasta alcanzar la universalidad del voto.
De este modo, en función de la adopción del tan codiciado estandarte democrático en el territorio
mexicano, así como su materialización y desarrollo a partir de la realización de las elecciones de
1947 en las que finalmente fue reconocido el derecho a votar de la mujer, el voto adquirió una
nueva connotación en México derivado de su universalidad, así como una relevancia irrebatible
en la vida pública del país.
Pocas son las veces en las que la academia se ha detenido a analizar, pensar y cuestionar el
proceso que conduce a cada sujeto a emitir su voto de cierta manera, así como las condiciones
que moldean el mismo alejándose de un discurso explicado a partir de construcciones
inamovibles en cuestión de clase, localización territorial o intercambios de bienes y favores en
esquemas clientelistas, es decir, el reduccionismo que caracteriza a la mayoría de los estudios de
significancia electoral apela a explicaciones desde marcos estructurales y no particulares y
experimentales.
En este sentido, es posible afirmar que, a pesar de la existencia de una noción casi generalizada
de la definición del voto, así como un sinfín de estudios que analizan sus características
cuantificables, aún en la actualidad resulta considerablemente complicado encontrar trabajos que
tengan por objeto explicar, analizar y profundizar en torno al sufragio en función de las variables
cualitativas que moldean el comportamiento del electorado.
En el presente trabajo se propone entonces estudiar al voto como un fenómeno vivo, como la
manifestación de las mil y una posibilidades de acción de un mismo sujeto; como la
materialización de la ideología, la motivación, la cultura y el pensamiento individual y colectivo.
En tal sentido, en atención al objeto descrito, resulta indispensable hilar y relacionar el
entendimiento del fenómeno del voto con aquellos que pueden ser considerados como
condicionantes y formadores como la cultura e ideología política, la experiencia social derivada
de factores socioeconómicos e incluso, la relación personal e histórica con las herramientas de la
participación democrática. Ello, toda vez que el factor determinante para la experiencia y
dinámica social es la individualidad de su vivencia en tanto que la vida humana no es reducible a
generalidades ni reglas, ni tampoco lo es la construcción de significados para fenómenos sociales
dotados de libertad y secrecía, como lo es el voto.
De este modo, el voto es, sin duda, un mecanismo de expresión de la pluralidad, de la disonancia
y del razonamiento humano, por lo que su análisis requiere y amerita voces, historias y
contextos que deben ser recopilados a partir del uso de técnicas de investigación cualitativas y es
que, a pesar de la abundancia de investigaciones referentes al sufragio, al estar casi todas ellas en
sintonía con la corriente dominante de la investigación, es decir, la óptica cuantitativa, estas
parecen dibujar al voto como un fenómeno indudablemente predecible, lo que tiene como
consecuencia la invisibilización del componente humano, contextual, sentimental y anecdotario
del mismo y ultimadamente, la pérdida de su proyecto de esencia.
Por proyecto de esencia habremos de referirnos en el caso a la significancia del voto, a “aquello
que apunta a su intencionalidad, no a aquello que es” (Sartre, 1956), es decir, a los factores,
experiencias y condicionamientos que, al combinarse con la inherente racionalidad humana,
definen la intención del voto, y no así a la acción física y cuantificable de depositar el voto en la
urna, postura que se remite a la investigación cuantitativa.
De este modo, y en tanto existen cada vez más argumentos para tomarse en serio el análisis
cualitativo, más allá de presentarlo como un simple complemento y de menor importancia a los
paradigmas cuantitativos de evaluación dominantes (Cartwright y Hardie, 2012), el problema del
que surge la investigación, objeto del presente trabajo, radica en la falta de consideración de
aquellas particularidades de los sujetos, así como la serie de factores, sean estos culturales,
personales, sociales o políticos, que influyen en la emisión del voto en las investigaciones
tradicionales del comportamiento electoral.
Dicho lo anterior, es evidente que la conducción de un estudio cualitativo que busque entender,
mas no generalizar ni limitar la significancia del voto, las motivaciones que conducen al mismo,
los sentimientos que este genera y la relación que guarda con las convicciones personales, debe
reconocer la heterogeneidad de la experiencia social humana e implementar mecanismos de
investigación abiertos que aporten a la construcción y recopilación de información con
perspectiva plural, evitando la banalización de la dinámica social y la economización del objeto
de estudio como parte del mercado.
En la misma línea, parte fundamental del problema a tratar al analizar las implicaciones del voto
recae en la creación y perpetuación de dicotomías, sellos y polarización basados en los resultados
de su componente mecánico; el conteo de votos, sin contextos ni trasfondos genera estadísticas
lastimosas que formalizan las diferencias irremediables entre los grupos de la sociedad.
Así, el estudio de la significancia, motivación, percepción y cultura alrededor del voto para dos
segmentos delimitados y aparentemente frontal e irremediablemente contrapuestos de la
población de la Ciudad de México, resulta de suma relevancia y trascendencia para atender a los
cuestionamientos que buscan explorar el comportamiento del electorado, su relación con las
instituciones electorales, el carácter del voto y la vivencia personal de la ciudadanía activa y
participativa en una democracia, dejando de lado generalizaciones burdas, categorías excluyentes
y descalificación ficta de cualquier condicionante considerado irracional.
El recuento y perspectiva de la experiencia particular con relación al voto de cada uno de los
sujetos involucrados en el estudio, agrupados en dos segmentos a partir de características
estructurales desiguales, presenta la posibilidad de generar un nuevo entendimiento de las causas
y factores que determinan el sentido y significancia del voto en jóvenes de 20 a 25 años con la
intención de romper, de cierta manera, la burbuja superficial de separación y diferenciación
irremediable entre el grupo que representa la vivencia socioeconómica mayoritaria y el que
ilustra aquella de la minoría que aglomera mayor poder en México.
REFERENCIAS: