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Trabajo publicado en: Julio C.

García - Rosario Augé (Coordinadores)


Derecho Constitucional Indígena. Territorios, ciudad de Resistencia (Chaco),
Con Texto Libros, año 2018, pp. 41-76.

Herramientas constitucionales para la efectividad de los


derechos de los pueblos indígenas en tiempos de su libre
determinación *

Miguel Ángel Benedetti **

Introducción

Pocos años antes de que se hubiera alcanzado –tras un largo y enorme esfuerzo de
los movimientos indígenas– el reconocimiento explícito del derecho a la libre
determinación de los pueblos indígenas a nivel internacional, Pedro García Hierro,
plasmaba –en nota al pie de un texto ya clásico– una ambivalente premonición:
“Cuando [esas] grandes palabras tocan a las puertas [del Derecho] hay que dar por
seguras dos cosas: que acabarán entrando y que tendrán que pagar el precio de esa
entrada” (García Hierro, 2001: 639).1

* Este trabajo plasma la presentación pública de cierre del II Congreso Internacional de Derecho
Constitucional de Derecho Indígena, en Resistencia, Chaco, 26/10/2018.

** Es profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales (UNLP), en


grado y postgrado, y de Derechos de los Pueblos Indígenas en la Maestría de Derechos Humanos de dicha
facultad.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
1
Sobre las trayectorias de García Hierro, defensor de los derechos indígenas, ver: Chirif (2015).

1
Como se sabe, ambas “cosas” resultaron exactamente ciertas: esas “grandes
palabras” de los pueblos indígenas acabaron “entrando” formalmente en el mundo del
Derecho, y vaya si están pagando un alto “precio” en términos de todo tipo de dificultades
para que se hagan realidad. Incluso más. Luego de esa “entrada”, es como si esas “grandes
palabras” no hubieran dejado de seguir “entrando” en el Derecho y, sin embargo, el
“precio” de tal/es entrada/s no parece haber disminuido. Lo primero, se observa en los
crecientes y acumulativos reconocimientos normativos e interpretativos de los derechos de
los pueblos indígenas, en especial por vía internacional. Lo segundo, a juzgar por las
múltiples y acumuladas dificultades y maltratos que aún siguen sufriendo esos pueblos, en
especial por reiterados y persistentes incumplimientos que se registran en los ámbitos
nacionales.
Así las cosas, sigue “habiendo grandes ´lagunas´ entre los compromisos de los
Estados a reconocer los derechos de los pueblos indígenas, de un lado, y su ejecución y
realización plenas y efectivas, de otro”, lo cual “es incompatible con su derecho a la libre
determinación”, como dijera un líder indígena ante el Foro Permanente de Cuestiones
Indígena de la ONU (John, 2014:3 y 6).2
Entre todos los factores que determinan e inciden en este gran y paradojal marco,
este trabajo se mueve en una acotada parcela del plano jurídico que empieza por asumir
como una gran dificultad de ese reconocimiento creciente de derechos indígenas, que no se
trató de una mera ampliación de derechos sino que fundamentalmente implicó una
resignificación del discurso de los derechos, hasta entonces pensado desde un molde
monocultural y que continúa operando por su “arraigo en las culturas colonizadoras”. A su
vez, aquí se toma como eje el caso argentino contemporáneo desde una perspectiva
constitucional que se tome en serio que la libre determinación de los pueblos indígenas

2
Edwards John, líder indígena de la nación Tl´azt´en, ubicada en provincia canadiense de Columbia
Británica, autor del documento que fuera tratado en el13º período de sesiones de dicho Foro. Allí se ocupa de
los “efectos persistentes” y “devastadores” de la llamada “doctrina del descubrimiento de la era colonial,
combinada con las doctrinas conexas de la de la conquista y la superioridad racial europea [como la “terra
nullius”]”, la “fuerza impulsora de las atrocidades cometidas contra los pueblos indígenas a escala mundial,
cuyas consecuencias siguen dejándose sentir” (John, 2014: 5); a pesar que ha sido rechazada por “órganos
nacionales e internacionales”, “sigue teniendo vigencia. Su capacidad de resistencia se debe a su arraigo en
las culturas colonizadoras” (John, 2014:2).

2
finalmente ya ha “entrado” por “las puertas” del Derecho 3 y que es hora de empezar a
cerrar esa brecha significativa entre tan amplio marco normativo de reconocimiento y su
aplicación.
Para constatar dicha brecha o “lagunas” en el caso argentino,basta aquí tan sólo con
recordar las graves y reiteradas observaciones formuladas por los diversos órganos de
monitoreo internacionales más o menos cercanas en el tiempo, tanto de cuño extra-
convencional como convencional. Entre Aquellos, resulta de inusitada gravedad que
continúe hoy siendo pertinente seguir aludiendo al Informe del Relator Especial sobre los
derechos de los pueblos indígenas, James Anaya, luego de su visita al país a finales de
2011.4 Cinco años después, una visita similar de otro relator especial de la ONU consigna
su alarma y decepción por la falta de progreso al respecto.5 En el mismo sentido
actualizado, son las observaciones finales a la Argentina formuladas por el Comité para la
Eliminación de la Discriminación Racial de 2107.6 El círculo se completa con los motivos
de preocupación y recomendación para la Argentina de los órganos de supervisión delos
Pactos Gemelos,7 de la CEDAW, 8 y del Convenio 169 de la Organización Internacional del

3
El derecho a la libre determinación no solo es pre-requisito de los demás derechos diferenciados como decía
el autor citado al inicio, sino también que también es el eje de todos ellos, como si fuesen múltiples
proyecciones de aquel.
4
En su resumen inicial se lee: “El Estado de Argentina ha realizado pasos importantes para reconocer los
derechos de los pueblos indígenas en el país [desde] las reformas de la Constitución de la Nación de 1994 en
materia de los pueblos indígenas… Sin embargo, persiste una brecha significativa entre el marco normativo
establecido en materia indígena y su implementación real” (Anaya, 2012:1).
5
Mutuma Ruteere, Relator Especial sobre las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial,
xenofobia y formas conexas de intolerancia sobre su misión en Argentina, mayo 2016, presentado al Consejo
de Derechos Humanos en 18/4/2017 (A/HRC/35/41/Add.1, párrs. 24, 31, 32-47, 65-67, 101-104, 110).
6
“El Comité toma nota del reconocimiento por el Estado parte del carácter pluriétnico y multicultural de su
población. Sin embargo, el Comité nota con preocupación que, a pesar de la existencia de normas relativas a
la protección de los derechos de los pueblos indígenas, falta un marco legislativo completo y mecanismos
adecuados que pongan en práctica de manera plena y efectiva estos derechos de manera uniforme en todo el
territorio del Estado parte” (CEDR, 2017, párr. 8); y en especial al decir que “observa con preocupación que a
pesar del marco jurídico que reconoce el derecho de propiedad de las tierras tradicionalmente ocupadas por
los pueblos indígenas, el Estado parte no garantiza todavía el pleno disfrute y ejercicio efectivo de este
derecho” (CEDR, 2017, párr. 20). Profundiza las preocupaciones y recomendaciones que ya surgen del
examen de los informes periódicos anteriores del país por el CEDR del año 2010 (CERD/C/ARG/CO/19-
20,párrs. 19/21, 23, 26/31).
7
Comité de Derechos Humanos en sendas Observaciones finales para Argentina: ante el cuarto informe
periódico, 2010, CCPR/C/ARG/CO/4 (párr.25) y al quinto informe periódico, 2016, CCPR/C/ARG/CO/5
(párrs.37 y 38). Comité DESC: Observaciones finales a Argentina, 2011 (E/C.12/ARG/CO/3, párrs. 8/10, 21,
24/15).
8
Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, Observaciones finales
sobre el séptimo informe periódico de la Argentina, 25/11/2016, sobre las “formas entrecruzadas de
discriminación” que padecen las mujeres indígenas (CEDAW/C/ARG/CO/7, párr.40-41).

3
Trabajo;9 así como la declaración de otra relatoría especial luego de su reciente visita al
país.10 Entre tantas e incumplidas recomendaciones de tantos organismos internacionales, a
tenor de los acotados confines en que se mueve este trabajo, es de destacar una específica
que hiciera el relator citado en primer término: la necesidad de capacitación y formación de
los funcionarios estatales, incluidos los operadores judiciales, “sobre las normas nacionales
e internacionales en materia de pueblos indígenas” (Anaya, 2012: párr.101). 11
En ese marco, el trabajo se organiza en dos partes. La primera es un rápido y breve
repaso de aquel creciente y amplio reconocimiento de los derechos indígenas en Argentina
desde 1994 en adelante. De ese frondoso reconocimiento, la parte segunda extrae y precisa
tres “herramientas”interpretativas y operativas. A pesar que ellas son conocidas, según
entiendo, puede ser de interés volver sobre ellas. Quizá puedan apuntalar aquella
recomendación de capacitación y formación, y contribuir en alguna medida a la efectividad
de derechos de los pueblos indígenas en tiempos de su libre determinación.

I. Un bloque de constitucionalidad pluricultural y multinivel, fluido y


expansivo

Como se sabe, la reforma constitucional argentina de 1994 se inscribe en el ciclo de


reformas latinoamericanas de la última década del siglo XX, en momentos de expansión del
discurso de los derechos.12 A su manera, no exenta de críticas (Benedetti, 2011), recepta

9
Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de OIT, Informe general y
observaciones referidas a Argentina en relación al Convenio sobre Pueblos indígenas y tribales, 2014
(ILC.103/III(1A), p. 599).
10
Hilal Elver, Relatora Especial sobre el derecho a la alimentación, declara que “se reunió en la Provincia del
Chaco con miembros de las comunidades Qom que habían migrado de sus tierras ancestrales a ciudades
cercanas para poder sobrevivir, pero que aún no logran ganar su sustento debido a una discriminación
sistémica” (Elver, 2018).
11
También el CEDR en 2017, específicamente para la justicia penal, “insta” a Argentina“[p]romover la
formación de agentes de policía, defensores públicos, abogados, jueces y profesionales del sistema judicial
sobre el derecho consuetudinario indígena… y la lucha contra la discriminación racial” (párr.30.c). Por su
parte, la Corte IDH en casos que involucran violaciones a derechos indígenas suele ordenar en sus sentencias
de fondo a los Estados responsables que dispongan, como garantías de no repetición, la capacitación y
formación a funcionarios estatales, ya sea en vulneraciones de derechos territoriales como en otro tipo de
derechos: ejemplos de las primeras, “Caso Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs. Ecuador”, 2012 (párr.
206) y “Caso Pueblos Kaliña y Lokono vs. Surinam”, 2015 (párr. 309); entre las segunda, i.e. “Caso Rosendo
Cantú y otra vs. México”, 2010 (párr. 246).
12
Ese ciclo de reforma de los ´90 se abre y se cierra con las constituciones de Colombia 1991 y de Venezuela
1999. Entre ellas, seis Estados de la región también modifican sus constituciones (uno de ellos, Argentina).

4
expresamente al menos cuatro notas presentes en ese constitucionalismo regional de los
años noventa, en el artículo más largo de toda la Constitución reformada (art. 75). Ante
todo, en su inciso 17, párrafo primero dispone: (nota i) la “preexistencia étnica y cultural”
cual fórmula de reconocimiento general que quiebra el autocrático paradigma monocultural
y fundamenta el nuevo paradigma pluricutural,13 y (nota ii) la adopción del sujeto colectivo
“pueblos indígenas”, sepultando su histórica condición de meros objetos de asimilación o
integración abre paso a su derecho a la libre determinación en tanto pueblos; y en todo su
segundo párrafo, hasta el segundo punto y seguido,14 se plasma (nota iii) un operativo
plexo de derechos colectivos diferentes y diferenciados, de tipo sustantivo y procedimental,
sobre distintas áreas, que se enuncian después del “respeto a su identidad” y se agrupan en
torno de ella.15 Luego, en los tres párrafos del inciso 22 (nota iv), establece diversas
modalidades de recepción y jerarquización multinivel del derecho internacional de los
derechos humanos (en adelante DIDH), que extienden en forma dinámica y multinivel los
derechos de fuente nacional.
Interesa destacar las articulaciones entre las cuatro notas recordadas. Las dos
primeras reunidas (notas i + ii) fundan y refuerzan las dos últimas, es decir todo el plexo de
derechos colectivos, tanto el reconocido explícitamente en el inciso 17 (nota iii) como por
la progresiva expansión y precisión vía internacional (nota iv) que someramente se da
cuenta en esta parte del trabajo. A su vez, esta última nota, no sólo expande a la tercera nota
(iii) sino que también robustece la “preexistencia étnica cultural de los pueblos indígenas”
(notas i + ii).
Especialmente por esta vía internacionalista jerarquizada por la reforma de 1994
(nota iv), a partir de entonces hasta la actualidad, se pasó del aislado inciso 17
constitucional a un robusto y fluido inciso extendido a través de múltiples niveles. Así,
aquel inciso es el punto de partida clave de los fragmentos de fuente nacional y de las
diversas fuentes internacionales, todo lo cual en su conjunto conforman un abierto y

Luego, irrumpe otro ciclo con las constituciones de Ecuador de 2008 y Bolivia 2009, para cuyo estudio se
remite a Ramírez (2015: 129-176).
13
Se refuerza con la protección a la “pluralidad cultural” (art. 75.19, párr.4º CN).
14
El final de esta cláusulaes otra peculiaridad de la reforma argentina al disponer allí la concurrencia en la
materia de las provincias (art.75.17 in fine CN), claro que sin violar la supremacía federal (art.31 CN).
15
Un estudio de cada pasaje del art.75.17, con sus aplicaciones judiciales, en: Hualpa (2014: 93-237).

5
multinivel bloque de constitucionalidad o corpus iuris.16 Es decir que el inciso 17 es una
especie de centro normativo supremo de contenidos mínimos explícitos y tácitos (estos
últimos compuestos por los que fluyen del DIDH jerarquizado por la propia Constitución
con los cuales necesariamente debe dialogar”, más allá del nivel normativo que ocupen, en
tanto al menos funcionan como guía de interpretación).17
Por razones de espacio, no se podrán abordar aquí los instrumentos internacionales
con rango supremo y su importancia, salvo en uno de los casos. En cambio, a los fines de
este trabajo no se pueden dejar de recordar los instrumentos internacionales, de naturaleza
convencional y extra-convencional, que específicamente receptan crecientes precisiones de
los derechos colectivos de los pueblos indígenas (de nuevo, es indudable que estos integran
el bloque de constitucionalidad argentino en sentido amplio, aunque ninguno tengan aún
rango supremo y algunos de ellos no sean tratados).18
Entre esos instrumentos internacionales, una primera expansión del inciso 17 se
dio a partir del año posterior de la ratificación y depósito, en junio 2000, del Convenio 169
de la OIT sobre Pueblos indígenas y tribales en países independientes (en adelante
C.169).19 Otro nuevo paso expansivo fue el reconocimiento expreso del derecho a libre
determinación de los pueblos indígenas20 y demás proyecciones en términos de derechos
colectivos diferenciados desde el voto a favor de Argentina en la Asamblea General de la
ONU en Nueva York, septiembre 2007, de la Declaración de Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas (en adelante, por su sigla en inglés UNDRIP).21 Más
tarde, desde que la Asamblea General de la OEA en Santo Domingo, junio 2016, aprueba la

16
La noción de “bloque” es utilizada en el constitucionalismo (incluso adoptada por nuestra Corte Federal en
sus fallos) mientras que la noción de “corpus” es más empleada en el internacionalismo (en especial por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos). Ambas expresiones se utilizan aquí para referir a un conjunto o
pluralidad de normas e interpretaciones de múltiples niveles y dispersas, tanto de fuente nacional como
internacional, pero conectadas y en “diálogo” entre sí (este último aspecto es donde se mueve la parte segunda
de este trabajo).
17
Su aplicabilidad en el ordenamiento interno puede ser por vía directa (por su invocación per se) o indirecta
(por vía interpretativa o mediata) por y ante los diversos órganos e instancias gubernamentales.
18
A grandes rasgos esa línea fue la seguida por el informe ya citado para Argentina (Anaya, 2012): partir de
la reforma de 1994 como primer paso importante para reconocer los derechos indígenas, y luego hacer
hincapié en dos de los instrumentos internacionales que aquí se repasan.
19
Para un estudio exhaustivo de todas y cada una de las cláusulas del C.169, ver: Salgado y Gomiz (2010). Al
texto del C. 169 cabe añadir el trabajo de la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y
Recomendaciones relativo al mismo; por caso,la Observación General 2010/81 (CEARC) sobre de consulta.
20
Aunque los pueblo indígenas en tanto pueblos desde antes debían ser incluidos dentro del art.1º común de
los Pactos Gemelos de 1966, con jerarquía constitucional en Argentina desde 1994 (art.75.22, párr.2º CN).
21
Sobre la fuerza normativa de la UNDRIP se expuso en 1º Congreso Internacional de Derecho
Constitucional Indígena, en 2012, en la ciudad de Resistencia, provincia de Chaco (Benedetti, 2012).

6
Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (en adelante
DADPI).22A su vez, entre la adopción de ambas declaraciones, cabe recordar también –por
su alto valor interpretativo– el documento final de la reunión plenaria de alto nivel de la
Asamblea General de la ONU en Nueva York, septiembre 2014, conocida como
Conferencia Mundial de Pueblos Indígenas (CMPI) donde los Estados –incluido
Argentina– reafirman sus compromisos asumidos por la UNDRIP.23
Asimismo, también expande este progresivo corpus iuris la jurisprudencia y las
constantes interpretaciones de organismos de monitoreo de Naciones Unidas (extra-
convencionales y convencionales a través de observaciones generales y especiales para el
país) como del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH).En referencia a este
ámbito, además de la relevante labor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
destaco aquí la de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Corte
IDH) en materia de derechos de los pueblos indígenas, a pesar de los silencios de la
Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) hasta la aprobación de la DADPI
en 2016. Hasta hace poco, sólo a través de su competencia jurisdiccional, a medida que
actuaba en casos contenciosos hasta conformar una jurisprudencia constante, pero en los
últimos años también cabe tener en cuenta las interpretaciones de la Corte IDH a través de
su competencia consultiva (a pedido de algún Estado, sin litigio alguno y sin partes
contendientes). En cuanto a los casos contenciosos sobre derechos territoriales indígenas se
relevan doce sentencias de fondo desde 2001 a 2018 inclusive. 24 El valor de estas
sentencias en el plano interno es que sus estándares forman parte del llamado control de
convencionalidad que también deben realizar todos los órganos estatales. En cuanto a la

22
Acerca de los avances y limitaciones de este instrumentos interamericano frente a la UNDRIP, expuso
quien escribe este trabajo en el “IV Encuentro de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas”, ciudad de
Castelli, Chaco, el 28/10/2016.
23
En ese documento de la CMPI (A/69/L.I) los representantes de los Estados reafirman su “apoyo” a la
UNDRIP y su “solemne compromiso de respetar, promover, impulsar y no menoscabar en modo alguno los
derechos de los pueblos indígenas y de defender los principios de la Declaración” (párrs.3 y 4); y vuelven a
comprometerse “a adoptar, en consulta y cooperación con los pueblos indígenas, medidas apropiadas a nivel
nacional… para alcanzar los fines” de la UNDRIP (párrs. 7 y 8), en especial en cuanto a sus derechos “en
relación con las tierras, los territorios y los recursos” (párrs. 20 y 21). Por ello, también se puede nominar a
este documento adoptado a solo siete años de la referida Declaración, como “UNDRIP + 7”.
24
Una mirada de conjunto sobre esa jurisprudencia constante, desde 2001 hasta 2015, fue expuesta por quien
aquí escribe en el recién referido encuentro en Castelli (Benedetti, 2016). A ello, cabe agregar dos sentencias
de fondo en este 2018: una más sobre derechos territoriales, “Caso Pueblo Indígena Xucurú y sus miembros
vs. Brasil”; y otra sobre otros derechos, “Caso Coc Max y otros (Masacre de Xamán) vs. Guatemala”.

7
competencia de carácter consultivo de la Corte IDH, interesa tener en cuenta tres recientes
Opiniones Consultivas que explícitamente se refieren a los pueblos indígenas y sus
derechos colectivos diferenciados, aunque no en forma principal y exclusiva: una de ellas
es pre-DADPI (OC-22/16),25 y dos post-DADPI (OC-23/17, y OC-24/17).26 Como enseña
la propia Corte IDH, el valor de estas interpretaciones no alcanza sólo al Estado
consultante, sino que se expande a todos los Estados, en particular a los que como
Argentina reconocen su competencia contenciosa, en tanto equipara el valor de una y
otrafunción al señalar que estas interpretaciones consultivas cumplen “la función propia de
un control de convencionalidad preventivo”. 27
A todo lo anterior –como se advirtiera, necesariamente incompleto por razones de
espacio– todavía habría que añadir,en un nivel concurrente y de subordinación normativa
salvo que dieran mayor protección (arts.75.17 in finey 31 CN), los pasos dados por la
mayoría de las constituciones provinciales, en especial con posterioridad a la reforma de la
Constitución Nacional de 1994.28

25
La Opinión Consultiva OC-22/16, Titularidad de derechos de las personas jurídicas en el Sistema
Interamericano de Derechos Humanos, 26/2/2016, solicitada por Panamá, con cita de los casos contenciosos
del Tribunal incluye a los pueblos y comunidades indígenas como titulares de derechos a pesar de la letra del
art.1.2 CADH (párrs.72 a 82).
26
La Opinión Consultiva OC-23/17, Medio ambiente y Derechos Humanos, 15/11/2017, solicitada por
Colombia, en lo que aquí interesa, además de considerarlos como sujetos vulnerables de impacto diferenciado
en materia ambiental (párr. 67), utiliza los avances en el SIDH respecto a los derechos de los pueblos
indígenas para desenvolver las obligaciones estatales en relación con el medio ambiente: citaelart. XIX
DADPI (párr. 58) y de la jurisprudencia de la Corte IDH sobre derechos territoriales indígenas (en especial
por sus múltiples citas de la sentencia de fondo “Caso Pueblos Kaliña y Lokono vs. Surinam” de 2015) en
múltiples pasajes (i.e. párr. 68 y sus remisiones). La Opinión Consultiva OC-24/17, Identidad de género, e
igualdad y no discriminación a parejas del mismo sexo, 24/11/2017, solicitada por Costa Rica, al referir la
noción de familia indígena con invocación del art. XVII DADPI y algunos casos contenciosos que involucran
a indígenas (respectivamente, párrs. 184/185 y 190).
27
Opinión Consultiva OC-22/16 (párr. 26), precisando lo dicho en Opinión Consultiva OC-21/14 (párr. 31).
28
A la fecha, de las 23 provincias 15 incluyen alguna cláusula de reconocimiento en línea con lo dispuesto
por el art. 75.17 CN, con distintos tipos de excepciones: más o menos positivas (San Luis de 2011 es la única
que remite al texto nacional, al C.169 y a la UNDRIP; y Chaco de 1994 por algunas precisiones); y menos o
más negativas (La Pampa de 1994 sólo menta la “preexistencia”, solo algún aspecto las de Corrientes de 2002
y Santiago del Estero de 2005, o prácticamente ninguno la de Jujuy de 1986). Las restantes ocho provincias
que aún nada disponen aún en sus constituciones son Catamarca, Córdoba, La Rioja, Mendoza, Santa Fe, San
Juan, Tierra del Fuego; tampoco Misiones, a pesar que es la única en el país en que un pueblo indígena allí
enclavado (Mbya-guaraní) fue quien impulsara su reforma con una avanzada propuesta propia, convertida en
Ley 4000 en 2003 (hasta la fecha incumplida por reiteradas omisiones inconstitucionales de distintos
gobernados de convocar a referéndum de ratificación).

8
II. Tres “herramienta” para (re)leer y aplicar el bloque de
constitucionalidad pluricultural

Habiendo repasado raudamente parte del complejo bloque de constitucionalidad


pluricultural (multinivel y progresivo), se consignan algunas de las maneras para lidiar con
el mismo a fin de contribuir a su aplicación. En tal sentido, cual si fueran parte de “una caja
de herramientas constitucionales”,29 se presentan y reúnen aquí tres de esas “herramientas”
para su uso en el caso argentino: el “enfoque diferenciado participante”; la “indivisibilidad
interna de los derechos indígenas” y el “principio pro-pueblo indígena”.30 De varias
maneras, la segunda es una deriva de la primera y la última de las dos anteriores.
Antes de pasar a cada una de esas “herramientas”, es necesario recordar un par de
básicas consideraciones comunes. En primer lugar, no son recursos retóricos sin
consecuencias prácticas concretas; por surgir del propio derecho positivo vigente en
Argentina, especialmente por vía del jerarquizado DIDH, están disponibles y son exigibles
por parte de los propios pueblos indígenas y sus integrantes a la hora de reclamar el
cumplimiento de sus derechos, es decir que son auténticos “derechos-herramientas”. En
segundo lugar, su ámbito de actuación abarca a todos los órganos estatales de todos los
niveles; no se reduce a quienes ejerzan funciones de naturaleza materialmente
jurisdiccional (Poder Judicial o administración que dicten resoluciones que afecten
derechos indígenas), sino que también alcanza a quienes se desempeñen en todos los
ámbitos extra-jurisdiccionales, donde se diseñan y ejecutan políticas públicas que
conciernen a los pueblos indígenas, comunidades o sus integrantes, para la implementación

29
Expresión utilizada para referirse al catálogo de derechos constitucionales por la Sala Sexta de Revisión de
la Corte Constitucional de Colombia, en la resonante sentencia T-622/16, 10/11/2016, Magistrado Ponente,
Jorge Iván Palacio Palacio (punto 4.20).
30
En Colombia esas tres herramientas se encuentran dispersas –con denominaciones y contenido aproximado
al que plantea este trabajo– en un único cuerpo normativo: el Decreto-ley 4633/2011 emitido por el presidente
de Colombia en 9/12/2011, titulado “Por medio del cual se dictan medidas de asistencia, atención, reparación
integral y de restitución de derechos territoriales a las víctimas pertenecientes a los Pueblos y Comunidades
indígenas"; su texto en: Presidencia República de Colombia (2012); cuando se lo refiera en este trabajo se lo
llama “Decreto-ley 4633/11de Colombia”.Esa norma se hizo en consulta con la llamada “Mesa Permanente de
Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas” de ese país. Para un análisis del proceso
participativo extraordinario de su sanción, ver: Rodríguez Garavito y Orduz Salinas (2012). Por otro lado, en
México también se receptan estas herramientas a su manera (con otras denominaciones y también en forma
dispersa) pero en un protocolo acotado para quienes imparten justicia en casos que involucren derechos de
personas, comunidades y pueblos indígenas, emitido por la Suprema Corte de Justicia de aquel país (2013).

9
institucional de los derechos o proposición de reformas normativas que signifiquen un
verdadero desarrollo y no una limitación.

II. 1. Enfoque diferenciado participante


En ocasiones denominado como “interpretación culturalmente adecuada” 31 o
simplemente “enfoque diferencial”, 32 aquí se opta por añadir el último adjetivo para no
dejar de denotar y connotar su contenido completo. Este enfoque requiere y exige una
(re)lectura del bloque de constitucionalidad desde la perspectiva indígena del pueblo en
cuestión y, fundamentalmente, que ese punto de vista se exprese a través de la palabra de
sus representantes e integrantes, como única manera genuina de comprensión de la
diferencia indígena. Es decir, que no se trata tan sólo de un “lente” o “prisma” para mirar
(desde dónde), sino también de tomarse en serio la participación interpretativa de los
propios indígenas en tanto titulares de los derechos a través de sus propias voces (cómo y
por quién/es), lo cual supone que sean escuchados y comprendidos de modo tal que puedan
incidir efectivamente en el resultado (para qué).
Además del carácter instrumental y democrático de este estándar interpretativo,
clave para la recuperación indígena del control del propio punto de vista, es una novedad
epistémica que portan estos derechos colectivos, diferentes y diferenciados, sin cuya
perspectiva se corre el riesgo de vaciarlos de contenido o desfigurarlos, y de imposibilitar
todo diálogo intercultural genuino. A lo anterior cabe añadir que este enfoque no se limita a
los derechos diferenciados indígenas, los colectivos y los individuales de las personas
indígenas, sino que también es aplicable a los demás derechos que involucran a pueblos
indígenas, su comunidades o integrantes, tanto los colectivos como los individuales
comunes o universales. Es decir, que se predica para todos y cada uno de los derechos que
involucren al menos a una o más personas indígenas, a una o más comunidades indígenas, a

31
El Comité de los Derechos del Niño, Observación General nº 11/2009, Los niños indígenas y sus derechos
en virtud de la Convención (CRC/C/GC/11, párr.38), señala que “El derecho a ser oído [de niñas y niños
indígenas] incluye el derecho a la representación, a una interpretación culturalmente apropiada y, asimismo, el
derecho a no expresar la propia opinión”; también para celebrar “consultas de una manera que sea
culturalmente apropiada” (párr. 20).
32
El Decreto-ley 4633/11 de Colombia, utiliza por doquier esa expresión en todo tipo de temas (i.e. arts. 41,
61, 64, 70, 73, 84, 87, 92) y al crear un órgano institucional de aplicación (art. 172).

10
uno o más pueblos indígenas. 33 No obstante, es claro que tiene especial relieve para los
procesos de participación y de consulta, y en relación a los derechos territoriales de
comunidades y pueblos indígenas por la estrecha vinculación espiritual y cultural que
guardan con la identidad indígena.
En tiempos del derecho a la libre determinación de los pueblo indígenas, la
utilización de este enfoque diferencial es indispensable para superar el vetusto modelo
político monocultural que trataba los pueblos y comunidades indígenas como objetos y no
como sujetos autónomos, y para que la interpretación de los derechos humanos no quede en
manos de una sola orientación cultural sino que se canalice a través de un diálogo
intercultural. 34
Esta “herramienta” es receptada en los instrumentos internacionales de específico
reconocimiento de los derechos indígenas como en la jurisprudencia constante de la Corte
IDH.35Ante todo, luce con toda claridad en tres cláusulas claves sobre derechos territoriales
de los tres sucesivos instrumentos internacionales específicos, donde se conecta
indisolublemente lo territorial con la cultura propia indígena y su hábitat. Ello se plasma de
dos maneras distintas: por un lado, como obligaciones de los gobiernos (art.13 C.169);36 y
por otro lado, como derecho de los pueblos indígenas (art.25 UNDRIP37 y art.XXV.1
DADPI).38

33
Por supuesto que también supone la interseccionalidad de enfoques diferenciales hacia el interior de los
pueblos indígenas, por género, discapacidad y edad (niños, jóvenes y adolescentes; personas mayores).
34
“Dado que los países americanos son, por definición constitucional en muchas ocasiones, países
pluriculturales, los valores que encarnen las instituciones de su ordenamiento jurídico no pueden ser, por
tanto, monoculturales, si no es a costa de la imposición de una cultura sobre las demás. Al aplicarse a grupos
culturales diferentes, con valores culturales y necesidades sociales diferentes, las instituciones deben asumir
esa diferencia a fin de que el derecho otorgado sea del mismo valor para todos” (García Hierro, 2001:634).
35
Por razones de espacio y porque este enfoque es inherente a su propio reconocimiento no se recuerdan aquí
las disposiciones relativas a la autonomía, participación, consulta y consentimiento previo libre e informado.
36
Art. 13.1 C.169: “deberán respetar la importancia especial que para las culturas y valores espirituales
de los pueblos… reviste su relación con las tierras o territorios, o con ambos…, y en particular los aspectos
colectivos de esa relación”. Art.13.2: La utilización del término ´tierras´… deberá incluir el concepto de
territorios, lo que cubre la totalidad del hábitat de las regiones que los pueblos… ocupan o utilizan”.
37
Art.25 UNDRIP: “derecho a mantener y fortalecer su propia relación espiritual con las tierras,
territorios, aguas, mares costeros y otros recursos que tradicionalmente han poseído u ocupado y
utilizado y a asumir las responsabilidades que a ese respecto les incumben para con las generaciones
venideras” (lo resaltado no es del original).
38
El art. XXV.1 DADPI lleva por epígrafe dicha conexión al decir “Formas tradicionales de propiedad y
supervivencia cultural” y su párr.1° dice “derecho a mantener y fortalecer su propia relación espiritual,

11
A su vez, el C. 169 dispone en general, que al “aplicar la legislación nacional a los
pueblos [sin distinción de ámbito o materias] deberán tomarse debidamente en
consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario” (art.8.1); y en particular
cuando “autoridades” y “tribunales” son “llamados a pronunciarse sobre cuestiones penales
deberán tener en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia”(art.9.2).39
La UNDRIP, luego de reconocer explícitamente el derecho a la libre determinación
de los pueblos indígenas (art.3), dispone como proyecciones del mismo: que los Estados, al
reconocer sus derechos sobre tierras-territorios-recursos, “respetarán debidamente las
costumbres, las tradiciones y los sistemas de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas”
(art.26.3), al adjudicar derechos sobre aquél tríptico canónico a través de “un proceso… en
el que se reconozcan debidamente las leyes, tradiciones, costumbres y sistemas de
tenencia de la tierra” (art.27); y en “procedimientos” para arreglar “conflictos y
controversias” entre pueblos indígenas-Estados u otras partes, “se tendrán debidamente en
consideración las costumbres, las tradiciones, las normas y los sistemas jurídicos de los
pueblos indígenas” (art.40). En cuanto a la importancia de la propia voz indígena, cada vez
que se utiliza las expresiones “participación”, “consulta”, “conjuntamente”, con
“colaboración” por doquier a lo largo de todo el instrumento. La DADPI, además de
reiterar el derecho a la libre determinación (art.III) y una fórmula semejante de la UNDRIP
(art.XXXIV frente al art.40 UNDRIP), reitera este enfoque diferencial para aspectos
específicos:
-para determinar el “interés superior de niño” indígena: “deberá considerarse el
derecho indígena del pueblo correspondiente, y su punto de vista, derechos e
intereses, incluyendo las posiciones de los individuos, la familia, y la comunidad”
(art.XVII.2 in fine);
-para el ejercicio de ciertos derechos políticos indígenas (asociación, reunión,
organización, expresión): “de acuerdo a su cosmovisión, inter alia, sus valores, sus
usos, sus costumbres, sus tradiciones ancestrales, sus creencias, su espiritualidad y
otras prácticas culturales” (art. XX.1);
-para la aplicación de los “tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos”: “darán
debida consideración al entendimiento que los pueblos indígenas [le] han
otorgado” (art.XXIV.1, parte 2ª).

cultural y material con sus tierras, territorios y recursos, y a asumir sus responsabilidades para
conservarlos para ellos mismos y para las generaciones venideras” (lo resaltado para destacar la semejanza y
diferencia con art.25 UNDRIP).
39
En caso de tener que imponer “sanciones penales… deberán tenerse en cuenta sus características…
culturales” y dar “preferencia a tipos de sanciones distintos del encarcelamiento” (art.10.1 y 2 C.169).

12
Por su parte, la jurisprudencia constante de la Corte IDH pre-DADPI ha utilizado
este enfoque para justificar la relectura en clave indígena del texto de la CADH y poder
extraer de sus silencios respecto a lo indígena, los estándares de protección sobre la
propiedad comunitaria indígena (art.21.1), su identidad cultural y la consulta previa; e
incluso superar la letra supuestamente restrictiva en cuanto el sujeto de la CADH (art.1.2).
En general, para todos los derechos y en especial para los territoriales en sentencias de
fondo: desde “Caso Comunidad Indígena Yakye Axa vs. Paraguay” de 2005 en sus
“Consideraciones previas” (párrs.5140 y 63)41; hasta “Caso Pueblo Indígena Kichwa de
Sarayaku vs. Ecuador” de 2012 (párr.213),42 a partir de valorar especialmente las
declaraciones de presuntas víctimas rendidas en la audiencia pública ante el propio Tribunal
(párr.43),43 como las recibidas durante la diligencia in situ en el territorio amazónico del
pueblo Sarayaku (párr.49) y lo allí constatado (párr.149).44 Antes de esa rotunda recepción
“desde este prisma” indígena, fueron pioneros ciertos votos razonados en sendos casos.45
Como se dijo, esta “herramienta” debe aplicarse en todo ámbito gubernamental al
momento de imaginar y establecer normas de desenvolvimiento de los derechos indígenas

40
Párr.51: “Debido a que el presente caso trata sobre los derechos de los miembros de una comunidad
indígena, la Corte considera oportuno recordar que… para garantizar efectivamente estos derechos, al
interpretar y aplicar su normativa interna, los Estados deben tomar en consideración las características
propias que diferencias a los miembros de los pueblos indígenas de la población en general y que
conforman su identidad cultural. El mismo razonamiento debe aplicar la Corte, como en efecto lo hará en
el presente caso…”[reiterado en “Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa vs. Paraguay”, párr.60].
41
Párr.63: “En lo que respectas a pueblos indígenas, es indispensable que los Estados otorguen una
protección efectiva que tome en cuenta sus particularidades propias, sus características económicas y
sociales, así como su situación de especial vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y
costumbres” (lo resaltado no es del original).
42
Párr. 213: “el reconocimiento del derecho a la identidad cultural es ingrediente y vía de interpretación
transversal para concebir, respetar y garantizar el goce y ejercicio de los derechos humanos de los pueblos y
comunidades indígenas protegidos por la Convención y, según el art. 29.b) de la misma, también por los
ordenamientos jurídicos internos” (lo resaltado no es del original).
43
Ver las referencias al testimonio de don Sabino Gualinga, Yachak de Sarayaku sobre la “selva viviente”
donde “existen árboles y plantas medicinales, y otro tipo de seres” (párrs. 150, 164, 290, entre otros)
44
Allí destaca el “profundo lazo cultural, inmaterial y espiritual que la comunidad mantiene con su territorio,
para comprender más integralmente las afectaciones ocasionadas en el presente caso”.
45
El voto razonado conjunto de los jueces CançadoTrindade, Pacheco Gómez y Abreu Burelli en leading case
“Comunidad Mayagna (Sumo) AwasTingi vs. Nicaragua” de 2001, extienden el párr. 149 de la sentencia a
través del alto valor otorgado a los testimonios indígenas en la audiencia pública ante la Corte que transcribe
para profundizar “en una aproximación a un interpretación integral dela cosmovisión indígena, como
punto central de la presente sentencia” y la “atención debida a la diversidad cultural, inclusive para el
reconocimiento de la universalidad de los derechos humanos” (lo resaltado no es del original). Asimismo, el
voto razonado de García Ramírez en “Caso Bámaca Velásquez vs. Guatemala” en sentencia de reparaciones
de 2002 (acápite: “Consideración de la especificidad cultural”).

13
como al elaborar y ejecutar programas que los afecten. 46 Por supuesto, que también incluye
al ámbito judicial. En este último, la palabra indígena para transmitir la cosmovisión,
tradiciones y costumbres puede canalizarse a través de flexibles testimonios y/o
pericias(como experto indígena en la cultura del pueblo de que se trate); en audiencias
públicas; y a título complementario, la pericia antropológica e inspecciones oculares o
diligencias in situ como ha sabido hacer la Corte IDH, en especial en casos sobre derechos
territoriales indígenas.47
Un lugar privilegiado para testear esta “herramienta” en el ámbito judicial argentino
son algunas de las audiencias públicas realizadas por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (CSJN) en los últimos años. En ese alto Tribunal, por primera en la historia,
pudieron hablar y ser escuchados,aunque no siempre comprendidos. Bajo la Corte de siete
miembros, hubo presencia y voz indígena enaudiencias informativas de cuatro casos entre
2007 y 2012, todos en competencia originaria (art.117 CN), con líderes de los pueblos
Qom, Wichí y Aymara. Sin embargo, los resultados concretos no fueron los esperados, no
sólo por algún incidente durante la misma audiencia sino por no registrarse su punto de
vista cuando hubo sentencia ulterior.48 Bajo la actual Corte de cinco jueces, volvieron a
tomar la palabra en los estrados cortesanos en junio de 2017, en la megacausa “Río Atuel”
en competencia dirimente (art.127 CN). Esta vez, como amicus curiae expusieron sendos
representantes del pueblo Rankulche;49 siendo la primera vez en que el Tribunal en la

46
A su manera, se puede advertir su recepción en el marco de la reglamentación de la Ley 26160 de 2006
(vigente hasta 2021 por su tercera prórroga sucesiva) de emergencia en posesión y propiedad de tierras
indígenas. El decreto 1122/07 (B.O. 27/8/2007) dispuso que los programas para implementar el relevamiento
técnico-jurídico-catastral “deberán garantizar la cosmovisión y pautas culturales de cada pueblo, y la
participación del Consejo de Participación Indígena en la elaboración y ejecución de los mismos” (art.3º,
Anexo del decreto).
47
Para los casos con diligencias in situ, de la Corte IDH, resueltos entre 2012 y 2015, ver: Benedetti (2016).
48
Los casos con audiencias públicas ante la CSJN en ese período: en 2007 “Defensor del Pueblo vs. Chaco”;
en 2009 “Dino Salas y otros vs. Salta”; en 2012 “Comunidad indígena Toba La Primavera-Navogoh vs.
Formosa” y “Comunidad Aborigen Santuario Tres Pozos y otros vs. Jujuy”. Para el tipo de derechos
debatidos en cada caso, y para lo acaecido con las voces indígenas en cada audiencias, ver: Benedetti-Sáenz
(2016: 106-107 y 175-189). Mientras en la primera y tercera de esas causas a la fecha no se ha dictado
sentencia definitiva, en “Salas” y “Santuario Tres pozos” sí. Allí, los testimonios indígenas brindados en las
respectivas audiencias como actores ni siquiera fueron tenidos en cuenta en las sentencias que rechazaron
ambas acciones por razones formales (ver: Benedetti y Sáenz, 2016: 198, 210, 214-215, 232-236).
49
El video completo de esta audiencia de junio de 2017 disponible en sitio de la CSJN, <www.cij.gov.ar>.

14
sentencia ulterior parece recuperar algoal menos de esas intervenciones, aunque en forma
indirecta y parcial. 50

II. 2. Indivisibilidad entre todos los derechos colectivos diferenciados


indígenas
Una deriva necesaria del enfoque diferencial participante recién presentado es la no
fragmentación ni desmembramiento de cada derecho colectivo indígena en la medida que
todos ellos se encuentran interrelacionados, existencial y conceptualmente, desde la propia
perspectiva indígena, cual si fuesen “una red con infinidad de nudos de valores diversos”. 51
Esta “herramienta” resulta clave para enfrentar “uno de los puntos más conflictivos” según
García Hierro: “compatibilizar interculturalmente los conceptos jurídicos occidentales que
orientan a los Estados americanos” con los diferentes y diferenciados derechos indígenas
(2001:619). Su uso es indispensable para construir categorías interculturales que permitan
el desarrollo del pluralismo y el derecho a la diversidad, sin “fingir el reconocimiento
jurídico de un derecho histórico entregando una piltrafa de ese derecho” (García Hierro,
2001:636).
Desde la perspectiva indígena entonces, irrumpe la indivisibilidad o
interdependencia interna de todos estos derechos entre sí, para distinguirla de la comunión
que siempre cabe predicar entre todos los derechos humanos.52 Esta idea es explicada con
gran elocuencia por Toledo Llancaqueo (2005), de nuevo no como simple retórica sino en

50
En la sentencia del 1/12/2017 en “La Pampa, provincia de vs. Mendoza, provincia s. uso de aguas” (Fallos
340:1695), el voto mayoritario da cuenta esa presencia indígena en la audiencia como “Amigos del Tribunal”,
aunque en ambos casos se lo menciona erróneamente como pertenecientes a la “comunidad ranquel” y no a la
nación pueblo (cons.4º); y cuando ordena a un organismo interprovincial elaborar un programa sobre el uso
de aguas del Atuel dispone que al menos deben contar “con participación de las comunidades indígenas
radicadas en la región” (conc.15º), pero sin ninguna justificación o fundamento explícito para ello.
51
Para recuperar una idea de Iturralde Guerrero (1997:84) al “pensaral movimiento” indígena y su demandas
en el campo del derecho. Por su parte, García Hierro sostuvo: “En la perspectiva economicista del Derecho
estatal lo esencial es la divisibilidad; en la perspectiva vivencial de los pueblos indígenas lo esencial es esa
conjunción…” (2001:644).
52
El Decreto-ley 4633/11 de Colombia, utiliza esa expresión en su art.30: “Indivisibilidad de los derechos
de los pueblos indígenas. En la definición de las medidas de reparación integral, así como en las de asistencia
y atención integral a los pueblos y comunidades indígenas, las violaciones a todos los derechos individuales y
colectivos se entenderán de manera interdependiente y se analizarán bajo la óptica de los daños que se
hayan producido o produzcan en la integridad étnica y cultural de los pueblos indígenas, así como en los
efectos diferenciales en las personas de especial reconocimiento y protección” (lo destacado no es del
original).

15
términos operacionales, como única manera de que los derechos indígenas no se vacíen
mutualmente de contenido. El autor integra y reúne los múltiples derechos colectivos
indígenas bajo la categoría unificadora de “territorio”, precisamente el eje conceptual de la
plataforma de reivindicaciones del movimiento indígena. Así, considera a esa categoría
“densa y polivalente”, que admite cinco dimensiones o usos, todos ellos necesariamente
interconectados.53
Frente a este marco intra-indivisible, sólo con fines didácticos es posible desagregar
dicha unidad de derechos indígenas en tres áreas clave, las que se corresponden con las tres
cruciales facetas del reconocimiento para reparar los tres tipos de agresiones históricas
contra los pueblos indígenas a su libre determinación: área “cultural” (identidad,
educación intercultural y bilingüe, saludy patrimonio cultural de cada pueblo indígena),
área “territorial propiamente” dicha (propiedad y potestad comunitarias indígenas sobre
tierras, territorios y recursos) y área “política” (libre determinación como autonomía y
participación, consulta y consentimiento previo, libre e informado).54 Más allá de la utilidad
de esta u otra especie de tipología, lo relevante es que cada área debe (re)leerse en relación
a las demás, con un enfoque integral o una mirada del conjunto de los derechos que sólo
didácticamente pueden ubicarse en otra área.
Dicha intra-interrelación se recepta explícitamente en las cláusulas ya citadas de
cada uno de los instrumentos internacionales específicos que conectan lo territorial con la
cultura propia indígena (art.13 C.169; y su mejor recepción en el art.25 UNDRIP y en
parecida línea el art. XXV.1 DADPI).A su vez, la UNDRIP destaca la conexión intrínseca
entre las áreas clave en una de sus cláusulas (art.27),55 y a su manera la DADPI reconocela

53
Según Toledo Llancaqueo: i) territorio como jurisdicción (zona bajo control autónomo de un colectivo
indígena); ii) territorio como espacio de tierras a delimitar, demarcar, titular (no como parcelas del dominio
civilista); iii) territorio como hábitat (en los términos del art.13.2 C.169); iv) territorio como biodiversidad (en
los términos de la Convención sobre Diversidad Biológica de 1992, art.8.j); v) territorios simbólicos e
históricos (espacialidad construida o identidad colectiva).
54
Esas tres áreas clave se proyectan en la organización interna de la DADPI al puntualizarlas en tres partes
distintas, cada una con su propia numeración y denominación: Sección 3ª “Desarrollo cultural” y Sección 4ª
“Derechos organizativos y políticos”; y Sección 5ª “Derechos sociales, económicos y de propiedad”.
55
Art.27 UNDRIP: “Los Estados establecerán y aplicarán, conjuntamente con los pueblos indígenas
pertinentes, un proceso equitativo, independiente, imparcial, abierto y transparente, en el que se reconozcan
debidamente las leyes, tradiciones, costumbres y sistemas de tenencias de la tierra de los pueblos
indígenas, para reconocer y adjudicar los derechos de los pueblos indígenas en relación con sus tierras,
territorios y recursos, comprendidos aquellos que tradicionalmente han poseído u ocupado o utilizado. Los
pueblos indígenas tendrán derechos a participar en este proceso” (lo resaltado para connotar cada una de las
posibles tres áreas clave y su conjunción).

16
“interrelación” entre todos los derechos que establece y el respeto a “sus formas de vida,
cosmovisiones, espiritualidad, usos y costumbres, normas y tradiciones, formas de
organización social, económica y política…” (art. XIII.3 in fine).
A su vez, esta reunión interdependiente de aquellas tres facetas también se percibe a
lo largo de la jurisprudencia constante de la Corte IDH sobre derechos territoriales. Dentro
de ese corpus de fallos, de nuevo resulta paradigmático de este punto ya citada sentencia de
fondo en “Caso Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs. Ecuador”. Allí expresamente se
explica que analiza “la obligación de garantizar el derecho a la consulta en relación con los
derechos a la propiedad comunal e identidad cultural del pueblo Sarayaku” (párr.124) o los
“derechos a la consulta y a la propiedad comunal en relación con el derecho a la identidad
cultural” (punto B.6); para culminar declarando la responsabilidad del Estado ecuatoriano
por la violación de los derechos a la consulta, la propiedad comunal indígena y a la
identidad cultural en los términos dela CADH (art. 21.1) en perjuicio del pueblo de
Sarayaku. 56
Como se dijo, insistir y remarcar este aspecto resulta crucial para sostener
fundadamente la imposibilidad de separar los derechos indígenas para no asimilarlos a
categorías jurídicas occidentales que nada tienen que ver con las cosmovisiones y
ontologías indígenas. Estos graves desvíos—lamentablemente aún demasiado frecuentes—
tienden a deformar los derechos indígenasal oscilar entre dos bandas o incluso en ambas a
la vez: “entre el privatismo más extremo y el estatalismo más acentuado” (Benedetti,
2014:69).57 Por un lado, como si fuesen meras cuestiones de derecho privado,
patrimonialistas (o no); por otro, como si fuesen asuntos de unilateral y discrecional
incumbencia del Estado, indiscutible y omnipotente.Ambas pretensiones son

56
Además de lo anterior, también se refieren a la indivisibilidad otros pasajes de esa sentencia: por caso, “la
estrecha relación de las comunidades indígenas con su territorio tiene en general un componente esencial
de identificación cultural basado en sus propias cosmovisiones, que como actores sociales y políticos
diferenciados en sociedades multiculturales deben ser especialmente reconocidos y respetados en una
sociedad democrática. El reconocimiento del derecho a la consulta de las comunidades y pueblos indígenas
y tribales está cimentado, entre otros, en el respecto a sus derechos a la cultura propia o identidad
cultural” (párr.159, no destacado no es del original).
57
Apreciación formulada al criticar el fallido intento del anteproyecto y proyecto de unificación del Código
Civil y Comercial de regular como persona jurídica privada a las comunidades indígenas y la propiedad
comunitaria indígena como si fuese un civilista y patrimonialista derecho real inmobiliario, autónomo o no,
sobre un predio o parcela rural, sometiendo a ambas a todo tipo de injerencias del Estado.

17
manifiestamente inadmisibles según el bloque de constitucionalidad repasado y tienden a
vaciar de contenido, distorsionar o avasallan los derechos indígenas allí receptados.
Ambos garrafales desvíos fueron puestos de manifiesto por García Hierro en
relación a la territorialidad indígena, “con resultados muchas veces etnocidas” según dijera
(2001:620). Para el primero de ellos (privatización de lo indígena), destacaba que en
tiempos de la libre determinación de los pueblos, ahora reconocido por el Derecho, “el
concepto de territorio quedaría fuera de la problemática civilista de la propiedad”
(2001:619); siendo un “quebraderos de cabeza para los legisladores y los políticos que,
finalmente,optan por… reducir al Código Civil toda la cuestión, en una
desesperadaimposición prescriptiva de una verdad jurídica única que dista mucho dela
concepción pluricultural que la Constitución otorga al país” (2001: 623).
Para los segundos desvíos (estatalizar lo indígena, sin los indígenas), García Hierro
destacaba que para una pesada y persistente tradición occidental, el único que puede tener
imperium sobre un territorio es el Estado (2001:625), con la cual “choca” “el concepto del
territorio indígena”(2001:632); se trata del “dominio eminente del Estado sobre los recursos
[llamados naturales]…poder concesional de los Estados sobre los recursos ubicadosen los
territorios indígenas, y las regalías resultantes, el quid que entorpece elavance del proceso
de institucionalización de las reivindicaciones jurídicas delmovimiento indígena. Tierras,
aguas, bosques, recursos madereros, recursos genéticos,paisajes, y sobre todo, recursos del
subsuelo de los territorios indígenasconstituyen un suculento botín que los Estados no están
dispuestos a soltar” (2001:642).58
Recuérdese que históricamente en Occidente las categorías terra y/o territorium
permitieron el despojo de los pueblos indígenas al convertir al mundo en un gran espacio
disponible para ser descubierto y conquistado, asegurado y controlado por los Estados; y,
en simultáneo, sujeto a la apropiación y explotación económica privada (incluido

58
En el caso argentino, además de esta obsesión estatalista sobre los recursos naturales, se puede añadir su
pretensión de retener la última palabra sobre el estatus indígena, colectivo o individual, como estratagema de
negar la titularidad de los derechos. Por caso, arguyendo que no lo sería o que carece de una inasible cualidad.
Esta estratagema se observa cada vez que se pretende negar el carácter de “argentinos” a un pueblo indígena
“preexistente” por un desviado uso del adjetivo final del párr.1º, inc.17, art.75 CN; e incluso cuando se
pretende hacerlo para una o varias persona indígenas aunque pertenezca a un pueblo indígena “argentino”.

18
obviamente los recursos “naturales” que allí se encuentren), como mero medio de
producción y con valor de cambio librado al mercado.59
En suma, es indispensable la indivisibilidad interna destacada como manera de
traducir las distintas cosmovisiones indígenas en términos comprensibles para mentalidades
etnocéntricasy occidentalistas, y descartar toda asimilación con ópticas absolutamente
ajenas a lo indígena (ni privatista ni publicista-estatal).Una propuesta consistente con todo
lo dicho es considerar que los derechos colectivos diferenciados de los pueblos indígenas
son asuntos de urgente y prevalenteinterés público (no estatal) intercultural.60Su
sentido y alcance se explica necesariamente con las otras dos “herramientas”: con la
primera ya presentada, pues requiere partir del punto de vista y participación de los propios
indígenas; con la segunda, porque debe procurar preservar la supervivencia-dignidad-
bienestar de los pueblos indígenas como se dice a continuación.

II.3. Principio “pro-pueblo indígena” (para su supervivencia, dignidad y


bienestar)
La última “herramienta” a presentar preliminarmente es una modalidad del principio
de interpretación conocido en el derecho internacional de los derechos humanos como
principio pro homine o pro persona, que al ser utilizado en el ámbito comunitario o
colectivo diferenciado de los derechos de los pueblos indígenas ha sido correctamente
denominado como principio pro-pueblo indígena (Yrigoyen Fajardo, 2002). A esta
especificidad sustantiva cabe añadir la especificidad finalista: para la supervivencia,
dignidad y bienestar de los pueblos indígenas. 61 Su correcto entendimiento y aplicación
presupone todo lo antes dicho (tanto el enfoque diferencial participante como la
indivisibilidad interna de los derechos indígenas). Si por las “herramientas” anteriormente
expuestas no corresponde fragmentar los derechos indígenas, por la aquí presentada se trata
de no aislar las normas aplicables y preferir la/s más favorable/s culturalmente. Se trata de

59
Al respecto, ver cita en nota al pie nº 2 sobre efectos persistente de la llamada teoría del descubrimiento o
conquista (John, 2014).
60
Por su parte García Hierro decía, en referencia específica al “derecho territorial indígena”, que escapa de la
esfera de lo privado y se enmarca “dentro de una concepción cercana a la del derecho público con indudables
connotaciones políticas” (2001:638); “corresponde más bien a [un] derecho político que al concepto que
emana del derecho civil” (2001:623).
61
Tríptico de semejantes normas finales de la UNDRIP (art.43) y DADPI (art.XLI) como se dice más abajo.

19
una especificación calificada de la conocida pauta hermenéutica de la interpretación
armónica y sistemática, según la cual cada disposición ha de ser leía de acuerdo con el
contenido de las demás, ya sean del mismo cuerpo normativo o no, como parte de un todo
en función del sistema jurídico al cual pertenecen. 62
Son indudables los alcances prácticos y concretos de este principio doblemente
especificado por lo indígena (en su contenido y finalidad). No obstante, esta presentación es
de tipo panorámica y exploratoriaen la medida que no se podrá aquí dar cuenta de todas sus
complejidadesy alcances (también la metodología seguida para esta última “herramienta” se
aparta parcialmente de las dos primeras).63
Por lo pronto, la relevancia de esta “herramienta” se acrecienta ante el complejo y
disperso corpus iuris o bloque de constitucionalidad repasado, tan marcadamente
progresivo, que recepta los derechos indígenas a través de la coexistencia de una creciente
pluralidad de normas protectorias,de fuente nacional(federal y provinciales) como
internacional, donde cada nuevo paso de reconocimiento suele ser más protectorio que
el/los anterior/es y donde no hay que presumir que se encuentren colisiones o disputas entre
cláusulas pertenecientes a distintos cuerpos normativos en la medida que una sea más
favorable a otra/s. Esta “herramienta” es entonces la que orientala circulación –de ida y de
vuelta– entre textos normativos tan diversos como convergentes. Por ende, resulta central
para la coordinación y adecuación de diversas interpretaciones y normas involucradas,
incluso ante eventuales o aparentes vacíos normativos o colisiones.
En términos generales, este principio se lo explica diciendo que consiste en optar
por aquello que proteja más y mejor un derecho; que conduzca a una alternativa menos
limitadora posible de un derecho y descartar aquella que, por el contrario, lo restrinja.
Empero, cabe destacar que también se aplica para preferir la aplicación de una/s norma/s

62
Así, el Decreto-ley 4633/11 de Colombia, dentro de sus disposiciones generales, se refiere a este principio
como “Principio de favorabilidad e integración normativa”, según el cual “la interpretación y aplicación del
presente decreto, se fundamentarán en los principios y disposiciones contenidos en la Constitución, la ley, la
jurisprudencia y los tratados internacionales que resulten más favorables al restablecimiento y vigencia de los
derechos de los pueblos y comunidades indígenas”(art.34); aunque una vez también utiliza “el principio pro
homine” (art.7) al referirse al respeto a “la ley de origen, ley natural, derecho mayor o derecho propio de los
pueblos indígenas” frente al bloque de constitucionalidad.
63
Por exceder los límites de este trabajo queda para otra ocasión el tratamiento específico de conflictos entre
algún derecho indígena y demás derechos humanos; y por razones de espacio, la jurisprudencia de la Corte
IDH. Empero sí se incluyen algunos ejemplos posibles de aplicación de derechos indígenas ante plurales
fuentes internacionales.

20
sobre otra, es decir, también en caso de pluralidad de normas aplicables, de modo que la
debe preferirse aquella que restrinja u obstaculice menos el ejercicio de un derecho o que lo
favorezca más. Se predica tanto para disposiciones constitucionales como
infraconstitucionales, en ambos niveles tanto de fuente interna como internacional. Algunas
veces prevalecerá la norma internacional sobre la nacional, y en otras, sucederá al revés,
según cuál proteja mejor el derecho en cuestión. De este modo, este principio también
puede funcionar como excepción alprincipio de jerarquía normativa, en tanto implica
preferir la norma (o su interpretación) que favorece más el ejercicio de un derecho, aunque
esté receptado en una norma jerárquicamente inferior.64
En virtud de este principio pro-pueblo indígena, la judicatura y los funcionarios
públicos están obligados a entender las normas e interpretaciones –aunaparentemente
contradictorias o incompletas- dando primacía a los derechos consagrados en la
Constitución y en los instrumentos internacionales que más favorezcan a los pueblos
indígenas, incluso ante incoherencias y vacíos. Para su aplicación es claro que es necesario
comparar el tenor de las normas e interpretaciones en juego de manera particularizada o
concreta a la luz del tríptico señalado (supervivencia, dignidad, bienestar). La
especificación de esta finalidad debe tenerse especialmente en cuenta también en caso de
que el ejercicio de algún/os derecho/s indígena/s entren en conflicto real o aparente con
otros derechos humanos.65
El genérico principio pro personaestá recogido en los tratados de derechos humanos
con rango constitucional en Argentina (entre otros: en los Pactos gemelos, 66 y en la
CADH).67Asimismo, en la modalidad calificada para pueblos indígenas que aquí interesa
(pro-pueblo indígena), está receptado en los instrumentos internacionales específicos, bajo
distintas fórmulas: por un lado, laclásica del C. 169 que se refiere a “derechos o ventajas”

64
Solo en caso de duda este principio implica que no se aplica la norma inferior.
65
Ya se dijo que este tríptico también es fundamental para llenar de contenido del estándar referido al final de
II.2:los derechos indígenas como “urgente y prevalente interés público (no Estatal) intercultural”.
66
Art.5.2 común al PIDESC y PIDCP: “No podrá admitirse restricción o menoscabo de ninguno de los
derechos humanos fundamentales reconocidos o vigentes en un Estado Parte en virtud de leyes, convenciones,
reglamentos o costumbres, so pretexto de que el presente Pacto no los reconoce o los reconoce en menor
grado”.
67
Art. 29.b) CADH: “Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpretada en el sentido de:
… b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las
leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos
Estados”.

21
en los términos difundidos por la propia OIT;68por otro lado, la que utilizada la UNDRIP al
decir que “[l]os derechos reconocidos en la presente Declaración constituyen las normas
mínimas para la supervivencia, la dignidad y el bienestar de los pueblos indígenas del
mundo” (art.43) y sus dos cláusulas complementarias. 69 Como se observa, esta fórmula
final de la UNDRIP no sólo es más clara que la del C.169 sino que le otorga un contenido
finalista clave: enseña que toda la Declaración, punto más alto de protección, es un mínimo
intangible, un “piso” que no se puede rebajar pero sí mejorar; e indica el sentido específico
de la mejor protección a través de un explícito tríptico (supervivencia – dignidad -
bienestar).70 Por su parte, la DADPI utiliza esta misma fórmula, señalando ahora que los
derechos reconocidos en ella junto con la UNDRIP “constituyen las normas mínimaspara…
los pueblos indígenas de las Américas” (art.XLI), y también reitera las cláusulas
complementarias. 71
Como se dijo, lo primero que supone su aplicación es no incurrir en una invocación
aislada de una cláusula para fundar una decisión o resolver una cuestión; por caso, la mera
y solitaria invocación de la Constitución Nacional (art. 75.17) o tan sólo alguna de los
instrumentos internacionales específicos.Ni siquiera cuando excepcionalmente sólo en una
norma esté contemplado algún supuesto expresamente, pues siempre es necesario integrar
todas las cláusulas del corpus iuris aplicable que a lo sumo lo hacen tácitamente. Piénsese
en dos casos receptados tan sólo por la DADPI: “pueblos indígenas en aislamiento
voluntario o contacto inicial” (art.XXVI); y proscripción de “programas de investigación,
experimentación biológica o médica, así como la esterilización sin su consentimiento

68
Art. 35 C.169: “La aplicación de las disposiciones del presente Convenio no deberá menoscabar los
derechos y las ventajas garantizados a los pueblos interesados en virtud de otros convenios y
recomendaciones, instrumentos internacionales, tratados, o leyes, laudos, costumbres o acuerdos nacionales”.
Su explicación, incluido lo dispuesto por la Constitución de la OIT (art.19, apart. 8º) y ante el anterior
convenio revisado (nº 107/57), en Salgado y Gomiz (2010:344-345).
69
Sendas cláusulas complementan el principio del mínimo intangible del art. 43 UNDRIP bajo la fórmula
común: “Nada de lo contenido en la presente Declaración se interpretará en el sentido de que menoscaba o
suprime los derechos” de “los pueblos indígenas”: en general, “que… tienen en la actualidad o puedan
adquirir en el futuro” (art.45); y en especial, “que figuren en tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos”
(art. 37.2).
70
Asimismo es un estándar de la jurisprudencia constante de la Corte IDH la especial protección que merece
un pueblo indígena o tribal si está en riesgo su supervivencia cultural y material. Para ello, ver: “Pérdida de la
identidad cultural como consecuencia de la pérdida de sus tierras” en cuadernillo de difusión de la propia
Corte IDH (2015:73-75).
71
En la DADPI complementan al art.XLI, con la misma terminología que la Declaración de la ONU: en
general, art. XL; y en especial el art. XXIV.3 (respectivamente semejantes a los arts.45 y 37.2 UNDRIP).

22
previo libre e informado” (art.XVIII.3).72 Ello no implica que se prescinda del resto de las
normas de otros cuerpos normativos para ensamblarlos con la solución específica postulada
por la DADPI.
En todos los casos, se trata de hacer una lectura sistemática del bloque de
constitucionalidad ampliado y en caso de más de una cláusula en juego, con o sin
inconsistencia o discordancia, preferir siempre aquella más beneficiosa para leer el
conjunto. Como se observa, su uso es como si fuera un verdadero “modelo para armar”, el
cual despeja cualquier malestar porque una misma situación se encuentre regida o no por
varios dispositivos pertenecientes a cuerpos normativos diferentes.Por supuesto que en la
aplicación de este principio, habrá supuestos más o menos sencillos y otros más complejos.
Entre los variados y múltiples ejemplos de los primeros, tansolo se apuntan aquí algunos de
ellos:
- traslado forzado de pueblos indígenas: como la letra de la Constitución y de la
DADPI guardan silencio, sin duda que rige por este principio lo dispuesto por la
UNDRIP en la medida que lo fulmina salvo que exista “consentimiento previo, libre
e informado” (art.10),73 ya sea por su aplicación per se o como interpretación
conjunta con lo dispuesto en el C.169 (art.16.2);

- concesiones en recursos naturales existentes en territorios indígenas: el C.169


exige la participación en los beneficios (art.15.2) además de la consulta previa y
obligatoria que también exige la UNDRIP para obtener el consentimiento previo,
libre e informado (art.32.2) y la DADPI (art.XXIX.4) o la mitigación de impactos
adversos y reparación o compensación (UNDRIP, art.32.3; DADPI, art.XXIX5);

- restitución de tierras, territorios y recursos que un pueblo indígena ha poseído,


ocupado u utilizado: es manifiesto que la UNDRIP da mejores y mayores pautas
(art.28) que dan contenido a la genérica obligación estatal del C. 169 (art.14.3) y
bien pueden conjugarse con lo referido a tierras alternativas o sustitutas (art.16.4).

- contacto entre pueblos indígenas a través de las fronteras internacionales:


claramente se observa un desarrollo progresivo, de menor a mayor, que rápidamente
enseña qué norma es más favorable (<C. 169, art.32; > UNDRIP, art.36.1 y 2: >>
DADPI, art.XX.3 y 4);74

72
Como se observa, aquí el CLPI funciona como requisito absoluto para el Estado, no solo como finalidad.
73
Al igual que en el supuesto de la nota anterior, aquí el CLPI funciona como veto absoluto.
74
Si bien ambas declaraciones exigen la necesidad de “consulta y cooperación” (art.36.2 UNDRIP = art.XX.4
DADPI), la americana añade entre los derechos enumerados de los pueblos “divididos por fronteras”: el
derecho “a transitar” y adjetiva el derecho “a la cooperación directa” (art.XX.3 DADPI).

23
- tratados, acuerdos o arreglos constructivos: sólo contemplado explícitamente en la
UNDRIP (art. 37) y la DADPI (art. XXIV), siendoel texto de esta última más
favorable al admitir allí mismo el enfoque diferencial específico,75 y vías de
solución para controversias;76

En cada uno de esos ejemplos, las respectivas cláusulas deben conjugarse con la
explícita o tácita recepción de la cláusula constitucional (art.75.17 CN), para lo cual
puede ser de utilidad lo dicho sobre la misma al inicio de la parte primera del
trabajo.

Otro tipo de supuestos pueden exigir algún grado de esfuerzo para procurar el
ensamble pro-pueblo indígena entre normas pertenecientes a distintos cuerpos normativos
(acumulación), pero no una u otra en su totalidad como si fuese un conjunto incomunicable.
Al respecto, se presenta aquí un único y último ejemplo: qué hacer con materiales
peligrosos en tierras y territorios indígenas que puedan afectar su derecho al medio
ambiente. Mientras la Constitución Nacional sólo refiere “a su participación en… los
demás intereses que los afecten” (art. 75.17, párr.2º) y el C.169 brinda algunas pautas de
sumo interés (art. 7.3 y 4), el supuesto elegido para la ilustración se contempla
explícitamente en la UNDRIP (art. 29.2) y la DADPI (art. XIX.3), pero de modo diferente.
Por lo que aquí se denomina “acumulación”, no cabe aplicar una u otra disposición en
conjunto y sin comunicación entre sí, sino rearmar el contenido normativo de ambas
cláusulas de cada declaración para desde allí leer las pautas del C.169 y la Constitución:
-de la DADPI se debe tomar la mayor y mejor especificación referida a las
actividades proscriptas (“la introducción, abandono, dispersión, tránsito, uso
indiscriminado o depósito”) frente a las enunciadas escuetamente por la UNDRIP
(solo “almacenen” o “eliminen”); la amplitud del “material peligroso” (no a secas,
sino “cualquier”) como de su afectación (“que pueda afectar negativamente a las
comunidades, tierras, territorios y recursos indígenas” y no sólo “en las tierras o
territorios”);
-de la UNDRIP se debe tomar la rotunda proscripción (“sin su consentimiento libre,
previo e informado”) ni siquiera referido en la DADPI, de manera que en ese

75
Añade elart. XXIV.1 in fineDADPI(frente al art.36.1 UNDRIP): “de conformidad con su verdadero espíritu
e intención, de buena fe y hacer que los mismos sean respetados y acatados por los Estados. Los Estados
darán debida consideración al entendimiento que los pueblos indígenas han otorgado a los tratados, acuerdos
y otros arreglos constructivos”.
76
Añade el art. XXIV.2 DADPI: “Cuando las controversias no puedan ser resueltas entre las partes en
relación a dichos tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos, estas serán sometidas a los órganos
competentes, incluidos los órganos regionales e internacionales, por los Estados o Pueblos Indígenas
interesados”.

24
supuesto la consulta previa y obligatoria no sólo debe tender a obtener dicho
“consentimiento”, sino que exige alcanzarlo;77
- en suma, la norma acumulada de modo más favorable por aplicación del principio
pro-pueblo indígena,para desde allí interpretar el C.169 y la Constitución,quedaría
reconstituida aproximadamente de la siguiente manera, con sustitución de los
pasajes desfavorables:

“Los Estados adoptaran medidas eficaces para asegurar” [>UNDRIP], y “[l]os


pueblos indígenas tienen el derecho de ser protegidos” [>DADPI] “contra la
introducción, abandono, dispersión, tránsito, uso indiscriminado o depósito de
cualquier material peligroso que pueda afectar negativamente a las comunidades,
tierras, territorios y recursos indígena” [>DADPI], salvo que se obtenga “su
consentimiento libre, previo e informado” [>UNDRIP].

Palabras finales

En la primer parte del trabajo se recordaron algunos de los principales logros


normativos alcanzados sucesivamente en el plano constitucional / internacional referente a
Argentina desde 1994 hasta el presente, para consignar las variadas “entradas” de aquellas
“grandes palabras” indígenas. Ante la constatación de tantos incumplimientos de ese
robusto corpus iuris de reconocimiento recordados desde el inicio mismo, en la segunda
parte se presentaron y precisaron tres conocidas “herramientas” para su uso. Cada una de
ellas, fungen como criterios interpretativos interculturales con gran y polivalente
potencialidad estratégica para disputar en pos del cumplimiento de los derechos indígenas
reconocidos en ese bloque de constitucionalidad ampliado. También se procuró entender a
los derechos indígenas como asuntos de urgente y prevalente interés público (no estatal)
intercultural, cuyas polifacéticas proyecciones seguramente merecerá mayores desarrollos.
Su cabal entendimiento y la utilización extendida de las tres “herramientas” al
menos pueden contribuir a una mejor comprensión, aplicación e implementación de los
derechos colectivos de los pueblos indígenas para empezar a revertir el prolongado despojo
sufrido por los pueblos indígenas. Claro está que con su mera invocación y uso no se
alcanzará la plena efectividad de los derechos indígenas, en la medida que los problemas de

77
Otro supuesto en que el CLPI funciona como veto absoluto para el Estado, no solo como fin.

25
su implementación no son únicamente de índole jurídica sino expresión de complejas e
históricas situaciones que exigen profundas transformaciones.
A corto o mediano plazo, se puede pensar —según se dijo en un texto de fines del
siglo XX—que algunos aspectos de los derechos indígenas podrán implementarse y
resolverse no sin dificultad, en cambio “otros parecen tener límites irresolubles en las
condiciones actuales” (Iturralde Guerrero, 1997:97). En cualquier caso y para concluir en
estos tiempos de la libre determinación de los pueblos indígenas, parece pertinente
recuperar la reflexión de ese mismo autor, desde antes de ese reconocimiento: ninguna
“salida genuina provendrá —aún allí donde la presencia indígena es muy débil— de
concesiones graciosas del Estado; serán resultado del desarrollo de las tensiones y de la
elevación de las luchas indígenas hasta las arenas donde se resuelven los problemas del
Estado y en las cuales sería posible conquistar transformaciones del modelo nacional (de
desarrollo y de organización política) y nuevos cursos para la democracia”.

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